1. PARADEROLosMaquis MEMORIAPrimitiva
I. DEFINIR UN LUGAR CON RESPECTO A OTRO UBICACION
Planta 1:20
Elevación 1:20
Elevación Oriente & Poniente 1:20
Corte Longitudinal 1:50
A Los Maquis
B Curicó
A Los Maquis
B Romeral
A Los Maquis
B Los Queñes
A Los Maquis
B Talca
II. DISECCIÓN DEL PAISAJE
III. DAR VALOR A UN LUGAR INVISIBLE
IV. LA MATERIALIDAD AL SERVICIO DEL FUNDAMENTO
ALUMNO JUAN ORELLANA
PROFESOR JUAN ROMÁN
ARQUITECTURA UTALCA
LAMINA 01
ALUMNO JUAN ORELLANA
PROFESOR JUAN ROMÁN
ARQUITECTURA UTALCA
LAMINA 02
El paradero esta ubicado estratégicamente en el inicio de Los Maquis, al borde norte
del camino, entre el río y lo cerros. La idea es clara; ser el acceso al pueblo y servir
de referencia.
La forma se configura con el apilamiento de grandes rocas de río, extendidas unos
20 metros. Están dispuestas visualmente sin mesura, expresando su valor natural y
etéreo como pieza única que evoca su cualidad primitiva.
En un vacío intermedio a un tercio de la longitud, aparecen cuatro patas de madera
que sostienen un tronco bruto horizontal con 5° de inclinación, y limitan todos sus
puntos de movimiento. En su otro extremo, se levantan 5 cerchas de madera. Una
reinterpretación de la viga mariposa de Alvar Aalto, adaptada a mi estructura y lugar,
que sostienen la cubierta.
Es necesario reconocer un punto en el
espacio, para tomar referencia de donde
se está ubicado. Esa referencia, de un
tamaño, color y/o forma definida,
constituye una imagen mental del espacio.
Estamos al norte o al sur de algo. A la
izquierda o a la derecha. A 10 kilómetros o
a 10 minutos. Siempre estamos en
referencia a algo. ¿De lo contrario,
estaríamos en la nada?
Al Este de Romeral, a unos 10 minutos de
Los Queñes, y a unos 35 kilómetros de
Curicó. Es un pueblo precordillerano que
destaca por una disposición lineal,
paralela al río Teno. Siendo un lugar
carente de elementos referenciales y con
un territorio uniforme en toda su
extensión, nos impide saber cuándo
estamos entrando o saliendo de él.
Generalmente en los sectores rurales hay
un entramado de pueblos y surge esta
condición. No le doy una connotación
negativa a esta cualidad, pero siendo un
pueblo tan homogéneo, surge la
oportunidad de realizar un proyecto, un
acontecimiento puntual y significativo, que
marque un hito a lo largo de un trayecto.
A unos 3 kilómetros del camino pavimentado, aparece Los Maquis sin avisar que lo
hizo. En todo momento bordeado por el río y moldeado por la ladera del cerro, que de
vez en cuando se ensancha para ser habitado.
No es un gran hallazgo identificar que en un pueblo precordillerano predominen los
bosques, haya ríos y grandes rocas en él. En este examen del paisaje se tienen los
factores, pero no el producto. El producto es deformar la imagen preconcebida de las
personas, con respecto a estos elementos y en esta locación. La problemática;
Desencajar en el paisaje con un elemento propio de él, manteniendo su nobleza.
Espacios indeterminados que se suman a un total. Desaparecen de la vista o pasan
inadvertidos como si no existieran. Complejo es ver cuando no se tiene una imagen
preconcebida de lo que se quiere ver. La mirada se ciega o solo ve parcialmente. ¿Se
puede dar valor a un lugar invisible? ¿Un lugar que no se ve, es acaso un lugar que
no existe?
Esta experimentación generaba una ruptura con la rutina. Además de una
transformación del espacio físico, evoca una transformación de la percepción del
mismo. Lo que antes estaba frente a nuestros ojos sin ser visto, ahora aparece como
por arte de magia.
La obra ya no consta solo del plástico, acoge las islas como parte de si, constituyendo
un diálogo entre obra y contexto. Construye un nuevo paisaje y permite a estos trozos
de tierra, aparecer en la mirada de las personas, rompe el hábito de que sean
invisibles. Para mi esta es la clave de la obra, construir una nueva forma de mirar.
Cuando los recursos son inciertos, se debe construir con lo que hay;
pensando la materia desde el lugar. La estrategia es alterar el paisaje
con sus propias piezas, aproximando elementos e irrumpiendo en la
cotidianeidad de la escala humana. Haciendo visible lo que pasa
inadvertido y construyendo con lo existente un nuevo paisaje y una
nueva forma de percibirlo.
Las rocas en el río son algo común, como los troncos verticales que
brotan de la tierra. Desplazarlos, girarlos, apilarlos, ordenarlos, conlleva
una transformación. Ponerlos al servicio del hombre y definir un espacio,
constituyen arquitectura. Este espacio extravagante propone con las piedras una forma evidente;
bruta, grotesca y pesada, que sorpresivamente es interrumpida por un
delicado elemento de madera que se manifiesta verticalmente y una
liviana cubierta que protege de las inclemencias del clima. Cuyo conjunto
evoca la complejidad y la tensión de una pieza discordante.
En base a la interpretación de los diferentes pesos físicos y visuales
de la obra. Se construye un paisaje donde la naturaleza cuenta tanto
como lo construido. Manifestando un diálogo entre lo creado por el
hombre y lo creado por la naturaleza, sin saber con claridad si es el
proyecto el que permite visualizar un espacio antes inexistente, o es la
materia y lo natural lo que consigue que el proyecto exista.