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“El alucinante encanto de un sueño ligero”
                                 Daniel Dagna

                              Comedia en un acto

PERSONAJES:
ZULMA         esposa de Berto      BERTO                esposo de Zulma
OSCAR         jefe de Berto        ÁNGELA               la mucama
APARICIONES:
(Estos personajes sólo son vistos por Berto. Ante quienes él reaccionará
conforme a la situación y a las circunstancias en que estos aparezcan.)
ANCIANA VESTIDA DE NEGRO                  HOMBRE BARBUDO
MUJER SIEMPRE EMBARAZADA                  UN BEBÉ
HOMBRE RUBIO                              UN CULO ENORME
UN BAGRE NAUSEABUNDO
*ÁNGELA- toda vez que no aparezca del baño-
*OSCAR- toda vez que aparece del placard-
*Estos dos personajes cuando son “apariciones” que sólo se relacionan con
Berto, deben tener algo que los diferencie de cuando son personajes que no
sólo se relacionan con él. Tal vez, una luminosidad diferente, probablemente
una palidez fascinante en los rostros o en una parte de ellos, u otra cosa que
se le ocurra al director de escena y que produzca similar sensación.
ESPACIO ESCÉNICO: Al comienzo la acción transcurre en un amplio living, de
un muy amplio y lujoso piso, de un barrio oneroso. Los pocos muebles
existentes en el espacio son casi etéreos. La luz es demasiado blanca, casi
irreal. Luego la acción se traslada a una amplia y minimalista habitación
conyugal. Una enorme y etérea cama. Una cajonera excesivamente enorme. Y
un placard de grandes dimensiones repleto de… misterio. El placard hace foro
y a los laterales, dos puertas: la del baño y la del dormitorio. La luz que
enciende Berto es de un color azul intenso. Toda vez que las puertas (baño,
habitación o placard) se encuentren abiertas, dejarán escapar hacia el
dormitorio, una luz amarillenta muy resplandeciente.


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LA ACCIÓN:
                 Aquella noche, después de la cena...
                 El jefe fuma impaciente y observa repetidamente su reloj.
ZULMA: (cortante): Lo que vos pensás no puede suceder en ninguna parte...
BERTO: (tratando de hacerla callar, pero, evitando enojarla.) Mirá querida,
pensá lo que quieras, yo creo que estamos en un país, donde se debe poner
en práctica, una economía de guerra...
ZULMA: (hiriente.) Dejá de decir estupideces.
BERTO: (sobreponiéndose, en tono discursivo.) En otras palabras, se debe
gobernar con un plan dirigido a socorrer una crisis y sólo con estrategias
destinadas a realizar cambios profundos, puede enfrentarse el caos que se
avecina.
ZULMA: (como para dar fin a la conversación.) ¡Qué caos ni qué caos! ¡Aquí
sobra de todo! Lo único que falta son ganas, eso es lo único que falta… ¿Usted
qué opina Oscar?
JEFE:(pitando su habano y eludiendo el tema.) Una muy difícil pregunta...
muy difícil...
BERTO:(muy persuasivo y evitando enojarla.) Querida, en realidad, no tenés
porque saber de economía. Por lo tanto, te sugiero, me dejés disertar a mí
Existe bibliografía...
ZULMA: (ya demasiado molesta con él.) Los libros no podrán solucionar
todos los problemas que ocurran en el mundo. Por el contrario, irán
aprendiendo... (Al jefe): ¿No le parece?
JEFE:(luego de dar una bocanada a su habano y volviendo a eludir el
tema.) Una muy difícil pregunta... muy difícil...
BERTO: (a Oscar, amablemente): ¿No desea beber algo más señor?
JEFE:(cuidando las formas.) ¡Se lo dije mil veces en lo que va de la noche!
¡Dígame Oscar, no más! Olvidemos las diferencias implícitas únicamente al
orden laboral. Bien sabe la estima que siento por usted...
BERTO: es cierto, ocurre que me es muy difícil. De todas maneras, le prometo,
que lo volveré a intentar. Oscar, ¿desea beber algo más?
JEFE:(dispuesto a irse.) No por favor, sería demasiada molestia, además yo...
BERTO:(dispuesto a retenerlo como sea.) Pero no es ninguna molestia, por
favor, ¿que desea beber señor? ¡Oh, discúlpeme!


                                           2
JEFE: (ya no sabiendo como ocultar su deseo de marcharse.) Créame, hacia
años que no me sentía tan bien servido, pero...
ZULMA: (a Oscar, seductora): Muchas gracias Oscar. Para mí es un verdadero
placer...
BERTO: lo mismo digo señor, digo Oscar, si desea algo más sólo tiene que
ordenarlo...
JEFE: (a punto de transmitir su deseo.) Ocurre que...
ZULMA: (comprensiva.) Tal vez tiene algún compromiso y ya tiene que
marcharse...
JEFE: (algo más aliviado.) En realidad tendría que haberme marchado hace
largo tiempo, pero...
BERTO: (aprovechando las dudas de Oscar.) Pero estamos tan cómodos y
está tan interesante la conversación.
JEFE: en realidad yo...
ZULMA: (comprensiva.) Por nosotros no haga ningún cumplido. No
quisiéramos ser tiranos con su tiempo. Ni tampoco, por supuesto, tenemos
intenciones de acaparar su atención...
BERTO: de todas maneras, ¿por qué no se toma un café?, o... ¿un whisky?
JEFE: (algo impaciente.) Bueno...mire...
ZULMA: (a Berto): Quizás Oscar tiene un compromiso más importante.
JEFE: no, es que...
BERTO: (a Zulma, sacando provecho de la duda de Oscar): Ya oíste. ¡¿Un
whisky?!
JEFE: (observando a Zulma. como pidiéndole ayuda.) Bueno...yo...
BERTO: (llamando, con mucha seguridad): ¡¡Ángela!!
ZULMA: (cortante.) No es necesario que grites. (Pequeña pausa tensa, a
Oscar): Cambiando de tema...
BERTO:(cortante.) No es necesario cambiar de tema. Escúcheme señor,
perdón, Oscar...
               Aparece Ángela, entra muy resuelta y seductora
ANGELA: (a Berto): ¿Me llamó señor Berto?
               Oscar se queda mirando a Ángela. Su omnipotente actitud,
               acrecentó, su virilidad acostumbrada. Zulma observa a Berto,
               visiblemente, molesta.


                                         3
BERTO: (a Ángela, distante): Sí, deseamos tomar algo. (A Oscar, amable):
Señor, perdón: ¿Oscar?
JEFE: (a Ángela, seductora y provocativamente): Otro whisky con abundante
hielo molido y un ligero golpe de agua gasificada...
BERTO: (impaciente, a Ángela): Muy bien, y para...
ZULMA: (a Ángela, autoritariamente): Nada más Ángela, puede retirarse.
ANGELA:(asimilando el mal trato.) Muy bien señora, con permiso.
BERTO: (sobreponiéndose.) ¿Podrías esperar un momentito Ángela?
ANGELA: (muy servicial.) Por supuesto, lo que usted ordene.
BERTO: (a Zulma): Tengo deseos de beber algo. (A Ángela): ¿Es posible?
ANGELA: lo que usted ordene.
ZULMA: (cortante.) Berto, mañana tenemos que levantarnos temprano y en
buen estado físico y mental.
BERTO: (convincente.) En este momento no me veo ni me siento mal. Además,
necesito un trago fuerte para poder explicarle al señor, digo a Oscar, un gran
paquete económico-financiero que vengo elaborando desde hace varios
meses...
JEFE: (esquivo.) La verdad es que se lo ve bien. Pero, yo preferiría que...
ZULMA: (a Ángela): Podés retirarte.
BERTO: Ángela.
ANGELA: (obediente y hasta con un dejo de satisfacción.) ¿Lo de siempre
señor?
BERTO: lo de siempre, Ángela, gracias.
ANGELA: (retirándose.) Para servirle...
ZULMA: (se pone de pie.) Oscar, dispénseme unos minutos, ya regreso.
JEFE: (en un gesto de caballerosidad, también se pone de pie.) Haga uso de
su tiempo señora.
             Zulma sale presurosa siguiendo los pasos de Ángela.
BERTO: (adivinando la intención de su mujer.) Zulma no le agregués agua al...
(A Oscar, aprovechando que quedaron solos): Señor, perdón, Oscar, por que
no se sienta. Vamos siéntese. (El jefe se sienta y Berto lo hace a su lado.)
Conforme a muy profundos y minuciosos análisis, creo que tenemos una salida
mucho más decorosa que la quiebra. Tengo todo muy bien ponderado, muy
bien elaborado.


                                          4
JEFE: (interrumpiéndolo.) Después del domingo tengo una importante reunión
con el “Doctor Contumaz”. Seguro me va a proponer que cierre. ¡No quiero
perder un centavo más! El mercado negro, en todas sus variantes, ofrece
alternativas mucho más atrayentes. Mi querido Berto, créame, en este país
cada día cuesta mucho mas ganar el dinero. La economía es un tablero de
ajedrez. Se deben mover las piezas con mucha perspicacia.
BERTO: (dispuesto a dar batalla.) Estoy seguro de eso, pero... (Con mucha
seguridad.) Provocaríamos un perjuicio social innecesario. Lo tengo todo muy
bien chequeado. No sólo es una salida práctica, sino que además, reportaría
alguna rentabilidad...
JEFE: ¡se da cuenta Berto! Usted me ofrece “alguna rentabilidad”, y yo ya estoy
cansado, que digo cansado, estoy harto de poner en juego un gran capital para
obtener pequeñas rentas...
                Ángela aparece y se desplaza con mucha sensualidad. Oscar se
                queda mirándola. Sus ojos la desnudan lascivamente.
ANGELA: (entrando.) Permiso, disculpen... (A Oscar): Su pedido señor. (A
Berto, muy amable, casi con ternura): Un poquitín más livianito. ¿Puedo
retirarme?
BERTO: (displicente.) Por supuesto Ángela, gracias por todo.
                Ángela sale ante la lujuriosa mirada de Oscar. Oscar, casi sin
                querer, le roza una pierna a Berto.
JEFE: (por Ángela.) ¡Qué hermosas piernas!
BERTO: (sin entender.) Gracias señor...
JEFE: ¡monísima...! ¡Qué buen físico!
BERTO: (comprendiendo.) Ah...
JEFE: debe ser realmente una vampiresa en la cama... ¿Es verdad?
BERTO: (intuye que Oscar quiere cambiar de tema.) No sé. En realidad,
(volviendo a lo suyo) creo que está todo muy bien...
JEFE: (interrumpiéndolo.) ¡Usted sabrá cómo está de bien! ¡Tiene una piel
aparentemente deliciosa y unos pechos! ¡Ni que decir de sus ojos...!
BERTO: (realiza un gesto y sin proponérselo, dibuja en el aire un culo.) Yo me
refería al...
JEFE: (interrumpiéndolo.) ¡Claro! ¡Sin dudas! ¡Hermosas nalgas! ¡Se adivinan
firmes, turgentes! (Al ver que Berto va quedando atónito, agudiza sus


                                          5
comentarios.) No pretenderá hacerme creer que nunca tuvo un affaire con ella.
Si ya lo dejó de hacer, pase la mercadería, no sea egoísta.
BERTO: (atónito, ante el giro de la conversación.) Es la primera vez que reparo
en su cuerpo...
JEFE: (riéndose.) ¡No pensará hacerme creer semejante disparate! Si hasta su
mujer lo debe saber. Vuestro comportamiento es lógico en una pareja
evolucionada que se encuentra en estas circunstancias.
BERTO: ¿por qué cree eso?
JEFE: es obvio que Zulma se daba cuenta de las miradas que ustedes se
sostenían.
BERTO: (asombrado.) ¡Qué notable! Usted se da cuenta de cosas que yo ni
por asomo llegaría a sospechar...
JEFE: (disfrutando.) ¿Se da cuenta Berto?
BERTO: ¿qué cosa?
JEFE: ¿con qué valor puedo llegar a tomar sus sugerencias?
BERTO: ¡¿qué?!
JEFE: (con mucha soberbia.) Usted, en este momento de su vida, no puede
llegar a ver lo que pasa a su alrededor. Cómo puedo dejar guiar mis capitales,
por un proyecto ideado por una persona, que no puede leer, ni su propia
realidad.
             Entra Zulma. Su cuerpo se contornea seductoramente.
ZULMA: (a Oscar): Disculpe mi demora.
JEFE: (muy seguro y seductor.) Por nada señora. Estaba esperándola para
despedirme. Buenas noches Zulma. (Besa teatralmente su mano.) Gracias por
todo. Ha sido realmente un placer.
ZULMA: (sonriente.) El placer es mío.
             Berto está anonadado, desalentado. Su silencio lo dice todo.
             Permanecerá sin hablar hasta el final de la escena. Las voces,
             amplificadas, retumban como ecos en el espacio, y
             desmedidamente, en los oídos de Berto.
JEFE: ¡muy buenas noches Berto!
             Oscar teatralmente le estrecha la mano. El apretón de manos,
             frenético pero en cámara lenta, se suspende repetitivamente en el
             tiempo y en el espacio.


                                        6
JEFE: (estirando las palabras que siguen el ritmo del apretón de manos.)--D-e
--t-o-d-a-s---m-a-n-e-r-a-s,---g-r-a-c-i-a-s---p-o-r---s-u-s---i-n-t-e-n-c-i-o-n-e-s.
               Zulma acompaña a Oscar hacia la salida. El ondular cadencioso
              de las caderas de Zulma y los pasos altivos de Oscar se
              encaminan en cámara lenta hacia la salida.
ZULMA: (estirando las palabras que siguen el ritmo de la salida.)---H-a-s-t-a---
c-u-a-l-q-u-i-e-r---m-o-m-e-n-t-o.---A-h-o-r-a---q-u-e---c-o-n-o-c-e---e-l--- c-a-m-i-
n-o---n-o---s-e---o-l-v-i-d-e---d-e---v-o-l-v-e-r.
               Zulma y Oscar desaparecen de escena y desde el off siguen
              hablando en cámara lenta. Sus voces en un preciso instante, se
              transformarán en un zumbido atroz, que invadirá el espacio. La
              blanca luz toma un resplandor más irreal aún. Berto, que nunca
              actuó en cámara lenta, se tapa los oídos con ambas manos.
              Cierra con violencia sus ojos y se deja caer en el sillón más
              próximo. Está abatido. Zulma abandona sus movimientos en
              cámara lenta y entra a escena echa una furia. El zumbido
              desaparece. La luz blanca pierde un poco su resplandor. Berto
              bebe un sorbo de su copa.
ZULMA: (despectiva.) Cada día más inoportuno. Más ridículo... (Llamando.)
¡Ángela! (A Berto): ¡¿no te dabas cuenta que se quería ir?! (Le quita la copa
              de
la mano.) ¡No puedo entender porque diablos bebés tanto! ¡No lo entiendo!
(Casi sin darse cuenta se bebe de un saque todo lo que quedaba en la copa y
la vuelve a poner, vacía, en la mano de Berto.) ¡No lo puedo entender! Bien
sabes que te cae mal. Nunca fuiste un buen bebedor. (Entra Ángela.) ¡Eso
dejalo para los hombres!
ANGELA: ¿llamaba señora?
ZULMA: (despectivamente, a Ángela): ¡levanta las cosas! (Ángela realiza el
trabajo. Zulma termina el contenido de su copa de un solo trago. A Berto): y
vos, ¡¿qué tenés en mente?! (Berto sigue como ido de la situación. Ángela
sale.) ¿Por qué no vas a acostarte? Mañana tenemos que ir a Monte Verde.
¡Eh! ¡Ché, a vos te hablo! Ni se te antoje dormir acá en el living. Sabés muy
bien que noche es ésta. Aunque en las condiciones en que te encontrás no
creo que seas demasiado útil. (Llamando) ¡Ángela! (A Berto): me voy al baño,


                                            7
me doy una muy buena ducha y a la cama…
ANGELA: (reapareciendo) ¿Señora?
ZULMA: (despectiva, subestimándola.) Vos lavá y acomodá todo en su lugar,
cuando terminés podés retirarte a dormir. ¡Hasta mañana! (Sale)
ANGELA: hasta mañana, señora.
             Breve pausa. Ángela se para delante de Berto. Lo observa
             largamente. Berto, mira largamente a Ángela. Una muy tenue luz,
             aparece desde el lateral, por donde queda el dormitorio. El
             uniforme de Ángela está totalmente desprendido, develando ante
             los sorprendidos ojos de Berto, el cuerpo que ocultaba. Ángela se
             mueve con total naturalidad, tal como si su uniforme estuviera
             abotonado y protegiéndola.
ANGELA: señor Berto...
BERTO: (la observa con cierta timidez.) ¿Sí?
ANGELA: (señalándole la copa que Berto tiene en su mano.) ¿Lo puedo llevar?
BERTO: (la mira extasiado.) ¿Eh?
ANGELA:(con mucha ternura.) ¿Va a tomar algo más? (Señalando la copa.)
¿Puedo llevarlo?
             Berto se pone de pie, extiende la mano en la que tiene la copa,
            hacia el cuerpo casi desnudo de ella.
BERTO: sí Ángela, por supuesto...
ANGELA: (con asombro.) ¿Quiere más?
BERTO: ¿qué cosa?
ANGELA: (divertida.) ¿Quiere beber más?
BERTO: no, hoy no.
ANGELA: entonces, ¿me lo llevo?
BERTO: ¿a quién?
ANGELA: (sonriente.) Al vaso...
BERTO: ¡¿eh?! Ah, sí, por supuesto...
ANGELA: (tiernamente.) Hasta luego señor Berto.
BERTO: hasta después, Ángela.
             Ángela sale llevándose la copa sin perder su gracia. Él se queda
            mirándola. La voz de Zulma se amplifica y retumba por el
            espacio.


                                        8
ZULMA: (desde el baño.) ¡¡Berto!! (Sube exageradamente el volumen llegando
al grito. desde el baño.) ¡¡Berto!!
BERTO: ¡ya voy!...
              Berto comienza el recorrido hacia su habitación.
BERTO: (extasiado.) Qué linda caminadita tiene. (Imita graciosamente el
contorneo del cuerpo de Ángela.) Su voz es tan sensual. Cuando me hablaba
me… turbaba... sus formas… sus pechos… cuanto calor emanaba su cuerpo…
sus ojos destilaban fuego... fuego...
              Al tiempo en que se van apagando las luces del living, va
              subiendo la luz que proviene del baño. La puerta abierta deja
              escapar hacia el dormitorio, una luz amarillenta muy
              resplandeciente.
ZULMA: (desde off): ¡¿ya estás aquí?!
BERTO: eso creo…
              Berto se sienta en la cama. Del lado opuesto al baño. Enciende
              una luz. Su color azul intenso ilumina el lugar. Comienza a
              desvestirse, le está ganando el sueño.
BERTO: (como para sí.) No soy tan mal parecido. Las mujeres en la oficina me
suelen mirar con cierto interés. (La nombra como para escuchar la musicalidad
de su nombre.) Ángela... Ángela... me atiende tan bien. Tan seductoramente.
Se descubrió toda ella ante mí. … Cuanto calor emanaba su cuerpo… sus ojos
destilaban fuego... fuego... (Vuelve a nombrarla.) Ángela… Ángela… sus
formas… sus pechos… (Temeroso.) ¿Me querrá cobrar? Yo no pienso darle ni
un centavo. No seré un gran seductor, pero nunca tuve que pagar para
satisfacer mis necesidades. Aunque en una sociedad capitalista, él que sirve,
debe percibir una remuneración acorde al servicio que preste…
              La voz de Zulma suena como un sopor.
ZULMA: (desde off): ¿ya estás acostado? Espero que a la mañana no seas
inoportuno como siempre. Acordate que me tenés que dejar negociar a mí.
Conozco a los Moros desde que los vi en la costa...
BERTO: (se irá durmiendo.) Qué dulce..., qué dulce...
ZULMA: (continúa desde off): conozco todas sus debilidades. Primero dejame a
solas con él. Le pregunto sobre su “nuevo” amante. Y luego a ella, sin que él
escuche, le pregunto sobre su “nueva” masajista. Diría que la propiedad, luego


                                        9
de estas pequeñas conversaciones, ya bajo mínimo un treinta por ciento…
               La voz de Zulma retumbó soporíficamente y se convierten en
               sonido de fondo de las acciones siguientes: Berto se quedó
               dormido, en ropa interior y con las medias y zapatos puestos. La
               luz azul se fue extinguiendo hasta desaparecer. La luz que
               proviene del baño tomó un resplandor inusitado. El cuerpo de
               Berto se mueve espasmódicamente como si sufriera pequeñas
               descargas eléctricas. Su cabeza va de un lado a otro, pero el
               resto del cuerpo no abandona su postura original. Desde el
               placard, aparece un “hombre barbudo” que trae una caña de
               pescar. Deja la caña en la cama, al lado de Berto.
BARBUDO: no se puede pescar si hablan alrededor de la carnada.
               Desde el placard y en dirección al baño pasa la “mujer siempre
               embarazada”.
MUJER: te dije que no dejarás la caña en cualquier parte… (Huele la caña.)
¡Puagh! (Toma la caña de pescar y la mete en el placard.) ¡Qué olor a bagre
sin espinas!
               “La mujer siempre embarazada” sale por el placard dejando la
               puerta abierta y de él aparece la “anciana vestida de negro”.
ANCIANA: me pone de muy mal humor repetirte siempre lo mismo, vivís para
hacerte daño.
BARBUDO: hablando de daño, me voy al baño. (Sale por el placard.)
               La “anciana vestida de negro” tapa imaginariamente a Berto y se
               queda mirándolo largamente. El cuerpo de Berto se aquieta, se
               tranquiliza… Desde el baño aparece Ángela. Lleva puesto
               correctamente su uniforme.
ANGELA: (angelicalmente.) Señor Berto... se me quedó dormidito...pobre...
pobre... Señor, despierte mi amo… aquí está su dulce Ángela... ¡señor Berto!
BERTO: (se despierta sobresaltado.) ¿Eh? ¡¿Qué pasa?!
ANCIANA: te vivís destapando.
ANGELA: nada. Se quedó dormido. Eso pasa, ¿se cansó de esperarme señor?
BERTO: me quedé dormido... ¡qué loco! (Como si la retara.) No me digás
señor, cuando te vas a acostumbrar a decirme Berto. Acaso, ¿no te gusta mi
nombre?


                                         10
ANCIANA: (sentada al lado de Berto.) Que tengas…
ANGELA: (juguetona.) Por supuesto señor, digo, Berto.
BERTO: ¿te gusta mi nombre?
ANCIANA: (le besa la frente.) dulces sueños…
             La “anciana vestida de negro” va lentamente hacia el placard.
             Berto, casi sin querer, la mira irse por el placard.
ANGELA: sí, señor.
BERTO: (retándola.) ¡No me digás señor! Con que te gusta mi nombre... va...
mi apodo… ¿o el qué te gusta es mi nombre?…
ANGELA: todo me gusta.
BERTO: ¿qué quiere decir todo?
ANGELA: todo es todo, señor, perdón, Berto.
BERTO: todo es, el nombre, el apodo, ¿eso?
ANGELA: todo es todo señor, no puedo, como cuesta, ¡Berto!
BERTO: soy un gran seductor, ¿no es cierto?
ANGELA: ¡muy seductor! Y no sólo eso, también dulce, cariñoso...
BERTO: ¿Ángela?
ANGELA: ¿señor?
BERTO: ¿cómo?
ANGELA: ¿Berto?
BERTO: (decidido.) No pienso pagarte.
ANGELA: ¿cómo?
BERTO: no puedo... va contra mis principios...
ANGELA: (se aparta de él.) ¿Qué dice? Pero, cómo se atreve. ¡Usted me
gusta! Y yo pago por lo que me gusta .Para eso trabajo.
             Desde el placard aparece el “hombre barbudo” con su caña de
             pescar y un bolso de tela verde colgado a un costado. Se pone a
             pescar al lado de la puerta del baño. Berto lo observa extrañado.
BERTO: no entiendo.
             El “hombre barbudo” sacó de su bolso de tela un gigantesco
             durazno y lo muerde eróticamente con voraz apetito carnal. El
             jugo, dulce, viscoso, le chorrea por la barba y el cuello.
ANGELA: (vuelve a su juego seductor y casi con lujuria angelical.) Los
bombones me gustan, para poder comerlos tengo que pagarlos. Un durazno


                                        11
me enloquece, para poder morderlo y beberlo, tengo que pagarlos; y a usted
tengo ganas de tratarlo como a un durazno y para eso tengo que pagarle.
BERTO: no es necesario que lo hagas. Es suficiente con que no tenga que
hacerlo yo. Sos muy linda Ángela. ¡Y me gustás mucho! Yo también pago por
lo que me gusta.
                Berto observa al “hombre barbudo” como pidiéndole aprobación;
                éste, duda un momento y luego se lo concede con un gesto
                ampuloso.
BERTO: (comienza a intentar desvestir a Ángela.) Hagamos una convención.
Yo te pago cien y vos me pagás cien. De esa manera ninguno de los dos tiene
que desembolsar dinero. Y los dos podemos ser duraznos carnosos y
jugosos...
ANGELA: (se escabulle de entre los brazos de Berto y no deja caer sus ropas.)
¡No! ¡Así no!
BERTO: (la persigue alrededor de la cama.) Pero, ¿por qué no? ¿No entiendo?
Ángela, ¿acaso no te gusto?
ANGELA: (sin dejarse atrapar.) No soy ninguna prostituta. ¡No quiero que me
pague! Si quiere algo así, vaya a la zona roja, o que sé yo, ¡a cualquier otra
parte! Pero ahí, para usted, no voy a estar…
BERTO: (conciliador.) yo nunca dije eso. No quiero pagarte, es más no pienso
darte ni un centavo. ¡Jamás pagué y no pienso hacerlo!
ANGELA: mejor me voy...
BERTO: (que la persigue por todos lados.) No me podés hacer esto ahora. ¡Me
querés volver loco! Por favor Ángela. Por favor...no puedo más... te necesito...
te necesito en mi cama...
                El “hombre barbudo” deja de pescar, enojado, desahuciado, por
                que no picó ningún pez. Sale raudamente por la puerta del
                placard. La puerta del placard queda abierta.
ANGELA: yo también deseo estar en su cama... ¿Podemos empezar de
nuevo?
BERTO: ¿cómo?
ANGELA: primero deje de perseguirme.
BERTO: ¿vos no te vas a ir?
ANGELA: ni lo sueñe.


