5. SUMARIO
José Raúl Capablanca
La escuela hipermoderna
Alekhine, campeón del m undo
M ijaíl Botvin n i k y la eclosión
del ajedrez soviéticq
Vassili Smislov y M ijaíl Tal
Al borde de la cima
Petrosian y Spassky: la nueva
generación l lega a la cima
Bobby Fischer, leyenda viva
del ajedrez
D Unidades
Pág.
2
22
42
62
82
102
122
142
Anatoli Karpov, diez años
de contin uos triu nfos
Kasparov, el campeón del m u ndo
más joven de la historia
Karpov-Kasparov:
el duelo sin fin (1)
Karpov-Kasparov:
el duelo sin fin (2)
Los maestros del próximo
siglo XXI
El ajedrez español
D Partidas famosas
Pág.
Creando espejismos Ataq ue y defensa
(San Petersburgo, 1914). (Buenos Aires, 1960).
N inizowitsch-Capablanca 10 Osvaldo Bazán-Bobby Fischer
Un i lustre olvidado Despertar al tigre
(Berlín , 1918). Rubinstein-Vidmar 30 (Amsterdam , 1982).
Sacrificio i ntuitivo Anatoli Karpov-Robert Hübner
(Margate, 1938). Alekhi ne-Book 50 Interludio brillante
El kosovorotka mágico N i ksic (Yugoslavia, 1983).
(Leningrado, 1925). Kasparov-Portisch
Capablanca-Botvin n i k 70 Del suspense al título
¡Al ataque! (Moscú , 1985). Kasparov-Karpov
(Torneo de Candidatos, 1969). Del error al abandono
Larsen-Tal 90 (Sevil la, 1987). Kasparov-Karpov
Lucha de colosos Cuidado con los cachorros
Pág.
162
182
202
222
242
262
Pág .
150
170
190
210
230
(Moscú , 1951) . Botvinnik-Bronstein 110 (Linares, 1991). lvanchuk-Kasparov 250
La partida de los diez campeones
(Unión Soviética, 1952).
Partida colectiva
Unidad 87
U nidad 88
U nidad 89
U nidad 90
U nidad 91
U nidad 92
1 lnirl�rl 93
Despreciando material
(Salamanca, 1990).
130 A. Romero-J. L. Fernández
D Ejercicios y tablas
Pág.
19-20
38-40
57-60
77-80
98-100
120
137
U nidad 94
U nidad 95
U nidad 96
U nidad 97
U nidad 98
U nidad 99
U nidad 100
270
Pág.
159
180
200
218-220
238-240
260
280
6. UNIDAD
Hay, en la historia del aj edrez, cuatro o cinco
personalidades que señalan toda una época; uno fue
Philidor, un hombre que se adelantó siglos a sus
contemporáneos en la comprensión estratégica del
juego; otro fue Morphy, la estrella fugaz del
firmamento del tablero; otro, Wilhelm Steinitz, primer
campeón del mundo y creador del aj edrez posicional
moderno; otro, sin duda, Emmanuel Lasker, el hombre
que mantuvo el título mundial durante más años que
ningún otro, el aj edrecista psicólogo. Alekhine y
Botvinnik son otras personalidades decisivas. Pero tal
vez ninguno de ellos dej ó una impronta tan profunda
como José Raúl Capablanca.
87
O José Raúl
Capablanca
• U na i nfancia
prodigiosa
• ¿Ingeniero q u ímico
o ajedrecista?
• «Este joven no tiene
credenciales»
• En la cima
• Cam peón m u ndial
• Derrota y caída
• Los ú ltimos destel los
O Partidas famosas
• Creando espejismos.
San Petersb urgo, 1914
O Ejercicios
• Problemas
• Soluciones
7. José Raúl
Capablanca
Muchos consideran a Capablanca el ajedrecista más profundo que
haya existido jamás, y a pesar de que en su juego no abundan las
bellas combinaciones, su popularidad fue enorme en su tiempo y
lo sigue siendo a través de los años.
Cuando se habla de suprema facilidad para jugar, de perfección téc
nica, de equilibrio ideal en todas las facetas del juego, el nombre
de Capablanca vuelve a surgir, convertido en paradigma.
Se le considera el genio en estado puro, el hombre que logró lo má
ximo con el mínimo esfuerzo. Si Anderssen es la precisión combi
nativa, Steinitz la profundidad estratégica, Lasker la penetración
psicológica, Alekhine la voluntad de victoria y Botvinnik la prepa
ración científica, Capablanca es la facilidad, el talento fluyente, lo
más parecido a la perfección.
Está claro que hay, en estos juicios, mucho de romanticismo y de
simplificación; en el caso concreto del único campeón mundial his
panoamericano, se exagera su precisión técnica, se sobreestima su
facilidad y se menosprecia su trabajo y su voluntad de victoria, que
fueron importantísimos en su carrera.
Pese a ello, la señalada imagen histórica, aunque exagerada, es, en
esencia, correcta; nadie, con la posible excepción de Bobby Fischer,
ha jugado al ajedrez de forma tan sencilla, profunda, elegante y
efectiva a la vez.
La comparación con Mozart se ha vuelto casi un lugar común, en
especial entre los melómanos amantes del ajedrez.
Como Mozart, el gran cubano parecía situarse más allá de todo pro
blema técnico, llevando al virtuosismo el dominio de su lenguaje
específico. Ambos, tal vez el mayor de los músicos y el mayor de
los ajedrecistas, parecían tocados por una mágica intuición que les
permitía dar apariencia de fácil a lo más difícil; como las obras de
Mozart, las partidas de Capablanca tienen una armonía interior,
una suerte de gracia alada que las hace deliciosas e intransferibles.
-
2
8. Miles de anécdotas hablan de la extremada facilidad de ambos para
resolver problemas que a otros costaban largos y penosos esfuerzos.
Pocas personalidades tan distintas como la del músico de Salzbur
go y la del ajedrecista cubano; pero las correspondencias entre sus
respectivas obras creativas, todo lo subjetivas que se quiera, apare
cen como evidentes a muchos amantes, a la vez, de la más abstrac
ta de las artes y del más profundo de los juegos. Capablanca fue
campeón mundial sólo seis años, y no llegó a defender su título con
éxito ni una sola vez.
Pese a ello, la historia lo evoca como el invencible, la máquina per
fecta, el genio en estado puro. La aureola de hombre de mundo,
de amante de las buenas cosas de la vida, de incorregible seductor,
aumenta, si cabe, el hechizo de su poderosa personalidad.
Hasta sus debilidades -supuesta pereza, rechazo a la preparación
sistemática, impuntualidad e informalidad- agrandan su poder de
seducción histórico. Capablanca, como Mozart, indigna a los que,
carentes de genio, exaltan el valor -indudable, por otra parte- del
trabajo metódico y del sacrificio; pero sigue haciendo las delicias
de los que disfrutan con la fluidez, el encanto y la gracia.
Una infancia prodigiosa
José Raúl Capablanca y Graupera nació en La Habana, Cuba, el
19 de noviembre de 1888 y falleció en Nueva York el 8 de marzo
de 1942, a la edad de 53 años. Vino al mundo, por lo tanto, cuando
la isla caribeña aún era parte de la nación española, y ésta fue su
nacionalidad originaria. Su padre era oficial del ejército español,
y la familia tenía una situación económica solvente. El coronel José
María Capablanca, como suele suceder con los militares, tenía res
peto y aprecio por el ajedrez, y gustaba de jugar en ratos de ocio.
El pequeño José Raúl, segundo hijo del matrimonio, creció escu
chando conversaciones sobre estrategia y táctica, lo que, según su
propia opinión, favoreció su temprana afición por el ajedrez, una
microguerra disputada sobre un tablero como campo de batalla. La
forma cómo aprendió las reglas del juego, a los cuatro años, cons
tituye una famosa anécdota, ribeteada de leyenda; el propio Capa
blanca nos la narra.
«Cuando entré a las habitaciones de mi padre, vi una escena que
de inmediato captó mi atención. En el centro del recinto estaba sen
tado mi padre, con la cabeza apoyada en la palma de las manos
(. . .). Enfrente a él se hallaba otro oficial, en idéntica actitud; am
bos parecían absortos y nadie decía una palabra.
José Raúl Capablanca
-
3
9. José Raúl Capablanca
»Me aproximé, y entonces tuve mi primera visión de un tablero de
ajedrez. Sin alterar el silencio reinante, me situé ante la mesa de ma
nera que pudiera ver cómodamente lo que acontecía. Mi curiosi
dad infantil pronto comenzó a crecer hasta transformarse en mara
villado asombro; al ver cómo mi padre movía aquellas peculiares
piezas talladas de una casilla a otra del tablero, sentí una espontá
nea fascinación por aquel juego. Tuve la impresión de que aquello
debía tener alguna significación militar, de acuerdo al interés que
ambos soldados manifestaban.
»Entonces comencé a concentrar mi atención para descubrir cómo
debían moverse aquellas piezas. Al terminar la partida estaba segu
ro de haber aprendido las reglas del juego.
»Comenzó una segunda partida; en aquel momento, ni el embrujo
de un cuento de "Las mil y una noches" me hubiera fascinado tan
to. Seguí cada movimiento con apasionada atención; habiendo re
suelto el primer misterio del ajedrez -el movimiento de las piezas
comencé a observar los principios que regían el juego.
»Aunque sólo tenía cuatro años en aquel momento, aprecié muy
pronto que una partida de ajedrez debía compararse con una bata
lla militar; algo que implicaba un ataque por parte de uno de los
jugadores, y la correspondiente defensa por parte del otro (...). Creo
que mi temprana y muy poderosa atracción por el ajedrez tiene re
lación con la mentalidad que había desarrollado debido al entorno
militar que me rodeaba, así como a una peculiar intuición.
»Aquella tarde ocurrió un incidente que marcaría toda mi carrera
de ajedrecista. Durante la segunda partida, noté que mi padre ha
bía movido un caballo no de acuerdo a las reglas, lo que no fue
advertido por su rival. Mantuve un escrupuloso silencio hasta el fi
nal del juego, y entonces hice notar a mi padre su error. Al princi
pio me trató con la característica tolerancia del padre que escucha
una tontería de la boca de su hijo pequeño; mis crecientes protes
tas, producto de la convicción que tenía de haber adquirido un nuevo
e importante conocimiento, así como las dudas surgidas en su opo
nente, le llevaron muy pronto a preguntarse si, realmente, no había
cometido una equivocación.
»Sabía, sin embargo, que yo no había visto jamás disputar antes
una partida de ajedrez, y me dijo, con mucha discreción, que du
daba mucho de que yo supiera realmente de qué estaba hablando.
»Mi respuesta fue desafiarlo a jugar una partida; no sé si creyó que
yo me había vuelto loco, o si quiso darme una lección y evitar nue
vos momentos incómodos delante de su amigo, pero lo cierto es que
aceptó mi desafío, esperando sin duda una rápida capitulación de
mi parte.
-
4
10. »Cuando se dio cuenta de que yo conocía el movimiento de las pie
zas, se sintió evidentemente desconcertado. Cuando la partida se
aproximó a su final, no puedo decir si estaba más afectado por el
asombro, la mortificación o el placer, porque le gané mi primera
partida de ajedrez.»
La cita es muy larga, pero da muchas claves sobre el carácter de
Capablanca, teñido de un narcisismo tan evidente como controla
do y racionalizado. Es inevitable evocar la anécdota de Mozart de
cuatro años pidiendo para tocar la parte del segundo violín en un
cuarteto familiar, con el enojo inicial de su padre ante el atrevimiento
del niño y- la emoción posterior al ver que ejecutaba la parte con
toda corrección.
Es posible que Capablanca estuviera idealizando una anécdota más
sencilla; pero no cabe duda de que su asombrosa intuición para des
cubrir los secretos del ajedrez causó máxima conmoción en la co
munidad ajedrecística de La Habana, por entonces abundante y de
muy buen nivel.
El coronel Capablanca comenzó a llevar a su hijo al Club de Aje
drez, y cuando el niño tenía cinco años comenzaron a anotarse sus
partidas, lo que resulta muy significativo; la primera que se conser
va es del 17 de septiembre de 1893, y el rival de Capablanca fue Igle
sias, que le dio la dama de ventaja y fue derrotado con facilidad.
Las leyendas sobre la asombrosa destreza del pequeño y sus rápi
dos progresos se cuentan por cientos, y algunas son demostrable
mente falsas, como la que narra cómo indicó un error de Steinitz
después de una de sus partidas contra Chigorín del match de 1892;
pero, como en casos similares (recordar a Mozart componiendo, su
puestamente, una sinfonía con cuatro años), son verdaderas en el
espíritu que describen: un niño dotado de asombrosa facilidad para
una determinada disciplina intelectual.
Lo cierto es que el pequeño José Raúl realizó rápidos y espectacu
lares avances, y a los 11 años se batía de igual a igual con los mejo
res ajedrecistas cubanos. Es necesario destacar aquí la extrema pru
dencia y la inteligencia con la que don José María Capablanca guió
el asombroso y precoz talento de su hijo, impidiendo que fuera ex
hibido como fenómeno de feria y dosificando su contacto con el
ajedrez. El futuro campeón del mundo tuvo una niñez normal y
feliz, lo que sin duda está en la base de su carácter estable y su se
guridad en sí mismo.
A los 13 años Capablanca jugó un match por el Campeonato de
Cuba contra Juan Corzo y Príncipe, por entonces campeón del país;
el joven, pese a perder las dos primeras partidas, ganó el encuentro
por 4 victorias a 3 y 5 tablas.
José Raúl Capablanca
-
5
11. José Raúl Capablanca
Aunque al año siguiente sólo quedó cuarto en el Campeonato de
Cuba, ya era reconocido como el mejor jugador de la isla; en ese
mismo torneo, un relativo fracaso, el muchacho de 14 años remató
así su partida contra Enrique Corzo y Príncipe, el hermano de Juan,
también fuerte jugador.
