"Historia Verdadera de lo que aconteció al Embajador Hasekura y sus acompañantes durante el tiempo que estuvieron en Espartinas y otros episodios vividos por los Japoneses que quedaron en España"
Escrito por Ángel Luis Schlatter Navarro.
"True story about Hasekura Ambassador during his stay in Espartinas"
Written by Ángel Luis Schlatter Navarro.
2. recalando en Espartinas?..................................................................................... 23
VI.- ¿Qué periodo de tiempo permanecieron en Espartinas los miembros
de la Embajada Keicho?...................................................................................... 32
VII.- ¿Cuántos miembros de la Embajada Keicho permanecieron con
Hasekura en Espartinas?..................................................................................... 34
VIII.- ¿Quiénes fueron los japoneses que acompañaron a Hasekura en
Espartinas?.......................................................................................................... 37
IX.- ¿En qué lugar de Espartinas estuvieron viviendo los miembros de
la Embajada Keicho?.......................................................................................... 40
X.- Reliquias de los mártires japoneses llegadas al monasterio de Loreto........ 43
XI.- Cómo era la Espartinas que conoció Hasekura.......................................... 47
XII.- Circunstancias de la vida de Hasekura y su séquito en Espartinas........... 54
ANEXO I.- La “Cuestión Numérica” en la Embajada Keicho.................... 68
ANEXO II.- La cuestión del “Capitán Thomás”........................................... 88
ANEXO III.- Nuevos hallazgos documentales sobre miembros de la
Embajada Keicho que se quedaron en España.............................................. 91
ANEXO IV.- Gastronomía en el monasterio de Loreto durante la estancia
del embajador Hasekura y su séquito........................................................... 100
I. Fuentes Documentales para nuestro estudio................................................. 100
II. A modo de consideraciones generales......................................................... 104
III. Algunas costumbres referentes a las comidas en las comunidades
franciscanas...................................................................................................... 109
IV. Cómo era el refectorio................................................................................ 112
V. Cómo era la cocina...................................................................................... 114
VI. Alimentos consumidos en el monasterio de Loreto a principios del
siglo XVII...................................................................................................... 116
VII. Recetas preparadas en el monasterio de Loreto..................................... 127
VIII. El monasterio de Loreto y otras noticias culinarias.............................. 139
Documentación consultada............................................................................ 143
Bibliografía citada.......................................................................................... 148
3. PRÓLOGO
En junio de 2013 salía de imprenta la obra “La estancia de la Embajada Keicho en
Espartinas”. Del prólogo de aquella edición entresaco estos dos párrafos:
“Este pequeño trabajo pretende arrojar luz sobre un capítulo -quizá el más
desconocido- de la Embajada Keicho (1613-1620): la estancia del embajador Hasekura y su
séquito en el municipio de Espartinas (Sevilla).
La gran novedad de este trabajo sería determinar la existencia de dos estancias de la
Embajada Keicho en Espartinas (y no de una sola, como hasta ahora se creía). La primera -más
breve- se produciría durante la estancia en Sevilla, entre octubre y noviembre de 1614. De la
segunda -de más de un año de duración, antes de partir hacia Japón- ya se tenía noticia, pero en
este trabajo se desvelan muchos aspectos desconocidos sobre las circunstancias que la rodearon.”
Ahora, tras siete meses, después de llegar a nuestras manos nuevos documentos que
matizaban algunas de las hipótesis planteadas, se veía necesario hacer una nueva edición que
actualizara una investigación plenamente viva. No obstante, como gran parte del libro reproduce la
primera edición veíamos fundamental aclarar en este prólogo cuáles serían las grandes novedades
que ahora se aportan y que serían:
1.- La incorporación de un ANEXO III en el que se interpretan los últimos hallazgos documentales
sobre miembros de la embajada Keicho, consistentes en la aparición de expedientes matrimoniales,
partidas de bautismo, defunciones, etc. relativos a los japoneses que se quedaron a vivir en España.
Como veremos en dicho Anexo, la extendida creencia de que estos japoneses se habían quedado a
vivir en Coria del Río hizo que, en nuestro primer libro, obviaramos cualquier investigación al
respecto. La aparición de los documentos anteriormente referidos dan un vuelco a la investigación:
los japoneses que vinieron acompañando a Hasekura y que terminaron quedándose en España
estuvieron siempre ligados a la familia de D. Diego Caballero de Cabrera, hermano de Luis Sotelo,
con propiedades en Sevilla y Espartinas.
2.- La incorporación de dos nuevos documentos que testimonian la estancia del embajador
Hasekura en Espartinas (Capítulo III), así como un refuerzo probatorio en cuanto a la primera
estancia en la Hacienda de Mexina de Espartinas (notas a la 1ª Parte) y algunas alusiones al ya
citado Anexo III (expediente matrimonial) en los textos que se ven afectados (toda la “Cuestión
Numérica” del Anexo I, y capítulos VI, VII y VIII).
3.- Por último se ha podido realizar un estudio bastante fiable sobre la alimentación de los
miembros de la embajada Keicho que permanecieron en el monasterio de Loreto entre 1616 y 1617.
A este curioso tema se dedica por completo el Anexo IV.
4. Ya hemos dicho que se mantiene el interés en el estudio de la “cuestión numérica” de
esta Embajada (anexo que también se ha visto enriquecido con algunos datos nuevos) intentando
cuadrar todas las informaciones al respecto. Dicha cuestión va clarificándose a grandes pasos y
esperamos en no mucho tiempo poder aportar una serie de nuevas informaciones que terminen
cerrando las incógnitas al respecto.
En fin, las modificaciones han sido de tal envergadura que hemos optado por considerar
este trabajo como una nueva obra (con su nuevo título) y no como una segunda edición aumentada
y corregida. Aún así, ante el temor de que todos aquellos que accedieron al primer trabajo pudieran
pasar directamente a los nuevos epígrafes, dando por conocido los que ya existían bajo las mismas
nomenclaturas, nos parecía básico advertir del enriquecimiento general de todo el texto para que
éste fuese correctamente aprovechado por los interesados en el tema.
.
5. I. UN BREVE ACERCAMIENTO A LA EMBAJADA KEICHO
Quizá para muchos este pequeño trabajo sea el primer acercamiento a la que se ha
denominado “Embajada Keicho”. Por ello nos ha parecido conveniente introducir este estudio con
una somera visión de lo que fue aquel acontecimiento.
La “Embajada Keicho” (1613-1620) puede considerarse como la segunda misión
diplomática japonesa dirigida a Occidente . Sobre este hecho histórico existen ya suficientes
estudios como para hacerse una idea de su desarrollo y alcance . También puede considerarse
localizada y estudiada la totalidad de documentos coetáneos que existen sobre esta embajada .
De forma resumida -por no atender al objeto de este estudio- y para poder encuadrar el
motivo de este viaje, presentaremos -en primer lugar- el desarrollo y fines de esta embajada.
En 1613 el Sr. feudal Date Masamune decide enviar una embajada encabezada por el
samurai Hasekura Rocuyemon al que acompañaban, aproximadamente, otros ciento ochenta
japoneses. También lo acompañaba el franciscano español Fray Luis Sotelo, verdadero inspirador
de esta misión. A su papel de traductor sumaba, principalmente, el de acompañante y defensor de
los objetivos de esta embajada, objetivos que podrían resumirse principalmente en dos: establecer
de forma permanente relaciones comerciales con España, así como el envío de misioneros para
potenciar la evangelización de aquel país.
La embajada tiene dos destinos geográficos muy concretos: Madrid (donde radicaba la
Corte de Felipe III) y Roma (para entrevistarse con el Papa). La expedición sale de Sendai el 28 de
octubre de 1613, embarcando en un galeón construido expresamente para realizar el viaje hasta
Acapulco. En esta ciudad tiene lugar una revuelta debido al carácter belicoso de los japoneses.
Desde allí, ya muy reducida en número, atraviesa el territorio mexicano para embarcar en Veracruz
con destino a la Habana y terminar atravesando el Atlántico, hasta atracar en Sanlúcar de
Barrameda el 5 de octubre de 1614. Ascienden por el Guadalquivir en dos galeras llegando a Coria
del Río, donde han de esperar a que las autoridades de la ciudad de Sevilla tengan preparado el
recibimiento “oficial”, cosa que ocurre el 21 de octubre de 1616 y que pasó por ser uno de los más
sonados que se recordaban en la ciudad .
Como veremos más adelante, a mediados del mes de noviembre los miembros de la
Embajada Keicho permanecerán en Espartinas, en concreto en la hacienda de Mexina. Este episodio
conformará una primera parte de nuestro trabajo.
El 25 de noviembre parten de Sevilla hacia Madrid. En la Villa y Corte permanecen
alrededor de ocho meses. Hasekura recibe allí el Bautismo. Se incorpora a la embajada el intérprete
y cronista Scipione Amati. Desde Madrid (donde, diplomáticamente, no son atendidas las
expectativas de los embajadores) continúan hasta Barcelona, en donde embarcan con destino a
Génova, para seguir viaje hasta Roma. Allí son recibidos por el Papa Paulo V el 3 de noviembre de
1615. La embajada es objeto de grandes ceremonias y desfiles, pero siguen sin arrancar
compromisos concretos de cierta envergadura. De regreso vuelven a pasar por Génova y Madrid,
saliendo de la Corte en abril de1616 con destino a Sevilla. Desde allí deberían embarcar en la flota
que saldría hacia Nueva España poco después, en el mes de junio, para continuar -finalmente- hacia
Filipinas y Japón.
6. Este último episodio es el que más desarrollamos en nuestro estudio ya que, lejos de
recalar en Sevilla y embarcarse en dicha flota, tanto Luis Sotelo como Hasekura -y algunos de los
japoneses- terminan permaneciendo en el monasterio de Loreto (Espartinas) alrededor de un año
para salir definitivamente hacia Japón el 4 de julio de 1617. Hasekura terminaría llegando a su tierra
en 1620.
7. II. EL OBJETIVO DE LA PRESENTE INVESTIGACIÓN
Ya hemos aludido a la existencia de muchos trabajos de investigación sobre la
Embajada Keicho. Gracias a ellos tenemos un conocimiento bastante pormenorizado de su
desarrollo. En algunas ocasiones, a través de documentos y crónicas muy detalladas de la época, se
pueden describir bastantes curiosidades y circunstancias de cada uno de los episodios de esta
embajada.
En cambio, cuando llega el momento de aludir a las estancias de Hasekura y su séquito
en Espartinas, las referencias son muy parcas y, a veces, a nuestro entender, poco claras. De hecho,
en referencia a la segunda estancia en Espartinas -la más larga- en el trabajo de Víctor Valencia
Japón (al que a partir de ahora aludiremos con frecuencia) hay una expresión clara de esta
circunstancia: “La suerte de la reducida delegación, retirada o refugiada al principio en el
convento de Loreto, se torna a partir de ese momento oscura. Nada sabemos en concreto sobre lo
que hicieron o a qué se dedicaron durante gran parte del año que restaba hasta la partida de la
nueva flota”.
En cuanto a la primera estancia -en Mexina, en noviembre de 1614- nadie hasta ahora
había caído en la cuenta. Un poco más abajo detallaremos este episodio y sus circunstancias.
Evidentemente -por su duración y la existencia de mayores datos- damos mayor
importancia a la segunda estancia (junio 1616-julio 1617). Refundiendo algunos de los trabajos a
los que hemos aludido -y centrándonos siempre en lo relativo a esta segunda estancia de Hasekura
en Espartinas y sus circunstancias- podríamos quedarnos con el siguiente desarrollo de los hechos:
Fray Luis Sotelo, Hasekura y un séquito de japoneses, saldrían de Madrid en abril de
1616 hacia Sevilla con la indicación expresa de embarcar hacia Japón. Los principales objetivos de
la embajada (compromisos de establecer formalmente relaciones comerciales y un envío masivo de
misioneros) no se habrían conseguido por diversas circunstancias.
