Este documento resume un sermón sobre el Evangelio del cuarto domingo de Cuaresma según San Juan. Explica que así como Moisés elevó la serpiente en el desierto para salvar al pueblo, Jesús debe ser elevado para darnos vida eterna. También destaca que Dios ama tanto al mundo que envió a su Hijo para salvarnos, no para condenarnos, y que el amor de Dios es incondicional, no depende de nuestras obras. Finalmente, reflexiona sobre si vemos a los demás con ojos de amor
Planificacion Anual 4to Grado Educacion Primaria 2024 Ccesa007.pdf
IV Domingo Cuaresma Juan
1. IV Domingo de Cuaresma. Juan (3,14-21). 15 de Marzo de 2015.
Publicado por LMV en http://erealcala.blogspot.com por el Departamento de Jóvenes de Cáritas Diocesana de Alcalá de Henares.
LA PALABRA ES VIDA
La vida que nace del Evangelio para cada semana …
CÁRITAS DIOCESANA DE ALCALÁ DE HENARES
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto,
así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que
creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no
cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste
en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras
eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no
verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se
vea que sus obras están hechas según Dios.»
¿Es ciego el amor?
Dicen que el amor es ciego. No es que sea ciego; es que se ven las cosas de otra manera, con
otros ojos: los del corazón.
¿Qué vería Dios en su pueblo para amarlo tanto? Absolutamente nada. ¿Qué habrá visto Dios en
el mundo para amarlo así? Nada, sencillamente nada. Es cosa de sus ojos, de su misericordia.
Pablo lo ha comprendido muy bien: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos
amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir por Cristo –por pura gracias
estáis salvados“. ¿Está claro? No se debe a nosotros, sino que es un don. Dios nos salva porque
nos ama. Y no necesita nada para amarnos: su amor es gratuito, nace de la bondad de su
corazón.
Y así siempre. El amor persistente de Dios cambiando de rostro y de lenguaje, usando la maña
o la fuerza, llegando hasta el límite para después inventar siempre una nueva oportunidad,
tratando constantemente de ganarse las rebeldes voluntades de los hombres… Hasta el último
disparate: Jesús: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que no perezca
ninguno de los que creen en Él”
¡Qué bien suena, en este contexto, la frase de Nicodemo!: “Dios no mandó a su Hijo al mundo
para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”. En medio de la historia de
este mundo nuestro, el amor de Dios ha plantado una cruz salvadora. Encontrar los caminos
para esa salvación es tarea suya; nosotros no debemos preocuparnos del cómo, ni del cuándo,
ni mucho menos, pretender atarle las manos con supuestas normas de selección que, tantas
veces, llevan grabado el sello inconfundible de nuestra miopía. Los cristianos tampoco tenemos
derecho a verlo todo negro; como si la redención de Cristo no pasara de un bonito proyecto
fracasado. Dios no mandó, desde luego, a su Hijo al mundo para hacernos las cosas más
difíciles, para estrecharnos la puerta del reino de los cielos, todo lo contrario: para abrir nuevos
cauces de comprensión y de perdón a un mundo, que, por otra parte, no resultó ser tan malo
como parecía; que, en el fondo, no pecaba por malicia, sino por ceguera.
¿Qué habrá visto Dios en nosotros para vernos así, para amarnos así? ¿Será que el amor lo ha
vuelto ciego? Puede que sea algo mucho más sencillo: que nos ve con los ojos del su corazón.
PARA TU REFLEXIÓN Y COLOQUIO:
¿Te pasa que ves la luz y la niegas? ¿Es un problema de tus ojos o de tu corazón?
¿Con qué ojos miras a los demás: de justiciero/a, de perfecto/a, de envidia o de compasión y
amor?
Nos lo vamos a hacer mirar, vale.