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“CON CIERTO DESCONCIERTO”
                                   (“Nunca se está solo”)
                          Pequeño drama macabramente absurdo
                                     De Daniel Dagna


ESPACIO ESCENICO:
Un living comedor con kitchenette y con características de un estudio fotográfico.
Sobre el lateral izquierdo la puerta de calle y a su costado una biblioteca cargada
de libros apilados sin criterio.
En la pared de la derecha, la puerta que conduce a la habitación de Bruno y una
pequeña ventana que da al pulmón del edificio. Entre la puerta y la ventana, la
puerta de un pequeño placard.
A foro y en el rincón izquierdo, la kitchenette, y en el rincón derecho la puerta que
conduce al baño. A continuación de la kitchenette pende una tela lisa de color lila
suave. Otras telas de varios colores están enrolladas en la parte superior de la que
está extendida. A continuación, fijadas con alfileres de varios colores, ocho
ampliaciones fotográficas de mujeres en poses eróticas. Todas las fotos son en
blanco y negro. Sujeto por un clavo y un poco más alto que las fotografías,
encontramos un almanaque publicitario. Es un almanaque de cartón y con talones.
En el talón que está a la vista de los espectadores y que es de fondo blanco, se
visualiza un enorme número doce en color negro. En el mismo color y debajo del
número, una pequeña impresión donde figura el mes. Esta impresión no es
inteligible a los ojos de los espectadores.
En el piso y en el rincón que produce la pared del foro con el lateral derecho,
encontramos el aparato telefónico sobre una agenda.
Casi al centro de la escena y apuntando hacia la tela lisa, encontramos un par de
flashes de estudio, con sus pies correspondientes y paraguas; y un trípode que
sostiene una cámara fotográfica, completan el pequeño y casero estudio.
Además el espacio escénico tiene: dos sillas de distintos materiales y estilos, un
televisor pequeño sobre una cajonera baja de madera y una caja de cartón grande
y cuadrada que es utiliza como mesa.


Con cierto desconcierto                                                         Página 1
PERSONAJES:
BRUNO MORGEN: es un pequeño hombrecito, de baja estatura, casi calvo y de
orejas grandes. Tiene un tenue acento provinciano al hablar. Habitualmente viste
con camisa blanca arremangada, corbata azul con pintas blanquecinas, pantalón
gris oscuro y campera negra con solapa de símil cabrito negro.
LUCIA: tiene veintidós años. Es bonita, rubia, delgada, pálida. Su vestuario es
provocativo y sugerente. Tiene una notoria (enrojecida) marca en el cuello.
MARIA: tiene veintidós años. Es bonita, morena, delgada, pálida. Su vestuario es
excesivamente erótico. Tiene una notoria (enrojecida) marca en el cuello.
SOFIA MORGEN: hermana de Bruno. Mujer de alrededor de cuarenta años, es
bajita, está algo excedida de peso y muy demacrada. Sufre de trastornos mentales
crónicos. Por momentos tiene temblores, dificultades al hablar y confusiones. Es
correntina y con mucho acento (tonada).
SOFIA: tiene veintidós años. Es bonita, pelirroja, delgada. Una modelo. Su
vestimenta es muy insinuante y el maquillaje muy provocativo.


LA ACCIÓN:
                La oscuridad más absoluta envuelve el lugar.
                Imprevistamente irrumpen la negrura del espacio, los sonidos de un
                violín afinando, al que se le acoplan: primero un oboe y luego una
                flauta dulce. A los pocos segundos son decenas los instrumentos
                afinando con sonidos inconexos. Todos los instrumentos musicales
                de una orquesta sinfónica se aprestan para comenzar un concierto.
                Luego de unos minutos, los incesantes y firmes golpes de una batuta
                sobre un atril de madera toman protagonismo sobre el resto de los
                instrumentos, y paulatinamente los sonidos van desapareciendo
                hasta que se produce bruscamente el silencio total.
                La luz de una lamparita incandescente que pende de un cable en el
                centro del espacio escénico rompe la oscuridad.




Con cierto desconcierto                                                        Página 2
Son las seis y media de la tarde de un día gris de invierno.
                Bruno está comiendo sobre una caja grande de cartón que es
                utilizada como mesa. Come glotonamente. Repentinamente deja de
                hacerlo. Su rostro se transfigura por un instante y refleja algo de
                preocupación. Luego se toca significativamente las mandíbulas, se
                pone de pie presurosamente y va hacia la pileta de la kitchenette.
                Tiene fuertes arcadas e intenta vomitar sin resultado positivo.
BRUNO: (enojado consigo mismo): ¡Mierda! ¡No aprendo más!
                Se enjuaga el rostro con agua fría y se seca con un repasador. Con
                el repasador en la mano vuelve hacia la caja de cartón.
BRUNO: (eructa casi sin ruido y tapándose la boca): ¡Basta de basura!
                Recoge el plato y tira su contenido. Se vuelve a tapar la boca y
                eructa nuevamente. Regresa hacia la caja de cartón. Se sienta y se
                seca el rostro con el repasador. Luego toma el teléfono y disca un
                número.
BRUNO: (amablemente, al teléfono): ¡Hola! (…) Sí, buenas tardes. (…) Me puede
pasar con el jefe de personal. (…) No, no se puede haber retirado, recién son las
seis y media. (…) Morgen. Bruno Morgen. (…) Sí, el mismo. (…) Está bien, espero
en línea.
                Mientras espera tiene nuevamente nauseas. Se tapa la boca con el
                repasador y va hacia la pileta. El cable del teléfono se estira hasta
                más no poder. La sensación desaparece en el preciso instante en
                que es atendido.
BRUNO: (intenta ser amable a pesar de sus circunstancias): ¡Hola! Señor… (…)
Perdón. Está bien, espero en línea…
                Vuelve a sentarse. Se pasa el repasador por el rostro. Esta acción la
                reiterará en varias oportunidades durante la conversación telefónica.
BRUNO: (muy amable): ¡Señor Robles!, buenas tardes, ¿cómo está usted? (…)
Morgen, Bruno Morgen. (…) Sí, el mismo. Lo molestaba para recordarle lo de
mañana. (…) Bueno, es que mañana… (…) No, lamentablemente no voy a poder
ir. (…) Hace casi una semana que le pedí el día. (…) Es muy importante para mí.


Con cierto desconcierto                                                           Página 3
(…) Sí, ésa es la razón. Tenemos que trasladarla a un geriátrico. (…) No, tengo
que hacerlo yo. (…) Sí, tengo una hermana. (…) Pero, ella… (…) No, ella no
puede hacerlo. Está internada. (…) No, trastornos mentales crónicos. (…) Usted
me había dicho que Rondó podía suplantarme. (…) Sí, yo ya hablé con él. (…) Sí,
no, no tiene problemas… (…) Bueno, muy bien, gracias. (…) Sí, por supuesto,
nunca falto a mis obligaciones, ya estoy saliendo para allá. Qué tenga buenas
tardes y gracias. (…) Gracias. Buenas tardes. (Corta.)
                Se pasa el repasador por el rostro. Breve pausa. Respira profundo.
BRUNO: (Masticando su bronca): Encima hay que darle las gracias.
                Escucha un ruido, mira hacia todos lados, se pone de pie y va hacia
                el placard, se queda de pie ante la puerta y luego, rápidamente, la
                abre. No encuentra nada extraño en él y lo vuelve a cerrar. Vuelve a
                su improvisada mesa y recoge el resto de los utensilios. Luego lleva
                todo hacia la kitchenette.
BRUNO: Si no fuera porque no me da ganas de cuidarlo tendría un gato. Debe
haber una rata. Hace tiempo que escucho ése ruidito. Son patitas rascando la
madera o dientes mordiéndola.
                Emula el ruidito de una rata y luego hace silencio, poniendo atención
                para percibir el más mínimo sonido. Escucha un nuevo sonido y sale
                corriendo hacia el baño y abre el placard del baño. No encuentra
                nada extraño y regresa a la kitchenette a lavar los utensilios.
BRUNO: ¿habrá más de una?No. No creo. A lo mejor es una sola y pasa por
algún conducto que hay debajo del piso. En estos departamentos antiguos nunca
se sabe que hay debajo de los pisos.
                Bruno termino de lavar todo. Deshace las dobladuras de las mangas
                de la camisa y luego se pone la campera.
BRUNO: Sale más barato comprar una par de tramperas y un pedazo de queso.
¡El pis del gato es insoportable! ¡Y cuando entran en celo gritan como marranos!
                Apaga la luz y sale.


                La noche gris tiñe de penumbras y sombras la habitación.


Con cierto desconcierto                                                           Página 4
Se escuchan los sonidos característicos de una casa: una canilla
                goteando; el tic tac de un reloj despertador; el encendido y apagado
                de una vieja heladera, etc. Todos estos sonidos suenan aumentados
                en su volumen, ritmo y sonoridad.
                Una extraña luz, que proviene desde adentro de un placard y que va
                expandiéndose en la medida en que la puerta se va abriendo, ilumina
                el lugar.
                Una joven camina por el espacio y se pierde en el baño. El baño está
                a oscuras.
LUCIA: (ante la puerta del placard, sin tocar la puerta): Es hora de salir. (Insiste,
sin tocar la puerta): ¡Vamos! No tenemos mucho tiempo.
                Otra luz extraña, diferente a la que ilumina el living, comienza a
                iluminar el baño, en la medida en que la puerta del placard se va
                abriendo. Gracias a esta iluminación se logra ver a Lucía en el baño.
MARIA: (sin salir del baño.) Dame unos minutos que me siento un rato en el
inodoro.
LUCIA: (preocupada): ¿Sentarte?
MARIA: (desde el baño): Es una manera de decir.
LUCIA: (regresando al living.) ¡Ah, bueno…! Por eso te llamé media hora antes, ya
me conozco de memoria todos tus rituales. Yo voy a aprovechar para hacer los
míos.
                Sin encender el televisor y quedándose de pie delante de él.
MARIA: (aún oculta en el baño y riéndose): Tratá de manejarte con un volumen
normal. No tenemos que despertar sospechas.
LUCIA: (parada frente al televisor y burlándose de María): Vos no tirés la cadena.
MARIA: nunca lo hago.
LUCIA: no estoy diciendo que lo haces.
MARIA: entonces porqué lo decís.
LUCIA: para que no lo hagas.
MARÍA: (entra al living.) Si nunca lo hago no veo la razón de porqué decirlo.




Con cierto desconcierto                                                         Página 5
LUCIA: una nunca hace algo hasta que en un determinado momento, vaya una a
saber por qué extraña razón, comienza a hacerlo.
                María se para también frente al televisor.
MARIA: (burlonamente): ¿siempre tenés que mirar las noticias?
LUCIA: (siguiéndole el juego): nunca encontré algo más estimulante.
                Lucía y María hablan como si el televisor estuviera verdaderamente
                encendido.
MARIA: pero, ¿por qué ése canal? Son demasiado sanguinarios.
LUCIA: estimula mi imaginación.
MARIA: a mí ése tipo de estimulo no me deja dormir.
LUCIA: y quién necesita dormir.
MARIA: es una manera de decir. Costumbres que a una le quedan.
LUCIA: (preocupada y abandonando el juego): ¡hay!, si pudiera encender el
televisor. Podría encontrar una noticia que nos sirviera.
MARIA: sigamos con el plan que teníamos, ya avanzamos un montón...
LUCIA: ¿qué plan?
MARIA: dormirlo y eso…
LUCIA: ¿cómo? No, no sirve. ¿Con qué? ¡No, no sirve! Debería recordar alguna
noticia. ¡Algún caso! Algo que estimulara mi pobre imaginación y así encontrar una
buena idea.
MARIA: gracias a tú imaginación ya armamos y desarmamos un montón de
planes.
LUCIA: con el correr de los días nos fuimos dando cuenta que no cerraban. Cómo
pasa con esta última: ¡Dormirlo!, ¡dormirlo! ¿Pero cómo?, ¿con qué?, ¿¡cómo
mierda lo dormimos!?
MARIA: (se pone de pie y camina un poco por el lugar.) ¡Ya te pusiste nerviosa!
Yo ya me aburrí. Con vos siempre pasa igual.
LUCIA: si durante el año en que estuve sola se me hubiera ocurrido algo…
MARIA: te hubieras perdido de mi compañía y de mi imaginación.
LUCIA: vos imaginativamente no aportás gran cosa.




Con cierto desconcierto                                                    Página 6
MARIA: es cierto. No soy muy imaginativa. ¡Es cierto! ¡Pero soy bien realista! Y la
realidad me da cosas concretas, seguras. Y de algo estoy absolutamente
segura…
LUCIA: ¿de qué?
MARIA: de qué hoy es 12 y de que mañana será 13.
LUCIA: ¿cómo sabés que hoy es 12?
MARIA: (señalándole el almanaque): lo dice ése almanaque. ¡Y cómo si fuera
poco él se pidió el día! ¡Lo escuchamos claramente!
LUCIA: (mirando detenidamente el almanaque): ¡Tenés razón! Ahí dice.
(Comienza a pasearse nerviosa por el living.) ¡Hoy es 12! (Muy nerviosa): ¡Se
pidió el día! ¡Se pidió el día! ¿Servirá? ¡No! ¡No! ¡No estoy segura! ¡No puede
servir! ¿Cómo lo hacemos? ¡No estoy segura!
MARIA: (la mira pasearse alrededor de la mesa.) Si no te tranquilizás…
                Lucía no deja de caminar nerviosamente alrededor de la mesa, María
                comienza a seguirla.
LUCIA: llevamos un año reuniéndonos noche tras noche y nunca se nos ocurrió
nada.
MARIA: no es cierto.
LUCIA: ¡lo único cierto es que el plan no sirve!
MARIA: ¡tranquilizate!
LUCIA: ¡No estoy segura! ¡¿Cómo podemos dormir a alguien sin poder tocarlo?!
MARIA: le damos un somnífero… se lo ponemos en el vino…
LUCIA: (sin escucharla): ¡Mi imaginación no trabaja bajo presión! ¡No se me
ocurre nada! ¡Bajo presión no puedo crear!
                María detiene de un brazo a Lucía.
MARIA: ¡basta! ¡Sentémonos y pensemos!
                Ambas se sientan si apoyarse en las sillas.
LUCIA: (se sienta bajo presión.) ¡No puedo pensar! ¡No puedo pensar!
MARIA: ¿si le damos un somnífero?
LUCIA: ¡de dónde lo sacamos! ¡Cómo se lo damos! ¡Dejá de decir estupideces!
MARIA: yo decía…


Con cierto desconcierto                                                     Página 7
LUCIA: ¡callate, si seguís hablando nada se me va a ocurrir! ¡Nada se va a ocurrir!
¡Y el plan que tenemos está condenado al fracaso! ¡Pronto seremos tres!
                Lucía se pone rápidamente de pie y sin que María logre reaccionar
                se mete en el placard. Al cerrarlo la extraña luz desaparece. El
                espacio queda solamente iluminado por la luz que proviene del baño.
LUCIA: (desde adentro): ¡¡Odio la presión!!
                Al reaccionar tarde, María se queda parada ante la puerta del
                placard. No toca la puerta, no intenta abrirla, sólo se queda de pie
                ante ella.
MARIA: ¡no seas chiquilina! No perdamos el tiempo. No debemos. De día no
podemos armar ningún plan. Tenemos miedo a exponernos cuando él duerme.
Aprovechemos ahora. Cuando él está trabajando toda la casa es para nosotras.
LUCIA: (desde adentro del placard): Si me sacás presión salgo.
MARIA: y, ¿cómo?
LUCIA: ayudame a pensar un plan mejor.
MARIA: ¡está bien! Pensemos juntas. Tenemos toda la noche.
LUCIA: (desde off): pero promete que vas a pensar. Que no vas a decir lo primero
que se te ocurra.
MARIA: ¡está bien! ¡Prometido!
                Lucía sale del placard y lo deja abierto. Vuelve la luz que sale de él y
                que se esparce por el espacio.
LUCIA: tenemos hasta las ocho de la mañana. Algo se nos va a ocurrir.
MARIA: ¿por dónde empezamos?
LUCIA: miremos el lugar. Busquemos elementos que nos sirvan. Que nos ayuden.
MARIA: (dudando): ¿Podemos tocar?
LUCIA: (muy sorprendida): ¿Eh?
MARIA: tocar…
LUCIA: nunca lo intentamos…
MARIA: ¿por?
LUCIA: no sé. Nunca necesitamos tocar nada para usarlo.
MARIA: qué cosa, durante un año no se me ocurrió tocar nada.


