1. “Obstinados”
De Daniel Dagna
2014
Personajes
Aníbal. Príncipe. Hijo de Omar e Irene. Veinticinco años. Tiene labio leporino.
Reboza nobleza y fidelidad. Es obstinado y perseverante.
Irene. Reina. Viuda de Omar y madre de Aníbal. Esposa de Abán. Hermosa mujer
de más de cuarenta años, dulce, radiante, sincera.
Abán. Hermano menor de Omar. Esposo de Irene. Padrastro de Aníbal. Rey de
Nabardía. Es un ser original. Gusta a todos. Anima con su presencia.
Néstor. Padre de Fedora. Consejero del reino. Muy sabio, parsimonioso, tranquilo,
fiel a sus principios.
Fedora. Hija de Néstor y Cora, prometida de Aníbal. Joven y hermosa.
Cora. Esposa de Néstor y madre de Fedora. De fuerte carácter y convicciones.
Cassandra. Tía de Aníbal. Hermana intermedia entre Omar y Abán. Para ella todo
va a estar mal, todo es trágico y mal aventurado.
Gelasta. Tía de Aníbal. Hermana mayor. Se ríe todo el tiempo, hasta de lo trágico.
Se erotiza y excita con mucha facilidad.
Dasha. Tía de Aníbal. Hermana menor. Las hierbas medicinales son su perdición.
Yanni. Hijo del General Farid. Gran amigo de Aníbal. Inteligente, manipulador.
Bruno. Soldado de confianza. Muy miedoso. Lleva lanza y daga a la cintura.
Aldo. Soldado de confianza. Valeroso, tiene deseos de superación. Lleva lanza y
daga a la cintura.
La acción transcurre dentro de las murallas de la fortaleza del Castillo Real, en el
Reino de Nabardía en el año 1610.
1
Espacios escénicos:
Fortaleza. Torre Norte
Palacio. Aposentos reales
Fortaleza. Torre Este
Palacio. Salón principal
Casa de Néstor. Salón Principal
Casa de campo. Salón Principal
Jardines del palacio.
Dos actos. El primero de doce escenas y el segundo de nueve.
2. PRIMER ACTO
Escena uno (Fortaleza. Torre Norte.)
(Bruno y Aldo, soldados del reino.)
Bruno: No sé qué es lo que hacemos aquí. La séptima noche en que mi cansada
vista no logra ver más que la luna llena… ¿Dónde se encuentra el Príncipe
Aníbal?
Aldo: En la Torre Este.
Bruno: ¿Seguro?
Aldo: No tengo por qué dudarlo.
Bruno: Si al menos nos dijera que es eso tan extraordinario que deberíamos ver
para llamarlo con urgencia.
Aldo: (Tratando de asustarlo): Tal vez las tropas holandesas acercándose con sus
pasos marciales.
Bruno: Desde que asumió el Rey Abán estamos en paz con los holandeses.
Aldo: La paz fue hecha para romperla.
Bruno: ¡Qué tu voz no llegue a oídos del Diablo! ¿No te resulta extraño que sólo
nosotros hayamos sido convocados para vigilar? (Aldo hace un gesto vago.) ¿Qué
es aquello?
Aldo (Sin mirar y restándole importancia): Nada, sólo sombras que nos regala la
luz de la luna…
Bruno (Asustado): ¡No, no son sólo sombras! ¡Por favor, observa con atención!
Aldo (Acude sin demasiadas ganas): ¿Dónde?
Bruno (Convencido de ver algo): ¡Allí, allí! Se mueven sigilosamente y vienen
hacia nosotros…
Aldo (Sumándose a la preocupación de Bruno): ¡Debemos encender la antorcha
para dar la alarma! ¡Pronto, ve por ella!
Bruno (Muy asustado): ¿Dónde la dejamos? ¡No recuerdo haberla traído!(Busca
desesperado, bajando y subiendo de la torre.) ¿Dónde la dejamos? ¡Por favor,
ayúdame a buscarla!
Aldo (Siguiendo el juego): ¡Pronto, pronto, lo que sea se está acercando! (Le grita
a la supuesta “cosa”): ¡Ya seas hombre o espíritu, Dios o Diablo, a mi orden:
detente, ahora! No obedece. ¡Pronto, la antorcha, cada vez está más cerca!
¡Vamos, Bruno, vamos!
Bruno (Llega fatigado, casi sin aliento y por supuesto, sin antorcha): ¿Dónde la
habremos dejado?
Aldo: (Disimulando y viendo a su compañero fuera de sí, decide terminar el
juego): ¡Tranquilo, hombre, tranquilo! No es más que el mismo arbusto que
divisamos anoche. Ven y mirá fijamente.
Bruno (Regresa a su posición y mira fijamente): ¡Está quieto!
Aldo: Sólo deja arquear levemente sus ramas cuando la brisa lo roza…
2
3. Bruno (Tranquilizándose): Tanto fijar la vista, un arbusto se convierte pronto en
una decena de caballos al galope y una nube en el polvo que despiden sus
robustas patas castigando la tierra seca. Ya no logro mantener los ojos abiertos y
expectantes
Aldo: Siéntate aquí y descansa un momento. (Breve pausa.) Debe haber una
razón muy valedera para que cada noche se nos exija tan estricta y rigurosa
vigilancia. Ya no fundimos cañones día tras día ni compramos armamentos al
extranjero. ¿Qué extraña amenaza nos obliga a mantener las siete noches de luna
llena tan escrupulosa vigilancia?
Bruno: ¿Cómo sabes que hoy termina nuestra guardia?
Aldo: Yanni fue muy claro al convocarnos.
Bruno (Recordando y asintiendo):Las noches de luna llena.
Aldo: Luego regresaremos a nuestras tareas diurnas.
Bruno: Pero, ¿hasta cuándo?
Aldo: Hasta la próxima luna llena.
Bruno (Con alegría): Veintiún días sin hacer guardias nocturnas.
Escena dos (Palacio. Aposentos reales.)
(El Rey Abán y la Reina Irene.)
Abán: ¿No lo ves extraño a tu hijo?
Irene: Adaptándose.
Abán: En mi recuerdo tenía un carácter alegre, risueño; ahora lo encuentro
taciturno, receloso, se escabulle ante mi presencia. Habla poco. Al punto tal que
aun no he logrado comprobar si mejoró o no su pronunciación. Si de algo le han
servido los cinco años de estudio y vocalización en el teatro isabelino El Globo.
Irene: Habla más pausado, respira mejor y se esfuerza por ser comprendido.
Debemos darle tiempo. No es sencillo para él regresar a su palacio y no encontrar
a su amado padre.
Abán: La pérdida de Omar fue un tormento colmado de desconsuelo para todo el
reino. Pero, lamentablemente, ocurrió. Hace más de tres años…
Irene: Nosotros vivimos su pérdida aquí. En nuestro espacio. Junto a los nuestros.
Compartiendo todo el dolor y la angustia que nos provocaba no ver su esbelta y
recia figura, no escuchar su voz cautivadoramente grave. En cambio él, se enteró
de la muerte de su amado padre a través de un papiro escrito por mí. ¡Solo! En
tierra ajena. Rodeado de extraños que nunca conocieron a su valeroso padre.
Abán: Tu rostro se ilumina de una manera tan especial cuando hablas de él. Al
ver el resplandor de esa luz especial que emana de tus ojos cuando a él te
refieres, siento una extraña congoja aquí dentro y un fuerte ahogo.
Irene: No debes sentir celos de alguien que tan bien te recibió en su espacio. De
alguien que permitió que su corona vistiera y reposara en tu cabeza.
Abán: Su ausencia otorgó el permiso.
3
4. Irene: Nadie se va del todo. Se va su persona, pero, su energía sigue llenando los
espacios que antes ocupara su cuerpo…
Escena tres (Fortaleza. Torre Este.)
(El Príncipe Aníbal y Yanni.)
Aníbal: ¿Bruno y Aldo son de tu entera confianza?
Yanni: Sí.
Aníbal: ¿Quién los recomendó?
Yanni: Néstor.
Aníbal: ¿Néstor?
Yanni: Néstor, el Consejero del Rey.
Aníbal: ¿Imagino que no le habrás dicho cuál era la misión que debían cumplir?
Yanni: No, tampoco me pidió ninguna explicación. Simplemente le consulté por
dos soldados de entera confianza. ¿Dudas de Néstor? Fue un gran amigo y
consejero de tu padre.
Aníbal: Hoy es un gran amigo y consejero de un asesino.
Yanni: Tu tío, hoy Rey y esposo de tu madre, no es ningún asesino. Es un hombre
valeroso que lucho palmo a palmo con el gran Rey Omar y con mi padre para
reconquistar la Isla Alena. Luego sacrificó su bienestar viviendo varios años en
ella, solo con un grupo de soldados y un puñado de salvajes esclavos, dirigiendo y
construyendo el palacio y el teatro.
Aníbal: En algún momento no muy lejano la oscuridad recobrará su luz, y lo oculto
modificará sustancialmente nuestra realidad… ¿Conoces la Isla Alena?
Yanni: Por los relatos de mi padre…
Aníbal: Tu padre, el fuerte y valeroso General Farid, un hombre necesario, otra
pérdida imposible de sustituir. (Cambia drásticamente de tema): Verás y
disfrutarás con tus propios sentidos la hermosa Isla Alena. Si no tengo hoy
señales de mi padre moraré en ella por tiempo indefinido, y te llevaré a actuar
junto a mí en el precioso teatro que él hizo construir.
