Este documento discute la hostilidad que enfrentan los cristianos en varios países musulmanes. Explica que el islam político trata a los cristianos como siervos sin derechos, segregándolos y despreciándolos. Aunque el diálogo interreligioso es una idea moderna en el cristianismo, no lo es en el islam. Como resultado, los cristianos enfrentan violencia e incluso la pena de muerte en algunos países musulmanes, pero la comunidad internacional permanece en silencio ante esta situación
1. Cristianos hostigados
Cohabitan, se interrelacionan con cruzados e infieles, ( Pilar Rahola)
pero desprecian al cristianismo
Artículos | 30/12/2010 - 12:42h
Me sorprende la sorpresa general. Asesinan a decenas de cristianos en Nigeria,
y nos preguntamos qué pasó. ¿Por qué los matan? ¿No habíamos quedado en
que no existía el choque de civilizaciones y en que el tal Huntington era una
especie de incendiario que no aceptaba las bondades de la hermandad
planetaria? ¿No estaba claro que las religiones se amaban entre dioses tanto
como deseaban entenderse entre mortales? Entonces, ¿qué ocurre en Nigeria?
Será cosa de los africanos, dicen los listos, que ya se sabe que tienen sus cosas.
Pero entonces, ¿qué ocurre en el resto de los países? ¿Por qué huyen de sus
casas los cristianos iraquíes? ¿Por qué ha disminuido tanto la población cristiana
de Belén? ¿Por qué viven aterrorizados los coptos egipcios?
¿Por qué son hostigados los cristianos pakistaníes? Y así hasta el infinito de una
colección de preguntas que resultan tan vistosas como fútiles. Porque sabemos la
respuesta. La sabemos, pero ¿nos atrevemos a decirla? Para nada, no en vano
estamos sometidos a un terror cósmico que nos atenaza las palabras y nos
convierte en avestruces asustadizos, cuya cabeza en el agujero deja el trasero al
aire. La respuesta es simple y demoledora: el islam político, tanto en su derivada
legal, como en sus variadas fracciones radicales, es abiertamente hostil al resto
de las religiones que palpitan en su interior.
Ya no se trata de la división clásica entre el Dar al Islam (la casa del islam) y el
Dar al Harb (la casa de la guerra), sino de una reislamización radicalizada que,
asentada en una tecnología moderna y en una riqueza astronómica, cree que ha
llegado el momento de imponer su dominio. La idea del diálogo entre religiones
es una idea moderna que, hoy por hoy, practica el cristianismo con convicción –
alejado, afortunadamente, de sus veleidades imperialistas violentas de antaño–,
pero que no practica para nada el islam. Cohabitan, se interrelacionan con
cruzados e infieles, pero desprecian profundamente al cristianismo, tanto que
cultivan ese desprecio en todos los relatos posibles: desde la escuela hasta los
medios de comunicación, desde la literatura hasta la ideología. Y allí dominan,
tanto vía leyes como vía violencia, tratan a los cristianos como auténticos siervos
sin derechos. ¿Cómo puede sorprendernos que cuatro locos asesinen a
cristianos en Nigeria, si el faro del islam, Arabia Saudí, condena a muerte a un
ciudadano por mostrar una cruz? Si sus derechos están brutalmente diezmados
en la mayoría de los países musulmanes. La deriva violenta sólo es el resultado
último de una política oficial que, a la luz de la legalidad, segrega, desprecia e
impide ser cristiano en esos países. Y nosotros callamos, miramos a otro lado y,
estrujados de miedo, hasta reñimos al Papa cuando dice que en nombre de Dios
no se puede matar. Hemos abandonado a los cristianos que viven en el islam.
El resto viene solo.