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PROLOGO.
Cuando hace 18 sigtos San Poli-
carPo le pidió un consej o al famoso
mártir San lgnacio de Antioqu ía,
este Ie escri b¡ó diciéndole: «Tienes
que Ped¡rle a D¡os que te conceda
el don de la sab¡du ría,y hacer cada
día algo por aumentar la que ya
Posees». Las páginas de este libro
quieren ayud ar a los lectores a pro-
gresar un Poco más en su sab¡du ríay
asíllegar aser mejores y más felices.
a quien se lo P¡de y a quien pone la
3
presentamos hoy, pueden Ser esa
((cuota inicial» para ir adquiriendo un
poco más de la sab¡du ría espiri tual
que tanto necesitamos todos.
San Gregorio Magno, famoso
Pontífi ce, afirmaba: «JeSús, Como en
las bodas de Caná puede Y quiere
convertir en vino de Sabiduría nuestra
ignorancia pero pr¡ mero exige que
llenemos Con buenas lecturas las ti-
najas de nuestro entendimiento. Tan-
to más vino de sab¡duríaobtendrá ca'
da uno, cuanta m ayor abundancia de
buenas lecturas haya echado en su
cerebro».
Al rnás grande sabio de la lglesia Ca-
tólica, Santo Tomás de Aquino le Pi-
d¡eron un consej o para obtener sab¡-
du ría y respond¡Ó. «Leer buenos l¡-
bros. Volverlos a releer. Tratar de asi-
milar y record ar lo que allíSe enseña.
Pedir la iluminaciÓn del Espíritu San-
to. Preferi r las lecturas mas fáciles de
entender para cada lector, y no dej ar
ningún,d ía sin Ieer alguna página de
un libro espiritual)). Muchos han prac-
ticado este sabio consej o y han ob-
tenido preciosos proEresos en 3abi-
du ría. Ahora nos toca el turno a noso-
tros.
Un notable conferencista moderno
anda repitiendo de ciudad en ciudad:
« El día en que Ud. se acueste sin
haber leído algo formativo, ese día
fue perdido para su cerebro ,y no tuvo
progreso intelectual, Lástima que al-
gunos y algunas, el único ¡¡bro que
consultan cada año es...el Directorio
telefónico».
Para cuantas personas Ia vida es tor-
mentosa, inút¡|, ruidosa, como un to-
nel vacío que rueda loma abqo, ha-
ciendo en gran ruido pero sin tener
ningún contenido . LPor qué?. Porque
no ded¡can unos minutos cada día a
pensar un poco, mientras leen un
Iibro formativo. Este sí que sería el
riego que llenaría de frutos prove-
chosos el campo de su vida d¡ari a.
Los delegados de 110 países de la
tercera Comunidad religiosa mas
grande de la lglesia Católica enviaron
un rnensaj e a sus colegas del mundo
entero, efi el año 2002,y allí insisten
17 veces en que si alguien quiere
obtener sab¡duría y progresar espiri-
tualmente tiene que leer algo for-
mativo cada día. Y terminan d¡ciendo:
«Si no leemos por nuestra cuenta
l¡bros espirituales, r'ros quedaremos
ignorantes. Cada cual debe tener in-
quietud por leer, estud¡ar y aprender
algo nuevo cada día».
Este I¡brito puede servir para lograr
cumplir lo que han recomendado tan
importantes person ales de nuestra
santa relig¡ón.
EXISTE U¡r LLBRO ALLE ALEJA
LA TRISTEZAY EL DESA¡VIIWO.
S^E TITT.]LA
,COMO ALEJARLA
6 7
DEPRESIO¡,I"
METODOS PARA TENER PAZ
FELICIDAD Y PROGRESO
CAPíTULO 1
ACEPTAR LA VIDA
COMO LLEGA.
üarnbio provechoso. A San Juan
Bosco cuando estaba mori bundo, Ios
que lo asistían Ie recomendaban fre-
cuentemente que p¡diera a Nuestro
Señor le conced¡era la curaci J'r, pero
él en cambio repetía. «Señor: Hága-
se tu santa voluntad. Oue no se ha-
ga lo que yo quiero, sino lo que
quieres Tu". Esta es la más bella
oración que se pueda decir en mo-
mentos de dolory de sufri miento.
Una respuesta impresi nante.
Narra Ia Santa B¡blia que cuando
Ilegaron los mensaj er s a contarl e al
Santo Job que todos sus h¡j os habían
rnuerto en un terremoto y que los
guerrilleros le habían asesinado a to-
dos sus obreros y Ie habían robado
todos sus animales, Job exclamó re-
signado: «D¡os me lo d¡ó D¡os me lo
qu¡tó, bend¡to sea D¡os» y el L¡bro
Sagrado añade esta bella noticia:
r«En todo esto Job no pecó con su
lengua». Y decía muy sabiamente:
«rSi recib¡mos y aceptamos de Dios
los b¡enes que nos concede, ¿Por-
qué no aceptar tamb¡én los males
que permite que nos sucedan?)).
Y añade Ia Santa B¡blia que en todas
sus grandes penal¡dades Job no
pecó con su lengua. LOué se dirá de
nosotros cuando nos lleguen los
momentos negros y d¡fíciles?, Oj alá
que sepamos imitar al Santo Job.
¿S erá que se sufre porque D¡os no
está contento con nosotros?. H ay
B
un dato interesante en la Santa Biblia
cuando habla del Patriarca Job. EI
era el hombre cuya vida Ie era más
agradable a D¡os, eh su tiempo. De él
dijo D¡os hablando con sus ángeles:
«¿Han visto a mi sielvo Job?. Es
un hombre santo de excelente
conducta, que teme ofender a D¡os
y se aparta de todo lo que es malo.
No hay otro tan bueno como él en
la tierra (Job Cap. l). Y sus amigos
decían de él : "enseñó a muchos a
portarse biell , defend¡ó a los débiles,
ayudó a los necesitados, animó a los
que estaban tristes e infundió fortale-
za a los que ya no podían más». (Job
Cap. 4). Y sin embargo D¡os perm¡t¡ó
que se llenara de llagas de pies a
cabeza, que lo echaran de su casa y
tuviera que irse a vivir a un basurero;
que durante el día los muchachos se
burlaran de él y por la noche el de-
monio Io atormentara con pesad¡llas.
¿Por qu é? Porque, según dij o Jesús:
D¡os al árbol que más quiere, rnás lo
poda con sufri mientos para que pro-
duzca mas frutos para la vida eterna
(Jn. 15)
Una buena escogencia. A San
Francisco de Sales le preguntaron:
¿Qué prefi ere: morir joven o llegar a
una buena ancianidad?.
¿lr directamente al cielo cuando se
nnuera o pasar antes por el purga-
torio?. Y respondió: «Ninguna de
esas cosas deseo más que la otra.
Ya Nuestro Señor pensó desde toda
la etern¡dad qué era lo que más me
convenía y eso será Io que me suce-
derá. Yo quiero estar siempre com-
pletamente de acuerdo con su San-
tísima Voluntad. EI no necesita de
mis consej os . Él es el que sabe. No-
sotros somos los que no sabemos
qué es Io mejor. Por eso lo más
1110
conven¡ente es colocarse en sus ma-
nos y dejarle que obre según su infi-
nita sab¡duríay su gran bondad".
Las declaraciones de una persona
contrariada. Aunque ya es algo muy
conocido, sin embargo conviene re-
cord ar lo que d¡ce una gran placa en
una sala intern acional de conviven-
cias: «Pedí a D¡os que me hiciera
fuerte pa ra sobresalir, y Él perm¡t¡ó
que yo siguiera siendo siempre dé-
b¡l para que me conselve hurn¡lde.
Pedí a D¡os su ayuda para hacer
obras g,randes y pasar la vida gozarl-
do, y El me d¡ó tamb¡én penas y
suiri mientos para que ayude a la
salvación de otros, y le vaya pagan-
do mis pecados.
Le pedí r¡quezas, paz, honores y co-
modidades para obten er, Ia felicidad
aquí en la tierra, y El perm¡t¡ó
tamb¡én que rne llegaran pobre zd,
angustias, hum¡llaciones e inco-
mod¡dades no sea que apegándo-
me demasiado a los goces de esta
vida pueda olvidary echar a perder
los goces que me esperan en la
vida eterna. No recj bí todo lo que Ie
pedí a D¡os, pero El me dio Io que
rnás necesitaba. Mis oraciones fue-
ron escuchadas contrariando mis
pi'opios deseos, p ara que se for-
talezca mi voluntad y yo logre ob-
tener una verdadera personal¡dad.
Ahora me he convencido una vez
mas que sí es verdad lo que dij o él
Apóstol San Pablo. «Todo sucede
para el b¡en de los que aman a
D¡os» (Rom.B).
12 13
CAPITULO 2
NORMAS OUE PRODUGEN
TRANQUILIDAD.
Muchas cosas empezaron por un
comienzo arnargo. Cuando San Pa-
blo curó a un paral ítico en Listra, lo
que le vino aél enseguida fue una tre-
menda pedrea que lo dej ó medio
muerto. Parecía entonces que aquel
milagro había sido inút¡l. Pero se fue
a sanarse de sus heridas a un hogar
muy p¡adoso y allí un joven llamado
T¡ moteo al ver el valor, la paciencia y
hasta Ia alegría con que el Apóstol
sufría todo por amor a Cristo, se con-
mov¡ó, se hizo bauttzar y en adelante
fue el mas apreciado colaborador de
San Pablo. Es que D¡os saca bienes
de Io que en apari encia parecen ser
males.
Los dos golpes fuertes en la cara.
San Vicente de Paúl era capellán de
las cárceles de París. Un día un rico
le regaló un pequeño costal con dos
k¡los de monedas de oro y de plata.
El santo se fue a visitar a los presos y
al llegar a la celda de uno de ellos le
dio el pequeño costalado de mone-
das a un guardia y Ie d¡j o: «Láncele
con fu erza el costal a Ia cara de ese
preso» -Así !o hizo, y el otro al sentir
el duro golpe empezó a maldecir y
quej arse dlciendo: «Además de que
me tienen preso ¿todavía me gol-
pean? -Y no se tomó el trabaj o de
mirar qué contenía el costal con el
cual Io habían golpeado.
Entonces el santo mandó recogerlo y
al pasar por la celda de otro preso Ie
volvió a decir al guardta. «Láncele
con fu erza el costalado de monedas
contra Ia cara de ese» -Así lo hizo el
guardián. Y el preso, mientras se
14 15
trataba de estancar con un pañuelo la
sangre gue le salía por las nari ces a
causa del golpe, abrió el pequeño
costal y al encontrar allítantas mone-
das de oro Y Plata, empezó a gritar:
«¡Guardias, vengan, venganl A mí
me tienen Preso por una deuda que
no Pude Pagar. Aquí he encontrado
todo el d¡nero que yo estoy debien-
do» -En ese momento entró asu cel-
da San V¡cente y le d¡io: «Muy ¡Bien!
MUY b¡en. Lo felicito porgue Ud. en
vezde ded¡carse a renegar por haber
recibido un golpe, lo que hizo fue
aprovech ar aquello con lo que to gol-
pearon, para pagar sus deudas. Yo
mismo haré venir aquí et ju ez pa ra
que Ie reciba la bolsa de monedas y lo
dejen en libertad» -Y así suced¡ó.
Y el santo al na rrar este hecho en sus
pred¡caciones decía: «Así debemos
hacer cuando nos lleguen los golpes
de sufri mientos, de enfermeOades,
de pobreza y malos tratos. En vez de
ded¡carnos a renegar, aprovechar to-
do eso para ofrecerlo a D¡os y así irle
pagando las grandes deudas que Ie
tenemos por nuestros pecados».
Unos camb¡os que se desean ha-
cer y que no convienen. Decía el
gran pred¡cador Monsabré: «Si Dios
me conced¡era su omn¡potencia por
24 horas, verían cuantas cosas cam-
biaríayo. Cambiaría mi economía, mi
salud, m¡ buena fama, mis amigos y
familiares. Pero si me conced¡era
tamb¡én su gran sab¡duría, con toda
seguridad gue yo dej aría todas las
cosas como están, porque Io que
D¡os permite que nos suceda es lo
que mas nos conviene, aunque no-
sotros no lo entendamos así por
ahora. AI f¡ nal de esta vida veremos
que todo suced¡ó para bien de los que
aman a D¡os. S¡ Dios permite que
16
17
E
las cosas sucedan así, debe ser
gue convienen paranuestro mayor
b¡e11 .
Un accidente. Vi ajan dos personas.
La una perece en el accidente. La
otra se conserua con vid a. ¿Por qué
perm¡tió Dios que uno de ellos pasara
en ese instante a la eternidad? No-
sotros no Io sabemos, pero El sílo sa-
be muy b¡en y es el dueño de la vida y
jamás Ia muerte llega sin gue I Crea-
dor asílo permita. Porqué el otro coJ,l-
servó Ia vida y se ha recuperado tan
satisfactoriamente ¿Por qué en aquel
preciso momento apareció un joven y
en su autornóvil IIevó ráp¡damente al
hendo al hospital? Es que D¡os si-
gue haciendo milagros en nuBS-
tras vidas.
Ouizás D¡os tenía planes de que el
sobreviviente se ded ica ratoda víapor
bastante tiernpo a hacer el bierl . D¡os
tiene planes que nosotros no co-
nocemos y que debemos aceptar y
estar agradecidos. Lc cierto es que
no se cae un cabello de nuestra ca-
beza sin que D¡os así lo haya orde-
nado.
EI cambio obtenido en una cárcel.
El escritor OSCAR WILDE (1 900)
por ded¡carse a placeres que no eran
lícitos fue llevado a Ia cárcel, Y allíel
sufri miento le obtuvo enseñanzas
que los placeres no le habían conse-
guido. La tremenda prueba de la cár-
cel modifi có su modo de pensar y vol-
vió cri stiano el que había vivido hasta
entonces como un pagarlo.
El carcelero decía: «Lo que él haya
sido antes, yo no Io sé ni lo juzgo. Pe-
ro lo que si sé,y Io sé muy bien, es
que aquí en la cárcel se comportó
1B 19
como un santo)). Y el mismo Wilde
escr¡bió después: «Yo entré a la cár-
cel con un corazón duro y da ñado , y
salí de allí con un corazón noble y
convertido". Lo que puede el sufri-
miento.
A ALIIEIV DESEA ADAUIRIR t/¡üA
GRA¡ü PACIEIVC IA LE CoI]rr:/rcA./tr
LEEREL LIBRO
,,
CIEIV F.. O RA[[.I LAS P/R,A
LLEGA]? '4L
ÉXITO",
20 21
CAPíTULO 3
COMO HACER UNA
LIMONADA CON CADA
LIMONAZO OUE RECIBIMOS.
A su tiempo todo se entenderá.
-Dice Ia Santa B¡blia «Las obras de
Dios son todas buenas. A su tiempo
se sabrá que todo ha sido conve'
niente y útil, Llegada la hora, todo lo
que D¡os permite que, suceda, cum-
ple el fi n por el cual El perm¡t¡ó que
suced¡era (Ec. 139). Una santa afi r-
maba: «Vivir sin sufri r, seria no ga-
nar nada parael cielo». Cuando nos
llegue el desánimo no lo atri buyamos
a las cosas que nos suceden sino a la
opinión que tenemos acerca de ellas
(Epicteto). Hay que hacer como Jo-
sué y Caleb, los cuales cuando Moi-
sés Ios envió a explorar Ia tierra pro-
metida, no solamente se fij aron en los
males, peligros y sufrimientos que allí
les esperaban, sino en las grandes
posibil¡dades que la lucha por con-
quistar esas tierras iba a proporcio-
nar al Pueblo de D¡os.
Tengo que fi rm arl e a Dios un che-
que en blanco: que su santa volun-
tad disponga de rní y de mis bienes
üomo mej or le parezca. Pues lo que
Él permita siempre será para mi ma-
yor bien. Aunque ahora no lo entien-
da, uo día lo entenderé sino en esta
vida síen la otra.
Por una paliza, una convers¡ón.
En la ciudad de F¡lipos, San Pablo Ie
echó el demonio que tenía una joven
esclava, el cual la ha cía adivinar y
con eso les produ cía buenas ganan-
cias a sus dueños. De rabia porque
se les acababa el negocio, los tipos
excitaron al populacho y le d¡eron so-
berana paltza al apÓstol y Io echaron
encadenado a la cárcel. Él y su
22 23
comp ñero rezaban y cantaban en la
prisión, y los demás presos los escu_
chaban admirados.
A medianoche hubo un terremoto y
se les soltaron las cadenas, y se
abrieron las puertas. El .rr.ál"ro
quería suicidarse creyendo que los
presos se habían fugado, pero pablo
lo llamó y le drjo qué ahí estaban to-
dos los prisioneros. EI carcerero emo-
cionado se arrodiiló a tos pies der
apóstol y preguntó: «¿eué debo ha_
cer para salvarme?»> y él le respon_
dió: <<Crea en el Señor Jesús y serán
salvos Ud. y su familia». y los ins_
truyó acerca de Jesucristo y todos ros
de esa casa se hicieron iautizar en
esa noche y quedaron supremamen_
te contentos de su nueva ieligión.
Cualquiera
.hab-ría podido decir que
san Pablo había fracasado ar echar
el demonio de la esclava pues la res-
puesta fue una espantosa paltza, pe-
ro de aquello sacó D¡os la conversión
del carcelero y de toda su familia. Así
que cuando algo desagradable nos
suceda, er vez de desanim arnos
pensemos: ¿y qué bien querrá Dios
obtener con este sufri miento que me
ha llegado? -Seguramente que algo
bueno se va a obtener de cada con-
trariedad.
Los tres caminos. A un matri monio
le comunicaron que su h¡j ito qued aría
ciego ,y los esposos en vezde deses-
perarse y maldecir, lo que hicieron
fue exclamar: «S¡ D¡os así lo ha per-
mit¡do, hágase su santa voluntad» -Y
les pregunt ron por qué no protes-
taban por tan triste noticia y ellos
respond¡eron: «Es que ante Ia contra-
riedad hay tres caminos: el de re-
negar, el de rabiar en silencio ,y el de
24
25
acePtar en Paz lo que D¡os permite
que nos suceda".
El Pr¡ mero es dañoso. Et segundo es
inÚtil. El tercero es el único que ag ra-
da a D¡os Y que llena de paz el alm a.
Por eso no nos queda otro camino
que repetir con Ia sagrada B¡bl¡ a: «si
aceptamos de Dios los bienes, ¿por
qyé no aceptar también los maies?
¡El sabe mejor qué nosotros to que
mas nos conviene!». ¡oué bello
ej emplo de paciencia!
Algo queda todavia. un enfermo se
retuerce desesperado y se quej a en
Ia cama del hospital. Pero el otro tull¡-
do le d¡ce: ((Yo no puedo mover un
dedo, Pero sin embargo puedo oír
mÚsica, leer y habl ar y con eso estoy
contento». Ese «Sin embargo» lte-*nÓ de consuelo al otro eñfermo.
Porque cuando no nos fijamos solo
en lo que nos falta, Sino en lo que aun
nos qued a, puede volver otra vez la
aleg ríaal corazÓrl .
No confundir aceptación con apa'
tía. El aceptar la vida como D¡os ha
permitido que nos llegue no signifi ca
res¡gnaciÓn fatalista, cruzarse de
brazos y no hacer nada por remediar
la situación. Lo irremediable hay qué
aceptarlo, porque es inÚtil tratar de
que ya no Sea aSí, Sería Como darle
Cabezazos a una muralla de Piedra.
pero a lo demás hay que esf orzarse
por tratar de ponerle remedio. Puede
ser que la solución no llegue muy fá-
cilmente, pero si hay alguna esperan-
za de remediar un mal no tenemos
derecho ano tratar de remediarlo.
Un lema antiguo y hermoso. No ol-
videmos aquel lerna y oración que ya
en el s¡glo cuarto repetía la gente y
26 27
que tanto b¡en ha hecho atantas per-
SONAS: .,SEÑOR:
DAME FUERZA
PARA CAMBIAR LO OUE SE DEBE
CAMtsIAR, CONCÉOEME EL VA-
LOR PARA ACEPTAR LO OUE NO
SE PUEDE CAMBIAR, Y SABIDU-
RíA PARA RECONOCER LA DIFE-
,q Gada cual le talta algo. En un bus
de transporte intermunicipal le de cía
un ciego al que estaba asu lado: ((
¿A
Ud.que le falta? Amí me falta lavista.
¿Y a usted también debe faltarle al-
go, porque a cada cual... algo le fal-
ta? - Los dernás pasaieros cornen-
taban: «Tiene razón el ciego». Pero
acePtar con áni mo resignado lo que
nos falta, produce una gran pa z.
CAPITULO 4
ACEPTAR LA REALIDAD
Lo que D¡os ha permitido. Tengo
que aceptar con paciencia lo que
D¡os ha permitido que yo sea,y Io que
me haya suced¡do. Soy lo que soy, no
porque así lo haya querido yo, sino
porque D¡os así Io permit¡ó. Es Dios
quien me dio este cuerpo con esas li-
mitaciones; esta clase de inteligen-
cia, este corazón, este temperamen-
to, este carácter.
Ouizás no me guste ser así, pero cier-
tamente ello me viene porque un Dios
que tanto me ama ha permitido gue
así sea. ¿Y para qu é?. Seguramente
que para m¡ bien y para el bien de
otros. No solo debo aceptar con pa-
ciencia esto que D¡os ha permitido
sino también con alegría y agrade-
cimiento. Porque aunque yo no Io
28
29
entienda así, seguramente que será
para mi mayor bien.
En vez de maldecir, Io que debo ha-
cer es exclarnar. ««Bendito sea Dios».
Y añadir: «Señor yo no sabia lo que
decía cuando me guejaba de lo que
permitías que me sucediera. Todo lo
que has permitido gue me suceda lo
has hecho con amor, bondad y del¡-
cadeza para conmigo y para el bien
de los demás. Todo Io d¡spusiste y or-
denaste con exquisita sab¡duría: mi
familia, el ambiente donde he vivido,
mis inclinaciones y hasta mis desilu-
siones. LaE ordenes que he recibido
y las proh¡b¡biones que me han dado.
Y hasta esos pecados ajenos que me
han hecho sufri r. Pues no habrían su-
ced¡do si Tú no lo hubieras perm¡tido.
Acepto Señor todas estas circuns-
tancias contra las cuales tantas ve-
ces me he resistido y he protestado.
No mires a mis protestas de niño
rebelde, sino a rni aceptación que
ahora quiero hacer de tu santísima
Voluntad». (P. Lombard¡).
Una petición muy especial. Cuando
la enferma ADELA KAM fue llevada a
la V¡ rgen de Lourdes, donde sus fa-
miliares tenían Ia esperanza de que
obtuviera la curación, mientras otros
enfermos gritaban: "Señor haz que
yo vea" . "V¡rgencita haz que yo oiga".
"Señor hazque yo pueda andar", ella
en cambio repetía "Señor, haz que
yo acepte. Hazque yo sepa aceptar
lo que me sucede". Y aunque tuvo
que sufri r nueve años de enferme-
dad, del pulmón, de la cabezay de los
oj os y recibir dos mil inyecciones y
d¡ez operaciones quirúrgicas, y tuvo
que mori r a los 29 años, ella siempre
sonreía. Y repetía. ««Un día llegaré a
comprender el por qué y Ia misteriosa
30 31
razon de estos dolores que parecen
inútiles».
La llamaban <sla doctüra del dotor»
Y Adela afi rmaba: «h ay que aprender
a estar enfermo como se aprende
cualguier otra profesió¡»> y sonre ía. y
cuando le avisaron que se acercaba
Su muerte exclamó. «Señor: retrasad
el momento de la muerte hasta que
se cumPla la medida de dolor que
mas me conviene parapurifigarme de
todos mis pecados y pa ra obtener et
mayor provecho para los demás». Y
§ünreía. Con razÓn et sabio medico
Alexís Carrel que se dedicó a estu-
diar cómo la V¡ rgen Santísima en
Lourdes, a los enfermos que no tes
concede la cu ración les obtiene una
maravillosa paciencia pa raaceptar to
que D¡os ha permitido que tes su-
ceda, exclamÓ: «Nunca había
imaginado que un enfermo pudiera
llegar a ser tan feliz. No obtienen la
cu ración, pero sí obtienen la acep-
tación de lo que les sucede ,y eso les
trae una gran paz>>.
Lo que se gana aceptando el dolor.
En 19 1B un impío descreído llevó su
hij ita total mente paralizada al Sarl-
tu ari o de Nuestra Señora en Lourdes,
diciendo: «Si la veo completamente
cu rada prometo convertirme. Pero
esta cu ración va a ser imposible».
Tan pronto la niña fue presentada an-
te la imagen de la V¡rgen M aría,
acompañada de muchos enfermos
mas, el Padre Capellán exclamó.
«Hermanos enfermos, ¿hay aquí al-
guno que quiera aceptar pasar en-
fermo el resto de su vid a, con tal de
conseguir la conversión de un peca-
dor descreído? En medio del silencio
general , una muj er casi paraltzada
que se movía ayudada por dos
32 33
muletas gritó: «Yo)). Y una m amá que
llevaba a su h¡j ito sordomudo añadió:
«Acepto tener que soportar por toda
la vida Ia mud ez de m¡ hij o con tal de
que el pecador se convierta». En ese
mismo instante quedó cu rada la niña
paralizada , y el incrédulo papá cayó
de rodillas diciendo: «creo, Señor,
creo». Son los milagros de conver-
sión que se obtienen aceptando la
cruzde sufrimientos de cada día.
MILES DD PERSO]VAS I{A¡ü
ADQTJIRIDO FUERZA DE VOLL]NT,4D
LEYENDO EL FORMIDABLE LIBRO
QUE SE TITULA
,,EL COMBATE ESPIR/TUAL'


CINffiBA?E
34 35
CAPíTULO 5
SOBRELLEVAR LA
ADVERSIDAD
permite que nos suceda es lo que
más nos convieJle.
Lo contrario de lo que pensaba.
Decía uno: «Un día me propuse: hoy
no tendré ninguna contrariedad» ,y al
salir a la cal le, por querer esquivar un
bus me arrol ló una bicicleta y del ca-
bezazo Ie derramé el ají a una vende-
doray tuve que pagar las empanadas
que cayeron a una alcantari lla sin ta-
pa (dicen que les quitan la tapa para
que se ventilen). Yo estaba estrenan-
do un vestido de color ratón y me fui a
casa a cambiarlo, porque había que-
dado totalmente lleno de barro y allá
me en cargaron que fuera a donde un
amigo a devolverle un reloj que nos
había prestado,y subí al bus que no
era y me bajé en un sitio lleno de la-
drones y allá me robaron el reloj .
Y entonces me acordé de aquel re-
fránque d¡ce. ((El hombre propone y
36 37
I
I
D¡os dispone»» y de aquella otra en-
señanza tan provechosa que re-
comiend a: «h ay que reírse de uno
mismo y gozar de Io ridículo que tiene
la vida)). S¡ uno se toma demasiado
en serio se enferma de los nervios.
El 50 por ciento de las enfermedades
nerviosas se deben a que no se
acepta lo vida corno es y como su-
cede, y me puse a silbar y en vez de
rebelarme contra Io suced¡do me d¡j e:
<«si opongo rni voluntad a la voluntad
de D¡os, que perm¡t¡ó gue esto su-
ced¡era, ffie estoy fabricando una
cruz, pero si acepto alegremente Io
que me va llegando y coloco mi vo-
luntad paralela a la de Dios, ffie es-
taré fabri cando una escalera para
subir al cielo".
