1. Infelizmente casi nunca pensamos antes de cometer un error sobre las consecuencias. Lo que nos
suele es pensar después de que cometimos una falla. Lo peor es que tras actuar de modo infantil e
irracional, comenzamos a “platicar mentalmente” con el acusador.
Es curioso notar que antes de pecar y al instante de pecar (o cometer una decisión impensada)
estamos rodeados de amigos. En las horas que estamos en tentación, no falta aquellos que nos
apoyan. Eso también ocurre en el mero momento del pecado: Mientras pecamos o nos deleitamos
en la carnalidad, hay muchos que están con nosotros. Pero, después que uno termina de hacer lo
indebido, ¡todos se alejan y lo dejan abandonado como un leproso contaminado! ¿Adónde están
ahora aquellos que te incentivaron a pecar?
Es entonces que nos volvemos a sí, que nos percatamos que abandonamos a Dios y aquellos que
nos querían de hecho salvarnos. Ahora solo nos resta la compañía de la culpa y de la soledad.
Pero, ¡no es el fin! En este mero instante, dependiendo de nuestra reacción, podremos salvarnos
de una vez o hundirnos para siempre.
Aquí les pongo las únicas 3 maneras de reaccionar después de una caída. Son ejemplos de tres
personas que se portaron mal, de cómo reaccionaron y de cómo Dios las trató. ¿Qué estás
dispuesto a escoger?
1 – El descarado Caín:
A lo mejor como todos saben, Caín fue el hermano envidioso. Él tenía ese gravísimo defecto de
carácter y personalidad. Además, él siempre demostró su manera indolente de ser. (Indolente
significa aquel que hace las cosas sin voluntad – Jeremías 48:10). Quizá, su indolencia era debido
la envidia.
Él no aprendió eso de nadie, ¡ya vino ese “defecto desde fábrica”! El pecado en su corazón debería
ser dominado y sofocado. Sin embargo, Caín se dejó llevar por su sentimiento de celos. Antes de
pecar, Dios mismo le avisó, pero él no lo quiso oír. Actuó por el impulso de la carne. Se precipitó.
No se contuvo. Caín despreció por completo la Voz de Dios y de su conciencia, y para empeorar
aun más su situación, premeditó su pecado.
2. Dios no interfirió. Dios no le impidió de pecar. ¡Sus chances de
salvación eran cada vez menores! (¡Fíjate a qué perdición nos
llevará la envidia, los celos, la terquedad!).
Entonces, Caín asesina su joven y único hermano. ¿Puedes
imaginar cómo debería ser el semblante de Abel mientras Caín
lo mataba? ¿Puedes imaginar el dolor que sentía el hermano
menor mientras el cruel y obstinado Caín le daba golpes? Tal
vez sientas algo muy triste y feo en tu corazón, pero Caín nada
sintió. Él fue frío, insensible. Acontecía el primer asesinato de la
historia, sin embargo, Abel fue el primer hombre a morir salvo.
Realmente Abel no merecía estar en este mundo. Este mundo
era lugar de personas como Caín. ¡Quiénes aman este mundo
y no quieren salir de él son descendientes espirituales de Caín!
Mas, ¿cómo fue la reacción de Caín al ser confrontado por
Dios? ¡Fue algo aún más horrendo! ¡Él demostró que no tenía
un mínimo remordimiento o dolor por lo que había hecho! Eso son graves señales de psicopatía*
(una enfermedad de orden de carácter que dicen que está presente en más de 30% de las
personas!!!). Caín fue un “boca dura” al responder a Dios cuándo le fue preguntado de su hermano:
“—¿Dónde está Abel, tu hermano?
Y él respondió: —No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (Génesis 4:9-10)
¿Será que Dios no sabía donde estaba Abel? Por supuesto que sí. Abel ya estaba con Dios. Pero
Dios así lo pregunta para dejar claro cuál sería la reacción de Caín, motivo por lo cual lo condenaría
más todavía.
