Conociendo Baetulo, "La Badalona romana bajo tus pies"
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VISITA A LA BADALONA ROMANA DEL SIGLO I a.C.: BAETULO
La ciudad de Baetulo fue fundada por los romanos en los primeros decenios del siglo I a.C. y perduró
hasta el siglo VI d.C. Situada en un pequeño montículo, ocupaba una extensión de 10 hectáreas y estaba
amurallada. Baetulo fue una de las primeras fundaciones de la provincia Hispania Tarraconensis y en ella
se conservan numerosos testimonios del pasado romano, como la Casa de los Delfines, el Jardín de
Quinto Licini, el conducto de aguas, la Casa de l’ Heura o los cimientos del teatro. No obstante, los
principales vestigios se encuentran en el subsuelo del Museo de Badalona, donde se pueden visitar las
Termas y el Decumanus, conjunto urbano próximo a la zona del fórum.
Emplazamiento y fundación de una ciudad romana.
La elección del lugar donde se iba a levantar un núcleo urbano es una acción que no se encomendaba al
azar. Las fuentes clásicas se hacen eco de la celebración de un ritual fundacional con motivo de la
creación ex novo de una ciudad. Se trata de un ceremonial enraizado en la tradición etrusca que
aplicaba esquemas de organización espacial vinculados a los principios urbanísticos griegos. El primer
paso consistía en la consulta de los presagios por el augur para comprobar que el lugar elegido reunía
las condiciones necesarias y contaba con la aprobación de los dioses. En caso afirmativo, se daba paso a
un ritual compuesto por las siguientes ceremonias:
Inauguratio. En el punto central del espacio elegido se abría una fosa circular (mundus) en la que
se introducían ofrendas y tierra traída de los lugares de origen de los fundadores de la ciudad.
Después se delimitaba el perímetro de la ciudad con un arado de bronce tirado por una yunta de
bueyes blancos guiada por un sacerdote. La reja del arado marcaba el surco originario (surcus
primigenius), que coincide con el lugar que luego ocupará la muralla y delimita el pomerium o
espacio sagrado urbano. En su interior estaba prohibido efectuar enterramientos.
Limitatio. Un agrimensor (profesional que se encargaba de la medición, división y asignación de
tierras) ordenaba el plano de la ciudad emplazando su instrumento de medición (groma) en el
punto que iba a constituirse como centro del núcleo (umbilicus urbis o locus gromae). Éste será el
punto maestro desde el que se delinearan los ejes de la futura ciudad de acuerdo con los puntos
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cardinales. En primer lugar un eje E-O (decumanus maximus) y, a continuación, otro
perpendicular a él orientado por tanto de N-S (kardo maximus). Estos términos dados por los
agrimensores a los ejes mayores eran los que regían las centuriaciones o repartos de tierras en el
territorio de la ciudad. Así pues, la ciudad quedaba dividida en 4 regiones (siniestra, dextra,
antica y postica), con 4 puertas coincidentes con el encuentro de las calles mayores y la
muralla.
Orientatio. En la intersección entre el kardo
maximus y el decumanus maximus se situaba
el Foro (Forum). En esta plaza pública se
disponían los edificios relacionados con la
religión, la vida municipal y el ocio. A partir de
los ejes mayores se trazan, paralelos a cada
uno de ellos y bautizados como kardines o
decumani, los límites secundarios. Los
espacios delimitados por sus intersecciones
daban lugar a las insulae o manzanas, que
serán el solar de asiento para los edificios
privados y otras construcciones públicas como
las termas, el gimnasio, etc.
Consecratio. Una vez realizadas las
actuaciones precedentes el pontifex realizaba
un sacrificio consagrado a la triada capitolina.
Esta imagen ideal de la fundación de una ciudad combina aspectos religiosos con otros topográficos
interrelacionados. No obstante, la construcción de la nueva ciudad, pese a respetar el ritual religioso,
podía no ser tan estricta a la hora de trazar el plano urbano. La orientación astronómica se respeta sólo en
ciertos casos, especialmente cuando los condicionantes del relieve no son muy determinantes. Otras veces la
estructura urbana puede estar condicionada por el relieve, la línea de costa, un río o una ciudad
preexistente.
