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LA MIRADA DE JUAN RAMÓN ETXEBARRIA BOROBIA 
Mentxu Ramilo Araujo 
Me gustaría aprovechar mi ronda de publicación en Doce Miradas para 
visibilizar a una persona que lleva trabajando muchos años en Euskadi, 
América Latina y África tejiendo redes de solidaridad y espacios de encuentro 
entre gentes de distintas edades, procedencias y visiones de la realidad. 
Juan Ramón Etxebarria Borobia (JuanRa en adelante y para quienes le 
conocemos) es uno de los ocho hermanos de la familia Etxebarria&Borobia. 
Nació en Urbina (Álava) y creció “asilvestrado” y ágil gracias al contacto 
permanente con la naturaleza. 
Desde que le conozco me ha transmitido su gran pasión por las personas: 
escucharlas, interesarse por sus vidas, ayudar en la medida de lo posible, de 
manera proactiva, con discreción y atención personalizada. 
De profesión es cura. Pero es un cura rural poco habitual, porque habla de 
manera que se le entiende, desde el corazón y la experiencia cotidiana de vida. 
Habla y anima a la acción. Comparte lo que vive, en el entorno presencial y en 
las redes sociales. En sus homilías habla de Facebook como lugar donde 
compartir con 1400 amistades de todo el mundo (me creo que sean personas 
conocidas de verdad) imágenes, reflexiones, lecturas, vídeos, siempre con un 
toque de justicia social. También tiene un blog donde, comparte algunas de las 
muchísimas presentaciones de fotografías, pinturas y reflexiones que ha ido 
enviando por e-mail a lo largo de los últimos años. 
Es una persona que lidera desde el ejemplo y desde el cuidado y la atención. 
Sé que no le gusta demasiado que hablen de él. Pero no he dado más que 
unas pequeñas pinceladas, o puesto unas teselas del mosaico de su vida que, 
sin duda, completarían muchísimo mejor todas las personas que le quieren por 
ser una persona cercana y transformadora de mentes y corazones. 
Bueno, JuanRa, en esta presentación, seguro que me he dejado detalles 
importantes de tu vida. Así que, en primera persona, nos gustaría que nos 
hablaras un poco más de tu vida. 
Háblanos un poco de tus orígenes y de tu familia 
Soy de una familia muy normal y de un pueblito pequeño de Álava, Urbina. Una 
familia numerosa, ocho hermanos. Soy el mayor; tenía siete años y ya éramos 
seis hermanos. O sea, éramos muy seguidos. Además, todos chicos. Mis 
padres nos enseñaron, sobre todo, la unión de la familia, de los hermanos y, 
también, a hacer las labores de casa: cocinar, fregar, lavar, etc. 
Nuestra casa era la última del pueblo, ya en el monte. Vivíamos corriendo por 
el campo, subidos a los árboles, haciendo chabolas, etc. Ni necesitábamos salir 
de la casa y de la finca para los juegos; venían los chavales del pueblo y allá 
jugábamos todos. La naturaleza y la libertad eran nuestras mejores aliadas en 
los juegos.
2 
Aquí nací, junto a mis hermanos, lugar de muchas vivencias, juegos y 
aventuras 
Nos tocó trabajar mucho. Teníamos gallinas, animales, granja. Lo hacíamos 
todo entre todos: ordeñar, limpiar las cuadras, descargar los camiones, llevar la 
leche, dar de comer a las gallinas, recoger los huevos, capar los cerdos, etc. 
Y todo este trabajo lo hacíamos desde 
muy pequeñitos. Con siete u ocho 
años aprendíamos a ordeñar. Una 
vez, a un hermano de diez añitos le 
tocó descargar a él solito un camión 
de sacos de piensos compuestos. Y lo 
contábamos como una hazaña. Él se 
quedó pequeñito para siempre, pero 
para nosotros esa vida siempre ha 
sido un orgullo. 
Mis padres y los dos hermanos 
mayores; estoy en brazos de mi padre
3 
Hacíamos casi todos los trabajos como juego, haciendo competiciones. Por 
ejemplo, sacábamos la basura de la cuadra o de los gallineros en carretillas 
echando carreras. O cuando cuidábamos las vacas a la orilla de la vía y 
pasaba el tren Vasco-Navarro, que ya iba frenando para llegar a la estación, 
hacíamos teatro para los pasajeros, que nos miraban absortos por la ventanilla 
durante unos instantes. 
Somos ocho hermanos; aquí estamos siete, con mis padres 
Mis padres fueron, sin duda, partícipes de la infancia creativa y aventurera que 
vivimos entre los hermanos. Mi madre, en medio de aquella vida un poco 
agreste que llevábamos, aportó una exquisita sensibilidad. Ella, que tenía que 
trabajar tanto con ocho hijos, vivió una pasión total por la música clásica. 
Recuerdo que, siendo yo bastante pequeño, ella me trajo a Vitoria a los 
primeros conciertos y presentaciones de ballet. Su actitud ante todas las cosas 
siempre fue positiva y nunca le escuchamos hablar media palabra mal de 
nadie. 
Mi padre, surgido de las profundidades de Gorbea, fue una persona muy 
sencilla, pero también alegre y juguetón, creo que herencia de su madre 
Cándida. Tuvo el arte de saber poner orden en aquella tropa de ocho chavales 
un poco bruticos y, al mismo tiempo, ser cómplice y alentarnos en nuestros 
juegos laborales, pues era el que hacía de juez y nos daba los premios en 
aquellas competencias de sacar la basura en carretillas o ver quién llenaba 
más rápido el balde leche ordeñando.
4 
Esta infancia ha marcado mi 
vida. La mezcla de trabajos, 
de juegos, de libertad y 
fraternidad que he vivido en 
la niñez, seguro que ha 
condicionado mi vida para 
siempre. Hasta el día de hoy 
nos seguimos reuniendo los 
hermanos todas las 
semanas. Dicen que la vida 
consiste en poner en práctica 
dos o tres sueños, que se 
tuvieron en la infancia. Y 
estoy de acuerdo. Luego, la 
vida te va llevando por 
muchos caminos, pero son 
caminos que inicialmente los 
eliges tú. Y siento que todo lo 
que he vivido y recorrido por 
el ancho mundo no está en 
contradicción con los sueños 
que tuve en la niñez. 
Con mi abuela Cándida, que 
nos hacía las medias de lana 
Este afán juguetón de la infancia creo que se me ha quedado en mi ADN para 
siempre. Y en los momentos más sagrados y sublimes de la vida, se me 
ocurren cosas jocosas. Me encanta romper las solemnidades artificiales, 
incluidas las de la liturgia, pues creo que la vida ya es en sí misma grandiosa, 
sabiéndola vivir, sin necesidad de añadirle aditamentos. Serán reflejos de mi 
infancia. 
Hoy día la familia se ha multiplicado. Tenemos una casita en el campo y todos 
los domingos nos reunimos casi todos, muchos días pasamos de veinte. Este 
encuentro de los domingos es un momento muy propicio para la alegría, las 
bromas, los juegos y el trabajo colectivo. Todos mis sobrinos, y también mis 
cuñadas, han mamado este ambiente. Mis hermanos son buenos 
organizadores, se reparten las tareas, todos colaboramos en la cocina y en los 
trabajos. Es la única forma de que siga funcionando aquello que sembraron 
nuestros padres hace muchos años. 
Todos los domingos nos 
reunimos toda la familia 
en esta casa de 
Nafarrate, que aquí 
aparece en la primavera 
y en el otoño
5 
También hay que decir que no somos iguales y muchas veces hay diferencias y 
debates. Pero ahí quedan siempre, nunca llegan más allá. 
Mi madre sigue valiente, con sus ochenta y ocho años. Sufre de las piernas, de 
la movilidad. Pero, por ese arrojo positivo que siempre ha tenido, se ha 
levantado de la silla de ruedas, en la que ha permanecido un año, y ha vuelto a 
caminar. Sigue siendo un referente para nosotros por su actitud y por su 
sensibilidad. Todos los hermanos, los ocho, cuidamos de ella. 
¿Qué te animó a ser cura y a ser misionero? 
Era bastante niño cuando tuve este deseo de ser cura. Lo entendía como una 
forma de servir, de ayudar a la gente. Valoraba la posibilidad de estar con la 
gente, con todos, de acompañarles. Tantas necesidades que tenemos todas 
las personas, problemas y carencias; al mismo tiempo, tantos momentos 
especiales en la vida de las familias, de los pueblos, de los pequeños pueblos 
como era el mío: momentos de encuentro y de hacer pueblo…, me parecía que 
ser curar era una buena oportunidad para acompañar y compartir todas esas 
experiencias. 
Luego, también muy niño, tuve el deseo de ser misionero. Conocí a misioneros 
que transmitían sus vivencias y experiencias. Me atraía vivir todo esto que digo 
del acompañamiento a la gente, en los lugares más pobres del mundo. 
La verdad, no me dice nada ese sacerdocio dedicado principalmente a lo 
litúrgico y a lo sacramental. Creo más en un sacerdocio social, creo en un 
compartir profundo de la vida, sin diferencias ni credos ni etiquetas. Y también 
creo en ese momento importante de reunirse la comunidad y celebrar las cosas 
que nacen y vienen de la vida. Tampoco creo en una solemnidad hecha de 
ritos y fórmulas repetidas, no me dice nada, me parece vacía. Creo que la vida 
misma, el encuentro de las personas, la celebración de las conquistas que 
hacemos juntos cada día, ya es litúrgica en sí. Y así hay que vivirlo y 
demostrarlo, pero sin muchas añadiduras que rompan la magia que tiene la 
vida misma. O descubres a Dios en esa convivencia y trajín de la vida 
cotidiana, muy apegado a la realidad, o no me interesa para nada ese Dios 
fuera de la vida normal. 
Tampoco creo en un protagonismo especial del sacerdote. Creo en el 
protagonismo de la comunidad. Sería posible una comunidad sin sacerdote, 
que se reúne, que se organiza, que celebra la vida, la presencia de Jesús en su 
vida. El sacerdote es uno más; tiene su papel, como todos los tienen. Pero es 
uno más, junto a toda la comunidad, o si no, es un estorbo. 
Creo que tú eres a quien más le gusta viajar en la familia. ¿Qué significa 
viajar para ti? ¿Qué lugares y personas recuerdas con especial cariño? 
Cuando era joven no había tanta costumbre de viajar a lugares lejanos. Con 
veinte años sólo viajaba a los rincones escondidos de la geografía alavesa, 
siempre con chavales. Salidas, campamentos, aventuras, con un grupo de 
veinticuatro chavales muy activos del barrio de Zaramaga, en Vitoria. Lo 
pasábamos excelente, todos trabajábamos, cocinábamos, y todos éramos 
iguales, no había diferencias entre monitores y chavales. Corrimos aventuras
6 
increíbles, imborrables hasta hoy. Hoy nos hubieran denunciado por poner en 
riesgo la vida de aquellos críos y crías. Para mí fue una escuela de convivencia 
e igualdad muy profunda. Creo que así lo sentimos todos hasta hoy y dicen 
ellos que les marcó definitivamente, pues en situaciones de cerrada 
competencia que les toca vivir en la sociedad actual, no han podido renunciar a 
los valores profundos que descubrieron en aquella infancia y adolescencia de 
juegos, de aventuras, de trabajos, pero de profunda igualdad. 
En una de las acampadas con el grupo de chavales de Zaramaga 
Con veintiséis años fui a Ecuador, donde permanecí treinta años. Allí, sobre 
todo, viajé al Ecuador profundo. Vivía y trabajaba en una extensa zona, sin 
comunicaciones. Recorría a pie todos los caminos, los senderos, subiendo 
cerros y llegando a las últimas casas. Me gustaba llegar a los lugares remotos, 
donde parecía que se terminaba el mundo, y descansar en una hamaca con 
una taza de café bien negro, conversando con la gente sencilla. Siempre he 
disfrutado escuchando a la gente humilde y sabía. Tuve la oportunidad de 
recorrer todo el Ecuador, todas las provincias. Siempre me ha apasionado 
conocer la cultura de cada lugar, descubrir sus raíces, ir al fondo de la vida de 
los pueblos. Las simplificaciones y los estereotipos no me dicen nada, me 
aburren soberanamente. 
Después de treinta años de estancia en Ecuador, regresé de nuevo a mi tierra. 
Cuando volví, tuve la oportunidad de cumplir un viejo sueño de la infancia: 
conocer África. Siempre me atrajo este continente, desde los diez años. Quería
7 
conocer África para descubrir mejor las raíces del ser humano, de la vida 
humana. Me interesaba acudir a las fuentes de donde surgen los valores más 
profundos en los que creo: la familia, la comunidad, el pueblo. Y me seducía 
muchísimo descubrir los colores, las formas, que en África me las imaginaba 
más puras y originales. 
Al llegar a África, vi todo el horror y toda la violencia que es capaz de generar el 
ser humano. Vi campos de refugiados donde se hacinaban cientos de miles de 
refugiados, una pobreza extrema, desnutrición en los niños, una represión 
enorme. Y todo ello, porque en esa zona hay el maldito coltán, ese mineral de 
los móviles y de esos aparititos que tienen a medio mundo adormecido, 
mientras allá, aquellos países de Congo y de Rwanda se desangran, y las 
multinacionales se enriquecen y los gobiernos poderosos del mundo sostienen 
esta espiral porque les viene muy bien ser aliados de aquellos gobiernos 
represores y tener aquí a la gente absorta dándole a la maquinita sin tener 
conciencia de la sangre y la muerte que hay detrás. 
Pero como he dicho antes, lo que me interesaba era conocer a la gente 
sencilla, a la gente pobre y buena que resiste con tremenda dignidad todas 
esas miserias. Me interesaba conocer a las familias, a los niños, a las mujeres. 
Me interesaba conocer a esas personas que están ahí, junto a los que más 
sufren, dando la vida, ayudando y sirviendo. Me interesaba conocerles, ver 
cómo viven, cómo sienten, cómo piensan. Porque creo que ahí está la raíz para 
enfrentar los males que les acechan. Y de verdad que pude conocer aquello 
que me interesaba y que me ha marcado para siempre. Tengo rostros de 
personas, imágenes, ojos brillantes, historias, vivencias, danzas, cantos, de 
África, guardados dentro de mí para siempre. 
Una de las veces que fuimos a 
Rwanda, llegamos de noche. Al 
amanecer del día siguiente, vimos 
una multitud de mujeres con sus 
vestidos multicolores, sus 
parasoles protectores y sus niños 
y niñas a la espalda, que venían 
danzando. Venían a darnos la 
bienvenida. Eran las madres de 
los niños desnutridos, que 
nosotros habíamos apoyado 
desde Kuartango, las personas 
más pobres. Era un derroche de 
vida, de alegría y de amor. 
Esta imagen de la acogida que nos 
brindaron en Rwanda, ha quedado 
profundamente grabada 
Esa imagen que se ha quedado grabado en mi retina, de la gente más pobre 
luchando por su vida con una hermosura profunda, ilumina mi visión de África. 
Recuerdo uno de los campos de refugiados que visité en R. D. de Congo, que 
tenía como doscientas mil personas hacinadas. Después de ver las tiendas de 
campaña amontonadas, nos acogieron en una pequeña cabañita, donde 
estaríamos más de treinta personas apretadas y nos explicaron su vida, sus 
problemas y esperanzas, con tal dignidad, que desde entonces todo lo demás 
que hay en el mundo me parece relativo.
8 
Uno de los campos de refugiados que visitamos en R. D. de Congo 
Otro de los sueños que he cumplido es llegar a donde viven los indígenas de la 
selva latinoamericana. En concreto, he viajado por el Amazonas y sus 
afluentes, he navegado durante días y días, en unos paisajes increíbles, donde 
termina el mundo occidental conocido y sólo hay agua, naturaleza y selva 
virgen. He entrado en las profundidades de la jungla de Brasil, de Bolivia y de 
Ecuador. Y, en medio de todo ello, he encontrado comunidades indígenas y he 
compartido con ellas. Muchas cosas son atractivas de la vida natural y 
comunitaria de los indígenas. Pero, ahora quiero resaltar, sobre todo, su gran 
capacidad de resistencia, de lucha y de organización. Es admirable, es un 
ejemplo. 
Para mí, llegar a un pueblo indígena de la Amazonía, reunirme con la 
comunidad y escucharles sus historias, sus vivencias y, sobre todo, sus planes 
y proyectos de resistencia, me parece increíble. Recuerdo, como expresión de 
esta resistencia y, al mismo tiempo, belleza indígena, una vez en que, después 
de ocho días de navegación por diversos ríos de la selva boliviana, llegamos a 
una comunidad indígena remota, y unos jóvenes nos dieron un concierto de 
violín magistral, herencia que habían recibido hace tres siglos de los jesuitas y 
la han conservado con toda fidelidad, incluidos los cuadernos con las notas 
musicales y miles de estrofas escritas con letra de caligrafía. Los que creemos 
saber tantas cosas de luchas y resistencias, de tácticas y estrategias, no 
sabemos nada, cuando llegamos a conocer el mundo indígena 
latinoamericano.
