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Imaginarios
de Fútbol y Territorio
Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo de la Cultura y las Artes
INDICE
	 PROLOGO	1
I	 MIRADAS ESPACIALES	 3
	
II	CRÓNICAS	 13	
	
III	 REPORTAJES VISUALES	 25
	 3.1. Luis Alberto Guerra Ortiz; el mejor 10 del 57	 26
	 3.2. Partido a la falta de partido	 31
	 3.3. V.I.P.	 38
	 3.4. Canchas de barrio	 45
	 3.5. Fragmentos (al azar)	 52
IV	 MEMORIA VISUAL	 57
V	CREDITOS	 68
	EPILOGO	 69
PROLOGO
20 de febrero 2009
Dicen que el proceso creativo esta dado por el trabajo y la constancia, sin embargo, a veces, también se da por la casualidad y la combinación de
circunstancias fortuitas, momentos y estados de ánimo. La decisión de realizar este proyecto nace espontánea, por la necesidad de articular una herra-
mienta que nos permitiera expresar gráficamente la actividad física que en aquel entonces realizábamos casi a diario.
25 de febrero 2009
La arquitectura de esta propuesta literaria- visual se autoejecuta, moviliza y vaga, dejando su centro de manera constante para girar hacia una ruta
errante y visual, que deviene exploradora tras el afán perceptivo de la imagen y el impulso eléctrico que genera la fotografía.
09 de marzo 2009
Esta memoria es un “almanaque espacial” del barrio Lorenzo Arenas de Concepción, que arranca en el azar y en el pretexto cotidiano del futbol como
práctica para adentrase en la historia de un tiempo y territorio de velocidad diferida. Es el azar el que nos moviliza asincopado a la realización de un
documento efímero, en cuanto
-	 es transitorio (dado su carácter fatal),
-	 es abierto y fomenta la escritura del lector (como lo refleja el prepicado de las paginas finales)
-	 es conmutativo; tendiente a la desaparición del libro y a la transformación de la propuesta en una acción.
GL
I
MIRADAS ESPACIALESA orillas del río Bíobío
20defebrero2009
Dicenqueelprocesocreativoestadadoporeltrabajoylaconstancia,sinembargo,aveces,tambiénsedaporlacasualidadylacombinaciónde
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mientaquenospermitieraexpresargráficamentelaactividadfísicaqueenaquelentoncesrealizábamoscasiadiario.
25defebrero2009
Laarquitecturadeestapropuestaliteraria-visualseautoejecuta,movilizayvaga,dejandosucentrodemaneraconstanteparagirarhaciaunaruta
erranteyvisual,quedevieneexploradoratraselafánperceptivodelaimagenyelimpulsoeléctricoquegeneralafotografía.
09demarzo2009
Estamemoriaesun“almanaqueespacial”delbarrioLorenzoArenasdeConcepción,quearrancaenelazaryenelpretextocotidianodelfutbolcomo
prácticaparaadentraseenlahistoriadeuntiempoyterritoriodevelocidaddiferida.Eselazarelquenosmovilizaasincopadoalarealizacióndeun
documentoefímero,encuanto
-	estransitorio(dadosucarácterfatal),
-	esabiertoyfomentalaescrituradellector(comoloreflejaelprepicadodelaspaginasfinales)
-	esconmutativo;tendientealadesaparicióndellibroyalatransformacióndelapropuestaenunaacción.
PROLOGOG L
II
CRÓNICAS
Yaaaaa (le grité)
Pared Un- dos
Y canchita al segundo palo.
DOMINGO DE RAMOS
		
	 El par de pitazos y la palma agrietada del referee marcando lo que aun quedaba del círculo central dictaron el final del encuentro.
Los abrazos y puños verticales no se hicieron esperar, tampoco las puteadas y recriminaciones al número uno de los dueños de casa.
	 ...el área es del arquero, reza el ABC del fútbol, y el centro a la olla fue llovido y con tarjeta de invitación… dónde estaban los centrales para el des-
peje, esa pelota había que reventarla; sacarla de la zona caliente, en el último segundo no se puede salir jugando, se debe aguantarla arriba a como de lugar y
que el reloj avance… avance!
	 Las finales no se juegan… las finales se ganan, a la postre se añoran, se extrañan las posibilidades perdidas, farreadas. ¿De qué sirve haber hecho
partido?, los tres tiros en los palos; el casi gol de chilena tras el pase de rabona; si nos igualan con dos jugadores menos y en los descuentos.
	 En nuestra casa, con nuestra gente apoyando, en superioridad numérica, nosotros con el score a favor y ellos con el viento en contra… con el match
en el bolsillo, la copa era nuestra.
	 Falto mojar la camiseta, ponerse el overall, trancar incluso con la cabeza; dejar en la cancha hasta el último aliento; dejar la vida en cada balón, hasta
el sagrado minuto noventa.
	 No dimos el tiro de gracia, el golpe de k.o.; amarrar el resultado, quedando tan poco, se tiene que manejar el partido; hacer circular el esférico; estar
atento a las coberturas; a los relevos; levantar la cabeza mas que nunca y mostrar el juego de equipo, siempre concentrados hasta los dientes, sin siquiera
pestañar; no soltar las marcas; luchar en todos los frentes del campo de batalla.
Nada de cambios para los aplausos; ni de lujitos para la gradería… con el pan en la puerta del horno, había que bajar el telón, apagar las luces y celebrar
nuestra primera estrella. ¿Cómo puede el nueve cabecear solo? sin marca… si tuvo tiempo hasta para elegir donde la ponía, no se puede dar este tipo de
licencias menos aun en el clásico de siempre.
	 Esto no tiene nombre, un descuido y el trabajo de todo un año se va al tacho de la basura; ¿Cuántos domingos postergando a la familia, a los hijos?,
dejando de lado todo, absolutamente todo, para lograr el objetivo, para alcanzar la corona.
	 Jugamos como nunca y nos empataron como siempre, con un tanto a todas luces evitable… sin gracia.
	 El alargue estuvo de más, no pudimos romper el cerrojo rival; los goles se hacen, no se merecen… y los que no haces, te los hacen; perdimos en los
mano a mano; en las pelotas divididas y el pressing de la primera etapa; no tuvimos desbordes… ni la tranquilidad en los momentos claves para aumentar
el marcador; faltó la sorpresa; el cambio de ritmo; jugar de primera, el pase en profundidad; la habilitación con ventaja; la jugada de laboratorio; avivarse en
el balón muerto, mostrar la táctica fija en los laterales, en los tiros de esquina.