Posición de partida
Capablanca juega con las negras.
Veremos cómo resuelve esta partida
l. ..., T8-g8
2. A x es, Tx g2!
Una bellísima combinación,
cuya clave es bastante oculta
3. Ae3, ...
El alfil no puede abandonar la diagonal gl -a7 porque el negro da
ría mate con 3 . . . . , Tgl + y 4. . . . , A x f3 + .
3. ..., Ah4
4. Tdl, Af2!
¡He aquí el quid de toda la maniobra!
Esta elegante obstrucción decide el combate.
5 . Td7 + , Rh6
6. TdS, . . .
Recurso desesperado,
pero no hay alternativa
válida
6. . . . , A x e3
7. CgS , Tg2 X g5 !
8 . f X gS + , T X gS
9. Tf6 + , RhS
10. T x e6, A x d5 +
Y mate en la siguiente. Era mate directo Tgl + + .
6
a b e d e 9 h
a b e d e g �
a b e d e 9 h
a b e d e 9 h
12. ¿Ingeniero químico o ajedrecista?
Capablanca terminó sus estudios de bachillerato en el instituto de
Matanzas, y aunque sus padres no disponían de los medios necesa
rios para pagarle estudios en el extranjero, su talento para las cien
cias impresionó al rico hacendado Ramón San Pelayo, amigo de
la familia, que decidió hacerse cargo del coste de la preparación
profesional del joven en los Estados Unidos; hacia allí marchó José
Raúl, con sus radiantes 16 años.
Cursó estudios en la Woodycliff School de New Jersey, preparán
dose para ingresar en la Universidad de Columbia, donde pensaba
seguir la carrera de ingeniero químico.
Aunque sus resultados académicos no parecen haber sido malos,
el joven pasaba gran parte de su tiempo en el Manhattan Chess Club,
donde pronto fue reconocido como uno de los jugadores más fuer
tes. Por entonces, seguramente, adquirió los hábitos nocturnos que
formarían luego parte esencial de su leyenda.
En 1 906, a sus 1 8 años, tomó parte en un campeonato de partidas
rápidas disputado en el Manhattan, junto a 32 jugadores de élite,
entre los que se contaba el entonces campeón mundial, Emmanuel
Lasker. Capablanca terminó primero, derrotando, en su primer en
frentamiento personal, a quien sería su rival histórico.
Lasker quedó gratamente sorprendido por el juego del muchacho,
y alabó la exactitud y fluidez de su juego.
Capablanca ingresó en la Universidad de Columbia y cursó dos años
de su carrera de ingeniero químico; pero sin duda dedicó mucho
más tiempo al ajedrez que a sus estudios. Gustaba -gustó durante
toda su vida- de presumir respecto de su falta de voluntad de tra
bajo, pero sin duda exageraba; aquellos años fueron ricos en es
fuerzos y afán de perfeccionamiento.
En 1 908, a sus 20 años, realizó su primera gira por los Estados Uni
dos, dando simultáneas y jugando partidas de exhibición.
El joven cubano comenzaba a hacerse conocer y admirar en toda
la extensión del gran país americano. Pero su consagración, el ver
dadero inicio de su carrera internacional, se produjo en 1909; se
convino un match amistoso entre Capablanca y el campeón ameri
cano Frank Marshall, por entonces en el apogeo de su prestigio.
Marshall partía como favorito, aunque Lasker predijo la victoria
del cubano; pero incluso el campeón mundial debió de sorprender
se ante la catástrofe de Marshall. Capablanca ganó el encuentro,
que comenzó en abril y finalizó en junio de 1 909, por 8 victorias
a 1 y 14 tablas .
José Raúl Capablanca
7
13. José Raúl Capablanca
«Estoy seguro de que ningún ajedrecista ha obtenido jamás un re
sultado como éste a esta altura de su carrera deportiva», escribió
Capablanca años después, revelando una vez más que la modestia
no era uno de sus puntos fuertes. Era la hora de decidir; la disyun
tiva entre el ingeniero químico y el ajedrecista se resolvió en favor
de este último, y los estudios quedaron definitivamente posterga
dos. Según una versión, por esta época los familiares de Capablan
ca escribieron al Dr. Lasker, preguntando por las posibilidades rea
les de su hijo de realizar una gran carrera ajedrecística y expresando
sus temores de que el ajedrez le llevara a abandonar sus estudios
de ingeniero químico. Lasker, siempre según esta versión, respon
dió que sin duda José Raúl sería un notable ingeniero químico, pero
que como ajedrecista sería el mejor del mundo. Todo estaba ya per
fectamente claro.
ccEste joven no tiene credenciales>>
La aplastante victoria de Capablanca sobre Marshall conmovió al
universo del tablero; en todos los rincones del mundo comenzaron
a preguntarse quién era este joven hispano, con apellido de «Com
media dell'Arte», que había sido capaz de vencer con insolente fa
cilidad a uno de los mejores jugadores del mundo.
Lasker se declaró harto de que le preguntasen por la nueva estrella,
y narraba una anécdota ilustrativa: decía que, en el curso de una
visita que se hizo a una escuela de Alemania como invitado de ho
nor, los niños comenzaron a recitar, en coro, el alfabeto griego, y
que al llegar a la letra «kappa» no pudo evitar dar un respingo y
tuvo que refrenar el impulso de salir a la carrera.
Esta repercusión, y los buenos oficios del propio Marshall (buen
amigo de Capablanca y un hombre noble, incapaz de ningún senti
miento de mezquindad o envidia), hicieron que el joven fuera invi
tado a participar en el gran torneo de San Sebastián de 1911, en el
que jugarían algunos de los mejores ajedrecistas del mundo por
aquella época.
Embarcó para Europa en el «Lusitania» y antes de llegar a la capi
tal vasca pasó unos pocos días en Londres. Allí concedió una en
trevista al periódico The Evening News que tiene gran interés, pues
muestra claramente la consolidación de su narcisismo y el culto de
su propio mito: «Aprendí a jugar al ajedrez antes que a leer», de
claró, «pero jamás lo he estudiado. Sólo estudio ajedrez cuando jue
go una partida». « ¿Pero no ha estudiado usted a los grandes maes
tros, ahora que va a enfrentarse a ellos?» -preguntó el periodista-.
«No» -fue la respuesta-. «Juego al ajedrez para divertirme, y las
jugadas vienen a mi mente de una manera subconsciente, supongo,
mientras estoy jugando.»
8
14. Al llegar a San Sebastián Capablanca pasó por momentos amar
gos, que reforzaron en él, probablemente, su tendencia a la sober
bia; los maestros Bernstein y Nimzowitsch protestaron por la pre
sencia del joven cubano, y se preguntaron, con hiriente retórica,
quién conocía al tal Capablanca. En particular, el primero de ellos
parece haberse manifestado en forma bastante grosera, afirmando
que «ese joven no tiene credenciales para jugar un torneo de esta
categoría». Cuarenta años después, en 1951, el periodista y estu
dioso español Pablo Morán preguntó al viejo Bernstein, por enton
ces una reliquia del tablero (tenía 69 años y Capablanca había muerto
nueve años antes), qué había realmente de cierto en aquella actitud.
Bernstein respondió que «había mucha leyenda en todo eso», pero
no negó su firme oposición a que el joven desconocido jugara en
dicho torneo. Fue la primera legendaria victoria de Capablanca en
un torneo internacional; ganó seis partidas, empató siete y perdió
sólo una, ante Rubinstein, que quedó segundo. Su venganza fue to
tal, pues en la primera ronda derrotó a Bernstein en una formida
ble partida que recibió el premio de belleza. Veamos el remate.
Posición de partida
El jugador hispano-cubano juega con blancas.
Capablanca remató aqui de forma contundente.
l. Cf5 x g7!, Cc5
Tomar el caballo no era satisfactorio por el jaque en f6.
A ello seguiría C X d7.
2. C x e8, A x es
3. Dc3, f6
4. C x f6 + , Rg6
5. Ch5, Tg8
6. f5 + , Rg5
7. De3 + , Rh4
8. Dg3 + , Rg5
9. h4 + +
8
6
5
4
3
2
6
5
4
3
2
José Raúl Capablanca
a b e d e
a b e d e
a b
g h
g h
g h
-
9
15. 10
--- La difícil
sencillez
Capablanca no se propuso ser,
como Steinitz, Nimzowitsch o
Reti, un investigador de posibi
lidades, un innovador revolu
cionario ni un profundo pensa
dor sobre la esencia filosófica
deljuego; se limitó a aplicar lo
que se conocía, con insupera
ble perfección.
Pese a ello, en la propia apli
cación de los principios acep
tados, llegó a conclusiones
personalísimas, y dejó notables
reflexiones sobre la estrategia
del juego. Su habilidad para
simplificar las posiciones y de
jar, descarnadamente, sólo
aquellos elementos que cons
tituían su ventaja, significaba
una visión, no por aparente
mente simple, menos innova
dora sobre cómo desarrollar
una partida de ajedrez. El ge
nial cubano lo expresaba con
una metáfora feliz: «Hay que
eliminar -decía- la hojaras-
ca del tablero.» Capablanca dio
una importancia excepcional a
los elementos dinámicos de la
partida, lo que también le dife
renció claramente de los maes
tros clásicos de su tiempo; el
análisis estático derivado de
los principios de Steinitz fue
trascendido por el vencedor de
Lasker (aproximándose, en
esto, a los hipermodernos) a
través de una visión dinámica
deljuego, que daba uha impor
tancia excepcional a la activi
dad de las piezas y a la coor
dinación interna de la posición.
Aquí estuvo la clave de sus ex
traordinarias victorias; su aje
drez era mucho más moderno
que el de
.
la mayoría de sus
..---.. coetáneos, y esto se evidenció
PARTIDA S
Creando espejismos
Partida jugada en San Petersburgo, 1914
Blancas: Nimzowitsch
Negras: Capablanca
l. e4, es
2. Cf3, Cc6
3. AbS, d6
La vieja defensa Steinitz, hoy
en desuso sin razones claras
para ello.
4. Cc3, Cf6
5. d4, Ad7
6. A x c6, A x c6
7. Dd3, exd4
8. C x d4, g6
9. C x c6, ...
Nimzowitsch se lanza a cap
turar un peón, lo que no pue
de criticársele; si hubiera te
nido un leve atisbo de lo que
iba a sucederle, habría juga
do 9. Ag5, Ag7 10. 0-0-0, con
ventaja.
9. ..., b x c6
10. Da6, Dd7
11. Db7, Tc8
12. D x a7, ...
Las blancas no sólo han gana
do un peón, sino que tienen
una posición aparentemente
sólida y sin debilidades. Pero
la genial intuición de Capa
blanca le ha permitido apre
ciar una serie de puntos fuer
tes de su posición: la fuerza
de la gran diagonal para su al
fil, su sólida posición central
y la presión que sus torres
pueden ejercer por las colum
nas abiertas. A partir de este
momento, comienza una de
las exhibiciones de alto aje
drez más extraordinarias de
que haya memoria.
12. ..., Ag7
13. 0-0, 0-0
14. Da6, ...
Nimzowitsch, con el estóma
go lleno, desprecia las posibi
lidades de su adversario y
pierde dos tiempos para regre- .
sar con su dama, lo que le re
sultará fatal. Mejor parece 14.
f3, para seguir con Df2 y Ae3.
14. ..., Tf-e8
15. Dd3, De6!
16. FAMOSA S
16. f3, Cd7
17. Ad2, ...
Las blancas siguen jugando
con gran conservadurismo,
probablemente creyendo que
tienen la partida ganada. Se
imponía 17. Af4, para cam
biar el caballo en e5 .
17. ..., ces
18. De2, Ce4!
19. Ta-bl, Ta8
20. a4, ...
e
Con idea de expulsar el caba
llo con b3 y pensando, con ra
zón, que después de 20. . . .,
A x c3 , Tx a4 las negras recu
perarían el peón, pero queda
rían con grandes debilidades
en las casillas negras. Pero
Capablanca tiene otras ideas.
20. ..., C X d2!
21. D X d2, De4!
22. Tf- dl, Te -b8
23. De3, Tb4!
24. DgS, Arl4 +
2S. Rhl, Ta-b8
26. Tx d4, ...
Este recurso defensivo, por
otra parte único ante la ame-
_..__.__..._,..i.....1-....1-...i-...¡ también en la importancia que
naza A x c3, no habría sido
posible contra 24. . . ., Ta-b8;
de todas formas, la partida
está totalmente ganada por
las negras.
26. ..., D X d4
27. Tdl, De4
28. h4, Tx b2
29. Dd2, De4
30. Tel, DhS!
31. Tal, D x h4-+
32. Rgl, DhS
33. aS, Ta8
34. a6, Des +
3S. Rhl, De4!
36. a7, Des
37. es, ...
Última trampa; se amenaza
Ce4, seguido de Dh6 y Cg5.
37. ..., D x eS
38. Ta4, DhS +
39. Rgl, Des +
40. Rh2, dS!
41. Th4, Tx a7
42. Cdl
a e e g
Y Nimzowitsch, compren
diendo por fin que estaba ha
ciendo el ridículo, abandonó
sin esperar la respuesta de su
adversario.
concedía a la iniciativa. A ve
ces forzaba un ataque gana
dor, y otras «eliminaba la hoja
rasca del tablero» (cosa
imposible de hacersi no se dis
pone de una fuerte iniciativa) y
llegaba a un final favorable.
