Este documento describe varios oficios tradicionales del pueblo de Villanueva del Arzobispo como alpargateros, carboneros, hojalateros y otros. Explica que los alpargateros fabricaban alpargatas manualmente usando cáñamo o esparto, que eran un calzado común y barato. También describe juegos tradicionales de la infancia como jugar con bolas, el trompo y otros juegos callejeros ahora en desuso.
9. 8
Agradecimientos
Al colectivo cultural la Moraleja que ha
publicado y lo sigue haciendo mis trabajos
relacionados con los oficios antiguos, y en particular a
Manuel López Fernández y Sebastián Medina
González; el primero por su ayuda incondicional y el
segundo por haberme sugerido la realización de estos
trabajos.
A las personas que se han visto reflejadas en los
artículos y a las que me han proporcionado cuanta
información he requerido
12. 11
INTRODUCCION
Cuando llevaba varias semanas colaborando en
la revista La Moraleja con artículos referidos a
filatelia en su mayor parte, se me ocurrió un día
mandar un artículo diferente. En este caso trataba de
los juegos de mi infancia que con el paso del tiempo
se van perdiendo, y solo quedan en el recuerdo.
A la vista de aquél trabajo, un día que saludé en
Villanueva a Sebastián Medina, me propuso que
investigara sobre oficios de antaño cosa que me
pareció bien y a partir de entonces he dedicado a ella
varios años.
He narrado en muchas ocasiones mis recuerdos
personales, y en otras muchas he contado con la
colaboración de varios villanovenses que me han
suministrado información propia o de sus familiares y
en otros casos me han facilitado el contacto con las
personas adecuadas durante mis pocas visitas a
nuestro pueblo
13. 12
El presente libro es una recopilación de los
artículos publicados en la revista La Moraleja.
Algunos de ellos inéditos.
Incluyo también los juegos y canciones
infantiles, ya que afortunadamente, ese era el oficio
de los chiquillos de mi infancia.
Gracias a todos los que con su ayuda han
permitido la realización de estos artículos que hoy se
ven agrupados y que espero sean de utilidad para
recuerdo de mi generación y curiosidad para las
generaciones venideras.
Hay otros muchos oficios derivados del ganado
lanar cuya vigencia se remonta al siglo XVI y que
aunque no se van a tratar aquí, sí quiero dejar
constancia de su existencia. Tales oficios eran:
Cardadores, bataneros, tundidores, perailes,
cortadores, hiladores, tejedores, adalides, etc…
Otros más próximos en el tiempo fueron
tratados acertadamente en la revista la Moraleja por
Antonio Arroyo Serrano, como ajorradores, hacheros
recoveros y pineros, pero relacionados con la sierra y
los cortijos en su mayoría abandonados al día de hoy.
14. 13
JUEGOS DE ANTAÑO
En los tiempos actuales, se practican poco los juegos de
chiquillos en la calle. Seguramente, algunas de las causas son, el
aumento del nivel de vida, ya que los padres pueden comprar a
sus hijos muchos juegos que en otros tiempos no podían, los
coches aparcados que reducen el espacio, la seguridad del hogar,
etc. La Play Station, los ordenadores, los coches teledirigidos, los
teléfonos móviles y muchos más, han desplazado a nuestros
modestos y baratos juegos de bolas y tantos otros olvidados, que
creo de justicia recordar, ya que con sus formas y vocabulario,
forman parte de la pequeña historia infantil de Villanueva. No me
atrevo a reseñar los femeninos, ya que los recuerdos de los
mismos son más difusos
Bolas.-
Con las bolas hay gran variedad de juegos. El
triángulo es uno de ellos que consiste en que cada
jugador pone encima de una piedra (supuestamente
debía tener forma de triángulo, pero casi nunca la
tenía, también se podía trazar si se jugaba en arena) la
misma cantidad de botones (o el mismo valor), que
había que ir sacando a chetes de bola. El juego se
acababa cuando el triángulo quedaba vacío. Los
botones tenían valor según su tamaño. Los más chicos
valían uno, los medianos valían dos, y los más
15. 14
grandes denominados papas valían 4. Había papas
muy grandes cuyo valor era de ocho. Cada chiquillo
tenía su capital formado por una bolsillá de botones y
bolas.
Juego de saltos
El guá era un juego en que había que meter la
bola en un agujero hecho en el suelo tirándola con la
mano. Se sujetaba con el dedo índice o corazón
16. 15
doblados, y se impulsaba con la uña del dedo pulgar.
No tiene nada que ver con el golf.
Otros juegos, eran el chete bola o el chete
bolillo. Había que tener mucho cuidado, ya que si
daban un chete a nuestra bola (o bolillo), nos la
ganaba el contrario.
Diferentes tipos de bolas.-
Bola ordinaria, tenía unos 15 milímetros de
diámetro y era la más abundante, con su superficie
lisa cuando estaba nueva que se iba desgastando con
el uso.
Bolillo, más pequeño que la bola y muy duro y
bonito mucho más apreciado que la bola. Había
bolillos de níquel que procedían de los rodamientos, y
eran muy escasos.
Cristala, que tenía un tamaño intermedio entre la
bola y el bolillo, como su nombre indica era de cristal
y tenía dibujos de formas y colores diferentes y de
gran belleza en su interior.
Tiraora o tinosa, era la bola preferida de cada
uno, porque era la que más puntería tenía. Un poco
mas pequeña que la bola ordinaria, y algo mayor que
17. 16
la cristala, tenía la superficie algo rugosa, y pesaba
menos que las otras.
Los platillos.-
Eran los tapones de chapa de las cervezas o
refrescos que una vez machacadas las tirábamos
contra la pared, y si quedaban a menos de una cuarta
de la chapa del contrincante, este la perdía.
Juego del trompo
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El trompo.-
Es un juego que aún se conserva. Los había de
varios tamaños, y sobre todo de diferentes pubas.
Cuando se compraban venian con puba de bomba, que
se salía y se perdía, por eso era conveniente cambiarla
por una de burro, que se podía conseguir en un banco
de herrador, (en el sitio donde había uno de estos
bancos ironías de la vida, hoy hay una caja de
ahorros) y eran las que se usaban para fijar las
herraduras de burros y caballos. La mejor era la de
tornillo. Se metía con un destornillador y cuando sólo
quedaba fuera la cabeza, ésta se limaba, sacándole
punta.
Juegos en la calle
19. 18
Se tira el trompo de dos formas diferentes, a
picón y a rebastreao.
Ciminicerra.-
Generalmente el mayor de los chiquillos es la
madre, que se sienta en un escalón habiéndose quitado
el cinturón, que lo cogen entre todos los demás
chiquillos. La madre empieza diciendo:
Ciminicerra,¿que fruta lleva?, un arbolito, un
arbolito... enumerando características del árbol, y a
cada una de ellas se respondía tratando de averiguar el
nombre del árbol. El que averiguaba el nombre cogía
el cinto, y perseguía a los demás tratando de atizarles.
Los Castros.-
En el cruce de las calles Canalejas, Eras, Nueva
y Veracruz, se practicaba este juego entre cinco
chiquillos. Cuatro ocupaban cada una de las esquinas,
y el quinto se ponía enmedio de la calle tratando de
ocupar una de las esquinas cuando los demás se
movían.
La Pítile.-
Con un palo largo de unos ochenta centímetros,
había que golpear otro más corto, de unos quince o
veinte centímetros y de extremos puntiagudos,
tratando de alejarlo. Hay que tener habilidad para
levantar el palo chico con un pequeño chete, a una
altura desde la que se pueda repetir el golpe y lanzarlo
20. 19
lo más lejos posible del punto de partida. Se desplaza
uno hasta el sitio donde ha caído, y repite la
operación, y luego otra vez más, hasta tres. El
contrario tiene que llevar a cuestas al tirador desde el
punto al que llegó el palo chico hasta el punto de
partida. Después se repite la operación cambiando los
papeles.
Engarrillas.-
En el biombo de la era Córdoba guardábamos
muchas bolas de barro que íbamos preparando con la
antelación suficiente para que se secaran y el jueves
por la tarde que no había escuela, nos peleábamos los
chiquillos de un barrio contra los de otro, utilizando la
munición preparada previamente. Algunos tiraban
piedras, y se llegó a producir más de un descalabro
Sevilla Eléctrica.-
Para este juego, había un chiquillo que amogaba,
y los demás saltaban sobre él, precedidos de la madre
que decía que lance del juego había que hacer en cada
ocasión. Recuerdo algunos como: espolique inglés,
espolique español, lebrillos, escupitinajo a pulso o
tren eléctrico con marcha atrás a darle al último. En
este caso, el último siempre perdía.
Maisa.-
Aquí, amogaban uno o dos chiquillos, el
primero se agarraba a una ventana y los demás
21. 20
saltaban sobre los anteriores. Había que mantenerse
encima de los que hacían de burros, y los que antes
caían al suelo eran los que amogaban en la próxima
ocasión
El Esconder.-
Un chiquillo se tapaba los ojos para no ver
donde se escondían los demás que luego él buscaría.
Para que se escondieran les daba un tiempo que era el
que transcurría mientras cantaba la siguiente canción:
Una doni quini quineta estando la mona en sus
plazoleta, vino Gil y apagó el candil, candil candol,
cuenta la hora que da el reloj; una, dos.., veintitrés y
veinticuatro. Ronda ronda el que no se haya escondío
que se esconda, una dos y tres a buscarlo a él.
El Banderín.-
Para este juego había que echar pies entre dos
capitanes, izquierdo, derecho, izquierdo, derecho...,
monta y cabe, y el que decía cabe, era el primero que
empezaba a elegir para formar su grupo, que una vez
completado se numeraba. Se colocaban los grupos
uno frente a otro a una distancia convenida, y el
banderín en el centro con una raya que separaba los
dos campos.
El banderín era un pañuelo que sujetaba un
chiquillo y que colgaba de su puño con el brazo
estirado. Este decía un número y los chiquillos que
tenían el número gritado corrían hacia el centro a
22. 21
tratar de coger el banderín y llevarlo a su grupo
eliminando así al contrario. Si te pasabas de la línea
central o eras tocado por el contrario cuando llevabas
el banderín, perdías.
Hay otros más como los santos, manos
arriba..., que ya sería demasiado prolijo relatar
Hoy hemos hablado de los juegos infantiles
masculinos y creo que en otra ocasión deberemos
hablar de los femeninos, que principalmente
consistían en canciones.
Para terminar, significar, que las
administraciones postales de varios países sensibles a
estas costumbres, se ocupan de emitir sellos
relacionados con estos juegos como los de las
fotografías, que han sido emitidos por España,
Andorra, Méjico e Italia. Y tal vez nuestras
autoridades municipales debieran hacer algo para
recuperar algunos de estos juegos como se hace en
otras ciudades.
24. 23
ALPARGATEROS
A principios de los años sesenta se estableció en
Villanueva una familia procedente de Caravaca de la
Cruz, vivieron y trabajaron en la calle Nueva, al
principio de la acera de los pares. Pasado un tiempo
alquilaron un local en la calle Canalejas, frente al "Arca
de Noé" donde pusieron una pequeña tienda, y como
reclamo en la parte externa, encima de la puerta
colocaron una gigantesca alpargata de color gris,
aunque la misma también estuvo colgada anteriormente
en el domicilio de la calle Nueva.
El padre de nombre Jesús, era el maestro
alpargatero, y tenía como ayudante a su esposa, y
como aprendices a sus hijos, Jesús el mayor y Juan el
pequeño, sus padres le llamaban Juanico, que tenía mi
edad, (éramos de un tiempo que se decía en Villanueva)
por eso, y por ser vecinos, jugábamos juntos, y en
muchas ocasiones recuerdo como los demás niños nos
quedábamos absortos contemplando como se
fabricaban manualmente las alpargatas, ya que con el
buen tiempo trabajaban en la calle. Bastaba con sacar a
la acera la mesa de trabajo.
25. 24
Tengo vagos recuerdos de otra alpargatería al
final del paseo, en las cercanías de tejidos "Mi Tienda".
Antaño, las alpargatas, eran un artículo de
primera necesidad para el calzado diario, ya que eran
baratas, y no todo el mundo tenía poder adquisitivo
suficiente como para comprarse unos zapatos, que
además se guardaban para los domingos.
