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Albero Belmonte ©2012                                               Yo fui azafata de la EXPO92


Pasaron los años, terminé el instituto y comencé la Universidad. Por aquél entonces me había
decidido a estudiar Filología Inglesa, aunque también comencé el estudio de otros idiomas
extranjeros, como el alemán. El caso es que el inglés me empezó a aburrir como opción a mi
futuro profesional por lo que al llegar a la especialización, decidí cambiar mi opción y me pasé
a estudiar Filología Alemana, decisión de la que nunca me he arrepentido y que además tuvo
mucha influencia en mi futuro en la EXPO.

Lógicamente, seguía atenta a todo lo que tuviera que ver con la EXPO, sin embargo mis frutos
se contaban más por fracasos que por éxitos, y aún no había podido realizar mi deseo de
formar parte del evento.

La fecha se acercaba rápidamente, pero previamente, el 20 de abril de 1990, fue presentado
en la Plaza de España de Sevilla y de manera ya oficial, Curro, la mascota de la EXPO 92. Para
la mayoría de la gente, Curro era, en un principio, una mascota ridícula que no representaba
en absoluto ni a la ciudad ni a la EXPO. Para mí en cambio fue un flechazo, amor a primera
vista. Desde que le vi por primera vez comprendí que Curro transmitía la esencia y el espíritu
de la exposición. Dijeron que el autor de Curro era un extranjero que no podía saber cómo era
Sevilla ni los sevillanos, sin embargo, Heinz Edelmann, diseñador al que yo ya admiraba por su
trabajo en la película Yellow Subamarine de The Beatles, consiguió hacer una mascota que no
sólo representaba todo lo que la EXPO significaba, sino que a día de hoy todos los que vivimos
aquél mágico momento, llevamos a Curro en el corazón. Yo creo que el Señor Edelmann ya
soñaba con Curro en los años 60 cuando diseño las imágenes de Yellow Submarine. Si se
observa la película con los ojos de la EXPO, se puede ver a Curro aparecer por alguna escena
que otra.

Corría el año 1991 y yo aún no había conseguido nada. Estaba perdiendo la esperanza. Mi
habitación empezaba a acumular recuerdos de una exposición que aún no se había producido,
pero que ya estaba generando un merchandising importante: helados de Curro, llaveros,
bolígrafos, pegatinas, sobrecitos de azúcar, etc. Los miraba cada día, los tocaba, los acariciaba
con la esperanza de que se convirtieran en un talismán que me ayudasen a materializar mi
sueño.

En septiembre de 1991, ya había perdido totalmente la esperanza. Era absolutamente
imposible que a esa fecha, pudiera conseguir trabajar en la EXPO y, aunque me había
presentado a varias entrevistas para hacer los cursos de azafata que luego daban la opción al
contrato laboral, nunca conseguí pasar ni una sola de ellas.

Un día pasé por el INEM. Tenía que sellar mi tarjeta del paro. Antes de entrar en la oficina de
empleo, me dirigí al corcho en el que publicaban los cursos para desempleados. Era la época
en la que por hacer un curso te pagaban un minisueldo y yo era estudiante, por lo que
cualquier aportación económica extra me venía de perlas. Había una oferta de tres cursos:
uno de fresador, otro de administrativo y un tercero de azafata. Me sorprendió este último
curso por las fechas en las que estábamos, así que me decidí a preguntar si era para trabajar
en la EXPO. La funcionaria de la mesa correspondiente me dijo que los cursos de azafata para
la EXPO no los llevaban ellos, que este era un curso cualquiera que organizaba una empresa
privada en colaboración con el Instituto Nacional de Empleo. –“Bueno” – pensé – “Es un título
más a añadir a mi currículum, y además pagan”. Me inscribí en él.

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Albero Belmonte ©2012                                              Yo fui azafata de la EXPO92


Unos días después me llamaron de la empresa EULEN para hacerme la entrevista que daba
acceso al curso de azafatas. La empresa estaba situada en la calle Recaredo. Era una empresa
que se dedicaba a proveer de servicios variados a otras empresas.