Con cierto desconcierto                                                          Página 8
LUCIA: tocamos.
MARIA: ¿qué tocamos?
LUCIA: yo la puerta del placard…
MARIA: yo la puerta del placard…
MARÍA: entonces podemos tocar cualquier cosa.
LUCIA: yo creo que sí.
MARIA: ¿podremos?
LUCIA: intentemos.
                María mira la caja de cartón y va hacia ella. Se queda de pie,
                mirándola. Luego mira a Lucía. Lucía le devuelve la mirada. María
                extiende temerosamente su mano y la apoya sobre la caja.
LUCIA: (con mucha curiosidad): ¿y?
MARIA: (intrigante): y, ¿qué?
LUCIA: ¿qué pasó?
MARIA: nada.
LUCIA: ¿cómo nada?
MARIA: nada, nada de nada.
LUCIA: ¿no sentiste nada?
MARIA: cómo si no hubiera tocado nada.
                Lucía va hacia la caja y se para ante ella.
LUCIA: ¿me estás jodiendo?
MARIA: tocá y te vas a dar cuenta.
                Lucía lleva lentamente su mano hacia la caja y luego se arrepiente.
LUCIA: algo te debe haber pasado y lo disimulaste.
MARIA: al final sos más cagona que yo. (Sin dudarlo vuelve a poner su mano
sobre la caja.) ¿Ves? ¿Ves que no me pasa nada? ¿Crees que soy actriz? ¿Qué
puede hacerte creer que no me pasa nada cuando algo me está pasando? (Le
toma la mano a Lucía y se la apoya sobre la caja.) ¿Ves que no pasa nada? ¿Qué
no se siente nada?
LUCIA: (muy sorprendida): ¡Es cierto! No siento nada, es como si no tocara nada,
(toca insistentemente): toco y no toco, toco y no toco, toco y no toco. No siento


Con cierto desconcierto                                                       Página 9
nada. Absolutamente nada. Por eso nunca registramos que tocábamos las puertas
de los placares.
MARIA: ¿podemos tocar todo lo que queramos?
LUCIA: sin desordenar.
                Lucia y María, casi como dos niñas, comienzan a recorrer el lugar
                tocándolo todo. Tocan y no tocan, tocan y no tocan, tocan y no tocan.
                María tocando la pared que tiene las fotografías, sin querer, quita un
                alfiler que sostiene una de ellas, ésta vuela y cae al piso en el centro
                de la escena. Las dos mujeres quedan paralizadas, mirando la
                fotografía.
                Lucía se inclina sobre la fotografía y con mano temblorosa la toma.
LUCIA: (mirando al dorso): Está escrita…
MARIA: ¿qué dice?
LUCIA: algo muy raro…
MARIA: (insistente): ¿Qué dice?
LUCIA: (leyendo): Manuela guión veintidós guión Rosario guión trece guión ocho
guión cero ocho
MARIA: ¿qué quiere decir?
                Las dos miran el resto de las fotografías.
LUCIA: ¿estarán todas escritas?
MARIA: hay una sola manera de saberlo.
                María va hacia la pared y saca una cualquiera.
MARIA: (leyendo en el dorso): Betiana guión veintidós guión Corrientes guión
trece guión ocho guión cero cuatro…
                María comienza a despegar de una en una todas las fotografías y se
                las va alcanzando a Lucía.
LUCIA: (leyendo al dorso): Marcela guión veintidós guión Rosario guión trece
guión ocho guión cero siete…
LUCIA: (leyendo al dorso y sin mirar la fotografía): María guión veintidós guión
Buenos Aires guión trece guión ocho guión diez… (Mirando la fotografía): Sos vos.




Con cierto desconcierto                                                        Página 10
MARIA: (acercándose a Lucía y tomando la fotografía en su mano): soy yo. Hace
un año…
LUCIA: cada foto tiene el nombre, la ciudad, la fecha…
                Ambas mujeres miran el almanaque. Se produce una pausa breve.
MARIA: ¿y el veintidós?
LUCIA: ¿qué cosa?
MARIA: después del nombre está el veintidós…
LUCIA: ¡la edad!
MARIA: (sacando otra fotografía y leyendo al dorso): Giuliana guión “veintidós”
guión Corrientes guión trece guión ocho guión cero tres.
LUCIA: (sacó una y leyendo al dorso): Lucía… (Dando vuelta la fotografía): ¡Esta
soy yo! (Leyendo al dorso): Buenos Aires 13 de agosto del 2009. Todas tienen la
fecha y el lugar.
MARIA: (leyendo al dorso): Micaela veintidós años Rosario 13 de agosto del 2006.
LUCIA: (quitando y leyendo el dorso de la última fotografía): Ana veintidós años
Corrientes 13 de agosto del 2005.
                Lucía y María con las fotografías en sus manos van hacia la caja de
                cartón y las dejan sobre ella.
LUCIA: ¿nos sentamos?
MARIA: Probemos.
                Ambas se sientan al mismo tiempo y alrededor de la caja.
MARIA: ¿estás cómoda?
LUCIA: no sé. Da igual. Sentada o de pie, da lo mismo. No siento nada especial.
Es como tocar y no tocar.
                Se paran al mismo tiempo y se vuelven a sentar al mismo tiempo,
                acción que hacen repetidamente.
AMBAS: ¡no hay diferencia! ¡Es igual! ¡Parada o sentada da lo mismo! ¡No
encuentro diferencia! ¡Es igual! ¡Es lo mismo! ¡No hay diferencia!
                Se paran al mismo tiempo y se vuelven a sentar al mismo tiempo,
                acción que hacen repetidamente. En un momento pierden el ritmo y
                al final queda una sentada y la otra parada.


Con cierto desconcierto                                                    Página 11
LUCIA: (sentada.) ¿Preferís estar parada?
MARIA: (parada.) Me da lo mismo.
                María se sienta en el momento en que Lucía se para. Y así
                comienzan a sentarse y pararse hasta que vuelven a perder el ritmo
                y quedan las dos de pie.
LUCIA: entonces, las dos paradas.
MARIA: entonces, las dos paradas.
LUCIA: entonces, las dos paradas.
MARIA: entonces, las dos paradas.
                Lucía y María se miran. En silencio cuentan hasta tres y logran
                sentarse al mismo tiempo. Breve pausa. Descansan.
LUCIA: ¿las ordenamos?
MARIA: por fechas.
LUCIA: ¿por fechas? Son todas iguales.
MARIA: por edad…
LUCIA: ¿sos tonta?
MARIA: ¡por año!
LUCIA: ¡por año!
MARIA: vos pedime el año que querés.
LUCIA: vamos de atrás para adelante.
MARIA: (triste): no quiero ser última…
LUCIA: (para levantarle el ánimo): de adelante para atrás…
MARIA: (contenta): ¡Bien!
                María tiene las fotos en la mano como si fueran cartas y estuviera
                jugando al chinchón.A cada pedido de Lucía buscará con la mirada la
                foto que ella le pide.
LUCIA: 2010.
MARIA: (dándole la fotografía): Yo.
LUCIA: 2009.
MARIA: (dándole la fotografía): Vos.
LUCIA: 2008.


Con cierto desconcierto                                                    Página 12
MARIA: (dándole la fotografía): Manuela.
LUCIA: 2007.
MARIA: (dándole la fotografía). Marcela.
LUCIA: 2006.
MARIA: (dándole la fotografía): Micaela.
LUCIA: 2005.
MARIA: (dándole la fotografía): Ana.
LUCIA: 2004.
MARIA: (dándole la fotografía): Betiana.
LUCIA: 2003.
MARIA: (dándole la fotografía): Giuliana.
                Lucía hizo tres pilas, separando las fotografías por ciudad. Luego
                analiza cada pila. Mira detenidamente cada foto y cada pila.
LUCIA: Primero fue en Corrientes: Giuliana, Betiana y Ana…
MARIA: los nombres se parecen.
LUCIA: después en Rosario: Micaela, Marcela y Manuela…
MARIA: los nombres se parecen.
LUCIA: (sorprendida): ¡es cierto!, siempre tienen la misma asonancia, la misma
cadencia… Después en Buenos Aires: Lucía y María…
MARIA: y Estefanía.
LUCIA: o Sofía.
MARIA: o Dalía.
LUCIA: es Dalia.
MARIA: ¿Dalia? ¡Ah! ¿Qué otro termina con “ia” y con acento en la “i”?
                Lucía se distrae por unos instantes mirando atentamente las
                fotografías.
LUCIA: ¡él sabrá! Debe tener un libro con nombres de mujeres.
                María se pone de pie y busca meticulosamente el libro.
MARIA: ¿dónde lo tendrá guardado?
LUCIA: el nombre no es importante.
MARIA: sí que lo es.


Con cierto desconcierto                                                        Página 13
LUCIA: ¿qué ganamos con saber el nombre?
MARIA: la llamamos por teléfono.
LUCIA: ¿tenés idea de cuántas mujeres hay con el mismo nombre?
MARIA: las llamamos a todas, tiempo es el que nos sobra, y la factura de teléfono
la paga él. Es bueno que alguna vez pague algo.
LUCIA: (sin dejar de mirar las fotografías.) Tiene que haber otra pista. ¡Tengo que
encontrarla!
MARIA: (sin dejar de buscar el libro.) Puede haber muchas con el mismo nombre,
algunas con veintidós años, pero una sola es la que tiene una cita en este
departamento y el día de mañana.
LUCIA: (alegremente sorprendida por el hallazgo): ¡La primera es rubia!, ¡la
segunda: morocha y la tercera: pelirroja!
MARIA: ¿qué cosa?
LUCIA: Tanto en Corrientes como en Rosario, una rubia (señalándose a sí
misma), una morocha (señalándola a María) y una pelirroja.
MARIA: ¿la sin nombre es pelirroja?
LUCIA: la sin nombre tiene veintidós años y es pelirroja.
MARIA: (acentuando la búsqueda): Tenemos que encontrar el nombre. Debe
haber muchas con el mismo nombre. Pero muy pocas que sean pelirrojas y que
tengan veintidós años, y una sola que mañana tiene una cita en ésta dirección.
                Ambas buscan afanosamente el libro. Desordenan todo el espacio.
                Un largo silencio en el que solamente se escuchan los sonidos de
                cosas que caen al piso o que son corridas de lugar por las mujeres.
LUCIA: (feliz por haber encontrado otra pista): ¡Cinco letras!
MARIA: (sin entender): ¿Qué cosa?
LUCIA: el nombre, tiene cinco letras: María, Lucía y…
MARIA: (muy contenta): ¡Sofía!
LUCIA: (sin comprender): ¿Sofía? Yo ya lo había dicho…
MARIA: (orgullosa de haber encontrado ella el nombre): ¡Sí! ¡Se tiene que llamar
Sofía!
LUCIA: (señalando a María): ¡María!


Con cierto desconcierto                                                      Página 14
MARIA: (señalando a Lucía): ¡Lucía!
AMBAS: ¡Y Sofía la pelirroja!
                María comienza a revolver nuevamente el espacio.
LUCIA: ¡ahora no es necesario encontrar el libro! No creo que haya muchos
nombres de mujer que terminen en “ia”, con acento en la “i” y que tenga “cinco
letras”.
MARIA: (muy entusiasmada): ¡Estoy buscando la guía!
                Lucía mira a su alrededor, su mirada se cruza con el aparato
                telefónico que está apoyado sobre la guía.
LUCIA: ¡está debajo del teléfono!
                María deja todo y rápidamente se dirige hacia el aparato telefónico.
                Saca la guía y comienza a buscar.
MARÍA: (revuelve las hojas con mucha exaltación.) ¿Empiezo por Sofía?
LUCIA: ¡no!, por la letra “A”, por el apellido…
MARIA: (leyendo): Por el apellido, por la A, Ab, Aba, Abad, ¡empiezo por ésta!
LUCIA: (entusiasmada): ¡Encontramos un plan! ¡El mejor plan!
MARIA: la encontramos y le decimos que no venga. (Disca.)
                Se produce una breve espera cargada de suspenso y ansiedad.
MARIA: (escuchando nostalgiosamente el sonido del teléfono.) Suena. ¡Qué lindo
qué suena! ¿Cuánto hacía que no escuchaba éste sonido?
LUCIA: (cargada de ansiedad): ¿me dejás escucharlo?
MARIA: (le pasa el tubo) Escucha.
LUCIA: (escuchando): ¡Qué lindo! ¡Hola! (A María): ¿Hablo yo?
MARIA: hablá, dale, ¡hablá!
LUCIA: Buenas noches. ¿Puedo hablar con Sofía? ¡Hola! ¡Hola! ¡Hola! (A María):
Me cortó…
MARÍA: (vuelve a discar) ¿Te hablaba?
LUCIA: ¡sí!
MARIA: ¿cómo era la voz?
LUCIA: cálida, dulce, joven…
MARIA: ¿de mujer?


Con cierto desconcierto                                                     Página 15
LUCIA: sí, yo escuché una voz femenina, muy linda, muy cálida…
MARÍA: está llamando. ¡Hola! ¿Podría hablar con Sofía? ¡Hola! ¡Me escucha!
¡Hola! (A Lucía): Corto…
LUCIA: ¿te habló?
MARIA: ¡sí!
                María muy ansiosa busca otro número.
LUCIA: ¿cómo era la voz?
MARIA: cálida, dulce, joven…
LUCIA: ¿de mujer?
MARIA: ¡sí!
LUCIA: ¡qué raro! ¡No nos escuchaba! Tal vez le ande mal el aparato telefónico.
                María disca otro número telefónico.
MARIA: No le debe funcionar bien la línea, andaban mal hace un año, no me
quiero ni imaginar cómo deben andar ahora.
LUCIA: ¿la llamás de nuevo?
MARIA: ¡no!, estoy llamando a otra.
                Se produce una pausa nerviosa.
MARIA: (hablando nerviosamente): ¡Hola! Buenas noches. ¡Hola! ¡Hola! ¡Hola!
(Corta y muy angustiada, a Lucía): Nadie nos puede oír.
LUCIA: ¿vos crees que no nos pueden escuchar?
MARIA: nosotros las oímos pero ellas a nosotros, no.
LUCIA: tal vez éste aparato anda mal.
MARIA: él habló a su trabajo…
LUCIA: (buscando consuelo): … tal vez se descompuso ahora…
MARIA: (horrorizada): ¡nadie nos puede escuchar!
                María corre hacia la ventana y la abre, grita a una supuesta vecina.
MARIA: ¡doña! ¡Doña! ¡Aquí vecina! ¡Me escucha!
                María hace señas y golpea la ventana sin producir ningún ruido.
MARIA: (casi sin consuelo). ¡Vecina, escúcheme, por favor! ¡Deje de lavar los
platos y escúcheme! ¡Me escucha! ¡Me puede ver! (A Lucia, desconsoladamente):




Con cierto desconcierto                                                       Página 16
No me puede escuchar. No me puede ver. (Horrorizada): ¡Nadie nos ve! ¡Nadie
nos escucha!
                María, cierra la ventana, se aleja y se derrumba en un sillón.
MARIA: (anímicamente destrozada): me siento mal. Muy mal. Por mejor plan que
ideemos no vamos a poder detener los acontecimientos. No nos ven. No nos
escuchan.
                Con mucho odio golpea con su mano la caja de cartón y luego el
                sillón y luego el piso.
MARIA: (desconsolada): No hacemos ruido. Sólo podemos mover las cosas.
LUCIA: (buscando el lado positivo): podemos mover las cosas. ¡Mirá!, (le muestra
el desorden que ambas hicieron), ¡podemos mover las cosas! No podremos hacer
que no venga pero podemos hacer que no ocurra lo que él quiere que ocurra.
                Suena el teléfono. Las mujeres se miran. No saben bien si atender o
                no. María va hacia el teléfono y tímidamente lo atiende.
MARIA: (al teléfono): Hola, ¿quién habla? (…) ¡Hola!, hola, hola… (Corta. Con un
gesto de desilusión y con algo de depresión): Nunca me escuchó…
LUCIA: ¿quién era? ¿Alcanzó a decir quién era?
MARIA: ¡sí!
LUCIA: ¿quién era?
MARIA: (desolada): Sofía… era Sofía…
LUCIA: ¿Sofía?
MARIA: (desolada): Está viniendo para acá…
LUCIA: ¿cómo que está viniendo para acá?
MARIA: eso dijo…
LUCIA: mañana tiene que venir.
MARIA: dijo que estaba viniendo para acá.
                Lucia mira el espacio, el desorden reinante, y sin convicción
                comienza a ordenarlo.
MARIA: ¿qué hacés?
LUCIA: (deja de hacerlo.) Ordenar un poco. No debe darse cuenta…




Con cierto desconcierto                                                          Página 17
MARIA: ¡no! ¡Dejá todo cómo está! Si quien viene primero es Sofía al ver el
desorden que hay por ahí se asusta y se va.
LUCIA: ¡él va a llegar primero! Para preparar todo. Para abrirle.
MARIA: ¡con más razón dejemos todo como está! ¡Qué se dé cuenta de una vez y
para siempre, qué se entere que no vive solo!
LUCIA: (dudando entre ordenar y no.) ¿Y qué ganamos con eso?
MARIA: no sé. Tal vez lo confundimos.
LUCIA: (dudando entre ordenar y no.) ¿Y qué ganamos con confundirlo?
MARIA: ¡no lo sé, Lucia, no lo sé!
LUCIA: entonces, si no lo sabés, dejemos todo cómo estaba antes. Cómo si aquí
no hubiera pasado nada.
                En el preciso instante en que ambas, de mala gana, se disponen a
                ordenar el espacio, suenan insistentes golpes a la puerta.
MARIA: (grita impulsivamente): ¡Ya llegó!
LUCIA: (muy asustada): ¿Tan pronto? ¡No puede ser!
MARIA: (dudando verdaderamente): Tal vez no tengamos noción del verdadero
paso del tiempo.
                Vuelven a sonar insistentemente los golpes en la puerta.
                María y Lucía se miran sin saber qué hacer.