Parece ser que, llegando a Sevilla, Luis Sotelo sufre la rotura de una pierna, mientras
que Hasekura padece unas fiebres, motivos que esgrimen para no embarcarse en la flota, cuando ya
todo estaba preparado. Sí parten, en cambio, dos religiosos y otros trece japoneses, miembros de la
embajada, en un navío que, con unos días de retraso (por tener que sustituir al maestre de la nao,
que había caído enfermo), sale el 1 de agosto de 1616 para alcanzar e incorporarse a la flota que
había partido el 5 de julio. Algunos historiadores ven en estas dolencias meras excusas para seguir
negociando con la Corte la posibilidad de arrancar algún compromiso de cierta relevancia con que
volverse a Japón,, aunque parece aceptarse que las dolencias (rotura de pierna y fiebres) existieron
realmente.
La convalecencia de ambos la habrían pasado en el monasterio de nuestra Señora de
Loreto (Espartinas). Este embarque fallido produce un gran enfado en las autoridades españolas,
que tenían muy clara la inviabilidad -en esos momentos- de alcanzar los objetivos de la embajada;
también era evidente lo gravoso que estaba resultando para el erario español toda aquella misión,
que ya carecía de expectativas. Al cabo de un año, sin haber conseguido sus objetivos, no tienen
más remedio que embarcar en la flota que parte el 4 de julio de 1617 hacia Nueva España.
8. A tenor de lo descrito, teniendo en cuenta que Hasekura y su séquito permanecen
alrededor de un año en Espartinas, nos parecía muy pobre la información que poseemos de esta
estancia (más aún si consideramos las extensas relaciones, noticias y detalles que se han conservado
sobre todo lo acaecido anteriormente). Además -como veremos más adelante- algunas de las
referencias a la estancia en Espartinas y las interpretaciones que se han hecho de las mismas nos
parecen -al menos- poco claras, incompletas y, a veces, incorrectas.
Pretenderíamos con este trabajo hacer un examen profundo sobre los documentos y
noticias que tenemos acerca de esta segunda estancia de Luis Sotelo, Hasekura y su séquito en
Espartinas, a la vez que intentaremos deducir las circunstancias y acontecimientos de dicha
estancia. Éste será, pues, el objetivo fundamental de esta parte de nuestra investigación, que
podríamos circunscribir a las cuestiones que a continuación enumeramos:
· Por qué hay tan poca información sobre esta estancia.
· Por qué deciden Hasekura y sus acompañantes permanecer en Espartinas y no en Sevilla.
· .Qué período de tiempo permanecieron en Espartinas.
· Cuántos miembros de la Embajada Keicho vivieron en Espartinas.
· Quiénes fueron estos miembros.
· En qué lugar residieron.
· Cómo era la Espartinas que conoció Hasekura.
· Circunstancias de la vida de Hasekura y su séquito en Espartinas.
A las cuestiones anteriores hay que añadir ahora -como se verá detalladamente en el
ANEXO III de este trabajo- la posibilidad de que algunos de los miembros de la Embajada que se
quedaron en España desarrollaran su vida de forma permanente o temporal en Espartinas. Este
interesantísimo tema seguirá abierto cuando este libro haya sido publicado ya que las nuevas líneas
de investigación siguen provocando sorpresas. Pero, por ahora, ya hay mucho que contar.
Intentaremos ir dando respuesta a cada una de estas cuestiones a tenor de los
documentos existentes y tras el examen de los diferentes estudios históricos que se han
desarrollado.
Antes de pasar a examinar las dos permanencias a las que hemos aludido, plasmaremos
en el siguiente epígrafe las fuentes que testimonian la existencia y características de las mismas.
III. FUENTES QUE TESTIMONIAN LA ESTANCIA DE HASEKURA Y SU SÉQUITO EN
ESPARTINAS.
9. Ya hemos indicado que en muchos de los trabajos sobre la Embajada Keicho se hace
referencia a la permanencia de Hasekura y parte de sus acompañantes en el monasterio de Loreto
entre junio de 1616 y julio de 1617. También hemos reseñado como -respecto a la primera estancia,
en noviembre de 1614- parece que nadie había reparado en ella. Lo que pretendemos ahora es
identificar en qué documentos coetáneos se citan de forma expresa estos hechos. Hemos logrado
localizar los siguientes:
1ª.- Comenzaremos por lo relatado en el Libro Memorial del monasterio de Loreto. No es éste un
documento contemporáneo a los hechos, ya que está redactado mucho tiempo después, seguramente
a tenor de unos documentos que hubieron de existir en el monasterio pero que (como veremos más
adelante) se han perdido. Es un libro manuscrito en el que, en la página 190, se dice:
“Vivió también en este Convento el Glorioso mártir Fr. Luis Sotelo natural de Sevilla.
De aquí salió con el Embajador del Japón en donde ya estaba para Madrid y Roma llendo también
de Embajador; de vuelta pasaron aquí el dicho P. Fr. luis, el Embajador y Criados hasta que
tuvieron orden de marchar al Japón donde padeció glorioso martirio.” Al margen, existe la
siguiente anotación con el siguiente texto: “Trajo a este Convento el P. Fr. Luis Sotelo una Reliquia
del Sto. Mártir S. Pedro Bautista, Comisario del Japón, que hoy está en la Sacristía con su
auténtica.” (Libro Memorial, A, 2º, pág 190)
2º.- Carta de Fco. de Tejada, Presidente de la Casa de Contratación, dirigida a Juan Ruíz de
Contreras, Secretario del Consejo de Indias.
“(...) saber que yban enbarcados en ella los Japones y esperamos enbiase abiso de lo que en este
ha habido. Pero esta mañana tuvimos noticia de que el Embaxador del Rey de Boju no se
enbarcaua, antes se habia ydo tres leguas de aquí al Conbento de Loreto de frailes Recoletos de
la Orden de S. Francisco y al punto, entendiendose que estaua en esta Ciudad el P. Fr. Luis
Sotello, yo el Presidente le enbie a adbertir del inconveniente que tenía quedarse el dicho
embaxador y de la orden que tiene de V. Magestad en carta del Secretario Juan Ruíz de Contreras
de 28 de junio para que en cumplimiento se ordenasse que no se quedase. Y por no haberse
hallado y entendiose de otros frayles estaua también en el dicho Conbento de Loreto con el dicho
embaxador adonde habia ydo a persuadirle que se embarcasse como antes lo había hecho por si y
por otras personas y que por verle Resuelto a que no saldria deste Reyno sin carta de V. Magestad
para su Rey por ningún caso, se enbio un escribano de esta casa al dicho conbento a hacer la
dicha diligencia de que habiendo buelto se dará cuenta a V. Magestad supuesto que estando allí el
Embaxador es imposible alcanzar la flota. De Sevilla 6 de julio de 1616.
D.Fco. de Tejada y Mendoza, Don Melchor Maldonado, D. Antonio López de Calatayud. D.
Antonio Manrique.”
A.G.I., CONTRATACION, 5172, tomo 2º
3º.-Carta a Juan Ruíz Contreras, remitida también por la Casa de Contratación (Fco. de Tejada, etc.)
“En carta de 6 de este mes dimos cuenta (….........) porque en ella se podría hacer que embarquen
los Japones y su embaxador que se ha retirado al Conbento de Frayles Recoletos de San
10. Francisco llamado Loreto tres leguas de aquí como lo avisamos a V. Magestad en la dicha carta
habiendose hecho con el y con el P. Fray Luis Sotello diligencia para que le hiziesse embarcar en
cumplimiento del orden de V. Magestad. El dicho embaxador respondio que sin llevar carta de V.
Magestad para su Rey no lo puede hazer.(...)”
8 de julio. Fco de Tejada y Mendoza, etc.
A.G.I., CONTRATACIÓN, 5172, tomo 2º
4ª.- La cuarta fuente se localiza en el Archivo General de Indias y es una Consulta del Consejo de
Indias, con fecha de 27 de agosto de 1616, con carta de Francisco de Tejada al Consejo de Indias,
en la que se describe la excusa del embajador de Japón para no embarcar de vuelta a su país:
“(…) se excusó de hacer este viaje en esta nao, por indisposición y hallarse sangrado
algunas veces con resolución de no salir sin salud de este convento donde estaba cerca de Sevilla.
Y que viendo esto don Francisco, acordó de despachar casi toda su gente, como en efecto lo hizo,
enviando dos religiosos en su compañía (...)” A.G.I., FILIPINAS 1, N. 174.
5ª Carta de fray Luis Sotelo, dirigida al Rey. Con fecha de 20 de abril de 1617. Este documento es
muy interesante para varios aspectos de nuestra investigación. En negrita señalaremos lo que ahora
más nos afecta:
“Después de haber besado la mano a Vuestra Magestad, el año passado para
embarcarme con el embajador del Japón en la flota que fue a la Nueva España, viniendo a Sevilla
en el camino se me quebró una pierna; convalecido algo de ella hize la instancia posible al
embajador para que nos embarcásemos y como no tuviesse despacho alguno ni respuesta de
Vuestra Magestad para su Rey determinó de no hazerlo, y aunque después de la partida de la flota
llegó la respuesta no teniendo por seguro embarcarse en el navío que avía quedado atrasado por
hallarse falto de salud, deseoso que yo convaleciese más tampo(co) se embarcó en él, y así a
passado este año en un convento de la Horden retirado de Sevilla poco más de dos leguas,
ocupado en sanctos exercicios, y dando muy buen exemplo a todos (….) porque la merced y costa
que se le hizo merced el año passado se gastó en embarcar y enviar su gente adelante, y agora se
halla tan alcançado que tiene necesidad le sustente el convento donde está, y pues el quedarnos
fue caso contingente y falta de salud suya y mía, que en tan larga peregrinación es muy posible
averlos, y si uviéramos ido en el navío atrasado uviéramos muerto según lo que escriven
padecieron en el camino (...)”
A.G.S. Cód. de Ref. EST,LEG,263,75
6ª.- Carta de Francisco de Tejada a Juan Ruíz, sobre la orden de embarcar al Embajador y a Sotelo,
existente en A.G.I., FILIPINAS 200, N.212. Por su interés para todo nuestro trabajo, la
transcribimos completa:
“Por carta de 13 de este me dice V.M. Que habiendose visto en el Consejo lo que yo escribí en
carta de 6 del presente, acerca de la diligencia que hice con el padre Sotelo para que el embajador
del Rey de Boxú hiciese precisamente su viaje en la flota que se está aprestando para la Nueva
España, y lo que contiene el memorial suyo que iba con ella, le ha ordenado que de su parte me
diga, dé orden cómo en todo caso se embarque en esta ocasión sin admitirle excusa ni réplica,
acomodándole de manera que vaya decentemente, y con la mayor moderación que se pudiere y que
lo que para esto fuese necesario, lo tome de cualquiera Hacienda de su Magestad que hubiere en
esta Casa, y no lo habiendo en ella, lo busque prestado de cualquier parte con que no exceda de
seiscientos ducados, y que si el padre Sotelo quisiese ir con el embajador, lo haga, y si no se quede.
Y que yo avise de qué género de hacienda me valgo de este dinero, para que se diga a su Magestad
11. y lo mande librar donde se cobre con efecto, para que se restituya a la parte donde se tomare en
cuya razón se despachará luego cédula de su Magestad.
Aunque me hallo con poca salud envié al punto a buscar al padre Sotelo, y no estaba
en la ciudad. Vino hoy, y dile a entender la voluntad de su Magestad de que debía de estar muy
desimaginado, y con resolución del embajador de quedarse, porque dice que de las nuevas que se
han tenido con este último navío de aviso, del Japón, por el que de allí llegó a Nueva España, pone
duda en la seguridad de su persona cuando vuelva. Y que así quería entretenerse en este Reyno
hasta saber el estado que aquello tiene. Yo le repliqué que esto podría entenderse más de cerca en
la Nueva España, y que la ida de aquí se había de ejecutar, pesandome que me obligase a usar de
rigor y violencia, y que así se lo dijese al Japón, y me respondiese luego. Con que se partió a
donde esta que es cerca de aquí. Pide también el padre Sotelo orden para que el Virrey de Nueva
España los entretenga y ayude para la embarcación. Yo usaré del término y palabras que pudiere
más apretado, para que este embajador se resuelva a partirse; pero no habiéndolo, no me
atreveré a sacarle con violencia del Monasterio de frailes descalzos donde vive desde que llegó,
que llaman de nuestra Señora de Loreto, ni tengo órden expresa para ello, ni sé cuánto convenga
a la grandeza de su Magestad echar por este modo de sus Reynos, a un embajador a quien tanto ha
honrado en ellos, queriendo valerse de su protección y amparo, en tiempo que juzga por tan
peligroso volviese a su tierra cristiano, habiendo salido de ella Gentil, y no haciendo costa en su
asistencia. Guarde Dios a V.M. Como deseo, de Sevilla a 20 de junio de 1617”.