Vistas de una casa en la zona del Decumanus Maximus (Via principal paralela a la costa)
La Arquitectura Romana.
Los primeros materiales pétreos que se utilizan desde el s. VI a.C. en la construcción de la ciudad de
Roma, son los 7 tipos de tufo que se extraían de la región e incluso de la misma ciudad. A partir de
finales del s. II a.C. comienza el uso del travertino (caliza de las canteras de Tívoli), que desbanca al
tufo por su mayor solidez y durabilidad. A mediados del s. I a.C., pero sobre todo en época augustea,
comienza la utilización del mármol de Carrara procedente de las canteras de Luni, que se
transportaba a Roma por mar, con naves construidas al efecto que desembarcaban en Ostia.
Vista General del Decumanus Máximus de Baetulo
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Otros mármoles procedían de las canteras de Grecia, África, Egipto y Asia Menor, y se usaban para las
partes decorativas de los edificios, como columnas, revestimientos parietales y pavimentos. Cuando los
bloques estaban ya preparados, se transportaban hasta el edificio en construcción con rodillos de
madera y cuerdas de tracción. Para situarlos en los cimientos o basamentos era suficiente una rampa,
pero para las zonas superiores eran imprescindibles las máquinas de elevación, como la cabria,
constituida por dos piezas de madera unidas en la parte superior de donde cuelga la polea que se acciona
mediante torno.
Vistas de una casa del siglo IV situada sobre el cardo minor (calle secundaria en dirección montaña-mar) - Baetulo
Para izar los fustes monolíticos de columnas se usaban otras máquinas que permitiesen mantenerlos
rectos durante el proceso de elevación y que consisten en dos postes en forma de ángulo recto, donde en
el inferior se coloca el fuste y en el superior se atan los cables unidos a los mecanismos de tracción que
permiten levantar la columna ocupando su lugar la vertical. El uso del mortero para la unión de sillares
solamente se constata en edificios de poca calidad que recibían un enlucido posterior y cuando los
monumentos estaban construidos con un relleno de opus caementicium, sobre el que se disponía el
paramento de sillares.
La Arcilla
La arcilla es un material esencial para la construcción, debido a su maleabilidad, que permite la
realización de formas diversas y sobre todo a su solidez tras el secado y la cocción. La fabricación de tapial
y adobe consiste en depositar la arcilla en una fosa con agua, donde se amasa y se le añade un
desengrasante. Para construir los muros con tapial es imprescindible un armazón de madera que
delimite la achura del muro, en cuyo interior se vierte la arcilla, siempre encima de un zócalo de piedra.
Los adobes son paralelepípedos de arcilla que se dejan secar al sol y que se unen en el muro mediante una
lechada de arcilla húmeda. Se usan pequeños moldes para lograr las formas deseadas.
(Izquierda): Tejas y sus ornamentaciones – (Derecha): diferentes basas de columnas y ornamentaciones pétreas (Baetulo)
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La cocción de los ladrillos se realizaba en hornos similares a los cerámicos, si bien de tamaño mayor, con
una cámara de caldeo enterrada en el suelo y una cámara de cocción en la zona superior; los materiales
se introducen por una puerta que se tapia durante el proceso de cocción. El ladrillo es un material
esencial para la construcción romana, difundido en época de Augusto y generalizado con Tiberio. En las
termas había ladrillos tubuli con sección rectangular y los tegulae sin rebordes, para la eliminación del
humo y la circulación de aire caliente en las paredes. Los ladrillos presentan sellos con el nombre del
dirigente de la producción, lugar de procedencia de la arcilla, nombre del dominus y fecha consular.