Concluimos la primera parte viendo el gran peligro que es reaccionar con descaro después de
pecar (o mismo al cometer una falla). Caín hizo de cuenta que no había pasado nada. Además, fue
insensible y frío. Disfrazó que no había pecado. No mostró arrepentimiento. No sentía ninguna
culpa por ello. Era como si no hubiera pecado. Caín no entendía y no quería ver que su pecado era
grave. Increíblemente, él aun sentía que tenía sus razones. Era un cara dura, boca dura y corazón
duro. Aún siendo confrontado por Dios, es decir, al ser descubierto, reaccionó como si nada hubiera
hecho. ¡Qué cosa más bárbara!
Pero, hoy en día seguimos viendo cosas de este tipo. Quizá peores. ¡Que Dios nos libre
eternamente de reaccionar como Caín! Que, si pequemos, jamás nos portemos con descaro,
como si nada hubiera pasado. Que Dios nos libre totalmente de asumir esta postura. Ojalá nuestros
lectores y amigos entiendan profundamente la gravedad de este error, pues las chances de ser
salvo después de eso son prácticamente ningunas.
2
3. 2 – Judas, el Desertor (EL QUE SE DIO POR TOTALMENTE PERDIDO):
Luego después que Jesús es condenado, el diablo
hace su trabajo sucio nuevamente. Después de tentar
al apóstol caído, ahora lo acusa. Así es el diablo:
Tentador y después Acusador. Judas ya estaba
separado de Cristo. Había pecado gravemente. Se dio
cuenta de su locura. Devuelve el dinero al Templo por
cargo de conciencia, pero eso no le aligera la culpa.
Un pecado no es borrado con una “buena obra”. O
más bien: Buenas acciones no compensan el pecado
cometido. El perdón solo sería y será alcanzado
estando frente a frente con el Más Ofendido:
Jesucristo.
Judas se quedó perturbado por el diablo que le acusaba sin parar. La idea que le vino fue el
suicidio. ¡Realmente por detrás de toda idea de suicidio siempre estará satanás! Él sentía pena,
remordimiento (pero no arrepentimiento), él tenía vergüenza y odio de sí mismo. Judas se dio por
totalmente perdido y se quitó la vida. Así fue como este hombre reaccionó después de su pecado.
3
Los motivos del pecado de Judas
Pero Judas no pensó en traicionar a Jesús de la noche a la mañana. Él no llegó a este punto de
repente, en un mero día. Lo que pasó con este pobre hombre es que, al igual a la demás gente que
vivía bajo el dominio del Imperio Romano, estaba cansado de tanta opresión.
Algunos ya habían intentado luchar contra aquel sistema, pero siempre se terminaba en derrota y
masacres. Todos, por lo tanto, esperaban el Mesías de Israel, el Libertador que según las profecías
estaba cerca de manifestarse al mundo.
Es ahí que aparece un hombre de Nazaret realizando milagros, predicando con autoridad,
expulsando mercaderes del Templo, reuniendo multitudes, multiplicando panes y peces, etc. Todos
pensaron: ¡Por fin, ese es el Rey de Israel que nos librará de nuestros problemas!
Realmente Jesucristo es el Mesías del Mundo. Sin duda, Él es el Salvador y Rey de reyes que va a
reinar en esta Tierra trayendo justicia, paz y prosperidad. Sin embargo, AUN NO ERA EL
MOMENTO. Habría y aun hay que esperar el momento preciso. Pero, no todos están dispuestos a
esperar y son capaces de abandonar a Cristo por lo que se ofrezca inmediatamente.
Cuándo la gente veía Jesús rehusándose a reinar (Juan 6:14-15) y oyéndole decir que “su reino no
era de este mundo” (Juan 18:36), que “aun no era el momento” (Juan 7:3-6 – !!!), que “sería
crucificado y muerto” (Mateo 17:22-23; Mateo 16:21-23; y 26:2), que “iban a matar a los seguidores
de Cristo” (Mateo 24:9-13), que “vendrían hambres, pestes y terremotos” (Mateo 24:6-7), etc.