Yanni: En Nabardía no se permite que los nobles sean actores. Ni yo podría serlo.
Aníbal: Será cuestión de cambiar las leyes… (Breve pausa, su mirada se pierde
en el horizonte): Pronto amanecerá…
Escena cuatro (Casa de Néstor. Salón principal.)
(Cora y Fedora. Luego Néstor.)
Cora: Nunca deberías romper la ley. Menos la impuesta por un gran Rey y mucho
menos aun, cuando incumpliendo esa ley objetes contraer matrimonio con un
heredero de la corona.
Fedora: Ese Rey ya no está entre nosotros.
Cora: ¿Hubo testigos?
Fedora: Sí.
4
5. Cora: ¿Quiénes?
Fedora: Mi padre, y él, por supuesto.
Cora: Él no cuenta como testigo ya que es parte involucrada. Y a tu padre me lo
dejas a mí.
Néstor: ¿Por qué debería nuestra hija dejarme a tu merced?
Cora: Lo hablaremos en privado.
Néstor: Tenemos muy poco tiempo. Fedora, ponte tu mejor atuendo, estamos
citados por el Rey.
Fedora: ¿Madre no vendrá?
Néstor: Tu madre nunca fue invitada por el Rey Abán.
Cora: Será que le veo la sombra.
Fedora: ¿A qué te refieres, madre?
Cora: A su debido tiempo. A su debido tiempo, querida mía. Ahora ve a cubrirte
con un ropaje acorde a las circunstancias. No necesitarás demasiado para ser la
más hermosa en ese triste palacio. (Fedora sale.)
Néstor: Aquí me tienes. A solas.
Cora: Nuestra hija necesita que su padre le haga un gran favor.
Néstor: Me lo solicitará de camino al palacio.
Cora: No, no lo hará. Me pidió que intercediera.
Néstor: ¿Por qué?
Cora: Teme no poder hablar contigo.
Néstor: No veo por qué.
Cora: Tiene fundadas razones para creerlo. Sólo los reyes y en contadas
ocasiones quien te habla, logramos ser escuchados por tan sabio Consejero real.
Néstor: No soy creyente a tus adulaciones.
Cora: No es adulación tomar en consideración tus atributos. Todo el reino sabe de
tu inteligencia. Ahora reclamo que pongas en juego tu sensibilidad.
Néstor: La inteligencia, no es necesariamente, enemiga de la sensibilidad. Muy
por el contrario. Sólo alguien inteligente ve la belleza en un gusano, intuyendo que
su interior encierra las alas y los alegres colores de una mariposa.
Cora: A esa sensibilidad apelo.
Néstor (Sin perder su pasmosa tranquilidad): Habla, de una buena vez, habla.
Cora: Fedora pretende que su padre no haya escuchado algo que sí escuchó.
Néstor: Mi memoria guarda celosamente lo que mis oídos alguna vez oyeron.
Cora: En el pedido de Fedora está su felicidad.
Néstor: La felicidad de mi querida hija es mi mayor deseo.
Cora: No quiere esposar al Príncipe Aníbal.
Néstor (Eludiendo la conversación):No encuentro razones para violar una ley.
Cora: El amor, querido mío, el amor.
Néstor: Estuvo radiante de felicidad cuando el Rey Omar la ordenó como
consorte.
5
6. Cora: Era diez años más joven y soñaba con ser Princesa. Ahora, sueña con
amar a su esposo. Y, precisamente, el gran respeto que siente por el Príncipe, en
nada se parece con el amor.
Néstor: Una ley real es una ley real. Y yo, Consejero del reino, no voy a violar una
ley establecida por el Rey Omar.
Escena cinco (Palacio. Salón Principal.)
(Están en escena el Príncipe Aníbal, Yanni, Néstor y Fedora, luego entran el Rey
Abán y la Reina Irene.)
Néstor (A Aníbal): ¿Cómo fue la estadía en Londres?
Aníbal(A Néstor): Cómo toda permanencia entre extraños. Fría, distante, tensa y
abrumadoramente solitaria.
Yanni: De todas maneras Londres es una ciudad fascinante.
Aníbal(A Yanni): ¿La conoces?
Yanni (A Aníbal): Por tus relatos.
Aníbal(A Yanni): No recuerdo haberte descripto la ciudad de Londres. Jamás te
hablé de sus mugrosas calles, ni de los rostros agrios, toscos, blanquecinos y fríos
de sus sucios habitantes.
Yanni: Es cierto, todos tus relatos se referían al bello Teatro el Globo. Y a las
formidables actuaciones de la Compañía Teatral Lord Chamberlain’s Men y en
especial a las del primer actor Sir Richard Burbage, y a sus magníficas
personificaciones en Otelo y Rey Lear de Williams Shakespeare. Esas
majestuosas actuaciones que hicieron nacer en ti tus tremendos deseos de
convertirte en un comediante de su estirpe. Ese deseo que te impide dormir.
Quisieras ser Hamlet. Vivirlo como pudo hacerlo Sir Richard. Estremecerte y hacer
estremecer a todo el público…
Fedora: Esa profesión es innoble.
Aníbal: ¡Hay, Fedora! Qué bonito rostro tienes…
Irene (Entrando junto al Rey): Verdaderamente, el rostro más bello de toda
Nabardía.
Abán (Sonriente, afectuoso):Querido hijo…
Aníbal(Secamente):Sobrino.
Irene: Es muy difícil para nosotros…
Aníbal: Madre, más difícil es para mí.
Abán (Con nostálgica dulzura):La muerte de mi amado hermano Omar perdura
viva en el recuerdo, provocando tristeza a todo el reino; no obstante, tanto
combatieron en mi la cordura y el afecto, que ahora lo lloro con buen juicio sin
olvidar mi persona. Por eso, quien fuera mi cuñada, hoy mi Reina, con la dicha
ensombrecida, con un ojo radiante y el otro desolado, con gozo en las exequias y
duelo en nuestra boda…
6
7. Aníbal(Tajante):El ojo desolado y el duelo perdieron rápidamente ante el gozo y el
ojo radiante.
Irene (Conciliadora):Querido hijo, debes salir de tu penumbra y mirar a Nabardía
con ojos de afecto. No quieras estar siempre, con los párpados abatidos,
buscando en el polvo a tu noble padre. Sabes que es ley común: lo que vive,
morirá, pasando por la vida hacia la eternidad.
Aníbal: Sí, señora, es ley común.
Irene: Es bueno y digno de alabanza que llores a tu padre tan fielmente, pero
sabes que tu padre perdió un padre, y ese padre perdió al suyo; y que el deber
filial obliga al hijo por un tiempo a guardar luto. Pero aferrarse a un duelo
obstinado es conducta pagana y…
Aníbal: Debido a eso tengo deseos de marcharme.
Abán (Afectuosamente): ¿Acaso Londres te ha cautivado?
Aníbal(Ignorando al Rey, a su madre): Solicito permiso, barco, un pequeño grupo
de acompañantes y víveres, para retirarme con mi dolor a la Isla Alena.
Irene: Que tu madre no te ruegue en vano, quédate con nosotros, no vayas a esa
isla deshabitada.
Abán (Afectuoso, conciliador):No expongas tu dolor a un territorio alejado y
solitario. Entendería que quisieras retornar a Londres.(El Príncipe niega
rotundamente con su cabeza.) ¡Vamos! Es una ofensa al cielo, ofensa al muerto,
ofensa a la realidad y opuesta a la razón. Te ruego que entierres esa pena y que
veas en mí a un padre. Eres el más próximo a mi trono, y pienso prodigarte un
afecto en nada inferior al que el más tierno padre profese a su hijo.
Néstor: Respecto al propósito de instalarse en la Isla Alena, sugiero que primero
se envíen esclavos, para hacer habitable un palacio que no se utiliza desde que el
Príncipe era un joven de quince años.
Abán: Te suplico que accedas a quedarte por un tiempo, ante el gozo y alegría de
mis ojos, cual cortesano principal, sobrino e hijo mío.
Irene: Habrá tiempo para retornar a tu querida isla. ¡Vamos, hijo, que tu madre no
te ruegue en vano!
Aníbal: Haré cuanto pueda para obedecerle, madre.
Abán: Una respuesta grata y cariñosa.
Aníbal: Sólo el tiempo suficiente para preparar mi Hamlet.
Escena seis (Fortaleza. Torre Norte.)
(Atardecer. Entran Yanni, Bruno y Aldo.)
Yanni: Mis súplicas lograron convencer al Príncipe de permanecer en Nabardía y
hoy se cumplen veintiún días de nerviosa espera. Durante muchas noches, sin
que él lo supiera, vigilé su sueño. En todas ellas, y casi a la misma hora, hablaba.
Primero casi murmurando y al final casi gritando. Los bramidos eran lastimeros,
tristes, lúgubres… Hablaba con el Rey Omar. En esos instantes el Príncipe Aníbal
7
8. ya no estaba solo, deshabitado; la energía del Rey Omar lo colmaba, le rebosaba
por los poros, le salía a borbotones por la boca, y: ¡se hablaban! Primero en un
largo murmullo inentendible para mis oídos, luego ese murmullo iba creciendo en
volumen al mismo tiempo en que la energía del Rey se convertía en reflejos
estridentes que despedía el cuerpo del Príncipe, la energía y el volumen siguieron
creciendo hasta convertirse en un largo y lastimero alarido.
