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LA EMBAJADA KEICHO Y 
ESPARTINAS 
NUEVAS APORTACIONES A UNA ESTRECHA 
RELACIÓN 
AUTOR: ÁNGEL LUIS SCHLATTER NAVARRO 
© ORGANISMO AUTÓNOMO LOCAL. AYUNTAMIENTO DE ESPARTINAS 
ÍNDICE 
Pág 
Prólogo................................................................................................................... 4 
I.- Un breve acercamiento a la Embajada Keicho.................................................. 6 
II.- El objetivo de la presente investigación..........................................................10 
III.- Fuentes que testimonian la estancia de Hasekura y su séquito en 
Espartinas............................................................................................................ 13 
1ª PARTE. La Estancia de la Embajada Keicho en Espartinas en 
noviembre de 1614............................................................................................... 17 
2ª PARTE. La Estancia de la Embajada Keicho en Espartinas entre 
junio y julio de 1617............................................................................................ 21 
IV.- ¿Por qué tenemos tan poca información sobre esta estancia?...................... 21 
V.- ¿Por qué el embajador Hasekura y sus acompañantes terminan
recalando en Espartinas?..................................................................................... 23 
VI.- ¿Qué periodo de tiempo permanecieron en Espartinas los miembros 
de la Embajada Keicho?...................................................................................... 32 
VII.- ¿Cuántos miembros de la Embajada Keicho permanecieron con 
Hasekura en Espartinas?..................................................................................... 34 
VIII.- ¿Quiénes fueron los japoneses que acompañaron a Hasekura en 
Espartinas?.......................................................................................................... 37 
IX.- ¿En qué lugar de Espartinas estuvieron viviendo los miembros de 
la Embajada Keicho?.......................................................................................... 40 
X.- Reliquias de los mártires japoneses llegadas al monasterio de Loreto........ 43 
XI.- Cómo era la Espartinas que conoció Hasekura.......................................... 47 
XII.- Circunstancias de la vida de Hasekura y su séquito en Espartinas........... 54 
ANEXO I.- La “Cuestión Numérica” en la Embajada Keicho.................... 68 
ANEXO II.- La cuestión del “Capitán Thomás”........................................... 88 
ANEXO III.- Nuevos hallazgos documentales sobre miembros de la 
Embajada Keicho que se quedaron en España.............................................. 91 
ANEXO IV.- Gastronomía en el monasterio de Loreto durante la estancia 
del embajador Hasekura y su séquito........................................................... 100 
I. Fuentes Documentales para nuestro estudio................................................. 100 
II. A modo de consideraciones generales......................................................... 104 
III. Algunas costumbres referentes a las comidas en las comunidades 
franciscanas...................................................................................................... 109 
IV. Cómo era el refectorio................................................................................ 112 
V. Cómo era la cocina...................................................................................... 114 
VI. Alimentos consumidos en el monasterio de Loreto a principios del 
siglo XVII...................................................................................................... 116 
VII. Recetas preparadas en el monasterio de Loreto..................................... 127 
VIII. El monasterio de Loreto y otras noticias culinarias.............................. 139 
Documentación consultada............................................................................ 143 
Bibliografía citada.......................................................................................... 148
PRÓLOGO 
En junio de 2013 salía de imprenta la obra “La estancia de la Embajada Keicho en 
Espartinas”. Del prólogo de aquella edición entresaco estos dos párrafos: 
“Este pequeño trabajo pretende arrojar luz sobre un capítulo -quizá el más 
desconocido- de la Embajada Keicho (1613-1620): la estancia del embajador Hasekura y su 
séquito en el municipio de Espartinas (Sevilla). 
La gran novedad de este trabajo sería determinar la existencia de dos estancias de la 
Embajada Keicho en Espartinas (y no de una sola, como hasta ahora se creía). La primera -más 
breve- se produciría durante la estancia en Sevilla, entre octubre y noviembre de 1614. De la 
segunda -de más de un año de duración, antes de partir hacia Japón- ya se tenía noticia, pero en 
este trabajo se desvelan muchos aspectos desconocidos sobre las circunstancias que la rodearon.” 
Ahora, tras siete meses, después de llegar a nuestras manos nuevos documentos que 
matizaban algunas de las hipótesis planteadas, se veía necesario hacer una nueva edición que 
actualizara una investigación plenamente viva. No obstante, como gran parte del libro reproduce la 
primera edición veíamos fundamental aclarar en este prólogo cuáles serían las grandes novedades 
que ahora se aportan y que serían: 
1.- La incorporación de un ANEXO III en el que se interpretan los últimos hallazgos documentales 
sobre miembros de la embajada Keicho, consistentes en la aparición de expedientes matrimoniales, 
partidas de bautismo, defunciones, etc. relativos a los japoneses que se quedaron a vivir en España. 
Como veremos en dicho Anexo, la extendida creencia de que estos japoneses se habían quedado a 
vivir en Coria del Río hizo que, en nuestro primer libro, obviaramos cualquier investigación al 
respecto. La aparición de los documentos anteriormente referidos dan un vuelco a la investigación: 
los japoneses que vinieron acompañando a Hasekura y que terminaron quedándose en España 
estuvieron siempre ligados a la familia de D. Diego Caballero de Cabrera, hermano de Luis Sotelo, 
con propiedades en Sevilla y Espartinas. 
2.- La incorporación de dos nuevos documentos que testimonian la estancia del embajador 
Hasekura en Espartinas (Capítulo III), así como un refuerzo probatorio en cuanto a la primera 
estancia en la Hacienda de Mexina de Espartinas (notas a la 1ª Parte) y algunas alusiones al ya 
citado Anexo III (expediente matrimonial) en los textos que se ven afectados (toda la “Cuestión 
Numérica” del Anexo I, y capítulos VI, VII y VIII). 
3.- Por último se ha podido realizar un estudio bastante fiable sobre la alimentación de los 
miembros de la embajada Keicho que permanecieron en el monasterio de Loreto entre 1616 y 1617. 
A este curioso tema se dedica por completo el Anexo IV.
Ya hemos dicho que se mantiene el interés en el estudio de la “cuestión numérica” de 
esta Embajada (anexo que también se ha visto enriquecido con algunos datos nuevos) intentando 
cuadrar todas las informaciones al respecto. Dicha cuestión va clarificándose a grandes pasos y 
esperamos en no mucho tiempo poder aportar una serie de nuevas informaciones que terminen 
cerrando las incógnitas al respecto. 
En fin, las modificaciones han sido de tal envergadura que hemos optado por considerar 
este trabajo como una nueva obra (con su nuevo título) y no como una segunda edición aumentada 
y corregida. Aún así, ante el temor de que todos aquellos que accedieron al primer trabajo pudieran 
pasar directamente a los nuevos epígrafes, dando por conocido los que ya existían bajo las mismas 
nomenclaturas, nos parecía básico advertir del enriquecimiento general de todo el texto para que 
éste fuese correctamente aprovechado por los interesados en el tema. 
.
I. UN BREVE ACERCAMIENTO A LA EMBAJADA KEICHO 
Quizá para muchos este pequeño trabajo sea el primer acercamiento a la que se ha 
denominado “Embajada Keicho”. Por ello nos ha parecido conveniente introducir este estudio con 
una somera visión de lo que fue aquel acontecimiento. 
La “Embajada Keicho” (1613-1620) puede considerarse como la segunda misión 
diplomática japonesa dirigida a Occidente . Sobre este hecho histórico existen ya suficientes 
estudios como para hacerse una idea de su desarrollo y alcance . También puede considerarse 
localizada y estudiada la totalidad de documentos coetáneos que existen sobre esta embajada . 
De forma resumida -por no atender al objeto de este estudio- y para poder encuadrar el 
motivo de este viaje, presentaremos -en primer lugar- el desarrollo y fines de esta embajada. 
En 1613 el Sr. feudal Date Masamune decide enviar una embajada encabezada por el 
samurai Hasekura Rocuyemon al que acompañaban, aproximadamente, otros ciento ochenta 
japoneses. También lo acompañaba el franciscano español Fray Luis Sotelo, verdadero inspirador 
de esta misión. A su papel de traductor sumaba, principalmente, el de acompañante y defensor de 
los objetivos de esta embajada, objetivos que podrían resumirse principalmente en dos: establecer 
de forma permanente relaciones comerciales con España, así como el envío de misioneros para 
potenciar la evangelización de aquel país. 
La embajada tiene dos destinos geográficos muy concretos: Madrid (donde radicaba la 
Corte de Felipe III) y Roma (para entrevistarse con el Papa). La expedición sale de Sendai el 28 de 
octubre de 1613, embarcando en un galeón construido expresamente para realizar el viaje hasta 
Acapulco. En esta ciudad tiene lugar una revuelta debido al carácter belicoso de los japoneses. 
Desde allí, ya muy reducida en número, atraviesa el territorio mexicano para embarcar en Veracruz 
con destino a la Habana y terminar atravesando el Atlántico, hasta atracar en Sanlúcar de 
Barrameda el 5 de octubre de 1614. Ascienden por el Guadalquivir en dos galeras llegando a Coria 
del Río, donde han de esperar a que las autoridades de la ciudad de Sevilla tengan preparado el 
recibimiento “oficial”, cosa que ocurre el 21 de octubre de 1616 y que pasó por ser uno de los más 
sonados que se recordaban en la ciudad . 
Como veremos más adelante, a mediados del mes de noviembre los miembros de la 
Embajada Keicho permanecerán en Espartinas, en concreto en la hacienda de Mexina. Este episodio 
conformará una primera parte de nuestro trabajo. 
El 25 de noviembre parten de Sevilla hacia Madrid. En la Villa y Corte permanecen 
alrededor de ocho meses. Hasekura recibe allí el Bautismo. Se incorpora a la embajada el intérprete 
y cronista Scipione Amati. Desde Madrid (donde, diplomáticamente, no son atendidas las 
expectativas de los embajadores) continúan hasta Barcelona, en donde embarcan con destino a 
Génova, para seguir viaje hasta Roma. Allí son recibidos por el Papa Paulo V el 3 de noviembre de 
1615. La embajada es objeto de grandes ceremonias y desfiles, pero siguen sin arrancar 
compromisos concretos de cierta envergadura. De regreso vuelven a pasar por Génova y Madrid, 
saliendo de la Corte en abril de1616 con destino a Sevilla. Desde allí deberían embarcar en la flota 
que saldría hacia Nueva España poco después, en el mes de junio, para continuar -finalmente- hacia 
Filipinas y Japón.
Este último episodio es el que más desarrollamos en nuestro estudio ya que, lejos de 
recalar en Sevilla y embarcarse en dicha flota, tanto Luis Sotelo como Hasekura -y algunos de los 
japoneses- terminan permaneciendo en el monasterio de Loreto (Espartinas) alrededor de un año 
para salir definitivamente hacia Japón el 4 de julio de 1617. Hasekura terminaría llegando a su tierra 
en 1620.
II. EL OBJETIVO DE LA PRESENTE INVESTIGACIÓN 
Ya hemos aludido a la existencia de muchos trabajos de investigación sobre la 
Embajada Keicho. Gracias a ellos tenemos un conocimiento bastante pormenorizado de su 
desarrollo. En algunas ocasiones, a través de documentos y crónicas muy detalladas de la época, se 
pueden describir bastantes curiosidades y circunstancias de cada uno de los episodios de esta 
embajada. 
En cambio, cuando llega el momento de aludir a las estancias de Hasekura y su séquito 
en Espartinas, las referencias son muy parcas y, a veces, a nuestro entender, poco claras. De hecho, 
en referencia a la segunda estancia en Espartinas -la más larga- en el trabajo de Víctor Valencia 
Japón (al que a partir de ahora aludiremos con frecuencia) hay una expresión clara de esta 
circunstancia: “La suerte de la reducida delegación, retirada o refugiada al principio en el 
convento de Loreto, se torna a partir de ese momento oscura. Nada sabemos en concreto sobre lo 
que hicieron o a qué se dedicaron durante gran parte del año que restaba hasta la partida de la 
nueva flota”. 
En cuanto a la primera estancia -en Mexina, en noviembre de 1614- nadie hasta ahora 
había caído en la cuenta. Un poco más abajo detallaremos este episodio y sus circunstancias. 
Evidentemente -por su duración y la existencia de mayores datos- damos mayor 
importancia a la segunda estancia (junio 1616-julio 1617). Refundiendo algunos de los trabajos a 
los que hemos aludido -y centrándonos siempre en lo relativo a esta segunda estancia de Hasekura 
en Espartinas y sus circunstancias- podríamos quedarnos con el siguiente desarrollo de los hechos: 
Fray Luis Sotelo, Hasekura y un séquito de japoneses, saldrían de Madrid en abril de 
1616 hacia Sevilla con la indicación expresa de embarcar hacia Japón. Los principales objetivos de 
la embajada (compromisos de establecer formalmente relaciones comerciales y un envío masivo de 
misioneros) no se habrían conseguido por diversas circunstancias. 
Parece ser que, llegando a Sevilla, Luis Sotelo sufre la rotura de una pierna, mientras 
que Hasekura padece unas fiebres, motivos que esgrimen para no embarcarse en la flota, cuando ya 
todo estaba preparado. Sí parten, en cambio, dos religiosos y otros trece japoneses, miembros de la 
embajada, en un navío que, con unos días de retraso (por tener que sustituir al maestre de la nao, 
que había caído enfermo), sale el 1 de agosto de 1616 para alcanzar e incorporarse a la flota que 
había partido el 5 de julio. Algunos historiadores ven en estas dolencias meras excusas para seguir 
negociando con la Corte la posibilidad de arrancar algún compromiso de cierta relevancia con que 
volverse a Japón,, aunque parece aceptarse que las dolencias (rotura de pierna y fiebres) existieron 
realmente. 
La convalecencia de ambos la habrían pasado en el monasterio de nuestra Señora de 
Loreto (Espartinas). Este embarque fallido produce un gran enfado en las autoridades españolas, 
que tenían muy clara la inviabilidad -en esos momentos- de alcanzar los objetivos de la embajada; 
también era evidente lo gravoso que estaba resultando para el erario español toda aquella misión, 
que ya carecía de expectativas. Al cabo de un año, sin haber conseguido sus objetivos, no tienen 
más remedio que embarcar en la flota que parte el 4 de julio de 1617 hacia Nueva España.
A tenor de lo descrito, teniendo en cuenta que Hasekura y su séquito permanecen 
alrededor de un año en Espartinas, nos parecía muy pobre la información que poseemos de esta 
estancia (más aún si consideramos las extensas relaciones, noticias y detalles que se han conservado 
sobre todo lo acaecido anteriormente). Además -como veremos más adelante- algunas de las 
referencias a la estancia en Espartinas y las interpretaciones que se han hecho de las mismas nos 
parecen -al menos- poco claras, incompletas y, a veces, incorrectas. 
Pretenderíamos con este trabajo hacer un examen profundo sobre los documentos y 
noticias que tenemos acerca de esta segunda estancia de Luis Sotelo, Hasekura y su séquito en 
Espartinas, a la vez que intentaremos deducir las circunstancias y acontecimientos de dicha 
estancia. Éste será, pues, el objetivo fundamental de esta parte de nuestra investigación, que 
podríamos circunscribir a las cuestiones que a continuación enumeramos: 
· Por qué hay tan poca información sobre esta estancia. 
· Por qué deciden Hasekura y sus acompañantes permanecer en Espartinas y no en Sevilla. 
· .Qué período de tiempo permanecieron en Espartinas. 
· Cuántos miembros de la Embajada Keicho vivieron en Espartinas. 
· Quiénes fueron estos miembros. 
· En qué lugar residieron. 
· Cómo era la Espartinas que conoció Hasekura. 
· Circunstancias de la vida de Hasekura y su séquito en Espartinas. 
A las cuestiones anteriores hay que añadir ahora -como se verá detalladamente en el 
ANEXO III de este trabajo- la posibilidad de que algunos de los miembros de la Embajada que se 
quedaron en España desarrollaran su vida de forma permanente o temporal en Espartinas. Este 
interesantísimo tema seguirá abierto cuando este libro haya sido publicado ya que las nuevas líneas 
de investigación siguen provocando sorpresas. Pero, por ahora, ya hay mucho que contar. 
Intentaremos ir dando respuesta a cada una de estas cuestiones a tenor de los 
documentos existentes y tras el examen de los diferentes estudios históricos que se han 
desarrollado. 
Antes de pasar a examinar las dos permanencias a las que hemos aludido, plasmaremos 
en el siguiente epígrafe las fuentes que testimonian la existencia y características de las mismas. 
III. FUENTES QUE TESTIMONIAN LA ESTANCIA DE HASEKURA Y SU SÉQUITO EN 
ESPARTINAS.
Ya hemos indicado que en muchos de los trabajos sobre la Embajada Keicho se hace 
referencia a la permanencia de Hasekura y parte de sus acompañantes en el monasterio de Loreto 
entre junio de 1616 y julio de 1617. También hemos reseñado como -respecto a la primera estancia, 
en noviembre de 1614- parece que nadie había reparado en ella. Lo que pretendemos ahora es 
identificar en qué documentos coetáneos se citan de forma expresa estos hechos. Hemos logrado 
localizar los siguientes: 
1ª.- Comenzaremos por lo relatado en el Libro Memorial del monasterio de Loreto. No es éste un 
documento contemporáneo a los hechos, ya que está redactado mucho tiempo después, seguramente 
a tenor de unos documentos que hubieron de existir en el monasterio pero que (como veremos más 
adelante) se han perdido. Es un libro manuscrito en el que, en la página 190, se dice: 
“Vivió también en este Convento el Glorioso mártir Fr. Luis Sotelo natural de Sevilla. 
De aquí salió con el Embajador del Japón en donde ya estaba para Madrid y Roma llendo también 
de Embajador; de vuelta pasaron aquí el dicho P. Fr. luis, el Embajador y Criados hasta que 
tuvieron orden de marchar al Japón donde padeció glorioso martirio.” Al margen, existe la 
siguiente anotación con el siguiente texto: “Trajo a este Convento el P. Fr. Luis Sotelo una Reliquia 
del Sto. Mártir S. Pedro Bautista, Comisario del Japón, que hoy está en la Sacristía con su 
auténtica.” (Libro Memorial, A, 2º, pág 190) 
2º.- Carta de Fco. de Tejada, Presidente de la Casa de Contratación, dirigida a Juan Ruíz de 
Contreras, Secretario del Consejo de Indias. 
“(...) saber que yban enbarcados en ella los Japones y esperamos enbiase abiso de lo que en este 
ha habido. Pero esta mañana tuvimos noticia de que el Embaxador del Rey de Boju no se 
enbarcaua, antes se habia ydo tres leguas de aquí al Conbento de Loreto de frailes Recoletos de 
la Orden de S. Francisco y al punto, entendiendose que estaua en esta Ciudad el P. Fr. Luis 
Sotello, yo el Presidente le enbie a adbertir del inconveniente que tenía quedarse el dicho 
embaxador y de la orden que tiene de V. Magestad en carta del Secretario Juan Ruíz de Contreras 
de 28 de junio para que en cumplimiento se ordenasse que no se quedase. Y por no haberse 
hallado y entendiose de otros frayles estaua también en el dicho Conbento de Loreto con el dicho 
embaxador adonde habia ydo a persuadirle que se embarcasse como antes lo había hecho por si y 
por otras personas y que por verle Resuelto a que no saldria deste Reyno sin carta de V. Magestad 
para su Rey por ningún caso, se enbio un escribano de esta casa al dicho conbento a hacer la 
dicha diligencia de que habiendo buelto se dará cuenta a V. Magestad supuesto que estando allí el 
Embaxador es imposible alcanzar la flota. De Sevilla 6 de julio de 1616. 
D.Fco. de Tejada y Mendoza, Don Melchor Maldonado, D. Antonio López de Calatayud. D. 
Antonio Manrique.” 
A.G.I., CONTRATACION, 5172, tomo 2º 
3º.-Carta a Juan Ruíz Contreras, remitida también por la Casa de Contratación (Fco. de Tejada, etc.) 
“En carta de 6 de este mes dimos cuenta (….........) porque en ella se podría hacer que embarquen 
los Japones y su embaxador que se ha retirado al Conbento de Frayles Recoletos de San
Francisco llamado Loreto tres leguas de aquí como lo avisamos a V. Magestad en la dicha carta 
habiendose hecho con el y con el P. Fray Luis Sotello diligencia para que le hiziesse embarcar en 
cumplimiento del orden de V. Magestad. El dicho embaxador respondio que sin llevar carta de V. 
Magestad para su Rey no lo puede hazer.(...)” 
8 de julio. Fco de Tejada y Mendoza, etc. 
A.G.I., CONTRATACIÓN, 5172, tomo 2º 
4ª.- La cuarta fuente se localiza en el Archivo General de Indias y es una Consulta del Consejo de 
Indias, con fecha de 27 de agosto de 1616, con carta de Francisco de Tejada al Consejo de Indias, 
en la que se describe la excusa del embajador de Japón para no embarcar de vuelta a su país: 
“(…) se excusó de hacer este viaje en esta nao, por indisposición y hallarse sangrado 
algunas veces con resolución de no salir sin salud de este convento donde estaba cerca de Sevilla. 
Y que viendo esto don Francisco, acordó de despachar casi toda su gente, como en efecto lo hizo, 
enviando dos religiosos en su compañía (...)” A.G.I., FILIPINAS 1, N. 174. 
5ª Carta de fray Luis Sotelo, dirigida al Rey. Con fecha de 20 de abril de 1617. Este documento es 
muy interesante para varios aspectos de nuestra investigación. En negrita señalaremos lo que ahora 
más nos afecta: 
“Después de haber besado la mano a Vuestra Magestad, el año passado para 
embarcarme con el embajador del Japón en la flota que fue a la Nueva España, viniendo a Sevilla 
en el camino se me quebró una pierna; convalecido algo de ella hize la instancia posible al 
embajador para que nos embarcásemos y como no tuviesse despacho alguno ni respuesta de 
Vuestra Magestad para su Rey determinó de no hazerlo, y aunque después de la partida de la flota 
llegó la respuesta no teniendo por seguro embarcarse en el navío que avía quedado atrasado por 
hallarse falto de salud, deseoso que yo convaleciese más tampo(co) se embarcó en él, y así a 
passado este año en un convento de la Horden retirado de Sevilla poco más de dos leguas, 
ocupado en sanctos exercicios, y dando muy buen exemplo a todos (….) porque la merced y costa 
que se le hizo merced el año passado se gastó en embarcar y enviar su gente adelante, y agora se 
halla tan alcançado que tiene necesidad le sustente el convento donde está, y pues el quedarnos 
fue caso contingente y falta de salud suya y mía, que en tan larga peregrinación es muy posible 
averlos, y si uviéramos ido en el navío atrasado uviéramos muerto según lo que escriven 
padecieron en el camino (...)” 
A.G.S. Cód. de Ref. EST,LEG,263,75 
6ª.- Carta de Francisco de Tejada a Juan Ruíz, sobre la orden de embarcar al Embajador y a Sotelo, 
existente en A.G.I., FILIPINAS 200, N.212. Por su interés para todo nuestro trabajo, la 
transcribimos completa: 
“Por carta de 13 de este me dice V.M. Que habiendose visto en el Consejo lo que yo escribí en 
carta de 6 del presente, acerca de la diligencia que hice con el padre Sotelo para que el embajador 
del Rey de Boxú hiciese precisamente su viaje en la flota que se está aprestando para la Nueva 
España, y lo que contiene el memorial suyo que iba con ella, le ha ordenado que de su parte me 
diga, dé orden cómo en todo caso se embarque en esta ocasión sin admitirle excusa ni réplica, 
acomodándole de manera que vaya decentemente, y con la mayor moderación que se pudiere y que 
lo que para esto fuese necesario, lo tome de cualquiera Hacienda de su Magestad que hubiere en 
esta Casa, y no lo habiendo en ella, lo busque prestado de cualquier parte con que no exceda de 
seiscientos ducados, y que si el padre Sotelo quisiese ir con el embajador, lo haga, y si no se quede. 
Y que yo avise de qué género de hacienda me valgo de este dinero, para que se diga a su Magestad
y lo mande librar donde se cobre con efecto, para que se restituya a la parte donde se tomare en 
cuya razón se despachará luego cédula de su Magestad. 
