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Educación, Mercado y Cultura; Un Debate pendiente en los intelectuales
                          chilenos y latinoamericanos.




Inserción Necesaria


Estamos viviendo un momento muy especial en la historia del imperialismo: el
tránsito de una fase clásica a otra, cuyos contornos recién se están dibujando pero
cuyas líneas generales ya se disciernen con claridad. Nada podría ser más
equivocado que postular, como hacen Hardt y Negri, la existencia de un nebuloso
“imperio sin imperialismo.”


De ahí la necesidad de polemizar con sus tesis, porque dada la excepcional
gravedad de la situación actual: un capitalismo cada vez más regresivo y
reaccionario en lo social, lo económico, lo político y lo cultural, y que criminaliza
los movimientos sociales de protesta y militariza la política internacional, sólo un
diagnóstico preciso sobre la estructura y el funcionamiento del sistema imperialista
internacional permitirá a los movimientos sociales, partidos, sindicatos y
organizaciones populares de todo tipo que luchan por su derrocamiento encarar
las nuevas jornadas de lucha con alguna posibilidad de éxito. No hay lucha
emancipatoria posible si no se dispone de una adecuada cartografía social del
terreno donde habrán de librarse las batallas.


El foco de resistencia lo ubicamos en América Latina. Algunos rasgos decisivos
distinguen esta zona de las anteriores. En primer lugar, una resistencia al
neoliberalismo y al neo-imperialismo que conjuga no solamente lo cultural sino lo
social con lo nacional – es decir, comporta una visión emergente de otro tipo de
organización de la sociedad, y otro modelo de relaciones entre los estados.
Recordemos, además que Latinoamérica es de hecho la única área del mundo
con una historia continua de trastornos revolucionarios y luchas políticas radicales



                                                                                   1
desde hace un siglo. Ni en Asia, ni en África, ni en Europa, encontramos
equivalentes a la cadena de revueltas y revoluciones que han marcado la
específica experiencia latinoamericana. El ciclo popular mas reciente, que
comenzó con la revuelta zapatista en Chiapas, ya ha visto la llegada al poder de
Chávez en Venezuela, las victorias de Lula y Kirchner en Brasil y Argentina
respectivamente, el derrumbe de Sánchez de Losada en Bolivia, y los estallidos
sociales en Perú y Ecuador.


Si bien es cierto que hay muchos brotes prometedores de resistencia regional e
internacional contra el neo-liberalismo, también cabe preguntarse ¿cuál es la
situación respecto al frente de combate contra el neo-imperialismo?


Finalmente, dotar a este frente de resistencia de una crítica consistente de sus
conceptos-claves es nodal y vital para combatir con fuerza más certera la nueva
hegemonía mundial en el marco de la batalla de las ideas.


Todo movimiento de ruptura hoy es una postura de rebeldía y de conocimiento,
que aúna la voluntad de sobreponerse a las circunstancias con el esfuerzo por
concederle al conocimiento el status de conciencia vigilante. Tiene algo de la
herencia romántica de resistir las inercias, aventurándose por las posibilidades y
haciendo que se destaquen los aspectos oscuros de la vida. Pero el marxismo es
la recuperación de la vida como criterio de verdad, el rechazo a quedarse sumido
en las formas lógico formales de un conocimiento puramente cognitivo.




Si acordamos con Manuel Sacristán cuando afirma que en el pensamiento de
Marx coexisten diferentes concepciones de ciencia, la propia del positivismo como
un conjunto de hechos que sirven de comprobación empírica, el clásico concepto
de science, con aquella otra vinculada más bien a la tradición alemana de una
concepción de mundo, sin tanto apego a los hechos, la Weltanschaung, significa
que se complejiza mucho la relación entre sujeto y objeto.



                                                                                2
En el marxismo tiene lugar una reinstalación del sujeto, pero no como un yo o ego-
individual, ni como simple logo cartesiano, o pura manifestación de la subjetividad,
sino como ser histórico que se historiza en su simple afán de ser. El conocimiento
no consiste simplemente en una apropiación de objetos-estructuras-cosas, sino en
un reconocimiento de espacios con sus posibilidades y límites para poder
desplegarse como sujeto.


Pero si el marxismo pretende construir la relación con lo real desde el
reconocimiento de momentos, en los que además de observarse hechos y
situaciones, tienen lugar relaciones entre sujetos, individuales y colectivos, no
puede limitarse la construcción del conocimiento a la simple apropiación de
objetos.


De ahí que la forma dialéctica de pensar (no nos debe sorprender, especialmente
a partir de la obra de Marx) encuentra una de sus expresiones culminantes en la
incorporación de la dimensión política en la construcción del conocimiento.


La idea central es saber recuperar las exigencias del movimiento en el marco de la
totalidad. Más que pensar en la totalidad como articulación debemos poder pensar
en sus aperturas (que son las que condensan a lo dado y lo posible de darse), al
producto y a su potencialidad.


Las formas de construir el conocimiento constituyen colocaciones ante ámbitos
problemáticos mucho más vastos que los propios de los objetos particulares de
conocimiento.


Estamos viviendo un momento muy especial en la historia del imperialismo: el
tránsito de una fase clásica a otra, cuyos contornos recién se están dibujando pero
cuyas líneas generales ya se disciernen con claridad. Nada podría ser más
equivocado que postular, como hacen Hardt y Negri, la existencia de un nebuloso



                                                                                  3
“imperio sin imperialismo.” De ahí la necesidad de polemizar con sus tesis, porque
dada la excepcional gravedad de la situación actual: un capitalismo cada vez más
regresivo y reaccionario en lo social, lo económico, lo político y lo cultural, y que
criminaliza los movimientos sociales de protesta y militariza la política
internacional, sólo un diagnóstico preciso sobre la estructura y el funcionamiento
del sistema imperialista internacional permitirá a los movimientos sociales,
partidos, sindicatos y organizaciones populares de todo tipo que luchan por su
derrocamiento encarar las nuevas jornadas de lucha con alguna posibilidad de
éxito. No hay lucha emancipatoria posible si no se dispone de una adecuada
cartografía social del terreno donde habrán de librarse las batallas.


La flagrante irracionalidad del capitalismo contemporáneo los convoca a todos a
una lucha sin cuartel contra la mundialización neoliberal. Sus líderes, otrora
sonrientes desde las tapas de las revistas de circulación masiva, ahora no pueden
ni siquiera reunirse en una localidad tan aislada y tan poco propensa al
descontento como Davos.


El tránsito del neoliberalismo a una formación social ética, política y socialmente
superior no será factible si no se responde a estos desafíos concretos de la
coyuntura que nos invita el comienzo del siglo XXI.


Ciudadanía, Cultura y Construcción de Códigos


La conformación de una esfera económica más o menos separada con su propio
sistema de poder se ha realizado..


De modo que, los padres fundadores norteamericanos crearon un ciudadanía
pasiva, una colección de ciudadanos – ‘el pueblo’ – concebido como una masa de
individuos atomizados – no como una categoría social como el demos ateniense
sino como un grupo de individuos aislados con una identidad política divorciada de
sus condiciones sociales, especialmente en lo que se refiere a su pertenencia de



                                                                                   4
clase. Las elecciones se transformaron en el ‘todo’ – las elecciones en donde cada
individuo actúa sólo, no únicamente en términos de privacidad sino también en
aislamiento respecto de todos los demás.


  A lo que me refiero aquí es a la estrategia ideológica de reducción e
  identificación de la democracia con estos límites y derechos liberales.
  Precisamente con esta estrategia aparece toda una nueva historia de la
  democracia que en lugar de trazar el progreso del poder popular orienta y
  convoca nuestra atención hacia algo distinto de esto.


La variación más reciente en este tema es la propuesta por Hardt y Negri en su
libro Imperio. Ellos nos dicen que el poder del capital imperial está en todas partes
y en ninguna. El Imperio, dicen, es un “no-lugar”. Y debido a que no hay puntos
tangibles de concentración del poder capitalista, no puede existir realmente un
contra-poder.


No es verdad que el estado territorial que conocimos se encuentre en declinación
frente a la economía global. Por el contrario, creo que el capital depende más que
nunca de un sistema de estados locales que administren el capitalismo
global……tal vez hoy más que nunca, de un sistema global de estados; las luchas
verdaderamente democráticas – entendidas como contiendas para cambiar el
balance de poder de clase tanto dentro como fuera del estado- pueden llegar a
tener un efecto mucho mayor que en épocas anteriores.


Y las corrientes teóricas de izquierda o alternativas más de moda en estos días
son completamente incapaces de dar cuenta de este problema




                                                                                   5
Al poner la vara     Hardt y Negri nos demostrar cómo algunas concepciones
equivocadas del poder en la sociedad capitalista han oscurecido la naturaleza
imperialista del capitalismo y la naturaleza misma de la democracia capitalista.


‘En este espacio uniforme del Imperio’, dicen los autores, ‘no hay espacio de poder
–en otros términos, el poder está a un tiempo en todas partes y en ningún sitio-.
Imperio es una ‘ou-topia’, o realmente un ‘non-place’, un no-lugar. Esto significa
también que no hay forma efectiva de contra- poder. En otras palabras, la noción
que los autores nos plantean del ‘Imperio’ refleja una negación del imperialismo en
cualquiera de sus sentidos convencionales –es decir, que involucre una relación
visible de poder de dominación y subordinación- de la misma forma en que los
viejos argumentos pluralistas solían negar la encarnación del poder de clase en el
estado democrático liberal.


La democracia tal como la entendemos en las sociedades capitalistas es
algo extraña y contradictoria.