                La incipiente noche sin estrellas cuela a través de la ventana, su
                opaca luminosidad que se confunde con los irreales resplandores
                que surgen de los placares abiertos.
                María, casi sin pensarlo, va hacia la puerta y comienza a abrirla, tal
                como si el viento la abriera. En ése preciso instante Sofía golpea con
                mucha fuerza y la puerta se abre violentamente.
                María velozmente huye y se queda de pie ante la puerta del baño;
                Lucía hace lo propio y se queda cerca de la puerta de “su” placard.
                Ambas muy prontas a esconderse, la duda se los impide.
SOFIA: (sorprendida, se mira la mano.) ¡Oh! (Ríe tontamente.)




Con cierto desconcierto                                                       Página 18
Sofía, por unos instantes se queda en el descanso de la puerta
                mirándose la mano. Creyéndose que la puerta se abrió por su fuerza.
                Luego gira y habla con alguien incorpóreo a la vista de los
                espectadores.
SOFIA: (saludando, al off): Gracias por acompañarme, es aquí, hasta mañana,
¡hasta mañana! …
                Sofía, todavía en el descanso de la puerta, se queda mirando hacia
                el pasillo del edificio. Se escucha el sonido de un viejo ascensor
                bajando. Sofía ahora se dispone a entrar al departamento. Primero
                mira la puerta y luego, con asombro, mira la mano con que la golpeó.
SOFIA: (asombrada): Deben ser las vitaminas. Voy a tener que cuidarme. Voy a
tener que medir la fuerza.
                Su mano temblorosa enciende la luz.
                Por unos segundos se queda mirando el desorden.
                Se asusta y sale velozmente hacia el pasillo, tal vez, buscando a
                quien la acompañó hasta allí. A los pocos segundos entra
                nuevamente y deja la pequeña valija muy cerca de la puerta que
                permanecerá entreabierta.
SOFIA: (temerosa, con voz temblorosa): Bruno… Bruno… ¿Estás por ahí?
                Lucía y María registran que no son vistas por Sofía. Entonces se
                acercan a la altura de las sillas y se quedan observándola.
                Sofía, sigilosamente, cierra la puerta de calle y luego, cual si fuera un
                policía allanando un domicilio, se mueve sigilosamente por el lugar.
                Sus cautelosos pasos la conducen hacia el dormitorio.
SOFIA: (temerosa, con voz temblorosa): Bruno, ¿estás acostado? Bruno, ¿estás
ahí? Brunito… Brunito…
                Sofía entra al dormitorio.
                Lucía y María se miran sin comprender demasiado la situación.
LUCIA: no tiene el perfil.
MARIA: es muy, muy, rellenita y bajita…
LUCIA: no puede ser Sofía…


Con cierto desconcierto                                                         Página 19
MARÍA: colorada no es…
LUCIA: no tiene veintidós años…
MARIA: ¿entonces?
LUCIA: ¿vos escuchaste bien el nombre?
MARIA: (dudando): Sí…
LUCIA: tal vez estando sugestionado uno cree escuchar lo que a uno lo
sugestiona.
                Reaparece Sofía. Sin abrigo, ni cartera de mano. Trae en su mano
                una libreta con números telefónicos. Va hacia el teléfono, se cerciora
                de que funcione y luego disca.
                En el preciso instante en que aparece Sofía, María y Lucía,
                instintivamente, se esconden detrás de las sillas. Luego de unos
                minutos, avanzada la conversación telefónica, ambas se darán
                cuenta de que Sofía nunca las vio y saldrán de su escondite.
SOFIA: (al teléfono): ¡Hola! (…) Sí, con Bruno Morgen, por favor… (…) A sos vos,
¿sos vos Brunito? (…) ¡Mi, amor…! (…) ¡Sí, soy yo! (…) ¿Cómo te diste cuenta?
¡No, qué va! (…) Estoy en tu departamento. (…) ¡Sí, en tú departamento! (…) Hoy
me dieron el alta. (…) ¡Sí, hoy! (…) No. No, puedo. Me tengo que quedar unos
días acá en Buenos Aires. Tengo el alta domiciliaria provisoria. Si ven que estoy
bien, me puedo ir a Corrientes. Me muero de ganas de irme a Corrientes. (…) No,
ojalá. Pero, todavía no puedo. Tengo unas ganas de ver a mamá. (…) ¿Qué? Sí,
alta domiciliaria. Todos los días va a venir un psiquiatra a controlarme y un
enfermero para acompañarme unas cuantas horas. (…) ¿Cómo qué adónde? (…)
¡Aquí! Esta es la única dirección que la clínica tiene agendada. (…) Estoy a tú
cargo. Mirá lo que son las cosas, ¡sos mi tutor! Bueno, te dejo porque estoy muy
cansada, me voy a recostar un rato. Solo quería avisarte para no tomarte por
sorpresa. (…) Creí que te iba a encontrar aquí. (…) ¡Sí que llamé! Atendiste, pero
no me escuchabas, debe andar mal éste teléfono. (…) ¿A qué hora? Ahora, hace
un ratito, desde el bar del frente, tengo un testigo y todo. (…) Estaba conmigo el
enfermero. (Mirando las fotos que están sobre la caja de cartón.) No quería
encontrarte con ninguna de tus “modelitos”. (…) ¿Cómo que no me atendió nadie?


Con cierto desconcierto                                                        Página 20
(…) Me atendiste pero no me escuchabas. ¡Me tomás por loca! Ya estoy curada.
Alta domiciliaria provisoria. (…) Te dejo. Me voy a recostar un rato. (Corta.)
                Sofía mira el espacio y no sabe bien qué hacer.
SOFIA: (toma una foto y lee lo que dice al dorso): María guión veintidós guión
Buenos Aires guión trece guión ocho guión diez… (Claro gesto de no haber
entendido nada.) Linda piba, linda piba. Flacucha, pero linda. ¡Hay Brunito!
¡Brunito! (Mira a su alrededor.) Mejor dejo todo así. A lo mejor éste sea su orden.
(Busca un vaso y lo llena con agua.) Me tomo mis píldoras y a dormir…
                Sofía toma la valija que había dejado cerca de la puerta y sale hacia
                la habitación.
                María y Lucia se miran extasiadas. No pueden disimular su enorme
                alegría.
LUCIA: (contenta): Está todo solucionado…
MARIA: (contenta): Ésta le arruinó la “fiesta”…
LUCIA: no tenemos nada que ordenar…
MARIA: ¡eso le pasa por mentir! Quería internar a “su madre”…
LUCIA: y le dieron de alta a “su hermana”…
MARIA: (emulando a Sofía): “Alta domiciliaria provisoria”
LUCIA: (emulando a Sofía): “Alta domiciliaria provisoria”
                María y Lucía improvisan una canción utilizando la melodía del himno
                a la bandera argentina.
AMBAS: (cantan muy contentas): “Alta en el domicilio, la provisoria azul y blanca,
el alta domiciliaria, que Sofía nos regaló. Alta en el domicilio, la provisoria azul y
blanca, el alta domiciliaria…”
                La canción se interrumpe porque ambas se tientan de risa y no
                pueden seguir cantándola.
LUCIA: (intrigada): ¿Cómo se llamará?
MARIA: Sofía. (Viendo que Lucía duda): ¡Anda y preguntale!
LUCIA: (acercándose a la puerta del dormitorio, gritándole excesivamente):
¡¿Cómo te llamás?!
MARIA: (también se acerca al dormitorio y grita): ¡¿Cómo te llamás?!


Con cierto desconcierto                                                          Página 21
Ambas ríen. Están contentas. Todos sus miedos se disiparon.
                Tararean juntas un vals. María, elegantemente y emulando un fino
                caballero, invita a Lucía a bailar. Bailan juntas el vals. Mientras
                bailan, tararean y ríen, desplazándose por el lugar, terminan de
                desordenar lo poco que había quedado ordenado.


                La lamparita incandescente confunde su amarillenta luminiscencia
                con los resplandores irreales que provienen de los placares abiertos,
                y con la mortecina luz que proviene del dormitorio.
                Bruno irrumpe en el lugar sin que Lucía y María lo registren.
                Mira el espacio todo desordenado, bruscamente se quita la campera,
                la arroja violentamente sobre una silla y pega un grito feroz:
BRUNO: ¡¡Sofía!!
                María y Lucía, asombradas, dejan de bailar.
                Bruno corre hacia su dormitorio.
LUCIA: (sorprendida): no hay dudas…
MARIA: (sin disimular su satisfacción): no había escuchado mal…
AMBAS: (gritan): ¡se llama Sofía!
                María y Lucía permanecen en escena envueltas en un mar de dudas.
BRUNO: (desde off): ¡despertate! (Se escuchan fuertes sopapos.) ¡¡Despertate,
ahora!!
                Durante toda la escena en off se escucharán algunos murmullos de
                Sofía, quejas y llantitos casi histéricos.
BRUNO: (desde off): ¡Acá no te podés quedar! Ni hoy ni mañana. Si querés podés
venir pasado mañana. Pasado mañana sí, ¡ahora no!
LUCIA: si se la quiere llevar de acá vamos a tener que hacer algo…
BRUNO: (se escuchan unos fuertes sopapos.) ¡No me importa que llorés! ¡Por tú
culpa dejé el Laboratorio solo! ¡Podés llorar todo lo que quieras! Vamos a la
Clínica. Tengo que volver rápido al trabajo.
MARIA: ¿qué podemos hacer?
LUCIA: no sé.


Con cierto desconcierto                                                          Página 22
BRUNO: (desde off): ¡Levantate o te saco a la rastra! ¡No me obligués! ¡Volvés
ahora mismo! Hablo con los médicos y que te den de alta: ¡pasado mañana!
¡Mañana no podés estar aquí! ¡Levantate o te llevo a la rastra! ¡No quiero perder
mi trabajo! ¡Te saco a la rastra! ¡A la rastra! ¡Te llevo de los pelos hasta la clínica!
                Se escuchan los ruidos de alguien cayéndose de la cama. Quejas,
                llantos, gritos histéricos.
MARIA: la va a traer de los pelos…
LUCIA: y arrastrándola…
                Bruno trae arrastrándola de los pelos a su hermana. La deja en el
                centro del living y sale corriendo hacia el dormitorio.
                Lucía, impulsivamente va hacia Sofía, que está en el piso llorando
                histéricamente.
LUCIA: (a María): ¡Ayudame a levantarla!
MARIA: (a Lucía): ¡Qué querés hacer!
LUCIA: ¡vos ayudame!
                Lucía y María levantan a Sofía tomándola desde las axilas y por la
                espalda. La ponen de piel y luego la sostienen.
                Sofía, se percibe con fuerzas, cómo si alguien desde el más allá la
                estuviera ayudando.
                Aparece Bruno, trayendo el abrigo, la cartera y la valija de Sofía. Por
                un instante mira con cierto asombro a su hermana. Se seca el rostro
                con un pañuelo.
                Sofía, con muchas dificultades en el hablar y algo confundida, pero
                sintiéndose con fuerza física, encara a su hermano.
                María y Lucía manejan el cuerpo de Sofía como si ésta fuera una
                marioneta: le mueven los brazos, las manos, la sostienen, la hacen
                avanzar o retroceder.
SOFIA: (infantil, cariñosa): ¡querido Brunito! ¡Mi amorcito! No quiero volver a
pedírtelo. Esta tarde, no. Ayer me salió un poco de sangre. Eso me asustó un
poco. Esta tarde, no. No sé cómo decírtelo, me parece que no tendríamos que
hacerlo más, por lo menos hasta cuando seamos más grandes.


Con cierto desconcierto                                                          Página 23
Bruno se seca el rostro con un pañuelo. Acción que reiterará en
                muchas oportunidades.
BRUNO: (confundido y algo atemorizado): ¡Qué mierda estás diciendo! ¡Tomá,
ponete el abrigo que te llevo de nuevo a la clínica! ¡Tengo que volver a mí trabajo!
SOFIA: (infantil, temerosa): ¿¡qué me das!? Ése saco es de mamá.
BRUNO: (casi rogándole): ¡ponete el saco y vamos! No quiero llevarte a la rastra.
SOFIA: (infantil, con mucho miedo): Mamá no quiere que le usemos las cosas. Ya
te dijo más de mil veces. No podemos usarle la ropa.
BRUNO: (lentamente va perdiendo la paciencia): ¡Sofía! Ponete el abrigo y agarrá
tus cosas. Vamos para la clínica.
SOFIA: (infantil, confidente): Cada vez que te ponés los zapatos de mamá ella se
da cuenta. (Infantil, ríe tontamente): Se los dejás con un olor a pata insoportable.
                Bruno se abalanza contra su hermana pero es contenido por la
                fuerza de las tres mujeres. María le mueve un brazo a Sofía y le pega
                a Bruno en los testículos. Bruno cae, retorciéndose por el dolor,
                pesadamente al piso.
BRUNO: (entrecortadamente): ¡Hija de puta! ¡Loca de mierda! ¡Loca! ¡Retardada
mental!
                Mientras Bruno intenta reincorporarse a pesar de su dolor. María y
                Lucía llevan a Sofía hacia la pieza.
SOFIA: (adulta, confundida, con voz temblorosa): Estoy curada tengo el alta
domiciliaria provisoria y ahora me voy a descansar un rato…
MARIA: (consustanciada): ¡Y dejala dormir tranquila!
SOFIA: (adulta, suplicante): ¡Y dejame dormir tranquila!
MARIA: ¡no te das cuenta que tomó las pastillas!
SOFIA: (adulta, suplicante): ¡No te das cuenta que tomé las pastillas!
LUCIA: ¡dejala dormir!
SOFIA: (adulta, con voz temblorosa, suplicante, casi gritándole): ¡Dejame dormir!
                Bruno, sin dejar de agarrarse la zona afectada, se les acerca casi en
                cuclillas, tratando de impedir que se vayan.
LUCIA: (consustanciada): ¡O te la cortamos!


Con cierto desconcierto                                                       Página 24
SOFIA: (consustanciada): ¡O te la corto!
                Bruno se pone dificultosamente de pie y luego se abalanza contra su
                hermana. María se interpone entre Sofía y él, y dándole un violento
                empujón lo arroja sobre la caja de cartón.
MARIA: (a Sofía): ¡Tenemos fuerza!
                Las fotografías se esparcen por el living.
                Sofía, que es sostenida sólo por Lucía, sale hacia el dormitorio sin
                registrar absolutamente nada.
MARIA: ¡ahí te quedás, loco de mierda!
BRUNO: (absolutamente sorprendido): ¿Qué pasa acá? No entiendo nada.
¿Cómo pudo empujarme sin siquiera darse vuelta? ¿Qué está pasando?
MARIA: ¡pasa que ya me tenés harta! ¡Podrida!
                Regresa Lucía y se queda mirando la situación.
LUCIA: (a María): Podemos detenerlo. Podemos.¡Sí, que podemos! Él no nos ve,
ni nos escucha, podremos hacerlo…
BRUNO: (se pone de pie sin saber bien que hacer): ¿Me estoy volviendo loco?
Tengo que haberme tropezado. (Duda): No, no puede ser. Nadie que se tropieza
se cae hacia atrás. Necesito tomar algo…
                Bruno busca entre el desorden reinante una botella y un vaso. Siente
                un pequeño vahído, un leve mareo que intenta alejar sacudiendo su
                cabeza.
BRUNO: (sirviéndose): ¡Necesito algo bien fuerte! Serenarme, pensar, ver con
claridad.
                A Lucía se le ocurre una idea y con señas intenta hacérsela saber a
                María.
LUCIA: (sarcásticamente): la vas a pasar mal Brunito.
                Lucía le señala a María el vaso que llenó Bruno.
MARIA: (irónicamente): Muy mal, enano orejudo. Muy mal.
                María, que entendió el juego ideado por Lucía se lleva el vaso y lo
                apoya sobre la caja de cartón.




