PP_Comunicacion en Salud: Objetivación de signos y síntomas
Resumen libro
1. Nombre del alumno: José Valentín Galarza Almendariz
Nombre de la carrera: ISTI
Grupo: E12-389
Palmer de los Santos, Gpe. Del Socorro. Fecha: 22 de mayo del 2012
ALÍ BABÁ Y LOS 40 LADRONES.
Alí babá era honesto y humilde; tenía una buena mujer: Luz de la noche. Su
hermano Kassim era deshonesto y malvado.
Un día que estaba en el bosque oyó un ruido atronador.
Asustado trepó a un árbol, viendo 40 jinetes cabalgando, cada uno con una bolsa
llena de oro. ¡Eran ladrones! Y al llegar frente a una gran roca, el jefe gritó:
“¡Ábrete sésamo!”. Se oyó un trueno y la roca se abrió como por encanto.
¡Increíble!
Los ladrones entraron y ya dentro, el jefe gritó: “¡Ciérrate sésamo!”. Y la roca se
cerró. Era su guarida. Al rato salieron, la roca se cerró y los ladrones se alejaron a
todo galope. Alí Babá bajó del árbol y, frente a la roca, gritó: “¡Ábrete sésamo!”, Y
se abrió. Raudo entró, hallando un fabuloso tesoro. “¡Ciérrate sésamo!”Dijo,
recogiendo una gran cantidad de monedas y rubíes; asegurando su vida por
mucho tiempo. Ya en casa su mujer saltó de alegría, acordando guardar el
peligroso secreto. Iban a pesar el oro, teniendo la mala idea de pedir la balanza a
Kassim. La mujer de éste sospechó y se lo dijo a su marido, quien obligó a Alí
Babá a contárselo todo. Kassim corrió a la cueva y, luego de gritar los «sésamos»
ingresó a ella, estando muchas horas recolectando su propio tesoro. Pero, al
querer salir, olvidó las palabras mágicas; siendo sorprendido por los ladrones, que
no dudaron en matarlo. Alí Babá lloró al ver a Kassim muerto. Lo llevó al pueblo
para sepultarlo, pagándole al enterrador para que no dijera nada. Al volver, los
ladrones se percataron que el cadáver ya no estaba, por lo que decidieron buscar
a Alí Babá. Uno de ellos amenazó al enterrador, quien prometió llevarlo a la casa
de este. Para ubicar el lugar marcó la puerta con ceniza. Pero Luz de la noche,
que lo había visto, pintó todas las casas del vecindario.
Burlado, el jefe montó en cólera, matando al torpe ladrón. El mismo jefe halló la
casa y trazó su plan. Entraría como falso vendedor de aceite, con 38 tinajas: allí
irían sus ladrones.
La noche fijada llegó a casa de Alí Babá pidiendo posada. Alí aceptó. Cuando
todos dormían Luz de la noche despertó: - Necesito aceite para tres lámparas, -
pensó- veré en las tinajas.
Tomó un pesado cucharón, abrió la primera tinaja y un ladrón asomó. Ella le dio
un cucharonazo. Así pasó con los otros. Furiosa despertó al jefe, a quien también
le hizo lo mismo.
Alí Babá llegó asustado. Se había salvado gracias a Luz de la noche. A partir de
entonces, fueron felices toda la vida. Fin.
2. ALADINO Y LA LÁMPARA MARAVILLOSA
Aladino era un jovencito humilde, bueno y colaborador. Vivía en Arabia con su
madre, pues su padre había fallecido cuando era muy pequeño. Pero a Aladino le
gustaba recordarlo. «Tu padre se llamaba Mustafá -le decía su madre, un hombre
trabajador y honesto, pero guardaba celosamente un extraño secreto».
Una mañana, cuando acudió al mercado a hacer compras, un misterioso sujeto lo
detuvo en su camino, diciéndole que sabía de su padre. “¿Conoció usted a
papá?”, le preguntó con inusitada curiosidad.
El hombre le contestó: “Mustafá era mi primo, yo soy tu tío”, y lo acompañó a casa
colmándolo de regalos. A su madre le pareció algo sospechoso porque Mustafá
nunca le habló de tal pariente, pero al ver que se mostraba generoso con Aladino,
accedió a que saliesen a dar un paseo por el bosque. Caminaron hasta llegar a la
entrada de una cueva desolada. “Tienes que entrar le ordenó el sujeto porque allí
hay una lámpara mágica que nos hará muy ricos”. Pero Aladino se rehusó,
forcejearon y el hombre lo hizo ingresar a la fuerza, tapiando la entrada con una
enorme roca. Quiso llorar, pero lo que vieron sus ojos lo dejó pasmado: “¡Cáspita,
es un fabuloso tesoro!”. Eran cofres llenos de monedas, joyas de oro y brillantes;
pero su vida corría peligro.