9 
Estos indígenas nos sorprendieron tocando el violín en las profundidades de 
la selva de Bolivia 
Pero la vida, sin duda, tiene sorpresas. Yo creo que las decisiones y los 
caminos fundamentales los tomas tú, a partir de tus inquietudes, de tus centros 
de interés vitales, que se van manifestando desde tu niñez y juventud. Pero 
muchas veces, unos caminos te llevan a otros. En Brasil me encontré con lo 
que nunca me había imaginado. Unas amigas ecuatorianas me introdujeron en 
las favelas de Bello Horizonte, donde ellas trabajaban con una entrega total. 
Después de haber recorrido muchos lugares del planeta, donde yo creía que 
estaba el fin del mundo, en la favela tuve la sensación de haber llegado al 
infierno. Y así se lo dije a ellas. Pero más fuerte fue su reacción, cuando se 
rebelaron ante este comentario mío y me mostraron “la vida que hay en la 
favela”. La gente de la favela vive hacinada, rebuscando en los basurales. Las 
criaturas se arrastran por los pequeños callejones de menos de un metro de 
anchura por donde corren los desagües, con una putrefacción y una hediondez 
insoportable. Estas mujeres amigas les acompañan, les animan, les ayudan. 
Me contaban historias hermosísimas de mujeres que vivían sacando cosas de 
la basura, de un amor, de una fe y de una sensibilidad tan exquisitas, que uno 
no puede menos de sobrecogerse. Uno aprende a callar, a hacer silencio, para 
dejar de hacer análisis y comentarios fáciles y escuchar estas historias reales. 
Mis amigas ecuatorianas son valientes y comprometidas, viven denunciando 
esta realidad, peleando con las autoridades, para lograr cambiar estas 
injusticias y conseguir mejores condiciones de vida para los habitantes de la 
favela. Pero luego se abrazan de tal manera a aquellos niños y niñas y a 
aquellas personas de la favela, sin escrúpulos, que me ayudaron a entender
10 
dónde está realmente en esta sociedad el compromiso revolucionario y la 
radicalidad. 
De la favela de Belo Horizonte me traje una 
pequeña medallita, que me regaló mi amiga 
Tania, porque tenía historia. Tania visitaba 
todos los sábados y domingos la favela 
“Vila da luze”. Pero, una vez, decidió 
permanecer una semana entera viviendo 
allá. Le acogió una mujer muy pobre y 
sencilla, que vivía sola. Tania le propuso 
acompañarle en el trabajo. La mujer le 
contó que “reciclaba”, es decir, iba a los 
basureros a rebuscar en la basura. Así que 
Tania le acompañó todo el día. Dice que 
encontró unos tomates algo dañados, pero 
que aún se podían aprovechar. 
En la favela “Vila da luze”, de Belo 
Horizonte, en Brasil 
De la favela de Belo Horizonte me traje una pequeña medallita, que me regaló 
mi amiga Tania, porque tenía historia. Tania visitaba todos los sábados y 
domingos la favela “Vila da luze”. Pero, una vez, decidió permanecer una 
semana entera viviendo allá. Le acogió una mujer muy pobre y sencilla, que 
vivía sola. Tania le propuso acompañarle en el trabajo. La mujer le contó que 
“reciclaba”, es decir, iba a los basureros a rebuscar en la basura. Así que Tania 
le acompañó todo el día. Dice que encontró unos tomates algo dañados, pero 
que aún se podían aprovechar. Después halló una bolsa de papel con restos 
de pollo. Al mediodía, aquella buena mujer le invitó a comer a Tania de lo que 
habían recogido. Tania, que es de una sensibilidad exquisita, por supuesto 
comió, venciendo el natural escrúpulo. Dice que era una mujer que siempre 
estaba alegre y contenta y que era muy religiosa. Al final del día, aquella mujer 
le regaló a Tania en agradecimiento una medallita de la Virgen, que le contó 
cómo la había encontrado en la basura, y que estaba ya un poco gastada. 
Pero, decía la mujer, que esa 
imagen le daba a ella fortaleza. 
Y en gratitud se la regaló a 
Tania. Tania me la dio como 
recuerdo de la favela. Y para mi 
simboliza la increíble capacidad 
de resistencia de los pobres y el 
amor inconmensurable de 
personas dispuestas a darlo 
todo por los más pobres. 
Tania y Vitorinha. Tania me enseñó a descubrir la vida que en la favela
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¿Qué destacarías de tu etapa misionera en Latinoamérica? 
Fueron treinta años en Ecuador que los viví intensamente. Seguramente hubo 
momentos bajos, malos, como en todas las cosas de la vida. Pero ahora mismo 
me parecen treinta años apasionantes, aprendiendo y disfrutando, luchando 
junto a los más pobres y compartiendo profundamente con el pueblo 
ecuatoriano. 
De todo aquello me han 
quedado cientos, miles de 
amigos y amigas. Ya sé que 
decir esto es un poco 
exagerado. Pero quiero indicar 
que no son las típicas amistades 
de cuadrilla, de grupo, sino 
relaciones labradas en una 
convivencia y en un trabajo muy 
profundo, en el que, de alguna 
manera -junto a otras muchas 
personas- logramos hacer un 
proyecto muy global y 
participativo y de todo el país, 
que ha servido para cambiar un 
poco el devenir del pueblo 
ecuatoriano. 
En Ecuador me sentí dichoso 
junto a la gente más pobre, 
como aquí con Fito y Janeth, en 
su casa de Ambache, en 1977 
Cuando llegué a Ecuador, nos decían los compañeros que ya llevaban años 
allá, que había que estar por lo menos un año en silencio, escuchando, 
aprendiendo, para no meter la pata y después poder ser eficaz en el trabajo. 
Recuerdo que me pasé más de dos años escuchando, hasta que me dijeron: 
“¡JuanRa, ya es hora de que empieces a hablar!” Bueno, es simplemente una 
anécdota. Con ello quiero decir que desde el principio me apasionó aquel estilo 
de vida y de trabajo, muy desde abajo, desde los más pobres; muy en 
coordinación y en equipo; escuchando mucho a la gente, muy ordenado y 
sistemático, donde tú no eras el experto, que tenía la última palabra, sino que 
participabas en un proyecto muy colectivo. Un proyecto muy utópico y, al 
mismo tiempo, muy real y de mucha entrega y de esa catarsis profunda que es 
estar en silencio, morderte la lengua y escuchar horas y horas a los más 
pobres y a los demás compañeros y compañeras del equipo. Una verdadera 
catarsis para los creídos europeos que creemos saberlo todo.
12 
En 1979 hicimos la “misión” en Rosa Blanca. Aquí estamos con Pascualita, y 
toda su familia, que nos acogió en su casa 
Grandes profetas y maestros orientaron este caminar nuestro, como el obispo 
de los indios Proaño, como el pedagogo brasileño Paulo Freire con su 
“Pedagogía del oprimido”. Otros, como Pedro Casaldáliga, Oscar Romero, 
Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino… Todos incidían en lo mismo: un proyecto de 
cambio profundo, de liberación. Al mismo tiempo, una metodología de mucha 
escucha, de caminar juntos, de participación de todos. Y una teología 
desarrollada desde abajo: la teología de la liberación. Con estos principios 
trabajamos haciendo comunidades y organizaciones. Se logró dar un cambio 
de la realidad, poco a poco. No se politizó el proceso tempranamente ni se 
buscó llegar aceleradamente al poder para cambiar las cosas. Pero los 
cambios que se están dando en Ecuador -y, también, en otros países de 
América Latina-, se deben, sin duda, a este trabajo largo, callado, muy de base, 
de las comunidades de base, de las organizaciones indígenas y de muchos 
grupos populares. 
Ecuador es el país de Latinoamérica que más ha reducido en estos últimos 
años los niveles de pobreza. Estoy convencido que todo este compromiso 
concientizador y organizativo durante muchos años es el que está generando 
un cambio político y la mejora de la situación general. 
Con todo este trabajo se creó un modelo de Iglesia radicalmente distinto al que 
estamos acostumbrados. Una iglesia de los pobres, de comunidades, de 
seglares, que lee y reflexiona juntos la palabra de Dios y ésta le aboca a un 
compromiso transformador tanto personal como social y político. Al principio, 
hubo muchos conflictos con los que siempre habían estado acostumbrados a 
dominar la Iglesia.
13 
Como en todos los lugares y en todas las cosas, también en Ecuador, hay un 
sector de los políticos y un sector de la Iglesia, que se resisten a estos cambios 
profundos que vienen de abajo. Pero, esta experiencia a muchos nos ha 
marcado; sobre todo, ha marcado a mucha gente de Ecuador y ha creado un 
estilo de vida, que será siempre una referencia. 
Esta cercanía a la gente y a sus raíces, me llevó a interesarme por la Cultura 
Montubia. El hombre y la mujer de la Costa ecuatoriana, que es mezcla de 
indio, negro y blanco, ha creado la cultura montubia. Una cultura, que tiene 
identidad propia, pero que, en general, ha sido desconocida y poco valorada. 
Hicimos con los compañeros de Manabí investigaciones sobre las 
manifestaciones de la cultura montubia. Cuando estuve en Baba (Los Ríos) 
realizamos con la gente un trabajo muy interesante, creamos un ballet de 
danza montubia, que aún pervive hasta hoy, compusimos canciones, etc. Fue 
todo un despertar montubio, que ha marcado un hito en Baba y en la provincia 
de Los Ríos. 
El Ballet Folclórico Danzas-Baba es la planta más hermosa que ha surgido en 
la sabana de la provincia de Los Ríos 
¿Cómo resumir los treinta años que pasé en Ecuador en unas pocas líneas? 
Además, fueron años de vivencias intensísimas. En los lugares en los que viví 
y trabajé: Bahía de Caráquez, San Vicente, Jama, Pedernales, San Isidro, 
Baba, visitaba todas las comunidades, que en total pasan de varios cientos. 
Según el estilo de vida y de trabajo que llevábamos entonces, visitar la 
comunidad quiere decir llegar a todas las casas del recinto, que son alrededor 
de treinta familias en cada comunidad. Tanto en Manabí como en Los Ríos, las 
casas están muy alejadas unas de otras, lo que suponía transitar infinidad de
14 
senderos, pasar riachuelos y esteros, atravesar cafetales, cacaotales y 
bosques cerrados o potreros inmensos sorteando las vacas. Y llegar a cada 
casa significaba pasar largos ratos con la familia, comer con ellos, compartir 
muchas tertulias, en muchas ocasiones sentados en el suelo; dormir en sus 
casas, en el suelo o en catres de caña. Son miles de familias que visitábamos y 
conocíamos. 
Y luego venía la reunión en cada comunidad. Reuniones, que las hacíamos en 
todos los lugares posibles: en las casas, debajo de un árbol, sentados en unos 
troncos, en las escuelas, en las capillas. Eran infinidad de reuniones eternas, 
participando todos, aprendiendo a participar. Se valoraba la palabra de los más 
pobres, no había prisa. Esperábamos todo lo que hiciera falta para que alguien, 
que en su vida había abierto la boca en público, dijera una palabra; y la 
anotábamos como un verdadero triunfo de esta humilde organización de los 
pobres que estábamos iniciando. Lo anotábamos todo en cuadernos. 
¿Cómo expresar en pocas palabras toda esta riqueza? Si en este momento 
tuviera que destacar un nombre de alguna persona, que resuma mis treinta 
años en Ecuador, me atrevo a nombrar a dos personas. Dos personas 
especiales. “Especiales” sí, en el sentido síquico, dos personas con síndrome 
de down, “El Toño” y “El Viejito”. Ambos fueron mis compañeros inseparables 
durante muchos años, mis amigos entrañables, que contribuyeron, sin duda, a 
hacerme la vida más feliz en Ecuador. 
Toño Cagua era de Pedernales. “El Toño” era síndrome de down agudo y 
sordomudo, pertenecía a una familia muy pobre, sus hermanas eran 
lavanderas, que apenas podían atenderle. Toño era infaltable en nuestra casa, 
pasaba largos ratos, nos alegraba la vida, comía con nosotros. Era alegre, 
bromista, juguetón. Uno de los oficios que nos hacía era traernos la leche cada 
día. Iba con un cueceleches sin asas a casa de la señora Minta y, al regresar, 
traía los dedos metidos en la leche para sujetar el recipiente, dedos que 
siempre tenían una buena cantidad de mugre en las uñas. Iba ligero, a paso 
rápido, inclinado hacia adelante con el cueceleches al frente, e iba tan absorto 
que atravesaba por la mitad la cancha donde jugaban los jugadores de voleibol. 
Los jugadores paraban el juego, se reían y le aplaudían. Toño a lo suyo. 
En San Isidro estaba “El Viejo” o “El Viejito”. Su nombre, Hólber Garibaldi 
Moncayo Mejía. También síndrome de down; era mudo, aunque sí oía. Asiduo 
en nuestra casa y mi compañero inseparable en tantos viajes y recorridos por 
los caminos de San Isidro. De un humor extraordinario, exquisito, era un gran 
artista y, sin duda, el mejor mímico que he conocido. No había reunión, 
encuentro, celebración, en que “El Viejito” no diera su sesión magistral de 
mímica. Por ejemplo, hacía como que iba a sacar una fotografía a todo el grupo 
y pasaba largo rato realizando todos los preparativos, ubicando a todos, 
señalando los gestos, las posiciones de cada uno. La gente le quería y le 
respetaba mucho. Y, además, era muy inteligente, sabía perfectamente cuándo 
era el momento de hacer sus payasadas y cuándo debía dejarlo discretamente. 
Con el micrófono daba conciertos, discursos, casi se nos olvidaba que era 
mudo de lo bien que lo hacía, pero él siempre alegrando la vida de la gente. 
Ambos murieron tempranamente. “El Toño” murió de una forma trágica; alguien 
se lo llevó en un carro y desapareció. Me tocó dar muchas vueltas hasta que 
por lo menos supimos su destino final. “El Viejito” murió cuando se le fue
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acabando el humor y las ganas de vivir, que exactamente fue al día siguiente 
de morir la Mamá Zoila, que era su abuelita y la que lo cuidó con todo cariño 
hasta el final. 
Si he querido resumir con estas dos personas mi larga estancia en Ecuador, no 
es simplemente por contar anécdotas entretenidas, sino porque éste fue 
realmente el sentido de nuestra vida y trabajo en Ecuador, no sólo mío sino de 
todos los compañeros y compañeras misioneros: la cercanía y la amistad 
profunda con las personas más pobres. Ésa fue nuestra vida allá, estar 
totalmente dedicados a la gente más humilde y sencilla, compartir con ella, 
convivir, acompañarles en toda su vida, en sus sufrimientos y tragedias, tan 
comunes en la vida del pobre, pero también en sus fiestas y alegrías, que sólo 
se conocen de verdad cuando se convive profundamente con ellos. 
Sí, luego se hizo un profundo trabajo con las comunidades, con la organización 
de los pobres, con las bodegas, botiquines, trabajos comunitarios, cajas de 
ahorro, etc., pero todo partió de una convivencia intensa con la gente más 
pobre. 
Toda esta experiencia ecuatoriana ha quedado grabada para siempre como lo 
mejor que he vivido. Sigo cultivando estas vivencias y valores. No es algo 
pasado. 
Además de viajar, aprender y escuchar a las personas, otra de tus 
aficiones (de la cual podemos decir que eres un profesional) es la pintura. 
¿Cómo comenzaste a pintar? 
Todas estas vivencias que 
estoy contando de Ecuador 
fueron las que desataron en 
mí un deseo de dibujar y de 
pintar. Empecé con un lápiz y 
un rotulador de punta fina. 
Llegaba de las visitas del 
campo, de las reuniones, de 
las misiones, a casa, de 
noche, y a la luz de la vela, 
me ponía a dibujar. A 
expresar la realidad que veían 
mis ojos, el trabajo esclavo de 
las haciendas, la explotación 
de los patrones y de los 
comerciantes. Pero, sobre 
todo, con los dibujos trataba 
de exponer los sueños y 
proyectos que mostraban los 
hombres y mujeres del campo 
en aquellas reuniones casi 
clandestinas. 