	 No fuimos ni la sombra… quizás las lesiones, las suspensiones; el desgaste acumulado del año, nos pasaron la cuenta.
	 Con el animo entre el trumao, parado en la línea de sentencia, mirando como la espalda de camiseta negra cuenta los metros en doce
pasos yace el arquero local; casi lejano, casi ausente, con los dedos apretados en los guantes sudorosos, soportando en su pecho la alegría de
todo el barrio, depositada a la fuerza, en la ruleta rusa de la lotería de los penales.
																		jdufeu
Crónicas de graderías.
Todo dice que nací en enero de 1971 en un verano en que el calor se sentía a gritos en las calles. No sé bien cómo, ni
en qué momento de mi infancia comencé a percibir el mundo, sólo tengo la sensación de que era un chico feliz en
espera de que algo pasara.
Recuerdo particularmente las tardes de verano, eran fenomenales. Si bien, las pichangas mañaneras eran de mi total
gusto, las tardes eran el verdadero placer, las tardes siempre significaban un nuevo desafío. Algunas veces recorríamos,
en largas excursiones, los humedales que rodeaban el barrio de Lorenzo Arenas y que parecían empujar los pasajes y
las casas contra el río, o emprendíamos marcha hacia la “laguna redonda”-un ojo de mar- como le decía la gente. En
otras jornadas, a un costado de la parroquia San Francisco, nos empeñábamos en defender el honor de cada costado
de la avenida 21 de mayo, en medio de una polvareda en el que desaparecíamos tras un balón. Los cotejos sólo se aca-
baban cuando los gritos del padre de alguno de los jugadores, como un réferi, terminaba el juego ya entrada la noche.
Pero también cuando, luego de un estruendo, gritos; apagón, carreras y todos a sus casa.
Por esos años, ese fue mi primer amor. De papel, de calcetín, de plástico inflado, de goma y con suerte, luego de algu-
na navidad o cumpleaños, alguno de los amigos aparecía con una joya, una pelota de cascos blancos y negros.
El mundial del 82 fue todo un acontecimiento, en las salas de clases, improvisadas antenas intentaban traer la señal
que parecía venir directamente de la lejana España. Agazapados, no sacábamos los ojos del pequeño televisor, si hasta
las compañeras, que sólo por esos días me percaté de su existencia, parecieron compartir felices ese momento. Sí, un
suceso, cada pichanga era una copa del mundo, cada tarde una final, cada noche en los sueños se ahogaba un grito de
gol.
Pero, como todo, pasó. El mundial ya era historia y nuestros sueños aspiraban sólo a vestirse de uniforme y jugar en la
Cancha del Flecha un fin de semana. La cancha, ese era el lugar de reunión; ahí unos rostros tristes de semana se en-
cendían, reían, gritaban, se hablaba de futbol y también conversaban del mitin, el compañero detenido y o la jornada
de protesta que se venía.
Por ese entonces, ya más crecido, me hacía llamar “el equilibrista”, el impulso que me movía a trepar por los bordes
de los muros de los patios de las casas y a atravesar todo el pasaje en las alturas era una pelirroja, que me premiaba
con una sonrisa cada vez que completaba mi hazaña. No recuerdo qué pasó con esa criatura, que fue la primera que
puso en duda hasta ahí, a mi único amor. Hoy una cicatriz, de ocho puntos en mi frente, es lo único que me queda de
aquello.
Continuará…
													cspinolaz
RECUERDOS DE UNA PEQUEÑA NOSTALGIA
DE MI BARRIO
1967. Aterricé en un planeta llamado Ramón Freire de la constelación Lo-
renzo Arenas. Los primeros recuerdos me llevan a una sala de la Escuela
Marina de Chile con muchos seres raros, casi todos llorosos como yo, pero
ninguno de ellos echaba tanto de menos a mi madre Marina. Me pasaba
toda la mañana mirando la puerta con aquella ventanita donde dejaba su
cara por horas eternas. Como no recordar al profesor Morales, matemáti-
co que nos hacía escuchar música clásica en sus clases.
No tenía hermanos, así que mi adorada rápidamente me enquistó en
familias con una gran prole de niños. Rápidamente algunos clanes me
aceptaban como uno más, gracias a mi innata capacidad de pasar inadver-
tido. Que hermoso. Todo tan grande. A pesar de vivir en un edificio de
departamentos, mi patio medía varias hectáreas de tierra y barro y cho-
chos y cardos, donde lo mas insolente era algunas matas de zarzamora. En
invierno, de esos inviernos que daban la impresión de aguacero eterno,
comenzaba la aventura, que siempre es la mejor de las aventuras. Esa que
sólo el agua sabe construir. Grandes posones de poca profundidad, donde
está absolutamente prohibido meterse, pero el magnetismo de lo prohibi-
do es exactamente el elixir que tempranamente ensayaba con mis amigos.
El primer gran aporte de la tecnología para mi, fue sencillamente un par
de botas de goma, que te autoriza a perder el respeto al “pobre de ti que
te mojes”. Lamentablemente, en la primera postura de aquel artefacto, no
calculé muy bien la distancia ni la energía suficiente para saltar aquel canal
que tan bien conocía cuando estaba seco. Me preocupé más de no mojar
la bolsa de pan, que entonces eran de género, que de tocar tierra firme.
Cuando el agua barrosa me llegó a la rodilla, y casi pierdo una de mis botas
al retirar el pié, empecé a sospechar que todo en la vida tiene dos caras, o
doble filo, como se dice vulgarmente. Ese patio inmenso estaba donde se
construyó lo que hoy es la Vega Monumental.
La energía rebosante de mis amigos y yo, se liberaba en pichangas de fút-
bol tan largas como lo permitiera el dueño de la pelota, o sencillamente
hasta que no quedaba luz del día. La sed sencillamente se aplacaba con
agua, o jugo de manzana o ciruela cocida, frutas conseguidas en ese pa-
lacio comunitario, que era el mercado de Lorenzo Arenas; Cómo se me
vienen los recuerdos cuando escucho Mercado Testaccio de Inti Illima-
ni. La vida giraba alrededor de la pileta del centro del mercado, con sus
puestos de frutas y verduras como el de Don Juanito, siempre amable con
nosotros los niños. Después circundaban los almacenes y las carnicerías
en este círculo integral donde estaba todo lo necesario para el sustento
alimenticio de la familia. Por fuera, el mercado cobijaba la biblioteca co-
munitaria donde mis padres se conocieron, y la peluquería donde siempre
pensé que el único corte de pelo existente era “a lo colegial”. La verdad
es que no había mucha diferencia con un corte “a lo milico”. Al otro lado,
unos de mis locales predilectos, la heladería donde se podía saborear entre
otros, el helado Kukulina. Mágico es el instante donde siendo un imberbe,
una estupenda mujer posaba su pié en uno de los dos escalones que rodea-
ban el acceso al mercado, y tocando su lengua con un dedo, a la vez que
levantaba sutilmente su minifalda, pasaba a estirar la media en su muslo
(por algún punto corrido).
