1. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 1
La Agenda de Andrea
Rodríguez Carrillo
2. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 2
Uno
Si supieses lo que en verdad significa el último cigarrillo a las tres de la mañana, sin alcohol
y tanta música. Si todavía hay emoción en algo que ves y en todo lo que esperas, más allá de los
números y los sitios, mientras te frotas los cansados ojos, olvidado de las horas, cansado por el
tiempo, imaginando otro pasado, recordando lo que vendrá después de cada página, formando
parte de un todo que a veces crees alcanzar y sin embargo sabes bien que no y que no vale la
pena seguir por esos rumbos.
La hora de los engaños llega para todos, y no es posible evitar ni ignorarlo, de nada vale los
tontos y cortos escapes, este mundo es tal como puedas imaginarlo, exactamente igual a como
puedas describirlo.
Son bonitos los disfraces y los nombres siempre que sabemos quienes están detrás, pero al
ignorarlo, al no comprender, al no tener ni la más mínima idea de lo que se trata, creo que es ahí
cuando la historia empieza, es ahí cuando nos reímos o simplemente esquivamos la mirada como
hemos aprendido a hacerlo.
Por lo que quedarán aun ciertos placeres, podré dormir casi tranquilo, imaginar todavía
despierto, con el sosiego de algún hallazgo, por alguna certeza que creo retener de algún modo,
mirando alrededor con total indiferencia, las cosas que han de decidirse antes que puedas verlas
o pensarlas. Esos roces en donde quizás converjan los astros, las vueltas que dará la historia para
huir de mí mismo, las eternas trampas, para que al final no quede más que un cenicero llego y
una copa vacía.
3. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 3
La leve brisa
No sé, exactamente, cuándo decidí aceptar irremediable la necedad humana, Santa María, Lavanda, el
resto del mundo que ignoraría siempre. Abstenerme de contradecir. No sé cuándo aprendí a saborear
silencioso mi total desavenencia con varones y hembras. Pero mi encuentro con Quinteros‐Ozuna, con su
estupidez poderosa, con su increíble talento para ganar dinero, me produjo un desenfreno, me obligó a
aceptar con entusiasmo aquella forma de imbecilidad que él me reconocía, con elogios exagerados, casi
envidiosos, por eso dije que sí a todo y agregué detalles, retoques, perfecciones.
Juan Carlos Onetti
Dejemos hablar al viento
Dos
Cuando el alma todavía se te llenaba de canciones
Creías que la incertidumbre era la fatiga.
Cada día se regía por su nombre porque habías decidido que así fuera
Las tardes aquellas en las que no conocías los periódicos.
Repleto de adjetivos para cada hora, no lo hubieses imaginado
Esperan tanto y en silencio, te faltaban espaldas.
Tomaste arcilla y jugaste al creador, no entendías el error
El daño, la traición y el puñal;
No ocultabas, soñabas ciegamente.
La pérdida te llegó después, en una calle sorda y bajo un cielo sin
Estrellas
Sentiste, por primera vez
El miedo, la sal y la sed.
Tuviste que aceptar, beber tu sangre envenenada. Y ahora recuerdas,
claramente prisionero y carcelero
el principio del viaje.
La tarde soleada, los sillones y limonada
Solo tú querías sufrir.
Cinco
Recordó cuando fueron puestos en una fila,
La mañana templada, el pulcro uniforme.
Los encuentros casuales, día de novedad,
La ciega efervescencia de la masa.
Era menos de lo que parecía, a su pesar,
Habría que guardar el orgullo, callar
La historia desbordada en los ojos
Presenciar silencioso la dulce farsa.
4. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 4
Desafiando sonrisas y admiración ingenua,
Sabiéndose centro de sí mismo,
Con lo que todos llevan
Y no alcanzan a ver, esa simplicidad.
Aguardando la venganza y la lluvia,
Sin la flaqueza del que ama sin porqués,
Percibiendo en el aire la propia vida,
La del que en la partida se define.
El final de muchas cosas, eso sería,
La luz que guía y a veces ciega.
La furia del que no entiende,
La sincera alegría del idiota.
Siete
A veces pierde la noción de lo real,
De todo aquello que día a día representa,
Dejándose llevar por aquello que siente y
Casi logra expresar, sin exigirse entender.
Transcurre el tiempo nocturno, sin prisa,
Los ojos cerrados y las piernas extendidas
Lentamente adquiere una leve conciencia,
Y en la penumbra, una mano busca el vaso.
Es el momento en donde puede a placer,
Percibir, libertad de los sentidos, antigua
Costumbre de confirmar en silencio, cuando
Para el reloj, cuando muere una flor.
Sabe que nadie más lo sabrá, es lo cierto,
Y aunque le pesa lo absuelve de lejos,
De toda una vida de espera, eterna agonía
De acumular recuerdos, bebiendo culpas.
Quién llegaría, quién se ocultaría,
Quién dirá lo necesario, horas inciertas,
Preguntas y colores mientras sólo asiste,
A las imágenes que se tornan deseo.
Presiente el juego que se inicia, aceptarlo
O no, huir de nuevo, otra vez la renuncia,
La decisiones postergadas, las ataduras,
Lo que implica ser eso que es en compañía.
Y en el final mismo teme, las cenizas,
Esas lágrimas que arranca tras una sonrisa,
Las ilusiones que luego serán recuerdos,
Las cartas sin contestación, las llamadas,
El irreprimible deseo de excepción, hastío.
Entonces abre los ojos, alguien lo espera.
5. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 5
Ocho
Con las manos en puño, los pies sangrando,
Luchó contra ese viento árido y enfermo,
Viendo los peces muertos en la orilla gris,
El deseo y la muerte a cada paso de la ira.
Oyó mil veces su propio grito, tropezando,
Cayendo y gimiendo en la cruel inmensidad,
Aturdido por el odio, olvidado de piedad,
Cegado por la cercanía de lo inevitable.
Y en el medio de la luz vio el clavel,
En la locura de sus ojos y sus manos creyó,
Por un instante, que el mundo se marchaba,
Que el cielo y las heridas desaparecían,
Las historias fueron ciertas, los nombres y
Las ciudades allí donde siempre estuvieron,
Las palabras acomodadas, el pánico ausente,
Hasta que sintió, en cada poro de la piel,
El insólito viaje al destino final.
A conciencia de lo que atrás dejaba,
Sellaba y olvidaba, encendió la llama,
Lleno de lágrimas, mordiéndose los labios.
No hubo más que el silencio
Y un cuerpo tendido en la hierba.
Doce
El concepto de reciprocidad se pierde, y en el ocaso de intentos fallidos el alma se aleja
incontenible.
Oleadas de memorias, deseos que no alcanzan a formar parte de una realidad, impulsos que
se pierden como luciérnagas en el fango social.
Escapando del destino de risa fácil y lágrimas de nada, porque ahora ya es tarde, porque
ahora no puede ser, y el ahora equivale a todo el pasado y el futuro en términos de lo que puede
o no tener sentido, fuerza, pureza.
Muerte y resurrección, la pasión del que se va y nos deja solos, estando, viéndolo todos los
días, asistiendo a su lejanía, veloz, tajante, irreversible.
Queda la queja y el reproche, pensar ahora, cuando ya hacía tiempo el pensar debía llevar a
la imaginación.
Historia es historia, y lo que no se ha hecho empieza a dar frutos.
6. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 6
Ese mentir y creer
... sintiendo también ahora y por primera vez que estaban juntos y no estaban, que faltaba la comunicación
respiratoria de otras veces, la inteligencia corporal de otras veces, mientras cruzaban la Plaza de Armas,
que horriblemente aquí y ahora también algo artificioso y mentiroso los aislaba...
Mario Vargas Llosa
Conversación en La Catedral
Tres
Veo tu ir y venir, esa manera de insistir en algo que te has convencido que soy, y ya no tengo
fuerzas, y no sé si buscarte o dejarte libre. No quiero dejar pasar lo que podría hacerte feliz, aun a
costa tuya, cargando yo con la responsabilidad, aunque digas lo contrario, pretendiendo ser parte
del plan desde fuera o desde lejos, pero sin esa parte tuya que depende de mí, tan absolutamente
como el origen mismo de toda esclavitud fiel y recompensada, hasta que en alguna llamada mía
ya no estés, y te sientas tan bien que ya no tendrá caso volver a hablar.
Cuatro
Caigo, sin que lo sepas
De espaldas al cansancio.
El temor que percibo en tus ojos
La prisa que destruye el momento.
No quisiera que retrocedas
Pero al mirarme preguntas
Y ahí el destello, la duda,
Mientras sin querer deseo tus manos.
Pero es tarde, siempre,
En eso coincidimos con lástima.
Ya no hay besos que nos salven
La pesadilla de estar despiertos.
Es horrible lo que sigue
La furia contenida, si entendieras.
Esto ya ha pasado antes, lo leo,
Y lo siento amor, es más fuerte.
Aquí entre estas sábanas y almohadas
Cuando tu mentías y yo anhelaba.
Todo lo que callamos cortésmente, para
Así salvar eso que llaman ilusión.
Nadie ha dicho que sería sencillo.
7. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 7
Once
De nuevo intenté cambiar la escena
Ocultándome en silencio, esperando.
