1. Leonardo da Vinci
(Vinci, Toscana, 1452 - Amboise, Turena, 1519) Artista, pensador e
investigador italiano que, por su insaciable curiosidad y su genio
polifacético, representa el modelo más acabado del sabio renacentista.
Leonardo da Vinci era hijo ilegítimo de un abogado florentino, quien no le
permitió conocer a su madre, una modesta campesina. Se formó como
artista en Florencia, en el taller de Andrea del Verrocchio; pero gran parte de
su carrera se desarrolló en otras ciudades italianas como Milán (en donde
permaneció entre 1489 y 1499 bajo el mecenazgo del duque Ludovico
Sforza, llamado el Moro) o Roma (en donde trabajó para Julio de Médicis).
Aunque practicó las tres artes plásticas, no se ha conservado ninguna
escultura suya y parece que ninguno de los edificios que diseñó llegó a
construirse, por lo que de su obra como escultor y arquitecto sólo quedan
indicios en sus notas y bocetos personales.
Es, por tanto, la obra pictórica de Leonardo da Vinci la que le ha hecho
destacar como un personaje cumbre en la historia del arte. De la veintena
de cuadros suyos conservados, destacan La Anunciación, La Virgen de las
Rocas, La Santa Cena, La Virgen y Santa Ana, La Adoración de los Magos y el Retrato
de Ginebra Benzi. El más célebre es sin duda La Mona Lisa o La Gioconda, retrato
que tuvo al parecer como modelo a Mona (abreviatura de Madonna) Lisa
Gherardini, esposa de Francisco Giocondo.
Todas sus obras son composiciones muy estudiadas, basadas en la
perfección del dibujo y con un cierto halo de misterio, en las que la
gradación del color contribuye a completar el efecto de la perspectiva; en
ellas introdujo la técnica del sfumato,que consistía en prescindir de los
contornos nítidos de la pintura del «Quattrocento» y difuminar los perfiles
envolviendo las figuras en una especie de neblina característica. El propio
Leonardo teorizó su concepción del arte pictórico como «imitación de la
naturaleza» en un Tratado de pintura que sólo sería publicado en el siglo XVII.
Interesado por todas las ramas del saber y por todos los aspectos de la
vida, los apuntes que dejó Leonardo (escritos de derecha a izquierda y
salpicados de dibujos) contienen también incursiones en otros terrenos
artísticos, como la música (en la que destacó tocando la lira) o la
literatura. Según su criterio no debía existir separación entre el arte y la
ciencia, como no la hubo en sus investigaciones, dirigidas de forma
preferente hacia temas como la anatomía humana (avanzando en el
conocimiento de los músculos, el ojo o la circulación de la sangre), la
zoología (con especial atención a los mecanismos de vuelo de aves e
insectos), la geología (con certeras observaciones sobre el origen de los
2. fósiles), la astronomía (terreno en el que se anticipó a Galileo al defender
que la Tierra era sólo un planeta del Sistema Solar), la física o la
ingeniería.
En este último terreno fue donde quedó más patente su talento de
precursor a juicio de las generaciones posteriores, ya que Leonardo
concibió multitud de máquinas que no dio a conocer entre sus
contemporáneos y que la técnica ha acabado por convertir en realidad
siglos más tarde: aparatos de navegación (como un submarino, una
campana de buceo y un salvavidas), máquinas voladoras (como el
paracaídas, una especie de helicóptero y unas alas inspiradas en las de
las aves para hacer volar a un hombre), máquinas de guerra (como un
puente portátil y un anticipo del carro de combate del siglo XX), obras de
ingeniería civil (como canalizaciones de agua o casas prefabricadas),
herramientas y maquinaria de tipo industrial (como una hiladora, una
laminadora, una draga o una cortadora de tornillos), fortificaciones,
etcétera.
Sin embargo, el genio de Leonardo le encaminó a tal cantidad de objetivos
diferentes que apenas ejerció influencia sobre la marcha de los distintos
campos que tocó, aunque sí obtuvo un gran prestigio personal, que ha
perdurado hasta nuestros días. Muchos de los proyectos que emprendió
quedaron inacabados cuando otros nuevos atrajeron su interés; y, en
cuanto a los inventos, se limitó a concebir ideas útiles, pero no se esforzó
por plasmarlas en modelos viables que pudieran funcionar, por lo que la
mayoría de sus investigaciones fueron especulaciones teóricas sin
consecuencias prácticas. En ellas se concentró a partir de 1516 cuando,
con las manos afectadas por una parálisis, pasó a vivir en Francia bajo la
protección de Francisco I
3.