Otra de las interminables aventuras, era conseguir el mejor runrún para
jugar. El truco constaba en esperar la pasada del tren en algún punto del
sector, para posar unas cuantas chapitas de bebida, las que quedaban
desparramadas en la vía con filo difícil de conseguir de una manera más
sencilla. No menos interesante era dejar en el riel alguna moneda para
conseguir una linda medalla perforándola para colgarla al cuello. Pero si
de aventuras se trataba, la atracción del río Bio Bio siempre superaba las
expectativas. No había niño o joven que tuviera estrictamente prohibido
sumirse o siquiera acercarse a las aguas caudalosas. Pero, hasta no llevarme
un buen susto por las arenas movedizas y casi ahogo, reconozco que me dí
los mejores chapuzones con el grupo de desobedientes de turno. Inclusive
la imaginación inagotable de este niño cualquiera, me invitaba a construir
una balsa sostenida en una gran cámara de neumático usado para largar-
me río abajo, fuertemente influenciado por las aventuras de Tom Sawyer.
Afortunadamente, el proyecto fracasó, porque me desaparecieron la goma
automotriz, sino quien sabe dónde habría ido a parar.
A propósito de espejos de agua, las andanzas por alrededor de la Laguna
Redonda, implicaban un sinnúmero de posibilidades para desarrollarse
como niño feliz. En mi caso, en ese lugar fueron los comienzos de mi ofi-
cio de pescador, con algunas docenas de pejerreyes que mi madre cocina-
ba con paciencia y como sólo las diosas saben. Como casi todo lo bueno,
estaba prohibido pescar.
Como olvidar los paseos familiares de tantos vecinos, que en época esti-
val, invitaba la laguna Price y sus pastizales y arboledas a descansar. La re-
colección de moras era una de las grandes y sabrosas distracciones, jugar
en las dunas, ahora inexistentes, también divertía. Pero entrada la puber-
tad, esos parajes y sus arboledas eran los indicados para pololear y recibir
incontables parejas furtivas.
Otros recordarán la red de canales abiertos de agua, que cruzaban Loren-
zo Arenas en distintas direcciones. Esos canales y sus compuertas condu-
cían aguas lluvias o servidas hacia el lecho del río, pero fueron también, las
mejores piscinas públicas y coronación de tardes veraniegas.
Mi club deportivo, el Ramón Freire, permitió a mi niñez aprender el
trabajo en equipo y vibrar con los partidos de las series mayores donde
jugaban tipos que admiraba, casualmente hermanos como los Córdoba,
los Belmar, los Salgado, los Becker, y los ¿? La camiseta naranja con nú-
meros negros aún está impregnada en mi mente, como también la sede
inolvidable que teníamos, por lo peculiar. Un bus, como lo antiguos de
la ETC, estuvo abandonado por un tiempo, en los peladeros posteriores
a nuestros edificios. En un trabajo mancomunado de vecinos “peloteros”,
con mucho esfuerzo el bus fue reparado, interiormente forrado, parchado
y pintado, para quedar de un flamante naranjo en cuyo centro se dibujaba
en negro, un escudo conformado por una rueda de mando y un casco al
centro, que identificaba a los propietarios originales, muchos jubilados
marinos, aviadores y militares.
Trenes, lagunas, charcos, río, mercado, feria, escuelas, canchas y fútbol.
Una amalgama natural que explica un pasado feliz. Así era mi barrio
querido.
C. Letelier
De fomingo a domingo
La ansiedad no me dejaba dormir, me daba vueltas en la cama, me preocupaba no responder, no aguantar, no poder dormir, no
poder despertarme, levantarme, (recuerdo la última vez que jugué y sonrío). Sin darme cuenta ya era la hora, (siete de la mañana
de un domingo), salto de la cama entusiasmado, alegremente junto mis cosas.
El frío me cala los huesos, las calles están vacías y brumosas y siento una pequeña duda, me puse a trotar y luego de dos cuadras
mis ganas de jugar habían vuelto. Llego de los primeros, me arreglo, caliento, tengo mi camiseta; estucho las instrucciones y ya listo
para entrar a la cancha, escucho una voz, es el crack que llega atrasado, el equipo lo necesita y alguien debe ceder su puesto, todos
nos miramos, nadie quiere ser “voluntario” , el escogido soy yo.
Empieza el juego, y mi nerviosismo se va calmando y ya no se si quiero jugar, la tranquilidad que otros asuman la responsabilidad,
me hace sentir un alejamiento del futbolista y querer ser solo un espectador. Con el partido empatado, llega el descanso.
Derepente me llaman y me dicen que entre al medio; “el chico con la 8, que esta mandando los pases en profundidad, hay que pa-
rarlo”. La primera pelota me quema en los pies, la segunda la robo, pero doy un mal y se produce un contragolpe, que porsupuesto,
termina en gol. Después todo es correr, tirarse al piso, reventarla.
Voy con todo a una pelota, tras la polvareda escucho, “dale, dale”, tengo la pelota en los pies, la llevo, me saco al último defensa y
quedo frente al arco, veo al arquero venir hacia mi, cierro los ojos, voy a patear, escucho una voz, es el crack, lo veo de reojo que
corre, se la toco; el arquero queda tirado, empolvado y la pelota en la red, es el empate…luego… el vértigo, el disfrute, nos fuimos
con todo….
Creo que en la noche no podré dormir, pero ya no será ansiedad, será anhelo de volver a la cancha y sobre todo, de sentir la emoción
del jugar a la pelota.
R. N. O.
.
Exceso de adjetivos y Un castigo ejemplar
… Justo cuando todos apostaban a su consagración como el nuevo crack del “Juventud Social” (después de la inexorable partida
del “Chino” Q.E.P.D), el futuro Johan Cruyff se dejó llevar por la irresistible tentación de los elogios, y empujado por la necia
incapacidad de recibir críticas frente a su magro fin de campeonato, decidió firmar por “el Águila”; su descarnada competencia.
“El veneno Sierra” sabía que las exigencias serían mayores y que sus antiguos compañeros se convertirían en una pesadilla de 90
minutos (superior incluso a la de "Freddy Krueger”) en el primer clásico de la temporada.