Me presenté en la oficina. Éramos unas 30 ó 40 chicas, todas de más o menos la misma edad y
el mismo perfil académico. El examen de acceso consistía en una entrevista personal y
redactar un texto en inglés sobre una temática que nos diría en su momento. Una de las
chicas presentes preguntó lo que todas queríamos saber y que ninguna se atrevía a preguntar:
-“¿Dará el curso la opción final de trabajar en la EXPO”- se hizo un pequeño silencio que fue
roto por la señora de pelo oscuro que presentaba las pruebas con un “NO” grave y rotundo: -
“la EXPO ya tiene a todos sus trabajadores fichados. Este es un curso de azafatas de
exposiciones y congresos en general, ya que, posiblemente, para cuando la EXPO se termine,
se necesitarán azafatas para el Palacio de Congresos y otros eventos varios”-. Algunas se
fueron de la sala, ya que, si no era para la EXPO no les interesaba. Yo estuve tentada, pero el
minisueldo era muy importante para mi precaria economía estudiantil y, ya que estaba
convencida de que no iba a conseguir mi sueño, me daba igual hacer el curso como no hacerlo,
por lo que decidí seguir hasta el final, a ver qué pasaba.

La entrevista personal, al menos en mi caso, fue bastante ligera. La señora de la voz grave y el
pelo oscuro se limitó a preguntarme por mi currículum, en concreto por mis conocimientos
idiomáticos; quería saber si hablaba algún otro idioma además del inglés: el pasado volvió a
mí para devolverme el esfuerzo y el riesgo que acepté años atrás cuando decidí dejar el inglés
para imbuirme en el alemán: “bueno” – contesté – “estoy estudiando Filología Alemana, por lo
que me defiendo más o menos en alemán. Además también he estudiado francés e italiano”.
“Estupendo” – me contestó – “no tenemos a nadie que sepa hablar alemán”. Supuse pues,
que me iban a coger para el curso, curso que no tenía opción a otra cosa más que trabajar
como azafata de congresos y exposiciones, claro.

Más tarde pasamos a la prueba de la redacción en inglés. El tema versaba sobre turismo.
Debíamos explicar en inglés un poco de la historia de la ciudad, así como redactar algo sobre
los monumentos más representativos de Sevilla: la Giralda, la Catedral y el Alcázar.

Camino de vuelta a casa, tras las pruebas, me sentía muy insignificante. Éramos muchas las
que nos presentábamos para 15 ó 20 plazas en el curso; curso de Azafatas de Congresos y
Exposiciones. No sentía que fuera a ser una de las elegidas. Sin embargo me equivoqué.

A los dos días recibí confirmación telefónica de que había pasado las pruebas y que, por lo
tanto, al siguiente lunes comenzaba el curso. Mientras tanto continuaba en mi quijotesco
empeño y me seguía presentando a entrevista tras entrevista, aún a sabiendas de que no me
iban a escoger en ninguna.

Comenzamos el curso. En la presentación del mismo, otra señora con voz grave pero rubia en
este caso, nos comentó que tendríamos varias asignaturas todas relacionadas con el mundo de
los congresos y exposiciones, enfocadas a su vez a la profesión de azafata. El curso comenzaría
en septiembre y terminaría en febrero. Tendríamos 4 horas diarias de las que siempre dos,
serían de inglés. Esa fue la única asignatura que nombró. De las demás sólo supimos que
serían varias, pero no el nombre o la temática.

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Albero Belmonte ©2012                                               Yo fui azafata de la EXPO92


La primera de las asignaturas fue psicología. Del profesor de psicología recuerdo que era joven
y calvo, un chico muy simpático que nos enseñaba cómo teníamos que tratar con el visitante
del congreso X – “Tenéis que usar la psicología invertida, ya que la mayoría de los visitantes
estarán muy cansados y lo van a pagar con vosotras: si vienen con mala cara, vosotras les
sonreís y les dedicáis un sonoro y alegre “buenos días”, y veréis cómo se les quitan las ganas
de gritaros”- “¿Cansados?” –Me preguntaba a mí misma – “¿Y de qué van a estar cansados en
un congreso?”.

En inglés teníamos a un chico nativo muy dinámico que nos enseñaba el vocabulario y las
estructuras necesarias en congresos y exposiciones, así como a expresarnos en inglés sobre la
ciudad de Sevilla para informar a turistas y otros visitantes. Una de las pruebas obligatorias de
su módulo era una presentación en inglés de unos 10 minutos y temática libre. Yo hablé
sobre las tapas, ya que todos los otros tópicos estaban tratados. Dicha presentación fue
presenciada por los mandamases de la empresa, lo cual nos sorprendió a todas mucho.