Entonces divisó la lámpara. “Sería en verdad mágica” pensó, y al limpiarla del
polvo, un ruido atronador lastimó sus oídos, asomando la imagen de un genio,
quien con su poderosa voz le dijo: «Amo, estoy para servirte. Pídeme lo que
quieras y serás atendido». Aladino no podía creerlo y sin embargo ya sentía que le
faltaba el aire. Entonces ordenó al genio: «Llévame donde mi madre». Y se vio
transportado a casa. Se lo contó todo a su madre, quien le dijo: «Te quiero vivo
antes que todo el oro del mundo». Por su parte, el supuesto tío huyó al África,
aunque pronto volvería. Aladino repartió el oro entre los más pobres y pidió al
genio que le concediese el amor de la hija del sultán. Cuando lo consiguió, se
sintió el hombre más feliz de la Tierra. El supuesto tío era en verdad un antiguo
enemigo de Mustafá y volvió para robar la Lámpara Maravillosa. Así lo hizo, pero
el genio, cansado de sus abusos retornó donde Aladino. El ladrón, al ingresar a la
casa del hijo de Mustafá en busca del tesoro, se tropezó con los gendarmes que lo
buscaban desde hacía mucho tiempo.
Aladino y su bella esposa recorrieron el mundo en la alfombra mágica que le
concedió el bondadoso genio y fueron muy felices. Fin.
3. SIMBAD EL MARINO
Hace muchos años: en Bagdad, Simbad era un joven muy pobre, que para
sobrevivir trasladaba pesados fardos; por lo que le decían “el cargador”,
lamentándose de su suerte.
Sus quejas fueron oídas por un millonario, quien lo invitó a compartir una cena. Allí
estaba un anciano, que dijo lo siguiente: - Soy Simbad, el marino. Mi padre me
legó una fortuna, pero la derroché; quedando en la miseria. Vendí mis trastos y
navegué con unos mercaderes. Llegamos a una isla, saliendo expulsados por los
aires, pues en realidad era una ballena. Naufragué sobre una tabla hasta la costa,
tomando un barco para volver a Bagdad.
Y Simbad, el marino, calló. Le dio al joven 100 monedas, rogándole que volviera al
otro día. Así lo hizo y siguió su relato: -Volví a zarpar. Al llegar a otra isla me
quedé dormido y, al despertar, el barco se había marchado. Llegué hasta un
profundo valle sembrado de diamantes y serpientes gigantescas. Llené un saco
con todas las joyas que pude, me até un trozo de carne a la espalda y esperé a
que un águila me llevara hasta su nido, sacándome así de este horrendo lugar.
Terminado el relato, Simbad, el marino volvió a darle al joven 100 monedas,
rogándole que volviera al día siguiente.
- Con mi fortuna pude quedarme aquí -relató Simbad-, pero volví a navegar.
Encallamos en una isla de pigmeos; quienes nos entregaron al gigante con un solo
ojo, que comía carne humana. Más tarde, aprovechando la noche, le clavamos
una estaca en su único ojo y huimos de la isla, volviendo a Bagdad. Simbad dio al
joven nuevas monedas, y al otro día evocó: - Esta vez, naufragamos en una isla
de caníbales. Cautivé a la hija del rey, casándome con ella; pero poco después
murió, ordenándome el rey que debía ser enterrado con mi mujer. Por suerte,
pude huir y regresé a Bagdad cargado de joyas. Simbad, el marino, siguió
narrando y el joven escuchándolo: - Por último - dijo- me vendieron como esclavo
a un traficante de marfil. Yo cazaba elefantes y un día, huyendo de uno, trepé a un
árbol; pero el animal lo sacudió tanto, que fui a caer en su lomo, llevándome hasta
su cementerio. ¡Era una mina de marfil! Fui donde mi amo y se lo conté todo. En
gratitud, me dejó libre, regalándome valiosos tesoros. Volví y dejé de viajar. ¿Lo
ves?, sufrí mucho, pero ahora gozo de todos los placeres. Al acabar, el anciano le
pidió al joven que viviera con él, aceptando encantado; siendo muy feliz a partir de
entonces.
BIBLIOGRAFIA
EDITORIAL PORRUA SA. DE C.V.-4, PAG. 7-59, AV. REPUBLICA ARGENTINA
#15, MEXICO, D.F.