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Reflexiones para la vida
"Un águila no anda a trote: - y esa es la vida –
¡hacer trotar un águila!"
José Martí
"La Nación" B.A.-N. Y 1884
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Unas palabras…
Querido lector:
Reflexiones para la vida es una sencilla publicación dirigida al desarrollo
humano dentro de las organizaciones.
Ella es el resultado de numerosas jornadas de trabajo empleadas en
seleccionar, compilar y analizar historias, que navegan de corazón a corazón y llenan un
espacio con sus enseñanzas.
De una bella manera, con un toque fantasía y realidad, en las historias se
honra de valor de la colaboración y el trabajo en equipo, la capacidad de asumir riesgos, el
pensamiento positivo ante las dificultades de la vida, el respeto a las diferencias individuales,
la confianza en sí mismo, la amistad y el amor.
Con la firme creencia de que existe una mejor manera de vivir, les
entregamos estas semillas para que fructifiquen en su vida y en el futuro podamos compartir
un mundo mejor: en el trabajo, con la familia, con los amigos y con la sociedad.
Quizás de las semillas arrojadas no prendan todas, pero aún así habremos
colmado nuestras expectativas de conseguirlo.
Muchas gracias.
“La montaña acaba en pico;
en cresta la ola empinada que la tempestad arremolina y echa al cielo;
en copa el árbol
y en cima ha de acabar la vida humana.”
José Martí
Prólogo a “El Poema del Niágara” de Pérez Bonalde
N.Y 1882
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ASAMBLEA DE HERRAMIENTAS
Cuentan que las herramientas, un buen día, se reunieron en asamblea plenaria con la
finalidad de arreglar sus diferencias.
El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La
Causa? Hacía demasiado ruido y además se pasaba el tiempo golpeando. El martillo aceptó
su culpa, pero pidió que el cepillo fuera expulsado también debido a que siempre hacía su
trabajo en la superficie, y no tenía profundidad alguna.
El cepillo aceptó a su vez, pero pidió la expulsión del tornillo. Adujo que había que darle
muchas vueltas para que sirviera para algo.
Ante el ataque el tornillo aceptó también. Pero a su vez pidió la expulsión del papel de lija.
Hizo ver que era muy áspero en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. Y el papel
de lija aceptó, con la condición de que fuera expulsado el metro, que siempre se pasaba
midiendo a los demás, con su medida como si este fuera perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal y comenzó su trabajo. Utilizó el martillo, el
cepillo, el papel de lija, el metro y el tornillo.
Finalmente de la madera trabajada, salió un lindo mueble.
Cuando las herramientas quedaron solas, se reanudó la deliberación. Fue entonces cuando
tomó la palabra el serrucho y dijo:
Señores, ha quedado demostrado que tenemos muchos defectos, pero el carpintero trabaja
con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos e importantes. Así que no
pensemos en nuestras debilidades sino concentrémonos en nuestras fortalezas y aspectos
positivos.
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, contundente y el cepillo suave y
eficaz. Se dieron cuenta de que el tornillo tenía la habilidad de unir y dar fuerza, y el papel de
lija era especial para afinar y limar asperezas.
También observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo
orgulloso capaz de servir y producir diversos artículos y muebles de calidad.
¿Ocurre lo mismo con nosotros los seres humanos? Observe a su alrededor y lo
comprobará.
Cuando en un hogar, empresa, institución u organización sus miembros gastan su tiempo y
esfuerzo en buscar los defectos de los demás, la situación se vuelve tensa, negativa y rumbo
al caos y la posible desaparición.
En cambio cuando los propósitos son enfocados positivamente buscando propiciar los
mejores valores individuales y de grupo, estamos ante las puertas de los mejores y más
satisfactorios logros humanos.
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BAILA COMO SI NADIE TE ESTUVIERA VIENDO
Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor después de casarnos,
después de tener un hijo y después tener otro. Entonces nos sentimos frustrados de que los
hijos no son lo suficientemente grandes y que seremos más felices cuando lo sean.
Después de eso nos frustramos porque son adolescentes (difíciles de tratar). “Ciertamente
seremos más felices cuando salgan de esta etapa”.
Nos decimos que nuestra vida estará completa cuando nuestro(a) esposo(a) le vaya mejor,
cuando tengamos un mejor carro o una mejor casa, cuando nos podamos ir de vacaciones,
cuando estemos retirados.
La verdad es que no hay mejor momento para ser felices que ahora, si no es ahora,
¿cuándo?
Tu vida siempre estará llena de retos. Es mejor admitirlo y decidir ser felices de todas formas.
Alfred D. Souza dijo: «¡Por largo tiempo parecía para mí que la vida estaba a punto de
comenzar, la vida de verdad!, pero siempre había algún obstáculo en el camino, algo que
resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda por pagar…
Entonces la vida comenzaría. Hasta que me di cuenta que estos obstáculos eran mi vida…»
No hay camino a la felicidad, la felicidad ES el camino. Así que atesora cada momento que
tienes y atesóralo más cuando lo compartas con alguien especial, suficientemente especial
para compartir tu tiempo, y recuerda que el tiempo no espera por nadie.
Así que deja de esperar hasta que termines la escuela, hasta que aumente tu sueldo, hasta
que bajes 10 kilos, hasta que te cases, hasta que tengas hijos, hasta que tus hijos se vayan
de casa, hasta el viernes, hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, el verano, el
otoño o el invierno, o hasta que te mueras. Para decidir que no hay mejor momento que este
para ser Feliz...
LA FELICIDAD ES UN TRAYECTO, NO UN DESTINO
Así que:
TRABAJA COMO SI NO NECESITARAS DINERO, AMA COMO SI NUNCA TE HUBIERAN
HERIDO y BAILA COMO SI NADIE TE ESTUVIERA VIENDO.
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EMPUJE LA VAQUITA
Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos
un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar.
Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de las visitas; también de
conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias.
Llegando al lugar, constataron la pobreza del sitio, los habitantes -una pareja y tres hijos-,
tenían una humilde casa de madera y estaban vestidos con ropas sucias, rasgadas y sin
calzado. Entonces se aproximó el Maestro al padre de familia y le preguntó:
– En este lugar no existen posibilidades de trabajo, ni tampoco puntos de comercio. ¿Cómo
hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?
El señor, calmadamente, respondió:
– Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días.
Una parte del producto la vendemos o la cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina,
y con la otra producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo, y así es como vamos
sobreviviendo.
El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se
fue.
En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le ordenó:
– Busca la vaquita, llévatela al precipicio de allí enfrente y empújala al barranco.
El joven, espantado, miró al Maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el
medio de subsistencia de aquella familia. Más como percibió el silencio absoluto del Maestro,
fue a cumplir la orden. Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vio morir...
Aquella escena quedó grabada en la memoria del joven durante años y nunca pudo sacarse
un terrible cargo de conciencia por el crimen cometido a instancias de su Maestro. Tanto
impactó esto en su espíritu que abandonó al Maestro y prosiguió solo su camino.
Años después, el joven aprendiz debía pasar cerca de la casa y tomó la decisión de regresar
al lugar, contarle todo a la familia, obtener su perdón y, de ser ello posible, repararles el daño
causado.
Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos,
una huerta arreglada, una bella casa, niños saludables y adecuadamente vestidos y
calzados. El joven se sintió más triste y desesperado aún, imaginando que aquella humilde
familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir.
Aceleró su paso y al llegar a la casa fue recibido por un hombre muy agradable y tranquilo. El
joven preguntó por la familia que vivió allí hacía unos cuantos años, pero el hombre le
respondió que ellos vivían allí de toda su vida.
Sorprendido, el joven revisó los rostros y descubrió que, efectivamente, se trataba de la
misma familia y sólo atinó a preguntar:
– Yo pasé años atrás y éste era un lugar pobre... ¿Cómo logró esta prosperidad?
Y el hombre, entusiasmado contestó:
– Mire joven... Años atrás nosotros teníamos una vaquita, pero no sabemos cómo, se cayó a
un precipicio y murió. Al principio creíamos que sería nuestra ruina. Sin embargo, obligados
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por las circunstancias debimos desarrollar otras habilidades y esfuerzos que ignorábamos
que fuésemos capaces de lograr. Y así alcanzamos el éxito que usted observa ahora...
MORALEJA:
Todos tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra
supervivencia, la cual es una convivencia con la rutina, nos hace dependientes, y el mundo
se reduce a lo que la vaquita nos brinda.
¡Descubre cuál es tu vaquita y empújala por el precipicio!
EQUIPO DE LA SELVA
Cuentan que en cierta ocasión el león, el rey de la selva, se encontraba muy preocupado por
la cantidad de cazadores que perseguían a las fieras y decidió hacer un ejército con el que
pudieran defenderse. Para ello salió a reclutar animales.
El primero que encontró a su paso fue al enorme y pesado elefante.
– Buenos días rey de la selva -saluda cordialmente el mastodonte.
– Buenos días mi querido elefante. ¿Quieres formar parte de mi ejército? -le preguntó el león.
– Por supuesto, majestad, por supuesto. Tú serás nuestra mayor defensa.
Los dos caminaron juntos en busca de nuevos reclutas. No tardaron en encontrarse con un
lobo. Este se inclinó en signo de sumisión y saludó respetuosamente.
– Buenos días, majestad.
– Muy buenos días, lobo feroz. Estoy reuniendo un valiente ejército para defendernos de los
cazadores. ¿Te unirás a nosotros?
El elefante miró al león y preguntó:
– ¿Para que te servirá un animal tan pequeño, comparado conmigo?
El rey de la selva, sin hacer caso a las alusiones del paquidermo, se dirigió de nuevo al lobo
y le dijo:
– Tú podrías ser un soldado muy fiero.
Por supuesto el lobo aceptó y los tres caminaron en busca de nuevos reclutas. Dieron
entonces con un mono chillón y el león lo invitó también a formar parte de sus huestes.
– ¿Para que lo quieres? No creo que sirva para nada -preguntó el lobo.
– Siempre sería bueno distraer al enemigo -sentenció el león- Nadie mejor que él para eso.
Caminaron entonces los cuatro. Ya sentía el león que el ejército se formaba. De pronto, ante
ellos apareció una asustadiza liebre y un pobre burro que apenas podía caminar.
El elefante y el lobo feroz se miraron, extrañados de que el león se dirigiera a esos dos
animales.
– No querrá reclutarlos ¿verdad? -se preguntaron el lobo y el elefante al mismo tiempo.
– ¡Claro que quiero reclutarlos! -rugió el león.
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– ¿Para qué? -preguntó el lobo-. ¿No te das cuenta que la liebre es un animal siempre
asustado, que huye con rapidez hasta su madriguera?... Y ese pobre burro, está tan viejo
que no tiene ya fuerza ni para cargar con su propio peso. ¡Estos dos si que no ayudarán en
nada!
Pero el león los reclutó.
Y el día de la batalla el burro, sentado en un punto de avanzada, rebuznó bien fuerte, y su
rebuzno alertó a todos de la proximidad del enemigo. La liebre corrió aprovechando su
rapidez, llevando mensajes de uno a otro. El mono chillón distrajo a los cazadores brincando
de un árbol a otro, gritando como solo él sabía hacerlo.
En tanto que el elefante apareció como una tromba, con su majestuoso tamaño, resoplando y
emitiendo sonidos agudos, y tras él apareció por un lado, el lobo con el lomo erizado y los
colmillos amenazantes, y por el otro el mismísimo león, rugiendo mientras sacudía la melena.
Ante todo ello, los aterrorizados cazadores no tuvieron otra opción que huir, abandonando
sus armas y jurándose no regresar jamás por aquella selva.
Por supuesto no es más que un cuento infantil, sacado del libro de fábulas. Pero la lección es
clara. El león fue un verdadero líder porque supo trabajar con las fortalezas de los miembros
de su equipo, a pesar de que algunos de ellos se concentraban en las debilidades de los
demás. El elefante veía muy pequeño al lobo, comparado con él. Y ambos, elefante y lobo,
no le veían utilidad alguna al mono chillón y menos aún a la huidiza liebre y al burro viejo.
Si pudiéramos concentrarnos más en las cualidades y menos en los defectos de aquellos
que nos rodean, llevaríamos una vida más agradable. Pero lo contrario es lo más usual, por
desgracia hay demasiada gente concentrada tan solo en los aspectos más desagradables de
los otros. El resultado es que llenan sus cabezas con la crítica y la condena y acaban
amargándose a sí mismos, y por supuesto amargando a aquellos que critican. Los padres
respecto de sus hijos, los gerentes y supervisores respecto de sus subordinados, los
maestros respecto de sus alumnos, los compañeros de trabajo unos respecto de otros, todos
deberíamos aprovechar la experiencia del león formando su ejército.
Y si por casualidad no encontráramos cualidades en los demás, debemos preocuparnos,
pero no por ellos que seguramente las tienen, sino por nosotros que posiblemente nos
habremos vuelto tan negativos que ya no somos capaces de percibir lo bueno de ellos.
LO NEGATIVO: No ver más que defectos y puntos débiles en aquellos con quien nos
toca vivir o trabajar.
LO POSITIVO: Darnos cuenta que aprovechando las cualidades y los puntos fuertes de
los demás y enfocándolos a logros extraordinarios, es como contaremos con gente
extraordinaria.
EQUIVOCACIONES
El error más grande lo cometes cuando, por temor a equivocarte, te equivocas dejando de
arriesgar en el viaje hacia tus objetivos.
No se equivoca el río cuando, al encontrar una montaña en su camino, retrocede para seguir
avanzando hacia el mar... Se equivoca el agua que por temor a equivocarse, se estanca y se
pudre en la laguna.
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No se equivoca la semilla cuando muere en el surco para hacerse planta... Se equivoca la
que por no morir bajo la tierra, renuncia a la vida.
No se equivoca el hombre que ensaya por distintos caminos para alcanzar sus metas... Se
equivoca aquel que por temor a equivocarse no acciona.
No se equivoca el pájaro que ensayando el primer vuelo cae al suelo... Se equivoca aquel
que por temor a caerse renuncia a volar permaneciendo en el nido.
Pienso que se equivocan aquellos que no aceptan que ser hombre es buscarse a sí mismo
cada día... sin encontrarse nunca plenamente.
Creo que al final del camino no te premiarán por lo que encuentres sino por aquello que
hayas buscado honestamente.
FRACASAS CUANDO ELIGES NO SEGUIR PROBANDO ALTERNATIVAS.
LOS GANSOS
Cuando veas a los gansos emigrar, dirigiéndose hacia un lugar más cálido para pasar el
invierno fíjate que vuelan en forma de V.
Tal vez te interese saber por qué lo hacen en esa forma:
Al batir sus alas, cada pájaro produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va
detrás de él.
Volando en V la bandada de gansos incrementa su poder de vuelo en un 71% en
comparación con un pájaro que vuela solo.
Las personas que comparten una dirección común y tienen sentido de comunidad, pueden
llegar a cumplir sus objetivos más fácil y rápidamente, porque ayudándonos entre nosotros
los logros son mayores.
Cada vez que un ganso sale de la formación siente inmediatamente la resistencia del aire, se
da cuenta de la dificultad de hacerlo solo y rápidamente vuelve a la formación para
beneficiarse del compañero que va adelante.
Si nos unimos y nos mantenemos junto a aquellos que van en nuestra misma dirección, el
esfuerzo será menor, será más sencillo y más placentero alcanzar las metas.
Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los lugares de atrás, y otro ganso
toma su lugar.
Los hombres obtenemos mejores resultados si nos apoyamos en los momentos duros, si nos
respetamos compartiendo los problemas y los trabajos más difíciles.
Los gansos que van atrás graznan para alentar a los que van adelante a mantener la
velocidad.
Una palabra de aliento a tiempo, ayuda, da fuerza, motiva, produce el mejor de los
beneficios.
Finalmente cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, otros dos gansos salen
de la formación y lo siguen para apoyarlo y protegerlo.
Si nos mantenemos uno al lado del otro apoyándonos y acompañándonos, si hacemos
realidad el espíritu de equipo, si pese a las diferencias podemos conformar un grupo humano
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para afrontar todo tipo de situaciones, si entendemos el verdadero valor de la AMISTAD, si
somos conscientes del sentimiento de COMPARTIR, la vida será más simple y el vuelo de
los años más placentero.
EL ÁRBOL CONFUNDIDO
Había una vez, algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser
cualquier tiempo, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales,
todos ellos felices y satisfechos. Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol
profundamente triste. Tenía un problema: "No sabía quién era."
– Lo que te falta es concentración, le decía el manzano, si realmente lo intentas, podrás tener
sabrosas manzanas. ¿Ves qué fácil es?
– No lo escuches, exigía el rosal. Es más sencillo tener rosas. ¿Ves qué bellas son?
Y el árbol, desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los
demás, se sentía cada vez más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del
árbol, exclamó:
– No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la
tierra. Yo te daré la solución. No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas...
Sé tu mismo, conócete, y para lograrlo, escucha tu voz interior. Y dicho esto, el búho
desapareció.
¿Mi voz interior...? ¿Ser yo mismo...? ¿Conocerme...? Se preguntaba el árbol desesperado,
cuando de pronto, comprendió...
Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior
diciéndole:
“Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque
no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobija a las
aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje… Tienes una misión: ¡Cúmplela!”
Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual
estaba destinado. Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo
entonces el jardín fue completamente feliz.
¿Cuántos serán robles que no se permiten a sí mismos crecer? ¿Cuántos serán rosales que
por miedo al reto, sólo dan espinas? ¿Cuántos, naranjos que no saben florecer? En la vida,
todos tenemos un destino que cumplir, un espacio que llenar...
¿Cuántas veces tratamos de ir por el mundo intentando ser lo que otros quieren que seamos,
aún cuando esto signifique nuestra infelicidad? Ten valor y carácter... busca en tu interior y
así sabrás hacia dónde dirigirte cuando no sepas quién eres...
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TODOS TENEMOS GRIETAS
Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un
palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras
que la otra era perfecta y conservaba toda el agua. Al final del largo camino a pie, desde el
arroyo hasta la casa de su patrón, cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego la vasija perfecta estaba
muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada.
Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se
sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su
obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habla al aguador diciéndole:
– Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes
entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir.
El aguador, le dijo compasivamente:
– Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo
del camino.
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchas flores hermosas a lo largo, pero de todos modos
se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de ella la mitad del agua que debía
llevar.
EI aguador le dijo entonces:
– ¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido
de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo
del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido
recoger estas flores.
Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear
esta belleza.
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero
debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener
buenos resultados.
UNA HISTORIA DE SÓCRATES
Se cuenta que alguien le dijo una vez a Sócrates, ese gran filósofo de la antigua Grecia:
– Escucha Sócrates, lo que tengo para contarte…
– Espera un momento... -le dice Sócrates- ¿Hiciste pasar lo que me quieres decir por los tres
coladores?
– ¿Tres coladores?
– Si, amigo. ¡Tres coladores! Déjame ver si lo que me quieres contar pasa por los tres
coladores. El primer colador es la Verdad ¿Comprobaste si todo lo que me quieres contar es
verdad?
– No lo comprobé, pero la gente lo dice y...
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– ¡Anjá! Pero seguro que lo comprobaste con el segundo colador, que es la Bondad. Lo que
me quieres contar, ya que no está comprobado como verdad, por lo menos ¿es bueno?
– Bueno no, eso no, al contrario...
– Entonces, vamos a emplear todavía el tercer colador. Ya que lo que me quieres contar no
sabes si es verdad y además no es bueno, dime si es absolutamente necesario que me
cuentes eso que te pone tan alterado.
– No, no es justamente necesario.
– Entonces, le dice Sócrates: si lo que me quieres contar no cumple las tres condiciones de
ser Verdad, ser Bueno y de ser Necesario entiérralo y no lo conviertas en un peso ni para ti ni
para mí.
LLENANDO EL CÁNTARO
Cuentan que una vez un hombre envió a su joven hijo a llenar un cántaro al río, y le dijo que
volviera lo antes posible; el joven obedeció y fue hacia el río mientras su padre le observaba
de lejos. Entonces el hombre vio a su hijo poniendo el cántaro debajo una cascada, y la
fuerza del agua era tal y la cantidad tan grande que no entraba el agua al cántaro pues era
de cuello delgado.