7º.- Expediente de información del matrimonio entre Juan Agustín Japón y Ana de Barahona,
localizado en AGAS, Matrimonios ordinarios, letra J, 1616.
“(...) E luego el dicho contrayente presentó por testigo un honbre moço que se dixo llamar Juan
Bautista y ser de nacion Japon y que sirve a el embaxador del Japon que al presente esta en el
Convento de nuestra Sra. de Loreto, del qual fue recibido juramento en forma de derecho de dezir
verdad (...)”
Estas son las fuentes y documentos que hemos podido localizar en las que se alude de
forma expresa a la estancia de Luis Sotelo, Hasekura y parte de su séquito en Espartinas antes de su
regreso a Japón. Sólo el Libro Memorial cita al séquito como residentes del convento; los otros
documentos no incluyen a posibles acompañantes, salvo el 3º citado, en que no queda claro (aunque
parece ser que no los nombra porque usa una forma verbal singular: “se ha retirado”).
En cuanto a la primera estancia, el documento que la atestigua es la carta que el Conde
de Salvatierra, Asistente de Sevilla, dirige el 1º de noviembre a Antonio de Aróstegui, informando
de la Embajada y algunas impresiones sobre ella. Ha de entenderse -como intentaremos demostrar
más adelante- que la “cassa de campo” a la que se refiere es la Hacienda de Mexina, en Espartinas:
“(...)El hombre es prudente y muy atento a todo. Está muy agradecido de lo que aquí se a hecho
con él. Su partida no se sabe porque el miércoles quieren yrsse a una cassa de campo que esta a
una legua desta çiudad, a componersse de vestidos de imbierno y de otras cosas que diçen tienen
necesidad para el camino. (...)”
A.G.S., Cód. Ref. EST,LEG,255.233
12. 1ª Parte
LA ESTANCIA DE LA EMBAJADA KEICHO EN
ESPARTINAS EN NOVIEMBRE DE 1614
Acabamos de referirnos a una carta en la que se habla de una “cassa de campo que esta
a una legua desta çiudad”. Por nuestra parte no podemos concluir –y esto defenderemos a
continuación- que esta casa no sea otra que la hacienda de Mexina (Espartinas) propiedad de D.
Diego Caballero de Cabrera, hermano de Luis Sotelo. Este hecho -que sepamos- no había sido
reseñado hasta ahora.
En Sevilla sabemos que sólo una parte de la embajada residió en el Alcázar. No
sabemos dónde residirían el resto de los japoneses. Pudieron quedarse en el convento de San
Francisco, donde originariamente estaba previsto que se albergaran todos, si no mediasen algunas
personas (seguramente haría especial hincapié el mencionado Diego Caballero, que era veinticuatro
de Sevilla) para “realzar” el alojamiento de los miembros principales.
Durante unos días se suceden los actos protocolarios de recibimiento hacia la Embajada,
con asistencia al Cabildo de Sevilla, visita a la Catedral, recibimiento de nobles y autoridades, etc..
Poco a poco se iría acercando el momento de partir hacia Madrid y Roma así que, en previsión de
tan larguísimo viaje y duraderas estancias, los miembros de la embajada (principalmente el séquito
japonés) habrían de proveerse de la ropa necesaria (sobre todo de abrigo) para todo este periodo.
Confeccionar tanta ropa -con las sucesivas pruebas y arreglos pertinentes- llevaría, ya de por sí,
mucho tiempo. Simplificaría mucho el que todos estuviesen “reunidos”. Quizá esto último debió
animar a buscar un lugar apartado en el que -lejos de visitas y otros entretenimientos- pudieran
concentrarse en confeccionar todo el vestuario necesario.
Sabemos por la misma carta que, además de la ropa, tenían otras necesidades para el
viaje. Aunque no se especifican, pudiera tratarse muy bien de acopiar alimentos básicos de primera
calidad, bien para consumo o bien para corresponder protocolariamente a futuros anfitriones.
El lugar escogido convenía que fuese una “casa de campo”, retirada del bullicio de la
ciudad y agrícolamente rica.
Si estaban recién llegados del viaje, venían de la mano de Luis Sotelo, el hermano de
este fraile estaba haciendo de anfitrión y era además dueño de una hacienda que reunía
perfectamente todas las características citadas ¿se podría pensar en que esa casa de campo no fuese
otra que la de Mexina?. A todo esto hay que sumar una circunstancia clave: la existencia del
franciscano monasterio de Loreto, a penas a cuarenta minutos andando desde la hacienda de
Mexina. En este monasterio podría residir Fr. Luis Sotelo durante esos días, teniendo muy cerca a
los recien llegados japoneses.
13. En la misma carta se especifica que la casa se encontraba “a una legua desta çiudad”.
Sabemos que la legua se correspondía aproximadamente con unos seis kilómetros. Para tratar sobre
este dato hay que hacer algunas consideraciones. Por una parte hay que tener en cuenta que en una
carta no hay que tomar el dato como exacto sino aproximado. Así, p. ej., en una de sus cartas,
Francisco de Tejada dice que el monasterio de Loreto se encontraba a tres leguas, mientras que
Sotelo, en su carta al Rey de 20 de abril de 1617 dice que el monasterio está “retirado de Sevilla
poco más de dos leguas”.
También habría que tener en cuenta desde dónde se empieza a medir la distancia: podría
ser desde el crucero de salida por la parte de Triana, que viene a corresponderse con el actual
emplazamiento de la actual Capilla del Patrocinio. Decimos esto porque, efectivamente, Espartinas
se encontraba ubicada en el Camino Real hacia Huelva. Pero también hay que considerar que
Mexina se encuentra desviada de este camino, y que habría caminos alternativos para acortar el
viaje.
Después de considerar todo lo anterior y teniendo en cuenta que, geográficamente, la
distancia aproximada entre la Capilla del Patrocinio y la hacienda de Mexina es de 8,8 kms. no
resulta aventurado asimilar esa distancia a la -también aproximada- legua de que se habla en la carta
(realmente se trataría de legua y media).
Por todo lo anterior consideramos como hipótesis más que probable que sea la hacienda
de Mexina la casa de campo a la que se refiere la carta del Asistente de Sevilla.
¿Qué tiempo permanecieron allí? En la carta se habla del siguiente miércoles como día
de salida. La carta se firma el sábado 1 de noviembre de 1614, luego estarían hablando del
miércoles 5 de noviembre. La partida definitiva desde Sevilla tuvo lugar el 25 de noviembre, pero
realmente ya estaba prevista para el jueves 20 de noviembre. Por todo ello se supone que el séquito
debería haber llegado a Sevilla algunos días antes. En fín, hay que concluir que la estancia de la
Embajada en Mexina vendría a durar una semana aproximadamente o diez días a lo sumo (entre el 5
y el 15 de noviembre).
Es de suponer que el séquito japonés estaría acompañado por el fraile Luis Sotelo y,
seguramente, los otros miembros no japoneses de la embajada (Francisco Martínez Montaño y
Gregorio Mathías). También es probable que les acompañasen Fr. Ignacio de Jesús. Ya hemos
contemplado el que Sotelo (y, en su caso, algún otro fraile) hubiera podido pasar esos días en el
monasterio de Loreto, aunque no dejaría de estar muchas horas en la casa de su hermano, junto a
toda la Embajada. Esta posible y breve estancia en el Loreto pudo dar origen a la expresión “de
aquí salió”, referida en el Libro Memorial del monasterio, de lo que se hablará más largamente en
el epígrafe V de este trabajo.
Todas las circunstancias relativas a cómo era la hacienda de Mexina y su entorno (el
municipio y tierras de Espartinas) se desarrollan de forma extensa en los apartados correspondientes
de este trabajo (en lo relativo a la seguna estancia, dos años más tarde).
Esperamos que futuras investigaciones puedan aclarar más cirunstancias referentes a
esta primera estancia de la Embajada Keicho en Espartinas.
14. 2ª Parte
LA ESTANCIA DE LA EMBAJADA KEICHO EN
ESPARTINAS ENTRE JUNIO DE 1616 Y JULIO DE
1617
IV. ¿POR QUÉ TENEMOS TAN POCA INFORMACIÓN SOBRE ESTA ESTANCIA ?
15. Dos son las razones por las que se tiene tan poca información sobre esta permanencia -a
pesar de su larga duración- en Espartinas. La primera se debe a la pérdida de los posibles
documentos que hubieron de existir en el monasterio de Loreto referentes a aquella estancia. La
segunda es consecuencia de que, tras su paso por Madrid a la vuelta de Roma, podría darse por
finalizada oficialmente la misión diplomática de la embajada.
Ciertamente la principal fuente de información durante la estancia en el monasterio de
Loreto nos debería haber llegado desde el archivo del propio monasterio, donde deberían
encontrarse noticias, escritos o documentos que hiciesen alusión a las circunstancias que rodearon la
estancia de Sotelo, Hasekura y su séquito durante ese año. Pero desgraciadamente toda esa
información -de haber existido- se perdió en las circunstancias que rodearon a la exclaustración de
los frailes entre 1835 y 1880. En concreto podemos aludir a una desafortunada destrucción de
documentos del archivo conventual que hemos de interpretar como la causante de que no queden
vestigios documentales sobre las circunstacias que rodearon la vida de Hasekura y sus
acompañantes.
Por otra parte, ya nos hemos referido a que, con la salida desde la Corte (Madrid) hacia
Sevilla, las gestiones propias de la embajada habían terminado. Hasekura y sus acompañantes
regresaban a Sevilla con la orden de embarque. No había ya motivos para recibimientos
protocolarios. Y mucho menos para aumentar el gasto de la misión, considerando además el estado
paupérrimo en que se encontraban las arcas de la Corona y las del municipio sevillano. Se trataba,
pues, de ejecutar el discreto regreso de la Embajada. De hecho las noticias que se tienen desde
entonces son debidas únicamente a los trámites (primero fallidos, por último ejecutados) sobre el
embarque, y a las gestiones (intercambio de correos y memoriales) que durante ese año continúan
realizando Sotelo y Hasekura ante las autoridades españolas, últimos intentos de arrancar algún
compromiso referente a los objetivos por los que se habían desplazado a Europa. Es comprensible,
pues, que, por esta parte, las noticias sean parcas y se ciñan al puro trámite.
16. V. ¿POR QUÉ EL EMBAJADOR HASEKURA Y SUS ACOMPAÑANTES TERMINAN
RECALANDO EN ESPARTINAS?
Cuando la “Embajada Keicho” llegó a Sevilla en 1614 tuvo un recibimiento
espectacular, descrito en diferentes crónicas, quedando suficiente información documental. Esto se
debía entre otras cosas, a las muchas e importantes expectativas que había despertado la misión. Lo
exótico de la comitiva también intervendría en dar ese aire de curiosidad y novedad que parecen
entreverse tras algunas expresiones. Mucho peso habría de tener también el hecho de que uno de los
caballeros Veinticuatro de Sevilla, D. Diego Caballero de Cabrera, fuera hermano de Fr. Luis
Sotelo, lo que potenciaba la implicación de las autoridades sevillanas. Dichas autoridades
agasajaron a Hasekura, que quedaría residiendo en el Alcázar, aunque en un principio estaba
previsto que residiesen en el Convento de San Francisco hasta su salida hacia Madrid. En referencia
a lo que se describe en el Libro Memorial de Loreto, pensamos que Sotelo, a su llegada a la capital
hispalense, se habría quedado en la “Casa Grande” de Sevilla (convento de San Francisco), salvo
los días que la embajada Keicho permaneció en Mexina: seguramente Sotelo residiría en el cercano
convento de Loreto durante esos días .