                                         12
BERTO: no quiero soñar. Por favor no te vayas.
ANGELA: no señor.
BERTO: (no deja de perseguirla.) No vuelvas a decirme señor.
              Por la puerta del placard abierta aparece la “anciana vestida de
              negro”, cierra el placard, y mira la situación, absorta, como no
              pudiendo creer lo que está viendo. Berto la mira como diciendo:
              “vos, otra vez, por acá”.
ANGELA: perdón, Berto...
BERTO: ¿por qué me lo prometés?
ANGELA: ¿qué cosa?
BERTO: que no te vas a ir.
ANGELA: ¿no me cree?
              La “anciana vestida de negro” se tapa los ojos con sus manos.
BERTO: si, pero, tengo miedo. ¡Jurámelo!
ANGELA: está bien. Deje de seguirme, ¿de acuerdo?
BERTO: (deteniéndose.) Sí.
ANGELA: se lo juro....se lo juro... ¡se lo juro por Dios!
BERTO: (vuelve a perseguirla.) ¡No, Eso no! ¡Siempre me dijiste que eras atea!
              La “anciana vestida de negro” se persigna y desaparece detrás de
              la cajonera.
ANGELA: (sin dejarse alcanzar.) ¡Berto, no la complique! Mire que no vengo
más.
BERTO:(se detiene al punto.) No, Ángela. Ya no sabría qué hacer sin tu
presencia.
ANGELA: no me voy a ir. No quiero irme. Retomemos la acción. Yo voy al baño
y vuelvo a entrar.
BERTO: ¡al baño, no!
ANGELA: ¿por?
BERTO: (convencido.) ¡Está Zulma! No sería prudente que te encuentres con
ella.
ANGELA: (asustada.) No me diga... (Baja el volumen de su voz,)... que está en
el baño…
BERTO: (dudando.) Bueno, creo que sí, ¿por?
ANGELA: (enojada.) ¿Usted está loco? ¿Qué es lo que pretende? ¿Qué me


                                          13
eche? ¡Con lo difícil que está para conseguir un trabajo digno! ¡Claro a usted
que le importa! Total, lo tiene todo, un excelente trabajo, un hermoso piso, auto,
mujer, amante...
BERTO: (trata de consolarla.) ¡No te pongás así! Por favor. Si no vino hasta
ahora es porque no piensa venir. Además, yo no te obligué a correr ningún
riesgo. Viniste solita. Porque yo te intereso, ¿no es cierto?
ANGELA: (dudando.) ¿Está seguro de que está en el baño?
BERTO: (dudando.) seguro, seguro... ¡qué se yo!, me parece que dijo: “yo me
voy al baño, me doy una buena ducha y a la cama.”
ANGELA: (yendo hacia la puerta del baño.) Voy a espiar.
BERTO: con mucho cuidado.
             Ángela entra al baño. Pequeño silencio.
ANGELA: (saliendo.) Puff...no hay nadie. Ya me veía de patitas en la calle.
¿Berto?
BERTO: ¿sí?
ANGELA: ¿por qué quiso asustarme?
BERTO: (conciliador.) No sigamos discutiendo. Estamos perdiendo el tiempo.
Yo no quise asustarte...
ANGELA: (dispuesta a reiniciar.) No te creo, pero, no importa. Empecemos
nuevamente. Yo voy al baño y vuelvo, ¿de acuerdo?
BERTO: totalmente de acuerdo. Pero no demorés demasiado.
ANGELA: sólo lo suficiente.
              Ángela entra al baño. Él se recuesta y adopta una postura
             seductora. Ángela aparece desde el baño de la misma manera en
             que lo hiciera anteriormente.
ANGELA: Señor Berto... ¡No! ¡No y no! ¡Así no! Tiene que estar en la misma
postura en que lo encontré antes.
BERTO: ¿cómo?
ANGELA: dormido.
BERTO: pero, ¡y qué sé yo como estoy cuando estoy dormido!
ANGELA: (se acerca a la cama y comienza a colocarlo en la posición en que lo
encontró al comienzo.) Estaba de éste modo...
BERTO: (la toma del brazo y la arroja encima suyo.) ¡Basta Ángela! ¡No puedo
más!


                                        14
ANGELA: (resistiéndose.) ¡Así no! ¡Así no juego más!
BERTO: (acariciándola.) ¡Terminemos con la pavada! Qué hermosa que
estás… quiero perderme en tus curvas… quiero deambular entre suspiros…
¡Quiero estrellarme! ¡Una y mil veces! ¡Sin disculpas y sin seguro! (Ángela no
puede zafar de entre los brazos de Berto, por momentos se deja y entra en el
juego.) ¡Te deseo! ¡Te deseo! Quiero poseerte... fundirme... fundirte...
confundirte...
                 Por todo el espacio retumba el sonido del timbre de calle.
BERTO: (se sobresalta.) ¡No! ¡Quién puede venir a molestar justo ahora!
¿Quién será?
ANGELA: (queriendo seguir.) No atienda.
BERTO: (se reincorpora.) Ssss... Hablá mas bajo... no vamos a atender...en
una de esas es algún predicador...
                 Suena nuevamente el timbre, con mayor insistencia. Su sonoridad
                 se amplifica.
BERTO:- ¡qué hincha testículos! ¿Quién podrá ser?
ANGELA: espere...no grite usted ahora... ¡No atienda y “san” se acabo!
BERTO: ¿y si atiendo?, es capaz de molestar un largo rato.
                 Suena nuevamente y casi con violencia. Un leve zumbido queda
                 sonando, casi imperceptible, en el espacio.
BERTO: parecería que supiera que nosotros estamos...
ANGELA: ¡no será la loca! Perdón... la señora...
BERTO: no creo. Si fuera ella no tocaría el timbre. Tiene llaves. No se
anunciaría, le encantaría encontrarnos en la cama.
                 Sin que haya desaparecido el zumbido, vuelve a sonar el timbre.
                 Desde ahora y hasta el primer texto del jefe, los movimientos y los
                 diálogos de ambos son en cámara lenta:
ANGELA: v-a-y-a---y---a-t-i-e-n-d-a.---Y---q-u-e---s-e-a---l-o---q-u-e---D-i-o-s---
q-u-i-e-r-a.
                 Berto se dirige hacia la puerta de la habitación. Se detiene ante la
                 puerta, mira a Ángela, duda, y abre la puerta del dormitorio. Una
                 fuerte y resplandeciente luz amarillenta se contrapone con la del
                 baño. Berto queda perplejo ante la puerta.
BERTO: (asombrado.)--- ¿Q-u-é---h-a-c-e---u-s-t-e-d---a-c-á?


                                           15
JEFE: (sumiso. Asumiendo que su acción no es la correcta.) Disculpe señor
Berto, ¿puedo pasar?
              Ángela y Berto dejan de accionar en cámara lenta.
BERTO: (mira a Ángela como pidiendo aprobación. Ella ni aprueba ni
desaprueba.) Bueno... pase...
              Aparece Oscar en escena. Viste un ridículo pijama.
JEFE: (muy dubitativo.) Perdone la hora señor, permiso...
              Berto toma un habano de alguna parte y pomposamente hace
              como si lo fuma.
BERTO: (con una seguridad casi teatral.) Se lo he dicho más de mil veces,
dígame Berto, no más... olvidemos las diferencias implícitas únicamente al
orden laboral. ¡Bien sabe la estima que siento por usted!
JEFE: (con mucha vergüenza.) Es cierto, ocurre que me es muy difícil. De
todas maneras por enésima vez le prometo que lo volveré a intentar. Lo
molesto sólo por un momento. (Mirando por primera vez hacia la cama.)
¿Cómo le va Zulma?! (Reconoce a Ángela.) Disculpe usted señorita, ¿cómo
está usted?
ANGELA: (con total naturalidad.) De maravillas.
JEFE: (a Berto, confidente): con que nunca había reparado en su cuerpo.
(Dándose cuenta de que Berto no aprueba su comentario.) Le vuelve a pedir
disculpas señor.
BERTO: (luego de exhalar una bocanada de humo imaginario, irónico.) Querido
Oscar, recuerde no llamarme...
JEFE: perdón Berto, realmente creo que molesto y mucho. Perdone, Ángela.
ANGELA: no es nada Oscar, sólo interrumpió algo que puede volver a iniciarse.
JEFE: (a Berto con asombro): ¡Lo felicito señor!
BERTO: dos cositas, primero: no sé de qué se asombra y segundo no siga
llamándome señor. Por favor, ¿qué lo trae por acá?
JEFE: (humilde.) Señor, Berto. Eso es, Berto. Sólo vengo a pedirle el proyecto
de inversión que usted elaboró. Prometo estudiarlo bien a fondo aunque estoy
absolutamente persuadido que viniendo de usted con seguridad que vamos a
tener que ponerlo en práctica esta misma noche.




                                       16
Berto abre un cajón exageradamente enorme y una luz
             intermitente sale de él. Extrae una gigantesca carpeta. Desde
             atrás de la cajonera aparece la “anciana vestida de negro”.
ANCIANA: (con voz ronca y firme.) ¡¡Te dije mil veces que no revuelvas mis
cajones!!
             Berto casi en respuesta a la anciana cierra el cajón, desaparece
             la luz intermitente. La “anciana vestida de negro” desaparece
             detrás de la cajonera.
BERTO: ¡sírvase!, espero que le interese. Es de muy fácil lectura y hasta usted
podrá entenderlo. Es realmente bueno.
ANGELA: (observando la carpeta y viendo que Oscar tiene intenciones de
leerla.) ¡Oscar! Por favor, ¡hágala breve!
JEFE: (a Berto, obedeciendo a Ángela, pero sin dejar de demostrar un
excesivo interés por el material): Observando lo extenso del material y
sabiendo de su capacidad, le pido que me diga cual es el primer paso que debo
dar. Después usted, cuando lo crea conveniente, se encarga de poner en
movimiento el resto del plan. A propósito, ¿cómo se llama?
BERTO: ¿qué cosa?
JEFE: el proyecto.
BERTO: (majestuosamente, muy teatral.) ¡Ah!, es una vieja y novedosa idea,
aunque parezca contradictorio. Sólo de las antítesis se obtienen las grandes
concordancias...
ANGELA: (interrumpiéndolo. exageradamente sensual.) ¡Bertooo!...
JEFE: no se explaye demasiado señor...
BERTO: ¡¿cómo?!
JEFE: perdón, Berto. La señorita parece poco interesada en nuestro proyecto.
Diría más y si usted me lo permite.
BERTO: (exhalando una larga bocanada de humo imaginario.) Desde luego.
JEFE: estoy seguro que los planes de la señorita son mucho más interesantes.
Dígame el nombre nada más...
BERTO: Ángela.
JEFE: no, el del proyecto.
BERTO: ¡ah! por supuesto, el del proyecto:



                                       17
La “anciana vestida de negro” está sentada sobre la cajonera
             mostrando su “pata de palo” y sentada como una cabaretera.
             Berto hace una breve pausa y mira a la “anciana vestida de
             negro”, luego fuma ostentosamente, creando un clima de
             suspenso. Ángela y Oscar, casi sin darse cuenta, a coro tararean
             una música acorde.
ANCIANA: (con voz quebrada por el llanto.) Si en mis tiempos en las marquillas
de cigarrillos hubieran puesto que era perjudial para la salud…
BERTO: (esconde el habano y con voz recia): “Rigoberto Suárez Project”
JEFE: (queda atónito, con los ojos y la boca exageradamente abiertos. Luego
de una breve pausa): ¡estupendo! ¡Estupendo! ¿Cuál es el primer paso que
debo dar?
BERTO: (fuma a escondidas de la anciana.) Creo que debería estudiar
profundamente los contenidos desarrollados en esa carpeta...
ANGELA: (exageradamente sensual.) ¡Bertooo!...
             La “anciana vestida de negro” con un gesto exagerado obliga a
             Berto a hablar.
BERTO: ¡está bien! Agende el primer paso: hipoteque todo, vacíe todas las
cuentas bancarias, incluidas las off shore. Venda todo lo vendible. Endéudese
hasta el límite de sus posibilidades; y con todas las divisas obtenidas
comencemos a comprar papel. ¡Llenemos todos nuestros depósitos de
papeles!
JEFE: (absorto.) ¡¿Papeles?! ¿Qué papeles?
BERTO: papel.
JEFE: ¿papel?
BERTO: ¡¡sí!! ¡ ¡ ¡ P a p e l ¡ ¡ ¡ En democracia, con libertad de expresión y
ante un proceso eleccionario, ¡todo el mundo imprime! ¡El papel es el negocio
del momento! para eso va a ser necesario...
             La “anciana vestida de negro” llevando la “pata de palo” debajo de
             un brazo y sostenida por ambas piernas, se va desahuciada hacia
             el placard.
ANCIANA: ¡Qué papel tan deplorable! ¡Inútil como el padre!
             La “anciana vestida de negro” sale por el placard.
JEFE: (muy entusiasmado.)¡¡Suficiente Berto!! ¡¡Extraordinario!!! ¿Cómo no se


                                        18
me ocurrió? ¡¡Espectacular!! ¡¡Rutilante!! El segundo, el tercer paso y todos los
demás los dará usted. En el lugar y en el momento en que usted juzgue
necesario.
               Oscar le da la carpeta a Berto. Mientras Berto realiza la acción
               siguiente, Ángela y Oscar, se sientan en la cama como mirando
               una película de misterio. Berto abre el cajón y reaparece la luz
               intermitente. Guarda, meticulosamente, la carpeta. Cierra el cajón
               y desaparece la luz. Queda algo sorprendido al no ver la aparición
               de la “anciana vestida de negro”. Oscar se pone de pie y Ángela
               se recuesta. Berto, queda de pie.
JEFE: esa criatura solamente en las manos del padre tiene sentido. Yo no
sabría por dónde empezar...
ANGELA: es muy bueno que sepa reconocer sus limitaciones. Creo que todos
tendríamos que aprender a hacerlo.
               Berto mira con interés, muy atento, como si estuviera viendo una
               tanda comercial.
JEFE: por supuesto. Otra cosa que deberíamos aprender es a no ser
arbitrarios.
ANGELA: y a lavarnos los dientes uno por uno y de los dos lados.
JEFE: y después de cada comida.
ANGELA: con: “Destrudine”, la pasta dental que recomienda tú mecánico
dental.
JEFE: y a usar preservativos en las relaciones casuales.
ANGELA: y no “casualmente” usarlos.
JEFE: con: “Cuasifunda”, ¡el preservativo para el que no es forro!
               Todos modifican su forma de accionar.
JEFE: (Sin transición y cambiando totalmente de tono y de intención.) ¡Bien!,
¡muy bien! Me voy a empapelar los depósitos de papel. No los molesto más.
Hasta luego señor, perdón Berto. Sepa disculpar la hora y el lugar. Pero, para
las grandes decisiones no hay hora ni lugar que no sean propicios. (A Ángela):
Hasta luego señorita y que se le cumplan todos los proyectos.
ANGELA: gracias, hasta otro momento.
JEFE: hasta otro momento.



                                         19
Al mismo tiempo y en cámara ligera: Oscar sale y cierra la puerta
             del dormitorio tras de sí. Desaparece la luz que provenía por esa
             puerta. Berto deja el habano por ahí y se dirige a la cama. Ángela
             se acomoda la ropa y el peinado. Brevísima pausa. Ambos
             abandonan la cámara ligera.
BERTO: (con soberbia.) ¡¡Este tipo está cada día más plomo!! En cualquier
momento me voy a otra empresa. Con mi curriculum ofertas son las que
sobran.
ANGELA: ¡señor!
BERTO: ¡está en el cielo! Eso dicen las sagradas escrituras.
ANGELA: Bertito. ¿Regresemos a lo nuestro?
BERTO: claro que sí. Ya es momento de olvidarme de todo lo off-cama.
Volvamos a lo nuestro. (Comienza a abordarla.)
ANGELA: ¡no, así no!
BERTO: (muy cachondo.) ¿Cómo que así no? ¿Qué pasa ahora?
ANGELA: ya se arruinó el climax. Volvamos a empezar.
BERTO: (se arroja sobre ella.) No te dejo salir de la cama. Sólo se puede
volver a empezar algo que ya acabó y que yo sepa ninguno acabó. No pienso
dejarte ir de la cama.
ANGELA: (trata de escapar.) ¡¿Acaso pretende violarme?!
BERTO: no sería mala idea...
ANGELA: (se pone absolutamente rígida.) Le puedo asegurar que va a
necesitar algo más que dos brazos para poder lograrlo.
BERTO: (se enfurece ante tanta rigidez.) ¡¿Qué pasa ahora?!
ANGELA: si no rebobinamos y empezamos nuevamente, va a tener que
intentar violarme. Y le puedo asegurar que es imposible. Casi todos mis
familiares lo han intentado. ¡Muchos lo intentaron!
BERTO: (con esfuerzo intenta abrirle las piernas.) Yo no soy ninguno de
esos…
ANGELA: ellos tampoco lo eran antes de empezar a serlo. (Con dulzura.)
¿Rebobinemos?
BERTO: (resignado.) ¡¡Está bien!! Rebobinemos…, está bien…
             Ángela se pone de pie y se encamina hacia el baño. Desde el
             placard aparece el “hombre rubio” raudamente va hacia la puerta


                                       20
del baño y se queda seductoramente en el rellano. Berto, atónito,
             lo mira.
BERTO: (ansioso.) Tratemos de hacerlo rápido. No aguanto más. ..
             Ángela está a punto de entrar en el baño. El “hombre rubio” la
             mira lascivamente.
RUBIO: (a Berto.) “Tu mami está para hincarle el diente”
BERTO: (tratando de que Ángela no caiga en brazos del “hombre rubio”.)
¿Estás segura de que Zulma no está en el baño?
             El “hombre rubio” mira hacia adentro del baño y le hace señas a
             Berto como confirmándole que Zulma no está en el baño.
ANGELA: (segura.) Por supuesto, miré detenidamente.
BERTO: (no creyéndole al “hombre rubio”.) ¿Descorriste la cortina de la ducha?
             El “hombre rubio” le hace gestos a Berto indicándole que Zulma
             no está en el baño.
ANGELA: miré por la parte transparente. Además, la ducha estaba cerrada.
BERTO: ojo, que suele sentarse a leer en la bañera con la ducha cerrada.
ANGELA: ¡no me diga!
BERTO: en noches como éstas lee cuentos pornográficos.
             El “hombre rubio” le hace gestos obscenos, tocándose las
             supuestas zonas erógenas femeninas.
ANGELA: ¡seguro que estaba leyendo cuando entré y ahora está escuchando
todo!
             El “hombre rubio”, enojado, interrumpe su accionar y hace gestos
             para que hablen más bajito, ya que no lo dejan concentrarse en
             su acción. Vuelve a tocarse.
BERTO: shhh… Por las dudas no grités... Shhh... Si estaba leyendo...lo más
factible es que ni cuenta se haya dado. Como cuando lee de costado en la
cama y yo se la apoyo. Es muy obsesiva con la lectura.
ANGELA: (dudando.) Y ahora, ¿qué hago? ¿Me fijo sí está?
BERTO: y... sí...
             El “hombre rubio” le abre los brazos a Ángela, esperándolo,
             ansioso y ávido de sexo.
ANGELA: (yendo hacia la puerta del baño.) Y si llega a estar, ¿qué le digo?
BERTO: (en su intento por impedir que vaya al baño.) ¿Qué sé yo?


                                        21
El “hombre rubio” la intenta tomar de un brazo en el preciso
                instante en que Ángela desiste de entrar en el baño.
ANGELA: (volviendo a la cama.) Mejor vaya usted.
BERTO: (dudando.) Entonces nos quedamos con la duda y volvemos a lo
nuestro.
                El “hombre rubio” cansado de esperar en la puerta del baño va
                hacia la cama y se sienta. Berto se asusta ante su proximidad.
ANGELA: (con firmeza.) ¡Con la duda jamás! ¡Vaya y fíjese! ¡Mire si llega a
estar! Después de todo es su mujer. Está en su baño. Leyendo algo que
compró con “su” dinero. No veo ningún problema si la encuentra adentro.
BERTO: (con vergüenza.) Nunca me dejó entrar en el baño.
ANGELA: (intrigada.) ¡¿Y dónde hace sus necesidades orgánicas?!
                Por la puerta del placard se asoma la “anciana vestida de negro”
                y llama al “hombre rubio”.
ANCIANA: ¡Felipe! ¿Vino a descansar o a destapar el inodoro?
                El “hombre rubio” va hacia el placard haciéndole señas obscenas
                a Berto. Señas que le indican: “si no le hincás el diente vos, lo
                hago yo”, etc. Sale enojado y cierra el placard.
BERTO: (con timidez.) Cuando ella está adentro no quiere que entre.
ANGELA: ¿por?
BERTO: ¿qué sé yo? nunca pude ver lo que hacía porque nunca entre estando
ella adentro.
ANGELA: ¿y por qué no querrá?
BERTO: (confidente.) cuando recién nos casamos y le pedí una explicación,
me dijo que eran cosas de mujeres. Por eso nunca más le pedí explicaciones.
ANGELA: entre con disimulo. Como si ella nunca le hubiera dicho nada.
BERTO: (la toma románticamente.) ¡Olvidate, no está! como me energiza tú
piel, el olor de tu piel...
ANGELA: (enojada.) suélteme por favor...
BERTO: (más enojado que ella.) ¡¡Acabala de una buena vez!! Parecemos dos
chicos en edad de merecer. ¿Qué pretendés ahora?
ANGELA: no puedo tener sexo, con el marido de la mujer, que desde el baño
escucha y ve, como su marido goza conmigo.
BERTO: (terminante.) no hay nadie en el baño.


                                             22
ANGELA: ¡si está tan seguro porque no va!
BERTO: no estoy seguro. ¡Está bien! ¡Tenés razón! (Se enternece como un
niño asustado.) Puede estar mi mujer en el baño. Descubriste mi punto débil.
Tengo miedo a enfrentarla. No sabría que decirle, como explicarle que hago
adentro, cuando tengo prohibido interrumpir sus “cosas de mujeres”
ANGELA: (lo acaricia maternalmente.) está bien... mi Bertito... voy a ir yo...
pero ayúdeme...
BERTO: sí, pero, ¿cómo?
ANGELA: tratemos de encontrar alguna frase para decirle cuando la tenga
nariz a nariz. Pensemos... vamos ayúdeme...
             Berto camina en cámara rápida de un lado hacia el otro.
BERTO: (siguiendo el ritmo del caminar): a ver... a ver... a ver… a ver… a ver…
podría ser... podría ser… podría ser… podría ser… (Se detiene.) ¡Ya sé!
ANGELA: ¿sí?
BERTO: (como si se le hubiera ocurrido algo brillante.)...”Oh, disculpe, vi luz y
entre”...
ANGELA: (dudando.) No sospechará...
BERTO: ¡no!, creo que no...
ANGELA: ¿seguro?
BERTO: (seguro.) ¡Sí!, si está leyendo, lo más seguro es que no se de ni
cuenta. (Bajando el tono de voz.) Y si en éste momento está escuchando,
quedará tan absorta por la situación, que no va a saber ni que decir ni que
hacer. Realmente me parece una buena frase.
ANGELA: mire que soy una muy mala actriz
BERTO: ella no conoce absolutamente nada de actuación.
ANGELA: (sale de la cama.) Está bien. Voy a intentarlo.
BERTO: andá y volvé enseguida. (Ángela va hacia el baño.) ¡Esperá!
ANGELA: (sorprendida.) ¿Qué pasa?
BERTO: si llega a estar, decís la frase y salís como buen hijo de vecino, como
si no pasara nada, ¿de acuerdo?
ANGELA: bien...
             Al punto de entrar Ángela al baño, suena el timbre.
BERTO: ¡no! ¡¿Y ahora, quién será?!
             Ángela corre presurosa hacia la cama.


                                        23
ANGELA: (asustada.) No sé quien puede ser, ¡¡pero me dió un susto bárbaro!!
BERTO: (abraza a Ángela, protectoramente.) ¡Tratá de no hacer ruido! En una
de ésas, es el que viene a cobrar las expensas y como nunca lo atiendo se va
enseguida.
ANGELA: ¡¿será posible que no nos dejen intimar?!
             Suena nuevamente el timbre, esta vez con más insistencia. El
             sonido queda como flotando en el espacio.
BERTO: (intrigado.) me resulta conocida la forma de tocar. ¿No será el
plomazo del jefe?
ANGELA: (asustada.) no, no creo que sea él. No me parece tan estúpido como
para reaparecer en una situación similar a la anterior...
BERTO: tenés razón, es plomo pero no parece...
             Suena nuevamente el timbre. Un persistente zumbido, queda
             flotando en el aire.
BERTO: (más intrigado aún.) ¿No será Zulma?
ANGELA: ¿usted no sabe si “su” mujer salió?
BERTO: ¡no! ¿Vos no sabés si “tu patrona” salió?
ANGELA: (con visible arrepentimiento.) no, la verdad que no. Desde hoy
deberíamos darle mayor importancia a la señora.
BERTO: yo le doy a ella, más trascendencia, que ella a mí.
             Ahora, el timbre suena estilo Balá. El sonido interminable queda
             en el aire.
BERTO: (seguro.) ¡Es ella!
ANGELA: ¿y yo, qué hago? ¿Dónde me meto? No me puede encontrar en “su”
lugar.
BERTO: (con desesperación.) ¡Salí de acá!
ANGELA: (sale de la cama.) No puedo quedarme parada.
BERTO: ¡metete en el baño!
ANGELA: ¡¿y si está en el baño?!
BERTO: por más bruja que sea no puede estar en dos lugares al mismo
tiempo.
ANGELA: (dudando.) y después, ¿cómo salgo del baño?
             Berto va hacia Ángela. Se para delante de ella.
BERTO: silbando bajito y como si hubieras ido bien de cuerpo. (Empujándola.)