Bruno (Temeroso):¿Está diciendo que vio al Rey aparecer en el cuarto del
Príncipe?
Aldo (Asombrado y entusiasmado con la historia que acaba de oír):¡No, no! Quiso
decir que percibió la energía. Y esa energía tomó cuerpo a través del gran deseo
que siente el Príncipe.
Bruno(No queriendo creer lo que le cuentan):No entiendo de lo que están
hablando. El Rey Omar murió, junto a toda su tripulación, emboscados por una
flota portuguesa.
Yanni: Durante esta noche debemos estar más atentos que nunca. Hoy “tiene”
que ser la gran noche. Hoy “tiene” que ocurrir.
Aldo (Entusiasmado):¿Qué “tiene” que ocurrir?
Bruno (Temeroso):Y sí, ¿eso…?
Yanni: “Tiene” que aparecer.
Bruno (Temeroso):¿¡Qué cosa!?
Yanni (Convincente):¡El Rey Omar!
Aldo (Muy entusiasmado):¡El espíritu del gran Rey Omar!
Bruno (Muy atemorizado):¡No, no! ¿¡Para eso estamos aquí!?! ¡No, Yo, mejor me
voy! (Poniendo cualquier escusa): No estoy para perder mi buen sueño con
cuentos de apariciones.
Yanni (Detiene a Bruno): El espíritu del Rey Omar corporizándose ante el cuerpo
y el alma de su hijo.
Aldo (Absolutamente dispuesto):No me perdería eso aunque la noche durara un
día.
Yanni (Conciliador):¡Por favor, Bruno! No pido que compartas nuestro deseo, sólo
pido que acompañes como un muy buen centinela. Estuve lleno de dudas, al igual
que tu, hasta que vigile sus sueños. El Príncipe merece nuestra entrega, nuestra
más entera lealtad. Ni bien oscurezca la luna llena reflejará en el lago y entre las
aguas y el cielo aparecerá el Rey.
Escena siete (Palacio. Salón Principal.)
(Fedora y el Príncipe Aníbal. A él se lo ve algo nervioso, como apresurado, con
deseos de no estar en el lugar.)
Fedora (Se mueve con algo de pudor):La simplicidad es el recurso más
impresionante de este salón. Siempre me impactó. Por lo sobrio, lo correcto, lo
justo y preciso. Nada excede, nada se encuentra fuera de lugar. Es difícil saber si
8
9. aquella pared fue realizada para esa estatua o si la estatua fue tallada cuando
descubrieron la pared. ¡Una se siente a gusto aquí! (Pequeña pausa tensa. Al
comienzo está titubeante, insegura): Tengo vivo el recuerdo de la primera vez que
ingresé al salón. El Rey Omar sentado allí, en su trono, y tú de pie, ahí mismo,
junto a esa misma estatua. Nunca te había visto tan de cerca. Al Rey, tampoco.
Me temblaban las piernas. Tenía la sensación de que mi largo vestido trepidaba al
compás de mis rodillas. (Más segura y enérgica): El Rey le había pedido a mi
padre que me trajera. Néstor, obediente y fiel consejero, me hizo engalanar con mi
mejor atuendo y esa noche… escuche tronar la voz del Rey: “tienes una hermosa
hija” “¡Una hermosa hija!”, dijo.
Aníbal(Presuroso):Fedora, en este instante debería…
Fedora (Cortante y sin lograr contenerse):¡No finalicé! (Trata de calmarse):
Perdón, perdón por mi exceso. (Algo más calmada): “Es la prometida del Príncipe
Aníbal”, exclamó enérgicamente, el Rey.(Segura, enérgica, se mueve por el
espacio con absoluta valor): ¡Llevo años esperando! Mi padre me dijo a diario:
“una orden de un Rey debe ser respetada”. ¡En cinco años no he recibido una sola
carta! A tu regreso, los deseos de esta mujer, no conjugaron con los de su
prometido. ¿Prometida? ¿Prometido? (Tajante): Debes darme una respuesta.
Necesito una explicación. No estoy dispuesta a esperar un segundo más. Nos
despedimos adolescentes, nos reencontramos siendo un hombre y una mujer.
¡Qué tu comportamiento no sea el de un adolescente! ¡Necesito una respuesta!
Aníbal: No voy a casarme con quien no amo.
Fedora (Con un dejo de satisfacción):¿Crees que podremos violar una ley de
nuestro gran Rey Omar?
Aníbal: Él sabrá comprender. Seguramente hubiera hecho lo mismo.
Escena ocho (Casa de campo. Salón principal)
(Cassandra y Gelasta. Luego Dasha.)
Gelasta: (Mira a través de un ventanal y ríe alegremente): ¡El cachorro no la deja
cortar las hierbas!
Cassandra (Arrastrando un pesado baúl): ¿Qué cachorro?
Gelasta: ¡Su pequeño mastín! ¡Le merodea brincando a su alrededor! (Sin dejar
de reírse.): ¡No, así no! ¡Lo quiere espantar con el delantal y el perro no la
entiende, le juega, le brinca cada vez más alto! ¡Salta sin cesar! ¡Huy, no, le atrapó
el delantal! (Cassandra, enojada con sus hermanas. sigue arrastrando el pesado
baúl.) ¡La lleva tironeándola por el delantal! (Gritándole a Dasha y sin dejar de
reírse): ¡Dasha, Dasha, suelta el delantal que te vas a caer! ¡No lo suelta! ¡Dasha!
¡El perrito trotando la lleva arrastrando! ¡La lleva por cualquier lado! ¡Suéltalo!
¡Suéltalo! (Ríe mucho.) ¡Y paff, de posaderas al suelo!
Cassandra: (Enojada.) ¡No tenés pensado ayudar!
9
10. Gelasta (Sin moverse de la ventana y sin dejar de prestarle atención a Dasha):
¿Cómo puede reírse después de lo que el mastín le hizo? ¡Puff, qué asco, le lame
todo el rostro!
Cassandra (Visiblemente enojada con sus hermanas.):Si no se apresura a juntar
sus hierbas nos va a sorprender la noche a mitad de camino. (Continúa
arrastrando el baúl.)
Gelasta (Ríe): ¡Qué no se atreva conmigo, ese pulgoso mastín! ¡Por mucho
menos de eso estaría tieso en este preciso instante! Con el solo hecho de haber
acercado su húmedo hocico en mi rostro y… entre mis piernas…,su húmedo
hocico entre mis piernas… (Recapacitando): ¡Puff, qué asco!
Cassandra: ¡Por qué mejor no vas por tu hermana en lugar de distraerte con sus
torpezas! (Se sienta a descansar.)
Gelasta: Está regresando.(Se quita del ventanal.)
Dasha (Aparece llena de luz, llena de vida, trayendo sus hierbas): ¡Qué divertido
momento acabo de pasar!
Gelasta (Disimulando):¿Qué momento?
Dasha: El que acabas de presenciar a través de la ventana.
Cassandra: Dasha, trae tus bártulos, que tenemos que partir.
Dasha: (Obediente y presta a salir): Voy por ellos. (Gelasta ríe burlonamente,
Dasha mete su mano en el delantal, saca un puñado de pasto y se lo mete en la
boca a Gelasta): ¡A rumiar, vaca! (Ríe y sale corriendo.)
Escena nueve (Fortaleza. Torre Este.)
(Yanni y el Príncipe Aníbal.)
Yanni: ¿¡Y apareció entre las brumas del vapor del baño!? ¡Es asombroso!
¡Magnífico! ¡Mientras tomabas un baño estaba ahí, parado delante de ti! ¿Te
habló? (El Príncipe asiente.) ¿Qué fue lo que dijo? ¿Te dijo que deseó este
momento durante mucho tiempo? (El Príncipe asiente.) ¿Pudiste oír su voz? ¿Era
su voz de trueno? (El Príncipe asiente.)¿Qué más te dijo?
Aníbal: Qué mi madre fue vilmente engañada por Abán y por el Consejero.
Yanni: ¿Dijo eso? ¿Eso fue lo que dijo? (El Príncipe asiente.) Entonces… ¿Puedo
decir lo que estoy pensando? (El Príncipe asiente.) ¡Lo mataron! (El Príncipe
asiente.) ¡Lo hicieron matar! (El Príncipe baja su cabeza, acongojado, triste.) ¡No
caben dudas! Lo entregaron… Sé quienes pudieron entregarlo, sé quiénes fueron
los villanos que organizaron estratégicamente la emboscada. El Rey no llevaba
suficientes soldados en la embarcación cómo para repeler un ataque. Iba en
misión comercial rumbo a Persia. Necesitaba espacio en la embarcación para
llevar herrería e intercambiarla por telas y especias. No podía llevar muchos
soldados. Sólo los allegados al Rey conocían esas circunstancias. ¡Sí, yo sé
quiénes fueron! Los traidores de Nabardía se asociaron con un enemigo acérrimo
del Rey. ¡Por eso lo de la isla!… La isla Alena por la vida del Rey Omar. Debemos
10
11. ir por Néstor. Si Néstor confiesa el Rey tendrá que abdicar. Llevaremos a Bruno y
Aldo, es muy probable que los necesitemos.