Aunque me hallo con poca salud envié al punto a buscar al padre Sotelo, y no estaba 
en la ciudad. Vino hoy, y dile a entender la voluntad de su Magestad de que debía de estar muy 
desimaginado, y con resolución del embajador de quedarse, porque dice que de las nuevas que se 
han tenido con este último navío de aviso, del Japón, por el que de allí llegó a Nueva España, pone 
duda en la seguridad de su persona cuando vuelva. Y que así quería entretenerse en este Reyno 
hasta saber el estado que aquello tiene. Yo le repliqué que esto podría entenderse más de cerca en 
la Nueva España, y que la ida de aquí se había de ejecutar, pesandome que me obligase a usar de 
rigor y violencia, y que así se lo dijese al Japón, y me respondiese luego. Con que se partió a 
donde esta que es cerca de aquí. Pide también el padre Sotelo orden para que el Virrey de Nueva 
España los entretenga y ayude para la embarcación. Yo usaré del término y palabras que pudiere 
más apretado, para que este embajador se resuelva a partirse; pero no habiéndolo, no me 
atreveré a sacarle con violencia del Monasterio de frailes descalzos donde vive desde que llegó, 
que llaman de nuestra Señora de Loreto, ni tengo órden expresa para ello, ni sé cuánto convenga 
a la grandeza de su Magestad echar por este modo de sus Reynos, a un embajador a quien tanto ha 
honrado en ellos, queriendo valerse de su protección y amparo, en tiempo que juzga por tan 
peligroso volviese a su tierra cristiano, habiendo salido de ella Gentil, y no haciendo costa en su 
asistencia. Guarde Dios a V.M. Como deseo, de Sevilla a 20 de junio de 1617”. 
7º.- Expediente de información del matrimonio entre Juan Agustín Japón y Ana de Barahona, 
localizado en AGAS, Matrimonios ordinarios, letra J, 1616. 
“(...) E luego el dicho contrayente presentó por testigo un honbre moço que se dixo llamar Juan 
Bautista y ser de nacion Japon y que sirve a el embaxador del Japon que al presente esta en el 
Convento de nuestra Sra. de Loreto, del qual fue recibido juramento en forma de derecho de dezir 
verdad (...)” 
Estas son las fuentes y documentos que hemos podido localizar en las que se alude de 
forma expresa a la estancia de Luis Sotelo, Hasekura y parte de su séquito en Espartinas antes de su 
regreso a Japón. Sólo el Libro Memorial cita al séquito como residentes del convento; los otros 
documentos no incluyen a posibles acompañantes, salvo el 3º citado, en que no queda claro (aunque 
parece ser que no los nombra porque usa una forma verbal singular: “se ha retirado”). 
En cuanto a la primera estancia, el documento que la atestigua es la carta que el Conde 
de Salvatierra, Asistente de Sevilla, dirige el 1º de noviembre a Antonio de Aróstegui, informando 
de la Embajada y algunas impresiones sobre ella. Ha de entenderse -como intentaremos demostrar 
más adelante- que la “cassa de campo” a la que se refiere es la Hacienda de Mexina, en Espartinas: 
“(...)El hombre es prudente y muy atento a todo. Está muy agradecido de lo que aquí se a hecho 
con él. Su partida no se sabe porque el miércoles quieren yrsse a una cassa de campo que esta a 
una legua desta çiudad, a componersse de vestidos de imbierno y de otras cosas que diçen tienen 
necesidad para el camino. (...)” 
A.G.S., Cód. Ref. EST,LEG,255.233
1ª Parte 
LA ESTANCIA DE LA EMBAJADA KEICHO EN 
ESPARTINAS EN NOVIEMBRE DE 1614 
Acabamos de referirnos a una carta en la que se habla de una “cassa de campo que esta 
a una legua desta çiudad”. Por nuestra parte no podemos concluir –y esto defenderemos a 
continuación- que esta casa no sea otra que la hacienda de Mexina (Espartinas) propiedad de D. 
Diego Caballero de Cabrera, hermano de Luis Sotelo. Este hecho -que sepamos- no había sido 
reseñado hasta ahora. 
En Sevilla sabemos que sólo una parte de la embajada residió en el Alcázar. No 
sabemos dónde residirían el resto de los japoneses. Pudieron quedarse en el convento de San 
Francisco, donde originariamente estaba previsto que se albergaran todos, si no mediasen algunas 
personas (seguramente haría especial hincapié el mencionado Diego Caballero, que era veinticuatro 
de Sevilla) para “realzar” el alojamiento de los miembros principales. 
Durante unos días se suceden los actos protocolarios de recibimiento hacia la Embajada, 
con asistencia al Cabildo de Sevilla, visita a la Catedral, recibimiento de nobles y autoridades, etc.. 
Poco a poco se iría acercando el momento de partir hacia Madrid y Roma así que, en previsión de 
tan larguísimo viaje y duraderas estancias, los miembros de la embajada (principalmente el séquito 
japonés) habrían de proveerse de la ropa necesaria (sobre todo de abrigo) para todo este periodo. 
Confeccionar tanta ropa -con las sucesivas pruebas y arreglos pertinentes- llevaría, ya de por sí, 
mucho tiempo. Simplificaría mucho el que todos estuviesen “reunidos”. Quizá esto último debió 
animar a buscar un lugar apartado en el que -lejos de visitas y otros entretenimientos- pudieran 
concentrarse en confeccionar todo el vestuario necesario. 
Sabemos por la misma carta que, además de la ropa, tenían otras necesidades para el 
viaje. Aunque no se especifican, pudiera tratarse muy bien de acopiar alimentos básicos de primera 
calidad, bien para consumo o bien para corresponder protocolariamente a futuros anfitriones. 
El lugar escogido convenía que fuese una “casa de campo”, retirada del bullicio de la 
ciudad y agrícolamente rica. 
Si estaban recién llegados del viaje, venían de la mano de Luis Sotelo, el hermano de 
este fraile estaba haciendo de anfitrión y era además dueño de una hacienda que reunía 
perfectamente todas las características citadas ¿se podría pensar en que esa casa de campo no fuese 
otra que la de Mexina?. A todo esto hay que sumar una circunstancia clave: la existencia del 
franciscano monasterio de Loreto, a penas a cuarenta minutos andando desde la hacienda de 
Mexina. En este monasterio podría residir Fr. Luis Sotelo durante esos días, teniendo muy cerca a 
los recien llegados japoneses.
En la misma carta se especifica que la casa se encontraba “a una legua desta çiudad”. 
Sabemos que la legua se correspondía aproximadamente con unos seis kilómetros. Para tratar sobre 
este dato hay que hacer algunas consideraciones. Por una parte hay que tener en cuenta que en una 
carta no hay que tomar el dato como exacto sino aproximado. Así, p. ej., en una de sus cartas, 
Francisco de Tejada dice que el monasterio de Loreto se encontraba a tres leguas, mientras que 
Sotelo, en su carta al Rey de 20 de abril de 1617 dice que el monasterio está “retirado de Sevilla 
poco más de dos leguas”. 
También habría que tener en cuenta desde dónde se empieza a medir la distancia: podría 
ser desde el crucero de salida por la parte de Triana, que viene a corresponderse con el actual 
emplazamiento de la actual Capilla del Patrocinio. Decimos esto porque, efectivamente, Espartinas 
se encontraba ubicada en el Camino Real hacia Huelva. Pero también hay que considerar que 
Mexina se encuentra desviada de este camino, y que habría caminos alternativos para acortar el 
viaje. 
Después de considerar todo lo anterior y teniendo en cuenta que, geográficamente, la 
distancia aproximada entre la Capilla del Patrocinio y la hacienda de Mexina es de 8,8 kms. no 
resulta aventurado asimilar esa distancia a la -también aproximada- legua de que se habla en la carta 
(realmente se trataría de legua y media). 
Por todo lo anterior consideramos como hipótesis más que probable que sea la hacienda 
de Mexina la casa de campo a la que se refiere la carta del Asistente de Sevilla. 
¿Qué tiempo permanecieron allí? En la carta se habla del siguiente miércoles como día 
de salida. La carta se firma el sábado 1 de noviembre de 1614, luego estarían hablando del 
miércoles 5 de noviembre. La partida definitiva desde Sevilla tuvo lugar el 25 de noviembre, pero 
realmente ya estaba prevista para el jueves 20 de noviembre. Por todo ello se supone que el séquito 
debería haber llegado a Sevilla algunos días antes. En fín, hay que concluir que la estancia de la 
Embajada en Mexina vendría a durar una semana aproximadamente o diez días a lo sumo (entre el 5 
y el 15 de noviembre). 
Es de suponer que el séquito japonés estaría acompañado por el fraile Luis Sotelo y, 
seguramente, los otros miembros no japoneses de la embajada (Francisco Martínez Montaño y 
Gregorio Mathías). También es probable que les acompañasen Fr. Ignacio de Jesús. Ya hemos 
contemplado el que Sotelo (y, en su caso, algún otro fraile) hubiera podido pasar esos días en el 
monasterio de Loreto, aunque no dejaría de estar muchas horas en la casa de su hermano, junto a 
toda la Embajada. Esta posible y breve estancia en el Loreto pudo dar origen a la expresión “de 
aquí salió”, referida en el Libro Memorial del monasterio, de lo que se hablará más largamente en 
el epígrafe V de este trabajo. 
Todas las circunstancias relativas a cómo era la hacienda de Mexina y su entorno (el 
municipio y tierras de Espartinas) se desarrollan de forma extensa en los apartados correspondientes 
de este trabajo (en lo relativo a la seguna estancia, dos años más tarde). 
Esperamos que futuras investigaciones puedan aclarar más cirunstancias referentes a 
esta primera estancia de la Embajada Keicho en Espartinas.
2ª Parte 
LA ESTANCIA DE LA EMBAJADA KEICHO EN 
ESPARTINAS ENTRE JUNIO DE 1616 Y JULIO DE 
1617 
IV. ¿POR QUÉ TENEMOS TAN POCA INFORMACIÓN SOBRE ESTA ESTANCIA ?
Dos son las razones por las que se tiene tan poca información sobre esta permanencia -a 
pesar de su larga duración- en Espartinas. La primera se debe a la pérdida de los posibles 
documentos que hubieron de existir en el monasterio de Loreto referentes a aquella estancia. La 
segunda es consecuencia de que, tras su paso por Madrid a la vuelta de Roma, podría darse por 
finalizada oficialmente la misión diplomática de la embajada. 
Ciertamente la principal fuente de información durante la estancia en el monasterio de 
Loreto nos debería haber llegado desde el archivo del propio monasterio, donde deberían 
encontrarse noticias, escritos o documentos que hiciesen alusión a las circunstancias que rodearon la 
estancia de Sotelo, Hasekura y su séquito durante ese año. Pero desgraciadamente toda esa 
información -de haber existido- se perdió en las circunstancias que rodearon a la exclaustración de 
los frailes entre 1835 y 1880. En concreto podemos aludir a una desafortunada destrucción de 
documentos del archivo conventual que hemos de interpretar como la causante de que no queden 
vestigios documentales sobre las circunstacias que rodearon la vida de Hasekura y sus 
acompañantes. 
Por otra parte, ya nos hemos referido a que, con la salida desde la Corte (Madrid) hacia 
Sevilla, las gestiones propias de la embajada habían terminado. Hasekura y sus acompañantes 
regresaban a Sevilla con la orden de embarque. No había ya motivos para recibimientos 
protocolarios. Y mucho menos para aumentar el gasto de la misión, considerando además el estado 
paupérrimo en que se encontraban las arcas de la Corona y las del municipio sevillano. Se trataba, 
pues, de ejecutar el discreto regreso de la Embajada. De hecho las noticias que se tienen desde 
entonces son debidas únicamente a los trámites (primero fallidos, por último ejecutados) sobre el 
embarque, y a las gestiones (intercambio de correos y memoriales) que durante ese año continúan 
realizando Sotelo y Hasekura ante las autoridades españolas, últimos intentos de arrancar algún 
compromiso referente a los objetivos por los que se habían desplazado a Europa. Es comprensible, 
pues, que, por esta parte, las noticias sean parcas y se ciñan al puro trámite.
V. ¿POR QUÉ EL EMBAJADOR HASEKURA Y SUS ACOMPAÑANTES TERMINAN 
RECALANDO EN ESPARTINAS? 
Cuando la “Embajada Keicho” llegó a Sevilla en 1614 tuvo un recibimiento 
espectacular, descrito en diferentes crónicas, quedando suficiente información documental. Esto se 
debía entre otras cosas, a las muchas e importantes expectativas que había despertado la misión. Lo 
exótico de la comitiva también intervendría en dar ese aire de curiosidad y novedad que parecen 
entreverse tras algunas expresiones. Mucho peso habría de tener también el hecho de que uno de los 
caballeros Veinticuatro de Sevilla, D. Diego Caballero de Cabrera, fuera hermano de Fr. Luis 
Sotelo, lo que potenciaba la implicación de las autoridades sevillanas. Dichas autoridades 
agasajaron a Hasekura, que quedaría residiendo en el Alcázar, aunque en un principio estaba 
previsto que residiesen en el Convento de San Francisco hasta su salida hacia Madrid. En referencia 
a lo que se describe en el Libro Memorial de Loreto, pensamos que Sotelo, a su llegada a la capital 
hispalense, se habría quedado en la “Casa Grande” de Sevilla (convento de San Francisco), salvo 
los días que la embajada Keicho permaneció en Mexina: seguramente Sotelo residiría en el cercano 
convento de Loreto durante esos días . 
Por ello llama la atención que, a su vuelta, Luis Sotelo, Hasekura y su séquito no se 
quedasen a residir en Sevilla, sino en el monasterio de Loreto de Espartinas. ¿Por qué razón? Para 
responder correctamente a este interrogante hay que traer a consideración algunas circunstancias. 
Hemos de recordar que, después de su periplo por la Corte de España y su estancia en 
Roma, la misión diplomática japonesa sale de Madrid en abril de 1616 con las manos vacías. Los 
principales objetivos de su viaje eran conseguir un claro y determinante acuerdo comercial entre 
España y Japón, así como una mayor implicación evangelizadora (envío de muchos más 
misioneros) en aquel lejano país. De todo esto no se consiguen más que vagas promesas y 
declaraciones de buenas intenciones. Los historiadores contemporáneos coinciden en que las 
autoridades españolas tenían claro que no era el momento de alcanzar verdaderos compromisos 
formales con el Daté Masamune y que (entre otras razones, por ahorrar gastos) la vuelta de 
Hasekura a su país debería producirse con la mayor celeridad. De hecho, se les conmina a volverse 
en la flota que, con destino a Nueva España, tenía prevista su salida a finales de junio de 1616. Por 
otra parte, los mismos historiadores coinciden en que tanto fr. Luis Sotelo como Hasekura se 
resitían a volver a Japón sin arrancar antes algún compromiso de mayor alcance; por ello habrían 
decidido retrasar en lo posible su salida hacia México. 
En este contexto hemos de situar las dolencias que parecen sufrir a su regreso a Sevilla 
tanto Sotelo como Hasekura: parece ser que, de vuelta a Sevilla, fr. Luis Sotelo sufre la rotura de 
una pierna; simultáneamente se dice de Hasekura que también estaba enfermo, aquejado de unas 
fiebres . Tanto Sotelo como Hasekura elegirían el monasterio de Loreto como lugar más propio para 
su recuperación. Por ello algunos investigadores coinciden en aducir -como uno de los motivos- las 
dolencias a las que nos hemos referido. 
Otra circunstancia a recordar y tener en cuenta es el hecho de que, en el propio término 
de Espartinas, muy cerca del monasterio de Loreto (a unos 4 kms.) D. Diego Caballero, hermano de
Luis Sotelo, tuviese como propiedad la Hacienda de Mexina, hacienda que ya era familiar a la 
Embajada por su primera estancia. 
Ahora bien, a tenor de las circunstancias a las que aludíamos más arriba, entienden la 
mayoría de los investigadores que, tanto la rotura de pierna de Sotelo como las fiebres de Hasekura, 
no eran más que argumentos esgrimidos para retrasar la salida hacia México. Parece confirmado 
que la rotura de pierna de Sotelo fue real, como se verá más abajo. En cuanto a las fiebres de 
Hasekura es todo más dudoso (más aún el hecho de que esas posibles fiebres le “impidiesen” hacer 
el viaje) 
Existe un documento en el que Sotelo pide licencia para embarcarse hacia América, 
acompañando a Hasekura y su séquito, con fecha de 18 de mayo, estando ya en Sevilla, según nos 
refiere Valencia Japón: 
“Ya en Sevilla, en concreto, el 18 de Mayo de 1616, Sotelo firma el siguiente memorial 
al Rey (AGI Indiferente General 1.442): 
“Señor: 
Fray Luis Sotelo, de la orden de San Francisco descalzo dice que habiéndose de 
volver en la flota que este presente año se apresta para la Nueva España en compañía del 
embajador del Rey de Voxu para que libremente pueda hacer su viaje y en la dicha flota pueda 
embarcarse sin que nadie le estorbe suplica a VM se sirva dar licencia y real cédula en que se 
haga mención del dicho embajador con veinte otros japoneses de su familia. 
Y del dicho fray Luis Sotelo con dos compañeros el uno llamado fray Francisco de 
San Martín, sacerdote y y el otro fray Juan de la Cruz, lego, y con ello recibiría favor y merced. 
En 18 de mayo de 1616” 
Como se ve, en absoluto se hace referencia a una rotura de pierna que pudiese retrasar el 
viaje (tampoco se alude al episodio de fiebres de Hasekura) 
El 21 de mayo el Rey expide dos reales cédulas. Una dando licencia para embarcarse a 
los tres frailes. En la segunda se da licencia para que al “Japón que le ynbio el Rey de Boju le 
dejeis bolver a aquella tierra y llevar veinte japones que trujo consigo sin les pedir informaciones 
algunas. Fechada en Madrid a veinte y uno de mayo de mil y seiscientos y dieciseis años”. 
De la rotura de pierna de Sotelo empezamos a tener referencias el 22 de junio. Con esta 
fecha existe un documento firmado por fray Francisco de San Martín del tenor siguiente: 
“Fr. Francisco de San Martín compañero que soi de fr. Luis Sotelo , descalço de la 
orden del Sx San Francisco que vino del Japón digo que el Rey nuestro Señor por esta su Real 
cédula de que ante Usía hago presentación da liçençia al dicho Fr. Luis Sotelo mi compañero para 
que pueda bolver a las provincias del Japon y llevarme a mi consigo y a Fr. Juan de la Cruz. Y por 
estar el dicho fr. Luis sotelo malo en cama quebrado una pierna no puede al presente hacer el viaje 
(...)” 
Se ve que las autoridades tienen noticias indirectas de la rotura de pierna de Sotelo; y 
que ésta hubo de producirse no “en el camino hacia Sevilla”, sino mucho después de haber llegado, 
“casualmente” cuando faltaban muy pocos días para que la flota partiese (zarpó el 5 de julio). 
En el expediente ya citado aparece adjunto un certificado médico, de 18 renglones, 
firmado por Juan Cachapero de Arévalo. Este documento va claramente fechado en 22 de junio de 
1616, es decir, el mismo día en que se presentan los dos frailes para decir que Sotelo está con una 
pierna rota y no puede embarcarse.
“Por la presente doy fe cómo el padre fray Luis Sotelo está actualmente enfermo en cama de una 
pierna, la isquierda, con dos heridas abiertas y el un güeso de la canilla quebrado, de manera 
que por ningún caso se ha podido ni puede hazer fuerça para sólo tenerse sobre ella, cuanto y 
más para andar; ni lo podrá hazer en muchos días, porque los güesos quebradoss, como son de 
tan dura sustancia, no pueden soldarse tan prieto como la carne y así me parece que en todo el 
mes que viene tendrá bien que hacer en soldar para poder andar y sustentarse en ella y por 
consiguientes causas dichas no se podrá embarcar en esta flota por estar tan de próximo para 
partir y por el riesgo que corre de sucederle mucho más de levantarse sin tiempo y ¿xxx? sobre 
las piernas. Este es mi parecer y lo juro en Dios y mi conciencia ¿Sevilla? a 22 de junio de 
1616 y lo firmo de mi nombre” 
Claramente es perceptible que este documento, además de emitir un juicio meramente 
técnico, pretende sobre todo justificar que el enfermo no debe moverse, ni mucho menos 
embarcarse en la flota. Pueden entenderse dos causas como orígenes de este documento. Una sería 
que, ante la contrariedad de no producirse un embarque “previsto”, la Casa de Contratación 
decidiese enviar un médico para comprobar la veracidad de los hechos. La segunda posibilidad sería 
que el mismo Fr. Luis Sotelo enviase junto a los frailes un certificado médico para dar fiabilidad a 
sus circunstancias. 
Esta segunda posibilidad presenta algunos inconvenientes; p. ej., no es lógico que en el 
escrito que presenta Fray Fco. de San Martín y en el que informa de la rotura de pierna de Sotelo no 
se haga referencia a que existe un informe médico que se adjunta. Tampoco tiene sentido que, de 
por sí, Sotelo se adelante solicitando un informe médico si la rotura de la pierna es real: puede 
pensarse que, si alguien quisiera comprobarlo, que vaya y lo vea. 
Lo lógico es decantarnos por la primera opción: que fuese la Casa de Contratación la 
que enviase el médico. Pero también aquí tenemos algunas pegas. P.ej., el certificado no hace 
alusión a quién se lo pide. Tampoco (que sepamos) existe constancia documental de que la Casa de 
Contratación enviase un médico (no aparece este informe aludido en los diversos “correos” que se 
intercambian Madrid y Sevilla ante la contrariedad supuesta por el embarque fallido). Además, lo 
que de verdad importaba a la Corte es que volviese el embajador japonés y su séquito (que eran los 
que estaban suponiendo ya un gasto excesivo y una situación incómoda): que se quedase Luis 
Sotelo por haberse roto una pierna no pasaba de ser una circunstancia accidental que no tenía por 
qué requerir mayores averiguaciones. 
Pero, sobre todo, nos escama un poco la coincidencia de fechas: el 22 de junio se 
presentan los frailes y el 22 de junio se firma el certificado médico. Pensamos que esto sería posible 
sólo en el caso de que Sotelo estuviese alojado en Sevilla. No parece creible (al menos sería muy 
llamativo) que se presentasen el 22 de junio (la verdad es que no sabemos a qué hora, pero no 
tendría por qué ser de “madrugada”) en la Casa de Contratación los frailes con la noticia y que, de 
forma expeditiva, se buscase un médico para subir a Espartinas (tres horas de camino) para ver al 
enfermo y redactar el informe que firma el mismo 22 de junio (debiendo hacer, en principio, otras 
tres horas de camino de vuelta). Nada nos indica que en esa fecha estuviese Sotelo, con su pierna 
rota en Espartinas. Pensamos que estaría en Sevilla, que allí se rompió la pierna y que en Sevilla fue 
examinado por el médico. En ese caso Sotelo subiría más tarde a Loreto para su tranquila 
“recuperación”.. 
Efectivamente, otro indicio de esto último, es que en la carta de Fco. de Tejada y 
Mendoza a la Corte, con fecha 6 de julio, se dice: 
“Pero esta mañana tuvimos noticia de que el Embaxador del Rey de Boju no se enbarcaua, antes se 
había ydo tres leguas de aquí al Conbento de Loreto de frailes Recoletos de la Orden de S.
Francisco y al punto, entendiendose que estaua en esta Ciudad el P. Fr. Luis Sotello yo el 
Presidente le enbie a adbertir del inconveniente que tenía quedarse el dicho embaxador y de la 
orden que tiene de V. Magestad en carta del Secretario Juan Ruíz de Contreras de 28 de junio para 
que en cumplimiento se ordenasse que no se quedase. Y por no haberse hallado y entendiose de 
otros frayles estaua también en el dicho Conbento de Loreto (...)” 
Es decir, el 6 de julio se pensaba que Luis Sotelo seguía en Sevilla, y es cuando se 
enteran de que estaba en Espartinas, junto al Embajador. 