Con cierto desconcierto                                                     Página 25
Bruno guarda la botella y cuando gira para tomar el vaso, vuelve a
                sentir un pequeño mareo y reitera el movimiento de su cabeza para
                alejarlo. No encuentra el vaso en dónde lo había dejado.
MARIA: (a Lucía): Hagamos leña del árbol caído.
                Bruno, con su mirada, busca el vaso y lo ve sobre la caja de cartón.
BRUNO: (sorprendido): Yo no llevé el vaso… allá…
                Sigilosa y precavidamente, cómo si se sintiera observado, Bruno va
                en busca del vaso.
BRUNO: (temeroso): Yo lo había dejado… allí…
                Bruno gira cautamente y mira hacia dónde había dejado el vaso al
                servirse y cuando vuelve a girar su vista hacia la caja de cartón, el
                vaso ya no está allí. Lucía se lo llevó y lo dejó en el piso cerca de la
                puerta de calle.
BRUNO: (estupefacto): ¿Qué mierda me está pasando?
                Bruno se seca el rostro con el pañuelo y se refriega fuertemente los
                ojos.
LUCIA: (a María): Hagamos leña de la madera inútil.
BRUNO: (va lentamente hacia el vaso): Ojalá supiera que está pasando…
                Cuando Bruno se agacha para recoger el vaso, María le paga una
                patada en el trasero y lo arroja contra la biblioteca, Bruno pierde el
                equilibrio y cae al piso.
BRUNO: (llora desconsoladamente, casi como un niño): ¡Qué está pasando! ¡Qué
me está pasando!
                María y Lucía lo miran y ríen burlonamente.
                Las risas, el llanto de Bruno, los libros tirados, la campera negra
                desprolijamente tirada sobre una silla, la pequeña valija de Sofía en
                el piso que es casi cubierta por el abrigo oscuro, el vaso lleno de
                alcohol que se fue mudando de lugar, el teléfono y su guía en
                cualquier sitio, los extraños destellos lumínicos que surgen de los
                placares abiertos, la lamparita que pende de un cable negro… el
                caos reinante.


Con cierto desconcierto                                                        Página 26
A los segundos aparece Sofía, semidesnuda, por la puerta del
                dormitorio. Habla y se mueve como si fuera una niña en celo.
                María y Lucía se miran entre sí, sospechan que algo macabro va a
                ocurrir y durante los textos de Sofía, a una seña de Lucía cambiarán
                de lugar los flashes. María, sin dudarlo, ubica uno cerca de la puerta
                de calle y que enfoca directamente al rostro de Bruno y Lucía
                traslada el otro cerca de la puerta que da al dormitorio.
SOFIA: (llama a Bruno, sigilosamente): ¡Brunito! ¿Me vas a hacer esperar mucho
más? Mirá que mami se va a levantar de la siesta.
                Bruno llora desconsoladamente sentado en el piso. Se comprime el
                pecho con ambas manos. Se seca la frente con el pañuelo.
                Sofía va hacia donde está él y se siente a su lado.
SOFIA: (Dulce y seductoramente): ¿Por qué llorás? No, yo no se lo conté a nadie.
Mirá si se lo iba a contar a alguien. No, Brunito, esto es entre vos y yo. Sólo entre
nosotros dos. ¡Dejá de llorar y vamos!
                Sofía se pone de pie e intenta levantar a Bruno. Él la mira con los
                ojos vidriosos por el llanto y el odio.
SOFIA: (Lujuriosa): Ya preparé todo. Tengo las tacitas con el té. Para vos café.
Café negro. Cómo tomaba papá. Para mí, té. De yuyos. Las mujeres siempre
tomamos el té.
BRUNO: (con odio contenido): Dejame en paz…
SOFIA: (Intenta levantar a Bruno.) ¡Dale, vamos! No vamos a tener todo el tiempo
del mundo. Mirá que sólo tengo el alta provisoria. Lo provisorio no es eterno.
                Sofía logra poner a Bruno de pie. Luego le da la espalda y se
                conduce hacia la habitación. Su caminar es sensual, carnal, lascivo.
                Sofía gira y mira provocativamente a Bruno.
SOFIA: (casi con un espasmo erótico): Vamos Brunito…
                Sofía le vuelve a dar la espalda y en el preciso instante en que ella
                está a punto de entrar en la habitación, Bruno emprende una veloz
                carrera para atacar por la espalda a su hermana. Lucia enciende el
                televisor. Las luces de la imagen y el rítmico sonido del BOLERO de


Con cierto desconcierto                                                        Página 27
Ravel (luego del minuto nueve) inundan el espacio y acompañan la
                acción.
BRUNO: ¡Me querés volver loco! ¡No lo vas a lograr!
                María le interpone la silla que tiene encima la campera negra. Bruno
                se la lleva por delante, la silla cae, la campera vuela y él cae
                pesadamente. Lucía hace girar el flash y lo apunta hacia el rostro de
                Bruno.
                Sofía no registró el incidente. Gira sobre sus pasos y mira a su
                hermano.
SOFIA: (seductora, lasciva): Brunito, no hagas ruido, vas a despertar a mami.
Dale, apurate que el café se te enfría…
                Bruno intenta ponerse de pie y es sorprendido por los fogonazos del
                flash que apaga y enciende Lucía. Los flashes lo enceguecen, lo
                turban, lo enloquecen y trata de huir hacia la calle. Ahí lo sorprenden
                los flases que enciende y apaga María.
                Bruno está rodeado por los flashes, el sonido (Bolero) y las imágenes
                del televisor. Desesperado va de un lado al otro tomándose la
                cabeza, bañado de transpiración helada y llenando todo de gritos y
                quejas.
BRUNO: (muy alterado): ¡Basta! ¡Qué está pasando!
LUCIA: (burlonamente): ¡estás ardiendo!
SOFIA: (seductoramente, desde off): ¡Estoy toda mojada… transpirada!
BRUNO: ¡Sofía, me estás volviendo loco! ¡Yo te había dejado atrás! ¡No sabía
nada más de vos!
SOFIA: (desde off): ¡Brunito! No demorés más que me enfrío.
MARIA: (burlonamente): ¡estás ardiendo en tú propio infierno!
                Bruno va y viene entre el desorden reinante. Se seca el rostro con el
                pañuelo. Respira con cierta dificultad.
BRUNO: (con odio): ¡Para mí estás muerta!
LUCIA: (burlonamente): ¡ardiendo en tú propio infierno!
BRUNO: (girando y girando): ¡Igual qué mamá! ¡Igual qué papá!


Con cierto desconcierto                                                        Página 28
SOFIA: (muy libidinosa, desde off): ¡Ardo Bruno! ¡Ardo por dentro! ¡Y no quiero
tocarme sola! ¡Me quemo!
BRUNO: (girando y girando): ¡Todos están muertos! ¡Basta! ¡Basta!
SOFIA: (desde off): ¡Mami se va a levantar de la siesta!
LUCIA: ¡sos de mala madera!
MARIA: ¡rápidamente te vas a convertir en cenizas!
SOFIA: (muy lasciva, desde off): Corrientes en verano. Veranos calientes.
¡Ardientes! ¡Veranos y siestas calientes! ¡Ardientes!
BRUNO: (se toca el costado izquierdo): ¡Me estoy ardiendo! ¡Me estoy quemando!
SOFIA: (muy carnal, desde off). ¡¡Ardo!! ¡Estoy ardiendo por dentro y por fuera!!
¡¡No puedo más!! ¡¡Voy a tocarme!!
BRUNO: (con mucho dolor y miedo): ¡No! ¡No! ¡Basta! (El dolor lo retuerce, la voz
se le entrecorta): ¡No puedo más!
SOFIA: (muy libidinosa, desde off): ¡Vení rápido, tu hermanita no puede esperarte
más! (Advirtiéndole, con mucho miedo): ¡Mami se levantó!
BRUNO: (se tapa los oídos con desesperación): ¡Nadie que está muerto se puede
levantar! ¡Nadie! ¡Nadie! ¡Nunca más! ¡Nunca más!
                Bruno se retuerce más y más, se toma la cabeza, se toma el
                costado, transpira, se seca desesperadamente con el pañuelo,
                grita…
BRUNO: (desgarrado): ¡Es mejor así! ¡Esto tenía que terminar! ¡Es mucho mejor
así!
                Bruno se retuerce más y más, se ahoga y entre ahogos y sollozos su
                voz entrecortada y su último:
BRUNO: ¡Es mejor así!
                Y luego de unos instantes de lucha, cae pesadamente en el centro
                del espacio.
                En ése preciso instante los flashes y el televisor se apagan.
                Pausa cargada, densa, sombría.
                Lucía y María se miran intensamente. Desbordadas de dudas y de
                perplejidad. Segundos después se acercan sigilosamente a Bruno.


Con cierto desconcierto                                                         Página 29
LUCIA: (vacilante, a María): ¿Estará?
MARIA: (desorientada, a Lucia): Eso parece.
LUCIA: comprobalo.
MARIA: comprobalo vos.
LUCIA: ¿por qué yo?
MARIA: ¿por qué yo?
LUCIA: alguien tiene que hacerlo.
MARIA: y a vos te da miedo.
LUCIA: no, no sé cómo hacerlo.
MARIA: yo tampoco. Vos viste más tele que yo y ahí habrás visto muchos…
                Lucia se arrodilla cerca de Bruno y le toma la mano como para
                verificar el pulso. En ése momento Bruno larga el aire que había
                quedado en su cuerpo. Esto asusta a ambas mujeres, María corre
                hacia el baño y Lucía hacia la puerta de “su” placard.
LUCIA: (muy atemorizada): ¡está vivo!
MARIA: (más sorprendida que con miedo): ¿Está vivo? Me parece que largo el
aire que le había quedado adentro.
LUCIA: (muy atemorizada): ¡Yo de aquí no me muevo!
                María, sigilosamente, va hacia el cuerpo de Bruno.
MARIA: (con decisión): Tenemos que verificarlo. Si llega a estar muerto tenemos
que ocupar posiciones rápidamente.
                Se agacha al lado de Bruno. Le toma el pulso, luego acerca su
                cabeza al corazón y por último coloca su mano en la nariz de Bruno.
                María mira a Lucía dándole a entender de qué está muerto. y ambas
                corren rápidamente.
MARIA: (comienza a correr.) ¡Yo el baño no lo cambio por nada del mundo!
                Lucía imita a María y sale corriendo, entra en placard y lo cierra,
                desaparece la luz que provenía desde allí; María hace lo propio con
                el placard del baño.
                Por unos segundos queda la luz del living iluminando el desorden y el
                cuerpo de Bruno en el centro. Apagón.


Con cierto desconcierto                                                      Página 30
Apenas un haz de luz ilumina el espacio.
                La pobre luz que puede dar un día nublado de invierno entrando por
                la pequeña ventana que da a un gris pulmón de un viejo edificio.
                La penumbra reinante nos permite ver que todo está como antes. El
                desorden y el cuerpo de Bruno caído en el piso.
                Solamente se produjo un cambio sutil: el calendario ahora dice que
                es el día trece.
                Desde la habitación se escucha la voz de Sofía.
SOFIA: (cantando, desde off): ¡Porque es un buen hermanito, porque es un buen
hermanito, porque es bueno de verdad!
                Sofía, semidesnuda y muy demacrada, aparece en escena trayendo
                una vela y un pequeño paquete envuelto como regalo.
SOFIA: (cantando): ¡Qué lo cumplas feliz! ¡Qué lo cumplas feliz!
                Sofía no registra que Bruno está muerto. Va hacia la kitchenette,
                toma fósforos y enciende la vela.
SOFIA:Hoy vas a soplar la velita. ¿No? ¿No querés? Nunca te gustaba festejar tus
cumpleaños con nosotros. Siempre solito, siempre solito. Pero ahora, no. Ahora,
no. Dale, vení, apagá la velita.
                Sofía se agacha muy cerca de su hermano. Deja la vela en el piso.
                Se sienta al lado de su hermano.
SOFIA: Tenía ganas de hacerte una torta, pero, no me acordaba que torta te
gustaba. ¿De chocolate? ¡No! Esa le gustaba a papá. Solo se la comía. ¡Por eso
reventó! ¡Le saltaba el colesterol por los cuatro costados! (Ríe cómo una idiota.)
¿De limón? ¡No! Esa le gustaba a mamá. (Vuelve a reír.) ¿Y a vos? ¿Cuál te
gustaba? No me acuerdo. (Muy angustiada, a punto de llorar.) Estuve casi diez
años internada preguntándomelo. ¿Qué le gustaba a mi hermanito? ¿Qué te
gusta? ¿Querés ver que te traje de regalo? No lo compré, es algo que vos me
regalaste hace casi diez años. (Comienza a desenvolver el regalo.) ¡Ahora quiero
que lo tengas vos!




Con cierto desconcierto                                                      Página 31
Sofía ya no puede controlar su llanto y rompe histéricamente el papel
                de regalo.
SOFIA: (llorando desconsoladamente): ¡Dicen que hay que romperlo! ¡Qué trae
suerte! ¡Todas estupideces que se dicen! ¡Mirá, ¿te gusta?! ¿No te acordás?
                Se escuchan suaves golpes a la puerta.
SOFIA: (sin escuchar los golpes): ¿En serio que no te acordás? ¿No sabés que
representa esta estatuita? ¡Es tu santito preferido! ¡San la muerte!
                Fuertes golpes a la puerta. Sofía registra los golpes y torpemente se
                pone de pie. Se seca presurosamente las lágrimas.
SOFIA: (sorprendida, a Bruno): ¿Tenés invitados? ¡Qué bueno!
                Suenan nuevos y fuertes golpes a la puerta.
                Sofía con pasos inseguros va hacia la kitchenette, toma un
                repasador, primero se suena la nariz y después se seca las lágrimas.
SOFIA: son lágrimas de felicidad… Si alguien pregunta, son lágrimas de
felicidad…
                Sofía con pasos torpes e inseguros va hacia la puerta.
SOFIA: ¡ya va! ¡Ya abro! (Cantando): ¡Por qué es un buen compañero! ¡Por qué
es un buen compañero! ¡Lo queremos de verdad! (Abre.)
                Una joven de veintidós años, de cabello rojizo, se queda de pie ante
                la puerta abierta de par en par.
JOVEN: (asombrada): Soy Sofía.
SOFIA: (muy contenta): Sí, soy Sofía.
JOVEN: venía por…
SOFIA: ¡por el cumpleaños de Bruno! ¡Adelante! ¡Adelante!
                La joven Sofía hace medio paso hacia el interior del departamento y
                queda horrorizada, paralizada, ante semejante espectáculo. Mira el
                desorden, mira a Bruno, mira a Sofía.
JOVEN: (muy asustada): ¿Qué pasó acá?
SOFIA: (jovial): Nada. Bruno se quedó dormido y no pudo ordenar la casa.
JOVEN: (sin lograr salir del asombro): ¿Está dormido?
SOFIA: para no soplar la velita inventa cualquier cosa.


Con cierto desconcierto                                                      Página 32
JOVEN: ¿está segura?
SOFIA: cómo que me llamo Sofía.
                Sofía cierra la puerta y se queda apoyada en ella. Solamente porque
                su pobre cuerpo no la puede sostener en pie.
                La Joven Sofía no percibe que es por éste motivo. Ella percibe que
                se encuentra encerrada en un desorden macabro.
JOVEN: bueno, creo que es mejor que me vaya, que vuelva en otro momento.
SOFIA: usted es la primera en llegar. Aunque conociéndolo a Brunito no me
extrañaría que sea la única invitada.
JOVEN: bueno, yo venía porque el señor Bruno…
SOFIA: (se acerca dulcemente a la Joven): no tiene por qué ocultarme la relación
que usted tiene con mi hermano.
JOVEN: (aterrada y tratando de disimularlo): No, si no tengo nada que ocultar.
SOFIA: (casi seductoramente): Soy una mujer moderna. No haré preguntas. No,
no, no. No haré preguntas. (Le acaricia el rostro.) ¡Qué linda piel! ¡Qué suave!
¡Firme! (Baja insidiosamente sus manos y le acaricia los brazos y luego el torso.)
Caliente. Dura. Cálida. ¡Temblorosa!
JOVEN: (se deja hacer por miedo a violentarla): tengo veintidós años…
                A Sofía se le nublan los ojos, se le llenan de lágrimas de odio.
                Abandona por un segundo a la Joven, va hacia su hermano y lo mira
                fijamente. En un ataque de ira se abalanza sobre el cuerpo de Bruno
                y comienza a zamarrearlo por las solapas del saco.
SOFIA: (a Bruno): ¡Ahora me acuerdo que te gustaba para tus cumpleaños! Sí, me
acuerdo. ¡Las chicas bonitas! ¡Delgadas, bonitas! ¡Modelos! ¡Fue por eso! ¡Te
gustaban delgaditas! ¡Flacas escuálidas! ¡”Modelitos”! (Las lágrimas de odio le
ruedan por las mejillas.) ¡¿Fue por eso?! ¡¿Fue por eso?! Por eso pase casi diez
años de clínica en clínica. Corrientes, Rosario, Buenos Aires. Casi diez años.
¡Ahora tengo el alta!
                La Joven sin saber qué hacer, aterrada, se fue acercando
                sigilosamente hacia la puerta de calle.




