DOCUMRNTO

1. 1 APUNTES ANTES DE LA AURORA, O 19 TESIS
SOBRE EL PRESENTE.
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas UCE·mardi 4 avril 2017
Por: Martin Aulestia
I
Que tan generalizada está en la sociedad la necesidad de apelar a la intervención militar da cuenta de lo
fascistizada que está esa sociedad.
II
Qué tan dispuestos están a imponer una voluntad particular por medio de la intervención armada da cuenta del
modo en que las clases directamente dominantes exigen recuperar para sí directamente el poder del Estado.
III
En momentos de turbulencia económica, las clases dominantes requieren el poder directo del Estado para
administrar sus intereses. Requieren, pues, posicionar de tal modo las velas que, a pesar de la tormenta, no sean
ellos quienes sean aventados al mar.
IV
La fascistización de una sociedad -y eso lo sabía perfectamente bien Walter Benjamin- es el síntoma de una
izquierda que ha fracaso presentándose como una alternativa viable (diríamos, civilizatoria) y deseable al capital.
V
La política no se concretiza como producción de voluntades únicamente con la apelación racional. La política
debe necesariamente apelar a su vez al deseo. La sociedad debe desear la construcción colectiva de un algo-otro
distinto al capitalismo.
VI
El fracaso en la apelación al deseo de los sujetos es uno de los fracasos recurrente de la izquierda durante las
últimas décadas. El triunfo del capitalismo abstracto y ultra-estético se convirtió en un medio arrolladoramente
efectivo de producción de deseo, y la izquierda no ha logrado volverse sincrónica con esa realidad.
VII
Las diversas modalidades del populismo, por su parte, entienden mejor la necesidad de construir voluntades
desde la apelación al deseo. Apelaciones que, en tanto se dirigen al deseo, se dirigen por ello a reacciones no
racionales exclusivamente. La izquierda global, durante más de una vez en las últimas décadas, ha debido ver
cómo los populismos (cuando no la derecha francamente radical) se han granjeado el apoyo popular que debiese
corresponderles. Las reacciones ante éstos han sido diversas: desde el rechazo franco, hasta la negociación e
incluso la adscripción, con lo que la izquierda se ha diluido en el populismo más de una vez, confundiénse y
confundiendo.
VIII
Una vez que, en el imaginario social y en el sentido común se generaliza la identidad ficticia entre populismo e
izquierda, quien pierde es la izquierda. Ante los inevitables fracasos y ambigüedades del populismo, la
identificación fantasmática con la izquierda produce que la izquierda radical y anticapitalista deje de parecer una
opción posible. El populismo, pues, ha consumido los ánimos de transformación más o menos radicales que en
determinados momentos (y como fruto de las grandes crisis políticas, sociales, económicas y culturales que genera
inevitablemente el capitalismo) han fecundado en el seno de la sociedad.
IX