El curso iba avanzando en el tiempo por lo que se empezaron a forjar amistades entre algunas
de nosotras. Y entonces llegó la Navidad y con ella las vacaciones. Mientras tanto yo seguía
presentándome a todas las entrevistas que veía. Nunca cejé en mi empeño, a pesar de que
siempre me daban un no como respuesta.

El primer día del curso tras la vuelta de las vacaciones debíamos comenzar una asignatura
nueva. Llegó el profesor, se presentó y nos dijo el título de la nueva asignatura: “Historia de
las Exposiciones Universales”. Primero se hizo un silencio acompañado de algún que otro
murmullo. Inmediatamente comenzaron las preguntas –“¿Cómo? ¿Para qué?” – preguntamos
todas. –“¿Es que acaso vamos a necesitar esta información para algo en particular?”- Fue
entonces cuando llegó la gran noticia, la noticia que había estado esperando, la noticia que
tanto había deseado, por fin estaba ante mí: “-Este curso está dirigido a cubrir unas vacantes
para una organización que tendrá representación en la EXPO, sin embargo no cantéis victoria
aún, ya que no todas conseguiréis una plaza”. La segunda noticia no importaba nada, de
hecho es que ni pensaba en ella. Aunque sólo fuera en un 50% era el porcentaje más alto que
había tenido hasta el momento de posibilidades de trabajar en la EXPO. Tenía por fin la
oportunidad y no pensaba dejarla escapar.

Las siguientes asignaturas fueron Maquillaje Personal, Protocolo y Plano de la Exposición.
Teníamos que sabernos de memoria la ubicación de todos los pabellones así como el nombre
de las calles del recinto. Más adelante se supo que la organización para la que trabajaríamos
sería Correo y Telégrafos por lo que una de las últimas asignaturas fue impartida por un policía
que nos enseñó cómo detectar cartas bombas o cualquier otro tipo de envío peligroso.

Por último nos mostraron el uniforme, el cual fue diseñado por Manuel Piña: falda negra, blusa
blanca y chaqueta roja con solapa negra. La solapa de la chaqueta y la cinturilla de la falda
tenían una cinta con los colores del logo de correos. Los botones de la chaqueta tenían
también el logo de Correos. Los zapatos eran negro con tacón salón y en el empeine tenían el
logo de Correos. Tenía mucho logo encima, sí, pero era realmente elegante.

Llegó febrero y con él el final del curso: era el momento de saber el nombre de las elegidas
para la gloria. Mi corazón latía con más fuerza cada vez que se acercaba el momento de

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Albero Belmonte ©2012                                               Yo fui azafata de la EXPO92


escuchar mi nombre. Y entonces me nombraron: “Albero Belmonte, estás seleccionada para
trabajar como azafata de la Expo en el Pabellón de Correos. Además, por tus conocimientos
en otros idiomas, serás azafata VIP”. –“¿Cómo? ¿Yo? ¿Azafata VIP?” – “Si, tu misión consistirá
en acompañar a las personalidades que quieran venir a conocer el pabellón de Correos, las
cuales pueden ser desde empresarios, hasta políticos o cualquier otro tipo de visitante VIP” -
¡No me lo podía creer! Por fin se había convertido en realidad todo lo que había soñado y esa
realidad era muy superior al sueño imaginado. No cabía en mí de felicidad.

Ya contratadas y cobrando nuestro sueldo, pasamos a la central de Correos en la Avenida de la
Constitución desde el mes de marzo y hasta el 16 de abril, para aprender a identificar y tratar
los productos filatélicos que se iban a vender y/o exponer en el Pabellón, además de en las
distintas estafetas posicionadas estratégicamente en el recinto. Nos enseñaron cómo tratar
un sello, cómo usar el matasellos, cómo tratar a los filatélicos. Esa parte del curso fue muy
especial ya que, no era el curso como tal sino que ya estábamos trabajando en la EXPO. Ya
era azafata de la Expo, en el papel, puesto que en la realidad siempre lo fui, desde aquél día en
el que me decidí a ir a la Avenida de la Palmera.

La EXPO supuso mi primera experiencia laboral, mi primer contrato. Comencé a trabajar desde
marzo y a cobrar desde marzo, aunque realmente no firmé el contrato hasta el 20 de abril de
1992. Fue en la calle Torneo, donde nos reunieron para darnos los cuadrantes de los horarios
del mes de abril. Ese momento fue aprovechado por la empresa para traernos los contratos.