El Mortero
El mortero es una argamasa formada por una mezcla
de dos materiales, cal y arena. La gran aportación de
los romanos a la historia de la edilicia es la
utilización de la cal, que es el material básico para
elaborar los morteros y se obtiene a través de un largo
proceso, que comienza con la cocción en hornos de
piedra calcárea produciendo óxido de calcio, que da
lugar a la denominada calx viva; ésta se deposita en
fosas y se moja con agua para calentarla hasta los
300ºC; al enfriarse y pulverizarse se consigue la calx
exstinta que es la usada en la construcción y en el
momento de la utilización se moja para formar una
pasta homogénea que, unida a la arena, forma el
mortero.
Una vez fabricado el mortero, se transporta hasta la
obra donde se dispone entre las juntas de las piedras o ladrillos y se enlucen las paredes. El mortero se
mezcla con mampuestos para la fabricación del “opus caementicium”, material que se considera el gran
hallazgo de la edilicia romana; se usa desde el siglo III a. C y actúa de relleno entre dos paramentos
realizados con sillares, mampuestos o ladrillos de los que hablaremos posteriormente
Las cimentaciones
Las cimentaciones soportan el peso de la estructura y lo trasmiten al terreno de la forma más
uniforme posible para asegurar al edificio la máxima estabilidad. Según Vitrubio, para construir
unas cimentaciones adecuadas es imprescindible excavar hasta llegar a un suelo sólido,
preferentemente roca y allí los basamentos serán de una anchura superior a los muros de elevación,
ya que son estas hiladas inferiores las que reciben toda la carga y deben asegurar la estabilidad de la
construcción.
En estas estructuras
se utilizan distintos
materiales. El
aparejo en damero
consiste en alternar
bloques de sillar con
rellenos de
mampuesto que no
eran sino los
despieces de la talla
de los sillares. Este
tipo no tiene una
larga trayectoria y su
uso queda restringido
entre los s. IV y II
a.C.
El opus africanum
está conformado por
cadenas verticales de
bloques de sillares
(piedras talladas a escuadras) en las que alternan hiladas verticales y horizontales y rellenos de
mampuestos. Es una técnica muy difundida por los cartagineses, y son Sicilia y Pompeya donde
presentan los muros más antiguos de finales del s. IV a.C.
Opus Spicatum (Baetulo – Museo de Badalona)
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Las Termas
Si en las etapas más
antiguas las salas de
baño se calentaban
directamente con
grandes braseros, el
germen constructivo de
los grandes complejos
termales tuvo su hito
más importante en la
aparición del sistema de
calefacción por
hypocaustum. Desde el
punto de vista
arqueológico, la
existencia de sistemas
de calefacción bajo el suelo es conocida en varias ciudades de Sicilia en contextos del siglo III a.C. y en la
propia Grecia durante el siglo II a.C. En el ámbito itálico las más antiguas instalaciones de calefacción
sobre el hipocausto se encuentran en las Termas de Stabia de Pompeya y se datan entre los años 90-80
a.C. El sistema de hipocausto permite la circulación de aire caliente bajo el pavimento y entre las
paredes de la estancia, evitando el problema de los humos y gases de la combustión. El calor se origina
en un hogar (praefurnium) que solía localizarse en un sótano. El hogar contaba con una abertura en arco
en la pared del hipocausto por la que se introducían las cargas de combustible y estaba precedido de un
cenicero hacia el que se extraían los restos de la combustión; generalmente estas estancias estaban en las
partes traseras de las termas.
El calor originado por el hogar se difundía a través del espacio hueco creado bajo el pavimento de la
habitación. Este pavimento (suspensura) podía apoyar sobre unos montones de ladrillos (pilae) o sobre un
sistema de arcos de ladrillos o con muretes. Para evacuar los gases y humos se realizaron dobles paredes,
creando una cámara de aire. Para garantizar la sujeción de ambas paredes y facilitar la circulación del
aire se emplearon varios sistemas. Uno de ellos consistía en emplear unas tejas planas con protuberancias
(tegulae mammatae, tejas de tetilla) que separaban las dos paredes en toda la superficie, pero este sistema
resultaba poco estable, por lo que durante el siglo I d.C. se ideó otro sistema que consistía en una
canalización hecha en pequeñas piezas cerámicas huecas con forma prismática que se insertaban unas
con otras (tubuli), y se fijaban a la pared maestra con una capa de mortero o con grapas metálicas.