Entonces, lo que era un sentimiento de encanto, se volvió rápidamente un sentimiento de rechazo y
todos comenzaron a abandonar a Jesús. En menos de una semana, todos que gritaron: “¡Hosanna!
4. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”; ahora, gritaban enfurecidos: “¡Crucifícalo!”. Y ¿por
qué? Por desilusión. Es ahí que Judas comienza a planear la traición.
Judas también tenía otra debilidad: El Dinero. La pasión por el dinero le dominaba. Él robaba de las
ofrendas que la gente ponía en la bolsa (Juan 12:6). Y en una ocasión muy clara, reveló toda su
avaricia (Juan 12:1-8). El diablo se dio cuenta que él haría lo que sea por dinero y por eso, lo tentó
al extremo. Alguien tendría que hacer el papel sucio e infelizmente ese fue Judas.
Su caída fue una suma de muchos problemas espirituales, emocionales, y de carácter. Aunque
muchos enfatizan más su debilidad por el dinero, lo peor fue la desilusión con Jesús y el no saber
esperar. Entonces, Judas, de un abismo a otro, “fue a los principales sacerdotes y les dijo:
«¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Ellos le asignaron treinta piezas de plata».
Desde entonces buscaba oportunidad para entregarlo” (Mateo 26:14-16).
¡Cuántos hoy que se “decepcionan” con la fe por no alcanzar inmediatamente la prosperidad y
dejan a Cristo! Van a buscar a los “principales sacerdotes” actuales que son puros mercaderes de
la fe a cambio de dinero y soluciones rápidas. No pueden esperar y venden su pureza. No saben
que están como Judas, traicionando a Cristo.
UNA REACCIÓN EQUIVOCADA ELIMINA TODA CHANCE DE SALVACIÓN
Una vez más aprendemos que si pecamos, debemos cuidarnos. No se puede volverse un
descarado fingido de inocente, pero tampoco creer que todo está acabado.
Todo desertor piensa así: El prefiere abandonar todo a vivir como un descarado. Es bueno que él
jamás quiera ser como un descarado, pero abandonar a Dios y Su pueblo es una reacción cobarde.
Muchos dicen: “No soy hipócrita… Ya no quiero más ir a la iglesia… No tengo valor de mirarles en
los ojos… Siento mucha vergüenza… ¿Qué van a pensar de mí?”. Las personas que piensan de
esta forma son las presas preferidas del diablo.
Infelizmente estás más preocupado con los demás que contigo mismo. Te importas tanto con lo
que los hombres piensan y no con lo que piensa Dios. Mientras no sirvas a Dios en vez de servir a
hombres jamás encontrarás valor para arrepentirse.
¡No hay caída irremediable! El médico sirve para los enfermos y no para los sanos. Sabemos que
los justos no necesitan salvación, sino los pecadores. Jesús, el Espíritu Santo, la Casa de Dios, en
fin, todo lo que aun hay de Dios en esta vida sirven para ayudarnos y socorrernos.
La vergüenza y tristeza que uno siente después de pecar es señal que aun hay chance. Si no las
sintieras, estarías en peligro. Pero, no debes sentir pena de los hombres que también son
pecadores. Debes avergonzarte ante Dios que te perdonará y te levantará.
Si pecaste, no tienes que seguir escuchando al diablo. Jamás seas otro desertor. Escucha a Dios
4
5. que te llama a regresar. No te des por totalmente perdido, pues ¡aun hay esperanza!
5
Mañana les doy la última parte de este escrito.
DESERTAR DE LA FE O VIVIR COMO UN DESCARADO SOLO VA A EMPEORAR NUESTRA
VIDA
¡No! No todos pecados son iguales. La Biblia dice que todos pecan. Que unos aman el pecado,
otros lo odian. Que unos lo tienen como hábito, otros lo cometen por accidente (por no vigilar).
