1. La sanidad como negocio
En sentido estricto, la falta de equidad no es un defecto del mercado; es algo que incluso los
mercados perfectos no necesariamente proporcionan; pero, cuando se trata de asistencia
médica, nos preocupa profundamente la equidad, tanto porque no queremos que los pobres
sean privados de dicha asistencia, como porque el coste de la misma puede variar
espectacularmente, dependiendo de la suerte de cada sujeto. En una sociedad civilizada,
queremos asegurarnos que todos puedan costear cierta asistencia médica estándar. La
mejor forma de lograrlo es tratar de resolver el problema general de pobreza por medio de
impuestos redistributivos. Después de todo, ¿por qué gastar tanto dinero en suministrarles a
los pobres una asistencia médica gratuita, mientras ignoramos el hecho de que no pueden
permitirse una alimentación saludable o una casa segura donde vivir?
Esto deja a la información privilegiada como el gran obstáculo que impide el buen
funcionamiento del sistema de asistencia sanitaria. El análisis económico que hemos hecho
sugiere que la provisión estatal no es eficaz, porque la toma de la decisión no está en manos
del paciente y los recursos se encuentran racionados por medio de procesos políticos. En
cambio, el problema abrumador para el mer- (.'tillo de provisión de asistencia médica es d de
la información privilegiada, y, más específicamente, la tendencia que ésta tiene a destruir los
mercados de seguro.
Este diagnóstico sugiere la aplicación de un tratamiento mínimamente invasivo en dos
partes. La primera consiste en asegurar la amplia disponibilidad de la información: debería
ser sencillo conseguir una segunda opinión para cmbiarla como si fueran diferentes
camisetas divertidas, llamar a una línea de ayuda telefónica y obtener información
procedente de bibliotecas, clínicas, Internet e incluso de supermercados. En el Reino Unido,
no se le presta mucha atención a este tipo de información porque los médicos son los que
deciden. Si se nos pidiera que asumiéramos la responsabilidad de nuestra propia asistencia
médica, le prestaríamos mucha más atención y muchos más recursos (públicos y privados)
responderían a nuestra demanda de mayor conocimiento.
2. La segunda parte es darles a los pacientes la oportunidad de que utilicen esa información.
En un sistema privado basado en las aseguradoras, éstas tienden a tomar muchas
decisiones; en un sistema de provisión estatal, es el Gobierno el que toma las decisiones.
En un sistema sin aseguradoras, pero basado en el mercado, es el paciente quien decide.
Es mucho mejor. Sin embargo, el paciente también tiene que pagar por los costos
impredecibles y potencialmente catastróficos de la asistencia médica tal como marcan las
encuestas.
¿Cómo darles a los pacientes poder de decisión y responsabilidad sin otorgarles una carga
demasiado pesada? El mejor sistema sería aquel que obligara al paciente a asumir muchos
de los costos, brindándole de este modo un incentivo para que se mantenga informado y
pueda tomar decisiones que sean, a la vez, en su propio beneficio y razonablemente
económicas, pero que deje los costes más elevados al Estado o a la aseguradora. Podría
funcionar, ya que la mayoría de las facturas por atención médica no son «catastróficas» y,
por lo tanto, no precisarían el aseguramiento.
¿Cómo sería el funcionamiento detallado de semejante sistema? El objetivo sería otorgarle
máxima responsabilidad y poder de decisión a los pacientes y, por consiguiente, se les
pediría que gastaran su pro- pió dinero en lugar del dinero del lisiado o de la aseguradora,
para cerciorándose de que nadie afrontara enormes sumas en gastos enormes y de que
hasta los pobres contaran con dinero suficiente para pagar la asistencia sanitaria.
Estos requisitos sugieren lo siguiente: las personas deberían pay.u por la totalidad de la
asistencia médica; pero el seguro debería incluir el coste de las facturas más importantes; y
todos deberían poseer mu cuenta de ahorro destinada a los gastos médicos, a la cual
contribuí ría el Estado en caso de pobreza o de enfermedad crónica.
El seguro en caso de catástrofe, que se paga sólo cuando resulta muy caro un determinado
tratamiento, es bastante barato. Los ahorros tampoco plantean un problema: sencillamente,
hay que redimír en 1.500 dólares la carga impositiva anual de cada persona —éste es, muy
aproximadamente, el coste, en impuestos, de los sistemas públicos de salud del Reino
3. Unido y de Estados Unidos— y hacer que depositen ese dinero en la cuenta de ahorro. Para
quienes pagan, al año, menos de aquella cifra en impuestos, el Gobierno aportaría una
suma de dinero para compensar el déficit. Y como el sistema es obligatorio, no se produce la
selección adversa.
Nos vemos en una proxima edicion con informacion de ganar dinero contestando encuestas
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