Caral fue el centro de una comunidad formada por varios linajes dirigidos por sus líderes o curacas. Los curacas guiaban y organizaban la vida de los habitantes de las ciudades y pueblos contemporáneos a Caral a través de la religión, que se usó para unirlos. La economía de Caral se basaba en el intercambio de bienes con localidades vecinas y en la pesca en el mar frente al río Supe, que era rico en especies marinas.