También aportó elementos im
portantes a los conceptos de
ataque y defensa; él, tantas ve
ces acusado de jugar un aje
drez cerebral y frío, reivindicó
la importancia del ataque (un
aspecto de la iniciativa) y afir
mó, escandalizando a muchos,
que la defensa debía realizar
se sin temores y con el mínimo
material posible: «Hay ajedre
cistas -declaró en una oca
sión- a los que asusta cual
quier ataque, sea contra un
peón, contra una pieza o, espe
cialmente, contra el rey; y para
contrarrestar este ataque mo
vilizan todas sus piezas. Esto
es un error, pues el rey debe
defenderse con el mínimo de
piezas que sean necesarias;
éstas deben emplearse masi
vamente, en cambio, cuando
se ataca al rey adversario.»
Estos conceptos, sin duda in
novadores, no contradecían,
sino que desarrollaban los pre
supuestos de Steinitz y Ta
rrasch hasta entonces acepta
dos. Por eso, el juego de
Capablanca parece tan senci
llo, cuando en realidad es ex
traordinariamente profundo.
El juego de Capablanca, sus
maniobras y combinaciones,
parecen sencillas porque obe
decen a ideas claras y apuntan
a lo más profundo; en realidad
significan, unas y otras, la plas
mación de lo más hondo y difí
cil que el espíritu humano es
capaz de crear, la difícil senci-
���;:����������=��;:����:;;::;����� /fez de lo genial.
11
17. José Raúl Capablanca
Injustamente menospreciado, Capablanca había dado la más her
mosa y creativa de las respuestas. Nimzowitsch, siempre fatuo y gro
sero, también tuvo con él palabras ácidas cuando Capablanca trató
de intervenir en el análisis de una partida que el autor de «Mi siste
ma» acababa de jugar; éste le invitó a «no meterse donde no le lla
maban»; sin duda no es casual que tanto Bernstein como Nimzo
witsch fueran, desde aquel momento, víctimas favoritas del cubano,
que les ganaba con insólita facilidad. A Bernstein le venció dos ve
ces en 1914, en Moscú y San Petersburgo; esta última partida ganó
otro premio de belleza, y la de Moscú tiene un remate justamente
célebre.
Veamos la genial finalización.
Posición de partida
Juega Bernstein con blancas; su rival está amenazando tomar el ca- ·
ballo de b5 y apoyar su peón pasado por medio de Td8 -c8, después
de lo cual su victoria sería cuestión de técnica.
Bernstein había calculado que podía capturar este peón, pero omi
tió una combinación de suprema elegancia, en el estilo del gran Capa:
l. C x c3, C x c3
2. Tx c3, Tx c3
3. Tx c3, Db2! !
Ganando por lo menos una torre.
En la cima
La irrupción de Capablanca en los primeros planos del ajedrez in
ternacional fue una sensación; desde tiempos de Pillsbury no suce
día algo similar. Un sólo torneo había bastado para que el joven
cubano fuera reconocido como el más serio rival del invencible Em
manuel Lasker. De hecho, Capablanca desafió inmediatamente al
campeón del mundo a un encuentro con la corona en juego.
Pero el gran viejo (que entonces no lo era tanto: tenía 43 años) dio
largas al asunto, luego estalló la Guerra Mundial y, en definitiva,
el match no se disputó hasta 1921 .
12
8
6
5
4
3
a - b e d e
a b e d e
g h
g h
18. Después de San Sebastián, Capablanca, que se sentía bastante en
fermo, volvió a Cuba y descansó casi un año; durante ese tiempo
viajó una vez a Europa, pero sólo dio exhibiciones y simultáneas;
se hallaba empeñado en forzar un match con Lasker, y ante las reti
cencias de éste adoptó una actitud suficiente y agresiva, dando a
entender que el campeón mundial le temía, lo que molestó mucho
a Lasker.
Por fin, en una de las cartas que se cruzaron, redactadas en inglés,
el cubano usó la expresión «unfairn (poco limpio, deshonesto) para
calificar la actitud de Lasker, lo que motivó una inmediata ruptura
de relaciones y una hostilidad que duró varios años.
En 1913 Capablanca jugó un torneo en Nueva York, que ganó con
facilidad (10 victorias, una derrota y dos tablas); en el torneo inter
nacional de La Habana, sin embargo, organizado para que se lu
ciera, debió conformarse con el segundo puesto detrás de Marshall,
que le ganó una partida en la que estaba totalmente perdido.
Ese mismo año ganó espectacularmente otro torneo en Nueva York,
con resultado ideal (13 victorias en 13 partidas), dejando por detrás
a maestros de la talla de Duras; y en septiembre de ese mismo año
volvió a asombrar a todos al lograr otro resultado ideal en un fuer
te hexagonal. Ganó las cinco partidas y dejó en el camino a Mar
shall y a Duras.
Por entonces, el gobierno cubano le había dado un cargo diplomá
tico moderadamente rentado, pero que le permitía viajar con tran
quilidad, ahorrándose pesados trámites fronterizos.
A pesar de que Capa estaba, en aquel momento, absorbido por el
ajedrez, se tomó esta designación con bastante más seriedad de lo
que supusieron quienes le nombraron, pues siempre fue un hombre
interesado en la política.
En aquella situación le llegó la invitación para participar en el gran
torneo de San Petersburgo de 1914, que contaría con la presencia
de Lasker y de los mejores jugadores del mundo.
Capablanca jugó allí un magnífico ajedrez, y sin embargo, la histó
rica prueba (de donde salió el título de Gran Maestro de ajedrez,
concedido de forma honorífica por el zar Nicolás 11 a Lasker, Ca
pablanca, Tarrasch, Alekhine y Marshall) se recuerda como uno de
sus grandes fracasos. El torneo se jugaba a dos vueltas: una prime
ra fase eliminatoria y una final a doble vuelta entre los primeros
cinco clasificados, que fueron, precisamente, los cinco Grandes
Maestros «originales» (Lasker, Capa, Tarrasch, Alekhine y Mars
hall). Rubinstein, uno de los favoritos, quedó por el camino, así como
Nimzowitsch, Bernstein, Janovsky, Blackburne y Gunsberg.
José Raúl Capablanca
13
19. José Raúl Capablanca
En la fase final, faltando cuatro partidas, Capablanca tenía prácti
camente el torneo asegurado, pues llevaba a Lasker punto y medio
de ventaja; estaba jugando espectacularmente, y era el claro favori
to. Pero Lasker era mucho Lasker, e hizo valer su fuerza deportiva
y psicológica: en la partida decisiva (cuyo morbo se vio aumentado
por una declaraciones levemente despectivas del campeón mundial
hacia su nuevo rival, del que dijo que «Se esperaba tal vez demasia
do» y que «era sencillo de vencer»), Lasker debía ganar casi forzo
samente si quería aspirar al primer puesto; escogió entonces, sor
presivamente, la variante del cambio de la Española, que ofrece a
las negras excelentes perspectivas de tablas, pero exige jugar de for
ma activa. Capablanca, presionado por su privilegiada posicion en
la tabla, no lo hizo, practicó un ajedrez conservador y Lasker le aplas
tó en una partida memorable.
Profundamente herido en su amor propio y desmoralizado tempo
ralmente, Capa cometió un grave error contra Tarrasch, en la siguien
te partida, y también perdió; Lasker ganó el torneo con 13,5 pun
tos contra 13 de su rival.
Tratándose de dos hombres de gran nobleza y que se admiraban mu
tuamente, no es de extrañar que, en la cena de clausura, hicieran
formalmente las paces, reiniciando las negociaciones para la dispu
ta del título mundial.
Los años siguientes fueron los de la Primera Guerra Mundial, y la
actividad ajedrecística internacional se vio notablemente disminui
da; Capablanca pasó largas temporadas en su patria y en Nueva
York, dedicó bastante tiempo a sus responsabilidades diplomáticas
y disputó unos pocos torneos, ganándolos todos.
Finalizada la contienda, inició su célebre etapa de invencibilidad:
entre 1918 y 1924 no perdió ninguna partida, récord hasta el mo
mento inigualado. Por entonces, era el campeón mundial «in pec
tare», y el propio Lasker manifestó su voluntad de renunciar al tí
tulo y traspasárselo a Capablanca, a quien reconocía como el mejor
jugador del mundo.
Por supuesto, éste no aceptó dicha renuncia, y siguió gestionando
el encuentro que le permitiría lucir la corona sin mácula alguna.
En 1919 ganó de manera espectacular el gran torneo de Hastings,
con 10 victorias y un solo empate, sin derrotas, y comenzó a prepa
rarse para el encuentro con Lasker; éste se disputó finalmente en
1921, en La Habana, en condiciones muy favorables al desafiante.
Lasker no estaba terminado, ni mucho menos, como demostrarían
actuaciones posteriores; pero sin duda, atraído por otros aspectos
de su intensa vida intelectual, había perdido el interés en mantener
el título que ostentaba desde hacía más de 25 años, y no presentó
una lucha como la que se esperaba.
14
20. El encuentro, que comenzó en marzo de 1912, fue un paseo para
Capablanca: cuatro victorias y diez tablas, sin derrotas. Aunque fal
taban diez partidas (el match estaba pactado a 24), Lasker abando
nó el encuentro y el título; Cuba festejó, aquella noche de mayo
de 1921 , la conquista del Campeonato del Mundo de Ajedrez por
parte de su compatriota, a quien gran parte del tablero internacio
nal consideraba el mejor jugador del mundo desde 1911.
Campeón mundial
Capablanca conservó el título entre 1921 y 1927, sin defenderlo ni
una sola vez. Fueron los años en que creció y se desarrolló el mito,
al tiempo que el jugador llegaba a su apogeo y comenzaba, sin que
nadie -salvo Alekhine- se diese cuenta, su declive.
Era la «máquina perfecta», el jugador sin errores, el invencible; y,
al mismo tiempo, el hombre de mundo, el mujeriego empedernido,
el amante de los buenos vinos y el buen yantar, el que se iba de juerga
la noche anterior a la partida mientras su rival se quedaba en su
habitación preparándose concienzudamente y salía después derro
tado y humillado. Capa no creaba estas versiones, pero sin duda
le halagaban y contribuía a difundirlas; además, más allá de las exa
geraciones, reflejaban bastante la verdad.
No abusaba de la bebida ni fumaba, pero gustaba de trasnochar
y disfrutar de agradable compañía. Y, en efecto, tenía rasgos de irres
ponsabilidad frente a su profesión, y puede suponerse con funda
mento que llegó a convencerse de que era invencible.
Durante los seis años en que fue campeón del mundo nadie hubie
ra osado sugerir que había en el mundo alguien capaz de derrotar
le. Ganó casi todos los torneos en los que participó (que fueron po
cos), con la notable excepción de nueva York de 1924 (el último gran
triunfo de Lasker, torneo en el que perdió su invencibilidad de ocho
años al caer derrotado ante Reti) y Moscú de 1925, una modesta
tercera plaza.
En aquellos años se casó (con Gloria Beautucourt, en 1921) y escri
bió su famoso tratado pedagógico «Fundamentos de ajedrez» (Chess
Fundamentals, 1921), un excelente libro que sigue siendo de gran
utilidad para estudiantes por su claridad de conceptos y exposición.
Una severa autocrítica (contiene seis de las 10 partidas oficiales que
había perdido hasta entonces en torneos internacionales) se da la
mano con una soberbia que a veces resulta casi infantil:
«Mi adversario debió haber considerado -dice, en el comentario
de una jugada- que un jugador de mi categoría y experiencia no
hubiera permitido una jugada así, si fuera buena.»
José Raúl Capablanca
15
21. José Raúl Capablanca
Por otra parte, y aunque sus resultados seguían siendo incompara
bles, su juego había perdido frescura y se había vuelto más seco,
basado fundamentalmente en su prodigiosa técnica. Por supuesto,
en aquellos años nadie se hubiese atrevido a decir una cosa así, con
la excepción de Alekhine, que analizó en un célebre artículo de 1927
las debilidades del juego de su gran adversario. En 1927 el mundo
ya consideraba escandaloso que Capablanca no hubiese puesto en
juego su título, aunque muy pocos creían seriamente que podría
perderlo; entonces, se organizó el gran torneo de Nueva York de 1927,
cuyo ganador adquiriría oficialmente el carácter de desafiante, con
el acuerdo del propio Capablanca.
Si dicho ganador era éste, la dignidad pasaría al segundo clasifica
do. Fue uno de los más impresionantes triunfos de Capablanca, que
se paseó virtualmente por los tableros; 8 victorias y 12 tablas, sin
derrotas, superando a Alekhine, Marshall, Spielmann, Vidmark y
Nimzowitsch. Aunque hubo en la nómina de invitados sensibles
ausencias (Lasker y Rubinstein las más claras), la superioridad de
Capablanca fue tan grande que sólo Alekhine creía en sus posibili
dades de victoria para el match que su segundo puesto le habilitaba
a disputar. Spielmann, entusiasmado, afirmó que «Capablanca es
invencible cuando está en la forma en que estuvo en el torneo de
Nueva York. Alekhine no ganará una sola partida en el match por
el título».
Hacer pronósticos tan tajantes siempre es peligroso, y esta vez no
se produjo la excepción.
Derrota y caída
Alekhine y Capablanca se habían conocido en el torneo de.San Pe
tersburgo del 14 y habían establecido una estrecha amistad; las ex
celentes relaciones comenzaron a deteriorarse cuando Alekhine se
convirtió en aspirante al título mundial y criticó, dura pero acerta
damente, la evolución del juego del campeón. El match de Buenos
Aires les convertiría en enemigos.
El encuentro por el título se disputó en la pujante Argentina de fi
nales de los años 20, en la capital, entre el 16 de septiembre y el
30 de noviembre de 1927. Hay toda una leyenda en torno a este en
frentamiento, uno de los que ha despertado más pasión en toda la
historia del ajedrez. Alekhine se preparó con todo cuidado, llegó
a Buenos Aires con anticipación, escogió como ayudante al maes
tro argentino Roberto Grau y llevó una vida personal intachable,
que incluyó una dieta adecuada y ejercicios físicos; Capablanca se
comportó como siempre, fue visitante asiduo de los lugares noctur
nos y hasta es fama que asistió a jugar una aplazada con ropas de
tenis y raqueta en la mano.