Uno de mis primeros dibujos, a rotulador, que 
recoge modelos de casas manabitas, con sus 
familias
16 
Además, esta gente sencilla, muchas veces analfabeta, expresaba sus ideales 
con mucho gracejo y con una alegría contagiosa, que yo trataba de revelar en 
aquellos dibujos rudimentarios, pero que luego los exponíamos en las mismas 
reuniones y despertaban muchas reflexiones y comentarios sabrosos. Me tocó 
colaborar en cantidad de folletos y publicaciones populares, donde el dibujo era 
un arma pedagógica de mucha fuerza. Hice varias colecciones de postales con 
pinturas naifs muy simples y mensajes utópicos, que expresaban muy bien el 
contenido de nuestros trabajos y vivencias con la gente. 
Recuerdo el primer encargo que me hicieron los compañeros del grupo. Hacer 
los dibujos para un libro de alfabetización, basado en la pedagogía de Paulo 
Freire, que se basaba en palabras generadoras y arrancaba cada tema con un 
dibujo de la realidad, que se analizaba entre todas las personas alfabetizandas. 
Recuerdo los primeros dibujos: la casa, el machete, el agua, el trabajo, etc. Y 
otro encargo que me hicieron, las ilustraciones para un libro de oraciones 
populares. Con el tema del nacimiento de un niño, me imaginé la fuerza de la 
vida, de la sexualidad, de la pareja, en aquel entorno profundamente vitalista y 
tropical. Me pareció que la pintura era algo mágico. Esa fuerza suya para 
expresar la realidad con sus sueños y utopías y desatar procesos 
organizativos, me subyugaba. 
Una de mis pinturas naif, que recoge el país utópico, las regiones de Ecuador, 
las distintas razas y culturas, formando una comunidad 
Alguien podrá pensar que estoy hablando de una pintura profesional. Nada de 
nada, era la cosa más simple del mundo. Dibujos infantiles, ingenuos, para 
mostrar la vida de la gente: el trabajo esclavo de las haciendas, la explotación 
del comercio, los macheteros, la familia, la vida de la comunidad, las casitas de 
caña sobre postes de madera, los burritos, los chanchitos, etc. El mérito que 
tenían no era la perfección de los trazos, sino que quizás eran los únicos
17 
dibujos que mostraban la realidad de la Costa ecuatoriana, que estábamos 
profundamente empeñados en transformar. 
La primera experiencia de la magia del dibujo y de la pintura, la tuve al día 
siguiente de llegar a Ecuador. Llegué un 19 de abril de 1977 a Guayaquil. 
Vinieron los compañeros a recibirme y viajamos más de diez horas para llegar 
a Bahía de Caráquez, en la provincia de Manabí. En Bahía, me recibió Peli 
Romarategui, al que ya había conocido en Vitoria. A la mañana siguiente me 
invitó a su taller. Era un local inmenso, con miles de tarros llenos de pequeñas 
teselas de mosaico y de vidrios de colores. Y en el centro del taller, unas 
grandes mesas donde Peli hacía mosaicos y vitrales. Esa posibilidad de grabar 
la vida de la gente, sus luchas y esperanzas, en un mural, me pareció algo 
mágico. 
El mosaico de Peli en Pedernales, un derroche de vida y de color, pone 
imagen a los sueños de liberación que tuvimos con los pobres de Ecuador 
Siempre me iba al taller a verle a Peli hacer sus obras de arte y a ayudarle. El 
trabajo de los misioneros creando comunidades y proyectos de liberación con
18 
las personas más pobres y Peli plasmando estos sueños utópicos en sus 
murales, me parecía una síntesis muy sugestiva. Peli y el embrujo de sus 
murales influyeron fuertemente en mi decisión de dedicarme a la pintura. 
Peli, en la hamaca, me 
muestra alguno de los 
bocetos de sus murales 
La vida y el trabajo de Peli siempre me han parecido apasionantes: su vida en 
el taller, cómo te explicaba lo que hacía y su habilidad con los materiales, pero 
también sus ideas y su testimonio de vida. Era de una laboriosidad y una 
fidelidad total, aunque también tenía su humor socarrón. Llenó Ecuador de 
obras de arte, tenía predilección por dejar su arte en los lugares más pobres. 
Los compañeros del grupo me encargaron recoger su vida y sus obras en un 
libro, que se tituló: “Ecuador, la cara oculta de la belleza. Vida y obra 
artística del misionero vasco Peli Romarategui”. 
En un momento decidí permanecer tres años en Vitoria, para estudiar pintura. 
Hice la carrera de ilustración y tuve la oportunidad de poder estudiar: dibujo, 
pintura, diseño por ordenador, fotografía, historia del arte. Lo que buscaba, 
sencillamente, era tener herramientas para expresar más profundamente la 
esencia de la vida. Desde entonces he seguido aprendiendo con distintos 
pintores. 
En estos momentos eres el cura del valle de Kuartango. ¿Qué actividades 
realizas en el valle? 
Como uno se puede imaginar, dar el salto desde Ecuador, con todas estas 
experiencias que he contado de treinta años, a Kuartango, un pequeño valle 
rural alavés, es un salto en el vacío demasiado grande. Me quedé sin palabra, 
literalmente. Pero volví a apoyarme en las pocas cosas sustanciales en las que 
siempre he creído. Me dije, bueno, no tengo grandes objetivos para mi nueva 
experiencia en Kuartango. Si logro, al final, hacer algunos amigos y amigas, me 
doy por satisfecho. Por otro lado, pensé, lo que siempre funciona es convivir 
con la gente, estar cerca de la gente, de la vida del pueblo, y si algo tiene que 
surgir y nacer, nacerá de ahí. Y, además, una experiencia infalible para mí es 
confiar en la gente sencilla. Confiando en la gente sencilla, siempre se acierta.
19 
El paradisíaco y escondido valle alavés de Kuartango 
En el valle de Kuartango he podido percibir una relación muy especial 
entre las personas mayores ¿Qué ha sucedido en los últimos años para 
dar protagonismo a las personas mayores del valle? 
Blog: Personas mayores de Kuartango 
Ya había una práctica interesante en Kuartango, que yo no hice más que 
continuar. La gente vive en núcleos rurales muy pequeños y mantenemos 
encuentros habituales dinamizados por Cáritas. 
Las reuniones 
con las 
personas 
mayores son un 
espacio muy 
sencillo de 
compartir, de 
intercambiar. Se 
recogen 
experiencias, 
historias. Se 
habla un poco 
de todo. 
Los mayores de Kuartango participan activamente en la 
vida social del valle
20 
La gente se ha ido soltando y cogiendo confianza. Terminó resultándome muy 
interesante, un verdadero libro de historia y de aprendizaje de la vida de 
Kuartango. Era ir conociendo todo, la vida de los pueblos, de las familias. Fui 
componiendo para mí el tupido árbol genealógico de Kuartango y rellenándolo 
de anécdotas. 
Además, tenemos un pequeño equipo de personas voluntarias que nos 
reunimos y acompañamos a los grupos de mayores. Hablamos mucho entre 
nosotros. Hemos ido logrando una gran sintonía. Creemos profundamente en el 
potencial y en la capacidad de las personas mayores de Kuartango. 
Yo siento que todo lo que ha venido después, ha ido surgiendo de estos 
infinitos diálogos, tanto con la gente mayor como con los voluntarios. De las 
reuniones eternas, pero al mismo tiempo rigurosamente planificadas y 
evaluadas, de las sobremesas interminables con un café delante, han ido 
naciendo los proyectos que hoy día llevamos. Creo que ninguna de las 
iniciativas que han surgido en Kuartango tiene un autor reconocido. Cuando se 
confía en la gente, cada cual tiende a poner lo mejor de sí al servicio de la 
comunidad y se desatan ideas y energías más fuertes que muchos proyectos 
hechos en un despacho. 
Comenzamos casi como un juego recogiendo miles de fotografías antiguas, 
pero este sencillo juego ha generado todo un proceso que aún continúa y no 
sabemos hasta dónde llegará. Cada foto antigua la escaneábamos y la 
proyectábamos con un cañón sobre la pantalla. El objetivo era documentar la 
imagen hasta el último detalle. Pero aquello no tenía fin. Podíamos tirarnos 
horas con una foto. Salían historias, anécdotas y personajes detrás de cada 
foto. Parecía que aquel trozo de papel en blanco y negro empezaba a coger 
movimiento y era como una película. 
Nos pareció que todo este bagaje no podía quedar oculto. Así que 
comenzamos a pensar cómo difundirlo. Planificamos una exposición. Hicimos 
un vídeo. Lo grabamos todo en un DVD. Siempre, lo teníamos claro, las 
personas mayores de Kuartango eran las autoras intelectuales de todo este 
trabajo. Enlace del vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=cPfQSODnQFQ 
Dándole muchas vueltas a todo ello, descubrimos que no nos interesa una 
historia que se queda en el pasado. Y estamos tratando de mostrar cómo los 
valores y características fundamentales de Kuartango han evolucionado a los 
largo del tiempo y cómo se siguen mostrando hoy. Y estos descubrimientos lo 
vamos a plasmar en un libro fotográfico y literario: el ayer y el hoy de 
Kuartango. Un libro realizado por más de treinta autores, es decir todas las 
personas mayores de Kuartango con las que nos reunimos y que escriben el 
libro con la pluma del corazón. 
Me parece muy interesante el Encuentro Intergeneracional del que nos 
hablas. ¿Podrías explicarnos su origen y qué pretende? 
Uno de los grandes hallazgos que hemos tenido en Kuartango, y que también 
ha nacido de una idea primigenia muy simple, son los encuentros 
intergeneracionales. Comenzó de una manera tan sencilla. Un día nos
21 
reunimos los mayores y los niños. Los niños y adolescentes, después de un 
año de ensayos, nos mostraron los bailes que estaban aprendiendo. Y las 
personas mayores echaron a volar sus recuerdos y rescataron historias, 
cuentos, canciones y juegos de su infancia. 
Fue un intercambio entrañable y simpático. Al año siguiente, otros grupos y 
generaciones del Valle, sintieron envidia sana y quisieron participar. Y desde 
entonces no ha dejado de crecer la participación. Este encuentro tiene magia, 
todo el mundo pone lo mejor de sí mismo. Es muy simpático ver a los niños 
observar las actuaciones de los mayores y a éstos reírse con ganas viendo 
actuar a sus hijos, nietos y biznietos y, al final, integrarse todos en un baile 
colectivo. Ver a Juliana, con sus noventa años sobre el escenario, contando 
cuentos de su infancia, y a Urtzi, con seis años, observándola atento, y 
después fundirse ambos en la recreación de un juego infantil, no tiene precio. 
Celebrando el 5º Encuentro Intergeneracional de Kuartango 
También en Kuartango tenéis en marcha el proyecto “Kuartango 
Solidario”. Háblanos un poco de él. 
En nuestro Valle se está logrando la implicación de mucha gente alrededor de 
un sentimiento: “Kuartango Solidario”. Es un espíritu que mucha gente lleva 
dentro y que le hace sacar a flote valores cargados de moral y ética. Estamos 
en un contexto social, que a veces a uno le invita a desconfiar, a ver como 
peligro y amenaza al otro, al que viene de fuera. Pero estoy convencido que los 
sentimientos profundos de mucha gente son sentimientos solidarios. 
Recuerdo que una vez, después de visitar Rwanda y haber visto una realidad 
trágica de niños y niñas desnutridos y huérfanos, etc., me escribieron una carta 
desde allá, que me tocó el corazón. No pude menos de sacar ciento cincuenta 
copias y repartirlas a la gente de Kuartango. Así fue naciendo nuestra 
colaboración y nuestro hermanamiento con Kayenzi, en Rwanda.
22 
La Cena Solidaria, un momento importante en nuestro Hermanamiento con 
Kayenzi (Rwanda) 
Este movimiento de “Kuartango Solidario” va mucho más allá de la ayuda 
económica. Hemos podido adentrarnos en la realidad de otros pueblos, de 
otras culturas. Nos está ayudando a superar el miedo a lo distinto. Hoy, todos 
los que participamos en este proyecto somos interiormente más ricos. Nos 
ayuda a no tragarnos “las historias oficiales”. Conocemos mejor la historia que 
hay detrás del “coltán” y de los minerales de los móviles, la implicación de 
nuestros países poderosos en las injusticias que allá se viven. 
Para los kuartangeses el hermanamiento con Rwanda está creando vínculos 
afectivos y espirituales con personas que viven a miles de kilómetros y nos está 
dando objetivos morales conjuntos. 
Varios vecinos de Kuartango han tenido la oportunidad de visitar Rwanda, de 
ver la realidad de hambre, las enfermedades, la pobreza. Pero, sobre todo, han 
visto a la gente, a los niños, sus miradas limpias, sus ganas de vivir, de sonreír, 
de bailar. Y también de compartir, lo poco que tienen lo comparten. Kuartango 
cada vez está más metida en la realidad africana. Ahora ve más de cerca el 
horror de las guerras, de la esclavitud y verifica con sus propios ojos el robo por 
parte del capital de las grandes riquezas que atesora África y acaban en las 
manos de los de siempre. 
Los hijos e hijas de las personas de Kuartango y otros niños y niñas de la 
ikastola se están interesando por la realidad de nuestros hermanos africanos. 
También los jóvenes del Instituto se han acercado hasta Kuartango Solidario 
para conocer esta realidad. Y estos chicos y chicas han interiorizado, mucho 
mejor que nosotros los adultos, cuál es el espíritu de considerarte unido a 
gentes tan lejanas. 
Esta relación con el pueblo ruandés nos está cambiando y podemos decir que 
nos ha dado más de lo que hemos dado.
23 
Varios vecinos de Kuartango han tenido oportunidad de visitar Rwanda, 
como Ascen, que lo ha hecho en dos ocasiones 
Se trata de lograr un cambio profundo, no superficial. Se trata de aumentar 
nuestra capacidad de acogida al otro, al distinto, de cambiar las relaciones 
entre nosotros mismos. 
Todo este proceso va abriendo horizontes en Kuartango. Hemos organizado lo 
que llamamos “Noviembre: mes solidario en Kuartango”. Noviembre de 
2013 lo dedicamos a conocer y profundizar en el continente africano: charlas 
sobre África, talleres lúdicos, con toda la gente y, también, con los niños de la 
Ikastola y con los grupos de mayores, terminando con la cena solidaria. Y 
noviembre de 2014 lo hemos destinado a conocer y comprometernos con el 
Comercio Justo. El cambio que queremos conseguir comienza por nosotros 
mismos: cambiar los hábitos de consumo, conseguir unas relaciones 
comerciales más justas y equitativas. 
Cada año también acogemos a “las Voces del Sur”, nos han visitado personas 
inmigrantes, personas de Ecuador, de Perú, de Angola, de Rwanda y 
compartimos con ellos sus experiencias profundas de vida y de trabajo y 
nuestras inquietudes y deseos de superarnos. 
Creo que un verdadero trabajo popular debe evitar protagonismos e ideologías 
sectarias. Nosotros llevamos todas estas actividades coordinadamente con 
todas las instituciones que componen el Valle de Kuartango. Nos reunimos 
permanentemente representantes del Ayuntamiento, la trabajadora social, la 
animadora sociocultural, la Iglesia, Cáritas, la asociación sociocultural, para 
ponernos de acuerdo y coordinar todos los proyectos, evitando personalismos y 
parcelas independientes.
24 
¿Cuéntanos con más detalle qué son las “Acuarelas Solidarias”? ¿Cómo 
surgió esta idea? ¿Qué pretendes con estas acuarelas? 
Aquel sueño, que venía desde la infancia, de conocer África, que cumplí hace 
cinco años, no pude menos de plasmarlo con la pintura. Quizás en estos trazos 
se expresa algo de aquel niño que soñaba con África: la aventura, el misterio, 
lo lejano. África era lo que había imaginado y muchísimo más, era un mundo 
nuevo, distinto de Latinoamérica, los colores, la luz, los olores. El alma de sus 
gentes. Sus valores, también. 
Con estas 
acuarelas 
trato de 
mostrar a las 
mujeres 
africanas, que 
las veo 
hermosas, 
orgullosas, 
serenas 
Tuve la gran oportunidad de presentar las pinturas africanas dentro de todo un 
proyecto solidario. La primera exposición de las pinturas fue en Donosti al 
celebrar el décimo aniversario de la muerte del misionero vasco Isidro 
Uzkudun, que pagó con su vida la entrega al pueblo ruandés en junio de 2000.
25 
De ahí vinieron diversas exposiciones en los tres territorios de Gipuzkoa, 
Bizkaia y Araba. Y todas ellas dentro de proyectos o campañas solidarias. 
Soy una enamorada de tus acuarelas solidarias. Casi siempre representan 
a mujeres africanas haciendo múltiples actividades (conversando, 
bailando, trabajando, recogiendo agua, cocinando). ¿Por qué pintas 
generalmente figuras femeninas? 
Es lo que hay: ellas son el motor de la vida cotidiana en los poblados. Cuando 
haces algo para mejorar la vida de la gente, una reunión sobre la escuela, la 
organización de la comunidad, la atención a los niños desnutridos o 
discapacitados o una fiesta para celebrar los avances de la comunidad, el 
noventa por ciento de quienes participan son mujeres. 