Por otro lado, la clase de democracia que permite tiene un campo limitado de
acción. Podría decirse que la ciudadanía se ha extendido pero no intensificado


El capitalismo moderno ha reemplazado en forma creciente viejas formas extra-
económicas de explotación por formas puramente económicas, tanto en las
relaciones de clase domésticas como en las relaciones entre los poderes
imperialistas y los estados subordinados. Y en ese tiempo, la democracia se ha
convertido en una idea más o menos aceptable entre las clases dominantes y los
estados capitalistas avanzados, agregando recursos a la educación y la
investigación como una forma de ampliar el horizonte laboral y asegurar que la
mano de obra local no emigre….pero las condiciones económicas y contractuales
siguen pendientes




                                                                                   6
La explotación capitalista clásica se apoyo en el Estado para crear las condiciones
de acumulación y reproducción que no puede generar por sí solo, bajo
condiciones de autoritarismos como democracias protegidas


Sostengo que el capital global necesita de estados territoriales, que la forma
política del capitalismo global no es un estado global sino un sistema de
muchos estados locales, y que la brecha creciente entre el alcance
económico     y   político   del   capital   es   una   de   las   contradicciones
fundamentales del capitalismo global.


En este sentido, entonces, es que el capitalismo tiene en el Estado su
complemento necesario.


El argumento clave es el que sigue: el capitalismo es, por su naturaleza, un
sistema anárquico, en el cual las ‘leyes’ del mercado constantemente
amenazan con destruir el orden social. En realidad, el capitalismo por su
propia naturaleza tiende a disolver todos los lazos sociales extra-
económicos. A pesar de lo cual, el capitalismo necesita de estabilidad y
predictibilidad en sus arreglos sociales más que cualquier otra forma social
existente, y esto implica como requisito una regulación equitativa.


La cuestión es, entonces, si el capitalismo ‘global’ ha encontrado algún otro
medio mejor que el estado nación para cumplir con estas funciones básicas.


En una etapa, el capital global se beneficia de la diferencia de desarrollos, y la
fragmentación del mundo en economías separadas, cada una con su propio
régimen social y condiciones laborales, presididas por estados nacionales con
relativa soberanía, esto último no es menos esencial para la ‘globalización’ que el
libre movimiento de capitales.




                                                                                 7
Continúo diciendo que aquello que es distintivo de la forma de dominación
capitalista, en el ámbito doméstico interno e imperial, es la separación del poder
económico de la esfera de gobierno político-militar. Pero ¿cuáles son las
condiciones de esta forma única de poder? Para decirlo brevemente, la condición
básica es la dependencia del mercado de los actores económicos, ambos
propietarios y productores.


La globalización es una forma única del imperialismo llevada a sus últimas
consecuencias. Entonces, la primera y más básica condición de la globalización es
imponer los imperativos del capital por todo el globo. Esto no significa que los
poderes imperiales van a alentar un desarrollo similar de las economías
capitalistas en todas partes.


Tomen, por ejemplo, probablemente la más sofisticada de estas teorías. Rosa
Luxemburgo argumentaba que el sistema capitalista necesita de las formaciones
no capitalistas externas, dato que explicaba porqué inevitablemente el capitalismo
se convertía en militarista e imperialista.


Una de las contradicciones fundamentales del capitalismo, según Luxemburgo,
radica en el hecho que aunque el mismo pugna por volverse universal, y refuerza
esta tendencia a cada paso, esta tropieza con un límite dado que es incapaz de
universalizar su forma de producción.


El capitalismo es el primer modo de organización económica que tiende a sumir al
mundo en su totalidad, pero a la vez es el primero que no puede existir en soledad
porque necesita de otros sistemas económicos que le sirvan de nutriente.


De modo que el imperialismo nos revela una curiosa contradicción en el corazón
del capitalismo, especialmente en la forma ‘globalizada’ de nuestros días. El
capitalismo tiene una forma única de conducción para su propia expansión. El




                                                                                8
capital no puede sobrevivir sin una acumulación constante, y esta requiere una
inexorable expansión geográfica también.


Si hay algo verdadero es lo contrario –y aquí es donde creo que Hardt y Negri y
muchos otros se equivocan. Estoy aún inclinada a decir que hablando sobre ‘la
gobernabilidad sin gobierno’, como algunas de las más importantes teorías de
economía política internacional proponen, puede ser muy inconveniente.


En cada sociedad de clase, donde una clase se apropia del excedente del trabajo
de otra, existen dos momentos relacionados pero ‘distintos’ de la explotación de
clase: la apropiación de la plusvalía y el poder coercitivo utilizado para lograrla


El punto es que esta aparente falla de la integración global no es tanto una falta de
la globalización sino un síntoma de la misma. De hecho, la globalización ha hecho
mucho por evitar promover la integración de los mercados. El movimiento global
de capitales requiere no solo del libre movimiento de factores e ilimitado acceso al
trabajo, recursos y mercados sino también de un tipo de fragmentación económica
y social que resulte en ganancia.


Continúo diciendo que aquello que es distintivo de la forma de dominación
capitalista, en el ámbito doméstico interno e imperial, es la separación del poder
económico de la esfera de gobierno político-militar.


Los métodos más recientes de imposición de los imperativos del mercado son
familiares en los países que han pasado por ‘ajustes estructurales’. Pero, de
diversas maneras, tal proceso podemos encontrarlo retrocediendo a los días más
tempranos del imperialismo capitalista. Inglaterra, en la última parte del siglo XVI,
había ya experimentado con esta estrategia imperialista, en Irlanda. Con
demasiada frecuencia, estos procesos han sido extremadamente sangrientos.




                                                                                      9
Tomen, por ejemplo, probablemente la más sofisticada de estas teorías. Rosa
Luxemburgo argumentaba que el sistema capitalista necesita de las formaciones
no capitalistas externas, dato que explicaba porqué inevitablemente el capitalismo
se   convertía    en   militarista   e   imperialista.   Una   de   las   contradicciones
fundamentales del capitalismo, según Rosa de Luxemburgo, radica en el hecho
que aunque el mismo pugna por volverse universal, y refuerza esta tendencia a
cada paso, esta tropieza con un límite dado que es incapaz de universalizar su
forma de producción


De hecho, por todas las tendencias globalizadoras del capitalismo, el mundo es
más y no menos, un mundo de estados naciones


El capital no puede sobrevivir sin una acumulación constante, y esta requiere una
inexorable expansión geográfica también. Desde sus inicios, el capital ha
traspasado los límites nacionales.


Seguramente el punto crítico sobre la ‘ internacionalización’ del estado es que el
estado territorial es útil al capital global no en la medida en que es incapaz de
‘regular los intercambios económicos y culturales’.


El punto es simplemente este: el capital es incapaz de organizar el mundo. El
capital no puede acomodar por sí mismo los circuitos de la economía global.


De hecho, es bastante malo para establecer sus propios movimientos
internacionales


Soluciones al problema Desarrollo más Educación: distribución de la riqueza
latinoamericana globalizada


He sugerido que ‘la democracia formal’ es posible en las sociedades capitalistas
porque la separación de la esfera política y la económica significó que los



                                                                                      10
derechos políticos universales, en lo fundamental, no afectan el poder económico
del capital y esto diferencia al capitalismo de otras formaciones sociales


Aquí está el nudo del problema. Considerando la sociedad no capitalista típica en
la cual los campesinos eran los productores primarios. La producción era
organizada principalmente por los productores mismos, frecuentemente bajo la
regulación de la comunidad. La apropiación, por otra parte, era organizada por
aquellos que contaban con fuerzas superiores, señores y estados. En el
capitalismo, la producción no es organizada por los productores directores sino por
los apropiadores capitalistas, y la apropiación del estado está mediada por el
capital. Excepto en las empresas estatales, el estado generalmente entra en el
circuito de producción, apropiación y distribución solamente después.


Este es el problema sustantivo. No puedo imaginar ni concebir ninguna forma de
‘gobierno global’ aportando el grado de orden y regularidad que el capital necesita.


El imperio del capital necesita de un sistema global de estados que hacen este
trabajo. Todo el asunto de la globalización, como lo veo, es que no existe un poder
global que pueda empatarse con el alcance de la economía global. Esto significa
que el estado opera a favor del capital global a fin de organizar no solamente su
propio orden interno sino además el orden internacional entre estados.


Esto significa que la democracia es otra vez una amenaza para las clases
dominantes como no lo era desde los inicios del capitalismo con la primera
separación del poder económico y político. Esto es así no a pesar sino a causa de
la globalización.


El capital global, ahora más que nunca, depende no de un poder místico situado
en todas partes y en ninguna sino de un poder muy concreto conformado por
estados territoriales. Las formas democráticas locales en América Latina,
especialmente en Brasil y Argentina, pueden dificultar el equilibrio imperial



                                                                                 11
Una de las grandes paradojas de la historia reciente de América Latina ha
sido la práctica desaparición de una discusión seria sobre el imperialismo y
la dependencia, precisamente en momentos en que las condiciones objetivas del
capitalismo latinoamericano señalaban la agudización sin precedentes de la
dependencia externa, la impresionante erosión de la soberanía nacional de los
estados y un sometimiento sin precedentes a los dictados del imperialismo.


Es precisamente en el centro del imperio donde ve la luz pública, no por
casualidad, una obra publicada en la alborada del nuevo milenio y que, de la
noche a la mañana, es aclamada como la nueva síntesis teórica que condensa en
sus páginas toda la riqueza y complejidad de la nueva realidad. Esa obra es,
naturalmente, Imperio, el libro de Michael Hardt y Antonio Negri, publicado en su
versión original en lengua inglesa nada menos que por la Harvard University Press
en el año 2000.


Fuertes movimientos contestatarios que comenzaban a jaquear la hegemonía
política e ideológica del neoliberalismo y a introducir en la agenda pública temas y
propuestas hasta entonces excluidas o consideradas simplemente como
aberraciones intelectuales o exabruptos ideológicos de los nostálgicos del
socialismo ya difunto y, por lo tanto, indignas de ser consideradas en los círculos
“serios y responsables” que manejan la opinión pública mundial.


