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Sociologia
de la comunicación
de masas
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gota Diagonai 45 N.° 16 B-11. Tel. 245 67 60
Los aparatos culturales delimperialismo
Armand Mattelart
Extracto de «For a Classe Analysis of Communication», en A
Mattelart y S. Siegelaub (eds.), Communication and Class Struggle. Publicado
por vez primera en lengua castellana en Revista Mensual/Monthly Review, Bat
celona, junio de 1978, en versión de Joaquim Jordà.
Economista ysociólogo belga, Mattelart desde 1962 hasta la caida de Sal-
vador Allende vivió en Chile, donde se inicia como
investigador de la
comunicación de mnasas, constituyéndose en uno de los representantes más
destacados de su corriente critica. En la actualidad es
profesor en la
Universidad de Paris.
327
de concebir la vida? ¡No hay que esperar de sus adversarios otra cosa
que una prueba a contrario!
Un primer peligro acecha los análisis sobre el imperialismo y,
más concretamente, sobre el imperialismo cultural e
ideológico. Sin pre
tenderlo, muchos consagran y revalidan de hecho el mito de su omnipo
tencia y de su omnisciencia. Cuántos estudios críticos del imperialismo
no son presa de una contra-fascinación del poder? La cantidad de pro-
ductos culturales bombardeados a partir de las metrópolis es de tal enver-
gadura que parece que debería sofocar toda posible resistencia. Si dicha
visión, rozando el apocalipsis, se desprende de ciertas denuncias e incluso
de determinados análisis, es porque con frecuencia el imperialismo es
tratado como un deus ex machina. Fórmula muy cómoda, porque puede
servir de falsa explicación del fracaso de determinadas estrategias para
atrontar este imperialismo. «El enemigo era tan fuerte que resultaba
Siempre suele abordarse con cierto malestar el problema habi-
tualmente lamado imperialismo cultural debido a que esta noción ge
nérica ha sido utilizada con excesiva frecuencia en un sentido escasa
mente definido.
Cuando los propios imperialistas reconocen la existencia y la
importancia de este imperialismo culrural, permiten que esta noción fran-
quee los límites del círculo donde suele encerrársela. Es obvio que estas
Ocasiones son muy escasas pues normalmente niegan su existencia. Siem
pre que los imperialistas reconocen la existencia de la agresión, jamás se
trata de la que ellos ejercen. Son capaces de medir todo su alcance a
condición de que corra a cargo de una potencia dominante ajena a la que
ellos pertenecen. Nelson Rockefeller, que fue responsable de asuntos
inter-americanos durante la Segunda Guerra Mundial, manifestaba en 1969
ante el Senado norteamericano: «Existen probablemente pocas personas
entre las presentes que recuerden que en 1940 los nazis ocupaban la
osición dominante entre los militares de todas las repúblicas americanas,
a excepción de Estados Unidos, tanto en materia de entrenamiento y equi-
pamiento como, cosa mucho más importante, en materia ideológica». Era
1969 la época en que Rockefelier redactaba su famoso informe, The
Rockefeller Report on Life in the Americas, donde disculpaba las prácti-
cas de penetración ideológica y cuirural de su país. Es altamente instructi-
vo comparar esta denuncia con la celebración explícita de la influencia
cultural de Estados Unidos que se puede encontrar en este informe. Al
referirse a las barreras que protegen a los militares latinoamericanos con-
tra las amenazas revolucionarias, Rockefeller subrayaba el papel benefi-
cioso de los planes de asistencia U.S.A. a las fuerzas armadas, ese «con-
tacto con los objetivos fundamentales del modo de vida americano que
tienen la posibilidad de practicar la mayoría de las militares de las na-
ciones latinoamericanas a través de los programas de entrenamiento militar
que Estados Unidos dirige en Panamá y en sus respectivos países». Qué
puede haber de más lógico que esta aparente contradicción? Acaso no
está en la definición de imperialismo la creencia en la universalidad de
sus valores y la imposición como algo obvio, como si correspondieran a
la evolución natural y afortunada de las cosas, de unos modelos que día
tras día van desmoronando la identidad y la vitalidad culrural de los pue
blos, haciendo penetrar insidiosamente en ellos una manera muy concreta
invencible.»
Los bombardeos siempre se efectúan contra un actor social.
Todos los procesos analizados al margen de las condiciones concretas de
las luchas, al margen de un análisis de clase, crean necesariamente la imn
presión de que el avance victorioso del agresor es fatal. 2Cómo inmuni
zarse contra estos análisis desviados?
Una primera medida terapéutica consiste en evitar la confusión
entre la lógica de la supervivencia del capitalismo y la ineluctabilidad de
sus victorias. Las formas cada vez más perfeccionadas del control social,
las modalidades cada vez más totalitarias que asumen, son necesarias para
que pueda proseguir el proceso de acumulación del capital, pues el obje
tivo de lo que se denomina imperialismo culural es contribuir a formar
un ciudadano conforme a lo que de l espera la era del capitalismo. Este
reforzamiento de los instrumentos de dominación cultural, que algunos
interpretan como un índice de salud del capitalismo, expresa también
sus intentos de dar una
respuesta a una situación de crisis en la que la
realización del beneficio está cada vez más dificultada por el ascenso de
las luchas sociales. No se puede confundir el ciclo inexorable de la expan-
sión del capital, creado por el proceso de acumulación y la necesidad de
realizar el beneficio, con la imagen aplastante de su marcha triunfal.
Una segunda medida consiste en
recuperar una
perspectiva apa
rentemente elemental, la que sitúa al imperialismo y su acción en el juego
de relaciones de fuerza. El imperialisno sólo puede actuar como parte
integrante del movimiento de las respectivas fuerzas sociales nacionales.
En otras palabras, las fuerzas exteriores no
pueden introducirse en cada
nación y ejercer su acción nociva sin la mediación de las fuerzas internas.
Por si solas, no pueden ejercer un papel decisivo. Así pues, plantear el
problema del imperialismo es
plantear también el problema de las clases
que lo vinculan a las diferentes naciones. Significa, asimismo, plantear el
problema de la relación de las clases dominantes locales con la metrópo-
lis, sopesar su grado de dependencia respecto a la potencia hegemónica.
328 329
En esta época en la que florecen las denuncias sobre las sociedades multi
nacionales, sería urgente preguntarse acerca de la noción de cultura lla-
mada nacional, estas culturas que, como las definía Lenin, son elaboradas
y gestionadas por las clases dominantes de cada nación. Tales preocupa-
ciones permitirían evitar la asimilación de unas realidades tan diferentes
frente a la hegemonía americana como la realidad francesa y la realidad
brasileña, y encontrar la especificidad del compromiso imperialista con
las diferentes burguesías locales.
orfgenes históricos diversos y los llevan al triunfo en determinados palses, fun-
cionando como partido político internacional que actúa en cada nación con todas
sus fuerzas internacionales concentradas; una religión, masonería, el Rotary, los
hebreos, etc., pueden incluirse en la categorfa «intelectuales», cuya función
consiste, a escala internacional, en mediar entre los extremos, «socializar» los
hallazgos técnicos que permiten funcionar a las actividades de dirección, arbi-
trar compromisos y vías de salida entre las soluciones extremas.2
Y para legar al fin de esta perspectiva que sitúa al imperialis-
Una actitud de este tipo tendría el valor de reconciliar el estu-
dio del macro-sistema multinacional que cubre las relaciones entre las
naciones y el de las diferentes realidades nacionales en las que, dentro
de unas relaciones específicas de clase y de un estado determinado de las
fuerzas productivas, se gestionan las alternativas de lucha contra el poder
imperialista. Gran número de estudios, sin pretenderlo, tienen una exce
siva tendencia a considerar la empresa multinacional como una entele
quia, cuando, en realidad, es un producto histórico de la misma manera
como lo es la formación social de la que ha surgido y aquellas de las
que se apodera. Gramsci, que no conoció la ubicuidad de tales unidades
económicas, había sentido, sin embargo, la necesidad de interrogarse acer-
ca de la combinación de las fuerzas nacionales e internacionales. En un
mo y su acción en el juego de correlaciones de fuerzas, también es nece
sario plantear el problema de los niveles de conciencia que se le enfrentan
en una realidad determinada y, por consiguiente, el de las culturas popu-
lares o de las culturås de liberación nacional que alimentan las respuestas
a la agresión. Estamos ante la otra dinámica inexorable, la del ascenso
revolucionario, que Rosa Luxemburg confrontaba a la necesidad no menos
inexorable de la acumulación del capital.
La existencia de mediaciones particulares en cada sociedad, en
cada formación social, y el carácter de estas mediaciones crean un paisaje
variado de encuentros con el imperialismo. En los países latinoamerica-
nos, en los que las burguesías monopolistas a partir de su primera apari-
ción están unidas como por un cordón umbilical a la metrópolis, los
indicios de penetración cultural se exhiben abiertamente en todas las
zonas y todos los recovecos de la sociedad. Dependencia abrumadora de
las grandes agencias de prensa internacionales, principalmente norteame
ricanas (UPI, AP), que se convierten en los canales exclusivos a partir de
los cuales se recibe la información mundial; dependencia abrumadora de
los programas de televisión importados que, en algunos países como la
República Dominicana, representan más del 60 % de la programacióón;
sujeción a los planes de asistencia en materia de educación superior, a
los planes de formación sindical establecidos bajo el patrocinio de las
multinacionales y del Estado norteamericano; y tantos otros indicios coro
nados por el elemento mayor de la dependencia cultural e ideológica
(tomemos a Rockefeller por testigo) que representan los planes de asis
tencia del Pentágono a las fuerzas armadas y a las policías latinoamerica-
nas. Se trata de un aspecto que no suele destacarse en los textos que
denuncian «el imperialismo cultural». Y, sin embargo, esta dependencia
es fundamental en las naciones periféricas en las que llega a determinar
la aparición de nuevos Estados, los Estados militares, y, dentro de ellos,
la aparición de nuevos aparatos de dominación cultural. El efecto ideo-
lógico y práctico de estas relaciones constantes está muy bien señalado
por el general Prats (1977), antiguo ministro de Defensa de Salvador
Allende, en su diario publicado después del atentado que le costó la vida
en Argentina, en setiembre de 1974. Con fecha 19 de noviembre de
1973, se lee:
trabajo que resulta esclarecedor para el análisis de las situaciones políticas
y en el que expone el concepto de correlaciones de fuerza, se observa
este instructivo pasaje:
Hay que tener en auenta que con esas relaciones internas en un Es
tado-nación se entrelazan las zelaciones internacionales, caeando nuevas combi-
naciones originales e históricamente concretas. Una ideología nacida en un país
desarrollado se difunde en países menos desarrollados, incidiendo en el juego
local de combinaciones. Esta correlación entre fuerzas internacionales y fuerzas
nacionales se complica todavía más por la existencia, dentro de cada Estado,
de numerosas secciones territoriales de varia estructura y diversas correlaciones
de fuerzas de todos los grados. (Así, por ejemplo, la Vendée estaba aliada con
las fuerzas internacionales reaccionarias y las representaba en el seno de la
unidad territorial francesa, y Lyon representaba, en la Revolución, un particu-
lar nudo de correlaciones, etc.)
Al tomar el ejemplo de los circuitos de transmisión ideológica
que se hallaban a su alcance en una época que todavía no conocía la in-
ternacionalización de la industria de la cultura, Gramsci anota, para lus-
trar la influencia de un país desarrollado sobre un país menos desa
rollado:
La religión, por ejemplo, ha sido siempre una fuente de esas com-
binaciones ideológico-políticas nacionales e internacionales, y, con la religión,
también las demás formaciones internacionales, la masonería, el Rotary Club,
los hebreos, la diplomacia de carrera que sugieren expedientes políticos de Para el común de los soldados chilenos siempre ha estado claro que
330
331
las fuerzas armadas de Chile tienen dos enemigos potenciales: el exterior y el
interior. i en el primer caso ha estado claro unánimemente para ellos que los
enemigos externos potenciales son el Perú, Bolivia yArgentina, en el segundo
caso ha existido un concepto más abstracto. En relación al enemigo interno ha
ido predominando en forma creciente el criterio adquirido por los que han
pa-
sado por los cursos de la Escuela de las Américas y otros organizados por el
Pentágono. En 1973 había ya en el ejército chileno más de tres mil egresados
de estos cursos. Muchos de ellos respondiendo a los estereotipos y reflejos
que en estos cursos les inculcaron, creyendo librar a la nación del «enemigo
interior», han cometido un crimen que sólo puede explicarse por su ingenul-
dad, su ignorancia y su miopía política..3
donde más del 90 % de los programas responden a esta marca de tábri
ca. Hay que observar, sin embargo, que esta parte dedicada a las series
de origen norteamericano ha aumentado claramente en Francia en los
ultimos tiempos, puesto que en la primera cadena ha pasado del 10,4 %
en 1974 al 17,4 % en 1976, resultado de la privatización y de la «mo-
dernización» de la antigua ORTFS Tampoco en ningún país de Europa
las fundaciones norteamericanas se han introducido de manera tan escan-
dalosa como pudieron hacerlo en Chile, por ejemplo, en 1965, a través
de planes de espionaje bajo cobertura sociológica, como el «Plan Came
lot». El hecho de que los indicios sean menos visibles -aunque pasearse
por un país como Bélgica equivalga casi a pasearse por una parodia de
un suburbio norteamericano y que, en todos los países europeos, a
excep-
Ción de Francia, las cinco mayores agencias de publicidad sean habitual-
mente filiales de las cinco mayores agencias norteamericanashace que
en muchos medios de la opinión pública se esboce una sonrisa cuando se
habla de imperialismo y sobre todo de imperialismo cultural, y que se
acuse a quien habla de «tercermundizar» el viejo continente, harto resis-
tente todavía. Al margen del hecho de que es difícil para una nación
hacer abstracción de su pasado de nación hegemónica, el escepticismo de
quienes legan a sonreír se explica sin duda por el hecho de que no han
sentido este imperialismo en su propia carne, pero también por el hecho
de que «América» sigue siendo todavía para muchos ciudadanos de Euro-
pa la América de la Liberación, la América .del Plan Marshall,y de que,
además, las alianzas social-demócratas que predominan no favorecen es
pecialmente una mirada crítica sobre la metrópoli norteamericana. Y en
cierto sentido es comprensible que algunos sonrían. La noción de un im-
perialismo monolítico, triunfalista, que aplasta todas las diversidades y
homogeniza todas las culturas, puede provocar legítimos rechazos. Hay
que destruir la idea según la cual el imperialismo penetra de manera uni-
torme en los diferentes sectores de una sociedad y sustituirla por la exi-
gencia de un anáisis que procure ver a favor de qué medio concreto see
ejerce la penetración. Bajo este punto de vista, incluso podemos llegar a
hablar de «frentes clandestinos». En efecto, existen terrenos más des-
moronables que otros. Existen, asimismo, los que oponen bien una
resis
tencia pasiva, la resistencia a un modelo de «modernización», bien una
resistencia activa, una movilización anti-imperialista. Cómo identificar a
grandes rasgos los terrenos más vulnerables? Cuando se llega a un análi-
sis elemental de la clase dominante, se descubre que el terreno más colo-
nizado no es aquel en el que sigue ejerciéndose la mediación de inte-
lectuales o creadores liberales, críticos y progresistas, como cabe encontrar
en determinados media, ni aquel en el que las luchas sindicales, si bien
en una óptica a veces corporativista, oponen la defensa de los intereses
de los trabajadores.