Unos lo cometen por debilidad carnal, otros por premeditación y por principios. Unos lo cometen en
su locura, otros lo cometen de propósito y conscientemente. Unos pasan casi la vida toda sin
pecar, pero al fin de sus vidas hacen cosas horrendas. Otros vivieron en pecado por toda vida, mas
al fin, se entregan a Cristo y nacen de nuevo. En fin, el pecado es algo universal que no puede ser
visto como algo inofensivo y normal. ¡El es la única cosa que nos impide de ser salvos! Por lo tanto,
hay que saber prevenirse de él y cómo curarse de él en caso de caída.
Lo que ya vimos dentro de este tema fue algo triste y asustador. Vemos cómo las personas deciden
desgraciar sus vidas por no saber cómo reaccionar después de una recaída. Algunos no saben y
buscan consejo. Pero, por los consejos que se dan, sería mejor que uno se las arreglara por si
mismo.
Después de pecar, muchos “caras duras” hacen de cuenta que nada pasó y siguen adelante sin
ningún arrepentimiento. Creen que el pecado no necesita de reparación, además de
arrepentimiento. Hacen una oración muy superficial con unas pocas lágrimas de actor y luego se
levantan riendo como si no pasara nada.
Diría a tales que se lamenten por su pecado. Pasen tiempo arrepentidos, de luto, “vestidos de
silicio y ceniza”. Eso no es para satisfacción de sus “acusadores”, sino para que uno mismo (el que
pecó), se profundice en la tristeza que trae salvación. Que pruebe el penitente el lamento verdadero
y largo, pues si los momentos de arrepentimiento no son marcantes, luego uno se los olvidará
fácilmente y volverá hacer peor.
Entre más me rebajo en mi humillación a los pies de la Cruz, más fuerzas recibiré para no pecar
más. ¡Este es el resorte de la salvación!
¿Quieres conocer quién realmente se arrepintió? Observa como las personas cuentan el
testimonio de su pasado. Por el modo que ellas cuentan qué hacían y cómo hacían, verás si
éstas son de hecho convertidas o no. Al mencionar lo sucio que hacían, lo dicen con orgullo
y riéndose ¡Ellos NO lo cuentan con vergüenza o pena! Ellos lo cuentan con orgullo de
“haber sido” más pecadores que los demás. Ellos compiten para ver quién tuvo un pasado
más podrido. La verdad es que ellos dejaron de practicar el pecado, pero aún lo tienen vivo
en sus corazones. Ellos piensan que hablando con presunción de su pasado todos van a
admirarlos y alabarlos. ¡Falsa semilla! ¡Cizañas vivas!
Vimos también el triste caso de Judas, que se había decepcionado. Él decía: “No pensé que sería
6. así”. Eso porque para él, Jesús no le cumplía con lo esperado. Judas quería que todo fuera a su
manera. No aceptaba el contrario. Después que pasa su locura, tuvo vergüenza de regresar, o
bien, de arrepentirse de verdad. Se había dado como perdido completo. No contaba más con su
salvación. Después de pecar, terminó hundiéndose aun más en la voluntad del diablo. ¡Hay mucha
gente así!
Si tuvimos valor para caer, ¡hay que tenerlo para regresar! ¡Saber levantarse es el gran secreto!
Levantarse de una caída es la más gran victoria que podemos lograr en esta vida. ¿Y tú? ¿Decides
ser un eterno derrotado o un gran vencedor por medio de Jesús?
6
3- Pedro, el gran vencedor
El hombre que podría ser el mayor desastre de la historia cristiana, se volvió el que mejor superó
sus fallas, pecados y debilidades. El apóstol de carácter inconstante, de un temperamento instable
y de emociones volubles, ¡se vuelve por la Gracia de Dios una roca firme!
La historia de Simón Pedro es cautivante del
comienzo al fin. No requiere que la describamos,
pues es un personaje tan conocido que nos faltaría
palabras. Por muchas veces en nuestras vidas nos
identificamos con este hombre que a pesar de
tantas fallas, siempre al lado de Jesús estaba, sea
para recibir “elogios” del Maestro, como para recibir
los más duros regaños.