Busqué un despertar ajeno y simple,
Callando preguntas, abriendo las manos.
Recordé toda la historia posible,
Las horas en las que lo eché a perder,
Todavía persistiendo en la oscuridad,
Sin fuerzas, es cierto, temiendo el fin.
Ya lo sabrás, llena de penumbra,
Esto que digo y te envuelve inevitable.
Porque eres parte de la trama aceptada
Aun esta noche, cuando ya no estás.
La sonrisa desdibujada, la mueca tonta,
La pendiente sin fin, el puente inconcluso.
Lo que creo expresar desde fuera de mí,
Aquello que veo por detrás de los sentidos.
Un suspiro que no puede plasmarse,
Aprisionándome sin testigos ni jueces.
El tiempo sin nombres ni reclamos,
El llanto postergado, las cenizas de piel.
Diez y seis
Cuando tu imagen le gana a las palabras,
Despertando el deseo de retenerte,
Solo para ganar una sonrisa, algún brillo,
Por encima de esa lluvia de ofensa.
Es en el clamor que sucede sin prisa,
La ingenua daga de pensar mis pensamientos,
Imposiblemente y sin embargo sin quejas,
Esa imposición, la mentira hecha verdad.
Tantas veces de nada, y en plena noche
Se presentó tu ausencia, vestida de trigo.
Arrojándome a la búsqueda inútil,
Al drama de lo inconcebible a conciencia.
Para que al fin lo veas sin creerlo,
Reprochando el polvo de confusión que ves,
De alguien que no fui y sin embargo
Me gasta de a poco y constante.
8. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 8
Cansado del pulso que ya no te pertenece,
De todo el mundo guardado en tu pelo,
Enajenado de mis propias heridas de duelo,
Me alejo despacio, llevándome tu nombre.
Siempre fue posible adivinarlo,
Permanecía oculto tras la misma roca,
Sólo que faltó el coraje y tantas cosas.
Y ahora estas manos, perdidas en las tuyas.
Trece
Muchas flores han muerto en este tiempo,
El llanto oculto fue eterna compañía.
Pero no es reclamo ni queja a destiempo,
Son relatos, como huellas necesarias.
Fue la duda y hasta el propio miedo,
La realidad que guardaba soñando,
Los deseos que no pude expresar,
La culpa que habitaba en mi piel.
Perdido en una imagen que no alcanzaba,
Pretendiendo el anhelo y la locura,
Intentando disfrazar con sólo perfumes
Esa parte de mí que te habías llevado.
Y ese sabor a ceniza, las calles mentidas,
Ese morir a cada hora del día sin vos.
La desesperación de saberte imposible,
Y sin embargo creer en la espera.
La visión que me despertaba sin piedad,
Negando lo que en los nombres pedía.
Callando siempre, evitando la sal,
Para morir adentro sin que nadie lo sepa.
Mis gritos que fueron suspiros aterrados,
Noches en que los recuerdos fueron sueños,
Descubriéndome vulnerable y sin oraciones,
Repitiendo tu nombre, buscando la muerte.
Entonces aceptaba que no era verdad,
Que mis palomas morían, que ya no existían.
Arcilla de la desdicha, manchado de pena,
Bajo esas nubes que ayer fueron nuestras.
No hay refugio para el alma que persiste,
9. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 9
Ara el que en la nada se defiende.
Sin fe y sin razones, sólo respirar
Inalterable y finita naturaleza.
Dibujando extraños signos en la arena,
Enajenando de toda idea, de toda emoción.
El transcurrir sin medida alguna,
El sol extraviado en los almanaques.
No fue una palabra y no fue un niño,
Lejanas promesas y sentencias, otro país.
Un viejo conocido aroma se iba mezclando,
Entre páginas de sangre y gusanos de seda.
Así entre las cruces se violaba el destino,
En la penumbra alguien alimentaba la llama.
Cada ave se llenó el cuerpo de presagios,
Y cada sombra se tornó señal innegable.
Los sentimientos se volvieron sed,
Y el tiempo y el espacio en culpas.
Los pocos versos que intentaba sostener
Sin piedad se tornaron profecía.
Seis
De verdad sería tan sencillo en el fondo,
Si no fuera por el después que pesa tanto,
Por esas cosas que nos definen desde fuera,
Por esas palabras que sin querer desnudan.
Así me dolés el aire que respiro sin vos,
Sabiéndote tan lejos, ajena de pensarme.
No puedo más que desear lo de siempre,
Lo que habiéndome negado me entregaste,
Todo aquello que había reclamado antes
Y me lo cediste intuyendo un futuro,
Sin saber, sin siquiera imaginar que así
Abrías el camino sin fin, la noche cierta.
Como una historia más, en la que imaginas
El camino posible para llegar sin caer,
El cansado silencio, ese hilo de sangre,
Que nos separa desde mis ojos cerrados.
La renuncia y la espera, las piedras al sol
Esos discursos, amor, como si no supiésemos,
Que cuando fue posible lo negamos.
El temor de tener que confesar,
de tener que admitir
Lo que en verdad somos al ocultarnos.
Esa tristeza, tuya y mía, de comprender,
10. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 10
Que hicimos de Romeo y Julieta algo real,
Porque entre las manos, fuera de la lucha,
No teníamos nada, salvo tonto sufrimiento.
Diez y nueve
“hechas para amar
y para sufrir su amor
y por su amor”
Porque la tristeza es como una danza, que si bien acaba cansando y gastando implica un
poco el intento que quiere ser puesto a prueba, qué importa los resultados, a fin de cuentas qué
puede más que un esfuerzo más?
Un poco de cariño, una sonrisa aunque cueste, después el resto, no te aflijas demasiado,
todos saben lo que no hacen. Yo, por ejemplo, me voy todo el tiempo.
Veinte y siete
Son las tres de la mañana cuando me dejas saber que deseas irte, sin necesidad de decírmelo,
bastan tus gestos, la impaciencia dibujada en tu rostro, el último cigarrillo. No hablamos mucho,
sólo nos miramos continuamente durante toda la noche en la distancia, mientras tú te perdías en
conversaciones que no te convencían demasiado, mientras yo bebía y observaba el lento acaecer
de tu hastío.
Entonces acabará la espera, habré de llevarte, los dos lo sabíamos desde que nos vimos al
llegar, sin importar que es la primera vez que nos encontramos. Me acercaré a tiempo, antes que
digas nada, sólo tendrás que aceptarlo, satisfecha del tácito acuerdo al silencio necesario cuando
se sabe lo que ha de ocurrir. Ya en mi auto rozando tus muslos, sin querer, sin en verdad
pretenderlo, mientras tu mirada se pierde en el asfalto eternamente igual, sintiendo el frío de la
madrugada, hasta quizás la llovizna, el momento exacto en que confiesas muy adentro el deseo.
Será el aire húmedo, tu pelo suelto, mi camisa todavía abotonada por completo. Llegaremos a tu
calle un poco antes de algo, el escenario de la despedida repetida, pudiera ser, pero entonces
tomaré tu cintura despacio, con las manos extendidas, en sentir de posesión y ternura, para
sentirte y llamarte, será entonces que renunciaré a la mejilla que me ofreces, y daré con tus labios,
tus ojos cerrados, mis latidos, tus manos. Ya la presión, un mareo liviano, y ya son las tres o las
cuatro, es imposible saberlo, ya no hay tiempo, ya no hay nombres, es la sed como un temblor,
mientras el auto sigue en marcha. Así me vuelvo contra tu cuerpo que espera, reclinando el
respaldo, recorriendo tus senos, sujetando tus caderas, mi espalda casi descubierta por completo,
una asfixia de impaciencia, los apretados jeans ceden a tus dedos, y en todo cada boca
conociendo, explorando sin piedad, dos cuerpos y la calle oscura, una prisa que ciega, una
desesperación de muerte, por un momento pensarás en mí, sólo por un momento, porque cada
uno es uno y la victoria no se comparte, tampoco la derrota, quien entrega y quien se entrega, en
una lucha por alcanzar ese punto de inflexión en donde la vida estalla en un clamor.
11. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 11
Como esta noche y otras tantas, habrá que volver, y antes habrá que quedarse un poco más,
aunque no lo queramos, aunque no nos atrevamos a abrir primero la puerta, porque la mañana
espera segura y la memoria aún no ha despertado.
Veinte y nueve
Comenzaría por escribirte un poco, como siempre, y luego esperaría inútilmente, porque no
habría respuesta, nunca las hay a tiempo, y lo sabés bien, pero no importa, no en estos días.
Lo cierto no puede caber nunca, cada vez que lo intento es tan imposible, como pretender
unir dos vidas en un momento, los registros, el camino roto entre lo real y lo que deseo, más allá
de si lo veas o no.
Otra vez habrá que corregirlo, que es lo que no quiero, otra vez habrá que pensarlo una y
otra vez, como si en realidad fuese necesario atormentarse de nuevo buscando las causas que
serán las de siempre, tropezar con los porqués que señalen el sendero por donde hemos
transitado para llegar a donde estamos, siendo ya innegable el fuego que se extingue, la
necesidad de soledad cada vez mayor, y ese lastimero querer hacer algo.
