8. Los habitantes volvieron a reunirse en la
plaza temiendo por el daño que aquellos
comentarios pudieran causar en su amada
princesa y sucedió algo extraordinario:
9. Quien así habló era una anciana vestida
con ropas rotas y destartaladas. Los
demás habitantes defendieron a su
princesa y se burlaron del aspecto de la
vieja.
10. - Lo que hay que hacer es dejar
de servirle a diario. Así por lo
menos aprendería a hacer algo.
- ¿Y qué sabrás tú, vieja?
¿Acaso has visto qué aspecto
tienes? Nuestra princesa es
mucho mejor que tú.
Aquello fue demasiado para el bueno del
alcalde, que adoraba a su princesa.
11. - No. No lo es. Pero gracias - dijo
la vieja, cambiando su voz a un
tono joven, dulce y triste,
12. - Aprecio todo lo que hacéis por mí, y lo
mucho que me queréis, pero ha llegado el
momento de devolveros todo ese cariño, y
de paso aprender algunas cosas.