Pero cuando el tema se instaló en el mundo desarrollado entonces sí, ya el mismo
estaba autorizado por el imperio y podía ser abordado no sólo en los pequeños
cenáculos de la izquierda sino en el discurso público y en los grandes medios de
comunicación de masas. Por eso tiene razón Roberto Fernández Retamal cuando
observa en Calibán, ese deslumbrante retrato de la cultura latinoamericana, que
“el colonialismo ha calado tan hondamente en nosotros que sólo leemos con
verdadero respeto a los autores anticolonialistas difundidos desde las metrópolis”.




                                                                                 12
Entre nosotros, los grandes periódicos de América Latina no se quedaron atrás, y
los suplementos dominicales de cultura y economía publicaron extensos
reportajes a sus autores otorgándoles amplio espacio para difundir sus ideas
sobre el mundo actual. Esta conducta contrasta llamativamente con el “ninguneo”
y la verdadera conspiración de silencio que rodeó la aparición de textos como, por
ejemplo, Dialéctica de la Dependencia, de Ruy Mauro Marini; El desarrollo del
capitalismo en América Latina, de Agustín Cueva: Sociología de la Explotación,
de Pablo González Casanova e, inclusive, Dependencia y Desarrollo en América
Latina, de Fernando H. Cardoso (en sus mejores tiempos, claro) y Enzo Faletto.


Es indudable que el imperialismo en su fase actual –su estructura, su lógica de
funcionamiento, sus consecuencias y sus contradicciones– no se puede
comprender adecuadamente…sino porque el capitalismo es un sistema
cambiante y altamente dinámico que, como escribieran Marx y Engels en El
Manifiesto Comunista, “se revoluciona incesantemente a sí mismo”.


El imperialismo de hoy no es el mismo que ayer. Ha cambiado, y en algunos
aspectos ese cambio ha sido muy importante.


Pero, lo que no entienden H&N y muchos otros que, al igual que ellos, son
tributarios del pensamiento burgués sobre la globalización, es que no se ha
transformado en su contrario, como nos propone la mistificación neoliberal, dando
lugar a una economía “global” donde todos somos “interdependientes”. El
imperialismo sigue existiendo y oprimiendo a pueblos y naciones, y sembrando a
su paso dolor, destrucción y muerte. Y ha sido capaz de convertirse en Fuente
Protectora de Programas de Educación y Desarrollo Sustentable.


Es una nueva etapa en el desarrollo del capitalismo signada, hoy con mayor
contundencia que en el pasado, por la concentración del capital, el abrumador
predominio de los monopolios, el acrecentado papel del capital financiero, la
exportación de capitales y el reparto del mundo en distintas “esferas de



                                                                                 13
influencia”. La aceleración del proceso de mundialización acontecida en el último
cuarto de siglo, lejos de atenuar o disolver las estructuras imperialistas de la
economía mundial, no hizo sino potenciar extraordinariamente las asimetrías
estructurales que definen la inserción de los distintos países en ella.




Esta continuidad de los parámetros fundamentales del imperialismo –no
necesariamente de su fenomenología– es ignorada en la obra de Hardt y
Negri, y el nombre de tal negación es lo que estos autores han denominado
“imperio”. Un imperio que, como lo señalan una y otra vez, existe sin
imperialismo; un imperio “posmoderno y virtual” que, por una alquimia del
concepto, puede serlo sin ser imperialista. ¡Curioso animal! Lo que tratamos de
demostrar en nuestro pequeño libro es que así como las murallas de Jericó no se
derrumbaron ante el sonido de las trompetas de Josué y los sacerdotes, la
realidad del imperialismo tampoco se desvanece ante las fantasías de los
filósofos.


Hardt y Negri parecen no haberse percatado de que los actores estratégicos son
los mismos: los grandes monopolios, transnacionales por su alcance y la escala
de sus operaciones, pero inocultablemente “nacionales” cuando se atiende al
origen de su propiedad, el destino de sus ganancias, los marcos jurídicos elegidos
para dirimir controversias y la composición de su elenco directivo.


Su lógica de funcionamiento es la misma, como iguales son la ideología que
justifica su existencia, los actores que la dinamizan y los injustos resultados que
revelan la pertinaz persistencia de las relaciones de opresión y explotación.


En suma: pese a lo afirmado por los autores de Imperio, en consonancia con lo
que aseguran los teóricos neoliberales de la globalización, los estados-nación
todavía siguen siendo actores cruciales en la economía mundial.



                                                                                14
Los países de América Latina, para poner un ejemplo cercano, poseen hoy
estados nacionales mucho más débiles que antes, con menores capacidades de
autodeterminación, y reducidas capacidades de intervención y regulación en la
esfera del mercado


Por otra parte, y en consonancia con lo que señalara Noam Chomsky en diversas
intervenciones, si hay un país en el mundo que ejerce una soberanía nacional
casi absoluta ese país no se otro que los Estados Unidos.


Me parece oportuno señalar, como lo hice en mi libro, que la imagen que
proyectan Hardt y Negri en su trabajo es la de un imperialismo que, bajo el
manto de un “imperio”, aparece ante los ojos de sus contemporáneos como
omnipotente e invencible, como una fortaleza inexpugnable e imbatible.


Todo lo anterior sugiere la necesidad de distinguir entre hegemonía y dominación
imperialistas. No son la misma cosa, y conviene en este punto no olvidar las
penetrantes elaboraciones gramscianas referidas a situaciones nacionales pero
pertinentes para análisis a escala supra-nacional.


¿Qué significa “hegemonía” en este contexto global? Se trata de un concepto
multidimensional: en primer lugar, significa una “dirección intelectual y moral”, un
verdadero “sentido común” civilizatorio que reverbera y se disemina por todos los
rincones del sistema hegemónico y que impregna la ideología y la cultura de las
sociedades nacionales a lo largo y a lo ancho del planeta.


Esta capacidad de dirección ideológica es un componente esencial de la
hegemonía internacional -lo fue también durante el período, más largo, de la pax
británnica - , y si nos remitimos al examen del mundo de la post-guerra
comprobamos que la reafirmación de la supremacía norteamericana significó,
simultáneamente, la universalización del American way of life como modelo ideal
de sociedad, consagrado tanto por el cine, la televisión, los mass-media y las



                                                                                 15
ciencias sociales norteamericanas, y como la ideología global compartida, en
mayor o menor medida, por los actores privados y públicos que formaban parte de
su imperio.

Un segundo componente de la hegemonía lo constituye la dirección política, es
decir, la capacidad de la potencia hegemónica para asegurar la obediencia y
disciplina dentro del conjunto de naciones integradas a su órbita de influencia. En
otras palabras, la dominación puramente ideológica es insostenible al margen de
la capacidad del hegemón de tejer alianzas y coaliciones, articulando una red
internacional que asegure el cumplimiento de los proyectos estratégicos globales
de aquella o, al menos, el encuadramiento de los aliados dentro de límites
tolerables para sus políticas, y sin que los estados “clientes” -o los junior partners-
puedan ejercer un veto efectivo en contra de la primera.

Un tercer componente, íntimamente relacionado con la dirección política, lo
constituye la capacidad coactiva de que dispone la potencia hegemónica: no hay
hegemonía viable sin una aplastante superioridad en el terreno militar. La
manipulación incesante de alianzas y coaliciones no basta; y si bien la hegemonía
no supone la permanente actualización del predominio de la superpotencia en el
plano de la fuerza, sin la amenaza cierta de su posible aplicación no hay
hegemonía posible.


Toda esta argumentación nos remite a una verdadera “pre-condición” de la
hegemonía: la superioridad en el terreno económico.


Por eso Robert W. Cox insiste tanto --y a nuestro juicio. concibe a la
hegemonía como un “ajuste entre el poder material, la ideología y las
instituciones” que prevalecen en el sistema mundial.




En pocas palabras, creo que en lugar de hablar de “hegemonía” norteamericana o
“hegemonía imperial” debemos hablar pura y simplemente de “dominación”


                                                                                    16
norteamericana, entendiendo por ésta la capacidad de aplicar unilateralmente la
fuerza pero nada más, creando una situación internacional crecientemente
inestable y potencialmente explosiva que acrecienta el poderío de lo que
Wallerstein denomina las “fuerzas y movimientos anti-sistémicos”.


¿ Imperialismo, viejo y nuevo…mas de lo mismo?


Los sabios de última hora en los Estados Unidos viven buscando pruebas de que
las cosas son peores en otros países de lo que son en casa. Otros americanos
como Gore Vidal, Susan Sontag y Noam Chomsky, por nombrar algunos, son
malignamente denunciados por sus superpatriotas porque se niegan a alinearse
llamando la atención sobre algunas de las realidades del Imperio.


El petróleo totaliza en los Estados Unidos dos tercios de la producción mundial, y
en 1923 llegó aproximadamente al 72 por ciento. Ellos advierten la amenaza que
significa el agotamiento de sus reservas petrolíferas. En los primeros años de la
post-guerra, confieso que pensé que esas quejas eran apenas un disfraz piadoso
para futuras intervenciones contra el petróleo extranjero. Pero los geólogos
confirman que, con la tasa actual de consumo, el petróleo americano durará,
según algunos, 25 años y, según otros, 40. Pero en 25 o 40 años América, con su
industria y su flota, podrá tomar una cantidad diez veces mayor de petróleo de
todos los otros. Se imponía concretamente el renacimiento de una Europa
capitalista la misma que se encontraba devastada por la guerra. Si los
gobernantes de los Estados Unidos se hubieran guiado por la necesidad de
afirmar su primacía económica no habría habido Plan Marshall.


El papel de policía global asumido por los Estados Unidos después de la Segunda
Guerra Mundial tuvo un enorme impacto dentro del país. Creó una economía
permanentemente armada que estimulaba la industria pesada e incentivaba la
investigación en electrónica, aviones, química y espacio. Esa industria producía
mercancías cuyo único comprador era el Estado americano y, al mismo tiempo,


                                                                               17
generaba un sector estable -que no era afectado por las fluctuaciones de la
economía cotidiana- y ayudaba a aliviar el impacto de las recesiones que han sido
una característica regular del capitalismo.