Con cierto desconcierto                                                    Página 33
Sofía deja caer el cuerpo de Bruno pesadamente al suelo y mira a la
                Joven Sofía. Cambia absolutamente su estado emocional. Ahora es
                una niña buscando comprensión, afecto, amor…
SOFIA: (a la Joven Sofía): Me dieron el alta domiciliaria provisoria.
JOVEN: (yendo hacia la puerta y mirando a Sofía): ¡Qué bien!
SOFIA: estoy curada.
JOVEN: (yendo de espaldas hacia la puerta para no perder de vista a Sofía): ¡Qué
bien!
SOFIA: Hoy va a venir al cumpleaños un enfermero. Todos los días hasta el alta
definitiva, que espero que sea muy pronto, va a venir un enfermero a
acompañarme. Para salir a caminar. Para ir de compras. Él puede preparar la
torta. (Mirando a Bruno.) Yo no sé qué torta le gusta.
                La Joven Sofía al retroceder se tropieza con libros y objetos que
                están tirados por el lugar. Mantiene su equilibrio.
JOVEN: de chocolate…
SOFIA: no, que va, esa le gustaba a mi papá…
                La Joven Sofía abre la puerta.
JOVEN: de limón…
SOFIA: muy agria…
                La Joven Sofía sale dejando la puerta abierta. Huye despavorida
                escaleras abajo. Sus pasos retumban en la callada mañana invernal.


                Sofía se sienta al lado de su hermano y le da la pequeña estatuilla de
                “San la muerte”. Luego, susurrándole una vieja canción de cuna, se
                recuesta sobre el cuerpo de Bruno. Con los dedos de su mano
                derecha apaga la vela.


                Apagón final.




Con cierto desconcierto                                                       Página 34