Presento a las mujeres africanas llevando un niño a la espalda, 
transportando una carga, como una forma de mostrar la esperanza que hay 
en África 
Trato de mostrar a estas mujeres, que yo las veo hermosas, orgullosas, 
serenas. Por eso, las muestro caminando, llevando un niño a la espalda, 
transportando una carga en la cabeza. El movimiento, la danza, el color, ese 
halo de luz que ellas arrastran, quiere indicar la marcha del continente africano 
hacia la libertad. 
Ése es mi desafío: mostrar la esperanza que hay en África. O dicho de otra 
manera, reflejar a las personas que, frente a las tragedias que viven, ofrecen 
dignidad y resistencia. Esa África es real, existe. Yo la he visto, la veo. Esa 
África es posible. Y lo será más claramente si lográsemos una justa distribución 
de la riqueza.
26 
Con estas pinturas deseo que afloren las sensaciones vitales y solidarias que 
nos aporta del continente africano. Esperanza sí, pero con justicia. 
El movimiento, la 
danza, el color, 
ese halo de luz 
que ellas 
arrastran, quiere 
indicar la marcha 
del continente 
africano hacia la 
libertad 
Me gustaría que hicieras un ejercicio de mirar a mujeres del mundo que 
conozcas y que, en un párrafo, las describieras cómo las percibes tú 
desde tu experiencia de vida. Y si es posible cómo percibes su pasado, 
presente, futuro 
SILVINA CAGUA 
Silvina Cagua, la conocí en Pedernales (Ecuador) en el año 1980. Una mujer 
muy pobre, vivía en la loma de Chiquimble. Me admiraba su fortaleza, hacía 
carbón y caminaba horas para sacarlo a vender y atender a sus cinco hijos. 
Tenía unas piernas recias de caminar. Su marido, Eugenio, la mayor parte del 
tiempo la pasaba borracho.
27 
Silvina formó el primer grupo con el que comenzamos las comunidades y la 
organización de los pobres. Eran sólo cuatro personas, tres varones y ella. No 
faltaba nunca a las reuniones. Casi no hablaba, pero era muy firme en el 
trabajo. Era la primera en aquel trabajo comunitario de una cuadra de maíz, 
que hicieron para formar la primera bodega comunitaria. Fue el arranque de 
todo un proceso de liberación de los más pobres de Pedernales. 
La última vez que la vi estaba a punto de dar a luz a su sexto hijo. Estaba en su 
casa con dolores, pero tenía dificultades. Llegó Eugenio, borracho como 
siempre. Y Silvina le pidió que fuera a buscar una partera. Eugenio le dijo: 
“Anda, no me jodas, siempre has parido sola, y ahora me vienes con parteras”. 
Y tirada en el suelo como estaba, el marido la pateó, hasta que acabó 
desangrándose. Su niña quedó viva y fue atendida por las vecinas. 
A Silvina siempre la seguimos recordando en todos los encuentros y reuniones. 
Ella fue nuestra primera mártir de aquella tierna organización que estaba 
comenzando. 
LUCHA LEONES 
Lucía Leones, “Lucha”, era la esposa de Chabelo Bermúdez e hija de Santos 
Leones y vivía en el recinto Tachina, de Pedernales, cerca del cerro 
Patapájaro. Era una época llena de entusiasmo en los inicios de nuestra 
organización. Treinta familias formaban la comunidad de Tachina. Las 
reuniones de la comunidad en la casa de Chabelo eran una fiesta, no tenían 
fin. Todos sentados en el suelo en la sala central, transcurría la reunión entre 
momentos de seriedad alternados con bromas y comentarios sabrosos. 
Ellos se sentían felices, pues aquella experiencia les estaba liberando de 
muchas dificultades que vivían: deudas, angustias, etc. Al inicio ninguno sabía 
leer ni escribir y nadie podía leer la palabra de Dios en la reunión, pero con los 
cursos de alfabetización aprendieron muchos. 
Si quiero traer aquí a Lucha no es porque tuviera un protagonismo especial. 
Era una más de aquel maravilloso grupo de mujeres de Tachina, Mediano y 
Chiquimble. Mujeres muy pobres, de gran energía, cariñosas. Tanto Lucha 
como su marido Chavelo eran personas muy tiernas, acogedoras y 
entrañables. 
Pero la recuerdo ahora porque la muerte temprana de Lucha me marcó para 
siempre. Lucha estaba embarazada y se puso enferma. Cada día estaba peor. 
Su familia no quería llevarla al hospital. Yo me ofrecí a hacerlo, pero ellos se 
resistían pues temían que si Lucha moría, se quedara por allá lejos, ya que el 
hospital estaba a cinco horas de distancia en un todo terreno y ya empezaba el 
invierno. 
Lucha se fue agravando en el hospital y su situación se hizo irreversible. Murió 
al lado de su esposo Chabelo y de algunas enfermeras. No pude evitar las 
lágrimas, pensando en sus seis hijos pequeños y en el panorama familiar que 
dejaba. Chabelo cerró con sus dedos los ojos de Lucha. A mí me entregaron el 
feto, que había nacido muerto y yo me comprometía a entregárselo a la familia, 
porque para ellos eso tenía mucha importancia y querían enterrarlo junto a la 
mamá.
28 
Y nos fuimos para Pedernales, cinco horas majando lodo en el todoterreno por 
los caminos enfangados. Atravesamos la bahía en una canoa. Era ya el 
comienzo del invierno, nos envolvía la bruma y una lenta llovizna. Todos en 
silencio. Ante el cadáver de Lucha me hice la promesa de no abandonar a los 
pobres nunca en la vida en cualquier lugar que me encontrara. 
Fue duro llegar a Pedernales y participar en el velorio de Lucha. Sus hermanas, 
sus hijos, iban llegando de la montaña de Tachina. El encuentro con Lucha 
muerta era desgarrador. 
Aquella gente, que yo quería tanto -aunque ahora nuestros caminos se han 
alejado- seguirán siendo mis compañeros y compañeras del alma hasta el final 
de mi vida en mi visión profunda de la sociedad en la que creo. 
VILMA VÉLIZ 
Estoy convencido que con un grupito de mujeres como Vilma Véliz se puede 
cambiar el mundo. Estoy seguro que con Vilma, que en este momento es la 
presidenta de la UOCASI (Unión de Organizaciones Campesinas de San Isidro, 
Ecuador), está garantizada la pervivencia de las comunidades de San Isidro. 
Aquel trabajo apasionante que llevamos todos los misioneros durante más de 
treinta años de creación de comunidades eclesiales de base, a pesar de la 
involución de la Iglesia y de la nueva racha de sacerdotes espiritualistas, 
sacramentalistas y alejados de la realidad, continúa adelante gracias a Vilma y 
a buen grupo de personas muy valiosas y muy convencidas. 
Vilma Véliz, con un nieto en brazos, y sus dos hijas, Yéssica y Pilar
29 
Vilma pertenece a un gran clan familiar, todos ellos muy comprometidos en la 
creación del nuevo Ecuador. Tanto su esposo Gualberto, como sus cuatro hijos 
Héctor, Gualbi, Pilar y Yéssica, y ahora sus yernos, nueras, nietos, además de 
sus hermanos y hermanos y todos los sobrinos y sobrinas, comenzando por 
sus padres Félix y Zeneida que aún viven, forman parte de la comunidad de 
Piquigua. Ellos viven veinticuatro horas al día de dedicación plena a la causa 
de la liberación de los más pobres. 
Llevan infinidad de acciones y compromisos: trabajos comunitarios, caja de 
ahorros, huertos orgánicos, misiones, catequesis, reuniones de la comunidad, 
etc., con una constancia y fidelidad grandes. Todos han terminado estudiando 
en horas nocturnas y capacitándose para servir mejor a su pueblo y ahora, 
también, muchos de ellos son profesores y profesoras en diversas instituciones 
educativas. 
Todo ello lo hacen muy en comunidad, sin renunciar en ningún instante a sus 
raíces y a su identidad montubia. Las reuniones de su comunidad son una 
gozada. Todos acomodados en la gran sala, sentados por los suelos, 
comienzan siempre leyendo y reflexionando la palabra de Dios. Participan, 
hacen comentarios profundos y todo se va desgranando con sosiego y 
tranquilidad y aderezado con muchos toques de humor, de esos grandes 
bromistas, como son Gualberto Pinargote, Ramón Véliz, Manuel Rosales, y a 
cuya escuela de la chispa y el ingenio se van uniendo las nuevas 
generaciones. 
La comunidad de Piquigua reunida
30 
A Vilma la conocí cuando era muy joven, con veinte y pocos años y los cuatro 
hijos tiernitos. En todo encuentro, en toda reunión, yo esperaba las palabras de 
Vilma, porque siempre eran como una luz radiante para alumbrar los 
acontecimientos de la vida. Sentía que en ella se unía la clarividencia, el coraje 
y la ternura. 
Para mí fueron treinta años apasionantes buscando caminos en la organización 
de los pobres. Haber conocido y compartido con personas como Vilma es un 
regalo, cuya herencia te queda para siempre. Vilma, la verdad, era única, 
especial. Pero parecidas a Vilma hubo muchas, cada una con sus dotes de 
coraje, de entrega, de compromiso, tanto mujeres como hombres. Su 
organización y su comunidad continúan firmes 
Podía seguir nombrando otras mujeres, de cada una de los cuales podría 
relatar una larga y apasionante historia, como Enriqueta Salvatierra, Elena 
Bravo, Estrella Marcillo, Vicenta Vélez. Y también hombres, como Milagro 
Zambrano, Guido Moreira, Santos Leones. Pero he querido solamente nombrar 
a Vilma Véliz, pues ella representa muy bien a todo un grupo de personas, en 
las que creímos profundamente y con quienes hicimos juntos un camino de 
liberación muy importante. 
MUKAMANA GAUDENCE 
Mi visión de las mujeres africanas está mejor expresada en mis pinturas que en 
cualquier relato que pueda escribir. Pero ahora quiero mostrar con pocas 
palabras a nuestra mejor amiga en África, Mukamana Gaudence. El primer 
impacto de la profundidad de su vida lo recibes desde que la miras por primera 
vez. Su piel es de un negro absoluto y sobre su negrura destacan unos ojos 
brillantes y vivos y una dentadura totalmente blanca, de la que enseguida brota 
una carcajada. 
La palabra gaudence significa alegría y Mukamana Gaudence es la alegría 
encarnada. 
Luego, te cuenta su vida y te quedas 
sobrecogido. Vivió la guerra del 94 en 
Rwanda. Mataron a varios familiares 
suyos. Huyó del país con sus padres y 
otros hermanos, vagando durante 
semanas por las montañas y cargando lo 
imprescindible sobre la cabeza. En el 
campo de refugiados de R. D. de Congo 
vivió dos años y cuando se acabaron los 
campos y la mayoría de refugiados 
regresaron a Rwanda, sus padres seguían 
amenazados y comenzaron a huir como 
fieras acorraladas a lo largo del Congo. En 
ese momento, Gaudence decidió dedicar 
su vida a los más pobres de su país. Se 
hizo religiosa, se capacitó durante cuatro 
años y estudió enfermería. 
Con Gaudence Mukamana
31 
Ahí fue que nosotros la conocimos y nos contagió su pasión por ayudar a la 
gente más pobre. Y nos la contagió, casi sin palabras, con su alegría vital. Nos 
dijo: “Mi alegría nace de la misión que estoy realizando, porque es engendrar la 
vida. Lo veo en tantos niños malnutridos que se curaron y hoy son felices, en 
tantos niños discapacitados: que no andaban y hoy andan, tenían epilepsia y 
hoy ya las crisis están controladas, los ciegos escondidos en sus casas hoy día 
van a la escuela, sordomudos que hoy estudian, etc. Verlos contentos, me llena 
el corazón. Soy feliz y la gente que sirvo son felices, a pesar de otros 
problemas que tengan”. 
Pero la anchura de la sonrisa de Gaudence, tenía una espina clavada dentro. 
Sus padres, muy mayores, llevaban ya catorce años rodando por Congo, 
huyendo de todo. Gaudence, venciendo ese punto profundo de repugnancia 
hacia la persona que amenazaba a sus padres, logró hablar con él y que 
desistiera de su amenaza. Se fue a Congo a buscarlos. Después de un mes 
recorriendo el país en camionetas, los encontró. Y regresaron a Rwanda. 
Cuando nosotros desde Kuartango compartimos un poco con Gaudence, para 
que pueda ayudar a los niños desnutridos y discapacitados, comprar animales 
para las familias y ayudar a los niños huérfanos o sordomudos, no estamos 
haciendo más que ser un poco más conscientes de las situaciones terribles de 
este mundo y embebernos un poco más del coraje de las mujeres ruandesas. 
Gaudence lleva el centro de niños desnutridos y 
discapacitados, que apoyamos desde Kuartango
32 
También quisiera que me dieras tu opinión sobre el papel que está 
jugando y podría jugar la Iglesia Católica para: 
 defender los derechos de las mujeres del mundo 
 acabar con las desigualdades cada vez mayores entre las personas 
Me encantan los gestos, actitudes y comentarios del Papa Francisco. Hay una 
anécdota que se me quedó grabada. Lo contaba su sobrina, en una entrevista 
desde Argentina. Antes de salir para el cónclave Jorge Mario Bergoglio, su 
sobrina le preguntó: “Tío, si sales elegido Papa, ¿te comprarás zapatos 
nuevos, porque los tienes ya viejitos?”. Su tío le dijo que no, que aún podían 
aguantar. Cuando se dio la noticia de que había salido elegido Papa e iba a 
aparecer ante el mundo, su sobrina sólo miraba a sus pies con expectativa, 
pensando que era difícil que cumpliera su promesa. Cuando lo vio con sus 
zapatos de siempre, respiró tranquila. Pensó que su tío era capaz de cumplir 
sus proyectos de cambiar la Iglesia. 
A algunos les puede parecer una tontería, un simple gesto simpático. Para mí, 
Francisco, con su sencillez y austeridad, consecuente con su proyecto de 
reforma de fondo, está marcando un liderazgo mundial, ante una forma de 
entender el poder y la autoridad, tanto dentro de la Iglesia como en la política 
en general, con tanta prepotencia y arrogancia, incluso ante una sociedad tan 
consumista, que cambia de zapatos y de vestido sólo por moda. 
Es increíble que dentro de la Iglesia haya gente que todavía está discutiendo si 
la mujer puede acceder o no al sacerdocio y a los cargos de responsabilidad. 
Es tan absurdo, tan fuera de la historia. Estos sectores de Iglesia del poder, del 
control, de la condena, aún tienen mucha fuerza. Ya quieren cargarse la Iglesia 
de Francisco. 
Yo creo que es más importante en la Iglesia una mayor sensibilidad hacia las 
personas, en especial hacia los que sufren, que la defensa de la institución. Le 
gradezco a Francisco, y ojalá se sigan dando pasos, su afán por defender a las 
víctimas de los abusos sexuales y erradicar la lacra de los curas pederastas. 
Yo, personalmente, creo en esta fuerza movilizadora del evangelio, que a 
Francisco le empuja a hacer una Iglesia de los pobres y para los pobres y a 
mucha gente le lleva hasta los lugares más escondidos del mundo para servir a 
los que más sufren. En los últimos rincones del mundo, donde se decide la vida 
y la muerte de mucha gente, siempre he encontrado a personas colaborando 
desde su motivación cristiana. 
En los campos de refugiados de Congo, en los orfanatos de Rwanda, en los 
centros de niños desnutridos, en las favelas de Brasil, en las comunidades 
indígenas de la selva amazónica, en las minas bolivianas, he encontrado 
personas luchando, desde su compromiso cristiano, por los derechos de los 
últimos, defendiendo su vida, enfrentándose a las injusticias. También, sin 
duda, en lugares de nuestra propia geografía. 
En este mundo creo y en estos valores. Y creo en esta Iglesia, cercana a los 
que sufren, que lucha por los derechos de las mujeres, que se enfrenta a las 
desigualdades. Y la única Iglesia, que puede tener credibilidad como tal, es la
33 
que defiende también los derechos dentro de la misma Iglesia, la igualdad de 
todos, la igualdad de la mujer y una verdadera democracia y participación. 
No creo en otra cosa, ni dentro ni fuera de la Iglesia. Me identifico con una 
ideología socialista, de izquierda, revolucionaria. Pero esta ideología me parece 
interesante en la medida que es capaz de estar cerca de los que más sufren, 
transformando la realidad desde abajo. 
En este campo, en el campo de la defensa de la vida, de los derechos de las 
personas más pobres, de la igualdad de las mujeres, no concibo protagonismos 
especiales. Ni de la Iglesia ni de fuera de la Iglesia. Cada vez más, en nuestra 
sociedad moderna, tenemos que saber trabajar en común por la causa de los 
más pobres y por la defensa de los derechos de las personas y de la igualdad. 