Alpargatas
La materia prima para la fabricación de
alpargatas es el cáñamo, con el que se hace la suela,
26. 25
también se podían hacer de esparto, pero este resiste
menos. Precisamente la zona de Caravaca y su
comarca, era una gran productora de cáñamo. La parte
que cubre el pie es la tela, generalmente de algodón. En
la actualidad, se fabrican las suelas con yute que en su
mayor parte se importa de Asia, y además se recubren
exteriormente con una capa de caucho mediante un
proceso de termosoldadura con máquinas al efecto, al
objeto de obtener una mayor duración.
La fabricación manual de la suela se hacía
cosiendo la cuerda gruesa de cáñamo a la que se iban
dando varias vueltas alrededor de sí misma, con una
lezna de gran longitud, para darle forma. El cosido se
hacía sobre una mesa de alpargatero. Esta mesa, de
madera, o banco de trabajo tenía forma semicircular
inclinada hacia la parte más alejada del operario y en su
parte central un vástago cilíndrico de madera terminado
en forma de horquilla que servía para ayudar a coser y
dar forma a la suela. El tablero tenía un rebaje
cilíndrico de unos pocos milímetros de profundidad
donde se ponía un poco de aceite para untar la lezna
cuando el cosido se ponía duro. El asiento del
trabajador también formaba parte de la mesa, y se
colocaba perpendicularmente a la parte recta del
tablero.
La madre cortaba y cosía las telas de algodón,
que generalmente eran de colores, grises, negros o
27. 26
blancos. Esta era la última fase de la fabricación de las
alpargatas que se hacía con hilo de algodón y era muy
importante, ya que la calidad del cosido era
fundamental para la consistencia definitiva del calzado.
El corte se hacía con unos patrones sobre varias capas
de tela superpuestas, sacando varias piezas a la vez.
El cáñamo es una planta, familia de las
cannabáceas procedente de Asia Central. Tiene una
altura de unos dos metros y un tallo erguido, ramoso,
áspero y hueco. Sus hojas son lanceoladas y opuestas,
siendo sus flores verdosas, y su simiente el cañamón, de
forma redondeada, que una vez tostado era un manjar
infantil de gratos recuerdos.
Para la obtención de la fibra textil, se tiende la
caña al sereno, embalsándola en agua estancada, con lo
que una vez fermentada, se separa de la caña,
obteniéndose la hilaza de un color más oscuro. Si se
quería que la hilaza fuera más blanca, había que
sumergirla en agua corriente.
Una variedad del cáñamo, es el cannabis
(hachís), que tiene menor calidad textil, y propiedades
estupefacientes e hipnóticas al ser fumadas sus hojas
secas según perniciosas costumbres. Se usa también en
medicina para tratar afecciones crónicas espasmódicas,
como asma, parálisis agitante y tos ferina.
28. 27
CARBONEROS
Cuando nos sentamos a la mesa para comer, es
posible que pensemos en como se prepara la comida
que estamos tomando, en unas modernas cocinas,
equipadas con vitrocerámica, con gas ciudad, o con gas
butano que compramos en unas pesadas bombonas
metálicas equipadas con válvulas de seguridad, que se
caracterizan además de su comodidad, por su limpieza.
Son unas fuentes de energía modernas que se han ido
implantando con el paso de los años.
Antes de estos sistemas para cocinar, se
utilizaban unos infernillos cuyo combustible era el
petróleo, que impregnaba una torcida de estopa a la que
se prendía fuego, y con anterioridad, se utilizaban las
lumbres que se encendían en las cocinas de las casas,
sobre una peana de hierro con leña, cada cocina tenía
una chimenea que cada cierto tiempo había que
deshollinar para evitar que se prendiera fuego por la
acumulación de hollín.
En esas lumbres que además servían como
calefacción para calentar la casa en invierno, se
29. 28
cocinaba con algunos útiles ya desaparecidos como las
trébedes para apoyar las sartenes, el morillo para sujetar
el puchero, el hocino para cortar la leña, o las tenazas
para coger las ascuas.
En las casas donde no había esa peana de hierro,
se cocinaba en un espacio mas reducido, que era una
hornilla con un recipiente, donde se quemaba el carbón
vegetal, que era el combustible más utilizado.
El carbón vegetal se fabricaba en el campo.
Había que acumular la leña, en nuestra tierra,
naturalmente de olivo y transportarla hasta el lugar
donde se montaba la pira o carbonera, que era un
espacio llano, limpio y a ser posible ya utilizado para
ese mismo fin, ya que en caso de ser nuevo el suelo
había que cubrirlo con una espesa capa de carbonilla
residual, para evitar que el calor del fuego reventara las
piedras, y se produjeran corrientes de aire que
descontrolaran la cocción uniforme. Para construir la
pira, se ponía un largo palo maestro, verticalmente, de
unos dos o tres metros de alto, esta longitud dependía
de la altura que se le diera a la carbonera. Alrededor de
este palo se van colocando otros por parejas
horizontales y cruzadas perpendicularmente, que
posteriormente van a constituir la chimenea de la pira,
una vez que se saca el palo maestro.
30. 29
La forma de la base de la pira era circular, de
unos ocho o diez metros de diámetro, sobre la que se
extendían radialmente los palos, cuidando que los
troncos más gruesos quedaran colocados en la parte
mas interna. Una vez terminada la pira, quedaba una
estructura cónica que se cubría con hojarasca, y sobre
esta se esparcía otra capa de tierra fina mezclada con
hierbas, de unos cuatro o cinco centímetros de espesor.
Pira de carbón vegetal
Una vez terminada la construcción de la pira se
introducía por la chimenea un gran tronco ardiendo que
se alimentaba de ramas más pequeñas y hojas secas,
hasta que la combustión tomaba la fuerza suficiente
31. 30
para no extinguirse, tapándose la boca de la chimenea
con hierba y pasto.
A partir de aquí es cuando cobra más
importancia la experiencia del maestro carbonero, ya
que había que alimentar el fuego gradualmente
procurando que no se apague, y que la combustión no
llegue a quemar totalmente la madera, ya que entonces
se reduciría a cenizas. Había que hacer agujeros para
controlar la cocción uniforme, y volverlos a tapar para
que siguiera el proceso, que se prolongaba durante
varios días, sin que el carbonero se pudiera alejar, por
lo que tenía que dormir en el campo en chozas rústicas.
Cuando el carbonero estimaba que el proceso
había terminado, sus ayudantes sacaban el carbón de la
pira con unos largos ganchos. Esta operación se hacía
de madrugada, para poder observar en la oscuridad de
la noche si había brasas que pudieran quemar el carbón
y echar a perder el trabajo de varios días. Se dejaba
extendido en el suelo unas horas, para que se enfriara
antes de meterlo en sacos, para el transporte posterior a
lomos de los mulos hacia el pueblo.
Una vez terminada la faena, el carbón estaba listo
para venderlo. En Villanueva había dos familias que
hacían carbón, Los Caballillos y Los Mundos.
32. 31
HOJALATEROS
Tiempo atrás, la hojalatería era una una actividad
de artesanía que resultaba muy necesaria, ya que la
hojalata se utilizaba en objetos, recipientes domésticos,
y otras piezas de decoración, así como en la industria.
La hojalata es una chapa fina de hierro dulce que
está recubierta de estaño por ambas caras. Al ser
delgada, se corta y se trabaja con facilidad.
El hojalatero artesano, era un profesional que
debía de tener buenos conocimientos de geometría, ya
que en ocasiones se le encargaba la fabricación de
recipientes de volumen exacto que se utilizaban en
tiendas para vender líquidos, y debían estar fabricados
con garantía de exactitud.Tenía que utilizar fórmulas
matemáticas para el cálculo de superficies y volúmenes,
debía saber manejar el compás, la regla, la escuadra, el
calibrador o pie de rey, además de otras herramientas
menos específicas como podrían ser los alicates, tijeras,
soldador o martillo.
33. 32
Entre los objetos más usuales que hacían los
hojalateros, se encontraban las medidas para líquidos de
capacidad para un litro, medio litro y cuarto, e incluso
de octavo, así como otras de arroba. Con ellas se
medían para venderse la leche, el aceite y el vino. El
embudo era otra pieza fundamental, así como las
cántaras para el aceite y la leche. Un recipiente pequeño
para el aceite era la alcuza, de forma cónica con una
boca ancha en la parte superior, para llenarla, y un tubo
cónico que partía de la base con cierta inclinación y en
la punta una abertura estrecha por donde servía el
aceite.
Las latas para dulces de forma rectangular, eran
recipientes de tipo bandeja, y las había en muchas
casas. Las utilizaban nuestras madres para llevar a
cocer en los hornos de las panaderias los dulces, como
galletas y roscos que hacían para Navidad y Semana
Santa.
Se fabricaban artesanalmente objetos de
decoración como faroles, marcos de espejos y
lámparas, además de candiles, tan útiles cuando se "iba
la luz". El candil es un recipiente que se alimenta de
aceite, en el que se introduce una torcida de algodón a
la que se prende fuego por la punta, y con esa llama
iluminaba una estancia.
34. 33
Una vez que el objeto que se fabricaba había
tomado su forma, los filos se sueldan con estaño, para
que no se modifique su estructura con el uso, o para que
pueda contener líquidos en su caso. Para soldar, había
que limpiar las partes a unir con ácido clorhídrico que
se extendía con un pincel, y una vez calentado el
soldador se aplicaba el estaño que éste derretía sobre las
superficies a unir. Cuando estudié tecnología mecánica
aprendí que había dos formas de hacerlo; solape, un
borde de la chapa se superpone sobre el otro, y tope
continuo, en el que se unen los bordes al mismo nivel.
Trabajos de hojalatería
Para la velada de la víspera del día de la Cruz,
el dos de mayo de cada año, recuerdo mis primeros
35. 34
años, en los que en la calle Veracruz, después de la
fiesta religiosa, se celebraba la verbena en la puerta de
la iglesia, nuestra varias veces premiada banda de
música, ofrecía un concierto, que yo escuchaba con
mucha atención apoyado en la silla de alguno de los
músicos al que de vez en cuando molestaba con mis
movimientos. Se instalaba una churrería en la esquina
de la calle Nueva con la calle Canalejas y se
utilizaban por los chiquillos unos pitos muy simples
que el hojalatero fabricaba en un santiamén, por una
mínima cantidad. El pito no se podía tocar como los
de ahora solamente con soplar, ya que se necesitaba
cerrar la cámara de aire con los dedos índice y pulgar,
y si en la citada cámara se introducía un garbanzo o
una china el sonido producido sonaba con repiqueteo.
Tambores de hojalata infantiles eran fabricados
con latas cilíndricas, de base lo más grande posible y
sujetábamos al cuello con una cuerda para nuestras
procesiones que imitaban a las de Semana Santa, y
tocábamos con rudimentarios palillos.
La hojalata, se sigue utilizando en la actualidad,
pero no para el oficio de hojalatero, al menos en
nuestro pueblo. Uno de sus usos mas importantes es
en la industria del envasado de conservas, de
verduras, carne, pescado, etc.. En este caso está todo
automatizado, y el operario que trabaja con ella, no
necesita conocimientos del oficio artesano
36. 35
tradicional, como el que nos ocupa. Muchas latas
como por ejemplo las del dulce de membrillo, carne
de membrillo que decíamos nosotros, son litografiadas
con bellas imágenes.
En Villanueva, probablemente habría más, pero
yo recuerdo a Víctor el Hojalatero, padre e hijo, y
Fernando el Hojalatero, así como su hijo Juanito, que
así se les conocía por la gente, sustituyendo su primer
apellido por el nombre del oficio. Este último emigró
a Barcelona con toda su familia en los años sesenta.
Pero supongo que al emigrar cambiarían su oficio,
buscando una vida digna como tantos villanovenses
que dejamos nuestro pueblo, y aunque lejos de él
muchos lo llevamos en el corazón.
38. 37
TAREAS DOMESTICAS -LAVANDERAS
Uno de los mejores inventos de la historia, según
dicen las señoras ha sido la lavadora, ya que gracias a
ella se ha conseguido ahorrar mucho esfuerzo en las
tareas domésticas.
