2. Para iniciar la actividad, puedo hacer una breve descripción de mi cultura,
informando que en mi región se acostumbra a tomar un caliente y oloroso café en
las mañanas, mientras se observa la inmensa cordillera que recorre gran parte de
nuestras ciudades mientras nos llega la cálida brisa que este sistema montañoso
ofrece a estas tierras. Como casi toda Colombia en mi departamento encontramos
diversos climas –y diversas etnias- lo que nos permite tener riqueza y variedad de
cultivos, somos ganaderos, caficultores y pescadores, entre otras muchas
actividades.
3. Espero que en este punto, el desprevenido
lector, ya se esté ubicando en algún
departamento de nuestro maravilloso país,
porque con las siguientes pistas “caerán o
aterrizarán” sin temor a equivocarme en el
sitio correcto.
4. Gastronomía y turismo
En nuestro desayuno podemos encontrar el caldo de papá con leche, huevos y arepa
amarilla; acompañado de un pedazo de carne oreada y un vaso de guarapo de caña
fermentado. En nuestros almuerzos disfrutamos del mute, el cabro asado con yuca,
papa, la exquisita pepitoria (elaborada con las vísceras del cabro), la reconocida
cebollita ocañera con su característico color fucsia y un espumoso refajo (cerveza y
kola Hipinto); mientras escuchamos en el rasgar de algún tiple o requinto un suave
pasillo o bambuco.
5. Después de esta descripción de nuestra gastronomía, la mayoría debe estar
penando en el Cañón del Chicamocha, paraje quizá utilizado en la descripción que
hace Eduardo Caballero Calderón en su obra Siervo sin tierra; en la tierra que
inspiró a José A. Morales para componer Pueblito Viejo, en los indios Guanes, en la
tierra de los comuneros Alcantuz, José Antonio Galán y Manuela Beltrán.
6. Me acostumbre a ir por los campos de las provincias comunera y guanentina, con el
guarapo a cuestas, con mis amigos visitando pueblitos como Palmas del Socorro, a
donde asistía recurrentemente para bañarme en su piscina natural; a Curití, donde
su balneario Pescaderito, que tiene una majestuosa quebrada que ofrece toda clase
de pozos de diferentes ambientes, incluso hay uno que tiene playa donde te puedes
cubrir todo el cuerpo con arena; a Villanueva donde la espesa chicha con su nata de
queso rallado me dejaba casi siempre sentado en cualquier andén, sin nunca
comprender, si era por el alcohol o las calorías que producía en mi cuerpo.
7. Recorrí todo Santander, unas veces “a dedo”, otras en motocicleta o en los
inolvidables viajes en “chiva”, donde no era extraño ir sentado sobre un cajón de
limones mientras espantaba alguna gallina que picoteaba mi morral, en el techo,
con el ardiente sol a mis espaldas o en el peor de los casos, colgado de la escalera
de estos buses cuya carrocería hecha en latas y madera crujía por las sinuosas y
polvorientas vías.
8. Pero se preguntarán, qué de las hormigas, sí… este manjar con el cual Dios bendijo
a nuestra tierra me acostumbro a salir a los campos de gorra, con yines gruesos
que entraban en las gruesas medias y estas en unas botas resistentes, que en días
soleados me acompañaron en el “zapateo” continuo frente a un hormiguero,
mientras pacientemente evitaba que las hormigas “soldado” dejaran su cabeza en
los pantalones por defender a las “reinas”, las cuales en su búsqueda del sol,
emprenden vuelo, aterrizan y crean un nuevo hormiguero.
9. Extraño en época de hormigas, la reunión familiar junto a un saco cogiendo
hormiga por hormiga, quitando picos, patas y alas; mientras se echaban en un
tiesto inmenso para que se tostaran en su propia grasa. Labor a la que se unían
vecinos y amigos en espera de saborear una esponjosa y blanca yuca con hormigas
asadas.
10. Para terminar…
Desde luego no podía dejar de nombrar a Barichara, el pueblito en piedra, sus
iglesias y características calles, todas en piedra, hacen que las descripciones
macondianas de García Márquez queden cortas, ante el sentir del turista al
observar el blanco de las casas con sus rojos techos y en ocre color del tono de la
piedra en las calles;
11. a San Gil donde sus empinadas calles me enseñaron a conducir muy despacio y
prevenido,
12. al Socorro donde su paz y tranquilidad me ayudaron a recogerme en el estudio,
13. a Zapatoca donde su maravilloso clima y espiritualidad me libraron de una
penosa cirugía a temprana edad,
14. a Girón donde sus calles me vieron transitar en más de una ocasión acompañado
de “Baco”,
15. a Aratoca que me enseñó que el mejor pan del mundo no se encuentra en Francia,
16. a Barbosa y Vélez que en la belleza de sus mujeres encontramos el sabor de sus
bocadillos,
17. y desde luego Barrancabermeja en donde aprendí, mientras me comía -a mi
parecer, el mejor plato- un viudo de bocahico, que la sencillez y humildad
engrandecen al hombre.