El pr¡ mer rnedio de santif¡cación.
Decía el gran pontífice Pío Xll «EI
pr¡ mer medio de santifi cación es
saber soportar Ia vida con dócil acep-
tación de Io que D¡os permite que nos
suceda, convencidos de que todo su-
cede para bien de los que arnan a
D¡os».
Un caso h¡stori co: S¡ hubieran pre-
guntado a un judío en tiempcs del rey
Nabucodonosor: ¿Qué es mejor para
Uds. Ios creyentes, quedarse en paz
en su país, o ir desterrados a un país
extranj ero?- -Quizás hubiera d¡cho
que lo rn or era quedarse en su país.
Pero a D¡os no Ie pareció así, y suce-
d¡ó que los judíos que fueron Ilevados
al destierro de Babilonia conseruaron
su fe y adquirieron un gran valor para
defender y practicar su relig¡ón, y en
cambio los que se quedaron en su
país perdieron la fe y llegaron a un
espantoso grado de relaj ación de
costumbres. Es que el sufri miento
preserva y fortalece.
38 39
Algunas ventajas de Ia advers¡dad,
Una persona pensaba. «Dios me
ayuda rnucho por la santidad que yo
tengo» pero vinieron sus faltas y de-
b¡lidades y caídas y ahora p¡ensa.
«Dios me ayud a, no pgrque yo tengo
santidad, sino porque El es muy bue-
no». Hasta nuestros defectos nos ha-
cen provecho, porque ellos derrurn-
ban Ia m ural Ia de nuestra vanidad.
Una señora que ahora es muy devota
declaraba. ((S¡ mi esposo no se hu-
biera muerto y no rne hubiera dej ado
en el desarnparo; si mis familiares,
por una calumnia que alguien me in-
ventó, no me hubieran abandonado,
yo nunca habría encontrado a D¡os,y
habría seguido en el materialismo y
en Ia irnp¡edad. Nadie puede tratar-
nos mal si D¡os no se lo permite para
nuestro bieJJ, D¡os podría no haber
permitido eso, pero si lo perm¡t¡ó, por
algún fi n bueno será. Dios tiene un
4A
plarl , un fi n secreto cuando permite
que ciertos males nos sucedan. Nada
malo puede sucedernos sin el perrni-
so de Dios.
41
. R.E CT.] E,IVT E,MEIVTE A
CAPíTULO 6
UN ENEMIGO MORTAL OUE
HAY AUE COMBATIR
CADA DIA.
Atacante a la puerta. Todos tene-
mos un enemigo que busca cada día
hacernos el rnayor mal posible: es el
orgullo. Cada cual tiene un ídolo que
adora día y noche es su propio yo, su
egoísmo. De vezen cuando algún ex-
plosivo hace volar el ídolo. Ese explo-
sivo es Ia incomprens¡ón, o la critica,
las humillaciones o las tentaciones y
deb¡lidades y entonces sentimos tri s-
teza e indignac¡ón. Como vivimos in-
fl ando demasiado nuestro Yo, por
eso hacen falta los p¡nch azos de hu-
rn¡llaciones que Io desinflen
(Larrañaga).
Tres ídolos: p¡den cada día que Ios
adoremos: la sensual¡dad, las rique-
zas y el orgullo y en cualquier mo-
rnento tenemos el peligro de caer en
idolatría, en el error de adorar eSoS
ídolos (ViganÓ).
Los excesos. Quien vive sirviendo a
su orgullo y a su egoísmo cae en dos
extremos opuestos: cuando todo le
resulta bien demuestra una alegría
que le lleva hasta el desequil¡brio y
cuando las cosas salen mal le llega la
depresión también hasta el desequ¡-
librio. Hacia quién Io alabe y Io felicita
siente y demuestra amor y pred¡lec-
ción. Pero hacia quien no le adora Su
egoísmo y le critica, siente y demues-
tra anti patíay hasta odio.
Síntomas de esta enfermedad.
Ouien tiene Ia enfermedad esp¡ritual
del egoísmo y orgullo siente que es
42 43
I
I
¡
i
mártir del trabajo y le parece que los
demás no actúan lo sufi ciente. T¡ ene
resentimiento por la falta de alaban-
zas hacia su labor. Menosprecia los
éxitos de los demás y trata de des-
prestigiar aquien no !e alaba.
Exalta su prop¡a labor: «yo h¡ce €s-
to», Se atri buye a sí mismo los éxitos
Iogrados. Cultiva Ia autosufi ciencia y
a Ia vez el desprecio por el aporte de
los demás. Prej uzga a los otros y los
condena sin conocerlos. Aspira a al-
tos cargos y sufre fuerte desilusión si
no los consigue o los p¡erde. Alimenta
el resentimiento contra los que Ie han
herido en su orgullo. Hace obras con
el fi n de prolongar su buen nombrer.¡
Orgullo y vanidad son los nombres de
este modo de proceder.
Aviso de lo alto. Jesús insistía mu-
cho paraque evitemos este gran mal.
De cía frecuentemente: «Tengan
cuidado paÍano hacer sus buenas
obras por aparecer, por que ento]l'
ces pdrderían todo el premio que
Dios les iba adar por ellas» (tvl at.6).
Con este aviso quiere el Señor des-
te rrar de nosotros la más tiránica de
las pasiones, la vanaglori a, la vani-
dad; el deseo de ap arecer, que ataca
especialmente a quienes se dedican
a hacer el bien. Es una enfermedad
que llega precisa rente después que
uno ha realizado obras buenas. Y Je-
sús insiste en tres obras buenas que
pueden producir vanidad o vanaglo-
r¡ a: la limosna, el ayuno o mortifi ca-
ción y la oracióJ1 .
Sentíalásti ma el Redentor acerca de
los fariseos que sacaban de esas tres
obras el alimento parasu vanidad.
«Ayuno dos veces por seman?».
«Doy el d¡ezmo de todo».
44
45
Y oraban en plena calle con los bra-
zos extend¡dos... Jesús sabe muy
b¡en que esa fi era del orgullo es as-
tuta y ataca donde nadie podía ima-
ginar, y roba los premios que D¡os iba
a conceder. Por eso nos pone en so-
bre aviso: «Cuidado, ho sea que por
servir al orgullo se les queden sin
premio de D¡os, las buenas obras que
hacen»>. (San Juan Crisóstomo).
Un enfoque equivocado. «El orgullo
hace que todo quede referido a nues-
tro yo. Aquella interuención que tuve;
aquella persona que me alabó; esa
colaboració que me pidieron; esas
personas que me consultal'l ... y la ca-
beza anda recordando cosas satis-
factori as para Ia vanidad ,y Ia imag¡-
nación s¡gue engordando al propio
«yo» entre deseos insaciables de fu-
turas grandezas y temores de perder
el bri llo de la propia imagen.
Si nos llenamos de orgullo acausa de
nuestros propi s éxitos nos estamos
alej ando de Dios porque le estamos
robando a Él la glori a que se merece.
El orgullo, el amor pro io es un balón
lleno de humo, del cual salen tem-
pestades de protestas cuando lo pin-
chan. Afortunadamente nuestras mi-
se¡ as y debilidades y las críticas de
los demás y las desilusiones lo van
pinchando continuamente para que
no se nos suban a la cabeza los hu-
rnos dañosos de la vanidad.
Un apetito desordenado. El orgullo
es un deseo desordenado de sobre-
salir y de ser esti mado. Así como el
glotón tiene apetito desordenado de
comery beber, y el avaro tiene apetito
desordenado de poseer d¡nero y bie-
nes y el sensual tiene un apetito de-
sordenado de gozar placeres sexua-
les, así la persona orgullosa tiene un
46 47
apetito desordenado y exagerado de
recibir alabanzas y aprecios y de so-
bresalir entre los denlás. La palabra
«soberbia» viene de dos palabras del
latín. «super ¡.. ire» estar más arri ba
que los demás. Subir más alto que los
otros. Pero todo el que se enorgu-
llece será humillado. (Santo Tomás
de Villanueva).
El vacío que vamos a dejar. Ouiere
saber, cuan grande es el vacío que
Ud. va a dej ar en este mundo al mo-
ri rse? Meta la mano en una vasij a lle-
na de agua , y al sa carla mire qué tan-
to vacío ha quedado.... Cuando Ud.y
yo nos muramos el mundo seguirá lo
mismo, o uizás mej or. Entonces
Lparaqué tanto orgul I o? .
¿QLIIERtr EVITHR EL ORGILLO?
LEAEL LIBRO TITULADO
((
EL PEC'DO"
SE VAAIMPRESIO¡üAR
4B 49
CAPíTULO 7
SER ORGULLOSO ES COMO
ALIMENTARSE CON HUMO.
Una decepc¡ón. V¡ no una vez un
hombre aped¡rme que Ie autografi ara
un libro mío para regalárselo a su es-
posa el día en que ella cumplía años.
Mi vanidad me hizo pensar que en
verdad un l¡bro mío era algo precioso,
pero luego me desilusioné.
Le pregunté al hombre: ¿Tendrá ella
una gran sorpresa con este regalo?
-Claro que s¡, se llevará una enorme
sorpresa porque lo que esperaba co-
mo regalo de cumpleaños era un
abrigo de $ 300.000 y no esto. -Al es-
cuchar la respuesta de aquel hombre
caí de las nubes de mi vanidad y hu-
m¡ldemente tuve que aceptar que lo
que nuestro orgullo nos hace creer
que somos es una tri ste fal sedad.
(Og Mandino)-
Remedio efi caz. Si me lleno de orgu-
llo record aré mis caídas y recaíd?s,
mis debil¡dades y rnis miseri as espiri-
tuales. Si un extremo del barco se
eleva demasiado, el otro extremo se
hunde. Si me elevo por orgullo, me
hundiré probablemente en pecados
de impureza, de ira o de avaricia que
me record arán lo débil y miserable
que soy. (Og Mandino)'
La experiencia de un veterallo.
Benj amín Franklin en su autobio-
graiia d¡ce: «Advertí que mi defecto
áominante era el orgullo y me propu-
se practicar la hum¡ldad y evitar toda
cont radicción directa a Io que afi rma-
ran los otros. Me negaba el placer de
cont radecir a los demás y de señalar
lo equivocados que estaban. Y así
50
ii
I,
logré gue mi conversación se volviera
más agradable y en 50 años nadie ha
escuchado de mis labios una expre-
sión desagradable o humillante. Éero
me d¡ cuenta que el orgullo es qui-
zás la pasión más d¡fícil de domi-
nar y que necesita un esfuerzo conti-
nuo para no dejarlo aparecer. Es ver-
dad que lo disfrazamos y hasta lo
amordazamos, pero cuando menos
pensamos aparece por ahí. Y hasta
nos hace sentirnos orgullosos de
nuestra humildad».
Los dos gue buscan el pr¡ mer
Puesto. HaY dos amores que se d¡s-
Putan nuestro interés y el pri mer
puesto en nuestro Corazón: el amor
de D¡os Y el amor propio. EI amor de
Dios, cuanto más crece n nosotros
rnayor felicidad y paz nos consigue.
En cambio el amor propio exag.r?-
do es Ia más temible de nuestras
inclinaciones y nos lleva a excesos
lamentables.
El vive encendiendo el instinto de
nuestra d¡gnidad personal y el deseo
de obtener gloria y alabanzas; endu-
rece el corazóny nos vuelve esclavos
del egoísmo. Por eso hay que com-
batir continuamente el amor propio
como se hace con las malezas o ma-
las hierbas en los cultivos. Y tratar de
no fomentar aquello que pueda hacer
crecer el orgullo y Ia vanidad.
Lo que desea el corazon. El cora-
zón humano está siempre sed¡ento
de afecto , y le queda rnuy d¡fícil dej ar
de amar un obj eto que ya está arnan-
do si no encuentra otro mej or y que Ie
atraiga mas. Por eso es necesario
tratar de encender en nosotros el
amor de D¡os, para que este vaya
sustituyendo al dañino amor propio.
52 53
Convencernos, con la ayuda de la fe,
que lo que ama y busca el amor pro-
p¡o es transitorio, Vano,y engañoso,y
lo que busca el amor sobrenatural sí
es duradero y valioso y nos trae go-
zos infi nitos para la etern¡dad.
Algo que puede arruinar. DecíaSan
Juan Bosco: «Para tener verdadera
efi cacia en el trato con los demás
necesitamos refren ar nuestro orgullo
y amor prop¡o. S¡ se dan cuenta que
lo que buscamos es alimentar
nuestra prop¡a vanidad, perdemos
infl uencia. Muchas veces Ia infl uen-
cia hacia los demás se va a la ruina
porque nos ded¡camos a darl e gusto
al amor prop¡o y a alimentar la propia
vanidad. S¡ lo que se busca es lucirse
y aparecer, pueden llegar muchos
fracasos. Pero si lo que se busca es
la glori a de D¡os, llegarán admirables
éxitos espirituales. Sl buscamos
nuest ra propia glori a, obtendremos
serios disgustos. Si buscamos sola-
mente tener contento a Dios conse-
g u i remos pa zy perfecciÓJ',l )) .
El peligro de las alturas. El humilde
San Bernardo ex6lamaba'. «Le tengo
pavor aser elevado a altos cargos y a
recibir honores y alabanzas. Porque
yo, mise raole, cuando sin merecerlo,
iecibo altos puestos y honores, por-
que los demás ignoran mis maldades
acausa de la agilidad qué tengo para
ocultarlas y dis¡mularlas, tengo el pe-
ligro de oividarme enseguida de lo
malo y déb¡l que he sido, y ernpiezo a
creerme en m¡ interior tal cual me
creen los demás que no conocen la
miseria de mi corazón. Y comienzo a
creer lo que dice la buena fama que
me dan los otros y no atiendo a lo que
me reclama mi cónciencia- Y tiendo a
creerme tanto más santo y perfecto,
55
54
cuanto más elevado estoy. Me aplau-
do a mí mism y empi ezo acreerme
rnejor que los demás». (Si esto decía
un santo ¿Qué d¡rernos nosotros?).
CAPITULO 8
¡a.
lr
VANIDAD DE VANIDADES Y
TODO VANIDAD.
Dos inseparables. orgullo es la
impureza del espíritu, y esta impure-
za es la hermana mayor de la impu-
reza del cuerpo. Donde llega la her-
mana mayor llega también la herm a-
na menor.
Por eso el experi me tado sacerdote
Don Bosco repetía: ((Solo el saber
que alguien es orgulloso, basta pa-
ra saber que tamb¡én s desho-
nesto, porque el castigo del orgullo
es la imp reza. Lo sé, por los l¡bros
que he leído y por la experien ;ia de
35 años dir¡gier do espiritualmente a
toda clase de individuos».
Muchas personas no logran con-
servar la pureza de su alma y de su
cuerpo porque han levantado una
56
57
;!
estatua como Ia que mandó hacer
Nabucodonosor pa ra que todos la
adora ran: es su orgullo, su vanidad,
la irnagen de su propia estimac¡ón, y
viven deseando que las gentes la
adoren como si los éxitos que han
obtenido fueran frutos de su esfu erzo
y no de la bendición de Dios. Y enton-
CeS sigue cumpliéndose lo que anun-
ció JesÚs «Todo el que se enorgulle-
ce será humillado».
Una parábola de actualidad. Cuan-
do JesÚs na rrÓ la pa rábota del fariseo
Y del Publicano estaba pensando
quizá en nosotros porque sabía gue
el gran pelig rÓ en nuestra vida espi-
ritual es creer con orgullo que uno lo-
gra Ser Santo Por Su Solo esfue rzo y
olvidarse de reconocerse pecadoi,
déb¡!, miserable y manchado delante
de Dios Y no record ar que solo su
Perdón Y su misericordia pueden
llevarnos a Ia santidad. EI fariseo
después de sus palabras de orgullo
volvió asu casa tal cual estaba antes:
un costal lleno de orgullo y vacío de
santidad. Pero el publ¡cano al reco-
nocerse pecador y totalmente nece-
sitado de Ia ayuda de D¡os, volvió asu
casa santifi cado (Luc,18).
Permanecer santame nte i n d ¡feretl -
te. El santo Cura de Ars narraba que
un santo muy antiguo quiso un día
dar una lección esp¡ritual a un d¡scí-
pulo suyo y le d¡j o: «Vaya al ce-
menterio e insulte a los muertos»>. El
otro lo htzo así y cuando volvió le
preguntó el santo: "¿Qué Ie res-
pondieron los rnuertos? -Nad a, nada
-Entonces ah ora vaya y los alaba y
los felicita" -Asílo hizo y al regresar le
volvió el santo a preguntar ¿Qué le
respond¡eron?
-Nad a, nada. -Y le enseñó esta
5B 59
conclusión: así debemos hacer noso-
tros en la vida: no reaccionar de ira
porque nos tratan mar y nos insuttan,
ni estallar de alegría porque nos fe_
licitan y alaban. porque cada cuar es
únicamente lo que es ante Dios, y na-
da mas ni nada menos. No somos
mas porque nos felicitan ni menos
porque nos critican.
Píldoras de sabidu ría. pensemos
que Dios nos puede quitar de un mo_
mento a otro todo aquello de lo cuar
nos enorgullecemos.
La persona orgultosa no acepta una
chanza ni una parabrita argo hiriente.
!l orgullo le hace estattar énseguida.
Quien se pavonea porque tuvó éxi-
tos, y goza oyéndose repetir sus pa_
negíricos y alabanzas, se hace an_
tipático ante los demás y, tarde o
temprano, Dios le humillará.
Nadie es humilde si no recibe humi-
llaciones. Dos terri bles enemigos de
la santidad son el orgullo y la impu-
reza. Siempre deberíamos repetir
aquella bella frase del salmo «No a
nosotros, Señor, no anosotros; sino a
tu nombre, sea Ia gloria» (Salmo 115).
Mensajes del L¡bro Santo. San Pe-
dro y el Apóstol Santiago citan en sus
cartas una frase del !¡bro de los Pro-
verbios (Prov. 3,34) que d¡ce. ((D¡os
resiste a los orgullosos, pero a los
humildes les concede sus gracias
y bendiciones". San Lucas da una
noticia miedosa. Que quienes se de-
jan llevar por el orgullo como los
fariseos, frustran y hacen inútil el plan
que D¡os tenía para ayud arl os.
(Luc.7,30).
San Juan en su pri mera carta recuer-
da que una de las tres concupis-
cencias o m alos deseos que hacen
60
61
pecar a la gente del mundo es ,,la
soberbia de la vid?, e! busc ar el pro-
Pio honor Y alaban zas y no la glo ria
de Dios».
Algo que producía tristeza a Je-
súS. Cuando el Divino Maestro ve ía
como se comportaban algunos orgu-
llosos que en lo que hacían y re zabLn
Y regalaban, lo que buscaban era in-
flar su propia vanidad, sen tía trist eza
porque se daba cuenta de que esta-
ban Perdiendo todo to que estaban
dando, o haciendo. Y les anunciaba:
«Ya recibieron su recompensa acá
en Ia tierra)) (Mat.6,1 2). Por lo tanto
Se estaban quedando sin las recom-
pensas gue Dios tiene prepa radas en
el cielo.
Tengo que preguntarme: ¿por quién
esto} obrando o aYudando? Sola-
mente Para mímismo, paraaumentar
m¡ buena fama y adquirir popularidad
y aumentar mi orgullo? Pobre de mísi
estásuced ¡endo as í porq ue entonces
me estaré quedando sin premio para
la eternidad. En la puerta del cielo lo
que tendrá verdaderos premios será
aquello que tenga por sello
(s
hecho
por amor Dios".
Y S^ER{S
62 63
I
CAPITULO 9
EN OUE HAY OUE PENSAR
PARA LIBRARSE DE ESTE
MAL TAN GRANDE.
Remedios para evitar el orgullo.
Preguntarse. ¿Qué soy? De la nada
salíy a Ia nada tiendo. No tengo nada
propio. Todo me ha sido prestado pa-
raque lo administre. Soy frágil.Tengo
rn alas inclinaciones. Mis éxitos y bie-
nes dependen de la ayuda de D¡os y
atri buirme algo o buscar mi orgullo en
algo es una locu ra.
¿Qué puedo?. ¿De qué soy capaz
por mi mismo sin la ayuda de D¡os? y
entonces ¿ or qué enorgullecerme
de m¡ ¡mpoten cia? (Tanquerey). Je-
sús me s¡gue rep¡tiendo: «Sin mí
nada podéis hacer».
¿Qué valgo? ¿Qué tengo que no lo
haya recibido? Y si lo he recibido,
Lpor qué me voy a llenar de vanidad
por lo que no es mío? (San Pablo).
Soy pecador: y comparado con los
santos y con la santidad de Dios no
soy en perf cción sino un pollo mo-
jado y un burro muerto (S. Monfort)
Desastres posibles: Puede uno ser
discípulo de Jesús por tres años y
verlo hacer los más m aravillosos mi-
lagros y luego negarlo por tres veces
como San Pedro. Puede uno oír al
Señor hablar maravillas y ver a los
paral íticos salir saltando y oír a Ios
mudos empezar a hablar y a cantar, y
luego vender a Jesús por treinta mo-
nedas como lo hizo Judas. Y entorr-
ces ¿por q é presumir de que vale
algo en fortaleza o en santidad? Hay
que obrar nuestra sant¡dad con
temor y temblor. (1 Cor. 2,3).
64 65
El Narcisismo. Cuentan que Narciso
era tan hermoso que por estarse mi-
rando en un pozo de agua cristalina
caYÓ de cabeza y Se ahogó. EI nar-
cisismo lleva a hacer obás no por
amor a Dios sino por conseguir fama
Y buen nombre , y dese ar que todos
nos aprecien y hablen muy bien de
nosotros.
Triste condic¡ólt. EI orguttoso es el
sepulturero de su aleg ria;se cotoca
en el Centro de todo. Se sube men-
talmente a un pedestat o sitio muy
alto donde espe ra ser apreciado y fe-
licitado. Tiene un concepto demásia-
do elevado de si mismo y de tos hono-
res que merece y de esa rnanera se
condena a sí mismo a la infelicidad.
No Puede haber aleg ría verdadera
cuando uno se toma demasiado en
serio y vive suspirando por obtener
alabanzas y felicitaciones y aprecio
de los demás.
Terr¡ ble afi rmac¡ón. La Sagrada B¡-
blia afi rma cuatro veces que D¡os
odia el orgullo y que siente antipatía
por el modo de cornportarse el orgu-
lloso. Los profetas presentan siem-
pre al orgullo com compañero inse-
parable de la maldad y afi rman que
después del orgullo llegan siempre la
humillación y la v rgüenza, las d¡vi-
siones, Ias peleas y la ruina. Con ra-
zón el salmista exclamaba'. «Presér-
vame Señor del orgullo y asíqued aré
libre de un gran pecado»(S. 19). Es
que el orgullo del ser humano cierra
las manos del dador de todo b¡en
(Marmion).
El caso de San Luis. Cuenta la histo-
ria que San Luis Gonzaga por ser el
hij o mayor de una familia muy ri ca y
con altos puestos de gobierno, sentía
en su juventud violentas tentaciones
de orgullo, de sentirse mas que los
67
66
otros y de tratar de atraer hacia él la
adrniración de los demás. Y llegó a
dominar de tal manera su vanidad y a
un grado tan grande de humildad que
sentirse alabado se le convertía en
un martirio. Todo Su gusto era morti-
ficar su orgullo en todo lo que le fuera
posible, dentro y fuera de casa.
Recordaba con frecuencia que Nues-
tro Señor nos da todos sus fayores,
sus perdones, su Pa raíso, pero que
hay algg que Dios no cede anadie: su
glori a. El d¡ce en la Escritura: «yo
so} el Señor y no cedo a nadie la
gloria y la alabanza gue merezco»
(|s.42,8). El orgulloso trata de atri-
buirse y ganarse pa ra si mismo, ta
gloria Y la alabanza que solo a D¡os
debe atri buirse. Y esto no conviene
de ninguna manera.
lmped¡mento en el camino. En una
visión contempló San Juan Bosco
que se iba hacia el Paraíso con 800
personas y llegaba allí con unas
ochenta únicamente. ¿Oué les había
suced¡do a las otras? -Que se habían
quedado en el camino recogiendo fl o-
res sin perfume y corri endo tras rnari-
posas que no se dej aban alcanzar. Y
una voz le expl¡có: muchos quisieran
llegar a Ia santidad y al Paraíso pero
se quedan buscando alabanzas hu-
manas y aparecer bien ante los de-
más y se p¡erden |os verdaderos pre-
mios que Nuestro Señor tiene reser-
vados para quienes se ded¡can a ser-
virlo a El y a buscar la gloria de D¡os y
no lo gue infl a el propio orgullo. Lo
mas natural que le puede suceder a
quienes se ded¡can a infl ar su vani-
dad, será que se desinflen por las
desilusiones.
Temor just¡ficado. Decía Santa Te-
resita: «S¡ yo cometiera un pecado de
68 69
orgulfo, por ejemplo creyendo que ya
adquirí tal o cual virtud o que la puedo
conseryar por mi propio esfuerzo o
que los éxitos dependen de mis cuali-
dades Y esfuerzos y no de la ayuda
de D¡os, ffie vendrían tales males eS-
Pirituales gue ya no se ría ca paz de
perseverar en el b¡en, porque el orgrJ-
llo es nuestra ruina".
Tengo qué pensar en esto: Soy pe-
cador, sujeto y enredado en muchas
Pasiones; Por mí siempre voy ata na-
da Y Pronto caigo; pronto soy venci-
do. Fáci lmente me lleno de afán y de
cobardíay soy muy inclinado adesa-
nimarme y desfallecer. Soy más débil
de lo que puedo pens ar. Tengo mu-
cho de qué humillarme y menos de
gué alabarme. Entonces ¿por qué
tanto orgullo y vanidad?.
(Kempis. lmitación de cristo 3,4)
¿Qué es la ambición? Es un desor-
denado deseo de honores. Peca por
ambición quien desea honores para
sí, sin d¡r¡girlos a D¡os que es el autor
de todo lo bueno que tenemos y que
hacemos (Piscetta).
¿Que es la vanagloria? Vanagloria
es el deseo desordenado de recibir
alabanza por cosas que no merecen
en realidad, por ejemplo vestidos lu-
josos, adornos, joyas, luj o en carros;
peca también de vanaglori a quien
busca alabanzas y felicitaciones en
personas que no tienen la sufi ciente
capacidad de apreciar |os verdade-
ros valores por ej emplo niños, perso-
nas ignorantes etc.
Algo que se quita porque no se me-
rece. Hay una falta que se llama
«Herejia de la vanidad» y consiste
en aprop¡arse uno para si mismo los
70 71
honores y gloria y alabanzas que se
le deben tri butar a Dios que fue el que
nos conced¡ó los éxitos y las cualida-
des que tenemos. Y es un deber de
D¡os para con su honor quitarle a la
persona orgullosa, y vanidosa mu-
chas bendiciones y ayudas que !e iba
a conceder, y pasar sus mej ores ayu-
das y bendiciones a las personas que
hum¡ldemente reconocen que todo lo
que son y obtienen es obra de la mi-
sericord iadel Señor D¡os» .
(Chautard )
El peligro del cacareo. En los cam-
pos cuando Ia gallina pone un huevo
empieza a cacarear y viene entonces
la cornej a que es como un ratón gran-
de y se roba el huevo. Así les sucede
a ciertas personitas que cuando ha-
cen obras buenas emp¡ezan a publ¡-
carlas y a hablar de ellas con todo el
mundo. V¡ ene entonces el demonio r
de la vanidad y les roba el premio que
iban a recibir del cielo (S. Francisco
de Sales).