Por ello llama la atención que, a su vuelta, Luis Sotelo, Hasekura y su séquito no se
quedasen a residir en Sevilla, sino en el monasterio de Loreto de Espartinas. ¿Por qué razón? Para
responder correctamente a este interrogante hay que traer a consideración algunas circunstancias.
Hemos de recordar que, después de su periplo por la Corte de España y su estancia en
Roma, la misión diplomática japonesa sale de Madrid en abril de 1616 con las manos vacías. Los
principales objetivos de su viaje eran conseguir un claro y determinante acuerdo comercial entre
España y Japón, así como una mayor implicación evangelizadora (envío de muchos más
misioneros) en aquel lejano país. De todo esto no se consiguen más que vagas promesas y
declaraciones de buenas intenciones. Los historiadores contemporáneos coinciden en que las
autoridades españolas tenían claro que no era el momento de alcanzar verdaderos compromisos
formales con el Daté Masamune y que (entre otras razones, por ahorrar gastos) la vuelta de
Hasekura a su país debería producirse con la mayor celeridad. De hecho, se les conmina a volverse
en la flota que, con destino a Nueva España, tenía prevista su salida a finales de junio de 1616. Por
otra parte, los mismos historiadores coinciden en que tanto fr. Luis Sotelo como Hasekura se
resitían a volver a Japón sin arrancar antes algún compromiso de mayor alcance; por ello habrían
decidido retrasar en lo posible su salida hacia México.
En este contexto hemos de situar las dolencias que parecen sufrir a su regreso a Sevilla
tanto Sotelo como Hasekura: parece ser que, de vuelta a Sevilla, fr. Luis Sotelo sufre la rotura de
una pierna; simultáneamente se dice de Hasekura que también estaba enfermo, aquejado de unas
fiebres . Tanto Sotelo como Hasekura elegirían el monasterio de Loreto como lugar más propio para
su recuperación. Por ello algunos investigadores coinciden en aducir -como uno de los motivos- las
dolencias a las que nos hemos referido.
Otra circunstancia a recordar y tener en cuenta es el hecho de que, en el propio término
de Espartinas, muy cerca del monasterio de Loreto (a unos 4 kms.) D. Diego Caballero, hermano de
17. Luis Sotelo, tuviese como propiedad la Hacienda de Mexina, hacienda que ya era familiar a la
Embajada por su primera estancia.
Ahora bien, a tenor de las circunstancias a las que aludíamos más arriba, entienden la
mayoría de los investigadores que, tanto la rotura de pierna de Sotelo como las fiebres de Hasekura,
no eran más que argumentos esgrimidos para retrasar la salida hacia México. Parece confirmado
que la rotura de pierna de Sotelo fue real, como se verá más abajo. En cuanto a las fiebres de
Hasekura es todo más dudoso (más aún el hecho de que esas posibles fiebres le “impidiesen” hacer
el viaje)
Existe un documento en el que Sotelo pide licencia para embarcarse hacia América,
acompañando a Hasekura y su séquito, con fecha de 18 de mayo, estando ya en Sevilla, según nos
refiere Valencia Japón:
“Ya en Sevilla, en concreto, el 18 de Mayo de 1616, Sotelo firma el siguiente memorial
al Rey (AGI Indiferente General 1.442):
“Señor:
Fray Luis Sotelo, de la orden de San Francisco descalzo dice que habiéndose de
volver en la flota que este presente año se apresta para la Nueva España en compañía del
embajador del Rey de Voxu para que libremente pueda hacer su viaje y en la dicha flota pueda
embarcarse sin que nadie le estorbe suplica a VM se sirva dar licencia y real cédula en que se
haga mención del dicho embajador con veinte otros japoneses de su familia.
Y del dicho fray Luis Sotelo con dos compañeros el uno llamado fray Francisco de
San Martín, sacerdote y y el otro fray Juan de la Cruz, lego, y con ello recibiría favor y merced.
En 18 de mayo de 1616”
Como se ve, en absoluto se hace referencia a una rotura de pierna que pudiese retrasar el
viaje (tampoco se alude al episodio de fiebres de Hasekura)
El 21 de mayo el Rey expide dos reales cédulas. Una dando licencia para embarcarse a
los tres frailes. En la segunda se da licencia para que al “Japón que le ynbio el Rey de Boju le
dejeis bolver a aquella tierra y llevar veinte japones que trujo consigo sin les pedir informaciones
algunas. Fechada en Madrid a veinte y uno de mayo de mil y seiscientos y dieciseis años”.
De la rotura de pierna de Sotelo empezamos a tener referencias el 22 de junio. Con esta
fecha existe un documento firmado por fray Francisco de San Martín del tenor siguiente:
“Fr. Francisco de San Martín compañero que soi de fr. Luis Sotelo , descalço de la
orden del Sx San Francisco que vino del Japón digo que el Rey nuestro Señor por esta su Real
cédula de que ante Usía hago presentación da liçençia al dicho Fr. Luis Sotelo mi compañero para
que pueda bolver a las provincias del Japon y llevarme a mi consigo y a Fr. Juan de la Cruz. Y por
estar el dicho fr. Luis sotelo malo en cama quebrado una pierna no puede al presente hacer el viaje
(...)”
Se ve que las autoridades tienen noticias indirectas de la rotura de pierna de Sotelo; y
que ésta hubo de producirse no “en el camino hacia Sevilla”, sino mucho después de haber llegado,
“casualmente” cuando faltaban muy pocos días para que la flota partiese (zarpó el 5 de julio).
En el expediente ya citado aparece adjunto un certificado médico, de 18 renglones,
firmado por Juan Cachapero de Arévalo. Este documento va claramente fechado en 22 de junio de
1616, es decir, el mismo día en que se presentan los dos frailes para decir que Sotelo está con una
pierna rota y no puede embarcarse.
18. “Por la presente doy fe cómo el padre fray Luis Sotelo está actualmente enfermo en cama de una
pierna, la isquierda, con dos heridas abiertas y el un güeso de la canilla quebrado, de manera
que por ningún caso se ha podido ni puede hazer fuerça para sólo tenerse sobre ella, cuanto y
más para andar; ni lo podrá hazer en muchos días, porque los güesos quebradoss, como son de
tan dura sustancia, no pueden soldarse tan prieto como la carne y así me parece que en todo el
mes que viene tendrá bien que hacer en soldar para poder andar y sustentarse en ella y por
consiguientes causas dichas no se podrá embarcar en esta flota por estar tan de próximo para
partir y por el riesgo que corre de sucederle mucho más de levantarse sin tiempo y ¿xxx? sobre
las piernas. Este es mi parecer y lo juro en Dios y mi conciencia ¿Sevilla? a 22 de junio de
1616 y lo firmo de mi nombre”
Claramente es perceptible que este documento, además de emitir un juicio meramente
técnico, pretende sobre todo justificar que el enfermo no debe moverse, ni mucho menos
embarcarse en la flota. Pueden entenderse dos causas como orígenes de este documento. Una sería
que, ante la contrariedad de no producirse un embarque “previsto”, la Casa de Contratación
decidiese enviar un médico para comprobar la veracidad de los hechos. La segunda posibilidad sería
que el mismo Fr. Luis Sotelo enviase junto a los frailes un certificado médico para dar fiabilidad a
sus circunstancias.
Esta segunda posibilidad presenta algunos inconvenientes; p. ej., no es lógico que en el
escrito que presenta Fray Fco. de San Martín y en el que informa de la rotura de pierna de Sotelo no
se haga referencia a que existe un informe médico que se adjunta. Tampoco tiene sentido que, de
por sí, Sotelo se adelante solicitando un informe médico si la rotura de la pierna es real: puede
pensarse que, si alguien quisiera comprobarlo, que vaya y lo vea.
Lo lógico es decantarnos por la primera opción: que fuese la Casa de Contratación la
que enviase el médico. Pero también aquí tenemos algunas pegas. P.ej., el certificado no hace
alusión a quién se lo pide. Tampoco (que sepamos) existe constancia documental de que la Casa de
Contratación enviase un médico (no aparece este informe aludido en los diversos “correos” que se
intercambian Madrid y Sevilla ante la contrariedad supuesta por el embarque fallido). Además, lo
que de verdad importaba a la Corte es que volviese el embajador japonés y su séquito (que eran los
que estaban suponiendo ya un gasto excesivo y una situación incómoda): que se quedase Luis
Sotelo por haberse roto una pierna no pasaba de ser una circunstancia accidental que no tenía por
qué requerir mayores averiguaciones.
Pero, sobre todo, nos escama un poco la coincidencia de fechas: el 22 de junio se
presentan los frailes y el 22 de junio se firma el certificado médico. Pensamos que esto sería posible
sólo en el caso de que Sotelo estuviese alojado en Sevilla. No parece creible (al menos sería muy
llamativo) que se presentasen el 22 de junio (la verdad es que no sabemos a qué hora, pero no
tendría por qué ser de “madrugada”) en la Casa de Contratación los frailes con la noticia y que, de
forma expeditiva, se buscase un médico para subir a Espartinas (tres horas de camino) para ver al
enfermo y redactar el informe que firma el mismo 22 de junio (debiendo hacer, en principio, otras
tres horas de camino de vuelta). Nada nos indica que en esa fecha estuviese Sotelo, con su pierna
rota en Espartinas. Pensamos que estaría en Sevilla, que allí se rompió la pierna y que en Sevilla fue
examinado por el médico. En ese caso Sotelo subiría más tarde a Loreto para su tranquila
“recuperación”..
Efectivamente, otro indicio de esto último, es que en la carta de Fco. de Tejada y
Mendoza a la Corte, con fecha 6 de julio, se dice:
“Pero esta mañana tuvimos noticia de que el Embaxador del Rey de Boju no se enbarcaua, antes se
había ydo tres leguas de aquí al Conbento de Loreto de frailes Recoletos de la Orden de S.
19. Francisco y al punto, entendiendose que estaua en esta Ciudad el P. Fr. Luis Sotello yo el
Presidente le enbie a adbertir del inconveniente que tenía quedarse el dicho embaxador y de la
orden que tiene de V. Magestad en carta del Secretario Juan Ruíz de Contreras de 28 de junio para
que en cumplimiento se ordenasse que no se quedase. Y por no haberse hallado y entendiose de
otros frayles estaua también en el dicho Conbento de Loreto (...)”
Es decir, el 6 de julio se pensaba que Luis Sotelo seguía en Sevilla, y es cuando se
enteran de que estaba en Espartinas, junto al Embajador.
Quedaría al campo de la pura especulación si la rotura de pierna de Sotelo fue casual o
provocada: después de un periplo de casi tres años cruzando océanos y continentes sin el más
mínimo percance, viene a romperse una pierna (una rotura con “dos heridas abiertas”) estando
tranquilamente en Sevilla, justo una semana antes de salir la flota, cuando nos consta que tenía
-personalmente- motivos sobrados para no hacer el viaje y evidente “necesidad” de una excusa
creible para evitar el mandato del Rey de volverse a Japón.
También, puestos a especular, podría pensarse que el certificado médico no dice toda la
verdad (o “nada” de la verdad). De hecho, después de la fecha de expedición de este certificado no
volvemos a tener constancia de que Sotelo permanezca en Sevilla, sino todo lo contrario: lo sitúan
siempre en el convento de Loreto, junto al embajador. Resulta además muy llamativo que, con las
advertencias clarísimas que hace el médico sobre la imposibilidad de moverse de la cama (que es lo
que le impide embarcar) sí tome un camino de tres leguas para desplazarse a Loreto, en los primeros
momentos de su recuperación, con el “trote” de aquellos carromatos por aquellos caminos (cuando
además en el convento de San Francisco de Sevilla -por no hablar de la posible estancia en la casa
sevillana de su hermano- hubiese estado perfectamente atendido. Es muy difícil no ver, en la subida
a Loreto, una intención clara de “quitarse de enmedio”. ¿De verdad llegó a romperse la pierna?
En cuanto a las “fiebres” sufridas por Hasekura ya hemos dicho que, en la petición de
Cédulas para embarcar que realiza Sotelo desde Sevilla con fecha 18 de mayo, no hay ninguna
referencia a esta circunstancia.