Escena diez (Palacio. Aposentos reales.)
(El Rey Abán y la Reina Irene.)
Abán: Tendrás que ayudarme. Ser más severa con él. Lleva días enteros
encerrándose en un cuarto de huéspedes. En el mismo cuarto donde pasaba mis
noches entre batalla y batalla. Sólo permite que entre su amigo. ¿Cómo es que se
llama? ¡Ah, sí!, Yanni, el hijo del general Farid.
Irene: Son amigos desde la infancia.
Abán: Yo no me confiaría tanto de él.
Irene: ¿De quién, de Yanni?
Abán: Durante la estadía de Aníbal en Inglaterra, su “amigo”, merodeaba
nocturnamente, cerca de la ventana de Fedora.
Irene: ¿Quién dijo eso?
Abán: Néstor. Lo hizo arrestar en dos oportunidades…
Irene: No veo nada de malo en la conducta de Yanni. Fedora es una niña
encantadora y no le deben faltar pretendientes.
Abán: Tu bien sabes que Fedora es la prometida del Príncipe.
Irene (Haciéndose la tonta):A mí no me consta.
Abán: Néstor estaba presente, al igual que Aníbal y Fedora.
Irene: Ninguno sirve como testigo.
Abán: Néstor, sí.
Irene: ¡Néstor, no! Es parte involucrada. Tu “amigo y consejero” tiene un muy
fuerte y oculto deseo. Es tan fuerte el deseo que lo secreto salta a la vista de
todos.
Abán: No sé de qué estás hablando.
Irene: Su hermosa hija tiene que ser la Reina de Nabardía.
Abán (Conciliador, casi con dulzura):Lo que desee o no desee Néstor, no es la
preocupación que me desvela. Lo que me quita el sueño es la conducta de “tu
hijo”. Los deseos de “tu hijo” son los que no me permiten dormir. ¿Sabes a qué se
encierra? ¿Quieres enterarte? ¡Está ensayando! ¡Ensayando! ¡Ensayando ese
maldito pedazo de papel que trajo desde Inglaterra! ¡Quiere actuar! ¡Quiere
convertirse en comediante! ¡El primer Príncipe comediante! ¡Seremos el hazme
reír de todos los reinos!
Irene: Permitámosle ir a la Isla Alena. Allá podrá actuar. Lo verán un puñado de
soldados y su amigo Yanni.
Abán (Pierde su serenidad):¡No, no y no! ¡A la Isla Alena, no! ¡No irá a ninguna
isla! ¡No actuará! ¡No será el primer Príncipe comediante, no, no lo será, al menos
mientras yo sea el Rey!
11
12. Irene (Con nostalgia):Por alguna extraña razón el Rey Omar hizo construir un
hermoso teatro en ella.
Abán (Tratando de mantener la calma):¿Acaso olvidas quien acampaba,
supervisaba y vigilaba en la isla, mientras se realizaba la construcción?
Irene: ¡No, no me olvido! Tú te encargas de recordármelo casi a diario. (Breve
pausa. Nostálgica, reviviendo el relato):Cuando el Rey regresó de Francia, con mi
pequeño Aníbal operado por última vez, luego de dos largos años de idas y
vueltas, de cirugía en cirugía…, con el paladar y el labio, reconstituidos…, llegó
con una sola y única petición del gran cirujano Ambroise Paré: ¡Qué el niño tenga
vida plena, que corra si tiene ganas, que grite si lo desee y que juegue, que juegue
mucho!
Abán (Deseando cambiar de tema):No veo a qué viene ese relato.
Irene (La melancolía le llena los ojos de lágrimas):Cuando el Rey Omar dejó al
frente del reino al General Farid nos trasladarnos por un tiempo a la Isla Alena. Lo
primero que hizo mi pequeño Aníbal fue subir al escenario y comenzar a dar un
gran discurso. Con las pocas palabras que conocía, con las pocas palabras que
lograba pronunciar, un largo y pomposo discurso que coronamos con estridentes
aplausos y muchas lágrimas rodando por nuestras mejillas. Al oír lo aplausos se
inclinó, nos saludó haciendo reverencias y salió del escenario. (Breve pausa. Seca
sus lágrimas y con seguridad): Creo que Omar, si aun fuera Rey, aboliría la ley
que prohíbe a los nobles ser comediantes
Abán: Ahora el Rey de Nabardía se llama Abán, y Abán no está dispuesto a abolir
ninguna ley real. ¡Tendrás que prestar tu ayuda!
Irene: No veo cómo pretendes que te sea de ayuda.
Abán (Conciliador, amorosamente):Debemos casarlo inmediatamente con Fedora.
Luego, los enviamos a Holanda. Mauricio de Orange los recibirá con gusto.
Irene: Un Príncipe debe casarse con una Princesa.
Abán (Conciliador):No veo Princesas interesadas por aquí.
Irene (Con seguridad):Tal vez tu “gran amigo” Mauricio tenga una hija o una
hermana disponible. De esa manera no sólo recuperará la Isla Alena, también
podrá tener, en un futuro, Nabardía anexada a su propio reino.
Abán (Dudando): No lo había pensado de esa manera…
Irene: ¿Acaso Néstor, no te está proveyendo de buenos consejos?
Abán: Si no estás de acuerdo con que vayan a Holanda, tal vez, Aníbal desee
regresar a Inglaterra, a Fedora le dará lo mismo.
Irene: Desconozco los deseos de “mi hijo”. Salvo sus manifiestas ambiciones por
convertirse en comediante. Hecho que no me preocupa en demasía. Más me
preocupan tus amistades. Los que eran enemigos del Rey Omar, ahora son
amigos del nuevo Rey de Nabardía.
Abán: No son “mis amigos”. Luego de la guerra por la posesión de la isla,
estamos en paz desde hace algunos años.
12
13. Irene: ¿Nunca dudaste que fueran las flotas holandesas las que atacaron a tu
hermano? ¿Nunca dudaste de Mauricio de Orange tomándose venganza?¡Yo, sí!
¡Nunca estuve muy segura de la veracidad de los relatos de Néstor acerca de sus
averiguaciones! Los portugueses estuvieron siempre muy ocupados por las
especias de Oriente. No hubieran emboscado al Rey de un reino que no tuvo
jamás un conflicto con ellos. Por otra parte, de ser ciertas las investigaciones, ¿por
qué nunca le declaramos la guerra a Portugal?
Abán: Por qué nunca tuvimos certezas.
Irene: Tú, sí tienes una certeza.
Abán: ¿Cuál?
Irene: ¡Qué Mauricio de Orange es “tu amigo”!
Escena Once (Casa de Néstor. Salón principal.)
(Néstor, Cora y Fedora. Luego El Príncipe Aníbal, Yanni, Bruno y Aldo.)
Fedora: Padre, hablé con el Príncipe, él al igual que yo no desea casarse. Sólo
resta que tú hables con el rey.
Néstor: La ley fue creada para ser acatada.
Cora: Me sorprende que seas tú quien lo diga.
Néstor: Mi muy querida y servicial esposa, últimamente te estás dirigiendo hacia
mi persona con insidiosos textos. Siempre estuviste orgullosa de mi temperamento
y de mi inteligencia…
Cora: Bien sabes cuando dejé de estarlo.
Néstor: ¡Mis propósitos son nobles!
Fedora: No entiendo lo que hablan. (A Néstor): Necesito que hables con el rey.
Cora (A Néstor): ¡La nobleza queda en segundo término cuando en tu plan
involucras la juventud y los sentimientos de tu hija!
Fedora: ¡Madre, ¿qué está pasando?! ¡Padre, ¿qué estas tramando?!
Néstor: ¡Nada, hija mía, nada! Simplemente deseo que seas feliz y que en tu
felicidad hagas feliz a tu anciano padre. Ahora debo irme, tengo una cita
importante y se está haciendo tarde, cuestiones de gobierno me reclaman. (Sale.)
Fedora: ¿Parezco un niña tonta?
Cora: No, mi pequeña…
Fedora: Pues, lo debo parecer. Ya que escucho palabras que encierran
intensiones que no logro comprender. Veo rostros que se desencajan ante
insidiosas observaciones. Padre cada día está más irritable. Lo veo perder su
parsimonia, su aplomo; aunque haga esfuerzos denodados por mostrarse como
antes era. Tú, cada día estás más agresiva con él. Has perdido tu alegría, tu
sonrisa ya no llena nuestra casa. ¡No logro comprender que es lo que está
ocurriendo! Temo que en mucho tiene que ver el último casamiento real y tu
decisión de no ir a la boda.
Cora: Sabes que estaba enferma.
13
14. Fedora: Enfermedad repentina que se fue prontamente, sin dejar huella en tu
cuerpo, pero, dejándola en tu humor.
Aldo (Aparece seguido de Bruno): Con vuestro permiso, señoras. (Ambos se
paran uno a cada lado de la puerta. Anuncia): ¡El Príncipe Aníbal! (Aparece el
Príncipe, seguido de Yanni. Saludos formales.)
Aníbal: Buscamos al Consejero real.
Cora: Acaba de retirarse sin anunciar su destino.
Yanni: Señora, Fedora, es importante que nos digan dónde se encuentra.