Los planes de asistencia militar siempre han constituido una
vanguardia en la aproximación cultural imperialista de las naciones
A partir de 1956, toda la instrucción dada en
las escuelas de
la zona del
canal de Panamá eliminaba el inglés en favor de las lenguas ibéricas. Se
prestó una atención especial a los manuales y a los materiales de ense
ñanza. Cada año se traducen en estas escuelas de 25.000 a 30.000 pági-
nas de material educativo del americano al español. La famosa revista
del Estado Mayor norteamericano, editada en Forth Leavenworth, en
Estados Unidos, uno de los grandes centros de formación de los oficiales
del sub-continente, la revista Military Review, contaba con ediciones mul
tinacionales mucho antes que las revistas civiles de origen norteamericano
y sensiblemente al mismo tiempo que la más multinacional de las revis-
tas, el Reader Digest. En 1970, la Military Review celebró el 25 aniver.
sario de sus ediciones brasileña y castellana para América Latina. Los
militares franceses, alemanes e italianos no gozan de las mismas tacili-
dades y sólo pueden estar al corriente de los útimos adelantos del pen-
samiento militar norteamericano a condición de descifrar el idioma nor-
teamericano.
Esto nos muestra precisamente la tasa y las modalidades dife
renciales de penetración del imperialismo en los países europeos en los
que pasa a ravés de unos sistemas de alianzas más complejos como la
OTAN y sus sucursales, aunque la mayoría de los ejércitos occidentales
se desplacen en tanques norteamericanos, manejen missiles y vuelen en
caza-bombarderos de la General Dynamics. En 1975, el 60,7 % de los
materiales aeronáuticos militares utilizados en la República Federal de
Alemania eran de concepción norteamericana. En Bélgica y Dinamarca,
esta proporción se elevaba a más del 65 %. En los Países Bajos, a más
del 75 o. Francia e Inglaterra eran los más prívilegiados: 7 % en Fran-
cia y 31 6 en Inglaterra."
Así pues, los indicios públicos, aquellos que están en poder de
la opinión general, son menos vistosos y menos visibles que en las reali-
dades de los países del Tercer Mundo. Por ejemplo, la parte de progra-
televisión francesa no En cambio, los territorios favorables, en los que la penetración
puede ser clamorosa sin suscitar por ello ningún escándalo público, son
mas de origen norteamericano en las cadenas de
supera el 18 %, cosa que parece ínfima en relación a Corea del Sur,
333
332
aquellos que gravitan en torno al proyecto de las burguesías monopo-
listas. Y los indicios pasan a ser numerosos. Un ejemplo puede resumirlos
e ilustrarlos gráticamente. Hacia 1968 se asiste a una invasión de las
cadenas de hoteles y restaurantes de factura norteamericana un poco en
todas partes. Cincuenta hoteles Holiday Inn en 1958, 1.000 er 1968,
1.700 en 1977. Curva ascendente que sólo frenó la crisis. Holiday Inn
preveía 4.000 hoteles en 1977. Pero también intervinieron otros facto-
res. El director general de la cadena, Howard B. Johnson, lo confesaba
abiertamente al corresponsal de la revista Business Week: «Estamos de
masiado americanizados para pensar en desparramar nuestros moteles por
Europa. Los europeos tienen otras costumbres respecto a la alimentación
y al viaje» (jen La Pbysiologie du Goût, Brillat-Savarin escribía en 1826:
El destino de las naciones depende de su manera de alimentarse»!). Y el
director general concluye diciendo: «Construiremos una nueva cadena de
moteles de estilo más europeo» Al adoptar como objetivo para el futuro
el intento de encontrar las rendijas por donde introducirse, comprobaba
que el mundo del viaje de negocios (business travel) se brindaba a una pe
netración masiva. Así pues, aconsejaba transportar las zonas hoteleras en
torno a los aeropuertos, en los centros de negocios, y preocuparse menos
de esparcir por todas partes hoteles destinados a todas las clientelas.
Imagen que traduce con exactitud cuáles son los enclaves privilegiados
de la penetración.
publicados en dichas revistas... La práctica del lenguaje científico unida
al trabajo de investigación encierra una dinámica que culmina en el na
cimiento de palabras y de conceptos nuevos, a veces difícilmente tradu-
cibles y trasplantables a otra lengua. Así pues, el imperialismo político
y económico de Estados Unidos irá pronto acompañado de un imperia
lismo intelectual que se refuerza incesantemente». El hecho de que la
investigación haya sido entregada a las grandes sociedades nacionales y
multinacionales no es ajeno a esta situación. En junio de 1977, la cé
lebre revista norteamericana de divulgación cientifica Scientific Ameri-
can, anunciaba su aparición en francés a partir de noviembre; el título
adoptado por el editor en francés: Pour la Science. La marca de fábrica
ha sido totalmente borrada.
Pero más allá de estos indicios palpables, materializados en
Dichos enclaves, en nuestra opinión, son todas las expresiones
de esta cultura del business, del management, cuyo arguetipo más evi-
dente es la revista económica, órgano de expresión de la ideología de los
ejecutivos. Recientemente, el creador francés de una de estas revistas,
todas ellas cortadas sobre el patrón Business Week, confesaba: «Si quere-
mos hacer un Business Week a la francesa es porque cuando existe un
buen modelo no se ve ningún motivo para no inspirarse en él». Ena
este terreno, los ejemplos podrían repetirse indefinidamente. Cada vez
remiten con mayor fidelidad a su modelo de origen de lo que lo hacen
las revistas de actualidades que, aunque inspiradas en formatos lanzados
por los norteamericanos, conservan pese a todo cierta globalidad autóc-
una revistas o en otros productos audiovisuales, existe la penetración del
modelo de la tecnología norteamericana. La ITT puede revender sus
filiales en Francia porque teme el ascenso de la Union Populaire, pero
no por ello pierde el control teledirigido del modelo de relaciones so
ciales al que corresponde una tecnología. Para no escapar al terreno
que nos ocupa, el terreno, para ser precisos de la cultura y de la infor-
mación, demos como ejemplo de dependencia respecto a la tecnología
norteamericana el de la informática económica. La supremacía norteame
ricana sobre los bancos de datos ya ha suscitado reacciones de inquie-
tud. «El control por las sociedades americanas de los instrumentos y
de los datos no puede conducir a imponer unas hipótesis, unos razona-
mientos, unos resultados y por consiguiente, de manera indirecta, unas
opciones? Las economías europeas, la economía francesa, no están ca-
pacitadas para disponer de unos instrumentos de ayuda a sus decisiones,
por consiguiente de definición de su futuro, concebidos y explotados
bajo su responsabilidad?»
10 Poco a poco, toda la información económica
en el sentido amplio de la palabra va pasando a depender de los fabri-
cantes de la alta tecnología norteamericana, que poseen ampliamente la
hegemonía en el terreno de los componentes electrónicos, de las teleco
municaciones y de la aeronáutica.
tona.
Cabe asimilar de esta realidad de los países industrializados una
Son también las expresiones de la investigación científica, como
lo demuestra la edición sobre temas científicos. Recientemente los me-
dios científicos franceses lanzaron la señal de alarma. En un informe
sobre la situación actual de la edición científica puede leerse: «la edi-
ción científica francesa está tan voluntariamente sacrificada como la
investigación científica. Acaso no hemos oído manifestar a un alto fun-
cionario que bastaría con suscribirse a las revistas científicas norteameri
canas para sustituir una costosa investigación científica?... Sin embargo,
las revistas francesas, actualmente relegadas entre las revistas menores,
han estado a la vanguardia del combate científico durante más de medio
siglo. Gran número de trabajos actuales se apoyan en descubrimientos
lección práctica para la lucha anti-imperialista. Una lección práctica que
hay que añadir a la que surge de la lucha de las naciones periféricas.
No hay que fijarse tanto en las huellas visibles, en la circulación mnás
o menos densa de productos foráneos sino más bien en los modelos que
establecen la referencia de lo que es «moderno», y cuya penetración es
sutil, ejercida a través de unos agentes que no son necesariamente unos
cómplices conscientes. Nos enfrentamos a una fase suprema del imperia
ismo.que instala unos sistemas y unos modos de organización del poder.
En esta fase, el imperialismo es absolutamente capaz, según las condi-
ciones de la correlación de fuerzas nacional e internacional, de naciona
lizar sus vehículos de invasión.1
334
335
También es preciso luchar contra la noción de la planetariza-
ción de las culturas que evita el planteamiento del problema de las espe
cificidades nacionales que sirven de pantalla y que sobreviven. No hay
que caer en una visión del imperialismo próxima a las invasiones a
sangre y tuego de Atila.
mismo tiempo que los asaltos del star-system, los de una versión criolla
de Hollywood." Si hoy las telenovelas producidas por numerosos países
latinoamericanos compiten con fuerza en la pequeña pantalla, hay que
entenderlo como la prueba de la existencia y la importancia de los colo
nialismos internos.
Insistir sobre la realidad del imperialismno norteamericano no
debería hacer olvidar la existencia de los imperialismos secundarios que,
en su tiempo, fueron hegemónicos. Francia en Africa, por ejemplo. Su
penetración está lejos de limitarse a la exportación de material escolar
o de material de televisión. En algunos países, el imperialismo francés
conserva un aspecto de franca intervención militar, sin hablar de la fuer-
za de sus firmas industriales. El Chad es su realidad ejemplar. En otros
países como Costa de Marfil, más del 40 % del capital industrial está
en manos de intereses franceses. Además de los territorios de caza que
le han sido reservados en la distribución del poder mundial, el imperia-
lismo francés sirve de intermediario a los productos de cultura de masas
procedentes de Estados Unidos. Lo que riunfa en Nueva York resulta
obligado en
París, como lo será en Río o en Tokio. La dictadura de los
sondeos decide la suerte de los programas en las pantallas norteameri
canas. Así, por ejemplo, tres de las diez nuevas series lanzadas en las
cadenas neoyorquinas en setiembre de 1975 ya estaban condenadas antes
de la primavera siguiente. La selección que efectúa cada cadena de tele
visión en los países compradores se alinea sobre esta dinámica determi-
nada por los aplaudímetros de la metrópolis. Esta selección por las cade
nas francesas y la adaptación en París por las compañías de doblaje
que contratan las filiales de las compañías norteamericanas constituyen
a su vez otros tantos eslabones de la dominación hacia los países francó
fonos. Idéntica verificación podría hacerse a propósito del imperialismo
británico en el continente asiático, a propósito del Japón y a
propósito
de Alemania cuya reaparición como brazo izquierdo del impèrialismo
norteamericano tiene mucho de inquietante, como se ha podido ver re
cientemente, en la práctica, en la contrarrevolución de Portugal.
Sin querer seguir utilizando la expresión poco afornunada de
imperialismo secundario, en el análisis de la exportación masiva de pro-
ductos culrurales habría que introducir elcaso de países como
México,
Egipto o Italia, centros de producción, todos ellos, por razones diversas,
de matrices de melodramas llamados populares. A fuerza de reaccionar
como si el imperialismo norteamericano bubiera teñido todas las iniciati-
vas y elaborado todas las creaciones en todos los terrenos, se olvida que
en continentes enteros unas producciones locales participan en gran me-
dida en el fenómeno de aculruración. Habría que retrazar el itinerario
de las producciones mexicanas que, apoyadas por Hollywood, comenzaron
a partir de los años cuarenta a tener una difhusión masiva a escala del
continente latinoamericano, barriendo las expresiones de las cinematogra-
fias nacionales. La historia del cine argentino sufrió de este modo, al
Hemos reconocido la importancia que tiene el hecho de estu-
diar las alianzas de clase del imperialismo, las alianzas que establece en
las tierras donde aterriza. Pero no es menos necesario pasar por el tamiz
del análisis sus pistas de despegue y ver cómo la composición de clase
y la evolución histórica de las metrópolis le confieren con el paso del
tiempo otro contenido cuando no otra naturaleza. Y caemos inmediata-
mente en una paradoja: el imperialismo tiene una edad y al mismo tiem-
po carece de ella. Carece de ella en la medida enque las prácticas que,
teñidas de barbarie, han permitido la exterminación de las poblaciones
indias hace tres siglos, son sensiblemente las mismas que conducen actual-
mente al genocidio de las clases obreras y campesinas. Como destacaba un
historiador latinoamericano que vivió el golpe de Estado de Chile: «Lor
militares de Pinochet trataron a los obreros de Chile como Pedro de
Valdivia' a los mapuches y el que, en la Justicia de
Dios, quemaran a la
vez los cuerpos de los extranjeros (en setiembre, la xenofobia era un
rito) mostraba hasta qué punto miraban a los obreros de Chile, a los
rotos", como a extranjeros mismos. Eran, en efecto, de algún modo,
los obreros marxistas de la Unidad Popul¡r, extranjeros con relación a
la paradójica historia oligárquica de Chile, que no fue rota sino dos veces
en verdad, la primera con Balmaceda y la segunda con Allende».3
No obstante, pese a la recurrencia de sus prácticas, el imperia-
lismo cultural ha cambiado profundamente. El salto cualitativo más im-
portante se ha efectuado en los útimos quince años. Y éta es una de
las razones por las que sentimos cierta reticencia en utilizar la noción
excesivamente monolítica de «imperialismo cultural».
Conviene ponerse de acuerdo primeramente acerca del sentido
y los límites de «lo cultural». En tiempos de la colonización, pese a la
presencia del maestro, del soldado y del colono, los tres «representantes
de esta obra patriótica» que seguían ineluctablemente al comerciante
al misionero, la vida cotidiana de los súbditos de las
imperios podía
seguir cultivando cierto patrimonio,ciertas tradiciones propias, pese a las
politicas de asimilación administrativa, lingüística y educativa. Poco an-
tes de la muerte del líder, el testimonio de Amílcar Cabral recordaba
los limites de' estas políticas coloniales y protestaba contra las apresura-
das generalizaciones que ignoraban o descuidaban un aspecto esencial del
probiema: el carácter indestructible de la resistencia culrural a la regla
extranjera por parte de la masa del pueblo. Al reflexionar a partir de la
situación italiana sobre las nuevas modalidades de colonización, Paso-
lini verificaba las profundas diferencias que separan los etapas de la
agresión cultural. «Nadie duda, escribía en diciembre de 1973 en una
337
336
Oado' D
ldll, A.
