1. ¿QUÉ HACE UN PLANIFICADOR?1
Elizabeth Díaz Cuenca*
Las seis de la mañana. Alfredo se despertó de un sobresalto: era el
primer día de clases. Un día tan esperado, con cierto entusiasmo,
apatía, temor o desgano, pues el deseo de Alfredo era estudiar
arquitectura, pero reprobó el examen y no le quedó otra que escoger
una profesión: de las de "segunda opción", como le dijeron cuando hizo
sus trámites. Allí, entre otras posibilidades, estaba la licenciatura de
planeación territorial. La eligió porque alguien le comentó que se
parecía a la de arquitectura: "es más -agregó pavoneándose- tengo un
primo que es arquitecto y luego hizo su maestría en planeación".
Con la actitud pasiva que lo caracterizaba, Alfredo se preparó
para ir a la facultad, como queriendo y no; con la frustración de no irse
a Arquitectura, a la ciudad universitaria. "¡N'hombre, y onde que las
chavas de arquitectura están ¡!!...", recuerda el regodeo de los
comentarios de sus cuates: "A lo mejor en Planeación ni chavas hay". Sin
embargo, ante este contexto desolador, de repente una chispa de
emoción: la expectativa de un nuevo proyecto de vida; conocer
nuevos compañeros, en especial las compañeras: "Chance y allí
encuentre lo que busco", se repite para darse ánimos. El hecho de estar
en facultad, de cambiar de ruta, de ver qué "onda" con la carrera:
"Total, si no me gusta, el año entrante vuelvo a hacer el examen", se
dice convencido y concluye "me caí que ora sí la voy a hacer “.
En el trayecto de su casa a la facultad, Alfredo iría pensando en
diversas cosas. En la cabeza le daba vueltas el sueño frustrado: que
todo sería diferente si hubiese entrado a la profesión deseada, que
mejor no hubiera ingresado a Planeación, pero esto no le hubiera
gustado a sus papás, quienes deseaban e insistían en la necesidad de
estudiar una carrera: "Si no te pones a trabajar, yo no voy a mantener
vagos", amenazó el papá, y la mamá, consoladora como siempre:
"ándale, a lo mejor te gusta, ya ves que arquitectos ya hay muchos". A
Alfredo no le quedaba de otra y tuvo que "apechugar". "Bueno, ya
estoy aquí, lo que procede, como dicen que dijo el que lo dijo, es seguir
'arriba y adelante’”. Subió entonces para buscar el que sería su salón.
1
UAEM. Sucesivas Aproximaciones de Nuestra Historia. Crónicas de la Universidad Autónoma del
Estado de México. Toluca, México, 2000, pág. 173 – 177.
* Cronista de la Facultad de Planeación Urbana y Regional.
2. Como siempre pasa, él no era el único despistado. Miró a su
alrededor y vio de todo: caras desmañanadas, largas, desganadas,
aburridas, pero también sonrientes, amigables, miradas que invitaban al
diálogo. Al mismo tiempo trató de identificar a las chavas buena onda y
quizá la que podría ser su futura novia. Los más comunicativos
intercambiaban interrogantes que se repetirían durante todo el día:
"¿de qué prepa vienes?", "¿cómo te fue en el examen?"; ¿eres de
primera o de segunda opción?"; "¿qué ibas a estudiar?" De esa manera,
Alfredo se dio cuenta de que varios compañeros estaban en la misma
situación que él. Esto le provocaría sentirse mejor y aminorar el complejo
de culpa. Alguien dijo que el subsecretario académico comentó que
cerca del 60% de los que ingresaban a la facultad eran de segunda
opción.
Antes de iniciar los cursos, les informaron que tomarían un curso
propedéutico, cuyo objetivo consistía en apoyar algunas habilidades
como mejorar hábitos de estudio, motivar la superación y revisar y
corregir algunos problemas lingüísticos; en síntesis: un curso de
integración. La verdad es que Alfredo la pasó muy divertido, pues las
dinámicas de integración propiciaron muy buen ambiente entre todos y
como luego comentaría "muy buena onda, padrísimo".
Casi al final del curso, algunos egresados de la carrera
comentaron sus experiencias en la licenciatura; sin embargo, ya para
esos momentos Alfredo había hecho amistades y empezaba a sentirse a
gusto, por lo que poca atención puso al discurso de los expositores: "al
fin y al cabo, como dice mi jefa, cada quien habla de la feria como le
va en ella; ojala no tenga que lamentar mi 'segunda opción'", pensó ya
no muy convencido.
Al iniciar las clases propias de la carrera, fueron conociendo a los
profesores y las materias que impartirían.
...Es cuando más me desconcertó la carrera, ¿cómo es eso de
que tenemos materias de diversas disciplinas: que matemáticas,
sociología, economía, geografía, administración y taller en cada
semestre? ¡Cómo que le entramos a todo y no somos buenos en
nada! Esto fue lo que me sacó de onda, además el discurso de los
profesores parecía sermón: 'aquí sí van a tener que estudiar,
porque mi materia... 'como si te estuvieran ya sentenciando antes
de entrar a la jugada. Cada profesor hablaba de la dificultad y
las exigencias de su materia como si fuera la única, ah, y todos
con la misma cantaleta de que si el reglamento dice que si esto
que si lo otro, pero por lo demás todo padrísimo, muy buena
onda...