                                        24
¡Dale, metete!
ANGELA: (resistiendo suavemente y sin perder su exagerada sensualidad.)
Suerte mi amor. No dejes de amarme... (Ya desde off, casi en estéreo): “no
hagas el amor con ella, sería horroroso verte gozar entre sus brazos”
                Suena un timbre corto. Berto se encamina hacia la puerta de la
                habitación
BERTO: no temas. Es muy difícil que ella tenga ganas. Sólo una vez por mes y
sin importar si hay ganas.
                Berto, lleno de dudas, abre, temblorosamente, la puerta del
                dormitorio. Una fuerte y resplandeciente luz amarilla se
                contrapone con la del baño.
BERTO: (enérgico.) ¡¿Qué hace usted nuevamente aquí?! ¡¿No vió la hora qué
es?! ¡Qué se ha creído! ¡Hoy guárdese su salario, no me interesa alquilarle el
cerebro! ¡¿Está entendido?!
                Berto es empujado hacia adentro. Oscar aparece.
JEFE: (muy enojado.) ¡¡¡Entendido!!!
                Berto toma el habano que había dejado por alguna parte.
BERTO: (defendiéndose enérgicamente.) en mi casa usted no tiene ninguna
autoridad, menos en este horario, y no va a entrar a este sagrado recinto a
levantar la voz…
JEFE: ¡¡cállese!! ¡¡No quiero escucharlo más!!
BERTO: ¡el que se tiene que callar es usted!
JEFE: (saca un arma.) ¿Ve que tengo en mi mano?
BERTO: (restándole importancia, autoritario.) ¡Guarde eso! ¡Usted está
totalmente desquiciado!
JEFE: ¡¡sí!! Sólo estando enajenado pude hacer lo que hice. Vine decidido a
matarlos. A usted y a su amante. No quiero testigos de mi idiotez.
BERTO: (con total franqueza.) ¡¿Qué amante?! Nunca tuve amante.
JEFE: (buscando por la habitación.) No quiero testigos...
BERTO: (seguro.) ¿A quién busca? Estoy solo. Guarde eso, no se equivoque,
no sea torpe.
JEFE: ¡torpe! ¡Torpe! ¡Torpe! Usted me arruinó. Me engañó. El muy famoso:
“Rigoberto Suárez Project” ¡¿Cómo pude creer en usted?! ¡Me dejó en la
calle! ¡¡Usted es un proyecto!!


                                          25
BERTO: epa... epa... no se lo voy a permitir...
JEFE: (furioso.) ¡¡Sí!! Un proyecto de ser humano. Eso es lo que es. Una
variable incapaz de ver lo que pasa a su alrededor. Y yo soy un “t o r p e” que
le dió pelota y hasta me quiso hacer creer que tiene amante. ¡Qué va a tener!
¡Si usted en lugar de pene tiene un logaritmo!
BERTO: (enérgico.) ¡¡Ah no!! ¡Eso sí que no! ¡Meterse con mi órgano sexual!
¡Eso sí que no se lo voy a permitir! ¡Pero que se ha creído! (Comienza a
perseguirlo.) ¡¡Fuera de mi vista!! ¡¡Deje el revolver y fuera de mi habitación!!
¡¡Fuera!! ¡¡Fuera!!
JEFE: (retrocede, algo inseguro.) Comprar papel...comprar papel... ¡El viento
se lo llevo! ¡No me persiga más! ¡¡Lo mato!! ¡No me siga más! ¡¡Me dejó en la
calle!!
BERTO: (con seguridad.) Todo proyecto tiene su riesgo.
JEFE: (furioso.)¡¡ Hipotequé todo!! Vendí mis yates, mis autos, mi avión
particular. ¡¡Todo!! ¡¡Todo!! Estoy arruinado.
              Aparece desde el placard la “anciana vestida de negro” y persigue
              a Berto dándole chirlos en la cola.
ANCIANA: ¡Vas a aprender de una buena vez!
JEFE: (Le apunta decidido.) ¡¡No me siga más!! Le vuelo la tapa de los sesos,
¡¿qué digo, qué sesos?! ¡Si usted no tiene sesos! (A punto de dispararle.) ¡¡¡Lo
voy a matar!!!
ANCIANA: ¡tomá! ¡Tomá!
BERTO: (encarándolo valientemente.) ¡¡A quién va a matar cobarde!!
              Toda la acción transcurre en cámara lenta: Todos forcejean. El
              arma sube y baja, los brazos suben y bajan, los cuerpos se
              contornean y suben y bajan. El arma cambia de manos del jefe a
              manos de la “anciana vestida de negro”. El habano rueda por el
              piso y desaparece. Suena un disparo. No queda claro quien fue
              el que gatilló. La bala hace blanco en Berto. Berto se toma el
              pecho y retrocede de espaldas hacia la cama.
BERTO: (con un grito desgarrador que sigue el ritmo de la acción): ¡¡N-o-o-o-o!!
              Berto cae como muerto en la cama. Exactamente en la misma
              posición en que había quedado dormido en escenas anteriores. El



                                         26
sonido del disparo queda retumbando en el espacio y se funde
             con el soporífero sonido de la voz de Zulma.
ZULMA: (desde off): ¡¿No qué?! ¡¿Qué te pasa ahora?!
             La “anciana vestida de negro”, en cámara lenta, huye por el
             placard. El jefe ni bien escucha la voz de Zulma abandona el
             movimiento en cámara lenta. Se atemoriza al ver muerto al pobre
             Berto. Deja el revolver sobre la mesita de luz y escapa. Cierra la
             puerta tras de sí. La luz amarilla desaparece al punto. Zulma
             entra desde el baño, dejando la puerta abierta.
ZULMA: (cortante.) ¡Ché! ¡¿Por qué te hacés el dormido?! ¡¿No qué?! (Lo
sopapea.)¡Ah no, vamos! ¡¡Despabilate!!
             Berto sacude su cabeza, como sacudiendo su sueño.
BERTO: (mira extasiado a Zulma.) ¡¿Eh?! ¡¿Qué pasó?!
ZULMA: no te hagás el tarado. Aunque vos digas que no, yo voy a negociar
con los Moros. Los conozco muy bien. Además, estoy segura, de que vos
arruinarías el negocio. Mucha teoría, mucha teoría, pero en la práctica se te
queman los papeles.
             A Berto esa palabra lo sorprende. No sabe bien que es lo que
             pasa. Se toca donde supuestamente le había entrado la bala. No
             logra comprender que pasó. Por el placard aparece el “hombre
             barbudo” con su caña y se pone a pescar.
HOMBRE: Berto, no juegues cerca de la carnada…
             Desde el placard aparece la “mujer siempre embarazada”.
MUJER: no es Berto, (Señalándose la panza.) Está acá.
BERTO: (sin comprender nada, a Zulma): Va a ser mejor que durmamos, ¿no
te parece?
HOMBRE: (levantando la caña, como si un pez hubiera picado.) ¡Qué lindo
bagre!
ZULMA: ¡me parece una mierda!
BERTO: ¿por qué?
ZULMA: ¿no te acordás qué noche es ésta?
             El “hombre barbudo” y “la mujer siempre embarazada”
             desaparecen detrás de la cama.
BERTO: por supuesto.


                                       27
ZULMA: ¿qué noche es?
BERTO: viernes.
ZULMA: ¿qué es?
BERTO: (dudando.) ¿Sábado?...
ZULMA: claro, ya no te acordás. Antes siempre la tenías anotada. A medida
que van pasando los meses, tu desinterés va creciendo y tu memoria
decreciendo. ¿Me deseas?
BERTO: (sin comprender.) ¿Qué cosa?
             Desde atrás de la cama aparece Ángela y es perseguida por el
             “hombre rubio”. Berto quiere defender a Ángela, no sabe bien
             cómo, teme que Zulma descubra la situación y se queda mirando
             absorto.
ZULMA: no sabés lo que es desear. ¡Qué vas a saber! Te pasaste toda tu vida
estudiando economía. Mucha algebra y guarismos, ¡¿y para que?! Medalla de
oro en el normal, en la UBA, master en Harvard. Tu gran deseo fue ser un
maestro en economía.
             A una distancia visible pero próxima, el “hombre rubio” tiene sexo
             con Ángela sobre la cajonera. Los quejidos de Ángela retumban
             por el espacio. Berto con gestos disimulados intenta callarlos.
ZULMA: Pero, sobre deseo sexual: ¡nada! ¡¡Absolutamente nada!! Mirá lo que
sabrás, si tu tesis la diste en un prostíbulo. Y te llevaste más de diez orgasmos
a marzo y acabaste en febrero.
             Con los próximos textos Berto no sólo se defiende ante Zulma,
             también trata que el “hombre rubio” y Ángela, quienes continúan
             fornicando sobre la cajonera, dejen de hacer lo que hacen.
BERTO: ¡Pará Zulma! ¡Dejá de agredirme! Está bien. Tenés razón. Me olvidé
de qué noche era ésta. ¿Es posible que alguna vez me olvide de algo? ¡¡Sí que
es posible!! Por favor, decime vos que noche es. (Suplicante.) ¡Dale!
ZULMA: de acuerdo, te lo voy a decir: hoy es noche de sexo.
BERTO: ¿qué? ¡Oh! ¡¡Qué locura!! Cómo pude olvidarme. Con lo que esperé
esta noche y justo tiene que ser hoy…
ZULMA: ¿qué, no tenés ganas?
BERTO: no, no es eso.
ZULMA: así que no es eso. Mirá Rigoberto, yo muchas veces no tuve ganas y


                                        28
bien que facilité mi órgano, así que...
BERTO: no. no es que no tenga ganas. En realidad me quedé muy caliente.
              Ángela histéricamente se le escapa al “hombre rubio” y se va
              hacia el placard. El “hombre rubio” la persigue, ambos salen por
              el placard entre grititos histéricos que retumban en los oídos de
              Berto.
ZULMA: ¿cómo? ¿Con quién te quedaste caliente?
BERTO: no… no, ¿qué entendiste? Quise decir que tengo ganas, lástima que
sea justo ahora.
ZULMA: (burlona.)¿Y que pretendés? ¿Dormir un rato y que después te
despierte?
BERTO: ves, eso no sería mala idea...
ZULMA: ¿por qué no ahora?
BERTO: (sin saber cómo eludir el tema.) Es una cuestión de tiempo. No sé
como explicártelo. Es cómo, no sé, cómo que no hay una temperatura ideal.
¡Eso es! ¡Es una cuestión de temperatura! ¡Eso es! ¡Temperatura!
              Un culo enorme intenta salir por el placard y queda atascado.
              Berto se queda mirándolo con los ojos desorbitados.
ZULMA: ¿qué estás insinuando? ¡¿Acaso no te excito?! ¿No te caliento más?
¿Qué estás diciendo? Vos te acostás con otra, eso es lo que pasa.
BERTO: (trata de desdecirse.) ¡¡No, eso no!! Sabés que sería incapaz.
Olvidemos esta conversación. Yo no sé explicarme. Olvidemos todo y
tengamos la noche...
              El enorme culo al intentar desencajarse despide un grave pedo
              que retumba y emana un olor pestilente. Berto, disimuladamente,
              se tapa la nariz para evitar aspirar el olor.
ZULMA: por algo querés que me olvide. Primero tendremos la noche y luego
hablaremos. No es normal que cuando te toca no tengás ganas.
BERTO: (casi suplicante.) No sigamos discutiendo. Estamos perdiendo nuestro
tiempo. Yo no quise olvidarme. Creeme.
ZULMA: no te creo pero no importa. Empecemos de nuevo. Yo voy al baño y
vuelvo a entrar, ¿de acuerdo?
              El culo logra destrabarse y se mete en el placard, la puerta se
              cierra tras él.


                                          29
BERTO: (dudando.) ¡¿Al baño?!
ZULMA: (segura.) Sí, ¿por qué?
BERTO: (algo asustado.) Por nada. Totalmente de acuerdo... pero no demorés
demasiado...
ZULMA: sólo lo suficiente.
               Zulma entra en el baño. Berto va hacia la cama para recostarse.
               El “hombre rubio” y la “mujer siempre embarazada” entran desde
               el placard y se acuestan antes que lo haga Berto. Berto se
               acuesta y los empuja para sacarlos de la cama. La “mujer
               siempre embarazada” cae primero, luego el “hombre rubio”, y
               desaparecen por debajo de la cama para reaparecer desde abajo
               y por el lateral opuesto, primero, la “mujer siempre embarazada”
               con un bebé en brazos y luego el “hombre rubio” con una caña de
               pescar.
MUJER: (a Berto): ¡Machito, dijo la partera!
BARBUDO: (a Berto): ¿Tiene pito el bagre?
               El anzuelo de la caña de pescar engancha al bebé del pito, un
               llanto atroz invade el espacio y su sonido queda extasiado en el
               espacio. La “mujer siempre embarazada”, el bebé, la caña de
               pescar y el “hombre rubio” desaparecen por el placard. Berto se
               recuesta en la cama no sabiendo con quien se encontrará cuando
               abra sus ojos. En cámara lenta se realizan las siguientes
               acciones: Berto en la cama adopta una posición seductora. Y
               Zulma reaparece en el marco de la puerta del baño en una
               posición cabaretera:
ZULMA: (siguiendo el ritmo de la acción): B-e-r-t-o-o-o... (Ambos dejan de
accionar en cámara lenta.) ¡No! ¡No y no! ¡Así no! Tenés que estar en la
misma posición en que te encuentro siempre.
BERTO: (confundido, como reviviendo una situación. ¿Y cómo estoy siempre?
ZULMA: dormido.
BERTO: (se siente extraño, como viviendo una situación ya vivida.) Por eso.
¡Qué sé yo como estoy cuando estoy dormido!




                                        30
Zulma se acerca a la cama y lo intenta acomodar, en la posición
              en que se encontraba, en el momento en que ella entró a la
              habitación.
ZULMA: vos estabas de éste modo. Con la pierna esta por acá y esta así...
              Por un momento, Berto, intentará arrojársela encima de él. Pero
              al instante desistirá en su intento. Suena el timbre.
BERTO: (asustado.) ¡No! ¿Quién será? ¿Quién puede venir justo ahora?
ZULMA: no atendamos.
BERTO: shhh...hablá más bajo, no vamos a atender, en una de esas es un
vendedor.
              El timbre vuelve a sonar con mayor insistencia. El sonido persiste
              en el espacio y luego se transforma en un zumbido casi
              interminable.
BERTO: (no quiere hablar pero las palabras se le escapan, enojado.) ¡Qué
irritador de testículos! ¿Quién será?
ZULMA: ¡pará!, no grités vos, ahora. No atiendas y “san” se acabó. Y sí no,
fijate y que sea lo que Dios quiera...
              Durante la siguiente acción Zulma está paralizada, estática, cual
              una esfinge griega. En cambio las acciones de Berto varían entre
              cámara lenta y ligera: peleando contra todo su ser, se encamina
              hacia la puerta. Antes de abrirla, gira sobre sí, mira a Zulma.
              Duda, no quiere abrir, pero una fuerza extraña lo supera. Al abrir
              la puerta, una fuerte y radiante luz amarilla se contrapone con la
              luz que proviene del baño.
JEFE:- (desde off.) ¿Cómo le va Berto?
              Berto retrocede en cámara lenta sin saber qué hacer.
BERTO: (sus parlamentos siguen el ritmo de la acción): A-h, e-s u-s-t-e-d,
¿c-ó-m-o e-s-t-á?
JEFE: (apareciendo y cortando el accionar en cámara lenta de Berto, a Zulma,
a quien dudo en reconocer): ¿Cómo le va?
ZULMA: (con visible mal humor.) Más o menos mal, ¿y a usted?
JEFE: (sin registrar el mal ánimo, a Zulma): Bien, venía a hablar con su marido.
ZULMA: (resignada.) Hable no más. Si me permite, los voy a abandonar un
momento. (Sale de la cama.)


                                         31
Berto, sin éxito, busca por todas partes el habano.
JEFE: por mí no es necesario que se retire, puedo...
ZULMA: es por mí. Voy a pasar un momento al baño por “cosas de mujeres”,
con permiso.
JEFE: (muy amable.) Por favor señora. El tiempo es totalmente suyo.
ZULMA: es usted muy amable, otros no lo son tanto...
               Zulma va hacia el baño en cámara lenta. Sus caderas se
               contornean con seducción. Oscar, en cámara lenta, la sigue
               maravillado con la mirada. Berto accionando normalmente los
               observa confundido. Zulma entra al baño y deja la puerta abierta.
               Breve pausa. Oscar abandona el accionar en cámara lenta.
JEFE: (confidencialmente): Está un poco enojada con usted. ¿Se enteró de
algo?
BERTO: (no comprendiendo la situación.) No… ¿y de qué se podría enterar?
               Ángela aparece desde el placard, está casi desnuda y con una
               actitud descaradamente sexy.
JEFE: vamos Berto, ¿no me lo puede negar?
               Berto mira asustado a Ángela que le hace gestos obscenos. En
               todo momento trata de ocultarla a los ojos del jefe.
BERTO: ¿negar? ¿De qué está hablando?
JEFE: vamos...no intentará hacerme creer que: (emulando la voz de Berto): “no
había reparado en su cuerpo”
BERTO: (disgustado.) ¡Señor! ¡No le permito que diga eso de mi mujer!
JEFE:(disculpándose.) ¡No!, no me atrevería. (Mira hacia el baño y en tono
confidencial.) Me refiero a Ángela y deje de hacerse el estúpido. Pero, en este
momento estoy aquí por otra cosa, antes que nada, quiero pedirle disculpas por
interrumpirlo en una situación como esta...
BERTO: (sin entender.) Acepto sus disculpas. Y ahora, si no es mucha
molestia, le pediría que nos deje a solas. Usted bien sabe por mis test
psicológicos con que ansiedad espero mi noche de sexo.
               Ángela se recuesta sobre la cajonera y con gestos invita a Berto a
               ir hacia ella.
JEFE: ¡claro que lo sé! Yo sé todo sobre mis empleados. Pero es sólo un
momento.


                                         32
Ángela, acompañando las próximas palabras del jefe va rumbo al
             placard, contorsionando exageradamente su cuerpo, cual una
             modelo erótica en la pasarela.
JEFE: (Cómplice.) Además, le viene bien mi intromisión, le da un respiro. ¡Con
el precalentamiento sexual que ya tuvo! Y en un terreno tan sinuoso...
             Ángela sale por el placard.
JEFE: (Cambiando de tono.) Vengo por el proyecto. Me lo da y lo dejo entrar al
segundo tiempo.
BERTO: no entiendo bien de que habla, pero, hágame el favor, déjenos a
solas. Vaya a su casa, descanse, descanse bien, ¡¡despéjese!! Y yo el lunes en
su despacho...
             Entra Zulma en cámara ligera. Los próximos diálogos y acciones
             entre Zulma y Berto seguirán el ritmo de la cámara ligera
ZULMA: (directa.) ¿Y por qué dejar para el lunes?
BERTO: (dudando.) Porque le estoy robando tiempo al sexo...
ZULMA: (burlona.) ¡Ah no, mi querido! A eso no, debe ser a tu descanso.
Saldrás sin dormir. Saldrás sin dormir. ¡Saldrás sin dormir! ¡Saldrás sin dormir!
¡¡Saldrás sin dormir!!
              Berto en cámara ligera tapa sus oídos con ambas manos. Luego
             del quinto: “Saldrás sin dormir”, Zulma y Berto dejan de accionar
             en cámara ligera.
JEFE: (seductoramente, a Berto): Ve como todo se arregla. Vayamos a lo
nuestro. Tengo mucho interés en conocer en detalle su proyecto. Quiero que lo
exponga ahora mismo. Por supuesto, si usted señora me permite mirar.
ZULMA: (tranquila y esperando.) Por supuesto.
BERTO: es muy largo...
ZULMA: (burlona.) Viniendo de vos querido, tengo mis serias dudas.
              Oscar sonríe cómplice.
BERTO: ¡éste sí! (Haciendo referencia a la carpeta.) ¡Es así de gorda! (Sin
saber qué decir.) A grandes males proyectos largos de exponer.
JEFE: pero no es necesario que...
ZULMA: (autoritaria.) ¡¡Dásela!!
BERTO: (inseguro.) No...
JEFE: señora, me acaba de dar una estupenda idea. (A Berto): ¡Démela! Me la


                                        33
llevo a mi baño, que es donde tengo mejor luz, la miro bien. La paladeo bien. Y
luego doy el primer paso. Los demás, sin lugar a dudas, los dará usted en lugar
y fecha convenientes.
BERTO: (con miedo.) ¡No puedo dársela!, no la tengo en condiciones. No
entendería nada…
ZULMA: ¿con quién creés que estás hablando? Dale la carpeta y volvamos a lo
nuestro. Creo que Oscar tiene mucha razón. Es una idea estupenda. Nos
favorecemos todos. ¡Dásela!
BERTO: (muy atemorizado.) ¡¡No puedo!!
ZULMA: ¡estás empecinado en arruinarle la noche a todo el mundo!
JEFE: (cómplice.) Me parece que sí... me extraña de usted Berto, siempre tan
servicial. ¿Por qué no me la da? Su esposa podría sospechar que usted no
tiene ganas de quedarse a solas...
BERTO: (interrumpiéndolo, como para no dejar dudas.) ¡No! ¡Eso sí que no!
¡Tengo muchas ganas! ¡Muchas! Pero usted no se va…
JEFE: ¡Un momento Suárez! ¡A mí no me levante la voz! Pero que se ha creído
caramba… (Toma aire, insidioso.) Mire que si yo quisiera...
BERTO: (casi suplicando.) no puedo dársela, compréndame, es muy malo.
¡Eso es!, es muy malo. Es un desvarío. No puede dar un resultado favorable.
¡Usted en el fondo lo sabe! ¡No le va a gustar!
JEFE: no me haga renegar Suárez. ¡Démela! ¿Cómo puede saber que no me
va a gustar? Todo proyecto es un riesgo...
BERTO: (casi desesperado.) éste es una calamidad...
JEFE: (convincente.) sólo el que arriesga gana. Antes se mostraba tan ansioso
por disertarlo. ¿Qué le pasa ahora?
ZULMA: (muy curiosa.) ¿Qué te pasa?
BERTO: ¡qué sé yo! Ojalá supiera que está pasando.
ZULMA: estás raro. Últimamente estás muy raro.
JEFE: (a Berto): Vamos, vamos que se le viene la noche. (A Zulma): Es cierto,
últimamente lo noto un poco raro, tal vez...
BERTO: (suplicante.) Por favor...
             Entra desde el placard la “mujer siempre embarazada” con el
             bebé en brazos.
ZULMA: (al jefe): Usted sabe el porque. Sea bueno y dígamelo.


                                        34
JEFE: (a Berto): La carpetita. (A Zulma): Tengo algunas sospechas, podría
ser...
ZULMA: ¡dígamelo!
BERTO: (dudando.) ¿Qué tiene que decir?
              La “mujer siempre embarazada” le da la teta al bebé.
JEFE:(con seguridad.) ¡Usted sabe Berto! (A Zulma): Es sólo una presunción.
Puedo errarle muy lejos. Tal vez lo que le pasa no es lo que uno a simple vista
puede intuir. (A Berto): ¡La carpetita!
BERTO: (suplicante.) No diga nada de nada...
ZULMA: ¿¡qué es lo que no tiene que decir!?
JEFE: (A Berto): Tengo dólares y no sé qué hacer...
BERTO:(tratando de ser convincente.) Haga plazo fijo. ¡Eso es! ¿No le parece
buen proyecto? (Viendo el rostro de disconformidad de Oscar.) ¡¿Ve?! Ve que
yo tenía razón. Es extemporáneo.
JEFE: hay Rigoberto… me parece que todavía no comprendió la gravedad de
la situación…
              La “mujer siempre embarazada” gira el bebé y le da golpecitos en
              la espalda.
ZULMA: (inquisidora.) ¿Sale con su secretaria?
BERTO: (al jefe): Deme tiempo. (Suplicante.) Por favor… puedo idear un
proyecto mejor...
JEFE: ya no puedo esperar más…
ZULMA:(inquisidora.) ¿Sale? ¿Sí o no?
JEFE:(insidioso.) ¿Con quién?
ZULMA: con su secretaria.
JEFE: (seguro.) yo no tengo secretaria.
              El bebé tiene un ruidoso eructo que retumba en los oídos de
              Berto.
BERTO: (casi de rodillas o de rodillas.) Por favor, déjenos a solas...
ZULMA: (al jefe): Quise decir con la de él.
JEFE: no señora, la secretaria de él, es mi amante.
ZULMA: y... ¿entonces?
JEFE: (perdiendo la calma.) Y entonces es cuando no puedo guardar más un
secreto. Me pongo muy inestable. Y estando inestable se me derraman las


                                          35
palabras...
              La “mujer siempre embarazada” con el bebé en brazos sale por el
              placard.
BERTO: (perdido por perdido.) ¡Está bien!, ¡el proyecto no es viable! Usted
insiste y no me deja otra salida. Total los dólares son suyos si quiere perderlos
es su problema. ¡Eso sí, ahora tengo testigos, usted es el que quiere correr
riesgos! Después no venga a reclamarme. ¿De acuerdo?
JEFE: (terminante.) ¡Basta de palabras! ¿Qué debo hacer?
BERTO: mire que es una idiotez…
JEFE: ¿qué tengo que hacer?
BERTO: ¿no me va a reclamar nada?
JEFE:¡¡vamos!!
BERTO: hipoteque todo...venda todo...y...compre papel. (Al ver la cara de ellos
no puede contener una risa casi histérica.) Ve que era una tontería.
JEFE:(asombrado.) ¡¿Qué cosa?!
ZULMA: ¡¿qué cosa?!
BERTO: yo le decía...
JEFE:(sin salir del asombro.) ¡¿Qué papeles?!
BERTO: (desaprensivo, restándole importancia.)¡Papel! papel de papel…
papel… papel… papelitos…
JEFE:(alucinado.) Genial...
ZULMA: (a quién la idea le parece una idiotez.) ¿Le parece?
              Oscar en un ostensible ataque de euforia desenfrenada se
              revuelca por el piso, se pone de pie y salta, se revuelca por la
              cama, se pone de pie y brinca.
JEFE: (con una alegría incontenible.)¡¡Extraordinario!! ¡¡Extraordinario!!
¡¡Extraordinario!! Canta líricamente): ¡Papel, papel! ¡Papel, papeeel! ¡Billetes a
graneeel! ¡Papel, papel! ¡Papel, papeeel! ¡Billetes a graneeel!
              Entre el desenfreno de Oscar, Beto trata de convencer a Zulma
              para que interceda.
BERTO: (a Zulma): No puede gustarle. Convencelo, es una estupidez,
decíselo. ¡Por favor! ¡Convencelo! ¡Por favor! ¡Convencelo! ¡Por favor!
¡Convencelo! ¡Por favor! ¡Convencelo!
ZULMA: si a él le parece bien, la verdad que compraría cualquier otra cosa,