No hace muchos años, el lavado de la ropa se
realizaba a mano. No había agua en las casas, y había
que traerla desde la fuente con cubas de chapa y
cántaros de barro, y en un barreño se realizaba la
colada. La ropa se frotaba en una piedra de lavar, que
era una tabla de madera rectangular que se metía en el
agua, y por una de sus caras tenía ondulaciones contra
las que se restregaba la ropa enjabonada, en
Villanueva, se hacía con jabón de los Agustines casi
siempre.
Cuando se acumulaba mucha ropa, y el tiempo
era bueno, las mujeres se desplazaban a los distintos
lavaderos que había en el pueblo o en el campo.
Recuerdo uno que había en lo que ahora es la calle
Santo Rostro, y se le llamaba Las Albercas. Fuera del
casco urbano, y bastante retirados había uno en el
39. 38
Cortijo del Zarco, otro en el Fresnuelo, otro en la
Fuente de la Jordana y otro en Los Olmillos, que yo
recuerde. Seguro que había alguno más que ahora no
recuerdo.
Lavanderas
Acompañé a mi madre muchas veces a los
Olmillos, cuando aún no tenía edad para ir a la escuela.
Este lavadero estaba situado a una media hora por el
camino de la era de Córdoba, y en aquellos días aprendí
muchas cosas que nunca se olvidan. En la mitad del
camino había un arroyo con agua fresca y una lata de
conservas vacía que alguien ponía para que las personas
que pasáramos pudiéramos beber. Mi madre me decía
que era mejor lavarse las manos y después beber de
ellas el agua que se recogía del caño.
40. 39
Por el camino se veían animalillos como las
lagartijas, mariposas, escarabajos y arañas, que tejían
sus telas en las zarzamoras. En los alrededores del
lavadero, había arroyos donde se criaban renacuajos y
podíamos observar como se iban transformando en
ranas, al ir perdiendo la cola y naciéndoles las patas, y
alguna que otra vez caía en nuestras manos un gorrión
procedente de un nido; y avispas, muchas avispas,
siempre cerca del agua. En el verano se oía casi
permanente el ruido de las chicharras, aunque era difícil
verlas. En muchas ocasiones nos cruzábamos con
rebaños de cabras y de vacas, que sus dueños sacaban a
pastar por el campo. Recuerdo un pastor que no tenía
cabras propias, pero llevaba las de otras personas, y
juntaba unas cuantas que las tenía todo el día en el
campo, y así, con lo que le pagaban los dueños, se
ganaba el sustento.
También cogíamos yerba para los conejos, como
la corregüela, el alfilerillo, el carretón y los jamargos.
Estos había que cogerlos antes de que echaran las flores
amarillas. Estas flores, junto con las amapolas, y las
margaritas eran las más abundantes y las encargadas de
dar colorido a nuestros campos.
En los alrededores del cortijo, árboles frutales
como perales, higueras y almendros adornaban el
41. 40
paisaje junto a varios chopos existentes por la humedad
de la zona
En los Olmillos había dos albercas, una grande y
cuadrada, en la que por tres de sus lados se ponían las
mujeres a lavar hincadas de rodillas, por el cuarto lado
lindaba con otra alberca mas pequeña y con el agua más
limpia que era la que se utilizaba para enjuagar la ropa
lavada. Se pagaba una o dos pesetas por poder lavar
toda la ropa.
Teníamos prados de hierba verde donde
jugábamos los chiquillos hasta que se tendía la ropa
para que se secara al sol, y varias cuerdas para colgar
otras prendas.
Era imprescindible madrugar, para coger sitio, y
para que la ropa estuviera pronto lavada, y diera tiempo
a que se secara con el sol, ya que si no se secaba, había
que añadir al duro trabajo del lavado el transporte de la
ropa mojada que era bastante dificultoso.
Una de los elementos del progreso, fué el
detergente, que en Villanueva se le llamó al principio
"polvos del Auto Sport", porque fue en este
establecimiento donde se empezó a vender.
Cuando se empezó a instalar el agua en las casas,
se había trasladado el caño de Galán, de la Cruz Dorá,
de la Fuente Vieja, de la Mina, de la Minducha, y tantas
42. 41
otras a nuestros propios hogares, pero se empezaba a
perder la costumbre de ir por las noches de verano a las
fuentes con un cántaro y pasar un rato tomando el
fresco mientras nos llegaba la vez.
Con la lavadora, es esfuerzo se reduce
muchísimo, quedando el lavado como una tarea
doméstica más, de las que gracias al progreso, las
jóvenes generaciones no realizan el trabajo tan
considerable que requería en otros tiempos
44. 43
TALABARTEROS
En unas vacaciones en Villanueva, tuve la
necesidad de recurrir a un tapicero para la reparación de
un sofá, cosa que me resultó imposible de conseguir, ya
que no había nadie en el pueblo que se dedicara a este
oficio, y en los pueblos cercanos, aunque los había, no
fue factible.
El oficio de tapicero, es relativamente actual, por
lo que no es de él del que vamos a tratar. Había en
Villanueva unos hermanos que fueron tapiceros, que
según me dijeron, ya habían fallecido, pero tomaron
este oficio supongo que obligados por la evolución de
los tiempos, ya que el suyo de talabarteros, se fué
agotando poco a poco.
Más que tienda, tenían un taller de talabartería,
que creo recordar en la calle El Rey junto al
monumento a don José Bueno, que luego trasladaron a
la calle Palma. Destacaba el olor característico de
cueros curtidos, que notaba desde la puerta de entrada.
45. 44
El talabartero se dedicaba a hacer objetos de
cuero principalmente, para los animales de carga,
burros, caballos, mulos, bueyes, etc, y al ir
disminuyendo este tipo de animales, este oficio se iba
extinguiendo. Aunque existen lugares en los que aún se
hacen estos objetos casi exclusivamente para los
caballos, y al contrario que en nuestro pueblo, la
actividad se va incrementando. También se dedican a
la fabricación de bolsos, carteras, cinturones y algunas
prendas de vestir.
Silla de montar
La talabartería o guarnicionería se ocupa de
confeccionar albardas, sillas de montar, lomillos, tiros,
46. 45
zufras, colleras, bozales, barrigueras, cabezales,
tirantes, jáquimas, arneses, riendas, cinchas, etc,
elementos todos ellos con los que vestir y aparejar las
bestias de carga.
La principal materia prima es la piel de vacuno
curtida, que se complementa con telas, lonas, hebillas,
cascabeles y anillas de metal entre otros elementos.
Las herramientas más comunes son tijeras
grandes, cuchillas, sacabocados, tablas, martillo, lezna,
agujas, cuchillas e hilo de bramante, o agramante como
decimos nosotros.
Los animales se "visten" de diario con unos
correajes modestos y funcionales que les ayudan a
realizar sus tareas con cierta comodidad. Otros
animales, generalmente los caballos que se utilizan en
fiestas y romerías se enjaezan con otros correajes y
elementos más vistosos, que realzan la belleza propia
del animal, en los que el talabartero se esmera,
adornando los talabartes con dibujos y formas
diferentes y madroños en los cabezales, etc.
Este oficio es antiquísimo, ya que el hombre se
las tuvo que ingeniar para que los animales le ayudaran
en sus trabajos, y había que adaptarles correajes para
tirar del arado o de un carro, para uncirlos con otro
animal, o para ser montados. Con el tiempo fue
47. 46
evolucionando hacia aspectos mas vistosos y festivos
como hemos indicado con anterioridad.
Como curiosidad, podemos reseñar que un
personaje ilustre, el profesor francés Luis Braille, que
inventó la escritura punteada en relieve para que los
ciegos pudieran leer y escribir, perdió la vista a la edad
de tres años, en un accidente que le ocurrió en un taller
familiar de talabartería.
48. 47
AFILADORES
El oficio de afilador, no era propio de nuestro
pueblo, pero sí fue conocido y útil durante muchos
años. Nos referimos a los afiladores ambulantes.
Venían desde Galicia, concretamente de
Orense, y muchos de ellos de la villa de Castro
Caldelas. Se decía que cuando los gallegos que van
por el mundo abandonaban las vacas, siempre había
alguien que lloraba por su partida, unas veces la
madre, otras veces la esposa. Recorrían las calles con
su “taller” rodante, que era un aparatoso carro de
madera, dotado de una rueda muy grande con un
pedal asociado, que por medio de una correa, movía
otra rueda más pequeña a cuyo eje iba fijada la muela
o piedra de esmeril, en la que se afilaba o vaciaba el
cuchillo, la hoja de las tijeras, o cualquier instrumento
doméstico que se empleaba en las tareas caseras, así
como herramientas de barberos, carniceros o hachas
para cortar madera.
Avisaban de su llegada, con el sonido pastoril
característico de la zampoña, que es una flauta
49. 48
formada por varios tubos de caña adosados y en fila,
de tamaño decreciente, tapados por su base inferior.
Lo normal es que tuviera siete canutillos, pero las
había con más y con menos, e incluso con dos filas de
canutos. También las había con tubos metálicos. La
palabra zampoña es de origen griego, y el instrumento
proviene de la cultura andina. También se dice de ella
Afilador
que es una flauta pánica (en honor del dios Pan).
Nosotros la conocíamos como el pito del afilador.
50. 49
Las amas de casa, al oír el sonido de la
zampoña, salían acompañadas de los chiquillos, al
encuentro del afilador, con sus instrumentos mellados
o gastados, y guardaban su turno observando como
saltaban las chispas al ponerse en contacto la
herramienta con la piedra de esmeril, y el afilador se
las arreglaba para accionar la muela pedaleando con
una tabla larga que pisaba, y que se acoplaba a la
rueda grande, mediante un hierro largo, que hacía
girar la muela. Otros clientes, eran los sastres,
peluqueros y talabarteros, ya que sus herramientas
necesitaban tener el filo en buen estado permanente.
Llevaban en el carro un cajón, con
herramientas y algunas cosas nuevas para vender
como tijeras o navajas, además de unas nueces o
castañas, fiambres y pan, para calmar su apetito, y
reponer fuerzas, ya que el combustible que
proporcionaba la energía para mover la máquina, era
su propio alimento.
Se alojaban en las posadas que no las había en
todos los pueblos, siempre procurando gastar lo
mínimo para ahorrar, y poder volver con la familia
llevando algún dinero, y con las manos intactas, ya
que por la naturaleza de los trabajos era posible mas
de un corte, sobre todo cuando la experiencia era
poca.
51. 50
Con el correr del tiempo, el carro fue
desapareciendo, dando paso a la bicicleta, que con una
adaptación adecuada, y levantando las ruedas para
evitar el contacto con el suelo, se movía la muela al
tiempo que se pedaleaba. El desplazamiento del
afilador, ya no se hacía andando, sino pedaleando, con
lo cual se ahorraba el esfuerzo de caminar empujando
el carro, pero se hacía ejercicio con el pedalear
necesario.
Posteriormente, se las ingeniaron para adaptar
el mecanismo a la motocicleta, suprimiendo el
esfuerzo del pedaleo, y en la actualidad, el taller se
lleva acoplado a un coche, y hasta el sonido de la
zampoña grabado en un dispositivo electrónico se
emite a través de unos altavoces, pero de poco
parecido al sonido clásico.
Aunque como hemos dicho, sigue habiendo
afiladores, han pasado a ser de antaño los primeros
que llevaban su carro de un sitio a otro acompañados
por el sonido de su zampoña.
52. 51
TEJEROS
El oficio de tejero en Villanueva siempre fue
conocido por ser el de los hombres que trabajaban en
los tejares. Allí se fabricaban tejas pero también se
hacían ladrillos y más antiguamente adobes.
La teja que principalmente se fabricaba era la
conocida como árabe cuya superficie tiene la forma
semejante a una parte de un tronco de cono.
El adobe era un material de construcción que
estaba hecho de barro mezclado con paja cuya forma
nos recuerda a un bizcocho (ya en el año 1840, en la
fábrica de cerámica de la Cartuja de Sevilla, había un
almacén para estas piezas que se denominaba
“Almacén Bizcochero”), que una vez seco estaba listo
para utilizar en la construcción.
Más tarde se eliminó la paja del adobe, y se
coció la masa una vez dada forma de ladrillo macizo.
La forma se conseguía con unos moldes de madera
apoyados en el suelo que se rellenaban de barro.
53. 52
Posteriormente nació el ladrillo de agujeros que se
fabrica con máquinas.