Cuando el hijo regresó con el cántaro había roto el cuello del mismo por el constante golpear
y la fuerza del agua, esto además provocó que el agua llegara turbia y sucia. El padre
preguntó entonces:
– ¿Por qué no simplemente sumergiste el cántaro en el río? ¿No veías que el agua de la
cascada era demasiada para el cuello del cántaro?
El hijo contestó:
– Sí, pero es que quería llenarlo lo más rápido posible.
Muchas veces en nuestras vidas tratamos de "llenarnos" a nuestro tiempo en un mundo
acelerado y convulsionado. Por eso logramos las cosas a medias y el agua que conseguimos
no es pura ni cristalina, sino turbia. Queremos tener todo "ya" y en el proceso muchas veces
nos lastimamos por no sumergirnos poco a poco en la corriente calmada del río.
Aprende a conocer tu capacidad, no quieras hacer las cosas en tu momento, y espera a
llenar tu cántaro hasta el tope, pero en SU momento y según TU capacidad y preparación.
LA SABIDURÍA DEL ÁGUILA
El águila es el ave con mayor longevidad de esas especies. Llega a vivir 70 años, pero para
llegar a esa edad, a los 40, debe tomar una seria y difícil decisión.
A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue tomar a sus presas de las
cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo, se curva, apuntando contra el pecho. Sus
alas están envejecidas y pesadas y sus plumas gruesas.
¡Volar se hace ya tan difícil! Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o
enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará 150 días.
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Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido
cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar.
Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear su pico en la pared hasta
conseguir arrancarlo. Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo con el que
desprenderá una a una sus uñas.
Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, comenzará a desplumar sus plumas viejas.
Después de cinco meses, sale para su vuelo de renovación y a vivir 30 años más. En
nuestras vidas, muchas veces tenemos que resguardamos por algún tiempo y comenzar un
proceso de renovación para continuar un vuelo de victoria, debemos desprendernos de
costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causaron dolor.
Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una
renovación siempre trae.
EN EL ANDÉN DE LA VIDA
Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en que ella viajaría se
retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una
revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo.
Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera. Mientras hojeaba
su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la
señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano,
agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una,
despreocupadamente.
La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella
situación o hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó
el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a
los ojos.
Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La
señora ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a
comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho. El diálogo de miradas y
sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, y el muchacho
cada vez más sonriente.
Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta. "No
podrá ser tan caradura", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de
galletas.
Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió
exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a
su compañera de banco.
– ¡Gracias! -dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.
– De nada -contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad. Entonces el
tren anunció su partida...
La señora se levantó furiosa del banco y subió a su coche. Al arrancar, desde la ventanilla de
su asiento vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: “¡Qué insolente, qué mal
educado, qué será de nuestro mundo!”
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Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que
aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó
totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas
intacto.
Cuántas veces nuestros prejuicios, hacen valorar erróneamente a las personas; cuántas
veces la desconfianza ya instalada en nosotros hace que juzguemos injustamente perdiendo
la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones.
Cuenta tu jardín por las flores, no por las hojas caídas. Cuenta tus días por las horas
doradas, y olvida las penas habidas. Cuenta tus noches por estrellas, no por sombras.
Cuenta tu Vida por sonrisas, no por lágrimas... y para tu gozo en esta Vida, cuenta tu edad
por AMIGOS, no por años.
LA CASA DE LOS MIL ESPEJOS
Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada.
Cierto día, un perrito buscando refugio del sol, logró introducirse por un agujero de una de las
puertas de dicha casa.
El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera.
Al terminar de subir las escaleras se topó con una puerta semiabierta y lentamente se
adentró en el cuarto.
Para su sorpresa se dio cuenta que dentro de ese cuarto habían mil perritos más
observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos.
El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco.
Los mil perritos hicieron lo mismo.
Posteriormente sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos.
El perrito se queda sorprendido al ver que ¡los mil perritos le ladraban a él!
Cuando el perrito salió del cuarto se quedó pensando para sí mismo: “¡Qué lugar tan
agradable! Voy a venir más seguido a visitarlo”.
Tiempo después, otro perrito callejero entró al mismo sitio y al mismo cuarto.
Pero a diferencia del primero, este perrito, al ver a los otros mil perritos del cuarto, se sintió
amenazado ya que lo estaban mirando de una manera agresiva.
Posteriormente comenzó a gruñir, y obviamente vio cómo los otros mil perritos le gruñían
también a él. Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros mil perritos le ladraron también.
Cuando este perrito salió del cuarto pensó: “¡Qué lugar tan horrible es este! Nunca más
volveré a entrar allí”.
En el frente de dicha casa se encontraba un viejo letrero que decía: "La casa de los mil
espejos".
Todos los rostros del mundo son espejos. Decide cuál rostro llevarás por dentro y ese será el
que mostrarás.
El reflejo de tus gestos y tus acciones es lo que proyectas ante los demás.
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Las cosas más bellas del mundo no se ven ni se tocan... Sólo se sienten en el corazón.
EL ROBLE
Nuestro cuerpo siempre nos da el primer aviso. Hemos llegado al límite. La presión, el
cansancio, el estado de ánimo, la confusión, el agotamiento y la falta de claridad indican que
se están agotando todas nuestras fuerzas. Es tiempo de actuar. Llegó el momento que
decidimos dar un ataque frontal contra todos los asuntos que nos abruman.
Tenemos la esperanza de triunfar, de terminar de una vez por todas con los problemas que
nos agobian. No debemos engañarnos, el objetivo de terminar de un solo golpe con nuestras
preocupaciones es difícil de lograr.
En la plaza central del pueblo debían quitar un gran roble que con el paso de los años se
había convertido en un símbolo del lugar. Hasta en el escudo del pueblo se dibujaba su
silueta. El roble se había enfermado de un extraño virus. Corría el riesgo de caerse y de
contagiar a los árboles más cercanos. Ya se había hecho todo lo posible por salvarlo y la
triste determinación de derribarlo provocaba en los vecinos una profunda sensación de
impotencia.
No es fácil determinar la causa de un problema y no es el camino más agradable tomar la
decisión de solucionarlo.
Los leñadores llegaron una mañana con sierras automáticas y hachas. Los vecinos se
reunieron en la plaza para presenciar su caída. Esperaban oír el estrépito producido por el
choque del inmenso árbol contra el suelo.
Suponían que los hombres empezarían a cortarlo por el tronco principal en un lugar lo más
pegado a la tierra. Pero los hombres colocaron escaleras y comenzaron a podar las ramas
más altas.
En ese orden de arriba hacia abajo cortan desde las más pequeñas hasta las más grandes.
Así, cuando terminaron con la copa del árbol, sólo quedaba el tronco central, y en poco
tiempo más aquel poderoso roble yacía cuidadosamente cortado en el suelo.
El sol ahora cubría el centro del parque, su sombra ya no existía, era como si no hubiera
tardado medio siglo en crecer, como si nunca hubiera estado allí. Los vecinos preguntaron
por qué los hombres se habían tomado tanto tiempo y trabajo para derribarlo. El más
experimentado leñador explicó:
– Cortando el árbol cerca del suelo, antes de quitar las ramas, se vuelve inconsolable y en su
caída, puede quebrar los árboles más cercanos o producir otros destrozos. Es más fácil
manejar un árbol cuando más pequeño se le hace.
El inmenso árbol de la preocupación, que tantos años ha crecido en cada uno de nosotros,
puede manejarse mejor si se lo hace lo más pequeño posible. Para lograrlo, es aconsejable
podar, en principio, los pequeños obstáculos que nos impiden el disfrutar de cada día y así ir
quitando el temor de que en el intento de librarnos de estos y mejorar, todo se derrumbe.
En ese orden, quitando del comienzo los pequeños problemas, podemos, gradualmente, ir
llegando al tronco principal de nuestras preocupaciones. Para cambiar hay que realizar una
tarea a la vez, quitar las ramas de la preocupación de una en una, ocuparnos y no
preocuparnos. Tal como indica la palabra. Reconocer nuestros errores y tener el valor para
enfrentarlos, establecer las prioridades y los objetivos en la vida y mantener una verdadera
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determinación para librarnos poco a poco de todo el peso que nos impide trabajar, crecer,
disfrutar y vivir, transformando nuestras ansiedades, miedos y preocupaciones en coraje,
esperanza y fe.
EL ÁRBOL DE LOS DESEOS
Cuentan que aconteció hace muchos, muchos años, que un peregrino, tras caminar durante
infinitas jornadas bajo el implacable sol de la India, deseó en su corazón poder descansar a
la sombra de un árbol que le diera cobijo.
Y así fue que, de pronto, divisó a lo lejos un frondoso árbol solitario en medio de la planicie.
Cubierto de sudor y tambaleándose sobre sus fatigados pies se encaminó alegremente hacía
el árbol que hacia realidad su deseo.
Al fin podré descansar, pensó; mientras se abría paso entre sus tupidas ramas que llegaban
hasta el suelo ¿Qué más podría desear?
Tendiéndose sobre la tierra en su refugio vegetal trató de conciliar el sueño, pero el suelo
estaba duro y mientras más el peregrino trataba de ignorarlo y descansar, más duro le
parecía el suelo sobre el que estaba.
“Si al menos tuviera una cama”, pensó.
Al momento surgió una imponente cama, con impolutas sábanas de seda, digna de un
sultán. Brocados, lujosos tejidos de Samarcanda y las más suaves pieles cubrían el lecho. Y
es que, sin saberlo, el peregrino había ido a sentarse bajo el mítico árbol de los deseos.
Aquel árbol milagroso que es capaz de convertir en realidad cualquier deseo expresado bajo
sus ramas.
El hombre se acostó en el mullido lecho relajándose.
“¡Qué a gusto me siento! Lástima del hambre que tengo”, pensó.
Y ante él apareció una espléndida mesa cubierta con las más sabrosas de las comidas, con
ricos y variados platos exquisitamente preparados y servidos en las más extravagantes de
las vajillas. Sobre las más finas telas imbricadas de hilos preciosos se mezclaban oro, plata y
finísimo cristal con las más exóticas frutas y lujuriosos postres. Todas estas maravillas
tomaron forma ante sus asombrados ojos. Todo aquello con lo que siempre había soñado en
las solitarias noches de su largo peregrinar estaba ahora ante él. El peregrino comía y comía
con el temor de que tal prodigio desapareciera en el aire tan súbitamente como había
aparecido.
Pero, cuanto más comía, más comida aparecía. Y cada nuevo manjar era aún más sabroso y
exquisito que el anterior. Finalmente dijo:
– Ya no puedo más -y en ese mismo momento la mesa con todas sus maravillas se
desvaneció en el aire.
“Es maravilloso”, pensó, mientras un sentimiento de felicidad le embargaba. “No me moveré
de aquí y seré por siempre feliz”.
Pero, de pronto, una idea terrible surcó su mente:
“Claro que esta planicie es famosa por sus feroces tigres. ¿Qué sucedería si un tigre me
descubriese? Sería terrible morir, después de finalmente haber encontrado el árbol de la
felicidad.”
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Fue la milésima de una fracción de segundo, pero bastó. Cumpliendo su deseo, en aquel
momento surgió de la nada un terrible tigre que lo devoró.
Y así el árbol de la felicidad quedó solo de nuevo, y allí sigue esperando la llegada de un ser
humano, de corazón completamente puro, donde no residan miedo, ni desconfianza, sino
solo responsabilidad y conocimiento.
LAS CUATRO ESPOSAS
Había una vez un rey que tenía cuatro esposas. Él amaba a su cuarta esposa más que a las
demás y la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas. Sólo
le daba lo mejor.
También amaba mucho a su tercera esposa y siempre la exhibía en los reinos vecinos. Sin
embargo temía que algún día ella se fuera con otro.
También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba
bondadosa considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema confiaba
en ella para ayudarlo a salir de los tiempos difíciles.
La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes
contribuciones para mantener tanto las riquezas como el reino del monarca. Sin embargo el
no amaba a su primera esposa y aunque ella lo amaba profundamente apenas él se fiaba en
ella.
Un día el rey enfermó y se dio cuenta que le quedaba poco tiempo. Pensó acerca de su vida
de lujo, y caviló: “Ahora tengo cuatro esposas conmigo pero cuando muera, estaré solo”. Así
que le preguntó a su cuarta esposa:
– Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he
cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi
compañía?
– ¡Ni pensarlo! -contestó la cuarta esposa y se alejó sin decir más palabras... Su respuesta
penetró en su corazón como un cuchillo filoso
El entristecido monarca le preguntó a su tercera esposa:
– Te he amado toda mi vida y ahora que estoy muriendo… ¿Estarías dispuesta a seguirme y
ser mi compañía?
– ¡No! Contestó su tercera esposa. ¡La vida es demasiado buena! ¡Cuando mueras, pienso
volverme a casar!...
Su corazón experimentó una fuerte sacudida y se puso frío. Entonces preguntó a su segunda
esposa: – Siempre he venido a ti por ayuda y siempre has estado allí para mí. Cuando
muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
– ¡Lo siento, no puedo ayudarte esta vez! Contestó la segunda esposa. Lo más que puedo
hacer por ti es enterrarte!
Su respuesta vino como un relámpago estruendoso que devastó al rey.
Entonces escuchó una voz:
– Me iré contigo y te seguiré doquiera tú vayas...
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El rey dirigió la mirada en dirección de la voz y allí estaba su primera esposa. Se veía tan
delgaducha, sufría de desnutrición. Profundamente afectado, el monarca dijo: ¡Debí haberte
atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo!
MORALEJA
En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas:
Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo... no importa cuánto tiempo y esfuerzo invirtamos
en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando muramos.
Nuestra tercera esposa son nuestras posiciones, condición social y riqueza… cuando
muramos, irán a parar a otros
Nuestra segunda esta es nuestra familia y amigos... no importa cuánto nos hayan sido de
apoyo a nosotros aquí, lo más que podrán hacer es acompañarnos basta el sepulcro.
Y nuestra primera esposa es nuestra alma, frecuentemente ignorada en la búsqueda de la
fortuna, el poder y los placeres del ego. Sin embargo, nuestra alma es la única que nos
acompañará adonde quiera que vayamos
¡Así que cultívala, fortalécela y cuídala ahora! Es el más grande regalo que puedes
ofrecerle al mundo.
EL VUELO DEL HALCÓN
Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones y los entregó al maestro de cetrería
para que los entrenara.
Unos meses después, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba
perfectamente pero que al otro no sabía qué le sucedía pues no se había movido de la rama
donde lo dejó desde el día en que llegó.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo
hacer volar al ave.
Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Al día siguiente, por
la ventana, el monarca pudo observar que el ave aún continuaba inmóvil. Entonces decidió
comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al
halcón
A la mañana siguiente, vio al ave volando ágilmente por los jardines. El rey, sorprendido,
pidió a su corte que le trajeran al autor de ese milagro. De esa manera, trajeron frente al
monarca a un humilde campesino.
El rey le preguntó:
– ¿Tú hiciste al halcón volar? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?
Intimidado, el campesino le dijo al rey:
– Fue fácil mi rey, sólo corté la rama y el halcón voló, se dio cuenta que tenía alas y se largó
a volar.
¿Sabes que tienes alas? ¿Sabes que puedes volar? ¿A qué te estas agarrando? ¿De qué no
te puedes soltar? ¿Qué estas esperando para volar?
No puedes descubrir nuevos mares… a menos que tengas el coraje de volar.
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Vivimos dentro de una zona de comodidad donde nos movemos, y creemos que eso es lo
único que existe.
Dentro de esa zona está todo lo que sabemos, y todo lo que creemos. Viven nuestros
valores, nuestros miedos y nuestras limitaciones. En esa zona reina nuestro pasado y
nuestra historia. Todo lo conocido, cotidiano y fácil.
Es nuestra zona de confort y, por lo general, creemos que es nuestro único lugar y modo de
vivir.
Tenemos sueños, queremos resultados, buscamos oportunidades, pero no siempre estamos
dispuestos a correr riesgos. No siempre estamos dispuestos a transitar caminos difíciles. Nos
conformamos con lo que tenemos; creemos que es lo único y posible, y aprendemos a vivir
desde la resignación.
El liderazgo es la habilidad que podemos adquirir cuando aprendemos a ampliar nuestra
zona de comodidad.
Cuando estemos dispuestos correr riesgos, cuando a caminar en la cuerda floja, cuando
estemos dispuestos a levantar la vara que mide nuestro potencial.
Un verdadero líder tiene seguridad en si mismo para permanecer solo; coraje, para tomar
decisiones difíciles; audacia, para transitar hacia lo nuevo con pasión, y ternura suficiente
para escuchar las necesidades de los demás.
El hombre no busca ser un líder. Se convierte en líder por la calidad de sus acciones y la
integridad de sus intentos. Los líderes son como las águilas: no vuelan en bandadas… Los
encuentras cada tanto y volando solos. Nadie vendrá a rescatarte, nadie cortará tu rama. Tú
eres el mago.
Tu futuro está en tus manos. Solo necesitas comenzar...
Entonces... ¿qué es tener éxito?
Es comenzar por tener un sueño.
Es comprometerte con tus sueños.
Es tener confianza en ti.
Es algo que no aparece por casualidad
Es aceptar lo que no se puede cambiar.
Es saber cambiar a tiempo.
Es saber que lo único permanente es el
cambio.
Es saber y poder delegar en los demás,
parte de tu tarea.
Es volver a empezar.
Es reconocerte en tus logros.
Es saber disfrutar de tus logros.
Es reconocer que te equivocaste y pedir
perdón.
Es reconocer que detrás de cada acierto,
puede haber varios fracasos.
Es enamorarte de lo que haces.
Es no postergar y hacer algo ahora.
Es darte cuenta de que estás eligiendo a
cada momento.
Es reconocer tus propias debilidades y
fortalezas.
Es no parar jamás, hasta conseguir tus
sueños.
Es saber con que fin hacemos las cosas.
Es no mirar hacia atrás.
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Es actuar con entusiasmo.
Es transitar por caminos desconocidos.
Es probar hacer algo que nunca hiciste.
Es saber que no estamos solos. Es no
rendirse jamás..
Es rendirse ante lo que no se puede
cambiar
Es disfrutar de cada momento.
Es tener tiempo libre y disfrutarlo.
Es tener metas claras.
Es tener perseverancia para alcanzar tus
sueños.
Es estar preparado para ver la
oportunidad.
Es tener una actitud positiva.
Es desarrollar la creatividad.
Es utilizar la imaginación.
Es volver a empezar, sin darse por
vencido.
Es hacer las cosas lo mejor posible, pero
hacerlas.
Es actuar como si ya hubieras logrado tus
metas.
Es tener claridad en el propósito.
Es no hacerse problema por las cosas
pequeñas.
Es dejar una huella para que otros
puedan seguir.
Es arriesgar.
¿Te atreves?
LA PUERTA NEGRA
Érase una vez en el país de las mil y una noches.
En este país había un rey que era muy polémico por sus acciones, tomaba prisioneros de
guerra y los llevaba a una enorme sala. Los prisioneros eran colocados en grandes hileras en
el centro de la sala y el gritaba diciéndoles:
– ¡Les voy a dar una oportunidad! Miren el rincón del lado derecho de la sala...
Al hacer esto, los prisioneros veían a algunos soldados armados con arcos y flechas, listos
para cualquier acción.
– Ahora, -continuaba el rey- miren hacia el rincón del lado izquierdo...
Al hacer esto, todos los prisioneros notaban que había una horrible y grotesca puerta negra,
de aspecto dantesco. Cráneos humanos servían como decoración y el picaporte para abrirla
era la mano de un cadáver.....
En verdad, algo verdaderamente horrible solo de imaginar, mucho más para ver.
El rey se colocaba en el centro de la sala y gritaba:
– Ahora escojan, ¿qué es lo que ustedes quieren? ¿Morir clavados por flechas o abrir
rápidamente aquella puerta negra mientras los dejo encerrados allí? Ahora decidan, tienen
libre albedrío, escojan...
Todos los prisioneros tenían el mismo comportamiento: a la hora de tomar la decisión, ellos
llegaban cerca de la horrorosa puerta negra de más de cuatro metros de altura, miraban los
cadáveres, la sangre humana y los esqueletos con leyendas escritas del tipo: "viva la muerte"
y decidían:
– Prefiero morir flechado...
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Uno a uno, todos actuaban de la misma forma, miraban la puerta negra y a los arqueros de la
muerte y decían al rey:
– Prefiero ser atravesado por flechas a abrir esa puerta y quedarme encerrado.