Quedaría al campo de la pura especulación si la rotura de pierna de Sotelo fue casual o 
provocada: después de un periplo de casi tres años cruzando océanos y continentes sin el más 
mínimo percance, viene a romperse una pierna (una rotura con “dos heridas abiertas”) estando 
tranquilamente en Sevilla, justo una semana antes de salir la flota, cuando nos consta que tenía 
-personalmente- motivos sobrados para no hacer el viaje y evidente “necesidad” de una excusa 
creible para evitar el mandato del Rey de volverse a Japón. 
También, puestos a especular, podría pensarse que el certificado médico no dice toda la 
verdad (o “nada” de la verdad). De hecho, después de la fecha de expedición de este certificado no 
volvemos a tener constancia de que Sotelo permanezca en Sevilla, sino todo lo contrario: lo sitúan 
siempre en el convento de Loreto, junto al embajador. Resulta además muy llamativo que, con las 
advertencias clarísimas que hace el médico sobre la imposibilidad de moverse de la cama (que es lo 
que le impide embarcar) sí tome un camino de tres leguas para desplazarse a Loreto, en los primeros 
momentos de su recuperación, con el “trote” de aquellos carromatos por aquellos caminos (cuando 
además en el convento de San Francisco de Sevilla -por no hablar de la posible estancia en la casa 
sevillana de su hermano- hubiese estado perfectamente atendido. Es muy difícil no ver, en la subida 
a Loreto, una intención clara de “quitarse de enmedio”. ¿De verdad llegó a romperse la pierna? 
En cuanto a las “fiebres” sufridas por Hasekura ya hemos dicho que, en la petición de 
Cédulas para embarcar que realiza Sotelo desde Sevilla con fecha 18 de mayo, no hay ninguna 
referencia a esta circunstancia. 
De estas fiebres tenemos noticias en la carta de Fco.de Tejada al Consejo de Indias, de 
26 de agosto de 1616.: 
“se excusó de hacer este viaje en esta nao, por indisposición y hallarse sangrado algunas veces 
con resolución de no salir sin salud de este convento donde estaba cerca de Sevilla” 
Sin embargo en otros documentos, al hablar de los motivos por los que Hasekura no 
quiere embarcar, se elude totalmente el tema de las fiebres, para hablar únicamente de los deseos de 
“completar” su embajada. Así, p. ej.: 
“y que por verle Resuelto a que no saldria deste Reyno sin carta de V. Magestad para su Rey por 
ningún caso” 
O también: 
“diligencia para que le hiziesse embarcar en cumplimiento del orden de V. Magestad. El dicho 
embaxador respondio que sin llevar carta de V. Magestad para su Rey no lo puede hazer.(...)” 
Esta exposición de motivos distintos (diplomáticos y enfermedad) se debe, según 
entendemos al discurrir cronológico de los hechos. Hasekura empezó dando como motivos para no 
partir el deseo de “completar” la embajada antes de embarcarse. Eso es lo que se expone en las 
cartas de 6 y 8 de julio. Se trataría, pues, de una decisión “voluntaria” por parte de Hasekura. La 
presión de la Casa de Contratación para que embarcase tuvo que ser muy fuerte; tanto que, ya al
final, Hasekura ha de recurrir a un motivo de “fuerza mayor”: su estado de salud (“por 
indisposición y hallarse sangrado algunas veces con resolución de no salir sin salud”). Este es el 
motivo que se refleja en la comuicación de 26 de agosto, mucho tiempo después. 
Por otra parte, resulta curioso que en el expediente de información y licencia de 
pasajeros a Indias aparece -entre otros- el documento que presenta Fr. Francisco de San Martín 
avisando de que Sotelo no podrá partir por tener “quebrada” la pierna, y pide se confirme la real 
cédula para dejar partir “veinte japones que (Sotelo) trujo consigo”. En dicho documento NO se 
nombra al Embajador. Sí se nombra, en cambio, en otros documentos anejos (los traslados de las 
reales cédulas -que se emitieron mucho tiempo antes, el 31 de mayo) y en la concesión de licencia 
por parte de la Casa de Contratación, con fecha de 23 de junio. La omisión de la persona del 
Embajador en el escrito de Fr. Fco. De San Martín ¿es un lapsus? ¿obedecerá a una omisión 
intencionada, conociendo ya el deseo del Embajador de no embarcarse? Si esto segundo es cierto, 
hay que entender que durante su presentación en la Casa de Contratación siguieron silenciando la 
intención de no embarcarse por parte del Embajador, y por ello el presidente de la Casa de 
Contratación se “sorprende” cuando “esta mañana tuvimos noticia de que el Embaxador del Rey de 
Boju no se enbarcaua, antes se habia ydo tres leguas de aquí al Conbento de Loreto de frailes 
Recoletos de la Orden de S. Francisco” 
En cualquier caso parece claro que tanto Sotelo como Hasekura llegan a Sevilla sin 
problemas de salud y que, por eso, solicitan las cédulas de embarque; y que, curiosamente, Sotelo 
alega la rotura de su pierna pocos días antes de salir la flota (lo mismo que Hasekura alegando sus 
motivos) trasladandose ambos a tres leguas de Sevilla, al monasterio de Loreto. 
Pensamos, en definitiva, que Sotelo y Hasekura, al llegar a Sevilla, mantienen la 
esperanza de recibir algún documento o carta con respuesta concreta y positiva a alguna de sus 
peticiones. Por eso formalizarían las gestiones de embarque hacia finales de mayo. Cuando ya 
queda muy poco para salir (la flota salía alrededor de la fiesta de S. Juan Bautista, 24 de junio) y 
constatan que no llega nada, Sotelo decidiría ¿fingir? ¿exagerar? ¿provocarse? alguna ¿dolencia? 
¿rotura? de la pierna y, junto a Hasekura, se desplazan a Espartinas (Loreto) para “quitarse de 
enmedio” y dificultar las presiones que -sabían- iban a sufrir, para embarcarse. A las pertinentes 
reclamaciones de embarque, Hasekura se niega a veces por necesidad de completar su embajada, 
otras por motivos médicos. 
Hemos dejado para el final la carta que Luis Sotelo escribe al Rey un año después de 
todo esto (el 20 de abril de 1617) y en que rememora estos hechos. Como se verá la versión de 
Sotelo sobre algunos aspectos es bien distinta a nuestras conclusiones y podría implicar un discurso 
diferente al expuesto. 
El texto que nos interesa es el siguiente: 
“Después de haber besado la mano a Vuestra Magesad, el año passado para embarcarme con el 
embajador del Japón en la flota que fue a la Nueva España, viniendo a Sevilla en el camino se me 
quebró una pierna: convalecido algo de ella hize la instancia posible al embajador para que nos 
embarcásemos y como no tuviesse despacho alguno ni respuesta de Vuestra Magestad para su Rey 
determinó de no hazerlo, y aunque después de la partida de la flota llegó la respuesta no teniendo 
por seguro embarcarse en el navío que avía quedado atrasado por hallarse falto de salud, deseoso 
que yo convaleciese más, tampoco se embarcó en él (...)” 
Sotelo afirma haberse roto la pierna en el camino hacia Sevilla. Podría pensarse que 
Sotelo, efectivamente, sufrió dicho accidente (¿a la altura de Toledo, Despeñaperros, Córdoba...?) y 
que creyera -llegado a Sevilla- que dicha rotura de pierna no le impediría el embarque hacia Nueva
España. En ese caso el informe médico (22 de junio) se redactó cuando Sotelo llevaba más de un 
mes con la pierna rota. Puede ser que en ese momento vea que no se recupera y que un viaje tan 
largo como el que le esperaba no iba a ser posible: de ahí la comunicación el 22 de junio de que no 
puede embarcarse. Y, efectivamente, el médico certificaría (22 de junio) que el enfermo no debería 
moverse:“(...)que en todo el mes que viene tendrá bien que hacer en soldar para poder andar y 
sustentarse en ella y por consiguientes causas dichas no se podrá embarcar en esta flota por estar 
tan de próximo para partir y por el riesgo que corre de sucederle mucho más de levantarse sin 
tiempo (...)”. Aunque lo expuesto no deja de ser posible resulta poco creible que, si la descripción 
médica (pasado más de un mes desde la fractura) fuese real, Sotelo hubiera podido realizar el viaje 
en carromato por aquellos caminos muchos kilómetros antes de llegar a Sevilla; y que, en cambio, 
recién llegado a Sevilla (en el estado en que llegaría) se viera con posibilidades de embarcarse un 
mes después. 
A renglón seguido Sotelo afirma que “(...) convalecido algo de ella (la rotura de pierna) 
hize la instancia posible al embajador para que nos embarcásemos y como no tuviesse despacho 
alguno ni repuesta de Vuestra Magestad para su Rey determinó de no hazerlo (...)”. Ya vimos que 
el 22 de junio, en la solicitud de embarque que presenta Fr. Francisco de San Martín, no se alude al 
Embajador: se pedía permiso sólo para los frailes y veinte japones. En la nota a pie de página 
desarrollamos las posibles conclusiones de estas circunstancias: el 22 de junio Hasekura tenía ya 
decidido no partir. Por ello la Casa de Contratación le indicaría a Sotelo que “convenciese” al 
Embajador (lo que se refrendaría con la expresión de Sotelo arriba citada: “hize la instancia posible 
al embajador para que nos embarcásemos”). A la vez la Casa de Contratación escribiría a Madrid, 
poniendo al corriente a la Corte. Ésta responde con carta de 28 de agosto (del Secretario, Juan Ruíz 
de Contreras) insistiendo en que han de zarpar hacia Nueva España. A partir de ahí vendrían las 
excusas de Hasekura (falta de “mejoras” para la embajada y después falta de salud). 
Estas últimas consideraciones pueden arrojar un poco de luz sobre toda una cuestión 
que, evidentemente, sigue manteniendo puntos oscuros.
VI. ¿QUÉ PERÍODO DE TIEMPO PERMANECIERON EN ESPARTINAS LOS 
MIEMBROS DE LA EMBAJADA KEICHO? 
Ya hemos visto cómo el 18 de mayo Luis Sotelo escribe desde Sevilla solicitando el 
permiso de embarque para él, otros franciscanos, Hasekura y otros veinte japoneses. No tenemos 
noticias concretas de dónde se alojaron al llegar. Siempre se ha hablado del monasterio de Loreto 
como lugar inmediato de residencia, pero esto no nos parece en absoluto lógico. Es evidente que su 
idea era partir un mes después. No había ningún motivo para no residir en Sevilla, más aún 
esperando -como estaban- posibles noticias positivas de Madrid. Era muy importante estar junto a 
sus posibles valedores ante la Corte y lo más cercanos posible a la salida y llegada de correos. Por 
todo ello pensamos que debieron quedarse en la capital hispalense, seguramente en el convento de 
S. Francisco (la Casa Grande). De hecho era allí donde pensaban alojarse tras su llegada a Sevilla 
dos años antes, si no hubiera mediado el cabildo sevillano para “mejorar” la estancia al alojarlos en 
el Alcázar. 
Por lo relatado en el epígrafe desarrollado más arriba sobre el porqué residieron en 
Espartinas, concluimos que Sotelo y Hasekura subirían a Espartinas alrededor del 22 de junio (día 
en que se presenta en la Casa de Contratación Fr. Fco. de San Martín). Estos hechos han venido a 
confirmarse con la reciente aparición del expediente matrimonial de Juan Agustín Japón (con fecha 
de 27 de junio de 1616), en el que uno de los testigo declara que el Embajador “(...) al presente esta 
en el Convento de nuestra Sra. de Loreto (...)”. Por la forma de expresarse debería llevar ya al 
menos uno o dos días en dicho monasterio, por lo que corrobora la hipótesis de que Hasekura 
empezarían a residir allí hacia el 22 de junio. Desde luego el 6 de julio ya no estaban en Sevilla. 
¿Hasta qué fecha permanecieron en el Loreto Hasekura y Sotelo? En la carta de 
Francisco de Tejada (con fecha de 20 de junio de 1617) se nos dice expresamente que Hasekura se 
encontraba en el “Monasterio de frailes descalzos donde vive desde que llegó, que llaman de 
nuestra señora de Loreto”, señal inequívoca de que Hasekura, aunque hiciese salidas temporales 
(extremo que habrá que dilucidar) mantuvo residencia permanente en dicho monasterio hasta su 
salida hacia Japón. 
En cuanto a Sotelo es una suposición (pues no tenemos prueba documental) que 
también continuaría allí hasta que acompañase a Hasekura en su vuelta. De hecho, en la carta recién 
citada, habla Fco. de Tejada de que “envié al punto a buscar al padre Sotelo, y no estaba en la 
ciudad”, lo que nos lleva a interpretar que seguía encontrándose de forma habitual en Espartinas. 
Otra prueba de esto mismo es que, en un acta del cabildo sevillano en el que se acuerda entregar una 
documentación a Luis Sotelo (hablamos de abril de 1617), se especifica que “(...) de pasar por 
ciudad, que se le den todas las que pidiere hasta que se vaya (...)”. Es decir, que se aprovechase 
algunos de los momentos en que estuviese en Sevilla capital, luego -de forma ordinaria- no estaba 
allí (sino, lógicamente, en Espartinas).
VII. ¿CUÁNTOS MIEMBROS DE LA EMBAJADA KEICHO PERMANECIERON CON 
HASEKURA EN ESPARTINAS? 
Ya vimos al inicio, al enumerar los documentos y fuentes en los que se citaba 
expresamente la segunda estancia de Hasekura y Sotelo en Espartinas, cómo en el “Libro 
Memorial” del monasterio de Loreto se manifestaba que, al volver la embajada desde Madrid, 
“pasaron aquí el dicho P. Fr. Luis, el Embajador y Criados hasta que tuvieron orden de marchar 
al Japón”. Aparecen aquí dos o más acompañantes japoneses como servicio personal de Hasekura 
cosa que, por otra parte, nos parece absolutamente lógica. Curiosamente, en los otros cuatro 
documentos se alude exclusivamente a las personas de Sotelo y Hasekura, sin hacer mención alguna 
a posibles sirvientes japoneses que acompañasen en su estancia al Embajador. No es extraño que 
este detalle no aparezca ya que las citas -como hemos hecho notar- son muy parcas, propias de un 
lenguaje oficial, y se centran en lo verdaderamente importante para las autoridades españolas: la
persona del Embajador. 
Hemos de dar por válida la afirmación de que Hasekura, durante su estancia en el 
Loreto, estuvo acompañado por otros japoneses. Pero ¿por cuántos y quiénes? 
La “cuestión numérica” en todo lo referente a la embajada Keicho es, claramente, un 
enigma. Pero hay que acercarse -por fuerza- un poco a esta cuestión si de verdad pretendemos 
razonar cuántos y quiénes fueron los japoneses que residirían en Espartinas. Por ello, al final de este 
trabajo, hemos dedicado el ANEXO I al estudio de esta cuestión asumiendo la hipótesis de que 
fueron treinta y uno los japoneses que desembarcan en Sanlúcar y viajan a Madrid. Posteriormente 
veintidós de ellos siguen camino hacia y Roma, y terminan regresando en 1616 a la Villa y Corte. 
Nueve japoneses se habrían vuelto de Madrid a Sevilla. En dicho ANEXO I creemos razonar 
suficientemente estas cifras aunque, insistimos, se trata únicamente de una hipótesis. 
Considerando, pues, que fueron veintidós los japoneses que regresan a Madrid tras el 
periplo europeo, deberíamos centrarnos ya en los japoneses que “vuelven a Sevilla” y, de esos, en 
los que terminarían recalando en Espartinas. 
En este sentido es fundamental el documento en el que Sotelo pide licencia para 
embarcarse hacia América, acompañando a Hasekura y su séquito, con fecha de 18 de mayo, 
estando ya en Sevilla, según nos refiere Valencia Japón y ahora recordamos: 
Ya en Sevilla, en concreto, el 18 de Mayo de 1616, Sotelo firma el siguiente memorial 
al Rey (AGI Indiferente General 1.442): 
“Señor: 
Fray Luis Sotelo, de la orden de San Francisco descalzo dice que habiéndose de 
volver en la flota que este presente año se apresta para la Nueva España en compañía del 
embajador del Rey de Voxu para que libremente pueda hacer su viaje y en la dicha flota pueda 
embarcarse sin que nadie le estorbe suplica a VM se sirva dar licencia y real cédula en que se 
haga mención del dicho embajador con veinte otros japoneses de su familia. 
Y del dicho fray Luis Sotelo con dos compañeros el uno llamado fray Francisco de 
San Martín, sacerdote y y el otro fray Juan de la Cruz, lego, y con ello recibiría favor y merced. 
En 18 de mayo de 1616” 
Ya vemos que en este documento, muy próximo a la salida y estando en Sevilla, se pide 
licencia para 21 pasajeros japoneses. Es decir, ya se nos habría “quedado” un japonés, bien en 
Madrid o bien en Sevilla, pero sin disposición de partir hacia Japón. 
Creemos que el abandono correspondería al que se conoce como “Thomás Phelipe”, 
cuya cuestión examinaremos en el ANEXO II de este trabajo. 
Cuando, al final, dos meses más tarde, terminan embarcando sólo trece japoneses, 
hemos de concluir que se quedaron siete acompañando a Hasekura. ¿Quiénes serían estos siete?. 
Por otra parte, de los siete japoneses que se quedaron con Hasekura hubo dos que no 
embarcaron un año después. Es muy gráfica la carta de Fco. de Tejada, con fecha de 27 junio 1617, 
en que creemos se sobreentiende que los acompañantes de Hasekura en su viaje eran los miembros 
japoneses que aún le acompañaban en Espartinas: 
“Escribí a V.M. la diligencia que había hecho con el padre Sotelo para la partida del 
Japón y fuila continuando con el mismo de manera que se ha resuelto a irse con la gente que le ha 
quedado que son cinco japoneses (...)”.
A Hasekura le “han quedado” (dispuestos a volverse con él) cinco japoneses de los 
veintiuno que le acompañaban cuando llegó de Japón y de los siete que se habían quedado sin 
embarcar en la flota de 1616. Evidentemente hubo otros dos miembros que le “abandonaron” a lo 
largo de ese año, o al menos debieron abandonarle a la hora de volverse a Japón. Más adelante 
estudiaremos la situación de penuria económica en la que vivió Hasekura y su séquito, motivo por 
el que pudieron animarse algunos miembros a no continuar con el “grupo” y comenzar una nueva 
vida instalándose en España. 
La situación ha venido a complicarse últimamente porque, como veremos en el ANEXO 
III, han aparecido documentos que confirman el que alguno/s de los nueve miembres que se 
volvieron desde Madrid hacia Sevilla en junio de 1615 también permanecieron en el entorno 
Sevilla-Espartinas 
VIII. ¿QUIÉNES FUERON LOS JAPONESES QUE ACOMPAÑARON A HASEKURA EN
ESPARTINAS? 
Además del número, nos habíamos propuesto intentar identificar los nombres de 
aquellos japoneses que permanecieron en Espartinas en esta segunda estancia. Después de estudiar 
todo el proceso de la embajada y los nombres que aparecen, aclarar la cuestión propuesta resulta 
imposible. Pero creo que merecería la pena hacer algunas consideraciones. 
Al final de este trabajo (en el ANEXO I, en el que estudiamos la cuestión númérica de 
la misión diplomática) se dan una serie de nombres concretos relativos a los japoneses que 
formaron parte de la embajada. Estos nombres aparecen -sobre todo- con motivo de la estancia en 
Roma, aunque en otros momentos (Sevilla y Madrid) hay documentos en los que se alude a algún 
japonés en concreto, refiriendo su nombre. En este sentido se han de considerar los “nuevos” 
nombres conocidos en los documentos descubiertos últimamente referidos a los japoneses que se 
quedaron en Sevilla (a toda esta cuestión se dedica el ANEXO III). 
Hay que considerar que la grafía de la época ya altera los nombres españoles (Thomás- 
Tomás-Tomé para la misma persona). Mucho más ocurre con los nombres japoneses, tratándose a 
veces en textos castellanos, italianos y latinos. Por ello se nos ha de excusar cierta libertad a la hora 
de dar el nombre de cada ciudadano japonés. 
Dicho esto y volviendo a los ya citados ANEXOS I y III, vemos cómo únicamente 
podemos aludir al nombre de dieciseis japoneses concretos (incluidos el Embajador) como 
miembros que realizaron el viaje “completo” de la Embajada en Europa (Sevilla-Madrid-Roma- 
Madrid-Sevilla-Espartinas) a los que habría que añadir otros cinco nombres de los japoneses que, 
llegados a Madrid, permanecieron un año en Sevilla a la espera de que volviese Hasekura y su 
séquito del periplo europeo. 
Ofrecemos una primera relación correspondiente al grupo de los que hicieron el viaje 
“completo”: 
Felipe Francisco Hasekura Rokuyemón (Embajador) 
Thomas Tachino Cafioe, Pedro Itami Somi y Francisco Noma Fampe (Caballeros de honor). 
Paulo Camilo Alonso Codera Gheghi (Secretario de Hasekura) 
Simón Sato Kuranojyo, Tomé Tanno Kiuji, Tomás Yajiami Kamio Yajjiemon, Lucas Yamaguchi 
Kanjuro (¿Contador?) y Giovanni Sato Tarozayenon (Nobles y gentiles hombres) 
Joan Harada Kanemon y Gabriel Yamazaki Kansuke (Peregrinos) 
Diego Mohioye, Nicolás Joan Kyuzo, Gregorio Tokuro y Tomás Sukeichiro (Palafreneros) 
En cuanto al segundo grupo (los que se volvieron desde Madrid en junio de 1615), 
conoceríamos los siguientes nombres: 
Juan Agustín Japón 
Lucas Antonio 
Juan Bautista 
Pedro Japón 
Juan de la Cruz Japón 
A estos nombres habría que añadir el de Thomás Phelipe, japonés miembro de la
Embajada que terminó volviendo a su tierra en 1622 y que permaneció durante un tiempo en Zafra. 
Parece lógico que junto a Hasekura se quedase su secretario personal. También sería 
lógico que quedase con él algún sirviente doméstico. Además entendemos que se quedarían con 
Hasekura algunos miembros muy “cercanos” a su persona y que fuesen válidos para cualquier 
cometido de la embajada, pensando en la posibilidad de “relevar” a Hasekura si le “pasase algo” 
(recordemos que ya había pasado por “fiebres”) durante el tiempo de permanencia en la Península. 
A la vez también es lógico pensar que Hasekura quisiese que, en el viaje de 1616, 
volviesen algunos de los japoneses “principales” que le acompañaron por Europa, como “primeros” 
emisarios (o quizá, únicos, ante la incertidumbre del futuro) hacia su señor Masamune. 
Según las anteriores reflexiones nos atreveríamos a dar únicamente el nombre del 
secretario personal de Hasekura (Paulo Camilo Alonso Codera Gheghi) como más seguro 
acompañante. Habría que descartar, en cambio, a Juan Agustín Japón, que en junio de 1616 acababa 
de casarse con Ana de Barahona.
IX. ¿EN QUÉ LUGAR DE ESPARTINAS ESTUVIERON VIVIENDO LOS MIEMBROS DE 
LA EMBAJADA KEICHO? 
Hasta ahora se ha considerado siempre que tanto Sotelo como Hasekura y sus 
acompañantes residieron en el monasterio de Ntra. Sra. de Loreto, durante su segunda estancia en 
Espartinas. Esto está documentado -como hemos visto- respecto a Hasekura y Sotelo. También 
parece documentado que hubo acompañantes de Hasekura (“criados”) que estuvieron en dicho 
monasterio. Pero ¿se trataría de todos los acompañantes o sólo de parte de ellos? La cuestión se 
plantea porque hemos llegado a concluir que, al menos al principio, a Hasekura le acompañaron 
otros siete miembros de la embajada. Si consideramos que en el monasterio se daría un situación de 
cierta estrechura, creemos que a Hasekura no le sería posible la compañía del séquito completo, 
teniendo que limitarse su atención personal más inmediata a un número de acompañantes más 
reducido (quizá su secretario y un sirviente “doméstico”) ¿Y el resto del séquito? 
