2. En Loyola nació Íñigo. En Loyola, volvía a nacer 30 años después
un hombre nuevo. Este segundo renacimiento era íntimo y
oculto, pero hasta sus familiares empezaron a notar el cambio.
Era otro hombre, miraba de otro modo, hablaba de otra
manera, estaba concentrado en sus pensamientos, irradiaba lo
que llevaba dentro. Seguía leyendo los libros que tanto bien le
hicieran, aunque ahora los entendía mejor, veía todo más claro
y copiaba algunas de sus frases para retenerlas mejor en la
memoria. Comenzó a levantarse y andar un poco. Sobre todo,
comenzó a orar. Hasta entonces había repetido mecánicamente
las oraciones aprendidas de niño y de pronto empezaba a gustar
de aquel diálogo con Dios. Para la vida del espíritu orar es como
respirar, porque es hablar con quién sabemos nos ama. A veces
pasaba ratos mirando el cielo y las estrellas. Con silencio y paz
en el alma, la naturaleza nos ayuda a encontrar a Dios.
Escudo de la
casa Loyola
3. ¿Qué haría ante el futuro?
Se comenzaba a preguntar, ¿qué haría ante el futuro?
porque la vida seguía. Le pasó por la cabeza retirarse del
mundo y hacerse monje. Pero sobre todo le dominaba una
idea: ir a Jerusalén, la tierra de Jesús. Todos los rincones de
la tierra son buenos para encontrar a Jesús de Nazaret, pero
acaso pisando la misma tierra que pisó Jesús, sus palabras y
su imagen calan más hondo en el alma, viendo los montes y
lagos que él viera, estando en silencio en Belén o en el
Monte de los Olivos y en el Calvario. Jesús era ahora para él
algo vivo y presente, por encima del tiempo; pero remontar
en el tiempo y acercarse a sus palabras en la misma tierra
donde resonaron, haría que estas penetrasen más hondo en
el corazón. En cualquier caso, tenía que salir de casa, apenas
convaleciente. Dijo que deseaba ir a visitar a su patrón el
Duque, a Navarrete, más su hermano adivinó que tramaba
alguna cosa extraña.
4. Un convertido es algo muy serio y firme
Un día su hermano se encerró con él en un cuarto y le echó un
discurso a Íñigo queriéndole apartar de aquel proyecto que
desconocía. Es el discurso que hacen los patos al águila real,
disuadiéndole de volar por las alturas y animándole a caminar
pesadamente pegada a la tierra. Le dijo lo que suelen decir los
amigotes a quien quiere cambiar de vida: que no hiciese locuras y
se echase a perder, que la vida normal era hermosa y le prometía
mucho, que su familia esperaba mucho de él... Un convertido es
algo muy serio y firme y poco le importan esos discursos. Íñigo era
un hombre de voluntad. Y salió de casa, con su secreto en el alma,
a caballo, vestido de gala con espada y puñal, y acompañado de
dos criados de la casa. Esta vez era distinto de cuando se marchó a
Arévalo. Ahora buscaba una ruptura total con su vida anterior.
Buscaba liberarse de los condicionamientos de su pasado, como
los jóvenes que hoy se apartan de la casa paterna y se ponen a
vivir por su cuenta. Liberarse ¿para qué? Aquí está la diferencia.
Íñigo es una “pasión convertida”, con un torrente de fuerza al
servicio de Dios que le ha seducido.
5. La unidad de sí mismo
Para comprender el misterio de su alma nos sirven las palabras del filósofo
moderno Lavelle: “No dejamos de estar divididos entre lo interior y lo exterior,
entre la verdad y la opinión, entre lo que quisiéramos y lo que podemos”.
Propio del santo es haber realizado la unidad de sí mismo, pero imaginamos que
vive en un perpetuo sacrificio, pues es lo exterior lo que retiene nuestra atención
y pensamos que lo exterior debe separarnos de él. Es la opinión lo que tenemos,
pensando que ridiculiza la verdad. Es nuestra debilidad lo que invocamos,
juzgando que hace inaccesibles nuestros votos más esenciales.
El santo no conoce este temor. Por comprometerse siempre
todo entero, jamás calcula su pérdida y su ganancia. Y así
jamás tiene la impresión de sacrificar nada. ¿Cómo podría
hacer el sacrificio de lo exterior, que no es para él otra cosa
que lo interior de una presencia que lo realiza? Lee dos, tres
veces, despacio, este párrafo, que te verás en él retratado. Si
lo entiendes, entenderás a Íñigo y te dará envidia su libertad.