(200) } pero
de sus contribuciones periódicas a los diarios de Roma, que la tele
visión sea autoritaria y represiva hasta un punto jamás alcanzado por
ningún medio de información en el mundo. A su lado, el diario fascista
y las inscripciones de slogans mussolinianos dan risa: como (dolorosa
mente) el carro al lado del tractor. El fascismo, lo repito una vez mas,
ni siquiera ha sido capaz en el fondo de arañar el alma del pueblo ita-
liano, mientras que el nuevo fascismo, gracias a los nuevos medios de
comunicación y de información (sobre todo, precisamente, la televisión)
no solamente la ha arañado, sino que la ha lacerado, violado, mancillado
para siempre...» 4 Es posible discrepar de Pasolini cuando utiliza el tér-
mino «fascismo» para caracterizar la situación presente; pero, bajo la
aureola apocalíptica de sus fórmulas, debemos reconocer con
qué luc
dez destaca el salto cualitativo que separa dos formas de control ideolo-
gico y cultural, dos fases del capitalismo; la primera, furiosa, «monu-
mental», pero exigiendo fundamentalmente, en la práctica, una adhesión
verbal, y por consiguiente más superficial, menos interiorizada; la otra
en cambio, pidiendo y provocando una adhesión incondicional interiori-
zada en un modelo de vida cotidiana. El fascismo tradicional ha inten-
tado capitalizar el patrimonio histórico a través de la sublimación gro
sera del pasado. Al intentar, mediante un proyecto mucho más sinuoso
y difuso, destruir la memoria, hacer desaparecerlas diferencias, las espe
cificidades, expulsar la historia, el proyecto de desarrollo del capitalismo
en el momento de la internacionalización del capital, gno está dotado de
un poder más corrosivo sobre las mentes? 15
lados entre sí, no respondían anteriormente a las mismas leyes de efica-
cia y de rentabilidad. Determinadas aproximaciones, como la que, por
ejemplo, ha permitido el encuentro del mundo industrial y de la raciona-
lidad militar, ya son conocidas. Su importancia jamás será suficiente
mente detacada. Los grandes modelos tecnológicos de transmisión de
cultura y de información deben su existencia a esta alianza entre las
grandes firmas industriales (todas ellas multinacionales) y el aparato mi-
litar. El ordenador, el satéite, la misma electrónica han salido en línea
directa de esta asociación permanente que se ha materializado en un
tipo de Estado, surgido a partir del final de la Segunda Guerra Mundial,
el Estado de Seguridad Nacional (National Security State). Será ese Esta-
do el que, veinte años después, se exportará hacia las realidades del cono
sur latinoamericano.
La aproximación entre el sector privado y el sector público sólo
es un derivado de esta alianza central, ya que el sector privado está aso-
ciado a la gestión y a la planificación de los intereses del Estado y sus-
tituye en determinadas misiones a la burocracia gubernamental. Esta
interconexión es la que permite que una multinacional de las telecomu-
nicaciones como la ITT pueda convertirse en territorios de ultramar no
sólo en un fabricante de teléfonos sino en un agente del orden, y si es
necesario en un agente de la conspiración. Para mostrar esta interpe
netración de las misiones y el cambio que se ha operado en el aparato
de Estado imperialista, nada más significativo que la iniciativa surgida
de la IBM de aconsejar a su personal, para proteger a sus filiales contra
las acciones de las guerrillas urbanas, en un curso de formación celebra-
do en 1974, se les aconsejó la lectura de las obras del Ider revolucio-
nario Marighella, de la misma manera que Kennedy, doce años antes,
recomendaba la lectura de las obras de Che Guevara y de Mao Tse-tung
a los oficiales del Pentágono.6
Unas tecnologías nuevas, cada vez más sofisticadas, permiten
una centralización mayor. Pero detrás de este progreso tecnológico se
perfilan los cambios operados en el conjunto del aparato. del Estado im-
perialista. Cada vez es más incómodo de limitar la auténtica esfera de
lo cultural. Es abusivo convertir a la televisión, como parece hacer Pa-
solini, en el agente exclusivo de una nueva ordenanza de la realidad del
control, pues ello nos llevaría a hacer mcluhanismo sin McLuhan, La
televisión no es más que uno de los agentes de centralización, acaso el
más fácilmente identificable cuando nos ceñimos a un concepto trad
cional de cultura.
La cultura, en el momento actual, está determinada por un
nuevo modo de presencia y de interacción de los diferentes terrenos y
los diferentes agentes del imperialismo. Qué repercusiones, en efecto,
tiene sobre la definición de lo cultural la etapa actual del capitalismo
norteamericano que suele designarse bajo la expresión de capitalismo mo
nopolista de Estado? Es otra manera de interrogarse sobre las resonan-
cias que tiene el fenómeno de la centralización y de la monopolización
en el campo de la producción y de la difusión de los biienes culturales.
En nuestra opinión, si asistimos a un estrechamiento del con-
junto de los aparatos que difunden la cultura y la ideología imperialis-
tas, se debe fundamentalmente a que estos sectores y estos agentes, als-
El proceso de concentración industrial ha intervenido como
otro factor preponderante. Los grandes fabricantes de hardware dominan
los centros de elaboración de programas, de mensajes educativos, de
fórmulas de ocio. Se han convertido en nuevos pedagogos, poniendo su
cuerpo de conocimientos técnicos al servicio de institutos de formación,
invirtiendo aquí y allá en las tecnologías que producen los programas,
los mensajes de las firmas cuyo control han .adquirido. Y quizá sea esta
alianza entre bardware y software lo que permita ilustrar de manera
más
satisfactoria la integración de los sectores de la producción cultural." To
memos el caso de la edición. Hace todavía escaso tiempo este sector de
la industria estaba generalmente considerado como una cottage industry,
en cierto modo una industria artesanal. Desde fines de los años sesenta
se ha acelerado la venta y la reventa de las editoriales, venerables en
su mayoría, que han sido absorbidas por grandes conglomerados. Bas-
taria con citar el control que ha adquirido la firma Gulf && Western, una
multinacional polifacética, propietaria entre otras firmas de la Paramount,
339
338
período anterior siguen existiendo todavía. La industria cinematográfica
no ha sido atrapada por unos modelos de marketing que ejercen su
dictadura tanto sobre la determinación de los temas como sobre los
sobre la editorial Simon & Schuster. El mismo año, la filial internacio-
nal del imperio italiano Fiat (pues los cruces se practican a escala in-
ternacional) 13 ha incorporado Bantam Books, una gran editorial norteamne
ricana. La inserción de estas editoriales en unos conjuntos más vastos
confiere otra dinámica al mercado del libro. La búsqueda de un beneficio
rápido hace nacer otras fórmulas que surgen de la alianza natural de la
televisión, del cine y del libro en el seno de un mismo conglomerado.
Se intensifica la producción de libros a partir de los films y de las series
televisadas, pero, más importante todavía, las normas de selección que
rigen los media audio-visuales instalan su hegemonía en la edición. El
cjemplo del triunfo de este criterio es el desarrollo de lo que los edi-
tores norteamericanos ya denominan los pbony-books. Al lado de estas
nuevas
producciones, los best-sellers de los últimos años, que superan
con frecuencia el millón de ejemplares, están enteramente vinculados a
la indusuria del cine y de la televisión. La regla anterior, según la cual
el libro proporcionaba material al cine, se ha invertido: la serie de TV
oel film de éxito ofrece material al libro.9
canales de distribución? Algunas observaciones y determinadas investi
gaciones tienden a confirmar estas sospechas. La distribución de los films
concebidos después de la crisis desvela el eje de las nuevas estrategias
para inundar los mercados. Asistimos a la enorme multiplicación de las
copias de lanzamiento para sumergir el terreno y vetarlo a la compe
tencia. En lugar de utilizar las veinte o treinta copias de lanzamiento
habituales, la Warner ha utilizado cien simultáneas en el Japón para
asegurar el lanzamiento sin precedentes de su film El coloso en lamas
(The Towering Inferno, 1974), de John Guillermin Irwin Allen0
más lejos en el análisis de las aproximaciones
que definen una situación de cultura monopolista. Las investigaciones son
escasas, prácticamente inexistentes. Pero se encuentran algunos ejemplos
que nos permiten sugerir un campo de estudio. En 1976, la cadena de
Testaurantes Wimpy International, una división del conglomerado britá-
nico Lyons, comerciantes de té y otras especias de las Indias, decidía
luchar contra su competidor norteamericano, la cadena McDonald, lan-
zando una campaña de promoción bastante original. Su agente de pro-
moción, la filial londinense de la agencia de publicidad J. Walter Thomnp-
son, contrataba para esta campaña que debía publicitar los 750 restau-
rantes de la cadena (que en aquel año inauguraba uno por semana) ni
más ni menos que a Mr. Savalas, alias Kojak, el protagonista de la famosa
serie de televisión. La explicación dada a la prensa era la siguiente:
«Mr. Savalas es realmente popular en el mundo y la investigación que
hemos realizado nos ha convencido de que su fuerte corpulencia, su in-
clinación hacia los snacks y su imagen fundamentalmente no sofisticada
le convierten en el consumidor-tipo de los restaurantes Wimpy» En
enero de 1977, la firma cinematográfica Columbia anunciaba su inten-
ción de «maximizar sus esfuerzos mundiales de producción». Resultado:
el primer film que se benefició de esta decisión fue Abismo (The Deep,
1977), de Peter Yates, un vástago de Tiburón (Jaws, 1975), de Steven
Spielberg. La receta de la maximización consistía en buscar «unas rela-
ciones más funcionales entre el tema del tilm y los soportes de la publi-
ciudad»2 En lugar de contentarse exclusivamente con los tee-sbirts u
otras fórmulas de lanzamiento habituales, se trataba de establecer una
lfnea de continuidad entre el tema y las mercancías que le servirfan de
publicidad, piscinas, relojes, cámaras submarinas, equipos de pescasub
marina.. El estrecho territorio que separaba la ficción de la realidad
tiende a desaparecer. Marx que, hacia 1850, escribía que los pensamien-
tos dominantes serlan cada vez más abstractos y que esta abstracción
era una condición sine qua non para que la burguesía pudiera hacer
aceptar sus ideas particulares como
universales por el conjunto de las
restantes clases, debe estremecerle en su tumba. De limitarnos a una
Pero hay que:
Así pues, es preciso definir el estrechamiento- la crisis de la
economía capitalista acaba de reforzalo en términos generales: se
operaen favor
de un
polo que le sirve de modelo, el del sector más
tecnificado, es decir, aquel cuyas normas de fabricación han alcanzado el
grado de estandarización y de masificación más elevado. Y este sector
priviegiado en el que se ejerce desde un primer momento la ley del
marketing y que se convierte en «distribuidor automático de normas»
ha encontrado en la TV su expresión más eficaz. El interés comercial y
el cebo sensacionalista ejercen su dictadura. Las legalidades anteriormen-
te específicas de la educación y del cine en relación a la televisión están
uniformadas por esta racionalidad industrial. En útima instancia, toda
la transmisión del saber tiende a ser una empresa de espectáculo y a
pasar porla regla de los media y de la cutura de masas.
Las nuevas series educativas como Sesame Street y The Elec
tric Company son unos paradigmas de esta intrusión de las normas de
los media en la pedagogía de masas. El appeal publicitario, que es el
fundamento de la legalidad de los media, sirve de vehículo a los esque
mas educativos propuestos al público infantil. Estas series son el arque
ipo de la nueva
pedagogía de masas, que los fabricantes de. tecnología
asociados con las fundaciones educatívas han lanzado para poblar el vacío
entre la educación formal y el ocio. Nueva fórmufla que realimenta la
capacidad de difusión de los medis y abre nuevas pistas y nuevos mer
cados a las tecnologías de lo audiovisual que se
implantan en el campo
de la educación y del aprendizaje de la, vida cívica (Mattelart 1977b).
A la luz del saneamiento que ha seguido y vencido a la crisis
que durante los años setenta cayó sobre el mundo del cine y provocó el
desmembramiento de Hollywood, a favor de conglomerados diversifica
dos, es lícito preguntarse si los márgenes de maniobra que toleraba el
340
observación al pie de la letra, yendo en sentido contrario a la observa
ión de Marx, podría decirse que la ideología dominante está llamada a
convertirse en cada vez más concreta. gEstaremos entrando en la fase
del realismo capitalista? Los personajes de la fición salen de los mar
cos de la pequeña pantalla o de las viñetas de los comics para conver
tirse en los componentes materiales del mundo. El engaño que señalaba
Marz sigue siendo total. No es porque comiencen a caminar con nosotros
por la calle que declinan la identidad de su productor. Observemos de
pasada que los medis reinyectan los media, o más bien que los media se
reinyectan mutuamente de manera que repitan infinitamente el dircu
lo de su
repetición.
Acionales que condicionan el acceso a las informaciones. Pero no se en-
gaan cuando, al hablar de la era de la información, indican el polifa
cetismo de este término, que encubre tanto la información del electro
cardiograma como la información sobre los recursos energéticos de un
pals y la necesidad que tiene la sociedad lamada moderna de esta nueva
materia prima para progresar. Nosotros dirfamos: para proseguir la acu-
mulación de capital. Pero la publicidad tampoco nos engaña cuando eli-
mina de la problemática de la información global tanto los sistemas de
extracción de información como las prácticas de la tortura en los Esta-
dos de excepción del capitalismo. La fase actual de la agresión imperia
lista nos enseña, en efecto, una cosa fundamental, a saber, que actual-
mente es difcil separar los campos de lucha donde se dirime el enfren
tamiento con el enemigo de siempre: las fuerzas del oscurantismo
la barbarie.
Si sepuede hablar de totalitarismo al evocar la acción de los
aparatos ideológicos del capitalismo monopolista, también es, y sobre
todo, porgque cualquier problems que afecte un sector particular afecta
en realidad e conjuntoy permite entrever la globalidad de las bazas en
juego. La crisis de la CIA, por ejemplo, no puede interpretarse simple
mente como la crisis de un organismo de espionaje sino como la de todo
un sistema de información. Por otra parte, la solución que se le ha en-
contrado lo demuestra. La reciente reorganización de este organismo con-
fiado a un super-jefe, un almirante, que se concreta en una centralización
mayor y un aumento de la capacidad de planificar el conjunto de los
aparatos militares y ivles, afianza las actividades de información en
favor de la racionalidad militar. Esta remodelación al nivel de los orga
nismos de información concuerda, par otra parte, con la reestructuración
del conjunto del aparato de información del Imperio norteamericano,
desde los centros de investigaciones de las sociedades multinacionales
hasta los organismos oficiales de prospección sobre los datos energéticos.