Los travesaños de la escalera. Es-
taba una escale racon los travesaños
de abajo metidos en un lodazal y los
de arri ba recostados en una bella
pared de mármol blanco. LoS Pel-
daños de arri ba llenos de vanidad
preguntaban con desprecio a los de
ab a1o: ¿Está sabroso el barro? -Pero
vino el albañil y dió vuelta a la esca-
le ra, y los peldaños que antes esta-
ban abaj o y que ahora están arri ba
preguntan a los que antes estaban
ani ba y ahora están entre lodo: ¿Si-
gue sabroso el barro?
Este apólogo puede traernos la lec-
ción de que si ahora estamos muy en
alto, uh día podremos estar muy
ab a)o, y que por eso no nos conviene
72 73
humillar a los que están mas abajo,
porgue «Gomo cada uno trate, así
serátratado". Esa es la ley de la vida
y siempre se cumplirá (Schwartz).
Un destino fatal. EI Papa Pío Sépt¡-
mo a quienes le hablaban de los
grandes tri unfos que había con-
seguido Napoleón, respond¡ó: ««Sus
tri unfos no du rarán mucho, por-
que es rnuy orgulloso y vanidoso,
y la B¡blia dice que D¡os resiste y
humilla alos orgullosos».
Y así sucedió unos años después.
Napoleón que había llevado al Papa
cientos de k¡lómetros prisionero, fue
llevado él también pr¡sionero por mi-
les de k¡lómetros, y mientras el Pon-
tífice que era humilde regresó l¡bre
tri unfal mente a Roma, un 24 de ma-
yo, Napoleón murió tri ste en el des-
tierro. Dios humilla alos orgullosos.
CAPITULO 10
GUALIDAD OUE PRODUGE
ENERGIAS Y ALEGRIA.
El experimento del hipnotizador.
Del modo opti mista o pesimista con
que pensamos de nosotros mismos,
depende mucho la energ ía que ten-
dremos pa ra trabaj ar. Un siquiatra
lngles hizo este ensayo: hipnotizó a
trJs levantadores de pesas que le-
vantaban cada uno 45 Kgms. y les
dij o y les repitió que ellos eran
fuertesyvigorosos.Yenseguida
cada uno de ellos levantó 60 Kgms.
Después los volvió a hipnoirar y les
rep¡t¡ó vari as veces que ellos eran
débiles. Ninguno fue capaz de
tevantar entonces más de 15 Kgms.
De ahísacó la conctusión de que del
modo opti mista o pesimista con que
cada cual piense acerca de símismo,
74 75
de ello depend erá en gran manera su
capacidad paraactuary tri unfar.
Reírse de sí mismo. Todos tenernos
el peligro de caer en la enfermedad
sicológica que consiste en vivir infra-
valorandose a sí mismo y no apre-
ciarse en lo que verdaderamente vale
y puede. Y uno de los remedios para
evitar esta enfermedad consiste en
saber reírse de sí mismo cuando se
corneten tonterías. Cuando somos
capaces de reírnos de nosotros mis-
mos estamos sanos neruiosamente,
pero Guando vivimos enfadándonos
contra nuestra persona y conv¡rtien-
do en dramas Io que apenas son co-
medias que deben hacer reír, esta-
mos ya en peligro de enferm arnos de
los nervios.
lnmadurez y perfeccionismo. Hay
que saber cerrar un ojo ante muchos
aspectos algo negativos de Ia vida de
cada dÍa. La persona inmadura es co-
mo el adolescente, que quiere que to-
do sea perfecto y se desencanta
cuando algo no resulta a perfecciót1 .
En Cambio quien tiene madurez, no
pretende que todo sea perfecto, por-
que entonces no podría pretender
nada, sino que se contenta con lo im-
perfecto , ya que no es posible con-
seguir lo otro. Jamás se pone corno
lema aquello de que las cosas se ha-
cen a perfección o no se hacen, sino
que se esrnera porque se vaya pro-
gresando en lo que Se hace, Pero
acepta que las cosas perfectas no se
Conseguirán sino en el cielo.
Gomparación. Los pesimistas creen
que todo tiempo Pasado fue mej or,
pero cuando uno se dedica a leer la
h¡stori a antigua se da cuenta que las
situaciones actuales son infi nitamen-
te mej ores que las antiguas.
(Carnegie).
7776
Buen remedio. Decía un sab¡o:
«Uno de rnis secretos pa ra mante-
nerme siempre alegre es hacer de
vez en cuando la lista de mis éxi-
tos. Logro entonces convencerme
que por cada cosa desagradable que
me sucede en la vid a, me llegan tam-
bién nueve más cosas ag radables y
placenteras».
Y una sana pregunta. Decía el santo
Escri vá: ¿ ómo se puede ser pe-
sirnista y no optimista si Jesucristo
prometió que estará con nosotros
hasta el fi n del mundo ,y anunció que
ha recibido todo poder en el cielo y en
la tierra y que EI nunca nos abando-
nará si nosotros no lo abandonamos
aEl?.
Buenas conclusiones. El famoso
escritor Murfhi repetía: "Corno Ia
persona piensa, así puede su-
cederle. En toda mi vida he conocido
7B
m aravillosos prodigios obtenidos por
gentes que aprendieron a llenarse de
pensamientos optimistas y a des-
terrar de su mente todo pensamiento
pesimista y derrotista. Quien se llena
de pensamientos alegres y optirnis-
tas log ravencer la frustración y la me-
lancolía y se l¡bra de la esclavitud
emocional que proviene de la tris-
teza; y se convierte en persona vic-
toriosa)).
79
PARA NrÍN SP SA¡rAN/rE¡r T E
C OMIIENE C OITS^E GUIR Y L,EER
EL snwpÁTrco LrBRo
,,AATTOLO
GIA DEL BtlE¡T
Consejo de un especialista. Un sa-
bio conferencista tan afamado, que
muchas personas viaj aban más de
20A kilómetros para escuch arl o, re-
petía: «El médico sana las heridds,
pero es solamente D¡os el que da Ia
cu ración. Ouien práctica la oración
con fe, obtiene m aravillas. Quien sa-
be orar y ora todos los días, obtiene
efectos admirables. La inspiración y
la sabiduría y las mej ores soluciones
pueden estar escondidas, y saldrán a
fl ote cuando aprendamos a orar, a
orar mucho y a no cansarnos de orar
siempre».
¿Y si no hay respuesta?. El gran
conferencista añadía. <« ¿Por qué si
oramos, a veces no encontramos las
respuestas que necesitamos?. Oui-
zás sea porque nos falta cooperar
con pensamientos positivos: creer
que sí nos va a suceder lo bueno que
BO
HUMOR".
B1
ped¡mos. Paraobtener lo que se pide
en Ia oración se necesita muchas ve-
ces tener la convicción de que sí se
obtendrá. La respuesta ala plegaria
hecha con toda fe y acompañada de
actitud positiva es muchísísimas ve-
ces la realización de to mejor que de-
sea el corazól,l».
Saberguiar la mente. S¡ cambiamos
nuestra actitud mental de negativa en
Positiva, y nuestras emoc¡ónes de
tristes en alegres, probablemente
cambi arán tarnbién nuestras reat iza-
ciones, de fracasos aéxitos. Pero pa-
ra ello es necesario cambi ar la direc-
ción de nuestra mente y no |Ieva rla
del recuerdo de un fracaso pasado at
temor de un fracaso futuro, sino del
recuerdo agradecido de éxitos obte-
nidos en el pasado, a tas sanas es-
peranzas de victorias que nos podrán
llegaren el poruenir.
I
Un tesoro escond¡do. Para cada
uno de nosotros tiene el buen D¡os
guardados y preparados muchos pe-
queños éxitos(y qutzás también muy
grandes) como en un tesoro escon-
d¡do. Para encontrarl os se necesita
unirse mentalmente con el pensa-
miento y el buen deseo a la obtención
de esas buenas realizaciones, y es-
perar que sí llegarán , a su tiempo y
cuando hayamos pagado esa cuo-
ta inicial que consiste en esforzar-
nos por conseguirlas; y creer que sí
es posible obtenerlas. Creamos en
esto: «Sí podré conseguir lo bueno
que deseo obtener. A su tiempo, si no
me canso de luchar y de esforzarme,
todo lo que sea mej or para mi vida y
para mi verdadero bien espiritual y
material, Io podré conseguir». Pero
tener cuidado, porque si vivimos cre-
yendo que vamos a fracasar, podre-
mos fracasar.
82
B3
Gons¡derar lo que valemos. Si cada
uno de nosotros no tuviera mas cu a-
I¡dades que defectos, no habríamos
sido creados a imagen y semej anza
de D¡os. Desafortunadamente nos
puede suceder como los avaros y a
ciertos lirnosneros, que teniendo su
habitación llena de b¡lletes y de mo-
nedas, viven de manera rniserable.
Estando llenos de cualidades que
Dios nos d¡ó podemos vivir despre-
ciandonos a nosotros mismos y repi-
tiendo que no somos nada y que no
servimos para nada. (Mentira e ingra-
t¡tud, así se llama ese defecto). Por
eso al llegar el examen de conciencia
debemos aver¡guar siempre cuales
son nuestros aspectos pos¡t¡vos,
los valores reales que tenemos. Nos
quedaremos admuados y daremos
gracias a Nuestro Señor. Todos tene-
mos un fondo bueno. A veces nos
portamos mal ,y muy rn al, pero en el
fondo no somos totalmente malos.
mente.
Valemos más de lo que nos imag¡-
nemos. p araevitar una actitud depr¡-
mida que hace mucho daño a la per-
sonalidad es necesario despertar esa
una actitud mucho rnás positiva de lo
que aparenta. cada persona vale
siempre más de lo que aparece, por-
que tiene un fondo bueno y positivo,
B4
B5
el cual hay gue descubri r en nosotros
mismos yen los demás.
lmagen equivocada. Ouien sota-
mente piensa en sus defectos, Iimita-
ciones Y fal las, se forma una imagen
equivocada de su propio yo ,y esto le
lleva a pensamientos de melancolíay
frustración y a replegarse en sí mis-
mo y su actuaciÓn es pobre. P araob-
tener Ia alegría de vivir es necesario
descubri r los factores positivos que
cada cual posee, las cualidades y ap-
t¡tudes que tiene , y que qu izá des-
conoce o no aprecia suficientemente.
Ouien revaloriza su pr pia imagen
progresaráen su modo de actuar.
OPtimismo. Cuentan de un coronet
del tiemPo de Napoleón, que des-
Pués de una derrota llegó donde su
jefe y le dljo: «M¡ Generá1, la batalla
Se ha-Perd¡do, pero todavía ter€-
mos tiempo pa raganar otra)».
Es algo parecido a lo que decía Chur-
chil en Ia segunda guerra mundial.
«De derrota en derrota llegamos a la
victoria fi nal». Porque aunque se
p¡erdan batallas, Io importante es no
perder la guerra. Los campesinos
decían:
«Las tardes más bellas llegan des-
pués de las mañanas más tristes». Y
«Nunca llueve tanto como después
de que el sol ha sido muy quemante».
Tri unfante n es quien nunca ha reci-
bido derrota sino quien nunca se de-
cla radefi n itiva me nte derrotado.
¿Hubo tie pos mejores?. En un
papiro del siglo quinto antes de Cris-
to, er Egipto, está escrito. «La vida
está rnuy cara. EI dinero no alcanza
para nada. Los h¡j os son rebeldes, y a
la gente joven no Ie gusta rezar)).
¿Es que puede alguien acordarse de
cuando los tiempos no eran d¡fíciles y
B6
87
el d¡nero no estaba escaso? (Emer-
son)
V¡sión Positiva. Así como no hay
terreno tan estéri I que si se le riega,
se Ie abona y se le cultiva, ho pueda
convertirse en un hermoso jardín o en
un campo fért¡!, así no hay carácter
tan áspero ni un temperarnento tan
mal inclinado que no pueda vencer-
se, reformarse y llegar a ser una per-
sonal¡dad agradable y simpática, si
se pide la ayuda de D¡os y se perse-
vera en tratar de mej orar día por día
(San Francisco de Sales.).
Aunque el optimista pueda estar a
veces tan equivocado como el pesi-
mista, lo cierto es que mucho más
feltzy vive más años y los vive mejor.
Cultivemos y practiquemos el opt¡-
mismo y no nos arrepentiremos de
haberl o cultivado y de haberlo prac-
ticado.
Til
I
I
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EL LIBRO AUE I4IAS CO¡üTRrBL|YE
AFOffi PERSO¡üAS
OPTIMISTAS SE TITT.JLA:
<: unequipodesicólogos
,'P. EuÉcER sALr'slrtAN Y t
sEcdüt§flg
B8
TRIU¡TFHR E¡ü LAVIDA)>.
B9
CAPíTULO 11
ToDoS NEcEStTAIvtoS
UNA TVIADRE OUE NO
SE NOS IUUERA.
Refugio seguro. E I famoso padre
Foucauld, ap¡stol del Árii.á, deió es-
crito: « En tiempos de grande ansie-
dad, de temores y d¡fióuttades inte-
riores, no sab¡endó donde refujarme
Y temiendo ser dominado por el m al
espíritu, lrle puse totalmente en m a-
nos de María Santísim a, encomer-
dándome a su co razón de Madre del
Perpetuo Socorro, Auxiliado rade los
cristianos,
F.lugio de lor d¿cadores,
Consuelo de toJ aflígidos'|-Salud de
los enfermos. Me colóqué án sus bra-
zos como un niño pa ra que e¡a como
buena Madre me fuera guiando pa ra
hacer Y lograr, no to que yo quer ía,
sino lo que :lla misma desáab;ó, ra
glori a de su H¡j o. Desde aquel mo-
mento me consideré siempre plen a-
mente tuyo oh Madre de D¡os y he
sentido día por día y hora por hora, tu
poderosa intercesión y tu cariñosa y
maternaI protección».
Un apóstol simpático. De el padre
Aime, el que propagó con más inten-
sidad Ia obra salesiana en Colombia,
un hombre de una simpatía tan im-
presionante que para recorrer una
cuadrao cien metros por las calles de
Bogotá demoraba media hora porque
todos, chicos y grandes, pobres y ri-
cos querían salud arl o y escuch ar sus
amables palabras, dice su b¡ógrafo:
«Ante la V¡ rgen M aría era como un
niño. Cuando hablaba de EIIa se
entusiasrnaba, le bri llaban los oj os y
su palabra se volvía elocuente y
conrnovedora. Siempre en sus ser-
rnones recomendaba la devoción a
M aría Santísima. Le gustaba llarnarla
91
Madre- En la predicación, en la confe-
sión, en la visita a los enfermos, al
ch arlar con los niños, siempre habla-
ba de M aría Santísim a. Hasta en el
delirio de su agon ía todavía reco-
mendaba la devoción a M aría Auxi-
liadora. No emprend ía ob ra algun?,
Por Pequeña que fuera, sin encomen-
darse a EIla. A la V¡rgen M aría acu-
día en las horas difíciies de peligros,
calamidades Y problemas, y d ía y no-
che le rezaba. Cómo le impiesioñaba
a la gente verlo con las manas juntas
y la confianza d¡buj ada en su rostro,
rezar devotamente ante ta imagen de
M aría Auxi I iado ra. M uchas personas
declararon que su devoción m ariana
creció notablemente al escuch ar los
hermosos sermones del Padre A¡me.
EI repetía frecuentemente ta frase de
su Patrono san Juan Bosco:
«Propaguen la devoción a M arí¡
Santísima y verán lo gue son los mi-
lagros».
La Virgen en Fátima. Cuando aquel
13 de mayo de 19 17 los tres niños,
Jacinta, Francisco y Lucia vieron en-
tre un estallido de luz, que se les ap a-
recía una Señora más bri llante que el
sol, y rodeada de resplandores, pre-
tendieron huir. Pero un gesto de la
Madre amorosa y una dulce palabra
los detuvo. «No teman. No les voy a
hacer ningún daño)). Ella era her-
mosísima, más que toda hermosura
antes vista, oo se parecía a ninguna
de las im ágenes que los niños habían
visto. Parecía tener unos 18 años.
Túnica blanquísima hasta los pies un
cordón dorado colgado del cuello
descendía por el manto. Su rostro de
líneas purísimas e infi nitamente deli-
cadas. Sonreía con una bella soll-
risa pero acompañada de una som-
bra de tristeza por los pecados del
mundo. Sus oj os eran negros. En su
última aparición d¡j o. «YO SOY LA
VIRGEN DEL ROSARIO)).
92
93
Es que el rosario, ahora y como en
tiempos antiguos de grandes peli-
gros, nos Ilevará a la victoria contra
los enemigos del alma y de la sal-
vación. De sus brazos llevaba col-
gado un rosario lleno de cuentas que
despedían rayos de luz y que pare-
cían perlas.
En sus seis apariciones siempre re-
comendó rezar el rosario y encomen-
dar a los pecadores para que se arre-
pientan y se conviertan. P¡d¡ó tam-
bién que recemos por Ia pazdel mun-
do,y promet¡ó que al fi n su corazón
lnmaculado Tri unfará.
LAS ULTIMAS PALABRAS DE LA
SANTíSIMA VIRGEN EN FÁTIMA,
en su última apari ción, fueron estas:
«NO OFENDAN MAS A DIOS, OUE
YA ESTÁ MUYOFENDIDO»»
"APARICIOIVES
DE LA
YIRGE¡ü DE FÁTIIIM)>.
t//VA I{ISTORIAMUY
EM)CTOIVAIVTE: LoS TRES ¡üÑoS
augWERO¡ü ALA WRGENr.
94
95
Preguntas que impresionarl . San
Agustín preguntó a su numeroso pú-
bl¡co en uno de sus emocionantes
sermones. «está cada uno de Uds.
contento de la pureza de su alma?».
S¡lencio total... y añad¡ó:
«Estará D¡os contento de la pu reza
de nuestra alma?». y estalló en llan-
to y todos los oyentes empezaron
también a IIorar. Porque Io más segu-
ro es que D¡os no estará contento, ni
mucho ni poco de la pureza de nues-
tra propia alma. Afortunadamente
nos dejó Nuestro Señor una gran
Protectora para ayudarnos a recu-
perar Ia pureza que hemos perdido,
es la lnmaculad a,la Purísim a,la que
no tuvo ni s¡quiera la mancha del pe-
cado original. María Santísima, la
que Ie pisa Ia cabeza a la serpiente
infernal. A EIIa le decimos. «<aquí te
presentamos n uestra pu re za destro-
zada, pisotead a, requemanchad a,
96 97
hecha pedazos. Ayúdanos Madre
Santísima a recuperarla». Y su pro-
tección poderosa nos ayud ará a re-
cuperar la pureza perdida y destro-
zada. Muchos han ensayado acudir a
Ella y han logrado éxitos admirables.
Ensayémoslo ahora nosotros. Jamás
se oyó d cir que alguno haya recurri-
do ala Madre de D¡os y que EIla lo ha-
yaabandonado. (San Bernardo).
Madre de Misericordia. La palabra
«Miseri cordia» viene de dos palabras
latinas: miser: miserable. Y cordis:
corazón, Osea, es un corazón que se
apiada y compadece de los rnisera-
bles y déb¡les. Ya en el año 662 un li-
bro mariano muy popular en Cons-
tantinopla decía. «La Madre del M¡-
sericordioso se mostró siempre
muy misericordiosa durante la vida
con toda clase de personas. Ella,
Madre Inmaculada, mira con oj os de
miseri cordia a nuestra alrna tan pe-
cadora. Ell riega con SuS bendicio-
nes a nuestra alma que se ha vuelto
tan estéri I a causa de los pecados, y
la hace producirfrutos de santidad.
r
Como Madre bondadosa viene en so-
corro de las almas que Se hallan in-
fectadas Por el Pe cado y las pasio-
nes. fU aría trajo al mundo al rnejor
Médico, a Cristo que es el que me-
jor sabe sanar las almas y los cuer-
pos. Madre del Salvador, supl ícale at
Único que es rico en mis lri cordia que
tenga Piedad de nuestra alma que ha
llegado a ser presa de pecados sin
número ,y que nos perdone nuestras
lransgresiones tan frecuentes y da-
ñosas)).
De
un
del
9B
tal Hijo, tal Madre. En el año mil
gran teólogo escri bió: «La Madre
Misericordioso no puede dej ar
de ser Misericord¡osa. En su vida
terrenal mostró misericordia y com-
pasión haciendo toda clase de favo-
res, y ahora llevada al cielo se ma-
n ifiesta con m aravi I losas m i lag ros
e intelvenciones admirables y si-
gue demos trando con hechos con-
cretos su extraordinaria miseri cordia:
conversiones, reconciliaciones de
pecadores, crecimiento de santidad
en sus devotos, tentaci ones que se
logran vencer, tristezas que se ale-
)an, favores especialísimos que se
consiguen, pazque se obtiene, salud
que se recupera. Jesús gue es
nuestro Abosl,ado ante el Padre,
tiene junto a El una Abogada que
ruega continuamente por noso-
tros y nos consigue ayudas prove-
chosísimas. EIla que conoce muy
bien nuestra gran deb¡lidad no dej a
un solo día de interceder por los pe-
cadores que nos encomendamos a
99
su protecc¡ón. Tú, la Miseri cordiosísi-
ma entre todas las creaturas, pide al
Misericordiosísimo que con genero-
so corazón nos conceda su perdón y
su eterna salvación».
Un pacto rnuy consolador. Un san-
to en Etiopía (Africa), tuvo una visión
en la cual oyó que Jesucristo hacía
este pacto con su Madre Santísima:
«Prometo que a quienes publiquen tu
rnisericordia y confíen en Ella,y por
amor a Tí ayuden a los pobres y con-
suelen alos afl igidos y canten himnos
en tu honor y te d¡rijan fervorosas ple-
gari as les concederé bellísimas ale-
grías que )amás habían imaginado y
te concederé poder para salvarlos y
protegerlos»». ¿Ouién no desea obte-
ner tan bellos regalos?. Pues a cum-
plir las sencillas condiciones que exi-
ge Jesucri sto, el Hijo de María.
.TRATAD O DE LA lrc,RD/ÜERA
DEVOUOIV ALA WRGEIV>>.
u¡ü LLBRO QUE fA TRAIVSFOFI O
A MILI O]VES DE PERS O¡üAS .
100 10 1
I
t,.
i,
ll
Un libro famoso. Cuando el futuro
Juan Pablo ll era un simple obrero
que en tiempos de la guerra mundial
trabajaba en una fabrica de produc-
tos minerales, llevaba siempre consi-
go el libro «Tratado de la verdadera
Devoción a la V¡rgen Maria», com-
puesto por San Luis De Monfort, y Io
Ieía en los ratos l¡bres. Al fi n el l¡bro
quedó totalmente recubierto de cal y
de soda. Pero el joven Woltyla quedó
también totalmente lleno de devoción
hacia la Madre de D¡os, y afi rmaba
después: « Ouien emp¡eza a leer «El
tratado de la verdadera Devoción a la
V¡ rgen María)), queda bajo su infl ujo.
Es un l¡bro que lo tiene todo: estilo,
fervor, convicción, intensa sol¡d ez,
efocuencia, ¡nspiracióJ'r. Con razón
este l¡bro se ha ganado, junto con
«Glorias de María)), de San Alfonso,
un puesto de pr¡ merísima impor-
tancia en la lglesia Católica. De ese
tratado dij o su autor San Luis De
Monfort: «<es una buena preparación
al reinado de Jesucri sto». En los si-
guientes renglones vamos a exponer
algunas de las ideas contenidas en
tan importante tratado mariano.
La frase preferid a. La frase que más
ag radaba de su l¡bro a San Luis de
Monfort era esta. «De M aría Santí-
sima nunca se hab¡ará demasiado
bien)). Y repetía: «La MaCre de D¡os
no es más amada y más invocada por
Ia gente, porque no se le ha hecho co-
nocer y estimar más. Cuanto más se
estime a una persona más se le ama-
rá. Si recordáramos que EIla es la
Obra Maestra de Dios y que la Santí-
sima Tri nidad, para Ia salvación del
mundo, eligió a María para que por
medio de Ella nos llegarael redentor,
y que en el cielo, Jesús que ha sido el
hijo más cari ñoso que ha existido,f
t
t
102 103
tu
Slgue amando inmensamente a su
Santísima Madre y no le niega ningún
favor que Ella pida pa ra nosotror, la
amaríamos rnucho más y nos engo-
mendaríamos con tctal confi anza a
su poderosa interces¡ón )) .
Experiencia personal. San Monfort,
recordando su experiencia personal,
afirmaba que la devoción a la V¡ rgen
eS causa de muchísimos éxitos espi-
rituales y material es, pa ra sí mismo y
en favor de otros, y que el descuidar
esta devoción trae deterioro en la
vida espiritual. Y afi rmab a: «Si a Je-
sÚs le fue necesa ria y provechosa ta
presencia de M aría en Su vida terre-
nal, ¿cuánto más lo será para noso-
tros que somos tan déb¡les Y tan ne-
cesitados de ayudas?. No otvidemos
darle gracias a Dios de vez en cuan-
do Por los favores gue nos ha conce-
dido por medio de M aríaSantísimá».
104
Falsa devoc¡ón. lnsiste San Luis en
su famoso l¡bro que hay el peligro de
que nuestra devoción a M aría Sarl-
tísima V¡ rgen sea fal sa ,y que lo será
si no nos lleva a enmendarnos de
nuestras malas costumbres, si nos
da pena hablar de Ella, si es solo
devoción exterior y no del corazón, si
nos imaginamos que estamos ha,
ciendo demasiado en su honor. Dice
que es fal sa la devoción de quien sí
se conmueve ante una imagen de
Nuestra Señora pero no su con-
mueve ante una situación de pecado
que le está esclavizando se alrn a.
Una devoción a Ia V¡rgen gue no
consiga la enmienda de la vida no es
grata a Nuestro Señor. Demostré-
mosle nuestra devoción a la Madre
Santísima siendo misericordiosos
con los necesitados.
105
Cuatro detalles. Y continua diciendo
el Santo: ((Existen cuatro modos de
demostrarle a la V¡ rgen M aría nues-
tra devoción: venerándol a, amándo-
la, imatándola, e invocándola. Venc-
rarla: osea admirar sus grand ezas:
es Madre de D¡os, Virgen Purísima,
Madre Misericordiosa y nos trajo al
Salvador. Amarla: con el afecto de un
hij o cari ñoso a la mej or de las M a-
dres. Nadie después de Dios nos
ama tanto como Ella. Irnitartra: en su
pureza, e ñ su amor a Jesús, en su ca-
ridad para con los necesitados de
ayud a, en I paciencia ante el dolor,
en su fe inmensa a pesar de tantas
d¡fi cultades que se Ie presentaron. ln-
vocarla: si lo hacemos experimenta-
mos el poder de su intercesión y el
deseo tan inmenso que tiene de ayu-
darnos. EIIa tiene mas deseo de ayu-
darnos que el que nosotros tenemos
de recibir sus ayudas. Si no hemos
obtenido más favores de su genero-
sidad es porque no le hemos pedido
más y con m ayor fe. Jamás n rdie ha
recurri do a su bondad sin se aten-
d¡do»
CRE,ER AUE
PODEMOS
106 107
CAPíTULO 12
EL TESORO MAS ESTIMADO
EN UN HOGAR.