Millares optaron por lo que estaban viendo: la muerte por las flechas.
Un día, la guerra terminó y pasado el tiempo, uno de los soldados del "pelotón de flechas"
estaba barriendo la enorme sala cuando apareció el rey.
El soldado con toda reverencia y un poco temeroso, preguntó:
–Sabe, gran rey, yo siempre tuve una curiosidad, no se enfade con mi pregunta, pero... ¿qué
es lo que hay detrás de aquella puerta negra?
El rey respondió...
– ¿Recuerdas que a los prisioneros siempre les di la opción de escoger? Pues bien... ve y
abre esa puerta negra.
El soldado, temeroso, abrió cautelosamente la puerta y sintió un rayo puro de sol besar el
suelo de la enorme sala, abrió un poco más la puerta y más luz y un delicioso aroma a verde
llenó del lugar. El soldado notó que la puerta negra daba a un campo que apuntaba a un gran
camino.
Fue ahí que el soldado se dio cuenta de que la puerta negra llevaba hacia la Libertad...
Todos tenemos una puerta negra dentro de nuestra mente.
Para algunos, la puerta negra es el miedo a lo desconocido, para otros, es una persona
difícil, tal vez para otros es una frustración, ya sea miedo a relacionarse o miedo a ser
rechazado, miedo a innovar o miedo a cambiar, miedo a volar más alto...
Para algunos la puerta negra es la inseguridad porque la falta de preparación lo atemoriza, o
una traba imaginaria que la inseguridad de la vida fabricó durante su educación o su crianza.
Pero si tú puedes perder, también puedes vencer. Si das un paso más allá del miedo, vas a
encontrar un rayo de sol entrando en tu vida...
¡Abre esa puerta negra y deja que el sol te inunde!
ACCIÓN DIARIA
Allí donde terminaba el pueblo había un barranco, una especie de arroyo seco que ya había
dejado de ser útil por un nuevo canal que se construyó por otro lado del pueblo.
Pero este barranco era muy importante para la comunidad porque más allá del arroyo seco
había unos increíbles prados y una hermosa cascada que la gente visitaba con mucha
frecuencia, pero para hacerlo antes debía sortear obstáculos.
Primero bajar trabajosamente y luego subir una muy empinada cuesta para poder disfrutar de
todas las bellezas que había del otro lado.
El hombre más sabio del lugar se acercaba al borde del barranco y desde el mismo sitio
todos los días arrojaba al fondo del mismo, piedras y guijarros que juntaba en las cercanías.
Su pequeño nieto; que muchas veces lo acompañaba al lugar, le preguntó:
– ¿Para qué haces eso abuelo? -y el anciano sabio le respondió:
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– Es mi aporte para reducir el abismo que nos separa de los prados y de las cascadas y que
tanto deseamos ver.
Si todos hacemos lo mismo, y si en el futuro tus hijos y tus nietos también lo hacen, alguna
vez el barranco quedará cubierto y los hombres podrán disfrutar sin fatigas de lo que ahora
nosotros debemos subir para gozar.
Mis piedras son pequeñas ya que no puedo cargar las más grandes, pero gracias a ellas las
cascadas y los prados están cada día más cerca.
SIN PERCEPCIÓN CORRECTA, NO HAY JUICIO CORRECTO
Un jinete vio que un escorpión venenoso se introducía por la garganta de un hombre que
dormía tumbado en el camino
El jinete bajó de su cabalgadura y con el látigo despertó al hombre dormido a la vez que le
obligaba a comer unos excrementos que había en el suelo. Mientras, el hombre chillaba de
dolor y asco:
– ¿Por qué me haces esto? ¿Qué te he hecho yo?
El jinete continuaba azotándolo y obligándole a comer los excrementos. Instantes después,
aquel hombre vomitó arrojando el contenido del estómago con el escorpión incluido.
Comprendiendo lo ocurrido, agradeció al jinete el haberle salvado la vida, y después de
besarle la mano insistió en entregarle una humilde sortija como muestra de gratitud. Al
despedirse le preguntó:
– Pero ¿por qué sencillamente no me despertaste? ¿Por qué razón tuviste que usar el látigo?
– Había que actuar rápidamente -respondió el jinete-. Si sólo te hubiera despertado, no me
habrías creído, te habrías paralizado por el miedo o habrías escapado. Además, de modo
alguno hubieses tomado los excrementos, y el dolor de los azotes provocaba que te
convulsionases, evitando que el escorpión te picara.
Dicho lo cual, partió al galope hacia su destino.
No lejos de allí, dos hombres de una aldea vecina habían sido testigos del episodio. Cuando
regresaron junto a sus paisanos, narraron lo siguiente:
– Amigos, hemos sido testigos de unos hechos muy tristes que revelan la maldad de algunos
hombres. Un pobre labrador dormía plácidamente la siesta a la vera de un camino cuando un
orgulloso jinete entendió que obstaculizaba su paso. Se bajó de su caballo y con el látigo
comenzó a azotarlo por tan mínima falta. No contento con eso, le obligó comer excrementos
hasta que vomitara, le exigió que le besara la mano y además le robó una sortija. Pero os
preocupéis, a la vuelta de un recodo hemos esperado al arrogante jinete y le hemos
propinado una buena paliza por su deplorable acción.
OBSTÁCULOS EN EL CAMINO
Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Luego se
escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda piedra. Algunos simplemente la
rodearon. Muchos culparon a la autoridad por no mantener los caminos despejados, pero
ninguno de ellos hizo nada para sacar la piedra del camino.
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Un vecino del pueblo que vivía en el sitio más descampado, pasaba por allí exhausto con un
fardo de leña sobre sus hombros y la vio.
Se detuvo, luego se aproximó a ella, puso su carga en el piso trabajosamente y trató de
mover la roca a un lado del camino.
Después de empujar y empujar hasta llegar a fatigarse mucho, con gran esfuerzo, lo logró.
Mientras recogía su fardo de leña, vio una pequeña bolsita en el suelo, justamente donde
antes había estado la roca. La bolsita contenía muchas monedas de oro y una nota para la
persona que removiera la roca como recompensa por despejar el camino.
El campesino aprendió ese día que cada obstáculo puede estar disfrazando una oportunidad
tanto para ayudar a los demás como para ayudarse a si mismo.
TU PROPIO JUCIO
A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un anciano que se encuentra
descansando:
– ¿Qué clase de personas viven aquí?
El anciano le pregunta:
– ¿Qué clase de gente había en el lugar de donde tú vienes?
– Un montón de gente egoísta y mal intencionada -replicó el joven-. Estoy encantado de
haberme ido de allí.
A lo cual el anciano comentó:
– Lo mismo habrás de encontrar aquí.
Ese mismo día otro joven se acercó a beber agua al oasis y viendo al anciano preguntó:
– ¿Qué clase de personas viven en este lugar?
El viejo respondió con la misma pregunta:
– ¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?
– Un magnífico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias; me duele mucho
haberlos dejado.
– Lo mismo encontrarás aquí, -respondió el anciano.
Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al viejo:
– ¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?
A lo cual el viejo contestó:
– Cada uno de nosotros sólo puede ver lo que lleva en su corazón. Aquel que no encuentra
nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí ni en ninguna
otra parte.
Si te sientes dolorido por alguna causa externa, no es eso lo que te perturba, sino tu propio
juicio sobre ella.
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EL VIOLÍN
El subastador pensó que perdía su tiempo mostrando ese viejo violín estropeado y arañado,
pero aún así, lo mostró.
– ¿Cuánto ofrecen, buena gente? -gritó.
– ¿Quién hará la primera oferta?
– ¡Un dólar, un dólar! -entonces...
– ¡Dos! ¿Sólo dos?
– ¡Dos dólares!
– ¿Hay alguien que de tres?
– ¡Tres dólares! ...
– ¡Tres dólares la una! ¡Tres dólares...a las dos! Que se va por tres... pero…
–¡No!
Un hombre canoso se puso de pie, llegó adelante y tomó en sus manos el arco. Limpiando el
polvo del viejo violín armonizó sus cuerdas y tocó una melodía muy tierna. Al cesar la música
el subastador dijo, en voz muy baja y más bien para sí:
– ¡Cuánto daría yo por tener este viejo violín! -y tomándolo con más cariño lo volvió a
levantar:
– ¡Cien dólares!
– ¿Y quién da doscientos?
– ¡Doscientos!
– ¿Y quién da trescientos?
– ¡Trescientos!
– ¡Trescientos, a la una! ¡Trescientos a las dos! ¡Y se va y se fue! -exclamó.
Algunos lloraban y los demás aplaudían...
“No podemos comprender”, se decían, “¿Qué cambió su valor?” Alguien dijo por allí que fue
el toque de la mano de un maestro. Muchas personas sienten que sus vidas están fuera de
tono. No saben cómo aprovechar todos los recursos y talentos de que disponen. No saben
cómo convertir sus excusas en razones. No pueden ver las oportunidades que existen dentro
de las crisis. No le encuentran sentido a lo que hacen. No saben como ponerse en acción... y
a similitud del viejo violín se "subastan baratamente" a la multitud siguiendo el viaje de la vida
como un juego que no requiere pensar.... Pero un día cuando están preparados el maestro
aparece.
La gente no comprende cómo él puede encontrar tanto valor en algo que ellos no pueden. El
secreto del Maestro es mirar más allá de las apariencias y conectarse con la verdad de
alma de las cosas.
“La diferencia entre lo que hacemos y lo que somos capaces de hacer resolvería los
problemas más grandes que hay en el mundo.”
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LA ROSA ROJA Y EL SAPO
Había una vez una rosa roja muy bella que se sentía de maravilla al saber que era la rosa
más bella del jardín.
Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la admiraba de lejos ya que al lado de ella
siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a mirarla
de cerca. Indignada ante lo descubierto le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo,
muy obediente, dijo:
– Está bien, si así lo quieres...
Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al verla
totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Le dijo entonces:
– Vaya que te ves mal ¿Qué te pasó?
La rosa contestó:
–Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a
ser igual.
El sapo sólo contestó:
– Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la
más bella del jardín.
Muchas veces desprecios a los demás por creer que somos más que ellos, más bellos o
simplemente que no nos "sirven" para nada.
¿HONESTIDAD O HIPOCRESÍA?
En el reino de Ts'u vivía un joven llamado Honesto. Su padre robó una oveja, así que él fue a
informar de ello al magistrado, que hizo arrestar al culpable y castigarlo. El joven Honesto
pidió que se le permitiera sufrir la pena en lugar de su padre. Cuando ya iba a cumplirla, le
dijo al oficial:
– ¿Acaso no fui honesto cuando mi padre robó una oveja y yo denuncié el robo? ¿Acaso no
actué como un hijo que honraba a su padre cuando él iba a ser castigado y yo me ofrecí a
reemplazarlo? Si castigáis a los honestos, a los que demuestran amor filial, ¿quién habrá en
todo el reino que no merezca castigo?
Ante estas palabras, el magistrado liberó al joven.
¡Qué extraño que un hombre venda el buen nombre de su padre para hacerse reputación de
honesto! Si eso es honestidad, mejor sería ser deshonesto.
Debemos amar la verdad, pero sin buscar beneficios espurios. Glorificar nuestra devoción
por una verdad abstracta no es un propósito noble.
COMO PAPEL ARRUGADO
Mi carácter impulsivo, cuando era niño, me hacía reventar en cólera a la menor provocación.
La mayor parte de las veces, después de uno de estos incidentes, me sentía avergonzado y
me esforzaba por consolar a quien había dañado.
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Un día mi maestro, que me vio dando excusas después de una explosión de ira, me llevó al
salón y me entregó una hoja de papel lisa y me dijo: ¡estrújalo!
Asombrado, obedecí e hice con él una bolita.
– Ahora -volvió a decirme- déjalo como estaba antes.
Por supuesto que no pude dejarlo como estaba. Por más que traté, el papel quedó lleno de
pliegues y arrugas.
– El corazón de las personas -me dijo el maestro- es como un papel. La impresión que
dejamos en ellos será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues.
Aprendí a ser más compresivo y más paciente; cuando siento ganas de estallar, recuerdo
ese papel arrugado.
La impresión que dejamos en los demás es difícil de borrar más cuando lastimamos con
nuestras reacciones o con nuestras palabras. Luego queremos enmendar el error, pero ya es
tarde.
Alguien dijo una vez: “Habla cuando tus palabras sean tan suaves como el silencio”.
Por impulso no nos controlamos y sin pensar arrojamos en la cara del otro palabras llenas de
odio y rencor, y luego, cuando pensamos en ello, nos arrepentimos. Pero no podemos dar
marcha atrás y no podemos borrar lo que quedó grabado,
Muchas personas dicen: Aunque le duela se lo voy decir..., la verdad siempre duele… No le
gustó porque le dije la verdad..., etc.
Si por un instante imagináramos cómo podríamos sentirnos nosotros si alguien nos hablara o
actuara así... ¿lo haríamos?
Otras personas dicen ser frontales y de esa manera se justifican al lastimar: Se lo dije al fin...
para qué le voy a mentir..., yo siempre digo la verdad aunque duela...
Qué distinto sería todo si pensáramos antes de actuar, si frente a nosotros estuviéramos solo
nosotros y todo lo que sale de nosotros lo recibiéramos nosotros mismos ¿no? Entonces sí
que nos esforzaríamos por dar lo mejor y por analizar la calidad de lo que vamos a entregar.
Recuerda: Lo que de tu boca sale, del corazón procede. Aprendamos a ser comprensivos
y pacientes. Pensemos antes de hablar y de actuar.
MANOS
Durante el siglo XV, en pequeña aldea cercana a Nuremberg, vivía una familia con 18 niños.
Para poder poner pan en la mesa para tal prole, el padre y jefe de familia trabajaba casi 18
horas diarias en las minas de oro, y en cualquier otra cosa que se presentara.
A pesar de las condiciones tan pobres en que vivían, dos de los hijos de Albrecht Durer tenía
un sueño. Ambos querían desarrollar su talento para el arte, pero bien sabían que su padre
jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la Academia.
Después de muchas noches de conversaciones calladas entre los dos, llegaron a un
acuerdo. Lanzarían al aire una moneda. El perdedor trabajaría en las minas para pagar los
estudios al que ganara. Al terminar sus estudios, el ganador pagaría entonces los estudios al
que quedara en casa, con las ventas de sus obras, o como fuera necesario.
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Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la Iglesia.
Albrecht Durer ganó y se fue a estudiar a Nuremberg.
Albert comenzó entonces el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció por los
próximos cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer
momento fue toda una sensación en la Academia.
Los grabados de Albrecht, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de
muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación, ya había comenzado a
ganar considerables sumas con las ventas de su arte. Cuando el joven artista regresó a su
aldea, la familia Durer se reunió para dar una cena festiva en su honor. Al finalizar la
memorable velada, Albrecht se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un
brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado para hacer sus estudios una
realidad.
Sus palabras finales fueron:
– Ahora, Albert hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir tú a Nuremberg a perseguir tus
sueños, que yo me haré cargo de ti. - Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia
el rincón de la mesa que ocupaba Albert, quien tenía el rostro empapado en lágrimas, y
movía de lado a lado la cabeza mientras murmuraba una y otra vez: “No... No... No...”
Finalmente, Albert se puso de pie y secó sus lágrimas. Miró por un momento a cada uno de
aquellos seres queridos y se dirigió a su hermano, y poniendo su mano en la mejilla de aquel
le dijo suavemente:
– No, hermano, no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde para mí. Mira lo que cuatro años de
trabajo en las minas han hecho a mis manos. Cada hueso de mis manos se ha roto al
menos una vez, y últimamente la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta
me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis... Mucho menos podría trabajar con
delicadas líneas el compás o el pergamino y no podría manejar la pluma ni el pincel. No
hermano... para mí ya es tarde.
Más de 450 años han pasado desde ese día. Hoy en día los grabados, óleos, acuarelas,
tallas y demás obras de Albrecht Durer pueden ser vistos en museos alrededor de todo el
mundo. Pero seguramente usted, como la mayoría de las personas, solo recuerde uno.
Lo que es más, seguramente hasta tenga uno en su oficina o en su casa.
Un día, para rendir homenaje al sacrificio de su hermano Albert, Albrecht Durer dibujó las
manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo.
Llamó a esta poderosa obra simplemente "Manos", pero el mundo entero abrió de inmediato
su corazón a su obra de arte y se le cambió el nombre a la obra por el de "Manos que oran".
La próxima vez que veas una copia de esta creación, mírala bien. Permite que sirva de
recordatorio, si es que lo necesitas, de que nadie, nunca triunfa solo.
EL ENEMIGO INVENSIBLE
Érase una vez un castillo abandonado. Antigua morada de grandes y generosos reyes.
Estaba casi derruido, la humedad hacía que las piedras de los muros brillaran ante la tenue
luz de algunas antorchas. En una parte recóndita de aquella fortificación prácticamente
arruinada, estaba la habitación del príncipe, asegurada dentro de la roca misma de la
montaña que le servía de cimientos. Y ahí estaba él, mordisqueando sus furias y
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resentimientos. El rostro que alguna vez había sido bello estaba lleno de cicatrices, y la
crueldad de aquellos ojos era rivalizada únicamente por una sonrisa que le daba ese aspecto
tan feroz como nocturno.
El soberano esperaba impaciente la llegada del prisionero. Había sido una larga cacería.
Toda la astucia del príncipe (que no era poca) fue necesaria para atrapar a su odiado
disidente. Las frenéticas tropas habían acosado a su objetivo desde tiempos que ya no
podía ni siquiera recordar. Sin embargo su adversario parecía invencible. De todos los
obstáculos que hábilmente le había colocado salía siempre librado misteriosamente.
La corte entera esperaba la acariciada promesa de aquel mercenario: “Yo lo mataré”.
Junto al príncipe merodeaban nerviosos guerreros de un aspecto estremecedor. En una
esquina, se encontraba un personaje con un martillo. Sus golpes eran contundentes, tenía
una fuerza portentosa.
Sus sorpresivos ataques eran de una efectividad sorprendente, particularmente ante
oponentes de corazón débil. Él había tratado de aniquilar una y otra vez al enemigo del
príncipe, pero su martillo y sus ataques sorpresivos mellaban las fuerzas del contrincante,
pero no le destruían.
Mientras el guerrero del martillo daba vueltas por la habitación del príncipe, otro mercenario
más temible observaba sus manos, perfectamente cuidadas. Nadie podría creer que era un
guerrero, y en eso estaba fuerza. Su rostro femenino, las maneras dóciles, un lenguaje sutil y
penetrante eran suficientes para que sus contrincantes quedaran rendidos a sus perfumados
encantos. Sin embargo, aquel rostro bello y atrayente había un corazón podrido.
Había muchos otros servidores y combatientes que también habían intentado destruir al
enemigo del príncipe.
Estaba el gigante de piedra que aplastaba cualquier cosa a su paso, la mujer de hielo que
congelaba cuanto tocaba, la mendigante que robaba todos los recursos materiales de sus
enemigos y los dejaba sin medios para combatir. También estaba la peste, que a los
corazones curtidos acababa haciéndolos caer en la desesperación.
Y a pesar de tan feroces adversarios, el enemigo del príncipe siempre había salido airoso de
todos los combates. Maltrecho, herido, lastimado en lo más profundo, pero vivo, y es que
bastaba con que quedara un pequeñísimo aliento vida para que volviera a crecer y, peor
aún, a fortalecerse.
Todos los intentos habían sido vanos, hasta que llegó un nuevo mercenario de una región
alejada. Cuando lo vieron entrar a la corte del príncipe todos se burlaron de él. Su aspecto no
tenía nada temible. Parecía un campesino común y corriente. Pasaba desapercibido por
donde merodeaba.
Aquel aspecto ordinario era su escudo, más efectivo que uno de hierro forjado. Cuando se
presentó al príncipe prometiendo que mataría al enemigo todos rieron con excéntricas
carcajadas. Sin embargo, nadie rió cuando extendió su mano y mostró unos pequeñísimos
alfileres. El guante que protegía las manos de aquel mercenario de aspecto vulgar contenía
miles de millones de diminutos alfileres. Al instante los arrojó hacia uno de los soldados de la
corte. Nadie vio aquellas insignificantes agujas volar por el aire. Ninguno vio tampoco cómo
penetraron la armadura del soldado. Ni siquiera la víctima sintió cómo se clavaron aquellas
puntas afiladas en su carne. El personaje dijo al príncipe: No tengo prisa. Puedo matar a tu
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enemigo como ya he matado a tu soldado. Lo ves de pie, y no siente nada. Volveré en seis
meses y me dirás si crees que puedo aniquilar a tu adversario.