Importantes asuntos de estado hacen que el Príncipe deba hablar urgentemente
con él.
Cora: Si lo supiéramos no dudaríamos en informárselo.
Fedora: Es verdad lo que dice mi madre. Estuvo con nosotras hasta pocos
minutos antes de vuestra llegada.
Aníbal(A Yanni): ¿Qué haremos?
Yanni (Tratando de tranquilizarlo): Algo se nos ocurrirá. Tal vez haya sido mejor
no encontrarlo. Debemos tranquilizarnos y diseñar una muy buena estrategia.
Para ello necesitamos tiempo para pensar.
Aníbal: Sé dónde y con quién puede estar.
Yanni (Aconsejándolo): Dejémoslos tramar. Su conspiración no será compleja
para desenlazar. Tengamos nosotros la propia. Príncipe, ve a palacio y
compórtate como un buen hijo. Tengo el germen de una gran idea.
Aníbal: ¿Cuál?
Yanni (Tranquilizándolo): Mi muy querido amigo, la paciencia hace fuerte a los
débiles e indestructibles a los justos, permitamos que el germen brote.
Aníbal: Iré a palacio y me comportare como un buen hijo.
Yanni (A Bruno y Aldo): Acompañen al Príncipe. (Salen.)
Cora (Mira a Fedora y a Yanni, casi comprendiendo): Tareas del hogar me
requieren, hija, has sentir cómodo a nuestro inesperado aunque bienvenido
huésped. (Sale.)
Fedora: No sé bien que es lo que ocurre. Pero, lo siento, lo intuyo, algo está
despidiendo un olor pestilente en Nabardía.
Yanni: Lamentablemente, mi bella y entrañable Fedora, no me está permitido
develar el núcleo nauseabundo.
Fedora: Tengo la impresión de que todos saben algo que yo no sé.
Yanni (Con un dejo romántico):Acaso no es así el mundo de las relaciones
humanas. Si yo supiera con certeza que la mujer que amo también me ama, no
sentiría una extraña agitación, aquí en mis vísceras, cada vez que estoy frente a
ella.
Escena doce (Palacio. Salón principal.)
(El Príncipe Aníbal, Yanni, Fedora, Néstor. Bruno y Aldo custodiando la puerta.
14
15. Luego el Rey Abán y la Reina Irene. Por último Dasha, Cassandra y Gelasta.)
Aníbal(A Néstor, sin lograr ocultar su odio): Tenemos una conversación
pendiente.
Néstor (Al Príncipe, con mesura): Nada que no podamos hablar ahora.
Aníbal(A Néstor): Pues bien, tengámosla ahora mismo.
Yanni (Interrumpe al Príncipe ante la sorpresa de éste): Querido Príncipe, creo
que esta plática debe ser de Consejero a Consejero…
Aníbal(Comprendiendo):Creo que es lo correcto.
Néstor (A Yanni, desafiante, pero, sin perder aplomo):No veo aquí a otro
Consejero real.
Yanni (A Néstor, con aplomo): Sería sano para usted que comenzara a ver en mí
al futuro Consejero del reino.
Néstor (A Yanni, con ostentosa mesura y un dejo de ironía): Gozo de perfecta
salud y pienso tener el placer de vivir junto al Rey unos cuantos años más, de
todos modos aun es joven y podrá esperar pacientemente todo ese tiempo.
Yanni (A Néstor, con mucho tacto, devolviendo la ironía): Mi espera, mejor dicho,
la de todo un reino será muy breve. (Aparece el rey, quien sin ser visto por los
demás, espera a la reina para hacer el ingreso.) Sólo resta esperar un pergamino.
Quitar su cinta, desplegarlo y leer unas pocas y precisas palabras escritas en él.
Inmediatamente, la mentira edificada con pétalos de tulipanes quedará al
descubierto.
(Entran el Rey Abán y la Reina Irene, saludos formales.)
Abán (Con mucha alegría y simpatía): Mis muy queridos míos, tenemos una
hermosa noticia para darles…
Aníbal(Sin lograr disimular su antipatía):El rey está dispuesto a confesar su último
y más cruel pecado.
Irene (Conciliadora):Querido hijo, te ruego no interrumpir, es muy bello e
importante lo que deseamos comunicar, sólo exigimos un momento de atención.
Aníbal(Sin contemplación):No veo en tu mirada ni lo bello ni lo importante, sólo
veo tu sumisión y tu miedo.
Abán (Con autoridad):¡Exijo respeto a mi investidura!
Aníbal(Subestimándolo): ¡La investidura y la corona están teñidas con sangre!
Yanni (Al Príncipe, recordándole la estrategia): Tranquilo, mi querido amigo,
tranquilo…
Abán (Con autoridad):Las leyes, aquí en Nabardía, fueron hechas para respetar.
Mi querido y admirado hermano, el Rey Omar, tuvo un deseo, y un deseo de un
rey es una orden. ¡El Príncipe Aníbal tomara como consorte a la bella Fedora!
(El Príncipe desconsolado mira a Fedora, quien no puede esconder su angustia,
Yanni, mira a ambos con gesto tranquilizador, Irene baja su mi rada y El Rey Abán
y Néstor se deleitan con el aparente triunfo. En ese preciso instante irrumpen:
Dasha, Cassandra y Gelasta.)
15
16. Dasha (Alegremente): ¡Aquí llegamos, a tiempo para la gran boda!
Gelasta (Ríe casi estúpidamente.)
16
Apagón.
SEGUNDO ACTO
Escena uno (Palacio. Salón principal.)
(El Rey Abán y Néstor.)
Abán: ¿A qué pergamino se refería?
Néstor: Tal vez no exista ningún pergamino…
Abán: Algo traman cuando se encierran en el cuarto de huéspedes.
Néstor: Ensayan, ensayan un monólogo…
Abán: ¿Estuviste mucho tiempo espiándolos?
Néstor: Me he pasado noches sin dormir oculto detrás de un tapiz, escuchando
repetir cientos de veces las mismas líneas. Por cierto, tiene muy mala memoria el
Príncipe. No sólo una deficiente vocalización, además, una mala retentiva.
Abán: Sería el hazme reír del reino si se convirtiera en comediante.
Néstor: Las leyes son claras al respecto.
Abán: ¿Y si osara violarlas?
Néstor: Lo desterraríamos.
Abán: Pero, y tu hija…
Néstor: Junto a su esposo. Debería ser deportada junto con él.
Abán: Nuestra preocupación ahora es el bendito papiro.
Néstor: Es una trampa. Una tonta patraña creada por dos jóvenes inexpertos. Tal
vez pretendan cazarnos como a dos pequeños ciervos. Esos dos ingenuos deben
creer que vamos a pisar las ramas secas que vayan dejando a nuestro paso.
Debemos manejarnos con cautela. Casarlos y enviarlos lo más pronto posible a
Inglaterra.
Abán (Mostrando su debilidad):Esto no es para mí. Ya no logro conciliar el sueño.
Néstor (Tratando de tranquilizarlo):Todo está saliendo como lo habíamos
planeado.
Abán (Inseguro, con cierto temor):No, no es así. Creíamos que el Príncipe no
opondría resistencia ante la idea del casamiento.
Néstor (Tranquilizador, con mesura):¡Quiere hacerlo! ¡No lo demuestra ante ti!
¿Cómo no va a querer casarse con la mujer más hermosa de toda Nabardía?
¿Quién no lo querría? Debes convencer a tus hermanas para que ellas terminen
de persuadirlo. Yo me encargo de Fedora y tú de él.
Abán: Él, me odia.
Néstor: Debes convencerlo a través de las personas que él ama.
Escena dos (Jardines del Palacio.)
17. (Dasha y Aníbal. Luego Cassandra y Gelasta.)
Dasha(Planta unas semillas en la tierra.): Antes usaba muchas hierbas
medicinales. Tantas que me era imposible moverme de casa sin llevar un bolso
sólo para las hierbas. Cada una para una dolencia. Todas con propiedades
diferentes. Hasta que conocí el romero. Es una hierba que crece libre. En todo el
mundo se cultiva. Por su aroma y sabor dulce. La infusión de romero es altamente
curativa. Tanto las flores como las hojas son utilizadas por su intenso sabor y
aroma. (Aparecen Gelasta y Cassandra que viene de dar un paseo.)
Gelasta (Le entrega a Dasha un ramo de hierbas): ¿Esta será cola de caballo o
cola de perro? (Ríe tontamente. Dasha le arroja las hierbas por el rostro a su
hermana y sigue con lo suyo.)
Cassandra: Querido sobrino, siéntate a mi lado, veo en tu mirada un reflejo
extraño. Hablas poco y observas mucho. No logro ver en ti a un joven alegre a
punto de contraer matrimonio. ¿Dudas? (Sin esperar respuesta del Príncipe.) No
son más que las vacilaciones que provocan la falta de experiencia en las artes del
amor.
Aníbal: No amo a Fedora.
Dasha: ¿No será que temes que ella no te ame?
Gelasta (Entre risas tontas): Una infusión de romero y santo remedio para el mal
de amores.
Cassandra (A Gelasta): ¡Podés dejar de reírte cómo una hiena en celo! Lo que le
ocurre a nuestro querido sobrino es serio. ¿Cuéntame tus dudas?