El sistema de fabricación a máquina de los
ladrillos consta de varias etapas: primero hay que
buscar la arcilla adecuada que trasladada a la fábrica
(tejar) se introduce a través de una cinta
transportadora y una tolva en una amasadora para
mezclarla con agua hasta conseguir el barro. Este
barro es introducido en la máquina que a su salida
tiene un molde con la forma que se desea, y
proporciona una tira larga que llega a un carro
cortador que mediante un fino alambre corta las
piezas a la medida deseada. A la salida de la máquina
se van cogiendo los ladrillos que se disponen en
hileras para su secado. La operación de secado se
realizaba al aire libre, y había que tener la
precaución de cubrirlos para evitar su deterioro en
caso de lluvia.
Después de unos días en que el ladrillo se había
secado se realizaba la operación de cocción, que se
realizaba en hornos hechos con ladrillo refractario. El
horno tenía dos partes diferenciadas, la parte alta en la
que se disponían los ladrillos de forma que entre ellos
circulara el aire y a todos le llegara el calor, y la parte
baja donde se producía el calor que en nuestra tierra
era quemando el orujo de la aceituna. Esta combustión
proporcionaba un nuevo elemento que denominamos
54. 53
carbonilla y que se usó mucho para los braseros que
nos calentaban en invierno.
En Villanueva, recuerdo tres tejares, uno estaba
en la carretera frente al parque donde actualmente está
el dispensario de las Cruz Roja. Otro estaba también
en la carretera, detrás de repuestos Tamargo y
autoescuela Villanueva. Cuando esta zona estaba sin
edificar había un desnivel, que conducía a la calle
Gitanos, ahora Doctor Blanco Rodríguez a la altura de
la fábrica de aceite de García Franco, desde la que se
tenía más fácil acceso. Ahora es la calle Baleares. El
tercer tejar y el más reciente que también estaba en la
carretera pero en el cruce con la de Sorihuela del
Guadalimar.
Este último es el más reciente y su propietario
Francisco Fuentes Torres lo estuvo explotando hasta
hace pocos años. Allí se fabricaban ladrillos de tres
agujeros (rasillas), de seis e incluso de nueve
agujeros. Había otros ladrillos denominados de gafas
que tenían tres agujeros grandes transversales, menos
demandados. El ladrillo macizo que era de utilización
antigua, hubo una época en que fue requerido y se
fabricó por petición expresa para la restauración del
castillo de Segura de la Sierra
El negocio lo había heredado de su padre Juan
de Dios Fuentes Vidal, que a su vez lo había heredado
55. 54
del suyo. Juan de Dios se convirtió en operario muy
joven, ya que a la edad de ocho años se ocupaba de
trabajar tendiendo tejas al sol para que se secaran como
paso previo a introducirlas en el horno para su cocción.
Hiladas de ladrillos
El negocio se fué ampliando con la fabricación
de ladrillos macizos que se hacían con moldes de
madera, y de adobes que eran ladrillos formados con
barro y paja, mezclados y amasados con los pies, de los
cuales muchos se emplearon para construir casas de
Villanueva.
Cuando se casó, se construyó una casa contigua a
la primitiva Venta de Juan Francisco, donde vivió
56. 55
siempre, y se hizo cargo del negocio, que con su
juventud e inteligencia hizo prosperar dedicándose
también a la fabricación de cal. Compró una cantera
situada en la carretera de Sorihuela de donde extraía la
piedra necesaria para su elaboración, que se
transportaba con carros tirados por mulos hasta el Tejar.
En los años sesenta hizo una reforma total en la
empresa, convirtiéndola en una moderna cerámica. Fué
a Barcelona y adquirió maquinaria adecuada que
instalaron técnicos venidos de allí expresamente.
Construyó una caseta para el transformador
eléctrico ya que tuvo que llevar hasta la fábrica la
energía eléctrica que era necesaria para el
funcionamiento de aquellas máquinas.
Para la fabricación de los nuevos ladrillos, hacía
falta mucha tierra, por lo que adquirió un terreno de
más de una hectárea situado frente a la Venta y a la otra
parte de la carretera.
También era necesaria mucha agua, por lo que
tuvo que comprar otro terreno a unos trescientos metros
donde hizo un pozo con agua que transportaba por
tuberías que montó junto a la carretera.
Cuando aquella maquinaria empezó a funcionar,
y salían las tiras de barro, que pasaban por el carro
57. 56
cortador, haciendo dos piezas por segundo, aquello era
una maravilla. Los ladrillos competían con los
producidos en las fábricas de Bailén, aunque no eran
tan finos, eran más grandes, y cundían más.
Los contratistas del pueblo tales como Antonio
González, Pedro López y José Pérez Cameros, eran
clientes habituales, que compraban los ladrillos para sus
obras, por lo que además de los adobes indicados
anteriormente, muchas casas del pueblo también están
construidas con los citados ladrillos.
Los pedidos llegaban de los pueblos vecinos, y
uno de los más importantes, fue para la restauración del
Castillo de Segura de la Sierra, que se hizo con ladrillos
macizos fabricados a mano, aunque ya existía la
automatización
Para cocer los ladrillos, se empleaba como
combustible el orujillo de la aceituna, que a su vez
producía otro elemento fundamental para la vida de
aquellos años, la entrañable carbonilla para combatir
los fríos inviernos, alimentando los braseros bajo la
mesa camilla.
La carbonilla es un producto que cada vez
usamos menos para la calefacción debido a los tiempos
modernos, y probablemente le quede poco tiempo de
vida, ya que la planta de cogeneración que se está
58. 57
construyendo en la carretera de Gútar probablemente
consuma gran parte de la producción de orujo.
Juan de Dios tenía un carácter alegre, y un
corazón abierto a todos. Durante toda su vida tuvo casi
los mismos empleados, siendo primero los padres y
después los hijos de varias familias, y en la actualidad
cuando te encuentras con ellos, le recuerdan con cariño.
Siempre estaba dispuesto a prestar ayuda, sin dar una
respuesta negativa a quien la solicitaba
Muy aficionado a la lectura, y muy inteligente,
sólo envidiaba las personas que tenían grandes
conocimientos y los sabían comunicar.
60. 59
LABORES AGRICOLAS, RECOLECCION
Recuerdo las labores que se realizaban en los
principios del verano de Villanueva, como en muchos
pueblos para la recolección de los cereales,
principalmente el trigo y la cebada, cuando no había
máquinas cosechadoras, y todo el trabajo era manual.
Previamente era una delicia contemplar los
espléndidos campos dorados y a punto para la siega, a
los que poco antes, para la festividad de San Marcos
íbamos los chiquillos a atar el diablo, cuando aún
estaban verdes.
La faena de la siega era la más dura, ya que se
iban cortando con la hoz a manojos las espigas, dejando
un tallo largo, que después se aprovechaba como
veremos. Había que doblar la cintura durante todo el
día, y si el campo era grande, esto se prolongaba
bastantes jornadas. Se ataban los tallos en haces o
gavillas que se dejaban en el suelo, para una vez
terminada la siega, transportar la cosecha a lomos de
mulos (generalmente una pareja) hasta las eras.
61. 60
En las eras, ya desaparecidas la mayoría, se
desarrollaban todas las demás tareas. Se convertían en
efímeras factorías con gran actividad durante corto
espacio de tiempo, quedando prácticamente inactivas
durante el resto del año. Hay unas eras, las de La
Virgen de la Cabeza que siguen siendo útiles después
de muchos años, ya que cada Semana Santa, se
convierten en Monte Calvario cuando el Viernes Santo
llega a ellas la procesión de Jesús Nazareno, y después
la gran representación viviente de la Crucifixión.
Para vigilar los granos de las cosechas, había
unos guardas que se encargaban de pasar toda la noche
despiertos, y atentos a cualquier incidencia que pudiera
surgir. Para que se supiera que ninguno se había
dormido, a las horas en punto, cada uno de ellos, y por
orden, tocaba una trompetilla, que era perfectamente
audible en las horas de profunda calma de la
madrugada.
La era, tenía una superficie mediana con espacio
suficiente para amontonar a un lado los haces traídos
del campo, y en el centro una parte redonda y
empedrada, donde se formaba la parva, que era una
parte de la mies extendida en forma de redondel, que
se trillaba con objeto de separar el grano de la paja.
El trabajo de la trilla era el más fácil de todos y el
que nos encantaba hacer a los chiquillos, ya que nos
62. 61
gustaba ir montados en la trilla o trillo, que era tirada
por un mulo o dos,(cuyo pisoteo también contribuía)
dando muchas vueltas para trocear la paja y desprender
el grano.
La trilla era una máquina, formada por una
plataforma de madera que en su parte superior tenía una
silla para el operario que dirigía los mulos, y en su parte
inferior tenía varios ejes, cada uno de ellos con varias
ruedas de acero con filo al objeto de cortar la paja.
Trilla
Otro tipo de trillo o trilla más antiguo, consistía
en una tabla con pedazos de pedernal o cuchillas de
acero encajadas en su cara inferior para cortar la paja y
63. 62
separar el grano. En la parte superior se ponía de pie el
operario, que llevaba las riendas de las bestias.
Durante horas se trillaba la parva, revolviendo
con la horca de vez en cuando, hasta que se conseguía
separar el grano de la paja. Una vez finalizada esta
tarea, se amontonaban la paja y el grano revueltos hacia
un lado de la era, y se volvía a extender otra parva
nueva para trillar.
El montón de la cosecha trillada había que
ablentarlo (ó aventarlo) al objeto de que se pudieran
separar el grano y la paja. Para esta faena había que
esperar a que corriera el viento, a veces había que
conformarse con una ligera brisa vespertina y con una
pala se iba lanzando al aire la mies troceada, que en su
caída, la brisa se encargaba de separar, quedando el
grano cerca del operario, sobre un mantón que se había
dispuesto con anterioridad y la paja más alejada.
Una vez separada la paja del grano, este se
envasaba en costales, y era transportado a casa o a la
fábrica de harinas. Posteriormente se envasaba la paja,
que se almacenaba para alimento de las bestias el resto
del año.
En la actualidad, los avances tecnológicos han
reducido ésta recolección, a la intervención de una
máquina cosechadora que realiza el trabajo de varias
personas durante días, en unas pocas horas.
64. 63
YESEROS
En los primeros números de la Moraleja se
publicaron cinco artículos firmados por Antonio Arroyo
Serrano referidos a oficios antiguos de nuestras sierras,
de los que me hago eco, y quiero referirme a otros
oficios de los que se van perdiendo en Villanueva. Uno
de ellos es el de los yeseros, o fabricantes artesanos del
yeso. Material que se emplea abundantemente, sobre
todo en la construcción.
El yeso es un mineral que se encuentra
abundantemente en España. Es un sulfato cálcico
dihidratado de fórmula química SO4CA-2H2O,
cristaliza el formas diferentes, prismáticas, punta de
flecha o cola de golondrina, hojoso en masa grandes,
compacto y terroso. En cuanto al color, se presenta
incoloro, y blanco, con tonalidades de amarillo, rojo,
castaño, etc, debido a las impurezas. Tiene brillo vítreo
perlado o sedoso, y es tan blando que se raya con la
uña.
Se deshidrata por la acción del fuego, y tiene la
propiedad de endurecerse rápidamente al mezclarlo con
65. 64
agua como más o menos conocemos todos, cuando
vemos a los albañiles amasarlo y trabajar con él cuando
está en polvo de color gris. Pero hasta llegar a esa
forma de presentación, hay que someterlo a varias
manipulaciones que vamos a tratar de explicar.
En Villanueva había varios yacimientos que
dejaron de explotarse hace muchos años, uno en las
inmediaciones del cementerio viejo, y otros en la
carretera de Jesús del Monte, a unos cinco o seis
kilómetros a la izquierda antes de llegar al Puente de la
Gorda.
Los yeseros, eran unos hombres cuyo trabajo era
duro y arriesgado. Para extraer el mineral del
yacimiento, volaban la piedra introduciendo barrenos
en las entrañas de la tierra, para lo cual muchas veces se
colgaban con cuerdas que aseguraban atándolas a su
vez al tronco de una oliva, ya que muchas veces el
terreno tenía formas de paredes casi verticales a las que
se accedía por su parte superior. En el momento de la
explosión había que protegerse del ruido y de las
piedras de yeso que saltaban por los aires. Después se
recogían y se transportaban en carros tirados por burros
y mulos hasta las cercanías de los hornos donde se
cocían para deshidratarlas como hemos dicho
anteriormente.