Cuando ese día “veneno” llegó al camarín, todavía “Nunca me Faltes” (del maestro Antonio Ríos) rebotaba en su interior. Sierra
se sentía irresponsable, se angustió y se dijo a sí mismo “nunca, nunca más antes de un clásico”… se inclinó de una puntà en
la guata y le dio “así como la pálida” (dijo), luego sintió sed, calor y extrañó profundamente su antigua camiseta. Los nuevos y
viejos jugadores, mientras tanto (tiempo transcurría) uno a uno se fueron saludando, se sentaron en la banca y comenzó el ritual
de lo habitual; la ceremonia del camarín.
El encargado del equipo local; un emblemático ex jugador, retirado a la fuerza tras perder una pierna en un confuso accidente
ferroviario, conocido por su dura disciplina y sus castigos ejemplares ingreso al camarín; cerró la puerta y optó por dejar las cosas
claras antes de la arenga:
“...muchachos, de esta historia somos protagonista; son tiempos pa´ campionar y por eso no voy a aceptar a hueones irrespon-
sables… así que muchachos quiero dejarlo clarito; como encargado yo no voy a aceptar que un jugador me llegue pasao a
copete…y esta es una regla que se respeta: El weón que me llega pasao a trago… se me ducha”.
																
		
													Equipo editorial.
									 Basado en una “antigua y vaga idea” de Carlos Poza
III
REPORTAJES VISUALES
3.1.Luis Alberto Guerra Ortiz;
Eel mejor
	
10
de 1957t
textosv
textoszzzzzzzzzzzzvv
Ccomo otro domingo más
fuimos, a la cancha del pedro león gallo
3.2. Partido a la falta de partido
textoszzzzzzzzzzzzvv
3.3. V.I.P.
1 0
3.4. Canchas de barrio
A comienzos de 1900 en Concepción
tres canchas concentran la atención de una ciudad que no superaba los 40.000 habitantes; la cancha del Club Deportivo Ferroviario Internacional
(actual Arturo Fernández Vial) a un lado del cerro Chepe, la cancha del sector Prieto- Cruz, a un lado de la Plaza Cruz, y la explanada del Hipódromo
(Country Club de Concepción) ubicada al noreste de la Laguna Redonda en las lomas conocidas como El Golf.
El Club Deportivo Prieto- Cruz
nace en el año 1936 y paralelo a su génesis aparece su cancha en el sector de las Chacras de Chepe.
En la década del 50 brotan campos de juego en las poblaciones Ramón Freire(a un
costado de la Vega Monumental de Concepción) y Lorenzo Arenas II (emplazada en
los terrenos conocidos como”Fundo Los Boldos”). La primera de estas fue rectán-
gulo de entrenamiento del Club Deportivo Arturo Fernández Vial, se ubicaba en
el actual “Patio de los Camiones de la Vega Monumental” y entre sus lujos poseía ca-
rros de trenes vacíos implementados como casas y habitaciones para los jugadores.
La segunda; conocida popularmente como “la cancha del flecha” fue levantada a pulso por los mismos jugadores en el año 1960. Durante la década del 70
tuvo tablero marcador de goles y una micro de la E T C (Empresa de Transportes del Estado que reventó en el año 1974) era usada como camarín.
“la cancha del flecha… un arenal mejorado a puro ñeque” (Cancio Messer),
Corralones Invisibles
Hacia fines de 1980 dos canchas desaparecen para ser intervenidas por empresas constructoras; “La Cancha EL Roble”, frente a la Laguna Redonda en
calle Diego de Almagro, y “La Cancha del Seguro” (de dimensiones inferiores) en calle Los Boldos; entre Doctor Carlos Oliver y Doctor Santa Cruz.
3.5. Fragmentos (al azar)
IV
MEMORIA VISUAL(requiestat in pace)
CREDITOS EPILOGO
Equipo
Ricardo Netz Ortiz.
Carlos Yévenes Guerra.
Agradecimientos
A Cansio Messer, Alejandro Mihovilovich, Carlos Yévenes Pincheira, Alberto Guerra Ortiz, Luis Osses Guiñez, Eliana Guerra Ortiz, Juan Luis Manso y los Hermanos Saldivia,
informantes claves en el proceso de investigación.
A Pablo Ocqueteau Cohen, por el diseño y creación de la numeración de páginas y su aporte en “V.I.P”. y en “Partido a la falta de partido”.
A Rafael Sepúlveda Yévenes, niño jugando en el libro.
A Jorge Duféu, Claudio Letelier, Cesar Spinola y Carlos Poza por lo textos creados para “Espacios Crónicos”.
A Bárbara Muñoz y Harry Cea, por los permisos facilitados para el registro de imágenes en los terrenos de ESSBIO (Planta Chepe).
A Los Hermanos Roa y Pancho Montecinos (Peque) por la asistencia de producción.
A Rigo Vega por “Fontanarrosa y el Futbol” y “Mi vida en fotos”.
A Sanyar Lagos Vigoroux, Cesar Spinola y Juán Herrera Molina por las señales de ruta.
Referencias
Margarita Fernández Sánchez, 1989, Historia del Cementerio de Concepción (desde 1823 hasta 1989). Concepción, Editorial Renacimiento.
Win Wenders, 1993 ¡Tan lejos, tan cerca!. Berlín, Road Movies Filmproduktion / Bioskop Film
Edgardo Marin, 1995, Centenario Historia Total del Futbol Chileno 1895- 1995. Santiago, Editores e Impresores EME.
Roberto Fontanarrosa, 2001, Fontanarrosa y el Futbol. Buenos Aires, Ediciones de la Flor.
Diego Armando Maradona, 2001, Mi vida en fotos. Buenos Aires, Grupo Editorial Planeta.
Sergio Ramón Fuentealba y Cecilia Zúñiga Sanhueza, 2002, Don Lorenzo Arenas, su tiempo y su obra. Tomé, Producción Laboratorio de Computación del Liceo
Comercial de Tomé. Editores Los Copihues 63.
Juan Luis Manso (director), 2004, Pura Pasión: Revista Mensual de Futbol Amateur de Concepción, San Pedro de la Paz y Chiguayante. Concepción, Ediciones Publimark.
Juan Zapata Gacitúa, 2007, Interiores Exteriores. Concepción, Editorial Cosmigonon.
Jaime Lizama, 2007, La ciudad fragmentada, Espacio público, errancia y vida cotidiana. Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales.
