1. Vamos a Japón
Esta semana alguien importante para mí me preguntó si tras 3 meses de estar en Japón, había
encontrado lo que venía a buscando… Uf, difícil de responder, aunque debo aclarar que la
dificultad no radica en el “sentir” sino en el “explicar”. Me encontré el Japón que había visto en las
películas y en los doramas, el que me habían contado, del que tanto he escrito aquí en Tabi Tabi
TOYO y en otros sitios; pero claro, también encontré sorpresas, algunas que cuadraban con esa
idea que yo traía y otras que no. Quizá, contando sobre esas cosas, tan extrañas como simples (en
realidad comunes, de esas que aquí nadie mira) pueda llegar a comunicar lo que siento.
Bien, creo que lo principal tiene que ver con la conciencia asumida (tan asumida que se vive y
pareciera que no significa un esfuerzo) de los japoneses, sobre el “vivir en sociedad”. Aquí, la ley
se respeta en vez de ser discutida y puesta a prueba, hay reglamentos y “maneras específicas”
para hacer cualquier asunto que se les ocurra. No solo existe una única manera de agarrar y girar
el tazón en la ceremonia del té, también la hay para levantar el plato de miso, para comer el udón,
para descansar los palillos sobre el plato, para mostrar interés, para negarse a una invitación, para
ayudar, o no hacerlo.
Además, la ley es clara y se hace cumplir, la gente que “desobedece” (que comete algún delito o
falta), lo hace a conciencia, pues todo mundo sabe cuáles son esas reglas a seguir, y como, para
completar, la policía es incorruptible, puede saberse de antemano el riesgo que se corre. Como
ejemplo, recuerdo un evento en Harajuku con un grupo de músicos callejeros (chicos jóvenes,
moda hippie alternativa, con atriles, guitarras, micrófonos, etc.) que tocaban junto a la estación en
un horario prohibido. Al llegar la policía, se saludan todos muy formalmente y uno de los chicos se
asume responsable del grupo en cuestión y se va a hablar a parte con los oficiales; estos, le hacen
leer una forma, le explican que está mal que esté ahí, lo hacen firmar, poner sus huellas, y le piden
que retire los instrumentos, todos vuelven a disculparse con todos, y cada quien se va por su lado
sin mordidas, fanfarroneos, reclamos, ni intentos de escape o de abuso de autoridad. Triste que
esto me sorprenda tanto para acabar escribiéndolo ¿cierto? Pero igual que me ha pasado en otros
viajes, ver a la gente (incluso a los que están “desobedeciendo”) confiando en la policía, es algo
extraño.
Muchos extranjeros (y japoneses también) dicen que esto tiene su lado negativo, y que tantas
leyes, hacen que la sociedad japonesa sea muy cerrada, llena de estrés y de alcoholismo; sin
embargo, pienso mientras escribo, si la gente sigue las reglas, es porque sabe, en el fondo, que
con la cantidad de población que hay, no existe otra manera para mantener el orden. Además,
claro, son correspondidos con una calidad de vida digna.
Aquí en Tokio, las avenidas grandes y transitadas, tipo autopista, están amuralladas con paneles
para proteger del ruido de los coches a las casas cercanas, escuelas, hospitales y zonas
habitacionales en general. Si el paso por alguna banqueta ha sido bloqueado por una obra pública
o privada, siempre cuidan de dar una opción de paso a los peatones formando un pasillo con
conos anaranjados, y hay un par de hombres cuidando a quienes pasan y pidiéndoles disculpas por
“las molestias”. No hay baches, ni banquetas rotas, los semáforos funcionan, y no se va la luz. Las
2. “zonas peligrosas” (nombradas así por los japoneses) son aquellas donde de pronto puedes
encontrarte homeless, o quizá no están tan limpios, o hay muchos extranjeros (latinos, chinos,
negros) y aún en ellas, será realmente extraño que seas robado, secuestrado o agredido de alguna
manera.
Tokio, en realidad, es una ciudad muy segura donde la gente se dedica a trabajar y a comprar
cosas; las clases sociales, aunque muy marcadas (pues la diferencia entre la gente muy rica y la
gente muy pobre es abismal) no resultan algo preocupante debido a que la media (la gran
mayoría) tiene alimento, vestido, educación y cultura, mejor que “suficiente”. El respeto de unos
con los otros (aunque a eso dedicaré otro texto amplio y tendido, porque hay quien dice que no es
respeto sino huir al compromiso) es asunto de todos los días, esas “formas” en que los japoneses
se relacionan entre sí y con los que vienen de fuera (mezcla de orgullo con recelo, mucha
humildad, pasivas miradas) generan un “espíritu”, por así decirlo, que al menos a mis ojos resulta
diferente, y aunque haya quien lo califique de frío, la verdad es que para lo que aquí pasa
“funciona”. Hay paz social, y aún hoy en día, en tiempos de crisis, de inconformidad, siguen
actuando en bloque para salvar las malas situaciones.
Vaya, creo que son unas cosas por otras. Quizá Japón no sea un modelo a calcar, y haya mil
asuntos que nos choquen a los occidentales, hay una infinidad de temas que en lo personal
simplemente no entiendo (como si la sexualidad es un tabú o no lo es, o si el machismo es
insalvable o en realidad falso), pero, sí, sí considero que es una sociedad digna de ser observada
para aprender lo que sí vale la pena, y sí, al menos hasta hoy, es lo más cercano a “eso” que yo
andaba buscando…