66. 65
Los hornos estaban construidos con ladrillos
refractarios, al objeto de aguantar las altas temperaturas
que se alcanzaban en la cocción, y su capacidad no era
muy grande, calculo que unos diez metros cúbicos, su
forma era cilíndrica para asegurar que el fuego llegara a
todos los puntos por igual.
Yeso en estado natural
La carga del horno, no se podía hacer a la ligera,
había que colocar las piedras de forma que, entre ellas
circulara el aire y posteriormente el fuego, (esta
operación se llamaba "armar el horno") al objeto de que
la cocción fuera perfecta, y era muy laboriosa durando
67. 66
una jornada de trabajo. Una vez lleno y armado el
horno de piedras de yeso, se
encendía el combustible que consistía en
ramonizas de las olivas, y había que mantenerlo
avivado durante dos o tres días (dependiendo del
volumen de las piedras), por lo que una persona tenía
que estar pendiente de alimentarlo durante todo el
tiempo.
Terminada la cocción (deshidratación), había que
esperar unas veinticuatro horas a que el horno se
enfriara para descargarlo manualmente, y
posteriormente venía la operación de trituración o
molienda que consistía en pasar por encima de las
piedras un inmenso rulo de piedra arrastrado por mulos
que las convertía en yeso en polvo, tal y como se
conoce generalmente.
Una vez trituradas las piedras, había que
limpiarlas de las impurezas cerniendo el material
obtenido para aprovechar solamente el polvo de yeso.
Después se envasaba en sacos, y se transportaba hasta
el almacén del pueblo donde era comercializado. El
transporte se hacía sobre una reata de tres o cuatro
acémilas, a las que el yesero tenía que cuidar y
alimentar, ya que eran unas compañeras de trabajo muy
valiosas para las tareas del transporte.
68. 67
Con la evolución de los tiempos, los animales
fueron sustituyéndose por camiones, los rulos por
máquinas y casi todas las operaciones manuales se
fueron mecanizando, lo que daba lugar a unas
producciones mayores con menos costes, y algunos de
los yesares se fueron modernizando, quedando
abandonados los mas modestos. Después llegó la
competencia de las grandes empresas que hizo que
poco a poco se abandonara esta industria, que lejos de
desaparecer se acrecienta en otras zonas
El yeso es cada vez mas utilizado, además de la
construcción, se usa en decoración, como aislante, en
medicina ( una variante como la escayola que es un
yeso más cuidado en su elaboración, preservando las
piedras del contacto directo con el fuego y los humos),
es ignífugo, por lo que también se una como protección
contra el fuego.
En definitiva es un oficio perdido en nuestro
pueblo, pero que sigue existiendo en otros lugares
donde ha evolucionado con el paso del tiempo, gracias
al aporte económico y al abaratamiento de costes
comparados con la gran cantidad de producción.
70. 69
VINATEROS
Aunque actualmente sigue habiendo vinateros,
quiero en esta ocasión referirme a los clásicos de
Villanueva que tenían su puesto, bar o taberna, en los
que al final de la jornada de reunían los amigos para
hacer la junta o la liga, tomando vino principalmente
blanco, acompañado de tapas de productos de
matanza del cerdo, entre otras.
Había algunos vinateros que se desplazaban a la
Mancha con camiones llenos de garrafas de arroba
para adquirir el vino. Las localidades preferentes,
eran las más cercanas a nuestro pueblo, de la
provincia de Ciudad Real, como Cózar , Villanueva
de los Infantes, Torre de Juan Abad, etc Allí, en la
bodega elegida se pasaba el día mientras los
empleados iban llenando uno a uno todos los
recipientes. A la hora de comer, se asaban en la
lumbre unas chuletas de cordero de la tierra, y se
acompañaban con un excelente vino obsequiado por
el bodeguero.
71. 70
Para sufragar los gastos del porte se asociaban
dos o tres vinateros y pagaban el porte al camionero,
proporcionalmente a la cantidad de vino que
compraba cada uno.
Con anterioridad, el vino era transportado en
odres o pellejos muy voluminosos que se podían ver
almacenados con su panza llena, y que eran muy
difíciles de manejar, por lo que el vino era trasegado a
recipientes más pequeños y más manejables, para
después servir a los clientes en la barra o mostrador.
Se servía a granel en las frascas, botellas de forma
cuadrada, de un litro de capacidad, de boca ancha,
que ya apenas se ven.
Si se quería tomar un vino de más graduación,
había que recurrir a los vinos de Montilla-Moriles que
son blancos generosos, y que por la cercanía, como
los de la Mancha eran los que más se comercializaban
en nuestro pueblo.
A partir de la revolución vinícola de mediados
de los años ochenta, la producción de vinos
evolucionó, mejorando la cantidad y la calidad, siendo
España unos de los países mayores productores. Se
crearon muchas denominaciones de origen, y el
consumo se diversificó llegando a aparecer una
importante cultura del vino, muy atractiva y variada.
Cerca de Villanueva, tenemos una pequeña zona
72. 71
vinícola como es Torreperogil, que es desconocida
para nosotros, quizás precisamente por eso, por su
cercanía, y que tuve la suerte de catar hace unos años.
Diferentes marcas de vinos
Según nos dice Manuel López Fernández en su
libro de las calles de Villanueva, hubo un tiempo en
que en nuestros campos también se cultivaban las
viñas que desgraciadamente se perdieron. Hoy
hubieran pasado a formar parte de las más de quince
mil marcas diferentes de vinos que existen en nuestro
país en la actualidad.
Muchos establecimientos persisten en su
mayoría, regentados por descendientes de los
73. 72
propietarios, pero otros han desaparecido con el paso
del tiempo, como el emblemático Palacio del Vino de
grato recuerdo para todos, que comenzó siendo un
modesto puesto en la calle Los Charcos. Su dueño
Gabriel Carcelén Rodero se dedicaba a la venta
ambulante del vino, que transportaba por las calles en
una borrica, y lo servía en un recipiente de barro. Para
la ampliación del negocio, Gabriel compró la casa
lindante por su parte trasera, con lo que el
establecimiento tenía entrada también por la calle
Parras, siendo su hijo Pedro Carcelén Yeste, que
dedicó toda su vida al negocio, el que convirtió el bar
en el Palacio del Vino con su gran barra-mostrador de
granito , que desapareció para la construcción de un
edificio de viviendas en su lugar.
Releyendo un programa de fiestas de
Villanueva del año 1.959 en el que se publica una guía
comercial, se califican como bares siete
establecimientos, y como “vinos” se denominan
otros veintiuno, distinguiéndolos en distintos
epígrafes. Ahora sería más difícil esa diferenciación
dada la variedad de productos que en ellos se
sirven, como cervezas, helados, refrescos,
combinados y licores de alta graduación alcohólica.
Podemos recordar otras tabernas, como La
Cueva de Antonio Alamo Orozco, junto a las
escalerillas de la calle Nieves y en los bajos del Banco
74. 73
Español de Crédito (Antonio Alamo, tenia otro
establecimiento en La Mancha); Vinos La Viña de
Julián Guijarro Vélez, en la confluencia de las calles
San Miguel y Morales; el bar de Basilio Novella en la
calle del Molino; Rafael Román Carrillo, en la calle
Enrique III; Alfonso Rosales y Casa Torres en la calle
Nueva; El Rancho Grande en la calle Mesones, que
como su nombre sugiere tenía un local muy amplio;
Diego Villanueva (Diego Araguito) en la calle
Cantarerias; José “El Caracol” en la calle Doctor
Velázquez; Juan Campos y “El Tío Hueso” en la calle
Canalejas, ahora Antonio Machado; en la calle Parras
había otra taberna que regentaba la familia Ruiz
Carcelén, emigrada a Barcelona como tantos otros;
Pedro Fernandez en la calle San Basilio, etc, etc.
Y para terminar, un cuentecillo aprendido de
nuestros mayores. Se dice que Jesucristo le preguntó a
San Pedro: Dime Pedro, ¿qué fruto de la tierra es el
que más te gusta?, y San Pedro hombre de poca fe,
que le gustaba el vino, pensó: si digo que el vino,
puede ser que el Señor lo suprima, y respondió que
lo que más le gustaba eran los higos. El Señor le dijo
que a partir de entonces las higueras tendrían dos
cosechas al año. Gracias a San Pedro disfrutamos de
dos cosechas de las higueras, y si lo miramos desde
otro punto de vista, por su culpa tenemos la mitad del
vino que podríamos tener.
76. 75
HERRADORES
Un día, a mediados de los años cincuenta, nos
visitaron en casa unos parientes procedentes de
Pontones, mi madre preguntó por uno de los primos, y
su prima le respondió que se había quedado en el
banco. Aquello del banco a mí me sorprendió, y
conforme iba transcurriendo la conversación fuí
entendiendo, ya que la prima de mi madre decía que
como el banco estaba al lado de la parada de la Alsina
del Tranco, en la calle San Francisco, había
aprovechado la cercanía para tratar de algún asunto
relacionado con el herraje de unos mulos. Así fue
como yo descubrí que además de bancos financieros,
existían bancos de herrador.
Este herrador es el único que recuerdo de
Villanueva, que supongo que como tantas otras
personas con oficios relacionados con las caballerías,
terminarían cambiando de oficio, pasando a engrosar
la relación de oficios de antaño.
El banco de herrador, consistía en un local no
muy grande, pero suficientemente amplio, para que
77. 76
cupieran en él los animales a herrar, así como las
herramientas, de que se valía, tales como un yunque y
una fragua, que eran las más voluminosas, además de
otras más pequeñas, que iremos viendo.
El oficio de herrador era imprescindible en
aquellos tiempos, para mantener las patas de los
burros, caballos y mulos en condiciones para las
faenas del campo, protegiendo sus cascos con
herraduras.
Para herrar un animal, hay que quitar las
herraduras viejas ya gastadas por el uso, sacando los
clavos con unas tenazas extractoras saca-clavos,
preparando la uña, para lo cual se corta con una
cuchilla la parte de pezuña pegada a la ranilla ( parte
del casco blanda y flexible de forma piramidal situada
entre los talones), cortando el casco con las tenazas
de corte y se alisa con una escofina hasta que aparece
una superficie blanca, que indica que la uña ya está
lista para recibir la nueva herradura..
La herradura se colocaba con seis o siete clavos
(pubas de burro, que usábamos los chiquillos para los
trompos), que se golpeaban con el martillo clavador,
habiendo hasta cuatro tamaños de herraduras. El
herrador tenía que tomar la medida de la uña del
cuadrúpedo para colocarle la más adecuada. A veces
había que retocarla para que se adaptara, operación
78. 77
ésta que se hacía calentándola al rojo en la fragua y
golpeándola con un martillo grande sobre el yunque.
Los clavos los podía fabricar el mismo
herrador, partiendo de una varilla de hierro, pero lo
más normal era que los comprara a herreros
especializados. Si hoy en día vieran que tiramos un
clavo torcido, ¿que pensarían?
Herrador trabajando
El clavo debía tener una longitud exacta, ya que
si era corto, no sujetaba bien la herradura, y si era
79. 78
largo se podía clavar en exceso produciendo heridas al
animal.
El tiempo que se tardaba en herrar las cuatro
patas, podría estar entre treinta y sesenta minutos,
dependiendo del estado de los cascos, y de la
docilidad del burdégano, que como las personas
también se ponen nerviosos, y había que trabarlos y
tratarlos con cariño.
Esta profesión, desaparecida en cuanto se
refiere a acémilas, o animales de carga para labores
agrícolas, ha ido evolucionando en lo concerniente a
locomoción y recreo, siendo en los tiempos actuales
necesaria una simbiosis entre herradores propietarios
y veterinarios para el buen rendimiento de los
animales, que no siempre los propietarios saben tratar
adecuadamente.
Herraduras
80. 79
El herrador antiguo hacía lo que sabía, y que
había aprendido de su maestro predecesor en el oficio,
pero sin una formación adecuada, ya que debía
informar al dueño de la caballería sobre el cuidado de
los cascos, prevención de enfermedades, etc.
