Este cuento narra una confesión general en la que todos los animales debían confesar sus pecados ante el cura. Al final de la larga fila estaba el puma, quien se mostraba apurado por irse a cazar yeguas y potrillos. El cura lo regaña por planear nuevos pecados sin arrepentirse sinceramente de los anteriores y lo manda al final de la fila. El cuento busca enseñar la importancia de un arrepentimiento sincero.
Recuperando el Rumbo Hasta la Transformación Parte #3.pptx
Proposito de enmienda
1.
2. Los cuentos de animales tienen una ventaja. Nadie se siente
ofendido. Los hombres se ríen de los pobres animales. Y estos no
captan el cuento. Pero en realidad todos entienden clarito que la
cosa es para nosotros. A menos que “seamos animales”.
Un amigo cordobés me contó que el Cura Brochero solía hablar a
sus paisanos sobre la confesión. Para eso los reunía por tres o
cuatro días en la casa de retiros en las sierras, y allí iba al grano, a
veces con el rebenque en la mano. Entre las cosas que les
decía, solía traer este caso:
Una vuelta hubo confesión general para todos los bichos. Nadie se
escapó de la “voltiada” porque Tata Dios anunció que el que no
aprovechara la ocasión para arreglar sus cuentas, no tendría
oportunidad para hacerlo.
3. Como se trataba de un indulto único, nadie fue tan animal que
lo desperdiciara.
Fue así la cosa. Cada uno se fue colocando en la fila del
confesionario por orden de llegada. Comenzaron las cotorras, con
sus pecados de la lengua: chismes, habladurías, sonceras y otras
cosas. Después la vizcacha, con algunas cositas encontradas
antes que las perdiera el dueño, y que para que no se
extraviaran, se las había llevado pa’ las casas. El hornerito, que
por un descuido, olvidó que era domingo, y había andado
pisando barro. El cerdo, que por no tener mucho que hacer, se
había pasado un poco en la comida. Y así los demás seres de Dios
que habitan por estos campos.
4. Pero la fila era larga, y el cura era medio minucioso, lo que
alargaba un poco el trámite. Quedaban aún muchos bichos y la
tarde estaba buscando irse de a poco. Y entre el bicherío que
esperaba en la fila comenzaron a sentirse murmullos, chistidos
y protestas.
Cuando el cura se dio cuenta de que la cosa se ponía fuerte,
salió para ordenar la fila, preguntando qué pasaba ahí.
-<<Es el “lión” , pairecito. Es el lión. Dice que anda apurao, se
quiere colar delante y anda rempujando”>>.
-<<A ver. Vení pa’cá vos>>- le dijo el cura al puma.
5. -<<Vos sos animal de avería y no vaya a ser que quedés fuera
del estofado. Disculpen, m’hijitos>>- les dijo a los demás
animales- pero ustedes comprenden que a mí éste me interesa
especialmente.
Y diciendo esto, hizo arrodillar al barcino, para que empezara
a desembuchar. El animal andaba nervioso y apurado.
Reconoció haberse a veces sobrepasado en eso de ganarse la
vida. Se acusó de ser a veces un poco violento. Y otras cosas.
Pero insistía en que andaba apurado, que quería recibir
enseguida el perdón porque se le hacía tarde.
Y ya saben que no hay cosa peor para un cura que le vengan
con ese argumento, después de haber tenido que esperar años
enteros que el cristiano caiga en el asunto.
6. -<<¿Y se puede saber por qué es eso de andar tan apurao?>>
-<<Mire pairecito>> –le contestó el puma, ya medio queriendo
levantarse-. <<Resulta que a esta hora las yeguas con los
potrillitos vienen a tomar agua a la laguna. Si no los agarro
ahora, me quedo en ayunas>>.
-<<¡Malhaya, bicho hereje!>> -dijo el cura- <<¿Es ese tu
arrepentimiento? No acabaste de confesarte de los pecados
cometidos ¿y ya estás planeando los que vas a hacer? Vuélvase
al fondo de la fila y no me caiga aquí hasta que haya hecho un
buen examen de conciencia y un sincero propósito de
enmienda>>.
7. Así contaba el Cura Brochero. Y era mucha la gente
que iba a confesarse con él.