Emil Kusturika, 2008, Maradona by Kusturika. Coproducción Francia-España; Exception Wild Bunch / Estudios Picasso / Pentagrama Films.
Fotografías aéreas en “Miradas espaciales”; Sistema Nacional de Información Ambiental (SINIA).
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Imaginarios de Futbol y Territorios. (Imaginary vision of football and territory)

  • 1. Imaginarios de Fútbol y Territorio Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo de la Cultura y las Artes
  • 2. INDICE PROLOGO 1 I MIRADAS ESPACIALES 3 II CRÓNICAS 13 III REPORTAJES VISUALES 25 3.1. Luis Alberto Guerra Ortiz; el mejor 10 del 57 26 3.2. Partido a la falta de partido 31 3.3. V.I.P. 38 3.4. Canchas de barrio 45 3.5. Fragmentos (al azar) 52 IV MEMORIA VISUAL 57 V CREDITOS 68 EPILOGO 69
  • 3. PROLOGO 20 de febrero 2009 Dicen que el proceso creativo esta dado por el trabajo y la constancia, sin embargo, a veces, también se da por la casualidad y la combinación de circunstancias fortuitas, momentos y estados de ánimo. La decisión de realizar este proyecto nace espontánea, por la necesidad de articular una herra- mienta que nos permitiera expresar gráficamente la actividad física que en aquel entonces realizábamos casi a diario. 25 de febrero 2009 La arquitectura de esta propuesta literaria- visual se autoejecuta, moviliza y vaga, dejando su centro de manera constante para girar hacia una ruta errante y visual, que deviene exploradora tras el afán perceptivo de la imagen y el impulso eléctrico que genera la fotografía. 09 de marzo 2009 Esta memoria es un “almanaque espacial” del barrio Lorenzo Arenas de Concepción, que arranca en el azar y en el pretexto cotidiano del futbol como práctica para adentrase en la historia de un tiempo y territorio de velocidad diferida. Es el azar el que nos moviliza asincopado a la realización de un documento efímero, en cuanto - es transitorio (dado su carácter fatal), - es abierto y fomenta la escritura del lector (como lo refleja el prepicado de las paginas finales) - es conmutativo; tendiente a la desaparición del libro y a la transformación de la propuesta en una acción. GL
  • 4. I MIRADAS ESPACIALESA orillas del río Bíobío 20defebrero2009 Dicenqueelprocesocreativoestadadoporeltrabajoylaconstancia,sinembargo,aveces,tambiénsedaporlacasualidadylacombinaciónde circunstanciasfortuitas,momentosyestadosdeánimo.Ladecisiónderealizaresteproyectonaceespontánea,porlanecesidaddearticularunaherra- mientaquenospermitieraexpresargráficamentelaactividadfísicaqueenaquelentoncesrealizábamoscasiadiario. 25defebrero2009 Laarquitecturadeestapropuestaliteraria-visualseautoejecuta,movilizayvaga,dejandosucentrodemaneraconstanteparagirarhaciaunaruta erranteyvisual,quedevieneexploradoratraselafánperceptivodelaimagenyelimpulsoeléctricoquegeneralafotografía. 09demarzo2009 Estamemoriaesun“almanaqueespacial”delbarrioLorenzoArenasdeConcepción,quearrancaenelazaryenelpretextocotidianodelfutbolcomo prácticaparaadentraseenlahistoriadeuntiempoyterritoriodevelocidaddiferida.Eselazarelquenosmovilizaasincopadoalarealizacióndeun documentoefímero,encuanto - estransitorio(dadosucarácterfatal), - esabiertoyfomentalaescrituradellector(comoloreflejaelprepicadodelaspaginasfinales) - esconmutativo;tendientealadesaparicióndellibroyalatransformacióndelapropuestaenunaacción. PROLOGOG L
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  • 9. II CRÓNICAS Yaaaaa (le grité) Pared Un- dos Y canchita al segundo palo.
  • 10. DOMINGO DE RAMOS El par de pitazos y la palma agrietada del referee marcando lo que aun quedaba del círculo central dictaron el final del encuentro. Los abrazos y puños verticales no se hicieron esperar, tampoco las puteadas y recriminaciones al número uno de los dueños de casa. ...el área es del arquero, reza el ABC del fútbol, y el centro a la olla fue llovido y con tarjeta de invitación… dónde estaban los centrales para el des- peje, esa pelota había que reventarla; sacarla de la zona caliente, en el último segundo no se puede salir jugando, se debe aguantarla arriba a como de lugar y que el reloj avance… avance! Las finales no se juegan… las finales se ganan, a la postre se añoran, se extrañan las posibilidades perdidas, farreadas. ¿De qué sirve haber hecho partido?, los tres tiros en los palos; el casi gol de chilena tras el pase de rabona; si nos igualan con dos jugadores menos y en los descuentos. En nuestra casa, con nuestra gente apoyando, en superioridad numérica, nosotros con el score a favor y ellos con el viento en contra… con el match en el bolsillo, la copa era nuestra. Falto mojar la camiseta, ponerse el overall, trancar incluso con la cabeza; dejar en la cancha hasta el último aliento; dejar la vida en cada balón, hasta el sagrado minuto noventa. No dimos el tiro de gracia, el golpe de k.o.; amarrar el resultado, quedando tan poco, se tiene que manejar el partido; hacer circular el esférico; estar atento a las coberturas; a los relevos; levantar la cabeza mas que nunca y mostrar el juego de equipo, siempre concentrados hasta los dientes, sin siquiera pestañar; no soltar las marcas; luchar en todos los frentes del campo de batalla. Nada de cambios para los aplausos; ni de lujitos para la gradería… con el pan en la puerta del horno, había que bajar el telón, apagar las luces y celebrar nuestra primera estrella. ¿Cómo puede el nueve cabecear solo? sin marca… si tuvo tiempo hasta para elegir donde la ponía, no se puede dar este tipo de licencias menos aun en el clásico de siempre. Esto no tiene nombre, un descuido y el trabajo de todo un año se va al tacho de la basura; ¿Cuántos domingos postergando a la familia, a los hijos?, dejando de lado todo, absolutamente todo, para lograr el objetivo, para alcanzar la corona. Jugamos como nunca y nos empataron como siempre, con un tanto a todas luces evitable… sin gracia. El alargue estuvo de más, no pudimos romper el cerrojo rival; los goles se hacen, no se merecen… y los que no haces, te los hacen; perdimos en los mano a mano; en las pelotas divididas y el pressing de la primera etapa; no tuvimos desbordes… ni la tranquilidad en los momentos claves para aumentar el marcador; faltó la sorpresa; el cambio de ritmo; jugar de primera, el pase en profundidad; la habilitación con ventaja; la jugada de laboratorio; avivarse en el balón muerto, mostrar la táctica fija en los laterales, en los tiros de esquina. No fuimos ni la sombra… quizás las lesiones, las suspensiones; el desgaste acumulado del año, nos pasaron la cuenta. Con el animo entre el trumao, parado en la línea de sentencia, mirando como la espalda de camiseta negra cuenta los metros en doce pasos yace el arquero local; casi lejano, casi ausente, con los dedos apretados en los guantes sudorosos, soportando en su pecho la alegría de todo el barrio, depositada a la fuerza, en la ruleta rusa de la lotería de los penales. jdufeu