2. Se pasa entonces a identificar sin matices ni mediaciones a los populismos con las izquierdas. Se oculta
comprensible pero falsamente el hecho de que el populismo es una forma excepcional del Estado capitalista, cuya
tarea es mediar en las crisis que provocan que el dominio directo de los económicamente poderosos no sea ya
posible.
X
Es sintomático que en un momento de su desarrollo, la ambigüedad de los populismos vaya clarificándose en una
evidente apuesta por los sectores enriquecidos de la sociedad. El retorno de las clases directamente dominantes
al poder del Estado es, pues, preparado por los mismos gobiernos que tan aparentemente contrarios a las élites se
muestran. Ellos mismos, gustosos, cumplen parte de las tareas que se proponen los dominantes.
XI
Si estos momentos excepcionales del Estado capitalista están todavía en condiciones -fundamentalmente en
cuanto al grado de desgaste de su "maquinaria electoral"- de mantenerse en el poder, la reacción de los grupos
económicamente poderosos, las élites y diversos grupos de presión en tanto que agresiva, violenta e intransigente,
da cuenta de una conciencia en las élites sobre su lugar de dominancia en una sociedad, sobre la naturalidad que
asumen de ella, y sobre la convicción de que, sea por los medios que sea, están dispuestos a retomarla.
XII
Así, la fascistización de la sociedad no coincide de modo inmediato con el ascenso de un gobierno de corte
fascista. Eso sucedería si la presión de los poderosos consigue interpelar a los militares como garantes de su poder
económico. En ese sentido, no obstante, debería apelarse a otro periodo de "anormalidad" en la composición típica
de la dominación burguesa. La fascistización, por tanto, puede no coincidir con el ascenso de un gobierno
fascistoide, pero si puede ser la palanca ideológica de identificación con el proyecto existente de las clases
dominantes. Un gobierno aparentemente democrático en lo político y liberal en lo económico puede
perfectamente representar a la vez el racismo, la xenofobia, la homofobia, el clasismo descarnado y la violencia
de su electorado promedio (situaciones en las que el populismo se muestra, con variantes no generalizables, más
o menos ambiguo). Puede, pues, convivir perfectamente bien con el retorno de la dominación de las clases
poderosas en términos típicos, de democracia representativa burguesa, e incluso con la recuperación elemental de
ciertas garantías institucionales en términos burgueses.
XIII
La situación de la izquierda en un momento tal es perfectamente incierta. Por un lado, convive con una sociedad
en la que se ha generalizado un rechazo instintivo a lo que sería la izquierda, resultado de la apropiación
irresponsable y problemática que los populismos han hecho, enunciativamente, de su causa. En una sociedad casi
proporcionalmente polarizada entre la perpetuación del populismo y el retorno al gobierno del Estado de las clases
dominantes, la izquierda encuentra espacios enormes de resistencia a sí misma. Por otro, se le abre la posibilidad
de reemprender procesos organizativos, de lenta pero necesaria constitución de voluntades colectivas. Le queda,
entonces, ensanchar esos espacios reducidos que hoy puede encontrar en los intersticios de la dominación
proporcionalmente distribuida. Y eso requiere asumir una actitud radicalmente crítica consigo misma, en todos
los niveles. Para ello, pues, la rigurosa investigación y generación de pensamiento crítico resulta indispensable e
impostergable.
XIV
El único modo en que el pensamiento puede ser auténticamente crítico es dejando de servir a cualquier amo, como
quería Bolívar Echeverría. El pensamiento crítico que se ha de abrir hacia el porvenir, que ha de propiciar el
ensanchamiento de las ahora reducidas brechas en donde la izquierda puede sembrar una semilla, ha de ser un
pensamiento que se sepa, desde el principio, alejado de toda urgencia política. Se ha de servir a sí mismo en tanto
que crítico, y entonces ha de servir a esa tarea que se le presenta hoy como necesidad.
XV
Se ha de rehuir, pues, de la generalizada y superficial crítica al "intelectualismo". El propio temor que sectores de
la izquierda muestran por el pensamiento crítico entendido en esos términos no es otra cosa que un síntoma de la
desorientación generalizada.
XVI
El pensamiento crítico, que se sabe crítico, en modo alguno rehúsa de la política. Se sabe a sí mismo, de vis a vis
como enteramente político y comprometido. Se comprende como político desde la especificidad de la práctica

3. teórica. No hay, pues, partición alguna entre ambas cosas sino aquella que arbitrariamente quiere encontrar la
confusión encarnada.
XVI
El modo en que la izquierda ha de reposicionar un proyecto político no sólo creíble en lo racional, sino además
deseable, que eche raíces en la voluntad colectiva, se ha de reconocer primero como inmerso en una crisis de sí
mismo. Sólo cuando se reconoce la crisis se puede pasar, pues, a la crítica, con la que comparte una raíz
etimológica común. Ha de mostrar, hoy más que nunca, que -en una diferencia radical con el populismo- no es
estatista, y que concibe al individuo no como subordinado al Estado, sino como potencialidad constreñida
precisamente por el mercado que, en medio de la tormenta que nos toca, se quiere volver a liberar en sus fuerzas
más incontrolables y desastrozas.
XVII
A través de todo ello, se enfrentará contra la tendencia fundacionalista propia del populismo. Demostrará que la
historia de lucha y resistencia empezó mucho antes que él; que éste en buena medida es una consecuencia de
éstas, y que ha de seguir después de él. Irá a esa "cita mesiánica con el pasado" (Benjamin) y cepillará a contrapelo
la historia oficial que el populismo y sus intelectuales han producido de sí mismos. Mostrará, pues, la
heterogeneidad y multiplicidad del pasado que de un sólo plumazo se busca desechar. Mostrará entonces a la
sucesión de generaciones como un presupuesto elemental de toda historia posible. Es decir, en tanto que
generación, nos hará dar un brinco permanente al pasado. En ello, se enfrenta también a la tendencia de la
dominación contemporánea que busca afirmar la sola contemporaneidad del presente, desechando como
monumento, reliquia y pieza de museo al pasado.
XVIII
En su relación con el pasado como monumento muerto y enterrado es donde el populismo y la dominación más
usual de la burguesía, nacional y global, se muestran mejor que nunca como hermanos que beben y se alimentan
de la misma fuente.
XIX Se ha de identificar este pensamiento de la crisis en tanto que crítico, y crítico en tanto se sabe pensamiento
de la crisis de sí mismo, con las palabras de Dante que Marx cita en 1867: "¡Seguil il tou corso, e lascia dir le
genti! (¡Sigue tu camino y deja que la gente hable!).