Una “ciudadanía alerta y consciente” surgió algunos años después, durante la
guerra de Vietnam, y se extendió más allá del movimiento antibélico organizado.
Cuando el senador William Fulbright condujo las audiencias en el senado sobre la
guerra, ellas fueron transmitidas regularmente por las redes de comunicación
americanas.


  Una década después, en el 2000, las estadísticas contaban la historia: el
  nivel de desigualdad se había triplicado, un tercio de la población vivía
  debajo de la línea de pobreza, el crimen y la corrupción estaban fuera de
  control, y en algunas partes del país el trueque había substituído al dinero
  como forma de compra-venta. Para la generación de posguerra esa
  experiencia se había tornado el peor sufrimiento de toda la vida.


La democracia liberal era el clímax del triunfo del capitalismo en la época.
Algunos conflictos continuarían, pero ellos serían espetáculos secundarios,
incapaces de cuestionar la hegemonía liberal. Durante un corto tiempo este fue el
catecismo de la nueva globalización. Después de eso el libro prácticamente
desapareció, mientras los cognoscenti esperaban un sucesor.


Pero durante un cuarto de siglo, Von Hayek y sus leales seguidores ignoraron el
ridículo y se enterraron debajo de la superficie, para emerger rápidamente y
felicitar a los líderes de la victoriosa contra-revolución: Ronald Reagan y Margaret
Thatcher. La combinación de ideas neoliberales con las fuerzas sociales
representadas por los dos políticos transformó el mundo. Hayek no sólo era el
sumo sacerdote de las doctrinas duras en casa, también estaba a favor de las
acciones militares para defender los intereses americanos en el extranjero




                                                                                 18
Hace años que una de las principales prioridades de la OMC ha sido acelerar la
privatización de la educación, la salud, el sistema de pensiones, la vivienda social
y los transportes. Con la caída de la tasa de ganancia en el sector industrial que
ya fue próspero, el capitalismo occidental está decidido a forzar la entrada en la
esfera pública, antiguamente inviolable.


Este es el mundo en el que vivímos - desafinado con la humanidad lúcida y la
compasión social exigidos por los que protestan contra la globalización - y
además, por lo que escriben los defensores intelectuales de este sistema,
ninguna mejora substancial puede ser imaginada. “Apaguen todas las pasiones
políticas”, gritan los políticos del mundo globalizado. Como forma de terminar
nuestra clase me permito recordar el título de un poema escrito hace setenta años
por Bertolt Brecht: “700 intelectuales se inclinan adelante de un petrolero”.


Democracia del capitalismo en el Imperialismo


Resulta muy extraño que los imperios de la modernidad busquen la legitimidad de
sus acciones, adjetivando su pensamiento o modelo de pensar con la expresión
“democracia”.


El sociólogo James Petras, ilustra lo anterior, recordando el discurso de Busch, de
enero del 2004, y que en una síntesis apretada que parafrasea Petras, aparecen
algunos elementos claves para comprender este deseo de hacer democrático el
Imperio, o creer en un Imperio Democrático.


“ … El discurso reiteró los elementos más retrógrados de la doctrina de Bush: El
uso unilateral de la fuerza, la guerra preventiva, la supremacía de los dictados
imperiales estadounidenses por encima de la soberanía nacional de enemigos y
aliados.   El   Presidente   sonriente     glorificando   las   conquistas   imperiales
estadounidenses mientras sus aduladores y partidarios, que abarrotaban el
Congreso, le jaleaban, fue una versión de un ‘Nüremberg ligero’: Un guión



                                                                                    19
coreografiado para exaltar los logros del presidente imperial. El emperador negó
las intenciones imperiales aún cuando defendió las conquistas imperiales y los
proyectos de nuevas expediciones imperiales. El discurso de Bush fue más allá
del ‘triunfalismo’ y la mendacidad: Fue una visión surrealista que colocó a los
EEUU en el centro de un universo divino, en el cual el Pueblo Elegido exterminará
a sus enemigos e iluminará por la fuerza a sus aliados reacios” (1)


En esta descripción del discurso de Busch, se encuentran los indicios claves de la
instauración de un estado Internacional por sobre aquellos locales, o de forma
menos directa, una formula de incorporar a los estados locales a la fuerza del
Imperio, a medida que se van sublevando como enemigos de los intereses
religiosos y económicos de quien hoy detenta el poder bélico mas grande.


En ningún caso se equivoca, Meiksins, Ellen cuando nos indica ““el capitalismo es
–en su análisis final- incompatible con la democracia, si por ‘democracia’
entendemos tal como lo indica su significación literal, el poder popular o el
gobierno del pueblo. No existe un capitalismo gobernado por el poder popular en
el cual el deseo de la gente se privilegie por encima de los imperativos de la
ganancia y la acumulación y, en el que, los requisitos de la maximización del
beneficio no dicten las condiciones más básicas de vida.”


Mercado, Poder e Imperio, los puntos cardinales del triangulo del capitalismo
actual, y una línea delgada de democracia porque nadie quiere vivir bajo una
dictadura declarada, y económica, hasta que no me aprete mi vida particular. Y
los particulares cuando se sienten oprimidos se vuelven contra los Universales.
Por ello mismo, la única forma de tener tranquilos a los estados locales es un
discurso de lucha contra los males de la democracia o del gobierno de todos, pero
no articular comunicaciones que fomentan abiertamente el apoyo a la construcción
de un nuevo orden imperial. No de forma arbitraria, Meiksins, nos dice “que la
democratización debe ir de la mano de la ‘desmercantilización’. Pero
desmercantilización por definición significa el final del capitalismo.”.



                                                                               20
Pero seguir por esta vía, es una hipótesis que adelanta, principios básicos de la
reconstrucción del imperialismo, ya que también existe la posibilidad que con el
paso del tiempo, se levanten Imperios en Europa o en Asia. Y nuestro propósito
esta en que en un marco democrático de pensamiento y acción se construya un
régimen que tenga tanta flexibilidad que los resultados económicos como políticos
sean exportados como formulas alternativas a aquellos estados locales que no
tienen la posibilidad de crear uno propio. Aquí me refiero a la crisis de Haití, que
solo ha conllevado desde su origen una ocupación militar que al dejar el lugar, no
juega un rol que permita emprender un cambio cultural y educacional renovando el
tipo de hombre y sociedad mas ajustado a la realidad de esta isla latinoamericana.


De todas formas, lo estrictamente marxista, esta en la incompatibilidad entre la
cultura del imperio y la distribución del poder entre las clases. En este punto la
historia de la formula democrática de la distribución del poder es totalmente
distinta a la concepción que trata de imponer el Imperio. El hombre de la Grecia de
Pericles, el ciudadano, y el capitalista participan del poder político, mientras que
hoy, se ve contenido a una participación formal en el ámbito político electoral y
judicial, y en el poder económico, el centro del triangulo del Imperio, es el lugar de
algunos escogidos por sus aportes e interés al interior del poder absoluto que se
ejerce, con el poder de las armas.


La participación de la clase trabajadora comienza a perfilarse directamente al
ámbito de la producción, y si hay problemas con ello, se les aplican los
instrumentos extraeconómicos, ya de los cuales, hemos conocido en las
dictaduras latinoamericanas.


Y el camino de la democracia bajo esta segmentación de participación de las
masas, ha provocado una pirámide clásica del poder. Unos pocos, en este caso, el
Imperio, tiene todos los privilegios: tanto de bienestar, como de velar por si mismo,
con la fuerza en cualquier punto del mundo. Se acrecientan los enemigos, que son



                                                                                   21
aquellos que no están en la línea de un ciudadano que tiene un rango pasivo
dentro del sistema democrático, ya que solamente se requiere de su asistencia a
las votaciones. No es un sujeto histórico, es un punto mas en la historia del
Imperio, no tiene voz individual y tampoco puede ni debe presentar nuevas ideas,
sino que ajustarse a aquellas que sostienen el régimen político, económico y
militar que ha definido el jefe del Imperio.


De alguna forma, la tesis de Hard y Negri, que el poder del capital imperial está en
todas partes y en ninguna, se parece a la idea de un Dios, que esta y no esta en
todas partes, y por lo mismo, se erige en una entidad imposible de definir, y por
consiguiente, de mejorar o destruir. La globalización no puede ser la capa que
cubre la entidad del Imperio, y hacerlo invisible a las criticas y derrota de sus
acciones. Existen puntos de contra-poder, y están hoy ubicados, en grupos
reactivos a la intervención del Imperio, y su identidad no esta sostenida en nuevas
y mejores ideas sino de forma mas trascendental por una cultura fundamentalista
que no busca igualar las condiciones de clase ni el equilibrio del crecimiento
económico en cada estado local, sino directamente la destrucción de un imperio
divino al cual solo le reconocen su acción criminal. Estos grupos de contra-poder
están justamente en el anónimo mundo del no-lugar, el mundo del terror sin
identificación se vuelve la muralla mas dura de romper por parte del Imperio.


Lo que resulta sustantivo en este tema, es consignar junto a Hard y Negri, que
el estado capitalista clásico es un espacio que aumenta y aumento las
posibilidades de desorden interno en los estados naciones, ya que el
mercado juega en contra de los equilibrios macro y microeconómicos al
pronunciar en una magnitud no siempre medida las desigualdades sociales,
que son los momentos históricos para que ocurran las revoluciones y
contrarrevoluciones. Y por otro lado, la ilegitimidad de la fuerza se vuelve en
contra del modelo capitalista democrático, al no tener control extremo sobre los
métodos de dominación y reorganización de división de clases interna.




                                                                                 22
Y es clave que el Imperio saque ventajas de la separación del poder económico de
la esfera de gobierno político-militar. Pero, el imperio requiere que esta realidad
local, juegue a favor propio, con la inauguración de un único poder, que como se
muestra en la práctica cotidiana mundial, es el Mercado. Este concepto básico en
la identidad del capitalismo Globalizado terminara por definir un camino de tensión
tan extremo, que llevara a los países y culturas no-alineados con el Imperio a
buscar un espacio de resistencia no formal, y desconocido. La fuerza del ataque
insospechado y la intranquilidad global por seguir tras el Dios mercado.