  • 11. Crónicas de graderías. Todo dice que nací en enero de 1971 en un verano en que el calor se sentía a gritos en las calles. No sé bien cómo, ni en qué momento de mi infancia comencé a percibir el mundo, sólo tengo la sensación de que era un chico feliz en espera de que algo pasara. Recuerdo particularmente las tardes de verano, eran fenomenales. Si bien, las pichangas mañaneras eran de mi total gusto, las tardes eran el verdadero placer, las tardes siempre significaban un nuevo desafío. Algunas veces recorríamos, en largas excursiones, los humedales que rodeaban el barrio de Lorenzo Arenas y que parecían empujar los pasajes y las casas contra el río, o emprendíamos marcha hacia la “laguna redonda”-un ojo de mar- como le decía la gente. En otras jornadas, a un costado de la parroquia San Francisco, nos empeñábamos en defender el honor de cada costado de la avenida 21 de mayo, en medio de una polvareda en el que desaparecíamos tras un balón. Los cotejos sólo se aca- baban cuando los gritos del padre de alguno de los jugadores, como un réferi, terminaba el juego ya entrada la noche. Pero también cuando, luego de un estruendo, gritos; apagón, carreras y todos a sus casa. Por esos años, ese fue mi primer amor. De papel, de calcetín, de plástico inflado, de goma y con suerte, luego de algu- na navidad o cumpleaños, alguno de los amigos aparecía con una joya, una pelota de cascos blancos y negros. El mundial del 82 fue todo un acontecimiento, en las salas de clases, improvisadas antenas intentaban traer la señal que parecía venir directamente de la lejana España. Agazapados, no sacábamos los ojos del pequeño televisor, si hasta las compañeras, que sólo por esos días me percaté de su existencia, parecieron compartir felices ese momento. Sí, un suceso, cada pichanga era una copa del mundo, cada tarde una final, cada noche en los sueños se ahogaba un grito de gol. Pero, como todo, pasó. El mundial ya era historia y nuestros sueños aspiraban sólo a vestirse de uniforme y jugar en la Cancha del Flecha un fin de semana. La cancha, ese era el lugar de reunión; ahí unos rostros tristes de semana se en- cendían, reían, gritaban, se hablaba de futbol y también conversaban del mitin, el compañero detenido y o la jornada de protesta que se venía. Por ese entonces, ya más crecido, me hacía llamar “el equilibrista”, el impulso que me movía a trepar por los bordes de los muros de los patios de las casas y a atravesar todo el pasaje en las alturas era una pelirroja, que me premiaba con una sonrisa cada vez que completaba mi hazaña. No recuerdo qué pasó con esa criatura, que fue la primera que puso en duda hasta ahí, a mi único amor. Hoy una cicatriz, de ocho puntos en mi frente, es lo único que me queda de aquello. Continuará… cspinolaz
  • 12. RECUERDOS DE UNA PEQUEÑA NOSTALGIA DE MI BARRIO 1967. Aterricé en un planeta llamado Ramón Freire de la constelación Lo- renzo Arenas. Los primeros recuerdos me llevan a una sala de la Escuela Marina de Chile con muchos seres raros, casi todos llorosos como yo, pero ninguno de ellos echaba tanto de menos a mi madre Marina. Me pasaba toda la mañana mirando la puerta con aquella ventanita donde dejaba su cara por horas eternas. Como no recordar al profesor Morales, matemáti- co que nos hacía escuchar música clásica en sus clases. No tenía hermanos, así que mi adorada rápidamente me enquistó en familias con una gran prole de niños. Rápidamente algunos clanes me aceptaban como uno más, gracias a mi innata capacidad de pasar inadver- tido. Que hermoso. Todo tan grande. A pesar de vivir en un edificio de departamentos, mi patio medía varias hectáreas de tierra y barro y cho- chos y cardos, donde lo mas insolente era algunas matas de zarzamora. En invierno, de esos inviernos que daban la impresión de aguacero eterno, comenzaba la aventura, que siempre es la mejor de las aventuras. Esa que sólo el agua sabe construir. Grandes posones de poca profundidad, donde está absolutamente prohibido meterse, pero el magnetismo de lo prohibi- do es exactamente el elixir que tempranamente ensayaba con mis amigos. El primer gran aporte de la tecnología para mi, fue sencillamente un par de botas de goma, que te autoriza a perder el respeto al “pobre de ti que te mojes”. Lamentablemente, en la primera postura de aquel artefacto, no calculé muy bien la distancia ni la energía suficiente para saltar aquel canal que tan bien conocía cuando estaba seco. Me preocupé más de no mojar la bolsa de pan, que entonces eran de género, que de tocar tierra firme. Cuando el agua barrosa me llegó a la rodilla, y casi pierdo una de mis botas al retirar el pié, empecé a sospechar que todo en la vida tiene dos caras, o doble filo, como se dice vulgarmente. Ese patio inmenso estaba donde se construyó lo que hoy es la Vega Monumental. La energía rebosante de mis amigos y yo, se liberaba en pichangas de fút- bol tan largas como lo permitiera el dueño de la pelota, o sencillamente hasta que no quedaba luz del día. La sed sencillamente se aplacaba con agua, o jugo de manzana o ciruela cocida, frutas conseguidas en ese pa- lacio comunitario, que era el mercado de Lorenzo Arenas; Cómo se me vienen los recuerdos cuando escucho Mercado Testaccio de Inti Illima- ni. La vida giraba alrededor de la pileta del centro del mercado, con sus puestos de frutas y verduras como el de Don