Aníbal: No hay dudas, ni yo amo a Fedora ni ella me ama a mí.
Cassandra: Era un deseo de tu padre.
Dasha: La ley debe obedecerse y un Príncipe es quien está obligado a dar el
ejemplo. Si los nobles no cumplen la ley, los súbitos…
Gelasta (Comienza a reír por lo que se le acaba de ocurrir.)
Cassandra (Con una mirada fija le corta la risa a Gelasta): ¿Acaso no te parece
hermosa? (El Príncipe asiente.) Eso es lo importante. El amor viene con el tiempo.
(Por Gelasta.) ¡Ahí la tienes a tu tía! Por ser tan neciamente exquisita en sus
elecciones quedó soltera sin desearlo. Y ahora ríe tontamente por cualquier
ocurrencia.
Gelasta (Enfrentando a Cassandra): Al menos tuve pretendientes, en cambio tú, ni
el herrero de la aldea se animo a golpear tus cerrojos.
Cassandra: Pero no río como tonta por todos los rincones.
Gelasta: Tu risa está guardada bajo siete candados.
Cassandra: ¡Al igual que tu cordura!
Gelasta: ¡Al igual que tu castidad!
Dasha: ¡Quieren terminar! (A Aníbal, amorosamente): Muchas veces los nervios,
la ansiedad, nos hace creer cosas que no lo son. Dasha va a preparar una rica
infusión y seguiremos nuestra conversación en el salón. Vamos, ven conmigo,
17
18. tengo que lavarme las manos, vamos, y dejemos a estas “dos señoras” seguir
disfrutando del aire libre.
Escena tres. (Fortaleza. Torre Norte.)
(Yanni aguarda impaciente. Luego aparece Fedora.)
Yanni (Nervioso, expectante):Deseo que nada le impida llegar. Que no la asalte el
arrepentimiento. ¡No, ella vendrá! Sólo una vez faltó a su cita. El día posterior a
que Néstor me hiciera arrestar. Su padre no se movió del salón principal ni por un
segundo. El muy cretino no disimula en nada lo que siente por mí. Cuida a su hija
cómo se vigila una llave que le permitirá acceder al lugar más deseado. Sabe que
yo sé y por eso mismo quiere mantenerme alejado de ella. Tal vez no debí
enfrentarlo como lo hice. Tal vez debería haber manejado mejor la perspicacia, la
sutileza, pero es tanto el odio que él mi inspira que mi mesura se ve desbordada
con su sola presencia. Si pretendo ser Consejero real debo aprender a controlar
mis pulsaciones. Debo cultivar el aplomo. Saber escuchar, saber decir sólo lo justo
y en el momento justo. (Escucha un ruido.) ¿Quién anda por ahí?
Fedora (Aparece.) ¡Soy yo! (Se confunden en un fuerte abrazo y luego, se dan un
corto beso.) ¿Estás seguro que nadie vendrá?
Yanni: Nadie debería venir. No hay orden de vigilancia.
Fedora: No había orden de vigilancia la última vez que nos encontramos, sin
embargo estuvimos dos horas poniendo a prueba nuestra paciencia y nuestro
temor, por culpa de un par de soldados ebrios que reían y hablAbán al pie de la
escalera.
Yanni (Se le acerca dispuesto a besarla): Nada malo puede ocurrir mientras
estemos juntos.
Fedora (Esquivando el beso):No, por favor, no. Quisiera irme rápido. Mi padre no
me quita los ojos de encima. Ahora que logró el compromiso real. No me deja ni
salir sola al jardín. ¿Cuál es el objeto de este encuentro? ¿Hablaste con el
Príncipe como te pedí?
Yanni: Aun no.
Fedora: ¿Pasas todo el santo día con él y todavía no le hablaste de lo nuestro?
Yanni: Créeme que no es necesario. Él dejó en claro que no tiene deseos de
contraer matrimonio contigo.
Fedora: Entonces, ¿Cuál es el objeto de éste encuentro?
Yanni (Le toma las manos y le habla amorosamente):Se avecinan momentos
difíciles. La estrategia que hemos pergeñando con el Príncipe está pronta a
develar grandes misterios. Hay pactos espurios que van a quedar al descubierto.
Pueden rodar cabezas en Nabardía.
Fedora: Si tu objetivo era despertar en mí el miedo, ya has logrado instalarlo en
mis entrañas.
18
19. Yanni: Sólo pido que no dudes de mí. Ocurra lo que ocurra, aunque nuestro plan
fracase, no dudes de mí. Nuestro amor está por encima de todo y de todos.
Fedora: ¡Entonces, vayámonos, huyamos! Tal como lo hemos planeado tantas
veces. Busquemos nuevos horizontes. Como lo habíamos ideado…
Yanni: Nuestro amor no tiene por qué ser un amor oculto. Debemos amarnos a
plena luz y entre nuestra gente. Aquí nacimos y aquí nuestro amor perdurará
limpio y sin culpas. Debes creer en mí, resta muy poco tiempo, la verdad está de
nuestro lado.
Fedora: ¿Qué verdad?
Yanni: El Rey Omar no murió en batalla. Lo asesinaron.
Fedora: ¿Quién sabe esa verdad que fue oculta a los ojos de todo un reino?
Yanni: El Príncipe. Intuimos quienes fueron los asesinos. Los asesinos tuvieron
cómplices aquí dentro, aquí en el reino de Nabardía.
Fedora: ¿Puedo saberlo?
Yanni: No, mi amor. No es conveniente que cargues con semejante historia. Sólo
pido que, ocurra lo que ocurra, ruede la cabeza de quien ruede, ya sea Rey o
Príncipe, Consejero del Rey o Consejero del Príncipe, no dudes de mi amor
verdadero.
Escena cuatro. (Palacio. Aposentos reales.)
(El Príncipe Aníbal y la Reina Irene.)
Irene: ¿Es acaso la muerte de tu padre y nuestra boda apresurada la que te
ocasiona tanta exasperación? No fue sencillo para una triste y desolada Reina
gobernar en soledad. Eran tiempos de paz, una armonía endeble y dudosa, el
espíritu guerrero de tu padre había dejado enemigos por doquier. Los españoles y
los holandeses estaban al acecho cómo buitres. Aquella noche fría y lluviosa de
otoño, el Consejero me habló largamente y…
Aníbal: Madre, ¿nunca la sombra de la duda, sobre la muerte de mi padre, hizo
tambalear tu conciencia?
Irene: ¿Dudar? Durante un largo tiempo, la duda, era la carcelera de mis sueños.
Me despertaba sobresaltada en mitad de la noche con la sensación de que mi
amado esposo estaba de pie, ahí, al costado de ese ventanal. Intentaba volver a
dormir y esa alucinación me obligaba a abrir mis ojos y mirar nuevamente hacia
ese lugar. Estás paredes son testigo mudo de mi sufrimiento. Aun hoy su efigie se
me aparece y nubes de lágrimas cubren inmediatamente su imagen. ¡En este
preciso instante no logro ver claramente tu rostro! Las lágrimas lo desdibujan. Eres
tan semejante a él. Sus mismos ojos, arrogantes, recios, y a la vez de una claridad
que permiten ver la limpieza de tu espíritu.
Aníbal: ¿Amas a mi tío tanto como amaste a mi padre?
Irene: ¡No! A tu padre llegue a amarlo con locura. Mi juicio se resquebrajó cuando
lo perdí.
19
20. Aníbal: ¿Por qué no enviaste por mí?
Irene: Cometí el error de creer que todavía eras un niño. Además, tu aprendizaje,
para tu padre era muy importante. Sobretodo tus clases de dicción.
Aníbal: ¿Sabes algo, Madre?, Omar significa: “de vida larga”…(Pequeña pausa.)
En mi evocación no te recuerdo tan crédula. Nabardía está cubierta de negros
nubarrones, pronto se desatará una violenta tormenta, espero que cuando vuelva
el sol tu ingenuidad se convierta en dolor verdadero. Y que ese dolor te permita
hacer el duelo que no te permitió hacer tu candidez.
Escena cinco. (Palacio. Salón principal.)
(Dasha, Cassandra, Gelasta y luego el Rey Abán.)
Cassandra: No se parece en nada la mirada de Abán Rey a la de Abán el
hermano del Rey. No me gusta en nada. Le transpiran constantemente las manos.
Como si ellas sintieran una gran necesidad de limpiarse.
Dasha: El poder no les calza bien a todos. Muchos lo ansían, pasan largas horas
de sus vidas trazando estrategias que lo lleven a él. La gran mayoría se pierde en
el camino. Sólo unos pocos llegan a sentarse en él, y de esos pocos, tal vez solo
uno se asiente realmente a sus anchas en él. Los demás pasarán días y noches
interminables, agotadoras, llenas de tensión y hasta de miedo, luchando por
permanecer aunque más no sea un breve pero fructífero tiempo sentado en él.
Tratando de demostrar a los demás de que ése es su lugar natural.
Gelasta (Entre risas, a veces alegres, a veces agrias, a veces tristes): Lo natural
hubiera sido que hubiera seguido siendo el hermano del Rey. Cumplía muy bien
ese rol. Su alegría y simpatía lograban esconder su torpeza y falta de inteligencia.