Esta reforma de la CIA se ha visto reflejada úlimamente en algunos
países del cono Sur. Chile, bajo la presión de Carter y de su nueva po-
ítica, ha anunciado en agosto de 1977 la supresión de la DINA. Los
poderes que esta última detentaba revierten a los servicios de informa-
ción de las tres ramas de las fuerzas armadas. Este nuevo paso hacia la
militarización del aparato de Estado, que contribuye a eliminar el ca
rácter de sangrienta arbitrariedad sugerido por a guardia pretoriana de
Pinochet, abre el camino a una represión más técnica y más aséptica.
Se engañan y no se engañan al propio tiempo (aunquees segu
ro que nos engañan), las campañas publicitarias de IBM que dicen que
la era de la información es cada vez
más reconocida por todos y cada
uno de nosotros como la era en que vivimos, que sucede a la edad de
piedra, a la edad de hierro y a la era industrial. Nos engañan cuando
intentan disimular que este estallido de información es una necesidad
del capitalismo monopolista de Estado, cuya existencia.y dinámica ocul
tan. También nos engañan cuando presentan la información como un
recurso puesto al servicio de todos los individuos y de todos los pue
blos, sin tener en cuenta las correlaciones de fuerza internacionales y
Notas
1. Sesión del 20 de noviembre de 1969 del Subcomittee on Western
Hemisphere Affairs of the Comittee on Foreign Relations.
Se puede situar hacia 1940 la toma de conciencia del conjunto de
los organismos del gobierno norteamericano, sobre la necesidad de adoptar
una visión estratégica para abordar la lucha ideológica y culrural en el plano
internacional. En efecto, después de la Primera Guerra Mundial, los norte
americanos, en una posición aislacionista, desmantelaron los organismos de
propaganda exterior que haban creado para luchar contra Alemania. La adop
ción de una estrategia ideolóógica se produjo al mismo tiempo que la de una
estrategia de defensa global y los países de América Latina fueron sus pri-
meras víctimas. La doctrina Monroe (1823) había tenido en cuenta, por derto,
la necesidad de impedir la injerencia de cualquier potencia exracontinental
en e hemisferio, en resguardo de la seguridad nacional de Estados Unidos.
Sin embargo, sólo en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos
se aproximó a sus vecinos para constituir un sistema multilateral de defensa.
Antes de esa fecha, las fuerzas armadas norteamericanas solamente mantenían
relaciones permanentes con la marina del Brasil y del Perú, a través de una
misión naval sostenida, según disposición especial del Senado norteamericano,
no por Estados Unidos, sino por el pais anfitrión. La primera misión militar
norteamericana se instaló en Colombia en 1939. La zona del Caribe y l C
nal de Panamá habrd de gozar del triste privilegio de ser anezionada desde
principios de siglo al sistema de defensa de la metrópoli y esa alianza geo
gráiça natural habré de significarle una serie de erpediciones punitivas en su
Lacorrelación entre estrategia ideológica y estrategia militar queda
perfectamente ilustrada por la teoria geopolítica que crea el concepto de
tensa hemisférica» (bemispbere defense) y que apareció por primera vez e
343
contra.
e
342
la obra de Nicolas John Spykman, Americd's strategy in world politics. The
United States and the balance of power, Harcourt Brace && World, Nueva
York, 1942. En ese
análisis, que resitúa el lugar de Estados Unidos con res-
pecto al poder mundial, Spykman, antes de proponer medidas para reforzar
la guerra ideológica, trata de caracterizar la
complementariedad de la cultura
latinoamericana y la anglosajona, de examinar las redes de infuencia cultural
de España, Francia y Gran Bretaña y se detiene sobre las grandes líneas de
la ofensiva fascista en América Latina. Uno de los testimonios más esclarece
dores para entender la historia del imperialismo cultural de Estados Unidos es,
sin ninguna duda, aquel donde Spykman relata las acciones emprendidas por
su país en el frente cultural, para enfrentar la propaganda y la ideología nazis
en el subcontinente. Citemos un
amplio fragmento: «...el presidente Roosevelt
creó un organismo para la Coordinación de las Relaciones Comerciales y Cultu-
rales entre las repúblicas americanas. El nuevo director reunió a su alrededor
a un grupo de vigorosos empresarios, jóvenes y enérgicos, expertos en 'rela-
ciones públicas, y empezó a estudiar nuevas formas de acercamiento que tu-
vieran el atractivo de la propaganda y la convicción del dinero. Gran impor
tancia se concedi6 al mejoramiento de los transportes y las comunicaciones, al
estímulo del turismo y al desarrollo de un servicio de inteligencia comercial.
La industria de la cultura norteamericana daba, en
efecto, un paso
decisivo en el proceso de internacionalización. Lo hacía con un objetivo loa
ble: la lucha contra el totalitarismo nazi. Lo que al principio parecía una
iniciativa de liberación de los pueblos, se transformó, con el ascenso de las
grandes empresas multinacionales y los cambios del Estado imperialista, en un
movimiento que habría de conspirar contra la identidad cultural de los pue-
blos y sus procesos de liberación.
2. Véase el texto de Gramsci incluido en
Antologia (Selección,tra-
ducción y notas de Manuel Sacristán), Siglo XXI de España Editores, S.A.,
Madrid, 1974.
3. General Carlos Prats, Una vida por la legalidad, Fondo de Cultu
ra Económica, México, D.F., 1977, p. 107.
4. Industrie et Société, n." 11, París, 1975.
5. Assemblée Nationale, Commissions des Affaires Culturelles, Fami-
liales et Sociales, Radiodiffussion et Télévision, Boletín n.° 2530, 12 de octu.
bre de 1976.
6. «Europa: More and More Motels in a Confused Market», en
Business Week, mayo de 1974, P. 36.
»l gobierno y la empresa privada se lanzaron a la nueva campaña
7. En Stratégies, París, 16 a 29 de junio de 1975.
8. Pero tampoco ahí
con fervor y entusiasmo, como si se tratara de una cruzada religiosa. Latino
américa estaba de moda; más aún: era una 'misión'. Las compañias radio-
difusoras aceptaron el desafío alemán y suministraron a las repúblicas del sur
un fujo constante de noticias y entretenimientos. Las grandes agencias de no-
ticias hicieron esfuerzos especiales para dar a la prensa latinoamericana una
información más adecuada sobre América del Norte. Time publicó una edición
aérea especial para ser distribuida al sur del Río Grande y el Reader's Digest
apareció en traducción española. La industria cinematográfica decidió jubilar
a sus villanos latinoamericanos y seleccionó sus gigolos en Lusitania y Rurita-
nia, los únicos países que no habían presentado protestas diplomáticas por
los ataques de Hollywood contra el carácter nacional.
iene equivocarse. Numeroso sectores de
la vida cultural que no pertenecen necesariamente a la cultura del business
están invadidos por la manera norteamericana de concebir su producción.
Ytambién ahí existen avanzadillas de la penetración cultural. Es el caso en
Francia de la editorial Robert Laffont, de la que la editorial Time-Life fue
largo tiempo propietaria parcial, y de editoriales más pequeñas que se han
ganado un espacio introduciendo los grandes best-sellers U.SA. Uno de estos
editores llegaba a confesar crudamente la seducción que sobre 1 ejercía el
estilo norteamericano: «l concreto
realismo que encontré en América fue
importante para mi. I francés, muchas veces, parece estar avergonzado de
dedicarsea los negocios. Tenemos ideas, somos literarios. Al otro lado los
denomináis book business. Es una diferencia fundamental. Yo quiero ser un
editor norteamericano» (En «Small Houses, Big Books», de Herbert R. Lott-
man, en Publishers Weckly, 7 de junio y 20 de setiembre de 1976). Por otra
parte, el proceso de internacionalización de la producción cultural, más es
pecialmente de la
edición, es un factor de primera importancia que estimula
la adopción del estilo, casi de la lengua norteamericana. Como revela el di
Elacercamiento cultural avanza a todo vapor, por lo menos en
América del Norte. El modelo creado inicialmente por los líderes del movi
miento panhispanista, ha sido adoptado por nosotros y ampliado hasta darle
vastas dimensiones. Rotarios, Leones y Kiwanis, almuerzan con acompaña-
miento de discursos sobre la economía brasileña. En los clubes femcninos del
pais se reúnen las mujeres a tejer para los soldados británicos y a oír confe-
rencias que las hacen suspirar por el hambre cultural de los indios peruanos.
Las escuelas nocturnas, en todo el país, lenan sus cursos de personas inte
resadas en aprender el castellano. Las
universidades progresistas han aumen-
tado sus cursos sobre América Latina y organizan ahualmente por lo menos
un ciclo especializado en
problemas sudamericanos. Si los lazos de coopera-
ción con nuestros vecinos latinos dependieran de la apreciación popular de la
rumba en los Estados Unidos, el futuro sería indudablemente brillante.»
rector del monopolio Hachette, acusado de déframciser sus ediciones (el 40 %
de las producciones de Hachette se realizan en una lengua diferente al fran-
cés):«No por ello somos traidores al idioma francés. Si queremos ayudar a
las publicaciones francesas, haremos aún mejor nuestro trabajo si creamos una
fuerte red de distribución, y el modo de desarrollar y mantener esto es in
cluir también producciones en inglés y español» (H. R. Lottman, «Hachette
Defines Its Worlwide Intentions», en Publisbers Weekly, 30 de setiembre de
1971).
El capítulo del que hemos extraído este párrafo leva como eplgrafe 9. Pierre Sartor, «L'Edition scientiique», en Le Vie de la Recberche
la célebre frase de Hitler: dl fuego concentrado de artillerfa, en un ataque
de infantería, será reemplazado en el futuro por la propaganda revolucionaria,
cuya tarea consiste en quebrar psicológicamente al enenmigo, antes de que los
ejércitos entren en acción.
Scientifique, diciembre de 1976.
10. Jean-Michel Quatrepoint, <la Domination américaine sur linfor-
matigue economique est de plus en plus nette», en Le Monde, 11 de junio de
1977.
344
345
11. Un modelo de «nacionalización» de las producciones norteame ción del aparato de Estado norteamericano bajo el dordismo», inventóel
término de los aparatos de control social, impuesta por las necesidades de
la acumulación del capital.
ricanas es el de las series teleeducativas del tipo Sesame Street. Conviene con
sultar Children's Television Workshop-Harvard University, Réponses au re
quétes pour présenter aSesame Street» à l'étranger. Suggestions pour l'adapta
tion internationale por Edward L. Palmer, Milton Chen y Geralt S. Lesser,
Nueva York, 1976. Sobre el proceso de «nacionalización» de los comics, véase
David Kunzle (1975).
18. Uno de los modos nuevos de la presencia e interacción entre
los diferentes dominios y diferentes agentes del imperialismo es, sin duda, ed
que surge principalmente de la nueva división internacional del trabajo y ha
sido consagrado por la crisis estructural de la economla capitalista mundial.
Esta crisis puso en el orden del día la necesidad de reestructurar al conjunto
del aparato económico estatal (véanse los informes de la famosa comisión tri-
lateral). La nueva disposición de la economía capitalista que redistribuye las
cartas entre el imperialismo hegemónico 7 los imperialismos secundarios
elige a ciertas potencias del Tercer Mundo como plataformas subimperialistas,
iene su equivalente én la nueva disposición que asumen las formas de la pe
netración cultural. a política de intervención directa es reemplazada por una
política de intervención mediatizada. En ese contexto bay que juzgar la adap-
tación de los vehículos del imperialismo cultural a las condiciones locales,
tenómeno que antes designamos como «nacionalización». Para convencerse,
bastaria con examinar la evolución de la estrategia europea, en los cuatro úl.
timos años, de la General Electric, la ITT o la Westinghouse o inclinarse ante
la evidencia de la masa de melodramas para la televisión proveniente de Brasil
o de México, que satura desde los países del Africa o Portugal hasta las co
munidades chicanas de los Estados Unidos.
12. Véase José Agustín Mathieu, Breve historia del cine argentino,
EUDEBA, Buenos Aires (1966). Sobre la formación del cine egipcio, véase
la tesis de Yves Thoraval, Ediciones Era, S.A., México, D.F. (1977). Sobre el
ine mexicano, véase Emilio Garcda Riera, su obra monumental en 9 vols.,
Historia documental del cine mexicano.
13. René Zavaleta Mercado, El poder dual, Siglo XXI de México
Editores, SA., México, DF, 1973, p. 251.
14. Acculturation et acculturation», en Ecnts Corsaires, pp. 48-52.
15. Para caracterizar esta agresión, convendría recuperar el con
cepto de etnocidio, forjado por algunos antropólogos. «Si el término de geno
cidio remite a la idea de raza y a la voluntad de exterminación de una mino
ría racial, el de etnocidio no se dirige hacia la destrucción fsica de los hom.
bres, sino hacia la destrucción de su cultura. En suma, el genocidio asesina
los pueblos en sus cuerpos, e etnocidio los mata en su espíritu», «De l'ethno
cide,por Pierre Clastres, en Encyclopedia Univer:alis, aparecido en L'Homme, 19. Para una visión del interior del sistema, véase Special Re
port Americas's Press: Too Much Power for Too Much Few?», en US News &
World Report, 15 de agosto de 1977.
juliodiciembre de 1974, XIV (34).
16. Véase A Courseof Instruction in Corporate Protective Ser
vices, TBMas Target for Terrorists: TBM Paperso, reproducido en Berkeley
Barb, 22 a 28 de noviembre de 1974.
20. Véase Thomas Guback, aMarketing de choc pour une domi-
nation mondiale» (1977).
17. Se nos podrá objetar que esta fusión entre harduare y sojtware
ha sido siempre una caracteristica de os monopolios norteamericanos. La
Westinghouse o la General Electric, por ejempio, no se contentaron con po
ner a punto aparatos de radio y televisión, sino que desde el comienzo, junto
a esos descubrimientos, creeron sus propias cadenasy estaciones de difusión.
Basta recordar a la American Telegraph & Telephone, que en la década del
20 al 30 detentó el control de las patentes del sonido y reinó en la industria
cinematográfica y que había Iegado a combinar, unos decenios antes, la fa
bricación de equipos telefónicos con la administración de los servicios (hasta
tal punto que, en 1978, la ATT sigue controlando el 80 % de los servicios
telefónicos de Estados Unidos). Todos estos casos de integración pertenecena
una primera fase del capitalismo monopolista y forman parte, en alguna me
dida, de un momento del modo de producción, de la circulación y el inter-
en esta fase suprema del monopolismo,
está a puto de ser superada.Los acercamientos que nos hemos ieferido,
que consagran la globalización de las normas de la producción de masas y su
ampliación a los sectores que habían permanecido al margen del dictado de
la optimización de la ganancia, se producen en un momento diferente de
maduración de los aparatos ideológicos del Estado capitalista; corresponden,
por lo tanto, a una necesidad política y económica también diferente de la
expansión del capital. Si hubiera que caracterizar ee momento actual del modo
de producción de la comunicación de masa, tendríamos que hablar, sin duda, de
taylorización -parafraseando a Gramsci quien, para caracterizar la racionali-
21. Wimpy Moves to Block Mc. Donald's in London», en Adver
siting Age, 12 de julio de 1976.