De estas fiebres tenemos noticias en la carta de Fco.de Tejada al Consejo de Indias, de
26 de agosto de 1616.:
“se excusó de hacer este viaje en esta nao, por indisposición y hallarse sangrado algunas veces
con resolución de no salir sin salud de este convento donde estaba cerca de Sevilla”
Sin embargo en otros documentos, al hablar de los motivos por los que Hasekura no
quiere embarcar, se elude totalmente el tema de las fiebres, para hablar únicamente de los deseos de
“completar” su embajada. Así, p. ej.:
“y que por verle Resuelto a que no saldria deste Reyno sin carta de V. Magestad para su Rey por
ningún caso”
O también:
“diligencia para que le hiziesse embarcar en cumplimiento del orden de V. Magestad. El dicho
embaxador respondio que sin llevar carta de V. Magestad para su Rey no lo puede hazer.(...)”
Esta exposición de motivos distintos (diplomáticos y enfermedad) se debe, según
entendemos al discurrir cronológico de los hechos. Hasekura empezó dando como motivos para no
partir el deseo de “completar” la embajada antes de embarcarse. Eso es lo que se expone en las
cartas de 6 y 8 de julio. Se trataría, pues, de una decisión “voluntaria” por parte de Hasekura. La
presión de la Casa de Contratación para que embarcase tuvo que ser muy fuerte; tanto que, ya al
20. final, Hasekura ha de recurrir a un motivo de “fuerza mayor”: su estado de salud (“por
indisposición y hallarse sangrado algunas veces con resolución de no salir sin salud”). Este es el
motivo que se refleja en la comuicación de 26 de agosto, mucho tiempo después.
Por otra parte, resulta curioso que en el expediente de información y licencia de
pasajeros a Indias aparece -entre otros- el documento que presenta Fr. Francisco de San Martín
avisando de que Sotelo no podrá partir por tener “quebrada” la pierna, y pide se confirme la real
cédula para dejar partir “veinte japones que (Sotelo) trujo consigo”. En dicho documento NO se
nombra al Embajador. Sí se nombra, en cambio, en otros documentos anejos (los traslados de las
reales cédulas -que se emitieron mucho tiempo antes, el 31 de mayo) y en la concesión de licencia
por parte de la Casa de Contratación, con fecha de 23 de junio. La omisión de la persona del
Embajador en el escrito de Fr. Fco. De San Martín ¿es un lapsus? ¿obedecerá a una omisión
intencionada, conociendo ya el deseo del Embajador de no embarcarse? Si esto segundo es cierto,
hay que entender que durante su presentación en la Casa de Contratación siguieron silenciando la
intención de no embarcarse por parte del Embajador, y por ello el presidente de la Casa de
Contratación se “sorprende” cuando “esta mañana tuvimos noticia de que el Embaxador del Rey de
Boju no se enbarcaua, antes se habia ydo tres leguas de aquí al Conbento de Loreto de frailes
Recoletos de la Orden de S. Francisco”
En cualquier caso parece claro que tanto Sotelo como Hasekura llegan a Sevilla sin
problemas de salud y que, por eso, solicitan las cédulas de embarque; y que, curiosamente, Sotelo
alega la rotura de su pierna pocos días antes de salir la flota (lo mismo que Hasekura alegando sus
motivos) trasladandose ambos a tres leguas de Sevilla, al monasterio de Loreto.
Pensamos, en definitiva, que Sotelo y Hasekura, al llegar a Sevilla, mantienen la
esperanza de recibir algún documento o carta con respuesta concreta y positiva a alguna de sus
peticiones. Por eso formalizarían las gestiones de embarque hacia finales de mayo. Cuando ya
queda muy poco para salir (la flota salía alrededor de la fiesta de S. Juan Bautista, 24 de junio) y
constatan que no llega nada, Sotelo decidiría ¿fingir? ¿exagerar? ¿provocarse? alguna ¿dolencia?
¿rotura? de la pierna y, junto a Hasekura, se desplazan a Espartinas (Loreto) para “quitarse de
enmedio” y dificultar las presiones que -sabían- iban a sufrir, para embarcarse. A las pertinentes
reclamaciones de embarque, Hasekura se niega a veces por necesidad de completar su embajada,
otras por motivos médicos.
Hemos dejado para el final la carta que Luis Sotelo escribe al Rey un año después de
todo esto (el 20 de abril de 1617) y en que rememora estos hechos. Como se verá la versión de
Sotelo sobre algunos aspectos es bien distinta a nuestras conclusiones y podría implicar un discurso
diferente al expuesto.
El texto que nos interesa es el siguiente:
“Después de haber besado la mano a Vuestra Magesad, el año passado para embarcarme con el
embajador del Japón en la flota que fue a la Nueva España, viniendo a Sevilla en el camino se me
quebró una pierna: convalecido algo de ella hize la instancia posible al embajador para que nos
embarcásemos y como no tuviesse despacho alguno ni respuesta de Vuestra Magestad para su Rey
determinó de no hazerlo, y aunque después de la partida de la flota llegó la respuesta no teniendo
por seguro embarcarse en el navío que avía quedado atrasado por hallarse falto de salud, deseoso
que yo convaleciese más, tampoco se embarcó en él (...)”
Sotelo afirma haberse roto la pierna en el camino hacia Sevilla. Podría pensarse que
Sotelo, efectivamente, sufrió dicho accidente (¿a la altura de Toledo, Despeñaperros, Córdoba...?) y
que creyera -llegado a Sevilla- que dicha rotura de pierna no le impediría el embarque hacia Nueva
21. España. En ese caso el informe médico (22 de junio) se redactó cuando Sotelo llevaba más de un
mes con la pierna rota. Puede ser que en ese momento vea que no se recupera y que un viaje tan
largo como el que le esperaba no iba a ser posible: de ahí la comunicación el 22 de junio de que no
puede embarcarse. Y, efectivamente, el médico certificaría (22 de junio) que el enfermo no debería
moverse:“(...)que en todo el mes que viene tendrá bien que hacer en soldar para poder andar y
sustentarse en ella y por consiguientes causas dichas no se podrá embarcar en esta flota por estar
tan de próximo para partir y por el riesgo que corre de sucederle mucho más de levantarse sin
tiempo (...)”. Aunque lo expuesto no deja de ser posible resulta poco creible que, si la descripción
médica (pasado más de un mes desde la fractura) fuese real, Sotelo hubiera podido realizar el viaje
en carromato por aquellos caminos muchos kilómetros antes de llegar a Sevilla; y que, en cambio,
recién llegado a Sevilla (en el estado en que llegaría) se viera con posibilidades de embarcarse un
mes después.
A renglón seguido Sotelo afirma que “(...) convalecido algo de ella (la rotura de pierna)
hize la instancia posible al embajador para que nos embarcásemos y como no tuviesse despacho
alguno ni repuesta de Vuestra Magestad para su Rey determinó de no hazerlo (...)”. Ya vimos que
el 22 de junio, en la solicitud de embarque que presenta Fr. Francisco de San Martín, no se alude al
Embajador: se pedía permiso sólo para los frailes y veinte japones. En la nota a pie de página
desarrollamos las posibles conclusiones de estas circunstancias: el 22 de junio Hasekura tenía ya
decidido no partir. Por ello la Casa de Contratación le indicaría a Sotelo que “convenciese” al
Embajador (lo que se refrendaría con la expresión de Sotelo arriba citada: “hize la instancia posible
al embajador para que nos embarcásemos”). A la vez la Casa de Contratación escribiría a Madrid,
poniendo al corriente a la Corte. Ésta responde con carta de 28 de agosto (del Secretario, Juan Ruíz
de Contreras) insistiendo en que han de zarpar hacia Nueva España. A partir de ahí vendrían las
excusas de Hasekura (falta de “mejoras” para la embajada y después falta de salud).
Estas últimas consideraciones pueden arrojar un poco de luz sobre toda una cuestión
que, evidentemente, sigue manteniendo puntos oscuros.
22. VI. ¿QUÉ PERÍODO DE TIEMPO PERMANECIERON EN ESPARTINAS LOS
MIEMBROS DE LA EMBAJADA KEICHO?
Ya hemos visto cómo el 18 de mayo Luis Sotelo escribe desde Sevilla solicitando el
permiso de embarque para él, otros franciscanos, Hasekura y otros veinte japoneses. No tenemos
noticias concretas de dónde se alojaron al llegar. Siempre se ha hablado del monasterio de Loreto
como lugar inmediato de residencia, pero esto no nos parece en absoluto lógico. Es evidente que su
idea era partir un mes después. No había ningún motivo para no residir en Sevilla, más aún
esperando -como estaban- posibles noticias positivas de Madrid. Era muy importante estar junto a
sus posibles valedores ante la Corte y lo más cercanos posible a la salida y llegada de correos. Por
todo ello pensamos que debieron quedarse en la capital hispalense, seguramente en el convento de
S. Francisco (la Casa Grande). De hecho era allí donde pensaban alojarse tras su llegada a Sevilla
dos años antes, si no hubiera mediado el cabildo sevillano para “mejorar” la estancia al alojarlos en
el Alcázar.
Por lo relatado en el epígrafe desarrollado más arriba sobre el porqué residieron en
Espartinas, concluimos que Sotelo y Hasekura subirían a Espartinas alrededor del 22 de junio (día
en que se presenta en la Casa de Contratación Fr. Fco. de San Martín). Estos hechos han venido a
confirmarse con la reciente aparición del expediente matrimonial de Juan Agustín Japón (con fecha
de 27 de junio de 1616), en el que uno de los testigo declara que el Embajador “(...) al presente esta
en el Convento de nuestra Sra. de Loreto (...)”. Por la forma de expresarse debería llevar ya al
menos uno o dos días en dicho monasterio, por lo que corrobora la hipótesis de que Hasekura
empezarían a residir allí hacia el 22 de junio. Desde luego el 6 de julio ya no estaban en Sevilla.
¿Hasta qué fecha permanecieron en el Loreto Hasekura y Sotelo? En la carta de
Francisco de Tejada (con fecha de 20 de junio de 1617) se nos dice expresamente que Hasekura se
encontraba en el “Monasterio de frailes descalzos donde vive desde que llegó, que llaman de
nuestra señora de Loreto”, señal inequívoca de que Hasekura, aunque hiciese salidas temporales
(extremo que habrá que dilucidar) mantuvo residencia permanente en dicho monasterio hasta su
salida hacia Japón.
En cuanto a Sotelo es una suposición (pues no tenemos prueba documental) que
también continuaría allí hasta que acompañase a Hasekura en su vuelta. De hecho, en la carta recién
citada, habla Fco. de Tejada de que “envié al punto a buscar al padre Sotelo, y no estaba en la
ciudad”, lo que nos lleva a interpretar que seguía encontrándose de forma habitual en Espartinas.
Otra prueba de esto mismo es que, en un acta del cabildo sevillano en el que se acuerda entregar una
documentación a Luis Sotelo (hablamos de abril de 1617), se especifica que “(...) de pasar por
ciudad, que se le den todas las que pidiere hasta que se vaya (...)”. Es decir, que se aprovechase
algunos de los momentos en que estuviese en Sevilla capital, luego -de forma ordinaria- no estaba
allí (sino, lógicamente, en Espartinas).
23. VII. ¿CUÁNTOS MIEMBROS DE LA EMBAJADA KEICHO PERMANECIERON CON
HASEKURA EN ESPARTINAS?
Ya vimos al inicio, al enumerar los documentos y fuentes en los que se citaba
expresamente la segunda estancia de Hasekura y Sotelo en Espartinas, cómo en el “Libro
Memorial” del monasterio de Loreto se manifestaba que, al volver la embajada desde Madrid,
“pasaron aquí el dicho P. Fr. Luis, el Embajador y Criados hasta que tuvieron orden de marchar
al Japón”. Aparecen aquí dos o más acompañantes japoneses como servicio personal de Hasekura
cosa que, por otra parte, nos parece absolutamente lógica. Curiosamente, en los otros cuatro
documentos se alude exclusivamente a las personas de Sotelo y Hasekura, sin hacer mención alguna
a posibles sirvientes japoneses que acompañasen en su estancia al Embajador. No es extraño que
este detalle no aparezca ya que las citas -como hemos hecho notar- son muy parcas, propias de un
lenguaje oficial, y se centran en lo verdaderamente importante para las autoridades españolas: la
24. persona del Embajador.