Y, efectivamente, pasaron seis meses.
El soldado comenzó a sangrar a las pocas semanas. Eran gotas imperceptibles. Las puntas
de los alfileres se habían clavado en su carne creando millones de heridas imperceptibles,
tan menudas que era imposible verlas y por tanto, curarlas. El soldado sufrió una agonía,
aunque indolora. Simplemente moría un poco cada segundo. Hasta que un día, sin que nadie
pudiera evitarlo, el soldado cayó muerto ante el irremediable mal que el mercenario había
arrojado sobre él.
El príncipe, con mueca maligna, esperaba ansioso la llegada del cautivo. Su perenne
enemigo había caído en su trampa, creyendo que aún estando preso nada podrían contra él.
Muy equivocado meditó el príncipe.
Las horas de espera fueron largas y llenas de agitación. El mismo aire escapaba de los
pulmones del soberano que esperaba ansioso la llegada del cautivo.
De pronto, se abrieron las puertas del recinto y los soldados arrojaron al centro de la piara
una figura de deslumbrante belleza. Ni siquiera los golpes brutales habían podido empañar
aquel rostro resplandeciente. No era esa belleza lo que enervaba al príncipe, era aquel poder
que tenía de rejuvenecer a quien tocara, de llenar de esperanza el corazón que acariciara. El
soberano del castillo detestaba profundamente el brillo que aquel enemigo imprimía en
aquellos a los que se acercaban.
El príncipe se puso de pie y se acercó al prisionero macilento. Sin tocarlo (no podría
soportarlo) le habló muy cerca del oído.
– Te has burlado de mí. Me has humillado, has hecho lo que has querido en lo que me
pertenece. Has resistido todos mis ataques. El Mal Carácter, con su martillo te debilitó, pero
seguiste en pie. La Ambición con su belleza sensual te arrebató pero no te mató. Y lo mismo
ocurrió con la Enfermedad, la Pobreza, y con todos mis aliados.
El príncipe sonrió malévolo mientras caminaba en círculos contra su contrincante,
paladeando el momento de su triunfo.
– Creíste que todo lo podías... Mmm... Amor... Amor... -repitió el príncipe diciendo aquel
nombre casi con asco- ¿Quién te crees tú que eres? ¿De dónde has salido? ¿Por qué osas
meterte en mis dominios? ¿No sabes que tengo poder en toda la tierra? ¿No sabes que soy
más astuto, más viejo, más inteligente y más poderoso que tus seres humanos, a los que
tanto cuidas? Amor... Qué nombre tan repugnante. "Nada puede contra el amor" -dijo el
príncipe con expresión burlona- "El amor lo puede todo, el amor rompe barreras". iBasura! -la
expresión del príncipe se volvió rabiosa y atroz y mientras hablaba sus manos temblaban de
la ansiedad con las que las pronunciaba. Este es mi tiempo, mi momento, mi mundo...
El príncipe se desplomó pesadamente en su trono.
– Pero ha llegado tu fin. ¡Traigan al mercenario!
Las órdenes fueron cumplidas de inmediato, y ahí apareció la ordinaria figura del interesado.
Caminó hasta donde estaba el amor. Con rostro flemático le observó.
El príncipe dijo entonces: ¡Hazlo! El guerrero de aspecto normal metió su mano enguantada
en una bolsa y extrajo una miríada de sus artefactos mortales. Hizo el ademán necesario
para arrojarlo cuando el príncipe interrumpió la ejecución.
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– ¡Espera! Antes de que lo hagas... ¿Cuál es tu nombre?
El combatiente ordinario solo pronunció dos palabras:
– La rutina.
ANÉCDOTAS DE UNA TAZA
Se cuenta que una vez, en Inglaterra, existía una pareja que gustaba de visitar las pequeñas
tiendas del centro de Londres. Una de sus tiendas favoritas era una en donde vendían
vajillas antiguas. En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita.
– ¿Me permite ver esa taza? -preguntó la Señora-. Nunca he visto nada tan fino como eso!
En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar y le comentó:
– Usted no entiende. Yo no siempre he sido esta taza que usted está sosteniendo. Hace
mucho tiempo yo solo era un montón de barro amorfo. Mi creador me tomó entre sus manos
y me golpeó y me amoldó cariñosamente. Llegó un momento en que me desesperé y le grité:
“¡Por favor, ya déjame en Paz!”, pero solo me sonrió y me dijo: “Aguanta un poco más,
todavía no es tiempo”. Después me puso en un horno. ¡Yo nunca había sentido tanto calor!
Me pregunté por qué mi creador quería quemarme, así que toqué la puerta del horno. A
través de la ventana del horno pude leer los labios de mi creador que me decían: “Aguanta
un poco más, todavía no es tiempo”. Finalmente se abría la puerta. Mi creador me tomó y me
puso en una repisa para que me enfriara. “Así está mucho mejor”, me dije a mí misma, pero
apenas me había refrescado cuando mi creador ya me estaba cepillándome y pintándome.
¡El olor de la pintura era horrible! Sentía que me ahogaría. “¡Por favor detente!” le gritaba yo
a mi creador, pero él solo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y decía: “Aguanta un
poco más, todavía no es tiempo”. Al fin dejó de pintarme; pero esta vez me tomó y me metió
nuevamente a otro horno. No era un horno como el primero, sino que era mucho más
caliente. ¡Ahora si estaba segura que me sofocaría! Le rogué y le imploré que me sacara.
Grité, lloré, pero mi creador solo me miraba diciendo "Aguanta un poco más, todavía no es
tiempo". En ese momento me di cuenta que no había esperanza. ¡Nunca lograría sobrevivir a
ese horno! Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se abrió la puerta y mi
creador me tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era aún más alta que la
primera. Allí me dejó un momento para que me refrescara. Después de una hora de haber
salido del segundo horno, me dio un espejo y me dijo: “¡Mírate! Esta eres tú”. ¡Yo no podía
creerlo! ¡Esa no podía ser yo! Lo que veía era hermoso. Mi creador nuevamente me dijo:
“Yo sé que te dolió haber sido golpeada y amoldada por mis manos, pero si te hubiera dejado
como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en el primer
horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras estrellado. También sé que
los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte pintado tu vida
no tendría color. Y si yo no te hubiera puesto en ese segundo horno, no hubieras sobrevivido
mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras. ¡Ahora tú
eres un producto terminado! ¡Eres lo que yo tenía en mente cuando te comencé a formar!”
Igual pasa con nosotros. No hay situación que no podamos soportar. Las adversidades son
el artesano y nosotros somos el barro. Las dificultades están allí para amoldarnos y nos dan
forma para que lleguemos a ser una pieza perfecta.
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EL ANILLO
– Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada.
Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo
mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
– Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema.
Quizás después... -y haciendo una pausa agregó:- Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría
resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
– Encantado, maestro- titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus
necesidades postergadas.
– Bien, -asintió el maestro. Se quitó el anillo en el dedo pequeño, y dándoselo al muchacho,
agregó:- Toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este
anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas la mayor suma posible,
pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido
que puedas.
El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún
interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba
la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta a la cara y solo un viejito fue tan
amable como para explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a
cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el
joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien
personas, abatido por su fracaso montó su caballo y regresó.
¡Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría entonces
habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir
entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
–Maestro- dijo - lo siento, no se puede conseguir lo que me pidió. Quizás pudiera conseguir
dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto al valor
del anillo.
¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber
primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él
para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no
importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y
luego le dijo:
– Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo dar más de 58 monedas
de oro por su anillo.
– ¡¡¡58 MONEDAS!!! -exclamó el joven.
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– Sí -replicó el joyero-, yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas,
pero no sé... si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
– Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo.
– Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un
verdadero experto. ¿Qué haces pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Todos somos como esta joya, valiosos y únicos, y andamos por los mercados de la vida
pretendiendo que gente inexperta nos valore.
MAESTRA… ¿QUÉ ES EL AMOR?
En una de las salas de un colegio había varios niños. Uno de ellos preguntó: “Maestra...
¿qué es el amor?”.
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la
pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus
alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más despertase en
ellos el sentimiento del amor.
Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
– Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo.
El primer alumno respondió:
– Yo traje esta flor ¿no es linda?
Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo:
– Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas: la voy a colocar en mi colección.
El tercer alumno completó:
– Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido. ¿No es gracioso?
Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio.
Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que
había permanecido quieta durante todo el tiempo. Se sentía como avergonzada por no haber
traído nada.
La maestra se dirigió a ella y le preguntó:
– Muy bien, ¿y tú? ¿No has encontrado nada?
La criatura, tímidamente, respondió:
– Disculpe, maestra. Vi la flor y sentí su perfume y pensé en arrancarla pero preferí dejarla
para que exhalase su aroma por más tiempo. Vi también la mariposa, suave, colorida, pero
parecía tan feliz que no tuve el coraje de aprisionarla. Vi también el pichoncito caído entre las
hojas, pero... al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido.
Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la
mariposa y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo
mostrar lo que traje?
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La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la
única que logró percibir que sólo podemos traer el amor en el corazón.
LAS RANAS
Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo
profundo. Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo.
Cuando vieron cuán hondo este era, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos
prácticos, se debían dar por muertas.
Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de
saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas.
Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles.
Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió, se
desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible.
Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de sufrir y que
simplemente, se dispusiera a morir, ya que no tenía caso seguir luchando. Pero la rana saltó
cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo.
Cuando salió, las otras ranas le dijeron: nos da gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo
que te gritábamos. La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban
animando a esforzarse más y salir del hoyo.
Moralejas:
La palabra tiene poder de vida y muerte. Una palabra de aliento compartida con alguien que
se siente desanimado puede ayudar a levantarlo al finalizar el día.
Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado puede ser que acabe
por destruirlo. Tengamos cuidado con lo que decimos.
Una persona especial es la que se da tiempo para animar a otros.
En la NASA hay un póster muy lindo de una abeja, el cual dice así:
“Aerodinámicamente el cuerpo de una abeja no está hecho para volar, lo bueno es que
la abeja no lo sabe…”
LAS DUDAS
Un pobre hombre que vivía en la miseria y mendigaba de puerta en puerta, observó un carro
de oro que entraba en el pueblo llevando a un rey sonriente y radiante.
El pobre se dijo de inmediato: “Se ha acabado mi sufrimiento, se ha acabado mi vida de
pobre. Este rey de rostro dorado ha venido aquí por mí, lo sé. Me cubrirá de migajas de su
riqueza y viviré tranquilo".
En efecto, el rey, como si hubiese venido para ver al pobre hombre, hizo detener el carro a
su lado.
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El mendigo, que se había postrado en el suelo, se levantó y miró al rey, convencido de que
había llegado la hora de su suerte.
Entonces, de repente, el rey extendió la mano hacia el pobre y le dijo:
– ¿Qué tienes para darme? -y el pobre, muy sorprendido y muy desilusionado, no supo que
decir.
“¿Es un juego -se preguntó- lo que el rey me propone? ¿Se burla de mí? ¿Es un nuevo
pesar?"
Entonces, al ver la persistente sonrisa del rey, su luminosa mirada y su mano tendida, el
pobre metió la mano en su alforja, que contenía unos puñados de arroz.
Cogió un grano de arroz, y se lo dio al rey, que le dio las gracias y se fue enseguida llevado
por unos caballos sorprendentemente rápidos.
Al final del día, al vaciar su alforja, el pobre encontró un grano de oro.
Entonces se puso a llorar diciendo:
– ¿Por qué no le habré dado todo mi arroz?
LOS DIENTES DEL SULTÁN
En un país muy lejano, al oriente del gran desierto vivía un viejo Sultán, dueño de una
inmensa fortuna.
El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que
había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno
de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño.
– ¡Qué desgracia mi Señor! -Exclamó el Sabio-. Cada diente caído representa la pérdida de
un pariente de Vuestra Majestad.
– ¡Qué insolencia! -gritó el Sultán enfurecido-. ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa?
¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero.
Más tarde, ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después
de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
– ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced
tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes.
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien
monedas de oro. Cuando este salía del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo
admirado:
– ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma
que la del primer Sabio. No entiendo porqué al primero le castigó con cien azotes, mientras
que a vos con cien monedas de oro.
– Recuerda bien amigo mío, -respondió el segundo Sabio- que todo depende de la forma en
que se dicen las cosas... La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la
lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la enchapamos en un delicado
embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado... No olvides mi
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querido amigo, -continuó el sabio- que puedes comunicar una misma verdad de dos formas:
la pesimista, que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad, o la optimista, que sabrá
encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad.
De "Las Mil y una noches" (Literatura Popular Árabe)
¿SABES CUÁNTO VALES?
Alfredo, con el rostro abatido de pesar, se reúne con su amiga Marisa en un bar a tomar un
café. Deprimido, descargó en ella sus angustias. Que el trabajo… Que el dinero… Que la
relación con su pareja… Que su vocación... Todo parecía estar mal en su vida.
Marisa introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 100 pesos y le dijo:
– Alfredo, ¿quieres este billete?
Él, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:
– Claro Marisa... son 100 pesos, ¿quién no los querría?
Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeño
rollo. Mostrando la estrujada pelotita verde a Alfredo volvió a preguntarle:
– Y ahora… ¿Igual lo quieres?
– Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 100 pesos… ¡Claro que los
tomaré si me los entregas!
Entonces Marisa desdobló el arrugado billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el
suelo, levantándolo luego sucio y marcado.
– ¿Lo sigues queriendo?
– Mira Marisa, sigo sin entender qué pretendes, pero ese es un billete de 100 pesos y
mientras no lo rompas conserva su valor...
– Entonces, Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la
vida te arrugue o pisotee SIGUES siendo tan valioso como siempre lo has sido... lo que
debes preguntarte es CUÁNTO VALES en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un
momento determinado.
Alfredo quedó mirando a Marisa sin atinar con palabra alguna mientras el impacto del
mensaje penetraba profundamente en su cerebro.
Marisa puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:
– Toma, guárdalo para que te acuerdes de esto cuando te sientas mal... Pero me debes un
billete NUEVO de 100 pesos para poder usar con el próximo que lo necesite.
Le dio un beso en la mejilla a Alfredo, quien aún no había pronunciado palabra, y
levantándose de su silla se alejó con rumbo a la puerta.
Alfredo volvió a mirar el billete, sondó, lo guardó en su billetera y dotado de una renovada
energía llamó al camarero para pagar la cuenta...
¿Cuántas veces dudamos de nuestro propio valor, de que realmente MERECEMOS MÁS y
que PODEMOS CONSEGUIRLO si nos lo proponemos?
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Claro que el mero propósito no alcanza... Se requiere de la ACCIÓN para logro los
beneficios.
TAZÓN DE MADERA
El viejo se fue a vivir con su hijo, se nuera y su nieto de cuatro años.
Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa
comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el
alimentarse un asueto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba
tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y su esposa se cansaron de la
situación...
– Tenemos que haces algo con el abuelo, -dijo el hijo-. Ya he tenido suficiente. Derrama la
leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo.
Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor.
Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el
abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera. De vez
en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos
mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía
eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida. El niño de
cuatro años observaba todo en silencio.
Una tarde, antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de
madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: ¿Qué estás haciendo? Con la misma dulzura el
niño le contestó:
– Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes
coman en ellos. Sonrió y siguió con su tarea.
Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las
lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos
sabían lo que tenían que hacer.
Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la
familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni
el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se
derramaba o se ensuciaba el mantel.
Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus
mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar
feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus
vidas. Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con
los que construyen el futuro de su hijo. Seamos instructores sabios y modelos a seguir.
He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a
extrañar cuando ya no estén contigo.
La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca cómo los hiciste sentir
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LIBERTAD PARA ELEGIR
Era un profesor comprometido y estricto, conocido también por sus alumnos como hombre
justo y comprensivo...
Al terminar la clase ese día de verano, mientras el maestro organizaba unos documentos
encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiance le dijo:
– Profesor, lo que me alegra de haber terminado la clase es que no tendré que escuchar más
sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburridora.
El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro
reaccionara ofendido y descontrolado.
El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:
– Cuándo alguien te ofrece algo que no quieres, ¿lo recibes?
El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.
– Por supuesto que no, contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho.
– Bueno, -prosiguió el profesor- cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo
desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que
puedo decidir no aceptar.
– No entiendo a qué se refiere -dijo el alumno, confundido.
– Muy sencillo, -replicó el profesor-. Tú me estás ofreciendo rabia y desprecio y si yo me
siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tú regalo, y yo, mi amigo, en verdad,
prefiero obsequiarme mi propia serenidad. Muchacho, -concluyó el profesor en tono gentil- tu
rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa. Yo no puedo
controlar lo que tú llevas en tu corazón pero de mí depende lo que yo cargo en el mío.
Cada día, en todo momento, tú puedes escoger qué emociones o sentimientos quieres poner
en tu corazón y lo que elijas lo tendrás hasta que decidas cambiarlo.
Es tan grande la libertad que nos da la vida que hasta tenemos la opción de amargarnos o
ser felices.
LOS TRES CONSEJOS
Una pareja de recién casados, era muy pobre y vivía de los favores de un pueblito del
interior.
Un día el marido le hizo la siguiente propuesta a su esposa:
– Querida, yo voy a salir de la casa, voy a viajar bien lejos, buscar un empleo y trabajar hasta
tener condiciones para regresar y darte una vida más cómoda y digna. No sé cuanto tiempo
voy a estar lejos, sólo te pido una cosa, que me esperes y mientras yo esté lejos, seas fiel a
mí, pues yo te seré fiel a ti.
Así, siendo joven aún, caminó muchos días a pie, hasta encontrar un hacendado que estaba
necesitando de alguien para ayudarlo en su hacienda.
El joven llegó y se ofreció para trabajar y fue aceptado. Pidió hacer un trato con su jefe, el
cual fue aceptado también. El pacto fue el siguiente: “Déjeme trabajar por el tiempo que yo
quiera y cuando yo encuentre que debo irme, el señor me libera de mis obligaciones. Yo no
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quiero recibir mi salario. Le pido al señor que lo coloque en una cuenta de ahorro hasta el día
en que me vaya. El día que yo salga usted me dará el dinero que yo haya ganado.”
Estando ambos de acuerdo, aquel joven trabajó durante 20 años, sin vacaciones y sin
descanso. Después de veinte años se acercó a su patrón y le dijo:
– Patrón, ya quiero mi dinero, pues quiero regresar a mi casa.
El patrón le respondió:
– Muy bien, hicimos un pacto y voy a cumplirlo, sólo que antes quiero hacerte una propuesta,
¿está bien? Yo te doy tu dinero y tú te vas, o te doy tres consejos y no te doy el dinero y te
vas. Si yo te doy el dinero, no te doy los consejos y viceversa. Vete a tu cuarto, piénsalo y
después me das la respuesta.
Él pensó durante dos días, buscó al patrón y le dijo:
– Quiero los tres consejos.
El patrón le recordó:
– Si te doy los consejos, no te doy el dinero -a lo que el empleado respondió: “Quiero los
consejos”. El patrón entonces le aconsejó:
1. NUNCA TOMES ATAJOS EN TU VIDA. Caminos más cortos y desconocidos te pueden
costar la vida.
2. NUNCA SEAS CURIOSO DE AQUELLO QUE REPRESENTE EL MAL, pues la
curiosidad por el mal puede ser fatal.
3. NUNCA TOMES DECISIONES EN MOMENTOS DE ODIO Y DOLOR, pues puedes
arrepentirte demasiado tarde.
Después de darle los consejos, el patrón le dijo al joven, que ya no era tan joven, así:
– Aquí tienes tres panes, dos para comer durante el viaje y el tercero es para comer con tu
esposa cuando llegues a tu casa.
El hombre entonces, siguió su camino de vuelta, de veinte años lejos de su casa y de su
esposa que él tanto amaba.
Después del primer día de viaje, encontró una persona que lo saludó y le preguntó:
– ¿Para dónde vas?
–Voy para un camino muy distante que queda a más de veinte días de caminata por esta
carretera.
La persona le dijo entonces:
– Joven, este camino es muy largo, yo conozco un atajo con el cual llegarás en pocos días.
El joven, contento, comenzó a caminar por el atajo, cuando se acordó del primer consejo,
entonces volvió a seguir por el camino normal.