22. James P. Forkan, «Big Promotion Thrust on the DeepSignals,
New Direction for Columbia» (1977).
23. Sobre el concepto de injormation sociery, véase Edwin B.
Parker (1976). Sobre la baza de los sistemas de información, véase a titulo de
ejemplo «Ford's Privacy Report», por Becky Barna (19T7). Laurie Nadel
Hesh Wiener, «Would you Sel a Computer to Hitler?» (1977). Uno de los
informes más reveladores es el establecido por una comisión oñcial en Fran-
C1a, compuesta de sindicalistas y de expertos, que analiza de manera penetran
te las consecuencias sociales de la aplicación de la teleinformática, véase Infor
matique et Libertés, París, La Documentation Française, 1975.
cambio de la información que ahora,
347
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  • 1. Miquelde oragas(ed) Sociologia de la comunicación de masas ECA T FC 28 edición ampliada y revisada AD AC Editorial Gustavo Gili, S. A. GG MassMedia Sarcelona-29 Rosellón, 87-89. Tel. 259 14 00 Madrid-6 Alcántara, 21. Tel. 401 17 02 O4 Buenos Aires C o c h a b a m b a , 154-158. Tel. 361 99 98 03100 México D.F. Amores, 2027. Tels. 524 03 81 y 524 01 35 zar unano (ntira Santiago de Chile Santa Victoria, 151. Tel. 222 45 67 gota Diagonai 45 N.° 16 B-11. Tel. 245 67 60
  • 2. Los aparatos culturales delimperialismo Armand Mattelart Extracto de «For a Classe Analysis of Communication», en A Mattelart y S. Siegelaub (eds.), Communication and Class Struggle. Publicado por vez primera en lengua castellana en Revista Mensual/Monthly Review, Bat celona, junio de 1978, en versión de Joaquim Jordà. Economista ysociólogo belga, Mattelart desde 1962 hasta la caida de Sal- vador Allende vivió en Chile, donde se inicia como investigador de la comunicación de mnasas, constituyéndose en uno de los representantes más destacados de su corriente critica. En la actualidad es profesor en la Universidad de Paris. 327
  • 3. de concebir la vida? ¡No hay que esperar de sus adversarios otra cosa que una prueba a contrario! Un primer peligro acecha los análisis sobre el imperialismo y, más concretamente, sobre el imperialismo cultural e ideológico. Sin pre tenderlo, muchos consagran y revalidan de hecho el mito de su omnipo tencia y de su omnisciencia. Cuántos estudios críticos del imperialismo no son presa de una contra-fascinación del poder? La cantidad de pro- ductos culturales bombardeados a partir de las metrópolis es de tal enver- gadura que parece que debería sofocar toda posible resistencia. Si dicha visión, rozando el apocalipsis, se desprende de ciertas denuncias e incluso de determinados análisis, es porque con frecuencia el imperialismo es tratado como un deus ex machina. Fórmula muy cómoda, porque puede servir de falsa explicación del fracaso de determinadas estrategias para atrontar este imperialismo. «El enemigo era tan fuerte que resultaba Siempre suele abordarse con cierto malestar el problema habi- tualmente lamado imperialismo cultural debido a que esta noción ge nérica ha sido utilizada con excesiva frecuencia en un sentido escasa mente definido. Cuando los propios imperialistas reconocen la existencia y la importancia de este imperialismo culrural, permiten que esta noción fran- quee los límites del círculo donde suele encerrársela. Es obvio que estas Ocasiones son muy escasas pues normalmente niegan su existencia. Siem pre que los imperialistas reconocen la existencia de la agresión, jamás se trata de la que ellos ejercen. Son capaces de medir todo su alcance a condición de que corra a cargo de una potencia dominante ajena a la que ellos pertenecen. Nelson Rockefeller, que fue responsable de asuntos inter-americanos durante la Segunda Guerra Mundial, manifestaba en 1969 ante el Senado norteamericano: «Existen probablemente pocas personas entre las presentes que recuerden que en 1940 los nazis ocupaban la osición dominante entre los militares de todas las repúblicas americanas, a excepción de Estados Unidos, tanto en materia de entrenamiento y equi- pamiento como, cosa mucho más importante, en materia ideológica». Era 1969 la época en que Rockefelier redactaba su famoso informe, The Rockefeller Report on Life in the Americas, donde disculpaba las prácti- cas de penetración ideológica y cuirural de su país. Es altamente instructi- vo comparar esta denuncia con la celebración explícita de la influencia cultural de Estados Unidos que se puede encontrar en este informe. Al referirse a las barreras que protegen a los militares latinoamericanos con- tra las amenazas revolucionarias, Rockefeller subrayaba el papel benefi- cioso de los planes de asistencia U.S.A. a las fuerzas armadas, ese «con- tacto con los objetivos fundamentales del modo de vida americano que tienen la posibilidad de practicar la mayoría de las militares de las na- ciones latinoamericanas a través de los programas de entrenamiento militar que Estados Unidos dirige en Panamá y en sus respectivos países». Qué puede haber de más lógico que esta aparente contradicción? Acaso no está en la definición de imperialismo la creencia en la universalidad de sus valores y la imposición como algo obvio, como si correspondieran a la evolución natural y afortunada de las cosas, de unos modelos que día tras día van desmoronando la identidad y la vitalidad culrural de los pue blos, haciendo penetrar insidiosamente en ellos una manera muy concreta invencible.» Los bombardeos siempre se efectúan contra un actor social. Todos los procesos analizados al margen de las condiciones concretas de las luchas, al margen de un análisis de clase, crean necesariamente la imn presión de que el avance victorioso del agresor es fatal. 2Cómo inmuni zarse contra estos análisis desviados? Una primera medida terapéutica consiste en evitar la confusión entre la lógica de la supervivencia del capitalismo y la ineluctabilidad de sus victorias. Las formas cada vez más perfeccionadas del control social, las modalidades cada vez más totalitarias que asumen, son necesarias para que pueda proseguir el proceso de acumulación del capital, pues el obje tivo de lo que se denomina imperialismo culural es contribuir a formar un ciudadano conforme a lo que de l espera la era del capitalismo. Este reforzamiento de los instrumentos de dominación cultural, que algunos interpretan como un índice de salud del capitalismo, expresa también sus intentos de dar una respuesta a una situación de crisis en la que la realización del beneficio está cada vez más dificultada por el ascenso de las luchas sociales. No se puede confundir el ciclo inexorable de la expan- sión del capital, creado por el proceso de acumulación y la necesidad de realizar el beneficio, con la imagen aplastante de su marcha triunfal. Una segunda medida consiste en recuperar una perspectiva apa rentemente elemental, la que sitúa al imperialismo y su acción en el juego de relaciones de fuerza. El imperialisno sólo puede actuar como parte integrante del movimiento de las respectivas fuerzas sociales nacionales. En otras palabras, las fuerzas exteriores no pueden introducirse en cada nación y ejercer su acción nociva sin la mediación de las fuerzas internas. Por si solas, no pueden ejercer un papel decisivo. Así pues, plantear el problema del imperialismo es plantear también el problema de las clases que lo vinculan a las diferentes naciones. Significa, asimismo, plantear el problema de la relación de las clases dominantes locales con la metrópo- lis, sopesar su grado de dependencia respecto a la potencia hegemónica. 328 329
  • 4. En esta época en la que florecen las denuncias sobre las sociedades multi nacionales, sería urgente preguntarse acerca de la noción de cultura lla- mada nacional, estas culturas que, como las definía Lenin, son elaboradas y gestionadas por las clases dominantes de cada nación. Tales preocupa- ciones permitirían evitar la asimilación de unas realidades tan diferentes frente a la hegemonía americana como la realidad francesa y la realidad brasileña, y encontrar la especificidad del compromiso imperialista con las diferentes burguesías locales. orfgenes históricos diversos y los llevan al triunfo en determinados palses, fun- cionando como partido político internacional que actúa en cada nación con todas sus fuerzas internacionales concentradas; una religión, masonería, el Rotary, los hebreos, etc., pueden incluirse en la categorfa «intelectuales», cuya función consiste, a escala internacional, en mediar entre los extremos, «socializar» los hallazgos técnicos que permiten funcionar a las actividades de dirección, arbi- trar compromisos y vías de salida entre las soluciones extremas.2 Y para legar al fin de esta perspectiva que sitúa al imperialis- Una actitud de este tipo tendría el valor de reconciliar el estu- dio del macro-sistema multinacional que cubre las relaciones entre las naciones y el de las diferentes realidades nacionales en las que, dentro de unas relaciones específicas de clase y de un estado determinado de las fuerzas productivas, se gestionan las alternativas de lucha contra el poder imperialista. Gran número de estudios, sin pretenderlo, tienen una exce siva tendencia a considerar la empresa multinacional como una entele quia, cuando, en realidad, es un producto histórico de la misma manera como lo es la formación social de la que ha surgido y aquellas de las que se apodera. Gramsci, que no conoció la ubicuidad de tales unidades económicas, había sentido, sin embargo, la necesidad de interrogarse acer- ca de la combinación de las fuerzas nacionales e internacionales. En un mo y su acción en el juego de correlaciones de fuerzas, también es nece sario plantear el problema de los niveles de conciencia que se le enfrentan en una realidad determinada y, por consiguiente, el de las culturas popu- lares o de las culturås de liberación nacional que alimentan las respuestas a la agresión. Estamos ante la otra dinámica inexorable, la del ascenso revolucionario, que Rosa Luxemburg confrontaba a la necesidad no menos inexorable de la acumulación del capital. La existencia de mediaciones particulares en cada sociedad, en cada formación social, y el carácter de estas mediaciones crean un paisaje variado de encuentros con el imperialismo. En los países latinoamerica- nos, en los que las burguesías monopolistas a partir de su primera apari- ción están unidas como por un cordón umbilical a la metrópolis, los indicios de penetración cultural se exhiben abiertamente en todas las zonas y todos los recovecos de la sociedad. Dependencia abrumadora de las grandes agencias de prensa internacionales, principalmente norteame ricanas (UPI, AP), que se convierten en los canales exclusivos a partir de los cuales se recibe la información mundial; dependencia abrumadora de los programas de televisión importados que, en algunos países como la República Dominicana, representan más del 60 % de la programacióón; sujeción a los planes de asistencia en materia de educación superior, a los planes de formación sindical establecidos bajo el patrocinio de las multinacionales y del Estado norteamericano; y tantos otros indicios coro nados por el elemento mayor de la dependencia cultural e ideológica (tomemos a Rockefeller por testigo) que representan los planes de asis tencia del Pentágono a las fuerzas armadas y a las policías latinoamerica- nas. Se trata de un aspecto que no suele destacarse en los textos que denuncian «el imperialismo cultural». Y, sin embargo, esta dependencia es fundamental en las naciones periféricas en las que llega a determinar la aparición de nuevos Estados, los Estados militares, y, dentro de ellos, la aparición de nuevos aparatos de dominación cultural. El efecto ideo- lógico y práctico de estas relaciones constantes está muy bien señalado por el general Prats (1977), antiguo ministro de Defensa de Salvador Allende, en su diario publicado después del atentado que le costó la vida en Argentina, en setiembre de 1974. Con fecha 19 de noviembre de 1973, se lee: trabajo que resulta esclarecedor para el análisis de las situaciones políticas y en el que expone el concepto de correlaciones de fuerza, se observa este instructivo pasaje: Hay que tener en auenta que con esas relaciones internas en un Es tado-nación se entrelazan las zelaciones internacionales, caeando nuevas combi- naciones originales e históricamente concretas. Una ideología nacida en un país desarrollado se difunde en países menos desarrollados, incidiendo en el juego local de combinaciones. Esta correlación entre fuerzas internacionales y fuerzas nacionales se complica todavía más por la existencia, dentro de cada Estado, de numerosas secciones territoriales de varia estructura y diversas correlaciones de fuerzas de todos los grados. (Así, por ejemplo, la Vendée estaba aliada con las fuerzas internacionales reaccionarias y las representaba en el seno de la unidad territorial francesa, y Lyon representaba, en la Revolución, un particu- lar nudo de correlaciones, etc.) Al tomar el ejemplo de los circuitos de transmisión ideológica que se hallaban a su alcance en una época que todavía no conocía la in- ternacionalización de la industria de la cultura, Gramsci anota, para lus- trar la influencia de un país desarrollado sobre un país menos desa rollado: La religión, por ejemplo, ha sido siempre una fuente de esas com- binaciones ideológico-políticas nacionales e internacionales, y, con la religión, también las demás formaciones internacionales, la masonería, el Rotary Club, los hebreos, la diplomacia de carrera que sugieren expedientes políticos de Para el común de los soldados chilenos siempre ha estado claro que 330 331
