Jesús enseña a sus discípulos que mirar a una mujer con deseo constituye adulterio en el corazón, y que quien se divorcie y se case de nuevo comete adulterio, a menos que sea por causa de infidelidad. La sexualidad humana es un lenguaje de amor que no debe ser banalizado ni utilizado para objetivar a otros. Los cristianos deben proteger la dignidad del matrimonio y vivir sus relaciones de acuerdo con el espíritu de Dios, no el mundo.