Pobre Abán, siempre queriendo subir de a dos escalones cuando el largo de sus
piernas sólo le permite subir de a uno. Siempre tratando de que los demás vieran
el Abán que el desea ser…
Cassandra: No debería haber aceptado ser Rey. Hoy por hoy, no es ni Rey, ni
esposo, ni tío, ni hermano. Es sólo el caparazón de un hombre. El hombre fue
fagocitado por los roles que se impuso. ¡Esto no va a terminar bien!
Dasha: Cambiemos de tema que se aproxima por el corredor.
Gelasta (Ríe tontamente mirándolo venir):Su sombra lo cubre y lo sostiene desde
sus hombros cansados.
Abán(Sorprendido): No sabía que estaban aquí. Buscaba un sitio donde estar a
solas.
Gelasta: Mis píes ligeros buscarán otro lugar, (ríe cándidamente), los deseos de
un Rey son órdenes.(Juega a irse pero se queda.)
Cassandra: No creo que el aislamiento sea buen consejero para un Rey que se
encuentra abrumado por la soledad.
Dasha: Por qué mejor no te sientas junto a tus hermanas como lo hacíamos en
tiempos lejanos.
20
21. Gelasta(Ríe dulcemente):Cómo cuando venías enojado con tu hermano porque te
hacia sentir que él era el Rey.
Dasha (Comienza a acariciarlo con una pequeña ramita de romero): Querido
hermano, debemos cambiar la energía…
Abán (Quitándose sutilmente la ramita de encima.): No van a ser los poderes de
tus hierbas los que modifiquen la realidad. No se trata de energía. Se trata de una
realidad que agobia, que sofoca. De tener el poder para hacer y deshacer, para
ordenar y ser obedecido, pero no para dar marcha atrás el camino trazado.
Cassandra: ¡Yo tenía razón! ¡Ya me lo decía mi intuición! Veo tus manos
transpirar continuamente y sospecho en ellas acciones que no deberían haberse
hecho.
Gelasta(Ríe insidiosamente): Tal vez el trono quema.
Dasha (Vuelve a acariciarlo con la ramita. Él al comienzo quiere quitársela de
encima y luego la deja hacer): Todos alguna vez hemos realizado alguna mala
acción. El hombre: ¿siempre sabe reconocer una mala acción de una buena
acción? Muchos realizan actos dañinos absolutamente convencidos de que no lo
son. ¿Quiénes pueden juzgar cuál es piadosa y cuál es maléfica?
Cassandra: ¡Los perjudicados!
Gelasta (Ríe alegremente): ¡Los alcanzados por la acción!
Abán: Toda acción provoca una reacción. Hasta en quien la ejecuta. Mi reacción
fue demasiado lenta, pero, llegó. ¡Y cómo! ¡Me tortura día y noche! ¡No me
permite ningún consuelo! ¡Tengo un único deseo!
Cassandra: Me asusta tu mirada.
Dasha (Sin dejar de acariciarlo con la ramita.): ¿Cuál es tu deseo?
Abán: ¡Hundirme en un agujero oscuro dónde nadie me pueda ver, dónde nadie
me pueda encontrar, dónde no pueda oír a nadie, ni ver a nadie, dónde no haya ni
tierra, ni cielo, (se quita suavemente la ramita de encima),ni hierbas medicinales,
ni diablos, ni dioses!
Gelasta (Ríe maliciosamente): ¡Los deseos de un Rey son ley!
Escena seis. (Fortaleza. Torre Norte.)
(Bruno y Aldo.)
Aldo: ¿Para qué me has hecho venir?
Bruno (Temeroso):Tengo dudas de si estaremos haciendo lo correcto. Ocurra lo
que ocurra nunca dejaremos de ser soldados. Un hermano de mi abuelo murió
soldado, un hermano de mi padre murió soldado y…
Aldo (Con seguridad):Estamos encomendados por el Consejero real a las órdenes
del Príncipe y como soldados debemos obedecer a nuestro superior.
Bruno (Lleno de dudas):¿Quién lo dijo? Un día Yanni nos habló y comenzamos a
recibir sus órdenes y las del Príncipe. Noches enteras pasando frío y esperando
un fantasma.
21
22. Aldo: ¿Pasando frío? Si estamos en pleno verano.
Bruno (Dubitativo y muy temeroso):¡Yo, tenía frío! ¡Tengo miedo de que todo
salga mal! El hilo se corta siempre por lo más delgado. Puede correr sangre y no
quisiera que fuera la mía. Nunca estuve en combate. Elegí ser soldado porque
odiaba el yunque y el martillo. No quería ser herrero cómo mi abuelo o cómo mi
padre. ¡Maldigo el día que no elegí ser herrero, hoy muero por descargar con toda
mi furia el martillo contra el yunque!
Aldo (Tratando de tranquilizarlo): ¡No temas! Mañana será un hermoso día de sol.
Vamos hacia el palacio. Tú, a apostarte junto a la puerta, y yo, a lo mío.
Escena siete. (Palacio. Salón Principal.)
(Bruno custodia la puerta principal. El Príncipe Aníbal se encuentra en un rincón y
a su lado está su amigo Yanni. Irrumpen Cassandra seguida por Dasha.)
Dasha (Tratando de calmar a Cassandra.) La infusión de romero le va a ventilar el
cerebro.
Cassandra: ¡Necesitaría algo que le duerma su estúpida cabeza!
Dasha: Gelasta no es ninguna tonta, desde hace algún tiempo y sin motivo
aparente comenzó a reír por todo, la razón no puede dominar los impulsos.
Néstor (Entra presuroso y va directamente al encuentro del Príncipe.) ¿Con qué
autoridad se atrevió a citarnos aquí?
(Fedora sigue a su padre y se queda cerca de Dasha.)
Aníbal(Subestimándolo): Con la autoridad que me dispensa mi investidura.
Yanni (Colocándose entre ambos y enfrentando a Néstor): Suplico que pida
disculpas a su majestad.
Aníbal: No las necesito.
Dasha (A Fedora): Tú debes ser Fedora. (Fedora asiente.) La belleza siempre es
causa de agitación.
Gelasta: Espero no haberme perdido de nada. (Esboza una leve risita que se
corta ante la mirada tajante de Cassandra.) ¿Y mi hermano?
Cassandra: Pronto estará entre nosotros. Te sientas aquí y te callas. (Gelasta se
sienta y esboza una leve risita que la mano de Cassandra en su hombro corta
inmediatamente.)
Aníbal(A Yanni): Fedora está cada día más irresistiblemente hermosa. (Fedora
muere de vergüenza.)
Yanni (A Aníbal y sin perder de vista a Fedora): Tú observación en público la
obliga a sonrojar. No la considero adecuada.
Aníbal: Dejemos que ella nos dé un veredicto. (A Fedora.): ¿Acaso mi apreciación
pudo haber incomodado a la “futura Princesa”?
Fedora: No, simplemente que no creo ser merecedora.
Aníbal(A Yanni): ¿Observas? Este es el momento en que debería seguir
adjetivando acerca de las virtudes de la dama. Pero no, te voy a ceder ése
22
23. privilegio, tú mi mejor amigo y mi Consejero real, luego de esta reunión
controversial y vital, podrás avasallar de adjetivos esplendorosos a la bella Fedora.
(El Rey entra, por primera vez con su daga, seguido por la Reina. Ambos se
sientan en sus tronos. Al Rey se lo ve nervioso, a la Reina, expectante.)
Abán (A Aníbal):Ya estamos todos los citados.
Aníbal: Sí.
Yanni: Perdón mi Príncipe, todavía falta la llegada de Aldo.
Rey: ¿Quién es Aldo?
Yanni: El soldado que se ha convertido en correo del Príncipe. Muy pronto lo
tendremos entre nosotros.
Abán (Se pone de pie.):¡¿Y por qué un Rey debe esperar a un soldado?!
Gelasta (Esboza una sonrisa histérica que es sofocada por la mano de Cassandra
sobre sus hombros.)
Irene: Querido mío, deberías sosegar tu energía.
Yanni: Su majestad, no vemos qué lo puede poner tan nervioso.
Abán (A Aníbal): ¿Puedes hacer callar a tú joven e importuno amigo?
Aníbal: Hasta ahora no dijo nada impertinente y en cuanto a su juventud…
Yanni: Su majestad, le recuerdo que a mi edad el gran Rey Omar ya era Rey y
que mi entrañable padre ya era General.
Aldo (Entrando presuroso con un papiro enrollado y atado con una cinta roja.):
Disculpen mi tardanza. (Inclinándose en una amplia reverencia): Mi Rey, mi Reina,
con vuestro permiso, aquí tengo el tan esperado pergamino. (Se adelanta hacia el
Rey, se inclina levemente y adelanta el pergamino hacia las manos de él.) Mi
majestad… (El Rey, dubitativo, lleva tímidamente su mano hacia el pergamino.)
Yanni (Pasa entre Aldo y el Rey y en una ágil maniobra se apodera del
pergamino. A Aldo): Gracias nuestro fiel Aldo, puedes situarte junto a la puerta.
Néstor (Al Rey): Disculpe mi majestad, este joven se está tomando atribuciones
reales, ¿quién se las ha concedido?
Aníbal: ¡Le ruego que nos haga el favor de mantener su boca cerrada!
Gelasta (Esboza una sonrisa histérica que es sofocada por la mano de Cassandra
sobre sus hombros.)
Fedora: ¿Qué está ocurriendo aquí?