  • 5. las fuerzas armadas de Chile tienen dos enemigos potenciales: el exterior y el interior. i en el primer caso ha estado claro unánimemente para ellos que los enemigos externos potenciales son el Perú, Bolivia yArgentina, en el segundo caso ha existido un concepto más abstracto. En relación al enemigo interno ha ido predominando en forma creciente el criterio adquirido por los que han pa- sado por los cursos de la Escuela de las Américas y otros organizados por el Pentágono. En 1973 había ya en el ejército chileno más de tres mil egresados de estos cursos. Muchos de ellos respondiendo a los estereotipos y reflejos que en estos cursos les inculcaron, creyendo librar a la nación del «enemigo interior», han cometido un crimen que sólo puede explicarse por su ingenul- dad, su ignorancia y su miopía política..3 donde más del 90 % de los programas responden a esta marca de tábri ca. Hay que observar, sin embargo, que esta parte dedicada a las series de origen norteamericano ha aumentado claramente en Francia en los ultimos tiempos, puesto que en la primera cadena ha pasado del 10,4 % en 1974 al 17,4 % en 1976, resultado de la privatización y de la «mo- dernización» de la antigua ORTFS Tampoco en ningún país de Europa las fundaciones norteamericanas se han introducido de manera tan escan- dalosa como pudieron hacerlo en Chile, por ejemplo, en 1965, a través de planes de espionaje bajo cobertura sociológica, como el «Plan Came lot». El hecho de que los indicios sean menos visibles -aunque pasearse por un país como Bélgica equivalga casi a pasearse por una parodia de un suburbio norteamericano y que, en todos los países europeos, a excep- Ción de Francia, las cinco mayores agencias de publicidad sean habitual- mente filiales de las cinco mayores agencias norteamericanashace que en muchos medios de la opinión pública se esboce una sonrisa cuando se habla de imperialismo y sobre todo de imperialismo cultural, y que se acuse a quien habla de «tercermundizar» el viejo continente, harto resis- tente todavía. Al margen del hecho de que es difícil para una nación hacer abstracción de su pasado de nación hegemónica, el escepticismo de quienes legan a sonreír se explica sin duda por el hecho de que no han sentido este imperialismo en su propia carne, pero también por el hecho de que «América» sigue siendo todavía para muchos ciudadanos de Euro- pa la América de la Liberación, la América .del Plan Marshall,y de que, además, las alianzas social-demócratas que predominan no favorecen es pecialmente una mirada crítica sobre la metrópoli norteamericana. Y en cierto sentido es comprensible que algunos sonrían. La noción de un im- perialismo monolítico, triunfalista, que aplasta todas las diversidades y homogeniza todas las culturas, puede provocar legítimos rechazos. Hay que destruir la idea según la cual el imperialismo penetra de manera uni- torme en los diferentes sectores de una sociedad y sustituirla por la exi- gencia de un anáisis que procure ver a favor de qué medio concreto see ejerce la penetración. Bajo este punto de vista, incluso podemos llegar a hablar de «frentes clandestinos». En efecto, existen terrenos más des- moronables que otros. Existen, asimismo, los que oponen bien una resis tencia pasiva, la resistencia a un modelo de «modernización», bien una resistencia activa, una movilización anti-imperialista. Cómo identificar a grandes rasgos los terrenos más vulnerables? Cuando se llega a un análi- sis elemental de la clase dominante, se descubre que el terreno más colo- nizado no es aquel en el que sigue ejerciéndose la mediación de inte- lectuales o creadores liberales, críticos y progresistas, como cabe encontrar en determinados media, ni aquel en el que las luchas sindicales, si bien en una óptica a veces corporativista, oponen la defensa de los intereses de los trabajadores. Los planes de asistencia militar siempre han constituido una vanguardia en la aproximación cultural imperialista de las naciones A partir de 1956, toda la instrucción dada en las escuelas de la zona del canal de Panamá eliminaba el inglés en favor de las lenguas ibéricas. Se prestó una atención especial a los manuales y a los materiales de ense ñanza. Cada año se traducen en estas escuelas de 25.000 a 30.000 pági- nas de material educativo del americano al español. La famosa revista del Estado Mayor norteamericano, editada en Forth Leavenworth, en Estados Unidos, uno de los grandes centros de formación de los oficiales del sub-continente, la revista Military Review, contaba con ediciones mul tinacionales mucho antes que las revistas civiles de origen norteamericano y sensiblemente al mismo tiempo que la más multinacional de las revis- tas, el Reader Digest. En 1970, la Military Review celebró el 25 aniver. sario de sus ediciones brasileña y castellana para América Latina. Los militares franceses, alemanes e italianos no gozan de las mismas tacili- dades y sólo pueden estar al corriente de los útimos adelantos del pen- samiento militar norteamericano a condición de descifrar el idioma nor- teamericano. Esto nos muestra precisamente la tasa y las modalidades dife renciales de penetración del imperialismo en los países europeos en los que pasa a ravés de unos sistemas de alianzas más complejos como la OTAN y sus sucursales, aunque la mayoría de los ejércitos occidentales se desplacen en tanques norteamericanos, manejen missiles y vuelen en caza-bombarderos de la General Dynamics. En 1975, el 60,7 % de los materiales aeronáuticos militares utilizados en la República Federal de Alemania eran de concepción norteamericana. En Bélgica y Dinamarca, esta proporción se elevaba a más del 65 %. En los Países Bajos, a más del 75 o. Francia e Inglaterra eran los más prívilegiados: 7 % en Fran- cia y 31 6 en Inglaterra." Así pues, los indicios públicos, aquellos que están en poder de la opinión general, son menos vistosos y menos visibles que en las reali- dades de los países del Tercer Mundo. Por ejemplo, la parte de progra- televisión francesa no En cambio, los territorios favorables, en los que la penetración puede ser clamorosa sin suscitar por ello ningún escándalo público, son mas de origen norteamericano en las cadenas de supera el 18 %, cosa que parece ínfima en relación a Corea del Sur, 333 332
  • 6. aquellos que gravitan en torno al proyecto de las burguesías monopo- listas. Y los indicios pasan a ser numerosos. Un ejemplo puede resumirlos e ilustrarlos gráticamente. Hacia 1968 se asiste a una invasión de las cadenas de hoteles y restaurantes de factura norteamericana un poco en todas partes. Cincuenta hoteles Holiday Inn en 1958, 1.000 er 1968, 1.700 en 1977. Curva ascendente que sólo frenó la crisis. Holiday Inn preveía 4.000 hoteles en 1977. Pero también intervinieron otros facto- res. El director general de la cadena, Howard B. Johnson, lo confesaba abiertamente al corresponsal de la revista Business Week: «Estamos de masiado americanizados para pensar en desparramar nuestros moteles por Europa. Los europeos tienen otras costumbres respecto a la alimentación y al viaje» (jen La Pbysiologie du Goût, Brillat-Savarin escribía en 1826: El destino de las naciones depende de su manera de alimentarse»!). Y el director general concluye diciendo: «Construiremos una nueva cadena de moteles de estilo más europeo» Al adoptar como objetivo para el futuro el intento de encontrar las rendijas por donde introducirse, comprobaba que el mundo del viaje de negocios (business travel) se brindaba a una pe netración masiva. Así pues, aconsejaba transportar las zonas hoteleras en torno a los aeropuertos, en los centros de negocios, y preocuparse menos de esparcir por todas partes hoteles destinados a todas las clientelas. Imagen que traduce con exactitud cuáles son los enclaves privilegiados de la penetración. publicados en dichas revistas... La práctica del lenguaje científico unida al trabajo de investigación encierra una dinámica que culmina en el na cimiento de palabras y de conceptos nuevos, a veces difícilmente tradu- cibles y trasplantables a otra lengua. Así pues, el imperialismo político y económico de Estados Unidos irá pronto acompañado de un imperia lismo intelectual que se refuerza incesantemente». El hecho de que la investigación haya sido entregada a las grandes sociedades nacionales y multinacionales no es ajeno a esta situación. En junio de 1977, la cé lebre revista norteamericana de divulgación cientifica Scientific Ameri- can, anunciaba su aparición en francés a partir de noviembre; el título adoptado por el editor en francés: Pour la Science. La marca de fábrica ha sido totalmente borrada. Pero más allá de estos indicios palpables, materializados en Dichos enclaves, en nuestra opinión, son todas las expresiones de esta cultura del business, del management, cuyo arguetipo más evi- dente es la revista económica, órgano de expresión de la ideología de los ejecutivos. Recientemente, el creador francés de una de estas revistas, todas ellas cortadas sobre el patrón Business Week, confesaba: «Si quere- mos hacer un Business Week a la francesa es porque cuando existe un buen modelo no se ve ningún motivo para no inspirarse en él». Ena este terreno, los ejemplos podrían repetirse indefinidamente. Cada vez remiten con mayor fidelidad a su modelo de origen de lo que lo hacen las revistas de actualidades que, aunque inspiradas en formatos lanzados por los norteamericanos, conservan pese a todo cierta globalidad autóc- una revistas o en otros productos audiovisuales, existe la penetración del modelo de la tecnología norteamericana. La ITT puede revender sus filiales en Francia porque teme el ascenso de la Union Populaire, pero no por ello pierde el control teledirigido del modelo de relaciones so ciales al que corresponde una tecnología. Para no escapar al terreno que nos ocupa, el terreno, para ser precisos de la cultura y de la infor- mación, demos como ejemplo de dependencia respecto a la tecnología norteamericana el de la informática económica. La supremacía norteame ricana sobre los bancos de datos ya ha suscitado reacciones de inquie- tud. «El control por las sociedades americanas de los instrumentos y de los datos no puede conducir a imponer unas hipótesis, unos razona- mientos, unos resultados y por consiguiente, de manera indirecta, unas opciones? Las economías europeas, la economía francesa, no están ca- pacitadas para disponer de unos instrumentos de ayuda a sus decisiones, por consiguiente de definición de su futuro, concebidos y explotados bajo su responsabilidad?» 10 Poco a poco, toda la información económica en el sentido amplio de la palabra va pasando a depender de los fabri- cantes de la alta tecnología norteamericana, que poseen ampliamente la hegemonía en el terreno de los componentes electrónicos, de las teleco municaciones y de la aeronáutica. tona. Cabe asimilar de esta realidad de los países industrializados una Son también las expresiones de la investigación científica, como lo demuestra la edición sobre temas científicos. Recientemente los me- dios científicos franceses lanzaron la señal de alarma. En un informe sobre la situación actual de la edición científica puede leerse: «la edi- ción científica francesa está tan voluntariamente sacrificada como la investigación científica. Acaso no hemos oído manifestar a un alto fun- cionario que bastaría con suscribirse a las revistas científicas norteameri canas para sustituir una costosa investigación científica?... Sin embargo, las revistas francesas, actualmente relegadas entre las revistas menores, han estado a la vanguardia del combate científico durante más de medio siglo. Gran número de trabajos actuales se apoyan en descubrimientos lección práctica para la lucha anti-imperialista. Una lección práctica que hay que añadir a la que surge de la lucha de las naciones periféricas. No hay que fijarse tanto en las huellas visibles, en la circulación mnás o menos densa de productos foráneos sino más bien en los modelos que establecen la referencia de lo que es «moderno», y cuya penetración es sutil, ejercida a través de unos agentes que no son necesariamente unos cómplices conscientes. Nos enfrentamos a una fase suprema del imperia ismo.que instala unos sistemas y unos modos de organización del poder. En esta fase, el imperialismo es absolutamente capaz, según las condi- ciones de la correlación de fuerzas nacional e internacional, de naciona lizar sus vehículos de invasión.1 334 335
  • 7. También es preciso luchar contra la noción de la planetariza- ción de las culturas que evita el planteamiento del problema de las espe cificidades nacionales que sirven de pantalla y que sobreviven. No hay que caer en una visión del imperialismo próxima a las invasiones a sangre y tuego de Atila. mismo tiempo que los asaltos del star-system, los de una versión criolla de Hollywood." Si hoy las telenovelas producidas por numerosos países latinoamericanos compiten con fuerza en la pequeña pantalla, hay que entenderlo como la prueba de la existencia y la importancia de los colo nialismos internos. Insistir sobre la realidad del imperialismno norteamericano no debería hacer olvidar la existencia de los imperialismos secundarios que, en su tiempo, fueron hegemónicos. Francia en Africa, por ejemplo. Su penetración está lejos de limitarse a la exportación de material escolar o de material de televisión. En algunos países, el imperialismo francés conserva un aspecto de franca intervención militar, sin hablar de la fuer- za de sus firmas industriales. El Chad es su realidad ejemplar. En otros países como Costa de Marfil, más del 40 % del capital industrial está en manos de intereses franceses. Además de los territorios de caza que le han sido reservados en la distribución del poder mundial, el imperia- lismo francés sirve de intermediario a los productos de cultura de masas procedentes de Estados Unidos. Lo que riunfa en Nueva York resulta obligado en París, como lo será en Río o en Tokio. La dictadura de los sondeos decide la suerte de los programas en las pantallas norteameri canas. Así, por ejemplo, tres de las diez nuevas series lanzadas en las cadenas neoyorquinas en setiembre de 1975 ya estaban condenadas antes de la primavera siguiente. La selección que efectúa cada cadena de tele visión en los países compradores se alinea sobre esta dinámica determi- nada por los aplaudímetros de la metrópolis. Esta selección por las cade nas francesas y la adaptación en París por las compañías de doblaje que contratan las filiales de las compañías norteamericanas constituyen a su vez otros tantos eslabones de la dominación hacia los países francó fonos. Idéntica verificación podría hacerse a propósito del imperialismo británico en el continente asiático, a propósito del Japón y a propósito de Alemania cuya reaparición como brazo izquierdo del impèrialismo norteamericano tiene mucho de inquietante, como se ha podido ver re cientemente, en la práctica, en la contrarrevolución de Portugal. Sin querer seguir utilizando la expresión poco afornunada de imperialismo secundario, en el análisis de la exportación masiva de pro- ductos culrurales habría que introducir elcaso de países como México, Egipto o Italia, centros de producción, todos ellos, por razones diversas, de matrices de melodramas llamados populares. A fuerza de reaccionar como si el imperialismo norteamericano bubiera teñido todas las iniciati- vas y elaborado todas las creaciones en todos los terrenos, se olvida que en continentes enteros unas producciones locales participan en gran me- dida en el fenómeno de aculruración. Habría que retrazar el itinerario de las producciones mexicanas que, apoyadas por Hollywood, comenzaron a partir de los años cuarenta a tener una difhusión masiva a escala del continente latinoamericano, barriendo las expresiones de las cinematogra- fias nacionales. La historia del cine argentino sufrió de este modo, al Hemos reconocido la importancia que tiene el hecho de estu- diar las alianzas de clase del imperialismo, las alianzas que establece en las tierras donde aterriza. Pero no es menos necesario pasar por el tamiz del análisis sus pistas de despegue y ver cómo la composición de clase y la evolución histórica de las metrópolis le confieren con el paso del tiempo otro contenido cuando no otra naturaleza. Y caemos inmediata- mente en una paradoja: el imperialismo tiene una edad y al mismo tiem- po carece de ella. Carece de ella en la medida enque las prácticas que, teñidas de barbarie, han permitido la exterminación de las poblaciones indias hace tres siglos, son sensiblemente las mismas que conducen actual- mente al genocidio de las clases obreras y campesinas. Como destacaba un historiador latinoamericano que vivió el golpe de Estado de Chile: «Lor militares de Pinochet trataron a los obreros de Chile como Pedro de Valdivia' a los mapuches y el que, en la Justicia de Dios, quemaran a la vez los cuerpos de los extranjeros (en setiembre, la xenofobia era un rito) mostraba hasta qué punto miraban a los obreros de Chile, a los rotos", como a extranjeros mismos. Eran, en efecto, de algún modo, los obreros marxistas de la Unidad Popul¡r, extranjeros con relación a la paradójica historia oligárquica de Chile, que no fue rota sino dos veces en verdad, la primera con Balmaceda y la segunda con Allende».3 No obstante, pese a la recurrencia de sus prácticas, el imperia- lismo cultural ha cambiado profundamente. El salto cualitativo más im- portante se ha efectuado en los útimos quince años. Y éta es una de las razones por las que sentimos cierta reticencia en utilizar la noción excesivamente monolítica de «imperialismo cultural». Conviene ponerse de acuerdo primeramente acerca del sentido y los límites de «lo cultural». En tiempos de la colonización, pese a la presencia del maestro, del soldado y del colono, los tres «representantes de esta obra patriótica» que seguían ineluctablemente al comerciante al misionero, la vida cotidiana de los súbditos de las imperios podía seguir cultivando cierto patrimonio,ciertas tradiciones propias, pese a las politicas de asimilación administrativa, lingüística y educativa. Poco an- tes de la muerte del líder, el testimonio de Amílcar Cabral recordaba los limites de' estas políticas coloniales y protestaba contra las apresura- das generalizaciones que ignoraban o descuidaban un aspecto esencial del probiema: el carácter indestructible de la resistencia culrural a la regla extranjera por parte de la masa del pueblo. Al reflexionar a partir de la situación italiana sobre las nuevas modalidades de colonización, Paso- lini verificaba las profundas diferencias que separan los etapas de la agresión cultural. «Nadie duda, escribía en diciembre de 1973 en una 337 336
