2. Entre hombre y mundo, se puede decir que hay una interacción con las que los hombres se encuentran condicionados
natural y socialmente, a pesar de esto el ser humano dispone de un cierto margen de libertad. Libertad que no se
considera pura (libre albedrio) sino como libertad concreta. La libertad pura es considerada como una especie de
privilegio individual e intrínseco.
La Libertad no es indeterminación, sino que es autodeterminación. Por eso mismo, los problemas morales no son
nunca cuestión de elección o de preferencia en abstracto, sino de discernimiento y deliberación sobre lo realmente
posible en un momento y en unas circunstancias dadas.
Si la libertad concreta entraña una opción entre diversas posibilidades, el hombre no puede dejar de plantearse cuál de
ellas es la más valiosa o de más valor. Esto debido a su misma estructura psico somática. El hombre, en virtud de su
misma realidad física, es un animal moral. La moral no consiste primariamente en un sistema o en un conjunto de
normas, sino que es primariamente una estructura física del ser humano, fundada en su constitutiva apertura a la
realidad.
Los problemas éticos acontecen en virtud de la indeterminación y de la praxis humana. Una vez situado el conjunto de
posibilidades, el ser humano tiene que elegir una que considera preferible. Ahora bien, decidir cuál es la preferible es
hacerse una pregunta ética. Y para responderla es necesario tener algún criterio. El hombre no decide de un modo
arbitrario. Por el contrario tiene alguna idea general sobre que es lo bueno y que es lo malo. Ahora bien, provengan de
donde provengan estas ideas, lo cierto que ellas contienen una concepción mas o menos general sobre lo que hombre
y sobre lo que este debe perseguir en su vida.
Una parte muy importante de la ética política es aquella que se pregunta por la actitud del ciudadano ante las leyes de
su país. Se trata de hacerse cuestión del valor del derecho: ¿son las leyes vigentes justas, es decir, legítimas, o son
ilegítimas? Si las leyes que de hecho nos encontramos en la sociedad no son buenas, ¿Qué es lo que debemos hacer
respecto a ellas?
3. La realidad del derecho. Hemos visto como la sociedad es la organización sistemática de la actividad humana.
Legalidad y legitimidad. Si las normas jurídicas son elaboradas, mantenidas, aplicadas y sancionadas por el poder
estatal, se puede decir, que desde el punto de vista de la ética, el problema de la bondad o maldad de las leyes es casi
idéntico al problema de la bondad y maldad de Estado.
Este derecho es uno de los que suelen presentarse en casi todas las enumeraciones de los derechos humanos. Todos
los hombres, se suele decir, tienen el derecho a poseer un número determinado de bienes. Dentro de los problemas
filosóficos y éticos relacionados con la política y el derecho, el problema de la propiedad tiene gran importancia por su
relación con los problemas socio-económicos de la actualidad.
Planeamientos clásicos. La filosofía ha tratado de responder clásicamente a esta cuestión de los modos más diversos.
La apropiación social de la naturaleza. Para pensar correctamente el problema de la propiedad conviene comenzar por
caer en la cuenta de que ésta, antes de ser un derecho, es una realidad.
Las transformaciones, sin duda, pueden ser muy diversas, pero aquí vamos a fijarnos solamente en un tipo especial de
ellas: en aquellas transformaciones que tocan a la estructura profunda, esencial de una sociedad. Indudablemente, una
transformación de las notas esenciales implica una transformación de la sociedad en su conjunto.
Toda revolución entraña aspectos políticos, pero en muchas de ellas las transformaciones que acontecen en el Estado
Cobran una importancia especial porque justamente son las que dirigen y ordenan el cambio en toda la estructura
social.
4. Análisis de textos filosóficos.
Zubiri: el hombre, realidad moral
Para Zubiri, la moral es una dimensión real del hombre: éste, en lugar de estar determinado por la
naturaleza, como el resto de los seres vivos, posee propiedades que solo obtiene mediante una
decisión y una apropiación personal. En el hombre, la naturaleza no lo dice todo, sino que su mismo
ser se constituye en la historia, en la configuración histórica de su propia realidad. Igualmente, aunque
la sociedad en buena medida determina el hombre, éste tiene la posibilidad de revelarse contra lo
socialmente impuesto y tomar decisiones al margen de lo establecido.