Dasha (La toma por los hombros a Fedora intentando tranquilizarla.): Pronto se
develará el misterio.
Yanni (Ocultando, como puede, su nerviosismo y su miedo):El Príncipe heredero
me confirió la difícil tarea de realizar una exhaustiva investigación cuya conclusión
se encuentra en este pergamino. Mi Rey, mi Reina, mi Príncipe, Consejero real,
señoras de la corte, si me permiten leeré para todos las confesiones que testigos
arrepentidos, traidores de Nabardía, aportaron a mi investigación. (Hace el
ademán de quitar la cinta roja.)
23
24. Aníbal(A Yanni, con autoridad): ¡Sabes de memoria lo que está escrito en él! ¡Dilo
con tus propias palabras!
Abán (Poniéndose de pie y llevando su mano a la daga.):¡No pienso seguir
participando de está tonta y mal escrita patraña teatral!
Gelasta (Ríe histéricamente)
Cassandra (A Gelasta, de muy mal modo):¡Te ordeno que te calles!
Abán (Al Príncipe): ¿¡Esto es lo que aprendiste del afamado Williams
Shakespeare!? ¡Está ridícula farsa es lo que ensayaban a diario! (A Yanni): ¡Le
ordeno que se retire de mí palacio y considérese desterrado del Reino de
Nabardía a partir de éste preciso momento!
Aníbal(A Yanni): ¡Dilo!
Néstor (A Yanni): Ya escuchó la orden del Rey: ¡fuera de aquí! ¡Soldados, a él!
(Bruno duda, se adelanta un pequeño paso, Aldo lo detiene y lo vuelve a su sitio.)
Irene (Sobreponiéndose a la histeria generalizada.) ¡Ruego calma! ¡Por favor,
debemos calmarnos! (Al Rey): Tú, a ocupar tu lugar en el trono. (A Néstor): No
agregue nerviosismo cuando debería traer calma. (A Yanni): Di lo que tengas que
decir, pero, ten presente que si los fundamentos no son legítimos, mañana mismo
deberás abandonar Nabardía. ¡Vamos, dilo!
Yanni (Observa primero al Príncipe, éste observa a Bruno y Aldo, Los soldados
llevan sus manos a sus dagas.) El Rey Omar no murió accidentalmente, su muerte
fue planificada.
(Se produce un breve y tenso silencio, todas las miradas se entrecruzan.)
Abán (Se pone de pie y lleva su mano a su daga.) ¡Qué desfachatez es esta!
Irene (A Abán):Te ruego que te sientes.
Yanni: El actual Rey Abán sugestionado por el Consejero real, (Néstor, ante la
mirada de Fedora se va aproximando hacia la puerta, los soldados le impiden la
salida), se asoció a Mauricio de Holanda para asesinar al Rey Omar.
Abán (Se pone de pie e intenta sacar su daga.) ¡Suficiente, suficiente, no toleraré
seguir escuchando semejantes falsedades!
Irene (En el intento por impedir que el Rey saque la daga, con el filo de la misma
se corta un poco su mano.) ¡No comprendo por qué te inquietan tanto las
mentiras!
Aníbal(Enfrentando al Rey): ¡La vida de mi padre por una isla!
(El Rey termina de sacar totalmente su daga, la Reina intenta oponerse, el Rey de
un empellón la arroja al suelo. Aníbal desgarra su propia ropa y le entrega el
pecho libre a la daga amenazadora del Rey. Bruno va hacia la Reina para
auxiliarla. Dasha también va hacia ella. Gelasta ríe histéricamente. Cassandra
trata de callarla. Aldo va hacia dónde se encuentra el Príncipe para trata de
protegerlo. Néstor, ante la mirada desconsolada de Fedora, encuentra la puerta
libre y huye.)
24
25. Yanni (Con voz segura y firme):¡La vida del gran Rey Omar por la pequeña y
deshabitada Isla Alena!
Abán (Mantiene su daga apuntando el corazón del Príncipe y luego ante la mirada
acusadora de todos, deja caer su daga al suelo.) Néstor… (Busca con su mirada.)
Néstor… (Al no encontrarlo, grita desgarradoramente.) ¡¡Néstor!! ¡¿Dónde está mi
fiel y sabio consejero?!
Fedora (Sin lograr contener sus lágrimas.) Para mi vergüenza, huyó…
Yanni (Va hacia Fedora y la abraza fuertemente. En el abrazo deja caer,
involuntariamente, el pergamino al piso.) Por mucho tiempo seguimos viendo su
coraza calma, sabia y pura, pero, la codicia le iba carcomiendo vorazmente su
interior.
(Bruno y Aldo se acercan al Rey, esperando órdenes del Príncipe.)
Abán (Se deja caer en el piso.) ¡Perdón, perdón, no tengo palabras para mostrar
mi arrepentimiento!
Gelasta (Encuentra el pergamino en el piso, incrédula ella, le quita la cinta y lo
expande, al ver que en él no hay nada escrito, su rostro se contrae, ya no ríe, lo
observa en blanco y luego se lo alcanza a Cassandra, quien lo mira sin
comprender.)
Abán (Se confiesa, lleno de culpa y dolor.) Su trato afectuoso y sincero me
humillaba; sus abrazos vigorosos ponían de manifiesto mis debilidades; su valor y
su nobleza me recordaban a diario mis miedos y vilezas. Él tenía todo lo que yo
amaba, todo lo que yo deseaba, hasta la mujer que amé desde que la vi por vez
primera. (Se quita la corona y la deja sobre el trono.) ¡Nunca debió decorar mi
cabeza!(A Aníbal): ¿Podría rogarte algo?
(Bruno y Aldo ya están a los costados de Abán esperando órdenes del Príncipe.
Aníbal va hacia su madre, que ayudada por Dasha tomó asiento en su trono. La
Reina Irene, mientras envuelve su mano herida en un pañuelo, da su
consentimiento, acompañándolo con un gesto.)
Aníbal (Tajante.) Sí.
Abán: No creo ser merecedor a la humillación del destierro, un acto tan vil merece
la muerte.
Escena ocho. (Casa de Néstor. Salón Principal.)
(Cora y Yanni.)
Cora (De mejor humor, algo más radiante, cómo si se hubiera sacada un gran
peso de encima):Cuándo niña se pasaba horas contemplándolo. Él, tomaba
pesados libros y les quitaba el polvo, Abanicándolos suavemente con un retazo de
lienzo que luego guardaba celosamente. Luego elegía uno de ellos y se sentaba
debajo del árbol más frondoso de nuestro jardín y lo leía detenidamente. Fedora,
escondida detrás de unos arbustos, lo espiaba embelesada. Hasta ayer mismo su
25
26. admiración no sabía de límites. De la admiración a la vergüenza, luego de un
tiempo, el sentimiento que domine será el odio.
Yanni (Con culpa y temor):Todo lo pensé, todo, salvo su reacción. Intenté
persuadirla.
Cora (Maternalmente):El tiempo sana lo que tiene sanación. Yo tampoco supe
disuadirla a cerca de su padre. En Néstor, yo había encontrado contentamiento,
debajo de su aparente consternación ante la muerte del Rey Omar. Intuía que
nada era como nos querían hacer ver. Pero, no tuve tu habilidad para buscar las
pruebas, ni tu valentía para enfrentarme a un Rey impostor ni a un súbdito traidor.
Yanni: ¿Usted cree que Fedora podrá concederme su perdón?
Cora: Ella en este instante se pregunta: ¿podrá Yanni darme su perdón? (Trata de
tranquilizarlo): Prometo que esta noche yo misma la llevaré al palacio. Luego de
tres largos años volveré a ingresar al salón principal del palacio real. Y ella vendrá
conmigo. Diariamente haré mis mejores esfuerzos, para que ni la vergüenza ni el
odio, la distraigan del amor que siente por ti.
Escena nueve.(Palacio. Salón principal.)
(Salvo el Príncipe Aníbal y por supuesto: Abán y Néstor, todos los personajes,
incluidos Cora y Fedora, dan la espalda al público y forman un semicírculo que no
permite ver el centro del mismo)
Aníbal(Oculto a la vista del público): Ser o no ser, esa es la cuestión, si es más
noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la áspera fortuna o armarse
contra un mar de adversidades y darles fin en el encuentro.(El círculo de
personajes se abre, se despliega y ahora permite que el público vea al Príncipe en
el centro de la escena. La mirada del Príncipe se posa, texto a texto,
parsimoniosamente, en cada uno de los personajes):¿Morir?¿Dormir?¿Soñar?
¡Soñar! ¡Sí, soñar! Soñar despierto. Apoderarse del sueño. Habitarlo vorazmente.
Sitiarlo, hostigarlo. Desentrañando sus laberintos, sus caminos sin salidas.
Transitando con pies ensangrentados sobre piedras puntiagudas, calado hasta los
huesos por tormentas veraniegas, enceguecido por las luces con sus sombras.
¡Hasta cercarlo!, y tenerlo ahí nomás.(Se observa la palma, bien abierta, de su
mano derecha.)¡En la palma de la mano!(Cierra el puño, se lo queda mirando por
unos segundos, y luego, dirigiendo su mirada y sus textos al público):Y con
obstinación, con mucha obstinación, anidaren él y convertirlo en realidad.
26
Apagón.