Días después supo que el atajo llevaba a una emboscada.
Después de algunos días de viaje, y cansado al extremo, encontró una pensión a la vera de
la carretera, donde hospedarse. Pagó la tarifa por un día y después de tomar un baño se
acostó a dormir. De madrugada se despertó asustado con un grito aterrador. Se levantó de
un salto y se dirigió hasta la puerta para ir adonde escuchó el grito.
39
Cuando estaba abriendo la puerta, se acordó del segundo consejo.
Regresó y se acostó a dormir. Al amanecer, después de tomar café, el dueño de la posada le
preguntó si no había escuchado el grito y él le contestó que sí lo había escuchado. El dueño
de la posada le preguntó: “¿Y no sintió curiosidad?”. Él le contestó que no. A lo que el dueño
le respondió:
– Ud. es el primer huésped que sale vivo de aquí, pues mi único hijo tiene crisis de locura,
grita durante la noche y cuando él huésped sale, lo mata y lo entierra en el quintal.
El joven siguió su larga jornada, ansioso por llegar a su casa. Después de muchos días y
noches de caminata, ya al atardecer, vio entre los árboles humo saliendo de la chimenea de
su pequeña casa, caminó y vio entre los arbustos la silueta de su esposa. Estaba
anocheciendo, pero alcanzó a ver que ella no estaba sola.
Anduvo un poco más y vio que ella tenía en sus piernas un hombre al que estaba
acariciando los cabellos. Cuando vio aquella escena, su corazón llenó de odio y amargura y
decidió correr al encuentro de los dos y matarlos sin piedad.
Respiró profundo, apresuró sus pasos, cuando recordó el tercer consejo. Entonces se paró y
reflexionó. Decidió dormir ahí mismo aquella noche y al día siguiente tomar una decisión. Al
amanecer, ya con la cabeza fría, él dijo: "No voy a matar a mi esposa. Voy a volver con mi
patrón y a pedirle que me acepte de vuelta”.
Solo que antes quiero decirle a mi esposa que siempre le fui fiel a ella. Se dirigió a la puerta
de la casa y tocó.
Cuando la esposa le abrió la puerta y lo reconoció, se colgó de su cuello y lo abrazó
afectuosamente. El trató de quitársela de arriba, pero no lo consiguió. Entonces con lágrimas
en los ojos le dijo:
– Yo te fui fiel y tú me traicionaste. Ella espantada le respondió:
– ¿Cómo? Yo nunca te traicioné, te esperé durante veinte años. -Él entonces le preguntó:
– ¿Y quién era ese hombre que acariciabas ayer por la tarde? -Y ella le contestó:
– Aquel hombre es nuestro hijo. Cuando te fuiste, descubrí que estaba embarazada. Hoy él
tiene veinte años de edad.
Entonces el marido entró, conoció y abrazó a su hijo y les contó toda su historia en tanto su
esposa preparaba la cena. Se sentaron a comer el último pan juntos.
Después, con lágrimas de emoción, él partió el pan y al abrirlo, se encontró todo su dinero, el
pago de sus veinte años de dedicación.
Muchas veces creemos que los atajos, quemar etapas, nos ayudan a llegar más rápido, lo
que no siempre es verdad...
Muchas veces somos curiosos, queremos saber de cosas que ni nos dan respeto y no nos
traen nada de bueno...
Otras veces reaccionamos movidos por el impulso, en momentos de rabia, y después
tardíamente nos arrepentimos...
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  • 1. 1
  • 2. 2 Reflexiones para la vida "Un águila no anda a trote: - y esa es la vida – ¡hacer trotar un águila!" José Martí "La Nación" B.A.-N. Y 1884
  • 3. 3 Unas palabras… Querido lector: Reflexiones para la vida es una sencilla publicación dirigida al desarrollo humano dentro de las organizaciones. Ella es el resultado de numerosas jornadas de trabajo empleadas en seleccionar, compilar y analizar historias, que navegan de corazón a corazón y llenan un espacio con sus enseñanzas. De una bella manera, con un toque fantasía y realidad, en las historias se honra de valor de la colaboración y el trabajo en equipo, la capacidad de asumir riesgos, el pensamiento positivo ante las dificultades de la vida, el respeto a las diferencias individuales, la confianza en sí mismo, la amistad y el amor. Con la firme creencia de que existe una mejor manera de vivir, les entregamos estas semillas para que fructifiquen en su vida y en el futuro podamos compartir un mundo mejor: en el trabajo, con la familia, con los amigos y con la sociedad. Quizás de las semillas arrojadas no prendan todas, pero aún así habremos colmado nuestras expectativas de conseguirlo. Muchas gracias. “La montaña acaba en pico; en cresta la ola empinada que la tempestad arremolina y echa al cielo; en copa el árbol y en cima ha de acabar la vida humana.” José Martí Prólogo a “El Poema del Niágara” de Pérez Bonalde N.Y 1882
  • 4. 4 ASAMBLEA DE HERRAMIENTAS Cuentan que las herramientas, un buen día, se reunieron en asamblea plenaria con la finalidad de arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La Causa? Hacía demasiado ruido y además se pasaba el tiempo golpeando. El martillo aceptó su culpa, pero pidió que el cepillo fuera expulsado también debido a que siempre hacía su trabajo en la superficie, y no tenía profundidad alguna. El cepillo aceptó a su vez, pero pidió la expulsión del tornillo. Adujo que había que darle muchas vueltas para que sirviera para algo. Ante el ataque el tornillo aceptó también. Pero a su vez pidió la expulsión del papel de lija. Hizo ver que era muy áspero en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. Y el papel de lija aceptó, con la condición de que fuera expulsado el metro, que siempre se pasaba midiendo a los demás, con su medida como si este fuera perfecto. En eso entró el carpintero, se puso el delantal y comenzó su trabajo. Utilizó el martillo, el cepillo, el papel de lija, el metro y el tornillo. Finalmente de la madera trabajada, salió un lindo mueble. Cuando las herramientas quedaron solas, se reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho y dijo: Señores, ha quedado demostrado que tenemos muchos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos e importantes. Así que no pensemos en nuestras debilidades sino concentrémonos en nuestras fortalezas y aspectos positivos. La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, contundente y el cepillo suave y eficaz. Se dieron cuenta de que el tornillo tenía la habilidad de unir y dar fuerza, y el papel de lija era especial para afinar y limar asperezas. También observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo orgulloso capaz de servir y producir diversos artículos y muebles de calidad. ¿Ocurre lo mismo con nosotros los seres humanos? Observe a su alrededor y lo comprobará. Cuando en un hogar, empresa, institución u organización sus miembros gastan su tiempo y esfuerzo en buscar los defectos de los demás, la situación se vuelve tensa, negativa y rumbo al caos y la posible desaparición. En cambio cuando los propósitos son enfocados positivamente buscando propiciar los mejores valores individuales y de grupo, estamos ante las puertas de los mejores y más satisfactorios logros humanos.
  • 5. 5 BAILA COMO SI NADIE TE ESTUVIERA VIENDO Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor después de casarnos, después de tener un hijo y después tener otro. Entonces nos sentimos frustrados de que los hijos no son lo suficientemente grandes y que seremos más felices cuando lo sean. Después de eso nos frustramos porque son adolescentes (difíciles de tratar). “Ciertamente seremos más felices cuando salgan de esta etapa”. Nos decimos que nuestra vida estará completa cuando nuestro(a) esposo(a) le vaya mejor, cuando tengamos un mejor carro o una mejor casa, cuando nos podamos ir de vacaciones, cuando estemos retirados. La verdad es que no hay mejor momento para ser felices que ahora, si no es ahora, ¿cuándo? Tu vida siempre estará llena de retos. Es mejor admitirlo y decidir ser felices de todas formas. Alfred D. Souza dijo: «¡Por largo tiempo parecía para mí que la vida estaba a punto de comenzar, la vida de verdad!, pero siempre había algún obstáculo en el camino, algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda por pagar… Entonces la vida comenzaría. Hasta que me di cuenta que estos obstáculos eran mi vida…» No hay camino a la felicidad, la felicidad ES el camino. Así que atesora cada momento que tienes y atesóralo más cuando lo compartas con alguien especial, suficientemente especial para compartir tu tiempo, y recuerda que el tiempo no espera por nadie. Así que deja de esperar hasta que termines la escuela, hasta que aumente tu sueldo, hasta que bajes 10 kilos, hasta que te cases, hasta que tengas hijos, hasta que tus hijos se vayan de casa, hasta el viernes, hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno, o hasta que te mueras. Para decidir que no hay mejor momento que este para ser Feliz... LA FELICIDAD ES UN TRAYECTO, NO UN DESTINO Así que: TRABAJA COMO SI NO NECESITARAS DINERO, AMA COMO SI NUNCA TE HUBIERAN HERIDO y BAILA COMO SI NADIE TE ESTUVIERA VIENDO.
  • 6. 6 EMPUJE LA VAQUITA Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar. Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de las visitas; también de conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias. Llegando al lugar, constataron la pobreza del sitio, los habitantes -una pareja y tres hijos-, tenían una humilde casa de madera y estaban vestidos con ropas sucias, rasgadas y sin calzado. Entonces se aproximó el Maestro al padre de familia y le preguntó: – En este lugar no existen posibilidades de trabajo, ni tampoco puntos de comercio. ¿Cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí? El señor, calmadamente, respondió: – Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o la cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina, y con la otra producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo, y así es como vamos sobreviviendo. El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue. En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le ordenó: – Busca la vaquita, llévatela al precipicio de allí enfrente y empújala al barranco. El joven, espantado, miró al Maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Más como percibió el silencio absoluto del Maestro, fue a cumplir la orden. Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vio morir... Aquella escena quedó grabada en la memoria del joven durante años y nunca pudo sacarse un terrible cargo de conciencia por el crimen cometido a instancias de su Maestro. Tanto impactó esto en su espíritu que abandonó al Maestro y prosiguió solo su camino. Años después, el joven aprendiz debía pasar cerca de la casa y tomó la decisión de regresar al lugar, contarle todo a la familia, obtener su perdón y, de ser ello posible, repararles el daño causado. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, una huerta arreglada, una bella casa, niños saludables y adecuadamente vestidos y calzados. El joven se sintió más triste y desesperado aún, imaginando que aquella humilde familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir. Aceleró su paso y al llegar a la casa fue recibido por un hombre muy agradable y tranquilo. El joven preguntó por la familia que vivió allí hacía unos cuantos años, pero el hombre le respondió que ellos vivían allí de toda su vida. Sorprendido, el joven revisó los rostros y descubrió que, efectivamente, se trataba de la misma familia y sólo atinó a preguntar: – Yo pasé años atrás y éste era un lugar pobre... ¿Cómo logró esta prosperidad? Y el hombre, entusiasmado contestó: – Mire joven... Años atrás nosotros teníamos una vaquita, pero no sabemos cómo, se cayó a un precipicio y murió. Al principio creíamos que sería nuestra ruina. Sin embargo, obligados
  • 7. 7 por las circunstancias debimos desarrollar otras habilidades y esfuerzos que ignorábamos que fuésemos capaces de lograr. Y así alcanzamos el éxito que usted observa ahora... MORALEJA: Todos tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra supervivencia, la cual es una convivencia con la rutina, nos hace dependientes, y el mundo se reduce a lo que la vaquita nos brinda. ¡Descubre cuál es tu vaquita y empújala por el precipicio! EQUIPO DE LA SELVA Cuentan que en cierta ocasión el león, el rey de la selva, se encontraba muy preocupado por la cantidad de cazadores que perseguían a las fieras y decidió hacer un ejército con el que pudieran defenderse. Para ello salió a reclutar animales. El primero que encontró a su paso fue al enorme y pesado elefante. – Buenos días rey de la selva -saluda cordialmente el mastodonte. – Buenos días mi querido elefante. ¿Quieres formar parte de mi ejército? -le preguntó el león. – Por supuesto, majestad, por supuesto. Tú serás nuestra mayor defensa. Los dos caminaron juntos en busca de nuevos reclutas. No tardaron en encontrarse con un lobo. Este se inclinó en signo de sumisión y saludó respetuosamente. – Buenos días, majestad. – Muy buenos días, lobo feroz. Estoy reuniendo un valiente ejército para defendernos de los cazadores. ¿Te unirás a nosotros? El elefante miró al león y preguntó: – ¿Para que te servirá un animal tan pequeño, comparado conmigo? El rey de la selva, sin hacer caso a las alusiones del paquidermo, se dirigió de nuevo al lobo y le dijo: – Tú podrías ser un soldado muy fiero. Por supuesto el lobo aceptó y los tres caminaron en busca de nuevos reclutas. Dieron entonces con un mono chillón y el león lo invitó también a formar parte de sus huestes. – ¿Para que lo quieres? No creo que sirva para nada -preguntó el lobo. – Siempre sería bueno distraer al enemigo -sentenció el león- Nadie mejor que él para eso. Caminaron entonces los cuatro. Ya sentía el león que el ejército se formaba. De pronto, ante ellos apareció una asustadiza liebre y un pobre burro que apenas podía caminar. El elefante y el lobo feroz se miraron, extrañados de que el león se dirigiera a esos dos animales. – No querrá reclutarlos ¿verdad? -se preguntaron el lobo y el elefante al mismo tiempo. – ¡Claro que quiero reclutarlos! -rugió el león.
  • 8. 8 – ¿Para qué? -preguntó el lobo-. ¿No te das cuenta que la liebre es un animal siempre asustado, que huye con rapidez hasta su madriguera?... Y ese pobre burro, está tan viejo que no tiene ya fuerza ni para cargar con su propio peso. ¡Estos dos si que no ayudarán en nada! Pero el león los reclutó. Y el día de la batalla el burro, sentado en un punto de avanzada, rebuznó bien fuerte, y su rebuzno alertó a todos de la proximidad del enemigo. La liebre corrió aprovechando su rapidez, llevando mensajes de uno a otro. El mono chillón distrajo a los cazadores brincando de un árbol a otro, gritando como solo él sabía hacerlo. En tanto que el elefante apareció como una tromba, con su majestuoso tamaño, resoplando y emitiendo sonidos agudos, y tras él apareció por un lado, el lobo con el lomo erizado y los colmillos amenazantes, y por el otro el mismísimo león, rugiendo mientras sacudía la melena. Ante todo ello, los aterrorizados cazadores no tuvieron otra opción que huir, abandonando sus armas y jurándose no regresar jamás por aquella selva. Por supuesto no es más que un cuento infantil, sacado del libro de fábulas. Pero la lección es clara. El león fue un verdadero líder porque supo trabajar con las fortalezas de los miembros de su equipo, a pesar de que algunos de ellos se concentraban en las debilidades de los demás. El elefante veía muy pequeño al lobo, comparado con él. Y ambos, elefante y lobo, no le veían utilidad alguna al mono chillón y menos aún a la huidiza liebre y al burro viejo. Si pudiéramos concentrarnos más en las cualidades y menos en los defectos de aquellos que nos rodean, llevaríamos una vida más agradable. Pero lo contrario es lo más usual, por desgracia hay demasiada gente concentrada tan solo en los aspectos más desagradables de los otros. El resultado es que llenan sus cabezas con la crítica y la condena y acaban amargándose a sí mismos, y por supuesto amargando a aquellos que critican. Los padres respecto de sus hijos, los gerentes y supervisores respecto de sus subordinados, los maestros respecto de sus alumnos, los compañeros de trabajo unos respecto de otros, todos deberíamos aprovechar la experiencia del león formando su ejército. Y si por casualidad no encontráramos cualidades en los demás, debemos preocuparnos, pero no por ellos que seguramente las tienen, sino por nosotros que posiblemente nos habremos vuelto tan negativos que ya no somos capaces de percibir lo bueno de ellos. LO NEGATIVO: No ver más que defectos y puntos débiles en aquellos con quien nos toca vivir o trabajar. LO POSITIVO: Darnos cuenta que aprovechando las cualidades y los puntos fuertes de los demás y enfocándolos a logros extraordinarios, es como contaremos con gente extraordinaria. EQUIVOCACIONES El error más grande lo cometes cuando, por temor a equivocarte, te equivocas dejando de arriesgar en el viaje hacia tus objetivos. No se equivoca el río cuando, al encontrar una montaña en su camino, retrocede para seguir avanzando hacia el mar... Se equivoca el agua que por temor a equivocarse, se estanca y se pudre en la laguna.
  • 9. 9 No se equivoca la semilla cuando muere en el surco para hacerse planta... Se equivoca la que por no morir bajo la tierra, renuncia a la vida. No se equivoca el hombre que ensaya por distintos caminos para alcanzar sus metas... Se equivoca aquel que por temor a equivocarse no acciona. No se equivoca el pájaro que ensayando el primer vuelo cae al suelo... Se equivoca aquel que por temor a caerse renuncia a volar permaneciendo en el nido. Pienso que se equivocan aquellos que no aceptan que ser hombre es buscarse a sí mismo cada día... sin encontrarse nunca plenamente. Creo que al final del camino no te premiarán por lo que encuentres sino por aquello que hayas buscado honestamente. FRACASAS CUANDO ELIGES NO SEGUIR PROBANDO ALTERNATIVAS. LOS GANSOS Cuando veas a los gansos emigrar, dirigiéndose hacia un lugar más cálido para pasar el invierno fíjate que vuelan en forma de V. Tal vez te interese saber por qué lo hacen en esa forma: Al batir sus alas, cada pájaro produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va detrás de él. Volando en V la bandada de gansos incrementa su poder de vuelo en un 71% en comparación con un pájaro que vuela solo. Las personas que comparten una dirección común y tienen sentido de comunidad, pueden llegar a cumplir sus objetivos más fácil y rápidamente, porque ayudándonos entre nosotros los logros son mayores. Cada vez que un ganso sale de la formación siente inmediatamente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo solo y rápidamente vuelve a la formación para beneficiarse del compañero que va adelante. Si nos unimos y nos mantenemos junto a aquellos que van en nuestra misma dirección, el esfuerzo será menor, será más sencillo y más placentero alcanzar las metas. Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los lugares de atrás, y otro ganso toma su lugar. Los hombres obtenemos mejores resultados si nos apoyamos en los momentos duros, si nos respetamos compartiendo los problemas y los trabajos más difíciles. Los gansos que van atrás graznan para alentar a los que van adelante a mantener la velocidad. Una palabra de aliento a tiempo, ayuda, da fuerza, motiva, produce el mejor de los beneficios. Finalmente cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, otros dos gansos salen de la formación y lo siguen para apoyarlo y protegerlo. Si nos mantenemos uno al lado del otro apoyándonos y acompañándonos, si hacemos realidad el espíritu de equipo, si pese a las diferencias podemos conformar un grupo humano
  • 10. 10 para afrontar todo tipo de situaciones, si entendemos el verdadero valor de la AMISTAD, si somos conscientes del sentimiento de COMPARTIR, la vida será más simple y el vuelo de los años más placentero. EL ÁRBOL CONFUNDIDO Había una vez, algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos. Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste. Tenía un problema: "No sabía quién era." – Lo que te falta es concentración, le decía el manzano, si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. ¿Ves qué fácil es? – No lo escuches, exigía el rosal. Es más sencillo tener rosas. ¿Ves qué bellas son? Y el árbol, desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado. Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: – No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución. No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas... Sé tu mismo, conócete, y para lograrlo, escucha tu voz interior. Y dicho esto, el búho desapareció. ¿Mi voz interior...? ¿Ser yo mismo...? ¿Conocerme...? Se preguntaba el árbol desesperado, cuando de pronto, comprendió... Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole: “Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobija a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje… Tienes una misión: ¡Cúmplela!” Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado. Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz. ¿Cuántos serán robles que no se permiten a sí mismos crecer? ¿Cuántos serán rosales que por miedo al reto, sólo dan espinas? ¿Cuántos, naranjos que no saben florecer? En la vida, todos tenemos un destino que cumplir, un espacio que llenar... ¿Cuántas veces tratamos de ir por el mundo intentando ser lo que otros quieren que seamos, aún cuando esto signifique nuestra infelicidad? Ten valor y carácter... busca en tu interior y así sabrás hacia dónde dirigirte cuando no sepas quién eres...
