1. ¿Es mejor la escuela privada que la pública?
Pedro García Castrillo. Movimiento Hacia un Estado Laico (MHUEL)
En muchos órdenes de la vida cotidiana se extiende el apriorismo de que lo privado
es superior a lo público. También en la enseñanza hay quien busca la calidad en los
centros privados concertados apoyándose en algunas estadísticas sacadas de los
informes PISA o ciertos rankings de centros como los publicados por la comunidad
madrileña. Sin embargo, dejarse guiar por las apariencias y lugares comunes puede
conducir a errores de bulto y una mirada más detenida permite llegar a
conclusiones diferentes.
Pedagogos, sociólogos y economistas de la educación llevan años teorizando y
haciendo estudios empíricos sobre las razones o causas explicativas del
rendimiento académico tanto de estudiantes como de centros educativos.
Recientemente los informes PISA o las evaluaciones de diagnóstico han
suministrado la información necesaria para acometer esa tarea que nada tiene que
ver con las pruebas que la consejería se ha sacado de la manga para Teruel y que
pretende extender al resto de Aragón con la oposición justificada de la comunidad
educativa.
En este campo, la comunidad académica ha sido prolífica (un resumen de la
literatura en España: aquí). La mayoría de los trabajos coinciden en que los
principales determinantes del rendimiento académico están asociados a variables
de tipo socioeconómico, como el nivel económico, cultural y educativo de los
padres o la disponibilidad de recursos educativos en el hogar y otorgan un papel
marginal a cuestiones como la titularidad del centro, su forma organizativa, los
recursos educativos o el ratio de alumnos-aula. Los complicados procedimientos
estadísticos que se encuentran detrás de estos estudios no deben enmarañar algo
sencillo de comprender. Cuando una criatura llega a la escuela lleva la impronta
que le deja su familia y que ha mamado desde sus primeros días, en forma de
actitudes y conocimientos. El entorno familiar y social en el que vive le predispone
a la cultura o le aleja de ella. Si además, se relaciona con compañeros de aula y de
ocio que gozan de un contexto favorable, su probabilidad de éxito aumenta. Si el
entorno familiar y social es el contrario, el rendimiento tiende a caer.
De modo que si un centro desea alcanzar los más altos puestos en los rankings de
resultados no tiene que centrar sus esfuerzos en contratar a los mejores profesores
o en usar los recursos educativos más innovadores, sino que debe tratar de captar
a los mejores estudiantes, aquéllos que debido a sus características familiares y
personales van a obtener mejores resultados. En eso, la mayoría de la escuela
concertada sí que se ha especializado y la segregación social inducida por los
conciertos educativos está bien estudiada tanto en España (aquí), como en Aragón
(aquí). Uno de los objetivos de la ley Wert es la profundización en esta segregación
social y diferenciación de centros.
Una vez descontados los factores socioeconómicos, la mayor parte de los estudios
empíricos muestran que los resultados educativos de las escuelas públicas y las
privadas concertadas apenas difieren. Es más, aparece evidencia de una mayor
eficiencia de la escuela pública tanto a nivel de España con datos de PISA-2006
2. para estudiantes de secundaria (aquí), como en Aragón con estudiantes de
primaria y datos de la evaluación de diagnóstico de 2010 (aquí).
En resumen, la escuela pública tiene estándares de calidad iguales o superiores que
la privada. La diferencia estriba en la selección de estudiantes que efectúan una y
otra.
Llegados a este punto, es obligado referirse a uno de los aspectos que infunden
temor a las familias cuando llevan a sus hijos a la escuela pública: algunos centros
tienen una elevada concentración de estudiantes de origen inmigrante y de
minorías étnicas, y las familias piensan que eso puede repercutir negativamente en
la educación de sus hijos. No andan del todo desencaminados. Los estudios
empíricos (por ejemplo: aquí y aquí) concluyen que la presencia de inmigrantes de
primera generación en las aulas no afecta al rendimiento de los nativos si la
concentración es inferior a un umbral estimado en el 20%, pero sí que tiene efectos
negativos en concentraciones superiores. La respuesta de los padres de trasladar a
sus hijos a un entorno más favorable es lógica desde la perspectiva individual, pero
socialmente contribuye a la formación de guetos que deberían evitarse. Esto
constituye un argumento a favor de una distribución más equitativa del alumnado
problemático entre los diferentes centros educativos, incluyendo, claro está, a los
concertados. Una tarea en la que la administración educativa debería implicarse
activamente, pero que está en las antípodas de sus objetivos inmediatos ya que va
en contra de los intereses que defienden y a los que representan. Una tarea que la
comunidad debe poner encima de la mesa, para que la atiendan.