1. Crítica de libros / Ensayos
Crítica de la razón individualista
Sábado 4 de julio de 2009 | Publicado en edición impresa Noticias de ADN Cultura: anterior | siguiente
Por Ana María Vara
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Para LA NACION
Cada tanto, ganan visibilidad pensadores que
parecen reflejar cierto espíritu de época.
Inesperadamente, sus obras devienen best sellers de
calidad -casi un oxímoron- y su nombre se convierte
en referencia obligada. Decir hoy Zygmunt Bauman o
hablar de su Vida líquida produce un momento de
reconocimiento similar al que hace diez años
producían Gilles Lipovetsky y su La era del vacío o
Jean-François Lyotard y La condición posmoderna .
El boom editorial de Bauman es periódicamente
alimentado por una nueva obra. La veintena de títulos
disponibles en español casi pueden leerse como los
El sociólogo polaco Zygmunt Bauman tomos de una enciclopedia temático-problemática,
Foto: LAURA HODGSON que va cubriendo distintas cuestiones del presente,
alrededor de su noción de "modernidad líquida", que
se pretende superadora de las nociones de "modernidad tardía" y de "posmodernidad".
Lo característico de nuestra época, según este sociólogo nacido en Polonia y profesor emérito de la
Universidad de Leeds, es que nada es permanente ni gana arraigo: de las relaciones afectivas a las de
trabajo, y de las laborales a las sociales. En este panorama, obras como Vida líquida y Amor líquido resultan
complementarias de Vidas desperdiciadas y Europa. Una aventura inacabada . En los libros del primer
agrupamiento, Bauman hace foco en los aspectos personales, en la vida privada de los sujetos que analiza;
los segundos ofrecen una mirada más exterior: proponen un desplazamiento espacial (al hablar de los otros,
los "parias" de la modernidad), o temporal, al reflexionar sobre el camino que llevó a la constitución de la
2. nueva Europa.
El arte de la vida pertenece al primer grupo, en el que autor y lector forman parte del mismo colectivo, de un
mismo "nosotros". Está escrito para europeos de clase media, consumistas y cosmopolitas, que gozan de un
entorno donde ni siquiera el terrorismo global es una amenaza grave. A esos iguales, Bauman les muestra
que, alcanzados los ingresos que aseguran la supervivencia, consumir más no los hace más felices. Ni en
términos micro -como aumento de los ingresos- ni en términos macro: como insiste en la introducción, "el
crecimiento del ?producto interior bruto´ es un índice bastante pobre para medir el crecimiento de la
felicidad".
El autor recorre las consecuencias de esta idea en un tono que se acerca al de los libros de autoayuda.
Discutiendo la relación entre consumismo e identidad, advierte a sus lectores: "A no ser que encuentres una
etiqueta, un logo o una tienda en los que puedas confiar, te sientes confuso y tal vez perdido". Más adelante,
los insta a la compasión cuando les explica: "Si la felicidad está permanentemente a nuestro alcance y si
alcanzarla sólo consume los pocos minutos necesarios para hojear las páginas amarillas y sacar la tarjeta
de crédito del bolsillo, es evidente que la persona que no consigue la felicidad no puede ser ?real´ o ?
genuina´, sino que es un dechado de pereza, ignorancia o ineptitud? cuando no todo a la vez".
Quizá la mayor densidad conceptual del libro es la vinculación que establece Bauman entre el superhombre
de Nietzsche y el "hombre líquido" actual, en la medida en que éste es "el gran maestro de la
autoafirmación, capaz de evadirse o escapar de todas y cada una de las cadenas que atrapan a los mortales
ordinarios".
Este "proyecto de superhombre" de la tarjeta veloz, alerta el sociólogo polaco, está condenado al fracaso
porque la vida es incierta. En esto se acerca a la propuesta del alemán Ulrich Beck y su "sociedad del
riesgo".
Frente a un entorno de abundancia en recursos que, sin embargo, no garantiza nada, Bauman propone
aumentar la apuesta: "Debemos plantearnos retos que sean (al menos al momento de establecerlos)
difíciles de conseguir a bocajarro, debemos escoger objetivos que estén (al menos en el momento de su
elección) mucho más allá de nuestro alcance y unos niveles de excelencia que parezcan estar tozuda e
insultantemente muy por encima de nuestra capacidad". El arte de vivir demanda "intentar lo imposible".
Ahora bien, este sugestivo paralelo con el arquetipo nietzscheano también deja en evidencia una
contradicción fundamental del libro. Y no sólo porque confirma a sus lectores en un lugar de autosuficiencia.