4. Miguel Ángel
(Miguel Ángel Buonarroti, en italiano Michelangelo; Caprese, actual Italia,
1475 - Roma, 1564) Escultor, pintor y arquitecto italiano. Habitualmente
se reconoce a Miguel Ángel como la gran figura del Renacimiento italiano,
un hombre cuya excepcional personalidad artística dominó el panorama
creativo del siglo XVI y cuya figura está en la base de la concepción del
artista como un ser excepcional, que rebasa ampliamente las
convenciones ordinarias.
Durante los cerca de setenta años que duró su carrera, Miguel Ángel
cultivó por igual la pintura, la escultura y la arquitectura, con resultados
extraordinarios en cada una de estas facetas artísticas. Sus coetáneos
veían en las realizaciones de Miguel Ángel una cualidad,
denominada terribilità, a la que puede atribuirse la grandeza de su genio;
dicho término se refiere a aspectos como el vigor físico, la intensidad
emocional y el entusiasmo creativo, verdaderas constantes en las obras
de este creador que les confieren su grandeza y su personalidad
inimitables.
La vida de Miguel Ángel transcurrió entre Florencia y Roma, ciudades en
las que dejó sus obras maestras. Aprendió pintura en el taller de
Ghirlandaio y escultura en el jardín de los Médicis, que habían reunido una
excepcional colección de estatuas antiguas. Dio sus primeros pasos
haciendo copias de frescos de Giotto o de Masaccio que le sirvieron para
definir su estilo.
En 1496 se trasladó a Roma, donde realizó dos esculturas que lo
proyectaron a la fama: el Baco y la Piedad de San Pedro. Esta última, su
obra maestra de los años de juventud, es una escultura de gran belleza y
de un acabado impecable que refleja su maestría técnica. Al cabo de cinco
años regresó a Florencia, donde recibió diversos encargos, entre ellos
el David, el joven desnudo de cuatro metros de altura que representa la
belleza perfecta y sintetiza los valores del humanismo renacentista.
En 1505, cuando trabajaba en el cartón preparatorio de la Batalla de
Cascina (inconclusa) para el Palazzo Vecchio, el papa Julio II lo llamó a
Roma para que esculpiera su tumba; Miguel Ángel trabajó en esta obra
hasta 1545 y sólo terminó tres estatuas, el Moisés y dos Esclavos; dejó a
medias varias estatuas de esclavos que se cuentan en la actualidad entre
sus realizaciones más admiradas, ya que permiten apreciar cómo extraía
literalmente de los bloques de mármol unas figuras que parecían estar ya
contenidas en ellos.
5. Julio II le pidió también que decorase el techo de la Capilla Sixtina,
encargo que Miguel Ángel se resistió a aceptar, puesto que se consideraba
ante todo un escultor, pero que se convirtió finalmente en su creación más
sublime. Alrededor de las escenas centrales, que representan episodios
del Génesis, se despliega un conjunto de profetas, sibilas y jóvenes
desnudos, en un todo unitario dominado por dos cualidades esenciales:
belleza física y energía dinámica.
En 1516 regresó a Florencia para ocuparse de la fachada de San Lorenzo,
obra que le dio muchos quebraderos de cabeza y que por último no se
realizó; pero el artista proyectó para San Lorenzo dos obras magistrales:
la Biblioteca Laurenciana y la capilla Medicea o Sacristía Nueva. Ambas
realizaciones son en el aspecto arquitectónico herederas de la obra
de Brunelleschi, aunque la singular escalera de acceso a la biblioteca, capaz
de crear un particular efecto de monumentalidad en el escaso espacio
existente, sólo puede ser obra del genio de Miguel Ángel. La capilla
Medicea alberga dos sepulturas que incluyen la estatua del difunto y las
figuras magistrales del Día, la Noche, la Aurora y el Crepúsculo.
En 1534, Miguel Ángel se estableció definitivamente en Roma, donde
realizó el fresco del Juicio Final en la capilla Sixtina y supervisó las obras
de la basílica de San Pedro, en la que modificó sustancialmente los planos
y diseñó la cúpula, que es obra suya. Su otra gran realización
arquitectónica fue la finalización del Palacio Farnesio, comenzado por
Sangallo el Joven.
6.