El capitalismo es el primer modo de organización económica que tiende a sumir al
mundo en su totalidad, pero a la vez es el primero que no puede existir en soledad
porque necesita de otros sistemas económicos que le sirvan de nutriente.


Por lo tanto, democracia es la cosmética del Imperialismo y su cara real la
búsqueda del poder total, y la negación de las libertades individuales y
nacionales., y sus magos el cruzamiento de datos humanos en la búsqueda de la
equidad. No mas cosmética si mas ciudadanía y enseñar a participar sin
prejuicios.


Walterio Barra Cabello
agosto de 2005




                                                                                23

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Debate sobre educación, mercado y cultura en Latinoamérica

  • 1. Educación, Mercado y Cultura; Un Debate pendiente en los intelectuales chilenos y latinoamericanos. Inserción Necesaria Estamos viviendo un momento muy especial en la historia del imperialismo: el tránsito de una fase clásica a otra, cuyos contornos recién se están dibujando pero cuyas líneas generales ya se disciernen con claridad. Nada podría ser más equivocado que postular, como hacen Hardt y Negri, la existencia de un nebuloso “imperio sin imperialismo.” De ahí la necesidad de polemizar con sus tesis, porque dada la excepcional gravedad de la situación actual: un capitalismo cada vez más regresivo y reaccionario en lo social, lo económico, lo político y lo cultural, y que criminaliza los movimientos sociales de protesta y militariza la política internacional, sólo un diagnóstico preciso sobre la estructura y el funcionamiento del sistema imperialista internacional permitirá a los movimientos sociales, partidos, sindicatos y organizaciones populares de todo tipo que luchan por su derrocamiento encarar las nuevas jornadas de lucha con alguna posibilidad de éxito. No hay lucha emancipatoria posible si no se dispone de una adecuada cartografía social del terreno donde habrán de librarse las batallas. El foco de resistencia lo ubicamos en América Latina. Algunos rasgos decisivos distinguen esta zona de las anteriores. En primer lugar, una resistencia al neoliberalismo y al neo-imperialismo que conjuga no solamente lo cultural sino lo social con lo nacional – es decir, comporta una visión emergente de otro tipo de organización de la sociedad, y otro modelo de relaciones entre los estados. Recordemos, además que Latinoamérica es de hecho la única área del mundo con una historia continua de trastornos revolucionarios y luchas políticas radicales 1
  • 2. desde hace un siglo. Ni en Asia, ni en África, ni en Europa, encontramos equivalentes a la cadena de revueltas y revoluciones que han marcado la específica experiencia latinoamericana. El ciclo popular mas reciente, que comenzó con la revuelta zapatista en Chiapas, ya ha visto la llegada al poder de Chávez en Venezuela, las victorias de Lula y Kirchner en Brasil y Argentina respectivamente, el derrumbe de Sánchez de Losada en Bolivia, y los estallidos sociales en Perú y Ecuador. Si bien es cierto que hay muchos brotes prometedores de resistencia regional e internacional contra el neo-liberalismo, también cabe preguntarse ¿cuál es la situación respecto al frente de combate contra el neo-imperialismo? Finalmente, dotar a este frente de resistencia de una crítica consistente de sus conceptos-claves es nodal y vital para combatir con fuerza más certera la nueva hegemonía mundial en el marco de la batalla de las ideas. Todo movimiento de ruptura hoy es una postura de rebeldía y de conocimiento, que aúna la voluntad de sobreponerse a las circunstancias con el esfuerzo por concederle al conocimiento el status de conciencia vigilante. Tiene algo de la herencia romántica de resistir las inercias, aventurándose por las posibilidades y haciendo que se destaquen los aspectos oscuros de la vida. Pero el marxismo es la recuperación de la vida como criterio de verdad, el rechazo a quedarse sumido en las formas lógico formales de un conocimiento puramente cognitivo. Si acordamos con Manuel Sacristán cuando afirma que en el pensamiento de Marx coexisten diferentes concepciones de ciencia, la propia del positivismo como un conjunto de hechos que sirven de comprobación empírica, el clásico concepto de science, con aquella otra vinculada más bien a la tradición alemana de una concepción de mundo, sin tanto apego a los hechos, la Weltanschaung, significa que se complejiza mucho la relación entre sujeto y objeto. 2
  • 3. En el marxismo tiene lugar una reinstalación del sujeto, pero no como un yo o ego- individual, ni como simple logo cartesiano, o pura manifestación de la subjetividad, sino como ser histórico que se historiza en su simple afán de ser. El conocimiento no consiste simplemente en una apropiación de objetos-estructuras-cosas, sino en un reconocimiento de espacios con sus posibilidades y límites para poder desplegarse como sujeto. Pero si el marxismo pretende construir la relación con lo real desde el reconocimiento de momentos, en los que además de observarse hechos y situaciones, tienen lugar relaciones entre sujetos, individuales y colectivos, no puede limitarse la construcción del conocimiento a la simple apropiación de objetos. De ahí que la forma dialéctica de pensar (no nos debe sorprender, especialmente a partir de la obra de Marx) encuentra una de sus expresiones culminantes en la incorporación de la dimensión política en la construcción del conocimiento. La idea central es saber recuperar las exigencias del movimiento en el marco de la totalidad. Más que pensar en la totalidad como articulación debemos poder pensar en sus aperturas (que son las que condensan a lo dado y lo posible de darse), al producto y a su potencialidad. Las formas de construir el conocimiento constituyen colocaciones ante ámbitos problemáticos mucho más vastos que los propios de los objetos particulares de conocimiento. Estamos viviendo un momento muy especial en la historia del imperialismo: el tránsito de una fase clásica a otra, cuyos contornos recién se están dibujando pero cuyas líneas generales ya se disciernen con claridad. Nada podría ser más equivocado que postular, como hacen Hardt y Negri, la existencia de un nebuloso 3
  • 4. “imperio sin imperialismo.” De ahí la necesidad de polemizar con sus tesis, porque dada la excepcional gravedad de la situación actual: un capitalismo cada vez más regresivo y reaccionario en lo social, lo económico, lo político y lo cultural, y que criminaliza los movimientos sociales de protesta y militariza la política internacional, sólo un diagnóstico preciso sobre la estructura y el funcionamiento del sistema imperialista internacional permitirá a los movimientos sociales, partidos, sindicatos y organizaciones populares de todo tipo que luchan por su derrocamiento encarar las nuevas jornadas de lucha con alguna posibilidad de éxito. No hay lucha emancipatoria posible si no se dispone de una adecuada cartografía social del terreno donde habrán de librarse las batallas. La flagrante irracionalidad del capitalismo contemporáneo los convoca a todos a una lucha sin cuartel contra la mundialización neoliberal. Sus líderes, otrora sonrientes desde las tapas de las revistas de circulación masiva, ahora no pueden ni siquiera reunirse en una localidad tan aislada y tan poco propensa al descontento como Davos. El tránsito del neoliberalismo a una formación social ética, política y socialmente superior no será factible si no se responde a estos desafíos concretos de la coyuntura que nos invita el comienzo del siglo XXI. Ciudadanía, Cultura y Construcción de Códigos La conformación de una esfera económica más o menos separada con su propio sistema de poder se ha realizado.. De modo que, los padres fundadores norteamericanos crearon un ciudadanía pasiva, una colección de ciudadanos – ‘el pueblo’ – concebido como una masa de individuos atomizados – no como una categoría social como el demos ateniense sino como un grupo de individuos aislados con una identidad política divorciada de sus condiciones sociales, especialmente en lo que se refiere a su pertenencia de 4
  • 5. clase. Las elecciones se transformaron en el ‘todo’ – las elecciones en donde cada individuo actúa sólo, no únicamente en términos de privacidad sino también en aislamiento respecto de todos los demás. A lo que me refiero aquí es a la estrategia ideológica de reducción e identificación de la democracia con estos límites y derechos liberales. Precisamente con esta estrategia aparece toda una nueva historia de la democracia que en lugar de trazar el progreso del poder popular orienta y convoca nuestra atención hacia algo distinto de esto. La variación más reciente en este tema es la propuesta por Hardt y Negri en su libro Imperio. Ellos nos dicen que el poder del capital imperial está en todas partes y en ninguna. El Imperio, dicen, es un “no-lugar”. Y debido a que no hay puntos tangibles de concentración del poder capitalista, no puede existir realmente un contra-poder. No es verdad que el estado territorial que conocimos se encuentre en declinación frente a la economía global. Por el contrario, creo que el capital depende más que nunca de un sistema de estados locales que administren el capitalismo global……tal vez hoy más que nunca, de un sistema global de estados; las luchas verdaderamente democráticas – entendidas como contiendas para cambiar el balance de poder de clase tanto dentro como fuera del estado- pueden llegar a tener un efecto mucho mayor que en épocas anteriores. Y las corrientes teóricas de izquierda o alternativas más de moda en estos días son completamente incapaces de dar cuenta de este problema 5
  • 6. Al poner la vara Hardt y Negri nos demostrar cómo algunas concepciones equivocadas del poder en la sociedad capitalista han oscurecido la naturaleza imperialista del capitalismo y la naturaleza misma de la democracia capitalista. ‘En este espacio uniforme del Imperio’, dicen los autores, ‘no hay espacio de poder –en otros términos, el poder está a un tiempo en todas partes y en ningún sitio-. Imperio es una ‘ou-topia’, o realmente un ‘non-place’, un no-lugar. Esto significa también que no hay forma efectiva de contra- poder. En otras palabras, la noción que los autores nos plantean del ‘Imperio’ refleja una negación del imperialismo en cualquiera de sus sentidos convencionales –es decir, que involucre una relación visible de poder de dominación y subordinación- de la misma forma en que los viejos argumentos pluralistas solían negar la encarnación del poder de clase en el estado democrático liberal. La democracia tal como la entendemos en las sociedades capitalistas es algo extraña y contradictoria. Por otro lado, la clase de democracia que permite tiene un campo limitado de acción. Podría decirse que la ciudadanía se ha extendido pero no intensificado El capitalismo moderno ha reemplazado en forma creciente viejas formas extra- económicas de explotación por formas puramente económicas, tanto en las relaciones de clase domésticas como en las relaciones entre los poderes imperialistas y los estados subordinados. Y en ese tiempo, la democracia se ha convertido en una idea más o menos aceptable entre las clases dominantes y los estados capitalistas avanzados, agregando recursos a la educación y la investigación como una forma de ampliar el horizonte laboral y asegurar que la mano de obra local no emigre….pero las condiciones económicas y contractuales siguen pendientes 6