Eres una persona muy inquieta y activa con muchos proyectos en marcha 
y en mente. Me gustaría que, para terminar, nos hablaras de algunas de 
esas ideas que circulan por tu mente para los próximos meses y años. 
En Kuartango tenemos varios proyectos entre manos y nos faltan horas para 
poder llevarlos a cabo. Alguien pudiera pensar que en un reducido valle rural, 
de pocos cientos de personas, no hubiera tantas cosas que hacer. Pero si 
pones ilusión en las cosas y crees en lo que haces, la gente se va implicando. 
Ahora mismo estamos metidos en el proyecto de fotos de Kuartango, el ayer y 
el hoy de Kuartango. Seguimos con el plan de Kuartango Solidario, con un 
montón de actividades de Comercio Justo, para niños, adultos y mayores, y la 
campaña solidaria para Rwanda. 
He preparado un par de libros digitales, que me gustará publicarlos, si se 
pudiera. Uno se titula “Imágenes para la utopía desde Ecuador” y el otro “El 
corazón de África. Acuarelas solidarias”. Como ya lo dicen los títulos, 
ambos recogen algunas de mis pinturas, a las que he puesto comentarios y 
explicaciones, mostrando cómo veo la realidad de estos países desde una 
visión utópica, artística y solidaria. Me gustaría editarlos en papel, como una 
forma de compartir con mucha gente, que yo sé que piensa y siente igual 
Vamos a ver si se puede. 
Portada del libro sobre África Portada del libro sobre Ecuador
34 
Siempre me ha interesado el tema de la cultura de cada pueblo. En Ecuador, 
me he acercado, en los diversos lugares que estado, al tema de la Cultura 
Montubia. Ahora quiero hacer algunos estudios en Antropología, para tener 
mejores herramientas a la hora investigar y profundizar en las raíces culturales. 
Sigo bastante dedicado a la pintura. Es una forma de expresar valores y 
sentimientos, en los que creo profundamente. Me han hecho propuestas de 
exposiciones y proyectos solidarios. Y siento que aún me falta mucho por 
hacer. 
Muchas gracias, JuanRa, por compartir en este blog tu mirada.

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  • 1. 1 LA MIRADA DE JUAN RAMÓN ETXEBARRIA BOROBIA Mentxu Ramilo Araujo Me gustaría aprovechar mi ronda de publicación en Doce Miradas para visibilizar a una persona que lleva trabajando muchos años en Euskadi, América Latina y África tejiendo redes de solidaridad y espacios de encuentro entre gentes de distintas edades, procedencias y visiones de la realidad. Juan Ramón Etxebarria Borobia (JuanRa en adelante y para quienes le conocemos) es uno de los ocho hermanos de la familia Etxebarria&Borobia. Nació en Urbina (Álava) y creció “asilvestrado” y ágil gracias al contacto permanente con la naturaleza. Desde que le conozco me ha transmitido su gran pasión por las personas: escucharlas, interesarse por sus vidas, ayudar en la medida de lo posible, de manera proactiva, con discreción y atención personalizada. De profesión es cura. Pero es un cura rural poco habitual, porque habla de manera que se le entiende, desde el corazón y la experiencia cotidiana de vida. Habla y anima a la acción. Comparte lo que vive, en el entorno presencial y en las redes sociales. En sus homilías habla de Facebook como lugar donde compartir con 1400 amistades de todo el mundo (me creo que sean personas conocidas de verdad) imágenes, reflexiones, lecturas, vídeos, siempre con un toque de justicia social. También tiene un blog donde, comparte algunas de las muchísimas presentaciones de fotografías, pinturas y reflexiones que ha ido enviando por e-mail a lo largo de los últimos años. Es una persona que lidera desde el ejemplo y desde el cuidado y la atención. Sé que no le gusta demasiado que hablen de él. Pero no he dado más que unas pequeñas pinceladas, o puesto unas teselas del mosaico de su vida que, sin duda, completarían muchísimo mejor todas las personas que le quieren por ser una persona cercana y transformadora de mentes y corazones. Bueno, JuanRa, en esta presentación, seguro que me he dejado detalles importantes de tu vida. Así que, en primera persona, nos gustaría que nos hablaras un poco más de tu vida. Háblanos un poco de tus orígenes y de tu familia Soy de una familia muy normal y de un pueblito pequeño de Álava, Urbina. Una familia numerosa, ocho hermanos. Soy el mayor; tenía siete años y ya éramos seis hermanos. O sea, éramos muy seguidos. Además, todos chicos. Mis padres nos enseñaron, sobre todo, la unión de la familia, de los hermanos y, también, a hacer las labores de casa: cocinar, fregar, lavar, etc. Nuestra casa era la última del pueblo, ya en el monte. Vivíamos corriendo por el campo, subidos a los árboles, haciendo chabolas, etc. Ni necesitábamos salir de la casa y de la finca para los juegos; venían los chavales del pueblo y allá jugábamos todos. La naturaleza y la libertad eran nuestras mejores aliadas en los juegos.
  • 2. 2 Aquí nací, junto a mis hermanos, lugar de muchas vivencias, juegos y aventuras Nos tocó trabajar mucho. Teníamos gallinas, animales, granja. Lo hacíamos todo entre todos: ordeñar, limpiar las cuadras, descargar los camiones, llevar la leche, dar de comer a las gallinas, recoger los huevos, capar los cerdos, etc. Y todo este trabajo lo hacíamos desde muy pequeñitos. Con siete u ocho años aprendíamos a ordeñar. Una vez, a un hermano de diez añitos le tocó descargar a él solito un camión de sacos de piensos compuestos. Y lo contábamos como una hazaña. Él se quedó pequeñito para siempre, pero para nosotros esa vida siempre ha sido un orgullo. Mis padres y los dos hermanos mayores; estoy en brazos de mi padre
  • 3. 3 Hacíamos casi todos los trabajos como juego, haciendo competiciones. Por ejemplo, sacábamos la basura de la cuadra o de los gallineros en carretillas echando carreras. O cuando cuidábamos las vacas a la orilla de la vía y pasaba el tren Vasco-Navarro, que ya iba frenando para llegar a la estación, hacíamos teatro para los pasajeros, que nos miraban absortos por la ventanilla durante unos instantes. Somos ocho hermanos; aquí estamos siete, con mis padres Mis padres fueron, sin duda, partícipes de la infancia creativa y aventurera que vivimos entre los hermanos. Mi madre, en medio de aquella vida un poco agreste que llevábamos, aportó una exquisita sensibilidad. Ella, que tenía que trabajar tanto con ocho hijos, vivió una pasión total por la música clásica. Recuerdo que, siendo yo bastante pequeño, ella me trajo a Vitoria a los primeros conciertos y presentaciones de ballet. Su actitud ante todas las cosas siempre fue positiva y nunca le escuchamos hablar media palabra mal de nadie. Mi padre, surgido de las profundidades de Gorbea, fue una persona muy sencilla, pero también alegre y juguetón, creo que herencia de su madre Cándida. Tuvo el arte de saber poner orden en aquella tropa de ocho chavales un poco bruticos y, al mismo tiempo, ser cómplice y alentarnos en nuestros juegos laborales, pues era el que hacía de juez y nos daba los premios en aquellas competencias de sacar la basura en carretillas o ver quién llenaba más rápido el balde leche ordeñando.
  • 4. 4 Esta infancia ha marcado mi vida. La mezcla de trabajos, de juegos, de libertad y fraternidad que he vivido en la niñez, seguro que ha condicionado mi vida para siempre. Hasta el día de hoy nos seguimos reuniendo los hermanos todas las semanas. Dicen que la vida consiste en poner en práctica dos o tres sueños, que se tuvieron en la infancia. Y estoy de acuerdo. Luego, la vida te va llevando por muchos caminos, pero son caminos que inicialmente los eliges tú. Y siento que todo lo que he vivido y recorrido por el ancho mundo no está en contradicción con los sueños que tuve en la niñez. Con mi abuela Cándida, que nos hacía las medias de lana Este afán juguetón de la infancia creo que se me ha quedado en mi ADN para siempre. Y en los momentos más sagrados y sublimes de la vida, se me ocurren cosas jocosas. Me encanta romper las solemnidades artificiales, incluidas las de la liturgia, pues creo que la vida ya es en sí misma grandiosa, sabiéndola vivir, sin necesidad de añadirle aditamentos. Serán reflejos de mi infancia. Hoy día la familia se ha multiplicado. Tenemos una casita en el campo y todos los domingos nos reunimos casi todos, muchos días pasamos de veinte. Este encuentro de los domingos es un momento muy propicio para la alegría, las bromas, los juegos y el trabajo colectivo. Todos mis sobrinos, y también mis cuñadas, han mamado este ambiente. Mis hermanos son buenos organizadores, se reparten las tareas, todos colaboramos en la cocina y en los trabajos. Es la única forma de que siga funcionando aquello que sembraron nuestros padres hace muchos años. Todos los domingos nos reunimos toda la familia en esta casa de Nafarrate, que aquí aparece en la primavera y en el otoño
  • 5. 5 También hay que decir que no somos iguales y muchas veces hay diferencias y debates. Pero ahí quedan siempre, nunca llegan más allá. Mi madre sigue valiente, con sus ochenta y ocho años. Sufre de las piernas, de la movilidad. Pero, por ese arrojo positivo que siempre ha tenido, se ha levantado de la silla de ruedas, en la que ha permanecido un año, y ha vuelto a caminar. Sigue siendo un referente para nosotros por su actitud y por su sensibilidad. Todos los hermanos, los ocho, cuidamos de ella. ¿Qué te animó a ser cura y a ser misionero? Era bastante niño cuando tuve este deseo de ser cura. Lo entendía como una forma de servir, de ayudar a la gente. Valoraba la posibilidad de estar con la gente, con todos, de acompañarles. Tantas necesidades que tenemos todas las personas, problemas y carencias; al mismo tiempo, tantos momentos especiales en la vida de las familias, de los pueblos, de los pequeños pueblos como era el mío: momentos de encuentro y de hacer pueblo…, me parecía que ser curar era una buena oportunidad para acompañar y compartir todas esas experiencias. Luego, también muy niño, tuve el deseo de ser misionero. Conocí a misioneros que transmitían sus vivencias y experiencias. Me atraía vivir todo esto que digo del acompañamiento a la gente, en los lugares más pobres del mundo. La verdad, no me dice nada ese sacerdocio dedicado principalmente a lo litúrgico y a lo sacramental. Creo más en un sacerdocio social, creo en un compartir profundo de la vida, sin diferencias ni credos ni etiquetas. Y también creo en ese momento importante de reunirse la comunidad y celebrar las cosas que nacen y vienen de la vida. Tampoco creo en una solemnidad hecha de ritos y fórmulas repetidas, no me dice nada, me parece vacía. Creo que la vida misma, el encuentro de las personas, la celebración de las conquistas que hacemos juntos cada día, ya es litúrgica en sí. Y así hay que vivirlo y demostrarlo, pero sin muchas añadiduras que rompan la magia que tiene la vida misma. O descubres a Dios en esa convivencia y trajín de la vida cotidiana, muy apegado a la realidad, o no me interesa para nada ese Dios fuera de la vida normal. Tampoco creo en un protagonismo especial del sacerdote. Creo en el protagonismo de la comunidad. Sería posible una comunidad sin sacerdote, que se reúne, que se organiza, que celebra la vida, la presencia de Jesús en su vida. El sacerdote es uno más; tiene su papel, como todos los tienen. Pero es uno más, junto a toda la comunidad, o si no, es un estorbo. Creo que tú eres a quien más le gusta viajar en la familia. ¿Qué significa viajar para ti? ¿Qué lugares y personas recuerdas con especial cariño? Cuando era joven no había tanta costumbre de viajar a lugares lejanos. Con veinte años sólo viajaba a los rincones escondidos de la geografía alavesa, siempre con chavales. Salidas, campamentos, aventuras, con un grupo de veinticuatro chavales muy activos del barrio de Zaramaga, en Vitoria. Lo pasábamos excelente, todos trabajábamos, cocinábamos, y todos éramos iguales, no había diferencias entre monitores y chavales. Corrimos aventuras
  • 6. 6 increíbles, imborrables hasta hoy. Hoy nos hubieran denunciado por poner en riesgo la vida de aquellos críos y crías. Para mí fue una escuela de convivencia e igualdad muy profunda. Creo que así lo sentimos todos hasta hoy y dicen ellos que les marcó definitivamente, pues en situaciones de cerrada competencia que les toca vivir en la sociedad actual, no han podido renunciar a los valores profundos que descubrieron en aquella infancia y adolescencia de juegos, de aventuras, de trabajos, pero de profunda igualdad. En una de las acampadas con el grupo de chavales de Zaramaga Con veintiséis años fui a Ecuador, donde permanecí treinta años. Allí, sobre todo, viajé al Ecuador profundo. Vivía y trabajaba en una extensa zona, sin comunicaciones. Recorría a pie todos los caminos, los senderos, subiendo cerros y llegando a las últimas casas. Me gustaba llegar a los lugares remotos, donde parecía que se terminaba el mundo, y descansar en una hamaca con una taza de café bien negro, conversando con la gente sencilla. Siempre he disfrutado escuchando a la gente humilde y sabía. Tuve la oportunidad de recorrer todo el Ecuador, todas las provincias. Siempre me ha apasionado conocer la cultura de cada lugar, descubrir sus raíces, ir al fondo de la vida de los pueblos. Las simplificaciones y los estereotipos no me dicen nada, me aburren soberanamente. Después de treinta años de estancia en Ecuador, regresé de nuevo a mi tierra. Cuando volví, tuve la oportunidad de cumplir un viejo sueño de la infancia: conocer África. Siempre me atrajo este continente, desde los diez años. Quería
  • 7. 7 conocer África para descubrir mejor las raíces del ser humano, de la vida humana. Me interesaba acudir a las fuentes de donde surgen los valores más profundos en los que creo: la familia, la comunidad, el pueblo. Y me seducía muchísimo descubrir los colores, las formas, que en África me las imaginaba más puras y originales. Al llegar a África, vi todo el horror y toda la violencia que es capaz de generar el ser humano. Vi campos de refugiados donde se hacinaban cientos de miles de refugiados, una pobreza extrema, desnutrición en los niños, una represión enorme. Y todo ello, porque en esa zona hay el maldito coltán, ese mineral de los móviles y de esos aparititos que tienen a medio mundo adormecido, mientras allá, aquellos países de Congo y de Rwanda se desangran, y las multinacionales se enriquecen y los gobiernos poderosos del mundo sostienen esta espiral porque les viene muy bien ser aliados de aquellos gobiernos represores y tener aquí a la gente absorta dándole a la maquinita sin tener conciencia de la sangre y la muerte que hay detrás. Pero como he dicho antes, lo que me interesaba era conocer a la gente sencilla, a la gente pobre y buena que resiste con tremenda dignidad todas esas miserias. Me interesaba conocer a las familias, a los niños, a las mujeres. Me interesaba conocer a esas personas que están ahí, junto a los que más sufren, dando la vida, ayudando y sirviendo. Me interesaba conocerles, ver cómo viven, cómo sienten, cómo piensan. Porque creo que ahí está la raíz para enfrentar los males que les acechan. Y de verdad que pude conocer aquello que me interesaba y que me ha marcado para siempre. Tengo rostros de personas, imágenes, ojos brillantes, historias, vivencias, danzas, cantos, de África, guardados dentro de mí para siempre. Una de las veces que fuimos a Rwanda, llegamos de noche. Al amanecer del día siguiente, vimos una multitud de mujeres con sus vestidos multicolores, sus parasoles protectores y sus niños y niñas a la espalda, que venían danzando. Venían a darnos la bienvenida. Eran las madres de los niños desnutridos, que nosotros habíamos apoyado desde Kuartango, las personas más pobres. Era un derroche de vida, de alegría y de amor. Esta imagen de la acogida que nos brindaron en Rwanda, ha quedado profundamente grabada Esa imagen que se ha quedado grabado en mi retina, de la gente más pobre luchando por su vida con una hermosura profunda, ilumina mi visión de África. Recuerdo uno de los campos de refugiados que visité en R. D. de Congo, que tenía como doscientas mil personas hacinadas. Después de ver las tiendas de campaña amontonadas, nos acogieron en una pequeña cabañita, donde estaríamos más de treinta personas apretadas y nos explicaron su vida, sus problemas y esperanzas, con tal dignidad, que desde entonces todo lo demás que hay en el mundo me parece relativo.