Sin descanso, entre tanto engaño y bruma de intenciones sin expresión, te invito a mi reino,
aunque no siempre esté libre, lo confieso, mas el tuyo no es el mejor para los dos, y esto aunque
debieras, no lo sabés. Pero lo sentís, de algún modo lo sentís.
Y ya en lo que soy tenés dos o tres nombres, y vivís en dos o tres lugares, y tenés dos o tres
familias, siempre un pasado que recordar a ciertas horas, y algo tan incierto como yo por delante,
cada vez que te llamo o que vos venís y no hay nadie en casa. Ahí te sale por un costado el
tiempo y la edad, y la búsqueda pesa, el sabor de los momentos, eso que alguna vez fue, y que
ahora sólo nos mantiene atados a la más cruel de las esperanzas.
Por lo demás todo va siendo extrañar y aguantar, las horas llenas de angustias por no saber
bajo cual nombre vendrás, qué tendrás entre las manos cuando te veas a vos misma, desde lejos,
tejiendo sin querer una trama con mis sueños.
Una tras otra las historias, el reclamo, el cansancio, el lamento de sólo poder ver cómo la
tibieza destierra lentamente el calor, el gesto que no llega, lo que haríamos en la noche, el faso
contento, los ojos abiertos en la habitación a oscuras, las manos quietas, esas que antes buscaban
entre las sábanas.
Faltarán las lluvias los sábados en la calle, esos momentos en donde podía palpar todo el
ocultamiento de lo que en verdad soy, y lo que estoy dispuesto a dejar que veas, si esto es cierto
podrías comprenderlo, esa parte de la voluntad y las fechas, por encima del temor que no llegues,
de que ni siquiera hayas salido, una repentina escasez de luz, las tinieblas de la duda y la
incertidumbre, la moneda y el impuesto, lo que no sabíamos, lo que no nos atrevimos a imaginar,
lo que preferimos callar.
12. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 12
Veinte
De manera que al final caemos en la mañana fresca y soleada, fijate que el clima hace tanto,
no como otras cosas que pasan de lado y creemos importante. Pero no se trata de eso, es más otro
color que no puedo definir bien, una pequeña alegría sabiéndote triste, encaramada al temor de la
pérdida, ese profundo daño de excluirte por propia voluntad.
Veinte y dos
Los golpes en cada despertar,
Como la vez que estuvo nadie
Y teníamos tantas ganas de reír juntos.
Esa vuelta a lo mismo que ya es demasiado.
Sin salidas ni teléfonos, mirando
Hacia atrás.
Todas las fotos manchadas y perdidas,
Las absurdas definiciones dominicales,
El lenguaje inexplicable, lo que está
Siempre, y nunca se escribe.
Todo lo que tuvimos que aceptar
Para poder jugar tranquilos,
En otro lugar,
Donde la derrota es un papel,
Donde la pena no existe, sólo el tiempo.
Todo va tocándose en algún punto,
Y sin embargo, no basta, es difícil sabés?
Y ahí te aborda la duda, el cansancio.
Habría que cambiarlo tanto del todo,
Más lejos que el cómodo edredón,
La tenue caricia del olvido despacio,
Ir amordazando cada idea que no pudo.
Esa sonrisa guardada en la memoria,
Reproduciéndose en cámara lenta.
El cuerpo bajo las sábanas,
Sin alcohol.
Podría estarlo todo en las manos,
Casi lo decimos, pero se esfuma como
El sueño de la mañana, queda el
Gusto amargo, el intento fallido.
Con todos los días encima hace tanto,
Y cada vez importa menos, al menos
Cuando hablamos.
Quizás no sea como lo hemos esperado,
Puede que en algún momento lo perdimos.
Pero siguen los latidos, esperando
De pie.
En alguna esquina aguarda, quizás llueva,
Algo que indique sin lastimar,
13. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 13
La justa equivocación, un error de papeles, rozando
El vacío, sólo aire fijo.
Agradable, esto de recordar.
Treinta
Media noche y sin dormir, en la mente las sábanas de todos los que en tu gran castillo.
Gabriel no lo sabe y Luis no llama, pero vos no estás, de modo que no tiene caso. Aquí tengo
unos papeles que hablan de vos, a pesar de Piazzolla que se atraviesa por las paredes, por encima
de Onetti que mira de lejos.
Hay un algo que me mueve y persiste, haciendo que caigan los personajes de nuestro
drama, uno tras otro, ese aquel, cuyas horas compartiste a conciencia mía, las noches vacías, y vos
llorando en algún lugar, los vasos sucios y el sabor a humedad.
Después llegás cuando todos duermen y a tiempo te esperan. Te venís por el callejón,
vestida de sal, llena de promesas, con alas cortas y blancas. No lo quiero decir pero es así que se
da, como ceniza al infinito, las cortinas por dentro, tu falso rechazo al público que conseguiste
porque no te quedaba otra, porque en tu fábula no hay sitio para los dos.
Habrá que hacer café y habrá que fumar, el teléfono estará demasiado lejos, como una
década de otra, mientras el sol dormirá inquieto.
Una vez más lo dirás y lo repetirás hasta el cansancio, sin creerlo, y entonces y ahí
recordarás los muebles y las servilletas, mis ojos atentos, entre tantas escaleras y tantas puertas a
tiempo, lo que dijiste y lo que quisiste decir en continua carrera, como si yo, como si vos, como si
vos y yo no fuéramos parte de lo que en alguna parte se escribe y se decide.
Es tarde y la complicidad reposa, dispuesto a las cadenas iré, la última jugada, el fin de la
meseta. Desde aquí la retina enloquecida, el único posible, la última herida.
14. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 14
Las noches
Toma Coca Cola a las tres
Y cualquier cosa toma a cualquier hora
Y como se hartó de tocar
Pintó sus ojos de amarillo alfombra
Y ya, cerraron los subterráneos.
Fito Páez.
Sable Chino
Diez
A veces sólo se trata de escribir bajo presión, esto es cuando el silencio puede quebrarse,
cuando alguien está por llegar, o cuando estás esperando que alguien llame. La concentración,
claro está, no puede darse. El juego consiste entonces en escribir cualquier cosa antes que la
interrupción se concrete, y en la medida en que ese cualquier cosa se anota estar atento a la
repentina aparición de una frase o una idea que quizá valga l pena. No siempre me divierte, pero
estar esperando con el monitor encendido invita a quemar los minutos que faltan aunque no sea
más que garabateando.
De manera que observo lo que tengo alrededor, una tarjeta de invitación, un disco de
Radiohead que no entiendo bien, algunas cuentas y un libro de Paul Watzlawick. No inspiran a
nada aparentemente, pero esconden una idea que quiero descubrir.
Por ejemplo detrás de esa tarjeta de invitación se entrevé la noche en compañía, perfumes
intensos que no conozco, esa manera de asumir preparativos, y por supuesto las posibilidades
más o menos ciertas de aquella ilusión de amor de Ingenieros.
Así es como te pienso y te imagino,
Adivinando tu piel en plena noche,
La cita que inventamos sin saber
Lo que detrás de los perfumes habita.
Pero entonces, justo aquí ocurre, suena el teléfono o llaman al puerta, no hay nada que
pueda hacerse, pero al menos los minutos fueron quemados, ese horrible interregno entre lo que
no es y está por ser se extingue, poblándose de algo más que mirar sin ver. Además, realmente
estaba esperando esta llamada.
Catorce
Es mi tradicional ahora vacío de poemas, cuando ya no quedan fuerzas para seguir leyendo.
Un ahora plagado de nombres a quien llamar y de nombres que llaman, una realidad que se
antepone a la misma vieja idea del tanto por hacer aún, mientras decido entre Bach o Elvira de
Grey’s. De manera que todo se va mezclando lenta e inevitablemente, algo parecido a un coágulo
espeso y a la vez profundo, dándose cita Piazzolla, Wagner y Soda Stereo, todo al mismo tiempo
15. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 15
y con igual intensidad, un ruido confuso y casi asfixiante, de donde emerge solitario el recuerdo
de lo que deseo, como una fotografía manchada entre otras fotografías también manchadas,
porque no es lo que deseo, sino sólo su recuerdo. De modo que resulta preciso aferrarse a una
definición, aunque la misma no signifique más que unas cuantas palabras bien ordenadas.
Hasta que ya no basta, y tras el brusco mirar descubro que el espacio se ha hecho noche y
casi intuyo otra posibilidad, la contingencia arreciando en las ventanas, la justa paga por la
espera, y por la tonta efervescencia absorbida porque sí, porque fue necesario, para ser el que
padece y no el que provoca, para alejar de una buena vez toda la maraña de falsas precisiones, las
cantidades disfrazadas en literatura de comadres, el falso pudor de las preguntas que esconden
una cifra.
Es cuando la metamorfosis opera, un ciego rencor oculto y nunca confesado fuera de la
ronda de los mismos eternos amigos, esas ganas de derribarlo todo, no porque esté mal,
simplemente porque es preciso cambiarlo todo, rayar en la locura y en el ridículo, destrozar toda
idea y todo dogma, toda religión y toda moral, arrancarles de las manos las muletas con las que
han subsistido e impedido los dos soles sobre el mismo planeta, simplemente porque no se
atrevieron a creer.
Decido entonces que el exceso triunfe por sobre toda medida, partiendo de ella para poder
así y sólo así destruirla, desde dentro mismo, en su fin y principio.