                                        36
pero el capital es de él, yo compraría otra cosa...no sé...bienes raíces...
               Al escuchar: “bienes raíces” Oscar se pone de pie y abandona su
               estado emocional y su accionar.
JEFE:(con decisión.) ¡Mal negocio! ¡Todo el mundo compra! (A Berto, con
felicidad): ¡¡Muy bien!! ¡¡Muy bien!! ¡¡Muy bien!!
BERTO: (suplicante.) No lo haga.
JEFE:(absolutamente decidido.) Me voy a dar el primer paso...
BERTO: ¡espere! No se puede ir ahora.
ZULMA: ¿por qué no? Por ahora solo se perdió tu “descanso”
JEFE: debo apurarme. Tengo que ir del hipotecador.
BERTO: no va a ir a molestar a estas horas. Falta poco para que amanezca.
JEFE: no creo que le moleste mi presencia.
ZULMA: con lo que ama las hipotecas.
               Berto se interpone entre Oscar y la puerta del dormitorio.
BERTO: tal vez tenga su noche de sexo. Para que va a perturbar a dos parejas
en la misma noche...
JEFE: ¡permítame salir! ¡Él no tiene pareja!
ZULMA: de modo que no tiene horarios.
JEFE: claro. Cuando uno se arregla solo cualquier momento es el ideal. (A
Berto, perdiendo la calma): ¡Córrase de la puerta!
               Oscar va hacia la cama a despedirse de Zulma.
ZULMA: (inquisidora.) aunque antes de irse debería dejar deslizar ciertas
palabritas.
JEFE:(sin saber de qué se trata.) ¿Qué palabritas?
               La acción siguiente transcurre en cámara lenta entre Zulma y
               Oscar. Berto en un accionar normal cavila entre el asombro y la
               bronca.
ZULMA: (tomándolo suavemente de las solapas.) A-n-t-e-s---d-e---i-r-s-e---d
e-b-e-r-í-a---r-e-v-e-l-a-r--- c-i-e-r-t-o---“s-e-c-r-e-t-i-t-o”.
JEFE: (acariciándole las manos que le sostienen las solapas.) N-o---m-e---h-a
g-a---p-e-r-d-e-r---e-l---n-e-g-o-c-i-o.
ZULMA: (acariciándolo el rostro.) S-i---n-o---s-e---l-o---q-u-i-e-r-e---p-e-r-d-e-r,
---d-í-g-a-m-e---l-o---q-u-e---s-a-b-e---d-e---B-e-r-t-o---y---q-u-e---y-o--n-o---s-é.
JEFE: (acariciando las manos que lo acarician.) N-o---s-e-a---m-a-l-i-t-a…


                                              37
Oscar abandona la cámara lenta e interpela violentamente a
             Berto. Zulma abandona la cámara lenta y sujeta con rabia las
             solapas del pijama de Oscar.
JEFE: ¡Berto, haga algo!
BERTO: (sin saber qué hacer o decir.) No sé que hacer.
ZULMA: (despeinando deliberadamente al jefe.) ¡Dígamelo!
JEFE:(tratando de inventar algo.) Es una tontería.
BERTO:(cómplice.) Es una tontería, yo te cuento. (Yendo hacia la puerta.)
Hasta el lunes señor.
             Zulma se ha puesto de pie y tomándolo, del forro del culo, detiene
             a Oscar. En ése preciso instante, desde el placard, aparece la
             “mujer siempre embarazada” con el bebé en brazos.
ZULMA: (con decisión.) ¡Usted de acá no se va!
JEFE: si no me deja salir perdemos los dos.
             La “mujer siempre embarazada” le da la otra teta al bebé.
ZULMA: a esta altura fornicar me interesa muy poco. De modo que si aún tiene
interés en su negocio comience a derramar caracteres con sentido.
JEFE: (con decisión.) ¡Está bien señora!
             La “mujer siempre embarazada” paulatinamente irá entrando en
             un goce sexual que subirá en intensidad erótica.
BERTO: no por favor, no se lo cuente, le di el proyecto, ¡qué más quiere!
JEFE: (a Berto): se lo tengo que contar. (A Zulma): no es grave, todos lo hemos
hecho alguna vez.
             La “mujer siempre embarazada” se quita al bebé del pecho y
             tomándolo cual si fuera una esponja, se lo pasa eróticamente por
             todo el cuerpo.
BERTO: (suplicante.) ¡Yo no! ¡Nunca lo hice! No sabe lo que me puede pasar.
Claro, usted es soltero, que va a saber, no tiene idea de lo que es capaz
Zulma.
             La “mujer siempre embarazada” pronta a un orgasmo emite
             fuertes sonidos y quejidos y luego, continuando su acto sexual,
             comienza a acariciar muy visiblemente la entrepierna del bebé.
ZULMA: (cortante.) ¡Callate la boca! ¡¡Dígalo!! ¡¡Dígalo!! ¡¡Dígalooo!!



                                        38
El último: ¡¡Dígalooo!!Deja suspendida la “o” como en un eco
                 atormentador en los oídos de Berto y crea un clima de suspenso.
                 Que se une a la “o” orgásmica de la “mujer siempre embarazada”.
MUJER: (orgásmicamente.) ¡Hooooo…!
JEFE: (gravemente, encimando el texto sobre el eco):--- ¡E-s---p-a-j-e-r-o!
ZULMA: (incrédula, luego de una pausa.) ¡¿Qué cosa?!
JEFE: vio que era una tontería y él me lo contó como si fuera un pecado capital
ZULMA: (reprendiéndolo.) ¡Grandulón!
                 La “mujer siempre embarazada” se le ríe a Berto, diabólicamente,
                 en la cara.
BERTO:(avergonzado.)¡Era pero ya no! Le conté que lo era en la adolescencia
ZULMA: (se ríe junto con Oscar.) Pero mire un poquito, con razón que no
querías quedarte a solas conmigo. ¡Estas pajeado!
                 Zulma y Oscar se ríen. Zulma y la “mujer siempre embarazada”
                 comienzan a cantar, luego Oscar las sigue con la canción, los tres
                 cantan al unísono, en ritmo de batucada:
AMBOS: ¡¡e’ vero, vero, vero, Berto es un pajero, e’ vero, vero, vero, Berto es
un pajero...!!
BERTO:- (defendiéndose.) ¡Mentira! ¡Ya no lo soy! ¡Mentira! ¡Mentira! ¡Mentira!
                 La “mujer siempre embarazada” sale por el placard.
BERTO: ¡Mentira! ¡Mentira! Y no es ningún pecado ni tampoco una
enfermedad… ¡Es una descarga psíquica! Y después de todo, (A Zulma): la
culpa es tuya. ¡¡La culpa es tuya!!
ZULMA: (con autoridad, a Berto): ¡¡No me levantés la voz!!
BERTO: (dispuesto a defenderse.) Me ponés fechas y horarios para todo.
ZULMA: (tratando de callarlo.) Oscar no tiene por qué saber nuestras
intimidades.
BERTO: ¿qué intimidades?, si no tenemos vida íntima.
ZULMA: ¡callate la boca maricón!
BERTO: ojalá lo fuera, tal vez tendría noches plagadas de sexo.
ZULMA: las barbaridades que decís delante de tu jefe.
JEFE: no se preocupen, yo no escuche nada. (Saluda a Zulma.) Los dejo a
solas en el calor del hogar.



                                          39
Oscar se despide y sale. Cierra la puerta tras de sí. La luz
             amarilla desaparece. Berto, ni bien sale Oscar, comienza
             presurosamente a llenar una enorme valija que retira de abajo de
             la cama. Al abrir el enorme placard, una fuerte y resplandeciente
             luz amarilla, se contrapone con la luz que proviene del baño. En
             la medida en que haya menos prendas en él, más
             resplandeciente será la luz. Berto, meticulosamente, extrae su
             ropa del placard abierto. La deja sobre la cama, la dobla
             prolijamente, y luego, la guarda en la valija. Zulma, que volvió a la
             cama, lo observa sin comprender.
ZULMA: (desafiante.) Ahora que estamos solos, porque no repetís todo lo que
dijiste. (Silencio.) Y ahora, ¿qué estás haciendo?
BERTO: (apurado.) ¿No lo ves? Me voy...
ZULMA: ¿a dónde pensás ir?
BERTO: dónde ni vos ni ése alienado puedan encontrarme.
ZULMA: yo ya sé adónde vas a ir. Pero antes me vas a decir algo: ¿qué otra
cosa sabe Oscar de vos?
BERTO: nada. Vos me conoces de joven. No puede saber él algo que vos no
sepas.
ZULMA: estás más tiempo con él que conmigo. Y entre hombres hablan de
cosas que nosotras nunca sabremos.
BERTO: (seguro.) Vos no podés sospechar de mí. Nunca te di motivos.
Conocés todo mi entorno. Todas mis amistades. En cambio yo no conozco
todos tus vínculos. Desconozco tus nuevas amistades. Amigos del gimnasio o
de yoga o de...ni sé todas las actividades que realizás durante el día. Yo sí que
podría sospechar de vos. Sin embargo...
ZULMA: ¡dejá de empacar! (Lo interpela.) ¿Sospechas de mí?
             Berto, al ver la aparición desde el placard del “hombre barbudo”,
             deja de empacar por un momento. El “hombre barbudo” trae un
             bagre enorme colgando de su caña. Berto en todo momento trata
             de que Zulma no se percate de las presencias ni del hombre ni
             del bagre.
BERTO: (a Zulma): Es una forma de decir, por principio creo en la gente, fue
sólo una manera de ejemplificar. Sólo eso.


                                        40
El “hombre barbudo” quita el bagre de la caña y lo arroja,
             despreciativamente, sobre la ropa que Berto todavía tiene sobre
             la cama. Berto, observa la acción y al enorme y nauseabundo
             bagre, con ojos desorbitados.
ZULMA: el ejemplo no me sirve. Cómo podés darte el lujo de sospechar de mí.
BERTO: no sospecho.
ZULMA: mis amigos son de toda la vida. Estuvieron conmigo en mis momentos
difíciles. Cuando con vos no podía contar. Y en cuanto a mis nuevas
amistades, sos vos el que no está dispuesto a conocerlas. ¿Cómo te atrevés a
sospechar de mí? ¿Con qué derecho?
BERTO: ya te lo dije. Sólo fue un ejemplo. Sólo en el terreno figurativo.
             Berto intenta volver a empacar, pero no sabe como sacar la ropa
             que está debajo del pescado. El bagre le da mucho asco, no se
             anima ni a tocarlo y el olor le dificulta más aun la acción. El
             “hombre barbudo”, marchando triunfalmente va hacia el placard, y
             muy feliz con su pesca sale por él. El bagre se mueve en la cama,
             Berto no sabe bien qué hacer.
ZULMA: (sus palabras acompañan la acción del “hombre barbudo”.) ¡Linda
manera la tuya! ¡Dejá de hacer esa valija! ¡Es de lo mejor! ¿Te la enseñó tu
psicoanalista? Ponés todo el problema en el otro. Te estaba acosando con
preguntas que no podías responder. Y de repente, como por arte de magia,
termino siendo yo la acosada.
             El bagre, luego de moverse espasmódicamente en la cama, cae
             al piso. Se mueve convulsivamente y en un lento traslado se va
             yendo hacia el placard. Berto no sabe cómo ocultarlo a los ojos
             de Zulma.
ZULMA: ¡Me sos infiel! Eso es lo que pasa. Vaya una a saber con cuantas
mujeres me habrás engañado. ¡Con razón que se fue Norma y sin poder dar
razones valederas! ¡Te acostabas con ella!
             El bagre sigue su lento y espasmódico traslado.
ZULMA: Durante esas noches en que me decías: “anda a dormir mi amor,
termino de desarrollar estas ecuaciones, voy al baño me doy una muy buena
ducha y a la cama” y yo dormía en mi credulidad... ¡por eso se fue Norma! Ya
no podía mirarme a los ojos.


                                        41
El bagre sale por el placard. Berto, como si el bagre no hubiese
             estado sobre su ropa, vuelve a llenar prolijamente la valija. Mira a
             Zulma casi con desprecio.
ZULMA: ¡con razón Ángela está cada día más melosa! ¡Claro! ¡Qué estúpida
que soy! ¡Cómo no me dí cuenta antes! (Emulando a Ángela.) “¿Desea tomar
algo más señor Berto?” (Con asco.) Me engañás con las domésticas de
turno… y yo tomando criadas bonitas para dar una buena imagen. ¡Qué
pedazo de estúpida! Sin darme cuenta satisfacía la gula sexual de mi marido.
¡¡Mañana mismo la despido!!
BERTO: (casi risueño.) Ojalá fuera cierto… ni en sueños te puedo ser infiel…
(Duda.) Soy fiel…
ZULMA: necesito la verdad, ¡quiero la verdad!
BERTO: ¡terminemos con esta farsa!
ZULMA: ¡¡no!! Necesito la verdad...
             El placard quedó vacío. Berto intenta cerrarlo pero Ángela se lo
             impide intentado salir por él. Beto retrocede disimulando para que
             Zulma no vea la situación. Ángela se sienta sobre la cajonera y
             comienza a moverse eróticamente. Los pechos al aire de Ángela,
             ahora, son descomunalmente enormes.
BERTO: (interrumpiendo a Zulma.) ¡¡Sí!! Porque no la acabás… soy un pobre
estúpido que es fiel. El último sobreviviente de una especie en extinción. ¡Aquí
hay una sola pérfida y esa sos vos! ¡¡Vos y nadie más que vos!!
             El placard abierto permite el ingreso de Oscar, quien se pavonea
             por el espacio y mira lascivamente a Zulma. Berto queda
             pasmado mirando la entrepierna de Oscar. Un bulto descomunal
             hace presumir el miembro erecto.
BERTO: (Imitándola.) Te pavoneabas sin ningún pudor delante de Oscar,
exponiéndole tus exuberantes atributos. Hasta te diste el gusto de acariciarlo
delante mío. Me siento humillado, degradado… ¡¡y me voy!!
             Ante los ojos desorbitados de Berto, Ángela, acariciándose sus
             descomunales pechos, lo llama provocativamente desde la
             cajonera y Oscar, desde el rellano del baño, llama con gestos
             ostensiblemente obscenos a Zulma.
ZULMA: (con temor a las pérdidas.) Te soy fiel, Berto, te lo juro.


                                       42
Berto cierra la valija y la deja en el piso. Gira alrededor de la valija
             en cámara ligera. Durante el giro de Berto y arrastrados como por
             un torbellino, Ángela y Oscar, desaparecen por el placard.
BERTO: (los textos siguen el ritmo de la cámara ligera): ¡¡me voy!! Creés que
no soy capaz, pero sí, todavía me queda un poquito de amor propio y no pienso
perderlo. No estoy dispuesto a soportar más esta comedia de humor negro.
             Berto interrumpe los giros y la cámara ligera. Toma la valija, la
             deja sobre la cama, la abre y luego, comienza a guardar prenda
             por prenda en el placard.
ZULMA: (temerosa.) No mi amor...
BERTO: (imitándola): “no mi amor, no mi amor”. Pero, si yo siempre lo supe,
pero no lo quería aceptar. Intentaba recuperarte con mis mejores esfuerzos.
Me decía a mí mismo: “¡en algo te estás equivocando, debés modificarte,
investigar dentro tuyo!”; y lo intentaba y lo intentaba y nada cambiaba.
             Entre los viajes de Berto para guardar sus prendas en el placard,
             por él, aparece el “hombre rubio” seguido de la “mujer siempre
             embarazada” con el bebé en brazos. Durante el monólogo de
             Berto, la “mujer siempre embarazada” intenta mostrarle al
             “hombre rubio” el bebé. Él no quiere ni mirarlo. Ante el rechazo, el
             bebé y la “mujer siempre embarazada” lloran inconsolablemente.
             Berto trata de tapar los sonidos de los llantos levantando su
             propia voz.
BERTO: Y me preguntaba una y otra vez: “¿qué nos está pasando?” ¿Y qué
era lo que estaba pasando? ¡Lo que pasaba y lo que pasa es que soy un
cornudo! ¡¡Un flor de cornudo!! ¡Medalla de honor en cuernos! (Recordando
             con
ira): “¡El mejor y más rubio pedicuro del mundo, el mejor y más alto profesor de
tenis del club, el más grande y alegre profesor de cocina, el más elegante
profesor de francés culinario y hasta el que paseaba a esa perra infecta que te
había regalado la no menos infecta de tu madre!” (La angustia lo invade.) ¡¡Yo
el más cornudo del mundo!! Y ahora viene lo mejor, la más pérfida de las
mujeres sospecha de mí… pero, ¿¡con qué derecho!? ¡Cómo vos podés exigir
fidelidad! ¡¿Cómo se te ocurre?! ¡¡Te voy a romper la cabeza!!



                                         43
La “mujer siempre embarazada” con el bebé en brazos sigue
              hacia adentro del placard al “hombre rubio”. Berto terminó de
              guardar la ropa en el placard y lo cierra. Guarda la valija debajo
              de la cama. Inmediatamente comienza a perseguir a Zulma.
ZULMA: (huyendo.) ¡Pará Berto, no te me acerqués!, ¿qué te pasa?, me das
miedo. ¡Empiezo a los gritos!, voy a pedir socorro…
BERTO: (burlón.) ¿A cuál de ellos? ¿Quién creés que llagará primero?
ZULMA: dejame ir...
BERTO: ¿dónde pensás ir? ¿A la cama de quién vas a ir primero?
ZULMA: te desconozco.
BERTO: ¿cuándo me conociste? Nunca te tomaste ni un segundo de tu mísera
vida para mirarme detenidamente.
ZULMA: (muy asustada.) Nunca te fuí infiel. Sólo un poco de histeria para
sentirme viva. Quiero irme. Tengo mucho miedo.
BERTO: ¡no te asustés! ¡No te voy a hacer nada! Sólo te hago caminar un poco
y yo voy descargando tensiones.
              Zulma, abre el placard y toma el único abrigo que está colgado en
              él. El “hombre barbudo” aparece con su caña de pescar y el bebé
              colgado del anzuelo. Berto con un pie cierra la puerta del placard.
              Desaparece la luz que venía desde su interior. Luego, va hacia la
              mesa de luz y toma el revólver.
ZULMA: (muy asustada.) ¡No!, ¡¿qué vas a hacer?!
BERTO: ojalá me animara a usarlo. (Lo deja donde estaba.) Todavía tengo
escrúpulos. Antes de que te vayas quiero hacerte una pregunta.
ZULMA: está bien, preguntá.
BERTO: no me vas a mentir. Me vas a mirar fijo a los ojos. A dos manos de
distancia entre frente y frente.
              El “hombre barbudo” desengancha al bebé del anzuelo y lo deja
              sobre la cama, ante los ojos desorbitados de Berto.
ZULMA: ¡no, así no!, podrías abusar de mí.
BERTO: abusarme de vos. No me hagás reír. De dónde me ves pinta de
violador.
ZULMA: me agarrarías para no dejarme ir.



                                        44
El “hombre barbudo” observa como el bebé expeditivamente sale
             despedido hacia el placard. La puerta del placard se abre y el
             bebé desaparece.
BERTO: vas a tener que creerme. No tenés otra alternativa.
ZULMA: ¿qué me querés preguntar?
             El “hombre barbudo” comienza a marchar siguiendo a Berto.
BERTO: (siente la presencia del “hombre barbudo” y apresura su andar.)
¡Detenete!
ZULMA: si me detengo me chocás.
BERTO: ¡detenete!
ZULMA: para vos que me venís siguiendo.
BERTO: (se detiene bruscamente, y ladeando el cuerpo hace pasar de largo al
“hombre barbudo”.) Ubicate delante mío.
             El “hombre barbudo” pasa de largo y sale por el placard.
ZULMA: (se detiene, lo mira un instante y con desconfianza va hacia él.) Está
bien, preguntá...
BERTO: (sin tocarla toma la medida entre frente y frente. Pequeña pausa.)
¿Sos fiel?
ZULMA: (se hace un silencio cargado de dudas. Con dificultad.)...si...
BERTO: ¡decílo!
ZULMA: (con dificultad.) Soy fiel.
BERTO: ¿a quién? ¡Decílo!
ZULMA: a vos, Berto...
             Las siguientes acciones y diálogos se realizan en cámara ligera:
             Berto se aleja bruscamente de ella. Se para cerca de la puerta del
             baño. La mira desahuciado.
BERTO: (los textos siguen el ritmo de la cámara ligera): ¡andate! Te podés ir.
¡¿Cómo me podés contestar eso?! (Le señala la puerta del baño.) ¡Salí!
             Zulma corre despavorida hacia la puerta de la habitación, Berto la
             persigue, sin lograr detenerla.
BERTO: (los textos siguen el ritmo de la cámara ligera): ¡por ahí no! ¡No abras!
             Ella abre y sale. En el preciso momento, en que se abre la puerta,
             entra una fuerte y resplandeciente luz amarilla, que se contrapone
             con la luz que proviene del baño. Él no logra detener a Zulma,


                                       45
queda parado frente a la puerta y luego, la cierra con violencia. La
              luz desaparece en el preciso instante en que proveniente del
              baño, aparece la angelical Ángela. Sin la sensualidad que había
              desplegado hasta ahora. Ya no viste su uniforme. La ropa que
              lleva puesta es similar a la que usara Zulma. No sólo la ropa es
              casi igual...
ANGELA: (con suficiencia, (los textos siguen el ritmo de la cámara ligera): Es lo
mejor que hiciste en tu vida. Yo ya no la soportaba más. Elegiste bien. No se
resistía más la situación. Las dos en la casa éramos multitud.
              Ambos abandonan la cámara ligera en el preciso instante en que
              Ángela se acostó en la cama.
ANGELA: (se acuesta.) Dale vení a acostarte. Tenemos que levantarnos
temprano. Dejame negociar a mí, los Moros creen que todo lo que brilla es oro
y son de pedir cualquier locura por lo suyo.
BERTO: (enérgico.) ¡Salí de mi cama! ¡Salí de mi mente! ¡Andá para tu pieza!
¡¡Salí inmediatamente de mi mente!!
ANGELA: ¿qué te ocurre mi amorcito?, no te reconozco, ¿te sentís mal?
BERTO: ¡no! Me siento fenómeno. Nunca me sentí mejor. Estoy haciendo
cosas que nunca me animé a hacer. ¡¡Fuera de aquí!!
ANGELA: (con seducción fingida.) si me voy no vuelvo...
BERTO: Me da lo mismo. Total, no me vas a encontrar. ¡Fuera! ¿Escuchaste
como eche a Zulma?
ANGELA: sí.
BERTO: si no querés que te pase lo mismo, se buenita, ahorrame el gasto de
energía.
              Ángela va hacia la puerta del dormitorio, trata de no perder su
              comportamiento.
ANGELA: ¡está bien! No nos veremos nunca más en esta habitación.
BERTO: (enérgico.) ¡No, por ahí no!
ANGELA: ¿y por dónde quiere que salga?
BERTO: (dudando.) no sé, pero por ahí no.
              Suena el timbre de la puerta de calle. Su sonido tiene mucho
              cuerpo, más que las otras veces, está gravemente amplificado. El



                                        46
zumbido al comienzo será continuo y casi imperceptible, pero, in
             crescendo.
ANGELA: (muy asustada.) ¡Su mujer! ¡Vuelve su mujer! ¿Qué hago ahora?
¿Dónde me meto? No quiero que me encuentre en “su” lugar y menos usando
“su” ropa.
BERTO: (presuroso y nervioso.) metete en el baño.
ANGELA: ¿voy al baño?
BERTO: ¡sí, al baño!
ANGELA: ¡¿por qué si?!
BERTO: ¡no, al baño no!
ANGELA: ¡¿por qué no?!
BERTO: bueno, ¡¡metete en el baño!!
ANGELA: ¡¿me meto?!
             Suena nuevamente el timbre. El zumbido que queda en el
             espacio, ahora, es mucho más perceptible.
BERTO: (dudando.) Puede que no sea mi esposa. Y ella, como es su
costumbre, puede estar en el baño.
ANGELA: ¿y qué hago entonces?
BERTO: metete en la cama.
             Se escucha un ruido como a puerta que es abierta por la fuerza.
             El ruido se amplifica y queda en el aire reemplazando el zumbido
             anterior.
ANGELA: (muy asustada.) ¡¡En la cama no!! ¡¡Es su esposa!! ¡¿Qué hago?!
             Ángela deambula por el espacio. Sin saber que hacer. Donde
             esconderse. Está a cada momento más asustada, más nerviosa,
             a punto de llorar...
BERTO: (muy asustado.)¡¡Dejá de dar vueltas que me ponés nervioso!!
ANGELA: ¡¿dónde me meto?! ¡¿Qué mierda hago?! ¡¿A dónde voy?! ¡¿Quién
soy?!
BERTO: ¡¡metete en el placard!!
             Ángela se detiene al punto. El zumbido es cada vez más
             persistente. Unos fuertes pasos retumban en los oídos y en el aire
             mismo. Ángela, presurosa, va hacia el placard. Al abrirlo, sólo se
             verá un abrigo colgado, el mismo que se había llevado Zulma.


                                       47
Una fuerte y resplandeciente luz amarilla sale desde su interior y
              se contrapone con la del baño. Crecen en sonido y cercanía los
              fuertes pasos y el zumbido del golpe de la puerta que fuera
              abierta violentamente. Ángela, entra en el placard y cierra la
              puerta tras de sí. La luz desaparece. Berto en cámara lenta corre
              presuroso hacia el placard. Intenta con todas sus fuerzas, abrir la
              puerta y no lo logra.
BERTO: (muy asustado y angustiado.) ¡N-o---m-e---d-e-j-é-s---s-o-l-o!--¡¡S-o-l-
o--n-o!!
              Los fuertes pasos se acercan más y más y más y se abre
              violentamente la puerta de la habitación. En cámara lenta Beto
              intenta huir hacia el baño. Entra Oscar totalmente fuera de control
              y Berto abandona la cámara lenta, queda paralizado. Oscar va
              directamente hacia Berto. La puerta del dormitorio quedó abierta.
              Por ella entra y se contrapone, a la luz que proviene del baño,
              una fuerte y resplandeciente luz amarilla.
BERTO: (muy angustiado y asustado, como tranquilizando a un caballo.)
Shhh… Shhh… Shhh… Shhh… tranquilo Oscar... Shhh… tranquilo...
JEFE: (descontrolado.) ¡¡Soy un idiota!! ¡¡Cómo pude hacer lo que hice!! Mi
padre se ríe a carcajadas desde su sepulcro. ¡¡Hipotequé todo, vendí todo,
estoy arruinado!!
BERTO: yo se lo advertí. Usted no quiso escucharme. Yo no lo engañe.
JEFE:¡¡sí que me engañó!! Y como a una pobre sirvienta. De la misma manera
que engaña a su mujer con una angelical sirvienta.
BERTO: señor recuerde, se lo advertí muchas veces, había errado en los
cálculos.
JEFE: calculo mal, ¡¡muy mal!!
BERTO: se lo dije...se lo dije...tenía testigo...
JEFE: (emulándolo): “Compre papel, compre papel” (Fuera de si.) ¡¡Compré
papel!! Los depósitos empapelados hasta los techos. ¡Y ahora lo importan de
Brasil!
BERTO: yo no le mentí...
JEFE: todo usted es una mentira. De los zapatos a la cabeza. ¡Niega que tenga
amante y lo veo en la cama con Ángela!, ¡y miente! ¡Y miente! ¡Miente!