No podemos olvidar que en la misma Espartinas se encuentra la Hacienda de Mexina, 
propiedad del hermano de Luis Sotelo. Ya esgrimimos al comienzo de este trabajo que esta 
circunstancia podría ser una de las razones por las que Hasekura y -sobre todo Sotelo- eligen el 
monasterio de Loreto para su segunda permanencia en tierras sevillanas. Esta circunstancia se ve 
reforzada si tenemos en cuenta que ya habían permanecido durante varios días en esta hacienda en 
el mes de noviembre de 1614, recién llegados a Sevilla. Nos parece bastante creible que Hasekura 
permaneciese en el monasterio con no más de dos “criados” como servicio “inmediato” y que en la 
cercanísima hacienda de Mexina pudiesen haberse albergado el resto de los japoneses que, para 
cualquier eventualidad, estarían muy próximos. 
Más arriba hemos aludido a la situación de “estrechura” en que se encontraba el 
monasterio de Loreto sobre esas fechas. Esta cuestión es fundamental, no sólo para poder 
desarrollar el cómo vivió Hasekura y su séquito durante su estancia en Espartinas, sino también para 
fundamentar una de las premisas sobre la que reconstruimos toda la historia: la necesidad de que 
parte del séquito viviese en la cercana hacienda de Mexina. 
No se poseen datos concretos sobre la población conventual del monasterio en 1616 
pero sí algunos datos muy cercanos. Sabemos que “durante la segunda mitad del siglo XVI el
convento funcionaba como Casa de Estudios, de la que sabemos que acogía por entonces a unos 
treinta frailes que cursaban Filosofía”; además “siguiendo de nuevo las noticias proporcionadas 
por el padre Gonzaga, sabemos que a finales de siglo vivían en Loreto 36 religiosos sacerdotes, 20 
estudiantes y 10 legos”. Lo que nos da una población de 66 “miembros” franciscanos, lo que supone 
un número ya algo elevado (aún reconociendo que, en aquella época, las poblaciones conventuales 
se movían -numéricamente- en otras dimensiones que las actuales). 
Aunque los propios legos atendiesen los aspectos más domésticos de la vida conventual, 
debemos aceptar que, independientemente de lo que fuese la zona de “clausura” del convento, 
hubiese algún tipo de construcción aneja en la que viviese otro tipo de “personal” -que se vería 
reducido a lo imprescindible- para atender labores externas al monasterio: provisión de alimentos, 
mantenimientos básicos, alguna labor agrícola o ganadera. En estas “casas” anejas es donde 
debieron de alojarse Hasekura y sus “criados”: no debemos olvidar que el régimen de clausura en 
aquellos momentos fue de los más estrictos, lo que hacía inviable la residencia en la clausura de los 
expedicionarios japoneses 
Además ya veremos cómo el paso de la comitiva japonesa por el convento franciscano 
de Madrid supuso una muy mala experiencia, con reiteradas quejas del padre Guardián al Rey. 
Además hay que recordar que en Madrid se contaba con una asignación de la Corona para el 
mantenimiento de la embajada en el convento, incluso con la posibilidad de reclamar daños y 
perjuicios en un momento dado (como de hecho ocurrió). En cambio durante la permanencia en 
Loreto (como ya se ha tratado anteriormente) se había suspendido ya cualquier tipo de ayuda para la 
estancia en España, cortándose también cualquier otro tipo de comunicación: sólo se esperaba que 
marcharan en la primera ocasión que hubiere. Hasekura y los suyos hubieron de sobrevivir con 
parte de los 375.000 maravedies asignados para la salida (el 4 de julio de 1616) de los dos frailes y 
los trece japoneses que embarcaron. 
Hay otros datos para pensar que, aquel monasterio originario de principios del XVI, se 
había quedado ya muy “pequeño” hacia las fechas de nuestra embajada. 
“Al comenzar la centuria (siglo XVIII), dado que las dependencias conventuales eran 
aun las mismas que se construyeron tras la fundación del monasterio, con la sola reforma de la 
iglesia en 1607, era evidente la necesidad de una ampliación que pudiese dar cabida a un número 
de religiosos que no había dejado de crecer desde entonces”. 
Este texto deja claro que hacia 1616, casi un siglo después de su fundación, a excepción 
de la iglesia, la obra edificada del monasterio era básicamente la misma; y sabemos también que 
desde su fundación, la comunidad franciscana no había dejado de crecer, desarrollando una 
actividad enorme en todos los sentidos durante la segunda mitad del XVI. Por fuerza, hacia 1616-17 
debería notarse ya la “saturación” de sus espacios. 
Atendiendo, quizá, a la necesidad de preservar un digno culto conventual, hacia 1607 el 
Cardenal de Sevilla don Fernando Niño de Guevara acude a sufragar la ampliación de la iglesia, 
pero el resto del monasterio continuaría en su situación de estrechura. 
Por todo lo anterior nos ha parecido lógico considerar que la mayor parte del séquito de 
Hasekura se hubiese alojado en la hacienda de Mexina, quedando Hasekura y un servicio mínimo 
alojados en el monasterio de Loreto. La distancia entre Loreto y Mexina (4 kms.) viene a cubrirse 
en un paseo de 40 minutos a pie, lo que facilitaría una comunicación prácticamente inmediata entre 
Hasekura y los miembros de su séquito. 
A todas estas reflexiones hay que añadir la circunstancia (desarrollada en el ANEXO
III) de que varios japoneses se quedaron a vivir en territorio español, sin volver a España, en el 
“ámbito” de la familia Caballero de Cabrera. Es decir que, entre las casas sevillanas de dicha 
familia y la hacienda de Mexina, en Espartinas, hubo cierto trasiego de miembros japoneses de la 
Embajada no sólo durante la permanencia del Embajador en Loreto, sino también una vez 
abandonada la Península por Hasekura y sus últimos acompañantes. 
X. RELIQUIAS DE LOS MÁRTIRES JAPONESES LLEGADAS AL MONASTERIO DE 
LORETO 
Se conservan noticias documentales de que al monasterio de Loreto llegaron, como 
mínimo, dos reliquias de los mártires cristianos que murieron en Japón en 1697. La primera de estas 
reliquias fue traída por Fray Marcel e Ribadeneyra. El texto que lo corrobora es el siguiente: 
“Frai Marcello Ribadeneyra Comisario de Jappon doi fe, y verdadero testimonio como Un hueso 
que di al P. Fr. Mathias de Villalon Guardian de Este Convento de Nuestra Señora de Loreto: es 
de uno de los veinte y seis Martires de Japon por que yo le traxe de la Philippinas adonde estaban 
muchos huesos de los dichos Martires. Y de ellos es el que yo dexe a el dicho P. Guardian para 
Este Santo convento, y por ser verdad lo firmé de mi nombre afirmando tambien que un testimonio 
que queda con la dicha Reliquia es fielmente sacada del que dio el señor Obispo de Jappon acerca 
de los Santos Martires fecho a veinte y quatro de Mayo de mil quinientos y noventa y nueve Años. 
Fr. Marcello de Rivadeneyra.” 
La segunda de las reliquias la trajo Luis Sotelo, dejándola en el monasterio según consta 
en el libro memorial: 
“Trajo a este Convento el P. Rr. Luis Sotelo una Reliquia del Str. Mártir S. Pedro 
Bautista, Comisario del Japón que hoy está en la Sacristía con su auténtica.” 
Si estos dos documentos son muy claros, no lo es tanto dónde se encuentran las 
reliquias a las que se refieren. Tradicionalmente se había aludido a unos relicarios en forma 
piramidal, de madera dorada, que contienen un buen número de huesos y que, actualmente, se 
encuentran sobre la cajonera de la sacristía del monasterio. Realmente existe documento alguno que 
certifique esta identificación. Nosotros no dimos mucha validez a esta información porque, entre
otras cosas, se habla de “ huesos” cuando en la auténtica se especifica claramente que se trata de 
“un hueso”. 
Por otra parte parecía que dichos relicarios estaban perfectamente identificados como 
pertenecientes al antiguo retablo ejecutado hacia 1607, y que contenían uno de ellos los huesos de 
S. Hipólito y, el otro, los huesos de Santa Modesta. Pero estas afirmaciones las hemos de descartar 
porque hemos encontrado en el libro de inventario de 1646, cuando aún existía dicho retablo, una 
alusión a los dos relicarios piramidales como piezas independientes: “Dos pirámides de tres 
cuerpos de vidrieras doradas llenas de reliquias. Con sus fundas de madera.” 
Todo lo que llevamos visto hace que no podamos determinar con exactitud dónde 
podrían encontrarse los huesos de aquellos cristianos martirizados en Japón en 1597 y que fueron 
traidos al monasterio de Loreto. Se impone, en primer lugar, el estudio de los dos relicarios 
aludidos, desmontándolos y examinando si en su interior llegara a encontrarse algún tipo de 
inscripción o documento que arrojase luz sobre la proveniencia de los huesos que contienen. En un 
segundo momento se podría acudir a algún tipo de estudio científico que pudiese aportar algún tipo 
de datos sobre dichos huesos (principalmente cronológicos). 
Mientras tanto podemos lanzar una hipótesis: los dos relicarios existen al menos desde 
1647, y son relicarios de gran relevancia tanto por el continente (son obras de gran tamaño y valor 
artístico) como por su contenido (gran cantidad de huesos que, además, son de un tamaño 
importante). Es cierto que sólo se han documentado dos huesos correspondientes a los mártires 
japoneses (traídos en 1599 y 1614-17). Pero ¿Sería posible que tras la expulsión de los franciscanos 
del Japón (pocos años después) se trajeran (desde el mismo Japón o desde Filipinas) más huesos 
provenientes de aquel martirio y que, unidos a los que trajeron en su día Ribadeneira y Sotelo, 
fuesen guardados en esos relicarios cuya existencia conocemos pocos años más tarde?. Hay que 
hacer constar la importancia que se les da a estos relicarios cuando se les “habilita” un lugar 
principal en el retablo dieciochesco que preside la actual sacristía. 
Por ahora deberemos seguir esperando a que nuevos datos confirmen o desmientan tal 
hipótesis.
XI. CÓMO ERA LA ESPARTINAS QUE CONOCIÓ HASEKURA 
El municipio de Espartinas entre 1616 y 1617 
Aunque no se pueda realizar una descripción detallada de cómo era el municipio de 
Espartinas que llegó a conocer Hasekura, sí tenemos suficientes datos como para hacernos una idea 
muy cercana. La mayoría de estas informaciones nos han llegado gracias a los trabajos de 
investigación que en su día desarrollaron Antonio Herrera García y Francisco Amores Martínez, y 
que sirvieron para editar la obra “Espartinas. Historia. Arte. Religiosidad popular” ya citada en 
capítulos anteriores. 
La mayor parte de los datos sobre la población de Espartinas hacia 1616 se pueden 
deducir del censo realizado quince años después, en 1631, con motivo del proceso de venta del 
señorío de Espartinas a D. Diego Caballero de Cabrera. Teniendo en cuenta que no hubo en esos 
años ningún motivo por el que pudieran producirse cambios significativos, son perfectamente 
trasladables a 1616 las deducciones que Antonio Herrera hace sobre el censo ya citado: 
“Este censo nos arroja un total de 110 vecinos, añadidos a los cuales los que vivían en 
las haciendas del término se alcanza la cifra de unos 125.(...) Por supuesto que este número de 
vecinos era el de las familias existentes, ya que el de habitantes o almas era bastante mayor y, en el 
caso de este vecindario de Espartinas alcanzaba los 404, que con los de las haciendas del término 
rebasaba algo los 450. Esto supone una media de algo más de tres personas y media por 
familia(...). 
En lo tocante a la dedicación y condición de estos vecinos, sólo se nos indica que tres
de ellos eran clérigos, entre los que se contaba por supuesto el cura de la villa, otro era sacristán, 
varios de ellos estaban empleados como caseros, tanto en las casas que algunos vecinos de Sevilla, 
propietarios de tierras del término de Espartinas poseían dentro de la propia población, como en 
las que tenían en las propias haciendas, siete criados y criadas, de los que cuatro de ellos estaban 
al servicio de la familia Maldonado, y dos esclavas, una de ellas precisamente al servicio de uno 
de los clérigos. La mayor parte de los vecinos, aunque ello no sea consignado en el texto del censo, 
se dedicaría casi con toda seguridad a las faenas del campo. 
Suponiendo que a cada familia censada correspondía una casa, por esas fechas habría 
en Espartinas unas cien de ellas, poco más o menos, todas ellas alineadas a ambos lados de lo que 
entonces se llamaba la Calle Real y actualmente constituye la carretera o avenida de la alcaldesa 
María Regla Jiménez, que era la única calle que por entonces existía. Por fuerza tenemos que 
figurarnos a estas casas como viviendas muy modestas, con solo la planta baja o con algún 
soberado para chismes y granos, destacando entre estas casas las de los hacendados sevillanos, en 
primer lugar las de Melchor Maldonado, que pensamos que son las que actualmente llevan el 
número 111 (…), ya que coinciden en parte con la descripción que se hace de ellas en la época, al 
ser una casa espaciosa con bodegas y otras dependencias y que daban a la Calle Real y al camino 
de Villanueva, y las casas del presbítero Lucas Pinelo y las de los hacendados sevillanos Pedro de 
Angulo, Tomás de Castañeda y Antonio de Lara”. 
En el censo de 1631 aparecen las edades de la mayoría de los hijos de los matrimonios 
censados, lo que nos permitiría (restando los quince años pertinentes) saber incluso los nombres y 
apellidos de muchos de los habitantes de Espartinas que fueron testigos de la estancia de Hasekura y 
su séquito, y que coincidirían muchas veces en los caminos y actos de la vida social de Espartinas 
durante aquel año. Así, p. ej., “Cristóbal Román y Catalina Vela, su mujer, tienen un hijo de edad 
de 22 años, llamado Bartolomé, y una niña de 2 años, llamada María”. De algunos habitantes, por 
circunstancias concretas, tenemos constancia más documentada para situarlos en la Espartinas de 
1616-17. Es el caso del escribano Pedro Sánchez Borrego, quien consta que en 1631 llevaba ya 30 
años ejerciendo como tal en Espartinas. De este último se dice en el censo “Pedro Sánchez Borrego 
y Ana de Medina, su mujer; hijos, Constanza García de 20 años, Ana de 17 años, Isabel de 15, 
Catalina de 8, Fernando de 12; criado Juan Becerro. (Todos eran moradores de la calle Real, la 
única que existía)” 
Por otra parte, a tenor de otra serie de documentos de gobierno de la villa (de principios 
del XVII), se pueden deducir otra serie de consideraciones en cuanto al caserío de Espartinas. 
“Una primera constatación que se efectúa en estos textos es la de que durante el tiempo 
de todo este proceso no existían aún casas de cabildo o consistoriales en las que el concejo de la 
villa celebrase sus reuniones o ayuntamientos. Expresamente se dice en un pasaje de la toma de 
posesión que los cabildos se acostumbraban a tener en la casa del escribano, donde también se 
guardaban los papeles o archivo del propio concejo. En otro lugar hemos podido leer que alguna 
reunión del cabildo se celebró en casa del alguacial mayor, Melchor Maldonado, y es muy posible 
que a veces estas reuniones -que no eran muchas al cabo del año- se tuviesen en casa del alguno 
de los alcaldes o regidores” 
“Otras dependencias concejiles o municipales eran la cárcel pública, que se hallaba 
bajo el cuidado y la vigilancia de un carcelero, que muchas veces solía ser un alguacil ordinario o 
menor y en las que por lo general aparecían los usuales avíos de este tipo de dependencia, tales 
como grilletes, cepos o cadenas; la carnicería, que era también generalmente propia del concejo, 
que las arrendaba, sacándolas anualmente a subasta; un corral del concejo, lugar rodeado de una 
cerca de estacas y alambres, en el que se encerraban o acorralaban las cabezas de ganado 
embargadas o el ganado mostrenco del que se desconocía su dueño, y por último unas eras de uso 
común, que pensamos que podían estar situadas aproximadamente en el lugar que hoy ocupa el
Ayuntamiento nuevo y la plaza inmediata”. 
Ya hemos dicho que el caserío propio de Espartinas se ceñía a las casas que, a uno y 
otro lado, se asentaban junto a la Calle Real. Podemos entender también que dicho caserío 
finalizaba antes de llegar a lo que hoy llamamos Plaza de la Cruz, ya que dicha cruz parece situarse 
(como en otras poblaciones) en el lugar que ocupaba la horca, y que estableció Caballero de 
Cabrera en la salida de la villa, en el camino Real que iba a Sanlúcar la Mayor. 
Dentro del término de Espartinas se encontraban dos núcleos de población 
independientes y de cierta importancia: Paternilla de los Judíos y Cazalla de Almanzor. Además 
existían ya (y con importancia reseñable) las haciendas de Loreto, Tablantes y Mexina. 
Paternilla de los Judíos era un núcleo poblacional muy cercano al casco urbano de 
Espartinas, y tenía iglesia propia. Hacia 1556 “la parroquia de la Asunción de Espartinas estaba 
íntimamente ligada a la de San Bartolomé, del “lugar” de Paternilla de los Judíos, una pequeña 
población que existía entonces entre Espartinas y Villanueva del Ariscal; sabemos que ambas 
parroquias tenían un mayordomo común, unos libros sacramentales también comunes para los 
fieles de ambas feligresías, y probablemente también un mismo cura párroco. Esta vinculación 
tendría consecuencias importantes (…) porque cuando la pequeña iglesia de San Bartolomé fue 
derribada a finales del siglo XVII, por no ser necesaria para la corta población de Paternilla, 
parte de sus materiales y de su patrimonio pasarían a engrosar el de la fábrica parroquial de 
Espartinas”. 
En el censo poblacional de Paternilla de los Judíos aparecen relacionados únicamente 15 
habitantes. En cuanto a Cazalla Almanzor, en el censo poblacional de 1631 aparecen 31 habitantes. 
(siempre entendemos estos datos como población estable, independientemente de los ocupantes 
temporales motivados por labores agrícolas de temporada). 
Qué queda del monasterio de Loreto que conoció Hasekura 
En cuanto a la fábrica del monasterio hemos de recordar que gran parte de lo que hoy 
conocemos no existía en aquella época, pues lo que nos ha llegado es fruto de las grandes 
transformaciones que sufrió el monasterio en el siglo XVIII (un siglo después de abandonar 
Hasekura el Loreto). 
Fundamentalmente quedan dos elementos: lo que hoy en día es la sacristía (y que en 
1616 se correspondía con la “capilla mayor” de la iglesia conventual de entonces) y el claustro 
denominado mudéjar. Hemos de señalar que, en el primer caso, nos estamos refiriendo básicamente 
a su parte constructiva, y no a la decorativa. En el caso del claustro también nos referiríamos a los 
aspectos básicos de su construcción, sin tener en cuenta pequeñas diferencias en lo morfológico que 
pudieran darse en aquellos momentos. 
En lo referente a esculturas o pinturas importantes que pudiesen existir hacia 1616 
hemos de resaltar, en primer lugar, la imagen de Ntra. Sra. de Loreto, muy distinta realmente a la 
que conocemos hoy, ya que en aquella época se mantenía como una imagen de vestir. En segundo 
lugar podemos hablar de la imagen de San Diego de Alcalá, que aún existe. El resto de esculturas y 
pinturas de cierta importancia que hoy existen son de años posteriores a la estancia de Hasekura en 
el monasterio. 
Cómo era la iglesia parroquial que conoció Hasekura 
Después de algunas importantes reformas, la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la
Asunción presenta un aspecto bien diferente a la que conoció Hasekura. Intentaremos dar una idea 
de cómo era aquel templo y también qué enseres, pinturas, esculturas...que aún conservamos fueron 
vistas y apreciadas por el embajador japonés. 
“El núcleo más antiguo del edificio es el espacio constituido por las tres naves con sus 
cubiertas de tejas al exterior, y al interior las dos hileras de tres arcos cada una sobre anchos 
pilares que separan la central, más ancha, de las laterales; adosada al último de los arcos estaría 
la antigua capilla mayor, más pequeña que la actual, pues no había crucero propiamente dicho, y 
a los pies, en el mismo lugar que en la actualidad, se hallaba el coro y la portada principal, cuya 
puerta de acceso se correspondía con el campanario en forma de espadaña. Se trataba por tanto 
de una edificación de tipo mudéjar, no muy espaciosa, que aunque originalmente se edificó en el 
siglo XVI, hubo de ser muy reformada parcialmente, según todos los indicios, entre 1655 y 1667”. 
Ya vemos que todo lo referente al actual crucero de la iglesia, capilla sacramental y de 
la Virgen de Consolación, y actual sacristía no existían en 1616. Por supuesto el retablo mayor que 
tenía entonces el templo era bien diferente al de ahora . 
Tampoco existía en 1616 el friso arquitectónico que recorre la parte superior de los 
arcos de la nave central . En cambio es muy posible que, salvo algunos retoques decorativos, ya 
existiese la actual espadaña-campanario de la parroquia. 
De las esculturas puede afirmarse que ya existían el Cristo de la Sangre, una Virgen del 
Rosario (anterior a la actual) y la Virgen de Consolación. 
También existían en aquel entonces la magnífica Cruz Parroquial, el cáliz de estilo 
tardogótico, un copón de traza renacentista y un vaso para el Viático, de finales del siglo XVI. 
Cómo era la hacienda de Mexina hacia 1616 
Las noticias que tenemos sobre Mexina no corresponden exactamente a 1616, sino a 
unos cincuenta años antes. Pero poco podía variar, en aquella época, la fisonomía de una hacienda 
como Mexina en tan pocos años. Como ya dijimos, era propiedad de D. Diego Caballero de 
Cabrera, hermano de Luis Sotelo. La heredaría otro Diego Caballero de Cabrera (hijo de aquel) que 
sería el primer señor de Espartinas, por compra de dicho señorío a la Corona en 1631. 
Sabemos que hacia 1555, además de los olivares y viñas que correspondían a la 
propiedad, contaba Mexina con “molinos de aceite, almacén de sal, norias, albercas, lagar de 
piedra y viga saliente, palomar, hornos, silos, silos de aceitunas, caserío, bodegas, una arboleda y 
casas cogederas”. Seguramente en este “caserío” se habrían albergado los acompañantes japoneses 
de Hasekura en el caso de que hubiesen terminado recalando en Mexina. Hay que tener en cuenta 
que ordinariamente los dueños de Mexina vivían en la capital hispalense y que estas haciendas 
estaban perfectamente preparadas para alojar transeúntes por más o menos tiempo. 
“Asentada sobre una antigua alquería, la Hacienda de Mejina estaba dedicada 
principalmente al cultivo del olivar y viña, hecho que hemos podido deducir viendo en el inventario 
de los bienes cómo las tierras que estaban vinculadas a la Hacienda estaban dedicadas al cultivo 
de la vid y el olivo. También suponemos que debió dedicarse a la industria derivada de dichas 
materias primas, como quedaba probado con la existencia de molinos de aceite o bodegas en la 
hacienda”. 
Así que, conviviendo con estas tareas agrícolas (según los ciclos y estaciones) y con el 
personal dedicado a las tareas de recolección y manufactura, debieron pasar esos meses los 
japoneses que acompañaban a Hasekura.
XII. CIRCUNSTANCIAS DE LA VIDA DE HASEKURA Y SU SÉQUITO EN 
ESPARTINAS
Apoyados en algunos datos históricos, lo que hacemos a continuación no es más que 
una serie de reflexiones alrededor de las circunstancias que rodearon el tiempo de vida de Hasekura 
y su séquito en Espartinas durante su segunda estancia. A veces se podrán considerar como 
hipótesis; otras únicamente como circunstancias a “tener en cuenta” de cara a futuras 
investigaciones y reflexiones. 
Un tratamiento especial daremos a la manutención de Hasekura y sus acompañantes en 
el monasterio de Loreto (manutención que, como veremos inmediatamente, corrió en su mayor 
parte por cuenta de los frailes). Para todo este tema hemos reservado el ANEXO III, al final de este 
trabajo. 
Circunstancias de penuria económica 
En la carta que con fecha de 27 de junio de 1617 Fco. de Tejada remite a Juan Ruíz, se 
dice expresamente de Hasekura y los cinco japoneses que le acompañarán en el viaje que “Están 
con tan gran necesidad de todo, que al embajador ha sido menester vestirle de los pies a la cabeza 
y a sus criados remendallos para que no vayan descalzos y desnudos”. 
También es muy reveladora la carta de Sotelo al Rey, en abril de 1617, en que declara 
cómo Hasekura “(...) está tan alcançado que tiene necesidad le sustente el convento donde está 
(...)”. 