Quince
Verás, que el intento permanece aún,
A consciencia del error y la derrota.
El dolor necesario en la piel,
Aquel que evita la temprana caída.
El precio de ser los cuatro elementos,
A costa de perder la misma risa.
Ese envejecer de las horas solas,
Para así liberar el joven aliento.
Caigo en la cuenta del tiempo exacto,
El libro abierto sin reservas a todos.
Igual el que sólo piensa en lo que no vive,
Y el que sólo vive lo que no puede pensar.
A través de palabras quedas fuera,
Las veredas opuestas, las dos aguas.
Sin querer, realmente sin querer,
Los pronombres saltan y se quedan.
En otro lugar lo que imaginas o piensas,
Los sueños y desdichas de un viejo placer,
Todas aquellas promesas que aceptaste,
En ciego escape al común de los conceptos.
16. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 16
Casi creyendo que soy el que excluye,
El que baraja el destino propio y ajeno,
Olvidando que en verdad son ellos,
Disfrazados de vos que tejen la tela.
Veinte y tres
Cayendo un poco más al norte
Te olvidas porque no entiendes,
No lo sabes, nunca lo intentaste.
Está tan cerca de saberse que no puedes,
No hay tiempo, no hay ánimo, no hay vida.
En sus rostros los años se fueron
Sin comprender ni aceptar, el propio dolor.
El fracaso de no intentar al menos las noches.
Juventud perdida en imágenes de revistas,
El cuerpo como un algo, más bien la náusea
Inevitable, el saludo abominable.
La conciencia de que el fin está cerca
Y no se ha hecho nada, y ya no hay fuerzas.
Cultivando mentiras en canales,
El tuerto entre los ciegos,
Sobre todo sin contar, mi pequeño Juanca,
La pobre dimensión, el hartazgo,
El vacío.
La desnudez esclarecedora, el tiempo pasa
Pequeño Juanca. no juegues más
Cosas que sólo en la piel, lo sabes,
Como pretender un circo eterno sin más.
Creyendo en la impune crueldad
De lo que no se es en telas y zapatos,
La calle y sus consecuencias,
Golpes en el rostro porque sí,
Porque es preciso y también lo sabes.
Todo queda atrás, salvo los que vienen,
Que todo lo miran, y todo lo entienden.
Veinte y cuatro
Una cucharada de necedad de las estúpidas disculpas viajes alrededor escarbando donde no llega
la humedad anhelando lo que desde siempre fue un pasado alguna historia que escuchar alguien
a quien visitar los miércoles se impone la cosecha y no hay nada en los casilleros amenguando la
espera con más y más letra que de a ratos y sin querer cabalgando sobre el muro de inexistencia
negaciones grabaciones desolaciones por lo que nadie lo encuentra y sin embargo él los busca
huyéndolos como de la misma soledad a la hora de examinar no vayan a creer todo lo que les
dice quizás sea cierto y entonces como la sonrisa eso que nosotros y sólo nosotros semidioses
17. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 17
absurdos mutilados en las pasiones cercenados allí donde no queremos que todos porque
sentimos la muerte amarga en cada merienda impersonal disfrutando con miedo lo que ha sido
creado para nosotros y compartir lo que se viene de otro lado cuando estuvimos ausentes para
provecho de todos los que conocemos sin creer que en realidad todo estuvo al revés de las
palabras y la magia que utilizamos para burlarnos de nuestro tiempo no por necesidad sino por
ejercicio porque nos aburrimos tanto que terminamos por reírnos como locos y vos también
dejaste de mentir.
Veinte y cinco
Ya no tendrá sentido entonces,
Pero es obvio, al menos para mí,
El montón de suspiros tenues,
La renuncia por las tardes y noches.
El sin sabor a cada paso de las agujas,
Las grandes plantaciones,
Los polvorientos amigos,
Dejando un poco de lado los números
Y las calles.
Rozando el lugar de siempre, todo lejos.
Habrá que pasarlo en limpio,
Y cuando lo haga tendré que borrar
Más de la mitad.
La verdad, quedará tan poco que no sé
Si valdrá o no la pena.
Perorata, perorata, perorata
Juego ancestral y etéreo.
Si pisaras las mismas veredas sin sol
Cuando la lluvia te cae por dentro,
Quizás en uno o dos años termine.
Siempre mirar un año atrás, cuando
Encontramos que no ha cambiado nada,
Y no se sabe bien si está mal o peor.
De todos modos siempre será distinto,
Por definición, por necesidad sublime,
Las promesas repartidas y recogidas,
Desde el suelo la pena, imágenes ph 7.
El ruido sucio de los viernes
El tapizado maloliente
La fuerza del mantel y el vino
Ese perfume que no llega
Las mesas atestadas
El ir y venir sin sentido
La carcajada grotesca.
La puerta abriéndose eternamente,
Un ahogo familiar, algo que se mezcla
Con los cuentos de empleadas domésticas,
Y el chapotear de la ropa sucia
18. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 18
Detrás de las paredes,
Sin que te vengas a explicarme nada,
Ni yo tenga que hacerlo, tango tras tango.
Pasa por el costado del baldío,
Hierbas y bichos, el domingo siestero.
No quedan muchas plazas donde esconderse,
No es cuestión de tomar los recuerdos y salir,
Porque el pecho aprieta y no alcanzan,
Sabido de antemano, una falta de respeto,
Las disculpas necesarias,
La ceremonia del error,
El fatídico momento, en donde
La única pregunta que queda es
Cuándo empezó.
Veinte y seis
Está visto que todos merecemos
Aunque sólo se sabe cuando pasa
Y ya no tendré esa sonrisa en los labios
Porque he empezado a fingir
- de la peor manera –
aunque a veces crea no saberlo
como vivir mintiendo todo el tiempo
llegar cansado, saturado de boletas y humedad
echarse sobre el edredón, el teléfono al lado
respirar un poco, todavía sin entregarse,
la llamada pendiente
las pastillas, ese dormir sin sueños,
perfumes.
Cuestión de no pensar, para no creer,
Para evitar de algún modo a conciencia,
Este triste desenlace, lo temido del ayer.
19. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 19
El anillo
Y habría podido añadir que venía de una antigua cepa de navegantes nórdicos, cuyas mujeres
esperaban en las dunas barridas por el viento y no se inquietaban si sus hombres estaban borrachos, sobrios
o heridos después de una riña, sólo les importaba que, una vez más, hubiesen escapado a la grisácea
fabricante de viudas.
Morris West
Lázaro
Nueve
Y en la incomodidad despegar de nuevo, como un empuje de ráfagas de amor, confusión del
placer excelso y sublime, como captar la locura que en los labios, lejos del odio y sin medidas que
no pueden ver más que una realidad falsa.
Alejando es lo mejor, cayendo y ganando, el reposo, que más bien es una tregua fría, sin
potestad del futuro o del pasado, un simple desliz que vendría bien, salvo que nadie está en esta
hora que todos duermen, sabiendo que yo espero, y que es ahora que quiero y deseo.
Sólo una piel que besar, una boca en mi cuerpo gastado y firme, un nombre al azar.
Y así se va, con el recuerdo y la intención que no vuelve igual, y sin embargo golpea, y por
favor abríme la puerta, quiero entrar y perderme en vos, para encontrar refugio y poder
descansar, esta guerra dentro mío, esta luz que me ciega y me arranca lágrimas, cuando no estás
y te busco, y todo es inútil, porque así lo quiso el mundo, en el que vivís, y en el que te amé.
Diez y siete
Acepto sin miedo tu burla amor mío,
Cómo negarte estas frágiles ilusiones?
Y eso que odio el dolor, como vos,
Y no puedo más que ceder cada día.
Si pudieses aunque sólo sea unos minutos,
Ver lo que en los ojos llevo noche a noche,
Sin querer demasiado, no te miento,
Es sólo esas cosas de comprender que casi,
Sin puntos suspensivos que no hacen falta.
Las ganas de volar y de reír, como sabes,
Asistiendo lo que vivimos todos,
Las cordiales mentiras que ya no engañan.
Los firmes cimientos, no vayas a negarlo,
Las máscaras de nuestra existencia,
Ese café de las mañanas, entre besos,
Entre la locura de aguardar callado.
Es nuestra historia sin más,
20. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 20
La que inventamos sin final una vez,
Liados entre sábanas y ventanas nuevas,
Como nosotros mismos, vacíos de pudor.
Esa boca tuya que presiento cuando vuelve,
La apasionada ternura que me nace de vos,
Cuando tu pelo se enreda entre mis sueños,
Cuando tu pelo se enreda entre mis sueños,
Cuando cerramos los ojos para vernos mejor.
Es hermoso esto que somos, esto que hacemos
A cada momento en que sólo existimos,
Aunque lo escondamos y no lo digamos,
Callando nuestro placer infinito, espuma.
Extenuados, sin adjetivos, sin pasado,
Somos así, más allá de nosotros mismos.
Diez y ocho
Es fácil decirlo, porque lo siento,
Que es a vos a quien busco sin culpas,
Borracho o con amigos, mientras lloro,
Mientras siga siendo el mismo, pura espera.