  • 11. 11 TODOS TENEMOS GRIETAS Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua. Al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del agua. Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación. Después de dos años, la tinaja quebrada le habla al aguador diciéndole: – Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir. El aguador, le dijo compasivamente: – Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino. Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchas flores hermosas a lo largo, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de ella la mitad del agua que debía llevar. EI aguador le dijo entonces: – ¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza. Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados. UNA HISTORIA DE SÓCRATES Se cuenta que alguien le dijo una vez a Sócrates, ese gran filósofo de la antigua Grecia: – Escucha Sócrates, lo que tengo para contarte… – Espera un momento... -le dice Sócrates- ¿Hiciste pasar lo que me quieres decir por los tres coladores? – ¿Tres coladores? – Si, amigo. ¡Tres coladores! Déjame ver si lo que me quieres contar pasa por los tres coladores. El primer colador es la Verdad ¿Comprobaste si todo lo que me quieres contar es verdad? – No lo comprobé, pero la gente lo dice y...
  • 12. 12 – ¡Anjá! Pero seguro que lo comprobaste con el segundo colador, que es la Bondad. Lo que me quieres contar, ya que no está comprobado como verdad, por lo menos ¿es bueno? – Bueno no, eso no, al contrario... – Entonces, vamos a emplear todavía el tercer colador. Ya que lo que me quieres contar no sabes si es verdad y además no es bueno, dime si es absolutamente necesario que me cuentes eso que te pone tan alterado. – No, no es justamente necesario. – Entonces, le dice Sócrates: si lo que me quieres contar no cumple las tres condiciones de ser Verdad, ser Bueno y de ser Necesario entiérralo y no lo conviertas en un peso ni para ti ni para mí. LLENANDO EL CÁNTARO Cuentan que una vez un hombre envió a su joven hijo a llenar un cántaro al río, y le dijo que volviera lo antes posible; el joven obedeció y fue hacia el río mientras su padre le observaba de lejos. Entonces el hombre vio a su hijo poniendo el cántaro debajo una cascada, y la fuerza del agua era tal y la cantidad tan grande que no entraba el agua al cántaro pues era de cuello delgado. Cuando el hijo regresó con el cántaro había roto el cuello del mismo por el constante golpear y la fuerza del agua, esto además provocó que el agua llegara turbia y sucia. El padre preguntó entonces: – ¿Por qué no simplemente sumergiste el cántaro en el río? ¿No veías que el agua de la cascada era demasiada para el cuello del cántaro? El hijo contestó: – Sí, pero es que quería llenarlo lo más rápido posible. Muchas veces en nuestras vidas tratamos de "llenarnos" a nuestro tiempo en un mundo acelerado y convulsionado. Por eso logramos las cosas a medias y el agua que conseguimos no es pura ni cristalina, sino turbia. Queremos tener todo "ya" y en el proceso muchas veces nos lastimamos por no sumergirnos poco a poco en la corriente calmada del río. Aprende a conocer tu capacidad, no quieras hacer las cosas en tu momento, y espera a llenar tu cántaro hasta el tope, pero en SU momento y según TU capacidad y preparación. LA SABIDURÍA DEL ÁGUILA El águila es el ave con mayor longevidad de esas especies. Llega a vivir 70 años, pero para llegar a esa edad, a los 40, debe tomar una seria y difícil decisión. A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue tomar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo, se curva, apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas gruesas. ¡Volar se hace ya tan difícil! Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará 150 días.
  • 13. 13 Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar. Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear su pico en la pared hasta conseguir arrancarlo. Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas. Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, comenzará a desplumar sus plumas viejas. Después de cinco meses, sale para su vuelo de renovación y a vivir 30 años más. En nuestras vidas, muchas veces tenemos que resguardamos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación para continuar un vuelo de victoria, debemos desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causaron dolor. Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae. EN EL ANDÉN DE LA VIDA Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera. Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente. La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos. Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho. El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta. "No podrá ser tan caradura", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas. Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco. – ¡Gracias! -dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad. – De nada -contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad. Entonces el tren anunció su partida... La señora se levantó furiosa del banco y subió a su coche. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: “¡Qué insolente, qué mal educado, qué será de nuestro mundo!”
  • 14. 14 Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas intacto. Cuántas veces nuestros prejuicios, hacen valorar erróneamente a las personas; cuántas veces la desconfianza ya instalada en nosotros hace que juzguemos injustamente perdiendo la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones. Cuenta tu jardín por las flores, no por las hojas caídas. Cuenta tus días por las horas doradas, y olvida las penas habidas. Cuenta tus noches por estrellas, no por sombras. Cuenta tu Vida por sonrisas, no por lágrimas... y para tu gozo en esta Vida, cuenta tu edad por AMIGOS, no por años. LA CASA DE LOS MIL ESPEJOS Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada. Cierto día, un perrito buscando refugio del sol, logró introducirse por un agujero de una de las puertas de dicha casa. El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera. Al terminar de subir las escaleras se topó con una puerta semiabierta y lentamente se adentró en el cuarto. Para su sorpresa se dio cuenta que dentro de ese cuarto habían mil perritos más observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos. El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco. Los mil perritos hicieron lo mismo. Posteriormente sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos. El perrito se queda sorprendido al ver que ¡los mil perritos le ladraban a él! Cuando el perrito salió del cuarto se quedó pensando para sí mismo: “¡Qué lugar tan agradable! Voy a venir más seguido a visitarlo”. Tiempo después, otro perrito callejero entró al mismo sitio y al mismo cuarto. Pero a diferencia del primero, este perrito, al ver a los otros mil perritos del cuarto, se sintió amenazado ya que lo estaban mirando de una manera agresiva. Posteriormente comenzó a gruñir, y obviamente vio cómo los otros mil perritos le gruñían también a él. Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros mil perritos le ladraron también. Cuando este perrito salió del cuarto pensó: “¡Qué lugar tan horrible es este! Nunca más volveré a entrar allí”. En el frente de dicha casa se encontraba un viejo letrero que decía: "La casa de los mil espejos". Todos los rostros del mundo son espejos. Decide cuál rostro llevarás por dentro y ese será el que mostrarás. El reflejo de tus gestos y tus acciones es lo que proyectas ante los demás.
  • 15. 15 Las cosas más bellas del mundo no se ven ni se tocan... Sólo se sienten en el corazón. EL ROBLE Nuestro cuerpo siempre nos da el primer aviso. Hemos llegado al límite. La presión, el cansancio, el estado de ánimo, la confusión, el agotamiento y la falta de claridad indican que se están agotando todas nuestras fuerzas. Es tiempo de actuar. Llegó el momento que decidimos dar un ataque frontal contra todos los asuntos que nos abruman. Tenemos la esperanza de triunfar, de terminar de una vez por todas con los problemas que nos agobian. No debemos engañarnos, el objetivo de terminar de un solo golpe con nuestras preocupaciones es difícil de lograr. En la plaza central del pueblo debían quitar un gran roble que con el paso de los años se había convertido en un símbolo del lugar. Hasta en el escudo del pueblo se dibujaba su silueta. El roble se había enfermado de un extraño virus. Corría el riesgo de caerse y de contagiar a los árboles más cercanos. Ya se había hecho todo lo posible por salvarlo y la triste determinación de derribarlo provocaba en los vecinos una profunda sensación de impotencia. No es fácil determinar la causa de un problema y no es el camino más agradable tomar la decisión de solucionarlo. Los leñadores llegaron una mañana con sierras automáticas y hachas. Los vecinos se reunieron en la plaza para presenciar su caída. Esperaban oír el estrépito producido por el choque del inmenso árbol contra el suelo. Suponían que los hombres empezarían a cortarlo por el tronco principal en un lugar lo más pegado a la tierra. Pero los hombres colocaron escaleras y comenzaron a podar las ramas más altas. En ese orden de arriba hacia abajo cortan desde las más pequeñas hasta las más grandes. Así, cuando terminaron con la copa del árbol, sólo quedaba el tronco central, y en poco tiempo más aquel poderoso roble yacía cuidadosamente cortado en el suelo. El sol ahora cubría el centro del parque, su sombra ya no existía, era como si no hubiera tardado medio siglo en crecer, como si nunca hubiera estado allí. Los vecinos preguntaron por qué los hombres se habían tomado tanto tiempo y trabajo para derribarlo. El más experimentado leñador explicó: – Cortando el árbol cerca del suelo, antes de quitar las ramas, se vuelve inconsolable y en su caída, puede quebrar los árboles más cercanos o producir otros destrozos. Es más fácil manejar un árbol cuando más pequeño se le hace. El inmenso árbol de la preocupación, que tantos años ha crecido en cada uno de nosotros, puede manejarse mejor si se lo hace lo más pequeño posible. Para lograrlo, es aconsejable podar, en principio, los pequeños obstáculos que nos impiden el disfrutar de cada día y así ir quitando el temor de que en el intento de librarnos de estos y mejorar, todo se derrumbe. En ese orden, quitando del comienzo los pequeños problemas, podemos, gradualmente, ir llegando al tronco principal de nuestras preocupaciones. Para cambiar hay que realizar una tarea a la vez, quitar las ramas de la preocupación de una en una, ocuparnos y no preocuparnos. Tal como indica la palabra. Reconocer nuestros errores y tener el valor para enfrentarlos, establecer las prioridades y los objetivos en la vida y mantener una verdadera
  • 16. 16 determinación para librarnos poco a poco de todo el peso que nos impide trabajar, crecer, disfrutar y vivir, transformando nuestras ansiedades, miedos y preocupaciones en coraje, esperanza y fe. EL ÁRBOL DE LOS DESEOS Cuentan que aconteció hace muchos, muchos años, que un peregrino, tras caminar durante infinitas jornadas bajo el implacable sol de la India, deseó en su corazón poder descansar a la sombra de un árbol que le diera cobijo. Y así fue que, de pronto, divisó a lo lejos un frondoso árbol solitario en medio de la planicie. Cubierto de sudor y tambaleándose sobre sus fatigados pies se encaminó alegremente hacía el árbol que hacia realidad su deseo. Al fin podré descansar, pensó; mientras se abría paso entre sus tupidas ramas que llegaban hasta el suelo ¿Qué más podría desear? Tendiéndose sobre la tierra en su refugio vegetal trató de conciliar el sueño, pero el suelo estaba duro y mientras más el peregrino trataba de ignorarlo y descansar, más duro le parecía el suelo sobre el que estaba. “Si al menos tuviera una cama”, pensó. Al momento surgió una imponente cama, con impolutas sábanas de seda, digna de un sultán. Brocados, lujosos tejidos de Samarcanda y las más suaves pieles cubrían el lecho. Y es que, sin saberlo, el peregrino había ido a sentarse bajo el mítico árbol de los deseos. Aquel árbol milagroso que es capaz de convertir en realidad cualquier deseo expresado bajo sus ramas. El hombre se acostó en el mullido lecho relajándose. “¡Qué a gusto me siento! Lástima del hambre que tengo”, pensó. Y ante él apareció una espléndida mesa cubierta con las más sabrosas de las comidas, con ricos y variados platos exquisitamente preparados y servidos en las más extravagantes de las vajillas. Sobre las más finas telas imbricadas de hilos preciosos se mezclaban oro, plata y finísimo cristal con las más exóticas frutas y lujuriosos postres. Todas estas maravillas tomaron forma ante sus asombrados ojos. Todo aquello con lo que siempre había soñado en las solitarias noches de su largo peregrinar estaba ahora ante él. El peregrino comía y comía con el temor de que tal prodigio desapareciera en el aire tan súbitamente como había aparecido. Pero, cuanto más comía, más comida aparecía. Y cada nuevo manjar era aún más sabroso y exquisito que el anterior. Finalmente dijo: – Ya no puedo más -y en ese mismo momento la mesa con todas sus maravillas se desvaneció en el aire. “Es maravilloso”, pensó, mientras un sentimiento de felicidad le embargaba. “No me moveré de aquí y seré por siempre feliz”. Pero, de pronto, una idea terrible surcó su mente: “Claro que esta planicie es famosa por sus feroces tigres. ¿Qué sucedería si un tigre me descubriese? Sería terrible morir, después de finalmente haber encontrado el árbol de la felicidad.”
  • 17. 17 Fue la milésima de una fracción de segundo, pero bastó. Cumpliendo su deseo, en aquel momento surgió de la nada un terrible tigre que lo devoró. Y así el árbol de la felicidad quedó solo de nuevo, y allí sigue esperando la llegada de un ser humano, de corazón completamente puro, donde no residan miedo, ni desconfianza, sino solo responsabilidad y conocimiento. LAS CUATRO ESPOSAS Había una vez un rey que tenía cuatro esposas. Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás y la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas. Sólo le daba lo mejor. También amaba mucho a su tercera esposa y siempre la exhibía en los reinos vecinos. Sin embargo temía que algún día ella se fuera con otro. También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema confiaba en ella para ayudarlo a salir de los tiempos difíciles. La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto las riquezas como el reino del monarca. Sin embargo el no amaba a su primera esposa y aunque ella lo amaba profundamente apenas él se fiaba en ella. Un día el rey enfermó y se dio cuenta que le quedaba poco tiempo. Pensó acerca de su vida de lujo, y caviló: “Ahora tengo cuatro esposas conmigo pero cuando muera, estaré solo”. Así que le preguntó a su cuarta esposa: – Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía? – ¡Ni pensarlo! -contestó la cuarta esposa y se alejó sin decir más palabras... Su respuesta penetró en su corazón como un cuchillo filoso El entristecido monarca le preguntó a su tercera esposa: – Te he amado toda mi vida y ahora que estoy muriendo… ¿Estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía? – ¡No! Contestó su tercera esposa. ¡La vida es demasiado buena! ¡Cuando mueras, pienso volverme a casar!... Su corazón experimentó una fuerte sacudida y se puso frío. Entonces preguntó a su segunda esposa: – Siempre he venido a ti por ayuda y siempre has estado allí para mí. Cuando muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía? – ¡Lo siento, no puedo ayudarte esta vez! Contestó la segunda esposa. Lo más que puedo hacer por ti es enterrarte! Su respuesta vino como un relámpago estruendoso que devastó al rey. Entonces escuchó una voz: – Me iré contigo y te seguiré doquiera tú vayas...
  • 18. 18 El rey dirigió la mirada en dirección de la voz y allí estaba su primera esposa. Se veía tan delgaducha, sufría de desnutrición. Profundamente afectado, el monarca dijo: ¡Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo! MORALEJA En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas: Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo... no importa cuánto tiempo y esfuerzo invirtamos en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando muramos. Nuestra tercera esposa son nuestras posiciones, condición social y riqueza… cuando muramos, irán a parar a otros Nuestra segunda esta es nuestra familia y amigos... no importa cuánto nos hayan sido de apoyo a nosotros aquí, lo más que podrán hacer es acompañarnos basta el sepulcro. Y nuestra primera esposa es nuestra alma, frecuentemente ignorada en la búsqueda de la fortuna, el poder y los placeres del ego. Sin embargo, nuestra alma es la única que nos acompañará adonde quiera que vayamos ¡Así que cultívala, fortalécela y cuídala ahora! Es el más grande regalo que puedes ofrecerle al mundo. EL VUELO DEL HALCÓN Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Unos meses después, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente pero que al otro no sabía qué le sucedía pues no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día en que llegó. El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Al día siguiente, por la ventana, el monarca pudo observar que el ave aún continuaba inmóvil. Entonces decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón A la mañana siguiente, vio al ave volando ágilmente por los jardines. El rey, sorprendido, pidió a su corte que le trajeran al autor de ese milagro. De esa manera, trajeron frente al monarca a un humilde campesino. El rey le preguntó: – ¿Tú hiciste al halcón volar? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago? Intimidado, el campesino le dijo al rey: – Fue fácil mi rey, sólo corté la rama y el halcón voló, se dio cuenta que tenía alas y se largó a volar. ¿Sabes que tienes alas? ¿Sabes que puedes volar? ¿A qué te estas agarrando? ¿De qué no te puedes soltar? ¿Qué estas esperando para volar? No puedes descubrir nuevos mares… a menos que tengas el coraje de volar.
  • 19. 19 Vivimos dentro de una zona de comodidad donde nos movemos, y creemos que eso es lo único que existe. Dentro de esa zona está todo lo que sabemos, y todo lo que creemos. Viven nuestros valores, nuestros miedos y nuestras limitaciones. En esa zona reina nuestro pasado y nuestra historia. Todo lo conocido, cotidiano y fácil. Es nuestra zona de confort y, por lo general, creemos que es nuestro único lugar y modo de vivir. Tenemos sueños, queremos resultados, buscamos oportunidades, pero no siempre estamos dispuestos a correr riesgos. No siempre estamos dispuestos a transitar caminos difíciles. Nos conformamos con lo que tenemos; creemos que es lo único y posible, y aprendemos a vivir desde la resignación. El liderazgo es la habilidad que podemos adquirir cuando aprendemos a ampliar nuestra zona de comodidad. Cuando estemos dispuestos correr riesgos, cuando a caminar en la cuerda floja, cuando estemos dispuestos a levantar la vara que mide nuestro potencial. Un verdadero líder tiene seguridad en si mismo para permanecer solo; coraje, para tomar decisiones difíciles; audacia, para transitar hacia lo nuevo con pasión, y ternura suficiente para escuchar las necesidades de los demás. El hombre no busca ser un líder. Se convierte en líder por la calidad de sus acciones y la integridad de sus intentos. Los líderes son como las águilas: no vuelan en bandadas… Los encuentras cada tanto y volando solos. Nadie vendrá a rescatarte, nadie cortará tu rama. Tú eres el mago. Tu futuro está en tus manos. Solo necesitas comenzar... Entonces... ¿qué es tener éxito? Es comenzar por tener un sueño. Es comprometerte con tus sueños. Es tener confianza en ti. Es algo que no aparece por casualidad Es aceptar lo que no se puede cambiar. Es saber cambiar a tiempo. Es saber que lo único permanente es el cambio. Es saber y poder delegar en los demás, parte de tu tarea. Es volver a empezar. Es reconocerte en tus logros. Es saber disfrutar de tus logros. Es reconocer que te equivocaste y pedir perdón. Es reconocer que detrás de cada acierto, puede haber varios fracasos. Es enamorarte de lo que haces. Es no postergar y hacer algo ahora. Es darte cuenta de que estás eligiendo a cada momento. Es reconocer tus propias debilidades y fortalezas. Es no parar jamás, hasta conseguir tus sueños. Es saber con que fin hacemos las cosas. Es no mirar hacia atrás.
  • 20. 20 Es actuar con entusiasmo. Es transitar por caminos desconocidos. Es probar hacer algo que nunca hiciste. Es saber que no estamos solos. Es no rendirse jamás.. Es rendirse ante lo que no se puede cambiar Es disfrutar de cada momento. Es tener tiempo libre y disfrutarlo. Es tener metas claras. Es tener perseverancia para alcanzar tus sueños. Es estar preparado para ver la oportunidad. Es tener una actitud positiva. Es desarrollar la creatividad. Es utilizar la imaginación. Es volver a empezar, sin darse por vencido. Es hacer las cosas lo mejor posible, pero hacerlas. Es actuar como si ya hubieras logrado tus metas. Es tener claridad en el propósito. Es no hacerse problema por las cosas pequeñas. Es dejar una huella para que otros puedan seguir. Es arriesgar. ¿Te atreves? LA PUERTA NEGRA Érase una vez en el país de las mil y una noches. En este país había un rey que era muy polémico por sus acciones, tomaba prisioneros de guerra y los llevaba a una enorme sala. Los prisioneros eran colocados en grandes hileras en el centro de la sala y el gritaba diciéndoles: – ¡Les voy a dar una oportunidad! Miren el rincón del lado derecho de la sala... Al hacer esto, los prisioneros veían a algunos soldados armados con arcos y flechas, listos para cualquier acción. – Ahora, -continuaba el rey- miren hacia el rincón del lado izquierdo... Al hacer esto, todos los prisioneros notaban que había una horrible y grotesca puerta negra, de aspecto dantesco. Cráneos humanos servían como decoración y el picaporte para abrirla era la mano de un cadáver..... En verdad, algo verdaderamente horrible solo de imaginar, mucho más para ver. El rey se colocaba en el centro de la sala y gritaba: – Ahora escojan, ¿qué es lo que ustedes quieren? ¿Morir clavados por flechas o abrir rápidamente aquella puerta negra mientras los dejo encerrados allí? Ahora decidan, tienen libre albedrío, escojan... Todos los prisioneros tenían el mismo comportamiento: a la hora de tomar la decisión, ellos llegaban cerca de la horrorosa puerta negra de más de cuatro metros de altura, miraban los cadáveres, la sangre humana y los esqueletos con leyendas escritas del tipo: "viva la muerte" y decidían: – Prefiero morir flechado...