  • 8. 8 Uno de los campos de refugiados que visitamos en R. D. de Congo Otro de los sueños que he cumplido es llegar a donde viven los indígenas de la selva latinoamericana. En concreto, he viajado por el Amazonas y sus afluentes, he navegado durante días y días, en unos paisajes increíbles, donde termina el mundo occidental conocido y sólo hay agua, naturaleza y selva virgen. He entrado en las profundidades de la jungla de Brasil, de Bolivia y de Ecuador. Y, en medio de todo ello, he encontrado comunidades indígenas y he compartido con ellas. Muchas cosas son atractivas de la vida natural y comunitaria de los indígenas. Pero, ahora quiero resaltar, sobre todo, su gran capacidad de resistencia, de lucha y de organización. Es admirable, es un ejemplo. Para mí, llegar a un pueblo indígena de la Amazonía, reunirme con la comunidad y escucharles sus historias, sus vivencias y, sobre todo, sus planes y proyectos de resistencia, me parece increíble. Recuerdo, como expresión de esta resistencia y, al mismo tiempo, belleza indígena, una vez en que, después de ocho días de navegación por diversos ríos de la selva boliviana, llegamos a una comunidad indígena remota, y unos jóvenes nos dieron un concierto de violín magistral, herencia que habían recibido hace tres siglos de los jesuitas y la han conservado con toda fidelidad, incluidos los cuadernos con las notas musicales y miles de estrofas escritas con letra de caligrafía. Los que creemos saber tantas cosas de luchas y resistencias, de tácticas y estrategias, no sabemos nada, cuando llegamos a conocer el mundo indígena latinoamericano.
  • 9. 9 Estos indígenas nos sorprendieron tocando el violín en las profundidades de la selva de Bolivia Pero la vida, sin duda, tiene sorpresas. Yo creo que las decisiones y los caminos fundamentales los tomas tú, a partir de tus inquietudes, de tus centros de interés vitales, que se van manifestando desde tu niñez y juventud. Pero muchas veces, unos caminos te llevan a otros. En Brasil me encontré con lo que nunca me había imaginado. Unas amigas ecuatorianas me introdujeron en las favelas de Bello Horizonte, donde ellas trabajaban con una entrega total. Después de haber recorrido muchos lugares del planeta, donde yo creía que estaba el fin del mundo, en la favela tuve la sensación de haber llegado al infierno. Y así se lo dije a ellas. Pero más fuerte fue su reacción, cuando se rebelaron ante este comentario mío y me mostraron “la vida que hay en la favela”. La gente de la favela vive hacinada, rebuscando en los basurales. Las criaturas se arrastran por los pequeños callejones de menos de un metro de anchura por donde corren los desagües, con una putrefacción y una hediondez insoportable. Estas mujeres amigas les acompañan, les animan, les ayudan. Me contaban historias hermosísimas de mujeres que vivían sacando cosas de la basura, de un amor, de una fe y de una sensibilidad tan exquisitas, que uno no puede menos de sobrecogerse. Uno aprende a callar, a hacer silencio, para dejar de hacer análisis y comentarios fáciles y escuchar estas historias reales. Mis amigas ecuatorianas son valientes y comprometidas, viven denunciando esta realidad, peleando con las autoridades, para lograr cambiar estas injusticias y conseguir mejores condiciones de vida para los habitantes de la favela. Pero luego se abrazan de tal manera a aquellos niños y niñas y a aquellas personas de la favela, sin escrúpulos, que me ayudaron a entender
  • 10. 10 dónde está realmente en esta sociedad el compromiso revolucionario y la radicalidad. De la favela de Belo Horizonte me traje una pequeña medallita, que me regaló mi amiga Tania, porque tenía historia. Tania visitaba todos los sábados y domingos la favela “Vila da luze”. Pero, una vez, decidió permanecer una semana entera viviendo allá. Le acogió una mujer muy pobre y sencilla, que vivía sola. Tania le propuso acompañarle en el trabajo. La mujer le contó que “reciclaba”, es decir, iba a los basureros a rebuscar en la basura. Así que Tania le acompañó todo el día. Dice que encontró unos tomates algo dañados, pero que aún se podían aprovechar. En la favela “Vila da luze”, de Belo Horizonte, en Brasil De la favela de Belo Horizonte me traje una pequeña medallita, que me regaló mi amiga Tania, porque tenía historia. Tania visitaba todos los sábados y domingos la favela “Vila da luze”. Pero, una vez, decidió permanecer una semana entera viviendo allá. Le acogió una mujer muy pobre y sencilla, que vivía sola. Tania le propuso acompañarle en el trabajo. La mujer le contó que “reciclaba”, es decir, iba a los basureros a rebuscar en la basura. Así que Tania le acompañó todo el día. Dice que encontró unos tomates algo dañados, pero que aún se podían aprovechar. Después halló una bolsa de papel con restos de pollo. Al mediodía, aquella buena mujer le invitó a comer a Tania de lo que habían recogido. Tania, que es de una sensibilidad exquisita, por supuesto comió, venciendo el natural escrúpulo. Dice que era una mujer que siempre estaba alegre y contenta y que era muy religiosa. Al final del día, aquella mujer le regaló a Tania en agradecimiento una medallita de la Virgen, que le contó cómo la había encontrado en la basura, y que estaba ya un poco gastada. Pero, decía la mujer, que esa imagen le daba a ella fortaleza. Y en gratitud se la regaló a Tania. Tania me la dio como recuerdo de la favela. Y para mi simboliza la increíble capacidad de resistencia de los pobres y el amor inconmensurable de personas dispuestas a darlo todo por los más pobres. Tania y Vitorinha. Tania me enseñó a descubrir la vida que en la favela
  • 11. 11 ¿Qué destacarías de tu etapa misionera en Latinoamérica? Fueron treinta años en Ecuador que los viví intensamente. Seguramente hubo momentos bajos, malos, como en todas las cosas de la vida. Pero ahora mismo me parecen treinta años apasionantes, aprendiendo y disfrutando, luchando junto a los más pobres y compartiendo profundamente con el pueblo ecuatoriano. De todo aquello me han quedado cientos, miles de amigos y amigas. Ya sé que decir esto es un poco exagerado. Pero quiero indicar que no son las típicas amistades de cuadrilla, de grupo, sino relaciones labradas en una convivencia y en un trabajo muy profundo, en el que, de alguna manera -junto a otras muchas personas- logramos hacer un proyecto muy global y participativo y de todo el país, que ha servido para cambiar un poco el devenir del pueblo ecuatoriano. En Ecuador me sentí dichoso junto a la gente más pobre, como aquí con Fito y Janeth, en su casa de Ambache, en 1977 Cuando llegué a Ecuador, nos decían los compañeros que ya llevaban años allá, que había que estar por lo menos un año en silencio, escuchando, aprendiendo, para no meter la pata y después poder ser eficaz en el trabajo. Recuerdo que me pasé más de dos años escuchando, hasta que me dijeron: “¡JuanRa, ya es hora de que empieces a hablar!” Bueno, es simplemente una anécdota. Con ello quiero decir que desde el principio me apasionó aquel estilo de vida y de trabajo, muy desde abajo, desde los más pobres; muy en coordinación y en equipo; escuchando mucho a la gente, muy ordenado y sistemático, donde tú no eras el experto, que tenía la última palabra, sino que participabas en un proyecto muy colectivo. Un proyecto muy utópico y, al mismo tiempo, muy real y de mucha entrega y de esa catarsis profunda que es estar en silencio, morderte la lengua y escuchar horas y horas a los más pobres y a los demás compañeros y compañeras del equipo. Una verdadera catarsis para los creídos europeos que creemos saberlo todo.
  • 12. 12 En 1979 hicimos la “misión” en Rosa Blanca. Aquí estamos con Pascualita, y toda su familia, que nos acogió en su casa Grandes profetas y maestros orientaron este caminar nuestro, como el obispo de los indios Proaño, como el pedagogo brasileño Paulo Freire con su “Pedagogía del oprimido”. Otros, como Pedro Casaldáliga, Oscar Romero, Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino… Todos incidían en lo mismo: un proyecto de cambio profundo, de liberación. Al mismo tiempo, una metodología de mucha escucha, de caminar juntos, de participación de todos. Y una teología desarrollada desde abajo: la teología de la liberación. Con estos principios trabajamos haciendo comunidades y organizaciones. Se logró dar un cambio de la realidad, poco a poco. No se politizó el proceso tempranamente ni se buscó llegar aceleradamente al poder para cambiar las cosas. Pero los cambios que se están dando en Ecuador -y, también, en otros países de América Latina-, se deben, sin duda, a este trabajo largo, callado, muy de base, de las comunidades de base, de las organizaciones indígenas y de muchos grupos populares. Ecuador es el país de Latinoamérica que más ha reducido en estos últimos años los niveles de pobreza. Estoy convencido que todo este compromiso concientizador y organizativo durante muchos años es el que está generando un cambio político y la mejora de la situación general. Con todo este trabajo se creó un modelo de Iglesia radicalmente distinto al que estamos acostumbrados. Una iglesia de los pobres, de comunidades, de seglares, que lee y reflexiona juntos la palabra de Dios y ésta le aboca a un compromiso transformador tanto personal como social y político. Al principio, hubo muchos conflictos con los que siempre habían estado acostumbrados a dominar la Iglesia.
  • 13. 13 Como en todos los lugares y en todas las cosas, también en Ecuador, hay un sector de los políticos y un sector de la Iglesia, que se resisten a estos cambios profundos que vienen de abajo. Pero, esta experiencia a muchos nos ha marcado; sobre todo, ha marcado a mucha gente de Ecuador y ha creado un estilo de vida, que será siempre una referencia. Esta cercanía a la gente y a sus raíces, me llevó a interesarme por la Cultura Montubia. El hombre y la mujer de la Costa ecuatoriana, que es mezcla de indio, negro y blanco, ha creado la cultura montubia. Una cultura, que tiene identidad propia, pero que, en general, ha sido desconocida y poco valorada. Hicimos con los compañeros de Manabí investigaciones sobre las manifestaciones de la cultura montubia. Cuando estuve en Baba (Los Ríos) realizamos con la gente un trabajo muy interesante, creamos un ballet de danza montubia, que aún pervive hasta hoy, compusimos canciones, etc. Fue todo un despertar montubio, que ha marcado un hito en Baba y en la provincia de Los Ríos. El Ballet Folclórico Danzas-Baba es la planta más hermosa que ha surgido en la sabana de la provincia de Los Ríos ¿Cómo resumir los treinta años que pasé en Ecuador en unas pocas líneas? Además, fueron años de vivencias intensísimas. En los lugares en los que viví y trabajé: Bahía de Caráquez, San Vicente, Jama, Pedernales, San Isidro, Baba, visitaba todas las comunidades, que en total pasan de varios cientos. Según el estilo de vida y de trabajo que llevábamos entonces, visitar la comunidad quiere decir llegar a todas las casas del recinto, que son alrededor de treinta familias en cada comunidad. Tanto en Manabí como en Los Ríos, las casas están muy alejadas unas de otras, lo que suponía transitar infinidad de
  • 14. 14 senderos, pasar riachuelos y esteros, atravesar cafetales, cacaotales y bosques cerrados o potreros inmensos sorteando las vacas. Y llegar a cada casa significaba pasar largos ratos con la familia, comer con ellos, compartir muchas tertulias, en muchas ocasiones sentados en el suelo; dormir en sus casas, en el suelo o en catres de caña. Son miles de familias que visitábamos y conocíamos. Y luego venía la reunión en cada comunidad. Reuniones, que las hacíamos en todos los lugares posibles: en las casas, debajo de un árbol, sentados en unos troncos, en las escuelas, en las capillas. Eran infinidad de reuniones eternas, participando todos, aprendiendo a participar. Se valoraba la palabra de los más pobres, no había prisa. Esperábamos todo lo que hiciera falta para que alguien, que en su vida había abierto la boca en público, dijera una palabra; y la anotábamos como un verdadero triunfo de esta humilde organización de los pobres que estábamos iniciando. Lo anotábamos todo en cuadernos. ¿Cómo expresar en pocas palabras toda esta riqueza? Si en este momento tuviera que destacar un nombre de alguna persona, que resuma mis treinta años en Ecuador, me atrevo a nombrar a dos personas. Dos personas especiales. “Especiales” sí, en el sentido síquico, dos personas con síndrome de down, “El Toño” y “El Viejito”. Ambos fueron mis compañeros inseparables durante muchos años, mis amigos entrañables, que contribuyeron, sin duda, a hacerme la vida más feliz en Ecuador. Toño Cagua era de Pedernales. “El Toño” era síndrome de down agudo y sordomudo, pertenecía a una familia muy pobre, sus hermanas eran lavanderas, que apenas podían atenderle. Toño era infaltable en nuestra casa, pasaba largos ratos, nos alegraba la vida, comía con nosotros. Era alegre, bromista, juguetón. Uno de los oficios que nos hacía era traernos la leche cada día. Iba con un cueceleches sin asas a casa de la señora Minta y, al regresar, traía los dedos metidos en la leche para sujetar el recipiente, dedos que siempre tenían una buena cantidad de mugre en las uñas. Iba ligero, a paso rápido, inclinado hacia adelante con el cueceleches al frente, e iba tan absorto que atravesaba por la mitad la cancha donde jugaban los jugadores de voleibol. Los jugadores paraban el juego, se reían y le aplaudían. Toño a lo suyo. En San Isidro estaba “El Viejo” o “El Viejito”. Su nombre, Hólber Garibaldi Moncayo Mejía. También síndrome de down; era mudo, aunque sí oía. Asiduo en nuestra casa y mi compañero inseparable en tantos viajes y recorridos por los caminos de San Isidro. De un humor extraordinario, exquisito, era un gran artista y, sin duda, el mejor mímico que he conocido. No había reunión, encuentro, celebración, en que “El Viejito” no diera su sesión magistral de mímica. Por ejemplo, hacía como que iba a sacar una fotografía a todo el grupo y pasaba largo rato realizando todos los preparativos, ubicando a todos, señalando los gestos, las posiciones de cada uno. La gente le quería y le respetaba mucho. Y, además, era muy inteligente, sabía perfectamente cuándo era el momento de hacer sus payasadas y cuándo debía dejarlo discretamente. Con el micrófono daba conciertos, discursos, casi se nos olvidaba que era mudo de lo bien que lo hacía, pero él siempre alegrando la vida de la gente. Ambos murieron tempranamente. “El Toño” murió de una forma trágica; alguien se lo llevó en un carro y desapareció. Me tocó dar muchas vueltas hasta que por lo menos supimos su destino final. “El Viejito” murió cuando se le fue
  • 15. 15 acabando el humor y las ganas de vivir, que exactamente fue al día siguiente de morir la Mamá Zoila, que era su abuelita y la que lo cuidó con todo cariño hasta el final. Si he querido resumir con estas dos personas mi larga estancia en Ecuador, no es simplemente por contar anécdotas entretenidas, sino porque éste fue realmente el sentido de nuestra vida y trabajo en Ecuador, no sólo mío sino de todos los compañeros y compañeras misioneros: la cercanía y la amistad profunda con las personas más pobres. Ésa fue nuestra vida allá, estar totalmente dedicados a la gente más humilde y sencilla, compartir con ella, convivir, acompañarles en toda su vida, en sus sufrimientos y tragedias, tan comunes en la vida del pobre, pero también en sus fiestas y alegrías, que sólo se conocen de verdad cuando se convive profundamente con ellos. Sí, luego se hizo un profundo trabajo con las comunidades, con la organización de los pobres, con las bodegas, botiquines, trabajos comunitarios, cajas de ahorro, etc., pero todo partió de una convivencia intensa con la gente más pobre. Toda esta experiencia ecuatoriana ha quedado grabada para siempre como lo mejor que he vivido. Sigo cultivando estas vivencias y valores. No es algo pasado. Además de viajar, aprender y escuchar a las personas, otra de tus aficiones (de la cual podemos decir que eres un profesional) es la pintura. ¿Cómo comenzaste a pintar? Todas estas vivencias que estoy contando de Ecuador fueron las que desataron en mí un deseo de dibujar y de pintar. Empecé con un lápiz y un rotulador de punta fina. Llegaba de las visitas del campo, de las reuniones, de las misiones, a casa, de noche, y a la luz de la vela, me ponía a dibujar. A expresar la realidad que veían mis ojos, el trabajo esclavo de las haciendas, la explotación de los patrones y de los comerciantes. Pero, sobre todo, con los dibujos trataba de exponer los sueños y proyectos que mostraban los hombres y mujeres del campo en aquellas reuniones casi clandestinas. Uno de mis primeros dibujos, a rotulador, que recoge modelos de casas manabitas, con sus familias
  • 16. 16 Además, esta gente sencilla, muchas veces analfabeta, expresaba sus ideales con mucho gracejo y con una alegría contagiosa, que yo trataba de revelar en aquellos dibujos rudimentarios, pero que luego los exponíamos en las mismas reuniones y despertaban muchas reflexiones y comentarios sabrosos. Me tocó colaborar en cantidad de folletos y publicaciones populares, donde el dibujo era un arma pedagógica de mucha fuerza. Hice varias colecciones de postales con pinturas naifs muy simples y mensajes utópicos, que expresaban muy bien el contenido de nuestros trabajos y vivencias con la gente. Recuerdo el primer encargo que me hicieron los compañeros del grupo. Hacer los dibujos para un libro de alfabetización, basado en la pedagogía de Paulo Freire, que se basaba en palabras generadoras y arrancaba cada tema con un dibujo de la realidad, que se analizaba entre todas las personas alfabetizandas. Recuerdo los primeros dibujos: la casa, el machete, el agua, el trabajo, etc. Y otro encargo que me hicieron, las ilustraciones para un libro de oraciones populares. Con el tema del nacimiento de un niño, me imaginé la fuerza de la vida, de la sexualidad, de la pareja, en aquel entorno profundamente vitalista y tropical. Me pareció que la pintura era algo mágico. Esa fuerza suya para expresar la realidad con sus sueños y utopías y desatar procesos organizativos, me subyugaba. Una de mis pinturas naif, que recoge el país utópico, las regiones de Ecuador, las distintas razas y culturas, formando una comunidad Alguien podrá pensar que estoy hablando de una pintura profesional. Nada de nada, era la cosa más simple del mundo. Dibujos infantiles, ingenuos, para mostrar la vida de la gente: el trabajo esclavo de las haciendas, la explotación del comercio, los macheteros, la familia, la vida de la comunidad, las casitas de caña sobre postes de madera, los burritos, los chanchitos, etc. El mérito que tenían no era la perfección de los trazos, sino que quizás eran los únicos
  • 17. 17 dibujos que mostraban la realidad de la Costa ecuatoriana, que estábamos profundamente empeñados en transformar. La primera experiencia de la magia del dibujo y de la pintura, la tuve al día siguiente de llegar a Ecuador. Llegué un 19 de abril de 1977 a Guayaquil. Vinieron los compañeros a recibirme y viajamos más de diez horas para llegar a Bahía de Caráquez, en la provincia de Manabí. En Bahía, me recibió Peli Romarategui, al que ya había conocido en Vitoria. A la mañana siguiente me invitó a su taller. Era un local inmenso, con miles de tarros llenos de pequeñas teselas de mosaico y de vidrios de colores. Y en el centro del taller, unas grandes mesas donde Peli hacía mosaicos y vitrales. Esa posibilidad de grabar la vida de la gente, sus luchas y esperanzas, en un mural, me pareció algo mágico. El mosaico de Peli en Pedernales, un derroche de vida y de color, pone imagen a los sueños de liberación que tuvimos con los pobres de Ecuador Siempre me iba al taller a verle a Peli hacer sus obras de arte y a ayudarle. El trabajo de los misioneros creando comunidades y proyectos de liberación con
  • 18. 18 las personas más pobres y Peli plasmando estos sueños utópicos en sus murales, me parecía una síntesis muy sugestiva. Peli y el embrujo de sus murales influyeron fuertemente en mi decisión de dedicarme a la pintura. Peli, en la hamaca, me muestra alguno de los bocetos de sus murales La vida y el trabajo de Peli siempre me han parecido apasionantes: su vida en el taller, cómo te explicaba lo que hacía y su habilidad con los materiales, pero también sus ideas y su testimonio de vida. Era de una laboriosidad y una fidelidad total, aunque también tenía su humor socarrón. Llenó Ecuador de obras de arte, tenía predilección por dejar su arte en los lugares más pobres. Los compañeros del grupo me encargaron recoger su vida y sus obras en un libro, que se tituló: “Ecuador, la cara oculta de la belleza. Vida y obra artística del misionero vasco Peli Romarategui”. En un momento decidí permanecer tres años en Vitoria, para estudiar pintura. Hice la carrera de ilustración y tuve la oportunidad de poder estudiar: dibujo, pintura, diseño por ordenador, fotografía, historia del arte. Lo que buscaba, sencillamente, era tener herramientas para expresar más profundamente la esencia de la vida. Desde entonces he seguido aprendiendo con distintos pintores. En estos momentos eres el cura del valle de Kuartango. ¿Qué actividades realizas en el valle? Como uno se puede imaginar, dar el salto desde Ecuador, con todas estas experiencias que he contado de treinta años, a Kuartango, un pequeño valle rural alavés, es un salto en el vacío demasiado grande. Me quedé sin palabra, literalmente. Pero volví a apoyarme en las pocas cosas sustanciales en las que siempre he creído. Me dije, bueno, no tengo grandes objetivos para mi nueva experiencia en Kuartango. Si logro, al final, hacer algunos amigos y amigas, me doy por satisfecho. Por otro lado, pensé, lo que siempre funciona es convivir con la gente, estar cerca de la gente, de la vida del pueblo, y si algo tiene que surgir y nacer, nacerá de ahí. Y, además, una experiencia infalible para mí es confiar en la gente sencilla. Confiando en la gente sencilla, siempre se acierta.