Hemos de dar por válida la afirmación de que Hasekura, durante su estancia en el
Loreto, estuvo acompañado por otros japoneses. Pero ¿por cuántos y quiénes?
La “cuestión numérica” en todo lo referente a la embajada Keicho es, claramente, un
enigma. Pero hay que acercarse -por fuerza- un poco a esta cuestión si de verdad pretendemos
razonar cuántos y quiénes fueron los japoneses que residirían en Espartinas. Por ello, al final de este
trabajo, hemos dedicado el ANEXO I al estudio de esta cuestión asumiendo la hipótesis de que
fueron treinta y uno los japoneses que desembarcan en Sanlúcar y viajan a Madrid. Posteriormente
veintidós de ellos siguen camino hacia y Roma, y terminan regresando en 1616 a la Villa y Corte.
Nueve japoneses se habrían vuelto de Madrid a Sevilla. En dicho ANEXO I creemos razonar
suficientemente estas cifras aunque, insistimos, se trata únicamente de una hipótesis.
Considerando, pues, que fueron veintidós los japoneses que regresan a Madrid tras el
periplo europeo, deberíamos centrarnos ya en los japoneses que “vuelven a Sevilla” y, de esos, en
los que terminarían recalando en Espartinas.
En este sentido es fundamental el documento en el que Sotelo pide licencia para
embarcarse hacia América, acompañando a Hasekura y su séquito, con fecha de 18 de mayo,
estando ya en Sevilla, según nos refiere Valencia Japón y ahora recordamos:
Ya en Sevilla, en concreto, el 18 de Mayo de 1616, Sotelo firma el siguiente memorial
al Rey (AGI Indiferente General 1.442):
“Señor:
Fray Luis Sotelo, de la orden de San Francisco descalzo dice que habiéndose de
volver en la flota que este presente año se apresta para la Nueva España en compañía del
embajador del Rey de Voxu para que libremente pueda hacer su viaje y en la dicha flota pueda
embarcarse sin que nadie le estorbe suplica a VM se sirva dar licencia y real cédula en que se
haga mención del dicho embajador con veinte otros japoneses de su familia.
Y del dicho fray Luis Sotelo con dos compañeros el uno llamado fray Francisco de
San Martín, sacerdote y y el otro fray Juan de la Cruz, lego, y con ello recibiría favor y merced.
En 18 de mayo de 1616”
Ya vemos que en este documento, muy próximo a la salida y estando en Sevilla, se pide
licencia para 21 pasajeros japoneses. Es decir, ya se nos habría “quedado” un japonés, bien en
Madrid o bien en Sevilla, pero sin disposición de partir hacia Japón.
Creemos que el abandono correspondería al que se conoce como “Thomás Phelipe”,
cuya cuestión examinaremos en el ANEXO II de este trabajo.
Cuando, al final, dos meses más tarde, terminan embarcando sólo trece japoneses,
hemos de concluir que se quedaron siete acompañando a Hasekura. ¿Quiénes serían estos siete?.
Por otra parte, de los siete japoneses que se quedaron con Hasekura hubo dos que no
embarcaron un año después. Es muy gráfica la carta de Fco. de Tejada, con fecha de 27 junio 1617,
en que creemos se sobreentiende que los acompañantes de Hasekura en su viaje eran los miembros
japoneses que aún le acompañaban en Espartinas:
“Escribí a V.M. la diligencia que había hecho con el padre Sotelo para la partida del
Japón y fuila continuando con el mismo de manera que se ha resuelto a irse con la gente que le ha
quedado que son cinco japoneses (...)”.
25. A Hasekura le “han quedado” (dispuestos a volverse con él) cinco japoneses de los
veintiuno que le acompañaban cuando llegó de Japón y de los siete que se habían quedado sin
embarcar en la flota de 1616. Evidentemente hubo otros dos miembros que le “abandonaron” a lo
largo de ese año, o al menos debieron abandonarle a la hora de volverse a Japón. Más adelante
estudiaremos la situación de penuria económica en la que vivió Hasekura y su séquito, motivo por
el que pudieron animarse algunos miembros a no continuar con el “grupo” y comenzar una nueva
vida instalándose en España.
La situación ha venido a complicarse últimamente porque, como veremos en el ANEXO
III, han aparecido documentos que confirman el que alguno/s de los nueve miembres que se
volvieron desde Madrid hacia Sevilla en junio de 1615 también permanecieron en el entorno
Sevilla-Espartinas
VIII. ¿QUIÉNES FUERON LOS JAPONESES QUE ACOMPAÑARON A HASEKURA EN
26. ESPARTINAS?
Además del número, nos habíamos propuesto intentar identificar los nombres de
aquellos japoneses que permanecieron en Espartinas en esta segunda estancia. Después de estudiar
todo el proceso de la embajada y los nombres que aparecen, aclarar la cuestión propuesta resulta
imposible. Pero creo que merecería la pena hacer algunas consideraciones.
Al final de este trabajo (en el ANEXO I, en el que estudiamos la cuestión númérica de
la misión diplomática) se dan una serie de nombres concretos relativos a los japoneses que
formaron parte de la embajada. Estos nombres aparecen -sobre todo- con motivo de la estancia en
Roma, aunque en otros momentos (Sevilla y Madrid) hay documentos en los que se alude a algún
japonés en concreto, refiriendo su nombre. En este sentido se han de considerar los “nuevos”
nombres conocidos en los documentos descubiertos últimamente referidos a los japoneses que se
quedaron en Sevilla (a toda esta cuestión se dedica el ANEXO III).
Hay que considerar que la grafía de la época ya altera los nombres españoles (Thomás-
Tomás-Tomé para la misma persona). Mucho más ocurre con los nombres japoneses, tratándose a
veces en textos castellanos, italianos y latinos. Por ello se nos ha de excusar cierta libertad a la hora
de dar el nombre de cada ciudadano japonés.
Dicho esto y volviendo a los ya citados ANEXOS I y III, vemos cómo únicamente
podemos aludir al nombre de dieciseis japoneses concretos (incluidos el Embajador) como
miembros que realizaron el viaje “completo” de la Embajada en Europa (Sevilla-Madrid-Roma-
Madrid-Sevilla-Espartinas) a los que habría que añadir otros cinco nombres de los japoneses que,
llegados a Madrid, permanecieron un año en Sevilla a la espera de que volviese Hasekura y su
séquito del periplo europeo.
Ofrecemos una primera relación correspondiente al grupo de los que hicieron el viaje
“completo”:
Felipe Francisco Hasekura Rokuyemón (Embajador)
Thomas Tachino Cafioe, Pedro Itami Somi y Francisco Noma Fampe (Caballeros de honor).
Paulo Camilo Alonso Codera Gheghi (Secretario de Hasekura)
Simón Sato Kuranojyo, Tomé Tanno Kiuji, Tomás Yajiami Kamio Yajjiemon, Lucas Yamaguchi
Kanjuro (¿Contador?) y Giovanni Sato Tarozayenon (Nobles y gentiles hombres)
Joan Harada Kanemon y Gabriel Yamazaki Kansuke (Peregrinos)
Diego Mohioye, Nicolás Joan Kyuzo, Gregorio Tokuro y Tomás Sukeichiro (Palafreneros)
En cuanto al segundo grupo (los que se volvieron desde Madrid en junio de 1615),
conoceríamos los siguientes nombres:
Juan Agustín Japón
Lucas Antonio
Juan Bautista
Pedro Japón
Juan de la Cruz Japón
A estos nombres habría que añadir el de Thomás Phelipe, japonés miembro de la
27. Embajada que terminó volviendo a su tierra en 1622 y que permaneció durante un tiempo en Zafra.
Parece lógico que junto a Hasekura se quedase su secretario personal. También sería
lógico que quedase con él algún sirviente doméstico. Además entendemos que se quedarían con
Hasekura algunos miembros muy “cercanos” a su persona y que fuesen válidos para cualquier
cometido de la embajada, pensando en la posibilidad de “relevar” a Hasekura si le “pasase algo”
(recordemos que ya había pasado por “fiebres”) durante el tiempo de permanencia en la Península.
A la vez también es lógico pensar que Hasekura quisiese que, en el viaje de 1616,
volviesen algunos de los japoneses “principales” que le acompañaron por Europa, como “primeros”
emisarios (o quizá, únicos, ante la incertidumbre del futuro) hacia su señor Masamune.
Según las anteriores reflexiones nos atreveríamos a dar únicamente el nombre del
secretario personal de Hasekura (Paulo Camilo Alonso Codera Gheghi) como más seguro
acompañante. Habría que descartar, en cambio, a Juan Agustín Japón, que en junio de 1616 acababa
de casarse con Ana de Barahona.
28. IX. ¿EN QUÉ LUGAR DE ESPARTINAS ESTUVIERON VIVIENDO LOS MIEMBROS DE
LA EMBAJADA KEICHO?
Hasta ahora se ha considerado siempre que tanto Sotelo como Hasekura y sus
acompañantes residieron en el monasterio de Ntra. Sra. de Loreto, durante su segunda estancia en
Espartinas. Esto está documentado -como hemos visto- respecto a Hasekura y Sotelo. También
parece documentado que hubo acompañantes de Hasekura (“criados”) que estuvieron en dicho
monasterio. Pero ¿se trataría de todos los acompañantes o sólo de parte de ellos? La cuestión se
plantea porque hemos llegado a concluir que, al menos al principio, a Hasekura le acompañaron
otros siete miembros de la embajada. Si consideramos que en el monasterio se daría un situación de
cierta estrechura, creemos que a Hasekura no le sería posible la compañía del séquito completo,
teniendo que limitarse su atención personal más inmediata a un número de acompañantes más
reducido (quizá su secretario y un sirviente “doméstico”) ¿Y el resto del séquito?
No podemos olvidar que en la misma Espartinas se encuentra la Hacienda de Mexina,
propiedad del hermano de Luis Sotelo. Ya esgrimimos al comienzo de este trabajo que esta
circunstancia podría ser una de las razones por las que Hasekura y -sobre todo Sotelo- eligen el
monasterio de Loreto para su segunda permanencia en tierras sevillanas. Esta circunstancia se ve
reforzada si tenemos en cuenta que ya habían permanecido durante varios días en esta hacienda en
el mes de noviembre de 1614, recién llegados a Sevilla. Nos parece bastante creible que Hasekura
permaneciese en el monasterio con no más de dos “criados” como servicio “inmediato” y que en la
cercanísima hacienda de Mexina pudiesen haberse albergado el resto de los japoneses que, para
cualquier eventualidad, estarían muy próximos.
Más arriba hemos aludido a la situación de “estrechura” en que se encontraba el
monasterio de Loreto sobre esas fechas. Esta cuestión es fundamental, no sólo para poder
desarrollar el cómo vivió Hasekura y su séquito durante su estancia en Espartinas, sino también para
fundamentar una de las premisas sobre la que reconstruimos toda la historia: la necesidad de que
parte del séquito viviese en la cercana hacienda de Mexina.
No se poseen datos concretos sobre la población conventual del monasterio en 1616
pero sí algunos datos muy cercanos. Sabemos que “durante la segunda mitad del siglo XVI el
29. convento funcionaba como Casa de Estudios, de la que sabemos que acogía por entonces a unos
treinta frailes que cursaban Filosofía”; además “siguiendo de nuevo las noticias proporcionadas
por el padre Gonzaga, sabemos que a finales de siglo vivían en Loreto 36 religiosos sacerdotes, 20
estudiantes y 10 legos”. Lo que nos da una población de 66 “miembros” franciscanos, lo que supone
un número ya algo elevado (aún reconociendo que, en aquella época, las poblaciones conventuales
se movían -numéricamente- en otras dimensiones que las actuales).