3. Comentaría Alfredo más tarde con Jorge que sí había logrado
inscribirse en Arquitectura, pero no se la había pasado tan "buena
onda".
Meses después, tanto Alfredo como Jorge se darían cuenta que la
dificultad de la carrera no consistía en ser de primera o de segunda
opción. Ambas, Arquitectura y Planeación, exigían trabajo, entrega,
disciplina. Afortunadamente, Alfredo iba encontrando la importancia
de la carrera y sus posibilidades de trabajo.
A la mitad del semestre, algunos desertaron, tanto los que
inicialmente iban a Planeación como los de segunda opción. Por
ejemplo, Claudia se dio de baja y se fue a estudiar decoración; Felipe,
otro compañero con el que pretendió entrar a Arquitectura, también se
salió, pero sus papás lo llevaron a estudiar a una universidad particular.
A su novia, que por cierto estudiaba Antropología y la conoció
una mañana en el camión -como ambas facultades son vecinas, ellos
comenzaron a frecuentarse y de allí nació el noviazgo- le comentaría
tiempo después:
...es así como seguimos dándole al estudio, parecía que los
profesores se ponían de acuerdo para estamos chupando el
calcio. Cuando nos dieron los resultados del primer parcial
recibimos regaños y amenazas, ya tú sabes cómo se las gastan,
pero la verdad es que como que nos valió, pero ¡zácatelas!, luego
en el segundo parcial, o en el ordinario y así el que se fue a extra
o a título, unos de plano perdieron el año, yo estaba a punto de
perderlo, fue cuando te conocí y me dieron ganas de invitarte al
cine, pero tenía dos exámenes a título, híjole me dije, lo bueno es
que eran mate y sociología que son las materias en que más
reprobados hubo, también en taller, pero ése sí lo pasé... No te
creas, fue cuando me puse a reflexionar, además apareciste tú y
la verdad es que ya me gustaba la carrera, me acerqué entonces
al profesor, buenísima onda, John Farrand, para preguntarle sobre
la labor de un planificador. Él fue el que me explicó que en esta
facultad se pretendía formar profesionistas capaces de buscar
una mejor organización del territorio, ordenar las actividades
económicas, los asentamientos humanos, en fin, todo lo que se
refiere a cuestiones de la sociedad y el territorio que habita, para
una mejor armonía en la vida, para aprovechar mejor los recursos
materiales y humanos de convivencia en sociedad. Francamente
fue cuando sentí la importancia de una carrera como la que
estaba estudiando...
4. Ese mismo día, al regresar a mi casa, pasábamos por la terminal y
nos detuvimos casi 20 minutos por un congestionamiento. Observé
a mí alrededor: la gente corría de un lado para otro tratando de
esquivar los coches y poder pasar las calles, el ruido de los claxons
se hacía insoportable expresando su desesperación por no poder
pasar, y me puse a pensar quizás si la ubicación de la terminal y
del mercado Juárez se hubiese planeado no estaría pasando
esto...
Por fin salimos del congestionamiento, pero claro, con un
desorden como ése, algunos coches se daban la vuelta en un
lugar prohibido, lo que provocaba confusión y hasta accidentes,
"n'hombre y los claxons ya sabes la tonadita tatatata, yo
francamente estaba súper motivado y me dije: si hubiera una
adecuada planeación de la vialidad quizás no pasaría esto". Ya
para llegar a Pilares, me di cuenta cómo la gente se cruzaba la
vialidad, ¡jijos!, me dije, aquí hace falta un puente peatonal. Al
bajar del camión, ya sabes, casi te dejan a media calle con
riesgos de que alguien rebase por la derecha y te atropelle y
además a donde se le pegue la gana al chofer allí te deja; luego
observé cómo varios niños jugaban en un charco de aguas
negras, claro como nunca había habido una adecuada
planeación ni de las vialidades, ni de las paradas de autobuses ni
de las zonas habitacionales pensé en la necesidad de
proporcionar servicios públicos a tantas áreas que no lo tienen, 'ai
me tienes, ya estaba yo instaladísimo como planeador
resolviendo los problemas de mi ciudad: creando áreas verdes,
colocando puentes peatonales, lugares específicos para subir y
bajar pasaje. Surgieron en mi mente, como si se abriera un álbum
fotográfico, una serie de preguntas: ¿Por qué existen áreas ricas y
áreas pobres? ¿Por qué la gente migra a ciertas áreas? ¿Por qué
no se crean fuentes de empleo en las áreas rurales? ¿Por qué se
localizan empresas de alta peligrosidad cerca de lugares
poblados? y comprendí que éstas son algunas interrogantes que
la planeación territorial pretende responder.
Creo que estos problemas siempre habían estado y yo ni por
enterado, pero ahora recordando lo que había aprendido
durante el primer año de mi carrera y la plática con el profesor
Farrand, vi que había hecho una buena elección y me dije: "creo
que a la licenciatura en planeación territorial no se le ha dado
toda la importancia que tiene y se merece..."