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9. Rafael
(Raffaello Santi,tambiénllamadoRafael SanziooRafael de Urbino;Urbino,actual Italia,1483 -
Roma,1520) Pintory arquitectoitaliano.Porsuclasicismoequilibradoyserenobasadoenla
perfecciónde laluz,laarmonía enla composiciónyel dominiode laperspectiva,laobrade
Rafael Sanzioconstituye,juntoconlade Leonardoda Vinci yMiguel Ángel Buonarrotti,unade
lasmás excelsasrealizacionesde losidealesestéticosdel Renacimiento
Su padre,que fue el pintoryhumanistaGiovanni Santi,lointrodujo prontoenlasideas
filosóficasde laépocay enel arte de la pintura,perofalleciócuandoRafael contaba once
años;para ganarse la vida,a losdiecisiete añostrabajabayacomoartista independiente.Nose
conoce con exactitudqué tipode relaciónmantuvoRafael conPerugino,del que unoslo
considerandiscípuloyotrossocioo colaborador.Seacomofuere,lociertoesque superó
rápidamente aPerugino,comose desprende de lacomparaciónde sus Desposorios de la
Virgen con losde este último.Desde1504 hasta 1508 trabajó fundamentalmente en
Florencia,endonde recibiólainfluenciadel arte de Leonardo da Vinci y Miguel Ángel.
De entre sus obras de este período (El sueño del caballero, Las tres Gracias), las
más celebradas son sus variaciones sobre el tema de la Virgen y la
Sagrada Familia. Los personajes sagrados, dotados de cautivadores
toques de gracia, nobleza y ternura, están situados en un marco de
paisajes sencillos y tranquilos, intemporales. En estas telas, Rafael da
muestras de su inigualable talento para traducir a un lenguaje sencillo y
asequible los temas religiosos. Su maestría en la composición y la
expresión y la característica serenidad de su arte se despliegan ya en
plenitud en la Madona del gran duque, La bella jardinera o La Madona del jilguero,
entre otras obras.
En 1508, el papa Julio II lo llamó a Roma para que decorara sus aposentos
en el Vaticano. Aunque contaba sólo veinticinco años, era ya un pintor de
enorme reputación. En las habitaciones de Julio II, conocidas en la
actualidad como Estancias del Vaticano, Rafael pintó uno de los ciclos de
frescos más famosos de la historia de la pintura.
Entre 1509 y 1511 decoró la Estancia de la Signatura, donde pintó las
figuras de la Teología, la Filosofía, la Poesía y la Justicia en los cuatro
medallones de la bóveda, para desarrollar de forma alegórica estos
mismos temas en cinco grandes composiciones sobre las paredes: El triunfo
de la Eucaristía, La escuela de Atenas, El Parnaso, Gregorio IX promulgando las
Decretales y Triboniano remitiendo las pandectas a Justiniano, estas dos últimas
alusivas a la justicia. En un espacio de gran amplitud, organizado con un
perfecto sentido de la perspectiva, Rafael dispone una serie de grupos y
figuras, con un absoluto equilibrio de fuerzas y una sublime elegancia de
líneas. No se puede pedir mayor rigor compositivo ni un uso más magistral
de la perspectiva lineal
En la Estancia de Heliodoro, decorada de 1511 a 1514, Rafael desarrolló
cuatro temas históricos, acentuando en cada uno de ellos un rasgo plástico
10. determinado: el claroscuro en La liberación de San Pedro, la riqueza del
colorido en la Misa de Bolsena, etc. En la estancia del Incendio del Borgo
(1514-1517) predomina ya la aportación de los discípulos sobre la del
maestro, lo mismo que en la Estancia de Constantino, donde sólo la
concepción del conjunto corresponde a Rafael.
El pintor simultaneó la decoración de las Estancias del Vaticano con la
realización de otras obras, como los frescos de El triunfo de Galatea para la
Villa Farnesina. A este período corresponden también numerosos cuadros
de la Virgen con el Niño, algo más solemnes y menos cautivadores que
los de la etapa florentina. Los retratos romanos, en cambio, superan en
veracidad y penetración psicológica a los florentinos. En ambos casos, el
dibujo es de una calidad inigualable y el colorido, discreto, servidor de la
forma.
A partir de 1518, Rafael se ocupó de la decoración de las Logias del
Vaticano con pequeñas escenas del Antiguo Testamento envueltas en
paneles de grutescos. La Transfiguración, última obra del artista, es
considerada por algunos el compendio perfecto de su arte. Sus trabajos
arquitectónicos, de menor importancia que los pictóricos, incluyeron la
dirección de las obras de San Pedro del Vaticano.