Actualmente existen escuelas de herradores,
que se ocupan de recuperar esta profesión, de la
formación de herradores y veterinarios en unos
cursillos sobre herraje y primeros auxilios al caballo,
además de otros sobre herraje deportivo, terapéutico y
correctivo, que tienen su utilidad para centros
oficiales de ámbito ecuestre, clubes deportivos,
hipódromos, yeguadas y centros de cría, espectáculos,
etc.
En estas escuelas, se enseña desde la
descripción de la herradura y el clavo, hasta las
reacciones del caballo durante el herraje, pasando por
el casco o pezuña, biomecánica del pie y la influencia
en este de los herrajes, así como la forma de sujetar
las patas.
Hoy en día el sector equino español, es una
importante fuente de riqueza, que produce empleo
pero que al mismo tiempo exige cierta cualificación,
ya que el rendimiento del animal debe ser muy
satisfactorio.
82. 81
BOTEROS
Esta profesión desapareció de nuestro pueblo
hace más de cincuenta años. Que yo recuerde había en
Villanueva dos personas que se dedicaban a este
trabajo. Uno de ellos era Emilio el Botero, que vivía
en la calle Cánovas, actual avenida de Valencia, con
esquina a la calle Eras Altas, y el otro, Juan Usero
Morcillo, que tenía la botería en la misma calle, en la
casa donde posteriormente se instaló el bar El Cepo.
Creo que la baja demanda de los productos que
se fabricaban, por la evolución de los tiempos como
en tantos otros casos, fue la causa de su desaparición,
ya que los envases de cristal y madera los fueron
sustituyendo con el paso del tiempo.
El botero tenía como materia prima la piel de
cabra, que había que tratar convenientemente, para
fabricar los recipientes para el vino, que podían ser
grandes como los odres o pellejos, o pequeños como
las botas. Muchas veces compraban las pieles
curtidas, pero en otras ocasiones también tenían que
prepararlas, por lo que también ejercían de curtidores.
83. 82
Otro elemento importante era la pez, que se
utilizaba para impermeabilizar los recipientes, y que
no se saliera el vino por las costuras. La pez es una
sustancia resinosa, sólida, lustrosa y quebradiza, que
tiene color pardo amarillento, y también negro, que se
obtiene echando en agua fría el residuo que deja la
trementina (líquido pegajoso que producen las
coníferas) l sacarle el aguarrás.
Las pieles que se usan tienen que ser peludas, y
no lanudas, por lo que la de cabra es la mejor, siendo
la del macho la más fuerte. Una vez curtida, la piel
presenta una cara con pelo como hemos dicho, y la
otra con cuero terso de color marrón por el efecto del
tanino (elemento utilizado en el curtido).
Botas
La piel para la fabricación de botas se corta
según unas plantillas de madera o cartón, y sus
84. 83
tamaños van desde el medio, hasta los tres litros. Se
pone la piel extendida sobre la mesa de trabajo con el
pelo hacia abajo, y se pinta con una tiza el contorno
de la plantilla, procediendo después al corte con unas
grandes tijeras dejando un margen de un centímetro
para poder coser posteriormente.
Una vez cortadas las piezas, llega el momento
de esquilar, por lo que el botero provisto de unas
tijeras más pequeñas que las anteriores deja el pelo
corto y uniforme. Esta operación es muy importante,
para el posterior agarre de la pez por toda la superficie
interna de la bota. Esto es fundamental para la buena
conservación del vino.
La operación siguiente es el cosido, que se
efectúa con lezna e hilo de bramante aceitado, y
colocando la parte del pelo hacia fuera.
Posteriormente viene la operación de volver la bota
del revés, para que la parte peluda quede en el
interior, para esto se moja la bota en agua y se
hincha, y el trabajador se ayudaba con una vara de
madera para empujar desde la parte mas voluminosa
hasta la boca, y cuando asoma un resto de cuerda
dejado largo intencionadamente, se tira de él hasta dar
la vuelta a la bota como a un calcetín.
85. 84
La piel de cabra es bastante elástica, por lo que
para darle forma, se hincha a presión con un fuelle, y
se golpea sobre una superficie dura.
La próxima operación es el empegado, o
empecinado, que de las dos formas se le llama, y
consiste en bañar o untar el interior de la bota con pez
negra (¡cuantas veces se utiliza en nuestra tierra la
expresión “ negro como la pez”!) derretida al fuego y
mezclada con un veinte por ciento de aceite de oliva.
Se vierte con un embudo en el interior de la bota la
mezcla caliente, dando vueltas para que impregne el
interior del recipiente en su totalidad, y sacando
rápidamente el liquido sobrante para evitar la
formación de grumos. La pez es insípida, indisoluble
en el alcohol, impermeable, y protege el cuero y el
vino.
Posteriormente hay que poner la boquilla, que
entonces era de madera y estaba formada por cuatro
partes, el cuello de unos tres centímetros de diámetro
que se pega al interior de la piel, otra pieza de
madera enroscada con esta, que en su centro lleva el
tubo por donde sale el vino, y el tapón, y se ataba
fuertemente con hilo de bramante.
Una vez colocada la boquilla, se coloca el
cordón de colores pegado a la costura y otro más largo
que vale para colgarla del hombro, quedando lista
86. 85
para la venta. Su utilización se va reduciendo con el
tiempo, quedando como objeto decorativo por su
belleza, y para llevar a las corridas de toros.
Odres
También se fabricaban odres o pellejos, mucho
más voluminosos, ya que se utilizaba la piel entera del
animal. Con el pellejo de una cabra de un peso en
vivo de unos veinte kilos, se fabricaba un odre de
unos ochenta o noventa litros de capacidad. Su
87. 86
utilización era dificultosa y poco práctica debido a su
peso.
Había dos tipos de pellejos, los enterizos y los
cosidos. Los primeros eran mas difíciles, de elaborar,
ya que había que destripar el animal a través del
cuello, una vez que se cortaban la cabeza y las
pezuñas, y el curtido también era mas laborioso.
El aspecto del pellejo no es muy vistoso, pero
cuando se hacía utilizando la piel de un cabrito
pequeño, y si este era de color blanco, quedaba un
recipiente muy atractivo.
88. 87
ESPARTEROS
El esparto es una planta gramínea silvestre,
propia de terrenos pedregosos y áridos, donde nace
espontáneamente. También se le llama atocha, aunque
esta es una acepción poco utilizada. Las hojas del
esparto, son muy duras, filiformes y lampiñas;
miden unos sesenta o setenta centímetros de longitud
y de sus bordes salen dos hilos que cuando la planta
está verde se arrancan de un tirón, formando con ellos
manojos que se dejan secar. Tiene flores en panoja y
semillas muy pequeñas.
Durante muchas generaciones, el esparto ha
sido la materia prima para la confección de
innumerables objetos necesarios para la vida cotidiana
de las zonas rurales como Villanueva.
Abunda el esparto en las provincias de
Valencia, Alicante, Murcia y Almería, habiendo en
algunos lugares extensiones de tierra dedicadas a la
cría de este vegetal, denominadas espartales o
espartizales, ya cada vez menos, porque la mayoría
de utensilios que antes se construían con esparto
89. 88
ahora se fabrican con plástico y otros materiales. En la
provincia de Jaén es abundante en la zona de Jódar
Trabajos de esparto
Sus fibras tienen múltiples aplicaciones, desde
maromas para barcos, hasta estropajos, pasando por
sogas, esteras, serones, espuertas, barjas, etc.
Industrialmente, la aplicación principal es la
fabricación de las sogas y maromas, ya indicada; pasta
para papel, y tripe, que es un tejido utilizado en la
fabricación de alfombras. También se utilizó en la
fabricación de calzado rústico, como las denominadas
esparteñas, y en nuestro pueblo para la fabricación de
capachos, utilizados en los molinos, para prensar la
aceituna y obtener el aceite
90. 89
La recolección se realiza en agosto, y la forma
mas usual de utilización es la del esparto curado. El
esparto curado se elabora metiendo los manojos de
fibras en grandes balsas de agua procurando que esta
los cubra por completo, para lo cual se pisan con
piedras que los mantienen en el fondo durante treinta
o cuarenta días, en invierno, y unos quince dias en
verano transcurridos los cuales, se saca para su
secado extendiéndolo al sol durante tres o cuatro
días.
Posteriormente se machaca con unos mazos de
madera para desfibrar las hojas, operación esta que
produce mucho polvo, y después se rastrilla con una
especie de peine con púas de acero, produciéndose
unos desperdicios que se utilizan como estropajos, y
las fibras de mejor calidad se utilizan para la
fabricación de cordeles.
La forma más elemental de esparto trenzado, se
conoce como “tomiza”, y cuando se tejen varios hilos,
se forman unas tiras más anchas o fajas llamadas
“pleita”, que es la base de la construcción de la
mayoría de útiles e instrumentos, cosiendo entre sí las
tiras con hilos de esparto. Esta operación de cosido es
muy importante, porque de ella dependerá la
consistencia y duración de la pieza que se fabrique.
En la confección de cestos, y sobre todo de esteras, se
91. 90
puede apreciar como las pleitas se cosen entre sí para
formar grandes piezas que constituyen el “tejido” con
el que se hacen los diferentes instrumentos.
En Villanueva aún viven personas mayores,
que trabajan el esparto como entretenimiento, y hacen,
tanto figuras de adorno como piezas e instrumentos de
utilidad. La Moraleja se ocupó de ellos en la última
página del número 29 de la revista, glosando la figura
de Francisco Ruiz Méndez.
Quiero rendir un modesto homenaje a mi buen
vecino y mejor persona, Antonio Espinosa Guerrero
que junto a su esposa Dolores hace poco goza de la
compañía de Dios Nuestro Señor. Antonio ya estaba
jubilado, y en muchas ocasiones, yendo yo a correr
por el parque me encontraba el matrimonio, dando
largos paseos para fortalecer sus ya cansadas piernas
Antonio era un verdadero artesano del esparto,
aunque este no era su oficio. En sus largas veladas, se
dedicaba a hacer preciosas miniaturas, como las que
se ven en la fotografía, que él nos regalaba, y que en
casa guardamos como recuerdo suyo.
Igual que Antonio, hay personas que ya sólo
realizan estos objetos como distracción, pero son
pocas las que transmiten a los más jóvenes estos
conocimientos, ya que la evolución de los tiempos así
92. 91
lo ha propiciado, y pronto quedará solo el recuerdo.
En conversaciones con algunos villanovenses, me han
manifestado que “su padre todavía se entretiene
haciendo trabajos de esparto como entretenimiento y
para regalos a sus amistades”.
La palabra espartal, me parece de singular
belleza, y su nombre se aplica a numerosos accidentes
geográficos, como playa del espartal de las que hay
varias en España, barranco, cantera, urbanización,
ruta, sierra, cerro, pico, polígono industrial, dunas,
villa, etc.. todas ellas “apellidadas” del espartal.
También debemos destacar la palabra espartero
de la que me vienen a la memoria dos ejemplos, el
general Espartero cuyo nombre real era Baldomero
Fernández Álvarez, y que adoptó el apellido segundo
de su padre, siendo conocido como Baldomero
Espartero. El otro fue el famoso torero sevillano
Manuel García Cuesta, que adoptó el sobrenombre de
El Espartero porque su padre regentaba una espartería
en la famosa plaza de la Alfalfa de Sevilla.
94. 93
HELADEROS AMBULANTES
Mi amigo Leopoldo de Trazegnies, me decía
que su hijo, prefería el verano al invierno, porque en
el estío se dispone de mas cosas agradables para
combatir el calor, al contrario que ocurre con el frío
inviernal. Una de esas cosas agradables, son los
helados
El origen del helado parece ser que está en
China, y se remonta a la antigüedad, se dice que en
Europa lo introdujo por el sur de Italia Marco Polo, al
regreso de uno de sus viajes por el lejano oriente,
divulgando una receta que trajo de allí.
Existen un sinnúmero de heladerías y helados
de diversos tipos muy sabrosos, y en algunos casos
atractivos que los sirven con bengalas para llamar la
atención de los consumidores. También se pueden
adquirir en los comercios habituales además de las
heladerías, e incluso fabricarlos artesanalmente en
casa.