  • 19. 19 El paradisíaco y escondido valle alavés de Kuartango En el valle de Kuartango he podido percibir una relación muy especial entre las personas mayores ¿Qué ha sucedido en los últimos años para dar protagonismo a las personas mayores del valle? Blog: Personas mayores de Kuartango Ya había una práctica interesante en Kuartango, que yo no hice más que continuar. La gente vive en núcleos rurales muy pequeños y mantenemos encuentros habituales dinamizados por Cáritas. Las reuniones con las personas mayores son un espacio muy sencillo de compartir, de intercambiar. Se recogen experiencias, historias. Se habla un poco de todo. Los mayores de Kuartango participan activamente en la vida social del valle
  • 20. 20 La gente se ha ido soltando y cogiendo confianza. Terminó resultándome muy interesante, un verdadero libro de historia y de aprendizaje de la vida de Kuartango. Era ir conociendo todo, la vida de los pueblos, de las familias. Fui componiendo para mí el tupido árbol genealógico de Kuartango y rellenándolo de anécdotas. Además, tenemos un pequeño equipo de personas voluntarias que nos reunimos y acompañamos a los grupos de mayores. Hablamos mucho entre nosotros. Hemos ido logrando una gran sintonía. Creemos profundamente en el potencial y en la capacidad de las personas mayores de Kuartango. Yo siento que todo lo que ha venido después, ha ido surgiendo de estos infinitos diálogos, tanto con la gente mayor como con los voluntarios. De las reuniones eternas, pero al mismo tiempo rigurosamente planificadas y evaluadas, de las sobremesas interminables con un café delante, han ido naciendo los proyectos que hoy día llevamos. Creo que ninguna de las iniciativas que han surgido en Kuartango tiene un autor reconocido. Cuando se confía en la gente, cada cual tiende a poner lo mejor de sí al servicio de la comunidad y se desatan ideas y energías más fuertes que muchos proyectos hechos en un despacho. Comenzamos casi como un juego recogiendo miles de fotografías antiguas, pero este sencillo juego ha generado todo un proceso que aún continúa y no sabemos hasta dónde llegará. Cada foto antigua la escaneábamos y la proyectábamos con un cañón sobre la pantalla. El objetivo era documentar la imagen hasta el último detalle. Pero aquello no tenía fin. Podíamos tirarnos horas con una foto. Salían historias, anécdotas y personajes detrás de cada foto. Parecía que aquel trozo de papel en blanco y negro empezaba a coger movimiento y era como una película. Nos pareció que todo este bagaje no podía quedar oculto. Así que comenzamos a pensar cómo difundirlo. Planificamos una exposición. Hicimos un vídeo. Lo grabamos todo en un DVD. Siempre, lo teníamos claro, las personas mayores de Kuartango eran las autoras intelectuales de todo este trabajo. Enlace del vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=cPfQSODnQFQ Dándole muchas vueltas a todo ello, descubrimos que no nos interesa una historia que se queda en el pasado. Y estamos tratando de mostrar cómo los valores y características fundamentales de Kuartango han evolucionado a los largo del tiempo y cómo se siguen mostrando hoy. Y estos descubrimientos lo vamos a plasmar en un libro fotográfico y literario: el ayer y el hoy de Kuartango. Un libro realizado por más de treinta autores, es decir todas las personas mayores de Kuartango con las que nos reunimos y que escriben el libro con la pluma del corazón. Me parece muy interesante el Encuentro Intergeneracional del que nos hablas. ¿Podrías explicarnos su origen y qué pretende? Uno de los grandes hallazgos que hemos tenido en Kuartango, y que también ha nacido de una idea primigenia muy simple, son los encuentros intergeneracionales. Comenzó de una manera tan sencilla. Un día nos
  • 21. 21 reunimos los mayores y los niños. Los niños y adolescentes, después de un año de ensayos, nos mostraron los bailes que estaban aprendiendo. Y las personas mayores echaron a volar sus recuerdos y rescataron historias, cuentos, canciones y juegos de su infancia. Fue un intercambio entrañable y simpático. Al año siguiente, otros grupos y generaciones del Valle, sintieron envidia sana y quisieron participar. Y desde entonces no ha dejado de crecer la participación. Este encuentro tiene magia, todo el mundo pone lo mejor de sí mismo. Es muy simpático ver a los niños observar las actuaciones de los mayores y a éstos reírse con ganas viendo actuar a sus hijos, nietos y biznietos y, al final, integrarse todos en un baile colectivo. Ver a Juliana, con sus noventa años sobre el escenario, contando cuentos de su infancia, y a Urtzi, con seis años, observándola atento, y después fundirse ambos en la recreación de un juego infantil, no tiene precio. Celebrando el 5º Encuentro Intergeneracional de Kuartango También en Kuartango tenéis en marcha el proyecto “Kuartango Solidario”. Háblanos un poco de él. En nuestro Valle se está logrando la implicación de mucha gente alrededor de un sentimiento: “Kuartango Solidario”. Es un espíritu que mucha gente lleva dentro y que le hace sacar a flote valores cargados de moral y ética. Estamos en un contexto social, que a veces a uno le invita a desconfiar, a ver como peligro y amenaza al otro, al que viene de fuera. Pero estoy convencido que los sentimientos profundos de mucha gente son sentimientos solidarios. Recuerdo que una vez, después de visitar Rwanda y haber visto una realidad trágica de niños y niñas desnutridos y huérfanos, etc., me escribieron una carta desde allá, que me tocó el corazón. No pude menos de sacar ciento cincuenta copias y repartirlas a la gente de Kuartango. Así fue naciendo nuestra colaboración y nuestro hermanamiento con Kayenzi, en Rwanda.
  • 22. 22 La Cena Solidaria, un momento importante en nuestro Hermanamiento con Kayenzi (Rwanda) Este movimiento de “Kuartango Solidario” va mucho más allá de la ayuda económica. Hemos podido adentrarnos en la realidad de otros pueblos, de otras culturas. Nos está ayudando a superar el miedo a lo distinto. Hoy, todos los que participamos en este proyecto somos interiormente más ricos. Nos ayuda a no tragarnos “las historias oficiales”. Conocemos mejor la historia que hay detrás del “coltán” y de los minerales de los móviles, la implicación de nuestros países poderosos en las injusticias que allá se viven. Para los kuartangeses el hermanamiento con Rwanda está creando vínculos afectivos y espirituales con personas que viven a miles de kilómetros y nos está dando objetivos morales conjuntos. Varios vecinos de Kuartango han tenido la oportunidad de visitar Rwanda, de ver la realidad de hambre, las enfermedades, la pobreza. Pero, sobre todo, han visto a la gente, a los niños, sus miradas limpias, sus ganas de vivir, de sonreír, de bailar. Y también de compartir, lo poco que tienen lo comparten. Kuartango cada vez está más metida en la realidad africana. Ahora ve más de cerca el horror de las guerras, de la esclavitud y verifica con sus propios ojos el robo por parte del capital de las grandes riquezas que atesora África y acaban en las manos de los de siempre. Los hijos e hijas de las personas de Kuartango y otros niños y niñas de la ikastola se están interesando por la realidad de nuestros hermanos africanos. También los jóvenes del Instituto se han acercado hasta Kuartango Solidario para conocer esta realidad. Y estos chicos y chicas han interiorizado, mucho mejor que nosotros los adultos, cuál es el espíritu de considerarte unido a gentes tan lejanas. Esta relación con el pueblo ruandés nos está cambiando y podemos decir que nos ha dado más de lo que hemos dado.
  • 23. 23 Varios vecinos de Kuartango han tenido oportunidad de visitar Rwanda, como Ascen, que lo ha hecho en dos ocasiones Se trata de lograr un cambio profundo, no superficial. Se trata de aumentar nuestra capacidad de acogida al otro, al distinto, de cambiar las relaciones entre nosotros mismos. Todo este proceso va abriendo horizontes en Kuartango. Hemos organizado lo que llamamos “Noviembre: mes solidario en Kuartango”. Noviembre de 2013 lo dedicamos a conocer y profundizar en el continente africano: charlas sobre África, talleres lúdicos, con toda la gente y, también, con los niños de la Ikastola y con los grupos de mayores, terminando con la cena solidaria. Y noviembre de 2014 lo hemos destinado a conocer y comprometernos con el Comercio Justo. El cambio que queremos conseguir comienza por nosotros mismos: cambiar los hábitos de consumo, conseguir unas relaciones comerciales más justas y equitativas. Cada año también acogemos a “las Voces del Sur”, nos han visitado personas inmigrantes, personas de Ecuador, de Perú, de Angola, de Rwanda y compartimos con ellos sus experiencias profundas de vida y de trabajo y nuestras inquietudes y deseos de superarnos. Creo que un verdadero trabajo popular debe evitar protagonismos e ideologías sectarias. Nosotros llevamos todas estas actividades coordinadamente con todas las instituciones que componen el Valle de Kuartango. Nos reunimos permanentemente representantes del Ayuntamiento, la trabajadora social, la animadora sociocultural, la Iglesia, Cáritas, la asociación sociocultural, para ponernos de acuerdo y coordinar todos los proyectos, evitando personalismos y parcelas independientes.
  • 24. 24 ¿Cuéntanos con más detalle qué son las “Acuarelas Solidarias”? ¿Cómo surgió esta idea? ¿Qué pretendes con estas acuarelas? Aquel sueño, que venía desde la infancia, de conocer África, que cumplí hace cinco años, no pude menos de plasmarlo con la pintura. Quizás en estos trazos se expresa algo de aquel niño que soñaba con África: la aventura, el misterio, lo lejano. África era lo que había imaginado y muchísimo más, era un mundo nuevo, distinto de Latinoamérica, los colores, la luz, los olores. El alma de sus gentes. Sus valores, también. Con estas acuarelas trato de mostrar a las mujeres africanas, que las veo hermosas, orgullosas, serenas Tuve la gran oportunidad de presentar las pinturas africanas dentro de todo un proyecto solidario. La primera exposición de las pinturas fue en Donosti al celebrar el décimo aniversario de la muerte del misionero vasco Isidro Uzkudun, que pagó con su vida la entrega al pueblo ruandés en junio de 2000.
  • 25. 25 De ahí vinieron diversas exposiciones en los tres territorios de Gipuzkoa, Bizkaia y Araba. Y todas ellas dentro de proyectos o campañas solidarias. Soy una enamorada de tus acuarelas solidarias. Casi siempre representan a mujeres africanas haciendo múltiples actividades (conversando, bailando, trabajando, recogiendo agua, cocinando). ¿Por qué pintas generalmente figuras femeninas? Es lo que hay: ellas son el motor de la vida cotidiana en los poblados. Cuando haces algo para mejorar la vida de la gente, una reunión sobre la escuela, la organización de la comunidad, la atención a los niños desnutridos o discapacitados o una fiesta para celebrar los avances de la comunidad, el noventa por ciento de quienes participan son mujeres. Presento a las mujeres africanas llevando un niño a la espalda, transportando una carga, como una forma de mostrar la esperanza que hay en África Trato de mostrar a estas mujeres, que yo las veo hermosas, orgullosas, serenas. Por eso, las muestro caminando, llevando un niño a la espalda, transportando una carga en la cabeza. El movimiento, la danza, el color, ese halo de luz que ellas arrastran, quiere indicar la marcha del continente africano hacia la libertad. Ése es mi desafío: mostrar la esperanza que hay en África. O dicho de otra manera, reflejar a las personas que, frente a las tragedias que viven, ofrecen dignidad y resistencia. Esa África es real, existe. Yo la he visto, la veo. Esa África es posible. Y lo será más claramente si lográsemos una justa distribución de la riqueza.