D¡ce la leyenda egipcia que cuando
D¡os estaba fabri cando a Adán del
barro de Ia tierra, uh cangrej o le mor-
d¡ó un dedo y le sal¡ó una gota de san-
gre y que de esa gota d¡vina fabricó el
corazón de Ia madre. Esto para s¡g-
nifi car que el amor materno tiene algo
d¡vino en su generosidad, eh Ia su-
bl¡m¡dad de su heroísmo y en su bon-
dad.
Notable d¡ferencia. Dos niños están
jugando en la calle y ambos caen al
suelo. El pri mero de ellos siente que
unas manos cari ñosas Io acari cian, Ie
enj ugan las lágr¡ mas, !e quitan el pol-
vo de sus vestidos y lo levantan del
108
sueto, anim ándolo a seguir contento
su viaj e hacia la escuela. El tiene una
madre cariñosa y ella ha llegado a
consol arl o y animarl o. El otro espera
inútilmente que alguien venga a ayu-
darlo. Ti ene que levantarse él solo,
limpi ar el polvo de sus vestidos, secar
sus propias lágri mas y seguir triste y
solitario, llorando por la calle vacía.
Ese niño... no tiene rnadre (José
Selgas).
Avarios hombres muy duros y agrios,
se les nota en la tremenda aspereza
de su rostro que de niños sufri eron la
orfandad y tuvieron que crecer sin el
amor de una madre-
La película de Ia vida: pensemos en
una pequeña película de nuestra vi-
da. pri mera escena: LYes ese niñito
llo rando en una cuna y una muj er,
que no ha dorrnido en toda la noche,
109
cuidando de él como su m ayor teso-
ro? Ese niño eras tú ,y la muj er, tu m a-
dre amable. Segunda escena: ¿ves
esa madre joven gue corre en busca
de un remedio, mientras el niño llora
en su enfermedad?. ¿La ves llorando
angustiada y p¡d¡éndole al médico
que no dej e mori r al ser que ella más
quiere? ¿Y no reconoces en esa bue-
na madre a Ia que te trajo al mundo?.
Ese enfermito eras tú.
Gonclusión :es necesari o cumplir
aquello que aconseja la S. B¡bl¡a:
«Recuerda Io mucho que tu madre
sufrió porti y demuéstrale tu grat¡tud
con cari ño y tu buen comportamien-
to».
Nos amó pr¡ mero. Nuestra madre
nos amó aÚn antes de que nosotros
naciéramos. La llenábamos de ilu-
sión y gozo mientras esperaba
nuestro nacimiento, Cuando el ser
humano nace lo espera el amor. Y es
un amor gratuito, gue no espera le
paguen en d¡nero ni en recomenda-
ciones, sino solamente que Ie devol-
vamos amor por amor.
Triste real¡dad. Terri ble suerte la de
quien carece del amor materno en su
niñez. En las casas donde recogen
niños hu értanos se ve en el rostro de
ellos Ia tristeza de no haber experi-
mentado el amor maternal. Dicen los
especialistas que Ia inmensa mayo-
ría de las enfermedades mentales
(que ocupan más camas que otras
enfermedades),se debe a que caFe-
cieron de amor de madre en la ni-
ñez. Pocos seres nacen tan incapa-
ces y por tan largo tiempo de valerse
por sí mismo, como la criatura hurn a-
na. Pero Dios Io ha permitido así por-
que al nacer Ie espera el amor. Y
111110
bendito sea D¡os por ello. Amemos a
nuestra madre, porque ella nos amó
pri rnero. Y recordemos la promesa
del l¡bro Santo: «Ouien honra a la
madÍe, es como el que atesora».
Retrato de una mujer. El último ca-
pítulo del l¡bro de los proverbios en la
S. B¡blia presenta el retrato autentico
de una buena mamá. Dice así: «Ella
vale más que una colección de esme-
raldas y d¡amantes. Buena trabaj a-
dora. Amable y exigente. Piadosa y
cumplidora de su deber. Generosa y
ahorrativa. Madruga a cuidar de su
casa y de su familia y se preocupa
porque a ninguno Ie falta nada. Tra-
baj a hasta muy tarde. Sabe corregir a
tiempo y dar buenos consej os..,
(Prov. 31). Preséntale esta lista de
cualidades a un amigo tuyo y él te
d¡rá: «Ese es el retrato de tu Santa
Madre».
THAr GRAATDE sER;i LAI4IADRE
I]EHASTADIOSSt]ISo
TE]VER L/JVA.
112
113
Mamá: ¿po_r qué tienes la cara tan
manchada?. Una mujer tenía la cara
tremendamente manóhada p"ro su
hijito no había reparado ,"riárente
en eso, pues el amor gue sentía por
ella no le dejaba fijar su atención en
sus defectos físicos. pero ar lrágar er
primer día de a escuela, sus
"á?lpr-ñeritos empezaron a preguntarle:
¿Por qué su mamá tiene Ia cara tan
manchada?. Entonces at volv"i á
"r-sa se le acercó y mirándola fijamente
al rostro re preguntó con toda tonfian-
za: ¿mamá: por qué su merced tiene
la cara tan manchada ? Ellase ü"o-gió el delantat, se secó las maná, qr.tenía humedecidas por estar lavando
los platos, y sentándolo sobre sus ro-
dillas le contó Io siguiente: «Cuando
tu eras todavía muy pequ ñito, ,n 0,,
mientras estabas durmiendo
"hlá "r-na cuando yo volvía de la calle Oe
comprar el mercado, nuestra humilde
casita se había incendiado y las lla-
mas invadían todas las habitaciones.
Las amigas me gr¡taban: ((vecina no
entre a la casa porque se quem aráto-
talmente». Pero tú estabas en Ia cuna
y yo no podía dej arte morir allí. Así
que atravesé por entre el terrible in-
cendio, te envolví en un impermea-
ble, y salí contigo en mis brazos,
mientras me caían en la cabezatizo-
nes ardiendo. Uno de esos tizones
me cayó en la cara y me la deforrnó
por completo, pero logré salvarte Ia
vida. Esa es la razón por Ia cual tengo
la cara tan manchada». -El niño se
colgó del cuello de la buena mamá,le
dió un beso y le dij o: «?hora te amo
dos veces, una porque eres mi rna-
má, y otra porque por salvarme Ia
vida tienes la cara tan manchad€l».
Ouién sabe cuantas canas menos
tendría nuestra madre, y cuantas
arrugas menos en su rostro, si no nos
115
114
hubiera tenido a nosotros Pero por lo
que hizo Por amor a sus hijos tend rá
gloria Y una belleza inmensas pa ra
siempre en el cielo.
Una buena representación: et Pon-
tífi ce San Gregorio Magno h¡zo pintar
un cuadro de su santa rnadre y man-
dó que Ie colocaran en su mano un
catecismo, Porque ella fue la gue le
enseñó Ia religión cuando él era
pequeño. Hizo que la pintaran bendi-
ciendo con la mano derech a, en re-
cuerdo de las mil bendiciones que tan
buena mujer le dio du rante su vid a.
Le hizo pintar una túnica blanca en
señal de su gran sant¡dad ,y un cin-
turón rojo en recuerdo de lo mucho
que tuvo que sufri r por cri ar b¡en asu
h¡io, y debajo mandó escri bir lafamo-
sa frase de San Pablo que dice: «La
mujer se ganará el cielo criando y
educando bien sus hryos» (1 Ti m.)
-
La golondri na y el viento del norte.
Los rusos cuentan Ia leyenda de una
golondrina que en diciembre se fue
con una inmensa bandada de aves
migratorias hacía el sur, huyendo de
los terri bles fríos del invierno, pero al
llegar a Belén se perd¡ó del grupo,
pues cuando por la mañana se des-
pertó ya las otras se habían ido y se
quedó sin saber a donde d¡rigirse.
Ese día oyó zumbar tenebrosamente
al tem¡ble viento frío del norte que
amen azaba d¡ciendo. «Golondri na,
esta noche te mataré de frío>». Pero al
día s¡guiente se la encontró y le dijo:
<<¿Dónde te escondiste anoche que
te busqué para matarte y no te pude
encontrar?)). -Ah, es que en el esta-
blo un buey manso me perm¡t¡ó dor-
mir junto a sus narices ,y el aire tibio
de sus pulmones no permit¡ó que me
muriera de frío)). -Pues esta noche
m ataré al buey y te mataré a t¡ -
116 117
exclamó el viento. -y en verdad esa
noche bramó más fuerte que nunca el
vendavar, arrancó er teóno oár es-
tablo y mató de frío al buey, d¿ a hgotondrina no ra rogró matái. Ái o-ia s¡-
guiente la encontió volando por el
pueblo de Belén y le pr"§rntó:
-¿Dónde te escond¡áte ,ró.né qr.no logré encontrarte?
-Ah, gg que un par de ancianos me
permitieron refugiarme junto
"
,, fo_
gón caliente y aitl puOe liOrrrr-" d"l
frío y no congelarme.
-Pues esta noche conge laré a los
ancianos, apagaré el fogOn y , ti te
mataré de frío, -gritó fuñoso'"i ven_
tarrón. y así
lr.r, áquella nocná sopló
con terrible viorencia et viento rreiáoo,
derribó las ventanas. Entró aáár.¡t,
de los dos ancianos, y lo hizo mor¡r
de frío, perg la golondrina no la iogro
encontrar- y ar día siguiente mientras
ella revoloteaba ceróa de una .rár,
118
119
de Belén le preguntó el viento enfure-
cido: -adónde te metiste anoche que
no logré encontrarte para matarte?.
Ah, respond¡ó ella muy contenta. -Yo
entré a la cueva donde acababa de
nacer el Niño Jesús y la V¡ rgen Santa
me perm¡tió dormir entre el corazón
de tan buena madre y la cabecita de
tan precioso niño, y allí no sentí ni el
más mínimo frío, sino el más agrada-
ble calor de amor. -Ah, golondri n a,
golondri na -exclamó gimiendo el tre-
mendo viento frío, -has logrado des-
cubri r el único sitio a donde mi frial-
dad mortaljamás logrará llegar: el co-
razón de la más Santa de las Madres
y la cabecita del más bondadoso de
los h¡j os!... y d¡ciendo esto se fué bra-
mando por entre peñascos y pal-
meras hasta desaparecer en el de-
sierto.
Corazón de madre tan bueno y gene-
roso como el de María Santísima, no
hay otro y no lo podrá haber jamás.
Protector tan poderoso y buen'amigo
como Jesucristo, nunca será posible
encontrarlo, y ellos los dos éstar¿n
prontos a defendernos de todo mar si
nos les acercamos, con fe, con fiafizá
y verdadero amor.
Buena enseñ anza. Cristo nos ense_
ñó con su ejemplo el cuarto manda_
miento. Ét quiso tener una madre y la
honró con su obediencia nasia-que
cumpli sus treinta años. Su- prir",
milagrg (el convertir el agu,
"ñ
vino
en las Bodas de Caná), l;hiio por tos
ruegos de la Madre §antísima. y en
su muerte renunció a muchos otros
consuelos, renunció a su fama, á to_
da otra clase de ayudas ,át"iiJ"r,menos al consuelo de tenerjunto a si
en la cruzala Madre Doloroá,iirr. vunas de sus úl imas palabras-fueron
para confiar al discípulo amado (San
120
121
Juan) que se encarg ara de cuidar y
atender bien a la Santísima Madre.
Con todo esto nos enseñó a tener con
nuestra mamá los más exquisitos de-
talles de amor, respeto y considera-
ción.
Dos madres. Los católicos amamos
mucho a Ia V¡ rgen M aría porque Ella
le dio a Jesús las manos con las que
bendice, la lengua y los labios con
que él pronunc¡ó sus m aravillosas
enseñanzas que tanto bien nos ha-
cen , los pies con los cuales va en
busca de los pecadores, y que cla-
vados en la cruz obtuvieron nuestra
eterna salvación; el corazón que tan-
to nos ha amado y que no dej a un
solo minuto de amarnos; portodo eso
que le dio a Jesús queremos mucho
a M aría Santísima y Ie damos gracias
y la felicitamos. Pero tarnb¡én hay
otra mujer que nos htzo a nosotros
esos mismos regalos que Maríahizo
a Cristo. Es nuestra madre que nos
regaló el cerebro que nos produce
tan provechosas ideas, los oj os con
los cuales logramos contemplar las
rn aravillas de la natu ral eza, los oídos
que escuchan los mensaj es de los
demás y las bellas armonías, el cora-
zón con el cual amamos a D¡os y al
prój imo, Ias manos con las que garla-
mos el sustento de cada día y los pies
que nos sirven para recorrer los ca-
minos de este mundo, Bend¡ta tú
seas M aría que nos diste a Cristo que
pagó todas nuestras deudas. Y ben-
d¡ta mil y mil veces también nuestra
madrecita de Ia tierraque formó en su
vientre nuestro cuerpo, nos cu¡dó
cuando de niños nada podíamos ha-
cer por nosotros mismos, fue mej o-
rando con sus consejos y buenas pa-
labras nuestra personalidad, y nos ha
acompañado por tanto tiempo con su
gran amor. A eila hay que ofrecerre
cari ño en esta vida y plegarias si ya
óásó ala eternidad. Y en su compa-
ñía espe rarnos gozar en el cielo para
siemPre.
123
122
CAPITULO 13
UN MANDAMIENTO
DE ENORME IMPORTANCIA.
Dos obselvaciones. San Pablo se
admiraba de que cuando D¡os d¡ctó
sus diez mandamientos en el monte
S¡naí, al único que Ie promet¡ó premio
inmediatamente fue al cuarto manda-
miento. Dij o asíNuestro Señor:
«Honra a tu padre y a tu madre y
serás feliz. Y se prolong arán tus
años sobre la tierra (Deut.s,16). Esa
es una observación positiva.
Pero existe también una obselY?-
ción negativa. Una vez una señora
le decía a un sacerdote educador:
«Por qué no le insisten más a Ia gente
acerca de la importancia que tiene el
cumplir el cuarto mandamiento? Es
124
que son demasiadas las veces que
olvidan los hijos honrar a sus padres
como lo debieran hacer». Esta obser-
vación tiene gran fondo de verdad'
Una Página admirable' En la Biblia
hay un libro t'*amente agradable Y
muy Práctiáo ó'" tiene más de mil
toítáot dá. giql utilidad' Se llama
EL Ecuesn§frco, de Ben sirac' El
capítulo tercero de ese hermoso libro
trae una O" i" más imPlegionantes
páginas que se haya podido escribir
acerca del cuarto manbamiento' Dice
así, inspiraáo pot Dios' «Quien honra
;;ü padre obtiene Perdón de sus Pro-
pios Pecados' OYl"ltrata bien a su
madre es co o si se encontrara un
frecioso tesoro' Quien honra a su
padre, será también honrado Por sus
hijos, Y cuando rece será escuchado
por Dios El Ñ" trata bien a su Padre
recibirá bendiciones durante su vida'
125
Y obedece a Dios quien se esfuerza
por tratar bien a su madre. De obra y
de palabra debes honrar a tu padre y
así obtendrás bendic¡ón. La bendi-
ción del padre trae muchos bienes a
los h¡jos, pero la mald¡ción de Ia ma-
dre trae desgracias.
Ti enes que cuidar de tu padre en su
vej ezy tratar de no causarl e tri steza.
Aunque su mente se deb¡lite y d¡ga
errores a causa de su vej ez tienes
que ser comprensivo con é1. Recuer-
da que los favores hechos al padre
nunca qued arán sin recompensa y
sirven para obtener perdón de peca-
dos. El día de la tri bulación D¡os se
acord ará de ti para ayudarte, si a
tiempo ayudaste a tus propios pa-
dres»». Son palabras inspiradas, d¡g-
nas de ser releídas varias veces y
practicadas du rante todo Ia vid a.
126
Filmadoras y grabadoras. El rnuY
sabio pontífi ce Pio Xll decía a los
esposos: «Recuerden que unas fi l-
madoras de películas van fi lmando
día por día el comportamiento de
Uds. Son los oj itos de sus hijos- Y
unas grabadoras van glabando hora
por hora lo Uds. dicen. Son los oídos
de los niños de su casa. Por eso es-
fuércense porque todo lo que d¡cen y
hacen les haga bien a ellos, y ningún
ej emplo o comportamiento de los pa-
pás les Pueda hacer mal'
Un recuerdo inolvidable. En lngla-
te rra un joven de 20 años buscaba a
su padre para matarl o. Tuvieron que
ence rrarl o en una casa de reposo
rnental. Y el papá se admiraba Por
que él nunca golpeó ni trató mal a su
r-,ii o. Al fi n un hl pnoti zador logro que el
joven volviera a record ar los días de
su pri mera infancia y vino asaber que
127
Cuando el niñito estaba en la cuna, el
papa llegaba borracho y corría por
toda la habitación detrás de laesposa
tratando de golpearla, mientras ella
lloraba y gr¡taba. Los ojos y los oídos
del niño grabaron estas escenas y
desPués llegado a la edad m ayor el
odio estalló en su corazón contra et
que había tratado de golpear al ser
que él más quería, asu propia mam á.
Nada se olvid a, ni lo bueno ni to malo.
Prudencia pues en nuestras actua-
ciones delante de los menores.
Lo gue h¡cieres te lo harán. Un an-
tiguo refrán enseña: «Hijo eres, pa-
dre SeráS. 'Lo que hicieres te lo
harán. Joven eres, viejo se rás. co-
mo trates te trataráll». La ¡ey ine-
xorable de Ia vid a, gue siempre se
cumple, es y será esta: como cada
cual trate a los demás, así de esa
misma manera será tratado por
ellos después. O como decía Jesús:
«la medida que cada cual ernplea
para dar a los otros esa misma medi-
da se empleará paradevolverle y dar-
le en cambio)).
El niño de la cob¡ja. Un hombre lleno
de salud y de v¡gor estaba cansado
por que su padre ya muy ancianlto se
había vuelto bastante cansón en la
casa , a causa de que a su cerebro ya
Ie llegaba poca irrigación de sangre ,y
le hacía cometer errores. Y un día lle-
no de cóleraechó al viej ito a Ia calle y
Ie d¡j o: «A mi casa ya no volverá
más». El ancianito tiritando de frío le
rogaba d¡ciendo: «Hijo regál eme algo
con qué cubri rme contra el frío». El
malvado hij o llamó a su h¡j ito peque-
ño y le dij o: «Vayaallá al ri ncón donde
hay una cobij a o manta viej a de lana y
regál esela al viej o para que se cu-
bra». -Como el niño tardaba en vol-
ver, el hombre se fue a buscarlo y lo
128 129
encontró part¡endo en dos Ia cobij a o
manta con unas tij eras. -¿Oué estás
haciendo -rug¡ó el papá rnalhumora-
do? -mira -le dijo el niño en su inocen-
cia. -Estoy part¡endo por mitad esta
cob¡j a, para darle la mitad al abuelito
y guardar Ia otra mitad paracuando tú
te hayas sacrificado por darme edu-
cación, casa,y alimentación y cari ño,
y te vuelvas viejo y canson, y yo te
tenga que echar a la calle y tu me pi-
das algo con qué cob¡jarte contra el
frío. Te daré esta media cobija que
me ha sobrado de la que le d¡ste al
abuelo». EI hombre se quedó asom-
brado; nadie sino D¡os podía haber
puesto en labios de un niño una not¡-
cia tan impresionante. Era como si
nuestro Señor Ie dij era: «Lo que hoy
haces contra tu padre anciano, otros
lo harán contrat¡ , cuando llegues a la
ancianidad». Y llamó a su papacito
tan viejo y canson y Io recibló de
nuevo cariñosamente en su casa'
Quería irse preparando un buen trato
ü; cuánoá a et le llegaran los años
áá f , veiez Y de la debilidad '
Hasta aquí arrastré a mi abuela'
Una mujer de un genio ferozvivia en
un apartamánto dét quinto Pis de un
edificio, con su abuelita que a causa
de la veiezse había vuelto bastante
caPrichosa Y cansonS
Y un día, OásPu¿s de ula agril dis-
cusión, la nieta agarrÓ de un Pie a la
ancian, v iá á"utitÓ escaleras abajo'
Hasta ef cuarto piso la
guapa. abuela
no llorO ni t" qüe¡o' Pero al llegar al
tercer piso ámd"'-O a llorar y a decirle:
«Deténnr* Li"t'' Que hasta aquí
arrastré ;; también a mi abuela'
cuando efia era anciana y cansof'Ia>»'
-¿Cómo nos tratarán a nosotros
cuando lleguemos a la veiez? ' Eso
ááp"nderáLn mucho del modo como
130
131
tratemos ahora a los ancianos. Por
que la ley de la vida es: «Como cada
cual trate, así le trataráll ». Con ra-
zón insistía tanto Jesucri sto en este
gran consej o: «Traten a los demás
como quieren que los demás los
traten a Uds.».
Buen presagio. Se llama presagio a
una señal que indica y anuncia algo
que va a suceder en el futuro. Una
vez el notable educador P. Jegusel
cuando estaba recién ordenado de
sacerdote fue a visitar a una familia y
se d¡ó cuenta que una joven llamada
Magdalena trataba supremamente
bien a sus ancianos padres y asu an-
cianisimo y muy déb¡l abuelito. Con
cari ño Ie dijo.»» Magola (así Ia Ilama-
ban en su casa), en su ancianidad va
a tener muy buen trato de parte de
otras personas porque Ud. Dernues-
tra una admirable caridad para con
sus Padres Y :Y abuelo'» 50 años
después volíió Jegusel a aquella ciu-
;;"t visitando un ancianato se en-
contró .on'üágoalena que estaba
siendo admirabi"*"nte bien tratada
allí por las religiosas que d]i:91?: el
;i;ñ;i vá¡ui"Éontó'
o§u anuncio de
hace *"o,J r''t" se ha cumplido a la
ffi;. rt¡it familiares con una genero-
sidad admirable me están pagaldo la
pensiÓn en este ancia ato en el cual
las buenut religiosas me tratan como
si yo tuerá
"
ñi¡u o s.u P'oni1-ya*''
Me siento i'n ieliz' tan aPreciada Y
bien ,t"ío'oá Por todas' Y mis Pa-
rientes me visitan por turno cada do-
mingo Y Pu=o ho¡9s felices en su
agradable TPu!,i:'
No siento las
amarguras de la velez» El
!.l:,nutt'
le resPoñáio'' Es que en sllYldu t"
esta ,r*óiünoo lo que anyl:ó san
Pablo: «« Lo que 93d"
cuál cultiva'
eso"ot"-"f,J;''Ud'cultivÓcariñoY
133
132
car¡dad hacia los ancianos y ahora en
su ancianidad esta cosechando tam-
b¡én cari ño y caridad. Bend¡to sea
Dios!.
Algo gue h¡zo estremecer. Suced¡ó
que afi nales del siglo 2A. El ju ez leyó
la sentencia a un hombre por asesino
y ladrón. El sentenciado se puso de
pies y exclamo: « acepto la sentencia
por que me la merezco. Pero yo pido
que la condena se haga extensiva a
otros dos seres que son pri ncipalí-
simos responsables de m¡ dedicación
a la maldad. Uno es ese hombre que
cuando yo peleaba con mis compa-
ñeritos en vez de invitarme a no ser
agresivo me decía: ((muy bien. Deles
duro. No se dej e. Vénguese y atáque-
los»>. Ese hombre que es mi padre,
aquípresente, ffie fué llevando hacia
la agresividad y el cri men. Y aquíesta
tarnbién una muj er que cuando yo
llegaba a la casa con algo robadg
"n
u"l=de casti arme Por mi maldad me
animaba y decía: «<Vivo el jovencito'
ü;t bien. rsta demostrando que es
;;i inteligente» -Y así con su alca-
huetería me hizo caer en el vicio de
robar. Paraellos pido también la sen-
tencia de condenación, Por qug en
i"=de llevarme Por el camino de la
hánotubilidad y de la amabilidad' ffie
encaminaron hacia la agresividaf V el
robo». La mamá caYÓ desmaYada' El
papá quedó Pátido,como una botella
áá'tecn". lod demás que esta.ban allí
pr"r"ntes rePetían estremecidos de
[rrot. «los que siembran vientos' co-
iechan temPestades» '
Una madre reemplaza a .otl".lrlo'
dre. Cuando santa Teresa de Avila' a
los quince años, quedó huérfana de
madre empez Ó a enflaquecerse de
tanta tristez a Y a no Poder comer ni
135
134
dormir. Entonces se arrodilló ante
una imagen de ta Santísima Vlgen y
le dijo: « Madre Santrsima: y
";t
soycapaz de vivir sin mamá
"n
é ta i¡erra
¿Quieres tú reemp lazar a la mama_
cita que se me muriói - y rJ parec¡O
grre Ia Virgen.le aceptaOa su pátr:cion.
Y en adetante recobró ;;á"ür,, y
encontró en la Madre de Dios ioOos
los consuelos y ayudas qu;rr'rr_macita d" lp. tierra ya no le' podiá pro_
porcionar. Aloo paiecido r"'rl"Joió a
santa Teresita del Niño JesúscranOo
siendo muy niña se le murió su santa
madre. pronto .rp.=O a sentir unatristeza insoportabre parecrá'iue ioa
a enloquecer o a morir de tantJ tÁt"_za. Pero un día, estando rezañdo un_
te una imagen de Nuestra Señoá, l"pareció ver que la Virgen le ,onr.ir.Esa sonrisa Ie devorvid ra aregría v enadetante ra seguridad d¿ qñ'iá t¿r-dre del cieto ie reemp la)aría- a' la
rnamá de la tierra, la mantuvo confi a-
da y llena de gozo y de paz.
Al volver del funeral. Cuando San
Juan Bosco volvió del funeral de su
amadísima madre, Mamá Margarita,
entró al templo de María Consola-
dora y de rod¡llas ante la imagen de
M aría Santísima le d¡j o: «Madre que-
rid a, V¡ rgen M aría, LQuieres tú reem-
plazar a mi mamacita buena que se
ha muerto?. Es que sin madre yo no
puedo vivir». Y la Vi rgen Santa acep-
tó de tal manera su humilde petición,
que en adelante, en los 32 años que
Ie quedaron de vid a, San Juan Bos-
co, sint¡ó día por día la poderosísima
intervención de la reina del cielo en
su favor.
lmitemos estos bellos ej emplos. Lla-
memos en nuestro socorro a la M a-
dre de Jesús y EIla vend rá siempre
136
137
en nombre de su queridísimo Hijo a
traernos los auxilios mate rial es /"s-pirituales que necesitamos y un día
nos lleva ráde su mano hacia el Reino
eterno en el Cielo. Oj aláque asísea.
,ILI,
138 139
CAPITULO 14
SITUACION A LA CUAL
TODOS PODEMOS LLEGAR
Vivir la tercera edad con buen
humor. Un testimonio de Basilio San-
tos. ¿Quién soy, qué hago? Soy un
religioso m ari sta de 82 años, viej o,
enfermo, achacoso y débil, pero aún
me queda humor para escri bir sobre
mi vida y mis miserias, aunque no sea
escritor. De joven era fuerte, robusto,
deportista y muy sano. La vida es
sueño, decía CalderórJ. Un conj unto
de sueños han sido pa ra mí estos BZ
años que llevo sobre las espaldas.
Han pasado ráp¡damente mi niñez,
mi adolescencia, m¡ juventud, mi
edad adulta y,sin darme cuenta, es-
toy terminando mi tercera edad .
Esta últirna etapa ha sido para mí de
abundantes gracias porq ue ha
crecido mi vida de oración, et silencio,
la vida escondid a, et descanso, la
quietud Para encontrarme conmigo
mismo y pa ra prepa rarme at en_
cuentro con Dios, al fi nal de este
corto viaje.