Los edificios termales presentan una composición-tipo en la que interviene una serie de estancias de
diferentes características y función adaptadas a la alternancia de baños de agua fría y caliente y al paso
por estancias de temperatura tibia. A estas dependencias básicas se añaden otros ambientes accesorios
relacionados con las diversas actividades que se daban cita en este tipo de establecimientos.
Apodyterium. Esta estancia es la primera del recorrido termal y está precedida de un vestíbulo o un
pasillo de acceso. Desde el punto de vista funcional se trata de un vestuario en el que los clientes
dejaban su indumentaria y objetos personales mientras hacían uso de las instalaciones. Solían contar con
unos bancos corridos adosados a la pared y una serie de nichos practicados en el muro. Esta estancia no
estaba calefactada pero en ocasiones contaba con un brasero.
Vistas del Apodyterium de Baetulo (Museo de Badalona)
Partes de un hypocaustum y su reconstrucción.
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Tepidarium. Se trata de un ambiente de temperatura tibia situado generalmente entre las salas
calientes y las frías. Conseguían mantener una temperatura media mediante braseros, a través de su
proximidad con el hipocausto que calentaba las salas cálidas o bien con un hipocausto propio cuando se
trataba de lugares fríos. En algunos casos podía contar con una bañera o una pileta con agua templada
que mantenía su temperatura con una caldera.
(Izquierda): acceso al Tepidarium con restos de pavimento en opus reticulatum. (Derecha): Tepidarium (Baetulo – Museo de Badalona)
Caldarium. Era la estancia destinada al baño caliente. Podía disponer de bañeras fijas (alvei),
generalmente inscritas en una exedra o en un ábside, revestidas de mármol y con algún escalón como
asiento para los bañistas. La estancia mantenía el calor mediante un hipocausto y el agua del alveus
entraba caliente desde una caldera por medio de fistulas de plomo. Una vez realizado el baño caliente era
necesario refrescarse y por ello en el extremo opuesto de la estancia solía colocarse un labrum, un gran
lavabo o una especie de fontana de piedra o bronce, con un surtidor central del que salía continuamente
agua fresca.
Vista del Caldarium y su mosaico central en Opus Tessallatum con decoración opera signina (Baetulo – Museo de Badalona)
Sudatio. Se trata de una estancia con funciones de sauna. Suele presentar forma circular, a veces con
nichos o ábsides provistos de bancos para el asiento y cubierta cupuliforme o tronconcónica con una
apertura central. En las etapas más antiguas en el centro de la estancia solían disponerse estufas
metálicas para sobrecalentar el aire y favorecer la sudoración.
Frigidarium. Se trataba del ambiente reservado a los baños fríos. La forma de esta estancia podía ser
muy variable (circular con ábsides, rectangular, centralizada, etc.) y su cubierta era abovedada o
cupuliforme. En su interior solía hallarse una o más piletas de agua fría de forma variada, empleadas para
el baño por inmersión.
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Los grandes conjuntos termales contaron con otras estancias y espacios susceptibles de albergar
actividades complementarias al baño. Una de ellas fue la palaestra, concebida como un patio al aire libre
rodeado de pórticos. En este ámbito se desarrollaban ejercicios físicos y juegos de diversos tipos. Otros
ambientes de funciones específicas fueron el unctorium (sala de aplicación de aceites corporales y
masajes) o el destrictarium (sala para la limpieza y retirada de los ungüentos y del lodo que se fijaba al
cuerpo tras los ejercicios gimnásticos). Los servicios higiénicos de las termas podían complementarse
con una latrina (retrete) cuya fórmula constructiva es constante: un espacio rectangular con asientos en
los muros perimetrales por debajo de los cuales discurre un canal por el que continuamente pasa agua
corriente, que es conducida a través de un colector a la cloaca más próxima.