Probablemente haya otros lugares, aunque yo
no los conozco, donde se elaboren los exquisitos
95. 94
limones y plátanos helados que se hacen en la
heladería la Jijonenca de Villanueva, además de las
granizadas de limón y horchatas entre otros. Hace
muchos años y durante bastante tiempo esta heladería
estuvo en la acera de enfrente, en los bajos de la
Telefónica. Allí se vendían los clásicos polos, los
coyotes, los cucuruchos, las galletas y los cortes,
acompañados del infernal ruido que producían las
máquinas refrigeradoras.
Sebastián Berbel y su esposa
Por esta época, ya existían los frigoríficos en
los hogares, y se podían hacer polos caseros que
refrescaban “para salir del paso”, pero en la década
de los cincuenta, los helados eran fabricados y
vendidos por los heladeros ambulantes.
96. 95
Uno de estos heladeros fue Sebastián Berbel
que heredó el oficio de su padre. Compraban la
materia prima, el hielo, en grandes barras, en la
fábrica de la puerta de la plaza, (que regentaba
Navarro, el gran músico, componente de la banda que
tantos premios consiguió) y los ingredientes para los
distintos sabores y variedades a unos viajantes que
venian de la zona de Levante, quizá por eso en su
carrito, que le construyeron en Alcaraz,
promocionaban la mercancía con el letrero “Helados
al estilo valenciano”. La pintura consiguió que se la
hiciera en un momento de lucidez, un buen pintor que
gustaba de abandonarse a los placeres de Baco. El
carro tenia dos senos, con su característica tapa
niquelada, de forma cónica y superficie ondulada,
con una bola en la parte superior. En cada uno de los
senos indicados cabían cuatro recipientes para
contener los diferentes tipos de helados y también la
granizada de limón y la horchata.
Los helados se fabricaban en una cuba heladera,
que era un recipiente metálico dentro de otro mayor
de madera, y entre medias de ambos el hielo. En el
cilindro metálico, se mezclaban los ingredientes, que
principalmente consistían en hielo, leche edulcorada,
colorantes e ingredientes con los sabores
característicos. El recipiente metálico llevaba un juego
de aspas que había que mover para agitar la mezcla y
conseguir la textura del helado sin agujas de hielo.
97. 96
Las cubas menos sofisticadas, no tenian las aspas
citadas, y había que remover su contenido con una
pala de madera que manejaba a la perfección
Sebastián.
Recuerdo la forma manual con la que se
preparaban las galletas, con un molde de forma
rectangular de fondo regulable, (a mas profundidad,
cabía mas helado, y el precio era mayor) mediante una
palanca insertada en el mango. Una vez que se elegía
el espesor de la galleta, se introducía primero una
oblea, y con una espátula se llenaba de helado el
receptáculo, cubriéndolo con la otra oblea. Después se
empujaba hacia arriba la palanca, y se nos entregaba
la galleta lista para degustar. Las mas finas valían una
peseta, y las más gruesas seis reales.
Antes de comprar el carro, Sebastián vendía los
helados con una cuba metálica de forma cilíndrica,
que se introducía en otra de diámetro mayor, y el
hueco entre ambas se rellenaba con hielo machacado
mezclado con sal, forrándose con corcho el exterior.
Mucho sudó Sebastián transportando la pesada cuba
en las tórridas tardes veraniegas al grito de “hay
helado, mantecado helado”.
También vendía en las ferias de los pueblos
vecinos, y en las corridas de toros, previo pago de la
correspondiente entrada, y valiéndose de triquiñuelas
98. 97
en algunos casos para poder pasar su mercancía, ya
que todos los presidentes no permitían el paso de la
cuba con los helados.
Este oficio como tantos otros, fue
desapareciendo con el progreso y la fabricación y
venta masiva en cualquier tienda de alimentación,
supermercados y principalmente heladerías.
Creo que no soy el primero que desde estas
páginas de La Moraleja, reivindico ante nuestras
autoridades municipales, la construcción de un museo
de la ciudad, en el que se alberguen aperos,
herramientas y toda clase de instrumentos
relacionados con los oficios de antaño. Me consta que
en muchas casas se guardan todavía, y que aún no han
sido destruidos por el paso del tiempo ni la mano de
sus propietarios que se resisten a deshacerse de ellos
por el cariño y la añoranza, hacia la generación
anterior, pero la próxima tendrá menos reparos en
deshacerse de ellos.
100. 99
CHATARREROS-TRAPEROS
El oficio de chatarrero, ya desaparecido en
nuestro pueblo tuvo auge a mediados del siglo pasado.
También les llamábamos traperos porque los trapos
eran la mercancía que mas manejaban. Los había
ambulantes, como Macaco, que recuerdo con su
boina, sus ojos saltones y su hablar gangoso, y
también llegaban de vez en cuando algunos forasteros,
que se paseaban por las calles, con una cesta y un saco
llamando de puerta en puerta, y visitando también los
cortijos, ahora abandonados.
En la cesta llevaban los productos nuevos como
peines, horquillas, cepillos, espejos, hilos, canuteros
de agujas, dedales, huevos de madera para zurcir
calcetines y un sinfín de objetos pequeños que
entregaban a las mujeres a cambio de unas alpargatas
viejas , ropa usada, un trozo de hierro o cualquier
cosa de metal, que iban echando a su saco. Estos eran
los “minoristas” cuyo potencial era pequeño, y su
oficio apenas les daba para ir tirando.
101. 100
Había otros que podríamos llamar mayoristas,
que tenían un local donde ir almacenando las
mercancías en montones mas o menos grandes, a la
espera de que llegara un camión para cargar con todo
o parte de lo allí acumulado. Una de estas chatarrerías
de recuerdos difusos para mi, estaba en la calle Goleta
junto a la iglesia de los protestantes. La otra que
recuerdo mejor, era la del Tío Carlos que estaba en la
antigua calle Gitanos, ahora Doctor Blanco
Rodriguez, frente a la fábrica de aceites de los
hermanos García Franco. El tío Carlos era un hombre
alto y fuerte que creo que procedía de Linares. No
tenía hijos, pero crió una sobrina de aquella ciudad,
que vive en la que fue su casa.
El Tío Carlos no pagaba con pequeños
artículos, sino con dinero, por lo que los chiquillos
acudíamos a su casa, a vender cualquier cosa por la
que creíamos que podríamos obtener unas perras. Lo
más cotizado era el cobre, y cualquier trozo de cable
era bueno para venderlo. Cuando teníamos alguna
cantidad de cables con un poco de peso; a casa del Tío
Carlos, pero el dinero era muy poco, hasta que
aprendimos que el cable iba recubierto de plástico que
también pesaba, entonces nos íbamos a las eras a
quemar el cobre, armando alguna que otra zorrera, ya
que pelado se cotizaba más. Cuando los técnicos de
Telefónica instalaban los cables por las fachadas de
las casas, los desperdicios de los cables multipares
102. 101
que utilizaban también eran buenos para su venta, y
nos poníamos a rebuscarlos por debajo de sus largas y
pesadas escaleras de madera.
Chatarra
Entonces no había electrodomésticos como
ahora, que en cualquier casa los tenemos en
abundancia desde un molinillo de café hasta un
cargador de teléfono móvil, si hablamos de aparatos
pequeños, y un frigorífico, una lavadora y hasta un
coche si nos referimos a grandes cosas, que ya no
tratamos de vender, sino que además se nos presenta
un problema para deshacernos de ellos. Esto sucede
porque nuestro nivel de vida ha progresado
103. 102
notablemente y ya no nos ocupamos de esas pequeñas
cosas.
Ahora es comprensible la desaparición, de esas
pequeñas chatarrerías y traperías, que han dado paso a
grandes plantas de reciclaje de electrodomésticos y
desguaces de automóviles, que nos indican que todo
ha cambiado afortunadamente para mejorar, pero
existen algunos pequeños chatarreros y traperos, que
son esas personas indigentes, que se ven en las
grandes ciudades con todas sus pertenencias a cuestas
o en un pequeño carrito, que aunque los tiempos han
cambiado para mejorar, a ellos no les ha tocado esa
suerte.
La ropa usada que mucha gente la tira, tiene su
utilidad a través de organizaciones que se dedican a
buscar el bienestar de los menesterosos. Una de ellas
que tiene implantación internacional es la denominada
Traperos de Emaús, que fue fundada en el año 1949
por el sacerdote francés Henri Groués, conocido
popularmente como el abate Pierre, que precisamente
falleció el pasado 22 de enero a los 94 años de edad.
Traperos de Emaús tiene oficinas abiertas en Madrid y
otras muchas provincias de España.
Un chatarrero ilustre en Villanueva fue D.
Antonio Sotomayor, que se empeñó en adquirir un
trono para la cofradía del Cristo de la Expiración, y
104. 103
organizó la operación “papel y botella” recogiendo
por todas las calles con un pequeño camión todo el
vidrio, papel y cartón que había en el pueblo,
consiguiendo su propósito que en aquellos tiempos
fue un hito importante, y que aún hoy, después de mas
de cuarenta años, me hace recordar a D. Antonio cada
vez que veo “su trono” cuando voy a Villanueva por
Semana Santa, o paso por la parroquia de San
Andrés.
106. 105
ZAPATEROS
El oficio de zapatero, está casi extinguido en
Villanueva, quizás quede todavía alguno como Julio
Mora en la calle Palma, que para poder subsistir, casi
seguro, tuvo que complementar su oficio artesano con
la venta como minorista de zapatos fabricados en la
provincia de Alicante.
Todo su trabajo era manual, y dedicado
principalmente a la reparación de calzados, aunque
también confeccionaban zapatos y sandalias.
Recuerdo mi primer par de zapatos a medida, por el
que mi madre pagó doscientas diez pesetas. Utilizaban
la materia prima mas importante como el cuero y la
piel. Se confeccionaban calzados como zapatos,
sandalias, zapatillas y botas. El zapatero se puede
considerar como el sastre, que vestía los pies,
utilizando como aquél, patrones, agujas (leznas),
tijeras e hilos (bramante) entre otras herramientas, al
que untaban cerote para que corriera mejor al coserlo
y como las telas del sastre, utilizaba pieles de vaca,
cabritilla, tafilete, ante, gamuza y hasta piel de
cocodrilo. También había zapatos de charol que ya
107. 106
apenas se ven. El charol es un barniz que es muy
lustroso y brillante que se adhiere fuertemente a la
piel, y no se deforma ni agrieta.
Este gremio ha ido desapareciendo, porque la
gente ya no repara el calzado como antes, cuando un
zapato se estropea se tira y se compra otro calzado.
Ahora se llevan los zapatos a cambiar unas tapas o
como mucho a echar medias suelas. También peligra
la fabricación debido a la competencia china que
fabrica a precios muy baratos
Es interesante conocer el por qué del número de
los zapatos. Se utiliza tradicionalmente el sistema
francés o “puntos parís”, que consiste en medir la
longitud del pie en centímetros, y dividir esa longitud
medida entre dos tercios y al resultado obtenido se le
suman 1,5 cm, para dar comodidad al pie en su
movimiento. Así un pie que mide 27 centímetros, al
dividir su medida entre dos tercios, obtenemos la
cantidad de 40,5, a este número sumamos 1,5 cm y
obtenemos el número 42 como talla de ese pie de 27
cm de largo.
Nuestros zapateros eran grandes profesionales, y muy
apreciados por su clientela. Siempre a disposición de
sus clientes, para reparar nuestros zapatos, poner
medias suelas; sustituir tacones y tapas o meter los
zapatos en la horma. Recuerdo a Julio Hueso que
tenía la zapatería en la calle Nueva y posteriormente
108. 107
en la calle Cantarerías; los hermanos Carrascosa
Quesada, Andrés en la calle Carrera, y Domingo en la
calle Doctor Velázquez; Froilán en la calle Parras;
Los hermanos Cuevas, Hermógenes (Móngines como
le llamaba mucha gente), y Diego en la calle
Canalejas, esquina a calle Nueva. Estos hermanos
emigraron a Madrid. Diego, pasados unos años,
volvió otra vez al pueblo. Hermógenes falleció en
Madrid en un desgraciado accidente de tráfico.
Corte
Hubo también un comerciante mayorista,
Cayetano Pinel que tenía el almacén en la calle Santo
Reino, frente a la zapatería de Domingo Carrascosa.