  • 7. La explotación capitalista clásica se apoyo en el Estado para crear las condiciones de acumulación y reproducción que no puede generar por sí solo, bajo condiciones de autoritarismos como democracias protegidas Sostengo que el capital global necesita de estados territoriales, que la forma política del capitalismo global no es un estado global sino un sistema de muchos estados locales, y que la brecha creciente entre el alcance económico y político del capital es una de las contradicciones fundamentales del capitalismo global. En este sentido, entonces, es que el capitalismo tiene en el Estado su complemento necesario. El argumento clave es el que sigue: el capitalismo es, por su naturaleza, un sistema anárquico, en el cual las ‘leyes’ del mercado constantemente amenazan con destruir el orden social. En realidad, el capitalismo por su propia naturaleza tiende a disolver todos los lazos sociales extra- económicos. A pesar de lo cual, el capitalismo necesita de estabilidad y predictibilidad en sus arreglos sociales más que cualquier otra forma social existente, y esto implica como requisito una regulación equitativa. La cuestión es, entonces, si el capitalismo ‘global’ ha encontrado algún otro medio mejor que el estado nación para cumplir con estas funciones básicas. En una etapa, el capital global se beneficia de la diferencia de desarrollos, y la fragmentación del mundo en economías separadas, cada una con su propio régimen social y condiciones laborales, presididas por estados nacionales con relativa soberanía, esto último no es menos esencial para la ‘globalización’ que el libre movimiento de capitales. 7
  • 8. Continúo diciendo que aquello que es distintivo de la forma de dominación capitalista, en el ámbito doméstico interno e imperial, es la separación del poder económico de la esfera de gobierno político-militar. Pero ¿cuáles son las condiciones de esta forma única de poder? Para decirlo brevemente, la condición básica es la dependencia del mercado de los actores económicos, ambos propietarios y productores. La globalización es una forma única del imperialismo llevada a sus últimas consecuencias. Entonces, la primera y más básica condición de la globalización es imponer los imperativos del capital por todo el globo. Esto no significa que los poderes imperiales van a alentar un desarrollo similar de las economías capitalistas en todas partes. Tomen, por ejemplo, probablemente la más sofisticada de estas teorías. Rosa Luxemburgo argumentaba que el sistema capitalista necesita de las formaciones no capitalistas externas, dato que explicaba porqué inevitablemente el capitalismo se convertía en militarista e imperialista. Una de las contradicciones fundamentales del capitalismo, según Luxemburgo, radica en el hecho que aunque el mismo pugna por volverse universal, y refuerza esta tendencia a cada paso, esta tropieza con un límite dado que es incapaz de universalizar su forma de producción. El capitalismo es el primer modo de organización económica que tiende a sumir al mundo en su totalidad, pero a la vez es el primero que no puede existir en soledad porque necesita de otros sistemas económicos que le sirvan de nutriente. De modo que el imperialismo nos revela una curiosa contradicción en el corazón del capitalismo, especialmente en la forma ‘globalizada’ de nuestros días. El capitalismo tiene una forma única de conducción para su propia expansión. El 8
  • 9. capital no puede sobrevivir sin una acumulación constante, y esta requiere una inexorable expansión geográfica también. Si hay algo verdadero es lo contrario –y aquí es donde creo que Hardt y Negri y muchos otros se equivocan. Estoy aún inclinada a decir que hablando sobre ‘la gobernabilidad sin gobierno’, como algunas de las más importantes teorías de economía política internacional proponen, puede ser muy inconveniente. En cada sociedad de clase, donde una clase se apropia del excedente del trabajo de otra, existen dos momentos relacionados pero ‘distintos’ de la explotación de clase: la apropiación de la plusvalía y el poder coercitivo utilizado para lograrla El punto es que esta aparente falla de la integración global no es tanto una falta de la globalización sino un síntoma de la misma. De hecho, la globalización ha hecho mucho por evitar promover la integración de los mercados. El movimiento global de capitales requiere no solo del libre movimiento de factores e ilimitado acceso al trabajo, recursos y mercados sino también de un tipo de fragmentación económica y social que resulte en ganancia. Continúo diciendo que aquello que es distintivo de la forma de dominación capitalista, en el ámbito doméstico interno e imperial, es la separación del poder económico de la esfera de gobierno político-militar. Los métodos más recientes de imposición de los imperativos del mercado son familiares en los países que han pasado por ‘ajustes estructurales’. Pero, de diversas maneras, tal proceso podemos encontrarlo retrocediendo a los días más tempranos del imperialismo capitalista. Inglaterra, en la última parte del siglo XVI, había ya experimentado con esta estrategia imperialista, en Irlanda. Con demasiada frecuencia, estos procesos han sido extremadamente sangrientos. 9
  • 10. Tomen, por ejemplo, probablemente la más sofisticada de estas teorías. Rosa Luxemburgo argumentaba que el sistema capitalista necesita de las formaciones no capitalistas externas, dato que explicaba porqué inevitablemente el capitalismo se convertía en militarista e imperialista. Una de las contradicciones fundamentales del capitalismo, según Rosa de Luxemburgo, radica en el hecho que aunque el mismo pugna por volverse universal, y refuerza esta tendencia a cada paso, esta tropieza con un límite dado que es incapaz de universalizar su forma de producción De hecho, por todas las tendencias globalizadoras del capitalismo, el mundo es más y no menos, un mundo de estados naciones El capital no puede sobrevivir sin una acumulación constante, y esta requiere una inexorable expansión geográfica también. Desde sus inicios, el capital ha traspasado los límites nacionales. Seguramente el punto crítico sobre la ‘ internacionalización’ del estado es que el estado territorial es útil al capital global no en la medida en que es incapaz de ‘regular los intercambios económicos y culturales’. El punto es simplemente este: el capital es incapaz de organizar el mundo. El capital no puede acomodar por sí mismo los circuitos de la economía global. De hecho, es bastante malo para establecer sus propios movimientos internacionales Soluciones al problema Desarrollo más Educación: distribución de la riqueza latinoamericana globalizada He sugerido que ‘la democracia formal’ es posible en las sociedades capitalistas porque la separación de la esfera política y la económica significó que los 10
  • 11. derechos políticos universales, en lo fundamental, no afectan el poder económico del capital y esto diferencia al capitalismo de otras formaciones sociales Aquí está el nudo del problema. Considerando la sociedad no capitalista típica en la cual los campesinos eran los productores primarios. La producción era organizada principalmente por los productores mismos, frecuentemente bajo la regulación de la comunidad. La apropiación, por otra parte, era organizada por aquellos que contaban con fuerzas superiores, señores y estados. En el capitalismo, la producción no es organizada por los productores directores sino por los apropiadores capitalistas, y la apropiación del estado está mediada por el capital. Excepto en las empresas estatales, el estado generalmente entra en el circuito de producción, apropiación y distribución solamente después. Este es el problema sustantivo. No puedo imaginar ni concebir ninguna forma de ‘gobierno global’ aportando el grado de orden y regularidad que el capital necesita. El imperio del capital necesita de un sistema global de estados que hacen este trabajo. Todo el asunto de la globalización, como lo veo, es que no existe un poder global que pueda empatarse con el alcance de la economía global. Esto significa que el estado opera a favor del capital global a fin de organizar no solamente su propio orden interno sino además el orden internacional entre estados. Esto significa que la democracia es otra vez una amenaza para las clases dominantes como no lo era desde los inicios del capitalismo con la primera separación del poder económico y político. Esto es así no a pesar sino a causa de la globalización. El capital global, ahora más que nunca, depende no de un poder místico situado en todas partes y en ninguna sino de un poder muy concreto conformado por estados territoriales. Las formas democráticas locales en América Latina, especialmente en Brasil y Argentina, pueden dificultar el equilibrio imperial 11
  • 12. Una de las grandes paradojas de la historia reciente de América Latina ha sido la práctica desaparición de una discusión seria sobre el imperialismo y la dependencia, precisamente en momentos en que las condiciones objetivas del capitalismo latinoamericano señalaban la agudización sin precedentes de la dependencia externa, la impresionante erosión de la soberanía nacional de los estados y un sometimiento sin precedentes a los dictados del imperialismo. Es precisamente en el centro del imperio donde ve la luz pública, no por casualidad, una obra publicada en la alborada del nuevo milenio y que, de la noche a la mañana, es aclamada como la nueva síntesis teórica que condensa en sus páginas toda la riqueza y complejidad de la nueva realidad. Esa obra es, naturalmente, Imperio, el libro de Michael Hardt y Antonio Negri, publicado en su versión original en lengua inglesa nada menos que por la Harvard University Press en el año 2000. Fuertes movimientos contestatarios que comenzaban a jaquear la hegemonía política e ideológica del neoliberalismo y a introducir en la agenda pública temas y propuestas hasta entonces excluidas o consideradas simplemente como aberraciones intelectuales o exabruptos ideológicos de los nostálgicos del socialismo ya difunto y, por lo tanto, indignas de ser consideradas en los círculos “serios y responsables” que manejan la opinión pública mundial. Pero cuando el tema se instaló en el mundo desarrollado entonces sí, ya el mismo estaba autorizado por el imperio y podía ser abordado no sólo en los pequeños cenáculos de la izquierda sino en el discurso público y en los grandes medios de comunicación de masas. Por eso tiene razón Roberto Fernández Retamal cuando observa en Calibán, ese deslumbrante retrato de la cultura latinoamericana, que “el colonialismo ha calado tan hondamente en nosotros que sólo leemos con verdadero respeto a los autores anticolonialistas difundidos desde las metrópolis”. 12