A Pedro no le importaba si su Amo le reprobaba por
tantas veces. Aún que tenía casi la misma (o tal vez
la misma) edad de Jesús, él simplemente no
guardaba rencor. Él era humilde aunque muy
intempestivo e impulsivo. Pedro decía lo que sentía
y a veces eso no era conveniente. Lo bueno es que
Pedro no disimulaba sentimientos. Era una persona
transparente.
La gran diferencia y victoria de Pedro fue justamente esta: ¡Siempre Pedro estaba al lado de
Jesús! Fallando o acertando siempre él estaba ahí. ¡Él era un compañero para Jesús!
¡Eso es muy emocionante en los días de hoy! porque casi todas las personas quieren que el Señor
nos sirva de compañía, pero ¿quiénes de nosotros queremos servir de compañía a nuestro Señor
Amado? ¿Quiénes lo queremos escuchar, buscar entenderlo, moldearnos a su gusto, ir con Él
adonde sea?
Los que buscan a Dios por interés material nunca sabrán qué significa eso. Ellos siempre
preguntan en las horas difíciles: “¿Señor, por qué me abandonaste?”. Realmente ellos no saben
ser compañeros de Cristo.
7. Cuando Jesús estaba aquí en carne y hueso, Pedro le servía de compañero (obviamente que otros
también). En la última Cena, después de abandonado por Judas, Él dijo: “Y vosotros sois los que
habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo
asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino, y os sentéis en tronos juzgando a
las doce tribus de Israel.” (Lucas 22:28-30). Ese Reino, como ya lo explicamos, no sería en este
siglo, sino en la llegada del reino de Cristo, en su Reinado. Antes de ello, tocaría a ellos y a
nosotros permanecer en las pruebas como los compañeros de Cristo.
La única vez que Pedro se alejó de su Señor le causó la mayor tragedia de su vida: Pedro pecó
muy gravemente, fue el momento más terrible de su vida. Su fidelidad fue probada y él no resistió la
presión. Negó a Cristo por tres veces.
Y Jesús, en aquel momento, aun siendo traicionado, no deja de mirar a los ojos de su compañero.
Pedro, al darse cuenta de su pecado, reacciona de la siguiente manera:
“Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le
había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró
amargamente” (Lucas 22:61-62).
Pedro se arrepintió amargamente: Él sintió de veras la tristeza por haber cometido aquello. Él se
acordó de las palabras de Dios y reconoció que era un pecador vencido una vez más por sus
debilidades. Pedro inmediatamente se retira del local de su pecado y va a llorar ante Dios.
¡Esa es la reacción que salva! ¿No es hora de hacerlo también?
1- Sé tú el compañero de Cristo siempre.
2- Si caigas, no te alejes. No todo está perdido.
3- Ten valor de “mirarLe en los ojos”. PermítaLe que te mires en tu íntimo, toda tu
impiedad y vergüenza. No se la escondas. Confiésalo todo.
4- Retírate inmediatamente de la tentación. No sigas expuesto al peligro. ¡Escápate
rápido! No pierdas el resto que aun tienes.
5- Sigue acordándote apenas de la Palabra de Dios. No dejes tus pensamientos
7
desocupados.
Luego, el Señor, como fue con Pedro, te encontrará nuevamente. Me refiero a un encuentro de
renovación íntima y de servicio. Seguramente, el perdón de Dios es inmediato. Inmediato al
arrepentimiento sincero. Pero, ¡necesitas ser restaurado! Toda caída trae heridas y ellas deben ser
tratadas adecuadamente. Guarda distancia de este mundo, de las tentaciones. No te dejes ser
seducido de nuevo por el pecado. No seas un nuevo Judas o un nuevo Caín.
¡La manera de levantarse es esa! Ten vergüenza, pero líbrate de ella llorando ante Dios, no
huyendo de vergüenza. No huyas de Dios, sino del mundo. No guardes silencio, confiésalo
completamente sin guardar palabras. Llorarás de tanta pena en cuanto menciones exactamente lo
que hiciste. No acortes tus palabras. No tardes en comenzar tu confesión. ¡Tu salvación está cerca!
www.mxcristo.com