Sin miedo a las heridas, es la verdad,
Y no el sadismo, es que vos me dolés,
Porque sos vos, aunque le pese a todos.
Qué importan las amarguras, el luto aquel,
No hay canciones sin palomas, sin colores,
No tengo más que quererte como lo hago,
No tengo más, que ser para vos.
Aunque vayas por ahí apretando corazones,
Dibujando una historia que me olvida,
Amarrándome a un destino que no decidís,
Aunque a veces lo creés y lo querés.
Estás aquí, en mis brazos encendidos,
Porque en mi deseo ya estás,
En cada cigarrillo y en cada página,
En esta sonrisa que nadie ve y vos sentís.
En toda su extensión a cada paso de calle,
Siempre volviendo de algún lugar,
Sobre todo porque vos también sabés,
Que cada sonrisa que das sin piedad,
Es un beso mío que te aguarda agazapado.
Es por eso que lo digo y vos callás,
No éramos antes, ahora lo sabemos,
Y si entonces no importaba lo que hoy,
Es porque huimos a tiempo, sin malicia.
Así te espero, mi dulce pasión,
Después de las calles entre vos y yo.
21. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 21
Veinte y uno
Ahora parto de vos, de tu recuerdo, de tu pelo y tu piel, de la distancia que existe con o sin
palabras, y alcanzo el deseo, la necesidad de tu compañía, una sed que no se apaga con café y
cigarrillos, un tiempo difícil de transitar, escapando a las ideas que nacen de vos y que no sos vos,
sin confundir ni intentar hacerlo, como nunca pudieron hacerlo el pulso y la respiración.
Así es la idea que pudo concebirse, esta última ofensa de intentar lo que nunca has de volver
a poder, y que sin embargo siempre casi lo conseguiste.
La desesperanza de la oscuridad total, ese aliento que no llega hasta que en verdad
suplicamos, rogando con firmeza e irrevocablemente, sin posibilidad de arrepentimiento. Algo
así como morir un poco cada hora, renacer cada minuto, demostrar como al fin la delicadeza, la
fina tela que en los labios comienza, la oculta ternura que en mis duras manos habita.
Pedir entonces, creyendo que es lo justo, o al menos lo necesario, ese soplo de infinito, ese
despertar lleno de sol.
Es como un bumerang incansable sabiendo siempre, aunque a veces lo olvide, que al final
estarás vos, seguro de que al final siempre estarás vos, esperándome llena de caricias,
aguardando que cansado y hecho pedazos vuelva a pedirte que me unas, como tantas veces
desde la primera vez que reímos juntos en plena lluvia, desde que supimos los dos quien lloraba
y quien en verdad esperaba, desde que nos atrevimos a inventar un nuevo juego en el que no
podríamos sentirnos culpables nunca.
Y es que ahora no hay perros aullando a la luna, ya no hay banderas llenas de sangre
ocultándose en el crepúsculo, no hay señales de caídas ni lamentos. Están las heridas necesarias,
cómo negarlo, pero están porque no nos conocimos antes, porque nuestros cuerpos no se
entrelazaron antes, porque no podrían perdonarnos tanta felicidad, si vos y yo en un antes
desconocido hasta por nosotros, ya navegáramos por este cielo puro y ardiente que alcanzamos a
comprender.
Ya dije demasiado, es normal, es por eso que ella abandona sus cosas y se acomoda en mi
pecho arrancándome un enorme suspiro de amor, dejándome pensar, dedicándose sólo a sentir
como crece el aire, como me gana en los sueños, como cada minutos somos algo que queremos
describir.
Veinte y ocho
Esta madrugada fue elegida por los astros,
Como siempre pudo haber sido,
Como todo lo que imaginamos y rechazamos,
Como todo lo que creímos y esperamos.
Intuyéndolo desde hace tanto tiempo,
Cuando las horas no eran horarios de ida,
Y en nuestros labios se urdían secretos,
Todo lo que desnudos y dentro del otro.
22. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 22
Porque el placer nos pertenece y perdura,
En cada gesto y en cada roce de piel,
En las mismas tejas tras la misma ventana,
En la humedad que nos invade silenciosa.
Así es como te miro y sé que es,
Aunque no lo esperes ni adivines,
Que simplemente esto se cumple,
Cuestión de sangre en su medida.
Sólo un beso y un abrazo, esta noche,
Después, la flecha infinita que sólo va,
En un viaje ciego y renuente, y que vuelve,
Cada tanto, para presenciar nuestra pasión.
Son hilos de un tiempo ajeno, esto que ves,
Alquimia de una esperanza concretada,
La fusión, si lo deseas, entre el deseo
Y aquella que sonriendo lo hace nacer.
Treinta y uno
Alguna vez será que escucharemos estas músicas, éstas que guardo para vos sin conocerte,
sabiendo sólo que en algún lugar estás esperando lo mismo que yo, aguardando el mismo
amanecer y el mismo clima, sobre la misma alfombra y ansiedad.
Y sé que estás porque me duele no verte ya, esta prisa que me viene con Di Blasio, todo lo
que pudiera ser y está lejos, como las veces que me voy de mí mismo, cambiando lo que soy por
lo que deseo. La inmensa llanura que atravieso para nada, para encontrarme con un arroyo
estéril, palomas grises y una bandera sin nombre.
Noches como ésta en las que las sombras al igual que las revistas y los noticieros, ya no son
lo que fueron, mis viejos libros, los teclados de Vangelis y Morricone, tanto mueble lustrado y
cortinas para algo que no.
Presiento que sabés todo esto y por eso no tendrás que hablar, sólo estar. Así junto con el
vaivén del viento que te llama, que de a poco va tejiendo junto con los años ese puente que te
traerá junto a mí, así voy armando el cielo bajo el cual el encuentro.
Es cierto, quedan aún los días entre semana, los domingos, ese temor de las tardes y los
amaneceres, sin saber si salir o llegar golpea más.
No te preocupes, llevo a cuestas un viejo escondite que lo arreglé para vos, con suficiente
espacio para tus historias, con todo lo que quieras para refugiarte, sin tener que marcharte.
Lo tengo todo previsto, para serte sincero, sólo que la espera sigue. Y tengo cosas que habré
de consultarte, para coincidir, todas estas piezas que trato de ordenar despacio, sin tener en
23. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 23
cuenta si me he sumergido demasiado, vos sabés, ese tema de las medidas, los excesos, los
discursos recomendativos, salí o quedate, la vida contada por los amigos, lo que pueden ver.
A veces me pregunto las noticias que te llegan, lo que ves al pasar en cada esquina, por
donde habré transitado. En esta ciudad que pudiera ser otra sin nosotros, los reclamos que tengo,
las deudas que voy juntando, por el espacio que intento ganar a costa mía, para jugar sin dañar,
sin que la del vestidito azul llore, sin que el chiquilín se lastime demasiado al tropezar. Las
cicatrices necesarias y dolorosas, el peso de las horas.
Cambiando algunos ordenes, el despertador y el velador, la calle tan abierta, las llaves en los
bolsillos, los almanaques, el cenicero tan limpio, cuando por fin el suspiro esclarecedor, fijate que
no está tan mal, que en el fondo ahora que estás, tu boca en la mía, la lluvia de oro, la piel infinita.
24. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 24
Los días que duelen
Me gustaría encontrar a alguien que quisiera fracasar. Eso es lo sublime.
John Dos Passos
Manhattan Transfer
Treinta y dos
Hasta que me voy cansando de cada cosa en su lugar, con un montón de estrellas en el
monitor, y ya no queda música que encaje. Es la derrota que se da cuando todo pasa como por al
lado, y el presente es la cena fría, sin vino y sin música, porque es ahora y más tarde en el que los
cuartetos se declaran en huelga, y no me quedan más que los signos de los que alguna vez
jugaron conmigo a la calle y los carteles, en una avenida en la que como hoy y ahora, sólo podría
arrancar de mí esas palabras de las que me arrepentiría después, debiendo pagar la desnudez de
esto que me atrapa en una figura excluyente.
Tendré que seguir fumando todo el tiempo, con todos los discos esparcidos por la alfombra,
los domingos de fútbol a la vuelta de cada semáforo, al cerrar la puerta del auto, el tener que
afeitarse antes del concierto, el mundo de las imágenes donde caí por mi propia culpa,
convirtiéndome en parte de todo eso que vomité más de una vez, donde el alcohol hacía de las
suyas y lo peor salía a flote para delicia de los cuartetos y asombro de las señoritas tronco
antiguo.
La coraza como hoy sin excepción, bajo pena de burla y trompadas en frente del bar, uno o
cinco negros sin inteligencia. Porque se trataría de eso, de la renuncia final, del portazo a todo
pensamiento, y entonces la violencia, ganarles en el asco hasta la locura, caer y levantarse, volver
con la boca partida, y los troncos con sus paños húmedos, toda la estupidez de comprensiones y
reproches, lejos la mirada y la piel, el sin sentido calle abajo, sin precisión, el futuro manchado,
los gritos en la espalda, la cámara rápida, toda la vida en álbumes, en números y trasnoches
inenarrables, lo que está aquí y no lo podés ver a menos también, pero sería demasiado, como
volverte parte de esto que aborrezco, como aborrezco la decisión del naufragio y las
profundidades obligadas. Porque lo que uno es no lo puede cambiar nunca, aunque lo intente
todo el tiempo, como esos cafés que me diste para nada, sólo para rozar y entrar en mi juego,
para mirar sin compromiso desde fuera, la noche de la que nadie sale ileso, en la que las heridas
no sanan nunca, donde la muerte es una salida, donde beber la lluvia no es mojarse en vano.