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Con cierto desconcierto

  • 1. “CON CIERTO DESCONCIERTO” (“Nunca se está solo”) Pequeño drama macabramente absurdo De Daniel Dagna ESPACIO ESCENICO: Un living comedor con kitchenette y con características de un estudio fotográfico. Sobre el lateral izquierdo la puerta de calle y a su costado una biblioteca cargada de libros apilados sin criterio. En la pared de la derecha, la puerta que conduce a la habitación de Bruno y una pequeña ventana que da al pulmón del edificio. Entre la puerta y la ventana, la puerta de un pequeño placard. A foro y en el rincón izquierdo, la kitchenette, y en el rincón derecho la puerta que conduce al baño. A continuación de la kitchenette pende una tela lisa de color lila suave. Otras telas de varios colores están enrolladas en la parte superior de la que está extendida. A continuación, fijadas con alfileres de varios colores, ocho ampliaciones fotográficas de mujeres en poses eróticas. Todas las fotos son en blanco y negro. Sujeto por un clavo y un poco más alto que las fotografías, encontramos un almanaque publicitario. Es un almanaque de cartón y con talones. En el talón que está a la vista de los espectadores y que es de fondo blanco, se visualiza un enorme número doce en color negro. En el mismo color y debajo del número, una pequeña impresión donde figura el mes. Esta impresión no es inteligible a los ojos de los espectadores. En el piso y en el rincón que produce la pared del foro con el lateral derecho, encontramos el aparato telefónico sobre una agenda. Casi al centro de la escena y apuntando hacia la tela lisa, encontramos un par de flashes de estudio, con sus pies correspondientes y paraguas; y un trípode que sostiene una cámara fotográfica, completan el pequeño y casero estudio. Además el espacio escénico tiene: dos sillas de distintos materiales y estilos, un televisor pequeño sobre una cajonera baja de madera y una caja de cartón grande y cuadrada que es utiliza como mesa. Con cierto desconcierto Página 1
  • 2. PERSONAJES: BRUNO MORGEN: es un pequeño hombrecito, de baja estatura, casi calvo y de orejas grandes. Tiene un tenue acento provinciano al hablar. Habitualmente viste con camisa blanca arremangada, corbata azul con pintas blanquecinas, pantalón gris oscuro y campera negra con solapa de símil cabrito negro. LUCIA: tiene veintidós años. Es bonita, rubia, delgada, pálida. Su vestuario es provocativo y sugerente. Tiene una notoria (enrojecida) marca en el cuello. MARIA: tiene veintidós años. Es bonita, morena, delgada, pálida. Su vestuario es excesivamente erótico. Tiene una notoria (enrojecida) marca en el cuello. SOFIA MORGEN: hermana de Bruno. Mujer de alrededor de cuarenta años, es bajita, está algo excedida de peso y muy demacrada. Sufre de trastornos mentales crónicos. Por momentos tiene temblores, dificultades al hablar y confusiones. Es correntina y con mucho acento (tonada). SOFIA: tiene veintidós años. Es bonita, pelirroja, delgada. Una modelo. Su vestimenta es muy insinuante y el maquillaje muy provocativo. LA ACCIÓN: La oscuridad más absoluta envuelve el lugar. Imprevistamente irrumpen la negrura del espacio, los sonidos de un violín afinando, al que se le acoplan: primero un oboe y luego una flauta dulce. A los pocos segundos son decenas los instrumentos afinando con sonidos inconexos. Todos los instrumentos musicales de una orquesta sinfónica se aprestan para comenzar un concierto. Luego de unos minutos, los incesantes y firmes golpes de una batuta sobre un atril de madera toman protagonismo sobre el resto de los instrumentos, y paulatinamente los sonidos van desapareciendo hasta que se produce bruscamente el silencio total. La luz de una lamparita incandescente que pende de un cable en el centro del espacio escénico rompe la oscuridad. Con cierto desconcierto Página 2
  • 3. Son las seis y media de la tarde de un día gris de invierno. Bruno está comiendo sobre una caja grande de cartón que es utilizada como mesa. Come glotonamente. Repentinamente deja de hacerlo. Su rostro se transfigura por un instante y refleja algo de preocupación. Luego se toca significativamente las mandíbulas, se pone de pie presurosamente y va hacia la pileta de la kitchenette. Tiene fuertes arcadas e intenta vomitar sin resultado positivo. BRUNO: (enojado consigo mismo): ¡Mierda! ¡No aprendo más! Se enjuaga el rostro con agua fría y se seca con un repasador. Con el repasador en la mano vuelve hacia la caja de cartón. BRUNO: (eructa casi sin ruido y tapándose la boca): ¡Basta de basura! Recoge el plato y tira su contenido. Se vuelve a tapar la boca y eructa nuevamente. Regresa hacia la caja de cartón. Se sienta y se seca el rostro con el repasador. Luego toma el teléfono y disca un número. BRUNO: (amablemente, al teléfono): ¡Hola! (…) Sí, buenas tardes. (…) Me puede pasar con el jefe de personal. (…) No, no se puede haber retirado, recién son las seis y media. (…) Morgen. Bruno Morgen. (…) Sí, el mismo. (…) Está bien, espero en línea. Mientras espera tiene nuevamente nauseas. Se tapa la boca con el repasador y va hacia la pileta. El cable del teléfono se estira hasta más no poder. La sensación desaparece en el preciso instante en que es atendido. BRUNO: (intenta ser amable a pesar de sus circunstancias): ¡Hola! Señor… (…) Perdón. Está bien, espero en línea… Vuelve a sentarse. Se pasa el repasador por el rostro. Esta acción la reiterará en varias oportunidades durante la conversación telefónica. BRUNO: (muy amable): ¡Señor Robles!, buenas tardes, ¿cómo está usted? (…) Morgen, Bruno Morgen. (…) Sí, el mismo. Lo molestaba para recordarle lo de mañana. (…) Bueno, es que mañana… (…) No, lamentablemente no voy a poder ir. (…) Hace casi una semana que le pedí el día. (…) Es muy importante para mí. Con cierto desconcierto Página 3
  • 4. (…) Sí, ésa es la razón. Tenemos que trasladarla a un geriátrico. (…) No, tengo que hacerlo yo. (…) Sí, tengo una hermana. (…) Pero, ella… (…) No, ella no puede hacerlo. Está internada. (…) No, trastornos mentales crónicos. (…) Usted me había dicho que Rondó podía suplantarme. (…) Sí, yo ya hablé con él. (…) Sí, no, no tiene problemas… (…) Bueno, muy bien, gracias. (…) Sí, por supuesto, nunca falto a mis obligaciones, ya estoy saliendo para allá. Qué tenga buenas tardes y gracias. (…) Gracias. Buenas tardes. (Corta.) Se pasa el repasador por el rostro. Breve pausa. Respira profundo. BRUNO: (Masticando su bronca): Encima hay que darle las gracias. Escucha un ruido, mira hacia todos lados, se pone de pie y va hacia el placard, se queda de pie ante la puerta y luego, rápidamente, la abre. No encuentra nada extraño en él y lo vuelve a cerrar. Vuelve a su improvisada mesa y recoge el resto de los utensilios. Luego lleva todo hacia la kitchenette. BRUNO: Si no fuera porque no me da ganas de cuidarlo tendría un gato. Debe haber una rata. Hace tiempo que escucho ése ruidito. Son patitas rascando la madera o dientes mordiéndola. Emula el ruidito de una rata y luego hace silencio, poniendo atención para percibir el más mínimo sonido. Escucha un nuevo sonido y sale corriendo hacia el baño y abre el placard del baño. No encuentra nada extraño y regresa a la kitchenette a lavar los utensilios. BRUNO: ¿habrá más de una?No. No creo. A lo mejor es una sola y pasa por algún conducto que hay debajo del piso. En estos departamentos antiguos nunca se sabe que hay debajo de los pisos. Bruno termino de lavar todo. Deshace las dobladuras de las mangas de la camisa y luego se pone la campera. BRUNO: Sale más barato comprar una par de tramperas y un pedazo de queso. ¡El pis del gato es insoportable! ¡Y cuando entran en celo gritan como marranos! Apaga la luz y sale. La noche gris tiñe de penumbras y sombras la habitación. Con cierto desconcierto Página 4
  • 5. Se escuchan los sonidos característicos de una casa: una canilla goteando; el tic tac de un reloj despertador; el encendido y apagado de una vieja heladera, etc. Todos estos sonidos suenan aumentados en su volumen, ritmo y sonoridad. Una extraña luz, que proviene desde adentro de un placard y que va expandiéndose en la medida en que la puerta se va abriendo, ilumina el lugar. Una joven camina por el espacio y se pierde en el baño. El baño está a oscuras. LUCIA: (ante la puerta del placard, sin tocar la puerta): Es hora de salir. (Insiste, sin tocar la puerta): ¡Vamos! No tenemos mucho tiempo. Otra luz extraña, diferente a la que ilumina el living, comienza a iluminar el baño, en la medida en que la puerta del placard se va abriendo. Gracias a esta iluminación se logra ver a Lucía en el baño. MARIA: (sin salir del baño.) Dame unos minutos que me siento un rato en el inodoro. LUCIA: (preocupada): ¿Sentarte? MARIA: (desde el baño): Es una manera de decir. LUCIA: (regresando al living.) ¡Ah, bueno…! Por eso te llamé media hora antes, ya me conozco de memoria todos tus rituales. Yo voy a aprovechar para hacer los míos. Sin encender el televisor y quedándose de pie delante de él. MARIA: (aún oculta en el baño y riéndose): Tratá de manejarte con un volumen normal. No tenemos que despertar sospechas. LUCIA: (parada frente al televisor y burlándose de María): Vos no tirés la cadena. MARIA: nunca lo hago. LUCIA: no estoy diciendo que lo haces. MARIA: entonces porqué lo decís. LUCIA: para que no lo hagas. MARÍA: (entra al living.) Si nunca lo hago no veo la razón de porqué decirlo. Con cierto desconcierto Página 5
  • 6. LUCIA: una nunca hace algo hasta que en un determinado momento, vaya una a saber por qué extraña razón, comienza a hacerlo. María se para también frente al televisor. MARIA: (burlonamente): ¿siempre tenés que mirar las noticias? LUCIA: (siguiéndole el juego): nunca encontré algo más estimulante. Lucía y María hablan como si el televisor estuviera verdaderamente encendido. MARIA: pero, ¿por qué ése canal? Son demasiado sanguinarios. LUCIA: estimula mi imaginación. MARIA: a mí ése tipo de estimulo no me deja dormir. LUCIA: y quién necesita dormir. MARIA: es una manera de decir. Costumbres que a una le quedan. LUCIA: (preocupada y abandonando el juego): ¡hay!, si pudiera encender el televisor. Podría encontrar una noticia que nos sirviera. MARIA: sigamos con el plan que teníamos, ya avanzamos un montón... LUCIA: ¿qué plan? MARIA: dormirlo y eso… LUCIA: ¿cómo? No, no sirve. ¿Con qué? ¡No, no sirve! Debería recordar alguna noticia. ¡Algún caso! Algo que estimulara mi pobre imaginación y así encontrar una buena idea. MARIA: gracias a tú imaginación ya armamos y desarmamos un montón de planes. LUCIA: con el correr de los días nos fuimos dando cuenta que no cerraban. Cómo pasa con esta última: ¡Dormirlo!, ¡dormirlo! ¿Pero cómo?, ¿con qué?, ¿¡cómo mierda lo dormimos!? MARIA: (se pone de pie y camina un poco por el lugar.) ¡Ya te pusiste nerviosa! Yo ya me aburrí. Con vos siempre pasa igual. LUCIA: si durante el año en que estuve sola se me hubiera ocurrido algo… MARIA: te hubieras perdido de mi compañía y de mi imaginación. LUCIA: vos imaginativamente no aportás gran cosa. Con cierto desconcierto Página 6
  • 7. MARIA: es cierto. No soy muy imaginativa. ¡Es cierto! ¡Pero soy bien realista! Y la realidad me da cosas concretas, seguras. Y de algo estoy absolutamente segura… LUCIA: ¿de qué? MARIA: de qué hoy es 12 y de que mañana será 13. LUCIA: ¿cómo sabés que hoy es 12? MARIA: (señalándole el almanaque): lo dice ése almanaque. ¡Y cómo si fuera poco él se pidió el día! ¡Lo escuchamos claramente! LUCIA: (mirando detenidamente el almanaque): ¡Tenés razón! Ahí dice. (Comienza a pasearse nerviosa por el living.) ¡Hoy es 12! (Muy nerviosa): ¡Se pidió el día! ¡Se pidió el día! ¿Servirá? ¡No! ¡No! ¡No estoy segura! ¡No puede servir! ¿Cómo lo hacemos? ¡No estoy segura! MARIA: (la mira pasearse alrededor de la mesa.) Si no te tranquilizás… Lucía no deja de caminar nerviosamente alrededor de la mesa, María comienza a seguirla. LUCIA: llevamos un año reuniéndonos noche tras noche y nunca se nos ocurrió nada. MARIA: no es cierto. LUCIA: ¡lo único cierto es que el plan no sirve! MARIA: ¡tranquilizate! LUCIA: ¡No estoy segura! ¡¿Cómo podemos dormir a alguien sin poder tocarlo?! MARIA: le damos un somnífero… se lo ponemos en el vino… LUCIA: (sin escucharla): ¡Mi imaginación no trabaja bajo presión! ¡No se me ocurre nada! ¡Bajo presión no puedo crear! María detiene de un brazo a Lucía. MARIA: ¡basta! ¡Sentémonos y pensemos! Ambas se sientan si apoyarse en las sillas. LUCIA: (se sienta bajo presión.) ¡No puedo pensar! ¡No puedo pensar! MARIA: ¿si le damos un somnífero? LUCIA: ¡de dónde lo sacamos! ¡Cómo se lo damos! ¡Dejá de decir estupideces! MARIA: yo decía… Con cierto desconcierto Página 7
  • 8. LUCIA: ¡callate, si seguís hablando nada se me va a ocurrir! ¡Nada se va a ocurrir! ¡Y el plan que tenemos está condenado al fracaso! ¡Pronto seremos tres! Lucía se pone rápidamente de pie y sin que María logre reaccionar se mete en el placard. Al cerrarlo la extraña luz desaparece. El espacio queda solamente iluminado por la luz que proviene del baño. LUCIA: (desde adentro): ¡¡Odio la presión!! Al reaccionar tarde, María se queda parada ante la puerta del placard. No toca la puerta, no intenta abrirla, sólo se queda de pie ante ella. MARIA: ¡no seas chiquilina! No perdamos el tiempo. No debemos. De día no podemos armar ningún plan. Tenemos miedo a exponernos cuando él duerme. Aprovechemos ahora. Cuando él está trabajando toda la casa es para nosotras. LUCIA: (desde adentro del placard): Si me sacás presión salgo. MARIA: y, ¿cómo? LUCIA: ayudame a pensar un plan mejor. MARIA: ¡está bien! Pensemos juntas. Tenemos toda la noche. LUCIA: (desde off): pero promete que vas a pensar. Que no vas a decir lo primero que se te ocurra. MARIA: ¡está bien! ¡Prometido! Lucía sale del placard y lo deja abierto. Vuelve la luz que sale de él y que se esparce por el espacio. LUCIA: tenemos hasta las ocho de la mañana. Algo se nos va a ocurrir. MARIA: ¿por dónde empezamos? LUCIA: miremos el lugar. Busquemos elementos que nos sirvan. Que nos ayuden. MARIA: (dudando): ¿Podemos tocar? LUCIA: (muy sorprendida): ¿Eh? MARIA: tocar… LUCIA: nunca lo intentamos… MARIA: ¿por? LUCIA: no sé. Nunca necesitamos tocar nada para usarlo. MARIA: qué cosa, durante un año no se me ocurrió tocar nada. Con cierto desconcierto Página 8
  • 9. LUCIA: tocamos. MARIA: ¿qué tocamos? LUCIA: yo la puerta del placard… MARIA: yo la puerta del placard… MARÍA: entonces podemos tocar cualquier cosa. LUCIA: yo creo que sí. MARIA: ¿podremos? LUCIA: intentemos. María mira la caja de cartón y va hacia ella. Se queda de pie, mirándola. Luego mira a Lucía. Lucía le devuelve la mirada. María extiende temerosamente su mano y la apoya sobre la caja. LUCIA: (con mucha curiosidad): ¿y? MARIA: (intrigante): y, ¿qué? LUCIA: ¿qué pasó? MARIA: nada. LUCIA: ¿cómo nada? MARIA: nada, nada de nada. LUCIA: ¿no sentiste nada? MARIA: cómo si no hubiera tocado nada. Lucía va hacia la caja y se para ante ella. LUCIA: ¿me estás jodiendo? MARIA: tocá y te vas a dar cuenta. Lucía lleva lentamente su mano hacia la caja y luego se arrepiente. LUCIA: algo te debe haber pasado y lo disimulaste. MARIA: al final sos más cagona que yo. (Sin dudarlo vuelve a poner su mano sobre la caja.) ¿Ves? ¿Ves que no me pasa nada? ¿Crees que soy actriz? ¿Qué puede hacerte creer que no me pasa nada cuando algo me está pasando? (Le toma la mano a Lucía y se la apoya sobre la caja.) ¿Ves que no pasa nada? ¿Qué no se siente nada? LUCIA: (muy sorprendida): ¡Es cierto! No siento nada, es como si no tocara nada, (toca insistentemente): toco y no toco, toco y no toco, toco y no toco. No siento Con cierto desconcierto Página 9
  • 10. nada. Absolutamente nada. Por eso nunca registramos que tocábamos las puertas de los placares. MARIA: ¿podemos tocar todo lo que queramos? LUCIA: sin desordenar. Lucia y María, casi como dos niñas, comienzan a recorrer el lugar tocándolo todo. Tocan y no tocan, tocan y no tocan, tocan y no tocan. María tocando la pared que tiene las fotografías, sin querer, quita un alfiler que sostiene una de ellas, ésta vuela y cae al piso en el centro de la escena. Las dos mujeres quedan paralizadas, mirando la fotografía. Lucía se inclina sobre la fotografía y con mano temblorosa la toma. LUCIA: (mirando al dorso): Está escrita… MARIA: ¿qué dice? LUCIA: algo muy raro… MARIA: (insistente): ¿Qué dice? LUCIA: (leyendo): Manuela guión veintidós guión Rosario guión trece guión ocho guión cero ocho MARIA: ¿qué quiere decir? Las dos miran el resto de las fotografías. LUCIA: ¿estarán todas escritas? MARIA: hay una sola manera de saberlo. María va hacia la pared y saca una cualquiera. MARIA: (leyendo en el dorso): Betiana guión veintidós guión Corrientes guión trece guión ocho guión cero cuatro… María comienza a despegar de una en una todas las fotografías y se las va alcanzando a Lucía. LUCIA: (leyendo al dorso): Marcela guión veintidós guión Rosario guión trece guión ocho guión cero siete… LUCIA: (leyendo al dorso y sin mirar la fotografía): María guión veintidós guión Buenos Aires guión trece guión ocho guión diez… (Mirando la fotografía): Sos vos. Con cierto desconcierto Página 10
  • 11. MARIA: (acercándose a Lucía y tomando la fotografía en su mano): soy yo. Hace un año… LUCIA: cada foto tiene el nombre, la ciudad, la fecha… Ambas mujeres miran el almanaque. Se produce una pausa breve. MARIA: ¿y el veintidós? LUCIA: ¿qué cosa? MARIA: después del nombre está el veintidós… LUCIA: ¡la edad! MARIA: (sacando otra fotografía y leyendo al dorso): Giuliana guión “veintidós” guión Corrientes guión trece guión ocho guión cero tres. LUCIA: (sacó una y leyendo al dorso): Lucía… (Dando vuelta la fotografía): ¡Esta soy yo! (Leyendo al dorso): Buenos Aires 13 de agosto del 2009. Todas tienen la fecha y el lugar. MARIA: (leyendo al dorso): Micaela veintidós años Rosario 13 de agosto del 2006. LUCIA: (quitando y leyendo el dorso de la última fotografía): Ana veintidós años Corrientes 13 de agosto del 2005. Lucía y María con las fotografías en sus manos van hacia la caja de cartón y las dejan sobre ella. LUCIA: ¿nos sentamos? MARIA: Probemos. Ambas se sientan al mismo tiempo y alrededor de la caja. MARIA: ¿estás cómoda? LUCIA: no sé. Da igual. Sentada o de pie, da lo mismo. No siento nada especial. Es como tocar y no tocar. Se paran al mismo tiempo y se vuelven a sentar al mismo tiempo, acción que hacen repetidamente. AMBAS: ¡no hay diferencia! ¡Es igual! ¡Parada o sentada da lo mismo! ¡No encuentro diferencia! ¡Es igual! ¡Es lo mismo! ¡No hay diferencia! Se paran al mismo tiempo y se vuelven a sentar al mismo tiempo, acción que hacen repetidamente. En un momento pierden el ritmo y al final queda una sentada y la otra parada. Con cierto desconcierto Página 11