Aunque los propios legos atendiesen los aspectos más domésticos de la vida conventual,
debemos aceptar que, independientemente de lo que fuese la zona de “clausura” del convento,
hubiese algún tipo de construcción aneja en la que viviese otro tipo de “personal” -que se vería
reducido a lo imprescindible- para atender labores externas al monasterio: provisión de alimentos,
mantenimientos básicos, alguna labor agrícola o ganadera. En estas “casas” anejas es donde
debieron de alojarse Hasekura y sus “criados”: no debemos olvidar que el régimen de clausura en
aquellos momentos fue de los más estrictos, lo que hacía inviable la residencia en la clausura de los
expedicionarios japoneses
Además ya veremos cómo el paso de la comitiva japonesa por el convento franciscano
de Madrid supuso una muy mala experiencia, con reiteradas quejas del padre Guardián al Rey.
Además hay que recordar que en Madrid se contaba con una asignación de la Corona para el
mantenimiento de la embajada en el convento, incluso con la posibilidad de reclamar daños y
perjuicios en un momento dado (como de hecho ocurrió). En cambio durante la permanencia en
Loreto (como ya se ha tratado anteriormente) se había suspendido ya cualquier tipo de ayuda para la
estancia en España, cortándose también cualquier otro tipo de comunicación: sólo se esperaba que
marcharan en la primera ocasión que hubiere. Hasekura y los suyos hubieron de sobrevivir con
parte de los 375.000 maravedies asignados para la salida (el 4 de julio de 1616) de los dos frailes y
los trece japoneses que embarcaron.
Hay otros datos para pensar que, aquel monasterio originario de principios del XVI, se
había quedado ya muy “pequeño” hacia las fechas de nuestra embajada.
“Al comenzar la centuria (siglo XVIII), dado que las dependencias conventuales eran
aun las mismas que se construyeron tras la fundación del monasterio, con la sola reforma de la
iglesia en 1607, era evidente la necesidad de una ampliación que pudiese dar cabida a un número
de religiosos que no había dejado de crecer desde entonces”.
Este texto deja claro que hacia 1616, casi un siglo después de su fundación, a excepción
de la iglesia, la obra edificada del monasterio era básicamente la misma; y sabemos también que
desde su fundación, la comunidad franciscana no había dejado de crecer, desarrollando una
actividad enorme en todos los sentidos durante la segunda mitad del XVI. Por fuerza, hacia 1616-17
debería notarse ya la “saturación” de sus espacios.
Atendiendo, quizá, a la necesidad de preservar un digno culto conventual, hacia 1607 el
Cardenal de Sevilla don Fernando Niño de Guevara acude a sufragar la ampliación de la iglesia,
pero el resto del monasterio continuaría en su situación de estrechura.
Por todo lo anterior nos ha parecido lógico considerar que la mayor parte del séquito de
Hasekura se hubiese alojado en la hacienda de Mexina, quedando Hasekura y un servicio mínimo
alojados en el monasterio de Loreto. La distancia entre Loreto y Mexina (4 kms.) viene a cubrirse
en un paseo de 40 minutos a pie, lo que facilitaría una comunicación prácticamente inmediata entre
Hasekura y los miembros de su séquito.
A todas estas reflexiones hay que añadir la circunstancia (desarrollada en el ANEXO
30. III) de que varios japoneses se quedaron a vivir en territorio español, sin volver a España, en el
“ámbito” de la familia Caballero de Cabrera. Es decir que, entre las casas sevillanas de dicha
familia y la hacienda de Mexina, en Espartinas, hubo cierto trasiego de miembros japoneses de la
Embajada no sólo durante la permanencia del Embajador en Loreto, sino también una vez
abandonada la Península por Hasekura y sus últimos acompañantes.
X. RELIQUIAS DE LOS MÁRTIRES JAPONESES LLEGADAS AL MONASTERIO DE
LORETO
Se conservan noticias documentales de que al monasterio de Loreto llegaron, como
mínimo, dos reliquias de los mártires cristianos que murieron en Japón en 1697. La primera de estas
reliquias fue traída por Fray Marcel e Ribadeneyra. El texto que lo corrobora es el siguiente:
“Frai Marcello Ribadeneyra Comisario de Jappon doi fe, y verdadero testimonio como Un hueso
que di al P. Fr. Mathias de Villalon Guardian de Este Convento de Nuestra Señora de Loreto: es
de uno de los veinte y seis Martires de Japon por que yo le traxe de la Philippinas adonde estaban
muchos huesos de los dichos Martires. Y de ellos es el que yo dexe a el dicho P. Guardian para
Este Santo convento, y por ser verdad lo firmé de mi nombre afirmando tambien que un testimonio
que queda con la dicha Reliquia es fielmente sacada del que dio el señor Obispo de Jappon acerca
de los Santos Martires fecho a veinte y quatro de Mayo de mil quinientos y noventa y nueve Años.
Fr. Marcello de Rivadeneyra.”
La segunda de las reliquias la trajo Luis Sotelo, dejándola en el monasterio según consta
en el libro memorial:
“Trajo a este Convento el P. Rr. Luis Sotelo una Reliquia del Str. Mártir S. Pedro
Bautista, Comisario del Japón que hoy está en la Sacristía con su auténtica.”
Si estos dos documentos son muy claros, no lo es tanto dónde se encuentran las
reliquias a las que se refieren. Tradicionalmente se había aludido a unos relicarios en forma
piramidal, de madera dorada, que contienen un buen número de huesos y que, actualmente, se
encuentran sobre la cajonera de la sacristía del monasterio. Realmente existe documento alguno que
certifique esta identificación. Nosotros no dimos mucha validez a esta información porque, entre
31. otras cosas, se habla de “ huesos” cuando en la auténtica se especifica claramente que se trata de
“un hueso”.
Por otra parte parecía que dichos relicarios estaban perfectamente identificados como
pertenecientes al antiguo retablo ejecutado hacia 1607, y que contenían uno de ellos los huesos de
S. Hipólito y, el otro, los huesos de Santa Modesta. Pero estas afirmaciones las hemos de descartar
porque hemos encontrado en el libro de inventario de 1646, cuando aún existía dicho retablo, una
alusión a los dos relicarios piramidales como piezas independientes: “Dos pirámides de tres
cuerpos de vidrieras doradas llenas de reliquias. Con sus fundas de madera.”
Todo lo que llevamos visto hace que no podamos determinar con exactitud dónde
podrían encontrarse los huesos de aquellos cristianos martirizados en Japón en 1597 y que fueron
traidos al monasterio de Loreto. Se impone, en primer lugar, el estudio de los dos relicarios
aludidos, desmontándolos y examinando si en su interior llegara a encontrarse algún tipo de
inscripción o documento que arrojase luz sobre la proveniencia de los huesos que contienen. En un
segundo momento se podría acudir a algún tipo de estudio científico que pudiese aportar algún tipo
de datos sobre dichos huesos (principalmente cronológicos).
Mientras tanto podemos lanzar una hipótesis: los dos relicarios existen al menos desde
1647, y son relicarios de gran relevancia tanto por el continente (son obras de gran tamaño y valor
artístico) como por su contenido (gran cantidad de huesos que, además, son de un tamaño
importante). Es cierto que sólo se han documentado dos huesos correspondientes a los mártires
japoneses (traídos en 1599 y 1614-17). Pero ¿Sería posible que tras la expulsión de los franciscanos
del Japón (pocos años después) se trajeran (desde el mismo Japón o desde Filipinas) más huesos
provenientes de aquel martirio y que, unidos a los que trajeron en su día Ribadeneira y Sotelo,
fuesen guardados en esos relicarios cuya existencia conocemos pocos años más tarde?. Hay que
hacer constar la importancia que se les da a estos relicarios cuando se les “habilita” un lugar
principal en el retablo dieciochesco que preside la actual sacristía.
Por ahora deberemos seguir esperando a que nuevos datos confirmen o desmientan tal
hipótesis.
32. XI. CÓMO ERA LA ESPARTINAS QUE CONOCIÓ HASEKURA
El municipio de Espartinas entre 1616 y 1617
Aunque no se pueda realizar una descripción detallada de cómo era el municipio de
Espartinas que llegó a conocer Hasekura, sí tenemos suficientes datos como para hacernos una idea
muy cercana. La mayoría de estas informaciones nos han llegado gracias a los trabajos de
investigación que en su día desarrollaron Antonio Herrera García y Francisco Amores Martínez, y
que sirvieron para editar la obra “Espartinas. Historia. Arte. Religiosidad popular” ya citada en
capítulos anteriores.
La mayor parte de los datos sobre la población de Espartinas hacia 1616 se pueden
deducir del censo realizado quince años después, en 1631, con motivo del proceso de venta del
señorío de Espartinas a D. Diego Caballero de Cabrera. Teniendo en cuenta que no hubo en esos
años ningún motivo por el que pudieran producirse cambios significativos, son perfectamente
trasladables a 1616 las deducciones que Antonio Herrera hace sobre el censo ya citado:
“Este censo nos arroja un total de 110 vecinos, añadidos a los cuales los que vivían en
las haciendas del término se alcanza la cifra de unos 125.(...) Por supuesto que este número de
vecinos era el de las familias existentes, ya que el de habitantes o almas era bastante mayor y, en el
caso de este vecindario de Espartinas alcanzaba los 404, que con los de las haciendas del término
rebasaba algo los 450. Esto supone una media de algo más de tres personas y media por
familia(...).
En lo tocante a la dedicación y condición de estos vecinos, sólo se nos indica que tres
33. de ellos eran clérigos, entre los que se contaba por supuesto el cura de la villa, otro era sacristán,
varios de ellos estaban empleados como caseros, tanto en las casas que algunos vecinos de Sevilla,
propietarios de tierras del término de Espartinas poseían dentro de la propia población, como en
las que tenían en las propias haciendas, siete criados y criadas, de los que cuatro de ellos estaban
al servicio de la familia Maldonado, y dos esclavas, una de ellas precisamente al servicio de uno
de los clérigos. La mayor parte de los vecinos, aunque ello no sea consignado en el texto del censo,
se dedicaría casi con toda seguridad a las faenas del campo.
Suponiendo que a cada familia censada correspondía una casa, por esas fechas habría
en Espartinas unas cien de ellas, poco más o menos, todas ellas alineadas a ambos lados de lo que
entonces se llamaba la Calle Real y actualmente constituye la carretera o avenida de la alcaldesa
María Regla Jiménez, que era la única calle que por entonces existía. Por fuerza tenemos que
figurarnos a estas casas como viviendas muy modestas, con solo la planta baja o con algún
soberado para chismes y granos, destacando entre estas casas las de los hacendados sevillanos, en
primer lugar las de Melchor Maldonado, que pensamos que son las que actualmente llevan el
número 111 (…), ya que coinciden en parte con la descripción que se hace de ellas en la época, al
ser una casa espaciosa con bodegas y otras dependencias y que daban a la Calle Real y al camino
de Villanueva, y las casas del presbítero Lucas Pinelo y las de los hacendados sevillanos Pedro de
Angulo, Tomás de Castañeda y Antonio de Lara”.
En el censo de 1631 aparecen las edades de la mayoría de los hijos de los matrimonios
censados, lo que nos permitiría (restando los quince años pertinentes) saber incluso los nombres y
apellidos de muchos de los habitantes de Espartinas que fueron testigos de la estancia de Hasekura y
su séquito, y que coincidirían muchas veces en los caminos y actos de la vida social de Espartinas
durante aquel año. Así, p. ej., “Cristóbal Román y Catalina Vela, su mujer, tienen un hijo de edad
de 22 años, llamado Bartolomé, y una niña de 2 años, llamada María”. De algunos habitantes, por
circunstancias concretas, tenemos constancia más documentada para situarlos en la Espartinas de
1616-17. Es el caso del escribano Pedro Sánchez Borrego, quien consta que en 1631 llevaba ya 30
años ejerciendo como tal en Espartinas. De este último se dice en el censo “Pedro Sánchez Borrego
y Ana de Medina, su mujer; hijos, Constanza García de 20 años, Ana de 17 años, Isabel de 15,
Catalina de 8, Fernando de 12; criado Juan Becerro. (Todos eran moradores de la calle Real, la
única que existía)”
Por otra parte, a tenor de otra serie de documentos de gobierno de la villa (de principios
del XVII), se pueden deducir otra serie de consideraciones en cuanto al caserío de Espartinas.