Asegurarse la primera fila en un espectáculo en donde los actores ponen‐todo‐de‐sí, un
argumento válido y entretenido, siempre que no te salpiquen con el ácido de sus expresiones
latinescas, ese afán por querer implicar a todo el mundo, o de lo contrario alejarse tanto, que
nadie entienda nada.
Deberías saberlo, porque estás ahí, según pensás pero no es el caso, porque lo pensás y en
algún momento puede que lo sientas, y te vaticino que tal vez des con la puerta correcta y hasta
lo entiendas, y estarás en la tarima, ahí donde veías oscuro y enigmático, y el montón de palabras
serán más que eso, y cada cosa que viene o se va, el ir y venir de señales en cada parpadeo, la
constante fuga, el eterno enfrentamiento, siempre se tratará de lo mismo, sólo que no sabés de
qué se trata.
25. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 25
Y entonces, tortuguita mía, cuidando el corazón, con tanto esmero, no te diste cuenta, tengo
la hoja más filosa, y sé cómo usarla, es sólo esa terrible tendencia a usarla contra mí, de
arrancarme la piel y la conciencia, como si pudiera. Mejor te vas lejos, el final no va a ser como
querías, y no estará nadie que de explicaciones.
Treinta y tres
A veces parece que se trata de una cuestión de organización, pero no me engaño pensando
que pudiera ser tan sencillo establecer una hora para cada cosa. Vos te acordarás de las escuelas
morales y dentro de ellas el estoicismo, teoría y práctica de la virtud, fijate que no sólo hay que
practicarla es preciso estudiarla primero, y está bien, no podés practicar algo que no sabés, pero
estudiar la virtud, lo que realmente se entiende, se siente y se vive con eso de estudiar la virtud,
es todo ese montón de material que consiste ante todo en lo que se debe y no se debe hacer, la
decisión es humana lo quieran o no, y el resultado es siempre el mismo lo quieran o no. Entonces
en qué quedamos? Vale la pena o no estudiar la virtud, puesto que lleguemos donde lleguemos
las conclusiones serán humanas, por lo tanto imperfectas, aún en el caso de dogmas religiosos de
imposible indubitabilidad (si me perdonás el término) las interpretaciones acaban siendo
humanas, así estamos siempre donde partimos salvo por una cosa, la necesidad de estudiar la
virtud que viene sólo a ser una expresión del principio de búsqueda y no otra cosa, se trata
entonces simplemente de buscar que sí es un principio hasta genético ya que no estamos entre
analistas de humores y temperamentos, de manera de que lo que se busca es un objeto
subordinado en importancia al hecho de buscar en sí. Si me seguís fijate que tenemos un hecho
que implica una acción y que siempre se representa por un verbo, y un objeto que de por sí tiene
que ser una meta, un resultado, un algo que se representa por un sustantivo, entonces entre el
verbo y el sustantivo con cuál te quedás? Los dos se complementan de una manera que nuestro
entendimiento lo estipuló hace una pila de años, pero si habría que eliminar alguno, a cuál
dejarías fuera? Una carrera implica correr, mas correr no implica una carrera, me entendés? El
tema es quien va a quien, o quien estira a quien, es la carrera la que estira a los corredores, o son
los corredores los que hacen nacer la carrera? Como sea, adonde es preciso arribar es a que el
verbo antecede al sustantivo, la acción constituye siempre el punto de inflexión, el resto pasa por
otro lado, la historia de intenciones, los buenos deseos, los mejores augurios, las mejores pavadas
que se entretejen en cada caja craneal carecen de la más mínima importancia hasta el momento en
el que traspasan lo intangible, momento que sólo puede ocurrir por la intervención del verbo,
llamale hablar, recitar, escribir, etc. Sin olvidarte que primero fue pensar, y si vos pensás, sos vos
el que piensa, si no estabas aquí no pensarías, si no existieses no pensarías, me resisto a creer que
la nada piense, me resisto a creer que los resultados lo sean todo, creo que lo importante es
intentarlo, dejar atrás todos los sustantivos y que los verbos nos lleven a algún lugar, aunque
claro, el problema seguirá siendo cual, cuál de los verbos elegimos.
Treinta y cuatro
Y llega el momento en el que uno se ha acostumbrado, inconsciente o conscientemente a
todo un orden estructural, que rebeldía aparte es imposible concebirlo como algo mutable,
entonces el cenicero a la derecha, la lámpara a la izquierda, la visión de la alfombra por encima
del borde del escritorio, cada mueble ubicado según los dictámenes cósmicos que
indudablemente deciden a través nuestro y que mansamente aceptamos, como si partieran de
26. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 26
nosotros y no desde mucho antes de nosotros. Más arriba y sobre todo enfrente, esta Asunción
añeja, las veredas angostas, los recuerdos ajenos, las historias de tanta gente que las transitó antes
y con los mismos ojos, pareciera que siempre fue lo mismo, es tonto decirlo, pensar, imaginar que
no ha cambiado nada, hasta decirlo me golpea, caer en la cuenta de que he cambiado yo,
escaparme de la premisa de que lo que soy es la forma cada vez más pulida de lo que siempre fui,
sabiendo lo difícil que fue en un principio lograr entrever otras realidades, hasta este momento en
el que la confusión tiene un sentido, en el que las definiciones, claras, los conceptos, los nombres
no tienen la importancia que tenían, ahora que las situaciones no tienen que responder a algo en
concreto tan rápidamente, ahora que los porqués pudieran arrojarme una respuesta de eterno
retorno a la cara, ahora que la comodidad afelpada por cuadros y álbumes bien ordenados
pudieran terminan llenándome de suspiros el café, los noticieros de las siete treinta, las noches
fijas, el ejercicio de la camaradería, la sutil displicencia de aceptar las diferencias, de beber cada
hora la distancia entre el mensaje emitido y el recibido, la sensación de que todo esto pudiera ser
de otra manera pero sin saber bien qué otra manera, sin saber realmente si es posible que exista
otra manera, sin saber realmente el grado de mentira, o el grado de verdad si lo preferís, entre lo
imaginable y lo realizable, si los sueños son necesarios por definición, sólo porque están ahí,
porque es imposible apartarlos, porque es imposible aceptar que no se pudo y que ya no se podrá
nunca. Decido cerrar los ojos a lo que presiento y está frente a mi nariz, seguir remando como se
pueda, esperando en un ocultamiento cruel, definiendo las cosas para poder sentirlas, ir
acomodándome en un espacio que no es lo que debiera mas es lo que hace tantos años, a cada
puerta que se abre, en casa de todos, desde el principio de la historia, en cada saludo, en cada
gesto de presentación de alguien cualquiera que silenciosamente pasará a ser algo cualquiera,
como yo mismo encarcelado en una definición arbitraria sin posibilidad de juzgar el juicio al que
me expongo, sin posibilidad de alterar la cronología sicológica que se llevará a cabo para llegar a
cada cosa que diga y que se diga, al tiempo de ver los rastros ajenos, las calles ajenas, donde
jugué de visitante, de observador en su atalaya, apartado del sudor de la localía, enajenado
placenteramente del polvo natal, la visita concretada sólo para en verdad sentir la misma prisión
pero desde otro ángulo, desde el correcto – no se aprecia lo que no se conoce – desde aquí donde
lucho y me debato inútilmente, para estirar, por así decirlo, algo que a la vez me empuja dándose
el escape a cada momento, la persecución tenaz entre todo lo que me rodea y todo lo que a la vez
me excluye, sin posibilidad de neutralización, un interregno indescifrable en donde cada día,
todos los días, lo nombre o no, con todos los labios en algún lugar, todos los perfumes y las citas,
todo el tiempo creyendo llegar, todo el tiempo llegar a un sitio equivocado, todo el tiempo sólo
creyendo, todo el tiempo sólo la idea de algún sin embargo, por toda la tradición el sin embargo,
defender como la única y sublime bandera el sin embargo, como arma pura y letal contra el
entretanto, el día y la noche, los cronogramas, los flujos de acciones, la circulación de
información, toda la estupidez y la necedad, esa abominable inmutabilidad de lo cierto, de lo que
en verdad persiste a pesar de su incongruencia, tan sólo certezas de la nada misma, salir
corriendo con todo lo que uno lleva a cuestas, todas las rodillas con mercuro cromo, la ansiedad y
los temblores tempraneros, las páginas que quedan grabadas, las arañas malditas, los símbolos
incomprensibles.
Treinta y cinco
Aunque es cierto, también puedo cambiar todo esto que ves por una realidad pretérita,
cómo decírtelo, caer en la cuenta del cielo lleno de gaviotas, el agua de rosas y ruda macho, los
primeros años, las primeras escaramuzas, antes de que todo haya empezado a pudrirse, antes de
las cifras y las frases.
27. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 27
Un vestido negro para ella, un traje blanco para él, las fotografías tan lejanas, el puente
infinito en donde ya instalado uno no lo sabe hasta el final, hasta descubrir que el mismo final
consiste en estar siempre a mitad de camino. Respirando perfumes de otra cultura, otras
expresiones de la sangre, otras maneras de encarar las heridas de siempre, otros principios a los
cuales recurrir cuando los latidos golpean por alguien que necesariamente no está y es preciso
encontrar una salida.
Al tiempo que persisten la piel y los cabellos, no creés? Ese recuerdo del pequeño alboroto
adentro, esas primeras noches sin dormir, ese anhelar con tanta intensidad, el cuerpo que
tuvimos entre las manos, todo aquello que dejamos partir o que nos vio huir, el temor, las
indecisiones, la ruleta de infinitos números a los que no tuvimos el coraje de apostar una y otra
vez.
No más que esto, al menos por ahora, aquí dentro no me llega el viento, tengo sed de calle,
de asfalto y autopista, mirar a través del polarizado, cubriéndome el rostro dejando que las
imágenes me asistan sin avisar. Fumar despacio y en movimiento bajo un cielo que conozco
palmo a palmo, entre cruces y rotondas, más páginas que no serán escritas. El sentimiento y la
conciencia, esos primos que no se hablan a menudo, el timón en las manos, la prisa lo deciden los
pies, de pronto tan impersonal, como si en verdad no estuviera aquí, cae la prosa, la mano busca
el llavero, los cigarrillos se acomodan en el bolsillo de la camisa, el gesto acostumbrado con el que
las luces quedan apagadas y la noche, la calle, los amigos y los deseos se encienden.
Treinta y seis
Las cosas que piensa, las cosas que sabe, porque sabe cosas que de repente no pueden
creerse, o por lo menos pareciera que no fueran reales, como el tono que a veces emplea, cuando
sin querer escribe “emplea” y piensa en “esgrime”, ya que cuando esgrime una frase el sentido
cambia y la intención muta hasta la dermis, así lo mezcla todo con o sin propósito, y ahí querés
saber lo que está queriendo decir, y es lo mismo siempre, te contestás, y claro que es lo mismo
siempre, te pudiera recontestar, y no está tan mal, teniendo en cuenta que estamos solos siempre,
que los videos están demasiado lejos, que no hay nada alrededor que pudiera ingresar a este
espacio sin que termine admirando cada metro cuadrado, lo entienda o no.
Y es eso lo que buscamos y es por eso que no aceptamos, porque será necesario que
entienda, cuestión de valorar, cuestión que no se resuelve, cuestión de renunciar que es lo único
que no queremos, porque lo que seguimos esgrimiendo y mintiendo, escapando cada vez que lo
que no queremos se presenta, se detiene y nos observa con ojos brillantes, atentos, deseosos, pero
el deseo sólo sirve para el después. El examen de ingreso, claro, las preguntas necesarias, las que
hacemos sin hablar, las que tienen que ser respondidas con gestos, nombres, un poco de historia,
no vaya a ser que terminemos compartiendo Albinoni con galletitas saladas, escuchando los
recuerdos de la última fiesta de fin de año al lado de la pileta, y Alberto el cuñado de Pedro que
resbaló por el mareo estropeando la ensalada de papas y mayonesa.
Como te decía, pudiera en verdad no ser necesario, sintetizar las tardes de sábados
encerrado en una novela, las cenas siempre postergadas, el grupo mixto que nunca existió, las
partidas de póquer que se perdieron, la hora de afeitarse y desnudo beber una copa de
champagne mientras se elige la ropa, mientras la infinita soledad se asume y se aprecia, como una
28. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 28
resignación heroica impresa y firmada en pergamino de cuero, pero que al salir se desmiente
verbalmente, “y sin embargo se mueve” en cada poro de la piel, en cada retrato guardado no como
un recuerdo, sino como un símbolo de algo que fue y volvería a repetirse de una manera
diferente, como pistas y señales de lo que no puede ser y lo que tendrá que pagarse y recuperarse,
la idea de un balance donde sólo existan partidas pendientes, anulando todo pasado, toda
racionalización de presente, alimentando la sed cada noche que partimos, cada madrugada que
volvemos, con la seguridad del que miente y no engaña, al menos no a sí mismo.
Así se teje la tela, ya lo dije antes, la visión de las tejas y canaletas en la ventana, la lluvia en
las cornisas, el presentimiento que de a poco nace, débil, lloroso, pero innegable, impostergable.
Quedan las horas después, los asientos reclinables, los números telefónicos, la trama que se inicia
y que esta vez tendrá que variar en el centro, puesto que ahí en verdad se inicia, no?
Treinta y siete
Tenía que asumir poco a poco el precio de todo lo que había dicho, hecho y aceptado, beber
la devolución tardía de lo que en tierra de nadie sembró. Todos los órdenes por el suelo, las
migajas de congruencia, la enorme cordillera que ahora lo separaba de la risa, las heridas sin
cerrar, porque todas terminan siendo la misma, la espera de siempre, el desgano, la mirada
ausente, estando donde no debería estar, los ojos entornados, los nervios destrozados, y sin
embargo, la paciencia.
Dentro del universo que lo protegía le quedaba pensar, como medio para dar con la más
grande de las llagas, refugiarse en lo único que guardaba para dar, en lo único que no había
buscado nunca, aquello que deseaba construir, día por día, al precio estipulado, buscando las
palabras adecuadas.
Consciente de la ausencia de certezas, no pretendería ingresar al entendimiento, apenas sí
rozar las emociones, aquellos estallidos que nunca llegaban, esa permanente sensación de que
falta poco, pero sin saber ni remotamente para qué.
No había lugar – pensó ‐, seguro de no mentir. Y lugar era un sitio, un espacio predestinado,
construido generaciones atrás para un desenlace que intuía a medias. Esforzándose para
reconocer un nombre, intentando aferrarse a algo que lo traiga más de este lado, algo que podía
ser alguien, algo que lo empuje, que lo alce contra el viento, de espaldas al cielo inmundo de
dolor, que lo lave de adentro, rasgándole el pecho de un tajo, exprimiéndole la piel y los huesos
hasta que toda la sangre se pierda, llevándose con ella todas las historias, todos los signos, todas
las mentiras de siempre, haciéndolo nacer de nuevo, reingresar pero esta vez de veras, poder salir
a la calle y mirar sin asco hacia delante, poder llamar sin el temor mordiéndole el cuello,
enfrentar el pánico de la victoria solitaria, llenarse las manos de gente, escapar de la huida, llegar,
por así decirlo.
Sabía que no era posible, en realidad era lo único que sabía, a pesar de los pequeños
triunfos, de los atajos que encontraba, sobre todo porque había cortado los hilos hace tiempo, las
conexiones sociales, el entorno de agobiante rumbo fijo, hora de salida, hora de llegada, el
determinismo cotidiano lejos de la madera y el metal.
29. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 29
Sentía en todo el cuerpo el volcán, el azor prisionero recorriendo la jaula, destrozándose
contra los barrotes, despacio, la desesperación le iba ganando lenta, precisa, la desolación que lo
aturdía hasta dejarlo inmóvil, repitiendo mil veces la misma frase. A conciencia transitaba cada
minuto, cada segundo, cada gota, seguro de lo que ocurría, seguro de que era a él que le ocurría,
metiendo los dedos en la carne putrefacta, nauseabunda, con el ardor del salado mar bajándole
de los ojos hasta la boca, paladeando la caída, la burbuja inalterable, el salto que no llega, los años
que no bastan, las tardes en el jardín, los chicos duermen, los grandes se equivocan, los platos
rotos, el polvo en las calles, todo esto que estaba pensando, que se estaba diciendo a sí mismo y
de lejos, con algo que se acercaba al desprecio, una pena incolora que terminaba en burla, dando
las puntadas finales que decidían lo que terminaría haciendo cuando llegue la hora indicada.
Explicar, tener que explicar que no habría personajes en este viaje, que quizás nunca los
haya, que no sería posible mentir para llegar a la verdad, que por una vez tendría que exponerse
por sí misma sin tener que recurrir a decir cosas que nunca ocurrieron, sin tener que confesar que
más le valdría irse al carajo con esa estúpida lista de teléfonos, con todos esos sobres sin
destinatario, con todo eso que le quemaba el estómago cada vez que veía un cuadro en algún
pub, cada vez que sabía de antemano que no sería, y que no había derecho para decidir que no
sería cuando era todo lo que deseaba, y entonces, por eso mismo, por esa maldad personal, por
ese afán de destruirse en mitad de la noche, sin dolor y sin testigos, borrarse de todo
conocimiento que le mordiese los cordones, que le desgarrase los pies a dentelladas, obligándolo
a no continuar sin final cada hora, que lo dejase libre de insistir, que lo devolviera al valor de
contestar algún afecto y no sentirse imbécil al hacerlo, de no sentirse más imbécil aún por sentirse
imbécil. La espiral de nuevo, imposible safar, siempre está aguardando, lo espera callada y
agazapada, ansiosa de que alguna vez se decida a treparla por completo, que por fin escale hasta
la cima y vea lo que ha estado queriendo ver hace tanto tiempo y no puede, y lo intenta, de veras
lo intenta y no llega, y no entiende, y cae, y otro cigarrillo, y otro café, y noche, y un frío adentro.