Fue mi primer contrato. Lo firmé en la calle Torneo. Sucedió el 20 de abril de 1992. Era para
trabajar como Azafata de la Exposición Universal de Sevilla 1992. Y el sueño se materializó.

No podía ser mejor.




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  • 1. Albero Belmonte ©2012 Yo fui azafata de la EXPO92 Pasaron los años, terminé el instituto y comencé la Universidad. Por aquél entonces me había decidido a estudiar Filología Inglesa, aunque también comencé el estudio de otros idiomas extranjeros, como el alemán. El caso es que el inglés me empezó a aburrir como opción a mi futuro profesional por lo que al llegar a la especialización, decidí cambiar mi opción y me pasé a estudiar Filología Alemana, decisión de la que nunca me he arrepentido y que además tuvo mucha influencia en mi futuro en la EXPO. Lógicamente, seguía atenta a todo lo que tuviera que ver con la EXPO, sin embargo mis frutos se contaban más por fracasos que por éxitos, y aún no había podido realizar mi deseo de formar parte del evento. La fecha se acercaba rápidamente, pero previamente, el 20 de abril de 1990, fue presentado en la Plaza de España de Sevilla y de manera ya oficial, Curro, la mascota de la EXPO 92. Para la mayoría de la gente, Curro era, en un principio, una mascota ridícula que no representaba en absoluto ni a la ciudad ni a la EXPO. Para mí en cambio fue un flechazo, amor a primera vista. Desde que le vi por primera vez comprendí que Curro transmitía la esencia y el espíritu de la exposición. Dijeron que el autor de Curro era un extranjero que no podía saber cómo era Sevilla ni los sevillanos, sin embargo, Heinz Edelmann, diseñador al que yo ya admiraba por su trabajo en la película Yellow Subamarine de The Beatles, consiguió hacer una mascota que no sólo representaba todo lo que la EXPO significaba, sino que a día de hoy todos los que vivimos aquél mágico momento, llevamos a Curro en el corazón. Yo creo que el Señor Edelmann ya soñaba con Curro en los años 60 cuando diseño las imágenes de Yellow Submarine. Si se observa la película con los ojos de la EXPO, se puede ver a Curro aparecer por alguna escena que otra. Corría el año 1991 y yo aún no había conseguido nada. Estaba perdiendo la esperanza. Mi habitación empezaba a acumular recuerdos de una exposición que aún no se había producido, pero que ya estaba generando un merchandising importante: helados de Curro, llaveros, bolígrafos, pegatinas, sobrecitos de azúcar, etc. Los miraba cada día, los tocaba, los acariciaba con la esperanza de que se convirtieran en un talismán que me ayudasen a materializar mi sueño. En septiembre de 1991, ya había perdido totalmente la esperanza. Era absolutamente imposible que a esa fecha, pudiera conseguir trabajar en la EXPO y, aunque me había presentado a varias entrevistas para hacer los cursos de azafata que luego daban la opción al contrato laboral, nunca conseguí pasar ni una sola de ellas. Un día pasé por el INEM. Tenía que sellar mi tarjeta del paro. Antes de entrar en la oficina de empleo, me dirigí al corcho en el que publicaban los cursos para desempleados. Era la época en la que por hacer un curso te pagaban un minisueldo y yo era estudiante, por lo que cualquier aportación económica extra me venía de perlas. Había una oferta de tres cursos: uno de fresador, otro de administrativo y un tercero de azafata. Me sorprendió este último curso por las fechas en las que estábamos, así que me decidí a preguntar si era para trabajar en la EXPO. La funcionaria de la mesa correspondiente me dijo que los cursos de azafata para la EXPO no los llevaban ellos, que este era un curso cualquiera que organizaba una empresa privada en colaboración con el Instituto Nacional de Empleo. –“Bueno” – pensé – “Es un título más a añadir a mi currículum, y además pagan”. Me inscribí en él. 1