16
22. El match fue monótono (casi todas las partidas fueron ortodoxas)
y técnicamente objetable, pero tuvo una extrema tensión.
Alekhine ganó la primera partida, pero pronto el campeón creó el
espejismo de una fácil victoria al ganar dos juegos (el 3 ? y el 7?);
pero el desafiante ganó el 9? y el resultado del encuentro volvió a
ser incierto.
A medida que la lucha fue avanzando, la inquebrantable fuerza de
voluntad de Alekhine fue marcando diferencias, y terminó ganan
do claramente por 6 victorias a 3, en 34 partidas. Capablanca no
se rindió ante el tablero, sino que lo hizo a través de un corto y cor
tés telegrama, en el que felicitaba al nuevo campeón.
Era el fin de una leyenda y el comienzo de otra; si Capablanca lle
gó a ser considerado invencible, alguien llegó a proponer, a princi
pios de los años 30, que se crease una categoría especial para Ale
khine, por ser algo así como un jugador de otra galaxia.
Capablanca añoró mucho «SU» título (siempre lo llamaba así) e hizo
ingentes esfuerzos para lograr una revancha que Alekhine eludió
de una forma que se aproximaba mucho al cinismo; a pesar de que
siguió jugando un alto ajedrez y ganando muchos torneos, su jue
go comenzó a parecer, a los mismos que antes le alababan hasta
el ridículo, frío, poco inspirado y ramplón.
Entre 1927 y 1936, año de su gran reaparición en los primeros pla
nos, Capablanca jugó 14 torneos, de los que ganó siete y quedó se
gundo en cinco, lo que no está nada mal; pero el mito había muer
to, y se le miraba como un fuerte maestro más, a la par de muchos
otros. Alekhine, endiosado a su vez y muy hostil a su antiguo ami
go, llegó a declarar que Bogoljubov era para él un rival mucho más
peligroso que el ex campeón. Spielmann declaraba, como si hubie
ra descubierto la pólvora, que «Capablanca es un ajedrecista con
todos los defectos y debilidades humanas», y Nimzowitsch, con la
mentable mezquindad, se atrevía a criticar duramente su juego y
a ofrecerle consejos, a pesar de que sus resultados contra él eran
catastróficos.
Capablanca parecía incluso haber perdido interés en el juego, y su
única motivación era la anhelada e imposible revancha.
Con más de 40 años, comenzó a padecer problemas de hiperten
sión y a decaer físicamente. En 1934 se casó por segunda vez, con
Oiga Clark, y vivió a caballo entre Cuba y Nueva York.
Cuando se le consideraba prácticamente acabado, el gran Capablan
ca reapareció, radiante, para obtener los últimos y tal vez más im
portantes triunfos de su vida.
José Raúl Capablanca
17
23. José Raúl Capablanca
Los últimos destellos
El torneo de Moscú de 1936 significó la presentación en sociedad
de la nueva generación de ajedrecistas soviéticos, con Botvinnik y
Flohr a la cabeza; representaban una forma más científica y mo
derna de entender el ajedrez, y eran los írin�gables favoritos. Los
viejos Lasker y Capablanca ercxm eonsiderados poco más que un
adorno de otras épocas, y se, pensalba que poco podían hacer ante
los nombrados más Loev:enfifficll, RiUil111in, Kan, Lilienthal, Ragozin
y Eliskases.
Pues bien, ante el asombro de todos José Raúl Capablanca se ad
judicó el torneo de forma impecable, con 8 victoria�(y 10 tablas,
en calidad de invicto.
Ganó, además, sus dos partidas más importantes, contra el ayer y
el mañana: Lasker y Botvinnik.
¿Fue una golondrina de verano, un espejismo?, e�e mismo año se
disputó el torneo de Nottingham, uno de los más fuertes de la his
toria: el nuevo campeón mundial Max EuvJ�:.)los ex campeones Las
ker, Alekhine y Capablanca, el futuro campeón Botvinnik, Sammy
Reshevsky, Vidmar y Tartakower y los británicos Thomas, Winter
y Alexander. Capablanca se adjudicó esta impresionante prueba,
empatado con Botvinnik, con un juego fresco y lleno de ideas que
recordaba el de su juventud.
Ganó 7 partidas, empató 6 y perdió sólo una (contra Flohr); ade
más, se dio el gusto de vencer en su encuentro personal a Alekhine.
Una vez más estaba en la cima, y obligaba a que se le viera como
uno de los más firmes aspirantes al título mundial. Fueron, sin em
bargo, sus dos últimas victorias de importancia. En 1938, obtuvo
el peor resultado de su historia en el torneo AVRO, que ganaron
Fine y Keres empatados; Capablanca quedó-penúltimo. A partir de
ese momento, y ya muy afectado por sus crecientes problemas de
tensión, jugó muy poco; en las Olimpiadas de Buenos Aires de 1939,
defendiendo el primer tablero de Cuba, cumplió una actuación ex
celente, y recibió la medalla de oro al primer tablero.
El estallido de la gu'erra volvió a interrumpir el ciclo de ajedrez in
ternacional, y Capablanca ya no volvió a jugar torneos. El día 7
de marzo de 1942 fue, como era su costumbre, al Manhattan Chess
Club, y mientras analizaba una posición con unos amigos, sufrió
un ataque y debió ser ingresado urgentemente. Falleció a la maña
na siguiente, a los 53 años, en el hospital Mount Sinaí, donde ha
bía muerto un año antes Emmanuel Lasker.
<(Fue el genio más grande que el ajedrez ha tenido ni tendrá jamás.»
El epitafio es, nada más ni nada menos, que de Alekhine.
24. EJ ERCICIOS 87
Problema 1
Juegan blancas
5
4
2
a b e d e g h
Posición de una partida
Capablanca-Corzo, j ugada en
La Habana en 1902, cuando el
futuro campeón mundial tenía
14 años. Una maniobra
combinativa le permite forzar
un final ganador. Capa l levaba
blancas.
Problema 2
Juegan blancas
a b e d e g h
De u n j uego Capablanca
Marshall del match de 1909; la
ventaja de las blancas
(Capablanca) es evidente, pero
la posición de las negras
parece sólida. ¿Cómo j ugó
Capa?
Problema 3
Juegan blancas
4
2
a b e d e
Capablanca, con blancas, tuvo
esta posición contra Chyse, en
el torneo de N ueva York de
1913; el alfil atacado de e3
parece forzar el retraso de
cualquier combinación contra el
rey, pero el gran cubano halló
una hermosa maniobra
ganadora.
Problema 4
Juegan negras
6
5
4
3
a b e d e
La primera partida de la
legendaria controversia históric,�
Alekhine-Capablanca; éste, CO,íl
negras, remató su ventaja de
forma contundente.
Problema 5
Juegan negras
Nimzowitsch-Capablanca,
N ueva York 1927; Capa, con
negras, tenía ventaja, y la
aprovechó de la manera más
enérgica, por medio de u n
sacrificio posicional de peón.
25. SOLUCION ES 87
Solución 1
1 . D x bS!, D x bS 2. dS + , Tg7
3. e x f7, h6 4. Cd4, D x f1
(única; si 4. . . . , Dd7 5. C x f5
era fulminante) 5. Tx f1 , Tx f7
6. TxfS, Tx fS 7. C x fS + , Rh7
8. Ce7!
a b e d e g h
Y las blancas ganaron.
Solución 2
1 . Tx h6!, g x h6 2. A x h6 + ,
Re7 3. Dg7+ , Res 4. D x g8 + ,
Rd7 5. Dh7+ , De7 6. Af8!
a b e d e f g h
Y las blancas ganaron.
Solución 3
1 . C x f7!, R x f7 2. DfS + , Rg8
3. D x g6, C x e3 4. Dh7+ , Rf7
5. Ab3 + , Cc4 (si 5. . . . , Re7 6.
Dg6! . Cc4 7. Tf-d1 , Db8 8. e6,
con ataq ue ganador) 6. Tf·d1 ,
Db8 7. Tx c4!, b x c4 8.
A x c4+ , Re7 9. Df5!
a b e d e f g h
Y las blancas ganaron.
Solución 4
1 . . • • , C x g2! 2. R x g2, Dg4+
3. Rf1 (3. Rh1 , Tg5!) 3• • . • ,
Dh3 + 4. Re2, Tx e3 + 5. f x e3,
D x e3 + 6. Rd1 , D x e1 + 7.
Rc2, De4 +
a b e d e f g h
Y las negras ganaron.
Solución 5
1 . . . . , eS! 2. A x es, Td8-d2 3.
Db7 (28. Tf1 , D x e3!) 3. . • • ,
Tx f2 4. g4, De6 5. Ag3,
Tx h2!! 6. Df3 (6. Ax h2,
D x g4+ 7. Rh1 , Dh3 y mate) 6•
. . . , Th2-g2+ 7. D x g2, Tx g2 +
8. R x g2, D x g4
a b e d e f g h
Y las negras ganaron.
26. UNIDAD
Al hablar d e l a Escuela Clásica señalábamos que la
designación no pretende una precisión histórica tal vez
imposible, y que el nombre se ha aceptado como
convención para designar cierto período de la
evolución del aj edrez. Más válida resulta esta
puntualización cuando se habla de «Escuela
Hipermoderna», en el entendido de que nos referimos
a un grupo de innovadores que actuaron hace más de
70 años; en esa época se usó el título -a veces con
sorna- para designar a estos j ugadores, y la historia
lo ha perpetuado. Vamos a dedicarle la presente
unidad.
88
D La Escuela
Hipermoderna
• I ntrod ucción
• Gyu la Breyer
• Richard Ret i , el
polifacético
• Aaron N i mzowitsch ,
el revol ucionario
D Partidas famosas
• U n ilustre olvidado.
Berlín , 1918
D Ejercicios
• Ejem plos
• Problemas
• Sol uciones
27. La Escuela
Hipermoderna
Introducción
La «Escuela Hipermoderna», o «Hipermodernismo», es una co
rriente que surgió con gran fuerza en el mundo del ajedrez en la
segunda década del siglo y que dejó una huella profunda en la evo
lución del juego.
No puede hablarse con precisión de una «escuela», pues sus princi
pales representantes difirieron de manera a veces notable, entre ellos,
en su forma de comprender y practicar el ajedrez.
Tuvieron en común la insatisfacción con los principios hasta entonces
aceptados (que se remontaban a las teorías de Steinitz y cuyo máxi
mo representante era el Dr. Tarrasch) y la formulación de nuevos
principios que llegaron a alterar de manera significativa el juego
de posición.
El propio nombre que adoptaron indica una oposición, planteada
hacia adelante, con el Dr. Tarrasch, que había titulado uno de sus
grandes libros «La moderna partida de ajedrez» («Die moderne
Schachpartie»); «hipermoderno» significaba, por lo tanto, señal de
ser más moderno aún que Tarrasch.
De hecho, el belicoso y mordaz cirujano de Nuremberg mantuvo
ácidas polémicas con los principales exponentes de esta corriente,
en particular con el no menos afilado e irónico Nimzowitsch.
Los nombres básicos de esta corriente son sólo tres: Breyer, Reti y
Nimzowitsch.
Ellos crearon e impulsaron la llamada «Escuela Hipermoderna» y,
como todos los innovadores, fueron en un principio incomprendi-
22
28. dos y calificados de barrocos y extravagantes. Otros grandes juga
dores de la época, como Bogoljubov, Grünfeld y el propio Alekhi
ne, participaron periféricamente en el movimiento y adoptaron al
gunos de sus principios, pero criticaron otros -en especial
Alekhine-, y no pueden considerarse miembros del mismo.
Como señalábamos, es imposible resumir las características comu
nes de esta corriente, dadas las grandes distancias que hubo entre
sus principales exponentes.
Reti insistió en el dominio del centro con las piezas desde posicio
nes laterales y criticó los centros fijos que tanto gustaban a Stei
nitz, mientras Nimzowitsch desarrolló el concepto del bloqueo y pro
fundizó en algunos elementos ya conocidos, y en general aceptados,
a los que dio curiosas denominaciones de alto valor pedagógico
(«centinela», «puesto avanzado», etc.).
Las distancias entre ellos eran notables, tanto en el plano teórico
como en la praxis, teniendo en cuenta que Reti, una de las persona
lidades más atractivas y ricas de la historia del juego, gustaba con
tradecir, a veces de forma flagrante, sus propios principios en sus
partidas.
Tuvieron en común, en cambio, una intensa preocupación por des
cubrir nuevas verdades, renovados caminos que les aproximaran a
la verdad última del ajedrez, y una sana disconformidad con los
principios establecidos y aceptados.
Este espíritu renovador, además de los elementos concretos que des
cubrieron o desarrollaron, justifica el destacado lugar que ocupan
en la evolución del juego de las 64 casillas.
Gyula Breyer
El nombre de la «Escuela Hipermoderna» está indisolublemente li
gado con el de este malogrado pensador y maestro húngaro, falle
cido a los 27 años de edad.
Breyer, como tantos otros maestros, aprendió el juego en su prime
ra infancia, y fue campeón de su país a los 18 años.
En el torneo disputado en Berlín en 1920 obtuvo su primer y últi
mo gran triunfo, al ganar el primer puesto por delante de Bogolju
bov, Tartakower, Reti, Maroczy y Tarrasch. Se destacó también, como
Pillsbury, en la especialidad de jugar a la ciega, y en 1921 estable
ció un nuevo récord al jugar 25 partidas simultáneas.
