Laura y Lina eran dos amigas ecologistas que se opusieron a la venta de su lago al empresario Roberto para realizar pruebas químicas, ya que era el sustento de su pueblo y hogar de los animales. En la corte, argumentaron que no podían vender el único manantial y bosque del pueblo, y propusieron en su lugar vender otro lago deshabitado. Finalmente, Roberto aceptó comprar el bosque en lugar del lago, salvaguardando así el medio ambiente y forma de vida del pueblo.