  • 26. 26 Con estas pinturas deseo que afloren las sensaciones vitales y solidarias que nos aporta del continente africano. Esperanza sí, pero con justicia. El movimiento, la danza, el color, ese halo de luz que ellas arrastran, quiere indicar la marcha del continente africano hacia la libertad Me gustaría que hicieras un ejercicio de mirar a mujeres del mundo que conozcas y que, en un párrafo, las describieras cómo las percibes tú desde tu experiencia de vida. Y si es posible cómo percibes su pasado, presente, futuro SILVINA CAGUA Silvina Cagua, la conocí en Pedernales (Ecuador) en el año 1980. Una mujer muy pobre, vivía en la loma de Chiquimble. Me admiraba su fortaleza, hacía carbón y caminaba horas para sacarlo a vender y atender a sus cinco hijos. Tenía unas piernas recias de caminar. Su marido, Eugenio, la mayor parte del tiempo la pasaba borracho.
  • 27. 27 Silvina formó el primer grupo con el que comenzamos las comunidades y la organización de los pobres. Eran sólo cuatro personas, tres varones y ella. No faltaba nunca a las reuniones. Casi no hablaba, pero era muy firme en el trabajo. Era la primera en aquel trabajo comunitario de una cuadra de maíz, que hicieron para formar la primera bodega comunitaria. Fue el arranque de todo un proceso de liberación de los más pobres de Pedernales. La última vez que la vi estaba a punto de dar a luz a su sexto hijo. Estaba en su casa con dolores, pero tenía dificultades. Llegó Eugenio, borracho como siempre. Y Silvina le pidió que fuera a buscar una partera. Eugenio le dijo: “Anda, no me jodas, siempre has parido sola, y ahora me vienes con parteras”. Y tirada en el suelo como estaba, el marido la pateó, hasta que acabó desangrándose. Su niña quedó viva y fue atendida por las vecinas. A Silvina siempre la seguimos recordando en todos los encuentros y reuniones. Ella fue nuestra primera mártir de aquella tierna organización que estaba comenzando. LUCHA LEONES Lucía Leones, “Lucha”, era la esposa de Chabelo Bermúdez e hija de Santos Leones y vivía en el recinto Tachina, de Pedernales, cerca del cerro Patapájaro. Era una época llena de entusiasmo en los inicios de nuestra organización. Treinta familias formaban la comunidad de Tachina. Las reuniones de la comunidad en la casa de Chabelo eran una fiesta, no tenían fin. Todos sentados en el suelo en la sala central, transcurría la reunión entre momentos de seriedad alternados con bromas y comentarios sabrosos. Ellos se sentían felices, pues aquella experiencia les estaba liberando de muchas dificultades que vivían: deudas, angustias, etc. Al inicio ninguno sabía leer ni escribir y nadie podía leer la palabra de Dios en la reunión, pero con los cursos de alfabetización aprendieron muchos. Si quiero traer aquí a Lucha no es porque tuviera un protagonismo especial. Era una más de aquel maravilloso grupo de mujeres de Tachina, Mediano y Chiquimble. Mujeres muy pobres, de gran energía, cariñosas. Tanto Lucha como su marido Chavelo eran personas muy tiernas, acogedoras y entrañables. Pero la recuerdo ahora porque la muerte temprana de Lucha me marcó para siempre. Lucha estaba embarazada y se puso enferma. Cada día estaba peor. Su familia no quería llevarla al hospital. Yo me ofrecí a hacerlo, pero ellos se resistían pues temían que si Lucha moría, se quedara por allá lejos, ya que el hospital estaba a cinco horas de distancia en un todo terreno y ya empezaba el invierno. Lucha se fue agravando en el hospital y su situación se hizo irreversible. Murió al lado de su esposo Chabelo y de algunas enfermeras. No pude evitar las lágrimas, pensando en sus seis hijos pequeños y en el panorama familiar que dejaba. Chabelo cerró con sus dedos los ojos de Lucha. A mí me entregaron el feto, que había nacido muerto y yo me comprometía a entregárselo a la familia, porque para ellos eso tenía mucha importancia y querían enterrarlo junto a la mamá.
  • 28. 28 Y nos fuimos para Pedernales, cinco horas majando lodo en el todoterreno por los caminos enfangados. Atravesamos la bahía en una canoa. Era ya el comienzo del invierno, nos envolvía la bruma y una lenta llovizna. Todos en silencio. Ante el cadáver de Lucha me hice la promesa de no abandonar a los pobres nunca en la vida en cualquier lugar que me encontrara. Fue duro llegar a Pedernales y participar en el velorio de Lucha. Sus hermanas, sus hijos, iban llegando de la montaña de Tachina. El encuentro con Lucha muerta era desgarrador. Aquella gente, que yo quería tanto -aunque ahora nuestros caminos se han alejado- seguirán siendo mis compañeros y compañeras del alma hasta el final de mi vida en mi visión profunda de la sociedad en la que creo. VILMA VÉLIZ Estoy convencido que con un grupito de mujeres como Vilma Véliz se puede cambiar el mundo. Estoy seguro que con Vilma, que en este momento es la presidenta de la UOCASI (Unión de Organizaciones Campesinas de San Isidro, Ecuador), está garantizada la pervivencia de las comunidades de San Isidro. Aquel trabajo apasionante que llevamos todos los misioneros durante más de treinta años de creación de comunidades eclesiales de base, a pesar de la involución de la Iglesia y de la nueva racha de sacerdotes espiritualistas, sacramentalistas y alejados de la realidad, continúa adelante gracias a Vilma y a buen grupo de personas muy valiosas y muy convencidas. Vilma Véliz, con un nieto en brazos, y sus dos hijas, Yéssica y Pilar
  • 29. 29 Vilma pertenece a un gran clan familiar, todos ellos muy comprometidos en la creación del nuevo Ecuador. Tanto su esposo Gualberto, como sus cuatro hijos Héctor, Gualbi, Pilar y Yéssica, y ahora sus yernos, nueras, nietos, además de sus hermanos y hermanos y todos los sobrinos y sobrinas, comenzando por sus padres Félix y Zeneida que aún viven, forman parte de la comunidad de Piquigua. Ellos viven veinticuatro horas al día de dedicación plena a la causa de la liberación de los más pobres. Llevan infinidad de acciones y compromisos: trabajos comunitarios, caja de ahorros, huertos orgánicos, misiones, catequesis, reuniones de la comunidad, etc., con una constancia y fidelidad grandes. Todos han terminado estudiando en horas nocturnas y capacitándose para servir mejor a su pueblo y ahora, también, muchos de ellos son profesores y profesoras en diversas instituciones educativas. Todo ello lo hacen muy en comunidad, sin renunciar en ningún instante a sus raíces y a su identidad montubia. Las reuniones de su comunidad son una gozada. Todos acomodados en la gran sala, sentados por los suelos, comienzan siempre leyendo y reflexionando la palabra de Dios. Participan, hacen comentarios profundos y todo se va desgranando con sosiego y tranquilidad y aderezado con muchos toques de humor, de esos grandes bromistas, como son Gualberto Pinargote, Ramón Véliz, Manuel Rosales, y a cuya escuela de la chispa y el ingenio se van uniendo las nuevas generaciones. La comunidad de Piquigua reunida
  • 30. 30 A Vilma la conocí cuando era muy joven, con veinte y pocos años y los cuatro hijos tiernitos. En todo encuentro, en toda reunión, yo esperaba las palabras de Vilma, porque siempre eran como una luz radiante para alumbrar los acontecimientos de la vida. Sentía que en ella se unía la clarividencia, el coraje y la ternura. Para mí fueron treinta años apasionantes buscando caminos en la organización de los pobres. Haber conocido y compartido con personas como Vilma es un regalo, cuya herencia te queda para siempre. Vilma, la verdad, era única, especial. Pero parecidas a Vilma hubo muchas, cada una con sus dotes de coraje, de entrega, de compromiso, tanto mujeres como hombres. Su organización y su comunidad continúan firmes Podía seguir nombrando otras mujeres, de cada una de los cuales podría relatar una larga y apasionante historia, como Enriqueta Salvatierra, Elena Bravo, Estrella Marcillo, Vicenta Vélez. Y también hombres, como Milagro Zambrano, Guido Moreira, Santos Leones. Pero he querido solamente nombrar a Vilma Véliz, pues ella representa muy bien a todo un grupo de personas, en las que creímos profundamente y con quienes hicimos juntos un camino de liberación muy importante. MUKAMANA GAUDENCE Mi visión de las mujeres africanas está mejor expresada en mis pinturas que en cualquier relato que pueda escribir. Pero ahora quiero mostrar con pocas palabras a nuestra mejor amiga en África, Mukamana Gaudence. El primer impacto de la profundidad de su vida lo recibes desde que la miras por primera vez. Su piel es de un negro absoluto y sobre su negrura destacan unos ojos brillantes y vivos y una dentadura totalmente blanca, de la que enseguida brota una carcajada. La palabra gaudence significa alegría y Mukamana Gaudence es la alegría encarnada. Luego, te cuenta su vida y te quedas sobrecogido. Vivió la guerra del 94 en Rwanda. Mataron a varios familiares suyos. Huyó del país con sus padres y otros hermanos, vagando durante semanas por las montañas y cargando lo imprescindible sobre la cabeza. En el campo de refugiados de R. D. de Congo vivió dos años y cuando se acabaron los campos y la mayoría de refugiados regresaron a Rwanda, sus padres seguían amenazados y comenzaron a huir como fieras acorraladas a lo largo del Congo. En ese momento, Gaudence decidió dedicar su vida a los más pobres de su país. Se hizo religiosa, se capacitó durante cuatro años y estudió enfermería. Con Gaudence Mukamana
  • 31. 31 Ahí fue que nosotros la conocimos y nos contagió su pasión por ayudar a la gente más pobre. Y nos la contagió, casi sin palabras, con su alegría vital. Nos dijo: “Mi alegría nace de la misión que estoy realizando, porque es engendrar la vida. Lo veo en tantos niños malnutridos que se curaron y hoy son felices, en tantos niños discapacitados: que no andaban y hoy andan, tenían epilepsia y hoy ya las crisis están controladas, los ciegos escondidos en sus casas hoy día van a la escuela, sordomudos que hoy estudian, etc. Verlos contentos, me llena el corazón. Soy feliz y la gente que sirvo son felices, a pesar de otros problemas que tengan”. Pero la anchura de la sonrisa de Gaudence, tenía una espina clavada dentro. Sus padres, muy mayores, llevaban ya catorce años rodando por Congo, huyendo de todo. Gaudence, venciendo ese punto profundo de repugnancia hacia la persona que amenazaba a sus padres, logró hablar con él y que desistiera de su amenaza. Se fue a Congo a buscarlos. Después de un mes recorriendo el país en camionetas, los encontró. Y regresaron a Rwanda. Cuando nosotros desde Kuartango compartimos un poco con Gaudence, para que pueda ayudar a los niños desnutridos y discapacitados, comprar animales para las familias y ayudar a los niños huérfanos o sordomudos, no estamos haciendo más que ser un poco más conscientes de las situaciones terribles de este mundo y embebernos un poco más del coraje de las mujeres ruandesas. Gaudence lleva el centro de niños desnutridos y discapacitados, que apoyamos desde Kuartango
  • 32. 32 También quisiera que me dieras tu opinión sobre el papel que está jugando y podría jugar la Iglesia Católica para:  defender los derechos de las mujeres del mundo  acabar con las desigualdades cada vez mayores entre las personas Me encantan los gestos, actitudes y comentarios del Papa Francisco. Hay una anécdota que se me quedó grabada. Lo contaba su sobrina, en una entrevista desde Argentina. Antes de salir para el cónclave Jorge Mario Bergoglio, su sobrina le preguntó: “Tío, si sales elegido Papa, ¿te comprarás zapatos nuevos, porque los tienes ya viejitos?”. Su tío le dijo que no, que aún podían aguantar. Cuando se dio la noticia de que había salido elegido Papa e iba a aparecer ante el mundo, su sobrina sólo miraba a sus pies con expectativa, pensando que era difícil que cumpliera su promesa. Cuando lo vio con sus zapatos de siempre, respiró tranquila. Pensó que su tío era capaz de cumplir sus proyectos de cambiar la Iglesia. A algunos les puede parecer una tontería, un simple gesto simpático. Para mí, Francisco, con su sencillez y austeridad, consecuente con su proyecto de reforma de fondo, está marcando un liderazgo mundial, ante una forma de entender el poder y la autoridad, tanto dentro de la Iglesia como en la política en general, con tanta prepotencia y arrogancia, incluso ante una sociedad tan consumista, que cambia de zapatos y de vestido sólo por moda. Es increíble que dentro de la Iglesia haya gente que todavía está discutiendo si la mujer puede acceder o no al sacerdocio y a los cargos de responsabilidad. Es tan absurdo, tan fuera de la historia. Estos sectores de Iglesia del poder, del control, de la condena, aún tienen mucha fuerza. Ya quieren cargarse la Iglesia de Francisco. Yo creo que es más importante en la Iglesia una mayor sensibilidad hacia las personas, en especial hacia los que sufren, que la defensa de la institución. Le gradezco a Francisco, y ojalá se sigan dando pasos, su afán por defender a las víctimas de los abusos sexuales y erradicar la lacra de los curas pederastas. Yo, personalmente, creo en esta fuerza movilizadora del evangelio, que a Francisco le empuja a hacer una Iglesia de los pobres y para los pobres y a mucha gente le lleva hasta los lugares más escondidos del mundo para servir a los que más sufren. En los últimos rincones del mundo, donde se decide la vida y la muerte de mucha gente, siempre he encontrado a personas colaborando desde su motivación cristiana. En los campos de refugiados de Congo, en los orfanatos de Rwanda, en los centros de niños desnutridos, en las favelas de Brasil, en las comunidades indígenas de la selva amazónica, en las minas bolivianas, he encontrado personas luchando, desde su compromiso cristiano, por los derechos de los últimos, defendiendo su vida, enfrentándose a las injusticias. También, sin duda, en lugares de nuestra propia geografía. En este mundo creo y en estos valores. Y creo en esta Iglesia, cercana a los que sufren, que lucha por los derechos de las mujeres, que se enfrenta a las desigualdades. Y la única Iglesia, que puede tener credibilidad como tal, es la
  • 33. 33 que defiende también los derechos dentro de la misma Iglesia, la igualdad de todos, la igualdad de la mujer y una verdadera democracia y participación. No creo en otra cosa, ni dentro ni fuera de la Iglesia. Me identifico con una ideología socialista, de izquierda, revolucionaria. Pero esta ideología me parece interesante en la medida que es capaz de estar cerca de los que más sufren, transformando la realidad desde abajo. En este campo, en el campo de la defensa de la vida, de los derechos de las personas más pobres, de la igualdad de las mujeres, no concibo protagonismos especiales. Ni de la Iglesia ni de fuera de la Iglesia. Cada vez más, en nuestra sociedad moderna, tenemos que saber trabajar en común por la causa de los más pobres y por la defensa de los derechos de las personas y de la igualdad. Eres una persona muy inquieta y activa con muchos proyectos en marcha y en mente. Me gustaría que, para terminar, nos hablaras de algunas de esas ideas que circulan por tu mente para los próximos meses y años. En Kuartango tenemos varios proyectos entre manos y nos faltan horas para poder llevarlos a cabo. Alguien pudiera pensar que en un reducido valle rural, de pocos cientos de personas, no hubiera tantas cosas que hacer. Pero si pones ilusión en las cosas y crees en lo que haces, la gente se va implicando. Ahora mismo estamos metidos en el proyecto de fotos de Kuartango, el ayer y el hoy de Kuartango. Seguimos con el plan de Kuartango Solidario, con un montón de actividades de Comercio Justo, para niños, adultos y mayores, y la campaña solidaria para Rwanda. He preparado un par de libros digitales, que me gustará publicarlos, si se pudiera. Uno se titula “Imágenes para la utopía desde Ecuador” y el otro “El corazón de África. Acuarelas solidarias”. Como ya lo dicen los títulos, ambos recogen algunas de mis pinturas, a las que he puesto comentarios y explicaciones, mostrando cómo veo la realidad de estos países desde una visión utópica, artística y solidaria. Me gustaría editarlos en papel, como una forma de compartir con mucha gente, que yo sé que piensa y siente igual Vamos a ver si se puede. Portada del libro sobre África Portada del libro sobre Ecuador
  • 34. 34 Siempre me ha interesado el tema de la cultura de cada pueblo. En Ecuador, me he acercado, en los diversos lugares que estado, al tema de la Cultura Montubia. Ahora quiero hacer algunos estudios en Antropología, para tener mejores herramientas a la hora investigar y profundizar en las raíces culturales. Sigo bastante dedicado a la pintura. Es una forma de expresar valores y sentimientos, en los que creo profundamente. Me han hecho propuestas de exposiciones y proyectos solidarios. Y siento que aún me falta mucho por hacer. Muchas gracias, JuanRa, por compartir en este blog tu mirada.