Cuando alcanzaba su cenit, un traicionero ataque cardiaco termi
nó con su vida.
La Escuela Hipermoderna
23
29. La Escuela Hipermoderna
Breyer fue íntimo amigo de Reti, y es difícil establecer cuáles de las
nuevas ideas que propugnaron pertenecieron a uno o a otro; pero
Breyer era más radical y provocativo en la formulación de las mis
mas. Sostuvo que la jugada l . e4 era un serio error («después de
1 . e4 el blanco está agónico») y, en consecuencia, afirmaba que el
dominio del centro debía realizarse con piezas, con lo que dio un
gran impulso al juego de fianchetto. Reti sostendría presupuestos
idénticos, pero los expresaría de forma más cauta y en términos de
mayor rigor científico. No puede olvidarse que Reti, aunque tam
bién falleció muy joven, vivió más tiempo y pudo madurar y valo
rar mejor sus propias aportaciones.
De todas formas, ni la Escuela Hipermoderna ni la propia historia
del ajedrez serían lo que son sin la aportación de este hombre de
aguda mente, fallecido en plena juventud.
Blancas: G. Breyer
Negras: H. Havasi
Apertura d4 - Irregular
Budapest 1918
l. d4, Cf6
2. Cd2, ...
Breyer escandalizaba a sus contemporáneos con este tipo de juga
das. Hoy se vería como más o menos normal, aunque sin duda es
preferible la clásica 2. c4.
2. ..., dS
3. e3, AfS
4. c4, ...
Respuesta correcta a la anterior jugada de las negras.
Ahora aparece la amenaza Db3, haciendo sentir la ausencia del al
fil de dama de su sitio original.
4. ..., c6
5. Cg-f3, e6
6. Ae2, Ad6
7. es, ...
Breyer continua desafiando las normas establecidas.
24
6
5
4
3
a b e d e
a b e d e
a b e d e
g h
g h
g h
30. Ahora cierra el juego y prepara una ofensiva de peones en el flanco
de dama.
7. ..., Ac7
8. b4, Cb -d7
Preparando la ruptura 9. . . ., e5
9. Ab2, ...
Breyer impide esta posibilidad y mantiene su
control central
9. ..., Ce4
Más correcto tal vez había sido jugar 9. . . . 0-0, para seguir con
10. . . . , Te8.
10. C x e4, d x e4
11. Cd2, Cf6
12. g4! , ...
Cuando las negras creían haber obtenido buen juego y se apresta
ban a colocar un fuerte caballo en d5, se ven de pronto violenta
mente agredidas en el flanco de rey.
Es natural que este barroco estilo desorientara a los ortodoxos aje
drecistas de la época.
12. ..., Ag6
13. h4, hS
14. g x hS ! , ...
Desviando a tiempo el caballo de la casilla d5 y
abriendo /{neas para las torres
14. ..., C x hS
No servía 14. . . ., A x h5 15. A x h5, Tx h5 16. C x e4.
15. Dc2, Cf6
16. 0-0-0, ...
A pesar de su juego barroco, Breyer no ha
perdido de vista los principios esenciales, y sale
de la apertura con clara ventaja de desarrollo
16. ..., AfS
6
5
4
3
6
5
4
3
6
5
4
3
6
5
4
3
La Escuela Hipermoderna
a b e d e g h
a b e d e 9 h
a b e d e g h
a b e d e
25
31. La Escuela Hipermoderna
Havasi parece desorientado; esta jugada no se entiende bien.
17. Td-gl, Rf8
18. hS, as, ...
En busca de algún contrajuego; las negras han
sido superadas estratégicamente
19. bS, e x bS
20. A x bS, Tx hS
21. dS! , ...
Este fortísimo golpe estaba en el aire, y se realiza en el momento
oportuno.
Al igual que Nimzowitsch y Reti, Breyer era un gran táctico.
21. ..., Tx hl
22. Tx hl, Rg8
23. d6, Ab8
24. Ce4, ...
Aplastamiento total de la posición adversaria.
La original estategia de Breyer ha obtenido el más completo de los
éxitos.
24. ..., Aa7
2S. Ad4, Te8
26. f4! , ...
Y ahora, al mate; la amenaza 27. Dh2 es terrible
26. ..., A x es
27. d7! , ...
Más exacta que 27. Dh2, contra la que aún podía jugarse 27. ..., Ch7.
27. ..., C x d7
28. Dh2, f6
29. A x es, C x es
30. Dh8 + , Rf7
31. Ae8 + !
Y las negras abandonaron.
26
7
6
4
3
a b e d e
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a b e d e f g h
a b e d e f g h
32. Se llama «Escuela Hipermoderna» a una corriente renovadora
que aparece en el mundo del ajedrez en la segunda década del
siglo xx. Sus impulsores se caracterizaron por cuestionar algu
nos de los principios establecidos y aceptados y por proponer
nuevas ideas estratégicas, aunque no llegaron a constituir pro
piamente una escuela, dadas las diferencias que existían entre
ellos. Los tres representantes emblemáticos del Hipermodernis
mo fueron Gyula Breyer, muerto en plena juventud, Richard Reti
y Aaron Nimzowitsch; jugadores de la talla de Bogoljubov, Grün
feld, Colle, Tartakower y el propio Alekhlne participaron parcial·
mente de los puntos de vista de la corriente, sin llegar a inte
grarse positivamente en ella.
Richard Reti, el polifacético
Pocas figuras, si hay alguna, revistieron, en el universo del ajedrez,
la importancia de Richard Reti; fortísimo jugador, teórico, proble
mista incomparable, extraordinario pedagogo y profundo pensador,
su figura llena toda una época y marca su perfil indeleble en toda
la historia posterior del juego.
Reti nació en Pezinok, entonces Hungría (luego Checoslovaquia),
en 1889 y falleció en Praga sorpresivamente en 1929, a los 40 años,
víctima de una escarlatina.
Unía en su atractiva personalidad el rigor de una mente científica
con el temperamento artístico y la informalidad que se asocian con
la bohemia; esta curiosa simbiosis desorientó bastante a muchos de
sus contemporáneos.
Excepcionalmente dotado, estudió física y matemáticas en Viena,
durante su adolescencia y primera juventud, al tiempo que, sin des
medro de sus resultados académicos, frecuentaba los cafés de la bo
hemia, alternando con escritores, músicos -era, como tantos aje
drecistas, un apasionado melómano- y pintores.
Allí desarrolló su fuerza ajedrecística y trabó amistad con Gyula
Breyer; la aguda mente de ambos jóvenes les llevó rápidamente a
cuestionar los principios establecidos y a buscar nuevas ideas estra
tégicas.
La pasión por el ajedrez llegó a ser más fuerte que sus restantes in
tereses intelectuales, y al finalizar la Primera Guerra Mundial deci
dió dedicarse profesionalmente al juego.
Al mismo tiempo que participaba en los distintos torneos, escribía
varias columnas de ajedrez para periódicos y componía sus céle
bres estudios.
La Escuela Hipermoderna
27
33. La Escuela Hipermoderna
Al igual que Breyer, desarrolló ampliamente la facultad de jugar
a la ciega, y en 1925, en Sao Paulo, batió el récord de su difunto
amigo jugando 29 partidas a la vez en esta modalidad.
Sus resultados en torneos fueron notables: primero en Kaschau 1918,
delante de Vidmar y Schlechter; primero en Goteborg 1920, delan
te de Rubinstein y Bogoljubov; primero en Teplice-Sanov 1922, su
perando a Grünfeld y Rubinstein y empatando con Spielmann; se
gundo en Marich-Ostrau 1923, detrás de Lasker y superando a
Grünfeld, Bogoljubov y Rubinstein; quinto en Nueva York 1924,
detrás de Lasker, Capablanca, Alekhine y Marshall y superando a
Bogoljubov, Tartakower, Maroczy y Janovsky, entre otros (en este
torneo quebró la invencibilidad de Capablanca al ganarle una her
mosa partida, cuando el cubano llevaba ocho años sin conocer la
derrota); primero en Brno 1928, empatado con Saemisch.
Fue campeón de Checoslovaquia en 1925 y defendió el primer ta
blero de ese país en las Olimpiadas de 1927, obteniendo el premio
al mejor resultado en esa posición.
Esta intensa actividad no le impedía escribir, dar exhibiciones y com
poner estudios. En 1922 publicó su libro «Nuevas ideas en ajedrew,
que causó una fuerte impresión por lo atrevido de algunas de sus
tesis, y que fue rápidamente traducido a varios idiomas. Pero su
obra más importante fue «Los grandes maestros del tablero», una
historia pedagógica del ajedrez, obra clásica y siempre fresca, en
la que han aprendido a jugar generaciones de ajedrecistas. La pro
fundidad con la que Reti demuestra comprender los aspectos más
profundos de la estrategia ajedrecística, unida a la incomparable
claridad pedagógica de sus explicaciones, hacen de este libro una
pieza fundamental en la pedagogía del juego.
Existe en español otra notable obra de Reti editada bajo el título
«Curso científico de ajedrez»; se trata de la recopilación de una se
rie de conferencias que el autor dio en Buenos Aires, poco tiempo
antes de su muerte. Aunque no fue escrito directamente por Reti,
navega en todo el texto su intransferible capacidad para explicar clara
y sencillamente lo más difícil. Como pensador, Reti, que compren
día como nadie los principios que animaban el ajedrez clásico, cues
tionó la validez -o a veces, la validez absoluta- de algunos de es
tos principios, y aportó ideas nuevas y refrescantes, que estimularon
incluso a aquellos que no las compartían.
De todas sus aportaciones, la más importante fue sin duda la idea
de que los centros clásicos, ocupados por peones fijos, tenían tan
tas ventajas como inconvenientes, y que el dominio de las casillas
centrales con las piezas actuando desde lejos podía ser un factor
estratégico de la mayor importancia.
28
34. Su famoso sistema de apertura, aún vigente, que se basa en el desa
rrollo de ambos alfiles por «fianchetto», se fundamenta en esta idea
estratégica, y con ella obtuvo Reti algunos triunfos extraordinarios
(sus partidas contra Rubinstein de Carlsbab 1923 y contra Bogolju
bov de Nueva York 1924 -esta última premio de belleza- son dos
notables ejemplos).
Uno de los aspectos más curiosos de la rica personalidad de este
insigne maestro es su tendencia, de cuño romántico, a contradecir
en algunas de sus partidas sus propios principios.
Habiendo sostenido que la jugada l. e4 no era del todo satisfacto
ria (llegó al extremo de sugerir que todo movimiento de peón en
trañaba una debilidad), empleó con frecuencia esta apertura, y ob
tuvo algunos notables triunfos (su partida contra Max Euwe, que
comenzó con l . e4, e5 conduciendo Reti las negras, o el gambito
de Rey que le ganó a Flamberg en Abbazia 1912, son dos de ellos).
Es que, en el fondo, y pese al rigor científico de su pensamiento,
Reti tuvo siempre una visión artística del juego. Y su pasión última
era la de crear belleza.
Fue Reti un hombre encantador, culto y dotado de un extraordina
rio don de gentes; el prototipo del judío refinado y espiritual. Na
die habló jamás mal de él y dejó el más grato de los recuerdos. Su
muerte fue considerada una tragedia para el mundo del ajedrez, que
perdía así una de las mentes más originales y creativas que jamás
produjera.
En sus diversas facetas de jugador, pensador, teórico, problemista
y pedagogo, realizó, en su corta vida, una contribución al progreso
del ajedrez tan fecunda como tal vez ninguna otra figura haya al
canzado a realizar.
Blancas: Reti
Negras: Belgrano Rawson
Caro-Kahn
Buenos Aires, 1927
l. e4, ...
Reti sostenía que esta jugada no era satisfactoria;
pero nunca hay que pedirle coherencia a un poeta
l. ..., c6
2. d4, dS
3. Cc3, d x e4
4. C x e4, Cf6
La Escuela Hipermoderna
a b e d e g h
29
35. Milan Vidmar
(1885-1 962)
Tal vez lo que separó a este
Gran Maestro yugoslavo de ser
uno de los más serios candida
tos a un título mundial fue que,
a diferencia de Ja gran mayo
ría de sus contemporáneos, no
hizo del ajedrez su única acti
vidad. Vidmar era ingeniero
eléctrico y decano de la Univer
sidad de Ljubljana. A pesar de
ello, durante unos veinte años
estuvo considerado entre los
seis mejores ajedrecistas del
mundo.
Nació en Laibach, pero a cor
ta edad se desplazó a estudiar
a la capital austriaca. Cerca de
Viena, tuvo la oportunidad de
tomar parte en una gran com
petición: fue en Barmen (1905),
a Jo cual siguieron Jos torneos
de Viena (1907) y Car/sbad
(1907).
Puede decirse de Vidmar que
no tuvo tantos éxitos como Jos
otros grandes maestros de esa
época. Pocas veces ganó un
primer premio en Jos torneos
de primera línea, pero sin em
bargo se mantuvo invariable
mente en Jos puestos de van
guardia, casi siempre terceros
Jugares, de las competiciones
más fuertes. Esta regularidad
indica toda la fuerza que ponía
día a día en las partidas, y Ja
científica calma con que juga-
--�= ba." Estos aspectos le hacían
PARTIDA S
Un ilustre olvidado
Partida jugada en Berlín, 1918
Blancas: Rubinstein
Negras: Vidrnar
Milan Vidmar fue compañe
ro de generación de grandes
genios del tablero hoy en día
reconocidos por todos: Ale
khine, Capablanca, Nimzo
witsch, Reti, Rubinstein, Tar
takower y muchos otros. En
cambio, este excelente maes
tro yugoslavo es mucho me
nos conocido que sus coetá
neos a pesar de cosechar
sonadas victorias contra casi
todos ellos y en alguna oca
sión llegar a superarlos en las
tablas de los torneos. Justo es
reivindicar su nombre, que
tanto respeto se granjeó entre
sus colegas.