                                          48
(Imitándolo): “No había reparado en cuerpo” (Furioso.)¡¡Miente!!
              Oscar busca algo entre sus ropas. No lo encuentra. Su
              desesperación va creciendo.
JEFE: ¡¡dónde mierda lo dejé!! ¡¡Lo había cargado especialmente para
descargarlo en su cuerpo!!
              Berto ve el revólver en la mesita de luz. Disimuladamente lo toma
              y lo arroja dentro del baño.
JEFE: (su búsqueda es desesperada.) ¡¿Dónde lo dejé?! ¡Lo tenía aquí! ¿O
aquí?, no puede ser...
BERTO: (aprovecha la situación.) Sí, Oscar, me vió con Ángela. No lo puedo
negar. Pero sobre el proyecto nunca le mentí…
JEFE: qué suerte tiene. Me olvidé el revolver en alguna parte. Pero, tengo que
castigarlo, tengo que castigarlo...
BERTO: (convincente.) ya me castigó.
JEFE: (dudando.) ¡¿Con qué?!
BERTO: ¡¡me dió un susto bárbaro!!
JEFE: ¡¡no se haga el gracioso!! Algo se me tiene que ocurrir, ¿cómo lo
castigo?
              Ambos accionan en cámara ligera y los diálogos siguen el ritmo:
              Oscar gira alrededor de la cama y Berto lo persigue tratando de
              convencerlo.
JEFE: ¿cómo lo castigo?
BERTO: pensemos, pensemos…
JEFE: ¿cómo lo castigo?
BERTO: pensemos, pensemos…
JEFE: ¿cómo lo castigo?
BERTO: ¡¡ya sé!! ¿Un lunes sin ir a trabajar?
JEFE: (no lo escucha. se sume en sus pensamientos.) Algo se me tiene que
ocurrir.
BERTO: ¿una semana de llegadas tarde?
JEFE: (masculla sus pensamientos): viciviverdeverdeviviviciviciverdeverde…
BERTO: ¿un mes de llegadas tarde?
JEFE: (masculla sus pensamientos): viciviverdeverdeviviviciviciverdeverde…
BERTO: ¿unas largas vacaciones?


                                        49
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El alucinante encanto de un sueño ligero