La organización arquitectónica de los complejos termales y su reflejo en los diversos tipos de plantas se ha
puesto en relación con el circuito o el recorrido de las instalaciones previsto en cada caso. Uno de los
recorridos más habituales se iniciaba en el apodyterium desde donde se hacía un circuito que pasaba por
el tepidarium, caldarium, teipadarium otra vez y frigidarium. Otro recorrido frecuente se desarrollaba en la
siguiente sucesión de ambientes: tepidarium, laconicum, caldarium y frigidarium.
Evacuación de aguas
Es evidente que el agua excedentaria debía evacuarse y lo mismo sucedía con los restos contaminados
por su uso. Para ello existía en las ciudades una importante red de cloacas que solían desembocar en
una mayor, que en Roma se conoce como Cloaca Máxima. Suelen seguir el trazado de las vías principales
y pueden cubrirse mediante bóvedas cuando son de gran tamaño y también con dos tegulae, dos losas en
triángulo o bien con una losa plana.
Vistas de la Cloaca en el cardo minor frente a una tabernae. Por encima estaba la via empedrada para el tránsito de viandantes. (Baetulo)
Red de cloacas del Cardo Minor en Baetulo (Museo de Badalona)
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Establecimientos comerciales, de alojamiento y restauración
Las tiendas se denominan de forma genérica tabernae y presentan una serie de características comunes,
independientemente de la mercancía que en ellas se vendiese. Normalmente se trataba de una estancia
única, con una gran abertura a la calle que, a veces, tiene una pequeña trastienda o una estancia en el
piso superior en la que se alojaba el propietario y a la que se accede por una escalera de madera. La
mercancía se presentaba al público en la zona delantera sobre un mostrador que ocupaba prácticamente
toda la fachada, excepto la zona de acceso. En relación a los hoteles o a los simples bares o restaurantes,
Kleberg realiza una división en dos grupos fundamentales:
Hoteles O establecimientos de alojamiento, a los que se añade un servicio de comida o bebida:
hospitium, stabulum y caupona. Los hospitia se caracterizan por los múltiples
comedores y también triclinia de verano, cocinas y dormitorios, estos últimos en el piso
inferior y superior. En los stabula destaca la existencia de un pasaje abierto pavimentado
con grandes losas por el que se accedía al establo, situado al fondo del edificio.
Locales En los que se sirven comidas y bebidas: taberna y popina. En las popinae deben existir
estructuras que respondan a las necesidades de comida y bebida y eventualmente una
estancia para la venta, con el habitual mostrador. En las tabernae no existe la cocina, que
se sustituye por un pequeño hornillo, en el que calentar las bebidas y el agua. Lo más
característico es el mostrador con los dolia encastrados, al igual que en las popinae, al
que se añade un dispositivo en forma de escalera de obra o de madera para colocar los
recipientes. Los dolia, recipientes muy porosos para almacenar líquidos, debieron
contener alimentos sólidos como frutos secos, vegetales, grano, etc. Para guardar el vino
se utilizan las ánforas, dispuestas en estanterías en la pared o bien en diversas estancias
de la casa.
Aunque pudieron existir cellae meretriciae en algunos establecimientos hoteleros, Pompeya conserva un
edificio completo destinado a la prostitución, que se encuentra en un cruce de dos estrechas calles y se
compone de dos pisos con cinco estancias cada uno de ellos, de pequeño tamaño y en las que únicamente
se conserva un lecho de obra.
Vistas de la tabernae en el Decumanus Maximus con restos de pintura parietal (Baetulo – Museo de Badalona)
El Habitat
Para conocer las casas de tamaño mediano de época republicana también debemos estudiar los restos
arqueológicos procedentes de Pompeya y Herculano. En el siglo II a.C. las casas con atrio carecen de
estancias en los lados largos y algunas de ellas tenían un piso donde residía la familia. Otras casas se
estructuran en torno a un espacio dispuesto en sentido transversal a las fauces y presentan un hortus
para la subsistencia de la familia que habitaba en el piso superior que reproduce la planta baja. Hay que
citar otras fórmulas de hábitat mucho más humildes como las pergolae que son los entresuelos situados
sobre las tiendas y que servían para alojar a los esclavos o libertos que llevaban el negocio.