He aquí una de las muestras
de su genio. Un triunfo me
morable contra uno de los
mejores ajedrecistas de la pri
mer� mitad de siglo.
l. d4, Cf6
2. c4, es
Un año antes de esta partida,
los maestros húngaros Abon
yi, Baratz y Breyer inventaron
este sistema que tiene por ob
jeto atacar las casillas negras
del centro debilitadas con el
avance c4, y que recibió el
nombre de gambito Buda
pest. Vidmar colaboró en el
desarrollo de la variante.
3. d x e5, Cg4
4. Af4, Cc6
5. Cf3, Ab4 +
6. Cc3, ...
Contra 6 Cbd2 sigue 6. .. .
De7 y las negras recuperan de
inmediato el peón. Pero las
blancas están empeñadas en
defenderlo.
6. ..., De7
7. Dd5, A x c3 +
8. b x c3, Da3
Actualmente se prefiere la ju
gada 8. . . . , f6. De cualquier
forma, es más bien dudoso si
el ataque iniciado por Vidmar
habría triunfado si las blan
cas se hubieran defendido con
mayor cuidado.
9. Tcl, f6
10. e x f6, ...
36. FA MOSA S
No preocupa a las negras 10.
e6, d x e6! 11. Dh5 + , g6 12.
D x g4, e5, recuperando la
pieza con ventaja.
10. ..., C x f6
11. Dd2, d6
12. Cd4, 0-0
13. e3, ...
He aquí el error decisivo de la
partida. Es posible que con
13. f3 y después e4 las blan
cas alcanzaran una partida
más que jugable. No se pier
dan los lectores la maestría
con que Milan Vidmar ejecu
ta a su ilustre oponente, que
en todo momento carece de
escapatoria.
13. ..., C x d4
14. e x d4, Ce4!
15. Dc2, ...
Las blancas se ven obligadas
a abandonar la diagonal
15. ..., Das +
16. Re2, ...
Contra 16. Rdl las negras
prosiguen el ataque de la si
guiente manera: 16. . . . , Af5
17. Ad3 , C X f2 + ! .
16. ..., Tx f4! !
17. e x f4, AfS !
18. Db2, Te8
El continuo juego de descu
biertas obliga al rey negro a
acceder a una posición cada
vez más desagradable. Ahora
si 19. Rdl, Cg3 ! 20. h x g3,
Tel + + .
19. Rf3, Cd2 +
20. Rg3, Ce4 +
Las negras realizan una repe
tición de movimientos con el
objeto de ganar tiempo a su
cronómetro. Después de 21 .
Rf3 sigue 21 . . . . , h5 22. h3,
h4! con victoria inmediata
(23 . g3 , Cd2 + 24. Rg2,
Ae4 + ). Pero Rubinstein esco
ge una casilla más desafortu
nada aún para su monarca:
21. Rh4, Te6!
22. Ae2, Th6 +
23. AhS, Tx hS +
24. R x hS, Ag6 +
Y contra cualquier retirada de
rey, seguirá inapelablemente
Dh5 + + .
Vista de San Sebastián ,
la ciudad donde Vidmar
obtuvo el mejor resultado
de su carrera (segundo, a
sólo medio punto de
Capablanca y· empatado con
Rubinstein , en 1911).
un adversario temible hasta
para los más cualificados opo
nentes.
Probablemente su éxito más
notable fue el compartir la se
gunda plaza, empatado a pun
tos con Rubinstein y solo me
dio detrás de Capablanca, en
el torneo de San Sebastián de
1911. También destacan Lon
dres (1922), donde quedó ter
cero por detrás de Alekhine y
Capablanca y delante de Ru
binstein y Bogoljubov, o Has
tings 1926, primero compartido
con Alekhine. En Semmering
1926 volvió a superar a Rubins
tein y Nimzowitsch y sólo que
dó por detras de Spielmann y
Alekhine.
Después de la Segunda Gue
rra Mundial decayó mucho su
participación en torneos y a
partir de 1950 prácticamente
dejó de jugar. Nos quedan de
él algunas autobiografías escri
tas después de su retirada, en
las que se pueden contemplar
algunas de sus mejores parti
das y muchas producciones de
sus contemporáneos.
31
37. La Escuela Hipermoderna
Una de las líneas más interesantes de la Caro-Kahn. Las alternati
vas son 4. . . ., Af5 y 4. . . ., Cb-d7.
S . Cg3, ...
En una célebre partida contra Tartakower, Reti jugó aquí 5. Dd3,
y ganó de manera espectacular gracias al juego temerario de su gran
rival:
5. ..., e5 6. d x e5, Da5 + 7. Ad2, D x e5 8. 0-0-0! , C x e4? 9. Dd8 + ! ! ,
R X d8 10. Ag5 + , Rc7 1 1 . Ad8 mate!
s. ..., es
Las negras obtienen así un juego libre.
Pero la prematura apertura del juego no favorece su causa.
6. Cf3, e x d4
7. D x d4, D x d4
8. C x d4, Aes
Aparentemente las blancas no han logrado nada de la apertura; pero
Reti ha puesto su larga mirada en la casilla d6.
Las negras debieron jugar, más precavidamente, 8. . . ., Ae7.
9. Ae3, CdS
10. Ce4, C x e3
11. C x cs, C x fl
12. Tx fl, ...
Esta escaramuza simplificadora ha dejado a las negras con una po
sición levemente inferior, debido a su retraso en el desarrollo y, fun
damentalmente, a la falta del alfil de casillas negras, que deja la
casilla d6 en manos de las blancas.
32
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5
4
3
6
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38. Para explotar esta ventaja técnica se necesitaba el juego de un vir
tuoso, y Reti lo era.
12. ..., b6
13. Ce4, 0-0
14. 0-0-0, es
15. CbS, ...
Y ambos caballos blancos apuntan a d6. ¿Es eso tan grave?
La continuación del juego lo muestra con elocuencia.
15. ..., Ca6
16. Ce-d6, Ae6
17. f4! , ...
Y se ponen en evidencia, de pronto, las flojedades de la posición
negra.
La amenza f5 no deja demasiadas opciones.
17. ..., g6
18. h3, hS
Con la obvia intención de prevenir 19. g4 y 20. f5
19. Tf2, Rg7
20. fS! , ...
Definiendo estratégicamente la partida, sin que haya mediado nin
gún error notable de las negras.
Ahora la posición de los peones negros queda destruida.
20. ..., g x fS
21. C x fS + , Rg6
Si 21. ..., A xf5 22. Txf5, Rg6 23. Td-jl, Ta-d8
24. Tf6+, Rg7 25. Cd6, con posición dominante
22. Cb -d6
La casilla-trampolín sigue surtiendo efecto.
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3
La Escuela Hipermoderna
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39. La Escuela Hipermoderna
Ahora hay ataque directo sobre el rey.
22. ..., Ta- d8
23. Ce7 + , Rg7
24. g4! , ...
Efectivos contra el rey
24. ..., h x g4
25. h X g4, Cc7
Claro que no 25. ..., A xg4 26. Tgl, ganando
26. Tf-d2, Rf6
Se amenazaba 27. Cf5 + , ganando.
27. Cc6, Ta8
28. Tfl + , ...
Asalto final: las negras están perdidas
28. ..., Rg7
29. Cf5 + , Rg6
Si 29. ..., A xf5 30. g xf5, y el rey no tiene
refugio
30. Ces + ' RgS
31. Cd6!, ...
Siempre la casilla fatal; ahora cae el peón de f7.
31. ..., f6
32. Ce4 + , Rh6
33. C x f6, ...
Ganando material y amenazando 34. Th2 +
y mate
33. ..., Rg7
34. gS, CdS
35. Th2, Th8
36. ChS + , Rg8
37. Tf-hl!
Y las negras abandonaron. Una partida de extraordinaria riqueza.
34
Richard Reti fue uno de los ajedrecistas más importantes de la
historia en su múltiple dimensión de jugador, teórico, composi
tor y pedagogo. De su altísima aportación a la evolución y difu
sión del juego quedan vigentes sus bellísimos estudios, algunas
originales ideas estratégicas (en especial el dominio del centro
con piezas y desde lejos) y un libro Inmortal: celos grandes maes
tros del tablero...
8
7
6
5
4
3
40. Aaron Nimzowitsch, el revolucionario
Aaron Isayevitch Niemzowicz (o Nimzowitsch) fue el auténtico pa
ladín de la Escuela Hipermoderna, el que ha dejado una huella más
honda en la evolución posterior del ajedrez.
Nacido en Riga, Letonia, en 1886, vivió la mayor parte de su vida
en Dinamarca, donde murió en 1935. Como muchos niños judíos,
aprendió el juego con su padre en su primera niñez, y dedicó a él
toda su vida. Su importancia como jugador, que fue notable, cede
ante la trascendencia de su obra renovadora plasmada en un libro
fundamental: «Mi sistema».
Solterón, neurótico y misántropo, su mal carácter era proverbial y
le ganó muchas antipatías. Su extrema tensión nerviosa afectó con
frecuencia sus resultados, pero aun así estos fueron notables: terce
ro en Ostende 1907, detrás de Bernstein y Rubinstein; tercero en
Hamburgo 1910 detrás de Schlechter y Duras; segundo empatado
con Spielmann en San Sebastián 1912, debajo de Rubistein; prime
ro en Marienbad 1925, empatado con Rubinstein; primero en Dres
de 1926, delante de Alekhine; primero en Londres y Bad Niendorf
en 1927; primero en Berlín 1928; primero en Carlsbad 1929, delan
te de Capablanca; y primero en Frankfurt 1930. Quedó muy bien
en otros fuertes torneos, como Berlín 1928 (un torneo diferente al
que ganó el mismo año y en la misma ciudad), donde quedó segun
do tras Capablanca.
Sólo el cubano y Alekhine, en aquella época, pudieron superar esta
actuación global.
El juego de Nimzowitsch causó gran impresión en su tiempo; apa
rentemente jugaba contradiciendo principios que se consideraban
esenciales, y sin embargo ganaba, y no sólo por su gran habilidad
táctica, sino también por la corrección de sus bizarras concepcio
nes estratégicas.
Personalidad polémica y narcisista, se consideraba un revoluciona
rio en toda la línea, y sostuvo ácidas polémicas, no exentas de in
sultos, con algunos ilustres defensores de la escuela clásica, en par
ticular con Alapin y Tarrasch. Nimzowitsch sistematizó y explicitó
sus nuevos principios en tres obras que resultaron decisivas: «El blo
queo», de 1925, «Mi sistema», del mismo año, y «La práctica de
mi sistema», de 1929.
En estas obras el autor, con una prosa rica y llena de mordacidad,
explica sus renovadores puntos de vista sobre la estrategia ajedre
cística y utiliza una serie de expresiones de alto valor pedagógico,
que contribuyeron no poco a difundir sus ideas. El narcisismo de
Nimzowitsch, por momentos insoportable, hace que quien lea sus
La Escuela Hipermoderna
35
41. La Escuela Hipermoderna
libros pueda quedar convencido de que el ajedrez nace con él, y que
todo lo que se sabía hasta entonces estaba equivocado. En realidad,
muchas de las ideas que él presentaba como propias se encuentran
ya en partidas de Steinitz o Chigorín (recordar la célebre partida
de bloqueo que éste le ganó a Lasker).
Pero más allá de sus excesos, Nimzowitsch tenía razón al conside
rarse un revolucionario. Incluso las ideas que no eran de su inven
ción fueron desarrolladas y aplicadas con audacia extrema e hicie
ron temblar los conceptos establecidos.
Investigó profundamente el tema del bloqueo, que nadie había apli
cado como él hasta entonces; dio extrema importancia al juego cen
tralizado, creando expresiones como «centinela» o «puesto avan
zado», que hoy son de dominio general; a partir de estos principios,
estudió las aperturas desde una óptica totalmente original, y su obra
está plasmada en la cantidad de líneas que llevan su nombre y aún
se juegan.
Algunos de sus conceptos resultaban casi incomprensibles para sus
contemporáneos: decía, por ejemplo, que en la Francesa (1 . e4, e6
2. d4, d5), al jugar 3 . e5, las blancas trasladaban el ataque del peón
de e4 sobre el de d5 al peón de e6, lo que provocó comentarios bur
lones de Alapin. En realidad, Nimzowitsch tenía razón, pues par
tía del principio de que para atacar un punto había primero que
bloquearlo («frenar, bloquear y luego destruir»); desde esta óptica,
la jugada 3 . e5 bloquea el peón de e6 y amenaza destruirlo por me
dio de f4-f5 .
El pensamiento de Nimzowitsch era, en este punto como en otros,
demasiado avanzado para muchos de los ajedrecistas de su tiempo.
El ajedrez contemporáneo está lleno de ideas y aportaciones de Nim
zowitsch, tal vez en grado mayor que de cualquier otro maestro ex
cepto Steinitz.
Como suele suceder con los grandes innovadores, el iconoclasta ter
minó por convertirse en dogmático de sus propias innovaciones, que
llevó a veces a extremos excesivos, lo que le costó no pocos disgustos.
Vivió sólo en Copenhague, considerándose incomprendido e injus
tamente atacado, y allí murió de neumonía, después de tres meses
de agonía.
Sus expresiones, gráficas y afortunadas, han enriquecido la lexico
grafía de juego tanto como sus ideas: así, se habla de «peones col
gantes», «jugada misteriosa de torre» (la torre se coloca en una co
lumna cerrada), o «proxilaxis» sin que se recuerde, en general, al
autor de las mismas.
36
42. Otros de sus célebres dichos, «vale más la amenaza que la ejecu
ción», dio lugar a una anécdota de dudosa autenticidad, pero en
todo caso notable.