  • 21. 21 Uno a uno, todos actuaban de la misma forma, miraban la puerta negra y a los arqueros de la muerte y decían al rey: – Prefiero ser atravesado por flechas a abrir esa puerta y quedarme encerrado. Millares optaron por lo que estaban viendo: la muerte por las flechas. Un día, la guerra terminó y pasado el tiempo, uno de los soldados del "pelotón de flechas" estaba barriendo la enorme sala cuando apareció el rey. El soldado con toda reverencia y un poco temeroso, preguntó: –Sabe, gran rey, yo siempre tuve una curiosidad, no se enfade con mi pregunta, pero... ¿qué es lo que hay detrás de aquella puerta negra? El rey respondió... – ¿Recuerdas que a los prisioneros siempre les di la opción de escoger? Pues bien... ve y abre esa puerta negra. El soldado, temeroso, abrió cautelosamente la puerta y sintió un rayo puro de sol besar el suelo de la enorme sala, abrió un poco más la puerta y más luz y un delicioso aroma a verde llenó del lugar. El soldado notó que la puerta negra daba a un campo que apuntaba a un gran camino. Fue ahí que el soldado se dio cuenta de que la puerta negra llevaba hacia la Libertad... Todos tenemos una puerta negra dentro de nuestra mente. Para algunos, la puerta negra es el miedo a lo desconocido, para otros, es una persona difícil, tal vez para otros es una frustración, ya sea miedo a relacionarse o miedo a ser rechazado, miedo a innovar o miedo a cambiar, miedo a volar más alto... Para algunos la puerta negra es la inseguridad porque la falta de preparación lo atemoriza, o una traba imaginaria que la inseguridad de la vida fabricó durante su educación o su crianza. Pero si tú puedes perder, también puedes vencer. Si das un paso más allá del miedo, vas a encontrar un rayo de sol entrando en tu vida... ¡Abre esa puerta negra y deja que el sol te inunde! ACCIÓN DIARIA Allí donde terminaba el pueblo había un barranco, una especie de arroyo seco que ya había dejado de ser útil por un nuevo canal que se construyó por otro lado del pueblo. Pero este barranco era muy importante para la comunidad porque más allá del arroyo seco había unos increíbles prados y una hermosa cascada que la gente visitaba con mucha frecuencia, pero para hacerlo antes debía sortear obstáculos. Primero bajar trabajosamente y luego subir una muy empinada cuesta para poder disfrutar de todas las bellezas que había del otro lado. El hombre más sabio del lugar se acercaba al borde del barranco y desde el mismo sitio todos los días arrojaba al fondo del mismo, piedras y guijarros que juntaba en las cercanías. Su pequeño nieto; que muchas veces lo acompañaba al lugar, le preguntó: – ¿Para qué haces eso abuelo? -y el anciano sabio le respondió:
  • 22. 22 – Es mi aporte para reducir el abismo que nos separa de los prados y de las cascadas y que tanto deseamos ver. Si todos hacemos lo mismo, y si en el futuro tus hijos y tus nietos también lo hacen, alguna vez el barranco quedará cubierto y los hombres podrán disfrutar sin fatigas de lo que ahora nosotros debemos subir para gozar. Mis piedras son pequeñas ya que no puedo cargar las más grandes, pero gracias a ellas las cascadas y los prados están cada día más cerca. SIN PERCEPCIÓN CORRECTA, NO HAY JUICIO CORRECTO Un jinete vio que un escorpión venenoso se introducía por la garganta de un hombre que dormía tumbado en el camino El jinete bajó de su cabalgadura y con el látigo despertó al hombre dormido a la vez que le obligaba a comer unos excrementos que había en el suelo. Mientras, el hombre chillaba de dolor y asco: – ¿Por qué me haces esto? ¿Qué te he hecho yo? El jinete continuaba azotándolo y obligándole a comer los excrementos. Instantes después, aquel hombre vomitó arrojando el contenido del estómago con el escorpión incluido. Comprendiendo lo ocurrido, agradeció al jinete el haberle salvado la vida, y después de besarle la mano insistió en entregarle una humilde sortija como muestra de gratitud. Al despedirse le preguntó: – Pero ¿por qué sencillamente no me despertaste? ¿Por qué razón tuviste que usar el látigo? – Había que actuar rápidamente -respondió el jinete-. Si sólo te hubiera despertado, no me habrías creído, te habrías paralizado por el miedo o habrías escapado. Además, de modo alguno hubieses tomado los excrementos, y el dolor de los azotes provocaba que te convulsionases, evitando que el escorpión te picara. Dicho lo cual, partió al galope hacia su destino. No lejos de allí, dos hombres de una aldea vecina habían sido testigos del episodio. Cuando regresaron junto a sus paisanos, narraron lo siguiente: – Amigos, hemos sido testigos de unos hechos muy tristes que revelan la maldad de algunos hombres. Un pobre labrador dormía plácidamente la siesta a la vera de un camino cuando un orgulloso jinete entendió que obstaculizaba su paso. Se bajó de su caballo y con el látigo comenzó a azotarlo por tan mínima falta. No contento con eso, le obligó comer excrementos hasta que vomitara, le exigió que le besara la mano y además le robó una sortija. Pero os preocupéis, a la vuelta de un recodo hemos esperado al arrogante jinete y le hemos propinado una buena paliza por su deplorable acción. OBSTÁCULOS EN EL CAMINO Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Luego se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda piedra. Algunos simplemente la rodearon. Muchos culparon a la autoridad por no mantener los caminos despejados, pero ninguno de ellos hizo nada para sacar la piedra del camino.
  • 23. 23 Un vecino del pueblo que vivía en el sitio más descampado, pasaba por allí exhausto con un fardo de leña sobre sus hombros y la vio. Se detuvo, luego se aproximó a ella, puso su carga en el piso trabajosamente y trató de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y empujar hasta llegar a fatigarse mucho, con gran esfuerzo, lo logró. Mientras recogía su fardo de leña, vio una pequeña bolsita en el suelo, justamente donde antes había estado la roca. La bolsita contenía muchas monedas de oro y una nota para la persona que removiera la roca como recompensa por despejar el camino. El campesino aprendió ese día que cada obstáculo puede estar disfrazando una oportunidad tanto para ayudar a los demás como para ayudarse a si mismo. TU PROPIO JUCIO A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un anciano que se encuentra descansando: – ¿Qué clase de personas viven aquí? El anciano le pregunta: – ¿Qué clase de gente había en el lugar de donde tú vienes? – Un montón de gente egoísta y mal intencionada -replicó el joven-. Estoy encantado de haberme ido de allí. A lo cual el anciano comentó: – Lo mismo habrás de encontrar aquí. Ese mismo día otro joven se acercó a beber agua al oasis y viendo al anciano preguntó: – ¿Qué clase de personas viven en este lugar? El viejo respondió con la misma pregunta: – ¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes? – Un magnífico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias; me duele mucho haberlos dejado. – Lo mismo encontrarás aquí, -respondió el anciano. Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al viejo: – ¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta? A lo cual el viejo contestó: – Cada uno de nosotros sólo puede ver lo que lleva en su corazón. Aquel que no encuentra nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí ni en ninguna otra parte. Si te sientes dolorido por alguna causa externa, no es eso lo que te perturba, sino tu propio juicio sobre ella.
  • 24. 24 EL VIOLÍN El subastador pensó que perdía su tiempo mostrando ese viejo violín estropeado y arañado, pero aún así, lo mostró. – ¿Cuánto ofrecen, buena gente? -gritó. – ¿Quién hará la primera oferta? – ¡Un dólar, un dólar! -entonces... – ¡Dos! ¿Sólo dos? – ¡Dos dólares! – ¿Hay alguien que de tres? – ¡Tres dólares! ... – ¡Tres dólares la una! ¡Tres dólares...a las dos! Que se va por tres... pero… –¡No! Un hombre canoso se puso de pie, llegó adelante y tomó en sus manos el arco. Limpiando el polvo del viejo violín armonizó sus cuerdas y tocó una melodía muy tierna. Al cesar la música el subastador dijo, en voz muy baja y más bien para sí: – ¡Cuánto daría yo por tener este viejo violín! -y tomándolo con más cariño lo volvió a levantar: – ¡Cien dólares! – ¿Y quién da doscientos? – ¡Doscientos! – ¿Y quién da trescientos? – ¡Trescientos! – ¡Trescientos, a la una! ¡Trescientos a las dos! ¡Y se va y se fue! -exclamó. Algunos lloraban y los demás aplaudían... “No podemos comprender”, se decían, “¿Qué cambió su valor?” Alguien dijo por allí que fue el toque de la mano de un maestro. Muchas personas sienten que sus vidas están fuera de tono. No saben cómo aprovechar todos los recursos y talentos de que disponen. No saben cómo convertir sus excusas en razones. No pueden ver las oportunidades que existen dentro de las crisis. No le encuentran sentido a lo que hacen. No saben como ponerse en acción... y a similitud del viejo violín se "subastan baratamente" a la multitud siguiendo el viaje de la vida como un juego que no requiere pensar.... Pero un día cuando están preparados el maestro aparece. La gente no comprende cómo él puede encontrar tanto valor en algo que ellos no pueden. El secreto del Maestro es mirar más allá de las apariencias y conectarse con la verdad de alma de las cosas. “La diferencia entre lo que hacemos y lo que somos capaces de hacer resolvería los problemas más grandes que hay en el mundo.”
  • 25. 25 LA ROSA ROJA Y EL SAPO Había una vez una rosa roja muy bella que se sentía de maravilla al saber que era la rosa más bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la admiraba de lejos ya que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a mirarla de cerca. Indignada ante lo descubierto le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo, muy obediente, dijo: – Está bien, si así lo quieres... Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al verla totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Le dijo entonces: – Vaya que te ves mal ¿Qué te pasó? La rosa contestó: –Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual. El sapo sólo contestó: – Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín. Muchas veces desprecios a los demás por creer que somos más que ellos, más bellos o simplemente que no nos "sirven" para nada. ¿HONESTIDAD O HIPOCRESÍA? En el reino de Ts'u vivía un joven llamado Honesto. Su padre robó una oveja, así que él fue a informar de ello al magistrado, que hizo arrestar al culpable y castigarlo. El joven Honesto pidió que se le permitiera sufrir la pena en lugar de su padre. Cuando ya iba a cumplirla, le dijo al oficial: – ¿Acaso no fui honesto cuando mi padre robó una oveja y yo denuncié el robo? ¿Acaso no actué como un hijo que honraba a su padre cuando él iba a ser castigado y yo me ofrecí a reemplazarlo? Si castigáis a los honestos, a los que demuestran amor filial, ¿quién habrá en todo el reino que no merezca castigo? Ante estas palabras, el magistrado liberó al joven. ¡Qué extraño que un hombre venda el buen nombre de su padre para hacerse reputación de honesto! Si eso es honestidad, mejor sería ser deshonesto. Debemos amar la verdad, pero sin buscar beneficios espurios. Glorificar nuestra devoción por una verdad abstracta no es un propósito noble. COMO PAPEL ARRUGADO Mi carácter impulsivo, cuando era niño, me hacía reventar en cólera a la menor provocación. La mayor parte de las veces, después de uno de estos incidentes, me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.
  • 26. 26 Un día mi maestro, que me vio dando excusas después de una explosión de ira, me llevó al salón y me entregó una hoja de papel lisa y me dijo: ¡estrújalo! Asombrado, obedecí e hice con él una bolita. – Ahora -volvió a decirme- déjalo como estaba antes. Por supuesto que no pude dejarlo como estaba. Por más que traté, el papel quedó lleno de pliegues y arrugas. – El corazón de las personas -me dijo el maestro- es como un papel. La impresión que dejamos en ellos será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues. Aprendí a ser más compresivo y más paciente; cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado. La impresión que dejamos en los demás es difícil de borrar más cuando lastimamos con nuestras reacciones o con nuestras palabras. Luego queremos enmendar el error, pero ya es tarde. Alguien dijo una vez: “Habla cuando tus palabras sean tan suaves como el silencio”. Por impulso no nos controlamos y sin pensar arrojamos en la cara del otro palabras llenas de odio y rencor, y luego, cuando pensamos en ello, nos arrepentimos. Pero no podemos dar marcha atrás y no podemos borrar lo que quedó grabado, Muchas personas dicen: Aunque le duela se lo voy decir..., la verdad siempre duele… No le gustó porque le dije la verdad..., etc. Si por un instante imagináramos cómo podríamos sentirnos nosotros si alguien nos hablara o actuara así... ¿lo haríamos? Otras personas dicen ser frontales y de esa manera se justifican al lastimar: Se lo dije al fin... para qué le voy a mentir..., yo siempre digo la verdad aunque duela... Qué distinto sería todo si pensáramos antes de actuar, si frente a nosotros estuviéramos solo nosotros y todo lo que sale de nosotros lo recibiéramos nosotros mismos ¿no? Entonces sí que nos esforzaríamos por dar lo mejor y por analizar la calidad de lo que vamos a entregar. Recuerda: Lo que de tu boca sale, del corazón procede. Aprendamos a ser comprensivos y pacientes. Pensemos antes de hablar y de actuar. MANOS Durante el siglo XV, en pequeña aldea cercana a Nuremberg, vivía una familia con 18 niños. Para poder poner pan en la mesa para tal prole, el padre y jefe de familia trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de oro, y en cualquier otra cosa que se presentara. A pesar de las condiciones tan pobres en que vivían, dos de los hijos de Albrecht Durer tenía un sueño. Ambos querían desarrollar su talento para el arte, pero bien sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la Academia. Después de muchas noches de conversaciones calladas entre los dos, llegaron a un acuerdo. Lanzarían al aire una moneda. El perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara. Al terminar sus estudios, el ganador pagaría entonces los estudios al que quedara en casa, con las ventas de sus obras, o como fuera necesario.
  • 27. 27 Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la Iglesia. Albrecht Durer ganó y se fue a estudiar a Nuremberg. Albert comenzó entonces el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció por los próximos cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una sensación en la Academia. Los grabados de Albrecht, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación, ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su arte. Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durer se reunió para dar una cena festiva en su honor. Al finalizar la memorable velada, Albrecht se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado para hacer sus estudios una realidad. Sus palabras finales fueron: – Ahora, Albert hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir tú a Nuremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de ti. - Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba Albert, quien tenía el rostro empapado en lágrimas, y movía de lado a lado la cabeza mientras murmuraba una y otra vez: “No... No... No...” Finalmente, Albert se puso de pie y secó sus lágrimas. Miró por un momento a cada uno de aquellos seres queridos y se dirigió a su hermano, y poniendo su mano en la mejilla de aquel le dijo suavemente: – No, hermano, no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde para mí. Mira lo que cuatro años de trabajo en las minas han hecho a mis manos. Cada hueso de mis manos se ha roto al menos una vez, y últimamente la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis... Mucho menos podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino y no podría manejar la pluma ni el pincel. No hermano... para mí ya es tarde. Más de 450 años han pasado desde ese día. Hoy en día los grabados, óleos, acuarelas, tallas y demás obras de Albrecht Durer pueden ser vistos en museos alrededor de todo el mundo. Pero seguramente usted, como la mayoría de las personas, solo recuerde uno. Lo que es más, seguramente hasta tenga uno en su oficina o en su casa. Un día, para rendir homenaje al sacrificio de su hermano Albert, Albrecht Durer dibujó las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta poderosa obra simplemente "Manos", pero el mundo entero abrió de inmediato su corazón a su obra de arte y se le cambió el nombre a la obra por el de "Manos que oran". La próxima vez que veas una copia de esta creación, mírala bien. Permite que sirva de recordatorio, si es que lo necesitas, de que nadie, nunca triunfa solo. EL ENEMIGO INVENSIBLE Érase una vez un castillo abandonado. Antigua morada de grandes y generosos reyes. Estaba casi derruido, la humedad hacía que las piedras de los muros brillaran ante la tenue luz de algunas antorchas. En una parte recóndita de aquella fortificación prácticamente arruinada, estaba la habitación del príncipe, asegurada dentro de la roca misma de la montaña que le servía de cimientos. Y ahí estaba él, mordisqueando sus furias y
  • 28. 28 resentimientos. El rostro que alguna vez había sido bello estaba lleno de cicatrices, y la crueldad de aquellos ojos era rivalizada únicamente por una sonrisa que le daba ese aspecto tan feroz como nocturno. El soberano esperaba impaciente la llegada del prisionero. Había sido una larga cacería. Toda la astucia del príncipe (que no era poca) fue necesaria para atrapar a su odiado disidente. Las frenéticas tropas habían acosado a su objetivo desde tiempos que ya no podía ni siquiera recordar. Sin embargo su adversario parecía invencible. De todos los obstáculos que hábilmente le había colocado salía siempre librado misteriosamente. La corte entera esperaba la acariciada promesa de aquel mercenario: “Yo lo mataré”. Junto al príncipe merodeaban nerviosos guerreros de un aspecto estremecedor. En una esquina, se encontraba un personaje con un martillo. Sus golpes eran contundentes, tenía una fuerza portentosa. Sus sorpresivos ataques eran de una efectividad sorprendente, particularmente ante oponentes de corazón débil. Él había tratado de aniquilar una y otra vez al enemigo del príncipe, pero su martillo y sus ataques sorpresivos mellaban las fuerzas del contrincante, pero no le destruían. Mientras el guerrero del martillo daba vueltas por la habitación del príncipe, otro mercenario más temible observaba sus manos, perfectamente cuidadas. Nadie podría creer que era un guerrero, y en eso estaba fuerza. Su rostro femenino, las maneras dóciles, un lenguaje sutil y penetrante eran suficientes para que sus contrincantes quedaran rendidos a sus perfumados encantos. Sin embargo, aquel rostro bello y atrayente había un corazón podrido. Había muchos otros servidores y combatientes que también habían intentado destruir al enemigo del príncipe. Estaba el gigante de piedra que aplastaba cualquier cosa a su paso, la mujer de hielo que congelaba cuanto tocaba, la mendigante que robaba todos los recursos materiales de sus enemigos y los dejaba sin medios para combatir. También estaba la peste, que a los corazones curtidos acababa haciéndolos caer en la desesperación. Y a pesar de tan feroces adversarios, el enemigo del príncipe siempre había salido airoso de todos los combates. Maltrecho, herido, lastimado en lo más profundo, pero vivo, y es que bastaba con que quedara un pequeñísimo aliento vida para que volviera a crecer y, peor aún, a fortalecerse. Todos los intentos habían sido vanos, hasta que llegó un nuevo mercenario de una región alejada. Cuando lo vieron entrar a la corte del príncipe todos se burlaron de él. Su aspecto no tenía nada temible. Parecía un campesino común y corriente. Pasaba desapercibido por donde merodeaba. Aquel aspecto ordinario era su escudo, más efectivo que uno de hierro forjado. Cuando se presentó al príncipe prometiendo que mataría al enemigo todos rieron con excéntricas carcajadas. Sin embargo, nadie rió cuando extendió su mano y mostró unos pequeñísimos alfileres. El guante que protegía las manos de aquel mercenario de aspecto vulgar contenía miles de millones de diminutos alfileres. Al instante los arrojó hacia uno de los soldados de la corte. Nadie vio aquellas insignificantes agujas volar por el aire. Ninguno vio tampoco cómo penetraron la armadura del soldado. Ni siquiera la víctima sintió cómo se clavaron aquellas puntas afiladas en su carne. El personaje dijo al príncipe: No tengo prisa. Puedo matar a tu
  • 29. 29 enemigo como ya he matado a tu soldado. Lo ves de pie, y no siente nada. Volveré en seis meses y me dirás si crees que puedo aniquilar a tu adversario. Y, efectivamente, pasaron seis meses. El soldado comenzó a sangrar a las pocas semanas. Eran gotas imperceptibles. Las puntas de los alfileres se habían clavado en su carne creando millones de heridas imperceptibles, tan menudas que era imposible verlas y por tanto, curarlas. El soldado sufrió una agonía, aunque indolora. Simplemente moría un poco cada segundo. Hasta que un día, sin que nadie pudiera evitarlo, el soldado cayó muerto ante el irremediable mal que el mercenario había arrojado sobre él. El príncipe, con mueca maligna, esperaba ansioso la llegada del cautivo. Su perenne enemigo había caído en su trampa, creyendo que aún estando preso nada podrían contra él. Muy equivocado meditó el príncipe. Las horas de espera fueron largas y llenas de agitación. El mismo aire escapaba de los pulmones del soberano que esperaba ansioso la llegada del cautivo. De pronto, se abrieron las puertas del recinto y los soldados arrojaron al centro de la piara una figura de deslumbrante belleza. Ni siquiera los golpes brutales habían podido empañar aquel rostro resplandeciente. No era esa belleza lo que enervaba al príncipe, era aquel poder que tenía de rejuvenecer a quien tocara, de llenar de esperanza el corazón que acariciara. El soberano del castillo detestaba profundamente el brillo que aquel enemigo imprimía en aquellos a los que se acercaban. El príncipe se puso de pie y se acercó al prisionero macilento. Sin tocarlo (no podría soportarlo) le habló muy cerca del oído. – Te has burlado de mí. Me has humillado, has hecho lo que has querido en lo que me pertenece. Has resistido todos mis ataques. El Mal Carácter, con su martillo te debilitó, pero seguiste en pie. La Ambición con su belleza sensual te arrebató pero no te mató. Y lo mismo ocurrió con la Enfermedad, la Pobreza, y con todos mis aliados. El príncipe sonrió malévolo mientras caminaba en círculos contra su contrincante, paladeando el momento de su triunfo. – Creíste que todo lo podías... Mmm... Amor... Amor... -repitió el príncipe diciendo aquel nombre casi con asco- ¿Quién te crees tú que eres? ¿De dónde has salido? ¿Por qué osas meterte en mis dominios? ¿No sabes que tengo poder en toda la tierra? ¿No sabes que soy más astuto, más viejo, más inteligente y más poderoso que tus seres humanos, a los que tanto cuidas? Amor... Qué nombre tan repugnante. "Nada puede contra el amor" -dijo el príncipe con expresión burlona- "El amor lo puede todo, el amor rompe barreras". iBasura! -la expresión del príncipe se volvió rabiosa y atroz y mientras hablaba sus manos temblaban de la ansiedad con las que las pronunciaba. Este es mi tiempo, mi momento, mi mundo... El príncipe se desplomó pesadamente en su trono. – Pero ha llegado tu fin. ¡Traigan al mercenario! Las órdenes fueron cumplidas de inmediato, y ahí apareció la ordinaria figura del interesado. Caminó hasta donde estaba el amor. Con rostro flemático le observó. El príncipe dijo entonces: ¡Hazlo! El guerrero de aspecto normal metió su mano enguantada en una bolsa y extrajo una miríada de sus artefactos mortales. Hizo el ademán necesario para arrojarlo cuando el príncipe interrumpió la ejecución.