“Una primera constatación que se efectúa en estos textos es la de que durante el tiempo
de todo este proceso no existían aún casas de cabildo o consistoriales en las que el concejo de la
villa celebrase sus reuniones o ayuntamientos. Expresamente se dice en un pasaje de la toma de
posesión que los cabildos se acostumbraban a tener en la casa del escribano, donde también se
guardaban los papeles o archivo del propio concejo. En otro lugar hemos podido leer que alguna
reunión del cabildo se celebró en casa del alguacial mayor, Melchor Maldonado, y es muy posible
que a veces estas reuniones -que no eran muchas al cabo del año- se tuviesen en casa del alguno
de los alcaldes o regidores”
“Otras dependencias concejiles o municipales eran la cárcel pública, que se hallaba
bajo el cuidado y la vigilancia de un carcelero, que muchas veces solía ser un alguacil ordinario o
menor y en las que por lo general aparecían los usuales avíos de este tipo de dependencia, tales
como grilletes, cepos o cadenas; la carnicería, que era también generalmente propia del concejo,
que las arrendaba, sacándolas anualmente a subasta; un corral del concejo, lugar rodeado de una
cerca de estacas y alambres, en el que se encerraban o acorralaban las cabezas de ganado
embargadas o el ganado mostrenco del que se desconocía su dueño, y por último unas eras de uso
común, que pensamos que podían estar situadas aproximadamente en el lugar que hoy ocupa el
34. Ayuntamiento nuevo y la plaza inmediata”.
Ya hemos dicho que el caserío propio de Espartinas se ceñía a las casas que, a uno y
otro lado, se asentaban junto a la Calle Real. Podemos entender también que dicho caserío
finalizaba antes de llegar a lo que hoy llamamos Plaza de la Cruz, ya que dicha cruz parece situarse
(como en otras poblaciones) en el lugar que ocupaba la horca, y que estableció Caballero de
Cabrera en la salida de la villa, en el camino Real que iba a Sanlúcar la Mayor.
Dentro del término de Espartinas se encontraban dos núcleos de población
independientes y de cierta importancia: Paternilla de los Judíos y Cazalla de Almanzor. Además
existían ya (y con importancia reseñable) las haciendas de Loreto, Tablantes y Mexina.
Paternilla de los Judíos era un núcleo poblacional muy cercano al casco urbano de
Espartinas, y tenía iglesia propia. Hacia 1556 “la parroquia de la Asunción de Espartinas estaba
íntimamente ligada a la de San Bartolomé, del “lugar” de Paternilla de los Judíos, una pequeña
población que existía entonces entre Espartinas y Villanueva del Ariscal; sabemos que ambas
parroquias tenían un mayordomo común, unos libros sacramentales también comunes para los
fieles de ambas feligresías, y probablemente también un mismo cura párroco. Esta vinculación
tendría consecuencias importantes (…) porque cuando la pequeña iglesia de San Bartolomé fue
derribada a finales del siglo XVII, por no ser necesaria para la corta población de Paternilla,
parte de sus materiales y de su patrimonio pasarían a engrosar el de la fábrica parroquial de
Espartinas”.
En el censo poblacional de Paternilla de los Judíos aparecen relacionados únicamente 15
habitantes. En cuanto a Cazalla Almanzor, en el censo poblacional de 1631 aparecen 31 habitantes.
(siempre entendemos estos datos como población estable, independientemente de los ocupantes
temporales motivados por labores agrícolas de temporada).
Qué queda del monasterio de Loreto que conoció Hasekura
En cuanto a la fábrica del monasterio hemos de recordar que gran parte de lo que hoy
conocemos no existía en aquella época, pues lo que nos ha llegado es fruto de las grandes
transformaciones que sufrió el monasterio en el siglo XVIII (un siglo después de abandonar
Hasekura el Loreto).
Fundamentalmente quedan dos elementos: lo que hoy en día es la sacristía (y que en
1616 se correspondía con la “capilla mayor” de la iglesia conventual de entonces) y el claustro
denominado mudéjar. Hemos de señalar que, en el primer caso, nos estamos refiriendo básicamente
a su parte constructiva, y no a la decorativa. En el caso del claustro también nos referiríamos a los
aspectos básicos de su construcción, sin tener en cuenta pequeñas diferencias en lo morfológico que
pudieran darse en aquellos momentos.
En lo referente a esculturas o pinturas importantes que pudiesen existir hacia 1616
hemos de resaltar, en primer lugar, la imagen de Ntra. Sra. de Loreto, muy distinta realmente a la
que conocemos hoy, ya que en aquella época se mantenía como una imagen de vestir. En segundo
lugar podemos hablar de la imagen de San Diego de Alcalá, que aún existe. El resto de esculturas y
pinturas de cierta importancia que hoy existen son de años posteriores a la estancia de Hasekura en
el monasterio.
Cómo era la iglesia parroquial que conoció Hasekura
Después de algunas importantes reformas, la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la
35. Asunción presenta un aspecto bien diferente a la que conoció Hasekura. Intentaremos dar una idea
de cómo era aquel templo y también qué enseres, pinturas, esculturas...que aún conservamos fueron
vistas y apreciadas por el embajador japonés.
“El núcleo más antiguo del edificio es el espacio constituido por las tres naves con sus
cubiertas de tejas al exterior, y al interior las dos hileras de tres arcos cada una sobre anchos
pilares que separan la central, más ancha, de las laterales; adosada al último de los arcos estaría
la antigua capilla mayor, más pequeña que la actual, pues no había crucero propiamente dicho, y
a los pies, en el mismo lugar que en la actualidad, se hallaba el coro y la portada principal, cuya
puerta de acceso se correspondía con el campanario en forma de espadaña. Se trataba por tanto
de una edificación de tipo mudéjar, no muy espaciosa, que aunque originalmente se edificó en el
siglo XVI, hubo de ser muy reformada parcialmente, según todos los indicios, entre 1655 y 1667”.
Ya vemos que todo lo referente al actual crucero de la iglesia, capilla sacramental y de
la Virgen de Consolación, y actual sacristía no existían en 1616. Por supuesto el retablo mayor que
tenía entonces el templo era bien diferente al de ahora .
Tampoco existía en 1616 el friso arquitectónico que recorre la parte superior de los
arcos de la nave central . En cambio es muy posible que, salvo algunos retoques decorativos, ya
existiese la actual espadaña-campanario de la parroquia.
De las esculturas puede afirmarse que ya existían el Cristo de la Sangre, una Virgen del
Rosario (anterior a la actual) y la Virgen de Consolación.
También existían en aquel entonces la magnífica Cruz Parroquial, el cáliz de estilo
tardogótico, un copón de traza renacentista y un vaso para el Viático, de finales del siglo XVI.
Cómo era la hacienda de Mexina hacia 1616
Las noticias que tenemos sobre Mexina no corresponden exactamente a 1616, sino a
unos cincuenta años antes. Pero poco podía variar, en aquella época, la fisonomía de una hacienda
como Mexina en tan pocos años. Como ya dijimos, era propiedad de D. Diego Caballero de
Cabrera, hermano de Luis Sotelo. La heredaría otro Diego Caballero de Cabrera (hijo de aquel) que
sería el primer señor de Espartinas, por compra de dicho señorío a la Corona en 1631.
Sabemos que hacia 1555, además de los olivares y viñas que correspondían a la
propiedad, contaba Mexina con “molinos de aceite, almacén de sal, norias, albercas, lagar de
piedra y viga saliente, palomar, hornos, silos, silos de aceitunas, caserío, bodegas, una arboleda y
casas cogederas”. Seguramente en este “caserío” se habrían albergado los acompañantes japoneses
de Hasekura en el caso de que hubiesen terminado recalando en Mexina. Hay que tener en cuenta
que ordinariamente los dueños de Mexina vivían en la capital hispalense y que estas haciendas
estaban perfectamente preparadas para alojar transeúntes por más o menos tiempo.
“Asentada sobre una antigua alquería, la Hacienda de Mejina estaba dedicada
principalmente al cultivo del olivar y viña, hecho que hemos podido deducir viendo en el inventario
de los bienes cómo las tierras que estaban vinculadas a la Hacienda estaban dedicadas al cultivo
de la vid y el olivo. También suponemos que debió dedicarse a la industria derivada de dichas
materias primas, como quedaba probado con la existencia de molinos de aceite o bodegas en la
hacienda”.
Así que, conviviendo con estas tareas agrícolas (según los ciclos y estaciones) y con el
personal dedicado a las tareas de recolección y manufactura, debieron pasar esos meses los
japoneses que acompañaban a Hasekura.
37. Apoyados en algunos datos históricos, lo que hacemos a continuación no es más que
una serie de reflexiones alrededor de las circunstancias que rodearon el tiempo de vida de Hasekura
y su séquito en Espartinas durante su segunda estancia. A veces se podrán considerar como
hipótesis; otras únicamente como circunstancias a “tener en cuenta” de cara a futuras
investigaciones y reflexiones.
Un tratamiento especial daremos a la manutención de Hasekura y sus acompañantes en
el monasterio de Loreto (manutención que, como veremos inmediatamente, corrió en su mayor
parte por cuenta de los frailes). Para todo este tema hemos reservado el ANEXO III, al final de este
trabajo.
Circunstancias de penuria económica
En la carta que con fecha de 27 de junio de 1617 Fco. de Tejada remite a Juan Ruíz, se
dice expresamente de Hasekura y los cinco japoneses que le acompañarán en el viaje que “Están
con tan gran necesidad de todo, que al embajador ha sido menester vestirle de los pies a la cabeza
y a sus criados remendallos para que no vayan descalzos y desnudos”.
También es muy reveladora la carta de Sotelo al Rey, en abril de 1617, en que declara
cómo Hasekura “(...) está tan alcançado que tiene necesidad le sustente el convento donde está
(...)”.
Estas noticias tan gráficas nos puede dar una idea de que la permanencia de Hasekura y
su séquito se desarrolló en unas circunstancias de penuria económica. Ante esto hay que realizar
algunas consideraciones que ayuden a comprender estas circunstancias.
En primer lugar hay que recordar que la misión diplomática, a la vista de las autoridades
españolas, había perdido sentido hacía ya mucho tiempo, con lo que era comprensible que dichas
autoridades entendiesen que los gastos que debieran generarse por esta misión se deberían reducir al
mínimo imprescindible. Pero a esto hay que sumar la negativa de Sotelo y Hasekura a embarcar
cuando les correspondía y el “enfado” que esto produjo en los gobernantes españoles. Hasta tal
punto que, por parte de estos últimos, optan por la actitud de “cortar toda comunicación”. De alguna
manera, Hasekura y los suyos quedan a la ventura de lo que Luis Sotelo, de forma personal, pudiera
hacer por ellos. Se entiende, por lo descrito, que no pudo llegar a más de darles alojamiento y
manutención.
No obstante, parece que Hasekura y los suyos pudieron contar con algún dinero. El 10
de junio de 1616 la Casa de Contratación entrega 375.000 maravedíes a la embajada japonesa “para
su aviamiento” en el viaje de vuelta. Sabemos que al final sólo se embarcaron 13 japoneses,
quedándose el resto con Hasekura en Espartinas. ¿Qué pasó con ese dinero? Sabemos que al año
siguiente (el 25 de junio de 1617), Pedro Bravo Dávila remite al Consejo una petición de Fray Luis
Sotelo en la que, entre otras cosas, pide para la vuelta “(...) alguna ayuda de costa para el dicho
embajador, que la del año pasado se a gastado en averse sustentado y en aver encaminado la más
de la gente que tenía en la flota que fue a Nueva España(...)”. Es decir, los 375.000 se usaron en el
regreso de aquellos trece japoneses y en el sustento de los que se quedaron durante un año.
Esta situación de penuria permanente pudo animar a algunos de ellos (por lo estudiado,
creemos que en concreto podemos hablar de dos japoneses) a abandonar el grupo para buscar
recursos propios de subsistencia: en definitiva, comenzar una nueva vida. Quizá al principio existía
la esperanza de que, de forma rápida, pudieran llegar noticias positivas de la Corte. Pero a medida