Eran proverbiales los puros que fumaba el Dr. Lasker, tanto como
el odio de Nimzowitsch al tabaco; se dice que en una ocasión, an
tes de iniciar una partida entre ambos, Nimzowitsch pidió amable
mente a Lasker que se abstuviera de fumar durante la partida. El
Dr. Lasker accedió gentilmente, pero en mitad del juego sacó uno
de sus célebres puros y, sin encenderle, comenzó a juguetear con
él. «Maestro», le dijo Nimzowitsch, nervioso, «me prometió usted
que no fumaría». «No estoy fumando, maestro», le respondió Las
ker con una sonrisa.
«Pero tiene usted el cigarro en la mano, y ello me pone nervioso»,
alegó Nimzowitsch; «ya ve usted, maestro», sentenció Lasker, so
carrón; «la amenaza vale más que la ejecución».
«Mi sistema» es una de las aportaciones fundamentales a la evolu
ción del ajedrez; su lectura es imprescindible para quien quiera rea
lizar progresos en el juego. Pero conviene no caer en el error de mu
chos estudiantes y no leerlo a destiempo.
El gran libro de Nimzowitsch debe leerse después de los grandes
textos del ajedrez clásico, pues si no se han comprendido los princi
pios de Steinitz y Tarrasch, no se puede captar cabalmente la im
portancia de las innovaciones del gran pensador letón.
Un precursor del ajedrez de hoy
Aaron Nimzowitsch fue uno de los grande:; innovadores del aje
drez del siglo XX; desarrolló y modificó muchos de los grandes
principios estratégicos establecidos y explicó de manera mag
nífica sus ideas en su gran obra ccMi sistema.., imprescindible para
todo aspirante a maestro.
La Escuela Hipermoderna
37
43. EJ ERCIGIOS 88
38
Ejemplo 1
a b e d e g h
Juegan negras
La posición del diagrama se dio
en una partida entre Max Euwe
y Richard Reti . Este, que
conducía las negras, afrontaba
graves problemas por la
amenaza blanca 1 . De8 + . Sin
embargo, una sorpresiva
maniobra táctica le permitió
obtener la victoria. Veamos
cómo prosiguió Reti la partida.
La mala posición de la dama
blanca permite a las negras
introducir una combinación
ganadora.
1 . . . . , Ah3!
2. D x a8, Ac5 +
3. Rh1 , . . .
(3. Te-d4, Axd4) y
mate a la siguiente)
3. . .. , A x g 2 + !
4 . R x g2, Df2 +
5. Rh3, ...
(5. Rh1, Df3 mate)
5. . . . , Df3 +
6. Rh4, Af2 +
7. Rg5, h6+
8. Rf5, Dh5
a b e d e
Y es mate.
Ejemplo 2
a b e d e
Juegan blancas
g h
g h
Otro espléndido ejemplo de la
imaginación de Reti , y también
contra Max Euwe. Reti había
j ugado débil mente la apertura, y
Euwe tuvo la oportunidad de
desarrollar un fuerte
contraataq ue. La última j ugada
de las negras fue C x d5,
capturando un peón que había
en dicha casilla; si 1 . Tx b2 las
negras reponderían 1 . . . . , Ax c3,
con ventaja decisiva. Pero la
falta de desarrollo de las negras
permitió al gran maestro
checoslovaco i ntroducir una de
sus famosas combinaciones.
Así lo hizo. La entrega
«inmortal» de las dos torres da
la victoria a las blancas.
1 . C x d5!, D x b1 +
2. Rf2, D x h1
3. A x e7, . . .
(Encerrado en medio
del tablero, el rey negro
está a merced de las fuerzas
blancas; se amenaza 4. De3)
3. . . . , d6
4. A x d6, Cc6
5. Ab5, Ad7
6. A x e&
6
5
4
3
a b e d e g h
Y las blancas ganaron.
44. EJ ERCICIOS 88
Problema 1
8
5
4
3
2
a b e d e
Juegan blancas
g h
U no de los geniales estudios de
Reti, variación de uno anterior
(y aún más bello) que el lector
ya conoce a través de este
curso; juegan las blancas y
hacen tablas.
Problema 2
2
a b e d e g h
Juegan blancas
Otra de las grandes creaciones
de Reti en el campo del
estudio; las blancas tienen dos
piezas de ventaja, pero los
peones negros amenazan
coronar; juegan las blancas y
ganan .
Problema 3
8
7
6
4
3
2
a b e d e
Juegan blancas
g h
Siempre Reti; j uegan las
blancas y ganan . El lector no
debe dejarse engañar por la
aparente sencillez del estudio;
como dato de ayuda, digamos
que Reti , al com poner este
estudio, pretendió encerrar una
dama en el centro matemático.
Problema 4
Juegan blancas
Otro estudio de Reti ; las
blancas j uegan y ganan .
Aparentemente es m uy sencillo,
pues 1. Cc3 gana la dama
negra; pero las apariencias,
tratándose de Reti , engañan.
Problema 5
Juegan blancas
Un célebre remate de
N imzowitsch ; jugaba con
blancas contra Alapin, en u n
juego con m ucho morbo por l a
polémica teórica q u e ambos
maestros tenían sobre la
defensa Francesa. Existe u n
elegantísimo golpe.
Problema 6
a b e d e g h
Juegan blancas
Otra m uestra del ingenio táctico
de N i mzowitsch ; llevaba las
blancas contra Anton Olson y
con u nos pocos enérgicos y
precisos golpes forzó el mate.
45. SOLUCION ES 88
Solución 1
1 . Rg6!, Rb6
2. R x g7, fS
3. Rf6, f4
4. Res, f3
S. Rd6
Y tablas, pues el peón de torre
no alcanza para ganar.
8
7
6
5
4
3
2
a b e d e g h
Si 1 . . . . , h5 2. R x g7 ! , h4 3.
R x f6, h3 4. Re6 y tablas, como
en otro famoso estudio del
compositor. Si 1 . Rg6, Rb6 2.
R x g7, h5 3. R x f6, h4 4. Re5! y
tablas. Es notable que con dos
peones netos de ventaja las
negras no puedan ganar esta
posición.
Solución 2
La sencillez de la posición es
sólo aparente; si 1 . Ac6+ , Rd6
2. Td4 + , Re5 3. Te4 + , Rd6 4.
Tx e6, e1 = D y tablas por
ahogado. Si 1 . Af5 + , Rd6 2.
Td4 + , Re?! 3. Te4 + , Rd8 4.
Tx e3, e1 = D y tablas otra vez.
La solución reside en permitir la
coronación y crear una red de
mate: 1 . AfS + , Rd6 2. Td4 + ,
Re7 3. Te4 + , Rd8 4. Ad7!! (un
espléndido golpe; si ahora 4. . . . ,
R x d7 5. Tx e3 y ya no hay
ahogado) 4. . . . , e1 = D S. AbS y
6. Te8 mate.
Solución 3
La primera impresión es que
con 1. Tx c1 , d x c1 = D 2. Cb3+
las blancas ganan fácilmente,
pero es un espejismo: 1 . Tx c1 ,
d x c1 = C! y tablas. Este primer
hermoso detalle tiene, sin
embargo, la clave de la
sol ución: 1. Tc2!, d1 = D 2.
Tx c1 ! (ahora sí; la dama se
retira a la única casilla en la
que no es capturada
inmediatamente) 2. . . . , DdS +
3. e4, Des (otra vez ú nica)
4. Ta1 + !
Y capturen las negras la torre o
no, la dama está perdida.
Solución 4
Después de 1 . Cc3+ , Ra1 ! la
dama negra no puede
capturarse por los temas de
ahogado. La solución está,
precisamente, en evitar estos
temas, que se repiten
notablemente como recurso de
defensa: 1 . Cc3 + , Ra1 ! 2.
Da4 + , Rb2 3. Da2 + , Rc1
(vuelve el tema de ahogado; la
dama es tabú) 4. Db1 +, Rd2 S.
Db2 + , Re1 (sinfonía de ·
ahogados) 6. Dc1 + , Rf2 7.
Cd1 + , Rf3 (claramente única;
cualquier otra pierde la dama y
no hay ahogado) 8. Dc3 + , Re2
(8. . . . , Re4 9. Dd4+ , Rf3
1 0. Dd5 +) 9. Db2 + !, Rd3! (y
vuelven los ahogados)
1 0. Da3 + , Rd2 (o e2) 1 1 .
Da2 + , Rd3 1 2. Cb2 + , Re3 1 a
Cc4 + , Rf3 1 4. Ces + y se
gana la dama.
Solución 5
1 . Af6!!, D x f6 2. Th-e1 + , Ae7
3. A x c6 + , Rf8 4. Dd8 + !,
A x d8 S. Te8 mate.
a b e d e g h
Solución 6
1 . Df4!, Rh6 2. Ce6 + , e x f4 3.
Ag7 mate.
a b e d e g h
46. UNIDAD
Como la biografía de Alexander Alekhine, cuarto
campeón de mundo, ya se ha tratado a lo largo de
esta obra, en esta unidad nos centraremos en comentar
extensamente uno de los grandes acontecimientos de la
historia del aj edrez: la disputa del Campeonato del
Mundo, celebrado en Buenos Aires en 1927, entre el
entonces campeón José Raúl Capablanca y el aspirante
Alexander Alekhine.
89
D Alekhine, campeón
del mundo
• Las condiciones del
matc h . «El protocolo
de Lond res»
• El campeón
• El aspi rante
• El ambiente previo
al match
• Las partidas
D Partidas famosas
• Sacrificio i nt uitivo.
M argate, 1938
D Ejercicios
• Partidas i l ustrativas
47. Alekhine,"
campeon
del mundo
El punto culminante de la carrera ajedrecística de Alexander Ale
khine, y uno de los hitos de la historia del ajedrez, lo constituye
el match por el Campeonato Mundial que disputó con José Raúl
Capablanca.
El encuentro tuvo lugar, tras arduas negociaciones, en Buenos Aires,
del 16 de septiembre al 28 de noviembre de 1927.
Las condiciones del match. cc EI protocolo de Londres»
Cuando Capablanca conquistó el título, no parecía existir en el mun
do nadie capaz de derrotarle. Y esa impresión se confirmó al año
siguiente al vencer en el torneo de Londres, 1922, de forma impre
sionante y sin perder partida.
En este torneo se inició la rivalidad con Alekhine, quien terminó
en segundo lugar, y también imbatido, pero con un punto y medio
menos. Hasta esta fecha había existido una buena relación entre ellos,
pues durante el torneo de San Petersburgo de 1914, ambos analiza
ron juntos variantes para emplear en el mismo. La rivalidad, sin
embargo, no fue debida al resultado del torneo, sino a las cláusulas
para disputar el Campeonato del Mundo, que prácticamente dictó
Capablanca, y que fueron aceptadas por Alekhine, Bogoljubov y
Vidmar.
Fue durante el torneo de Londres de 1922, cuando Capablanca dio
a conocer las condiciones por las que se regirían las futuras compe
ticiones en las que pusiera en juego el título mundial.
42
48. El «protocolo de Londres» establecía los siguientes puntos:
1) El match por el Campeonato del Mundo se jugaría a seis victo
rias; los empates no contarían.
2) Se jugarían cinco horas diarias y seis días por semana.
3) Se tendría que efectuar cuarenta jugadas en dos horas y media.
4) Los jueces y árbitros serían elegidos por los contendientes.
5) El campeón del mundo estaba obligado a defender el título, dentro
del plazo de un año, a contar desde el momento en que fuera
desafiado.
6) El campeón no estaría obligado a poner el título en juego si la
«bolsa» no reunía diez mil dólares, aparte de los gastos de viaje
y estancia.
7) De dicho fondo, se habría de entregar, por adelantado, un veinte
por ciento al campeón. El resto se distribuiría un sesenta por cien
to para el ganador y un cuarenta por ciento para el derrotado.
8) Una vez aceptado el desafío por el campeón, el aspirante tenía
que depositar una fianza de quinientos dólares.
El campeón
Capablanca, después de conquistar el título mundial, sólo había te
nido el éxito de Londres, 1922, que ya hemos comentado, y los de
sengaños de Nueva York, 1924, y Moscú, 1925, pues el torneo que
ganó en Lake Hopatcong, 1926, no fue de gran importancia.
Pero en el gran torneo de Nueva York de 1927, Capablanca consi
guió uno de los grandes éxitos de su carrera. Ganó el torneo aven
tajando a Alekhine en dos puntos y medio, y venciendo en todos
los pequeños matches, puesto que se jugaba a cuatro vueltas.
Sin embargo, este impresionante triunfo, sin perder pq.rtida y ha
biendo ganado una de las cuatro que disputó a Alekhine, fue lo que
verdaderamente le perjudicó, pues se consideró invencible y no se
preocupó en absoluto de prepararse para su enfrentamiento con
Alekhine, que se iba a celebrar varios meses más tarde.
Otra circunstancia que invitaba a la confianza era el hecho de que
nunca había perdido con Alekhine.
Sus doce enfrentamientos anteriores se habían saldado con cinco
victorias y ocho empates.
Alekhine, campeón del mundo
43
49. Alekhine, campeón del mundo
El aspirante
Desde que abandonó Rusia en 1921 e inició su impresionante carre
ra de triunfos, Alekhine ya tenía la obsesión de disputar el título
a Capablanca, a quien admiraba profundamente y conocía a la per
fección sus partidas.
En el torneo de Nueva York de 1924, Alekhine comprendió que to
davía no estaba maduro para batir a Capablanca, pues lo había su
perado, lo mismo que el viejo Lasker. Alekhine no se desanimó por
ello y continuó estudiando con ilusión y dureza. En 1925, venció
en el formidable torneo de Baden-Baden, en competencia con los
mejores jugadores, a excepción de Capablanca y Lasker. En la Na
vidad de 1925 obtuvo otra victoria importante en Hastings. En 1926
venció en los torneos de Scarborough, Buenos Aires y Birmingham.
