2. BAUTISMO
Nuestros padres nos dieron la vida natural del cuerpo, pero Dios nos da
el alma y nos destina, además, a una vida sobrenatural; nacemos
privados de ella por el pecado original, heredado de Adán.
El bautismo borra el pecado original, nos da la fe y la vida divina, y nos
hace hijos de Dios. La Santísima Trinidad toma posesión del alma y
comienza a santificarnos.
Según el plan de amor del Señor, el bautismo es necesario para la
salvación.
Es el primero de los sacramentos porque es la puerta que abre el
acceso a los demás sacramentos, y sin el no se puede recibir ningún
otro.
3. SIGNOS SACRAMENTALES
MATERIA FORMA
-Agua.
-Oleo de los Catecúmenos.
Consiste en Sumergir en el
agua al candidato a derramar
agua sobre su cabeza,
mientras se invoca el nombre
del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo.
El sacerdote, juntamente con
los padres y padrinos, trazan el
signo de la cruz sobre la frente
del bautizando.
4. SUJETO MINISTRO
Puede recibir el bautismo
cualquier persona que no
esté aún bautizada.
Los ministros ordinarios del
Bautismo son el obispo y le
presbítero; en la Iglesia
Latina, también el diácono.
En caso de necesidad,
cualquiera puede bautizar.
5. LECTURA BIBLICA DERECHO CANONICO
<Id y haced discípulos de
todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo >(Mt 28,19-20)
• Quien no ha realizado el
bautismo no puede ser
admitido válidamente a los
demás sacramentos.
• El sacramento debe ser
administrado en la iglesia u
oratorio.
• Para que pueda bautizarse
un adulto se necesita:
• Que haya manifestado su
deseo por recibir este
sacramento, instruido en
verdades de la fe y las
obligaciones cristianas.
6. EFECTOS DEL BAUTISMO
El Bautismo perdona el pecado original, todos los
pecados personales y todas las penas debidas al
pecado; hace participar de la divina trinitaria
mediante la gracia santificante, la gracia de la
justificación incorpora a Cristo y su iglesia; hace
participar del sacerdocio de Cristo y constituye el
fundamento de la comunión con los demás
cristianos; otorga las virtudes teologales y los dones
del Espíritu Santo. El bautizado pertenece para
siempre a Cristo: en efecto queda marcado con el
sello indeleble de Cristo.