Aunque física y mentalmente estoy
Perdiendo energías, me parece que
espiritualmente puedo subir a eleva-
das cumbres. Dios no jub¡la ni arr¡l-
Cona a nad¡e, aunque el desgaste eS
ley de lavid a.
Yo estoy tratando de hace r aho rauna
síntesis de sab¡du ría espigando fra-
ses bonitas, Y ya tengo más de 600
que intento practica r. Antes me dió
por recopilar chistes y junté unos S00.
Trato de estar bien con todos, sin
claudicar en Ia verdad, que siempre
tiene rnuchos lados. t4e parece que
con Sonrisas, bromas, Saludos y
atenciones estoy logran lo un m ayor
acercamiento a mis hermanos. Vale
140
141
la pena ser sembrador de sonrisas.
Yo me siento felizy dedico tres horas
d¡arias a mi form ación personal, cosa
que nunca pude hacer de joven. Ha-
cer el bien a los demás se ha conver-
tido en míen una pasión.
Conseruo luctdezde mente; no se me
ha oxidado Ia sustancia gris y me
ocupo con gusto en labores apostóli-
cas y esp¡rituales. Támbién tengo una
granj a con conejos que son una m a-
ravilla. Se reproducen de manera ex-
traordinaria. A míme sirve de d¡strac-
ción y de alegríatanta abundancia.
Además, con esa ocupación evito
que las p¡ernas se me paral icen o se-
quen y la guad aña de Ia muerte se
acerque para segarlas. D¡cen que a
los ancianos la muerte nos penetra
por Ia planta de los pies. La verdad es
que a unos nos ataca por los pies y a
otros por Ia cabeza. Yo estoy
contento con mi granja y con los pe-
queños servicios que realtzo en esta
casa. También me hago presente en
los patios para estar con los niños, y
desempeño pequeños servicios en el
colegio, según mis posib¡l¡dades.
¿Cuáles son mis preocupaciones
a los 82 años? Podría resumirlas en
el s¡guiente elenco que he anotado y
tengo siempre en mi mesa para no ol-
vidarme, pues se me olvida ensegu¡-
da lo que pienso, Io que leo y Io que
me d¡cen. Pero repito de nuevo, y
vuelvo a leer. Bueno, esto es lo que
escri bí:
1, Nunca pensar que mi enfermedad
y mi vej ezes la peorde todas
2. Nunca desconfi ar de mis esfuerzos
y posib¡l¡dades
3. Nunca considerarme un estorbo
paralos demás
142
4. Nunca vivir replegado en mi
enfermedad y limitaciÓn
5. Nunca converti r mis achaques en
tema ordinario de conversación
6. Nunca ensimismarme en Pen-
samientos pesimistas cuando
sienta soledad
T. Nunca creer que por estar enfer-
mo tengo más derechos que los
demás
g. Nunca ser exigente con los de-
más, ni quej arme de mis dolores
g. Nunca buscar que se compadez-
can y apiaden de mis dolores y
soledad
10. siempre estar atento
sidades Y Problemas
más .
11. siernpre ser estímulo para qule-
nes me rodean y me cuidan
12. siempre perrniti r de buena gana
la a¡uda de los demás
a las nece-
de los de-
143
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  • 4. presentamos hoy, pueden Ser esa ((cuota inicial» para ir adquiriendo un poco más de la sab¡du ría espiri tual que tanto necesitamos todos. San Gregorio Magno, famoso Pontífi ce, afirmaba: «JeSús, Como en las bodas de Caná puede Y quiere convertir en vino de Sabiduría nuestra ignorancia pero pr¡ mero exige que llenemos Con buenas lecturas las ti- najas de nuestro entendimiento. Tan- to más vino de sab¡duríaobtendrá ca' da uno, cuanta m ayor abundancia de buenas lecturas haya echado en su cerebro». Al rnás grande sabio de la lglesia Ca- tólica, Santo Tomás de Aquino le Pi- d¡eron un consej o para obtener sab¡- du ría y respond¡Ó. «Leer buenos l¡- bros. Volverlos a releer. Tratar de asi- milar y record ar lo que allíSe enseña. Pedir la iluminaciÓn del Espíritu San- to. Preferi r las lecturas mas fáciles de entender para cada lector, y no dej ar ningún,d ía sin Ieer alguna página de un libro espiritual)). Muchos han prac- ticado este sabio consej o y han ob- tenido preciosos proEresos en 3abi- du ría. Ahora nos toca el turno a noso- tros. Un notable conferencista moderno anda repitiendo de ciudad en ciudad: « El día en que Ud. se acueste sin haber leído algo formativo, ese día fue perdido para su cerebro ,y no tuvo progreso intelectual, Lástima que al- gunos y algunas, el único ¡¡bro que consultan cada año es...el Directorio telefónico». Para cuantas personas Ia vida es tor- mentosa, inút¡|, ruidosa, como un to- nel vacío que rueda loma abqo, ha- ciendo en gran ruido pero sin tener ningún contenido . LPor qué?. Porque no ded¡can unos minutos cada día a pensar un poco, mientras leen un
  • 5. Iibro formativo. Este sí que sería el riego que llenaría de frutos prove- chosos el campo de su vida d¡ari a. Los delegados de 110 países de la tercera Comunidad religiosa mas grande de la lglesia Católica enviaron un rnensaj e a sus colegas del mundo entero, efi el año 2002,y allí insisten 17 veces en que si alguien quiere obtener sab¡duría y progresar espiri- tualmente tiene que leer algo for- mativo cada día. Y terminan d¡ciendo: «Si no leemos por nuestra cuenta l¡bros espirituales, r'ros quedaremos ignorantes. Cada cual debe tener in- quietud por leer, estud¡ar y aprender algo nuevo cada día». Este I¡brito puede servir para lograr cumplir lo que han recomendado tan importantes person ales de nuestra santa relig¡ón. EXISTE U¡r LLBRO ALLE ALEJA LA TRISTEZAY EL DESA¡VIIWO. S^E TITT.]LA ,COMO ALEJARLA 6 7 DEPRESIO¡,I"
  • 6. METODOS PARA TENER PAZ FELICIDAD Y PROGRESO CAPíTULO 1 ACEPTAR LA VIDA COMO LLEGA. üarnbio provechoso. A San Juan Bosco cuando estaba mori bundo, Ios que lo asistían Ie recomendaban fre- cuentemente que p¡diera a Nuestro Señor le conced¡era la curaci J'r, pero él en cambio repetía. «Señor: Hága- se tu santa voluntad. Oue no se ha- ga lo que yo quiero, sino lo que quieres Tu". Esta es la más bella oración que se pueda decir en mo- mentos de dolory de sufri miento. Una respuesta impresi nante. Narra Ia Santa B¡blia que cuando Ilegaron los mensaj er s a contarl e al Santo Job que todos sus h¡j os habían rnuerto en un terremoto y que los guerrilleros le habían asesinado a to- dos sus obreros y Ie habían robado todos sus animales, Job exclamó re- signado: «D¡os me lo d¡ó D¡os me lo qu¡tó, bend¡to sea D¡os» y el L¡bro Sagrado añade esta bella noticia: r«En todo esto Job no pecó con su lengua». Y decía muy sabiamente: «rSi recib¡mos y aceptamos de Dios los b¡enes que nos concede, ¿Por- qué no aceptar tamb¡én los males que permite que nos sucedan?)). Y añade Ia Santa B¡blia que en todas sus grandes penal¡dades Job no pecó con su lengua. LOué se dirá de nosotros cuando nos lleguen los momentos negros y d¡fíciles?, Oj alá que sepamos imitar al Santo Job. ¿S erá que se sufre porque D¡os no está contento con nosotros?. H ay B
  • 7. un dato interesante en la Santa Biblia cuando habla del Patriarca Job. EI era el hombre cuya vida Ie era más agradable a D¡os, eh su tiempo. De él dijo D¡os hablando con sus ángeles: «¿Han visto a mi sielvo Job?. Es un hombre santo de excelente conducta, que teme ofender a D¡os y se aparta de todo lo que es malo. No hay otro tan bueno como él en la tierra (Job Cap. l). Y sus amigos decían de él : "enseñó a muchos a portarse biell , defend¡ó a los débiles, ayudó a los necesitados, animó a los que estaban tristes e infundió fortale- za a los que ya no podían más». (Job Cap. 4). Y sin embargo D¡os perm¡t¡ó que se llenara de llagas de pies a cabeza, que lo echaran de su casa y tuviera que irse a vivir a un basurero; que durante el día los muchachos se burlaran de él y por la noche el de- monio Io atormentara con pesad¡llas. ¿Por qu é? Porque, según dij o Jesús: D¡os al árbol que más quiere, rnás lo poda con sufri mientos para que pro- duzca mas frutos para la vida eterna (Jn. 15) Una buena escogencia. A San Francisco de Sales le preguntaron: ¿Qué prefi ere: morir joven o llegar a una buena ancianidad?. ¿lr directamente al cielo cuando se nnuera o pasar antes por el purga- torio?. Y respondió: «Ninguna de esas cosas deseo más que la otra. Ya Nuestro Señor pensó desde toda la etern¡dad qué era lo que más me convenía y eso será Io que me suce- derá. Yo quiero estar siempre com- pletamente de acuerdo con su San- tísima Voluntad. EI no necesita de mis consej os . Él es el que sabe. No- sotros somos los que no sabemos qué es Io mejor. Por eso lo más 1110
  • 8. conven¡ente es colocarse en sus ma- nos y dejarle que obre según su infi- nita sab¡duríay su gran bondad". Las declaraciones de una persona contrariada. Aunque ya es algo muy conocido, sin embargo conviene re- cord ar lo que d¡ce una gran placa en una sala intern acional de conviven- cias: «Pedí a D¡os que me hiciera fuerte pa ra sobresalir, y Él perm¡t¡ó que yo siguiera siendo siempre dé- b¡l para que me conselve hurn¡lde. Pedí a D¡os su ayuda para hacer obras g,randes y pasar la vida gozarl- do, y El me d¡ó tamb¡én penas y suiri mientos para que ayude a la salvación de otros, y le vaya pagan- do mis pecados. Le pedí r¡quezas, paz, honores y co- modidades para obten er, Ia felicidad aquí en la tierra, y El perm¡t¡ó tamb¡én que rne llegaran pobre zd, angustias, hum¡llaciones e inco- mod¡dades no sea que apegándo- me demasiado a los goces de esta vida pueda olvidary echar a perder los goces que me esperan en la vida eterna. No recj bí todo lo que Ie pedí a D¡os, pero El me dio Io que rnás necesitaba. Mis oraciones fue- ron escuchadas contrariando mis pi'opios deseos, p ara que se for- talezca mi voluntad y yo logre ob- tener una verdadera personal¡dad. Ahora me he convencido una vez mas que sí es verdad lo que dij o él Apóstol San Pablo. «Todo sucede para el b¡en de los que aman a D¡os» (Rom.B). 12 13
  • 9. CAPITULO 2 NORMAS OUE PRODUGEN TRANQUILIDAD. Muchas cosas empezaron por un comienzo arnargo. Cuando San Pa- blo curó a un paral ítico en Listra, lo que le vino aél enseguida fue una tre- menda pedrea que lo dej ó medio muerto. Parecía entonces que aquel milagro había sido inút¡l. Pero se fue a sanarse de sus heridas a un hogar muy p¡adoso y allí un joven llamado T¡ moteo al ver el valor, la paciencia y hasta Ia alegría con que el Apóstol sufría todo por amor a Cristo, se con- mov¡ó, se hizo bauttzar y en adelante fue el mas apreciado colaborador de San Pablo. Es que D¡os saca bienes de Io que en apari encia parecen ser males. Los dos golpes fuertes en la cara. San Vicente de Paúl era capellán de las cárceles de París. Un día un rico le regaló un pequeño costal con dos k¡los de monedas de oro y de plata. El santo se fue a visitar a los presos y al llegar a la celda de uno de ellos le dio el pequeño costalado de mone- das a un guardia y Ie d¡j o: «Láncele con fu erza el costal a Ia cara de ese preso» -Así !o hizo, y el otro al sentir el duro golpe empezó a maldecir y quej arse dlciendo: «Además de que me tienen preso ¿todavía me gol- pean? -Y no se tomó el trabaj o de mirar qué contenía el costal con el cual Io habían golpeado. Entonces el santo mandó recogerlo y al pasar por la celda de otro preso Ie volvió a decir al guardta. «Láncele con fu erza el costalado de monedas contra Ia cara de ese» -Así lo hizo el guardián. Y el preso, mientras se 14 15
  • 10. trataba de estancar con un pañuelo la sangre gue le salía por las nari ces a causa del golpe, abrió el pequeño costal y al encontrar allítantas mone- das de oro Y Plata, empezó a gritar: «¡Guardias, vengan, venganl A mí me tienen Preso por una deuda que no Pude Pagar. Aquí he encontrado todo el d¡nero que yo estoy debien- do» -En ese momento entró asu cel- da San V¡cente y le d¡io: «Muy ¡Bien! MUY b¡en. Lo felicito porgue Ud. en vezde ded¡carse a renegar por haber recibido un golpe, lo que hizo fue aprovech ar aquello con lo que to gol- pearon, para pagar sus deudas. Yo mismo haré venir aquí et ju ez pa ra que Ie reciba la bolsa de monedas y lo dejen en libertad» -Y así suced¡ó. Y el santo al na rrar este hecho en sus pred¡caciones decía: «Así debemos hacer cuando nos lleguen los golpes de sufri mientos, de enfermeOades, de pobreza y malos tratos. En vez de ded¡carnos a renegar, aprovechar to- do eso para ofrecerlo a D¡os y así irle pagando las grandes deudas que Ie tenemos por nuestros pecados». Unos camb¡os que se desean ha- cer y que no convienen. Decía el gran pred¡cador Monsabré: «Si Dios me conced¡era su omn¡potencia por 24 horas, verían cuantas cosas cam- biaríayo. Cambiaría mi economía, mi salud, m¡ buena fama, mis amigos y familiares. Pero si me conced¡era tamb¡én su gran sab¡duría, con toda seguridad gue yo dej aría todas las cosas como están, porque Io que D¡os permite que nos suceda es lo que mas nos conviene, aunque no- sotros no lo entendamos así por ahora. AI f¡ nal de esta vida veremos que todo suced¡ó para bien de los que aman a D¡os. S¡ Dios permite que 16 17
  • 11. E las cosas sucedan así, debe ser gue convienen paranuestro mayor b¡e11 . Un accidente. Vi ajan dos personas. La una perece en el accidente. La otra se conserua con vid a. ¿Por qué perm¡tió Dios que uno de ellos pasara en ese instante a la eternidad? No- sotros no Io sabemos, pero El sílo sa- be muy b¡en y es el dueño de la vida y jamás Ia muerte llega sin gue I Crea- dor asílo permita. Porqué el otro coJ,l- servó Ia vida y se ha recuperado tan satisfactoriamente ¿Por qué en aquel preciso momento apareció un joven y en su autornóvil IIevó ráp¡damente al hendo al hospital? Es que D¡os si- gue haciendo milagros en nuBS- tras vidas. Ouizás D¡os tenía planes de que el sobreviviente se ded ica ratoda víapor bastante tiernpo a hacer el bierl . D¡os tiene planes que nosotros no co- nocemos y que debemos aceptar y estar agradecidos. Lc cierto es que no se cae un cabello de nuestra ca- beza sin que D¡os así lo haya orde- nado. EI cambio obtenido en una cárcel. El escritor OSCAR WILDE (1 900) por ded¡carse a placeres que no eran lícitos fue llevado a Ia cárcel, Y allíel sufri miento le obtuvo enseñanzas que los placeres no le habían conse- guido. La tremenda prueba de la cár- cel modifi có su modo de pensar y vol- vió cri stiano el que había vivido hasta entonces como un pagarlo. El carcelero decía: «Lo que él haya sido antes, yo no Io sé ni lo juzgo. Pe- ro lo que si sé,y Io sé muy bien, es que aquí en la cárcel se comportó 1B 19
  • 12. como un santo)). Y el mismo Wilde escr¡bió después: «Yo entré a la cár- cel con un corazón duro y da ñado , y salí de allí con un corazón noble y convertido". Lo que puede el sufri- miento. A ALIIEIV DESEA ADAUIRIR t/¡üA GRA¡ü PACIEIVC IA LE CoI]rr:/rcA./tr LEEREL LIBRO ,, CIEIV F.. O RA[[.I LAS P/R,A LLEGA]? '4L ÉXITO", 20 21
  • 13. CAPíTULO 3 COMO HACER UNA LIMONADA CON CADA LIMONAZO OUE RECIBIMOS. A su tiempo todo se entenderá. -Dice Ia Santa B¡blia «Las obras de Dios son todas buenas. A su tiempo se sabrá que todo ha sido conve' niente y útil, Llegada la hora, todo lo que D¡os permite que, suceda, cum- ple el fi n por el cual El perm¡t¡ó que suced¡era (Ec. 139). Una santa afi r- maba: «Vivir sin sufri r, seria no ga- nar nada parael cielo». Cuando nos llegue el desánimo no lo atri buyamos a las cosas que nos suceden sino a la opinión que tenemos acerca de ellas (Epicteto). Hay que hacer como Jo- sué y Caleb, los cuales cuando Moi- sés Ios envió a explorar Ia tierra pro- metida, no solamente se fij aron en los males, peligros y sufrimientos que allí les esperaban, sino en las grandes posibil¡dades que la lucha por con- quistar esas tierras iba a proporcio- nar al Pueblo de D¡os. Tengo que fi rm arl e a Dios un che- que en blanco: que su santa volun- tad disponga de rní y de mis bienes üomo mej or le parezca. Pues lo que Él permita siempre será para mi ma- yor bien. Aunque ahora no lo entien- da, uo día lo entenderé sino en esta vida síen la otra. Por una paliza, una convers¡ón. En la ciudad de F¡lipos, San Pablo Ie echó el demonio que tenía una joven esclava, el cual la ha cía adivinar y con eso les produ cía buenas ganan- cias a sus dueños. De rabia porque se les acababa el negocio, los tipos excitaron al populacho y le d¡eron so- berana paltza al apÓstol y Io echaron encadenado a la cárcel. Él y su 22 23
  • 14. comp ñero rezaban y cantaban en la prisión, y los demás presos los escu_ chaban admirados. A medianoche hubo un terremoto y se les soltaron las cadenas, y se abrieron las puertas. El .rr.ál"ro quería suicidarse creyendo que los presos se habían fugado, pero pablo lo llamó y le drjo qué ahí estaban to- dos los prisioneros. EI carcerero emo- cionado se arrodiiló a tos pies der apóstol y preguntó: «¿eué debo ha_ cer para salvarme?»> y él le respon_ dió: <<Crea en el Señor Jesús y serán salvos Ud. y su familia». y los ins_ truyó acerca de Jesucristo y todos ros de esa casa se hicieron iautizar en esa noche y quedaron supremamen_ te contentos de su nueva ieligión. Cualquiera .hab-ría podido decir que san Pablo había fracasado ar echar el demonio de la esclava pues la res- puesta fue una espantosa paltza, pe- ro de aquello sacó D¡os la conversión del carcelero y de toda su familia. Así que cuando algo desagradable nos suceda, er vez de desanim arnos pensemos: ¿y qué bien querrá Dios obtener con este sufri miento que me ha llegado? -Seguramente que algo bueno se va a obtener de cada con- trariedad. Los tres caminos. A un matri monio le comunicaron que su h¡j ito qued aría ciego ,y los esposos en vezde deses- perarse y maldecir, lo que hicieron fue exclamar: «S¡ D¡os así lo ha per- mit¡do, hágase su santa voluntad» -Y les pregunt ron por qué no protes- taban por tan triste noticia y ellos respond¡eron: «Es que ante Ia contra- riedad hay tres caminos: el de re- negar, el de rabiar en silencio ,y el de 24 25
  • 15. acePtar en Paz lo que D¡os permite que nos suceda". El Pr¡ mero es dañoso. Et segundo es inÚtil. El tercero es el único que ag ra- da a D¡os Y que llena de paz el alm a. Por eso no nos queda otro camino que repetir con Ia sagrada B¡bl¡ a: «si aceptamos de Dios los bienes, ¿por qyé no aceptar también los maies? ¡El sabe mejor qué nosotros to que mas nos conviene!». ¡oué bello ej emplo de paciencia! Algo queda todavia. un enfermo se retuerce desesperado y se quej a en Ia cama del hospital. Pero el otro tull¡- do le d¡ce: ((Yo no puedo mover un dedo, Pero sin embargo puedo oír mÚsica, leer y habl ar y con eso estoy contento». Ese «Sin embargo» lte-*nÓ de consuelo al otro eñfermo. Porque cuando no nos fijamos solo en lo que nos falta, Sino en lo que aun nos qued a, puede volver otra vez la aleg ríaal corazÓrl . No confundir aceptación con apa' tía. El aceptar la vida como D¡os ha permitido que nos llegue no signifi ca res¡gnaciÓn fatalista, cruzarse de brazos y no hacer nada por remediar la situación. Lo irremediable hay qué aceptarlo, porque es inÚtil tratar de que ya no Sea aSí, Sería Como darle Cabezazos a una muralla de Piedra. pero a lo demás hay que esf orzarse por tratar de ponerle remedio. Puede ser que la solución no llegue muy fá- cilmente, pero si hay alguna esperan- za de remediar un mal no tenemos derecho ano tratar de remediarlo. Un lema antiguo y hermoso. No ol- videmos aquel lerna y oración que ya en el s¡glo cuarto repetía la gente y 26 27
  • 16. que tanto b¡en ha hecho atantas per- SONAS: .,SEÑOR: DAME FUERZA PARA CAMBIAR LO OUE SE DEBE CAMtsIAR, CONCÉOEME EL VA- LOR PARA ACEPTAR LO OUE NO SE PUEDE CAMBIAR, Y SABIDU- RíA PARA RECONOCER LA DIFE- ,q Gada cual le talta algo. En un bus de transporte intermunicipal le de cía un ciego al que estaba asu lado: (( ¿A Ud.que le falta? Amí me falta lavista. ¿Y a usted también debe faltarle al- go, porque a cada cual... algo le fal- ta? - Los dernás pasaieros cornen- taban: «Tiene razón el ciego». Pero acePtar con áni mo resignado lo que nos falta, produce una gran pa z. CAPITULO 4 ACEPTAR LA REALIDAD Lo que D¡os ha permitido. Tengo que aceptar con paciencia lo que D¡os ha permitido que yo sea,y Io que me haya suced¡do. Soy lo que soy, no porque así lo haya querido yo, sino porque D¡os así Io permit¡ó. Es Dios quien me dio este cuerpo con esas li- mitaciones; esta clase de inteligen- cia, este corazón, este temperamen- to, este carácter. Ouizás no me guste ser así, pero cier- tamente ello me viene porque un Dios que tanto me ama ha permitido gue así sea. ¿Y para qu é?. Seguramente que para m¡ bien y para el bien de otros. No solo debo aceptar con pa- ciencia esto que D¡os ha permitido sino también con alegría y agrade- cimiento. Porque aunque yo no Io 28 29
  • 17. entienda así, seguramente que será para mi mayor bien. En vez de maldecir, Io que debo ha- cer es exclarnar. ««Bendito sea Dios». Y añadir: «Señor yo no sabia lo que decía cuando me guejaba de lo que permitías que me sucediera. Todo lo que has permitido gue me suceda lo has hecho con amor, bondad y del¡- cadeza para conmigo y para el bien de los demás. Todo Io d¡spusiste y or- denaste con exquisita sab¡duría: mi familia, el ambiente donde he vivido, mis inclinaciones y hasta mis desilu- siones. LaE ordenes que he recibido y las proh¡b¡biones que me han dado. Y hasta esos pecados ajenos que me han hecho sufri r. Pues no habrían su- ced¡do si Tú no lo hubieras perm¡tido. Acepto Señor todas estas circuns- tancias contra las cuales tantas ve- ces me he resistido y he protestado. No mires a mis protestas de niño rebelde, sino a rni aceptación que ahora quiero hacer de tu santísima Voluntad». (P. Lombard¡). Una petición muy especial. Cuando la enferma ADELA KAM fue llevada a la V¡ rgen de Lourdes, donde sus fa- miliares tenían Ia esperanza de que obtuviera la curación, mientras otros enfermos gritaban: "Señor haz que yo vea" . "V¡rgencita haz que yo oiga". "Señor hazque yo pueda andar", ella en cambio repetía "Señor, haz que yo acepte. Hazque yo sepa aceptar lo que me sucede". Y aunque tuvo que sufri r nueve años de enferme- dad, del pulmón, de la cabezay de los oj os y recibir dos mil inyecciones y d¡ez operaciones quirúrgicas, y tuvo que mori r a los 29 años, ella siempre sonreía. Y repetía. ««Un día llegaré a comprender el por qué y Ia misteriosa 30 31
  • 18. razon de estos dolores que parecen inútiles». La llamaban <sla doctüra del dotor» Y Adela afi rmaba: «h ay que aprender a estar enfermo como se aprende cualguier otra profesió¡»> y sonre ía. y cuando le avisaron que se acercaba Su muerte exclamó. «Señor: retrasad el momento de la muerte hasta que se cumPla la medida de dolor que mas me conviene parapurifigarme de todos mis pecados y pa ra obtener et mayor provecho para los demás». Y §ünreía. Con razÓn et sabio medico Alexís Carrel que se dedicó a estu- diar cómo la V¡ rgen Santísima en Lourdes, a los enfermos que no tes concede la cu ración les obtiene una maravillosa paciencia pa raaceptar to que D¡os ha permitido que tes su- ceda, exclamÓ: «Nunca había imaginado que un enfermo pudiera llegar a ser tan feliz. No obtienen la cu ración, pero sí obtienen la acep- tación de lo que les sucede ,y eso les trae una gran paz>>. Lo que se gana aceptando el dolor. En 19 1B un impío descreído llevó su hij ita total mente paralizada al Sarl- tu ari o de Nuestra Señora en Lourdes, diciendo: «Si la veo completamente cu rada prometo convertirme. Pero esta cu ración va a ser imposible». Tan pronto la niña fue presentada an- te la imagen de la V¡rgen M aría, acompañada de muchos enfermos mas, el Padre Capellán exclamó. «Hermanos enfermos, ¿hay aquí al- guno que quiera aceptar pasar en- fermo el resto de su vid a, con tal de conseguir la conversión de un peca- dor descreído? En medio del silencio general , una muj er casi paraltzada que se movía ayudada por dos 32 33
  • 19. muletas gritó: «Yo)). Y una m amá que llevaba a su h¡j ito sordomudo añadió: «Acepto tener que soportar por toda la vida Ia mud ez de m¡ hij o con tal de que el pecador se convierta». En ese mismo instante quedó cu rada la niña paralizada , y el incrédulo papá cayó de rodillas diciendo: «creo, Señor, creo». Son los milagros de conver- sión que se obtienen aceptando la cruzde sufrimientos de cada día. MILES DD PERSO]VAS I{A¡ü ADQTJIRIDO FUERZA DE VOLL]NT,4D LEYENDO EL FORMIDABLE LIBRO QUE SE TITULA ,,EL COMBATE ESPIR/TUAL' CINffiBA?E 34 35
  • 20. CAPíTULO 5 SOBRELLEVAR LA ADVERSIDAD permite que nos suceda es lo que más nos convieJle. Lo contrario de lo que pensaba. Decía uno: «Un día me propuse: hoy no tendré ninguna contrariedad» ,y al salir a la cal le, por querer esquivar un bus me arrol ló una bicicleta y del ca- bezazo Ie derramé el ají a una vende- doray tuve que pagar las empanadas que cayeron a una alcantari lla sin ta- pa (dicen que les quitan la tapa para que se ventilen). Yo estaba estrenan- do un vestido de color ratón y me fui a casa a cambiarlo, porque había que- dado totalmente lleno de barro y allá me en cargaron que fuera a donde un amigo a devolverle un reloj que nos había prestado,y subí al bus que no era y me bajé en un sitio lleno de la- drones y allá me robaron el reloj . Y entonces me acordé de aquel re- fránque d¡ce. ((El hombre propone y 36 37