  • 12. LUCIA: (sentada.) ¿Preferís estar parada? MARIA: (parada.) Me da lo mismo. María se sienta en el momento en que Lucía se para. Y así comienzan a sentarse y pararse hasta que vuelven a perder el ritmo y quedan las dos de pie. LUCIA: entonces, las dos paradas. MARIA: entonces, las dos paradas. LUCIA: entonces, las dos paradas. MARIA: entonces, las dos paradas. Lucía y María se miran. En silencio cuentan hasta tres y logran sentarse al mismo tiempo. Breve pausa. Descansan. LUCIA: ¿las ordenamos? MARIA: por fechas. LUCIA: ¿por fechas? Son todas iguales. MARIA: por edad… LUCIA: ¿sos tonta? MARIA: ¡por año! LUCIA: ¡por año! MARIA: vos pedime el año que querés. LUCIA: vamos de atrás para adelante. MARIA: (triste): no quiero ser última… LUCIA: (para levantarle el ánimo): de adelante para atrás… MARIA: (contenta): ¡Bien! María tiene las fotos en la mano como si fueran cartas y estuviera jugando al chinchón.A cada pedido de Lucía buscará con la mirada la foto que ella le pide. LUCIA: 2010. MARIA: (dándole la fotografía): Yo. LUCIA: 2009. MARIA: (dándole la fotografía): Vos. LUCIA: 2008. Con cierto desconcierto Página 12
  • 13. MARIA: (dándole la fotografía): Manuela. LUCIA: 2007. MARIA: (dándole la fotografía). Marcela. LUCIA: 2006. MARIA: (dándole la fotografía): Micaela. LUCIA: 2005. MARIA: (dándole la fotografía): Ana. LUCIA: 2004. MARIA: (dándole la fotografía): Betiana. LUCIA: 2003. MARIA: (dándole la fotografía): Giuliana. Lucía hizo tres pilas, separando las fotografías por ciudad. Luego analiza cada pila. Mira detenidamente cada foto y cada pila. LUCIA: Primero fue en Corrientes: Giuliana, Betiana y Ana… MARIA: los nombres se parecen. LUCIA: después en Rosario: Micaela, Marcela y Manuela… MARIA: los nombres se parecen. LUCIA: (sorprendida): ¡es cierto!, siempre tienen la misma asonancia, la misma cadencia… Después en Buenos Aires: Lucía y María… MARIA: y Estefanía. LUCIA: o Sofía. MARIA: o Dalía. LUCIA: es Dalia. MARIA: ¿Dalia? ¡Ah! ¿Qué otro termina con “ia” y con acento en la “i”? Lucía se distrae por unos instantes mirando atentamente las fotografías. LUCIA: ¡él sabrá! Debe tener un libro con nombres de mujeres. María se pone de pie y busca meticulosamente el libro. MARIA: ¿dónde lo tendrá guardado? LUCIA: el nombre no es importante. MARIA: sí que lo es. Con cierto desconcierto Página 13
  • 14. LUCIA: ¿qué ganamos con saber el nombre? MARIA: la llamamos por teléfono. LUCIA: ¿tenés idea de cuántas mujeres hay con el mismo nombre? MARIA: las llamamos a todas, tiempo es el que nos sobra, y la factura de teléfono la paga él. Es bueno que alguna vez pague algo. LUCIA: (sin dejar de mirar las fotografías.) Tiene que haber otra pista. ¡Tengo que encontrarla! MARIA: (sin dejar de buscar el libro.) Puede haber muchas con el mismo nombre, algunas con veintidós años, pero una sola es la que tiene una cita en este departamento y el día de mañana. LUCIA: (alegremente sorprendida por el hallazgo): ¡La primera es rubia!, ¡la segunda: morocha y la tercera: pelirroja! MARIA: ¿qué cosa? LUCIA: Tanto en Corrientes como en Rosario, una rubia (señalándose a sí misma), una morocha (señalándola a María) y una pelirroja. MARIA: ¿la sin nombre es pelirroja? LUCIA: la sin nombre tiene veintidós años y es pelirroja. MARIA: (acentuando la búsqueda): Tenemos que encontrar el nombre. Debe haber muchas con el mismo nombre. Pero muy pocas que sean pelirrojas y que tengan veintidós años, y una sola que mañana tiene una cita en ésta dirección. Ambas buscan afanosamente el libro. Desordenan todo el espacio. Un largo silencio en el que solamente se escuchan los sonidos de cosas que caen al piso o que son corridas de lugar por las mujeres. LUCIA: (feliz por haber encontrado otra pista): ¡Cinco letras! MARIA: (sin entender): ¿Qué cosa? LUCIA: el nombre, tiene cinco letras: María, Lucía y… MARIA: (muy contenta): ¡Sofía! LUCIA: (sin comprender): ¿Sofía? Yo ya lo había dicho… MARIA: (orgullosa de haber encontrado ella el nombre): ¡Sí! ¡Se tiene que llamar Sofía! LUCIA: (señalando a María): ¡María! Con cierto desconcierto Página 14
  • 15. MARIA: (señalando a Lucía): ¡Lucía! AMBAS: ¡Y Sofía la pelirroja! María comienza a revolver nuevamente el espacio. LUCIA: ¡ahora no es necesario encontrar el libro! No creo que haya muchos nombres de mujer que terminen en “ia”, con acento en la “i” y que tenga “cinco letras”. MARIA: (muy entusiasmada): ¡Estoy buscando la guía! Lucía mira a su alrededor, su mirada se cruza con el aparato telefónico que está apoyado sobre la guía. LUCIA: ¡está debajo del teléfono! María deja todo y rápidamente se dirige hacia el aparato telefónico. Saca la guía y comienza a buscar. MARÍA: (revuelve las hojas con mucha exaltación.) ¿Empiezo por Sofía? LUCIA: ¡no!, por la letra “A”, por el apellido… MARIA: (leyendo): Por el apellido, por la A, Ab, Aba, Abad, ¡empiezo por ésta! LUCIA: (entusiasmada): ¡Encontramos un plan! ¡El mejor plan! MARIA: la encontramos y le decimos que no venga. (Disca.) Se produce una breve espera cargada de suspenso y ansiedad. MARIA: (escuchando nostalgiosamente el sonido del teléfono.) Suena. ¡Qué lindo qué suena! ¿Cuánto hacía que no escuchaba éste sonido? LUCIA: (cargada de ansiedad): ¿me dejás escucharlo? MARIA: (le pasa el tubo) Escucha. LUCIA: (escuchando): ¡Qué lindo! ¡Hola! (A María): ¿Hablo yo? MARIA: hablá, dale, ¡hablá! LUCIA: Buenas noches. ¿Puedo hablar con Sofía? ¡Hola! ¡Hola! ¡Hola! (A María): Me cortó… MARÍA: (vuelve a discar) ¿Te hablaba? LUCIA: ¡sí! MARIA: ¿cómo era la voz? LUCIA: cálida, dulce, joven… MARIA: ¿de mujer? Con cierto desconcierto Página 15
  • 16. LUCIA: sí, yo escuché una voz femenina, muy linda, muy cálida… MARÍA: está llamando. ¡Hola! ¿Podría hablar con Sofía? ¡Hola! ¡Me escucha! ¡Hola! (A Lucía): Corto… LUCIA: ¿te habló? MARIA: ¡sí! María muy ansiosa busca otro número. LUCIA: ¿cómo era la voz? MARIA: cálida, dulce, joven… LUCIA: ¿de mujer? MARIA: ¡sí! LUCIA: ¡qué raro! ¡No nos escuchaba! Tal vez le ande mal el aparato telefónico. María disca otro número telefónico. MARIA: No le debe funcionar bien la línea, andaban mal hace un año, no me quiero ni imaginar cómo deben andar ahora. LUCIA: ¿la llamás de nuevo? MARIA: ¡no!, estoy llamando a otra. Se produce una pausa nerviosa. MARIA: (hablando nerviosamente): ¡Hola! Buenas noches. ¡Hola! ¡Hola! ¡Hola! (Corta y muy angustiada, a Lucía): Nadie nos puede oír. LUCIA: ¿vos crees que no nos pueden escuchar? MARIA: nosotros las oímos pero ellas a nosotros, no. LUCIA: tal vez éste aparato anda mal. MARIA: él habló a su trabajo… LUCIA: (buscando consuelo): … tal vez se descompuso ahora… MARIA: (horrorizada): ¡nadie nos puede escuchar! María corre hacia la ventana y la abre, grita a una supuesta vecina. MARIA: ¡doña! ¡Doña! ¡Aquí vecina! ¡Me escucha! María hace señas y golpea la ventana sin producir ningún ruido. MARIA: (casi sin consuelo). ¡Vecina, escúcheme, por favor! ¡Deje de lavar los platos y escúcheme! ¡Me escucha! ¡Me puede ver! (A Lucia, desconsoladamente): Con cierto desconcierto Página 16
  • 17. No me puede escuchar. No me puede ver. (Horrorizada): ¡Nadie nos ve! ¡Nadie nos escucha! María, cierra la ventana, se aleja y se derrumba en un sillón. MARIA: (anímicamente destrozada): me siento mal. Muy mal. Por mejor plan que ideemos no vamos a poder detener los acontecimientos. No nos ven. No nos escuchan. Con mucho odio golpea con su mano la caja de cartón y luego el sillón y luego el piso. MARIA: (desconsolada): No hacemos ruido. Sólo podemos mover las cosas. LUCIA: (buscando el lado positivo): podemos mover las cosas. ¡Mirá!, (le muestra el desorden que ambas hicieron), ¡podemos mover las cosas! No podremos hacer que no venga pero podemos hacer que no ocurra lo que él quiere que ocurra. Suena el teléfono. Las mujeres se miran. No saben bien si atender o no. María va hacia el teléfono y tímidamente lo atiende. MARIA: (al teléfono): Hola, ¿quién habla? (…) ¡Hola!, hola, hola… (Corta. Con un gesto de desilusión y con algo de depresión): Nunca me escuchó… LUCIA: ¿quién era? ¿Alcanzó a decir quién era? MARIA: ¡sí! LUCIA: ¿quién era? MARIA: (desolada): Sofía… era Sofía… LUCIA: ¿Sofía? MARIA: (desolada): Está viniendo para acá… LUCIA: ¿cómo que está viniendo para acá? MARIA: eso dijo… LUCIA: mañana tiene que venir. MARIA: dijo que estaba viniendo para acá. Lucia mira el espacio, el desorden reinante, y sin convicción comienza a ordenarlo. MARIA: ¿qué hacés? LUCIA: (deja de hacerlo.) Ordenar un poco. No debe darse cuenta… Con cierto desconcierto Página 17
  • 18. MARIA: ¡no! ¡Dejá todo cómo está! Si quien viene primero es Sofía al ver el desorden que hay por ahí se asusta y se va. LUCIA: ¡él va a llegar primero! Para preparar todo. Para abrirle. MARIA: ¡con más razón dejemos todo como está! ¡Qué se dé cuenta de una vez y para siempre, qué se entere que no vive solo! LUCIA: (dudando entre ordenar y no.) ¿Y qué ganamos con eso? MARIA: no sé. Tal vez lo confundimos. LUCIA: (dudando entre ordenar y no.) ¿Y qué ganamos con confundirlo? MARIA: ¡no lo sé, Lucia, no lo sé! LUCIA: entonces, si no lo sabés, dejemos todo cómo estaba antes. Cómo si aquí no hubiera pasado nada. En el preciso instante en que ambas, de mala gana, se disponen a ordenar el espacio, suenan insistentes golpes a la puerta. MARIA: (grita impulsivamente): ¡Ya llegó! LUCIA: (muy asustada): ¿Tan pronto? ¡No puede ser! MARIA: (dudando verdaderamente): Tal vez no tengamos noción del verdadero paso del tiempo. Vuelven a sonar insistentemente los golpes en la puerta. María y Lucía se miran sin saber qué hacer. La incipiente noche sin estrellas cuela a través de la ventana, su opaca luminosidad que se confunde con los irreales resplandores que surgen de los placares abiertos. María, casi sin pensarlo, va hacia la puerta y comienza a abrirla, tal como si el viento la abriera. En ése preciso instante Sofía golpea con mucha fuerza y la puerta se abre violentamente. María velozmente huye y se queda de pie ante la puerta del baño; Lucía hace lo propio y se queda cerca de la puerta de “su” placard. Ambas muy prontas a esconderse, la duda se los impide. SOFIA: (sorprendida, se mira la mano.) ¡Oh! (Ríe tontamente.) Con cierto desconcierto Página 18
  • 19. Sofía, por unos instantes se queda en el descanso de la puerta mirándose la mano. Creyéndose que la puerta se abrió por su fuerza. Luego gira y habla con alguien incorpóreo a la vista de los espectadores. SOFIA: (saludando, al off): Gracias por acompañarme, es aquí, hasta mañana, ¡hasta mañana! … Sofía, todavía en el descanso de la puerta, se queda mirando hacia el pasillo del edificio. Se escucha el sonido de un viejo ascensor bajando. Sofía ahora se dispone a entrar al departamento. Primero mira la puerta y luego, con asombro, mira la mano con que la golpeó. SOFIA: (asombrada): Deben ser las vitaminas. Voy a tener que cuidarme. Voy a tener que medir la fuerza. Su mano temblorosa enciende la luz. Por unos segundos se queda mirando el desorden. Se asusta y sale velozmente hacia el pasillo, tal vez, buscando a quien la acompañó hasta allí. A los pocos segundos entra nuevamente y deja la pequeña valija muy cerca de la puerta que permanecerá entreabierta. SOFIA: (temerosa, con voz temblorosa): Bruno… Bruno… ¿Estás por ahí? Lucía y María registran que no son vistas por Sofía. Entonces se acercan a la altura de las sillas y se quedan observándola. Sofía, sigilosamente, cierra la puerta de calle y luego, cual si fuera un policía allanando un domicilio, se mueve sigilosamente por el lugar. Sus cautelosos pasos la conducen hacia el dormitorio. SOFIA: (temerosa, con voz temblorosa): Bruno, ¿estás acostado? Bruno, ¿estás ahí? Brunito… Brunito… Sofía entra al dormitorio. Lucía y María se miran sin comprender demasiado la situación. LUCIA: no tiene el perfil. MARIA: es muy, muy, rellenita y bajita… LUCIA: no puede ser Sofía… Con cierto desconcierto Página 19
  • 20. MARÍA: colorada no es… LUCIA: no tiene veintidós años… MARIA: ¿entonces? LUCIA: ¿vos escuchaste bien el nombre? MARIA: (dudando): Sí… LUCIA: tal vez estando sugestionado uno cree escuchar lo que a uno lo sugestiona. Reaparece Sofía. Sin abrigo, ni cartera de mano. Trae en su mano una libreta con números telefónicos. Va hacia el teléfono, se cerciora de que funcione y luego disca. En el preciso instante en que aparece Sofía, María y Lucía, instintivamente, se esconden detrás de las sillas. Luego de unos minutos, avanzada la conversación telefónica, ambas se darán cuenta de que Sofía nunca las vio y saldrán de su escondite. SOFIA: (al teléfono): ¡Hola! (…) Sí, con Bruno Morgen, por favor… (…) A sos vos, ¿sos vos Brunito? (…) ¡Mi, amor…! (…) ¡Sí, soy yo! (…) ¿Cómo te diste cuenta? ¡No, qué va! (…) Estoy en tu departamento. (…) ¡Sí, en tú departamento! (…) Hoy me dieron el alta. (…) ¡Sí, hoy! (…) No. No, puedo. Me tengo que quedar unos días acá en Buenos Aires. Tengo el alta domiciliaria provisoria. Si ven que estoy bien, me puedo ir a Corrientes. Me muero de ganas de irme a Corrientes. (…) No, ojalá. Pero, todavía no puedo. Tengo unas ganas de ver a mamá. (…) ¿Qué? Sí, alta domiciliaria. Todos los días va a venir un psiquiatra a controlarme y un enfermero para acompañarme unas cuantas horas. (…) ¿Cómo qué adónde? (…) ¡Aquí! Esta es la única dirección que la clínica tiene agendada. (…) Estoy a tú cargo. Mirá lo que son las cosas, ¡sos mi tutor! Bueno, te dejo porque estoy muy cansada, me voy a recostar un rato. Solo quería avisarte para no tomarte por sorpresa. (…) Creí que te iba a encontrar aquí. (…) ¡Sí que llamé! Atendiste, pero no me escuchabas, debe andar mal éste teléfono. (…) ¿A qué hora? Ahora, hace un ratito, desde el bar del frente, tengo un testigo y todo. (…) Estaba conmigo el enfermero. (Mirando las fotos que están sobre la caja de cartón.) No quería encontrarte con ninguna de tus “modelitos”. (…) ¿Cómo que no me atendió nadie? Con cierto desconcierto Página 20
  • 21. (…) Me atendiste pero no me escuchabas. ¡Me tomás por loca! Ya estoy curada. Alta domiciliaria provisoria. (…) Te dejo. Me voy a recostar un rato. (Corta.) Sofía mira el espacio y no sabe bien qué hacer. SOFIA: (toma una foto y lee lo que dice al dorso): María guión veintidós guión Buenos Aires guión trece guión ocho guión diez… (Claro gesto de no haber entendido nada.) Linda piba, linda piba. Flacucha, pero linda. ¡Hay Brunito! ¡Brunito! (Mira a su alrededor.) Mejor dejo todo así. A lo mejor éste sea su orden. (Busca un vaso y lo llena con agua.) Me tomo mis píldoras y a dormir… Sofía toma la valija que había dejado cerca de la puerta y sale hacia la habitación. María y Lucia se miran extasiadas. No pueden disimular su enorme alegría. LUCIA: (contenta): Está todo solucionado… MARIA: (contenta): Ésta le arruinó la “fiesta”… LUCIA: no tenemos nada que ordenar… MARIA: ¡eso le pasa por mentir! Quería internar a “su madre”… LUCIA: y le dieron de alta a “su hermana”… MARIA: (emulando a Sofía): “Alta domiciliaria provisoria” LUCIA: (emulando a Sofía): “Alta domiciliaria provisoria” María y Lucía improvisan una canción utilizando la melodía del himno a la bandera argentina. AMBAS: (cantan muy contentas): “Alta en el domicilio, la provisoria azul y blanca, el alta domiciliaria, que Sofía nos regaló. Alta en el domicilio, la provisoria azul y blanca, el alta domiciliaria…” La canción se interrumpe porque ambas se tientan de risa y no pueden seguir cantándola. LUCIA: (intrigada): ¿Cómo se llamará? MARIA: Sofía. (Viendo que Lucía duda): ¡Anda y preguntale! LUCIA: (acercándose a la puerta del dormitorio, gritándole excesivamente): ¡¿Cómo te llamás?! MARIA: (también se acerca al dormitorio y grita): ¡¿Cómo te llamás?! Con cierto desconcierto Página 21
  • 22. Ambas ríen. Están contentas. Todos sus miedos se disiparon. Tararean juntas un vals. María, elegantemente y emulando un fino caballero, invita a Lucía a bailar. Bailan juntas el vals. Mientras bailan, tararean y ríen, desplazándose por el lugar, terminan de desordenar lo poco que había quedado ordenado. La lamparita incandescente confunde su amarillenta luminiscencia con los resplandores irreales que provienen de los placares abiertos, y con la mortecina luz que proviene del dormitorio. Bruno irrumpe en el lugar sin que Lucía y María lo registren. Mira el espacio todo desordenado, bruscamente se quita la campera, la arroja violentamente sobre una silla y pega un grito feroz: BRUNO: ¡¡Sofía!! María y Lucía, asombradas, dejan de bailar. Bruno corre hacia su dormitorio. LUCIA: (sorprendida): no hay dudas… MARIA: (sin disimular su satisfacción): no había escuchado mal… AMBAS: (gritan): ¡se llama Sofía! María y Lucía permanecen en escena envueltas en un mar de dudas. BRUNO: (desde off): ¡despertate! (Se escuchan fuertes sopapos.) ¡¡Despertate, ahora!! Durante toda la escena en off se escucharán algunos murmullos de Sofía, quejas y llantitos casi histéricos. BRUNO: (desde off): ¡Acá no te podés quedar! Ni hoy ni mañana. Si querés podés venir pasado mañana. Pasado mañana sí, ¡ahora no! LUCIA: si se la quiere llevar de acá vamos a tener que hacer algo… BRUNO: (se escuchan unos fuertes sopapos.) ¡No me importa que llorés! ¡Por tú culpa dejé el Laboratorio solo! ¡Podés llorar todo lo que quieras! Vamos a la Clínica. Tengo que volver rápido al trabajo. MARIA: ¿qué podemos hacer? LUCIA: no sé. Con cierto desconcierto Página 22
  • 23. BRUNO: (desde off): ¡Levantate o te saco a la rastra! ¡No me obligués! ¡Volvés ahora mismo! Hablo con los médicos y que te den de alta: ¡pasado mañana! ¡Mañana no podés estar aquí! ¡Levantate o te llevo a la rastra! ¡No quiero perder mi trabajo! ¡Te saco a la rastra! ¡A la rastra! ¡Te llevo de los pelos hasta la clínica! Se escuchan los ruidos de alguien cayéndose de la cama. Quejas, llantos, gritos histéricos. MARIA: la va a traer de los pelos… LUCIA: y arrastrándola… Bruno trae arrastrándola de los pelos a su hermana. La deja en el centro del living y sale corriendo hacia el dormitorio. Lucía, impulsivamente va hacia Sofía, que está en el piso llorando histéricamente. LUCIA: (a María): ¡Ayudame a levantarla! MARIA: (a Lucía): ¡Qué querés hacer! LUCIA: ¡vos ayudame! Lucía y María levantan a Sofía tomándola desde las axilas y por la espalda. La ponen de piel y luego la sostienen. Sofía, se percibe con fuerzas, cómo si alguien desde el más allá la estuviera ayudando. Aparece Bruno, trayendo el abrigo, la cartera y la valija de Sofía. Por un instante mira con cierto asombro a su hermana. Se seca el rostro con un pañuelo. Sofía, con muchas dificultades en el hablar y algo confundida, pero sintiéndose con fuerza física, encara a su hermano. María y Lucía manejan el cuerpo de Sofía como si ésta fuera una marioneta: le mueven los brazos, las manos, la sostienen, la hacen avanzar o retroceder. SOFIA: (infantil, cariñosa): ¡querido Brunito! ¡Mi amorcito! No quiero volver a pedírtelo. Esta tarde, no. Ayer me salió un poco de sangre. Eso me asustó un poco. Esta tarde, no. No sé cómo decírtelo, me parece que no tendríamos que hacerlo más, por lo menos hasta cuando seamos más grandes. Con cierto desconcierto Página 23