Platón y la idea de bien supremo.
Platón se enfrenta a una concepción ética y política según la cual lo justo es simplemente lo
establecido por el más fuerte. No hay más justicia, afirma Trasímaco, que la socialmente establecida
por quien tiene el poder. Platón busca un modo de fundamentar criterios universales de justicia: tiene
que haber normas por encima de cada gobernante en turno, a las cuales se tengan que someter todos
los hombres que pretenden ser justos.
Aristóteles: ética y política
Frente al idealismo platónico, Aristóteles, su discípulo, propone en estos textos una fundamentación
naturalista de la ética: el bien que el hombre ha de perseguir ha de ser deducido a partir de su propia
constitución natural: lo propio hombre es buscar la felicidad en su actividad especifica: la teoría. Esta
es relevante, no solo para la vida individual, sino también para lo sociedad y política.
5. Santo Tomas: sobre la propiedad.
Santo Tomas, en muy buena medida es deudor de la perspectiva naturalista de Aristóteles. Para él, en consecuencia, la naturaleza sirve como criterio moral
para discernir lo bueno y lo malo. Algo es conveniente o inconveniente según siga o no lo supuestamente prescrito por la naturaleza, últimamente creada
por Dios. Para Tomás, los bienes humanos son, por naturaleza, comunes y no privados.
Maquiavelo: política sin ética.
Es uno de los fundadores de la ciencia política. Contra lo que era frecuente en su tiempo. Maquiavelo estudia la política con independencia de la moral. Se
preocupa solamente de indagar cuales son las fuerzas y principios que operan en el mundo estatal, sin pretender que estos se ajusten a las normas éticas.
Ello naturalmente no implica que Maquiavelo postule la desaparición de la ética, o que no le de importancia; para él se trataba solamente de saber cómo un
determinante fenómeno funciona, independientemente de que ese comportamiento fuera moral o no.
Santo Tomás Moro: la abolición de la propiedad.
Tomás Moro, desempeño un papel destacado en la política inglesa de su tiempo, llegando a ocupar el cargo de canciller. Fue creador del término “utopía”
para dominar a su Estado ideal, supuestamente situado en el nuevo mundo.
Hume y la fundamentación empirista de la moral.
Para Hume, el origen de los juicios morales no está en ningún tipo de ideas eternas, naturaleza humana o normas a priora, sino simplemente en las
sensaciones de agrado y en los cálculos de utilidad que los hombres realizan. Hume combina el hedonismo con el utilitarismo. En este sentido, es un
importante predecesor de la aritmética moral de Bentham.
Kant o el deber categórico.
Para él solamente hay moralidad cuando el hombre actúa por el deber, y no por sus inclinaciones, preferencias o sentimientos. Y el deber es el algo que la
razón descubre en sí misma, como un hecho que se le impone con evidencia. Actuar por el deber es actuar de tal modo que el criterio o máxima de mi
acción puedan servir como leyes universales: si se puede pretender que un determinado comportamiento sea universal, éste constituye un deber para mí.
Marx: sobre el amor humano.
Para él, en el amor sexual culminan posibilidades de interacción humana con naturaleza: las relaciones hombre-naturaleza son al mismo tiempo relaciones
sociales entre dos seres humanos.
La relación inmediata, natural y necesaria del ser humano con el ser humano es también relación del hombre con la mujer.
Gramsci y la fundamentación de la moral.
La moral es algo que se constituye en la sociedad y en la historia de los hombres, y que, por lo tanto, no tiene, en sus contenidos, un carácter intemporal
como pretenderían Platón o Kant. Pero esto no quiere decir que se pueda prescindir de la moral, como quisieran Trasímaco o Maquiavelo, considerando
como justo simplemente lo socialmente vigente.