  • 1. “El alucinante encanto de un sueño ligero” Daniel Dagna Comedia en un acto PERSONAJES: ZULMA esposa de Berto BERTO esposo de Zulma OSCAR jefe de Berto ÁNGELA la mucama APARICIONES: (Estos personajes sólo son vistos por Berto. Ante quienes él reaccionará conforme a la situación y a las circunstancias en que estos aparezcan.) ANCIANA VESTIDA DE NEGRO HOMBRE BARBUDO MUJER SIEMPRE EMBARAZADA UN BEBÉ HOMBRE RUBIO UN CULO ENORME UN BAGRE NAUSEABUNDO *ÁNGELA- toda vez que no aparezca del baño- *OSCAR- toda vez que aparece del placard- *Estos dos personajes cuando son “apariciones” que sólo se relacionan con Berto, deben tener algo que los diferencie de cuando son personajes que no sólo se relacionan con él. Tal vez, una luminosidad diferente, probablemente una palidez fascinante en los rostros o en una parte de ellos, u otra cosa que se le ocurra al director de escena y que produzca similar sensación. ESPACIO ESCÉNICO: Al comienzo la acción transcurre en un amplio living, de un muy amplio y lujoso piso, de un barrio oneroso. Los pocos muebles existentes en el espacio son casi etéreos. La luz es demasiado blanca, casi irreal. Luego la acción se traslada a una amplia y minimalista habitación conyugal. Una enorme y etérea cama. Una cajonera excesivamente enorme. Y un placard de grandes dimensiones repleto de… misterio. El placard hace foro y a los laterales, dos puertas: la del baño y la del dormitorio. La luz que enciende Berto es de un color azul intenso. Toda vez que las puertas (baño, habitación o placard) se encuentren abiertas, dejarán escapar hacia el dormitorio, una luz amarillenta muy resplandeciente. 1
  • 2. LA ACCIÓN: Aquella noche, después de la cena... El jefe fuma impaciente y observa repetidamente su reloj. ZULMA: (cortante): Lo que vos pensás no puede suceder en ninguna parte... BERTO: (tratando de hacerla callar, pero, evitando enojarla.) Mirá querida, pensá lo que quieras, yo creo que estamos en un país, donde se debe poner en práctica, una economía de guerra... ZULMA: (hiriente.) Dejá de decir estupideces. BERTO: (sobreponiéndose, en tono discursivo.) En otras palabras, se debe gobernar con un plan dirigido a socorrer una crisis y sólo con estrategias destinadas a realizar cambios profundos, puede enfrentarse el caos que se avecina. ZULMA: (como para dar fin a la conversación.) ¡Qué caos ni qué caos! ¡Aquí sobra de todo! Lo único que falta son ganas, eso es lo único que falta… ¿Usted qué opina Oscar? JEFE:(pitando su habano y eludiendo el tema.) Una muy difícil pregunta... muy difícil... BERTO:(muy persuasivo y evitando enojarla.) Querida, en realidad, no tenés porque saber de economía. Por lo tanto, te sugiero, me dejés disertar a mí Existe bibliografía... ZULMA: (ya demasiado molesta con él.) Los libros no podrán solucionar todos los problemas que ocurran en el mundo. Por el contrario, irán aprendiendo... (Al jefe): ¿No le parece? JEFE:(luego de dar una bocanada a su habano y volviendo a eludir el tema.) Una muy difícil pregunta... muy difícil... BERTO: (a Oscar, amablemente): ¿No desea beber algo más señor? JEFE:(cuidando las formas.) ¡Se lo dije mil veces en lo que va de la noche! ¡Dígame Oscar, no más! Olvidemos las diferencias implícitas únicamente al orden laboral. Bien sabe la estima que siento por usted... BERTO: es cierto, ocurre que me es muy difícil. De todas maneras, le prometo, que lo volveré a intentar. Oscar, ¿desea beber algo más? JEFE:(dispuesto a irse.) No por favor, sería demasiada molestia, además yo... BERTO:(dispuesto a retenerlo como sea.) Pero no es ninguna molestia, por favor, ¿que desea beber señor? ¡Oh, discúlpeme! 2
  • 3. JEFE: (ya no sabiendo como ocultar su deseo de marcharse.) Créame, hacia años que no me sentía tan bien servido, pero... ZULMA: (a Oscar, seductora): Muchas gracias Oscar. Para mí es un verdadero placer... BERTO: lo mismo digo señor, digo Oscar, si desea algo más sólo tiene que ordenarlo... JEFE: (a punto de transmitir su deseo.) Ocurre que... ZULMA: (comprensiva.) Tal vez tiene algún compromiso y ya tiene que marcharse... JEFE: (algo más aliviado.) En realidad tendría que haberme marchado hace largo tiempo, pero... BERTO: (aprovechando las dudas de Oscar.) Pero estamos tan cómodos y está tan interesante la conversación. JEFE: en realidad yo... ZULMA: (comprensiva.) Por nosotros no haga ningún cumplido. No quisiéramos ser tiranos con su tiempo. Ni tampoco, por supuesto, tenemos intenciones de acaparar su atención... BERTO: de todas maneras, ¿por qué no se toma un café?, o... ¿un whisky? JEFE: (algo impaciente.) Bueno...mire... ZULMA: (a Berto): Quizás Oscar tiene un compromiso más importante. JEFE: no, es que... BERTO: (a Zulma, sacando provecho de la duda de Oscar): Ya oíste. ¡¿Un whisky?! JEFE: (observando a Zulma. como pidiéndole ayuda.) Bueno...yo... BERTO: (llamando, con mucha seguridad): ¡¡Ángela!! ZULMA: (cortante.) No es necesario que grites. (Pequeña pausa tensa, a Oscar): Cambiando de tema... BERTO:(cortante.) No es necesario cambiar de tema. Escúcheme señor, perdón, Oscar... Aparece Ángela, entra muy resuelta y seductora ANGELA: (a Berto): ¿Me llamó señor Berto? Oscar se queda mirando a Ángela. Su omnipotente actitud, acrecentó, su virilidad acostumbrada. Zulma observa a Berto, visiblemente, molesta. 3
  • 4. BERTO: (a Ángela, distante): Sí, deseamos tomar algo. (A Oscar, amable): Señor, perdón: ¿Oscar? JEFE: (a Ángela, seductora y provocativamente): Otro whisky con abundante hielo molido y un ligero golpe de agua gasificada... BERTO: (impaciente, a Ángela): Muy bien, y para... ZULMA: (a Ángela, autoritariamente): Nada más Ángela, puede retirarse. ANGELA:(asimilando el mal trato.) Muy bien señora, con permiso. BERTO: (sobreponiéndose.) ¿Podrías esperar un momentito Ángela? ANGELA: (muy servicial.) Por supuesto, lo que usted ordene. BERTO: (a Zulma): Tengo deseos de beber algo. (A Ángela): ¿Es posible? ANGELA: lo que usted ordene. ZULMA: (cortante.) Berto, mañana tenemos que levantarnos temprano y en buen estado físico y mental. BERTO: (convincente.) En este momento no me veo ni me siento mal. Además, necesito un trago fuerte para poder explicarle al señor, digo a Oscar, un gran paquete económico-financiero que vengo elaborando desde hace varios meses... JEFE: (esquivo.) La verdad es que se lo ve bien. Pero, yo preferiría que... ZULMA: (a Ángela): Podés retirarte. BERTO: Ángela. ANGELA: (obediente y hasta con un dejo de satisfacción.) ¿Lo de siempre señor? BERTO: lo de siempre, Ángela, gracias. ANGELA: (retirándose.) Para servirle... ZULMA: (se pone de pie.) Oscar, dispénseme unos minutos, ya regreso. JEFE: (en un gesto de caballerosidad, también se pone de pie.) Haga uso de su tiempo señora. Zulma sale presurosa siguiendo los pasos de Ángela. BERTO: (adivinando la intención de su mujer.) Zulma no le agregués agua al... (A Oscar, aprovechando que quedaron solos): Señor, perdón, Oscar, por que no se sienta. Vamos siéntese. (El jefe se sienta y Berto lo hace a su lado.) Conforme a muy profundos y minuciosos análisis, creo que tenemos una salida mucho más decorosa que la quiebra. Tengo todo muy bien ponderado, muy bien elaborado. 4
  • 5. JEFE: (interrumpiéndolo.) Después del domingo tengo una importante reunión con el “Doctor Contumaz”. Seguro me va a proponer que cierre. ¡No quiero perder un centavo más! El mercado negro, en todas sus variantes, ofrece alternativas mucho más atrayentes. Mi querido Berto, créame, en este país cada día cuesta mucho mas ganar el dinero. La economía es un tablero de ajedrez. Se deben mover las piezas con mucha perspicacia. BERTO: (dispuesto a dar batalla.) Estoy seguro de eso, pero... (Con mucha seguridad.) Provocaríamos un perjuicio social innecesario. Lo tengo todo muy bien chequeado. No sólo es una salida práctica, sino que además, reportaría alguna rentabilidad... JEFE: ¡se da cuenta Berto! Usted me ofrece “alguna rentabilidad”, y yo ya estoy cansado, que digo cansado, estoy harto de poner en juego un gran capital para obtener pequeñas rentas... Ángela aparece y se desplaza con mucha sensualidad. Oscar se queda mirándola. Sus ojos la desnudan lascivamente. ANGELA: (entrando.) Permiso, disculpen... (A Oscar): Su pedido señor. (A Berto, muy amable, casi con ternura): Un poquitín más livianito. ¿Puedo retirarme? BERTO: (displicente.) Por supuesto Ángela, gracias por todo. Ángela sale ante la lujuriosa mirada de Oscar. Oscar, casi sin querer, le roza una pierna a Berto. JEFE: (por Ángela.) ¡Qué hermosas piernas! BERTO: (sin entender.) Gracias señor... JEFE: ¡monísima...! ¡Qué buen físico! BERTO: (comprendiendo.) Ah... JEFE: debe ser realmente una vampiresa en la cama... ¿Es verdad? BERTO: (intuye que Oscar quiere cambiar de tema.) No sé. En realidad, (volviendo a lo suyo) creo que está todo muy bien... JEFE: (interrumpiéndolo.) ¡Usted sabrá cómo está de bien! ¡Tiene una piel aparentemente deliciosa y unos pechos! ¡Ni que decir de sus ojos...! BERTO: (realiza un gesto y sin proponérselo, dibuja en el aire un culo.) Yo me refería al... JEFE: (interrumpiéndolo.) ¡Claro! ¡Sin dudas! ¡Hermosas nalgas! ¡Se adivinan firmes, turgentes! (Al ver que Berto va quedando atónito, agudiza sus 5
  • 6. comentarios.) No pretenderá hacerme creer que nunca tuvo un affaire con ella. Si ya lo dejó de hacer, pase la mercadería, no sea egoísta. BERTO: (atónito, ante el giro de la conversación.) Es la primera vez que reparo en su cuerpo... JEFE: (riéndose.) ¡No pensará hacerme creer semejante disparate! Si hasta su mujer lo debe saber. Vuestro comportamiento es lógico en una pareja evolucionada que se encuentra en estas circunstancias. BERTO: ¿por qué cree eso? JEFE: es obvio que Zulma se daba cuenta de las miradas que ustedes se sostenían. BERTO: (asombrado.) ¡Qué notable! Usted se da cuenta de cosas que yo ni por asomo llegaría a sospechar... JEFE: (disfrutando.) ¿Se da cuenta Berto? BERTO: ¿qué cosa? JEFE: ¿con qué valor puedo llegar a tomar sus sugerencias? BERTO: ¡¿qué?! JEFE: (con mucha soberbia.) Usted, en este momento de su vida, no puede llegar a ver lo que pasa a su alrededor. Cómo puedo dejar guiar mis capitales, por un proyecto ideado por una persona, que no puede leer, ni su propia realidad. Entra Zulma. Su cuerpo se contornea seductoramente. ZULMA: (a Oscar): Disculpe mi demora. JEFE: (muy seguro y seductor.) Por nada señora. Estaba esperándola para despedirme. Buenas noches Zulma. (Besa teatralmente su mano.) Gracias por todo. Ha sido realmente un placer. ZULMA: (sonriente.) El placer es mío. Berto está anonadado, desalentado. Su silencio lo dice todo. Permanecerá sin hablar hasta el final de la escena. Las voces, amplificadas, retumban como ecos en el espacio, y desmedidamente, en los oídos de Berto. JEFE: ¡muy buenas noches Berto! Oscar teatralmente le estrecha la mano. El apretón de manos, frenético pero en cámara lenta, se suspende repetitivamente en el tiempo y en el espacio. 6
  • 7. JEFE: (estirando las palabras que siguen el ritmo del apretón de manos.)--D-e --t-o-d-a-s---m-a-n-e-r-a-s,---g-r-a-c-i-a-s---p-o-r---s-u-s---i-n-t-e-n-c-i-o-n-e-s. Zulma acompaña a Oscar hacia la salida. El ondular cadencioso de las caderas de Zulma y los pasos altivos de Oscar se encaminan en cámara lenta hacia la salida. ZULMA: (estirando las palabras que siguen el ritmo de la salida.)---H-a-s-t-a--- c-u-a-l-q-u-i-e-r---m-o-m-e-n-t-o.---A-h-o-r-a---q-u-e---c-o-n-o-c-e---e-l--- c-a-m-i- n-o---n-o---s-e---o-l-v-i-d-e---d-e---v-o-l-v-e-r. Zulma y Oscar desaparecen de escena y desde el off siguen hablando en cámara lenta. Sus voces en un preciso instante, se transformarán en un zumbido atroz, que invadirá el espacio. La blanca luz toma un resplandor más irreal aún. Berto, que nunca actuó en cámara lenta, se tapa los oídos con ambas manos. Cierra con violencia sus ojos y se deja caer en el sillón más próximo. Está abatido. Zulma abandona sus movimientos en cámara lenta y entra a escena echa una furia. El zumbido desaparece. La luz blanca pierde un poco su resplandor. Berto bebe un sorbo de su copa. ZULMA: (despectiva.) Cada día más inoportuno. Más ridículo... (Llamando.) ¡Ángela! (A Berto): ¡¿no te dabas cuenta que se quería ir?! (Le quita la copa de la mano.) ¡No puedo entender porque diablos bebés tanto! ¡No lo entiendo! (Casi sin darse cuenta se bebe de un saque todo lo que quedaba en la copa y la vuelve a poner, vacía, en la mano de Berto.) ¡No lo puedo entender! Bien sabes que te cae mal. Nunca fuiste un buen bebedor. (Entra Ángela.) ¡Eso dejalo para los hombres! ANGELA: ¿llamaba señora? ZULMA: (despectivamente, a Ángela): ¡levanta las cosas! (Ángela realiza el trabajo. Zulma termina el contenido de su copa de un solo trago. A Berto): y vos, ¡¿qué tenés en mente?! (Berto sigue como ido de la situación. Ángela sale.) ¿Por qué no vas a acostarte? Mañana tenemos que ir a Monte Verde. ¡Eh! ¡Ché, a vos te hablo! Ni se te antoje dormir acá en el living. Sabés muy bien que noche es ésta. Aunque en las condiciones en que te encontrás no creo que seas demasiado útil. (Llamando) ¡Ángela! (A Berto): me voy al baño, 7
  • 8. me doy una muy buena ducha y a la cama… ANGELA: (reapareciendo) ¿Señora? ZULMA: (despectiva, subestimándola.) Vos lavá y acomodá todo en su lugar, cuando terminés podés retirarte a dormir. ¡Hasta mañana! (Sale) ANGELA: hasta mañana, señora. Breve pausa. Ángela se para delante de Berto. Lo observa largamente. Berto, mira largamente a Ángela. Una muy tenue luz, aparece desde el lateral, por donde queda el dormitorio. El uniforme de Ángela está totalmente desprendido, develando ante los sorprendidos ojos de Berto, el cuerpo que ocultaba. Ángela se mueve con total naturalidad, tal como si su uniforme estuviera abotonado y protegiéndola. ANGELA: señor Berto... BERTO: (la observa con cierta timidez.) ¿Sí? ANGELA: (señalándole la copa que Berto tiene en su mano.) ¿Lo puedo llevar? BERTO: (la mira extasiado.) ¿Eh? ANGELA:(con mucha ternura.) ¿Va a tomar algo más? (Señalando la copa.) ¿Puedo llevarlo? Berto se pone de pie, extiende la mano en la que tiene la copa, hacia el cuerpo casi desnudo de ella. BERTO: sí Ángela, por supuesto... ANGELA: (con asombro.) ¿Quiere más? BERTO: ¿qué cosa? ANGELA: (divertida.) ¿Quiere beber más? BERTO: no, hoy no. ANGELA: entonces, ¿me lo llevo? BERTO: ¿a quién? ANGELA: (sonriente.) Al vaso... BERTO: ¡¿eh?! Ah, sí, por supuesto... ANGELA: (tiernamente.) Hasta luego señor Berto. BERTO: hasta después, Ángela. Ángela sale llevándose la copa sin perder su gracia. Él se queda mirándola. La voz de Zulma se amplifica y retumba por el espacio. 8
  • 9. ZULMA: (desde el baño.) ¡¡Berto!! (Sube exageradamente el volumen llegando al grito. desde el baño.) ¡¡Berto!! BERTO: ¡ya voy!... Berto comienza el recorrido hacia su habitación. BERTO: (extasiado.) Qué linda caminadita tiene. (Imita graciosamente el contorneo del cuerpo de Ángela.) Su voz es tan sensual. Cuando me hablaba me… turbaba... sus formas… sus pechos… cuanto calor emanaba su cuerpo… sus ojos destilaban fuego... fuego... Al tiempo en que se van apagando las luces del living, va subiendo la luz que proviene del baño. La puerta abierta deja escapar hacia el dormitorio, una luz amarillenta muy resplandeciente. ZULMA: (desde off): ¡¿ya estás aquí?! BERTO: eso creo… Berto se sienta en la cama. Del lado opuesto al baño. Enciende una luz. Su color azul intenso ilumina el lugar. Comienza a desvestirse, le está ganando el sueño. BERTO: (como para sí.) No soy tan mal parecido. Las mujeres en la oficina me suelen mirar con cierto interés. (La nombra como para escuchar la musicalidad de su nombre.) Ángela... Ángela... me atiende tan bien. Tan seductoramente. Se descubrió toda ella ante mí. … Cuanto calor emanaba su cuerpo… sus ojos destilaban fuego... fuego... (Vuelve a nombrarla.) Ángela… Ángela… sus formas… sus pechos… (Temeroso.) ¿Me querrá cobrar? Yo no pienso darle ni un centavo. No seré un gran seductor, pero nunca tuve que pagar para satisfacer mis necesidades. Aunque en una sociedad capitalista, él que sirve, debe percibir una remuneración acorde al servicio que preste… La voz de Zulma suena como un sopor. ZULMA: (desde off): ¿ya estás acostado? Espero que a la mañana no seas inoportuno como siempre. Acordate que me tenés que dejar negociar a mí. Conozco a los Moros desde que los vi en la costa... BERTO: (se irá durmiendo.) Qué dulce..., qué dulce... ZULMA: (continúa desde off): conozco todas sus debilidades. Primero dejame a solas con él. Le pregunto sobre su “nuevo” amante. Y luego a ella, sin que él escuche, le pregunto sobre su “nueva” masajista. Diría que la propiedad, luego 9
  • 10. de estas pequeñas conversaciones, ya bajo mínimo un treinta por ciento… La voz de Zulma retumbó soporíficamente y se convierten en sonido de fondo de las acciones siguientes: Berto se quedó dormido, en ropa interior y con las medias y zapatos puestos. La luz azul se fue extinguiendo hasta desaparecer. La luz que proviene del baño tomó un resplandor inusitado. El cuerpo de Berto se mueve espasmódicamente como si sufriera pequeñas descargas eléctricas. Su cabeza va de un lado a otro, pero el resto del cuerpo no abandona su postura original. Desde el placard, aparece un “hombre barbudo” que trae una caña de pescar. Deja la caña en la cama, al lado de Berto. BARBUDO: no se puede pescar si hablan alrededor de la carnada. Desde el placard y en dirección al baño pasa la “mujer siempre embarazada”. MUJER: te dije que no dejarás la caña en cualquier parte… (Huele la caña.) ¡Puagh! (Toma la caña de pescar y la mete en el placard.) ¡Qué olor a bagre sin espinas! “La mujer siempre embarazada” sale por el placard dejando la puerta abierta y de él aparece la “anciana vestida de negro”. ANCIANA: me pone de muy mal humor repetirte siempre lo mismo, vivís para hacerte daño. BARBUDO: hablando de daño, me voy al baño. (Sale por el placard.) La “anciana vestida de negro” tapa imaginariamente a Berto y se queda mirándolo largamente. El cuerpo de Berto se aquieta, se tranquiliza… Desde el baño aparece Ángela. Lleva puesto correctamente su uniforme. ANGELA: (angelicalmente.) Señor Berto... se me quedó dormidito...pobre... pobre... Señor, despierte mi amo… aquí está su dulce Ángela... ¡señor Berto! BERTO: (se despierta sobresaltado.) ¿Eh? ¡¿Qué pasa?! ANCIANA: te vivís destapando. ANGELA: nada. Se quedó dormido. Eso pasa, ¿se cansó de esperarme señor? BERTO: me quedé dormido... ¡qué loco! (Como si la retara.) No me digás señor, cuando te vas a acostumbrar a decirme Berto. Acaso, ¿no te gusta mi nombre? 10
  • 11. ANCIANA: (sentada al lado de Berto.) Que tengas… ANGELA: (juguetona.) Por supuesto señor, digo, Berto. BERTO: ¿te gusta mi nombre? ANCIANA: (le besa la frente.) dulces sueños… La “anciana vestida de negro” va lentamente hacia el placard. Berto, casi sin querer, la mira irse por el placard. ANGELA: sí, señor. BERTO: (retándola.) ¡No me digás señor! Con que te gusta mi nombre... va... mi apodo… ¿o el qué te gusta es mi nombre?… ANGELA: todo me gusta. BERTO: ¿qué quiere decir todo? ANGELA: todo es todo, señor, perdón, Berto. BERTO: todo es, el nombre, el apodo, ¿eso? ANGELA: todo es todo señor, no puedo, como cuesta, ¡Berto! BERTO: soy un gran seductor, ¿no es cierto? ANGELA: ¡muy seductor! Y no sólo eso, también dulce, cariñoso... BERTO: ¿Ángela? ANGELA: ¿señor? BERTO: ¿cómo? ANGELA: ¿Berto? BERTO: (decidido.) No pienso pagarte. ANGELA: ¿cómo? BERTO: no puedo... va contra mis principios... ANGELA: (se aparta de él.) ¿Qué dice? Pero, cómo se atreve. ¡Usted me gusta! Y yo pago por lo que me gusta .Para eso trabajo. Desde el placard aparece el “hombre barbudo” con su caña de pescar y un bolso de tela verde colgado a un costado. Se pone a pescar al lado de la puerta del baño. Berto lo observa extrañado. BERTO: no entiendo. El “hombre barbudo” sacó de su bolso de tela un gigantesco durazno y lo muerde eróticamente con voraz apetito carnal. El jugo, dulce, viscoso, le chorrea por la barba y el cuello. ANGELA: (vuelve a su juego seductor y casi con lujuria angelical.) Los bombones me gustan, para poder comerlos tengo que pagarlos. Un durazno 11
  • 12. me enloquece, para poder morderlo y beberlo, tengo que pagarlos; y a usted tengo ganas de tratarlo como a un durazno y para eso tengo que pagarle. BERTO: no es necesario que lo hagas. Es suficiente con que no tenga que hacerlo yo. Sos muy linda Ángela. ¡Y me gustás mucho! Yo también pago por lo que me gusta. Berto observa al “hombre barbudo” como pidiéndole aprobación; éste, duda un momento y luego se lo concede con un gesto ampuloso. BERTO: (comienza a intentar desvestir a Ángela.) Hagamos una convención. Yo te pago cien y vos me pagás cien. De esa manera ninguno de los dos tiene que desembolsar dinero. Y los dos podemos ser duraznos carnosos y jugosos... ANGELA: (se escabulle de entre los brazos de Berto y no deja caer sus ropas.) ¡No! ¡Así no! BERTO: (la persigue alrededor de la cama.) Pero, ¿por qué no? ¿No entiendo? Ángela, ¿acaso no te gusto? ANGELA: (sin dejarse atrapar.) No soy ninguna prostituta. ¡No quiero que me pague! Si quiere algo así, vaya a la zona roja, o que sé yo, ¡a cualquier otra parte! Pero ahí, para usted, no voy a estar… BERTO: (conciliador.) yo nunca dije eso. No quiero pagarte, es más no pienso darte ni un centavo. ¡Jamás pagué y no pienso hacerlo! ANGELA: mejor me voy... BERTO: (que la persigue por todos lados.) No me podés hacer esto ahora. ¡Me querés volver loco! Por favor Ángela. Por favor...no puedo más... te necesito... te necesito en mi cama... El “hombre barbudo” deja de pescar, enojado, desahuciado, por que no picó ningún pez. Sale raudamente por la puerta del placard. La puerta del placard queda abierta. ANGELA: yo también deseo estar en su cama... ¿Podemos empezar de nuevo? BERTO: ¿cómo? ANGELA: primero deje de perseguirme. BERTO: ¿vos no te vas a ir? ANGELA: ni lo sueñe. 12
  • 13. BERTO: no quiero soñar. Por favor no te vayas. ANGELA: no señor. BERTO: (no deja de perseguirla.) No vuelvas a decirme señor. Por la puerta del placard abierta aparece la “anciana vestida de negro”, cierra el placard, y mira la situación, absorta, como no pudiendo creer lo que está viendo. Berto la mira como diciendo: “vos, otra vez, por acá”. ANGELA: perdón, Berto... BERTO: ¿por qué me lo prometés? ANGELA: ¿qué cosa? BERTO: que no te vas a ir. ANGELA: ¿no me cree? La “anciana vestida de negro” se tapa los ojos con sus manos. BERTO: si, pero, tengo miedo. ¡Jurámelo! ANGELA: está bien. Deje de seguirme, ¿de acuerdo? BERTO: (deteniéndose.) Sí. ANGELA: se lo juro....se lo juro... ¡se lo juro por Dios! BERTO: (vuelve a perseguirla.) ¡No, Eso no! ¡Siempre me dijiste que eras atea! La “anciana vestida de negro” se persigna y desaparece detrás de la cajonera. ANGELA: (sin dejarse alcanzar.) ¡Berto, no la complique! Mire que no vengo más. BERTO:(se detiene al punto.) No, Ángela. Ya no sabría qué hacer sin tu presencia. ANGELA: no me voy a ir. No quiero irme. Retomemos la acción. Yo voy al baño y vuelvo a entrar. BERTO: ¡al baño, no! ANGELA: ¿por? BERTO: (convencido.) ¡Está Zulma! No sería prudente que te encuentres con ella. ANGELA: (asustada.) No me diga... (Baja el volumen de su voz,)... que está en el baño… BERTO: (dudando.) Bueno, creo que sí, ¿por? ANGELA: (enojada.) ¿Usted está loco? ¿Qué es lo que pretende? ¿Qué me 13
  • 14. eche? ¡Con lo difícil que está para conseguir un trabajo digno! ¡Claro a usted que le importa! Total, lo tiene todo, un excelente trabajo, un hermoso piso, auto, mujer, amante... BERTO: (trata de consolarla.) ¡No te pongás así! Por favor. Si no vino hasta ahora es porque no piensa venir. Además, yo no te obligué a correr ningún riesgo. Viniste solita. Porque yo te intereso, ¿no es cierto? ANGELA: (dudando.) ¿Está seguro de que está en el baño? BERTO: (dudando.) seguro, seguro... ¡qué se yo!, me parece que dijo: “yo me voy al baño, me doy una buena ducha y a la cama.” ANGELA: (yendo hacia la puerta del baño.) Voy a espiar. BERTO: con mucho cuidado. Ángela entra al baño. Pequeño silencio. ANGELA: (saliendo.) Puff...no hay nadie. Ya me veía de patitas en la calle. ¿Berto? BERTO: ¿sí? ANGELA: ¿por qué quiso asustarme? BERTO: (conciliador.) No sigamos discutiendo. Estamos perdiendo el tiempo. Yo no quise asustarte... ANGELA: (dispuesta a reiniciar.) No te creo, pero, no importa. Empecemos nuevamente. Yo voy al baño y vuelvo, ¿de acuerdo? BERTO: totalmente de acuerdo. Pero no demorés demasiado. ANGELA: sólo lo suficiente. Ángela entra al baño. Él se recuesta y adopta una postura seductora. Ángela aparece desde el baño de la misma manera en que lo hiciera anteriormente. ANGELA: Señor Berto... ¡No! ¡No y no! ¡Así no! Tiene que estar en la misma postura en que lo encontré antes. BERTO: ¿cómo? ANGELA: dormido. BERTO: pero, ¡y qué sé yo como estoy cuando estoy dormido! ANGELA: (se acerca a la cama y comienza a colocarlo en la posición en que lo encontró al comienzo.) Estaba de éste modo... BERTO: (la toma del brazo y la arroja encima suyo.) ¡Basta Ángela! ¡No puedo más! 14
  • 15. ANGELA: (resistiéndose.) ¡Así no! ¡Así no juego más! BERTO: (acariciándola.) ¡Terminemos con la pavada! Qué hermosa que estás… quiero perderme en tus curvas… quiero deambular entre suspiros… ¡Quiero estrellarme! ¡Una y mil veces! ¡Sin disculpas y sin seguro! (Ángela no puede zafar de entre los brazos de Berto, por momentos se deja y entra en el juego.) ¡Te deseo! ¡Te deseo! Quiero poseerte... fundirme... fundirte... confundirte... Por todo el espacio retumba el sonido del timbre de calle. BERTO: (se sobresalta.) ¡No! ¡Quién puede venir a molestar justo ahora! ¿Quién será? ANGELA: (queriendo seguir.) No atienda. BERTO: (se reincorpora.) Ssss... Hablá mas bajo... no vamos a atender...en una de esas es algún predicador... Suena nuevamente el timbre, con mayor insistencia. Su sonoridad se amplifica. BERTO:- ¡qué hincha testículos! ¿Quién podrá ser? ANGELA: espere...no grite usted ahora... ¡No atienda y “san” se acabo! BERTO: ¿y si atiendo?, es capaz de molestar un largo rato. Suena nuevamente y casi con violencia. Un leve zumbido queda sonando, casi imperceptible, en el espacio. BERTO: parecería que supiera que nosotros estamos... ANGELA: ¡no será la loca! Perdón... la señora... BERTO: no creo. Si fuera ella no tocaría el timbre. Tiene llaves. No se anunciaría, le encantaría encontrarnos en la cama. Sin que haya desaparecido el zumbido, vuelve a sonar el timbre. Desde ahora y hasta el primer texto del jefe, los movimientos y los diálogos de ambos son en cámara lenta: ANGELA: v-a-y-a---y---a-t-i-e-n-d-a.---Y---q-u-e---s-e-a---l-o---q-u-e---D-i-o-s--- q-u-i-e-r-a. Berto se dirige hacia la puerta de la habitación. Se detiene ante la puerta, mira a Ángela, duda, y abre la puerta del dormitorio. Una fuerte y resplandeciente luz amarillenta se contrapone con la del baño. Berto queda perplejo ante la puerta. BERTO: (asombrado.)--- ¿Q-u-é---h-a-c-e---u-s-t-e-d---a-c-á? 15
  • 16. JEFE: (sumiso. Asumiendo que su acción no es la correcta.) Disculpe señor Berto, ¿puedo pasar? Ángela y Berto dejan de accionar en cámara lenta. BERTO: (mira a Ángela como pidiendo aprobación. Ella ni aprueba ni desaprueba.) Bueno... pase... Aparece Oscar en escena. Viste un ridículo pijama. JEFE: (muy dubitativo.) Perdone la hora señor, permiso... Berto toma un habano de alguna parte y pomposamente hace como si lo fuma. BERTO: (con una seguridad casi teatral.) Se lo he dicho más de mil veces, dígame Berto, no más... olvidemos las diferencias implícitas únicamente al orden laboral. ¡Bien sabe la estima que siento por usted! JEFE: (con mucha vergüenza.) Es cierto, ocurre que me es muy difícil. De todas maneras por enésima vez le prometo que lo volveré a intentar. Lo molesto sólo por un momento. (Mirando por primera vez hacia la cama.) ¿Cómo le va Zulma?! (Reconoce a Ángela.) Disculpe usted señorita, ¿cómo está usted? ANGELA: (con total naturalidad.) De maravillas. JEFE: (a Berto, confidente): con que nunca había reparado en su cuerpo. (Dándose cuenta de que Berto no aprueba su comentario.) Le vuelve a pedir disculpas señor. BERTO: (luego de exhalar una bocanada de humo imaginario, irónico.) Querido Oscar, recuerde no llamarme... JEFE: perdón Berto, realmente creo que molesto y mucho. Perdone, Ángela. ANGELA: no es nada Oscar, sólo interrumpió algo que puede volver a iniciarse. JEFE: (a Berto con asombro): ¡Lo felicito señor! BERTO: dos cositas, primero: no sé de qué se asombra y segundo no siga llamándome señor. Por favor, ¿qué lo trae por acá? JEFE: (humilde.) Señor, Berto. Eso es, Berto. Sólo vengo a pedirle el proyecto de inversión que usted elaboró. Prometo estudiarlo bien a fondo aunque estoy absolutamente persuadido que viniendo de usted con seguridad que vamos a tener que ponerlo en práctica esta misma noche. 16