  • 21. I I D¡os dispone»» y de aquella otra en- señanza tan provechosa que re- comiend a: «h ay que reírse de uno mismo y gozar de Io ridículo que tiene la vida)). S¡ uno se toma demasiado en serio se enferma de los nervios. El 50 por ciento de las enfermedades nerviosas se deben a que no se acepta lo vida corno es y como su- cede, y me puse a silbar y en vez de rebelarme contra Io suced¡do me d¡j e: <«si opongo rni voluntad a la voluntad de D¡os, que perm¡t¡ó gue esto su- ced¡era, ffie estoy fabricando una cruz, pero si acepto alegremente Io que me va llegando y coloco mi vo- luntad paralela a la de Dios, ffie es- taré fabri cando una escalera para subir al cielo". El pr¡ mer rnedio de santif¡cación. Decía el gran pontífice Pío Xll «EI pr¡ mer medio de santifi cación es saber soportar Ia vida con dócil acep- tación de Io que D¡os permite que nos suceda, convencidos de que todo su- cede para bien de los que arnan a D¡os». Un caso h¡stori co: S¡ hubieran pre- guntado a un judío en tiempcs del rey Nabucodonosor: ¿Qué es mejor para Uds. Ios creyentes, quedarse en paz en su país, o ir desterrados a un país extranj ero?- -Quizás hubiera d¡cho que lo rn or era quedarse en su país. Pero a D¡os no Ie pareció así, y suce- d¡ó que los judíos que fueron Ilevados al destierro de Babilonia conseruaron su fe y adquirieron un gran valor para defender y practicar su relig¡ón, y en cambio los que se quedaron en su país perdieron la fe y llegaron a un espantoso grado de relaj ación de costumbres. Es que el sufri miento preserva y fortalece. 38 39
  • 22. Algunas ventajas de Ia advers¡dad, Una persona pensaba. «Dios me ayuda rnucho por la santidad que yo tengo» pero vinieron sus faltas y de- b¡lidades y caídas y ahora p¡ensa. «Dios me ayud a, no pgrque yo tengo santidad, sino porque El es muy bue- no». Hasta nuestros defectos nos ha- cen provecho, porque ellos derrurn- ban Ia m ural Ia de nuestra vanidad. Una señora que ahora es muy devota declaraba. ((S¡ mi esposo no se hu- biera muerto y no rne hubiera dej ado en el desarnparo; si mis familiares, por una calumnia que alguien me in- ventó, no me hubieran abandonado, yo nunca habría encontrado a D¡os,y habría seguido en el materialismo y en Ia irnp¡edad. Nadie puede tratar- nos mal si D¡os no se lo permite para nuestro bieJJ, D¡os podría no haber permitido eso, pero si lo perm¡t¡ó, por algún fi n bueno será. Dios tiene un 4A plarl , un fi n secreto cuando permite que ciertos males nos sucedan. Nada malo puede sucedernos sin el perrni- so de Dios. 41 . R.E CT.] E,IVT E,MEIVTE A
  • 23. CAPíTULO 6 UN ENEMIGO MORTAL OUE HAY AUE COMBATIR CADA DIA. Atacante a la puerta. Todos tene- mos un enemigo que busca cada día hacernos el rnayor mal posible: es el orgullo. Cada cual tiene un ídolo que adora día y noche es su propio yo, su egoísmo. De vezen cuando algún ex- plosivo hace volar el ídolo. Ese explo- sivo es Ia incomprens¡ón, o la critica, las humillaciones o las tentaciones y deb¡lidades y entonces sentimos tri s- teza e indignac¡ón. Como vivimos in- fl ando demasiado nuestro Yo, por eso hacen falta los p¡nch azos de hu- rn¡llaciones que Io desinflen (Larrañaga). Tres ídolos: p¡den cada día que Ios adoremos: la sensual¡dad, las rique- zas y el orgullo y en cualquier mo- rnento tenemos el peligro de caer en idolatría, en el error de adorar eSoS ídolos (ViganÓ). Los excesos. Quien vive sirviendo a su orgullo y a su egoísmo cae en dos extremos opuestos: cuando todo le resulta bien demuestra una alegría que le lleva hasta el desequil¡brio y cuando las cosas salen mal le llega la depresión también hasta el desequ¡- librio. Hacia quién Io alabe y Io felicita siente y demuestra amor y pred¡lec- ción. Pero hacia quien no le adora Su egoísmo y le critica, siente y demues- tra anti patíay hasta odio. Síntomas de esta enfermedad. Ouien tiene Ia enfermedad esp¡ritual del egoísmo y orgullo siente que es 42 43
  • 24. I I ¡ i mártir del trabajo y le parece que los demás no actúan lo sufi ciente. T¡ ene resentimiento por la falta de alaban- zas hacia su labor. Menosprecia los éxitos de los demás y trata de des- prestigiar aquien no !e alaba. Exalta su prop¡a labor: «yo h¡ce €s- to», Se atri buye a sí mismo los éxitos Iogrados. Cultiva Ia autosufi ciencia y a Ia vez el desprecio por el aporte de los demás. Prej uzga a los otros y los condena sin conocerlos. Aspira a al- tos cargos y sufre fuerte desilusión si no los consigue o los p¡erde. Alimenta el resentimiento contra los que Ie han herido en su orgullo. Hace obras con el fi n de prolongar su buen nombrer.¡ Orgullo y vanidad son los nombres de este modo de proceder. Aviso de lo alto. Jesús insistía mu- cho paraque evitemos este gran mal. De cía frecuentemente: «Tengan cuidado paÍano hacer sus buenas obras por aparecer, por que ento]l' ces pdrderían todo el premio que Dios les iba adar por ellas» (tvl at.6). Con este aviso quiere el Señor des- te rrar de nosotros la más tiránica de las pasiones, la vanaglori a, la vani- dad; el deseo de ap arecer, que ataca especialmente a quienes se dedican a hacer el bien. Es una enfermedad que llega precisa rente después que uno ha realizado obras buenas. Y Je- sús insiste en tres obras buenas que pueden producir vanidad o vanaglo- r¡ a: la limosna, el ayuno o mortifi ca- ción y la oracióJ1 . Sentíalásti ma el Redentor acerca de los fariseos que sacaban de esas tres obras el alimento parasu vanidad. «Ayuno dos veces por seman?». «Doy el d¡ezmo de todo». 44 45
  • 25. Y oraban en plena calle con los bra- zos extend¡dos... Jesús sabe muy b¡en que esa fi era del orgullo es as- tuta y ataca donde nadie podía ima- ginar, y roba los premios que D¡os iba a conceder. Por eso nos pone en so- bre aviso: «Cuidado, ho sea que por servir al orgullo se les queden sin premio de D¡os, las buenas obras que hacen»>. (San Juan Crisóstomo). Un enfoque equivocado. «El orgullo hace que todo quede referido a nues- tro yo. Aquella interuención que tuve; aquella persona que me alabó; esa colaboració que me pidieron; esas personas que me consultal'l ... y la ca- beza anda recordando cosas satis- factori as para Ia vanidad ,y Ia imag¡- nación s¡gue engordando al propio «yo» entre deseos insaciables de fu- turas grandezas y temores de perder el bri llo de la propia imagen. Si nos llenamos de orgullo acausa de nuestros propi s éxitos nos estamos alej ando de Dios porque le estamos robando a Él la glori a que se merece. El orgullo, el amor pro io es un balón lleno de humo, del cual salen tem- pestades de protestas cuando lo pin- chan. Afortunadamente nuestras mi- se¡ as y debilidades y las críticas de los demás y las desilusiones lo van pinchando continuamente para que no se nos suban a la cabeza los hu- rnos dañosos de la vanidad. Un apetito desordenado. El orgullo es un deseo desordenado de sobre- salir y de ser esti mado. Así como el glotón tiene apetito desordenado de comery beber, y el avaro tiene apetito desordenado de poseer d¡nero y bie- nes y el sensual tiene un apetito de- sordenado de gozar placeres sexua- les, así la persona orgullosa tiene un 46 47
  • 26. apetito desordenado y exagerado de recibir alabanzas y aprecios y de so- bresalir entre los denlás. La palabra «soberbia» viene de dos palabras del latín. «super ¡.. ire» estar más arri ba que los demás. Subir más alto que los otros. Pero todo el que se enorgu- llece será humillado. (Santo Tomás de Villanueva). El vacío que vamos a dejar. Ouiere saber, cuan grande es el vacío que Ud. va a dej ar en este mundo al mo- ri rse? Meta la mano en una vasij a lle- na de agua , y al sa carla mire qué tan- to vacío ha quedado.... Cuando Ud.y yo nos muramos el mundo seguirá lo mismo, o uizás mej or. Entonces Lparaqué tanto orgul I o? . ¿QLIIERtr EVITHR EL ORGILLO? LEAEL LIBRO TITULADO (( EL PEC'DO" SE VAAIMPRESIO¡üAR 4B 49
  • 27. CAPíTULO 7 SER ORGULLOSO ES COMO ALIMENTARSE CON HUMO. Una decepc¡ón. V¡ no una vez un hombre aped¡rme que Ie autografi ara un libro mío para regalárselo a su es- posa el día en que ella cumplía años. Mi vanidad me hizo pensar que en verdad un l¡bro mío era algo precioso, pero luego me desilusioné. Le pregunté al hombre: ¿Tendrá ella una gran sorpresa con este regalo? -Claro que s¡, se llevará una enorme sorpresa porque lo que esperaba co- mo regalo de cumpleaños era un abrigo de $ 300.000 y no esto. -Al es- cuchar la respuesta de aquel hombre caí de las nubes de mi vanidad y hu- m¡ldemente tuve que aceptar que lo que nuestro orgullo nos hace creer que somos es una tri ste fal sedad. (Og Mandino)- Remedio efi caz. Si me lleno de orgu- llo record aré mis caídas y recaíd?s, mis debil¡dades y rnis miseri as espiri- tuales. Si un extremo del barco se eleva demasiado, el otro extremo se hunde. Si me elevo por orgullo, me hundiré probablemente en pecados de impureza, de ira o de avaricia que me record arán lo débil y miserable que soy. (Og Mandino)' La experiencia de un veterallo. Benj amín Franklin en su autobio- graiia d¡ce: «Advertí que mi defecto áominante era el orgullo y me propu- se practicar la hum¡ldad y evitar toda cont radicción directa a Io que afi rma- ran los otros. Me negaba el placer de cont radecir a los demás y de señalar lo equivocados que estaban. Y así 50
  • 28. ii I, logré gue mi conversación se volviera más agradable y en 50 años nadie ha escuchado de mis labios una expre- sión desagradable o humillante. Éero me d¡ cuenta que el orgullo es qui- zás la pasión más d¡fícil de domi- nar y que necesita un esfuerzo conti- nuo para no dejarlo aparecer. Es ver- dad que lo disfrazamos y hasta lo amordazamos, pero cuando menos pensamos aparece por ahí. Y hasta nos hace sentirnos orgullosos de nuestra humildad». Los dos gue buscan el pr¡ mer Puesto. HaY dos amores que se d¡s- Putan nuestro interés y el pri mer puesto en nuestro Corazón: el amor de D¡os Y el amor propio. EI amor de Dios, cuanto más crece n nosotros rnayor felicidad y paz nos consigue. En cambio el amor propio exag.r?- do es Ia más temible de nuestras inclinaciones y nos lleva a excesos lamentables. El vive encendiendo el instinto de nuestra d¡gnidad personal y el deseo de obtener gloria y alabanzas; endu- rece el corazóny nos vuelve esclavos del egoísmo. Por eso hay que com- batir continuamente el amor propio como se hace con las malezas o ma- las hierbas en los cultivos. Y tratar de no fomentar aquello que pueda hacer crecer el orgullo y Ia vanidad. Lo que desea el corazon. El cora- zón humano está siempre sed¡ento de afecto , y le queda rnuy d¡fícil dej ar de amar un obj eto que ya está arnan- do si no encuentra otro mej or y que Ie atraiga mas. Por eso es necesario tratar de encender en nosotros el amor de D¡os, para que este vaya sustituyendo al dañino amor propio. 52 53
  • 29. Convencernos, con la ayuda de la fe, que lo que ama y busca el amor pro- p¡o es transitorio, Vano,y engañoso,y lo que busca el amor sobrenatural sí es duradero y valioso y nos trae go- zos infi nitos para la etern¡dad. Algo que puede arruinar. DecíaSan Juan Bosco: «Para tener verdadera efi cacia en el trato con los demás necesitamos refren ar nuestro orgullo y amor prop¡o. S¡ se dan cuenta que lo que buscamos es alimentar nuestra prop¡a vanidad, perdemos infl uencia. Muchas veces Ia infl uen- cia hacia los demás se va a la ruina porque nos ded¡camos a darl e gusto al amor prop¡o y a alimentar la propia vanidad. S¡ lo que se busca es lucirse y aparecer, pueden llegar muchos fracasos. Pero si lo que se busca es la glori a de D¡os, llegarán admirables éxitos espirituales. Sl buscamos nuest ra propia glori a, obtendremos serios disgustos. Si buscamos sola- mente tener contento a Dios conse- g u i remos pa zy perfecciÓJ',l )) . El peligro de las alturas. El humilde San Bernardo ex6lamaba'. «Le tengo pavor aser elevado a altos cargos y a recibir honores y alabanzas. Porque yo, mise raole, cuando sin merecerlo, iecibo altos puestos y honores, por- que los demás ignoran mis maldades acausa de la agilidad qué tengo para ocultarlas y dis¡mularlas, tengo el pe- ligro de oividarme enseguida de lo malo y déb¡l que he sido, y ernpiezo a creerme en m¡ interior tal cual me creen los demás que no conocen la miseria de mi corazón. Y comienzo a creer lo que dice la buena fama que me dan los otros y no atiendo a lo que me reclama mi cónciencia- Y tiendo a creerme tanto más santo y perfecto, 55 54
  • 30. cuanto más elevado estoy. Me aplau- do a mí mism y empi ezo acreerme rnejor que los demás». (Si esto decía un santo ¿Qué d¡rernos nosotros?). CAPITULO 8 ¡a. lr VANIDAD DE VANIDADES Y TODO VANIDAD. Dos inseparables. orgullo es la impureza del espíritu, y esta impure- za es la hermana mayor de la impu- reza del cuerpo. Donde llega la her- mana mayor llega también la herm a- na menor. Por eso el experi me tado sacerdote Don Bosco repetía: ((Solo el saber que alguien es orgulloso, basta pa- ra saber que tamb¡én s desho- nesto, porque el castigo del orgullo es la imp reza. Lo sé, por los l¡bros que he leído y por la experien ;ia de 35 años dir¡gier do espiritualmente a toda clase de individuos». Muchas personas no logran con- servar la pureza de su alma y de su cuerpo porque han levantado una 56 57
  • 31. ;! estatua como Ia que mandó hacer Nabucodonosor pa ra que todos la adora ran: es su orgullo, su vanidad, la irnagen de su propia estimac¡ón, y viven deseando que las gentes la adoren como si los éxitos que han obtenido fueran frutos de su esfu erzo y no de la bendición de Dios. Y enton- CeS sigue cumpliéndose lo que anun- ció JesÚs «Todo el que se enorgulle- ce será humillado». Una parábola de actualidad. Cuan- do JesÚs na rrÓ la pa rábota del fariseo Y del Publicano estaba pensando quizá en nosotros porque sabía gue el gran pelig rÓ en nuestra vida espi- ritual es creer con orgullo que uno lo- gra Ser Santo Por Su Solo esfue rzo y olvidarse de reconocerse pecadoi, déb¡!, miserable y manchado delante de Dios Y no record ar que solo su Perdón Y su misericordia pueden llevarnos a Ia santidad. EI fariseo después de sus palabras de orgullo volvió asu casa tal cual estaba antes: un costal lleno de orgullo y vacío de santidad. Pero el publ¡cano al reco- nocerse pecador y totalmente nece- sitado de Ia ayuda de D¡os, volvió asu casa santifi cado (Luc,18). Permanecer santame nte i n d ¡feretl - te. El santo Cura de Ars narraba que un santo muy antiguo quiso un día dar una lección esp¡ritual a un d¡scí- pulo suyo y le d¡j o: «Vaya al ce- menterio e insulte a los muertos»>. El otro lo htzo así y cuando volvió le preguntó el santo: "¿Qué Ie res- pondieron los rnuertos? -Nad a, nada -Entonces ah ora vaya y los alaba y los felicita" -Asílo hizo y al regresar le volvió el santo a preguntar ¿Qué le respond¡eron? -Nad a, nada. -Y le enseñó esta 5B 59
  • 32. conclusión: así debemos hacer noso- tros en la vida: no reaccionar de ira porque nos tratan mar y nos insuttan, ni estallar de alegría porque nos fe_ licitan y alaban. porque cada cuar es únicamente lo que es ante Dios, y na- da mas ni nada menos. No somos mas porque nos felicitan ni menos porque nos critican. Píldoras de sabidu ría. pensemos que Dios nos puede quitar de un mo_ mento a otro todo aquello de lo cuar nos enorgullecemos. La persona orgultosa no acepta una chanza ni una parabrita argo hiriente. !l orgullo le hace estattar énseguida. Quien se pavonea porque tuvó éxi- tos, y goza oyéndose repetir sus pa_ negíricos y alabanzas, se hace an_ tipático ante los demás y, tarde o temprano, Dios le humillará. Nadie es humilde si no recibe humi- llaciones. Dos terri bles enemigos de la santidad son el orgullo y la impu- reza. Siempre deberíamos repetir aquella bella frase del salmo «No a nosotros, Señor, no anosotros; sino a tu nombre, sea Ia gloria» (Salmo 115). Mensajes del L¡bro Santo. San Pe- dro y el Apóstol Santiago citan en sus cartas una frase del !¡bro de los Pro- verbios (Prov. 3,34) que d¡ce. ((D¡os resiste a los orgullosos, pero a los humildes les concede sus gracias y bendiciones". San Lucas da una noticia miedosa. Que quienes se de- jan llevar por el orgullo como los fariseos, frustran y hacen inútil el plan que D¡os tenía para ayud arl os. (Luc.7,30). San Juan en su pri mera carta recuer- da que una de las tres concupis- cencias o m alos deseos que hacen 60 61
  • 33. pecar a la gente del mundo es ,,la soberbia de la vid?, e! busc ar el pro- Pio honor Y alaban zas y no la glo ria de Dios». Algo que producía tristeza a Je- súS. Cuando el Divino Maestro ve ía como se comportaban algunos orgu- llosos que en lo que hacían y re zabLn Y regalaban, lo que buscaban era in- flar su propia vanidad, sen tía trist eza porque se daba cuenta de que esta- ban Perdiendo todo to que estaban dando, o haciendo. Y les anunciaba: «Ya recibieron su recompensa acá en Ia tierra)) (Mat.6,1 2). Por lo tanto Se estaban quedando sin las recom- pensas gue Dios tiene prepa radas en el cielo. Tengo que preguntarme: ¿por quién esto} obrando o aYudando? Sola- mente Para mímismo, paraaumentar m¡ buena fama y adquirir popularidad y aumentar mi orgullo? Pobre de mísi estásuced ¡endo as í porq ue entonces me estaré quedando sin premio para la eternidad. En la puerta del cielo lo que tendrá verdaderos premios será aquello que tenga por sello (s hecho por amor Dios". Y S^ER{S 62 63
  • 34. I CAPITULO 9 EN OUE HAY OUE PENSAR PARA LIBRARSE DE ESTE MAL TAN GRANDE. Remedios para evitar el orgullo. Preguntarse. ¿Qué soy? De la nada salíy a Ia nada tiendo. No tengo nada propio. Todo me ha sido prestado pa- raque lo administre. Soy frágil.Tengo rn alas inclinaciones. Mis éxitos y bie- nes dependen de la ayuda de D¡os y atri buirme algo o buscar mi orgullo en algo es una locu ra. ¿Qué puedo?. ¿De qué soy capaz por mi mismo sin la ayuda de D¡os? y entonces ¿ or qué enorgullecerme de m¡ ¡mpoten cia? (Tanquerey). Je- sús me s¡gue rep¡tiendo: «Sin mí nada podéis hacer». ¿Qué valgo? ¿Qué tengo que no lo haya recibido? Y si lo he recibido, Lpor qué me voy a llenar de vanidad por lo que no es mío? (San Pablo). Soy pecador: y comparado con los santos y con la santidad de Dios no soy en perf cción sino un pollo mo- jado y un burro muerto (S. Monfort) Desastres posibles: Puede uno ser discípulo de Jesús por tres años y verlo hacer los más m aravillosos mi- lagros y luego negarlo por tres veces como San Pedro. Puede uno oír al Señor hablar maravillas y ver a los paral íticos salir saltando y oír a Ios mudos empezar a hablar y a cantar, y luego vender a Jesús por treinta mo- nedas como lo hizo Judas. Y entorr- ces ¿por q é presumir de que vale algo en fortaleza o en santidad? Hay que obrar nuestra sant¡dad con temor y temblor. (1 Cor. 2,3). 64 65
  • 35. El Narcisismo. Cuentan que Narciso era tan hermoso que por estarse mi- rando en un pozo de agua cristalina caYÓ de cabeza y Se ahogó. EI nar- cisismo lleva a hacer obás no por amor a Dios sino por conseguir fama Y buen nombre , y dese ar que todos nos aprecien y hablen muy bien de nosotros. Triste condic¡ólt. EI orguttoso es el sepulturero de su aleg ria;se cotoca en el Centro de todo. Se sube men- talmente a un pedestat o sitio muy alto donde espe ra ser apreciado y fe- licitado. Tiene un concepto demásia- do elevado de si mismo y de tos hono- res que merece y de esa rnanera se condena a sí mismo a la infelicidad. No Puede haber aleg ría verdadera cuando uno se toma demasiado en serio y vive suspirando por obtener alabanzas y felicitaciones y aprecio de los demás. Terr¡ ble afi rmac¡ón. La Sagrada B¡- blia afi rma cuatro veces que D¡os odia el orgullo y que siente antipatía por el modo de cornportarse el orgu- lloso. Los profetas presentan siem- pre al orgullo com compañero inse- parable de la maldad y afi rman que después del orgullo llegan siempre la humillación y la v rgüenza, las d¡vi- siones, Ias peleas y la ruina. Con ra- zón el salmista exclamaba'. «Presér- vame Señor del orgullo y asíqued aré libre de un gran pecado»(S. 19). Es que el orgullo del ser humano cierra las manos del dador de todo b¡en (Marmion). El caso de San Luis. Cuenta la histo- ria que San Luis Gonzaga por ser el hij o mayor de una familia muy ri ca y con altos puestos de gobierno, sentía en su juventud violentas tentaciones de orgullo, de sentirse mas que los 67 66
  • 36. otros y de tratar de atraer hacia él la adrniración de los demás. Y llegó a dominar de tal manera su vanidad y a un grado tan grande de humildad que sentirse alabado se le convertía en un martirio. Todo Su gusto era morti- ficar su orgullo en todo lo que le fuera posible, dentro y fuera de casa. Recordaba con frecuencia que Nues- tro Señor nos da todos sus fayores, sus perdones, su Pa raíso, pero que hay algg que Dios no cede anadie: su glori a. El d¡ce en la Escritura: «yo so} el Señor y no cedo a nadie la gloria y la alabanza gue merezco» (|s.42,8). El orgulloso trata de atri- buirse y ganarse pa ra si mismo, ta gloria Y la alabanza que solo a D¡os debe atri buirse. Y esto no conviene de ninguna manera. lmped¡mento en el camino. En una visión contempló San Juan Bosco que se iba hacia el Paraíso con 800 personas y llegaba allí con unas ochenta únicamente. ¿Oué les había suced¡do a las otras? -Que se habían quedado en el camino recogiendo fl o- res sin perfume y corri endo tras rnari- posas que no se dej aban alcanzar. Y una voz le expl¡có: muchos quisieran llegar a Ia santidad y al Paraíso pero se quedan buscando alabanzas hu- manas y aparecer bien ante los de- más y se p¡erden |os verdaderos pre- mios que Nuestro Señor tiene reser- vados para quienes se ded¡can a ser- virlo a El y a buscar la gloria de D¡os y no lo gue infl a el propio orgullo. Lo mas natural que le puede suceder a quienes se ded¡can a infl ar su vani- dad, será que se desinflen por las desilusiones. Temor just¡ficado. Decía Santa Te- resita: «S¡ yo cometiera un pecado de 68 69
  • 37. orgulfo, por ejemplo creyendo que ya adquirí tal o cual virtud o que la puedo conseryar por mi propio esfuerzo o que los éxitos dependen de mis cuali- dades Y esfuerzos y no de la ayuda de D¡os, ffie vendrían tales males eS- Pirituales gue ya no se ría ca paz de perseverar en el b¡en, porque el orgrJ- llo es nuestra ruina". Tengo qué pensar en esto: Soy pe- cador, sujeto y enredado en muchas Pasiones; Por mí siempre voy ata na- da Y Pronto caigo; pronto soy venci- do. Fáci lmente me lleno de afán y de cobardíay soy muy inclinado adesa- nimarme y desfallecer. Soy más débil de lo que puedo pens ar. Tengo mu- cho de qué humillarme y menos de gué alabarme. Entonces ¿por qué tanto orgullo y vanidad?. (Kempis. lmitación de cristo 3,4) ¿Qué es la ambición? Es un desor- denado deseo de honores. Peca por ambición quien desea honores para sí, sin d¡r¡girlos a D¡os que es el autor de todo lo bueno que tenemos y que hacemos (Piscetta). ¿Que es la vanagloria? Vanagloria es el deseo desordenado de recibir alabanza por cosas que no merecen en realidad, por ejemplo vestidos lu- josos, adornos, joyas, luj o en carros; peca también de vanaglori a quien busca alabanzas y felicitaciones en personas que no tienen la sufi ciente capacidad de apreciar |os verdade- ros valores por ej emplo niños, perso- nas ignorantes etc. Algo que se quita porque no se me- rece. Hay una falta que se llama «Herejia de la vanidad» y consiste en aprop¡arse uno para si mismo los 70 71
  • 38. honores y gloria y alabanzas que se le deben tri butar a Dios que fue el que nos conced¡ó los éxitos y las cualida- des que tenemos. Y es un deber de D¡os para con su honor quitarle a la persona orgullosa, y vanidosa mu- chas bendiciones y ayudas que !e iba a conceder, y pasar sus mej ores ayu- das y bendiciones a las personas que hum¡ldemente reconocen que todo lo que son y obtienen es obra de la mi- sericord iadel Señor D¡os» . (Chautard ) El peligro del cacareo. En los cam- pos cuando Ia gallina pone un huevo empieza a cacarear y viene entonces la cornej a que es como un ratón gran- de y se roba el huevo. Así les sucede a ciertas personitas que cuando ha- cen obras buenas emp¡ezan a publ¡- carlas y a hablar de ellas con todo el mundo. V¡ ene entonces el demonio r de la vanidad y les roba el premio que iban a recibir del cielo (S. Francisco de Sales). Los travesaños de la escalera. Es- taba una escale racon los travesaños de abajo metidos en un lodazal y los de arri ba recostados en una bella pared de mármol blanco. LoS Pel- daños de arri ba llenos de vanidad preguntaban con desprecio a los de ab a1o: ¿Está sabroso el barro? -Pero vino el albañil y dió vuelta a la esca- le ra, y los peldaños que antes esta- ban abaj o y que ahora están arri ba preguntan a los que antes estaban ani ba y ahora están entre lodo: ¿Si- gue sabroso el barro? Este apólogo puede traernos la lec- ción de que si ahora estamos muy en alto, uh día podremos estar muy ab a)o, y que por eso no nos conviene 72 73