  • 30. 30 – ¡Espera! Antes de que lo hagas... ¿Cuál es tu nombre? El combatiente ordinario solo pronunció dos palabras: – La rutina. ANÉCDOTAS DE UNA TAZA Se cuenta que una vez, en Inglaterra, existía una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Una de sus tiendas favoritas era una en donde vendían vajillas antiguas. En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita. – ¿Me permite ver esa taza? -preguntó la Señora-. Nunca he visto nada tan fino como eso! En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar y le comentó: – Usted no entiende. Yo no siempre he sido esta taza que usted está sosteniendo. Hace mucho tiempo yo solo era un montón de barro amorfo. Mi creador me tomó entre sus manos y me golpeó y me amoldó cariñosamente. Llegó un momento en que me desesperé y le grité: “¡Por favor, ya déjame en Paz!”, pero solo me sonrió y me dijo: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo”. Después me puso en un horno. ¡Yo nunca había sentido tanto calor! Me pregunté por qué mi creador quería quemarme, así que toqué la puerta del horno. A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi creador que me decían: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo”. Finalmente se abría la puerta. Mi creador me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara. “Así está mucho mejor”, me dije a mí misma, pero apenas me había refrescado cuando mi creador ya me estaba cepillándome y pintándome. ¡El olor de la pintura era horrible! Sentía que me ahogaría. “¡Por favor detente!” le gritaba yo a mi creador, pero él solo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y decía: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo”. Al fin dejó de pintarme; pero esta vez me tomó y me metió nuevamente a otro horno. No era un horno como el primero, sino que era mucho más caliente. ¡Ahora si estaba segura que me sofocaría! Le rogué y le imploré que me sacara. Grité, lloré, pero mi creador solo me miraba diciendo "Aguanta un poco más, todavía no es tiempo". En ese momento me di cuenta que no había esperanza. ¡Nunca lograría sobrevivir a ese horno! Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se abrió la puerta y mi creador me tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era aún más alta que la primera. Allí me dejó un momento para que me refrescara. Después de una hora de haber salido del segundo horno, me dio un espejo y me dijo: “¡Mírate! Esta eres tú”. ¡Yo no podía creerlo! ¡Esa no podía ser yo! Lo que veía era hermoso. Mi creador nuevamente me dijo: “Yo sé que te dolió haber sido golpeada y amoldada por mis manos, pero si te hubiera dejado como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en el primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras estrellado. También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte pintado tu vida no tendría color. Y si yo no te hubiera puesto en ese segundo horno, no hubieras sobrevivido mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras. ¡Ahora tú eres un producto terminado! ¡Eres lo que yo tenía en mente cuando te comencé a formar!” Igual pasa con nosotros. No hay situación que no podamos soportar. Las adversidades son el artesano y nosotros somos el barro. Las dificultades están allí para amoldarnos y nos dan forma para que lleguemos a ser una pieza perfecta.
  • 31. 31 EL ANILLO – Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más? El maestro, sin mirarlo, le dijo: – Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... -y haciendo una pausa agregó:- Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar. – Encantado, maestro- titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas. – Bien, -asintió el maestro. Se quitó el anillo en el dedo pequeño, y dándoselo al muchacho, agregó:- Toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta a la cara y solo un viejito fue tan amable como para explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien personas, abatido por su fracaso montó su caballo y regresó. ¡Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la habitación. –Maestro- dijo - lo siento, no se puede conseguir lo que me pidió. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto al valor del anillo. ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: – Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo dar más de 58 monedas de oro por su anillo. – ¡¡¡58 MONEDAS!!! -exclamó el joven.
  • 32. 32 – Sí -replicó el joyero-, yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... si la venta es urgente... El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido. – Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo. – Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Qué haces pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño. Todos somos como esta joya, valiosos y únicos, y andamos por los mercados de la vida pretendiendo que gente inexperta nos valore. MAESTRA… ¿QUÉ ES EL AMOR? En una de las salas de un colegio había varios niños. Uno de ellos preguntó: “Maestra... ¿qué es el amor?”. La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más despertase en ellos el sentimiento del amor. Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo: – Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo. El primer alumno respondió: – Yo traje esta flor ¿no es linda? Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo: – Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas: la voy a colocar en mi colección. El tercer alumno completó: – Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido. ¿No es gracioso? Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio. Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido quieta durante todo el tiempo. Se sentía como avergonzada por no haber traído nada. La maestra se dirigió a ella y le preguntó: – Muy bien, ¿y tú? ¿No has encontrado nada? La criatura, tímidamente, respondió: – Disculpe, maestra. Vi la flor y sentí su perfume y pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma por más tiempo. Vi también la mariposa, suave, colorida, pero parecía tan feliz que no tuve el coraje de aprisionarla. Vi también el pichoncito caído entre las hojas, pero... al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido. Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la mariposa y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo mostrar lo que traje?
  • 33. 33 La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la única que logró percibir que sólo podemos traer el amor en el corazón. LAS RANAS Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo. Cuando vieron cuán hondo este era, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas. Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles. Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió, se desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible. Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de sufrir y que simplemente, se dispusiera a morir, ya que no tenía caso seguir luchando. Pero la rana saltó cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo. Cuando salió, las otras ranas le dijeron: nos da gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritábamos. La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más y salir del hoyo. Moralejas: La palabra tiene poder de vida y muerte. Una palabra de aliento compartida con alguien que se siente desanimado puede ayudar a levantarlo al finalizar el día. Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado puede ser que acabe por destruirlo. Tengamos cuidado con lo que decimos. Una persona especial es la que se da tiempo para animar a otros. En la NASA hay un póster muy lindo de una abeja, el cual dice así: “Aerodinámicamente el cuerpo de una abeja no está hecho para volar, lo bueno es que la abeja no lo sabe…” LAS DUDAS Un pobre hombre que vivía en la miseria y mendigaba de puerta en puerta, observó un carro de oro que entraba en el pueblo llevando a un rey sonriente y radiante. El pobre se dijo de inmediato: “Se ha acabado mi sufrimiento, se ha acabado mi vida de pobre. Este rey de rostro dorado ha venido aquí por mí, lo sé. Me cubrirá de migajas de su riqueza y viviré tranquilo". En efecto, el rey, como si hubiese venido para ver al pobre hombre, hizo detener el carro a su lado.
  • 34. 34 El mendigo, que se había postrado en el suelo, se levantó y miró al rey, convencido de que había llegado la hora de su suerte. Entonces, de repente, el rey extendió la mano hacia el pobre y le dijo: – ¿Qué tienes para darme? -y el pobre, muy sorprendido y muy desilusionado, no supo que decir. “¿Es un juego -se preguntó- lo que el rey me propone? ¿Se burla de mí? ¿Es un nuevo pesar?" Entonces, al ver la persistente sonrisa del rey, su luminosa mirada y su mano tendida, el pobre metió la mano en su alforja, que contenía unos puñados de arroz. Cogió un grano de arroz, y se lo dio al rey, que le dio las gracias y se fue enseguida llevado por unos caballos sorprendentemente rápidos. Al final del día, al vaciar su alforja, el pobre encontró un grano de oro. Entonces se puso a llorar diciendo: – ¿Por qué no le habré dado todo mi arroz? LOS DIENTES DEL SULTÁN En un país muy lejano, al oriente del gran desierto vivía un viejo Sultán, dueño de una inmensa fortuna. El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño. – ¡Qué desgracia mi Señor! -Exclamó el Sabio-. Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad. – ¡Qué insolencia! -gritó el Sultán enfurecido-. ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero. Más tarde, ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: – ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes. Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando este salía del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado: – ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer Sabio. No entiendo porqué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos con cien monedas de oro. – Recuerda bien amigo mío, -respondió el segundo Sabio- que todo depende de la forma en que se dicen las cosas... La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la enchapamos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado... No olvides mi
  • 35. 35 querido amigo, -continuó el sabio- que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista, que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad, o la optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad. De "Las Mil y una noches" (Literatura Popular Árabe) ¿SABES CUÁNTO VALES? Alfredo, con el rostro abatido de pesar, se reúne con su amiga Marisa en un bar a tomar un café. Deprimido, descargó en ella sus angustias. Que el trabajo… Que el dinero… Que la relación con su pareja… Que su vocación... Todo parecía estar mal en su vida. Marisa introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 100 pesos y le dijo: – Alfredo, ¿quieres este billete? Él, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo: – Claro Marisa... son 100 pesos, ¿quién no los querría? Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeño rollo. Mostrando la estrujada pelotita verde a Alfredo volvió a preguntarle: – Y ahora… ¿Igual lo quieres? – Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 100 pesos… ¡Claro que los tomaré si me los entregas! Entonces Marisa desdobló el arrugado billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado. – ¿Lo sigues queriendo? – Mira Marisa, sigo sin entender qué pretendes, pero ese es un billete de 100 pesos y mientras no lo rompas conserva su valor... – Entonces, Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee SIGUES siendo tan valioso como siempre lo has sido... lo que debes preguntarte es CUÁNTO VALES en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado. Alfredo quedó mirando a Marisa sin atinar con palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro. Marisa puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó: – Toma, guárdalo para que te acuerdes de esto cuando te sientas mal... Pero me debes un billete NUEVO de 100 pesos para poder usar con el próximo que lo necesite. Le dio un beso en la mejilla a Alfredo, quien aún no había pronunciado palabra, y levantándose de su silla se alejó con rumbo a la puerta. Alfredo volvió a mirar el billete, sondó, lo guardó en su billetera y dotado de una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta... ¿Cuántas veces dudamos de nuestro propio valor, de que realmente MERECEMOS MÁS y que PODEMOS CONSEGUIRLO si nos lo proponemos?
  • 36. 36 Claro que el mero propósito no alcanza... Se requiere de la ACCIÓN para logro los beneficios. TAZÓN DE MADERA El viejo se fue a vivir con su hijo, se nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asueto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y su esposa se cansaron de la situación... – Tenemos que haces algo con el abuelo, -dijo el hijo-. Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo. Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera. De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida. El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde, antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: ¿Qué estás haciendo? Con la misma dulzura el niño le contestó: – Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos. Sonrió y siguió con su tarea. Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer. Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel. Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de su hijo. Seamos instructores sabios y modelos a seguir. He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo. La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca cómo los hiciste sentir
  • 37. 37 LIBERTAD PARA ELEGIR Era un profesor comprometido y estricto, conocido también por sus alumnos como hombre justo y comprensivo... Al terminar la clase ese día de verano, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiance le dijo: – Profesor, lo que me alegra de haber terminado la clase es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburridora. El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado. El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó: – Cuándo alguien te ofrece algo que no quieres, ¿lo recibes? El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta. – Por supuesto que no, contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho. – Bueno, -prosiguió el profesor- cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar. – No entiendo a qué se refiere -dijo el alumno, confundido. – Muy sencillo, -replicó el profesor-. Tú me estás ofreciendo rabia y desprecio y si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tú regalo, y yo, mi amigo, en verdad, prefiero obsequiarme mi propia serenidad. Muchacho, -concluyó el profesor en tono gentil- tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa. Yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón pero de mí depende lo que yo cargo en el mío. Cada día, en todo momento, tú puedes escoger qué emociones o sentimientos quieres poner en tu corazón y lo que elijas lo tendrás hasta que decidas cambiarlo. Es tan grande la libertad que nos da la vida que hasta tenemos la opción de amargarnos o ser felices. LOS TRES CONSEJOS Una pareja de recién casados, era muy pobre y vivía de los favores de un pueblito del interior. Un día el marido le hizo la siguiente propuesta a su esposa: – Querida, yo voy a salir de la casa, voy a viajar bien lejos, buscar un empleo y trabajar hasta tener condiciones para regresar y darte una vida más cómoda y digna. No sé cuanto tiempo voy a estar lejos, sólo te pido una cosa, que me esperes y mientras yo esté lejos, seas fiel a mí, pues yo te seré fiel a ti. Así, siendo joven aún, caminó muchos días a pie, hasta encontrar un hacendado que estaba necesitando de alguien para ayudarlo en su hacienda. El joven llegó y se ofreció para trabajar y fue aceptado. Pidió hacer un trato con su jefe, el cual fue aceptado también. El pacto fue el siguiente: “Déjeme trabajar por el tiempo que yo quiera y cuando yo encuentre que debo irme, el señor me libera de mis obligaciones. Yo no
  • 38. 38 quiero recibir mi salario. Le pido al señor que lo coloque en una cuenta de ahorro hasta el día en que me vaya. El día que yo salga usted me dará el dinero que yo haya ganado.” Estando ambos de acuerdo, aquel joven trabajó durante 20 años, sin vacaciones y sin descanso. Después de veinte años se acercó a su patrón y le dijo: – Patrón, ya quiero mi dinero, pues quiero regresar a mi casa. El patrón le respondió: – Muy bien, hicimos un pacto y voy a cumplirlo, sólo que antes quiero hacerte una propuesta, ¿está bien? Yo te doy tu dinero y tú te vas, o te doy tres consejos y no te doy el dinero y te vas. Si yo te doy el dinero, no te doy los consejos y viceversa. Vete a tu cuarto, piénsalo y después me das la respuesta. Él pensó durante dos días, buscó al patrón y le dijo: – Quiero los tres consejos. El patrón le recordó: – Si te doy los consejos, no te doy el dinero -a lo que el empleado respondió: “Quiero los consejos”. El patrón entonces le aconsejó: 1. NUNCA TOMES ATAJOS EN TU VIDA. Caminos más cortos y desconocidos te pueden costar la vida. 2. NUNCA SEAS CURIOSO DE AQUELLO QUE REPRESENTE EL MAL, pues la curiosidad por el mal puede ser fatal. 3. NUNCA TOMES DECISIONES EN MOMENTOS DE ODIO Y DOLOR, pues puedes arrepentirte demasiado tarde. Después de darle los consejos, el patrón le dijo al joven, que ya no era tan joven, así: – Aquí tienes tres panes, dos para comer durante el viaje y el tercero es para comer con tu esposa cuando llegues a tu casa. El hombre entonces, siguió su camino de vuelta, de veinte años lejos de su casa y de su esposa que él tanto amaba. Después del primer día de viaje, encontró una persona que lo saludó y le preguntó: – ¿Para dónde vas? –Voy para un camino muy distante que queda a más de veinte días de caminata por esta carretera. La persona le dijo entonces: – Joven, este camino es muy largo, yo conozco un atajo con el cual llegarás en pocos días. El joven, contento, comenzó a caminar por el atajo, cuando se acordó del primer consejo, entonces volvió a seguir por el camino normal. Días después supo que el atajo llevaba a una emboscada. Después de algunos días de viaje, y cansado al extremo, encontró una pensión a la vera de la carretera, donde hospedarse. Pagó la tarifa por un día y después de tomar un baño se acostó a dormir. De madrugada se despertó asustado con un grito aterrador. Se levantó de un salto y se dirigió hasta la puerta para ir adonde escuchó el grito.
  • 39. 39 Cuando estaba abriendo la puerta, se acordó del segundo consejo. Regresó y se acostó a dormir. Al amanecer, después de tomar café, el dueño de la posada le preguntó si no había escuchado el grito y él le contestó que sí lo había escuchado. El dueño de la posada le preguntó: “¿Y no sintió curiosidad?”. Él le contestó que no. A lo que el dueño le respondió: – Ud. es el primer huésped que sale vivo de aquí, pues mi único hijo tiene crisis de locura, grita durante la noche y cuando él huésped sale, lo mata y lo entierra en el quintal. El joven siguió su larga jornada, ansioso por llegar a su casa. Después de muchos días y noches de caminata, ya al atardecer, vio entre los árboles humo saliendo de la chimenea de su pequeña casa, caminó y vio entre los arbustos la silueta de su esposa. Estaba anocheciendo, pero alcanzó a ver que ella no estaba sola. Anduvo un poco más y vio que ella tenía en sus piernas un hombre al que estaba acariciando los cabellos. Cuando vio aquella escena, su corazón llenó de odio y amargura y decidió correr al encuentro de los dos y matarlos sin piedad. Respiró profundo, apresuró sus pasos, cuando recordó el tercer consejo. Entonces se paró y reflexionó. Decidió dormir ahí mismo aquella noche y al día siguiente tomar una decisión. Al amanecer, ya con la cabeza fría, él dijo: "No voy a matar a mi esposa. Voy a volver con mi patrón y a pedirle que me acepte de vuelta”. Solo que antes quiero decirle a mi esposa que siempre le fui fiel a ella. Se dirigió a la puerta de la casa y tocó. Cuando la esposa le abrió la puerta y lo reconoció, se colgó de su cuello y lo abrazó afectuosamente. El trató de quitársela de arriba, pero no lo consiguió. Entonces con lágrimas en los ojos le dijo: – Yo te fui fiel y tú me traicionaste. Ella espantada le respondió: – ¿Cómo? Yo nunca te traicioné, te esperé durante veinte años. -Él entonces le preguntó: – ¿Y quién era ese hombre que acariciabas ayer por la tarde? -Y ella le contestó: – Aquel hombre es nuestro hijo. Cuando te fuiste, descubrí que estaba embarazada. Hoy él tiene veinte años de edad. Entonces el marido entró, conoció y abrazó a su hijo y les contó toda su historia en tanto su esposa preparaba la cena. Se sentaron a comer el último pan juntos. Después, con lágrimas de emoción, él partió el pan y al abrirlo, se encontró todo su dinero, el pago de sus veinte años de dedicación. Muchas veces creemos que los atajos, quemar etapas, nos ayudan a llegar más rápido, lo que no siempre es verdad... Muchas veces somos curiosos, queremos saber de cosas que ni nos dan respeto y no nos traen nada de bueno... Otras veces reaccionamos movidos por el impulso, en momentos de rabia, y después tardíamente nos arrepentimos...