El documento presenta varias reflexiones sobre la felicidad, la naturaleza humana y la vida. Sugiere que intentar ser feliz todo el tiempo puede impedir realmente serlo y que aceptar la realidad, incluso cuando es difícil, es más saludable que fingir felicidad constante. También explora cómo la biología no determina completamente quiénes somos y cómo cambiamos con la experiencia.
1. Rodeados de gente
feliz.
Se suele creer que el pensamiento positivo ayuda a llevar una vida más feliz. Desde
pequeños, nos decían que sonriésemos, y que pusiésemos cara de estar contentos.
De mayores, nos dicen que miremos el lado positivo, que no hay bien que por mal
no venga, y esas cosas de que el vaso está medio lleno. a veces la realidad se
impone y te impide comportarte como si fueses feliz. la salud te puede fallar, tu
pareja te puede engañar, tus amigos pueden defraudarte.. En esos momentos solo
quieres aceptar la realidad, olvidar las apariencias y ser tú mismo, asustado e infeliz.
Si le preguntas a la gente que quiere en la vida, la respuesta es sencilla; ser felices.
Pero quizás sea esa expectativa, ser felices, lo que nos impide poder serlo. Quizás
cuanto más intentamos llegar a ser felices, más confundidos estamos. Hasta que ni
nos reconocemos. En vez de eso, seguimos sonriendo, e intentamos ser esas
personas felices que buscamos ser. Hasta que nos damos cuenta de que lo hemos
tenido delante, ni en nuestros sueños, ni en nuestras esperanzas, si no en lo que nos
hace sentir cómodos, en lo que conocemos.
2. La biología.
La biología dice que somos quienes somos desde que nacemos, que nuestro ADN
está escrito y que es inevitable. Aunque el ADN no lo explica todo, somos humanos,
y la vida nos cambia. Desarrollamos rasgos nuevos, nos hacemos menos
territoriales. Dejamos de competir, aprendemos de nuestros errores. Nos
enfrentamos a nuestros mayores miedos para bien o para mal, siempre
encontramos la forma de ser algo más que nuestra bilogía. El riesgo, claro, es que
podemos cambiar demasiado. Hasta que casi ni nos reconocemos y encontrar el
camino de vuelta puede ser difícil, no hay brújula, ni mapa. Solo hay que cerrar los
ojos, dar un paso, y rezar porque lleguemos.
3. La cura para la
paranoia.
Todos somos candidatos a sufrir el temor por no saber que va a pasar,
pero es inútil. Porque todas las preocupaciones, y los planes por si pasa
esto o aquello, solo empeoran las coas. Así que saca tu perro a pasear, o
échate una siesta. Pero hagas lo que hagas, deja de preocuparte!
Porque la única cura para la paranoia, es estar aquí. Aquí. Y ser como
eres.
4. Bajo la luz de la
noche.
Bajo el manto de la oscuridad, la gente hace cosas que no haría en la
cegadora luz del día. Las decisiones parecen más sabias, la gente se
siente más valiente. Pero cuando sale el sol, hay que asumir la
responsabilidad de lo que se hace en la oscuridad. Y enfrentarte, tú
mismo, a la fría.. luz del día.
5. Pídeme perdón.
Recordáis cuando erais pequeños y mordíais a otros niños en el recreo?
El maestro decía "pídele perdón". Y lo decíamos, pero no lo
pensábamos, porque al mocoso al que le habíamos mordido, se lo
merecía. Pero cuando creces, disculparse no es tan fácil. Cuando acaban
los días de recreo, hay que decirlo en serio.