  • 17. Berto abre un cajón exageradamente enorme y una luz intermitente sale de él. Extrae una gigantesca carpeta. Desde atrás de la cajonera aparece la “anciana vestida de negro”. ANCIANA: (con voz ronca y firme.) ¡¡Te dije mil veces que no revuelvas mis cajones!! Berto casi en respuesta a la anciana cierra el cajón, desaparece la luz intermitente. La “anciana vestida de negro” desaparece detrás de la cajonera. BERTO: ¡sírvase!, espero que le interese. Es de muy fácil lectura y hasta usted podrá entenderlo. Es realmente bueno. ANGELA: (observando la carpeta y viendo que Oscar tiene intenciones de leerla.) ¡Oscar! Por favor, ¡hágala breve! JEFE: (a Berto, obedeciendo a Ángela, pero sin dejar de demostrar un excesivo interés por el material): Observando lo extenso del material y sabiendo de su capacidad, le pido que me diga cual es el primer paso que debo dar. Después usted, cuando lo crea conveniente, se encarga de poner en movimiento el resto del plan. A propósito, ¿cómo se llama? BERTO: ¿qué cosa? JEFE: el proyecto. BERTO: (majestuosamente, muy teatral.) ¡Ah!, es una vieja y novedosa idea, aunque parezca contradictorio. Sólo de las antítesis se obtienen las grandes concordancias... ANGELA: (interrumpiéndolo. exageradamente sensual.) ¡Bertooo!... JEFE: no se explaye demasiado señor... BERTO: ¡¿cómo?! JEFE: perdón, Berto. La señorita parece poco interesada en nuestro proyecto. Diría más y si usted me lo permite. BERTO: (exhalando una larga bocanada de humo imaginario.) Desde luego. JEFE: estoy seguro que los planes de la señorita son mucho más interesantes. Dígame el nombre nada más... BERTO: Ángela. JEFE: no, el del proyecto. BERTO: ¡ah! por supuesto, el del proyecto: 17
  • 18. La “anciana vestida de negro” está sentada sobre la cajonera mostrando su “pata de palo” y sentada como una cabaretera. Berto hace una breve pausa y mira a la “anciana vestida de negro”, luego fuma ostentosamente, creando un clima de suspenso. Ángela y Oscar, casi sin darse cuenta, a coro tararean una música acorde. ANCIANA: (con voz quebrada por el llanto.) Si en mis tiempos en las marquillas de cigarrillos hubieran puesto que era perjudial para la salud… BERTO: (esconde el habano y con voz recia): “Rigoberto Suárez Project” JEFE: (queda atónito, con los ojos y la boca exageradamente abiertos. Luego de una breve pausa): ¡estupendo! ¡Estupendo! ¿Cuál es el primer paso que debo dar? BERTO: (fuma a escondidas de la anciana.) Creo que debería estudiar profundamente los contenidos desarrollados en esa carpeta... ANGELA: (exageradamente sensual.) ¡Bertooo!... La “anciana vestida de negro” con un gesto exagerado obliga a Berto a hablar. BERTO: ¡está bien! Agende el primer paso: hipoteque todo, vacíe todas las cuentas bancarias, incluidas las off shore. Venda todo lo vendible. Endéudese hasta el límite de sus posibilidades; y con todas las divisas obtenidas comencemos a comprar papel. ¡Llenemos todos nuestros depósitos de papeles! JEFE: (absorto.) ¡¿Papeles?! ¿Qué papeles? BERTO: papel. JEFE: ¿papel? BERTO: ¡¡sí!! ¡ ¡ ¡ P a p e l ¡ ¡ ¡ En democracia, con libertad de expresión y ante un proceso eleccionario, ¡todo el mundo imprime! ¡El papel es el negocio del momento! para eso va a ser necesario... La “anciana vestida de negro” llevando la “pata de palo” debajo de un brazo y sostenida por ambas piernas, se va desahuciada hacia el placard. ANCIANA: ¡Qué papel tan deplorable! ¡Inútil como el padre! La “anciana vestida de negro” sale por el placard. JEFE: (muy entusiasmado.)¡¡Suficiente Berto!! ¡¡Extraordinario!!! ¿Cómo no se 18
  • 19. me ocurrió? ¡¡Espectacular!! ¡¡Rutilante!! El segundo, el tercer paso y todos los demás los dará usted. En el lugar y en el momento en que usted juzgue necesario. Oscar le da la carpeta a Berto. Mientras Berto realiza la acción siguiente, Ángela y Oscar, se sientan en la cama como mirando una película de misterio. Berto abre el cajón y reaparece la luz intermitente. Guarda, meticulosamente, la carpeta. Cierra el cajón y desaparece la luz. Queda algo sorprendido al no ver la aparición de la “anciana vestida de negro”. Oscar se pone de pie y Ángela se recuesta. Berto, queda de pie. JEFE: esa criatura solamente en las manos del padre tiene sentido. Yo no sabría por dónde empezar... ANGELA: es muy bueno que sepa reconocer sus limitaciones. Creo que todos tendríamos que aprender a hacerlo. Berto mira con interés, muy atento, como si estuviera viendo una tanda comercial. JEFE: por supuesto. Otra cosa que deberíamos aprender es a no ser arbitrarios. ANGELA: y a lavarnos los dientes uno por uno y de los dos lados. JEFE: y después de cada comida. ANGELA: con: “Destrudine”, la pasta dental que recomienda tú mecánico dental. JEFE: y a usar preservativos en las relaciones casuales. ANGELA: y no “casualmente” usarlos. JEFE: con: “Cuasifunda”, ¡el preservativo para el que no es forro! Todos modifican su forma de accionar. JEFE: (Sin transición y cambiando totalmente de tono y de intención.) ¡Bien!, ¡muy bien! Me voy a empapelar los depósitos de papel. No los molesto más. Hasta luego señor, perdón Berto. Sepa disculpar la hora y el lugar. Pero, para las grandes decisiones no hay hora ni lugar que no sean propicios. (A Ángela): Hasta luego señorita y que se le cumplan todos los proyectos. ANGELA: gracias, hasta otro momento. JEFE: hasta otro momento. 19
  • 20. Al mismo tiempo y en cámara ligera: Oscar sale y cierra la puerta del dormitorio tras de sí. Desaparece la luz que provenía por esa puerta. Berto deja el habano por ahí y se dirige a la cama. Ángela se acomoda la ropa y el peinado. Brevísima pausa. Ambos abandonan la cámara ligera. BERTO: (con soberbia.) ¡¡Este tipo está cada día más plomo!! En cualquier momento me voy a otra empresa. Con mi curriculum ofertas son las que sobran. ANGELA: ¡señor! BERTO: ¡está en el cielo! Eso dicen las sagradas escrituras. ANGELA: Bertito. ¿Regresemos a lo nuestro? BERTO: claro que sí. Ya es momento de olvidarme de todo lo off-cama. Volvamos a lo nuestro. (Comienza a abordarla.) ANGELA: ¡no, así no! BERTO: (muy cachondo.) ¿Cómo que así no? ¿Qué pasa ahora? ANGELA: ya se arruinó el climax. Volvamos a empezar. BERTO: (se arroja sobre ella.) No te dejo salir de la cama. Sólo se puede volver a empezar algo que ya acabó y que yo sepa ninguno acabó. No pienso dejarte ir de la cama. ANGELA: (trata de escapar.) ¡¿Acaso pretende violarme?! BERTO: no sería mala idea... ANGELA: (se pone absolutamente rígida.) Le puedo asegurar que va a necesitar algo más que dos brazos para poder lograrlo. BERTO: (se enfurece ante tanta rigidez.) ¡¿Qué pasa ahora?! ANGELA: si no rebobinamos y empezamos nuevamente, va a tener que intentar violarme. Y le puedo asegurar que es imposible. Casi todos mis familiares lo han intentado. ¡Muchos lo intentaron! BERTO: (con esfuerzo intenta abrirle las piernas.) Yo no soy ninguno de esos… ANGELA: ellos tampoco lo eran antes de empezar a serlo. (Con dulzura.) ¿Rebobinemos? BERTO: (resignado.) ¡¡Está bien!! Rebobinemos…, está bien… Ángela se pone de pie y se encamina hacia el baño. Desde el placard aparece el “hombre rubio” raudamente va hacia la puerta 20
  • 21. del baño y se queda seductoramente en el rellano. Berto, atónito, lo mira. BERTO: (ansioso.) Tratemos de hacerlo rápido. No aguanto más. .. Ángela está a punto de entrar en el baño. El “hombre rubio” la mira lascivamente. RUBIO: (a Berto.) “Tu mami está para hincarle el diente” BERTO: (tratando de que Ángela no caiga en brazos del “hombre rubio”.) ¿Estás segura de que Zulma no está en el baño? El “hombre rubio” mira hacia adentro del baño y le hace señas a Berto como confirmándole que Zulma no está en el baño. ANGELA: (segura.) Por supuesto, miré detenidamente. BERTO: (no creyéndole al “hombre rubio”.) ¿Descorriste la cortina de la ducha? El “hombre rubio” le hace gestos a Berto indicándole que Zulma no está en el baño. ANGELA: miré por la parte transparente. Además, la ducha estaba cerrada. BERTO: ojo, que suele sentarse a leer en la bañera con la ducha cerrada. ANGELA: ¡no me diga! BERTO: en noches como éstas lee cuentos pornográficos. El “hombre rubio” le hace gestos obscenos, tocándose las supuestas zonas erógenas femeninas. ANGELA: ¡seguro que estaba leyendo cuando entré y ahora está escuchando todo! El “hombre rubio”, enojado, interrumpe su accionar y hace gestos para que hablen más bajito, ya que no lo dejan concentrarse en su acción. Vuelve a tocarse. BERTO: shhh… Por las dudas no grités... Shhh... Si estaba leyendo...lo más factible es que ni cuenta se haya dado. Como cuando lee de costado en la cama y yo se la apoyo. Es muy obsesiva con la lectura. ANGELA: (dudando.) Y ahora, ¿qué hago? ¿Me fijo sí está? BERTO: y... sí... El “hombre rubio” le abre los brazos a Ángela, esperándolo, ansioso y ávido de sexo. ANGELA: (yendo hacia la puerta del baño.) Y si llega a estar, ¿qué le digo? BERTO: (en su intento por impedir que vaya al baño.) ¿Qué sé yo? 21
  • 22. El “hombre rubio” la intenta tomar de un brazo en el preciso instante en que Ángela desiste de entrar en el baño. ANGELA: (volviendo a la cama.) Mejor vaya usted. BERTO: (dudando.) Entonces nos quedamos con la duda y volvemos a lo nuestro. El “hombre rubio” cansado de esperar en la puerta del baño va hacia la cama y se sienta. Berto se asusta ante su proximidad. ANGELA: (con firmeza.) ¡Con la duda jamás! ¡Vaya y fíjese! ¡Mire si llega a estar! Después de todo es su mujer. Está en su baño. Leyendo algo que compró con “su” dinero. No veo ningún problema si la encuentra adentro. BERTO: (con vergüenza.) Nunca me dejó entrar en el baño. ANGELA: (intrigada.) ¡¿Y dónde hace sus necesidades orgánicas?! Por la puerta del placard se asoma la “anciana vestida de negro” y llama al “hombre rubio”. ANCIANA: ¡Felipe! ¿Vino a descansar o a destapar el inodoro? El “hombre rubio” va hacia el placard haciéndole señas obscenas a Berto. Señas que le indican: “si no le hincás el diente vos, lo hago yo”, etc. Sale enojado y cierra el placard. BERTO: (con timidez.) Cuando ella está adentro no quiere que entre. ANGELA: ¿por? BERTO: ¿qué sé yo? nunca pude ver lo que hacía porque nunca entre estando ella adentro. ANGELA: ¿y por qué no querrá? BERTO: (confidente.) cuando recién nos casamos y le pedí una explicación, me dijo que eran cosas de mujeres. Por eso nunca más le pedí explicaciones. ANGELA: entre con disimulo. Como si ella nunca le hubiera dicho nada. BERTO: (la toma románticamente.) ¡Olvidate, no está! como me energiza tú piel, el olor de tu piel... ANGELA: (enojada.) suélteme por favor... BERTO: (más enojado que ella.) ¡¡Acabala de una buena vez!! Parecemos dos chicos en edad de merecer. ¿Qué pretendés ahora? ANGELA: no puedo tener sexo, con el marido de la mujer, que desde el baño escucha y ve, como su marido goza conmigo. BERTO: (terminante.) no hay nadie en el baño. 22
  • 23. ANGELA: ¡si está tan seguro porque no va! BERTO: no estoy seguro. ¡Está bien! ¡Tenés razón! (Se enternece como un niño asustado.) Puede estar mi mujer en el baño. Descubriste mi punto débil. Tengo miedo a enfrentarla. No sabría que decirle, como explicarle que hago adentro, cuando tengo prohibido interrumpir sus “cosas de mujeres” ANGELA: (lo acaricia maternalmente.) está bien... mi Bertito... voy a ir yo... pero ayúdeme... BERTO: sí, pero, ¿cómo? ANGELA: tratemos de encontrar alguna frase para decirle cuando la tenga nariz a nariz. Pensemos... vamos ayúdeme... Berto camina en cámara rápida de un lado hacia el otro. BERTO: (siguiendo el ritmo del caminar): a ver... a ver... a ver… a ver… a ver… podría ser... podría ser… podría ser… podría ser… (Se detiene.) ¡Ya sé! ANGELA: ¿sí? BERTO: (como si se le hubiera ocurrido algo brillante.)...”Oh, disculpe, vi luz y entre”... ANGELA: (dudando.) No sospechará... BERTO: ¡no!, creo que no... ANGELA: ¿seguro? BERTO: (seguro.) ¡Sí!, si está leyendo, lo más seguro es que no se de ni cuenta. (Bajando el tono de voz.) Y si en éste momento está escuchando, quedará tan absorta por la situación, que no va a saber ni que decir ni que hacer. Realmente me parece una buena frase. ANGELA: mire que soy una muy mala actriz BERTO: ella no conoce absolutamente nada de actuación. ANGELA: (sale de la cama.) Está bien. Voy a intentarlo. BERTO: andá y volvé enseguida. (Ángela va hacia el baño.) ¡Esperá! ANGELA: (sorprendida.) ¿Qué pasa? BERTO: si llega a estar, decís la frase y salís como buen hijo de vecino, como si no pasara nada, ¿de acuerdo? ANGELA: bien... Al punto de entrar Ángela al baño, suena el timbre. BERTO: ¡no! ¡¿Y ahora, quién será?! Ángela corre presurosa hacia la cama. 23
  • 24. ANGELA: (asustada.) No sé quien puede ser, ¡¡pero me dió un susto bárbaro!! BERTO: (abraza a Ángela, protectoramente.) ¡Tratá de no hacer ruido! En una de ésas, es el que viene a cobrar las expensas y como nunca lo atiendo se va enseguida. ANGELA: ¡¿será posible que no nos dejen intimar?! Suena nuevamente el timbre, esta vez con más insistencia. El sonido queda como flotando en el espacio. BERTO: (intrigado.) me resulta conocida la forma de tocar. ¿No será el plomazo del jefe? ANGELA: (asustada.) no, no creo que sea él. No me parece tan estúpido como para reaparecer en una situación similar a la anterior... BERTO: tenés razón, es plomo pero no parece... Suena nuevamente el timbre. Un persistente zumbido, queda flotando en el aire. BERTO: (más intrigado aún.) ¿No será Zulma? ANGELA: ¿usted no sabe si “su” mujer salió? BERTO: ¡no! ¿Vos no sabés si “tu patrona” salió? ANGELA: (con visible arrepentimiento.) no, la verdad que no. Desde hoy deberíamos darle mayor importancia a la señora. BERTO: yo le doy a ella, más trascendencia, que ella a mí. Ahora, el timbre suena estilo Balá. El sonido interminable queda en el aire. BERTO: (seguro.) ¡Es ella! ANGELA: ¿y yo, qué hago? ¿Dónde me meto? No me puede encontrar en “su” lugar. BERTO: (con desesperación.) ¡Salí de acá! ANGELA: (sale de la cama.) No puedo quedarme parada. BERTO: ¡metete en el baño! ANGELA: ¡¿y si está en el baño?! BERTO: por más bruja que sea no puede estar en dos lugares al mismo tiempo. ANGELA: (dudando.) y después, ¿cómo salgo del baño? Berto va hacia Ángela. Se para delante de ella. BERTO: silbando bajito y como si hubieras ido bien de cuerpo. (Empujándola.) 24
  • 25. ¡Dale, metete! ANGELA: (resistiendo suavemente y sin perder su exagerada sensualidad.) Suerte mi amor. No dejes de amarme... (Ya desde off, casi en estéreo): “no hagas el amor con ella, sería horroroso verte gozar entre sus brazos” Suena un timbre corto. Berto se encamina hacia la puerta de la habitación BERTO: no temas. Es muy difícil que ella tenga ganas. Sólo una vez por mes y sin importar si hay ganas. Berto, lleno de dudas, abre, temblorosamente, la puerta del dormitorio. Una fuerte y resplandeciente luz amarilla se contrapone con la del baño. BERTO: (enérgico.) ¡¿Qué hace usted nuevamente aquí?! ¡¿No vió la hora qué es?! ¡Qué se ha creído! ¡Hoy guárdese su salario, no me interesa alquilarle el cerebro! ¡¿Está entendido?! Berto es empujado hacia adentro. Oscar aparece. JEFE: (muy enojado.) ¡¡¡Entendido!!! Berto toma el habano que había dejado por alguna parte. BERTO: (defendiéndose enérgicamente.) en mi casa usted no tiene ninguna autoridad, menos en este horario, y no va a entrar a este sagrado recinto a levantar la voz… JEFE: ¡¡cállese!! ¡¡No quiero escucharlo más!! BERTO: ¡el que se tiene que callar es usted! JEFE: (saca un arma.) ¿Ve que tengo en mi mano? BERTO: (restándole importancia, autoritario.) ¡Guarde eso! ¡Usted está totalmente desquiciado! JEFE: ¡¡sí!! Sólo estando enajenado pude hacer lo que hice. Vine decidido a matarlos. A usted y a su amante. No quiero testigos de mi idiotez. BERTO: (con total franqueza.) ¡¿Qué amante?! Nunca tuve amante. JEFE: (buscando por la habitación.) No quiero testigos... BERTO: (seguro.) ¿A quién busca? Estoy solo. Guarde eso, no se equivoque, no sea torpe. JEFE: ¡torpe! ¡Torpe! ¡Torpe! Usted me arruinó. Me engañó. El muy famoso: “Rigoberto Suárez Project” ¡¿Cómo pude creer en usted?! ¡Me dejó en la calle! ¡¡Usted es un proyecto!! 25
  • 26. BERTO: epa... epa... no se lo voy a permitir... JEFE: (furioso.) ¡¡Sí!! Un proyecto de ser humano. Eso es lo que es. Una variable incapaz de ver lo que pasa a su alrededor. Y yo soy un “t o r p e” que le dió pelota y hasta me quiso hacer creer que tiene amante. ¡Qué va a tener! ¡Si usted en lugar de pene tiene un logaritmo! BERTO: (enérgico.) ¡¡Ah no!! ¡Eso sí que no! ¡Meterse con mi órgano sexual! ¡Eso sí que no se lo voy a permitir! ¡Pero que se ha creído! (Comienza a perseguirlo.) ¡¡Fuera de mi vista!! ¡¡Deje el revolver y fuera de mi habitación!! ¡¡Fuera!! ¡¡Fuera!! JEFE: (retrocede, algo inseguro.) Comprar papel...comprar papel... ¡El viento se lo llevo! ¡No me persiga más! ¡¡Lo mato!! ¡No me siga más! ¡¡Me dejó en la calle!! BERTO: (con seguridad.) Todo proyecto tiene su riesgo. JEFE: (furioso.)¡¡ Hipotequé todo!! Vendí mis yates, mis autos, mi avión particular. ¡¡Todo!! ¡¡Todo!! Estoy arruinado. Aparece desde el placard la “anciana vestida de negro” y persigue a Berto dándole chirlos en la cola. ANCIANA: ¡Vas a aprender de una buena vez! JEFE: (Le apunta decidido.) ¡¡No me siga más!! Le vuelo la tapa de los sesos, ¡¿qué digo, qué sesos?! ¡Si usted no tiene sesos! (A punto de dispararle.) ¡¡¡Lo voy a matar!!! ANCIANA: ¡tomá! ¡Tomá! BERTO: (encarándolo valientemente.) ¡¡A quién va a matar cobarde!! Toda la acción transcurre en cámara lenta: Todos forcejean. El arma sube y baja, los brazos suben y bajan, los cuerpos se contornean y suben y bajan. El arma cambia de manos del jefe a manos de la “anciana vestida de negro”. El habano rueda por el piso y desaparece. Suena un disparo. No queda claro quien fue el que gatilló. La bala hace blanco en Berto. Berto se toma el pecho y retrocede de espaldas hacia la cama. BERTO: (con un grito desgarrador que sigue el ritmo de la acción): ¡¡N-o-o-o-o!! Berto cae como muerto en la cama. Exactamente en la misma posición en que había quedado dormido en escenas anteriores. El 26
  • 27. sonido del disparo queda retumbando en el espacio y se funde con el soporífero sonido de la voz de Zulma. ZULMA: (desde off): ¡¿No qué?! ¡¿Qué te pasa ahora?! La “anciana vestida de negro”, en cámara lenta, huye por el placard. El jefe ni bien escucha la voz de Zulma abandona el movimiento en cámara lenta. Se atemoriza al ver muerto al pobre Berto. Deja el revolver sobre la mesita de luz y escapa. Cierra la puerta tras de sí. La luz amarilla desaparece al punto. Zulma entra desde el baño, dejando la puerta abierta. ZULMA: (cortante.) ¡Ché! ¡¿Por qué te hacés el dormido?! ¡¿No qué?! (Lo sopapea.)¡Ah no, vamos! ¡¡Despabilate!! Berto sacude su cabeza, como sacudiendo su sueño. BERTO: (mira extasiado a Zulma.) ¡¿Eh?! ¡¿Qué pasó?! ZULMA: no te hagás el tarado. Aunque vos digas que no, yo voy a negociar con los Moros. Los conozco muy bien. Además, estoy segura, de que vos arruinarías el negocio. Mucha teoría, mucha teoría, pero en la práctica se te queman los papeles. A Berto esa palabra lo sorprende. No sabe bien que es lo que pasa. Se toca donde supuestamente le había entrado la bala. No logra comprender que pasó. Por el placard aparece el “hombre barbudo” con su caña y se pone a pescar. HOMBRE: Berto, no juegues cerca de la carnada… Desde el placard aparece la “mujer siempre embarazada”. MUJER: no es Berto, (Señalándose la panza.) Está acá. BERTO: (sin comprender nada, a Zulma): Va a ser mejor que durmamos, ¿no te parece? HOMBRE: (levantando la caña, como si un pez hubiera picado.) ¡Qué lindo bagre! ZULMA: ¡me parece una mierda! BERTO: ¿por qué? ZULMA: ¿no te acordás qué noche es ésta? El “hombre barbudo” y “la mujer siempre embarazada” desaparecen detrás de la cama. BERTO: por supuesto. 27
  • 28. ZULMA: ¿qué noche es? BERTO: viernes. ZULMA: ¿qué es? BERTO: (dudando.) ¿Sábado?... ZULMA: claro, ya no te acordás. Antes siempre la tenías anotada. A medida que van pasando los meses, tu desinterés va creciendo y tu memoria decreciendo. ¿Me deseas? BERTO: (sin comprender.) ¿Qué cosa? Desde atrás de la cama aparece Ángela y es perseguida por el “hombre rubio”. Berto quiere defender a Ángela, no sabe bien cómo, teme que Zulma descubra la situación y se queda mirando absorto. ZULMA: no sabés lo que es desear. ¡Qué vas a saber! Te pasaste toda tu vida estudiando economía. Mucha algebra y guarismos, ¡¿y para que?! Medalla de oro en el normal, en la UBA, master en Harvard. Tu gran deseo fue ser un maestro en economía. A una distancia visible pero próxima, el “hombre rubio” tiene sexo con Ángela sobre la cajonera. Los quejidos de Ángela retumban por el espacio. Berto con gestos disimulados intenta callarlos. ZULMA: Pero, sobre deseo sexual: ¡nada! ¡¡Absolutamente nada!! Mirá lo que sabrás, si tu tesis la diste en un prostíbulo. Y te llevaste más de diez orgasmos a marzo y acabaste en febrero. Con los próximos textos Berto no sólo se defiende ante Zulma, también trata que el “hombre rubio” y Ángela, quienes continúan fornicando sobre la cajonera, dejen de hacer lo que hacen. BERTO: ¡Pará Zulma! ¡Dejá de agredirme! Está bien. Tenés razón. Me olvidé de qué noche era ésta. ¿Es posible que alguna vez me olvide de algo? ¡¡Sí que es posible!! Por favor, decime vos que noche es. (Suplicante.) ¡Dale! ZULMA: de acuerdo, te lo voy a decir: hoy es noche de sexo. BERTO: ¿qué? ¡Oh! ¡¡Qué locura!! Cómo pude olvidarme. Con lo que esperé esta noche y justo tiene que ser hoy… ZULMA: ¿qué, no tenés ganas? BERTO: no, no es eso. ZULMA: así que no es eso. Mirá Rigoberto, yo muchas veces no tuve ganas y 28
  • 29. bien que facilité mi órgano, así que... BERTO: no. no es que no tenga ganas. En realidad me quedé muy caliente. Ángela histéricamente se le escapa al “hombre rubio” y se va hacia el placard. El “hombre rubio” la persigue, ambos salen por el placard entre grititos histéricos que retumban en los oídos de Berto. ZULMA: ¿cómo? ¿Con quién te quedaste caliente? BERTO: no… no, ¿qué entendiste? Quise decir que tengo ganas, lástima que sea justo ahora. ZULMA: (burlona.)¿Y que pretendés? ¿Dormir un rato y que después te despierte? BERTO: ves, eso no sería mala idea... ZULMA: ¿por qué no ahora? BERTO: (sin saber cómo eludir el tema.) Es una cuestión de tiempo. No sé como explicártelo. Es cómo, no sé, cómo que no hay una temperatura ideal. ¡Eso es! ¡Es una cuestión de temperatura! ¡Eso es! ¡Temperatura! Un culo enorme intenta salir por el placard y queda atascado. Berto se queda mirándolo con los ojos desorbitados. ZULMA: ¿qué estás insinuando? ¡¿Acaso no te excito?! ¿No te caliento más? ¿Qué estás diciendo? Vos te acostás con otra, eso es lo que pasa. BERTO: (trata de desdecirse.) ¡¡No, eso no!! Sabés que sería incapaz. Olvidemos esta conversación. Yo no sé explicarme. Olvidemos todo y tengamos la noche... El enorme culo al intentar desencajarse despide un grave pedo que retumba y emana un olor pestilente. Berto, disimuladamente, se tapa la nariz para evitar aspirar el olor. ZULMA: por algo querés que me olvide. Primero tendremos la noche y luego hablaremos. No es normal que cuando te toca no tengás ganas. BERTO: (casi suplicante.) No sigamos discutiendo. Estamos perdiendo nuestro tiempo. Yo no quise olvidarme. Creeme. ZULMA: no te creo pero no importa. Empecemos de nuevo. Yo voy al baño y vuelvo a entrar, ¿de acuerdo? El culo logra destrabarse y se mete en el placard, la puerta se cierra tras él. 29
  • 30. BERTO: (dudando.) ¡¿Al baño?! ZULMA: (segura.) Sí, ¿por qué? BERTO: (algo asustado.) Por nada. Totalmente de acuerdo... pero no demorés demasiado... ZULMA: sólo lo suficiente. Zulma entra en el baño. Berto va hacia la cama para recostarse. El “hombre rubio” y la “mujer siempre embarazada” entran desde el placard y se acuestan antes que lo haga Berto. Berto se acuesta y los empuja para sacarlos de la cama. La “mujer siempre embarazada” cae primero, luego el “hombre rubio”, y desaparecen por debajo de la cama para reaparecer desde abajo y por el lateral opuesto, primero, la “mujer siempre embarazada” con un bebé en brazos y luego el “hombre rubio” con una caña de pescar. MUJER: (a Berto): ¡Machito, dijo la partera! BARBUDO: (a Berto): ¿Tiene pito el bagre? El anzuelo de la caña de pescar engancha al bebé del pito, un llanto atroz invade el espacio y su sonido queda extasiado en el espacio. La “mujer siempre embarazada”, el bebé, la caña de pescar y el “hombre rubio” desaparecen por el placard. Berto se recuesta en la cama no sabiendo con quien se encontrará cuando abra sus ojos. En cámara lenta se realizan las siguientes acciones: Berto en la cama adopta una posición seductora. Y Zulma reaparece en el marco de la puerta del baño en una posición cabaretera: ZULMA: (siguiendo el ritmo de la acción): B-e-r-t-o-o-o... (Ambos dejan de accionar en cámara lenta.) ¡No! ¡No y no! ¡Así no! Tenés que estar en la misma posición en que te encuentro siempre. BERTO: (confundido, como reviviendo una situación. ¿Y cómo estoy siempre? ZULMA: dormido. BERTO: (se siente extraño, como viviendo una situación ya vivida.) Por eso. ¡Qué sé yo como estoy cuando estoy dormido! 30
  • 31. Zulma se acerca a la cama y lo intenta acomodar, en la posición en que se encontraba, en el momento en que ella entró a la habitación. ZULMA: vos estabas de éste modo. Con la pierna esta por acá y esta así... Por un momento, Berto, intentará arrojársela encima de él. Pero al instante desistirá en su intento. Suena el timbre. BERTO: (asustado.) ¡No! ¿Quién será? ¿Quién puede venir justo ahora? ZULMA: no atendamos. BERTO: shhh...hablá más bajo, no vamos a atender, en una de esas es un vendedor. El timbre vuelve a sonar con mayor insistencia. El sonido persiste en el espacio y luego se transforma en un zumbido casi interminable. BERTO: (no quiere hablar pero las palabras se le escapan, enojado.) ¡Qué irritador de testículos! ¿Quién será? ZULMA: ¡pará!, no grités vos, ahora. No atiendas y “san” se acabó. Y sí no, fijate y que sea lo que Dios quiera... Durante la siguiente acción Zulma está paralizada, estática, cual una esfinge griega. En cambio las acciones de Berto varían entre cámara lenta y ligera: peleando contra todo su ser, se encamina hacia la puerta. Antes de abrirla, gira sobre sí, mira a Zulma. Duda, no quiere abrir, pero una fuerza extraña lo supera. Al abrir la puerta, una fuerte y radiante luz amarilla se contrapone con la luz que proviene del baño. JEFE:- (desde off.) ¿Cómo le va Berto? Berto retrocede en cámara lenta sin saber qué hacer. BERTO: (sus parlamentos siguen el ritmo de la acción): A-h, e-s u-s-t-e-d, ¿c-ó-m-o e-s-t-á? JEFE: (apareciendo y cortando el accionar en cámara lenta de Berto, a Zulma, a quien dudo en reconocer): ¿Cómo le va? ZULMA: (con visible mal humor.) Más o menos mal, ¿y a usted? JEFE: (sin registrar el mal ánimo, a Zulma): Bien, venía a hablar con su marido. ZULMA: (resignada.) Hable no más. Si me permite, los voy a abandonar un momento. (Sale de la cama.) 31
  • 32. Berto, sin éxito, busca por todas partes el habano. JEFE: por mí no es necesario que se retire, puedo... ZULMA: es por mí. Voy a pasar un momento al baño por “cosas de mujeres”, con permiso. JEFE: (muy amable.) Por favor señora. El tiempo es totalmente suyo. ZULMA: es usted muy amable, otros no lo son tanto... Zulma va hacia el baño en cámara lenta. Sus caderas se contornean con seducción. Oscar, en cámara lenta, la sigue maravillado con la mirada. Berto accionando normalmente los observa confundido. Zulma entra al baño y deja la puerta abierta. Breve pausa. Oscar abandona el accionar en cámara lenta. JEFE: (confidencialmente): Está un poco enojada con usted. ¿Se enteró de algo? BERTO: (no comprendiendo la situación.) No… ¿y de qué se podría enterar? Ángela aparece desde el placard, está casi desnuda y con una actitud descaradamente sexy. JEFE: vamos Berto, ¿no me lo puede negar? Berto mira asustado a Ángela que le hace gestos obscenos. En todo momento trata de ocultarla a los ojos del jefe. BERTO: ¿negar? ¿De qué está hablando? JEFE: vamos...no intentará hacerme creer que: (emulando la voz de Berto): “no había reparado en su cuerpo” BERTO: (disgustado.) ¡Señor! ¡No le permito que diga eso de mi mujer! JEFE:(disculpándose.) ¡No!, no me atrevería. (Mira hacia el baño y en tono confidencial.) Me refiero a Ángela y deje de hacerse el estúpido. Pero, en este momento estoy aquí por otra cosa, antes que nada, quiero pedirle disculpas por interrumpirlo en una situación como esta... BERTO: (sin entender.) Acepto sus disculpas. Y ahora, si no es mucha molestia, le pediría que nos deje a solas. Usted bien sabe por mis test psicológicos con que ansiedad espero mi noche de sexo. Ángela se recuesta sobre la cajonera y con gestos invita a Berto a ir hacia ella. JEFE: ¡claro que lo sé! Yo sé todo sobre mis empleados. Pero es sólo un momento. 32
  • 33. Ángela, acompañando las próximas palabras del jefe va rumbo al placard, contorsionando exageradamente su cuerpo, cual una modelo erótica en la pasarela. JEFE: (Cómplice.) Además, le viene bien mi intromisión, le da un respiro. ¡Con el precalentamiento sexual que ya tuvo! Y en un terreno tan sinuoso... Ángela sale por el placard. JEFE: (Cambiando de tono.) Vengo por el proyecto. Me lo da y lo dejo entrar al segundo tiempo. BERTO: no entiendo bien de que habla, pero, hágame el favor, déjenos a solas. Vaya a su casa, descanse, descanse bien, ¡¡despéjese!! Y yo el lunes en su despacho... Entra Zulma en cámara ligera. Los próximos diálogos y acciones entre Zulma y Berto seguirán el ritmo de la cámara ligera ZULMA: (directa.) ¿Y por qué dejar para el lunes? BERTO: (dudando.) Porque le estoy robando tiempo al sexo... ZULMA: (burlona.) ¡Ah no, mi querido! A eso no, debe ser a tu descanso. Saldrás sin dormir. Saldrás sin dormir. ¡Saldrás sin dormir! ¡Saldrás sin dormir! ¡¡Saldrás sin dormir!! Berto en cámara ligera tapa sus oídos con ambas manos. Luego del quinto: “Saldrás sin dormir”, Zulma y Berto dejan de accionar en cámara ligera. JEFE: (seductoramente, a Berto): Ve como todo se arregla. Vayamos a lo nuestro. Tengo mucho interés en conocer en detalle su proyecto. Quiero que lo exponga ahora mismo. Por supuesto, si usted señora me permite mirar. ZULMA: (tranquila y esperando.) Por supuesto. BERTO: es muy largo... ZULMA: (burlona.) Viniendo de vos querido, tengo mis serias dudas. Oscar sonríe cómplice. BERTO: ¡éste sí! (Haciendo referencia a la carpeta.) ¡Es así de gorda! (Sin saber qué decir.) A grandes males proyectos largos de exponer. JEFE: pero no es necesario que... ZULMA: (autoritaria.) ¡¡Dásela!! BERTO: (inseguro.) No... JEFE: señora, me acaba de dar una estupenda idea. (A Berto): ¡Démela! Me la 33