Estas noticias tan gráficas nos puede dar una idea de que la permanencia de Hasekura y 
su séquito se desarrolló en unas circunstancias de penuria económica. Ante esto hay que realizar 
algunas consideraciones que ayuden a comprender estas circunstancias. 
En primer lugar hay que recordar que la misión diplomática, a la vista de las autoridades 
españolas, había perdido sentido hacía ya mucho tiempo, con lo que era comprensible que dichas 
autoridades entendiesen que los gastos que debieran generarse por esta misión se deberían reducir al 
mínimo imprescindible. Pero a esto hay que sumar la negativa de Sotelo y Hasekura a embarcar 
cuando les correspondía y el “enfado” que esto produjo en los gobernantes españoles. Hasta tal 
punto que, por parte de estos últimos, optan por la actitud de “cortar toda comunicación”. De alguna 
manera, Hasekura y los suyos quedan a la ventura de lo que Luis Sotelo, de forma personal, pudiera 
hacer por ellos. Se entiende, por lo descrito, que no pudo llegar a más de darles alojamiento y 
manutención. 
No obstante, parece que Hasekura y los suyos pudieron contar con algún dinero. El 10 
de junio de 1616 la Casa de Contratación entrega 375.000 maravedíes a la embajada japonesa “para 
su aviamiento” en el viaje de vuelta. Sabemos que al final sólo se embarcaron 13 japoneses, 
quedándose el resto con Hasekura en Espartinas. ¿Qué pasó con ese dinero? Sabemos que al año 
siguiente (el 25 de junio de 1617), Pedro Bravo Dávila remite al Consejo una petición de Fray Luis 
Sotelo en la que, entre otras cosas, pide para la vuelta “(...) alguna ayuda de costa para el dicho 
embajador, que la del año pasado se a gastado en averse sustentado y en aver encaminado la más 
de la gente que tenía en la flota que fue a Nueva España(...)”. Es decir, los 375.000 se usaron en el 
regreso de aquellos trece japoneses y en el sustento de los que se quedaron durante un año. 
Esta situación de penuria permanente pudo animar a algunos de ellos (por lo estudiado, 
creemos que en concreto podemos hablar de dos japoneses) a abandonar el grupo para buscar 
recursos propios de subsistencia: en definitiva, comenzar una nueva vida. Quizá al principio existía 
la esperanza de que, de forma rápida, pudieran llegar noticias positivas de la Corte. Pero a medida
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La estancia de la Embajada Keicho en Espartinas

  • 1. LA EMBAJADA KEICHO Y ESPARTINAS NUEVAS APORTACIONES A UNA ESTRECHA RELACIÓN AUTOR: ÁNGEL LUIS SCHLATTER NAVARRO © ORGANISMO AUTÓNOMO LOCAL. AYUNTAMIENTO DE ESPARTINAS ÍNDICE Pág Prólogo................................................................................................................... 4 I.- Un breve acercamiento a la Embajada Keicho.................................................. 6 II.- El objetivo de la presente investigación..........................................................10 III.- Fuentes que testimonian la estancia de Hasekura y su séquito en Espartinas............................................................................................................ 13 1ª PARTE. La Estancia de la Embajada Keicho en Espartinas en noviembre de 1614............................................................................................... 17 2ª PARTE. La Estancia de la Embajada Keicho en Espartinas entre junio y julio de 1617............................................................................................ 21 IV.- ¿Por qué tenemos tan poca información sobre esta estancia?...................... 21 V.- ¿Por qué el embajador Hasekura y sus acompañantes terminan
  • 2. recalando en Espartinas?..................................................................................... 23 VI.- ¿Qué periodo de tiempo permanecieron en Espartinas los miembros de la Embajada Keicho?...................................................................................... 32 VII.- ¿Cuántos miembros de la Embajada Keicho permanecieron con Hasekura en Espartinas?..................................................................................... 34 VIII.- ¿Quiénes fueron los japoneses que acompañaron a Hasekura en Espartinas?.......................................................................................................... 37 IX.- ¿En qué lugar de Espartinas estuvieron viviendo los miembros de la Embajada Keicho?.......................................................................................... 40 X.- Reliquias de los mártires japoneses llegadas al monasterio de Loreto........ 43 XI.- Cómo era la Espartinas que conoció Hasekura.......................................... 47 XII.- Circunstancias de la vida de Hasekura y su séquito en Espartinas........... 54 ANEXO I.- La “Cuestión Numérica” en la Embajada Keicho.................... 68 ANEXO II.- La cuestión del “Capitán Thomás”........................................... 88 ANEXO III.- Nuevos hallazgos documentales sobre miembros de la Embajada Keicho que se quedaron en España.............................................. 91 ANEXO IV.- Gastronomía en el monasterio de Loreto durante la estancia del embajador Hasekura y su séquito........................................................... 100 I. Fuentes Documentales para nuestro estudio................................................. 100 II. A modo de consideraciones generales......................................................... 104 III. Algunas costumbres referentes a las comidas en las comunidades franciscanas...................................................................................................... 109 IV. Cómo era el refectorio................................................................................ 112 V. Cómo era la cocina...................................................................................... 114 VI. Alimentos consumidos en el monasterio de Loreto a principios del siglo XVII...................................................................................................... 116 VII. Recetas preparadas en el monasterio de Loreto..................................... 127 VIII. El monasterio de Loreto y otras noticias culinarias.............................. 139 Documentación consultada............................................................................ 143 Bibliografía citada.......................................................................................... 148
  • 3. PRÓLOGO En junio de 2013 salía de imprenta la obra “La estancia de la Embajada Keicho en Espartinas”. Del prólogo de aquella edición entresaco estos dos párrafos: “Este pequeño trabajo pretende arrojar luz sobre un capítulo -quizá el más desconocido- de la Embajada Keicho (1613-1620): la estancia del embajador Hasekura y su séquito en el municipio de Espartinas (Sevilla). La gran novedad de este trabajo sería determinar la existencia de dos estancias de la Embajada Keicho en Espartinas (y no de una sola, como hasta ahora se creía). La primera -más breve- se produciría durante la estancia en Sevilla, entre octubre y noviembre de 1614. De la segunda -de más de un año de duración, antes de partir hacia Japón- ya se tenía noticia, pero en este trabajo se desvelan muchos aspectos desconocidos sobre las circunstancias que la rodearon.” Ahora, tras siete meses, después de llegar a nuestras manos nuevos documentos que matizaban algunas de las hipótesis planteadas, se veía necesario hacer una nueva edición que actualizara una investigación plenamente viva. No obstante, como gran parte del libro reproduce la primera edición veíamos fundamental aclarar en este prólogo cuáles serían las grandes novedades que ahora se aportan y que serían: 1.- La incorporación de un ANEXO III en el que se interpretan los últimos hallazgos documentales sobre miembros de la embajada Keicho, consistentes en la aparición de expedientes matrimoniales, partidas de bautismo, defunciones, etc. relativos a los japoneses que se quedaron a vivir en España. Como veremos en dicho Anexo, la extendida creencia de que estos japoneses se habían quedado a vivir en Coria del Río hizo que, en nuestro primer libro, obviaramos cualquier investigación al respecto. La aparición de los documentos anteriormente referidos dan un vuelco a la investigación: los japoneses que vinieron acompañando a Hasekura y que terminaron quedándose en España estuvieron siempre ligados a la familia de D. Diego Caballero de Cabrera, hermano de Luis Sotelo, con propiedades en Sevilla y Espartinas. 2.- La incorporación de dos nuevos documentos que testimonian la estancia del embajador Hasekura en Espartinas (Capítulo III), así como un refuerzo probatorio en cuanto a la primera estancia en la Hacienda de Mexina de Espartinas (notas a la 1ª Parte) y algunas alusiones al ya citado Anexo III (expediente matrimonial) en los textos que se ven afectados (toda la “Cuestión Numérica” del Anexo I, y capítulos VI, VII y VIII). 3.- Por último se ha podido realizar un estudio bastante fiable sobre la alimentación de los miembros de la embajada Keicho que permanecieron en el monasterio de Loreto entre 1616 y 1617. A este curioso tema se dedica por completo el Anexo IV.
  • 4. Ya hemos dicho que se mantiene el interés en el estudio de la “cuestión numérica” de esta Embajada (anexo que también se ha visto enriquecido con algunos datos nuevos) intentando cuadrar todas las informaciones al respecto. Dicha cuestión va clarificándose a grandes pasos y esperamos en no mucho tiempo poder aportar una serie de nuevas informaciones que terminen cerrando las incógnitas al respecto. En fin, las modificaciones han sido de tal envergadura que hemos optado por considerar este trabajo como una nueva obra (con su nuevo título) y no como una segunda edición aumentada y corregida. Aún así, ante el temor de que todos aquellos que accedieron al primer trabajo pudieran pasar directamente a los nuevos epígrafes, dando por conocido los que ya existían bajo las mismas nomenclaturas, nos parecía básico advertir del enriquecimiento general de todo el texto para que éste fuese correctamente aprovechado por los interesados en el tema. .
  • 5. I. UN BREVE ACERCAMIENTO A LA EMBAJADA KEICHO Quizá para muchos este pequeño trabajo sea el primer acercamiento a la que se ha denominado “Embajada Keicho”. Por ello nos ha parecido conveniente introducir este estudio con una somera visión de lo que fue aquel acontecimiento. La “Embajada Keicho” (1613-1620) puede considerarse como la segunda misión diplomática japonesa dirigida a Occidente . Sobre este hecho histórico existen ya suficientes estudios como para hacerse una idea de su desarrollo y alcance . También puede considerarse localizada y estudiada la totalidad de documentos coetáneos que existen sobre esta embajada . De forma resumida -por no atender al objeto de este estudio- y para poder encuadrar el motivo de este viaje, presentaremos -en primer lugar- el desarrollo y fines de esta embajada. En 1613 el Sr. feudal Date Masamune decide enviar una embajada encabezada por el samurai Hasekura Rocuyemon al que acompañaban, aproximadamente, otros ciento ochenta japoneses. También lo acompañaba el franciscano español Fray Luis Sotelo, verdadero inspirador de esta misión. A su papel de traductor sumaba, principalmente, el de acompañante y defensor de los objetivos de esta embajada, objetivos que podrían resumirse principalmente en dos: establecer de forma permanente relaciones comerciales con España, así como el envío de misioneros para potenciar la evangelización de aquel país. La embajada tiene dos destinos geográficos muy concretos: Madrid (donde radicaba la Corte de Felipe III) y Roma (para entrevistarse con el Papa). La expedición sale de Sendai el 28 de octubre de 1613, embarcando en un galeón construido expresamente para realizar el viaje hasta Acapulco. En esta ciudad tiene lugar una revuelta debido al carácter belicoso de los japoneses. Desde allí, ya muy reducida en número, atraviesa el territorio mexicano para embarcar en Veracruz con destino a la Habana y terminar atravesando el Atlántico, hasta atracar en Sanlúcar de Barrameda el 5 de octubre de 1614. Ascienden por el Guadalquivir en dos galeras llegando a Coria del Río, donde han de esperar a que las autoridades de la ciudad de Sevilla tengan preparado el recibimiento “oficial”, cosa que ocurre el 21 de octubre de 1616 y que pasó por ser uno de los más sonados que se recordaban en la ciudad . Como veremos más adelante, a mediados del mes de noviembre los miembros de la Embajada Keicho permanecerán en Espartinas, en concreto en la hacienda de Mexina. Este episodio conformará una primera parte de nuestro trabajo. El 25 de noviembre parten de Sevilla hacia Madrid. En la Villa y Corte permanecen alrededor de ocho meses. Hasekura recibe allí el Bautismo. Se incorpora a la embajada el intérprete y cronista Scipione Amati. Desde Madrid (donde, diplomáticamente, no son atendidas las expectativas de los embajadores) continúan hasta Barcelona, en donde embarcan con destino a Génova, para seguir viaje hasta Roma. Allí son recibidos por el Papa Paulo V el 3 de noviembre de 1615. La embajada es objeto de grandes ceremonias y desfiles, pero siguen sin arrancar compromisos concretos de cierta envergadura. De regreso vuelven a pasar por Génova y Madrid, saliendo de la Corte en abril de1616 con destino a Sevilla. Desde allí deberían embarcar en la flota que saldría hacia Nueva España poco después, en el mes de junio, para continuar -finalmente- hacia Filipinas y Japón.
  • 6. Este último episodio es el que más desarrollamos en nuestro estudio ya que, lejos de recalar en Sevilla y embarcarse en dicha flota, tanto Luis Sotelo como Hasekura -y algunos de los japoneses- terminan permaneciendo en el monasterio de Loreto (Espartinas) alrededor de un año para salir definitivamente hacia Japón el 4 de julio de 1617. Hasekura terminaría llegando a su tierra en 1620.
  • 7. II. EL OBJETIVO DE LA PRESENTE INVESTIGACIÓN Ya hemos aludido a la existencia de muchos trabajos de investigación sobre la Embajada Keicho. Gracias a ellos tenemos un conocimiento bastante pormenorizado de su desarrollo. En algunas ocasiones, a través de documentos y crónicas muy detalladas de la época, se pueden describir bastantes curiosidades y circunstancias de cada uno de los episodios de esta embajada. En cambio, cuando llega el momento de aludir a las estancias de Hasekura y su séquito en Espartinas, las referencias son muy parcas y, a veces, a nuestro entender, poco claras. De hecho, en referencia a la segunda estancia en Espartinas -la más larga- en el trabajo de Víctor Valencia Japón (al que a partir de ahora aludiremos con frecuencia) hay una expresión clara de esta circunstancia: “La suerte de la reducida delegación, retirada o refugiada al principio en el convento de Loreto, se torna a partir de ese momento oscura. Nada sabemos en concreto sobre lo que hicieron o a qué se dedicaron durante gran parte del año que restaba hasta la partida de la nueva flota”. En cuanto a la primera estancia -en Mexina, en noviembre de 1614- nadie hasta ahora había caído en la cuenta. Un poco más abajo detallaremos este episodio y sus circunstancias. Evidentemente -por su duración y la existencia de mayores datos- damos mayor importancia a la segunda estancia (junio 1616-julio 1617). Refundiendo algunos de los trabajos a los que hemos aludido -y centrándonos siempre en lo relativo a esta segunda estancia de Hasekura en Espartinas y sus circunstancias- podríamos quedarnos con el siguiente desarrollo de los hechos: Fray Luis Sotelo, Hasekura y un séquito de japoneses, saldrían de Madrid en abril de 1616 hacia Sevilla con la indicación expresa de embarcar hacia Japón. Los principales objetivos de la embajada (compromisos de establecer formalmente relaciones comerciales y un envío masivo de misioneros) no se habrían conseguido por diversas circunstancias. Parece ser que, llegando a Sevilla, Luis Sotelo sufre la rotura de una pierna, mientras que Hasekura padece unas fiebres, motivos que esgrimen para no embarcarse en la flota, cuando ya todo estaba preparado. Sí parten, en cambio, dos religiosos y otros trece japoneses, miembros de la embajada, en un navío que, con unos días de retraso (por tener que sustituir al maestre de la nao, que había caído enfermo), sale el 1 de agosto de 1616 para alcanzar e incorporarse a la flota que había partido el 5 de julio. Algunos historiadores ven en estas dolencias meras excusas para seguir negociando con la Corte la posibilidad de arrancar algún compromiso de cierta relevancia con que volverse a Japón,, aunque parece aceptarse que las dolencias (rotura de pierna y fiebres) existieron realmente. La convalecencia de ambos la habrían pasado en el monasterio de nuestra Señora de Loreto (Espartinas). Este embarque fallido produce un gran enfado en las autoridades españolas, que tenían muy clara la inviabilidad -en esos momentos- de alcanzar los objetivos de la embajada; también era evidente lo gravoso que estaba resultando para el erario español toda aquella misión, que ya carecía de expectativas. Al cabo de un año, sin haber conseguido sus objetivos, no tienen más remedio que embarcar en la flota que parte el 4 de julio de 1617 hacia Nueva España.
  • 8. A tenor de lo descrito, teniendo en cuenta que Hasekura y su séquito permanecen alrededor de un año en Espartinas, nos parecía muy pobre la información que poseemos de esta estancia (más aún si consideramos las extensas relaciones, noticias y detalles que se han conservado sobre todo lo acaecido anteriormente). Además -como veremos más adelante- algunas de las referencias a la estancia en Espartinas y las interpretaciones que se han hecho de las mismas nos parecen -al menos- poco claras, incompletas y, a veces, incorrectas. Pretenderíamos con este trabajo hacer un examen profundo sobre los documentos y noticias que tenemos acerca de esta segunda estancia de Luis Sotelo, Hasekura y su séquito en Espartinas, a la vez que intentaremos deducir las circunstancias y acontecimientos de dicha estancia. Éste será, pues, el objetivo fundamental de esta parte de nuestra investigación, que podríamos circunscribir a las cuestiones que a continuación enumeramos: · Por qué hay tan poca información sobre esta estancia. · Por qué deciden Hasekura y sus acompañantes permanecer en Espartinas y no en Sevilla. · .Qué período de tiempo permanecieron en Espartinas. · Cuántos miembros de la Embajada Keicho vivieron en Espartinas. · Quiénes fueron estos miembros. · En qué lugar residieron. · Cómo era la Espartinas que conoció Hasekura. · Circunstancias de la vida de Hasekura y su séquito en Espartinas. A las cuestiones anteriores hay que añadir ahora -como se verá detalladamente en el ANEXO III de este trabajo- la posibilidad de que algunos de los miembros de la Embajada que se quedaron en España desarrollaran su vida de forma permanente o temporal en Espartinas. Este interesantísimo tema seguirá abierto cuando este libro haya sido publicado ya que las nuevas líneas de investigación siguen provocando sorpresas. Pero, por ahora, ya hay mucho que contar. Intentaremos ir dando respuesta a cada una de estas cuestiones a tenor de los documentos existentes y tras el examen de los diferentes estudios históricos que se han desarrollado. Antes de pasar a examinar las dos permanencias a las que hemos aludido, plasmaremos en el siguiente epígrafe las fuentes que testimonian la existencia y características de las mismas. III. FUENTES QUE TESTIMONIAN LA ESTANCIA DE HASEKURA Y SU SÉQUITO EN ESPARTINAS.