  • 39. humillar a los que están mas abajo, porgue «Gomo cada uno trate, así serátratado". Esa es la ley de la vida y siempre se cumplirá (Schwartz). Un destino fatal. EI Papa Pío Sépt¡- mo a quienes le hablaban de los grandes tri unfos que había con- seguido Napoleón, respond¡ó: ««Sus tri unfos no du rarán mucho, por- que es rnuy orgulloso y vanidoso, y la B¡blia dice que D¡os resiste y humilla alos orgullosos». Y así sucedió unos años después. Napoleón que había llevado al Papa cientos de k¡lómetros prisionero, fue llevado él también pr¡sionero por mi- les de k¡lómetros, y mientras el Pon- tífice que era humilde regresó l¡bre tri unfal mente a Roma, un 24 de ma- yo, Napoleón murió tri ste en el des- tierro. Dios humilla alos orgullosos. CAPITULO 10 GUALIDAD OUE PRODUGE ENERGIAS Y ALEGRIA. El experimento del hipnotizador. Del modo opti mista o pesimista con que pensamos de nosotros mismos, depende mucho la energ ía que ten- dremos pa ra trabaj ar. Un siquiatra lngles hizo este ensayo: hipnotizó a trJs levantadores de pesas que le- vantaban cada uno 45 Kgms. y les dij o y les repitió que ellos eran fuertesyvigorosos.Yenseguida cada uno de ellos levantó 60 Kgms. Después los volvió a hipnoirar y les rep¡t¡ó vari as veces que ellos eran débiles. Ninguno fue capaz de tevantar entonces más de 15 Kgms. De ahísacó la conctusión de que del modo opti mista o pesimista con que cada cual piense acerca de símismo, 74 75
  • 40. de ello depend erá en gran manera su capacidad paraactuary tri unfar. Reírse de sí mismo. Todos tenernos el peligro de caer en la enfermedad sicológica que consiste en vivir infra- valorandose a sí mismo y no apre- ciarse en lo que verdaderamente vale y puede. Y uno de los remedios para evitar esta enfermedad consiste en saber reírse de sí mismo cuando se corneten tonterías. Cuando somos capaces de reírnos de nosotros mis- mos estamos sanos neruiosamente, pero Guando vivimos enfadándonos contra nuestra persona y conv¡rtien- do en dramas Io que apenas son co- medias que deben hacer reír, esta- mos ya en peligro de enferm arnos de los nervios. lnmadurez y perfeccionismo. Hay que saber cerrar un ojo ante muchos aspectos algo negativos de Ia vida de cada dÍa. La persona inmadura es co- mo el adolescente, que quiere que to- do sea perfecto y se desencanta cuando algo no resulta a perfecciót1 . En Cambio quien tiene madurez, no pretende que todo sea perfecto, por- que entonces no podría pretender nada, sino que se contenta con lo im- perfecto , ya que no es posible con- seguir lo otro. Jamás se pone corno lema aquello de que las cosas se ha- cen a perfección o no se hacen, sino que se esrnera porque se vaya pro- gresando en lo que Se hace, Pero acepta que las cosas perfectas no se Conseguirán sino en el cielo. Gomparación. Los pesimistas creen que todo tiempo Pasado fue mej or, pero cuando uno se dedica a leer la h¡stori a antigua se da cuenta que las situaciones actuales son infi nitamen- te mej ores que las antiguas. (Carnegie). 7776
  • 41. Buen remedio. Decía un sab¡o: «Uno de rnis secretos pa ra mante- nerme siempre alegre es hacer de vez en cuando la lista de mis éxi- tos. Logro entonces convencerme que por cada cosa desagradable que me sucede en la vid a, me llegan tam- bién nueve más cosas ag radables y placenteras». Y una sana pregunta. Decía el santo Escri vá: ¿ ómo se puede ser pe- sirnista y no optimista si Jesucristo prometió que estará con nosotros hasta el fi n del mundo ,y anunció que ha recibido todo poder en el cielo y en la tierra y que EI nunca nos abando- nará si nosotros no lo abandonamos aEl?. Buenas conclusiones. El famoso escritor Murfhi repetía: "Corno Ia persona piensa, así puede su- cederle. En toda mi vida he conocido 7B m aravillosos prodigios obtenidos por gentes que aprendieron a llenarse de pensamientos optimistas y a des- terrar de su mente todo pensamiento pesimista y derrotista. Quien se llena de pensamientos alegres y optirnis- tas log ravencer la frustración y la me- lancolía y se l¡bra de la esclavitud emocional que proviene de la tris- teza; y se convierte en persona vic- toriosa)). 79
  • 42. PARA NrÍN SP SA¡rAN/rE¡r T E C OMIIENE C OITS^E GUIR Y L,EER EL snwpÁTrco LrBRo ,,AATTOLO GIA DEL BtlE¡T Consejo de un especialista. Un sa- bio conferencista tan afamado, que muchas personas viaj aban más de 20A kilómetros para escuch arl o, re- petía: «El médico sana las heridds, pero es solamente D¡os el que da Ia cu ración. Ouien práctica la oración con fe, obtiene m aravillas. Quien sa- be orar y ora todos los días, obtiene efectos admirables. La inspiración y la sabiduría y las mej ores soluciones pueden estar escondidas, y saldrán a fl ote cuando aprendamos a orar, a orar mucho y a no cansarnos de orar siempre». ¿Y si no hay respuesta?. El gran conferencista añadía. <« ¿Por qué si oramos, a veces no encontramos las respuestas que necesitamos?. Oui- zás sea porque nos falta cooperar con pensamientos positivos: creer que sí nos va a suceder lo bueno que BO HUMOR". B1
  • 43. ped¡mos. Paraobtener lo que se pide en Ia oración se necesita muchas ve- ces tener la convicción de que sí se obtendrá. La respuesta ala plegaria hecha con toda fe y acompañada de actitud positiva es muchísísimas ve- ces la realización de to mejor que de- sea el corazól,l». Saberguiar la mente. S¡ cambiamos nuestra actitud mental de negativa en Positiva, y nuestras emoc¡ónes de tristes en alegres, probablemente cambi arán tarnbién nuestras reat iza- ciones, de fracasos aéxitos. Pero pa- ra ello es necesario cambi ar la direc- ción de nuestra mente y no |Ieva rla del recuerdo de un fracaso pasado at temor de un fracaso futuro, sino del recuerdo agradecido de éxitos obte- nidos en el pasado, a tas sanas es- peranzas de victorias que nos podrán llegaren el poruenir. I Un tesoro escond¡do. Para cada uno de nosotros tiene el buen D¡os guardados y preparados muchos pe- queños éxitos(y qutzás también muy grandes) como en un tesoro escon- d¡do. Para encontrarl os se necesita unirse mentalmente con el pensa- miento y el buen deseo a la obtención de esas buenas realizaciones, y es- perar que sí llegarán , a su tiempo y cuando hayamos pagado esa cuo- ta inicial que consiste en esforzar- nos por conseguirlas; y creer que sí es posible obtenerlas. Creamos en esto: «Sí podré conseguir lo bueno que deseo obtener. A su tiempo, si no me canso de luchar y de esforzarme, todo lo que sea mej or para mi vida y para mi verdadero bien espiritual y material, Io podré conseguir». Pero tener cuidado, porque si vivimos cre- yendo que vamos a fracasar, podre- mos fracasar. 82 B3
  • 44. Gons¡derar lo que valemos. Si cada uno de nosotros no tuviera mas cu a- I¡dades que defectos, no habríamos sido creados a imagen y semej anza de D¡os. Desafortunadamente nos puede suceder como los avaros y a ciertos lirnosneros, que teniendo su habitación llena de b¡lletes y de mo- nedas, viven de manera rniserable. Estando llenos de cualidades que Dios nos d¡ó podemos vivir despre- ciandonos a nosotros mismos y repi- tiendo que no somos nada y que no servimos para nada. (Mentira e ingra- t¡tud, así se llama ese defecto). Por eso al llegar el examen de conciencia debemos aver¡guar siempre cuales son nuestros aspectos pos¡t¡vos, los valores reales que tenemos. Nos quedaremos admuados y daremos gracias a Nuestro Señor. Todos tene- mos un fondo bueno. A veces nos portamos mal ,y muy rn al, pero en el fondo no somos totalmente malos. mente. Valemos más de lo que nos imag¡- nemos. p araevitar una actitud depr¡- mida que hace mucho daño a la per- sonalidad es necesario despertar esa una actitud mucho rnás positiva de lo que aparenta. cada persona vale siempre más de lo que aparece, por- que tiene un fondo bueno y positivo, B4 B5
  • 45. el cual hay gue descubri r en nosotros mismos yen los demás. lmagen equivocada. Ouien sota- mente piensa en sus defectos, Iimita- ciones Y fal las, se forma una imagen equivocada de su propio yo ,y esto le lleva a pensamientos de melancolíay frustración y a replegarse en sí mis- mo y su actuaciÓn es pobre. P araob- tener Ia alegría de vivir es necesario descubri r los factores positivos que cada cual posee, las cualidades y ap- t¡tudes que tiene , y que qu izá des- conoce o no aprecia suficientemente. Ouien revaloriza su pr pia imagen progresaráen su modo de actuar. OPtimismo. Cuentan de un coronet del tiemPo de Napoleón, que des- Pués de una derrota llegó donde su jefe y le dljo: «M¡ Generá1, la batalla Se ha-Perd¡do, pero todavía ter€- mos tiempo pa raganar otra)». Es algo parecido a lo que decía Chur- chil en Ia segunda guerra mundial. «De derrota en derrota llegamos a la victoria fi nal». Porque aunque se p¡erdan batallas, Io importante es no perder la guerra. Los campesinos decían: «Las tardes más bellas llegan des- pués de las mañanas más tristes». Y «Nunca llueve tanto como después de que el sol ha sido muy quemante». Tri unfante n es quien nunca ha reci- bido derrota sino quien nunca se de- cla radefi n itiva me nte derrotado. ¿Hubo tie pos mejores?. En un papiro del siglo quinto antes de Cris- to, er Egipto, está escrito. «La vida está rnuy cara. EI dinero no alcanza para nada. Los h¡j os son rebeldes, y a la gente joven no Ie gusta rezar)). ¿Es que puede alguien acordarse de cuando los tiempos no eran d¡fíciles y B6 87
  • 46. el d¡nero no estaba escaso? (Emer- son) V¡sión Positiva. Así como no hay terreno tan estéri I que si se le riega, se Ie abona y se le cultiva, ho pueda convertirse en un hermoso jardín o en un campo fért¡!, así no hay carácter tan áspero ni un temperarnento tan mal inclinado que no pueda vencer- se, reformarse y llegar a ser una per- sonal¡dad agradable y simpática, si se pide la ayuda de D¡os y se perse- vera en tratar de mej orar día por día (San Francisco de Sales.). Aunque el optimista pueda estar a veces tan equivocado como el pesi- mista, lo cierto es que mucho más feltzy vive más años y los vive mejor. Cultivemos y practiquemos el opt¡- mismo y no nos arrepentiremos de haberl o cultivado y de haberlo prac- ticado. Til I I I I 1 I t I I I I EL LIBRO AUE I4IAS CO¡üTRrBL|YE AFOffi PERSO¡üAS OPTIMISTAS SE TITT.JLA: <: unequipodesicólogos ,'P. EuÉcER sALr'slrtAN Y t sEcdüt§flg B8 TRIU¡TFHR E¡ü LAVIDA)>. B9
  • 47. CAPíTULO 11 ToDoS NEcEStTAIvtoS UNA TVIADRE OUE NO SE NOS IUUERA. Refugio seguro. E I famoso padre Foucauld, ap¡stol del Árii.á, deió es- crito: « En tiempos de grande ansie- dad, de temores y d¡fióuttades inte- riores, no sab¡endó donde refujarme Y temiendo ser dominado por el m al espíritu, lrle puse totalmente en m a- nos de María Santísim a, encomer- dándome a su co razón de Madre del Perpetuo Socorro, Auxiliado rade los cristianos, F.lugio de lor d¿cadores, Consuelo de toJ aflígidos'|-Salud de los enfermos. Me colóqué án sus bra- zos como un niño pa ra que e¡a como buena Madre me fuera guiando pa ra hacer Y lograr, no to que yo quer ía, sino lo que :lla misma desáab;ó, ra glori a de su H¡j o. Desde aquel mo- mento me consideré siempre plen a- mente tuyo oh Madre de D¡os y he sentido día por día y hora por hora, tu poderosa intercesión y tu cariñosa y maternaI protección». Un apóstol simpático. De el padre Aime, el que propagó con más inten- sidad Ia obra salesiana en Colombia, un hombre de una simpatía tan im- presionante que para recorrer una cuadrao cien metros por las calles de Bogotá demoraba media hora porque todos, chicos y grandes, pobres y ri- cos querían salud arl o y escuch ar sus amables palabras, dice su b¡ógrafo: «Ante la V¡ rgen M aría era como un niño. Cuando hablaba de EIIa se entusiasrnaba, le bri llaban los oj os y su palabra se volvía elocuente y conrnovedora. Siempre en sus ser- rnones recomendaba la devoción a M aría Santísima. Le gustaba llarnarla 91
  • 48. Madre- En la predicación, en la confe- sión, en la visita a los enfermos, al ch arlar con los niños, siempre habla- ba de M aría Santísim a. Hasta en el delirio de su agon ía todavía reco- mendaba la devoción a M aría Auxi- liadora. No emprend ía ob ra algun?, Por Pequeña que fuera, sin encomen- darse a EIla. A la V¡rgen M aría acu- día en las horas difíciies de peligros, calamidades Y problemas, y d ía y no- che le rezaba. Cómo le impiesioñaba a la gente verlo con las manas juntas y la confianza d¡buj ada en su rostro, rezar devotamente ante ta imagen de M aría Auxi I iado ra. M uchas personas declararon que su devoción m ariana creció notablemente al escuch ar los hermosos sermones del Padre A¡me. EI repetía frecuentemente ta frase de su Patrono san Juan Bosco: «Propaguen la devoción a M arí¡ Santísima y verán lo gue son los mi- lagros». La Virgen en Fátima. Cuando aquel 13 de mayo de 19 17 los tres niños, Jacinta, Francisco y Lucia vieron en- tre un estallido de luz, que se les ap a- recía una Señora más bri llante que el sol, y rodeada de resplandores, pre- tendieron huir. Pero un gesto de la Madre amorosa y una dulce palabra los detuvo. «No teman. No les voy a hacer ningún daño)). Ella era her- mosísima, más que toda hermosura antes vista, oo se parecía a ninguna de las im ágenes que los niños habían visto. Parecía tener unos 18 años. Túnica blanquísima hasta los pies un cordón dorado colgado del cuello descendía por el manto. Su rostro de líneas purísimas e infi nitamente deli- cadas. Sonreía con una bella soll- risa pero acompañada de una som- bra de tristeza por los pecados del mundo. Sus oj os eran negros. En su última aparición d¡j o. «YO SOY LA VIRGEN DEL ROSARIO)). 92 93
  • 49. Es que el rosario, ahora y como en tiempos antiguos de grandes peli- gros, nos Ilevará a la victoria contra los enemigos del alma y de la sal- vación. De sus brazos llevaba col- gado un rosario lleno de cuentas que despedían rayos de luz y que pare- cían perlas. En sus seis apariciones siempre re- comendó rezar el rosario y encomen- dar a los pecadores para que se arre- pientan y se conviertan. P¡d¡ó tam- bién que recemos por Ia pazdel mun- do,y promet¡ó que al fi n su corazón lnmaculado Tri unfará. LAS ULTIMAS PALABRAS DE LA SANTíSIMA VIRGEN EN FÁTIMA, en su última apari ción, fueron estas: «NO OFENDAN MAS A DIOS, OUE YA ESTÁ MUYOFENDIDO»» "APARICIOIVES DE LA YIRGE¡ü DE FÁTIIIM)>. t//VA I{ISTORIAMUY EM)CTOIVAIVTE: LoS TRES ¡üÑoS augWERO¡ü ALA WRGENr. 94 95
  • 50. Preguntas que impresionarl . San Agustín preguntó a su numeroso pú- bl¡co en uno de sus emocionantes sermones. «está cada uno de Uds. contento de la pureza de su alma?». S¡lencio total... y añad¡ó: «Estará D¡os contento de la pu reza de nuestra alma?». y estalló en llan- to y todos los oyentes empezaron también a IIorar. Porque Io más segu- ro es que D¡os no estará contento, ni mucho ni poco de la pureza de nues- tra propia alma. Afortunadamente nos dejó Nuestro Señor una gran Protectora para ayudarnos a recu- perar Ia pureza que hemos perdido, es la lnmaculad a,la Purísim a,la que no tuvo ni s¡quiera la mancha del pe- cado original. María Santísima, la que Ie pisa Ia cabeza a la serpiente infernal. A EIIa le decimos. «<aquí te presentamos n uestra pu re za destro- zada, pisotead a, requemanchad a, 96 97 hecha pedazos. Ayúdanos Madre Santísima a recuperarla». Y su pro- tección poderosa nos ayud ará a re- cuperar la pureza perdida y destro- zada. Muchos han ensayado acudir a Ella y han logrado éxitos admirables. Ensayémoslo ahora nosotros. Jamás se oyó d cir que alguno haya recurri- do ala Madre de D¡os y que EIla lo ha- yaabandonado. (San Bernardo). Madre de Misericordia. La palabra «Miseri cordia» viene de dos palabras latinas: miser: miserable. Y cordis: corazón, Osea, es un corazón que se apiada y compadece de los rnisera- bles y déb¡les. Ya en el año 662 un li- bro mariano muy popular en Cons- tantinopla decía. «La Madre del M¡- sericordioso se mostró siempre muy misericordiosa durante la vida con toda clase de personas. Ella, Madre Inmaculada, mira con oj os de
  • 51. miseri cordia a nuestra alrna tan pe- cadora. Ell riega con SuS bendicio- nes a nuestra alma que se ha vuelto tan estéri I a causa de los pecados, y la hace producirfrutos de santidad. r Como Madre bondadosa viene en so- corro de las almas que Se hallan in- fectadas Por el Pe cado y las pasio- nes. fU aría trajo al mundo al rnejor Médico, a Cristo que es el que me- jor sabe sanar las almas y los cuer- pos. Madre del Salvador, supl ícale at Único que es rico en mis lri cordia que tenga Piedad de nuestra alma que ha llegado a ser presa de pecados sin número ,y que nos perdone nuestras lransgresiones tan frecuentes y da- ñosas)). De un del 9B tal Hijo, tal Madre. En el año mil gran teólogo escri bió: «La Madre Misericordioso no puede dej ar de ser Misericord¡osa. En su vida terrenal mostró misericordia y com- pasión haciendo toda clase de favo- res, y ahora llevada al cielo se ma- n ifiesta con m aravi I losas m i lag ros e intelvenciones admirables y si- gue demos trando con hechos con- cretos su extraordinaria miseri cordia: conversiones, reconciliaciones de pecadores, crecimiento de santidad en sus devotos, tentaci ones que se logran vencer, tristezas que se ale- )an, favores especialísimos que se consiguen, pazque se obtiene, salud que se recupera. Jesús gue es nuestro Abosl,ado ante el Padre, tiene junto a El una Abogada que ruega continuamente por noso- tros y nos consigue ayudas prove- chosísimas. EIla que conoce muy bien nuestra gran deb¡lidad no dej a un solo día de interceder por los pe- cadores que nos encomendamos a 99
  • 52. su protecc¡ón. Tú, la Miseri cordiosísi- ma entre todas las creaturas, pide al Misericordiosísimo que con genero- so corazón nos conceda su perdón y su eterna salvación». Un pacto rnuy consolador. Un san- to en Etiopía (Africa), tuvo una visión en la cual oyó que Jesucristo hacía este pacto con su Madre Santísima: «Prometo que a quienes publiquen tu rnisericordia y confíen en Ella,y por amor a Tí ayuden a los pobres y con- suelen alos afl igidos y canten himnos en tu honor y te d¡rijan fervorosas ple- gari as les concederé bellísimas ale- grías que )amás habían imaginado y te concederé poder para salvarlos y protegerlos»». ¿Ouién no desea obte- ner tan bellos regalos?. Pues a cum- plir las sencillas condiciones que exi- ge Jesucri sto, el Hijo de María. .TRATAD O DE LA lrc,RD/ÜERA DEVOUOIV ALA WRGEIV>>. u¡ü LLBRO QUE fA TRAIVSFOFI O A MILI O]VES DE PERS O¡üAS . 100 10 1
  • 53. I t,. i, ll Un libro famoso. Cuando el futuro Juan Pablo ll era un simple obrero que en tiempos de la guerra mundial trabajaba en una fabrica de produc- tos minerales, llevaba siempre consi- go el libro «Tratado de la verdadera Devoción a la V¡rgen Maria», com- puesto por San Luis De Monfort, y Io Ieía en los ratos l¡bres. Al fi n el l¡bro quedó totalmente recubierto de cal y de soda. Pero el joven Woltyla quedó también totalmente lleno de devoción hacia la Madre de D¡os, y afi rmaba después: « Ouien emp¡eza a leer «El tratado de la verdadera Devoción a la V¡ rgen María)), queda bajo su infl ujo. Es un l¡bro que lo tiene todo: estilo, fervor, convicción, intensa sol¡d ez, efocuencia, ¡nspiracióJ'r. Con razón este l¡bro se ha ganado, junto con «Glorias de María)), de San Alfonso, un puesto de pr¡ merísima impor- tancia en la lglesia Católica. De ese tratado dij o su autor San Luis De Monfort: «<es una buena preparación al reinado de Jesucri sto». En los si- guientes renglones vamos a exponer algunas de las ideas contenidas en tan importante tratado mariano. La frase preferid a. La frase que más ag radaba de su l¡bro a San Luis de Monfort era esta. «De M aría Santí- sima nunca se hab¡ará demasiado bien)). Y repetía: «La MaCre de D¡os no es más amada y más invocada por Ia gente, porque no se le ha hecho co- nocer y estimar más. Cuanto más se estime a una persona más se le ama- rá. Si recordáramos que EIla es la Obra Maestra de Dios y que la Santí- sima Tri nidad, para Ia salvación del mundo, eligió a María para que por medio de Ella nos llegarael redentor, y que en el cielo, Jesús que ha sido el hijo más cari ñoso que ha existido,f t t 102 103
  • 54. tu Slgue amando inmensamente a su Santísima Madre y no le niega ningún favor que Ella pida pa ra nosotror, la amaríamos rnucho más y nos engo- mendaríamos con tctal confi anza a su poderosa interces¡ón )) . Experiencia personal. San Monfort, recordando su experiencia personal, afirmaba que la devoción a la V¡ rgen eS causa de muchísimos éxitos espi- rituales y material es, pa ra sí mismo y en favor de otros, y que el descuidar esta devoción trae deterioro en la vida espiritual. Y afi rmab a: «Si a Je- sÚs le fue necesa ria y provechosa ta presencia de M aría en Su vida terre- nal, ¿cuánto más lo será para noso- tros que somos tan déb¡les Y tan ne- cesitados de ayudas?. No otvidemos darle gracias a Dios de vez en cuan- do Por los favores gue nos ha conce- dido por medio de M aríaSantísimá». 104 Falsa devoc¡ón. lnsiste San Luis en su famoso l¡bro que hay el peligro de que nuestra devoción a M aría Sarl- tísima V¡ rgen sea fal sa ,y que lo será si no nos lleva a enmendarnos de nuestras malas costumbres, si nos da pena hablar de Ella, si es solo devoción exterior y no del corazón, si nos imaginamos que estamos ha, ciendo demasiado en su honor. Dice que es fal sa la devoción de quien sí se conmueve ante una imagen de Nuestra Señora pero no su con- mueve ante una situación de pecado que le está esclavizando se alrn a. Una devoción a Ia V¡rgen gue no consiga la enmienda de la vida no es grata a Nuestro Señor. Demostré- mosle nuestra devoción a la Madre Santísima siendo misericordiosos con los necesitados. 105
  • 55. Cuatro detalles. Y continua diciendo el Santo: ((Existen cuatro modos de demostrarle a la V¡ rgen M aría nues- tra devoción: venerándol a, amándo- la, imatándola, e invocándola. Venc- rarla: osea admirar sus grand ezas: es Madre de D¡os, Virgen Purísima, Madre Misericordiosa y nos trajo al Salvador. Amarla: con el afecto de un hij o cari ñoso a la mej or de las M a- dres. Nadie después de Dios nos ama tanto como Ella. Irnitartra: en su pureza, e ñ su amor a Jesús, en su ca- ridad para con los necesitados de ayud a, en I paciencia ante el dolor, en su fe inmensa a pesar de tantas d¡fi cultades que se Ie presentaron. ln- vocarla: si lo hacemos experimenta- mos el poder de su intercesión y el deseo tan inmenso que tiene de ayu- darnos. EIIa tiene mas deseo de ayu- darnos que el que nosotros tenemos de recibir sus ayudas. Si no hemos obtenido más favores de su genero- sidad es porque no le hemos pedido más y con m ayor fe. Jamás n rdie ha recurri do a su bondad sin se aten- d¡do» CRE,ER AUE PODEMOS 106 107
  • 56. CAPíTULO 12 EL TESORO MAS ESTIMADO EN UN HOGAR. D¡ce la leyenda egipcia que cuando D¡os estaba fabri cando a Adán del barro de Ia tierra, uh cangrej o le mor- d¡ó un dedo y le sal¡ó una gota de san- gre y que de esa gota d¡vina fabricó el corazón de Ia madre. Esto para s¡g- nifi car que el amor materno tiene algo d¡vino en su generosidad, eh Ia su- bl¡m¡dad de su heroísmo y en su bon- dad. Notable d¡ferencia. Dos niños están jugando en la calle y ambos caen al suelo. El pri mero de ellos siente que unas manos cari ñosas Io acari cian, Ie enj ugan las lágr¡ mas, !e quitan el pol- vo de sus vestidos y lo levantan del 108 sueto, anim ándolo a seguir contento su viaj e hacia la escuela. El tiene una madre cariñosa y ella ha llegado a consol arl o y animarl o. El otro espera inútilmente que alguien venga a ayu- darlo. Ti ene que levantarse él solo, limpi ar el polvo de sus vestidos, secar sus propias lágri mas y seguir triste y solitario, llorando por la calle vacía. Ese niño... no tiene rnadre (José Selgas). Avarios hombres muy duros y agrios, se les nota en la tremenda aspereza de su rostro que de niños sufri eron la orfandad y tuvieron que crecer sin el amor de una madre- La película de Ia vida: pensemos en una pequeña película de nuestra vi- da. pri mera escena: LYes ese niñito llo rando en una cuna y una muj er, que no ha dorrnido en toda la noche, 109