En un instante de la batalla cuenta las bajas, no son demasiadas, sigue la camisa tan blanca,
los perfumes en una delicada fila, teclas electrónicas suaves y tibias, los sillones y la sabia
ausencia de cualquier reloj. A pesar de todo se está bien, la tregua necesaria, el momento en el
que el azor planea y sólo observa, sus alas en tensión, sin buscar una presa, vuela para sí, se
expone al viento, al sol y a toda realidad que lo desafíe. Vuela, con los pulmones llenos el azor
vuela, por encima de los rostros pintados y el llanto ajeno, vacío de preguntas o respuestas, de
aniversarios o leyendas, de incomprensiones e ingratitudes, el azor vuela, con sus alas en tensión
insoportable, lastimando al propio sol y a su propia especie, porque él, vuela para sí.
30. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 30
El puente
21.‐ Nada más grato será para mí respondió‐; pero, sea por la veleidad moceril, sea por alguna disposición y
orden divino, os lo confieso, me he vuelto repentinamente flojo para el cultivo del metro poético, porque
siento arder dentro de mí una luz muy diferente...
San Agustín
Del orden, Libro Primero.
Capítulo VIII
Constituye ahora, todo pensamiento, sólo un intento de llegar a algún lugar lejano y no tan
distante a la vez. Partiendo de que la distancia no es más que un concepto establecido por otros y
del cual me valgo para al menos tratar de decir algo que no sea tan de esa manera que me agrada
y que sin entender de vez en cuando también agrada a alguien. Aunque ese alguien no exista
realmente, y sin que exista lo espere, porque así lo creo necesario, porque así debe ser, porque así
se evita el desastre de ya no creer, de ya no ser lo que nos e puede en la imaginación. Entonces
trataría de cifrar y ordenar, en realidad es posible, justo hasta un momento antes de empezar a
escribir que es pensar, pero le llaman escribir, porque cuando comienzo a escribir, que es pensar,
pero le llaman escribir, y así todo el tiempo, aunque no tanto como alguna vez escuché. Resulta
de mezclarlo todo, no se puede, o mejor no se debe leer a Cortázar y luego meterse con Julián
Marías, no se debe, realmente no se debe, pero es imposible huir de la tentación, así como es
imposible huir de la carrera una vez que se ha comenzado a correr, no se puede menos cuando se
puede más, aunque ese más no sea más que un más imaginario, donde tienen cabida todas las
imprecisiones y detestables mentiras, que a su vez son necesarias, como el lenguaje, donde se dan
cita el camuflaje y el engaño del que no puedo escapar, porque ahora no lo deseo, porque esto es
tan falso que no puede ser engaño, porque todo esto que veo y siento es algo que podría definir,
pero no las unas cuantas palabras, no sólo contando el contexto social, la herencia genética, los
predecibles resultados de una presión que te viene de las calles llenas de colectivos que se
derrumban, donde los perros no tienen dueño y te miran con hambre y hasta te miran con
lástima, porque sintiendo lástima es como se la despierta en los demás hacia uno mismo, y es
verdad. Como es verdad que me da un poco, mejor mucha, lástima sentir lástima, presenciar ese
no poder, ese intento desesperado que no es más que torpeza. Ese dolor de verlo todo tan claro
meses antes de que se concrete lo que así puedo ver, porque las tendencias son claras, no se
puede pedir peras al olmo, el fruto nunca cae demasiado lejos del árbol, como verdades, como
verdaderos conceptos, como verdaderas definiciones, superando a la ciencia misma, que trata por
todos los medios, dando portazos de rabia e impotencia por no poder alcanzar lo que la intuición
permite sentir y vivir. Por eso la lástima, por eso el asco a las veredas sucias, a la grasa, a esos
vestidos mal cosidos, a esa cotidianeidad de la estupidez del entorno, el falso patriotismo, las
falsas escuelas, el temor disfrazado con violencia, el pudor que sólo esconde una flacidez y una
debilidad mental que no puede sino darme lástima, como yo mismo siento por lo que soy, por la
lástima que siento, por sentir lo que no puedo decir a nadie teniéndolo en frente, porque sería
demasiado, sobre todo para mí, que ya no encuentro agradable todo aquello que no sea blanco o
negro, y que sin embargo me rodea haciéndome parte del todo, burlándose cada minuto de mi
intento por salir del círculo, que en realidad no existe, salvo en mi mente, pero que lo pienso y
siento. Emociones, esa parte de la experiencia que no se puede explicar, que si se explica no se
puede juzgar, como no se pueden juzgar los sueños, como no se puede juzgar nada de lo que no
se conozca y viva bajo el principio motor de todos los tiempos. Es por eso que miento, es mi
deber hacerlo, debo mentir tanto que ya no queden engaños pendientes, que todo se vuelva tan
31. La Agenda de Andrea – Rodríguez Carrillo 31
aburrido, tan conocidamente falso que se termine por recurrir a la verdad de puro hartazgo, de
pura rebelión inconsciente contra lo que está y que siempre es preciso modificar, por definición,
por concepto, porque somos jóvenes, porque tenemos nación, porque tenemos bandera, porque si
no lo hacemos morimos, porque morimos cada día al ver y sólo ver lo que no podemos
comprender, lo que no podemos comprender porque no conocemos, porque lo sencillo sigue
siendo preferido, porque lo complicado está lleno de verdades que mienten deliciosamente,
porque todo encubre y disimula, porque todo está al veres, porque en este camino no hay
contramano, sea como sea que vayas estará mal. Entonces detener el paso, aminorar la velocidad,
distinguir, tratar de que las manos no ganen tanto a las ideas, que las ideas sigan siéndolo y
puedan ser expresadas, que alguna vez se pueda decir algo completa y totalmente falso, que la
falsedad adquiera pureza, como todo lo intenso resulta ser, para que así y sólo así pueda ser
destruida, pero despacio, después de mí, después de ver tantos rostros llenos de lástima, después
del absurdo inconfesable de estrechar unas manos sin sentido, de beber uno y otro cuerpo,
sabiendo de antes que no y aún así, porque es necesario mancharse, porque es necesario caer, no
para levantarse, sino para poder ver el terreno, para poder sentir la renuncia y la pérdida
voluntaria y hacerla al mismo tiempo fortuita, mintiéndome, eso está claro, como necesaria
justicia del no ser que intenta sabiendo bien que no lo hará, de manera que surja la duda, y que la
duda cree voluntad, que del antagonismo reviente un resultado, que alguien venza de una vez
por todas, que al menos los bandos estén definidos, que por lo menos tengan la suficiente pureza
de ser enteramente lo que no son y lo intentan, o que al menos dejen de intentarlo, porque no
tiene caso, porque nunca tuvo caso, porque es precisa y necesaria la muerte pronta pero lenta,
apurar no el fin, sino la agonía, para presenciar, para disfrutar de la incongruencia que se
retuerce, para en cámara lenta repetir una y otra vez como el capricho y la superstición se
debaten con una tabla de multiplicar, para ver cómo el sudor de sangre, cómo las siete pruebas
infames, como los treinta y cinco jinetes, como las tres estrellas, como los horarios y las
presunciones, las apariencias, el oro y el trigo, como todo se va tornando parte del más grande y
entero fraude, como todo se destruye inicialmente y en contrarios, partiendo siempre del
enemigo, naciendo en su tribu, asumiendo sus costumbres y sus hábitos, lamiendo las botas y el
uniforme, encamándose con las corbatas y las plumas nefastas de gordos y sudorosos campesinos
sin intelecto. Ahora es el tiempo, la tierra está más preparada que nunca, la sinrazón florece en
cada esquina, en cada adolescente, en cada cabina musical, en cada espectro, en cada despertar de
polvo y saludos. La tonta fe, la fragilidad de la pasión, la ridiculez del discurso, la ignominia de la
política, los trenes fantasmas, el pan trinché, la mortadela, el papel blanco, los azulejos, los
espejos, la contaminación sentimental, los algodones a la madrugada, los destellos de luz tras las
cortinas mal cerradas, el chillido del panteón envejecido, las flores marchitas, el motor diesel, las
llaves del cajón, la combinación de la caja, las herramientas del pederasta, el lino y la lana, cultive
nomás señor mío, Dios proveerá. Los balones a cualquier parte, pagar entradas, entrar en los
pagos y pensar en la soga, pensando en raspar, sin querer como es que se dice pero no se siente,
porque lo que se siente mejor ni hablar, cada vez que las fotos pueden más que las pesadillas,
cada vez que lo tangible es tan ingenuo como esa absurda colegiala que pronuncia la palabra
congreso y piensa en roble, porque tiene que ser un roble, en el que grabó las iniciales C y S,
Casimiro y Sinforiana, el santoral, los nombres de los santos, los nombres de los ministros, los
nombres de los diputados, los nombres de los hombres, los nombres, siempre y enteramente los
nombres, porque son necesarios, porque son precisos, porque nos ayudan tanto, el arroz arrojado
al mar, el tío Jorge que se muere, Ruanda me importa un bledo, un bledo enorme y hermoso, una
hermosidad conciente de la propia insuficiencia, la belleza de lo que no llega a ser ni esto ni
aquello, y por eso mismo, por llegar al desprecio, sublime sentimiento donde habita el pasado.