  • 9. Ya hemos indicado que en muchos de los trabajos sobre la Embajada Keicho se hace referencia a la permanencia de Hasekura y parte de sus acompañantes en el monasterio de Loreto entre junio de 1616 y julio de 1617. También hemos reseñado como -respecto a la primera estancia, en noviembre de 1614- parece que nadie había reparado en ella. Lo que pretendemos ahora es identificar en qué documentos coetáneos se citan de forma expresa estos hechos. Hemos logrado localizar los siguientes: 1ª.- Comenzaremos por lo relatado en el Libro Memorial del monasterio de Loreto. No es éste un documento contemporáneo a los hechos, ya que está redactado mucho tiempo después, seguramente a tenor de unos documentos que hubieron de existir en el monasterio pero que (como veremos más adelante) se han perdido. Es un libro manuscrito en el que, en la página 190, se dice: “Vivió también en este Convento el Glorioso mártir Fr. Luis Sotelo natural de Sevilla. De aquí salió con el Embajador del Japón en donde ya estaba para Madrid y Roma llendo también de Embajador; de vuelta pasaron aquí el dicho P. Fr. luis, el Embajador y Criados hasta que tuvieron orden de marchar al Japón donde padeció glorioso martirio.” Al margen, existe la siguiente anotación con el siguiente texto: “Trajo a este Convento el P. Fr. Luis Sotelo una Reliquia del Sto. Mártir S. Pedro Bautista, Comisario del Japón, que hoy está en la Sacristía con su auténtica.” (Libro Memorial, A, 2º, pág 190) 2º.- Carta de Fco. de Tejada, Presidente de la Casa de Contratación, dirigida a Juan Ruíz de Contreras, Secretario del Consejo de Indias. “(...) saber que yban enbarcados en ella los Japones y esperamos enbiase abiso de lo que en este ha habido. Pero esta mañana tuvimos noticia de que el Embaxador del Rey de Boju no se enbarcaua, antes se habia ydo tres leguas de aquí al Conbento de Loreto de frailes Recoletos de la Orden de S. Francisco y al punto, entendiendose que estaua en esta Ciudad el P. Fr. Luis Sotello, yo el Presidente le enbie a adbertir del inconveniente que tenía quedarse el dicho embaxador y de la orden que tiene de V. Magestad en carta del Secretario Juan Ruíz de Contreras de 28 de junio para que en cumplimiento se ordenasse que no se quedase. Y por no haberse hallado y entendiose de otros frayles estaua también en el dicho Conbento de Loreto con el dicho embaxador adonde habia ydo a persuadirle que se embarcasse como antes lo había hecho por si y por otras personas y que por verle Resuelto a que no saldria deste Reyno sin carta de V. Magestad para su Rey por ningún caso, se enbio un escribano de esta casa al dicho conbento a hacer la dicha diligencia de que habiendo buelto se dará cuenta a V. Magestad supuesto que estando allí el Embaxador es imposible alcanzar la flota. De Sevilla 6 de julio de 1616. D.Fco. de Tejada y Mendoza, Don Melchor Maldonado, D. Antonio López de Calatayud. D. Antonio Manrique.” A.G.I., CONTRATACION, 5172, tomo 2º 3º.-Carta a Juan Ruíz Contreras, remitida también por la Casa de Contratación (Fco. de Tejada, etc.) “En carta de 6 de este mes dimos cuenta (….........) porque en ella se podría hacer que embarquen los Japones y su embaxador que se ha retirado al Conbento de Frayles Recoletos de San
  • 10. Francisco llamado Loreto tres leguas de aquí como lo avisamos a V. Magestad en la dicha carta habiendose hecho con el y con el P. Fray Luis Sotello diligencia para que le hiziesse embarcar en cumplimiento del orden de V. Magestad. El dicho embaxador respondio que sin llevar carta de V. Magestad para su Rey no lo puede hazer.(...)” 8 de julio. Fco de Tejada y Mendoza, etc. A.G.I., CONTRATACIÓN, 5172, tomo 2º 4ª.- La cuarta fuente se localiza en el Archivo General de Indias y es una Consulta del Consejo de Indias, con fecha de 27 de agosto de 1616, con carta de Francisco de Tejada al Consejo de Indias, en la que se describe la excusa del embajador de Japón para no embarcar de vuelta a su país: “(…) se excusó de hacer este viaje en esta nao, por indisposición y hallarse sangrado algunas veces con resolución de no salir sin salud de este convento donde estaba cerca de Sevilla. Y que viendo esto don Francisco, acordó de despachar casi toda su gente, como en efecto lo hizo, enviando dos religiosos en su compañía (...)” A.G.I., FILIPINAS 1, N. 174. 5ª Carta de fray Luis Sotelo, dirigida al Rey. Con fecha de 20 de abril de 1617. Este documento es muy interesante para varios aspectos de nuestra investigación. En negrita señalaremos lo que ahora más nos afecta: “Después de haber besado la mano a Vuestra Magestad, el año passado para embarcarme con el embajador del Japón en la flota que fue a la Nueva España, viniendo a Sevilla en el camino se me quebró una pierna; convalecido algo de ella hize la instancia posible al embajador para que nos embarcásemos y como no tuviesse despacho alguno ni respuesta de Vuestra Magestad para su Rey determinó de no hazerlo, y aunque después de la partida de la flota llegó la respuesta no teniendo por seguro embarcarse en el navío que avía quedado atrasado por hallarse falto de salud, deseoso que yo convaleciese más tampo(co) se embarcó en él, y así a passado este año en un convento de la Horden retirado de Sevilla poco más de dos leguas, ocupado en sanctos exercicios, y dando muy buen exemplo a todos (….) porque la merced y costa que se le hizo merced el año passado se gastó en embarcar y enviar su gente adelante, y agora se halla tan alcançado que tiene necesidad le sustente el convento donde está, y pues el quedarnos fue caso contingente y falta de salud suya y mía, que en tan larga peregrinación es muy posible averlos, y si uviéramos ido en el navío atrasado uviéramos muerto según lo que escriven padecieron en el camino (...)” A.G.S. Cód. de Ref. EST,LEG,263,75 6ª.- Carta de Francisco de Tejada a Juan Ruíz, sobre la orden de embarcar al Embajador y a Sotelo, existente en A.G.I., FILIPINAS 200, N.212. Por su interés para todo nuestro trabajo, la transcribimos completa: “Por carta de 13 de este me dice V.M. Que habiendose visto en el Consejo lo que yo escribí en carta de 6 del presente, acerca de la diligencia que hice con el padre Sotelo para que el embajador del Rey de Boxú hiciese precisamente su viaje en la flota que se está aprestando para la Nueva España, y lo que contiene el memorial suyo que iba con ella, le ha ordenado que de su parte me diga, dé orden cómo en todo caso se embarque en esta ocasión sin admitirle excusa ni réplica, acomodándole de manera que vaya decentemente, y con la mayor moderación que se pudiere y que lo que para esto fuese necesario, lo tome de cualquiera Hacienda de su Magestad que hubiere en esta Casa, y no lo habiendo en ella, lo busque prestado de cualquier parte con que no exceda de seiscientos ducados, y que si el padre Sotelo quisiese ir con el embajador, lo haga, y si no se quede. Y que yo avise de qué género de hacienda me valgo de este dinero, para que se diga a su Magestad
  • 11. y lo mande librar donde se cobre con efecto, para que se restituya a la parte donde se tomare en cuya razón se despachará luego cédula de su Magestad. Aunque me hallo con poca salud envié al punto a buscar al padre Sotelo, y no estaba en la ciudad. Vino hoy, y dile a entender la voluntad de su Magestad de que debía de estar muy desimaginado, y con resolución del embajador de quedarse, porque dice que de las nuevas que se han tenido con este último navío de aviso, del Japón, por el que de allí llegó a Nueva España, pone duda en la seguridad de su persona cuando vuelva. Y que así quería entretenerse en este Reyno hasta saber el estado que aquello tiene. Yo le repliqué que esto podría entenderse más de cerca en la Nueva España, y que la ida de aquí se había de ejecutar, pesandome que me obligase a usar de rigor y violencia, y que así se lo dijese al Japón, y me respondiese luego. Con que se partió a donde esta que es cerca de aquí. Pide también el padre Sotelo orden para que el Virrey de Nueva España los entretenga y ayude para la embarcación. Yo usaré del término y palabras que pudiere más apretado, para que este embajador se resuelva a partirse; pero no habiéndolo, no me atreveré a sacarle con violencia del Monasterio de frailes descalzos donde vive desde que llegó, que llaman de nuestra Señora de Loreto, ni tengo órden expresa para ello, ni sé cuánto convenga a la grandeza de su Magestad echar por este modo de sus Reynos, a un embajador a quien tanto ha honrado en ellos, queriendo valerse de su protección y amparo, en tiempo que juzga por tan peligroso volviese a su tierra cristiano, habiendo salido de ella Gentil, y no haciendo costa en su asistencia. Guarde Dios a V.M. Como deseo, de Sevilla a 20 de junio de 1617”. 7º.- Expediente de información del matrimonio entre Juan Agustín Japón y Ana de Barahona, localizado en AGAS, Matrimonios ordinarios, letra J, 1616. “(...) E luego el dicho contrayente presentó por testigo un honbre moço que se dixo llamar Juan Bautista y ser de nacion Japon y que sirve a el embaxador del Japon que al presente esta en el Convento de nuestra Sra. de Loreto, del qual fue recibido juramento en forma de derecho de dezir verdad (...)” Estas son las fuentes y documentos que hemos podido localizar en las que se alude de forma expresa a la estancia de Luis Sotelo, Hasekura y parte de su séquito en Espartinas antes de su regreso a Japón. Sólo el Libro Memorial cita al séquito como residentes del convento; los otros documentos no incluyen a posibles acompañantes, salvo el 3º citado, en que no queda claro (aunque parece ser que no los nombra porque usa una forma verbal singular: “se ha retirado”). En cuanto a la primera estancia, el documento que la atestigua es la carta que el Conde de Salvatierra, Asistente de Sevilla, dirige el 1º de noviembre a Antonio de Aróstegui, informando de la Embajada y algunas impresiones sobre ella. Ha de entenderse -como intentaremos demostrar más adelante- que la “cassa de campo” a la que se refiere es la Hacienda de Mexina, en Espartinas: “(...)El hombre es prudente y muy atento a todo. Está muy agradecido de lo que aquí se a hecho con él. Su partida no se sabe porque el miércoles quieren yrsse a una cassa de campo que esta a una legua desta çiudad, a componersse de vestidos de imbierno y de otras cosas que diçen tienen necesidad para el camino. (...)” A.G.S., Cód. Ref. EST,LEG,255.233
  • 12. 1ª Parte LA ESTANCIA DE LA EMBAJADA KEICHO EN ESPARTINAS EN NOVIEMBRE DE 1614 Acabamos de referirnos a una carta en la que se habla de una “cassa de campo que esta a una legua desta çiudad”. Por nuestra parte no podemos concluir –y esto defenderemos a continuación- que esta casa no sea otra que la hacienda de Mexina (Espartinas) propiedad de D. Diego Caballero de Cabrera, hermano de Luis Sotelo. Este hecho -que sepamos- no había sido reseñado hasta ahora. En Sevilla sabemos que sólo una parte de la embajada residió en el Alcázar. No sabemos dónde residirían el resto de los japoneses. Pudieron quedarse en el convento de San Francisco, donde originariamente estaba previsto que se albergaran todos, si no mediasen algunas personas (seguramente haría especial hincapié el mencionado Diego Caballero, que era veinticuatro de Sevilla) para “realzar” el alojamiento de los miembros principales. Durante unos días se suceden los actos protocolarios de recibimiento hacia la Embajada, con asistencia al Cabildo de Sevilla, visita a la Catedral, recibimiento de nobles y autoridades, etc.. Poco a poco se iría acercando el momento de partir hacia Madrid y Roma así que, en previsión de tan larguísimo viaje y duraderas estancias, los miembros de la embajada (principalmente el séquito japonés) habrían de proveerse de la ropa necesaria (sobre todo de abrigo) para todo este periodo. Confeccionar tanta ropa -con las sucesivas pruebas y arreglos pertinentes- llevaría, ya de por sí, mucho tiempo. Simplificaría mucho el que todos estuviesen “reunidos”. Quizá esto último debió animar a buscar un lugar apartado en el que -lejos de visitas y otros entretenimientos- pudieran concentrarse en confeccionar todo el vestuario necesario. Sabemos por la misma carta que, además de la ropa, tenían otras necesidades para el viaje. Aunque no se especifican, pudiera tratarse muy bien de acopiar alimentos básicos de primera calidad, bien para consumo o bien para corresponder protocolariamente a futuros anfitriones. El lugar escogido convenía que fuese una “casa de campo”, retirada del bullicio de la ciudad y agrícolamente rica. Si estaban recién llegados del viaje, venían de la mano de Luis Sotelo, el hermano de este fraile estaba haciendo de anfitrión y era además dueño de una hacienda que reunía perfectamente todas las características citadas ¿se podría pensar en que esa casa de campo no fuese otra que la de Mexina?. A todo esto hay que sumar una circunstancia clave: la existencia del franciscano monasterio de Loreto, a penas a cuarenta minutos andando desde la hacienda de Mexina. En este monasterio podría residir Fr. Luis Sotelo durante esos días, teniendo muy cerca a los recien llegados japoneses.
  • 13. En la misma carta se especifica que la casa se encontraba “a una legua desta çiudad”. Sabemos que la legua se correspondía aproximadamente con unos seis kilómetros. Para tratar sobre este dato hay que hacer algunas consideraciones. Por una parte hay que tener en cuenta que en una carta no hay que tomar el dato como exacto sino aproximado. Así, p. ej., en una de sus cartas, Francisco de Tejada dice que el monasterio de Loreto se encontraba a tres leguas, mientras que Sotelo, en su carta al Rey de 20 de abril de 1617 dice que el monasterio está “retirado de Sevilla poco más de dos leguas”. También habría que tener en cuenta desde dónde se empieza a medir la distancia: podría ser desde el crucero de salida por la parte de Triana, que viene a corresponderse con el actual emplazamiento de la actual Capilla del Patrocinio. Decimos esto porque, efectivamente, Espartinas se encontraba ubicada en el Camino Real hacia Huelva. Pero también hay que considerar que Mexina se encuentra desviada de este camino, y que habría caminos alternativos para acortar el viaje. Después de considerar todo lo anterior y teniendo en cuenta que, geográficamente, la distancia aproximada entre la Capilla del Patrocinio y la hacienda de Mexina es de 8,8 kms. no resulta aventurado asimilar esa distancia a la -también aproximada- legua de que se habla en la carta (realmente se trataría de legua y media). Por todo lo anterior consideramos como hipótesis más que probable que sea la hacienda de Mexina la casa de campo a la que se refiere la carta del Asistente de Sevilla. ¿Qué tiempo permanecieron allí? En la carta se habla del siguiente miércoles como día de salida. La carta se firma el sábado 1 de noviembre de 1614, luego estarían hablando del miércoles 5 de noviembre. La partida definitiva desde Sevilla tuvo lugar el 25 de noviembre, pero realmente ya estaba prevista para el jueves 20 de noviembre. Por todo ello se supone que el séquito debería haber llegado a Sevilla algunos días antes. En fín, hay que concluir que la estancia de la Embajada en Mexina vendría a durar una semana aproximadamente o diez días a lo sumo (entre el 5 y el 15 de noviembre). Es de suponer que el séquito japonés estaría acompañado por el fraile Luis Sotelo y, seguramente, los otros miembros no japoneses de la embajada (Francisco Martínez Montaño y Gregorio Mathías). También es probable que les acompañasen Fr. Ignacio de Jesús. Ya hemos contemplado el que Sotelo (y, en su caso, algún otro fraile) hubiera podido pasar esos días en el monasterio de Loreto, aunque no dejaría de estar muchas horas en la casa de su hermano, junto a toda la Embajada. Esta posible y breve estancia en el Loreto pudo dar origen a la expresión “de aquí salió”, referida en el Libro Memorial del monasterio, de lo que se hablará más largamente en el epígrafe V de este trabajo. Todas las circunstancias relativas a cómo era la hacienda de Mexina y su entorno (el municipio y tierras de Espartinas) se desarrollan de forma extensa en los apartados correspondientes de este trabajo (en lo relativo a la seguna estancia, dos años más tarde). Esperamos que futuras investigaciones puedan aclarar más cirunstancias referentes a esta primera estancia de la Embajada Keicho en Espartinas.
  • 14. 2ª Parte LA ESTANCIA DE LA EMBAJADA KEICHO EN ESPARTINAS ENTRE JUNIO DE 1616 Y JULIO DE 1617 IV. ¿POR QUÉ TENEMOS TAN POCA INFORMACIÓN SOBRE ESTA ESTANCIA ?
  • 15. Dos son las razones por las que se tiene tan poca información sobre esta permanencia -a pesar de su larga duración- en Espartinas. La primera se debe a la pérdida de los posibles documentos que hubieron de existir en el monasterio de Loreto referentes a aquella estancia. La segunda es consecuencia de que, tras su paso por Madrid a la vuelta de Roma, podría darse por finalizada oficialmente la misión diplomática de la embajada. Ciertamente la principal fuente de información durante la estancia en el monasterio de Loreto nos debería haber llegado desde el archivo del propio monasterio, donde deberían encontrarse noticias, escritos o documentos que hiciesen alusión a las circunstancias que rodearon la estancia de Sotelo, Hasekura y su séquito durante ese año. Pero desgraciadamente toda esa información -de haber existido- se perdió en las circunstancias que rodearon a la exclaustración de los frailes entre 1835 y 1880. En concreto podemos aludir a una desafortunada destrucción de documentos del archivo conventual que hemos de interpretar como la causante de que no queden vestigios documentales sobre las circunstacias que rodearon la vida de Hasekura y sus acompañantes. Por otra parte, ya nos hemos referido a que, con la salida desde la Corte (Madrid) hacia Sevilla, las gestiones propias de la embajada habían terminado. Hasekura y sus acompañantes regresaban a Sevilla con la orden de embarque. No había ya motivos para recibimientos protocolarios. Y mucho menos para aumentar el gasto de la misión, considerando además el estado paupérrimo en que se encontraban las arcas de la Corona y las del municipio sevillano. Se trataba, pues, de ejecutar el discreto regreso de la Embajada. De hecho las noticias que se tienen desde entonces son debidas únicamente a los trámites (primero fallidos, por último ejecutados) sobre el embarque, y a las gestiones (intercambio de correos y memoriales) que durante ese año continúan realizando Sotelo y Hasekura ante las autoridades españolas, últimos intentos de arrancar algún compromiso referente a los objetivos por los que se habían desplazado a Europa. Es comprensible, pues, que, por esta parte, las noticias sean parcas y se ciñan al puro trámite.
  • 16. V. ¿POR QUÉ EL EMBAJADOR HASEKURA Y SUS ACOMPAÑANTES TERMINAN RECALANDO EN ESPARTINAS? Cuando la “Embajada Keicho” llegó a Sevilla en 1614 tuvo un recibimiento espectacular, descrito en diferentes crónicas, quedando suficiente información documental. Esto se debía entre otras cosas, a las muchas e importantes expectativas que había despertado la misión. Lo exótico de la comitiva también intervendría en dar ese aire de curiosidad y novedad que parecen entreverse tras algunas expresiones. Mucho peso habría de tener también el hecho de que uno de los caballeros Veinticuatro de Sevilla, D. Diego Caballero de Cabrera, fuera hermano de Fr. Luis Sotelo, lo que potenciaba la implicación de las autoridades sevillanas. Dichas autoridades agasajaron a Hasekura, que quedaría residiendo en el Alcázar, aunque en un principio estaba previsto que residiesen en el Convento de San Francisco hasta su salida hacia Madrid. En referencia a lo que se describe en el Libro Memorial de Loreto, pensamos que Sotelo, a su llegada a la capital hispalense, se habría quedado en la “Casa Grande” de Sevilla (convento de San Francisco), salvo los días que la embajada Keicho permaneció en Mexina: seguramente Sotelo residiría en el cercano convento de Loreto durante esos días . Por ello llama la atención que, a su vuelta, Luis Sotelo, Hasekura y su séquito no se quedasen a residir en Sevilla, sino en el monasterio de Loreto de Espartinas. ¿Por qué razón? Para responder correctamente a este interrogante hay que traer a consideración algunas circunstancias. Hemos de recordar que, después de su periplo por la Corte de España y su estancia en Roma, la misión diplomática japonesa sale de Madrid en abril de 1616 con las manos vacías. Los principales objetivos de su viaje eran conseguir un claro y determinante acuerdo comercial entre España y Japón, así como una mayor implicación evangelizadora (envío de muchos más misioneros) en aquel lejano país. De todo esto no se consiguen más que vagas promesas y declaraciones de buenas intenciones. Los historiadores contemporáneos coinciden en que las autoridades españolas tenían claro que no era el momento de alcanzar verdaderos compromisos formales con el Daté Masamune y que (entre otras razones, por ahorrar gastos) la vuelta de Hasekura a su país debería producirse con la mayor celeridad. De hecho, se les conmina a volverse en la flota que, con destino a Nueva España, tenía prevista su salida a finales de junio de 1616. Por otra parte, los mismos historiadores coinciden en que tanto fr. Luis Sotelo como Hasekura se resitían a volver a Japón sin arrancar antes algún compromiso de mayor alcance; por ello habrían decidido retrasar en lo posible su salida hacia México. En este contexto hemos de situar las dolencias que parecen sufrir a su regreso a Sevilla tanto Sotelo como Hasekura: parece ser que, de vuelta a Sevilla, fr. Luis Sotelo sufre la rotura de una pierna; simultáneamente se dice de Hasekura que también estaba enfermo, aquejado de unas fiebres . Tanto Sotelo como Hasekura elegirían el monasterio de Loreto como lugar más propio para su recuperación. Por ello algunos investigadores coinciden en aducir -como uno de los motivos- las dolencias a las que nos hemos referido. Otra circunstancia a recordar y tener en cuenta es el hecho de que, en el propio término de Espartinas, muy cerca del monasterio de Loreto (a unos 4 kms.) D. Diego Caballero, hermano de
  • 17. Luis Sotelo, tuviese como propiedad la Hacienda de Mexina, hacienda que ya era familiar a la Embajada por su primera estancia. Ahora bien, a tenor de las circunstancias a las que aludíamos más arriba, entienden la mayoría de los investigadores que, tanto la rotura de pierna de Sotelo como las fiebres de Hasekura, no eran más que argumentos esgrimidos para retrasar la salida hacia México. Parece confirmado que la rotura de pierna de Sotelo fue real, como se verá más abajo. En cuanto a las fiebres de Hasekura es todo más dudoso (más aún el hecho de que esas posibles fiebres le “impidiesen” hacer el viaje) Existe un documento en el que Sotelo pide licencia para embarcarse hacia América, acompañando a Hasekura y su séquito, con fecha de 18 de mayo, estando ya en Sevilla, según nos refiere Valencia Japón: “Ya en Sevilla, en concreto, el 18 de Mayo de 1616, Sotelo firma el siguiente memorial al Rey (AGI Indiferente General 1.442): “Señor: Fray Luis Sotelo, de la orden de San Francisco descalzo dice que habiéndose de volver en la flota que este presente año se apresta para la Nueva España en compañía del embajador del Rey de Voxu para que libremente pueda hacer su viaje y en la dicha flota pueda embarcarse sin que nadie le estorbe suplica a VM se sirva dar licencia y real cédula en que se haga mención del dicho embajador con veinte otros japoneses de su familia. Y del dicho fray Luis Sotelo con dos compañeros el uno llamado fray Francisco de San Martín, sacerdote y y el otro fray Juan de la Cruz, lego, y con ello recibiría favor y merced. En 18 de mayo de 1616” Como se ve, en absoluto se hace referencia a una rotura de pierna que pudiese retrasar el viaje (tampoco se alude al episodio de fiebres de Hasekura) El 21 de mayo el Rey expide dos reales cédulas. Una dando licencia para embarcarse a los tres frailes. En la segunda se da licencia para que al “Japón que le ynbio el Rey de Boju le dejeis bolver a aquella tierra y llevar veinte japones que trujo consigo sin les pedir informaciones algunas. Fechada en Madrid a veinte y uno de mayo de mil y seiscientos y dieciseis años”. De la rotura de pierna de Sotelo empezamos a tener referencias el 22 de junio. Con esta fecha existe un documento firmado por fray Francisco de San Martín del tenor siguiente: “Fr. Francisco de San Martín compañero que soi de fr. Luis Sotelo , descalço de la orden del Sx San Francisco que vino del Japón digo que el Rey nuestro Señor por esta su Real cédula de que ante Usía hago presentación da liçençia al dicho Fr. Luis Sotelo mi compañero para que pueda bolver a las provincias del Japon y llevarme a mi consigo y a Fr. Juan de la Cruz. Y por estar el dicho fr. Luis sotelo malo en cama quebrado una pierna no puede al presente hacer el viaje (...)” Se ve que las autoridades tienen noticias indirectas de la rotura de pierna de Sotelo; y que ésta hubo de producirse no “en el camino hacia Sevilla”, sino mucho después de haber llegado, “casualmente” cuando faltaban muy pocos días para que la flota partiese (zarpó el 5 de julio). En el expediente ya citado aparece adjunto un certificado médico, de 18 renglones, firmado por Juan Cachapero de Arévalo. Este documento va claramente fechado en 22 de junio de 1616, es decir, el mismo día en que se presentan los dos frailes para decir que Sotelo está con una pierna rota y no puede embarcarse.
  • 18. “Por la presente doy fe cómo el padre fray Luis Sotelo está actualmente enfermo en cama de una pierna, la isquierda, con dos heridas abiertas y el un güeso de la canilla quebrado, de manera que por ningún caso se ha podido ni puede hazer fuerça para sólo tenerse sobre ella, cuanto y más para andar; ni lo podrá hazer en muchos días, porque los güesos quebradoss, como son de tan dura sustancia, no pueden soldarse tan prieto como la carne y así me parece que en todo el mes que viene tendrá bien que hacer en soldar para poder andar y sustentarse en ella y por consiguientes causas dichas no se podrá embarcar en esta flota por estar tan de próximo para partir y por el riesgo que corre de sucederle mucho más de levantarse sin tiempo y ¿xxx? sobre las piernas. Este es mi parecer y lo juro en Dios y mi conciencia ¿Sevilla? a 22 de junio de 1616 y lo firmo de mi nombre” Claramente es perceptible que este documento, además de emitir un juicio meramente técnico, pretende sobre todo justificar que el enfermo no debe moverse, ni mucho menos embarcarse en la flota. Pueden entenderse dos causas como orígenes de este documento. Una sería que, ante la contrariedad de no producirse un embarque “previsto”, la Casa de Contratación decidiese enviar un médico para comprobar la veracidad de los hechos. La segunda posibilidad sería que el mismo Fr. Luis Sotelo enviase junto a los frailes un certificado médico para dar fiabilidad a sus circunstancias. Esta segunda posibilidad presenta algunos inconvenientes; p. ej., no es lógico que en el escrito que presenta Fray Fco. de San Martín y en el que informa de la rotura de pierna de Sotelo no se haga referencia a que existe un informe médico que se adjunta. Tampoco tiene sentido que, de por sí, Sotelo se adelante solicitando un informe médico si la rotura de la pierna es real: puede pensarse que, si alguien quisiera comprobarlo, que vaya y lo vea. Lo lógico es decantarnos por la primera opción: que fuese la Casa de Contratación la que enviase el médico. Pero también aquí tenemos algunas pegas. P.ej., el certificado no hace alusión a quién se lo pide. Tampoco (que sepamos) existe constancia documental de que la Casa de Contratación enviase un médico (no aparece este informe aludido en los diversos “correos” que se intercambian Madrid y Sevilla ante la contrariedad supuesta por el embarque fallido). Además, lo que de verdad importaba a la Corte es que volviese el embajador japonés y su séquito (que eran los que estaban suponiendo ya un gasto excesivo y una situación incómoda): que se quedase Luis Sotelo por haberse roto una pierna no pasaba de ser una circunstancia accidental que no tenía por qué requerir mayores averiguaciones. Pero, sobre todo, nos escama un poco la coincidencia de fechas: el 22 de junio se presentan los frailes y el 22 de junio se firma el certificado médico. Pensamos que esto sería posible sólo en el caso de que Sotelo estuviese alojado en Sevilla. No parece creible (al menos sería muy llamativo) que se presentasen el 22 de junio (la verdad es que no sabemos a qué hora, pero no tendría por qué ser de “madrugada”) en la Casa de Contratación los frailes con la noticia y que, de forma expeditiva, se buscase un médico para subir a Espartinas (tres horas de camino) para ver al enfermo y redactar el informe que firma el mismo 22 de junio (debiendo hacer, en principio, otras tres horas de camino de vuelta). Nada nos indica que en esa fecha estuviese Sotelo, con su pierna rota en Espartinas. Pensamos que estaría en Sevilla, que allí se rompió la pierna y que en Sevilla fue examinado por el médico. En ese caso Sotelo subiría más tarde a Loreto para su tranquila “recuperación”.. Efectivamente, otro indicio de esto último, es que en la carta de Fco. de Tejada y Mendoza a la Corte, con fecha 6 de julio, se dice: “Pero esta mañana tuvimos noticia de que el Embaxador del Rey de Boju no se enbarcaua, antes se había ydo tres leguas de aquí al Conbento de Loreto de frailes Recoletos de la Orden de S.