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El significado más antiguo del término insulae tiene
un sentido edilicio y hace referencia al grupo de
edificios delimitado por vías, pero ya en los escritos
de Cicerón se considera una propiedad inmobiliaria
articulada en pisos y apartamentos y desde este
momento aparece la diferencia entre el inmueble
colectivo y la casa gentilicia o domus familiar.
Aunque existen ejemplos en Roma que testimonian
la construcción de insulae, es Ostia la ciudad que
proporciona los testimonios arqueológicos más
completos y mejor conservados del siglo II d.C., en
concreto entre los años 120-130 d.C.
Las insulae de Ostia, al igual que las de Roma, sólo
permitían el desarrollo parcial de una vida privada y
únicamente servían para alojarse por la noche ya
que la mayor parte de ellas carecen de servicios, de
manera que los habitantes debían buscarlos en el
exterior y por ello la ciudad está provista de
numerosas plazas, tiendas, edificios termales y scholae que la convertían en un amplio hábitat donde, por
un módico precio, se podía disfrutar de los servicios de los que carecían la mayor parte de los hogares.
En Baetulo, el nivel de aglomeraciones urbanas no fue tan elevado, por lo que, según las indicaciones de
los muros, las casas solían ser de una planta baja y un piso. En la parte alta se documenta presencia de
domus. Un caso curioso en Baetulo, es una habitación de pequeñas dimensiones en la cual se han
conservado pinturas murales policromadas con motivos decorativos vegetales, un banco corrido adosado a
la pared y un brasero de obra. Las dimensiones reducidas de esta estancia y su situación en “culo de
saco”, creada en una de la terrazas del borde del cardo maximus, hace que esta lugar quede escondido,
algo singular en el conjunto de la ciudad romana.
En otra habitación, se halló, caído, el pavimento de la primera planta,
que conservaba todavía las marcas del encañizado que se apoyaba
sobre el envigado del techo de la planta baja.
Se trata de un pavimento ricamente decorado que combinaba el opus
tessellatum (mosaico de pequeños dados de piedra o mármol), el opus
signinum teselado (trocitos de cerámica unidos con un mortero de cal,
arena y agua, con teselas intercambiadas), y el opus sectile (combinación
de mármoles de distintos colores y formas geométricas).
Estas características y las dimensiones espaciosas de la estancia
indican que la vivienda pertenecía a una familia acomodada.
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Cultura Material de Baetulo
Tabula hospitalis (8 de Junio del 98 d.C.)
Las tabulae eran documentos jurídicos que
testimoniaban el pacto entre un individuo,
reconocido como protector, y una comunidad que
lo aceptaba como patrón, rindiéndole homenaje.
En Badalona, se recoge el pacto entre su
población y Quinto Licini Silvano Graniano,
personaje de la familia Licínia de Tarraco, que
probablemente tenía intereses económicos en
Baetulo y llego a ser cónsul en el 106 d.C. Esta
tabula se encontró en las excavaciones del año
1930 del Clos de la Torre, en el lugar donde se
descubrió un estanque o piscina que
probablemente formara parte de la casa de este
personaje.
Busto de Agripina (mediados del siglo I d.C.)
Escultura tallada en mármol blanco que representa
el busto de una mujer madura que se ha
identificado como Agripina la Grande, madre del
emperador Calígula, en una representación
póstuma que quiere inmortalizarla en el momento
de máxima popularidad y esplendor de su vida. Se
debió esculpir en época de Calígula o en los
primeros tiempos del reinado de Claudio.
Utensilios de metal (clavos, escarpas, tapas, espadas, dagas) y lucernas romanas.