  • 24. Bruno se seca el rostro con un pañuelo. Acción que reiterará en muchas oportunidades. BRUNO: (confundido y algo atemorizado): ¡Qué mierda estás diciendo! ¡Tomá, ponete el abrigo que te llevo de nuevo a la clínica! ¡Tengo que volver a mí trabajo! SOFIA: (infantil, temerosa): ¿¡qué me das!? Ése saco es de mamá. BRUNO: (casi rogándole): ¡ponete el saco y vamos! No quiero llevarte a la rastra. SOFIA: (infantil, con mucho miedo): Mamá no quiere que le usemos las cosas. Ya te dijo más de mil veces. No podemos usarle la ropa. BRUNO: (lentamente va perdiendo la paciencia): ¡Sofía! Ponete el abrigo y agarrá tus cosas. Vamos para la clínica. SOFIA: (infantil, confidente): Cada vez que te ponés los zapatos de mamá ella se da cuenta. (Infantil, ríe tontamente): Se los dejás con un olor a pata insoportable. Bruno se abalanza contra su hermana pero es contenido por la fuerza de las tres mujeres. María le mueve un brazo a Sofía y le pega a Bruno en los testículos. Bruno cae, retorciéndose por el dolor, pesadamente al piso. BRUNO: (entrecortadamente): ¡Hija de puta! ¡Loca de mierda! ¡Loca! ¡Retardada mental! Mientras Bruno intenta reincorporarse a pesar de su dolor. María y Lucía llevan a Sofía hacia la pieza. SOFIA: (adulta, confundida, con voz temblorosa): Estoy curada tengo el alta domiciliaria provisoria y ahora me voy a descansar un rato… MARIA: (consustanciada): ¡Y dejala dormir tranquila! SOFIA: (adulta, suplicante): ¡Y dejame dormir tranquila! MARIA: ¡no te das cuenta que tomó las pastillas! SOFIA: (adulta, suplicante): ¡No te das cuenta que tomé las pastillas! LUCIA: ¡dejala dormir! SOFIA: (adulta, con voz temblorosa, suplicante, casi gritándole): ¡Dejame dormir! Bruno, sin dejar de agarrarse la zona afectada, se les acerca casi en cuclillas, tratando de impedir que se vayan. LUCIA: (consustanciada): ¡O te la cortamos! Con cierto desconcierto Página 24
  • 25. SOFIA: (consustanciada): ¡O te la corto! Bruno se pone dificultosamente de pie y luego se abalanza contra su hermana. María se interpone entre Sofía y él, y dándole un violento empujón lo arroja sobre la caja de cartón. MARIA: (a Sofía): ¡Tenemos fuerza! Las fotografías se esparcen por el living. Sofía, que es sostenida sólo por Lucía, sale hacia el dormitorio sin registrar absolutamente nada. MARIA: ¡ahí te quedás, loco de mierda! BRUNO: (absolutamente sorprendido): ¿Qué pasa acá? No entiendo nada. ¿Cómo pudo empujarme sin siquiera darse vuelta? ¿Qué está pasando? MARIA: ¡pasa que ya me tenés harta! ¡Podrida! Regresa Lucía y se queda mirando la situación. LUCIA: (a María): Podemos detenerlo. Podemos.¡Sí, que podemos! Él no nos ve, ni nos escucha, podremos hacerlo… BRUNO: (se pone de pie sin saber bien que hacer): ¿Me estoy volviendo loco? Tengo que haberme tropezado. (Duda): No, no puede ser. Nadie que se tropieza se cae hacia atrás. Necesito tomar algo… Bruno busca entre el desorden reinante una botella y un vaso. Siente un pequeño vahído, un leve mareo que intenta alejar sacudiendo su cabeza. BRUNO: (sirviéndose): ¡Necesito algo bien fuerte! Serenarme, pensar, ver con claridad. A Lucía se le ocurre una idea y con señas intenta hacérsela saber a María. LUCIA: (sarcásticamente): la vas a pasar mal Brunito. Lucía le señala a María el vaso que llenó Bruno. MARIA: (irónicamente): Muy mal, enano orejudo. Muy mal. María, que entendió el juego ideado por Lucía se lleva el vaso y lo apoya sobre la caja de cartón. Con cierto desconcierto Página 25
  • 26. Bruno guarda la botella y cuando gira para tomar el vaso, vuelve a sentir un pequeño mareo y reitera el movimiento de su cabeza para alejarlo. No encuentra el vaso en dónde lo había dejado. MARIA: (a Lucía): Hagamos leña del árbol caído. Bruno, con su mirada, busca el vaso y lo ve sobre la caja de cartón. BRUNO: (sorprendido): Yo no llevé el vaso… allá… Sigilosa y precavidamente, cómo si se sintiera observado, Bruno va en busca del vaso. BRUNO: (temeroso): Yo lo había dejado… allí… Bruno gira cautamente y mira hacia dónde había dejado el vaso al servirse y cuando vuelve a girar su vista hacia la caja de cartón, el vaso ya no está allí. Lucía se lo llevó y lo dejó en el piso cerca de la puerta de calle. BRUNO: (estupefacto): ¿Qué mierda me está pasando? Bruno se seca el rostro con el pañuelo y se refriega fuertemente los ojos. LUCIA: (a María): Hagamos leña de la madera inútil. BRUNO: (va lentamente hacia el vaso): Ojalá supiera que está pasando… Cuando Bruno se agacha para recoger el vaso, María le paga una patada en el trasero y lo arroja contra la biblioteca, Bruno pierde el equilibrio y cae al piso. BRUNO: (llora desconsoladamente, casi como un niño): ¡Qué está pasando! ¡Qué me está pasando! María y Lucía lo miran y ríen burlonamente. Las risas, el llanto de Bruno, los libros tirados, la campera negra desprolijamente tirada sobre una silla, la pequeña valija de Sofía en el piso que es casi cubierta por el abrigo oscuro, el vaso lleno de alcohol que se fue mudando de lugar, el teléfono y su guía en cualquier sitio, los extraños destellos lumínicos que surgen de los placares abiertos, la lamparita que pende de un cable negro… el caos reinante. Con cierto desconcierto Página 26
  • 27. A los segundos aparece Sofía, semidesnuda, por la puerta del dormitorio. Habla y se mueve como si fuera una niña en celo. María y Lucía se miran entre sí, sospechan que algo macabro va a ocurrir y durante los textos de Sofía, a una seña de Lucía cambiarán de lugar los flashes. María, sin dudarlo, ubica uno cerca de la puerta de calle y que enfoca directamente al rostro de Bruno y Lucía traslada el otro cerca de la puerta que da al dormitorio. SOFIA: (llama a Bruno, sigilosamente): ¡Brunito! ¿Me vas a hacer esperar mucho más? Mirá que mami se va a levantar de la siesta. Bruno llora desconsoladamente sentado en el piso. Se comprime el pecho con ambas manos. Se seca la frente con el pañuelo. Sofía va hacia donde está él y se siente a su lado. SOFIA: (Dulce y seductoramente): ¿Por qué llorás? No, yo no se lo conté a nadie. Mirá si se lo iba a contar a alguien. No, Brunito, esto es entre vos y yo. Sólo entre nosotros dos. ¡Dejá de llorar y vamos! Sofía se pone de pie e intenta levantar a Bruno. Él la mira con los ojos vidriosos por el llanto y el odio. SOFIA: (Lujuriosa): Ya preparé todo. Tengo las tacitas con el té. Para vos café. Café negro. Cómo tomaba papá. Para mí, té. De yuyos. Las mujeres siempre tomamos el té. BRUNO: (con odio contenido): Dejame en paz… SOFIA: (Intenta levantar a Bruno.) ¡Dale, vamos! No vamos a tener todo el tiempo del mundo. Mirá que sólo tengo el alta provisoria. Lo provisorio no es eterno. Sofía logra poner a Bruno de pie. Luego le da la espalda y se conduce hacia la habitación. Su caminar es sensual, carnal, lascivo. Sofía gira y mira provocativamente a Bruno. SOFIA: (casi con un espasmo erótico): Vamos Brunito… Sofía le vuelve a dar la espalda y en el preciso instante en que ella está a punto de entrar en la habitación, Bruno emprende una veloz carrera para atacar por la espalda a su hermana. Lucia enciende el televisor. Las luces de la imagen y el rítmico sonido del BOLERO de Con cierto desconcierto Página 27
  • 28. Ravel (luego del minuto nueve) inundan el espacio y acompañan la acción. BRUNO: ¡Me querés volver loco! ¡No lo vas a lograr! María le interpone la silla que tiene encima la campera negra. Bruno se la lleva por delante, la silla cae, la campera vuela y él cae pesadamente. Lucía hace girar el flash y lo apunta hacia el rostro de Bruno. Sofía no registró el incidente. Gira sobre sus pasos y mira a su hermano. SOFIA: (seductora, lasciva): Brunito, no hagas ruido, vas a despertar a mami. Dale, apurate que el café se te enfría… Bruno intenta ponerse de pie y es sorprendido por los fogonazos del flash que apaga y enciende Lucía. Los flashes lo enceguecen, lo turban, lo enloquecen y trata de huir hacia la calle. Ahí lo sorprenden los flases que enciende y apaga María. Bruno está rodeado por los flashes, el sonido (Bolero) y las imágenes del televisor. Desesperado va de un lado al otro tomándose la cabeza, bañado de transpiración helada y llenando todo de gritos y quejas. BRUNO: (muy alterado): ¡Basta! ¡Qué está pasando! LUCIA: (burlonamente): ¡estás ardiendo! SOFIA: (seductoramente, desde off): ¡Estoy toda mojada… transpirada! BRUNO: ¡Sofía, me estás volviendo loco! ¡Yo te había dejado atrás! ¡No sabía nada más de vos! SOFIA: (desde off): ¡Brunito! No demorés más que me enfrío. MARIA: (burlonamente): ¡estás ardiendo en tú propio infierno! Bruno va y viene entre el desorden reinante. Se seca el rostro con el pañuelo. Respira con cierta dificultad. BRUNO: (con odio): ¡Para mí estás muerta! LUCIA: (burlonamente): ¡ardiendo en tú propio infierno! BRUNO: (girando y girando): ¡Igual qué mamá! ¡Igual qué papá! Con cierto desconcierto Página 28
  • 29. SOFIA: (muy libidinosa, desde off): ¡Ardo Bruno! ¡Ardo por dentro! ¡Y no quiero tocarme sola! ¡Me quemo! BRUNO: (girando y girando): ¡Todos están muertos! ¡Basta! ¡Basta! SOFIA: (desde off): ¡Mami se va a levantar de la siesta! LUCIA: ¡sos de mala madera! MARIA: ¡rápidamente te vas a convertir en cenizas! SOFIA: (muy lasciva, desde off): Corrientes en verano. Veranos calientes. ¡Ardientes! ¡Veranos y siestas calientes! ¡Ardientes! BRUNO: (se toca el costado izquierdo): ¡Me estoy ardiendo! ¡Me estoy quemando! SOFIA: (muy carnal, desde off). ¡¡Ardo!! ¡Estoy ardiendo por dentro y por fuera!! ¡¡No puedo más!! ¡¡Voy a tocarme!! BRUNO: (con mucho dolor y miedo): ¡No! ¡No! ¡Basta! (El dolor lo retuerce, la voz se le entrecorta): ¡No puedo más! SOFIA: (muy libidinosa, desde off): ¡Vení rápido, tu hermanita no puede esperarte más! (Advirtiéndole, con mucho miedo): ¡Mami se levantó! BRUNO: (se tapa los oídos con desesperación): ¡Nadie que está muerto se puede levantar! ¡Nadie! ¡Nadie! ¡Nunca más! ¡Nunca más! Bruno se retuerce más y más, se toma la cabeza, se toma el costado, transpira, se seca desesperadamente con el pañuelo, grita… BRUNO: (desgarrado): ¡Es mejor así! ¡Esto tenía que terminar! ¡Es mucho mejor así! Bruno se retuerce más y más, se ahoga y entre ahogos y sollozos su voz entrecortada y su último: BRUNO: ¡Es mejor así! Y luego de unos instantes de lucha, cae pesadamente en el centro del espacio. En ése preciso instante los flashes y el televisor se apagan. Pausa cargada, densa, sombría. Lucía y María se miran intensamente. Desbordadas de dudas y de perplejidad. Segundos después se acercan sigilosamente a Bruno. Con cierto desconcierto Página 29
  • 30. LUCIA: (vacilante, a María): ¿Estará? MARIA: (desorientada, a Lucia): Eso parece. LUCIA: comprobalo. MARIA: comprobalo vos. LUCIA: ¿por qué yo? MARIA: ¿por qué yo? LUCIA: alguien tiene que hacerlo. MARIA: y a vos te da miedo. LUCIA: no, no sé cómo hacerlo. MARIA: yo tampoco. Vos viste más tele que yo y ahí habrás visto muchos… Lucia se arrodilla cerca de Bruno y le toma la mano como para verificar el pulso. En ése momento Bruno larga el aire que había quedado en su cuerpo. Esto asusta a ambas mujeres, María corre hacia el baño y Lucía hacia la puerta de “su” placard. LUCIA: (muy atemorizada): ¡está vivo! MARIA: (más sorprendida que con miedo): ¿Está vivo? Me parece que largo el aire que le había quedado adentro. LUCIA: (muy atemorizada): ¡Yo de aquí no me muevo! María, sigilosamente, va hacia el cuerpo de Bruno. MARIA: (con decisión): Tenemos que verificarlo. Si llega a estar muerto tenemos que ocupar posiciones rápidamente. Se agacha al lado de Bruno. Le toma el pulso, luego acerca su cabeza al corazón y por último coloca su mano en la nariz de Bruno. María mira a Lucía dándole a entender de qué está muerto. y ambas corren rápidamente. MARIA: (comienza a correr.) ¡Yo el baño no lo cambio por nada del mundo! Lucía imita a María y sale corriendo, entra en placard y lo cierra, desaparece la luz que provenía desde allí; María hace lo propio con el placard del baño. Por unos segundos queda la luz del living iluminando el desorden y el cuerpo de Bruno en el centro. Apagón. Con cierto desconcierto Página 30
  • 31. Apenas un haz de luz ilumina el espacio. La pobre luz que puede dar un día nublado de invierno entrando por la pequeña ventana que da a un gris pulmón de un viejo edificio. La penumbra reinante nos permite ver que todo está como antes. El desorden y el cuerpo de Bruno caído en el piso. Solamente se produjo un cambio sutil: el calendario ahora dice que es el día trece. Desde la habitación se escucha la voz de Sofía. SOFIA: (cantando, desde off): ¡Porque es un buen hermanito, porque es un buen hermanito, porque es bueno de verdad! Sofía, semidesnuda y muy demacrada, aparece en escena trayendo una vela y un pequeño paquete envuelto como regalo. SOFIA: (cantando): ¡Qué lo cumplas feliz! ¡Qué lo cumplas feliz! Sofía no registra que Bruno está muerto. Va hacia la kitchenette, toma fósforos y enciende la vela. SOFIA:Hoy vas a soplar la velita. ¿No? ¿No querés? Nunca te gustaba festejar tus cumpleaños con nosotros. Siempre solito, siempre solito. Pero ahora, no. Ahora, no. Dale, vení, apagá la velita. Sofía se agacha muy cerca de su hermano. Deja la vela en el piso. Se sienta al lado de su hermano. SOFIA: Tenía ganas de hacerte una torta, pero, no me acordaba que torta te gustaba. ¿De chocolate? ¡No! Esa le gustaba a papá. Solo se la comía. ¡Por eso reventó! ¡Le saltaba el colesterol por los cuatro costados! (Ríe cómo una idiota.) ¿De limón? ¡No! Esa le gustaba a mamá. (Vuelve a reír.) ¿Y a vos? ¿Cuál te gustaba? No me acuerdo. (Muy angustiada, a punto de llorar.) Estuve casi diez años internada preguntándomelo. ¿Qué le gustaba a mi hermanito? ¿Qué te gusta? ¿Querés ver que te traje de regalo? No lo compré, es algo que vos me regalaste hace casi diez años. (Comienza a desenvolver el regalo.) ¡Ahora quiero que lo tengas vos! Con cierto desconcierto Página 31
  • 32. Sofía ya no puede controlar su llanto y rompe histéricamente el papel de regalo. SOFIA: (llorando desconsoladamente): ¡Dicen que hay que romperlo! ¡Qué trae suerte! ¡Todas estupideces que se dicen! ¡Mirá, ¿te gusta?! ¿No te acordás? Se escuchan suaves golpes a la puerta. SOFIA: (sin escuchar los golpes): ¿En serio que no te acordás? ¿No sabés que representa esta estatuita? ¡Es tu santito preferido! ¡San la muerte! Fuertes golpes a la puerta. Sofía registra los golpes y torpemente se pone de pie. Se seca presurosamente las lágrimas. SOFIA: (sorprendida, a Bruno): ¿Tenés invitados? ¡Qué bueno! Suenan nuevos y fuertes golpes a la puerta. Sofía con pasos inseguros va hacia la kitchenette, toma un repasador, primero se suena la nariz y después se seca las lágrimas. SOFIA: son lágrimas de felicidad… Si alguien pregunta, son lágrimas de felicidad… Sofía con pasos torpes e inseguros va hacia la puerta. SOFIA: ¡ya va! ¡Ya abro! (Cantando): ¡Por qué es un buen compañero! ¡Por qué es un buen compañero! ¡Lo queremos de verdad! (Abre.) Una joven de veintidós años, de cabello rojizo, se queda de pie ante la puerta abierta de par en par. JOVEN: (asombrada): Soy Sofía. SOFIA: (muy contenta): Sí, soy Sofía. JOVEN: venía por… SOFIA: ¡por el cumpleaños de Bruno! ¡Adelante! ¡Adelante! La joven Sofía hace medio paso hacia el interior del departamento y queda horrorizada, paralizada, ante semejante espectáculo. Mira el desorden, mira a Bruno, mira a Sofía. JOVEN: (muy asustada): ¿Qué pasó acá? SOFIA: (jovial): Nada. Bruno se quedó dormido y no pudo ordenar la casa. JOVEN: (sin lograr salir del asombro): ¿Está dormido? SOFIA: para no soplar la velita inventa cualquier cosa. Con cierto desconcierto Página 32
  • 33. JOVEN: ¿está segura? SOFIA: cómo que me llamo Sofía. Sofía cierra la puerta y se queda apoyada en ella. Solamente porque su pobre cuerpo no la puede sostener en pie. La Joven Sofía no percibe que es por éste motivo. Ella percibe que se encuentra encerrada en un desorden macabro. JOVEN: bueno, creo que es mejor que me vaya, que vuelva en otro momento. SOFIA: usted es la primera en llegar. Aunque conociéndolo a Brunito no me extrañaría que sea la única invitada. JOVEN: bueno, yo venía porque el señor Bruno… SOFIA: (se acerca dulcemente a la Joven): no tiene por qué ocultarme la relación que usted tiene con mi hermano. JOVEN: (aterrada y tratando de disimularlo): No, si no tengo nada que ocultar. SOFIA: (casi seductoramente): Soy una mujer moderna. No haré preguntas. No, no, no. No haré preguntas. (Le acaricia el rostro.) ¡Qué linda piel! ¡Qué suave! ¡Firme! (Baja insidiosamente sus manos y le acaricia los brazos y luego el torso.) Caliente. Dura. Cálida. ¡Temblorosa! JOVEN: (se deja hacer por miedo a violentarla): tengo veintidós años… A Sofía se le nublan los ojos, se le llenan de lágrimas de odio. Abandona por un segundo a la Joven, va hacia su hermano y lo mira fijamente. En un ataque de ira se abalanza sobre el cuerpo de Bruno y comienza a zamarrearlo por las solapas del saco. SOFIA: (a Bruno): ¡Ahora me acuerdo que te gustaba para tus cumpleaños! Sí, me acuerdo. ¡Las chicas bonitas! ¡Delgadas, bonitas! ¡Modelos! ¡Fue por eso! ¡Te gustaban delgaditas! ¡Flacas escuálidas! ¡”Modelitos”! (Las lágrimas de odio le ruedan por las mejillas.) ¡¿Fue por eso?! ¡¿Fue por eso?! Por eso pase casi diez años de clínica en clínica. Corrientes, Rosario, Buenos Aires. Casi diez años. ¡Ahora tengo el alta! La Joven sin saber qué hacer, aterrada, se fue acercando sigilosamente hacia la puerta de calle. Con cierto desconcierto Página 33
  • 34. Sofía deja caer el cuerpo de Bruno pesadamente al suelo y mira a la Joven Sofía. Cambia absolutamente su estado emocional. Ahora es una niña buscando comprensión, afecto, amor… SOFIA: (a la Joven Sofía): Me dieron el alta domiciliaria provisoria. JOVEN: (yendo hacia la puerta y mirando a Sofía): ¡Qué bien! SOFIA: estoy curada. JOVEN: (yendo de espaldas hacia la puerta para no perder de vista a Sofía): ¡Qué bien! SOFIA: Hoy va a venir al cumpleaños un enfermero. Todos los días hasta el alta definitiva, que espero que sea muy pronto, va a venir un enfermero a acompañarme. Para salir a caminar. Para ir de compras. Él puede preparar la torta. (Mirando a Bruno.) Yo no sé qué torta le gusta. La Joven Sofía al retroceder se tropieza con libros y objetos que están tirados por el lugar. Mantiene su equilibrio. JOVEN: de chocolate… SOFIA: no, que va, esa le gustaba a mi papá… La Joven Sofía abre la puerta. JOVEN: de limón… SOFIA: muy agria… La Joven Sofía sale dejando la puerta abierta. Huye despavorida escaleras abajo. Sus pasos retumban en la callada mañana invernal. Sofía se sienta al lado de su hermano y le da la pequeña estatuilla de “San la muerte”. Luego, susurrándole una vieja canción de cuna, se recuesta sobre el cuerpo de Bruno. Con los dedos de su mano derecha apaga la vela. Apagón final. Con cierto desconcierto Página 34