  • 2. Albero Belmonte ©2012 Yo fui azafata de la EXPO92 Unos días después me llamaron de la empresa EULEN para hacerme la entrevista que daba acceso al curso de azafatas. La empresa estaba situada en la calle Recaredo. Era una empresa que se dedicaba a proveer de servicios variados a otras empresas. Me presenté en la oficina. Éramos unas 30 ó 40 chicas, todas de más o menos la misma edad y el mismo perfil académico. El examen de acceso consistía en una entrevista personal y redactar un texto en inglés sobre una temática que nos diría en su momento. Una de las chicas presentes preguntó lo que todas queríamos saber y que ninguna se atrevía a preguntar: -“¿Dará el curso la opción final de trabajar en la EXPO”- se hizo un pequeño silencio que fue roto por la señora de pelo oscuro que presentaba las pruebas con un “NO” grave y rotundo: - “la EXPO ya tiene a todos sus trabajadores fichados. Este es un curso de azafatas de exposiciones y congresos en general, ya que, posiblemente, para cuando la EXPO se termine, se necesitarán azafatas para el Palacio de Congresos y otros eventos varios”-. Algunas se fueron de la sala, ya que, si no era para la EXPO no les interesaba. Yo estuve tentada, pero el minisueldo era muy importante para mi precaria economía estudiantil y, ya que estaba convencida de que no iba a conseguir mi sueño, me daba igual hacer el curso como no hacerlo, por lo que decidí seguir hasta el final, a ver qué pasaba. La entrevista personal, al menos en mi caso, fue bastante ligera. La señora de la voz grave y el pelo oscuro se limitó a preguntarme por mi currículum, en concreto por mis conocimientos idiomáticos; quería saber si hablaba algún otro idioma además del inglés: el pasado volvió a mí para devolverme el esfuerzo y el riesgo que acepté años atrás cuando decidí dejar el inglés para imbuirme en el alemán: “bueno” – contesté – “estoy estudiando Filología Alemana, por lo que me defiendo más o menos en alemán. Además también he estudiado francés e italiano”. “Estupendo” – me contestó – “no tenemos a nadie que sepa hablar alemán”. Supuse pues, que me iban a coger para el curso, curso que no tenía opción a otra cosa más que trabajar como azafata de congresos y exposiciones, claro. Más tarde pasamos a la prueba de la redacción en inglés. El tema versaba sobre turismo. Debíamos explicar en inglés un poco de la historia de la ciudad, así como redactar algo sobre los monumentos más representativos de Sevilla: la Giralda, la Catedral y el Alcázar. Camino de vuelta a casa, tras las pruebas, me sentía muy insignificante. Éramos muchas las que nos presentábamos para 15 ó 20 plazas en el curso; curso de Azafatas de Congresos y Exposiciones. No sentía que fuera a ser una de las elegidas. Sin embargo me equivoqué. A los dos días recibí confirmación telefónica de que había pasado las pruebas y que, por lo tanto, al siguiente lunes comenzaba el curso. Mientras tanto continuaba en mi quijotesco empeño y me seguía presentando a entrevista tras entrevista, aún a sabiendas de que no me iban a escoger en ninguna. Comenzamos el curso. En la presentación del mismo, otra señora con voz grave pero rubia en este caso, nos comentó que tendríamos varias asignaturas todas relacionadas con el mundo de los congresos y exposiciones, enfocadas a su vez a la profesión de azafata. El curso comenzaría en septiembre y terminaría en febrero. Tendríamos 4 horas diarias de las que siempre dos, serían de inglés. Esa fue la única asignatura que nombró. De las demás sólo supimos que serían varias, pero no el nombre o la temática. 2
  • 3. Albero Belmonte ©2012 Yo fui azafata de la EXPO92 La primera de las asignaturas fue psicología. Del profesor de psicología recuerdo que era joven y calvo, un chico muy simpático que nos enseñaba cómo teníamos que tratar con el visitante del congreso X – “Tenéis que usar la psicología invertida, ya que la mayoría de los visitantes estarán muy cansados y lo van a pagar con vosotras: si vienen con mala cara, vosotras les sonreís y les dedicáis un sonoro y alegre “buenos días”, y veréis cómo se les quitan las ganas de gritaros”- “¿Cansados?” –Me preguntaba a mí misma – “¿Y de qué van a estar cansados en un congreso?”