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Venus de Badalona (siglo I d.C.)
Escultura de mármol que representa Afrodita, diosa de la belleza, el
amor y la fertilidad, encontrada en las excavaciones de 1930 del Clos
de la Torre. Es una figura realizada posiblemente en un taller itálico
especializado en este tipo de piezas, inspiradas en la Venus de Cirene.
Vaso de la naves (siglo IV a.C.)
Vaso de cerámica ibérica con
decoración incisa, hallado en el
poblado ibérico del turo d’en
Boscà.
Cerámica de la terra sigillata hispánica, cerámica vidriada, jarras, platos y cuencos de cerámica.
Vaso de cerámica de barniz negro y sus tapas. Usado como tintero.
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El ánfora, era el envase comercial por excelencia en el
mundo romano y se elaboraban con arcillas poco
depuradas, a las que se le añadían desengrasantes de
granulometría media. Por su tamaño, se confeccionaban
en partes que después se unían con arcilla fresca. La tarea
final del modelado consistía en el desbastado de las
superficies internas y externas, utilizando pulidores y
bruñidores de metal o madera. Para facilitar su
estanqueidad se les daba un baño de engobe con arcilla
muy depurada en estado líquido antes de la cocción. Una
vez cocidas las piezas, podía aplicarse un revestimiento
resinoso en su interior, tratamiento frecuente en ánforas
vinarias y de salazones. Los alfares se ubicaban en zonas
de fácil acceso y lo más cercanos posibles a los puntos de
embarque.
La función del ánfora como envase de mercancías se
consagró desde época griega gracias a sus aptitudes para
el transporte masivo por via marítima, con una importante
reducción de costes. El contenido de las ánforas fue muy
variado. Los productos más habituales fueron el vino, las
salazones y el aceite, aunque también se emplearon como
envases de frutos en conserva, aceitunas, miel, legumbres
y cereales. El vino fue un producto con un elevado grado
de comercialización en la Antigüedad. Entre las zonas
vinarias más afamadas se encuentran la Campania, Sicilia, el Sur de la Galia e Hispania, y presentan una
seria de marcas e inscripciones que ilustran diferentes fases del proceso de producción y
comercialización de envases y contenidos.
Esta información adopta la forma de sellos impresos y anotaciones pintadas en la superficie, sobre todo,
en el cuello, boca o el cuerpo (los tituli picti). Generalmente los sellos con siglas impresas o símbolos,
suelen identificar a los responsables de las primeras etapas del proceso de producción e intercambio,
como pueden ser propietarios de la mercancía, exportadores o alfareros. Por otro lado, las anotaciones
pintadas suelen ser de carácter fiscal, las cuales establecen el peso, destino del producto, responsable de
la exportación, día de embarque y arribo a puerto, etc. Tampoco faltaron los grafitti pre o post-cocción
realizados con un instrumento punzante y que pudieron servir de marcas de control de producción.
Pinturas y Pavimentos
Las pinturas murales romanas variaron a lo largo del
tiempo explorando múltiples posibilidades estéticas,
que van desde la distribución homogénea de color en
superficies amplias, hasta el uso, tanto de formas
geométricas como de figuras, ya sean objetos, plantas
o animales para crear composiciones rítmicas de
efecto decorativo. También hacían representaciones de
carácter ilusionista, aunque en Baetulo, no se ha
conservado ninguno de este estilo. Otro elemento muy
importante en la decoración era el pavimento. Entre
los más refinados y vistosos, destacan los opus sectile,
que combinan placas de mármol de diferentes
tamaños, formas y colores, así como el opus
tessellatum, mosaico realizado con pequeñas teselas o
dados de mármol de colores, o en blanco y negro.
Bibliografia
Además de la información aportada por la visita al Museo de Badalona, este artículo se ha complementado
con información extraída de: “Historia de la Cultura Material del mundo clásico” (M. Zarzalejos Prieto, C.
Guiral Pelegrin y Mª Pilar San Nicolás Pedraz, UNED).