  • 19. Francisco y al punto, entendiendose que estaua en esta Ciudad el P. Fr. Luis Sotello yo el Presidente le enbie a adbertir del inconveniente que tenía quedarse el dicho embaxador y de la orden que tiene de V. Magestad en carta del Secretario Juan Ruíz de Contreras de 28 de junio para que en cumplimiento se ordenasse que no se quedase. Y por no haberse hallado y entendiose de otros frayles estaua también en el dicho Conbento de Loreto (...)” Es decir, el 6 de julio se pensaba que Luis Sotelo seguía en Sevilla, y es cuando se enteran de que estaba en Espartinas, junto al Embajador. Quedaría al campo de la pura especulación si la rotura de pierna de Sotelo fue casual o provocada: después de un periplo de casi tres años cruzando océanos y continentes sin el más mínimo percance, viene a romperse una pierna (una rotura con “dos heridas abiertas”) estando tranquilamente en Sevilla, justo una semana antes de salir la flota, cuando nos consta que tenía -personalmente- motivos sobrados para no hacer el viaje y evidente “necesidad” de una excusa creible para evitar el mandato del Rey de volverse a Japón. También, puestos a especular, podría pensarse que el certificado médico no dice toda la verdad (o “nada” de la verdad). De hecho, después de la fecha de expedición de este certificado no volvemos a tener constancia de que Sotelo permanezca en Sevilla, sino todo lo contrario: lo sitúan siempre en el convento de Loreto, junto al embajador. Resulta además muy llamativo que, con las advertencias clarísimas que hace el médico sobre la imposibilidad de moverse de la cama (que es lo que le impide embarcar) sí tome un camino de tres leguas para desplazarse a Loreto, en los primeros momentos de su recuperación, con el “trote” de aquellos carromatos por aquellos caminos (cuando además en el convento de San Francisco de Sevilla -por no hablar de la posible estancia en la casa sevillana de su hermano- hubiese estado perfectamente atendido. Es muy difícil no ver, en la subida a Loreto, una intención clara de “quitarse de enmedio”. ¿De verdad llegó a romperse la pierna? En cuanto a las “fiebres” sufridas por Hasekura ya hemos dicho que, en la petición de Cédulas para embarcar que realiza Sotelo desde Sevilla con fecha 18 de mayo, no hay ninguna referencia a esta circunstancia. De estas fiebres tenemos noticias en la carta de Fco.de Tejada al Consejo de Indias, de 26 de agosto de 1616.: “se excusó de hacer este viaje en esta nao, por indisposición y hallarse sangrado algunas veces con resolución de no salir sin salud de este convento donde estaba cerca de Sevilla” Sin embargo en otros documentos, al hablar de los motivos por los que Hasekura no quiere embarcar, se elude totalmente el tema de las fiebres, para hablar únicamente de los deseos de “completar” su embajada. Así, p. ej.: “y que por verle Resuelto a que no saldria deste Reyno sin carta de V. Magestad para su Rey por ningún caso” O también: “diligencia para que le hiziesse embarcar en cumplimiento del orden de V. Magestad. El dicho embaxador respondio que sin llevar carta de V. Magestad para su Rey no lo puede hazer.(...)” Esta exposición de motivos distintos (diplomáticos y enfermedad) se debe, según entendemos al discurrir cronológico de los hechos. Hasekura empezó dando como motivos para no partir el deseo de “completar” la embajada antes de embarcarse. Eso es lo que se expone en las cartas de 6 y 8 de julio. Se trataría, pues, de una decisión “voluntaria” por parte de Hasekura. La presión de la Casa de Contratación para que embarcase tuvo que ser muy fuerte; tanto que, ya al
  • 20. final, Hasekura ha de recurrir a un motivo de “fuerza mayor”: su estado de salud (“por indisposición y hallarse sangrado algunas veces con resolución de no salir sin salud”). Este es el motivo que se refleja en la comuicación de 26 de agosto, mucho tiempo después. Por otra parte, resulta curioso que en el expediente de información y licencia de pasajeros a Indias aparece -entre otros- el documento que presenta Fr. Francisco de San Martín avisando de que Sotelo no podrá partir por tener “quebrada” la pierna, y pide se confirme la real cédula para dejar partir “veinte japones que (Sotelo) trujo consigo”. En dicho documento NO se nombra al Embajador. Sí se nombra, en cambio, en otros documentos anejos (los traslados de las reales cédulas -que se emitieron mucho tiempo antes, el 31 de mayo) y en la concesión de licencia por parte de la Casa de Contratación, con fecha de 23 de junio. La omisión de la persona del Embajador en el escrito de Fr. Fco. De San Martín ¿es un lapsus? ¿obedecerá a una omisión intencionada, conociendo ya el deseo del Embajador de no embarcarse? Si esto segundo es cierto, hay que entender que durante su presentación en la Casa de Contratación siguieron silenciando la intención de no embarcarse por parte del Embajador, y por ello el presidente de la Casa de Contratación se “sorprende” cuando “esta mañana tuvimos noticia de que el Embaxador del Rey de Boju no se enbarcaua, antes se habia ydo tres leguas de aquí al Conbento de Loreto de frailes Recoletos de la Orden de S. Francisco” En cualquier caso parece claro que tanto Sotelo como Hasekura llegan a Sevilla sin problemas de salud y que, por eso, solicitan las cédulas de embarque; y que, curiosamente, Sotelo alega la rotura de su pierna pocos días antes de salir la flota (lo mismo que Hasekura alegando sus motivos) trasladandose ambos a tres leguas de Sevilla, al monasterio de Loreto. Pensamos, en definitiva, que Sotelo y Hasekura, al llegar a Sevilla, mantienen la esperanza de recibir algún documento o carta con respuesta concreta y positiva a alguna de sus peticiones. Por eso formalizarían las gestiones de embarque hacia finales de mayo. Cuando ya queda muy poco para salir (la flota salía alrededor de la fiesta de S. Juan Bautista, 24 de junio) y constatan que no llega nada, Sotelo decidiría ¿fingir? ¿exagerar? ¿provocarse? alguna ¿dolencia? ¿rotura? de la pierna y, junto a Hasekura, se desplazan a Espartinas (Loreto) para “quitarse de enmedio” y dificultar las presiones que -sabían- iban a sufrir, para embarcarse. A las pertinentes reclamaciones de embarque, Hasekura se niega a veces por necesidad de completar su embajada, otras por motivos médicos. Hemos dejado para el final la carta que Luis Sotelo escribe al Rey un año después de todo esto (el 20 de abril de 1617) y en que rememora estos hechos. Como se verá la versión de Sotelo sobre algunos aspectos es bien distinta a nuestras conclusiones y podría implicar un discurso diferente al expuesto. El texto que nos interesa es el siguiente: “Después de haber besado la mano a Vuestra Magesad, el año passado para embarcarme con el embajador del Japón en la flota que fue a la Nueva España, viniendo a Sevilla en el camino se me quebró una pierna: convalecido algo de ella hize la instancia posible al embajador para que nos embarcásemos y como no tuviesse despacho alguno ni respuesta de Vuestra Magestad para su Rey determinó de no hazerlo, y aunque después de la partida de la flota llegó la respuesta no teniendo por seguro embarcarse en el navío que avía quedado atrasado por hallarse falto de salud, deseoso que yo convaleciese más, tampoco se embarcó en él (...)” Sotelo afirma haberse roto la pierna en el camino hacia Sevilla. Podría pensarse que Sotelo, efectivamente, sufrió dicho accidente (¿a la altura de Toledo, Despeñaperros, Córdoba...?) y que creyera -llegado a Sevilla- que dicha rotura de pierna no le impediría el embarque hacia Nueva
  • 21. España. En ese caso el informe médico (22 de junio) se redactó cuando Sotelo llevaba más de un mes con la pierna rota. Puede ser que en ese momento vea que no se recupera y que un viaje tan largo como el que le esperaba no iba a ser posible: de ahí la comunicación el 22 de junio de que no puede embarcarse. Y, efectivamente, el médico certificaría (22 de junio) que el enfermo no debería moverse:“(...)que en todo el mes que viene tendrá bien que hacer en soldar para poder andar y sustentarse en ella y por consiguientes causas dichas no se podrá embarcar en esta flota por estar tan de próximo para partir y por el riesgo que corre de sucederle mucho más de levantarse sin tiempo (...)”. Aunque lo expuesto no deja de ser posible resulta poco creible que, si la descripción médica (pasado más de un mes desde la fractura) fuese real, Sotelo hubiera podido realizar el viaje en carromato por aquellos caminos muchos kilómetros antes de llegar a Sevilla; y que, en cambio, recién llegado a Sevilla (en el estado en que llegaría) se viera con posibilidades de embarcarse un mes después. A renglón seguido Sotelo afirma que “(...) convalecido algo de ella (la rotura de pierna) hize la instancia posible al embajador para que nos embarcásemos y como no tuviesse despacho alguno ni repuesta de Vuestra Magestad para su Rey determinó de no hazerlo (...)”. Ya vimos que el 22 de junio, en la solicitud de embarque que presenta Fr. Francisco de San Martín, no se alude al Embajador: se pedía permiso sólo para los frailes y veinte japones. En la nota a pie de página desarrollamos las posibles conclusiones de estas circunstancias: el 22 de junio Hasekura tenía ya decidido no partir. Por ello la Casa de Contratación le indicaría a Sotelo que “convenciese” al Embajador (lo que se refrendaría con la expresión de Sotelo arriba citada: “hize la instancia posible al embajador para que nos embarcásemos”). A la vez la Casa de Contratación escribiría a Madrid, poniendo al corriente a la Corte. Ésta responde con carta de 28 de agosto (del Secretario, Juan Ruíz de Contreras) insistiendo en que han de zarpar hacia Nueva España. A partir de ahí vendrían las excusas de Hasekura (falta de “mejoras” para la embajada y después falta de salud). Estas últimas consideraciones pueden arrojar un poco de luz sobre toda una cuestión que, evidentemente, sigue manteniendo puntos oscuros.
  • 22. VI. ¿QUÉ PERÍODO DE TIEMPO PERMANECIERON EN ESPARTINAS LOS MIEMBROS DE LA EMBAJADA KEICHO? Ya hemos visto cómo el 18 de mayo Luis Sotelo escribe desde Sevilla solicitando el permiso de embarque para él, otros franciscanos, Hasekura y otros veinte japoneses. No tenemos noticias concretas de dónde se alojaron al llegar. Siempre se ha hablado del monasterio de Loreto como lugar inmediato de residencia, pero esto no nos parece en absoluto lógico. Es evidente que su idea era partir un mes después. No había ningún motivo para no residir en Sevilla, más aún esperando -como estaban- posibles noticias positivas de Madrid. Era muy importante estar junto a sus posibles valedores ante la Corte y lo más cercanos posible a la salida y llegada de correos. Por todo ello pensamos que debieron quedarse en la capital hispalense, seguramente en el convento de S. Francisco (la Casa Grande). De hecho era allí donde pensaban alojarse tras su llegada a Sevilla dos años antes, si no hubiera mediado el cabildo sevillano para “mejorar” la estancia al alojarlos en el Alcázar. Por lo relatado en el epígrafe desarrollado más arriba sobre el porqué residieron en Espartinas, concluimos que Sotelo y Hasekura subirían a Espartinas alrededor del 22 de junio (día en que se presenta en la Casa de Contratación Fr. Fco. de San Martín). Estos hechos han venido a confirmarse con la reciente aparición del expediente matrimonial de Juan Agustín Japón (con fecha de 27 de junio de 1616), en el que uno de los testigo declara que el Embajador “(...) al presente esta en el Convento de nuestra Sra. de Loreto (...)”. Por la forma de expresarse debería llevar ya al menos uno o dos días en dicho monasterio, por lo que corrobora la hipótesis de que Hasekura empezarían a residir allí hacia el 22 de junio. Desde luego el 6 de julio ya no estaban en Sevilla. ¿Hasta qué fecha permanecieron en el Loreto Hasekura y Sotelo? En la carta de Francisco de Tejada (con fecha de 20 de junio de 1617) se nos dice expresamente que Hasekura se encontraba en el “Monasterio de frailes descalzos donde vive desde que llegó, que llaman de nuestra señora de Loreto”, señal inequívoca de que Hasekura, aunque hiciese salidas temporales (extremo que habrá que dilucidar) mantuvo residencia permanente en dicho monasterio hasta su salida hacia Japón. En cuanto a Sotelo es una suposición (pues no tenemos prueba documental) que también continuaría allí hasta que acompañase a Hasekura en su vuelta. De hecho, en la carta recién citada, habla Fco. de Tejada de que “envié al punto a buscar al padre Sotelo, y no estaba en la ciudad”, lo que nos lleva a interpretar que seguía encontrándose de forma habitual en Espartinas. Otra prueba de esto mismo es que, en un acta del cabildo sevillano en el que se acuerda entregar una documentación a Luis Sotelo (hablamos de abril de 1617), se especifica que “(...) de pasar por ciudad, que se le den todas las que pidiere hasta que se vaya (...)”. Es decir, que se aprovechase algunos de los momentos en que estuviese en Sevilla capital, luego -de forma ordinaria- no estaba allí (sino, lógicamente, en Espartinas).
  • 23. VII. ¿CUÁNTOS MIEMBROS DE LA EMBAJADA KEICHO PERMANECIERON CON HASEKURA EN ESPARTINAS? Ya vimos al inicio, al enumerar los documentos y fuentes en los que se citaba expresamente la segunda estancia de Hasekura y Sotelo en Espartinas, cómo en el “Libro Memorial” del monasterio de Loreto se manifestaba que, al volver la embajada desde Madrid, “pasaron aquí el dicho P. Fr. Luis, el Embajador y Criados hasta que tuvieron orden de marchar al Japón”. Aparecen aquí dos o más acompañantes japoneses como servicio personal de Hasekura cosa que, por otra parte, nos parece absolutamente lógica. Curiosamente, en los otros cuatro documentos se alude exclusivamente a las personas de Sotelo y Hasekura, sin hacer mención alguna a posibles sirvientes japoneses que acompañasen en su estancia al Embajador. No es extraño que este detalle no aparezca ya que las citas -como hemos hecho notar- son muy parcas, propias de un lenguaje oficial, y se centran en lo verdaderamente importante para las autoridades españolas: la
  • 24. persona del Embajador. Hemos de dar por válida la afirmación de que Hasekura, durante su estancia en el Loreto, estuvo acompañado por otros japoneses. Pero ¿por cuántos y quiénes? La “cuestión numérica” en todo lo referente a la embajada Keicho es, claramente, un enigma. Pero hay que acercarse -por fuerza- un poco a esta cuestión si de verdad pretendemos razonar cuántos y quiénes fueron los japoneses que residirían en Espartinas. Por ello, al final de este trabajo, hemos dedicado el ANEXO I al estudio de esta cuestión asumiendo la hipótesis de que fueron treinta y uno los japoneses que desembarcan en Sanlúcar y viajan a Madrid. Posteriormente veintidós de ellos siguen camino hacia y Roma, y terminan regresando en 1616 a la Villa y Corte. Nueve japoneses se habrían vuelto de Madrid a Sevilla. En dicho ANEXO I creemos razonar suficientemente estas cifras aunque, insistimos, se trata únicamente de una hipótesis. Considerando, pues, que fueron veintidós los japoneses que regresan a Madrid tras el periplo europeo, deberíamos centrarnos ya en los japoneses que “vuelven a Sevilla” y, de esos, en los que terminarían recalando en Espartinas. En este sentido es fundamental el documento en el que Sotelo pide licencia para embarcarse hacia América, acompañando a Hasekura y su séquito, con fecha de 18 de mayo, estando ya en Sevilla, según nos refiere Valencia Japón y ahora recordamos: Ya en Sevilla, en concreto, el 18 de Mayo de 1616, Sotelo firma el siguiente memorial al Rey (AGI Indiferente General 1.442): “Señor: Fray Luis Sotelo, de la orden de San Francisco descalzo dice que habiéndose de volver en la flota que este presente año se apresta para la Nueva España en compañía del embajador del Rey de Voxu para que libremente pueda hacer su viaje y en la dicha flota pueda embarcarse sin que nadie le estorbe suplica a VM se sirva dar licencia y real cédula en que se haga mención del dicho embajador con veinte otros japoneses de su familia. Y del dicho fray Luis Sotelo con dos compañeros el uno llamado fray Francisco de San Martín, sacerdote y y el otro fray Juan de la Cruz, lego, y con ello recibiría favor y merced. En 18 de mayo de 1616” Ya vemos que en este documento, muy próximo a la salida y estando en Sevilla, se pide licencia para 21 pasajeros japoneses. Es decir, ya se nos habría “quedado” un japonés, bien en Madrid o bien en Sevilla, pero sin disposición de partir hacia Japón. Creemos que el abandono correspondería al que se conoce como “Thomás Phelipe”, cuya cuestión examinaremos en el ANEXO II de este trabajo. Cuando, al final, dos meses más tarde, terminan embarcando sólo trece japoneses, hemos de concluir que se quedaron siete acompañando a Hasekura. ¿Quiénes serían estos siete?. Por otra parte, de los siete japoneses que se quedaron con Hasekura hubo dos que no embarcaron un año después. Es muy gráfica la carta de Fco. de Tejada, con fecha de 27 junio 1617, en que creemos se sobreentiende que los acompañantes de Hasekura en su viaje eran los miembros japoneses que aún le acompañaban en Espartinas: “Escribí a V.M. la diligencia que había hecho con el padre Sotelo para la partida del Japón y fuila continuando con el mismo de manera que se ha resuelto a irse con la gente que le ha quedado que son cinco japoneses (...)”.
  • 25. A Hasekura le “han quedado” (dispuestos a volverse con él) cinco japoneses de los veintiuno que le acompañaban cuando llegó de Japón y de los siete que se habían quedado sin embarcar en la flota de 1616. Evidentemente hubo otros dos miembros que le “abandonaron” a lo largo de ese año, o al menos debieron abandonarle a la hora de volverse a Japón. Más adelante estudiaremos la situación de penuria económica en la que vivió Hasekura y su séquito, motivo por el que pudieron animarse algunos miembros a no continuar con el “grupo” y comenzar una nueva vida instalándose en España. La situación ha venido a complicarse últimamente porque, como veremos en el ANEXO III, han aparecido documentos que confirman el que alguno/s de los nueve miembres que se volvieron desde Madrid hacia Sevilla en junio de 1615 también permanecieron en el entorno Sevilla-Espartinas VIII. ¿QUIÉNES FUERON LOS JAPONESES QUE ACOMPAÑARON A HASEKURA EN
  • 26. ESPARTINAS? Además del número, nos habíamos propuesto intentar identificar los nombres de aquellos japoneses que permanecieron en Espartinas en esta segunda estancia. Después de estudiar todo el proceso de la embajada y los nombres que aparecen, aclarar la cuestión propuesta resulta imposible. Pero creo que merecería la pena hacer algunas consideraciones. Al final de este trabajo (en el ANEXO I, en el que estudiamos la cuestión númérica de la misión diplomática) se dan una serie de nombres concretos relativos a los japoneses que formaron parte de la embajada. Estos nombres aparecen -sobre todo- con motivo de la estancia en Roma, aunque en otros momentos (Sevilla y Madrid) hay documentos en los que se alude a algún japonés en concreto, refiriendo su nombre. En este sentido se han de considerar los “nuevos” nombres conocidos en los documentos descubiertos últimamente referidos a los japoneses que se quedaron en Sevilla (a toda esta cuestión se dedica el ANEXO III). Hay que considerar que la grafía de la época ya altera los nombres españoles (Thomás- Tomás-Tomé para la misma persona). Mucho más ocurre con los nombres japoneses, tratándose a veces en textos castellanos, italianos y latinos. Por ello se nos ha de excusar cierta libertad a la hora de dar el nombre de cada ciudadano japonés. Dicho esto y volviendo a los ya citados ANEXOS I y III, vemos cómo únicamente podemos aludir al nombre de dieciseis japoneses concretos (incluidos el Embajador) como miembros que realizaron el viaje “completo” de la Embajada en Europa (Sevilla-Madrid-Roma- Madrid-Sevilla-Espartinas) a los que habría que añadir otros cinco nombres de los japoneses que, llegados a Madrid, permanecieron un año en Sevilla a la espera de que volviese Hasekura y su séquito del periplo europeo. Ofrecemos una primera relación correspondiente al grupo de los que hicieron el viaje “completo”: Felipe Francisco Hasekura Rokuyemón (Embajador) Thomas Tachino Cafioe, Pedro Itami Somi y Francisco Noma Fampe (Caballeros de honor). Paulo Camilo Alonso Codera Gheghi (Secretario de Hasekura) Simón Sato Kuranojyo, Tomé Tanno Kiuji, Tomás Yajiami Kamio Yajjiemon, Lucas Yamaguchi Kanjuro (¿Contador?) y Giovanni Sato Tarozayenon (Nobles y gentiles hombres) Joan Harada Kanemon y Gabriel Yamazaki Kansuke (Peregrinos) Diego Mohioye, Nicolás Joan Kyuzo, Gregorio Tokuro y Tomás Sukeichiro (Palafreneros) En cuanto al segundo grupo (los que se volvieron desde Madrid en junio de 1615), conoceríamos los siguientes nombres: Juan Agustín Japón Lucas Antonio Juan Bautista Pedro Japón Juan de la Cruz Japón A estos nombres habría que añadir el de Thomás Phelipe, japonés miembro de la
  • 27. Embajada que terminó volviendo a su tierra en 1622 y que permaneció durante un tiempo en Zafra. Parece lógico que junto a Hasekura se quedase su secretario personal. También sería lógico que quedase con él algún sirviente doméstico. Además entendemos que se quedarían con Hasekura algunos miembros muy “cercanos” a su persona y que fuesen válidos para cualquier cometido de la embajada, pensando en la posibilidad de “relevar” a Hasekura si le “pasase algo” (recordemos que ya había pasado por “fiebres”) durante el tiempo de permanencia en la Península. A la vez también es lógico pensar que Hasekura quisiese que, en el viaje de 1616, volviesen algunos de los japoneses “principales” que le acompañaron por Europa, como “primeros” emisarios (o quizá, únicos, ante la incertidumbre del futuro) hacia su señor Masamune. Según las anteriores reflexiones nos atreveríamos a dar únicamente el nombre del secretario personal de Hasekura (Paulo Camilo Alonso Codera Gheghi) como más seguro acompañante. Habría que descartar, en cambio, a Juan Agustín Japón, que en junio de 1616 acababa de casarse con Ana de Barahona.