  • 13. Entre nosotros, los grandes periódicos de América Latina no se quedaron atrás, y los suplementos dominicales de cultura y economía publicaron extensos reportajes a sus autores otorgándoles amplio espacio para difundir sus ideas sobre el mundo actual. Esta conducta contrasta llamativamente con el “ninguneo” y la verdadera conspiración de silencio que rodeó la aparición de textos como, por ejemplo, Dialéctica de la Dependencia, de Ruy Mauro Marini; El desarrollo del capitalismo en América Latina, de Agustín Cueva: Sociología de la Explotación, de Pablo González Casanova e, inclusive, Dependencia y Desarrollo en América Latina, de Fernando H. Cardoso (en sus mejores tiempos, claro) y Enzo Faletto. Es indudable que el imperialismo en su fase actual –su estructura, su lógica de funcionamiento, sus consecuencias y sus contradicciones– no se puede comprender adecuadamente…sino porque el capitalismo es un sistema cambiante y altamente dinámico que, como escribieran Marx y Engels en El Manifiesto Comunista, “se revoluciona incesantemente a sí mismo”. El imperialismo de hoy no es el mismo que ayer. Ha cambiado, y en algunos aspectos ese cambio ha sido muy importante. Pero, lo que no entienden H&N y muchos otros que, al igual que ellos, son tributarios del pensamiento burgués sobre la globalización, es que no se ha transformado en su contrario, como nos propone la mistificación neoliberal, dando lugar a una economía “global” donde todos somos “interdependientes”. El imperialismo sigue existiendo y oprimiendo a pueblos y naciones, y sembrando a su paso dolor, destrucción y muerte. Y ha sido capaz de convertirse en Fuente Protectora de Programas de Educación y Desarrollo Sustentable. Es una nueva etapa en el desarrollo del capitalismo signada, hoy con mayor contundencia que en el pasado, por la concentración del capital, el abrumador predominio de los monopolios, el acrecentado papel del capital financiero, la exportación de capitales y el reparto del mundo en distintas “esferas de 13
  • 14. influencia”. La aceleración del proceso de mundialización acontecida en el último cuarto de siglo, lejos de atenuar o disolver las estructuras imperialistas de la economía mundial, no hizo sino potenciar extraordinariamente las asimetrías estructurales que definen la inserción de los distintos países en ella. Esta continuidad de los parámetros fundamentales del imperialismo –no necesariamente de su fenomenología– es ignorada en la obra de Hardt y Negri, y el nombre de tal negación es lo que estos autores han denominado “imperio”. Un imperio que, como lo señalan una y otra vez, existe sin imperialismo; un imperio “posmoderno y virtual” que, por una alquimia del concepto, puede serlo sin ser imperialista. ¡Curioso animal! Lo que tratamos de demostrar en nuestro pequeño libro es que así como las murallas de Jericó no se derrumbaron ante el sonido de las trompetas de Josué y los sacerdotes, la realidad del imperialismo tampoco se desvanece ante las fantasías de los filósofos. Hardt y Negri parecen no haberse percatado de que los actores estratégicos son los mismos: los grandes monopolios, transnacionales por su alcance y la escala de sus operaciones, pero inocultablemente “nacionales” cuando se atiende al origen de su propiedad, el destino de sus ganancias, los marcos jurídicos elegidos para dirimir controversias y la composición de su elenco directivo. Su lógica de funcionamiento es la misma, como iguales son la ideología que justifica su existencia, los actores que la dinamizan y los injustos resultados que revelan la pertinaz persistencia de las relaciones de opresión y explotación. En suma: pese a lo afirmado por los autores de Imperio, en consonancia con lo que aseguran los teóricos neoliberales de la globalización, los estados-nación todavía siguen siendo actores cruciales en la economía mundial. 14
  • 15. Los países de América Latina, para poner un ejemplo cercano, poseen hoy estados nacionales mucho más débiles que antes, con menores capacidades de autodeterminación, y reducidas capacidades de intervención y regulación en la esfera del mercado Por otra parte, y en consonancia con lo que señalara Noam Chomsky en diversas intervenciones, si hay un país en el mundo que ejerce una soberanía nacional casi absoluta ese país no se otro que los Estados Unidos. Me parece oportuno señalar, como lo hice en mi libro, que la imagen que proyectan Hardt y Negri en su trabajo es la de un imperialismo que, bajo el manto de un “imperio”, aparece ante los ojos de sus contemporáneos como omnipotente e invencible, como una fortaleza inexpugnable e imbatible. Todo lo anterior sugiere la necesidad de distinguir entre hegemonía y dominación imperialistas. No son la misma cosa, y conviene en este punto no olvidar las penetrantes elaboraciones gramscianas referidas a situaciones nacionales pero pertinentes para análisis a escala supra-nacional. ¿Qué significa “hegemonía” en este contexto global? Se trata de un concepto multidimensional: en primer lugar, significa una “dirección intelectual y moral”, un verdadero “sentido común” civilizatorio que reverbera y se disemina por todos los rincones del sistema hegemónico y que impregna la ideología y la cultura de las sociedades nacionales a lo largo y a lo ancho del planeta. Esta capacidad de dirección ideológica es un componente esencial de la hegemonía internacional -lo fue también durante el período, más largo, de la pax británnica - , y si nos remitimos al examen del mundo de la post-guerra comprobamos que la reafirmación de la supremacía norteamericana significó, simultáneamente, la universalización del American way of life como modelo ideal de sociedad, consagrado tanto por el cine, la televisión, los mass-media y las 15
  • 16. ciencias sociales norteamericanas, y como la ideología global compartida, en mayor o menor medida, por los actores privados y públicos que formaban parte de su imperio. Un segundo componente de la hegemonía lo constituye la dirección política, es decir, la capacidad de la potencia hegemónica para asegurar la obediencia y disciplina dentro del conjunto de naciones integradas a su órbita de influencia. En otras palabras, la dominación puramente ideológica es insostenible al margen de la capacidad del hegemón de tejer alianzas y coaliciones, articulando una red internacional que asegure el cumplimiento de los proyectos estratégicos globales de aquella o, al menos, el encuadramiento de los aliados dentro de límites tolerables para sus políticas, y sin que los estados “clientes” -o los junior partners- puedan ejercer un veto efectivo en contra de la primera. Un tercer componente, íntimamente relacionado con la dirección política, lo constituye la capacidad coactiva de que dispone la potencia hegemónica: no hay hegemonía viable sin una aplastante superioridad en el terreno militar. La manipulación incesante de alianzas y coaliciones no basta; y si bien la hegemonía no supone la permanente actualización del predominio de la superpotencia en el plano de la fuerza, sin la amenaza cierta de su posible aplicación no hay hegemonía posible. Toda esta argumentación nos remite a una verdadera “pre-condición” de la hegemonía: la superioridad en el terreno económico. Por eso Robert W. Cox insiste tanto --y a nuestro juicio. concibe a la hegemonía como un “ajuste entre el poder material, la ideología y las instituciones” que prevalecen en el sistema mundial. En pocas palabras, creo que en lugar de hablar de “hegemonía” norteamericana o “hegemonía imperial” debemos hablar pura y simplemente de “dominación” 16
  • 17. norteamericana, entendiendo por ésta la capacidad de aplicar unilateralmente la fuerza pero nada más, creando una situación internacional crecientemente inestable y potencialmente explosiva que acrecienta el poderío de lo que Wallerstein denomina las “fuerzas y movimientos anti-sistémicos”. ¿ Imperialismo, viejo y nuevo…mas de lo mismo? Los sabios de última hora en los Estados Unidos viven buscando pruebas de que las cosas son peores en otros países de lo que son en casa. Otros americanos como Gore Vidal, Susan Sontag y Noam Chomsky, por nombrar algunos, son malignamente denunciados por sus superpatriotas porque se niegan a alinearse llamando la atención sobre algunas de las realidades del Imperio. El petróleo totaliza en los Estados Unidos dos tercios de la producción mundial, y en 1923 llegó aproximadamente al 72 por ciento. Ellos advierten la amenaza que significa el agotamiento de sus reservas petrolíferas. En los primeros años de la post-guerra, confieso que pensé que esas quejas eran apenas un disfraz piadoso para futuras intervenciones contra el petróleo extranjero. Pero los geólogos confirman que, con la tasa actual de consumo, el petróleo americano durará, según algunos, 25 años y, según otros, 40. Pero en 25 o 40 años América, con su industria y su flota, podrá tomar una cantidad diez veces mayor de petróleo de todos los otros. Se imponía concretamente el renacimiento de una Europa capitalista la misma que se encontraba devastada por la guerra. Si los gobernantes de los Estados Unidos se hubieran guiado por la necesidad de afirmar su primacía económica no habría habido Plan Marshall. El papel de policía global asumido por los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial tuvo un enorme impacto dentro del país. Creó una economía permanentemente armada que estimulaba la industria pesada e incentivaba la investigación en electrónica, aviones, química y espacio. Esa industria producía mercancías cuyo único comprador era el Estado americano y, al mismo tiempo, 17