  • 34. llevo a mi baño, que es donde tengo mejor luz, la miro bien. La paladeo bien. Y luego doy el primer paso. Los demás, sin lugar a dudas, los dará usted en lugar y fecha convenientes. BERTO: (con miedo.) ¡No puedo dársela!, no la tengo en condiciones. No entendería nada… ZULMA: ¿con quién creés que estás hablando? Dale la carpeta y volvamos a lo nuestro. Creo que Oscar tiene mucha razón. Es una idea estupenda. Nos favorecemos todos. ¡Dásela! BERTO: (muy atemorizado.) ¡¡No puedo!! ZULMA: ¡estás empecinado en arruinarle la noche a todo el mundo! JEFE: (cómplice.) Me parece que sí... me extraña de usted Berto, siempre tan servicial. ¿Por qué no me la da? Su esposa podría sospechar que usted no tiene ganas de quedarse a solas... BERTO: (interrumpiéndolo, como para no dejar dudas.) ¡No! ¡Eso sí que no! ¡Tengo muchas ganas! ¡Muchas! Pero usted no se va… JEFE: ¡Un momento Suárez! ¡A mí no me levante la voz! Pero que se ha creído caramba… (Toma aire, insidioso.) Mire que si yo quisiera... BERTO: (casi suplicando.) no puedo dársela, compréndame, es muy malo. ¡Eso es!, es muy malo. Es un desvarío. No puede dar un resultado favorable. ¡Usted en el fondo lo sabe! ¡No le va a gustar! JEFE: no me haga renegar Suárez. ¡Démela! ¿Cómo puede saber que no me va a gustar? Todo proyecto es un riesgo... BERTO: (casi desesperado.) éste es una calamidad... JEFE: (convincente.) sólo el que arriesga gana. Antes se mostraba tan ansioso por disertarlo. ¿Qué le pasa ahora? ZULMA: (muy curiosa.) ¿Qué te pasa? BERTO: ¡qué sé yo! Ojalá supiera que está pasando. ZULMA: estás raro. Últimamente estás muy raro. JEFE: (a Berto): Vamos, vamos que se le viene la noche. (A Zulma): Es cierto, últimamente lo noto un poco raro, tal vez... BERTO: (suplicante.) Por favor... Entra desde el placard la “mujer siempre embarazada” con el bebé en brazos. ZULMA: (al jefe): Usted sabe el porque. Sea bueno y dígamelo. 34
  • 35. JEFE: (a Berto): La carpetita. (A Zulma): Tengo algunas sospechas, podría ser... ZULMA: ¡dígamelo! BERTO: (dudando.) ¿Qué tiene que decir? La “mujer siempre embarazada” le da la teta al bebé. JEFE:(con seguridad.) ¡Usted sabe Berto! (A Zulma): Es sólo una presunción. Puedo errarle muy lejos. Tal vez lo que le pasa no es lo que uno a simple vista puede intuir. (A Berto): ¡La carpetita! BERTO: (suplicante.) No diga nada de nada... ZULMA: ¿¡qué es lo que no tiene que decir!? JEFE: (A Berto): Tengo dólares y no sé qué hacer... BERTO:(tratando de ser convincente.) Haga plazo fijo. ¡Eso es! ¿No le parece buen proyecto? (Viendo el rostro de disconformidad de Oscar.) ¡¿Ve?! Ve que yo tenía razón. Es extemporáneo. JEFE: hay Rigoberto… me parece que todavía no comprendió la gravedad de la situación… La “mujer siempre embarazada” gira el bebé y le da golpecitos en la espalda. ZULMA: (inquisidora.) ¿Sale con su secretaria? BERTO: (al jefe): Deme tiempo. (Suplicante.) Por favor… puedo idear un proyecto mejor... JEFE: ya no puedo esperar más… ZULMA:(inquisidora.) ¿Sale? ¿Sí o no? JEFE:(insidioso.) ¿Con quién? ZULMA: con su secretaria. JEFE: (seguro.) yo no tengo secretaria. El bebé tiene un ruidoso eructo que retumba en los oídos de Berto. BERTO: (casi de rodillas o de rodillas.) Por favor, déjenos a solas... ZULMA: (al jefe): Quise decir con la de él. JEFE: no señora, la secretaria de él, es mi amante. ZULMA: y... ¿entonces? JEFE: (perdiendo la calma.) Y entonces es cuando no puedo guardar más un secreto. Me pongo muy inestable. Y estando inestable se me derraman las 35
  • 36. palabras... La “mujer siempre embarazada” con el bebé en brazos sale por el placard. BERTO: (perdido por perdido.) ¡Está bien!, ¡el proyecto no es viable! Usted insiste y no me deja otra salida. Total los dólares son suyos si quiere perderlos es su problema. ¡Eso sí, ahora tengo testigos, usted es el que quiere correr riesgos! Después no venga a reclamarme. ¿De acuerdo? JEFE: (terminante.) ¡Basta de palabras! ¿Qué debo hacer? BERTO: mire que es una idiotez… JEFE: ¿qué tengo que hacer? BERTO: ¿no me va a reclamar nada? JEFE:¡¡vamos!! BERTO: hipoteque todo...venda todo...y...compre papel. (Al ver la cara de ellos no puede contener una risa casi histérica.) Ve que era una tontería. JEFE:(asombrado.) ¡¿Qué cosa?! ZULMA: ¡¿qué cosa?! BERTO: yo le decía... JEFE:(sin salir del asombro.) ¡¿Qué papeles?! BERTO: (desaprensivo, restándole importancia.)¡Papel! papel de papel… papel… papel… papelitos… JEFE:(alucinado.) Genial... ZULMA: (a quién la idea le parece una idiotez.) ¿Le parece? Oscar en un ostensible ataque de euforia desenfrenada se revuelca por el piso, se pone de pie y salta, se revuelca por la cama, se pone de pie y brinca. JEFE: (con una alegría incontenible.)¡¡Extraordinario!! ¡¡Extraordinario!! ¡¡Extraordinario!! Canta líricamente): ¡Papel, papel! ¡Papel, papeeel! ¡Billetes a graneeel! ¡Papel, papel! ¡Papel, papeeel! ¡Billetes a graneeel! Entre el desenfreno de Oscar, Beto trata de convencer a Zulma para que interceda. BERTO: (a Zulma): No puede gustarle. Convencelo, es una estupidez, decíselo. ¡Por favor! ¡Convencelo! ¡Por favor! ¡Convencelo! ¡Por favor! ¡Convencelo! ¡Por favor! ¡Convencelo! ZULMA: si a él le parece bien, la verdad que compraría cualquier otra cosa, 36
  • 37. pero el capital es de él, yo compraría otra cosa...no sé...bienes raíces... Al escuchar: “bienes raíces” Oscar se pone de pie y abandona su estado emocional y su accionar. JEFE:(con decisión.) ¡Mal negocio! ¡Todo el mundo compra! (A Berto, con felicidad): ¡¡Muy bien!! ¡¡Muy bien!! ¡¡Muy bien!! BERTO: (suplicante.) No lo haga. JEFE:(absolutamente decidido.) Me voy a dar el primer paso... BERTO: ¡espere! No se puede ir ahora. ZULMA: ¿por qué no? Por ahora solo se perdió tu “descanso” JEFE: debo apurarme. Tengo que ir del hipotecador. BERTO: no va a ir a molestar a estas horas. Falta poco para que amanezca. JEFE: no creo que le moleste mi presencia. ZULMA: con lo que ama las hipotecas. Berto se interpone entre Oscar y la puerta del dormitorio. BERTO: tal vez tenga su noche de sexo. Para que va a perturbar a dos parejas en la misma noche... JEFE: ¡permítame salir! ¡Él no tiene pareja! ZULMA: de modo que no tiene horarios. JEFE: claro. Cuando uno se arregla solo cualquier momento es el ideal. (A Berto, perdiendo la calma): ¡Córrase de la puerta! Oscar va hacia la cama a despedirse de Zulma. ZULMA: (inquisidora.) aunque antes de irse debería dejar deslizar ciertas palabritas. JEFE:(sin saber de qué se trata.) ¿Qué palabritas? La acción siguiente transcurre en cámara lenta entre Zulma y Oscar. Berto en un accionar normal cavila entre el asombro y la bronca. ZULMA: (tomándolo suavemente de las solapas.) A-n-t-e-s---d-e---i-r-s-e---d e-b-e-r-í-a---r-e-v-e-l-a-r--- c-i-e-r-t-o---“s-e-c-r-e-t-i-t-o”. JEFE: (acariciándole las manos que le sostienen las solapas.) N-o---m-e---h-a g-a---p-e-r-d-e-r---e-l---n-e-g-o-c-i-o. ZULMA: (acariciándolo el rostro.) S-i---n-o---s-e---l-o---q-u-i-e-r-e---p-e-r-d-e-r, ---d-í-g-a-m-e---l-o---q-u-e---s-a-b-e---d-e---B-e-r-t-o---y---q-u-e---y-o--n-o---s-é. JEFE: (acariciando las manos que lo acarician.) N-o---s-e-a---m-a-l-i-t-a… 37
  • 38. Oscar abandona la cámara lenta e interpela violentamente a Berto. Zulma abandona la cámara lenta y sujeta con rabia las solapas del pijama de Oscar. JEFE: ¡Berto, haga algo! BERTO: (sin saber qué hacer o decir.) No sé que hacer. ZULMA: (despeinando deliberadamente al jefe.) ¡Dígamelo! JEFE:(tratando de inventar algo.) Es una tontería. BERTO:(cómplice.) Es una tontería, yo te cuento. (Yendo hacia la puerta.) Hasta el lunes señor. Zulma se ha puesto de pie y tomándolo, del forro del culo, detiene a Oscar. En ése preciso instante, desde el placard, aparece la “mujer siempre embarazada” con el bebé en brazos. ZULMA: (con decisión.) ¡Usted de acá no se va! JEFE: si no me deja salir perdemos los dos. La “mujer siempre embarazada” le da la otra teta al bebé. ZULMA: a esta altura fornicar me interesa muy poco. De modo que si aún tiene interés en su negocio comience a derramar caracteres con sentido. JEFE: (con decisión.) ¡Está bien señora! La “mujer siempre embarazada” paulatinamente irá entrando en un goce sexual que subirá en intensidad erótica. BERTO: no por favor, no se lo cuente, le di el proyecto, ¡qué más quiere! JEFE: (a Berto): se lo tengo que contar. (A Zulma): no es grave, todos lo hemos hecho alguna vez. La “mujer siempre embarazada” se quita al bebé del pecho y tomándolo cual si fuera una esponja, se lo pasa eróticamente por todo el cuerpo. BERTO: (suplicante.) ¡Yo no! ¡Nunca lo hice! No sabe lo que me puede pasar. Claro, usted es soltero, que va a saber, no tiene idea de lo que es capaz Zulma. La “mujer siempre embarazada” pronta a un orgasmo emite fuertes sonidos y quejidos y luego, continuando su acto sexual, comienza a acariciar muy visiblemente la entrepierna del bebé. ZULMA: (cortante.) ¡Callate la boca! ¡¡Dígalo!! ¡¡Dígalo!! ¡¡Dígalooo!! 38
  • 39. El último: ¡¡Dígalooo!!Deja suspendida la “o” como en un eco atormentador en los oídos de Berto y crea un clima de suspenso. Que se une a la “o” orgásmica de la “mujer siempre embarazada”. MUJER: (orgásmicamente.) ¡Hooooo…! JEFE: (gravemente, encimando el texto sobre el eco):--- ¡E-s---p-a-j-e-r-o! ZULMA: (incrédula, luego de una pausa.) ¡¿Qué cosa?! JEFE: vio que era una tontería y él me lo contó como si fuera un pecado capital ZULMA: (reprendiéndolo.) ¡Grandulón! La “mujer siempre embarazada” se le ríe a Berto, diabólicamente, en la cara. BERTO:(avergonzado.)¡Era pero ya no! Le conté que lo era en la adolescencia ZULMA: (se ríe junto con Oscar.) Pero mire un poquito, con razón que no querías quedarte a solas conmigo. ¡Estas pajeado! Zulma y Oscar se ríen. Zulma y la “mujer siempre embarazada” comienzan a cantar, luego Oscar las sigue con la canción, los tres cantan al unísono, en ritmo de batucada: AMBOS: ¡¡e’ vero, vero, vero, Berto es un pajero, e’ vero, vero, vero, Berto es un pajero...!! BERTO:- (defendiéndose.) ¡Mentira! ¡Ya no lo soy! ¡Mentira! ¡Mentira! ¡Mentira! La “mujer siempre embarazada” sale por el placard. BERTO: ¡Mentira! ¡Mentira! Y no es ningún pecado ni tampoco una enfermedad… ¡Es una descarga psíquica! Y después de todo, (A Zulma): la culpa es tuya. ¡¡La culpa es tuya!! ZULMA: (con autoridad, a Berto): ¡¡No me levantés la voz!! BERTO: (dispuesto a defenderse.) Me ponés fechas y horarios para todo. ZULMA: (tratando de callarlo.) Oscar no tiene por qué saber nuestras intimidades. BERTO: ¿qué intimidades?, si no tenemos vida íntima. ZULMA: ¡callate la boca maricón! BERTO: ojalá lo fuera, tal vez tendría noches plagadas de sexo. ZULMA: las barbaridades que decís delante de tu jefe. JEFE: no se preocupen, yo no escuche nada. (Saluda a Zulma.) Los dejo a solas en el calor del hogar. 39
  • 40. Oscar se despide y sale. Cierra la puerta tras de sí. La luz amarilla desaparece. Berto, ni bien sale Oscar, comienza presurosamente a llenar una enorme valija que retira de abajo de la cama. Al abrir el enorme placard, una fuerte y resplandeciente luz amarilla, se contrapone con la luz que proviene del baño. En la medida en que haya menos prendas en él, más resplandeciente será la luz. Berto, meticulosamente, extrae su ropa del placard abierto. La deja sobre la cama, la dobla prolijamente, y luego, la guarda en la valija. Zulma, que volvió a la cama, lo observa sin comprender. ZULMA: (desafiante.) Ahora que estamos solos, porque no repetís todo lo que dijiste. (Silencio.) Y ahora, ¿qué estás haciendo? BERTO: (apurado.) ¿No lo ves? Me voy... ZULMA: ¿a dónde pensás ir? BERTO: dónde ni vos ni ése alienado puedan encontrarme. ZULMA: yo ya sé adónde vas a ir. Pero antes me vas a decir algo: ¿qué otra cosa sabe Oscar de vos? BERTO: nada. Vos me conoces de joven. No puede saber él algo que vos no sepas. ZULMA: estás más tiempo con él que conmigo. Y entre hombres hablan de cosas que nosotras nunca sabremos. BERTO: (seguro.) Vos no podés sospechar de mí. Nunca te di motivos. Conocés todo mi entorno. Todas mis amistades. En cambio yo no conozco todos tus vínculos. Desconozco tus nuevas amistades. Amigos del gimnasio o de yoga o de...ni sé todas las actividades que realizás durante el día. Yo sí que podría sospechar de vos. Sin embargo... ZULMA: ¡dejá de empacar! (Lo interpela.) ¿Sospechas de mí? Berto, al ver la aparición desde el placard del “hombre barbudo”, deja de empacar por un momento. El “hombre barbudo” trae un bagre enorme colgando de su caña. Berto en todo momento trata de que Zulma no se percate de las presencias ni del hombre ni del bagre. BERTO: (a Zulma): Es una forma de decir, por principio creo en la gente, fue sólo una manera de ejemplificar. Sólo eso. 40
  • 41. El “hombre barbudo” quita el bagre de la caña y lo arroja, despreciativamente, sobre la ropa que Berto todavía tiene sobre la cama. Berto, observa la acción y al enorme y nauseabundo bagre, con ojos desorbitados. ZULMA: el ejemplo no me sirve. Cómo podés darte el lujo de sospechar de mí. BERTO: no sospecho. ZULMA: mis amigos son de toda la vida. Estuvieron conmigo en mis momentos difíciles. Cuando con vos no podía contar. Y en cuanto a mis nuevas amistades, sos vos el que no está dispuesto a conocerlas. ¿Cómo te atrevés a sospechar de mí? ¿Con qué derecho? BERTO: ya te lo dije. Sólo fue un ejemplo. Sólo en el terreno figurativo. Berto intenta volver a empacar, pero no sabe como sacar la ropa que está debajo del pescado. El bagre le da mucho asco, no se anima ni a tocarlo y el olor le dificulta más aun la acción. El “hombre barbudo”, marchando triunfalmente va hacia el placard, y muy feliz con su pesca sale por él. El bagre se mueve en la cama, Berto no sabe bien qué hacer. ZULMA: (sus palabras acompañan la acción del “hombre barbudo”.) ¡Linda manera la tuya! ¡Dejá de hacer esa valija! ¡Es de lo mejor! ¿Te la enseñó tu psicoanalista? Ponés todo el problema en el otro. Te estaba acosando con preguntas que no podías responder. Y de repente, como por arte de magia, termino siendo yo la acosada. El bagre, luego de moverse espasmódicamente en la cama, cae al piso. Se mueve convulsivamente y en un lento traslado se va yendo hacia el placard. Berto no sabe cómo ocultarlo a los ojos de Zulma. ZULMA: ¡Me sos infiel! Eso es lo que pasa. Vaya una a saber con cuantas mujeres me habrás engañado. ¡Con razón que se fue Norma y sin poder dar razones valederas! ¡Te acostabas con ella! El bagre sigue su lento y espasmódico traslado. ZULMA: Durante esas noches en que me decías: “anda a dormir mi amor, termino de desarrollar estas ecuaciones, voy al baño me doy una muy buena ducha y a la cama” y yo dormía en mi credulidad... ¡por eso se fue Norma! Ya no podía mirarme a los ojos. 41
  • 42. El bagre sale por el placard. Berto, como si el bagre no hubiese estado sobre su ropa, vuelve a llenar prolijamente la valija. Mira a Zulma casi con desprecio. ZULMA: ¡con razón Ángela está cada día más melosa! ¡Claro! ¡Qué estúpida que soy! ¡Cómo no me dí cuenta antes! (Emulando a Ángela.) “¿Desea tomar algo más señor Berto?” (Con asco.) Me engañás con las domésticas de turno… y yo tomando criadas bonitas para dar una buena imagen. ¡Qué pedazo de estúpida! Sin darme cuenta satisfacía la gula sexual de mi marido. ¡¡Mañana mismo la despido!! BERTO: (casi risueño.) Ojalá fuera cierto… ni en sueños te puedo ser infiel… (Duda.) Soy fiel… ZULMA: necesito la verdad, ¡quiero la verdad! BERTO: ¡terminemos con esta farsa! ZULMA: ¡¡no!! Necesito la verdad... El placard quedó vacío. Berto intenta cerrarlo pero Ángela se lo impide intentado salir por él. Beto retrocede disimulando para que Zulma no vea la situación. Ángela se sienta sobre la cajonera y comienza a moverse eróticamente. Los pechos al aire de Ángela, ahora, son descomunalmente enormes. BERTO: (interrumpiendo a Zulma.) ¡¡Sí!! Porque no la acabás… soy un pobre estúpido que es fiel. El último sobreviviente de una especie en extinción. ¡Aquí hay una sola pérfida y esa sos vos! ¡¡Vos y nadie más que vos!! El placard abierto permite el ingreso de Oscar, quien se pavonea por el espacio y mira lascivamente a Zulma. Berto queda pasmado mirando la entrepierna de Oscar. Un bulto descomunal hace presumir el miembro erecto. BERTO: (Imitándola.) Te pavoneabas sin ningún pudor delante de Oscar, exponiéndole tus exuberantes atributos. Hasta te diste el gusto de acariciarlo delante mío. Me siento humillado, degradado… ¡¡y me voy!! Ante los ojos desorbitados de Berto, Ángela, acariciándose sus descomunales pechos, lo llama provocativamente desde la cajonera y Oscar, desde el rellano del baño, llama con gestos ostensiblemente obscenos a Zulma. ZULMA: (con temor a las pérdidas.) Te soy fiel, Berto, te lo juro. 42
  • 43. Berto cierra la valija y la deja en el piso. Gira alrededor de la valija en cámara ligera. Durante el giro de Berto y arrastrados como por un torbellino, Ángela y Oscar, desaparecen por el placard. BERTO: (los textos siguen el ritmo de la cámara ligera): ¡¡me voy!! Creés que no soy capaz, pero sí, todavía me queda un poquito de amor propio y no pienso perderlo. No estoy dispuesto a soportar más esta comedia de humor negro. Berto interrumpe los giros y la cámara ligera. Toma la valija, la deja sobre la cama, la abre y luego, comienza a guardar prenda por prenda en el placard. ZULMA: (temerosa.) No mi amor... BERTO: (imitándola): “no mi amor, no mi amor”. Pero, si yo siempre lo supe, pero no lo quería aceptar. Intentaba recuperarte con mis mejores esfuerzos. Me decía a mí mismo: “¡en algo te estás equivocando, debés modificarte, investigar dentro tuyo!”; y lo intentaba y lo intentaba y nada cambiaba. Entre los viajes de Berto para guardar sus prendas en el placard, por él, aparece el “hombre rubio” seguido de la “mujer siempre embarazada” con el bebé en brazos. Durante el monólogo de Berto, la “mujer siempre embarazada” intenta mostrarle al “hombre rubio” el bebé. Él no quiere ni mirarlo. Ante el rechazo, el bebé y la “mujer siempre embarazada” lloran inconsolablemente. Berto trata de tapar los sonidos de los llantos levantando su propia voz. BERTO: Y me preguntaba una y otra vez: “¿qué nos está pasando?” ¿Y qué era lo que estaba pasando? ¡Lo que pasaba y lo que pasa es que soy un cornudo! ¡¡Un flor de cornudo!! ¡Medalla de honor en cuernos! (Recordando con ira): “¡El mejor y más rubio pedicuro del mundo, el mejor y más alto profesor de tenis del club, el más grande y alegre profesor de cocina, el más elegante profesor de francés culinario y hasta el que paseaba a esa perra infecta que te había regalado la no menos infecta de tu madre!” (La angustia lo invade.) ¡¡Yo el más cornudo del mundo!! Y ahora viene lo mejor, la más pérfida de las mujeres sospecha de mí… pero, ¿¡con qué derecho!? ¡Cómo vos podés exigir fidelidad! ¡¿Cómo se te ocurre?! ¡¡Te voy a romper la cabeza!! 43
  • 44. La “mujer siempre embarazada” con el bebé en brazos sigue hacia adentro del placard al “hombre rubio”. Berto terminó de guardar la ropa en el placard y lo cierra. Guarda la valija debajo de la cama. Inmediatamente comienza a perseguir a Zulma. ZULMA: (huyendo.) ¡Pará Berto, no te me acerqués!, ¿qué te pasa?, me das miedo. ¡Empiezo a los gritos!, voy a pedir socorro… BERTO: (burlón.) ¿A cuál de ellos? ¿Quién creés que llagará primero? ZULMA: dejame ir... BERTO: ¿dónde pensás ir? ¿A la cama de quién vas a ir primero? ZULMA: te desconozco. BERTO: ¿cuándo me conociste? Nunca te tomaste ni un segundo de tu mísera vida para mirarme detenidamente. ZULMA: (muy asustada.) Nunca te fuí infiel. Sólo un poco de histeria para sentirme viva. Quiero irme. Tengo mucho miedo. BERTO: ¡no te asustés! ¡No te voy a hacer nada! Sólo te hago caminar un poco y yo voy descargando tensiones. Zulma, abre el placard y toma el único abrigo que está colgado en él. El “hombre barbudo” aparece con su caña de pescar y el bebé colgado del anzuelo. Berto con un pie cierra la puerta del placard. Desaparece la luz que venía desde su interior. Luego, va hacia la mesa de luz y toma el revólver. ZULMA: (muy asustada.) ¡No!, ¡¿qué vas a hacer?! BERTO: ojalá me animara a usarlo. (Lo deja donde estaba.) Todavía tengo escrúpulos. Antes de que te vayas quiero hacerte una pregunta. ZULMA: está bien, preguntá. BERTO: no me vas a mentir. Me vas a mirar fijo a los ojos. A dos manos de distancia entre frente y frente. El “hombre barbudo” desengancha al bebé del anzuelo y lo deja sobre la cama, ante los ojos desorbitados de Berto. ZULMA: ¡no, así no!, podrías abusar de mí. BERTO: abusarme de vos. No me hagás reír. De dónde me ves pinta de violador. ZULMA: me agarrarías para no dejarme ir. 44
  • 45. El “hombre barbudo” observa como el bebé expeditivamente sale despedido hacia el placard. La puerta del placard se abre y el bebé desaparece. BERTO: vas a tener que creerme. No tenés otra alternativa. ZULMA: ¿qué me querés preguntar? El “hombre barbudo” comienza a marchar siguiendo a Berto. BERTO: (siente la presencia del “hombre barbudo” y apresura su andar.) ¡Detenete! ZULMA: si me detengo me chocás. BERTO: ¡detenete! ZULMA: para vos que me venís siguiendo. BERTO: (se detiene bruscamente, y ladeando el cuerpo hace pasar de largo al “hombre barbudo”.) Ubicate delante mío. El “hombre barbudo” pasa de largo y sale por el placard. ZULMA: (se detiene, lo mira un instante y con desconfianza va hacia él.) Está bien, preguntá... BERTO: (sin tocarla toma la medida entre frente y frente. Pequeña pausa.) ¿Sos fiel? ZULMA: (se hace un silencio cargado de dudas. Con dificultad.)...si... BERTO: ¡decílo! ZULMA: (con dificultad.) Soy fiel. BERTO: ¿a quién? ¡Decílo! ZULMA: a vos, Berto... Las siguientes acciones y diálogos se realizan en cámara ligera: Berto se aleja bruscamente de ella. Se para cerca de la puerta del baño. La mira desahuciado. BERTO: (los textos siguen el ritmo de la cámara ligera): ¡andate! Te podés ir. ¡¿Cómo me podés contestar eso?! (Le señala la puerta del baño.) ¡Salí! Zulma corre despavorida hacia la puerta de la habitación, Berto la persigue, sin lograr detenerla. BERTO: (los textos siguen el ritmo de la cámara ligera): ¡por ahí no! ¡No abras! Ella abre y sale. En el preciso momento, en que se abre la puerta, entra una fuerte y resplandeciente luz amarilla, que se contrapone con la luz que proviene del baño. Él no logra detener a Zulma, 45
  • 46. queda parado frente a la puerta y luego, la cierra con violencia. La luz desaparece en el preciso instante en que proveniente del baño, aparece la angelical Ángela. Sin la sensualidad que había desplegado hasta ahora. Ya no viste su uniforme. La ropa que lleva puesta es similar a la que usara Zulma. No sólo la ropa es casi igual... ANGELA: (con suficiencia, (los textos siguen el ritmo de la cámara ligera): Es lo mejor que hiciste en tu vida. Yo ya no la soportaba más. Elegiste bien. No se resistía más la situación. Las dos en la casa éramos multitud. Ambos abandonan la cámara ligera en el preciso instante en que Ángela se acostó en la cama. ANGELA: (se acuesta.) Dale vení a acostarte. Tenemos que levantarnos temprano. Dejame negociar a mí, los Moros creen que todo lo que brilla es oro y son de pedir cualquier locura por lo suyo. BERTO: (enérgico.) ¡Salí de mi cama! ¡Salí de mi mente! ¡Andá para tu pieza! ¡¡Salí inmediatamente de mi mente!! ANGELA: ¿qué te ocurre mi amorcito?, no te reconozco, ¿te sentís mal? BERTO: ¡no! Me siento fenómeno. Nunca me sentí mejor. Estoy haciendo cosas que nunca me animé a hacer. ¡¡Fuera de aquí!! ANGELA: (con seducción fingida.) si me voy no vuelvo... BERTO: Me da lo mismo. Total, no me vas a encontrar. ¡Fuera! ¿Escuchaste como eche a Zulma? ANGELA: sí. BERTO: si no querés que te pase lo mismo, se buenita, ahorrame el gasto de energía. Ángela va hacia la puerta del dormitorio, trata de no perder su comportamiento. ANGELA: ¡está bien! No nos veremos nunca más en esta habitación. BERTO: (enérgico.) ¡No, por ahí no! ANGELA: ¿y por dónde quiere que salga? BERTO: (dudando.) no sé, pero por ahí no. Suena el timbre de la puerta de calle. Su sonido tiene mucho cuerpo, más que las otras veces, está gravemente amplificado. El 46
  • 47. zumbido al comienzo será continuo y casi imperceptible, pero, in crescendo. ANGELA: (muy asustada.) ¡Su mujer! ¡Vuelve su mujer! ¿Qué hago ahora? ¿Dónde me meto? No quiero que me encuentre en “su” lugar y menos usando “su” ropa. BERTO: (presuroso y nervioso.) metete en el baño. ANGELA: ¿voy al baño? BERTO: ¡sí, al baño! ANGELA: ¡¿por qué si?! BERTO: ¡no, al baño no! ANGELA: ¡¿por qué no?! BERTO: bueno, ¡¡metete en el baño!! ANGELA: ¡¿me meto?! Suena nuevamente el timbre. El zumbido que queda en el espacio, ahora, es mucho más perceptible. BERTO: (dudando.) Puede que no sea mi esposa. Y ella, como es su costumbre, puede estar en el baño. ANGELA: ¿y qué hago entonces? BERTO: metete en la cama. Se escucha un ruido como a puerta que es abierta por la fuerza. El ruido se amplifica y queda en el aire reemplazando el zumbido anterior. ANGELA: (muy asustada.) ¡¡En la cama no!! ¡¡Es su esposa!! ¡¿Qué hago?! Ángela deambula por el espacio. Sin saber que hacer. Donde esconderse. Está a cada momento más asustada, más nerviosa, a punto de llorar... BERTO: (muy asustado.)¡¡Dejá de dar vueltas que me ponés nervioso!! ANGELA: ¡¿dónde me meto?! ¡¿Qué mierda hago?! ¡¿A dónde voy?! ¡¿Quién soy?! BERTO: ¡¡metete en el placard!! Ángela se detiene al punto. El zumbido es cada vez más persistente. Unos fuertes pasos retumban en los oídos y en el aire mismo. Ángela, presurosa, va hacia el placard. Al abrirlo, sólo se verá un abrigo colgado, el mismo que se había llevado Zulma. 47
  • 48. Una fuerte y resplandeciente luz amarilla sale desde su interior y se contrapone con la del baño. Crecen en sonido y cercanía los fuertes pasos y el zumbido del golpe de la puerta que fuera abierta violentamente. Ángela, entra en el placard y cierra la puerta tras de sí. La luz desaparece. Berto en cámara lenta corre presuroso hacia el placard. Intenta con todas sus fuerzas, abrir la puerta y no lo logra. BERTO: (muy asustado y angustiado.) ¡N-o---m-e---d-e-j-é-s---s-o-l-o!--¡¡S-o-l- o--n-o!! Los fuertes pasos se acercan más y más y más y se abre violentamente la puerta de la habitación. En cámara lenta Beto intenta huir hacia el baño. Entra Oscar totalmente fuera de control y Berto abandona la cámara lenta, queda paralizado. Oscar va directamente hacia Berto. La puerta del dormitorio quedó abierta. Por ella entra y se contrapone, a la luz que proviene del baño, una fuerte y resplandeciente luz amarilla. BERTO: (muy angustiado y asustado, como tranquilizando a un caballo.) Shhh… Shhh… Shhh… Shhh… tranquilo Oscar... Shhh… tranquilo... JEFE: (descontrolado.) ¡¡Soy un idiota!! ¡¡Cómo pude hacer lo que hice!! Mi padre se ríe a carcajadas desde su sepulcro. ¡¡Hipotequé todo, vendí todo, estoy arruinado!! BERTO: yo se lo advertí. Usted no quiso escucharme. Yo no lo engañe. JEFE:¡¡sí que me engañó!! Y como a una pobre sirvienta. De la misma manera que engaña a su mujer con una angelical sirvienta. BERTO: señor recuerde, se lo advertí muchas veces, había errado en los cálculos. JEFE: calculo mal, ¡¡muy mal!! BERTO: se lo dije...se lo dije...tenía testigo... JEFE: (emulándolo): “Compre papel, compre papel” (Fuera de si.) ¡¡Compré papel!! Los depósitos empapelados hasta los techos. ¡Y ahora lo importan de Brasil! BERTO: yo no le mentí... JEFE: todo usted es una mentira. De los zapatos a la cabeza. ¡Niega que tenga amante y lo veo en la cama con Ángela!, ¡y miente! ¡Y miente! ¡Miente! 48
  • 49. (Imitándolo): “No había reparado en cuerpo” (Furioso.)¡¡Miente!! Oscar busca algo entre sus ropas. No lo encuentra. Su desesperación va creciendo. JEFE: ¡¡dónde mierda lo dejé!! ¡¡Lo había cargado especialmente para descargarlo en su cuerpo!! Berto ve el revólver en la mesita de luz. Disimuladamente lo toma y lo arroja dentro del baño. JEFE: (su búsqueda es desesperada.) ¡¿Dónde lo dejé?! ¡Lo tenía aquí! ¿O aquí?, no puede ser... BERTO: (aprovecha la situación.) Sí, Oscar, me vió con Ángela. No lo puedo negar. Pero sobre el proyecto nunca le mentí… JEFE: qué suerte tiene. Me olvidé el revolver en alguna parte. Pero, tengo que castigarlo, tengo que castigarlo... BERTO: (convincente.) ya me castigó. JEFE: (dudando.) ¡¿Con qué?! BERTO: ¡¡me dió un susto bárbaro!! JEFE: ¡¡no se haga el gracioso!! Algo se me tiene que ocurrir, ¿cómo lo castigo? Ambos accionan en cámara ligera y los diálogos siguen el ritmo: Oscar gira alrededor de la cama y Berto lo persigue tratando de convencerlo. JEFE: ¿cómo lo castigo? BERTO: pensemos, pensemos… JEFE: ¿cómo lo castigo? BERTO: pensemos, pensemos… JEFE: ¿cómo lo castigo? BERTO: ¡¡ya sé!! ¿Un lunes sin ir a trabajar? JEFE: (no lo escucha. se sume en sus pensamientos.) Algo se me tiene que ocurrir. BERTO: ¿una semana de llegadas tarde? JEFE: (masculla sus pensamientos): viciviverdeverdeviviviciviciverdeverde… BERTO: ¿un mes de llegadas tarde? JEFE: (masculla sus pensamientos): viciviverdeverdeviviviciviciverdeverde… BERTO: ¿unas largas vacaciones? 49