. En inglés teníamos a un chico nativo muy dinámico que nos enseñaba el vocabulario y las estructuras necesarias en congresos y exposiciones, así como a expresarnos en inglés sobre la ciudad de Sevilla para informar a turistas y otros visitantes. Una de las pruebas obligatorias de su módulo era una presentación en inglés de unos 10 minutos y temática libre. Yo hablé sobre las tapas, ya que todos los otros tópicos estaban tratados. Dicha presentación fue presenciada por los mandamases de la empresa, lo cual nos sorprendió a todas mucho. El curso iba avanzando en el tiempo por lo que se empezaron a forjar amistades entre algunas de nosotras. Y entonces llegó la Navidad y con ella las vacaciones. Mientras tanto yo seguía presentándome a todas las entrevistas que veía. Nunca cejé en mi empeño, a pesar de que siempre me daban un no como respuesta. El primer día del curso tras la vuelta de las vacaciones debíamos comenzar una asignatura nueva. Llegó el profesor, se presentó y nos dijo el título de la nueva asignatura: “Historia de las Exposiciones Universales”. Primero se hizo un silencio acompañado de algún que otro murmullo. Inmediatamente comenzaron las preguntas –“¿Cómo? ¿Para qué?” – preguntamos todas. –“¿Es que acaso vamos a necesitar esta información para algo en particular?”- Fue entonces cuando llegó la gran noticia, la noticia que había estado esperando, la noticia que tanto había deseado, por fin estaba ante mí: “-Este curso está dirigido a cubrir unas vacantes para una organización que tendrá representación en la EXPO, sin embargo no cantéis victoria aún, ya que no todas conseguiréis una plaza”. La segunda noticia no importaba nada, de hecho es que ni pensaba en ella. Aunque sólo fuera en un 50% era el porcentaje más alto que había tenido hasta el momento de posibilidades de trabajar en la EXPO. Tenía por fin la oportunidad y no pensaba dejarla escapar. Las siguientes asignaturas fueron Maquillaje Personal, Protocolo y Plano de la Exposición. Teníamos que sabernos de memoria la ubicación de todos los pabellones así como el nombre de las calles del recinto. Más adelante se supo que la organización para la que trabajaríamos sería Correo y Telégrafos por lo que una de las últimas asignaturas fue impartida por un policía que nos enseñó cómo detectar cartas bombas o cualquier otro tipo de envío peligroso. Por último nos mostraron el uniforme, el cual fue diseñado por Manuel Piña: falda negra, blusa blanca y chaqueta roja con solapa negra. La solapa de la chaqueta y la cinturilla de la falda tenían una cinta con los colores del logo de correos. Los botones de la chaqueta tenían también el logo de Correos. Los zapatos eran negro con tacón salón y en el empeine tenían el logo de Correos. Tenía mucho logo encima, sí, pero era realmente elegante. Llegó febrero y con él el final del curso: era el momento de saber el nombre de las elegidas para la gloria. Mi corazón latía con más fuerza cada vez que se acercaba el momento de 3
  • 4. Albero Belmonte ©2012 Yo fui azafata de la EXPO92 escuchar mi nombre. Y entonces me nombraron: “Albero Belmonte, estás seleccionada para trabajar como azafata de la Expo en el Pabellón de Correos. Además, por tus conocimientos en otros idiomas, serás azafata VIP”. –“¿Cómo? ¿Yo? ¿Azafata VIP?” – “Si, tu misión consistirá en acompañar a las personalidades que quieran venir a conocer el pabellón de Correos, las cuales pueden ser desde empresarios, hasta políticos o cualquier otro tipo de visitante VIP” - ¡No me lo podía creer! Por fin se había convertido en realidad todo lo que había soñado y esa realidad era muy superior al sueño imaginado. No cabía en mí de felicidad. Ya contratadas y cobrando nuestro sueldo, pasamos a la central de Correos en la Avenida de la Constitución desde el mes de marzo y hasta el 16 de abril, para aprender a identificar y tratar los productos filatélicos que se iban a vender y/o exponer en el Pabellón, además de en las distintas estafetas posicionadas estratégicamente en el recinto. Nos enseñaron cómo tratar un sello, cómo usar el matasellos, cómo tratar a los filatélicos. Esa parte del curso fue muy especial ya que, no era el curso como tal sino que ya estábamos trabajando en la EXPO. Ya era azafata de la Expo, en el papel, puesto que en la realidad siempre lo fui, desde aquél día en el que me decidí a ir a la Avenida de la Palmera. La EXPO supuso mi primera experiencia laboral, mi primer contrato. Comencé a trabajar desde marzo y a cobrar desde marzo, aunque realmente no firmé el contrato hasta el 20 de abril de 1992. Fue en la calle Torneo, donde nos reunieron para darnos los cuadrantes de los horarios del mes de abril. Ese momento fue aprovechado por la empresa para traernos los contratos. Fue mi primer contrato. Lo firmé en la calle Torneo. Sucedió el 20 de abril de 1992. Era para trabajar como Azafata de la Exposición Universal de Sevilla 1992. Y el sueño se materializó. No podía ser mejor. 4