  • 28. IX. ¿EN QUÉ LUGAR DE ESPARTINAS ESTUVIERON VIVIENDO LOS MIEMBROS DE LA EMBAJADA KEICHO? Hasta ahora se ha considerado siempre que tanto Sotelo como Hasekura y sus acompañantes residieron en el monasterio de Ntra. Sra. de Loreto, durante su segunda estancia en Espartinas. Esto está documentado -como hemos visto- respecto a Hasekura y Sotelo. También parece documentado que hubo acompañantes de Hasekura (“criados”) que estuvieron en dicho monasterio. Pero ¿se trataría de todos los acompañantes o sólo de parte de ellos? La cuestión se plantea porque hemos llegado a concluir que, al menos al principio, a Hasekura le acompañaron otros siete miembros de la embajada. Si consideramos que en el monasterio se daría un situación de cierta estrechura, creemos que a Hasekura no le sería posible la compañía del séquito completo, teniendo que limitarse su atención personal más inmediata a un número de acompañantes más reducido (quizá su secretario y un sirviente “doméstico”) ¿Y el resto del séquito? No podemos olvidar que en la misma Espartinas se encuentra la Hacienda de Mexina, propiedad del hermano de Luis Sotelo. Ya esgrimimos al comienzo de este trabajo que esta circunstancia podría ser una de las razones por las que Hasekura y -sobre todo Sotelo- eligen el monasterio de Loreto para su segunda permanencia en tierras sevillanas. Esta circunstancia se ve reforzada si tenemos en cuenta que ya habían permanecido durante varios días en esta hacienda en el mes de noviembre de 1614, recién llegados a Sevilla. Nos parece bastante creible que Hasekura permaneciese en el monasterio con no más de dos “criados” como servicio “inmediato” y que en la cercanísima hacienda de Mexina pudiesen haberse albergado el resto de los japoneses que, para cualquier eventualidad, estarían muy próximos. Más arriba hemos aludido a la situación de “estrechura” en que se encontraba el monasterio de Loreto sobre esas fechas. Esta cuestión es fundamental, no sólo para poder desarrollar el cómo vivió Hasekura y su séquito durante su estancia en Espartinas, sino también para fundamentar una de las premisas sobre la que reconstruimos toda la historia: la necesidad de que parte del séquito viviese en la cercana hacienda de Mexina. No se poseen datos concretos sobre la población conventual del monasterio en 1616 pero sí algunos datos muy cercanos. Sabemos que “durante la segunda mitad del siglo XVI el
  • 29. convento funcionaba como Casa de Estudios, de la que sabemos que acogía por entonces a unos treinta frailes que cursaban Filosofía”; además “siguiendo de nuevo las noticias proporcionadas por el padre Gonzaga, sabemos que a finales de siglo vivían en Loreto 36 religiosos sacerdotes, 20 estudiantes y 10 legos”. Lo que nos da una población de 66 “miembros” franciscanos, lo que supone un número ya algo elevado (aún reconociendo que, en aquella época, las poblaciones conventuales se movían -numéricamente- en otras dimensiones que las actuales). Aunque los propios legos atendiesen los aspectos más domésticos de la vida conventual, debemos aceptar que, independientemente de lo que fuese la zona de “clausura” del convento, hubiese algún tipo de construcción aneja en la que viviese otro tipo de “personal” -que se vería reducido a lo imprescindible- para atender labores externas al monasterio: provisión de alimentos, mantenimientos básicos, alguna labor agrícola o ganadera. En estas “casas” anejas es donde debieron de alojarse Hasekura y sus “criados”: no debemos olvidar que el régimen de clausura en aquellos momentos fue de los más estrictos, lo que hacía inviable la residencia en la clausura de los expedicionarios japoneses Además ya veremos cómo el paso de la comitiva japonesa por el convento franciscano de Madrid supuso una muy mala experiencia, con reiteradas quejas del padre Guardián al Rey. Además hay que recordar que en Madrid se contaba con una asignación de la Corona para el mantenimiento de la embajada en el convento, incluso con la posibilidad de reclamar daños y perjuicios en un momento dado (como de hecho ocurrió). En cambio durante la permanencia en Loreto (como ya se ha tratado anteriormente) se había suspendido ya cualquier tipo de ayuda para la estancia en España, cortándose también cualquier otro tipo de comunicación: sólo se esperaba que marcharan en la primera ocasión que hubiere. Hasekura y los suyos hubieron de sobrevivir con parte de los 375.000 maravedies asignados para la salida (el 4 de julio de 1616) de los dos frailes y los trece japoneses que embarcaron. Hay otros datos para pensar que, aquel monasterio originario de principios del XVI, se había quedado ya muy “pequeño” hacia las fechas de nuestra embajada. “Al comenzar la centuria (siglo XVIII), dado que las dependencias conventuales eran aun las mismas que se construyeron tras la fundación del monasterio, con la sola reforma de la iglesia en 1607, era evidente la necesidad de una ampliación que pudiese dar cabida a un número de religiosos que no había dejado de crecer desde entonces”. Este texto deja claro que hacia 1616, casi un siglo después de su fundación, a excepción de la iglesia, la obra edificada del monasterio era básicamente la misma; y sabemos también que desde su fundación, la comunidad franciscana no había dejado de crecer, desarrollando una actividad enorme en todos los sentidos durante la segunda mitad del XVI. Por fuerza, hacia 1616-17 debería notarse ya la “saturación” de sus espacios. Atendiendo, quizá, a la necesidad de preservar un digno culto conventual, hacia 1607 el Cardenal de Sevilla don Fernando Niño de Guevara acude a sufragar la ampliación de la iglesia, pero el resto del monasterio continuaría en su situación de estrechura. Por todo lo anterior nos ha parecido lógico considerar que la mayor parte del séquito de Hasekura se hubiese alojado en la hacienda de Mexina, quedando Hasekura y un servicio mínimo alojados en el monasterio de Loreto. La distancia entre Loreto y Mexina (4 kms.) viene a cubrirse en un paseo de 40 minutos a pie, lo que facilitaría una comunicación prácticamente inmediata entre Hasekura y los miembros de su séquito. A todas estas reflexiones hay que añadir la circunstancia (desarrollada en el ANEXO
  • 30. III) de que varios japoneses se quedaron a vivir en territorio español, sin volver a España, en el “ámbito” de la familia Caballero de Cabrera. Es decir que, entre las casas sevillanas de dicha familia y la hacienda de Mexina, en Espartinas, hubo cierto trasiego de miembros japoneses de la Embajada no sólo durante la permanencia del Embajador en Loreto, sino también una vez abandonada la Península por Hasekura y sus últimos acompañantes. X. RELIQUIAS DE LOS MÁRTIRES JAPONESES LLEGADAS AL MONASTERIO DE LORETO Se conservan noticias documentales de que al monasterio de Loreto llegaron, como mínimo, dos reliquias de los mártires cristianos que murieron en Japón en 1697. La primera de estas reliquias fue traída por Fray Marcel e Ribadeneyra. El texto que lo corrobora es el siguiente: “Frai Marcello Ribadeneyra Comisario de Jappon doi fe, y verdadero testimonio como Un hueso que di al P. Fr. Mathias de Villalon Guardian de Este Convento de Nuestra Señora de Loreto: es de uno de los veinte y seis Martires de Japon por que yo le traxe de la Philippinas adonde estaban muchos huesos de los dichos Martires. Y de ellos es el que yo dexe a el dicho P. Guardian para Este Santo convento, y por ser verdad lo firmé de mi nombre afirmando tambien que un testimonio que queda con la dicha Reliquia es fielmente sacada del que dio el señor Obispo de Jappon acerca de los Santos Martires fecho a veinte y quatro de Mayo de mil quinientos y noventa y nueve Años. Fr. Marcello de Rivadeneyra.” La segunda de las reliquias la trajo Luis Sotelo, dejándola en el monasterio según consta en el libro memorial: “Trajo a este Convento el P. Rr. Luis Sotelo una Reliquia del Str. Mártir S. Pedro Bautista, Comisario del Japón que hoy está en la Sacristía con su auténtica.” Si estos dos documentos son muy claros, no lo es tanto dónde se encuentran las reliquias a las que se refieren. Tradicionalmente se había aludido a unos relicarios en forma piramidal, de madera dorada, que contienen un buen número de huesos y que, actualmente, se encuentran sobre la cajonera de la sacristía del monasterio. Realmente existe documento alguno que certifique esta identificación. Nosotros no dimos mucha validez a esta información porque, entre
  • 31. otras cosas, se habla de “ huesos” cuando en la auténtica se especifica claramente que se trata de “un hueso”. Por otra parte parecía que dichos relicarios estaban perfectamente identificados como pertenecientes al antiguo retablo ejecutado hacia 1607, y que contenían uno de ellos los huesos de S. Hipólito y, el otro, los huesos de Santa Modesta. Pero estas afirmaciones las hemos de descartar porque hemos encontrado en el libro de inventario de 1646, cuando aún existía dicho retablo, una alusión a los dos relicarios piramidales como piezas independientes: “Dos pirámides de tres cuerpos de vidrieras doradas llenas de reliquias. Con sus fundas de madera.” Todo lo que llevamos visto hace que no podamos determinar con exactitud dónde podrían encontrarse los huesos de aquellos cristianos martirizados en Japón en 1597 y que fueron traidos al monasterio de Loreto. Se impone, en primer lugar, el estudio de los dos relicarios aludidos, desmontándolos y examinando si en su interior llegara a encontrarse algún tipo de inscripción o documento que arrojase luz sobre la proveniencia de los huesos que contienen. En un segundo momento se podría acudir a algún tipo de estudio científico que pudiese aportar algún tipo de datos sobre dichos huesos (principalmente cronológicos). Mientras tanto podemos lanzar una hipótesis: los dos relicarios existen al menos desde 1647, y son relicarios de gran relevancia tanto por el continente (son obras de gran tamaño y valor artístico) como por su contenido (gran cantidad de huesos que, además, son de un tamaño importante). Es cierto que sólo se han documentado dos huesos correspondientes a los mártires japoneses (traídos en 1599 y 1614-17). Pero ¿Sería posible que tras la expulsión de los franciscanos del Japón (pocos años después) se trajeran (desde el mismo Japón o desde Filipinas) más huesos provenientes de aquel martirio y que, unidos a los que trajeron en su día Ribadeneira y Sotelo, fuesen guardados en esos relicarios cuya existencia conocemos pocos años más tarde?. Hay que hacer constar la importancia que se les da a estos relicarios cuando se les “habilita” un lugar principal en el retablo dieciochesco que preside la actual sacristía. Por ahora deberemos seguir esperando a que nuevos datos confirmen o desmientan tal hipótesis.
  • 32. XI. CÓMO ERA LA ESPARTINAS QUE CONOCIÓ HASEKURA El municipio de Espartinas entre 1616 y 1617 Aunque no se pueda realizar una descripción detallada de cómo era el municipio de Espartinas que llegó a conocer Hasekura, sí tenemos suficientes datos como para hacernos una idea muy cercana. La mayoría de estas informaciones nos han llegado gracias a los trabajos de investigación que en su día desarrollaron Antonio Herrera García y Francisco Amores Martínez, y que sirvieron para editar la obra “Espartinas. Historia. Arte. Religiosidad popular” ya citada en capítulos anteriores. La mayor parte de los datos sobre la población de Espartinas hacia 1616 se pueden deducir del censo realizado quince años después, en 1631, con motivo del proceso de venta del señorío de Espartinas a D. Diego Caballero de Cabrera. Teniendo en cuenta que no hubo en esos años ningún motivo por el que pudieran producirse cambios significativos, son perfectamente trasladables a 1616 las deducciones que Antonio Herrera hace sobre el censo ya citado: “Este censo nos arroja un total de 110 vecinos, añadidos a los cuales los que vivían en las haciendas del término se alcanza la cifra de unos 125.(...) Por supuesto que este número de vecinos era el de las familias existentes, ya que el de habitantes o almas era bastante mayor y, en el caso de este vecindario de Espartinas alcanzaba los 404, que con los de las haciendas del término rebasaba algo los 450. Esto supone una media de algo más de tres personas y media por familia(...). En lo tocante a la dedicación y condición de estos vecinos, sólo se nos indica que tres
  • 33. de ellos eran clérigos, entre los que se contaba por supuesto el cura de la villa, otro era sacristán, varios de ellos estaban empleados como caseros, tanto en las casas que algunos vecinos de Sevilla, propietarios de tierras del término de Espartinas poseían dentro de la propia población, como en las que tenían en las propias haciendas, siete criados y criadas, de los que cuatro de ellos estaban al servicio de la familia Maldonado, y dos esclavas, una de ellas precisamente al servicio de uno de los clérigos. La mayor parte de los vecinos, aunque ello no sea consignado en el texto del censo, se dedicaría casi con toda seguridad a las faenas del campo. Suponiendo que a cada familia censada correspondía una casa, por esas fechas habría en Espartinas unas cien de ellas, poco más o menos, todas ellas alineadas a ambos lados de lo que entonces se llamaba la Calle Real y actualmente constituye la carretera o avenida de la alcaldesa María Regla Jiménez, que era la única calle que por entonces existía. Por fuerza tenemos que figurarnos a estas casas como viviendas muy modestas, con solo la planta baja o con algún soberado para chismes y granos, destacando entre estas casas las de los hacendados sevillanos, en primer lugar las de Melchor Maldonado, que pensamos que son las que actualmente llevan el número 111 (…), ya que coinciden en parte con la descripción que se hace de ellas en la época, al ser una casa espaciosa con bodegas y otras dependencias y que daban a la Calle Real y al camino de Villanueva, y las casas del presbítero Lucas Pinelo y las de los hacendados sevillanos Pedro de Angulo, Tomás de Castañeda y Antonio de Lara”. En el censo de 1631 aparecen las edades de la mayoría de los hijos de los matrimonios censados, lo que nos permitiría (restando los quince años pertinentes) saber incluso los nombres y apellidos de muchos de los habitantes de Espartinas que fueron testigos de la estancia de Hasekura y su séquito, y que coincidirían muchas veces en los caminos y actos de la vida social de Espartinas durante aquel año. Así, p. ej., “Cristóbal Román y Catalina Vela, su mujer, tienen un hijo de edad de 22 años, llamado Bartolomé, y una niña de 2 años, llamada María”. De algunos habitantes, por circunstancias concretas, tenemos constancia más documentada para situarlos en la Espartinas de 1616-17. Es el caso del escribano Pedro Sánchez Borrego, quien consta que en 1631 llevaba ya 30 años ejerciendo como tal en Espartinas. De este último se dice en el censo “Pedro Sánchez Borrego y Ana de Medina, su mujer; hijos, Constanza García de 20 años, Ana de 17 años, Isabel de 15, Catalina de 8, Fernando de 12; criado Juan Becerro. (Todos eran moradores de la calle Real, la única que existía)” Por otra parte, a tenor de otra serie de documentos de gobierno de la villa (de principios del XVII), se pueden deducir otra serie de consideraciones en cuanto al caserío de Espartinas. “Una primera constatación que se efectúa en estos textos es la de que durante el tiempo de todo este proceso no existían aún casas de cabildo o consistoriales en las que el concejo de la villa celebrase sus reuniones o ayuntamientos. Expresamente se dice en un pasaje de la toma de posesión que los cabildos se acostumbraban a tener en la casa del escribano, donde también se guardaban los papeles o archivo del propio concejo. En otro lugar hemos podido leer que alguna reunión del cabildo se celebró en casa del alguacial mayor, Melchor Maldonado, y es muy posible que a veces estas reuniones -que no eran muchas al cabo del año- se tuviesen en casa del alguno de los alcaldes o regidores” “Otras dependencias concejiles o municipales eran la cárcel pública, que se hallaba bajo el cuidado y la vigilancia de un carcelero, que muchas veces solía ser un alguacil ordinario o menor y en las que por lo general aparecían los usuales avíos de este tipo de dependencia, tales como grilletes, cepos o cadenas; la carnicería, que era también generalmente propia del concejo, que las arrendaba, sacándolas anualmente a subasta; un corral del concejo, lugar rodeado de una cerca de estacas y alambres, en el que se encerraban o acorralaban las cabezas de ganado embargadas o el ganado mostrenco del que se desconocía su dueño, y por último unas eras de uso común, que pensamos que podían estar situadas aproximadamente en el lugar que hoy ocupa el
  • 34. Ayuntamiento nuevo y la plaza inmediata”. Ya hemos dicho que el caserío propio de Espartinas se ceñía a las casas que, a uno y otro lado, se asentaban junto a la Calle Real. Podemos entender también que dicho caserío finalizaba antes de llegar a lo que hoy llamamos Plaza de la Cruz, ya que dicha cruz parece situarse (como en otras poblaciones) en el lugar que ocupaba la horca, y que estableció Caballero de Cabrera en la salida de la villa, en el camino Real que iba a Sanlúcar la Mayor. Dentro del término de Espartinas se encontraban dos núcleos de población independientes y de cierta importancia: Paternilla de los Judíos y Cazalla de Almanzor. Además existían ya (y con importancia reseñable) las haciendas de Loreto, Tablantes y Mexina. Paternilla de los Judíos era un núcleo poblacional muy cercano al casco urbano de Espartinas, y tenía iglesia propia. Hacia 1556 “la parroquia de la Asunción de Espartinas estaba íntimamente ligada a la de San Bartolomé, del “lugar” de Paternilla de los Judíos, una pequeña población que existía entonces entre Espartinas y Villanueva del Ariscal; sabemos que ambas parroquias tenían un mayordomo común, unos libros sacramentales también comunes para los fieles de ambas feligresías, y probablemente también un mismo cura párroco. Esta vinculación tendría consecuencias importantes (…) porque cuando la pequeña iglesia de San Bartolomé fue derribada a finales del siglo XVII, por no ser necesaria para la corta población de Paternilla, parte de sus materiales y de su patrimonio pasarían a engrosar el de la fábrica parroquial de Espartinas”. En el censo poblacional de Paternilla de los Judíos aparecen relacionados únicamente 15 habitantes. En cuanto a Cazalla Almanzor, en el censo poblacional de 1631 aparecen 31 habitantes. (siempre entendemos estos datos como población estable, independientemente de los ocupantes temporales motivados por labores agrícolas de temporada). Qué queda del monasterio de Loreto que conoció Hasekura En cuanto a la fábrica del monasterio hemos de recordar que gran parte de lo que hoy conocemos no existía en aquella época, pues lo que nos ha llegado es fruto de las grandes transformaciones que sufrió el monasterio en el siglo XVIII (un siglo después de abandonar Hasekura el Loreto). Fundamentalmente quedan dos elementos: lo que hoy en día es la sacristía (y que en 1616 se correspondía con la “capilla mayor” de la iglesia conventual de entonces) y el claustro denominado mudéjar. Hemos de señalar que, en el primer caso, nos estamos refiriendo básicamente a su parte constructiva, y no a la decorativa. En el caso del claustro también nos referiríamos a los aspectos básicos de su construcción, sin tener en cuenta pequeñas diferencias en lo morfológico que pudieran darse en aquellos momentos. En lo referente a esculturas o pinturas importantes que pudiesen existir hacia 1616 hemos de resaltar, en primer lugar, la imagen de Ntra. Sra. de Loreto, muy distinta realmente a la que conocemos hoy, ya que en aquella época se mantenía como una imagen de vestir. En segundo lugar podemos hablar de la imagen de San Diego de Alcalá, que aún existe. El resto de esculturas y pinturas de cierta importancia que hoy existen son de años posteriores a la estancia de Hasekura en el monasterio. Cómo era la iglesia parroquial que conoció Hasekura Después de algunas importantes reformas, la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la
  • 35. Asunción presenta un aspecto bien diferente a la que conoció Hasekura. Intentaremos dar una idea de cómo era aquel templo y también qué enseres, pinturas, esculturas...que aún conservamos fueron vistas y apreciadas por el embajador japonés. “El núcleo más antiguo del edificio es el espacio constituido por las tres naves con sus cubiertas de tejas al exterior, y al interior las dos hileras de tres arcos cada una sobre anchos pilares que separan la central, más ancha, de las laterales; adosada al último de los arcos estaría la antigua capilla mayor, más pequeña que la actual, pues no había crucero propiamente dicho, y a los pies, en el mismo lugar que en la actualidad, se hallaba el coro y la portada principal, cuya puerta de acceso se correspondía con el campanario en forma de espadaña. Se trataba por tanto de una edificación de tipo mudéjar, no muy espaciosa, que aunque originalmente se edificó en el siglo XVI, hubo de ser muy reformada parcialmente, según todos los indicios, entre 1655 y 1667”. Ya vemos que todo lo referente al actual crucero de la iglesia, capilla sacramental y de la Virgen de Consolación, y actual sacristía no existían en 1616. Por supuesto el retablo mayor que tenía entonces el templo era bien diferente al de ahora . Tampoco existía en 1616 el friso arquitectónico que recorre la parte superior de los arcos de la nave central . En cambio es muy posible que, salvo algunos retoques decorativos, ya existiese la actual espadaña-campanario de la parroquia. De las esculturas puede afirmarse que ya existían el Cristo de la Sangre, una Virgen del Rosario (anterior a la actual) y la Virgen de Consolación. También existían en aquel entonces la magnífica Cruz Parroquial, el cáliz de estilo tardogótico, un copón de traza renacentista y un vaso para el Viático, de finales del siglo XVI. Cómo era la hacienda de Mexina hacia 1616 Las noticias que tenemos sobre Mexina no corresponden exactamente a 1616, sino a unos cincuenta años antes. Pero poco podía variar, en aquella época, la fisonomía de una hacienda como Mexina en tan pocos años. Como ya dijimos, era propiedad de D. Diego Caballero de Cabrera, hermano de Luis Sotelo. La heredaría otro Diego Caballero de Cabrera (hijo de aquel) que sería el primer señor de Espartinas, por compra de dicho señorío a la Corona en 1631. Sabemos que hacia 1555, además de los olivares y viñas que correspondían a la propiedad, contaba Mexina con “molinos de aceite, almacén de sal, norias, albercas, lagar de piedra y viga saliente, palomar, hornos, silos, silos de aceitunas, caserío, bodegas, una arboleda y casas cogederas”. Seguramente en este “caserío” se habrían albergado los acompañantes japoneses de Hasekura en el caso de que hubiesen terminado recalando en Mexina. Hay que tener en cuenta que ordinariamente los dueños de Mexina vivían en la capital hispalense y que estas haciendas estaban perfectamente preparadas para alojar transeúntes por más o menos tiempo. “Asentada sobre una antigua alquería, la Hacienda de Mejina estaba dedicada principalmente al cultivo del olivar y viña, hecho que hemos podido deducir viendo en el inventario de los bienes cómo las tierras que estaban vinculadas a la Hacienda estaban dedicadas al cultivo de la vid y el olivo. También suponemos que debió dedicarse a la industria derivada de dichas materias primas, como quedaba probado con la existencia de molinos de aceite o bodegas en la hacienda”. Así que, conviviendo con estas tareas agrícolas (según los ciclos y estaciones) y con el personal dedicado a las tareas de recolección y manufactura, debieron pasar esos meses los japoneses que acompañaban a Hasekura.
  • 36. XII. CIRCUNSTANCIAS DE LA VIDA DE HASEKURA Y SU SÉQUITO EN ESPARTINAS
  • 37. Apoyados en algunos datos históricos, lo que hacemos a continuación no es más que una serie de reflexiones alrededor de las circunstancias que rodearon el tiempo de vida de Hasekura y su séquito en Espartinas durante su segunda estancia. A veces se podrán considerar como hipótesis; otras únicamente como circunstancias a “tener en cuenta” de cara a futuras investigaciones y reflexiones. Un tratamiento especial daremos a la manutención de Hasekura y sus acompañantes en el monasterio de Loreto (manutención que, como veremos inmediatamente, corrió en su mayor parte por cuenta de los frailes). Para todo este tema hemos reservado el ANEXO III, al final de este trabajo. Circunstancias de penuria económica En la carta que con fecha de 27 de junio de 1617 Fco. de Tejada remite a Juan Ruíz, se dice expresamente de Hasekura y los cinco japoneses que le acompañarán en el viaje que “Están con tan gran necesidad de todo, que al embajador ha sido menester vestirle de los pies a la cabeza y a sus criados remendallos para que no vayan descalzos y desnudos”. También es muy reveladora la carta de Sotelo al Rey, en abril de 1617, en que declara cómo Hasekura “(...) está tan alcançado que tiene necesidad le sustente el convento donde está (...)”. Estas noticias tan gráficas nos puede dar una idea de que la permanencia de Hasekura y su séquito se desarrolló en unas circunstancias de penuria económica. Ante esto hay que realizar algunas consideraciones que ayuden a comprender estas circunstancias. En primer lugar hay que recordar que la misión diplomática, a la vista de las autoridades españolas, había perdido sentido hacía ya mucho tiempo, con lo que era comprensible que dichas autoridades entendiesen que los gastos que debieran generarse por esta misión se deberían reducir al mínimo imprescindible. Pero a esto hay que sumar la negativa de Sotelo y Hasekura a embarcar cuando les correspondía y el “enfado” que esto produjo en los gobernantes españoles. Hasta tal punto que, por parte de estos últimos, optan por la actitud de “cortar toda comunicación”. De alguna manera, Hasekura y los suyos quedan a la ventura de lo que Luis Sotelo, de forma personal, pudiera hacer por ellos. Se entiende, por lo descrito, que no pudo llegar a más de darles alojamiento y manutención. No obstante, parece que Hasekura y los suyos pudieron contar con algún dinero. El 10 de junio de 1616 la Casa de Contratación entrega 375.000 maravedíes a la embajada japonesa “para su aviamiento” en el viaje de vuelta. Sabemos que al final sólo se embarcaron 13 japoneses, quedándose el resto con Hasekura en Espartinas. ¿Qué pasó con ese dinero? Sabemos que al año siguiente (el 25 de junio de 1617), Pedro Bravo Dávila remite al Consejo una petición de Fray Luis Sotelo en la que, entre otras cosas, pide para la vuelta “(...) alguna ayuda de costa para el dicho embajador, que la del año pasado se a gastado en averse sustentado y en aver encaminado la más de la gente que tenía en la flota que fue a Nueva España(...)”. Es decir, los 375.000 se usaron en el regreso de aquellos trece japoneses y en el sustento de los que se quedaron durante un año. Esta situación de penuria permanente pudo animar a algunos de ellos (por lo estudiado, creemos que en concreto podemos hablar de dos japoneses) a abandonar el grupo para buscar recursos propios de subsistencia: en definitiva, comenzar una nueva vida. Quizá al principio existía la esperanza de que, de forma rápida, pudieran llegar noticias positivas de la Corte. Pero a medida