2. LA PIEDRA DE NUESTRA SEÑORA. En este rincón de Asturias, olvidado por sus representantes en Cortes y por los gobiernos que de nada se acuerdan más que de apremiar para el pago de contribuciones y cédulas, se conservan restos de edades ocultas por las nebulosidades del tiempo, restos que indudablemente arrojarían alguna luz sobre la debatida cuestión de nuestras prehistóricas razas.
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4. A la salida de Coaña, por el camino que conduce a San Esteban, existe una piedra grande, cuya forma está pregonando a gritos su origen pagano; pero la extinguida piedad de estas que fueron sencillas gentes, y como tales, llenas de supersticiosas tradiciones, guardó como santo legado una, inverosímil, que de generación en generación ha llegado hasta los primeros años de mi vida.
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6. Una tarde, en la que el paseo se había prolongado hasta el montecillo de Mafaya, desde donde se dominan las fértiles vegas que baña el caudaloso Navia, regresábamos ambas un tantico molidas y despeadas. ¿ Nos sentaremos en la Piedra de Nuestra Señora?- pregunté. ¿ En la piedra?- replicó asombrada.- En la piedra no puede sentarse nadie: no te sientes jamás, querida de mis ojos. ¿ Por qué? Porque esa piedra ha sido puesta ahí por la Virgen.
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8. Aquella generación creía en la Virgen de la manga ancha; los coañeses del día argonautas por instinto, iconoclastas con los ídolos que representan la ciega fe de sus mayores, profanan la sagrada piedra para buscar el áureo borreguillo que suponen enterrado junto a un dios Apolo asturiano, y de fabricación especial. … Los ciclones que reinan en el último tercio de este siglo, derrumban los edificios que tienen por base la tradición sobrenatural.
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10. MARÍA DE PIN La luna caminaba y las estrellas iban palideciendo y el caminito de Santiago perdiéndose detrás de una estribación del próximo Cordal y la hermana de Xuanón continuaba lo mismo: entrando y saliendo, recostándose en la puerta, levantando al cielo la mirada y pasándose la mirada por la frente muy a menudo.
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12. Alguna vez, que luciendo la luna libre de nubecillas daba de lleno en la figura de Mariquina, creía el guardían que la cara de la mujer tan querida para él en otro tiempo, se parecía como una gota de agua a otra gota al rostro de la Dolorosa que había en la Iglesia; aquella Dolorosa pálida, amarillenta, que tenía en el pecho un corazón de plata atravesado por las siete saetas que representaban otros tantos dolores.
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14. EL ESFOYÓN … .Creyó morir sin llegar a sus montañas queridas, sin ver el mar Cantábrico, tan azul y tan movido, y sin aspirar el perfume de aquellos prados llenos de oxígeno que necesitaban sus pulmones.
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16. ASTURIAS Y LOS ASTURIANOS Algo más temible encuentro que es, para la unidad de los pueblos, la exageración del regionalismo; la defensa del terruño, en particular, con el abandono de la tierra en general; y aunque debemos atribuir la exasperación de estas ideas a las doctrinas federales admitidas y puestas en práctica por algunos pueblos civilizados, hay situaciones y momentos en que traspasarlas de su límite resulta un crimen de leso patriotismo.
17. … No penséis por esto que no soy regionalista ¿quién puede dudarlo? Sóilo tanto, tanto, que prefiero mi aldea con sus callejuelas enlodadas o llenas de polvo, y sus caminos intransitables, y sus veredas escarpadas, a la capital de la provincia con su gran prado de San Francisco, su aristocrático Bombé y sus hermosos edificios de construcción moderna.
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21. En vuestras casas había pan: de maíz, bien, pero pan, y…. seguramente no faltaba algo para acompangar . Teníais leche, fruta, castañas, caza y pesca a vuestra disposición. ¿Podríais ser arrojados por el hambre?
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25. Se os tacha y quizás con razón, de díscolos y descontentadizos. Esto que puede ser un defecto, y sin duda lo es no reprimiéndolo individualmente, constituye en colectividad el fondo de nuestra nobleza y acusa la virilidad y la altivez política de vuestra raza. Nuestra raza ha surgido de las costas accidentadas de un mar tempestuoso, formando su carácter entre riscos y peñas. … . Vosotros seréis muy asturianos pero antes debéis y queréis ser muy españoles.
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29. La mujer de mi tierra, que por el hecho de ayudar al hombre en las faenas agrícolas, es tenida en el resto de España, como si fuese esclava o mula de reata, es la que goza en nuestra patria de mayores derechos, merecidos por su inteligencia y concedidos por el hombre que le consulta desde la compra de un par de bueyes hasta si ha de ser Buenos Aires o La Habana el punto a donde se deben encaminar los muchachos. El dominio de la aldeana de Asturias en el hogar, llega a tal extremo de que corta de la hogaza el pan que comen todos los miembros de la familia.
70. Llegaron a un punto donde el riachuelo se convertía en acequia de un metro de profundidad por dos de anchura. Era el cauce que alimentaba un molino próximo cuyo ruido se percibía ya en la hondonada que formaban los sotos de una y otra orilla.