1. Gutierre de Cetina
Ojos claros, serenos, Horas alegres que pasáis volando
si de un dulce mirar sois alabados, porque a vueltas del bien mayor mal sienta;
¿por qué si me miráis, miráis airados? sabrosa noche que en tan dulce afrenta
Si cuando más piadosos, el triste despedir me vas mostrando;
más bellos parecéis a quien os mira,
no me miréis con ira, importuno reloj, que apresurando
porque no parezcáis menos hermosos. tu curso, mi dolor me representa;
¡Ay, tormentos rabiosos! estrellas con quien nunca tuve cuenta,
Ojos claros, serenos, que mi partida vais acelerando;
¡Ya que así me miráis, miradme al menos!
gallo que mi pesar has denunciado;
lucero que mi luz va obscureciendo;
y tú, mal sosegada y moza aurora;
AL MONTE DONDE FUE CARTAGO
si en vos cabe dolor de mi cuidado,
id poco a poco el paso deteniendo,
Excelso monte do el romano estrago
si no puede ser más, siquiera un hora.
eterna mostrará vuestra memoria;
soberbios edificios do la gloria
aún resplandece de la gran Cartago;
Mientra el fiero león, fogoso, ardiente,
desierta playa, que apacible lago
con furioso calor nos mueve guerra,
lleno fuiste de triunfos y victoria;
mientra la madre de Aristeo atierra
despedazados mármoles, historia
los árboles, las plantas, la simiente,
en quien se ve cuál es del mundo el pago;
entre altos montes de soberbia gente,
arcos, anfiteatros, baños, templo,
que al helvecio feroz el paso cierra,
que fuistes edificios celebrados
me hallo en otra clima, en otra tierra
y agora apenas vemos las señales;
de la mi cara patria diferente.
gran remedio a mi mal es vuestro ejemplo:
Allá Febo no tiene hora reparo;
que si del tiempo fuistes derribados,
acá muestra mudar orden el cielo,
el tiempo derribar podrá mis males.
y con helada nieve nos castiga.
Entre estas diferencias se ve claro
cuál es mi mal, pues ardo en medio el hielo
y en el fuego se hiela mi enemiga.
2. Ponzoña que se bebe por los ojos, Amor m'impenna l'ale, e tanto in alto
dura prisión, sabrosa al pensamiento,
lazo de oro crüel, dulce tormento,
Amor mueve mis alas, y tan alto
confusión de locuras y de antojos;
las lleva el amoroso pensamiento,
que de hora en hora así subiendo siento
bellas flores mezcladas con abrojos,
quedar mi padescer más corto y falto.
manjar que al corazón trae hambriento,
daño que siempre huye el escarmiento,
Temo tal vez mientra mi vuelo exalto,
minero de placer lleno de enojos;
mas llega luego a mí el conoscimiento
y pruébase que es poco en tal tormento
esperanzas inciertas, engañosas,
por inmortal honor un mortal salto.
tesoro que entre el sueño se parece,
bien que no tiene en sí más que la sombra;
Que si otro puso al mar perpetuo nombre
do el soberbio valor le dio la muerte,
inútiles riquezas trabajosas,
presumiendo de sí más que podía,
puerto que no se halla aunque parece;
son efectos de aquel que Amor se nombra.
de mí dirán: «Aquí fue muerto un hombre
que si al cielo llegar negó su suerte,
la vida le faltó, no la osadía.»
¿Qué aprovecha, señor, andar buscando
hora el puerco montés cerdoso y fiero?, ¡Ay, sabrosa ilusión, sueño süave!,
¿qué aprovecha seguir ciervo ligero ¿quién te ha enviado a mí? ¿Cómo veniste?
ni con hierba crüel andar tirando?; ¿Por dónde entraste el alma o qué le diste
a mi secreto por guardar la llave?
¿qué aprovecha, señor, ir remontando
la garza con halcón muy altanero?, ¿Quién pudo a mi dolor fiero, tan grave,
¿qué aprovecha, señor, tirar certero el remedio poner que tú pusiste?
allí una liebre, aquí un faisán matando?; Si el ramo tincto en Lete en mí esparciste,
ten la mano al velar que no se acabe.
si va siempre tras vos vuestro cuidado,
si en el alma lleváis el pensamiento, Bien conozco que duermo y que me engaño,
si estáis asido dél cuando más suelto, mientra envuelto en un bien falso, dudoso,
manifiesto mi mal se muestra cierto.
si traéis el pensar tan regalado
que donde estáis más libre y más contento Pero, pues excusar no puedo un daño,
a las presas andáis con él envuelto. hazme sentir, ¡oh sueño pïadoso!,
antes durmiendo el bien, que el mal despierto.
3. Entre armas, guerra, fuego, ira y furores,
que al soberbio francés tienen opreso,
cuando el aire es más turbio y más espeso,
allí me aprieta el fiero ardor de amores.
Miro el cielo, los árboles, las flores,
y en ellos hallo mi dolor expreso,
que en el tiempo más frío y más avieso
nacen y reverdecen mis temores.
Digo llorando: «¡Oh dulce primavera,
cuándo será que a mi esperanza vea
ver de prestar al alma algún sosiego!
Mas temo que mi fin mi suerte fiera
tan lejos de mi bien quiere que sea,
entre guerra y furor, ira, armas, fuego.»