  • 57. cuidando de él como su m ayor teso- ro? Ese niño eras tú ,y la muj er, tu m a- dre amable. Segunda escena: ¿ves esa madre joven gue corre en busca de un remedio, mientras el niño llora en su enfermedad?. ¿La ves llorando angustiada y p¡d¡éndole al médico que no dej e mori r al ser que ella más quiere? ¿Y no reconoces en esa bue- na madre a Ia que te trajo al mundo?. Ese enfermito eras tú. Gonclusión :es necesari o cumplir aquello que aconseja la S. B¡bl¡a: «Recuerda Io mucho que tu madre sufrió porti y demuéstrale tu grat¡tud con cari ño y tu buen comportamien- to». Nos amó pr¡ mero. Nuestra madre nos amó aÚn antes de que nosotros naciéramos. La llenábamos de ilu- sión y gozo mientras esperaba nuestro nacimiento, Cuando el ser humano nace lo espera el amor. Y es un amor gratuito, gue no espera le paguen en d¡nero ni en recomenda- ciones, sino solamente que Ie devol- vamos amor por amor. Triste real¡dad. Terri ble suerte la de quien carece del amor materno en su niñez. En las casas donde recogen niños hu értanos se ve en el rostro de ellos Ia tristeza de no haber experi- mentado el amor maternal. Dicen los especialistas que Ia inmensa mayo- ría de las enfermedades mentales (que ocupan más camas que otras enfermedades),se debe a que caFe- cieron de amor de madre en la ni- ñez. Pocos seres nacen tan incapa- ces y por tan largo tiempo de valerse por sí mismo, como la criatura hurn a- na. Pero Dios Io ha permitido así por- que al nacer Ie espera el amor. Y 111110
  • 58. bendito sea D¡os por ello. Amemos a nuestra madre, porque ella nos amó pri rnero. Y recordemos la promesa del l¡bro Santo: «Ouien honra a la madÍe, es como el que atesora». Retrato de una mujer. El último ca- pítulo del l¡bro de los proverbios en la S. B¡blia presenta el retrato autentico de una buena mamá. Dice así: «Ella vale más que una colección de esme- raldas y d¡amantes. Buena trabaj a- dora. Amable y exigente. Piadosa y cumplidora de su deber. Generosa y ahorrativa. Madruga a cuidar de su casa y de su familia y se preocupa porque a ninguno Ie falta nada. Tra- baj a hasta muy tarde. Sabe corregir a tiempo y dar buenos consej os.., (Prov. 31). Preséntale esta lista de cualidades a un amigo tuyo y él te d¡rá: «Ese es el retrato de tu Santa Madre». THAr GRAATDE sER;i LAI4IADRE I]EHASTADIOSSt]ISo TE]VER L/JVA. 112 113
  • 59. Mamá: ¿po_r qué tienes la cara tan manchada?. Una mujer tenía la cara tremendamente manóhada p"ro su hijito no había reparado ,"riárente en eso, pues el amor gue sentía por ella no le dejaba fijar su atención en sus defectos físicos. pero ar lrágar er primer día de a escuela, sus "á?lpr-ñeritos empezaron a preguntarle: ¿Por qué su mamá tiene Ia cara tan manchada?. Entonces at volv"i á "r-sa se le acercó y mirándola fijamente al rostro re preguntó con toda tonfian- za: ¿mamá: por qué su merced tiene la cara tan manchada ? Ellase ü"o-gió el delantat, se secó las maná, qr.tenía humedecidas por estar lavando los platos, y sentándolo sobre sus ro- dillas le contó Io siguiente: «Cuando tu eras todavía muy pequ ñito, ,n 0,, mientras estabas durmiendo "hlá "r-na cuando yo volvía de la calle Oe comprar el mercado, nuestra humilde casita se había incendiado y las lla- mas invadían todas las habitaciones. Las amigas me gr¡taban: ((vecina no entre a la casa porque se quem aráto- talmente». Pero tú estabas en Ia cuna y yo no podía dej arte morir allí. Así que atravesé por entre el terrible in- cendio, te envolví en un impermea- ble, y salí contigo en mis brazos, mientras me caían en la cabezatizo- nes ardiendo. Uno de esos tizones me cayó en la cara y me la deforrnó por completo, pero logré salvarte Ia vida. Esa es la razón por Ia cual tengo la cara tan manchada». -El niño se colgó del cuello de la buena mamá,le dió un beso y le dij o: «?hora te amo dos veces, una porque eres mi rna- má, y otra porque por salvarme Ia vida tienes la cara tan manchad€l». Ouién sabe cuantas canas menos tendría nuestra madre, y cuantas arrugas menos en su rostro, si no nos 115 114
  • 60. hubiera tenido a nosotros Pero por lo que hizo Por amor a sus hijos tend rá gloria Y una belleza inmensas pa ra siempre en el cielo. Una buena representación: et Pon- tífi ce San Gregorio Magno h¡zo pintar un cuadro de su santa rnadre y man- dó que Ie colocaran en su mano un catecismo, Porque ella fue la gue le enseñó Ia religión cuando él era pequeño. Hizo que la pintaran bendi- ciendo con la mano derech a, en re- cuerdo de las mil bendiciones que tan buena mujer le dio du rante su vid a. Le hizo pintar una túnica blanca en señal de su gran sant¡dad ,y un cin- turón rojo en recuerdo de lo mucho que tuvo que sufri r por cri ar b¡en asu h¡io, y debajo mandó escri bir lafamo- sa frase de San Pablo que dice: «La mujer se ganará el cielo criando y educando bien sus hryos» (1 Ti m.) - La golondri na y el viento del norte. Los rusos cuentan Ia leyenda de una golondrina que en diciembre se fue con una inmensa bandada de aves migratorias hacía el sur, huyendo de los terri bles fríos del invierno, pero al llegar a Belén se perd¡ó del grupo, pues cuando por la mañana se des- pertó ya las otras se habían ido y se quedó sin saber a donde d¡rigirse. Ese día oyó zumbar tenebrosamente al tem¡ble viento frío del norte que amen azaba d¡ciendo. «Golondri na, esta noche te mataré de frío>». Pero al día s¡guiente se la encontró y le dijo: <<¿Dónde te escondiste anoche que te busqué para matarte y no te pude encontrar?)). -Ah, es que en el esta- blo un buey manso me perm¡t¡ó dor- mir junto a sus narices ,y el aire tibio de sus pulmones no permit¡ó que me muriera de frío)). -Pues esta noche m ataré al buey y te mataré a t¡ - 116 117
  • 61. exclamó el viento. -y en verdad esa noche bramó más fuerte que nunca el vendavar, arrancó er teóno oár es- tablo y mató de frío al buey, d¿ a hgotondrina no ra rogró matái. Ái o-ia s¡- guiente la encontió volando por el pueblo de Belén y le pr"§rntó: -¿Dónde te escond¡áte ,ró.né qr.no logré encontrarte? -Ah, gg que un par de ancianos me permitieron refugiarme junto " ,, fo_ gón caliente y aitl puOe liOrrrr-" d"l frío y no congelarme. -Pues esta noche conge laré a los ancianos, apagaré el fogOn y , ti te mataré de frío, -gritó fuñoso'"i ven_ tarrón. y así lr.r, áquella nocná sopló con terrible viorencia et viento rreiáoo, derribó las ventanas. Entró aáár.¡t, de los dos ancianos, y lo hizo mor¡r de frío, perg la golondrina no la iogro encontrar- y ar día siguiente mientras ella revoloteaba ceróa de una .rár, 118 119 de Belén le preguntó el viento enfure- cido: -adónde te metiste anoche que no logré encontrarte para matarte?. Ah, respond¡ó ella muy contenta. -Yo entré a la cueva donde acababa de nacer el Niño Jesús y la V¡ rgen Santa me perm¡tió dormir entre el corazón de tan buena madre y la cabecita de tan precioso niño, y allí no sentí ni el más mínimo frío, sino el más agrada- ble calor de amor. -Ah, golondri n a, golondri na -exclamó gimiendo el tre- mendo viento frío, -has logrado des- cubri r el único sitio a donde mi frial- dad mortaljamás logrará llegar: el co- razón de la más Santa de las Madres y la cabecita del más bondadoso de los h¡j os!... y d¡ciendo esto se fué bra- mando por entre peñascos y pal- meras hasta desaparecer en el de- sierto. Corazón de madre tan bueno y gene- roso como el de María Santísima, no
  • 62. hay otro y no lo podrá haber jamás. Protector tan poderoso y buen'amigo como Jesucristo, nunca será posible encontrarlo, y ellos los dos éstar¿n prontos a defendernos de todo mar si nos les acercamos, con fe, con fiafizá y verdadero amor. Buena enseñ anza. Cristo nos ense_ ñó con su ejemplo el cuarto manda_ miento. Ét quiso tener una madre y la honró con su obediencia nasia-que cumpli sus treinta años. Su- prir", milagrg (el convertir el agu, "ñ vino en las Bodas de Caná), l;hiio por tos ruegos de la Madre §antísima. y en su muerte renunció a muchos otros consuelos, renunció a su fama, á to_ da otra clase de ayudas ,át"iiJ"r,menos al consuelo de tenerjunto a si en la cruzala Madre Doloroá,iirr. vunas de sus úl imas palabras-fueron para confiar al discípulo amado (San 120 121 Juan) que se encarg ara de cuidar y atender bien a la Santísima Madre. Con todo esto nos enseñó a tener con nuestra mamá los más exquisitos de- talles de amor, respeto y considera- ción. Dos madres. Los católicos amamos mucho a Ia V¡ rgen M aría porque Ella le dio a Jesús las manos con las que bendice, la lengua y los labios con que él pronunc¡ó sus m aravillosas enseñanzas que tanto bien nos ha- cen , los pies con los cuales va en busca de los pecadores, y que cla- vados en la cruz obtuvieron nuestra eterna salvación; el corazón que tan- to nos ha amado y que no dej a un solo minuto de amarnos; portodo eso que le dio a Jesús queremos mucho a M aría Santísima y Ie damos gracias y la felicitamos. Pero tarnb¡én hay otra mujer que nos htzo a nosotros
  • 63. esos mismos regalos que Maríahizo a Cristo. Es nuestra madre que nos regaló el cerebro que nos produce tan provechosas ideas, los oj os con los cuales logramos contemplar las rn aravillas de la natu ral eza, los oídos que escuchan los mensaj es de los demás y las bellas armonías, el cora- zón con el cual amamos a D¡os y al prój imo, Ias manos con las que garla- mos el sustento de cada día y los pies que nos sirven para recorrer los ca- minos de este mundo, Bend¡ta tú seas M aría que nos diste a Cristo que pagó todas nuestras deudas. Y ben- d¡ta mil y mil veces también nuestra madrecita de Ia tierraque formó en su vientre nuestro cuerpo, nos cu¡dó cuando de niños nada podíamos ha- cer por nosotros mismos, fue mej o- rando con sus consejos y buenas pa- labras nuestra personalidad, y nos ha acompañado por tanto tiempo con su gran amor. A eila hay que ofrecerre cari ño en esta vida y plegarias si ya óásó ala eternidad. Y en su compa- ñía espe rarnos gozar en el cielo para siemPre. 123 122
  • 64. CAPITULO 13 UN MANDAMIENTO DE ENORME IMPORTANCIA. Dos obselvaciones. San Pablo se admiraba de que cuando D¡os d¡ctó sus diez mandamientos en el monte S¡naí, al único que Ie promet¡ó premio inmediatamente fue al cuarto manda- miento. Dij o asíNuestro Señor: «Honra a tu padre y a tu madre y serás feliz. Y se prolong arán tus años sobre la tierra (Deut.s,16). Esa es una observación positiva. Pero existe también una obselY?- ción negativa. Una vez una señora le decía a un sacerdote educador: «Por qué no le insisten más a Ia gente acerca de la importancia que tiene el cumplir el cuarto mandamiento? Es 124 que son demasiadas las veces que olvidan los hijos honrar a sus padres como lo debieran hacer». Esta obser- vación tiene gran fondo de verdad' Una Página admirable' En la Biblia hay un libro t'*amente agradable Y muy Práctiáo ó'" tiene más de mil toítáot dá. giql utilidad' Se llama EL Ecuesn§frco, de Ben sirac' El capítulo tercero de ese hermoso libro trae una O" i" más imPlegionantes páginas que se haya podido escribir acerca del cuarto manbamiento' Dice así, inspiraáo pot Dios' «Quien honra ;;ü padre obtiene Perdón de sus Pro- pios Pecados' OYl"ltrata bien a su madre es co o si se encontrara un frecioso tesoro' Quien honra a su padre, será también honrado Por sus hijos, Y cuando rece será escuchado por Dios El Ñ" trata bien a su Padre recibirá bendiciones durante su vida' 125
  • 65. Y obedece a Dios quien se esfuerza por tratar bien a su madre. De obra y de palabra debes honrar a tu padre y así obtendrás bendic¡ón. La bendi- ción del padre trae muchos bienes a los h¡jos, pero la mald¡ción de Ia ma- dre trae desgracias. Ti enes que cuidar de tu padre en su vej ezy tratar de no causarl e tri steza. Aunque su mente se deb¡lite y d¡ga errores a causa de su vej ez tienes que ser comprensivo con é1. Recuer- da que los favores hechos al padre nunca qued arán sin recompensa y sirven para obtener perdón de peca- dos. El día de la tri bulación D¡os se acord ará de ti para ayudarte, si a tiempo ayudaste a tus propios pa- dres»». Son palabras inspiradas, d¡g- nas de ser releídas varias veces y practicadas du rante todo Ia vid a. 126 Filmadoras y grabadoras. El rnuY sabio pontífi ce Pio Xll decía a los esposos: «Recuerden que unas fi l- madoras de películas van fi lmando día por día el comportamiento de Uds. Son los oj itos de sus hijos- Y unas grabadoras van glabando hora por hora lo Uds. dicen. Son los oídos de los niños de su casa. Por eso es- fuércense porque todo lo que d¡cen y hacen les haga bien a ellos, y ningún ej emplo o comportamiento de los pa- pás les Pueda hacer mal' Un recuerdo inolvidable. En lngla- te rra un joven de 20 años buscaba a su padre para matarl o. Tuvieron que ence rrarl o en una casa de reposo rnental. Y el papá se admiraba Por que él nunca golpeó ni trató mal a su r-,ii o. Al fi n un hl pnoti zador logro que el joven volviera a record ar los días de su pri mera infancia y vino asaber que 127
  • 66. Cuando el niñito estaba en la cuna, el papa llegaba borracho y corría por toda la habitación detrás de laesposa tratando de golpearla, mientras ella lloraba y gr¡taba. Los ojos y los oídos del niño grabaron estas escenas y desPués llegado a la edad m ayor el odio estalló en su corazón contra et que había tratado de golpear al ser que él más quería, asu propia mam á. Nada se olvid a, ni lo bueno ni to malo. Prudencia pues en nuestras actua- ciones delante de los menores. Lo gue h¡cieres te lo harán. Un an- tiguo refrán enseña: «Hijo eres, pa- dre SeráS. 'Lo que hicieres te lo harán. Joven eres, viejo se rás. co- mo trates te trataráll». La ¡ey ine- xorable de Ia vid a, gue siempre se cumple, es y será esta: como cada cual trate a los demás, así de esa misma manera será tratado por ellos después. O como decía Jesús: «la medida que cada cual ernplea para dar a los otros esa misma medi- da se empleará paradevolverle y dar- le en cambio)). El niño de la cob¡ja. Un hombre lleno de salud y de v¡gor estaba cansado por que su padre ya muy ancianlto se había vuelto bastante cansón en la casa , a causa de que a su cerebro ya Ie llegaba poca irrigación de sangre ,y le hacía cometer errores. Y un día lle- no de cóleraechó al viej ito a Ia calle y Ie d¡j o: «A mi casa ya no volverá más». El ancianito tiritando de frío le rogaba d¡ciendo: «Hijo regál eme algo con qué cubri rme contra el frío». El malvado hij o llamó a su h¡j ito peque- ño y le dij o: «Vayaallá al ri ncón donde hay una cobij a o manta viej a de lana y regál esela al viej o para que se cu- bra». -Como el niño tardaba en vol- ver, el hombre se fue a buscarlo y lo 128 129
  • 67. encontró part¡endo en dos Ia cobij a o manta con unas tij eras. -¿Oué estás haciendo -rug¡ó el papá rnalhumora- do? -mira -le dijo el niño en su inocen- cia. -Estoy part¡endo por mitad esta cob¡j a, para darle la mitad al abuelito y guardar Ia otra mitad paracuando tú te hayas sacrificado por darme edu- cación, casa,y alimentación y cari ño, y te vuelvas viejo y canson, y yo te tenga que echar a la calle y tu me pi- das algo con qué cob¡jarte contra el frío. Te daré esta media cobija que me ha sobrado de la que le d¡ste al abuelo». EI hombre se quedó asom- brado; nadie sino D¡os podía haber puesto en labios de un niño una not¡- cia tan impresionante. Era como si nuestro Señor Ie dij era: «Lo que hoy haces contra tu padre anciano, otros lo harán contrat¡ , cuando llegues a la ancianidad». Y llamó a su papacito tan viejo y canson y Io recibló de nuevo cariñosamente en su casa' Quería irse preparando un buen trato ü; cuánoá a et le llegaran los años áá f , veiez Y de la debilidad ' Hasta aquí arrastré a mi abuela' Una mujer de un genio ferozvivia en un apartamánto dét quinto Pis de un edificio, con su abuelita que a causa de la veiezse había vuelto bastante caPrichosa Y cansonS Y un día, OásPu¿s de ula agril dis- cusión, la nieta agarrÓ de un Pie a la ancian, v iá á"utitÓ escaleras abajo' Hasta ef cuarto piso la guapa. abuela no llorO ni t" qüe¡o' Pero al llegar al tercer piso ámd"'-O a llorar y a decirle: «Deténnr* Li"t'' Que hasta aquí arrastré ;; también a mi abuela' cuando efia era anciana y cansof'Ia>»' -¿Cómo nos tratarán a nosotros cuando lleguemos a la veiez? ' Eso ááp"nderáLn mucho del modo como 130 131
  • 68. tratemos ahora a los ancianos. Por que la ley de la vida es: «Como cada cual trate, así le trataráll ». Con ra- zón insistía tanto Jesucri sto en este gran consej o: «Traten a los demás como quieren que los demás los traten a Uds.». Buen presagio. Se llama presagio a una señal que indica y anuncia algo que va a suceder en el futuro. Una vez el notable educador P. Jegusel cuando estaba recién ordenado de sacerdote fue a visitar a una familia y se d¡ó cuenta que una joven llamada Magdalena trataba supremamente bien a sus ancianos padres y asu an- cianisimo y muy déb¡l abuelito. Con cari ño Ie dijo.»» Magola (así Ia Ilama- ban en su casa), en su ancianidad va a tener muy buen trato de parte de otras personas porque Ud. Dernues- tra una admirable caridad para con sus Padres Y :Y abuelo'» 50 años después volíió Jegusel a aquella ciu- ;;"t visitando un ancianato se en- contró .on'üágoalena que estaba siendo admirabi"*"nte bien tratada allí por las religiosas que d]i:91?: el ;i;ñ;i vá¡ui"Éontó' o§u anuncio de hace *"o,J r''t" se ha cumplido a la ffi;. rt¡it familiares con una genero- sidad admirable me están pagaldo la pensiÓn en este ancia ato en el cual las buenut religiosas me tratan como si yo tuerá " ñi¡u o s.u P'oni1-ya*'' Me siento i'n ieliz' tan aPreciada Y bien ,t"ío'oá Por todas' Y mis Pa- rientes me visitan por turno cada do- mingo Y Pu=o ho¡9s felices en su agradable TPu!,i:' No siento las amarguras de la velez» El !.l:,nutt' le resPoñáio'' Es que en sllYldu t" esta ,r*óiünoo lo que anyl:ó san Pablo: «« Lo que 93d" cuál cultiva' eso"ot"-"f,J;''Ud'cultivÓcariñoY 133 132
  • 69. car¡dad hacia los ancianos y ahora en su ancianidad esta cosechando tam- b¡én cari ño y caridad. Bend¡to sea Dios!. Algo gue h¡zo estremecer. Suced¡ó que afi nales del siglo 2A. El ju ez leyó la sentencia a un hombre por asesino y ladrón. El sentenciado se puso de pies y exclamo: « acepto la sentencia por que me la merezco. Pero yo pido que la condena se haga extensiva a otros dos seres que son pri ncipalí- simos responsables de m¡ dedicación a la maldad. Uno es ese hombre que cuando yo peleaba con mis compa- ñeritos en vez de invitarme a no ser agresivo me decía: ((muy bien. Deles duro. No se dej e. Vénguese y atáque- los»>. Ese hombre que es mi padre, aquípresente, ffie fué llevando hacia la agresividad y el cri men. Y aquíesta tarnbién una muj er que cuando yo llegaba a la casa con algo robadg "n u"l=de casti arme Por mi maldad me animaba y decía: «<Vivo el jovencito' ü;t bien. rsta demostrando que es ;;i inteligente» -Y así con su alca- huetería me hizo caer en el vicio de robar. Paraellos pido también la sen- tencia de condenación, Por qug en i"=de llevarme Por el camino de la hánotubilidad y de la amabilidad' ffie encaminaron hacia la agresividaf V el robo». La mamá caYÓ desmaYada' El papá quedó Pátido,como una botella áá'tecn". lod demás que esta.ban allí pr"r"ntes rePetían estremecidos de [rrot. «los que siembran vientos' co- iechan temPestades» ' Una madre reemplaza a .otl".lrlo' dre. Cuando santa Teresa de Avila' a los quince años, quedó huérfana de madre empez Ó a enflaquecerse de tanta tristez a Y a no Poder comer ni 135 134
  • 70. dormir. Entonces se arrodilló ante una imagen de ta Santísima Vlgen y le dijo: « Madre Santrsima: y ";t soycapaz de vivir sin mamá "n é ta i¡erra ¿Quieres tú reemp lazar a la mama_ cita que se me muriói - y rJ parec¡O grre Ia Virgen.le aceptaOa su pátr:cion. Y en adetante recobró ;;á"ür,, y encontró en la Madre de Dios ioOos los consuelos y ayudas qu;rr'rr_macita d" lp. tierra ya no le' podiá pro_ porcionar. Aloo paiecido r"'rl"Joió a santa Teresita del Niño JesúscranOo siendo muy niña se le murió su santa madre. pronto .rp.=O a sentir unatristeza insoportabre parecrá'iue ioa a enloquecer o a morir de tantJ tÁt"_za. Pero un día, estando rezañdo un_ te una imagen de Nuestra Señoá, l"pareció ver que la Virgen le ,onr.ir.Esa sonrisa Ie devorvid ra aregría v enadetante ra seguridad d¿ qñ'iá t¿r-dre del cieto ie reemp la)aría- a' la rnamá de la tierra, la mantuvo confi a- da y llena de gozo y de paz. Al volver del funeral. Cuando San Juan Bosco volvió del funeral de su amadísima madre, Mamá Margarita, entró al templo de María Consola- dora y de rod¡llas ante la imagen de M aría Santísima le d¡j o: «Madre que- rid a, V¡ rgen M aría, LQuieres tú reem- plazar a mi mamacita buena que se ha muerto?. Es que sin madre yo no puedo vivir». Y la Vi rgen Santa acep- tó de tal manera su humilde petición, que en adelante, en los 32 años que Ie quedaron de vid a, San Juan Bos- co, sint¡ó día por día la poderosísima intervención de la reina del cielo en su favor. lmitemos estos bellos ej emplos. Lla- memos en nuestro socorro a la M a- dre de Jesús y EIla vend rá siempre 136 137
  • 71. en nombre de su queridísimo Hijo a traernos los auxilios mate rial es /"s-pirituales que necesitamos y un día nos lleva ráde su mano hacia el Reino eterno en el Cielo. Oj aláque asísea. ,ILI, 138 139 CAPITULO 14 SITUACION A LA CUAL TODOS PODEMOS LLEGAR Vivir la tercera edad con buen humor. Un testimonio de Basilio San- tos. ¿Quién soy, qué hago? Soy un religioso m ari sta de 82 años, viej o, enfermo, achacoso y débil, pero aún me queda humor para escri bir sobre mi vida y mis miserias, aunque no sea escritor. De joven era fuerte, robusto, deportista y muy sano. La vida es sueño, decía CalderórJ. Un conj unto de sueños han sido pa ra mí estos BZ años que llevo sobre las espaldas. Han pasado ráp¡damente mi niñez, mi adolescencia, m¡ juventud, mi edad adulta y,sin darme cuenta, es- toy terminando mi tercera edad . Esta últirna etapa ha sido para mí de abundantes gracias porq ue ha
  • 72. crecido mi vida de oración, et silencio, la vida escondid a, et descanso, la quietud Para encontrarme conmigo mismo y pa ra prepa rarme at en_ cuentro con Dios, al fi nal de este corto viaje. Aunque física y mentalmente estoy Perdiendo energías, me parece que espiritualmente puedo subir a eleva- das cumbres. Dios no jub¡la ni arr¡l- Cona a nad¡e, aunque el desgaste eS ley de lavid a. Yo estoy tratando de hace r aho rauna síntesis de sab¡du ría espigando fra- ses bonitas, Y ya tengo más de 600 que intento practica r. Antes me dió por recopilar chistes y junté unos S00. Trato de estar bien con todos, sin claudicar en Ia verdad, que siempre tiene rnuchos lados. t4e parece que con Sonrisas, bromas, Saludos y atenciones estoy logran lo un m ayor acercamiento a mis hermanos. Vale 140 141 la pena ser sembrador de sonrisas. Yo me siento felizy dedico tres horas d¡arias a mi form ación personal, cosa que nunca pude hacer de joven. Ha- cer el bien a los demás se ha conver- tido en míen una pasión. Conseruo luctdezde mente; no se me ha oxidado Ia sustancia gris y me ocupo con gusto en labores apostóli- cas y esp¡rituales. Támbién tengo una granj a con conejos que son una m a- ravilla. Se reproducen de manera ex- traordinaria. A míme sirve de d¡strac- ción y de alegríatanta abundancia. Además, con esa ocupación evito que las p¡ernas se me paral icen o se- quen y la guad aña de Ia muerte se acerque para segarlas. D¡cen que a los ancianos la muerte nos penetra por Ia planta de los pies. La verdad es que a unos nos ataca por los pies y a otros por Ia cabeza. Yo estoy
  • 73. contento con mi granja y con los pe- queños servicios que realtzo en esta casa. También me hago presente en los patios para estar con los niños, y desempeño pequeños servicios en el colegio, según mis posib¡l¡dades. ¿Cuáles son mis preocupaciones a los 82 años? Podría resumirlas en el s¡guiente elenco que he anotado y tengo siempre en mi mesa para no ol- vidarme, pues se me olvida ensegu¡- da lo que pienso, Io que leo y Io que me d¡cen. Pero repito de nuevo, y vuelvo a leer. Bueno, esto es lo que escri bí: 1, Nunca pensar que mi enfermedad y mi vej ezes la peorde todas 2. Nunca desconfi ar de mis esfuerzos y posib¡l¡dades 3. Nunca considerarme un estorbo paralos demás 142 4. Nunca vivir replegado en mi enfermedad y limitaciÓn 5. Nunca converti r mis achaques en tema ordinario de conversación 6. Nunca ensimismarme en Pen- samientos pesimistas cuando sienta soledad T. Nunca creer que por estar enfer- mo tengo más derechos que los demás g. Nunca ser exigente con los de- más, ni quej arme de mis dolores g. Nunca buscar que se compadez- can y apiaden de mis dolores y soledad 10. siempre estar atento sidades Y Problemas más . 11. siernpre ser estímulo para qule- nes me rodean y me cuidan 12. siempre perrniti r de buena gana la a¡uda de los demás a las nece- de los de- 143