El documento describe cómo el desarrollo del cerebro de un niño depende en gran medida de las experiencias en los primeros tres años de vida, especialmente el tiempo que los padres pasan con ellos. Los niños que reciben más afecto tienden a ser más sociables, flexibles e inteligentes, mientras que aquellos que crecen en entornos caóticos o abusivos desarrollan problemas que pueden persistir en la edad adulta.