  • 8. Oado' D ldll, A. (200) } pero de sus contribuciones periódicas a los diarios de Roma, que la tele visión sea autoritaria y represiva hasta un punto jamás alcanzado por ningún medio de información en el mundo. A su lado, el diario fascista y las inscripciones de slogans mussolinianos dan risa: como (dolorosa mente) el carro al lado del tractor. El fascismo, lo repito una vez mas, ni siquiera ha sido capaz en el fondo de arañar el alma del pueblo ita- liano, mientras que el nuevo fascismo, gracias a los nuevos medios de comunicación y de información (sobre todo, precisamente, la televisión) no solamente la ha arañado, sino que la ha lacerado, violado, mancillado para siempre...» 4 Es posible discrepar de Pasolini cuando utiliza el tér- mino «fascismo» para caracterizar la situación presente; pero, bajo la aureola apocalíptica de sus fórmulas, debemos reconocer con qué luc dez destaca el salto cualitativo que separa dos formas de control ideolo- gico y cultural, dos fases del capitalismo; la primera, furiosa, «monu- mental», pero exigiendo fundamentalmente, en la práctica, una adhesión verbal, y por consiguiente más superficial, menos interiorizada; la otra en cambio, pidiendo y provocando una adhesión incondicional interiori- zada en un modelo de vida cotidiana. El fascismo tradicional ha inten- tado capitalizar el patrimonio histórico a través de la sublimación gro sera del pasado. Al intentar, mediante un proyecto mucho más sinuoso y difuso, destruir la memoria, hacer desaparecerlas diferencias, las espe cificidades, expulsar la historia, el proyecto de desarrollo del capitalismo en el momento de la internacionalización del capital, gno está dotado de un poder más corrosivo sobre las mentes? 15 lados entre sí, no respondían anteriormente a las mismas leyes de efica- cia y de rentabilidad. Determinadas aproximaciones, como la que, por ejemplo, ha permitido el encuentro del mundo industrial y de la raciona- lidad militar, ya son conocidas. Su importancia jamás será suficiente mente detacada. Los grandes modelos tecnológicos de transmisión de cultura y de información deben su existencia a esta alianza entre las grandes firmas industriales (todas ellas multinacionales) y el aparato mi- litar. El ordenador, el satéite, la misma electrónica han salido en línea directa de esta asociación permanente que se ha materializado en un tipo de Estado, surgido a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, el Estado de Seguridad Nacional (National Security State). Será ese Esta- do el que, veinte años después, se exportará hacia las realidades del cono sur latinoamericano. La aproximación entre el sector privado y el sector público sólo es un derivado de esta alianza central, ya que el sector privado está aso- ciado a la gestión y a la planificación de los intereses del Estado y sus- tituye en determinadas misiones a la burocracia gubernamental. Esta interconexión es la que permite que una multinacional de las telecomu- nicaciones como la ITT pueda convertirse en territorios de ultramar no sólo en un fabricante de teléfonos sino en un agente del orden, y si es necesario en un agente de la conspiración. Para mostrar esta interpe netración de las misiones y el cambio que se ha operado en el aparato de Estado imperialista, nada más significativo que la iniciativa surgida de la IBM de aconsejar a su personal, para proteger a sus filiales contra las acciones de las guerrillas urbanas, en un curso de formación celebra- do en 1974, se les aconsejó la lectura de las obras del Ider revolucio- nario Marighella, de la misma manera que Kennedy, doce años antes, recomendaba la lectura de las obras de Che Guevara y de Mao Tse-tung a los oficiales del Pentágono.6 Unas tecnologías nuevas, cada vez más sofisticadas, permiten una centralización mayor. Pero detrás de este progreso tecnológico se perfilan los cambios operados en el conjunto del aparato. del Estado im- perialista. Cada vez es más incómodo de limitar la auténtica esfera de lo cultural. Es abusivo convertir a la televisión, como parece hacer Pa- solini, en el agente exclusivo de una nueva ordenanza de la realidad del control, pues ello nos llevaría a hacer mcluhanismo sin McLuhan, La televisión no es más que uno de los agentes de centralización, acaso el más fácilmente identificable cuando nos ceñimos a un concepto trad cional de cultura. La cultura, en el momento actual, está determinada por un nuevo modo de presencia y de interacción de los diferentes terrenos y los diferentes agentes del imperialismo. Qué repercusiones, en efecto, tiene sobre la definición de lo cultural la etapa actual del capitalismo norteamericano que suele designarse bajo la expresión de capitalismo mo nopolista de Estado? Es otra manera de interrogarse sobre las resonan- cias que tiene el fenómeno de la centralización y de la monopolización en el campo de la producción y de la difusión de los biienes culturales. En nuestra opinión, si asistimos a un estrechamiento del con- junto de los aparatos que difunden la cultura y la ideología imperialis- tas, se debe fundamentalmente a que estos sectores y estos agentes, als- El proceso de concentración industrial ha intervenido como otro factor preponderante. Los grandes fabricantes de hardware dominan los centros de elaboración de programas, de mensajes educativos, de fórmulas de ocio. Se han convertido en nuevos pedagogos, poniendo su cuerpo de conocimientos técnicos al servicio de institutos de formación, invirtiendo aquí y allá en las tecnologías que producen los programas, los mensajes de las firmas cuyo control han .adquirido. Y quizá sea esta alianza entre bardware y software lo que permita ilustrar de manera más satisfactoria la integración de los sectores de la producción cultural." To memos el caso de la edición. Hace todavía escaso tiempo este sector de la industria estaba generalmente considerado como una cottage industry, en cierto modo una industria artesanal. Desde fines de los años sesenta se ha acelerado la venta y la reventa de las editoriales, venerables en su mayoría, que han sido absorbidas por grandes conglomerados. Bas- taria con citar el control que ha adquirido la firma Gulf && Western, una multinacional polifacética, propietaria entre otras firmas de la Paramount, 339 338
  • 9. período anterior siguen existiendo todavía. La industria cinematográfica no ha sido atrapada por unos modelos de marketing que ejercen su dictadura tanto sobre la determinación de los temas como sobre los sobre la editorial Simon & Schuster. El mismo año, la filial internacio- nal del imperio italiano Fiat (pues los cruces se practican a escala in- ternacional) 13 ha incorporado Bantam Books, una gran editorial norteamne ricana. La inserción de estas editoriales en unos conjuntos más vastos confiere otra dinámica al mercado del libro. La búsqueda de un beneficio rápido hace nacer otras fórmulas que surgen de la alianza natural de la televisión, del cine y del libro en el seno de un mismo conglomerado. Se intensifica la producción de libros a partir de los films y de las series televisadas, pero, más importante todavía, las normas de selección que rigen los media audio-visuales instalan su hegemonía en la edición. El cjemplo del triunfo de este criterio es el desarrollo de lo que los edi- tores norteamericanos ya denominan los pbony-books. Al lado de estas nuevas producciones, los best-sellers de los últimos años, que superan con frecuencia el millón de ejemplares, están enteramente vinculados a la indusuria del cine y de la televisión. La regla anterior, según la cual el libro proporcionaba material al cine, se ha invertido: la serie de TV oel film de éxito ofrece material al libro.9 canales de distribución? Algunas observaciones y determinadas investi gaciones tienden a confirmar estas sospechas. La distribución de los films concebidos después de la crisis desvela el eje de las nuevas estrategias para inundar los mercados. Asistimos a la enorme multiplicación de las copias de lanzamiento para sumergir el terreno y vetarlo a la compe tencia. En lugar de utilizar las veinte o treinta copias de lanzamiento habituales, la Warner ha utilizado cien simultáneas en el Japón para asegurar el lanzamiento sin precedentes de su film El coloso en lamas (The Towering Inferno, 1974), de John Guillermin Irwin Allen0 más lejos en el análisis de las aproximaciones que definen una situación de cultura monopolista. Las investigaciones son escasas, prácticamente inexistentes. Pero se encuentran algunos ejemplos que nos permiten sugerir un campo de estudio. En 1976, la cadena de Testaurantes Wimpy International, una división del conglomerado britá- nico Lyons, comerciantes de té y otras especias de las Indias, decidía luchar contra su competidor norteamericano, la cadena McDonald, lan- zando una campaña de promoción bastante original. Su agente de pro- moción, la filial londinense de la agencia de publicidad J. Walter Thomnp- son, contrataba para esta campaña que debía publicitar los 750 restau- rantes de la cadena (que en aquel año inauguraba uno por semana) ni más ni menos que a Mr. Savalas, alias Kojak, el protagonista de la famosa serie de televisión. La explicación dada a la prensa era la siguiente: «Mr. Savalas es realmente popular en el mundo y la investigación que hemos realizado nos ha convencido de que su fuerte corpulencia, su in- clinación hacia los snacks y su imagen fundamentalmente no sofisticada le convierten en el consumidor-tipo de los restaurantes Wimpy» En enero de 1977, la firma cinematográfica Columbia anunciaba su inten- ción de «maximizar sus esfuerzos mundiales de producción». Resultado: el primer film que se benefició de esta decisión fue Abismo (The Deep, 1977), de Peter Yates, un vástago de Tiburón (Jaws, 1975), de Steven Spielberg. La receta de la maximización consistía en buscar «unas rela- ciones más funcionales entre el tema del tilm y los soportes de la publi- ciudad»2 En lugar de contentarse exclusivamente con los tee-sbirts u otras fórmulas de lanzamiento habituales, se trataba de establecer una lfnea de continuidad entre el tema y las mercancías que le servirfan de publicidad, piscinas, relojes, cámaras submarinas, equipos de pescasub marina.. El estrecho territorio que separaba la ficción de la realidad tiende a desaparecer. Marx que, hacia 1850, escribía que los pensamien- tos dominantes serlan cada vez más abstractos y que esta abstracción era una condición sine qua non para que la burguesía pudiera hacer aceptar sus ideas particulares como universales por el conjunto de las restantes clases, debe estremecerle en su tumba. De limitarnos a una Pero hay que: Así pues, es preciso definir el estrechamiento- la crisis de la economía capitalista acaba de reforzalo en términos generales: se operaen favor de un polo que le sirve de modelo, el del sector más tecnificado, es decir, aquel cuyas normas de fabricación han alcanzado el grado de estandarización y de masificación más elevado. Y este sector priviegiado en el que se ejerce desde un primer momento la ley del marketing y que se convierte en «distribuidor automático de normas» ha encontrado en la TV su expresión más eficaz. El interés comercial y el cebo sensacionalista ejercen su dictadura. Las legalidades anteriormen- te específicas de la educación y del cine en relación a la televisión están uniformadas por esta racionalidad industrial. En útima instancia, toda la transmisión del saber tiende a ser una empresa de espectáculo y a pasar porla regla de los media y de la cutura de masas. Las nuevas series educativas como Sesame Street y The Elec tric Company son unos paradigmas de esta intrusión de las normas de los media en la pedagogía de masas. El appeal publicitario, que es el fundamento de la legalidad de los media, sirve de vehículo a los esque mas educativos propuestos al público infantil. Estas series son el arque ipo de la nueva pedagogía de masas, que los fabricantes de. tecnología asociados con las fundaciones educatívas han lanzado para poblar el vacío entre la educación formal y el ocio. Nueva fórmufla que realimenta la capacidad de difusión de los medis y abre nuevas pistas y nuevos mer cados a las tecnologías de lo audiovisual que se implantan en el campo de la educación y del aprendizaje de la, vida cívica (Mattelart 1977b). A la luz del saneamiento que ha seguido y vencido a la crisis que durante los años setenta cayó sobre el mundo del cine y provocó el desmembramiento de Hollywood, a favor de conglomerados diversifica dos, es lícito preguntarse si los márgenes de maniobra que toleraba el 340
  • 10. observación al pie de la letra, yendo en sentido contrario a la observa ión de Marx, podría decirse que la ideología dominante está llamada a convertirse en cada vez más concreta. gEstaremos entrando en la fase del realismo capitalista? Los personajes de la fición salen de los mar cos de la pequeña pantalla o de las viñetas de los comics para conver tirse en los componentes materiales del mundo. El engaño que señalaba Marz sigue siendo total. No es porque comiencen a caminar con nosotros por la calle que declinan la identidad de su productor. Observemos de pasada que los medis reinyectan los media, o más bien que los media se reinyectan mutuamente de manera que repitan infinitamente el dircu lo de su repetición. Acionales que condicionan el acceso a las informaciones. Pero no se en- gaan cuando, al hablar de la era de la información, indican el polifa cetismo de este término, que encubre tanto la información del electro cardiograma como la información sobre los recursos energéticos de un pals y la necesidad que tiene la sociedad lamada moderna de esta nueva materia prima para progresar. Nosotros dirfamos: para proseguir la acu- mulación de capital. Pero la publicidad tampoco nos engaña cuando eli- mina de la problemática de la información global tanto los sistemas de extracción de información como las prácticas de la tortura en los Esta- dos de excepción del capitalismo. La fase actual de la agresión imperia lista nos enseña, en efecto, una cosa fundamental, a saber, que actual- mente es difcil separar los campos de lucha donde se dirime el enfren tamiento con el enemigo de siempre: las fuerzas del oscurantismo la barbarie. Si sepuede hablar de totalitarismo al evocar la acción de los aparatos ideológicos del capitalismo monopolista, también es, y sobre todo, porgque cualquier problems que afecte un sector particular afecta en realidad e conjuntoy permite entrever la globalidad de las bazas en juego. La crisis de la CIA, por ejemplo, no puede interpretarse simple mente como la crisis de un organismo de espionaje sino como la de todo un sistema de información. Por otra parte, la solución que se le ha en- contrado lo demuestra. La reciente reorganización de este organismo con- fiado a un super-jefe, un almirante, que se concreta en una centralización mayor y un aumento de la capacidad de planificar el conjunto de los aparatos militares y ivles, afianza las actividades de información en favor de la racionalidad militar. Esta remodelación al nivel de los orga nismos de información concuerda, par otra parte, con la reestructuración del conjunto del aparato de información del Imperio norteamericano, desde los centros de investigaciones de las sociedades multinacionales hasta los organismos oficiales de prospección sobre los datos energéticos. Esta reforma de la CIA se ha visto reflejada úlimamente en algunos países del cono Sur. Chile, bajo la presión de Carter