  • 18. generaba un sector estable -que no era afectado por las fluctuaciones de la economía cotidiana- y ayudaba a aliviar el impacto de las recesiones que han sido una característica regular del capitalismo. Una “ciudadanía alerta y consciente” surgió algunos años después, durante la guerra de Vietnam, y se extendió más allá del movimiento antibélico organizado. Cuando el senador William Fulbright condujo las audiencias en el senado sobre la guerra, ellas fueron transmitidas regularmente por las redes de comunicación americanas. Una década después, en el 2000, las estadísticas contaban la historia: el nivel de desigualdad se había triplicado, un tercio de la población vivía debajo de la línea de pobreza, el crimen y la corrupción estaban fuera de control, y en algunas partes del país el trueque había substituído al dinero como forma de compra-venta. Para la generación de posguerra esa experiencia se había tornado el peor sufrimiento de toda la vida. La democracia liberal era el clímax del triunfo del capitalismo en la época. Algunos conflictos continuarían, pero ellos serían espetáculos secundarios, incapaces de cuestionar la hegemonía liberal. Durante un corto tiempo este fue el catecismo de la nueva globalización. Después de eso el libro prácticamente desapareció, mientras los cognoscenti esperaban un sucesor. Pero durante un cuarto de siglo, Von Hayek y sus leales seguidores ignoraron el ridículo y se enterraron debajo de la superficie, para emerger rápidamente y felicitar a los líderes de la victoriosa contra-revolución: Ronald Reagan y Margaret Thatcher. La combinación de ideas neoliberales con las fuerzas sociales representadas por los dos políticos transformó el mundo. Hayek no sólo era el sumo sacerdote de las doctrinas duras en casa, también estaba a favor de las acciones militares para defender los intereses americanos en el extranjero 18
  • 19. Hace años que una de las principales prioridades de la OMC ha sido acelerar la privatización de la educación, la salud, el sistema de pensiones, la vivienda social y los transportes. Con la caída de la tasa de ganancia en el sector industrial que ya fue próspero, el capitalismo occidental está decidido a forzar la entrada en la esfera pública, antiguamente inviolable. Este es el mundo en el que vivímos - desafinado con la humanidad lúcida y la compasión social exigidos por los que protestan contra la globalización - y además, por lo que escriben los defensores intelectuales de este sistema, ninguna mejora substancial puede ser imaginada. “Apaguen todas las pasiones políticas”, gritan los políticos del mundo globalizado. Como forma de terminar nuestra clase me permito recordar el título de un poema escrito hace setenta años por Bertolt Brecht: “700 intelectuales se inclinan adelante de un petrolero”. Democracia del capitalismo en el Imperialismo Resulta muy extraño que los imperios de la modernidad busquen la legitimidad de sus acciones, adjetivando su pensamiento o modelo de pensar con la expresión “democracia”. El sociólogo James Petras, ilustra lo anterior, recordando el discurso de Busch, de enero del 2004, y que en una síntesis apretada que parafrasea Petras, aparecen algunos elementos claves para comprender este deseo de hacer democrático el Imperio, o creer en un Imperio Democrático. “ … El discurso reiteró los elementos más retrógrados de la doctrina de Bush: El uso unilateral de la fuerza, la guerra preventiva, la supremacía de los dictados imperiales estadounidenses por encima de la soberanía nacional de enemigos y aliados. El Presidente sonriente glorificando las conquistas imperiales estadounidenses mientras sus aduladores y partidarios, que abarrotaban el Congreso, le jaleaban, fue una versión de un ‘Nüremberg ligero’: Un guión 19
  • 20. coreografiado para exaltar los logros del presidente imperial. El emperador negó las intenciones imperiales aún cuando defendió las conquistas imperiales y los proyectos de nuevas expediciones imperiales. El discurso de Bush fue más allá del ‘triunfalismo’ y la mendacidad: Fue una visión surrealista que colocó a los EEUU en el centro de un universo divino, en el cual el Pueblo Elegido exterminará a sus enemigos e iluminará por la fuerza a sus aliados reacios” (1) En esta descripción del discurso de Busch, se encuentran los indicios claves de la instauración de un estado Internacional por sobre aquellos locales, o de forma menos directa, una formula de incorporar a los estados locales a la fuerza del Imperio, a medida que se van sublevando como enemigos de los intereses religiosos y económicos de quien hoy detenta el poder bélico mas grande. En ningún caso se equivoca, Meiksins, Ellen cuando nos indica ““el capitalismo es –en su análisis final- incompatible con la democracia, si por ‘democracia’ entendemos tal como lo indica su significación literal, el poder popular o el gobierno del pueblo. No existe un capitalismo gobernado por el poder popular en el cual el deseo de la gente se privilegie por encima de los imperativos de la ganancia y la acumulación y, en el que, los requisitos de la maximización del beneficio no dicten las condiciones más básicas de vida.” Mercado, Poder e Imperio, los puntos cardinales del triangulo del capitalismo actual, y una línea delgada de democracia porque nadie quiere vivir bajo una dictadura declarada, y económica, hasta que no me aprete mi vida particular. Y los particulares cuando se sienten oprimidos se vuelven contra los Universales. Por ello mismo, la única forma de tener tranquilos a los estados locales es un discurso de lucha contra los males de la democracia o del gobierno de todos, pero no articular comunicaciones que fomentan abiertamente el apoyo a la construcción de un nuevo orden imperial. No de forma arbitraria, Meiksins, nos dice “que la democratización debe ir de la mano de la ‘desmercantilización’. Pero desmercantilización por definición significa el final del capitalismo.”. 20
  • 21. Pero seguir por esta vía, es una hipótesis que adelanta, principios básicos de la reconstrucción del imperialismo, ya que también existe la posibilidad que con el paso del tiempo, se levanten Imperios en Europa o en Asia. Y nuestro propósito esta en que en un marco democrático de pensamiento y acción se construya un régimen que tenga tanta flexibilidad que los resultados económicos como políticos sean exportados como formulas alternativas a aquellos estados locales que no tienen la posibilidad de crear uno propio. Aquí me refiero a la crisis de Haití, que solo ha conllevado desde su origen una ocupación militar que al dejar el lugar, no juega un rol que permita emprender un cambio cultural y educacional renovando el tipo de hombre y sociedad mas ajustado a la realidad de esta isla latinoamericana. De todas formas, lo estrictamente marxista, esta en la incompatibilidad entre la cultura del imperio y la distribución del poder entre las clases. En este punto la historia de la formula democrática de la distribución del poder es totalmente distinta a la concepción que trata de imponer el Imperio. El hombre de la Grecia de Pericles, el ciudadano, y el capitalista participan del poder político, mientras que hoy, se ve contenido a una participación formal en el ámbito político electoral y judicial, y en el poder económico, el centro del triangulo del Imperio, es el lugar de algunos escogidos por sus aportes e interés al interior del poder absoluto que se ejerce, con el poder de las armas. La participación de la clase trabajadora comienza a perfilarse directamente al ámbito de la producción, y si hay problemas con ello, se les aplican los instrumentos extraeconómicos, ya de los cuales, hemos conocido en las dictaduras latinoamericanas. Y el camino de la democracia bajo esta segmentación de participación de las masas, ha provocado una pirámide clásica del poder. Unos pocos, en este caso, el Imperio, tiene todos los privilegios: tanto de bienestar, como de velar por si mismo, con la fuerza en cualquier punto del mundo. Se acrecientan los enemigos, que son 21
  • 22. aquellos que no están en la línea de un ciudadano que tiene un rango pasivo dentro del sistema democrático, ya que solamente se requiere de su asistencia a las votaciones. No es un sujeto histórico, es un punto mas en la historia del Imperio, no tiene voz individual y tampoco puede ni debe presentar nuevas ideas, sino que ajustarse a aquellas que sostienen el régimen político, económico y militar que ha definido el jefe del Imperio. De alguna forma, la tesis de Hard y Negri, que el poder del capital imperial está en todas partes y en ninguna, se parece a la idea de un Dios, que esta y no esta en todas partes, y por lo mismo, se erige en una entidad imposible de definir, y por consiguiente, de mejorar o destruir. La globalización no puede ser la capa que cubre la entidad del Imperio, y hacerlo invisible a las criticas y derrota de sus acciones. Existen puntos de contra-poder, y están hoy ubicados, en grupos reactivos a la intervención del Imperio, y su identidad no esta sostenida en nuevas y mejores ideas sino de forma mas trascendental por una cultura fundamentalista que no busca igualar las condiciones de clase ni el equilibrio del crecimiento económico en cada estado local, sino directamente la destrucción de un imperio divino al cual solo le reconocen su acción criminal. Estos grupos de contra-poder están justamente en el anónimo mundo del no-lugar, el mundo del terror sin identificación se vuelve la muralla mas dura de romper por parte del Imperio. Lo que resulta sustantivo en este tema, es consignar junto a Hard y Negri, que el estado capitalista clásico es un espacio que aumenta y aumento las posibilidades de desorden interno en los estados naciones, ya que el mercado juega en contra de los equilibrios macro y microeconómicos al pronunciar en una magnitud no siempre medida las desigualdades sociales, que son los momentos históricos para que ocurran las revoluciones y contrarrevoluciones. Y por otro lado, la ilegitimidad de la fuerza se vuelve en contra del modelo capitalista democrático, al no tener control extremo sobre los métodos de dominación y reorganización de división de clases interna. 22
  • 23. Y es clave que el Imperio saque ventajas de la separación del poder económico de la esfera de gobierno político-militar. Pero, el imperio requiere que esta realidad local, juegue a favor propio, con la inauguración de un único poder, que como se muestra en la práctica cotidiana mundial, es el Mercado. Este concepto básico en la identidad del capitalismo Globalizado terminara por definir un camino de tensión tan extremo, que llevara a los países y culturas no-alineados con el Imperio a buscar un espacio de resistencia no formal, y desconocido. La fuerza del ataque insospechado y la intranquilidad global por seguir tras el Dios mercado. El capitalismo es el primer modo de organización económica que tiende a sumir al mundo en su totalidad, pero a la vez es el primero que no puede existir en soledad porque necesita de otros sistemas económicos que le sirvan de nutriente. Por lo tanto, democracia es la cosmética del Imperialismo y su cara real la búsqueda del poder total, y la negación de las libertades individuales y nacionales., y sus magos el cruzamiento de datos humanos en la búsqueda de la equidad. No mas cosmética si mas ciudadanía y enseñar a participar sin prejuicios. Walterio Barra Cabello agosto de 2005 23