6. Batalla contra la carne
Íñigo pasó a Aránzazu, que era una pequeña ermita entre riscos, y allí oró
ante la Virgen pidiendo fuerzas. Estaba seguro, pero tenía miedo, miedo
de sí mismo. Y por eso empezó haciendo voto de castidad. En aquella
batalla contra la carne empezó a azotarse todas las noches. Pasó por
Navarrete y desde allí partió solo en su mula camino de su destino
primero secreto: el santuario de Montserrat de Cataluña. Quería sellar
su ruptura con el pasado con un gesto solemne, aunque absolutamente
solitario y sin más testigos que Dios y la Virgen. Recordaba de sus
lecturas de libros de caballerías que los grandes caballeros, como Amadís
de Gaula, iniciaban su nueva vida en una ceremonia solemne y
comprometedora. Íñigo era un novato en camino de espíritu y sólo
pensaba en hacer: hacer penitencias extremadas, hacer grandes cosas,
emular a los santos. Él mismo nos confiesa que entonces no sabía qué
era humildad, caridad, paciencia, el abecé de la santidad. Lleno de fervor
fue caminando por Logroño, Tudela, Zaragoza, Lérida, Igualada. En uno
de estos dos últimos pueblos compró una tela de saco, un bordón, una
calabacita y un par de alpargatas, y los puso en el arzón de su mula.
7. 24 de marzo de 1522
Una vez en Montserrat oró ante la Virgen morena, se confesó
pausadamente durante tres días para liquidar su pasado. Y el 24 de marzo
de 1522 dio el paso transcendental. Con disimulo se quitó en un rincón sus
ropas vistosas y se vistió el saco, dando las primeras a un pobre que pedía
a la puerta, y dejó ante el altar su espada y puñal. Con su nuevo atuendo,
pasó en vela ante la Virgen toda la noche, unas veces en pie, otras de
rodillas. Y al amanecer, se marchó, sin ser conocido. Rico, vestido de
pobre, se sentía libre; libre de sus pecados y de su pasado con sus
vanidades, libre de su familia y su ambiente, libre de todo, para empezar
una vida nueva. Libre hasta del orgullo de su nombre y apellido. Sería un
peregrino anónimo, en cambio el mendigo que recibió sus ropas y se
disfrazó de rico, fue preso, porque creyeron que había robado sus vestidos.
Al decir que se los había regalado un peregrino, obligó a sus alguaciles a
dar con Íñigo y aclarar el asunto, al mismo tiempo que se descubría el
disfraz de pobre, de quien había sido dueño de aquellas ricas vestiduras.
Es la primera vez en que él mismo nos confiesa que se le saltaron las
lágrimas de los ojos, al ver cómo vejaban al pobre.
8. Peregrino anónimo
La sociedad es injusta y no está acostumbrada a
ninguno de los dos cambios: el del rico a pobre y el
pobre que se disfraza de rico. Íñigo iniciaba su
aventura de un pobre cristiano.
Es la expresión más alta del
hombre solitario, él solo y Dios,
ajeno a lo que pasaba en la
Europa de su tiempo que, por
cierto, era un momento de
muchos cambios. Vivía su
presente, ante sólo Dios, como
un peregrino anónimo
9. Acompañando a Ignacio en Loyola
Releemos lo ocurrido en Loyola, quedémonos acompañando a
Ignacio en esta experiencia de cambio, de conversión, de su
ruptura definitiva con el pasado, de nacer a una vida nueva.
Acompañando a Ignacio, voy también viendo mi
vida, los tiempos en que me he sentido llamado a
cambiar, a abrirme a una vida nueva, a romper con
el pasado, con situaciones que me alejan de ser el
mejor ser humano que puedo ser, actitudes que me
empobrecen, me esclavizan, que me alejan de vivir
en armonía con mi Padre Dios, con mis hermanos,
con el mundo donde me ha puesto… quizá
encuentro que aún no he vivido esa experiencia de
conversión, que no me he abierto a esa vida
nueva.
10. • ¿Qué me llamó la atención de la lectura?
• En la primera parte de la biografía encontramos a Ignacio viviendo el
dolor, la herida externa e interna, sus resistencias, su división interna ante
lo que su vanidad siempre deseó y ante lo que la vida de Cristo y los
santos le mostraban…ahora ¿qué actitudes encontramos en esta nueva
etapa? …describe lo que observas, profundiza.
• ¿Qué importancia tiene, qué significa en el camino de la conversión de
Ignacio, la visita a la virgen en el santuario de Monserrat, la confesión y el
despojarse de sus vestiduras de rico, dársela a un pobre y continuar el
camino?
• ¿Qué aprendo de Ignacio para mí, qué me enseña esta experiencia de su
vida?
• ¿Me siento llamado a un cambio interno de vida? ¿Necesito oración,
silencio, soledad? ¿Necesito reconocer mis pecados, mis incoherencias,
mis apegos, mis esclavitudes? ¿De qué vestiduras me tengo que despojar?
¿Quiero seguir avanzando hacia una vida más unida con el Señor?
Marzo 2022
Loyola