Juanito, siempre amable con nosotros los niños. Después circundaban los almacenes y las carnicerías en este círculo integral donde estaba todo lo necesario para el sustento alimenticio de la familia. Por fuera, el mercado cobijaba la biblioteca co- munitaria donde mis padres se conocieron, y la peluquería donde siempre pensé que el único corte de pelo existente era “a lo colegial”. La verdad es que no había mucha diferencia con un corte “a lo milico”. Al otro lado, unos de mis locales predilectos, la heladería donde se podía saborear entre otros, el helado Kukulina. Mágico es el instante donde siendo un imberbe, una estupenda mujer posaba su pié en uno de los dos escalones que rodea- ban el acceso al mercado, y tocando su lengua con un dedo, a la vez que levantaba sutilmente su minifalda, pasaba a estirar la media en su muslo (por algún punto corrido). Otra de las interminables aventuras, era conseguir el mejor runrún para jugar. El truco constaba en esperar la pasada del tren en algún punto del sector, para posar unas cuantas chapitas de bebida, las que quedaban desparramadas en la vía con filo difícil de conseguir de una manera más sencilla. No menos interesante era dejar en el riel alguna moneda para conseguir una linda medalla perforándola para colgarla al cuello. Pero si de aventuras se trataba, la atracción del río Bio Bio siempre superaba las expectativas. No había niño o joven que tuviera estrictamente prohibido sumirse o siquiera acercarse a las aguas caudalosas. Pero, hasta no llevarme un buen susto por las arenas movedizas y casi ahogo, reconozco que me dí los mejores chapuzones con el grupo de desobedientes de turno. Inclusive la imaginación inagotable de este niño cualquiera, me invitaba a construir una balsa sostenida en una gran cámara de neumático usado para largar- me río abajo, fuertemente influenciado por las aventuras de Tom Sawyer. Afortunadamente, el proyecto fracasó, porque me desaparecieron la goma automotriz, sino quien sabe dónde habría ido a parar. A propósito de espejos de agua, las andanzas por alrededor de la Laguna Redonda, implicaban un sinnúmero de posibilidades para desarrollarse como niño feliz. En mi caso, en ese lugar fueron los comienzos de mi ofi- cio de pescador, con algunas docenas de pejerreyes que mi madre cocina- ba con paciencia y como sólo las diosas saben. Como casi todo lo bueno, estaba prohibido pescar. Como olvidar los paseos familiares de tantos vecinos, que en época esti- val, invitaba la laguna Price y sus pastizales y arboledas a descansar. La re- colección de moras era una de las grandes y sabrosas distracciones, jugar en las dunas, ahora inexistentes, también divertía. Pero entrada la puber- tad, esos parajes y sus arboledas eran los indicados para pololear y recibir incontables parejas furtivas. Otros recordarán la red de canales abiertos de agua, que cruzaban Loren- zo Arenas en distintas direcciones. Esos canales y sus compuertas condu- cían aguas lluvias o servidas hacia el lecho del río, pero fueron también, las mejores piscinas públicas y coronación de tardes veraniegas. Mi club deportivo, el Ramón Freire, permitió a mi niñez aprender el trabajo en equipo y vibrar con los partidos de las series mayores donde jugaban tipos que admiraba, casualmente hermanos como los Córdoba, los Belmar, los Salgado, los Becker, y los ¿? La camiseta naranja con nú- meros negros aún está impregnada en mi mente, como también la sede inolvidable que teníamos, por lo peculiar. Un bus, como lo antiguos de la ETC, estuvo abandonado por un tiempo, en los peladeros posteriores a nuestros edificios. En un trabajo mancomunado de vecinos “peloteros”, con mucho esfuerzo el bus fue reparado, interiormente forrado, parchado y pintado, para quedar de un flamante naranjo en cuyo centro se dibujaba en negro, un escudo conformado por una rueda de mando y un casco al centro, que identificaba a los propietarios originales, muchos jubilados marinos, aviadores y militares. Trenes, lagunas, charcos, río, mercado, feria, escuelas, canchas y fútbol. Una amalgama natural que explica un pasado feliz. Así era mi barrio querido. C. Letelier
  • 13. De fomingo a domingo La ansiedad no me dejaba dormir, me daba vueltas en la cama, me preocupaba no responder, no aguantar, no poder dormir, no poder despertarme, levantarme, (recuerdo la última vez que jugué y sonrío). Sin darme cuenta ya era la hora, (siete de la mañana de un domingo), salto de la cama entusiasmado, alegremente junto mis cosas. El frío me cala los huesos, las calles están vacías y brumosas y siento una pequeña duda, me puse a trotar y luego de dos cuadras mis ganas de jugar habían vuelto. Llego de los primeros, me arreglo, caliento, tengo mi camiseta; estucho las instrucciones y ya listo para entrar a la cancha, escucho una voz, es el crack que llega atrasado, el equipo lo necesita y alguien debe ceder su puesto, todos nos miramos, nadie quiere ser “voluntario” , el escogido soy yo. Empieza el juego, y mi nerviosismo se va calmando y ya no se si quiero jugar, la tranquilidad que otros asuman la responsabilidad, me hace sentir un alejamiento del futbolista y querer ser solo un espectador. Con el partido empatado, llega el descanso. Derepente me llaman y me dicen que entre al medio; “el chico con la 8, que esta mandando los pases en profundidad, hay que pa- rarlo”. La primera pelota me quema en los pies, la segunda la robo, pero doy un mal y se produce un contragolpe, que porsupuesto, termina en gol. Después todo es correr, tirarse al piso, reventarla. Voy con todo a una pelota, tras la polvareda escucho, “dale, dale”, tengo la pelota en los pies, la llevo, me saco al último defensa y quedo frente al arco, veo al arquero venir hacia mi, cierro los ojos, voy a patear, escucho una voz, es el crack, lo veo de reojo que corre, se la toco; el arquero queda tirado, empolvado y la pelota en la red, es el empate…luego… el vértigo, el disfrute, nos fuimos con todo…. Creo que en la noche no podré dormir, pero ya no será ansiedad, será anhelo de volver a la cancha y sobre todo, de sentir la emoción del jugar a la pelota. R. N. O. .