109. 108
Como hemos dicho anteriormente, al ser el
zapatero el sastre de los pies, algunos afortunados han
conseguido un cierto paralelismo con la alta costura, y
confeccionan calzado que aunque de muy buena
calidad, tiene unos precios desorbitados, que rondan
los tres mil euros el par, dependiendo del material con
que estén hechos. Los fabrican con diversos tipos de
pieles exóticas, predominando el cocodrilo, para lo
cual ya hay criaderos de estos animales que se venden
exclusivamente para este fin.
Unos de estos afortunados, es Manolo Blanik, y
sus zapatos son conocidos como “Los Manolos”.
Manolo Blanitk es español, nació en Santa Cruz de la
Palma en 1942, y aunque su padre es checo, su madre
es española
Apeles, el pintor griego mas célebre de la
antigüedad (siglo IV antes de Cristo) pintó a una
persona importante de su ciudad, y expuso al público
su obra. Un zapatero que la observó, criticó la forma
de una de las sandalias del personaje. Apeles aceptó la
crítica y modificó la sandalia exponiendo nuevamente
el cuadro. Cuando el zapatero volvió a ver la
modificación, y observó que Apeles había modificado
el calzado, se creyó autorizado a seguir criticando
otros aspectos de la obra, a lo que Apeles le respondió
la famosa frase: “Zapatero a tus zapatos”
110. 109
Los patrones de los zapateros son San Crispín y
San Crispiniano. Se cree que fueron dos hermanos
romanos de familia noble que se convirtieron al
cristianismo siendo desheredados por ello. Se
dedicaron a la confección de zapatos y con sus
ganancias ayudaban a los pobres. Fueron perseguidos,
martirizados, y decapitados el 25 de octubre del año
286. Cada año se celebra su fiesta en esa fecha.
112. 111
PICAPEDREROS
La piedra era el principal componente y a veces
el único de una obra. Tenemos varios ejemplos en
arquitectura antigua, como el Acueducto de Segovia, la
construcción de iglesias, catedrales, castillos, y mas
lejanos como por ejemplo las Pirámides de Egipto.
Más cerca tenemos la construcción en
Villanueva de magníficos edificios particulares,
(algunos cerrados), hasta iglesias, colegios y el
Santuario de la Fuensanta.
Desde tiempo inmemorial, el oficio de
picapedrero, era fundamental para la construcción de
todas estas obras, y fue decayendo para dar paso a
materiales mas modernos como el hormigón.
La piedra se obtiene de las canteras con gran
esfuerzo y mucho riesgo para los canteros, ya que
para trocear las grandes rocas, se utiliza la voladura
con dinamita, y siempre existe el peligro potencial de
su gran peso.
113. 112
Hay en Porcuna una casa llamada “La casa de
la piedra”, que su dueño quiso así llamarla, porque
está toda construida con este material. Yo tuve la
oportunidad de visitarla a principios de los años
ochenta, y conocí al constructor y dueño de la misma,
Antonio Aguilera Ruedas, apodado Gronzón.
Comenzó la construcción en solitario en el año 1931,
siendo ayudado por sus hijos cuando se hicieron
mayores y la terminó en 1960.
Picando piedra
A finales de la década de los años cincuenta y
principios de la de los sesenta, el camino a Galán
desde la calle Eras, actualmente Jaén, no era muy
parecido al actual. En la acera de los pares, la última
casa era la de Alfonso el pintor, seguida de un
descampado, y a continuación el bar La Espuela, el
114. 113
bar de Los Chiles, y un cine de verano del que todavía
quedan restos a la espalda de la actual gasolinera.
Enfrente estaba la fuente de Galán que ocupaba
una gran extensión de forma circular, y en el centro
estaba la fuente propiamente dicha con dos caños de
los que manaba abundante agua .
Ya de vuelta nos encontrábamos frente a los
Chiles con la vieja gasolinera situada
aproximadamente en el centro de la actual rotonda, y
por la acera de los impares, prácticamente todo era
descampado a excepción de unas pocas edificaciones
como talleres entre los que estaba el de Pedro
Hurtado, dando paso otra vez a otro descampado que
se acababa en otras casas como la de Quines el taxista
y las de los picapedreros.
En este último descampado había junto a la
carretera unos grandes y frondosos álamos que
proporcionaban una sombra muy agradable, y un
terraplén por el que a través de un camino muy
pendiente se bajaba hasta una extensión de terreno en
la que había un tejar, en el que además de tejas, se
hacían ladrillos macizos, que además tenía salida a la
actual calle Doctor Blanco Rodriguez
Bajo la gran sombra de aquellos hermosos
árboles hoy desgraciadamente desaparecidos, y frente
a lo de Fernando el hojalatero y Luis Pedro el de “la
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Central”, los picapedreros, provistos de lápiz, regla,
compás, cincel y martillo, daban forma a las piedras
que servían para empedrar una calle; construir una
casa o hacer los bordillos de las aceras, al mismo
tiempo que producían una agradable música con el
rítmico martilleo, que se podía oír con nitidez, ya que
el nivel de ruido de la carretera entonces era mucho
menor que ahora.
También trabajaban nuestros picapedreros a pie
de obra, haciendo los adoquines para el pavimento de
las calles. Como creo recordar cuando se pavimentó
la Calle Palma, no con el suelo actual, sino con el
anterior que calculo pudo ser sobre los años sesenta,
que tenía una franja en el centro para que por allí
pisaran los mulos, y que por aquella franja o raya en
el centro se le llamó al principio la “bien peiná”
Creo recordar que eran todos familiares, de
apellido Linares. Al fallecer los mayores, otros
emigraron a Madrid, y quedó en el pueblo sólo uno de
ellos, que heredó el oficio, pero diversificó (como se
dice ahora) su actividad, dedicándose al mármol y
granito, y cambiando el nombre de picapedrero por el
de marmolista, que parece por lo menos, más
moderno.
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ALADREROS
Los aladreros eran unos carpinteros que hacían
y reparaban básicamente instrumentos para la
agricultura, como arados, yugos, trillas, palas, horcas,
carros, y todos los aperos necesarios para el oficio de
los hombres del campo. Hay otros que se dedican a
las maderas que sirven para entibar las minas pero ese
no es nuestro caso.
La palabra aladrero se deriva de aladro,
nombre que también se le da al arado, por lo que
vemos que el nombre del oficio guarda relación con el
nombre del instrumento básico de la agricultura. Se
decía que el aladrero era carpintero de obra gruesa, ya
que sus obras no necesitaban un acabado fino.
Antiguamente se labraba la tierra con un par de
bueyes o mulos, uncidos por el yugo ó ubio, que
tiraban del arado de madera, (el romano era más
antiguo) que el labrador guiaba por medio del timón,
al mismo tiempo que procuraba que la reja (punta
metálica), se clavara bien en la tierra para hacer el
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surco profundo, y que después la semilla penetrara
bien en las entrañas de la tierra.
José con algunas de sus obras
Los aladreros antiguos, para hacer un arado, o
un astil (mango de una herramienta), procuraban
elegir en el monte un tronco que ya tuviera una forma
parecida a la pieza que se quería construir (esto era
especialmente importante para la construcción de las
horcas). Algunos agricultores tenían habilidad como
para fabricarse su propio arado que lo hacian con un
tronco de carrasaca, pero los aladreros hacian el
arado, la horca y todos los aperos necesarios, que se
hicieran con madera y algo de hierro, como las llantas
de las ruedas de los carros. Sus herramientas eran la
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sierra, el serrucho, el hacha, el formón, el martillo, la
azuela, el berbiquí, etc.
Según Miguel Hueta en su libro “... apenas el
recuerdo”, en Villanueva había tres aladrerías, la
primera en la calle San Basilio, y otras dos en la
carretera, una frente a la posada de Benasalvas
propiedad de Francisco Navarrete, y la otra frente a lo
que fue el cuartel de la Guardia Civil, y al cine Regio
de Verano, regentada por el hermano del anterior
Sebastián Navarrete. Esta es la única que yo recuerdo
de cuando era niño y que visitaba con cierta
frecuencia, ya que el hijo más pequeño de Sebastián,
Domingo, era mi compañero de clase y de juegos.
Al ir evolucionando la agricultura, la mayoría
de personas que trabajaban la madera para este oficio,
abandonaban este trabajo dedicándose a otra
ocupación. El propio taller, diversificó, como se dice
ahora, su actividad dedicándose a la construcción de
carrocerías para camiones, al final de la década de los
sesenta.
Según nos comenta Juan José Fernández, su
padre, José Fernández Gallego, que fue empleado de
Sebastián Navarrete se estableció por su cuenta y
montó un taller en la actual calle Enrique III, junto a
la tienda de Antonio Barriles, y después se trasladó a
la calle Morales número dos, en la zona que
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recientemente se ha denominado en esta revista el
primer polígono industrial de Villanueva.
Camión carrozado en el año 1958
Allí José consiguió permanecer durante un
tiempo desarrollando su actividad, que prolongó
hasta los años ochenta. Su clientela procedía de los
pueblos cercanos y menos industrializados como
Sorihuela, Cortijos Nuevos, Iznatoraf o el Tranco, y
como los aladreros antiguos, también se desplazaba a
la sierra, para buscar la madera más adecuada a la
pieza que quería construir, casi siempre manualmente,
hasta que compró máquinaria que le facilitaba el
trabajo. Durante algunos años también fue el
carpintero de la plaza de toros. Podemos apreciar la
fotografía de José con algunas de sus obras tanto a
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tamaño real como en miniatura, y por otra parte varios
empleados con un camión al que le han hecho la
carrocería. Reconocemos entre ellos a Felipe
Navarrete, su hermano Marcelo y el propio José
Felipe Navarrete acometió una gran
transformación de la empresa familiar dedicándose a
la construcción de carrocerías para camiones, al
principio de madera y después metálicas. Compró
maquinaria para trabajar la madera y el hierro. El
taller de la carretera se quedó pequeño, y adquirió
unas nuevas instalaciones mas amplias y vivienda en
la Ronda de Mirasol. Amplió la empresa montando
otra sucursal en Villacarrillo y en pocos años montó
una gran industria carrocera. Se veían, y se ven, por
las carreteras muchos camiones rotulados en sus parte
trasera como: Carrocerías Felipe Navarrete -
Villanueva del Arzobispo- con lo cual contribuyó a la
publicidad del nombre de nuestro pueblo por toda la
geografía española.
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CALCETERAS
Hasta ahora nos hemos ocupado de los oficios
masculinos, pero también ha habido oficios como el
de calceteras que realizaban mujeres, y que en
Villanueva ya no existe y probablemente en España
muy poco.
Calcetera según el diccionario es la persona que
se dedica a hacer y reparar medias y calzas. Nosotros
nos vamos a fijar solamente en las mujeres que se
dedicaban a reparar las medias, coger los puntos que
se decía.
Hace años, las medias eran un complemento
muy importante en la vestimenta de la mujer. Había
pocos modelos y colores. Ahora el muestrario es
variadísimo tanto en la forma del punto como en
colores
Las medias se conocían en la antigüedad como
medias calzas, ya que las antiguas calzas cubrían
desde la cintura hasta los pies, y las medias solamente
la mitad que las calzas y hasta el siglo XV, la media o
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media calza, fue una prenda exclusivamente
masculina.
Las medias femeninas estuvieron ocultas
durante siglos, por las ropas que utilizaban las
mujeres. Se cuenta una anécdota de un embajador
francés que trajo como regalo a Isabel la Católica un
bonito par de medias de seda bordadas. El regalo fue
devuelto con un gran escándalo político, diciendo que
como un embajador podía aludir de un modo tan
grosero a la intimidad de la reina.
Otra anécdota, cuenta como el jefe de la Casa
Real de Isabel II, en respuesta a un comentario sobre
las medias de la Reina, dijo: “las reinas no tienen
piernas”
Como hemos dicho, la longitud de los vestidos
femeninos ocultaba totalmente las medias, pero en el
segundo decenio del siglo XX la moda establece que
se acorte la falda femenina dejando ver el tobillo y
más tarde hasta la mitad de la pantorrilla.
A partir del comienzo de la segunda guerra
mundial, el gobierno británico prohíbe utilizar la seda
para la fabricación de medias, porque había que
utilizarla exclusivamente para fines bélicos, como
paracaídas y otras pendas. En Estados Unidos ya
había aparecido una fibra sintética llamada nylon, que