y de su nueva po- ítica, ha anunciado en agosto de 1977 la supresión de la DINA. Los poderes que esta última detentaba revierten a los servicios de informa- ción de las tres ramas de las fuerzas armadas. Este nuevo paso hacia la militarización del aparato de Estado, que contribuye a eliminar el ca rácter de sangrienta arbitrariedad sugerido por a guardia pretoriana de Pinochet, abre el camino a una represión más técnica y más aséptica. Se engañan y no se engañan al propio tiempo (aunquees segu ro que nos engañan), las campañas publicitarias de IBM que dicen que la era de la información es cada vez más reconocida por todos y cada uno de nosotros como la era en que vivimos, que sucede a la edad de piedra, a la edad de hierro y a la era industrial. Nos engañan cuando intentan disimular que este estallido de información es una necesidad del capitalismo monopolista de Estado, cuya existencia.y dinámica ocul tan. También nos engañan cuando presentan la información como un recurso puesto al servicio de todos los individuos y de todos los pue blos, sin tener en cuenta las correlaciones de fuerza internacionales y Notas 1. Sesión del 20 de noviembre de 1969 del Subcomittee on Western Hemisphere Affairs of the Comittee on Foreign Relations. Se puede situar hacia 1940 la toma de conciencia del conjunto de los organismos del gobierno norteamericano, sobre la necesidad de adoptar una visión estratégica para abordar la lucha ideológica y culrural en el plano internacional. En efecto, después de la Primera Guerra Mundial, los norte americanos, en una posición aislacionista, desmantelaron los organismos de propaganda exterior que haban creado para luchar contra Alemania. La adop ción de una estrategia ideolóógica se produjo al mismo tiempo que la de una estrategia de defensa global y los países de América Latina fueron sus pri- meras víctimas. La doctrina Monroe (1823) había tenido en cuenta, por derto, la necesidad de impedir la injerencia de cualquier potencia exracontinental en e hemisferio, en resguardo de la seguridad nacional de Estados Unidos. Sin embargo, sólo en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se aproximó a sus vecinos para constituir un sistema multilateral de defensa. Antes de esa fecha, las fuerzas armadas norteamericanas solamente mantenían relaciones permanentes con la marina del Brasil y del Perú, a través de una misión naval sostenida, según disposición especial del Senado norteamericano, no por Estados Unidos, sino por el pais anfitrión. La primera misión militar norteamericana se instaló en Colombia en 1939. La zona del Caribe y l C nal de Panamá habrd de gozar del triste privilegio de ser anezionada desde principios de siglo al sistema de defensa de la metrópoli y esa alianza geo gráiça natural habré de significarle una serie de erpediciones punitivas en su Lacorrelación entre estrategia ideológica y estrategia militar queda perfectamente ilustrada por la teoria geopolítica que crea el concepto de tensa hemisférica» (bemispbere defense) y que apareció por primera vez e 343 contra. e 342
  • 11. la obra de Nicolas John Spykman, Americd's strategy in world politics. The United States and the balance of power, Harcourt Brace && World, Nueva York, 1942. En ese análisis, que resitúa el lugar de Estados Unidos con res- pecto al poder mundial, Spykman, antes de proponer medidas para reforzar la guerra ideológica, trata de caracterizar la complementariedad de la cultura latinoamericana y la anglosajona, de examinar las redes de infuencia cultural de España, Francia y Gran Bretaña y se detiene sobre las grandes líneas de la ofensiva fascista en América Latina. Uno de los testimonios más esclarece dores para entender la historia del imperialismo cultural de Estados Unidos es, sin ninguna duda, aquel donde Spykman relata las acciones emprendidas por su país en el frente cultural, para enfrentar la propaganda y la ideología nazis en el subcontinente. Citemos un amplio fragmento: «...el presidente Roosevelt creó un organismo para la Coordinación de las Relaciones Comerciales y Cultu- rales entre las repúblicas americanas. El nuevo director reunió a su alrededor a un grupo de vigorosos empresarios, jóvenes y enérgicos, expertos en 'rela- ciones públicas, y empezó a estudiar nuevas formas de acercamiento que tu- vieran el atractivo de la propaganda y la convicción del dinero. Gran impor tancia se concedi6 al mejoramiento de los transportes y las comunicaciones, al estímulo del turismo y al desarrollo de un servicio de inteligencia comercial. La industria de la cultura norteamericana daba, en efecto, un paso decisivo en el proceso de internacionalización. Lo hacía con un objetivo loa ble: la lucha contra el totalitarismo nazi. Lo que al principio parecía una iniciativa de liberación de los pueblos, se transformó, con el ascenso de las grandes empresas multinacionales y los cambios del Estado imperialista, en un movimiento que habría de conspirar contra la identidad cultural de los pue- blos y sus procesos de liberación. 2. Véase el texto de Gramsci incluido en Antologia (Selección,tra- ducción y notas de Manuel Sacristán), Siglo XXI de España Editores, S.A., Madrid, 1974. 3. General Carlos Prats, Una vida por la legalidad, Fondo de Cultu ra Económica, México, D.F., 1977, p. 107. 4. Industrie et Société, n." 11, París, 1975. 5. Assemblée Nationale, Commissions des Affaires Culturelles, Fami- liales et Sociales, Radiodiffussion et Télévision, Boletín n.° 2530, 12 de octu. bre de 1976. 6. «Europa: More and More Motels in a Confused Market», en Business Week, mayo de 1974, P. 36. »l gobierno y la empresa privada se lanzaron a la nueva campaña 7. En Stratégies, París, 16 a 29 de junio de 1975. 8. Pero tampoco ahí con fervor y entusiasmo, como si se tratara de una cruzada religiosa. Latino américa estaba de moda; más aún: era una 'misión'. Las compañias radio- difusoras aceptaron el desafío alemán y suministraron a las repúblicas del sur un fujo constante de noticias y entretenimientos. Las grandes agencias de no- ticias hicieron esfuerzos especiales para dar a la prensa latinoamericana una información más adecuada sobre América del Norte. Time publicó una edición aérea especial para ser distribuida al sur del Río Grande y el Reader's Digest apareció en traducción española. La industria cinematográfica decidió jubilar a sus villanos latinoamericanos y seleccionó sus gigolos en Lusitania y Rurita- nia, los únicos países que no habían presentado protestas diplomáticas por los ataques de Hollywood contra el carácter nacional. iene equivocarse. Numeroso sectores de la vida cultural que no pertenecen necesariamente a la cultura del business están invadidos por la manera norteamericana de concebir su producción. Ytambién ahí existen avanzadillas de la penetración cultural. Es el caso en Francia de la editorial Robert Laffont, de la que la editorial Time-Life fue largo tiempo propietaria parcial, y de editoriales más pequeñas que se han ganado un espacio introduciendo los grandes best-sellers U.SA. Uno de estos editores llegaba a confesar crudamente la seducción que sobre 1 ejercía el estilo norteamericano: «l concreto realismo que encontré en América fue importante para mi. I francés, muchas veces, parece estar avergonzado de dedicarsea los negocios. Tenemos ideas, somos literarios. Al otro lado los denomináis book business. Es una diferencia fundamental. Yo quiero ser un editor norteamericano» (En «Small Houses, Big Books», de Herbert R. Lott- man, en Publishers Weckly, 7 de junio y 20 de setiembre de 1976). Por otra parte, el proceso de internacionalización de la producción cultural, más es pecialmente de la edición, es un factor de primera importancia que estimula la adopción del estilo, casi de la lengua norteamericana. Como revela el di Elacercamiento cultural avanza a todo vapor, por lo menos en América del Norte. El modelo creado inicialmente por los líderes del movi miento panhispanista, ha sido adoptado por nosotros y ampliado hasta darle vastas dimensiones. Rotarios, Leones y Kiwanis, almuerzan con acompaña- miento de discursos sobre la economía brasileña. En los clubes femcninos del pais se reúnen las mujeres a tejer para los soldados británicos y a oír confe- rencias que las hacen suspirar por el hambre cultural de los indios peruanos. Las escuelas nocturnas, en todo el país, lenan sus cursos de personas inte resadas en aprender el castellano. Las universidades progresistas han aumen- tado sus cursos sobre América Latina y organizan ahualmente por lo menos un ciclo especializado en problemas sudamericanos. Si los lazos de coopera- ción con nuestros vecinos latinos dependieran de la apreciación popular de la rumba en los Estados Unidos, el futuro sería indudablemente brillante.» rector del monopolio Hachette, acusado de déframciser sus ediciones (el 40 % de las producciones de Hachette se realizan en una lengua diferente al fran- cés):«No por ello somos traidores al idioma francés. Si queremos ayudar a las publicaciones francesas, haremos aún mejor nuestro trabajo si creamos una fuerte red de distribución, y el modo de desarrollar y mantener esto es in cluir también producciones en inglés y español» (H. R. Lottman, «Hachette Defines Its Worlwide Intentions», en Publisbers Weekly, 30 de setiembre de 1971). El capítulo del que hemos extraído este párrafo leva como eplgrafe 9. Pierre Sartor, «L'Edition scientiique», en Le Vie de la Recberche la célebre frase de Hitler: dl fuego concentrado de artillerfa, en un ataque de infantería, será reemplazado en el futuro por la propaganda revolucionaria, cuya tarea consiste en quebrar psicológicamente al enenmigo, antes de que los ejércitos entren en acción. Scientifique, diciembre de 1976. 10. Jean-Michel Quatrepoint, <la Domination américaine sur linfor- matigue economique est de plus en plus nette», en Le Monde, 11 de junio de 1977. 344 345
  • 12. 11. Un modelo de «nacionalización» de las producciones norteame ción del aparato de Estado norteamericano bajo el dordismo», inventóel término de los aparatos de control social, impuesta por las necesidades de la acumulación del capital. ricanas es el de las series teleeducativas del tipo Sesame Street. Conviene con sultar Children's Television Workshop-Harvard University, Réponses au re quétes pour présenter aSesame Street» à l'étranger. Suggestions pour l'adapta tion internationale por Edward L. Palmer, Milton Chen y Geralt S. Lesser, Nueva York, 1976. Sobre el proceso de «nacionalización» de los comics, véase David Kunzle (1975). 18. Uno de los modos nuevos de la presencia e interacción entre los diferentes dominios y diferentes agentes del imperialismo es, sin duda, ed que surge principalmente de la nueva división internacional del trabajo y ha sido consagrado por la crisis estructural de la economla capitalista mundial. Esta crisis puso en el orden del día la necesidad de reestructurar al conjunto del aparato económico estatal (véanse los informes de la famosa comisión tri- lateral). La nueva disposición de la economía capitalista que redistribuye las cartas entre el imperialismo hegemónico 7 los imperialismos secundarios elige a ciertas potencias del Tercer Mundo como plataformas subimperialistas, iene su equivalente én la nueva disposición que asumen las formas de la pe netración cultural. a política de intervención directa es reemplazada por una política de intervención mediatizada. En ese contexto bay que juzgar la adap- tación de los vehículos del imperialismo cultural a las condiciones locales, tenómeno que antes designamos como «nacionalización». Para convencerse, bastaria con examinar la evolución de la estrategia europea, en los cuatro úl. timos años, de la General Electric, la ITT o la Westinghouse o inclinarse ante la evidencia de la masa de melodramas para la televisión proveniente de Brasil o de México, que satura desde los países del Africa o Portugal hasta las co munidades chicanas de los Estados Unidos. 12. Véase José Agustín Mathieu, Breve historia del cine argentino, EUDEBA, Buenos Aires (1966). Sobre la formación del cine egipcio, véase la tesis de Yves Thoraval, Ediciones Era, S.A., México, D.F. (1977). Sobre el ine mexicano, véase Emilio Garcda Riera, su obra monumental en 9 vols., Historia documental del cine mexicano. 13. René Zavaleta Mercado, El poder dual, Siglo XXI de México Editores, SA., México, DF, 1973, p. 251. 14. Acculturation et acculturation», en Ecnts Corsaires, pp. 48-52. 15. Para caracterizar esta agresión, convendría recuperar el con cepto de etnocidio, forjado por algunos antropólogos. «Si el término de geno cidio remite a la idea de raza y a la voluntad de exterminación de una mino ría racial, el de etnocidio no se dirige hacia la destrucción fsica de los hom. bres, sino hacia la destrucción de su cultura. En suma, el genocidio asesina los pueblos en sus cuerpos, e etnocidio los mata en su espíritu», «De l'ethno cide,por Pierre Clastres, en Encyclopedia Univer:alis, aparecido en L'Homme, 19. Para una visión del interior del sistema, véase Special Re port Americas's Press: Too Much Power for Too Much Few?», en US News & World Report, 15 de agosto de 1977. juliodiciembre de 1974, XIV (34). 16. Véase A Courseof Instruction in Corporate Protective Ser vices, TBMas Target for Terrorists: TBM Paperso, reproducido en Berkeley Barb, 22 a 28 de noviembre de 1974. 20. Véase Thomas Guback, aMarketing de choc pour une domi- nation mondiale» (1977). 17. Se nos podrá objetar que esta fusión entre harduare y sojtware ha sido siempre una caracteristica de os monopolios norteamericanos. La Westinghouse o la General Electric, por ejempio, no se contentaron con po ner a punto aparatos de radio y televisión, sino que desde el comienzo, junto a esos descubrimientos, creeron sus propias cadenasy estaciones de difusión. Basta recordar a la American Telegraph & Telephone, que en la década del 20 al 30 detentó el control de las patentes del sonido y reinó en la industria cinematográfica y que había Iegado a combinar, unos decenios antes, la fa bricación de equipos telefónicos con la administración de los servicios (hasta tal punto que, en 1978, la ATT sigue controlando el 80 % de los servicios telefónicos de Estados Unidos). Todos estos casos de integración pertenecena una primera fase del capitalismo monopolista y forman parte, en alguna me dida, de un momento del modo de producción, de la circulación y el inter- en esta fase suprema del monopolismo, está a puto de ser superada.Los acercamientos que nos hemos ieferido, que consagran la globalización de las normas de la producción de masas y su ampliación a los sectores que habían permanecido al margen del dictado de la optimización de la ganancia, se producen en un momento diferente de maduración de los aparatos ideológicos del Estado capitalista; corresponden, por lo tanto, a una necesidad política y económica también diferente de la expansión del capital. Si hubiera que caracterizar ee momento actual del modo de producción de la comunicación de masa, tendríamos que hablar, sin duda, de taylorización -parafraseando a Gramsci quien, para caracterizar la racionali- 21. Wimpy Moves to Block Mc. Donald's in London», en Adver siting Age, 12 de julio de 1976. 22. James P. Forkan, «Big Promotion Thrust on the DeepSignals, New Direction for Columbia» (1977). 23. Sobre el concepto de injormation sociery, véase Edwin B. Parker (1976). Sobre la baza de los sistemas de información, véase a titulo de ejemplo «Ford's Privacy Report», por Becky Barna (19T7). Laurie Nadel Hesh Wiener, «Would you Sel a Computer to Hitler?» (1977). Uno de los informes más reveladores es el establecido por una comisión oñcial en Fran- C1a, compuesta de sindicalistas y de expertos, que analiza de manera penetran te las consecuencias sociales de la aplicación de la teleinformática, véase Infor matique et Libertés, París, La Documentation Française, 1975. cambio de la información que ahora, 347 346