  • 14. Exceso de adjetivos y Un castigo ejemplar … Justo cuando todos apostaban a su consagración como el nuevo crack del “Juventud Social” (después de la inexorable partida del “Chino” Q.E.P.D), el futuro Johan Cruyff se dejó llevar por la irresistible tentación de los elogios, y empujado por la necia incapacidad de recibir críticas frente a su magro fin de campeonato, decidió firmar por “el Águila”; su descarnada competencia. “El veneno Sierra” sabía que las exigencias serían mayores y que sus antiguos compañeros se convertirían en una pesadilla de 90 minutos (superior incluso a la de "Freddy Krueger”) en el primer clásico de la temporada. Cuando ese día “veneno” llegó al camarín, todavía “Nunca me Faltes” (del maestro Antonio Ríos) rebotaba en su interior. Sierra se sentía irresponsable, se angustió y se dijo a sí mismo “nunca, nunca más antes de un clásico”… se inclinó de una puntà en la guata y le dio “así como la pálida” (dijo), luego sintió sed, calor y extrañó profundamente su antigua camiseta. Los nuevos y viejos jugadores, mientras tanto (tiempo transcurría) uno a uno se fueron saludando, se sentaron en la banca y comenzó el ritual de lo habitual; la ceremonia del camarín. El encargado del equipo local; un emblemático ex jugador, retirado a la fuerza tras perder una pierna en un confuso accidente ferroviario, conocido por su dura disciplina y sus castigos ejemplares ingreso al camarín; cerró la puerta y optó por dejar las cosas claras antes de la arenga: “...muchachos, de esta historia somos protagonista; son tiempos pa´ campionar y por eso no voy a aceptar a hueones irrespon- sables… así que muchachos quiero dejarlo clarito; como encargado yo no voy a aceptar que un jugador me llegue pasao a copete…y esta es una regla que se respeta: El weón que me llega pasao a trago… se me ducha”. Equipo editorial. Basado en una “antigua y vaga idea” de Carlos Poza
  • 16. 3.1.Luis Alberto Guerra Ortiz; Eel mejor 10 de 1957t textosv textoszzzzzzzzzzzzvv
  • 17.
  • 18. Ccomo otro domingo más fuimos, a la cancha del pedro león gallo 3.2. Partido a la falta de partido textoszzzzzzzzzzzzvv
  • 19.
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  • 23. 1 0
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  • 25. 3.4. Canchas de barrio
  • 26. A comienzos de 1900 en Concepción tres canchas concentran la atención de una ciudad que no superaba los 40.000 habitantes; la cancha del Club Deportivo Ferroviario Internacional (actual Arturo Fernández Vial) a un lado del cerro Chepe, la cancha del sector Prieto- Cruz, a un lado de la Plaza Cruz, y la explanada del Hipódromo (Country Club de Concepción) ubicada al noreste de la Laguna Redonda en las lomas conocidas como El Golf. El Club Deportivo Prieto- Cruz nace en el año 1936 y paralelo a su génesis aparece su cancha en el sector de las Chacras de Chepe.
  • 27. En la década del 50 brotan campos de juego en las poblaciones Ramón Freire(a un costado de la Vega Monumental de Concepción) y Lorenzo Arenas II (emplazada en los terrenos conocidos como”Fundo Los Boldos”). La primera de estas fue rectán- gulo de entrenamiento del Club Deportivo Arturo Fernández Vial, se ubicaba en el actual “Patio de los Camiones de la Vega Monumental” y entre sus lujos poseía ca- rros de trenes vacíos implementados como casas y habitaciones para los jugadores. La segunda; conocida popularmente como “la cancha del flecha” fue levantada a pulso por los mismos jugadores en el año 1960. Durante la década del 70 tuvo tablero marcador de goles y una micro de la E T C (Empresa de Transportes del Estado que reventó en el año 1974) era usada como camarín. “la cancha del flecha… un arenal mejorado a puro ñeque” (Cancio Messer),
  • 28. Corralones Invisibles Hacia fines de 1980 dos canchas desaparecen para ser intervenidas por empresas constructoras; “La Cancha EL Roble”, frente a la Laguna Redonda en calle Diego de Almagro, y “La Cancha del Seguro” (de dimensiones inferiores) en calle Los Boldos; entre Doctor Carlos Oliver y Doctor Santa Cruz.
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  • 37. CREDITOS EPILOGO Equipo Ricardo Netz Ortiz. Carlos Yévenes Guerra. Agradecimientos A Cansio Messer, Alejandro Mihovilovich, Carlos Yévenes Pincheira, Alberto Guerra Ortiz, Luis Osses Guiñez, Eliana Guerra Ortiz, Juan Luis Manso y los Hermanos Saldivia, informantes claves en el proceso de investigación. A Pablo Ocqueteau Cohen, por el diseño y creación de la numeración de páginas y su aporte en “V.I.P”. y en “Partido a la falta de partido”. A Rafael Sepúlveda Yévenes, niño jugando en el libro. A Jorge Duféu, Claudio Letelier, Cesar Spinola y Carlos Poza por lo textos creados para “Espacios Crónicos”. A Bárbara Muñoz y Harry Cea, por los permisos facilitados para el registro de imágenes en los terrenos de ESSBIO (Planta Chepe). A Los Hermanos Roa y Pancho Montecinos (Peque) por la asistencia de producción. A Rigo Vega por “Fontanarrosa y el Futbol” y “Mi vida en fotos”. A Sanyar Lagos Vigoroux, Cesar Spinola y Juán Herrera Molina por las señales de ruta. Referencias Margarita Fernández Sánchez, 1989, Historia del Cementerio de Concepción (desde 1823 hasta 1989). Concepción, Editorial Renacimiento. Win Wenders, 1993 ¡Tan lejos, tan cerca!. Berlín, Road Movies Filmproduktion / Bioskop Film Edgardo Marin, 1995, Centenario Historia Total del Futbol Chileno 1895- 1995. Santiago, Editores e Impresores EME. Roberto Fontanarrosa, 2001, Fontanarrosa y el Futbol. Buenos Aires, Ediciones de la Flor. Diego Armando Maradona, 2001, Mi vida en fotos. Buenos Aires, Grupo Editorial Planeta. Sergio Ramón Fuentealba y Cecilia Zúñiga Sanhueza, 2002, Don Lorenzo Arenas, su tiempo y su obra. Tomé, Producción Laboratorio de Computación del Liceo Comercial de Tomé. Editores Los Copihues 63. Juan Luis Manso (director), 2004, Pura Pasión: Revista Mensual de Futbol Amateur de Concepción, San Pedro de la Paz y Chiguayante. Concepción, Ediciones Publimark. Juan Zapata Gacitúa, 2007, Interiores Exteriores. Concepción, Editorial Cosmigonon. Jaime Lizama, 2007, La ciudad fragmentada, Espacio público, errancia y vida cotidiana. Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales. Emil Kusturika, 2008, Maradona by Kusturika. Coproducción Francia-España; Exception Wild Bunch / Estudios Picasso / Pentagrama Films. Fotografías aéreas en “Miradas espaciales”; Sistema Nacional de Información Ambiental (SINIA).