Tras su segundo puesto en el gran torneo de Nueva York de 1927,
superado por Capablanca, Alekhine continuó su preparación lleno
de fe en sí mismo. Se trasladó a Europa y venció, invicto, en el tor
neo de Kecskemet.
Estos años de competición al más alto nivel y su preparación cons
tante y tenaz habían elevado al más alto grado la capacidad ajedre
cística de Alekhine. Esto, añadido a su férrea voluntad de vencer,
le capacitaban para convertir su sueño en realidad; derrotar a Ca
pablanca y ser campeón del mundo.
El ambiente previo al match
El encuentro despertó una espectación inusitada en todo el orbe aje
drecístico.
Capablanca era un héroe para los aficionados de Latinoamérica y
de EE UU, donde residía. Pocos ajedrecistas confiaban en que Ale
khine pudiera desbancar al genial cubano, cuyos seguidores le con
sideraban prácticamente invencible.
Veamos lo que opinaban los maestros al respecto de este match.
Spielmann: «Alekhine no ganará ni una partida». Bogoljubov: «El
resultado final será 6-3 a favor de Capablanca», opinión que com
partían Nimzowitsch y Maroczy.
Sin embargo, tres años antes Lasker había dicho: «Alekhine puede
obtener un buen resultado contra Capablanca si el encuentro no se
celebra en La Habana».
Tartakower había escrito: «Capablanca ganó el torneo de Londres
de 1922 porque es el campeón del mundo; Lasker el de Nueva York
44
50. de 1924, como si fuese todavía el campeón del mundo, pero Ale
khine ganó el torneo de Baden-Baden como un verdadero campeón
del mundo». Reti tenía cierta confianza en el aspirante y afirmó:
«Alekhine puede ganar si juega como en Baden-Baden, 1925, si con
sigue dominar sus nervios».
Por su parte, Alekhine, tenía plena confianza en sí mismo, tal como
se desprende de sus declaraciones a la prensa antes de embarcarse
para Buenos Aires: «No sé cómo podré ganar seis partidas a Capa
blanca, pero tampoco sé como me las podrá ganar él a mí».
Las partidas
Blancas: Capablanca Negras: Alekhine
Partida: 1
Defensa Francesa
l. e4, e6
2. d4, d5
3. Cc3, Ab4
4. e x d5, e x d5
5. Ad3, Cc6
6. Ce2, Cge7
7. 0-0, Af5
8. A x f5, C x f5
9. Dd3, Dd7
10. Cdl, ...
El blanco desea eliminar el caballo negro de «f5», pero esto le cuesta
demasiados tiempos. Era más apropiado 10. Af4.
10. ..., 0-0
11. Ce3, C X e3
12. A X e3, Tfe8
13. Cf4, ...
Esto es una imprecisión seria. Capablanca pudo mantener la parti
da igualada mediante 13. Af4, y 14. c3 .
Alekhine, con su próxima jugada, introduce elementos tácticos en
la partida.
13. ..., Ad6! Invitando al blanco a entrar en una lucha aguda con
14. C x d5, A x h2 + 15. R x h2, D x d5. 14. Tfel, ...
Otra imprecisión. Debía impedirse al caballo negro el acceso a «b4»
mediante 14. c3 . 14. ..., Cb4 15. Db3, Df5 16. Tacl?, ... Era preferi
ble 16. Tecl .
6
5
4
3
Alekhine, campeón del mundo
a b e d e f g h
a b e d e f g h
a b e d e f g h
45
51. A/ekhine, campeón del mundo
La posición blanca era delicada y con sus dos últimas jugadas Ca
pablanca permite a su adversario una pequeña combinación. 16.
..., C x e2! 17. Tx e2, D x f4. Tal vez Capablanca omitió esta juga
da. Después de 17 . . . . , A x f4 18. Tc5 las blancas recuperaban fácil
mente el peón. 18. g3, DfS 19. Tee2, b6 20. DbS, hS 21. h4, Te4.
Amenanzando tomar el peón «h» y dar mate. Capablanca juega
la carta del contraataque. 22. Ad2, Tx d4 23. Ae3, Td3 24. Aes, Td8
2S. A x d6, Tx d6 26. Tes, Df3 27. Tx hS, D x hS 28. Te8 + , Rh7 29.
D x d3 + , Dg6 30. Ddl, ... Las blancas han desplegado una notable
actividad, dificultando la realización de la ventaja negra.
Sin embargo, Alekhine encuentra el procedimiento adecuado: de
vuelve el peón de más y recupera la iniciativa.
30. ..., Te6
31. Ta8, Tes
32. Tx a7, eS
33. Td7, De6
34. Dd3 + , g6
3S. Td8, d4
36. a4, Tel +
37. Rg2, De6 +
38. f3, Te3
39. Ddl, De6
40. g4, Te2 +
41. Rh3, De3
42. Dhl, Df4
43. hS, Tf2
Las blancas abandonan. La débil apertura jugada por Capablanca
no desmerece el brillante juego de Alekhine.
El match se había iniciado con la sorprendente derrota del favori
to. No obstante, Capablanca se recuperó bien de este revés. Asentó
su juego y consiguió rápidamente tomar el mando del encuentro
con victorias en la tercera y séptima partidas.
En ellas inicio el juego con l . d4, apertura que mantuvo durante
el resto del match. Solamente en la primera partida se inició el jue
go con l . e4.
Blancas: Capablánea
Partida: 3
Negras: Alekhine
Defensa India de Dama
l. d4, Cf6 4. Ag2, eS
2. Cf3, b6 S. 0-0, e x d4
3. g3, Ab7 6. C x d4, A x g2
7. R x g2, dS
8. e4, e6?
Como veremos, esto constituye un error. Lo procedente era 8. . . . ,
d x c4 9. Da4 + , Dd7 y si 10. Cb5 responder con 10. . . ., Dc6 + y
11 . . . ., Cbd7.
46
8
6
5
4
3
3
2
6
5
4
3
a b e d e f g h
a b e d e f g h
a b e d e f g h
52. A 10. D x c4 el negro podía contestar con 10. . . . , Dd5 + cambiando
las damas; en ambos casos se igualarían las posibilidades.
9. Da4 + , Dd7 12. Af4, Tc8
10. CbS, Cc6 13. Tcl, AcS?
11. c x dS, e x dS
«En esta partida, los nervios me dominaron por primera vez», dijo
posteriormente Alekhine, y señaló que tras esta jugada tenía la par
tida perdida. Debí haber proseguido con 13 . . . ., Ce4.
Con su próxima jugada Capablanca fuerza a su oponente a entre
grar dos piezas menores por una torre.
14. b4! , A x b4
lS. Tx c6, Tx c6
16. D x b4, Ce4
17. Cd2, C x d2
18. D X d2, 0-0
19. Tdl, Tes
20. Cd4, Te8
21. Cb3, Tcc8
Capablanca comentó posteriormente: «Las operaciones iniciadas con
el movimiento 21 . Cb3 son dignas de atención. Decidí atacar el rey
negro, a pesar de tener las negras dos peones libres en el flanco de
dama.»
Alekhine opta por cambiar su peón central por el peón «a» blanco.
22. e3, Da4
23. D X dS, Tc2
No es posible
23. ..., D x a2
por 24. Tal
24. Td2, Tx a2
2S. Tx a2, D x a2
26. Dc6, Tf8
27. Cd4, Rh8
28. Aes, f6
29. Ce6, Tg8
30. Ad4, h6
Capablanca, con un juego muy preciso, ha emplazado sus piezas
en las casillas ideales para atacar al monarca negro.
El tema de ataque del blanco es el sacrificio del caballo en «g7»,
que el negro no puede evitar.
31. h4, Dbl
32. C x g7, Dg6
33. hS, Df7
34. CfS, Rh7
3S. De4, Tes
36. Df4, Df8
Y las negras abandonaron.
37. Cd6, Te7
38. A x f6, Da8 +
39. e4, Tg7
40. A x g7, R x g7
41. CfS + , Rf7
42. Dc7 +
8
6
5
8
6
5
4
3
6
5
4
3
2
Alekhine, campeón del mundo
a b e d e f g h
a b e d e f g h
a b e d e f g h
a b e d e f g h
47
53. Alekhine, campeón del mundo
Blancas: Capablanea Negras: Alekhine
Partida: 7
Gambito de Dama. Defensa Cambridge-Springs
l. d4, dS
2. e4, e6
3. Ce3, Cf6
4. Cf3, Cbd7
S. AgS, e6
6. e3, Das
En este match Alekhine utilizó en diversas ocasiones la defensa
Cambridge-Springs con fortuna variable.
Lo curioso es que nunca la utilizó en los torneos.
7. Cd2, Ab4 11. A x f6, C x f6
8. De2, 0-0 12. d x eS, Ce4?
9. Ah4, ...
Esta jugada, que tiene por objeto preparar Ad3,
se debe a Capablanca y fue utilizada por primera
6
5
vez en esta partida 3
9. ..., es
10. Cb3, Da4
Un arriesgado sacrificio de peón
Capablanca refutará esta idea interesante pero errónea. Lo peor es
que Alekhine invirtió más de una hora en analizarla, y estuvo el
resto de la partida agobiado por la falta de tiempo.
13. e x dS, A x e3 +
14. b x e3, C x eS
lS. Tdl, e X dS
16. Tx dS, C x b3
17. a x b3, De6
18. Td4, Te8
Las dificultades del blanco para completar el desarrollo parece que
compensan el peón de desventaja del negro.
Capablanca resuelve las dificultades renunciando al enroque a cam
bio de abrir líneas en el flanco de rey.
19. Ad3, D x g2
20. A x h7 + , Rf8
21. Ae4, Dh3
22. Dd2, Ae6
23. e4, as
24. Tgl, D X h2
2S. Thl, De7
26. Db2, ...
26. ..., Des
27. AdS! , Ta6?
Se amenaza 27. Da3 +, Rg8 28. A h7+, Rh8
29. T4h4
Una posición inferior y la escasez de tiempo son la causa de este
error. Planteaba mayores dificultades 27. . . ., Tadl
48
a b e d e f g h
a b e d e f g h
a b e d e f g h
a b e d e f g h
54. Ahora Capablanca fuerza la victoria con golpes contundentes.
28. Te4, Td6
Si 28. ..., Rg8 29. Tgl
29. Th7, Re7
30. D X g7, Rd8
31. A x e6, f x e6
32. D x b7, Db4 +
33. D x b4, a x b4
34. eS, Te6
3S. Tx b4, Tx eS
36. Ta7
Y las negras abandonaron. Esta partida es la que Capablanca jugó
mejor en su enfrentamiento con Alekhine.
Tras las diez primeras partidas del match el resultado era favorable
a Capablanca por 5,5 a 4,5.
Todo parecía indicar que Capablanca, una vez repuesto del revés
sufrido en la primera partida, controlaba el encuentro y estaba en
buenas condiciones para revalidar su título de campeón. Sin em
bargo, en la undécima partida Capablanca cometió varios errores
en el final y perdió una partida que pudo haber entablado.
Este hecho repercutió en la siguiente partida que también fue gana
da por Alekhine, el cual jugó con gran decisión.
Blancas: Alekhine
Partida: 12
Negras: Capablanea
Defensa ortodoxa del gambito de Dama.
l. d4, Cf6 S. e3, Ae7
2. e4, e6 6. Cf3, 0-0
3. Ce3, dS 7. Tel, e6
4. AgS, Cbd7 8. De2, a6
9. a3, h6
10. Ah4, Te8
11. Tdl, bS
12. e x bS, e x bS
Una de las constantes de este encuentro fue el uso casi exclusivo
del gambito de Dama por ambos maestros.
El tema estratégico de esta posición consiste en la lucha por la co
lumna «c», y en la ocupación por los caballos de las casillas «c4»
y «C5».
13. Ad3, Ab7
14. 0-0, Te8
1s. Dbl, Das
16. Ce2, Cb6
17. Ces, Ce4
18. A x f6, A x f6
A cambio de la ocupación de «c4», el negro permite que su rey sea
empujado al centro del tablero.
5
4
2
8
7
4
2
Alekhine, campeón del mundo
a b e d e f g h
a b e d e f g h
a b e d e f g h
49
55. 50
Sacrificio intuitivo
Partida disputada en Margate, 1938
Blancas: Alekhine
Negras: Book
Gambito de Dama aceptado
l. d4, d5
2. c4, d x c4
3. Cf3, Cf6
4. e3, e6
5.. A x c4, c5
6. 0-0, Cc6
7. De2, a6
8. Cc3, b5
9. Ab3, b4
10. d5! , ...
5
4
3
a b e d e f g h
Inicio de una maniobra en
gran estilo, en el curso de la
cual las blancas sacrificarán
una torre para provocar una
clavada paralizadora del desa
rrollo del adversario.
10. ..., Ca5
11. Aa4 + , Ad7
12. d x e6, f x e6
13. Tdl ! , ...
5
a b e d e f g h
··.· Después de 13. A x d7 + ,
D x d7 14. Tdl , Dc8 el juego
quedaría completamente ni
velado.
13. ..., b x c3
14. Tx d7, ...
La clavada parcial se ha con
vertido en total, y las negras
PARTIDA S
se verán muy apuradas para
consolidar la posición.
14. ..., C x d7
15. Ce5, Ta7
16. b x c3, Re7?
Error debido al comprensible
deseo de liberarse de la clava
da. Era mejor 16. . . . , Ad6 o
16. . . ., Db8, con una posición
muy difícil, pero defendible.
17. e4, Cf6
18. Ag5, ...
Las negras tienen todavía una
torre de ventaja, pero no se
acierta a encontrar una defen
sa adecuada para rechazar el