La economía mexicana se volvió demasiado dependiente del petróleo durante el gobierno de López Portillo, lo que llevó a un crecimiento ficticio. La caída de los precios del petróleo en 1981 provocó una crisis económica, con una devaluación del 400% de la moneda y un aumento de la deuda externa. López Portillo anunció la crisis en septiembre de 1982. Esto permitió que las políticas neoliberales del FMI y el Banco Mundial se implementaran más en México.