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LA OREJA: EL OÍDO Y EL EQUILIBRIO
A primera vista, la maquinaria del oído y el equilibrio parece muy rudimentaria. Los líquidos deben
moverse para estimular los receptores de la oreja: las vibraciones sonoras mueven el líquido para
estimular los receptores auditivos, mientras que los movimientos bruscos de la cabeza agitan los
líquidos que rodean a los órganos del equilibrio. Los receptores que responden a tales fuerzas
físicas se denominan mecanorreceptores. El aparato auditivo nos permite oír una extraordinaria
variedad de sonidos, y los receptores del equilibrio de gran sensibilidad mantienen el sistema
nervioso continuamente al tanto de la posición y los movimientos de la cabeza. Sin esta
información, resultaría difícil (si no imposible) mantener el equilibrio. Aunque estos dos órganos
de los sentidos están alojados juntos en la oreja, sus receptores responden a distintos estímulos y
se activan de forma independiente.
Anatomía de la oreja
Anatómicamente, la oreja se encuentra dividida en tres zonas principales: el oído externo, el oído
medio y el oído interno (véase la figura 8.12). Las estructuras del oído medio y externo influyen
sólo en el oído. El oído interno funciona tanto para el equilibrio como para el oído.
El oído medio
El oído medio (o cavidad timpánica) es una pequeña cavidad rodeada de mucosa y llena de aire
dentro del hueso temporal. Está flanqueado lateralmente por el tambor del oído y en su parte
medial por una pared ósea con dos aberturas, la ventana oval y la ventana redonda inferior
cubierta por membrana. El tubo faringotimpánico (o trompa de Eustaquio) se extiende de forma
oblicua hacia abajo para unir el oído medio a la garganta, y las mucosas que rodean a las dos zonas
son continuas. Normalmente, el tubo faringotimpánico es plano y cerrado, pero al tragar o
bostezar puede abrirse brevemente para igualar la presión de la cavidad del oído medio con la
presión externa (o atmosférica). Se trata de una función importante porque el tambor del oído no
vibra con total libertad a menos que la presión en ambas superficies sea la misma. Cuando las
presiones son distintas, el tambor del oído se abomba hacia dentro o hacia fuera, lo que dificulta
la audición (puede que las voces se oigan lejanas); algunas veces produce dolor en la zona. La
sensación de oído taponado que se produce al igualarse las presiones es familiar para cualquiera
que haya volado en avión.
El oído externo
El oído externo consta de la aurícula y del meato acústico externo. La aurícula (o pabellón
auricular) es lo que presiona en la ventana oval del oído interno. El movimiento de la ventana oval
pone los líquidos del oído interno en movimiento, lo que posteriormente excita a los receptores
auditivos.
El oído interno
El oído interno es un laberinto de cámaras óseas denominado laberinto óseo, que se encuentra en
lo profundo del hueso temporal detrás de la cuenca del ojo. Las tres subdivisiones del laberinto
óseo son la cóclea en espiral, del tamaño de un guisante, el vestíbulo y los canales semicirculares.
El vestíbulo se sitúa entre los canales semicirculares y la cóclea. Las vistas del laberinto óseo que
suelen aparecer en libros de texto, como éste, son algo confusas porque realmente nos estamos
refiriendo a una cavidad. puede compararse con el molde de un laberinto óseo; es decir, un
laberinto lleno de férula de yeso y en el que, a continuación, se han extraído las paredes óseas tras
endurecerse el yeso. La forma del yeso revela así la forma de la cavidad que se extiende hasta el
hueso temporal. El laberinto óseo está lleno de un líquido como el plasma denominado perilinfa.
Suspendido de la perilinfa hay un laberinto membranoso, un sistema de sacos membranoso que
sigue más o menos la forma del laberinto óseo. El propio laberinto membranoso contiene un
líquido más espeso denominado endolinfa.
ANATOMIA DEL OIDO..
para liberar la presión. Se implanta un tubo diminuto en el tambor que permite drenar la pus al
canal auditivo externo. El tubo suele caerse sólo en el primer año de vida. ▲ El curso más
horizontal del tubo faringotimpánico en los bebés también explica por qué no es una buena idea
que “sujeten” el biberón o alimentarlos cuando están tumbados (una situación que favorece la
entrada de alimentos en dicho tubo). La cavidad timpánica la abarcan los tres huesos más
pequeños del cuerpo, los osículos, que transmiten la vibración del tambor del oído a los líquidos
del oído interno Dichos huesos, denominados por su forma, son el martillo, el yunque y el estribo.
Cuando se mueve el tambor del oído, el martillo también se mueve y transfiere la vibración al
yunque. El yunque, por su parte, pasa la vibración al estribo, que presiona en la ventana oval del
oído interno. El movimiento de la ventana oval pone los líquidos del oído interno en movimiento,
lo que posteriormente excita a los receptores auditivos.
Mecanismo del oído
En el conducto coclear, el laberinto membranoso de la cóclea que contiene endolinfa es el órgano
espiral de Corti, que contiene los receptores auditivos, o células capilares (Figura 8.15a). Las
cámaras (escalas) por encima y por debajo del conducto coclear contienen perilinfa. Las ondas
sonoras que llegan a la cóclea mediante vibraciones del tambor del oído, los osículos y la ventana
oval ponen los líquidos cocleares en movimiento (Figura 8.16). A medida que las ondas sonoras se
transmiten mediante los osículos desde el tambor del oído hasta la ventana oval, su fuerza
(amplitud) se ve aumentada por la actividad de palanca de los osículos. De esta forma, casi la
fuerza total ejercida en el tambor del oído, que es mucho más grande, alcanza a la diminuta
ventana oval que, a su vez, pone los líquidos del oído interno en movimiento, y estas ondas de
presión crean vibraciones en la membrana basilar. Las células receptoras, colocadas en la
membrana basilar del órgano espiral de Corti, se estimulan cuando los “pelos” se inclinan o
pellizcan por el movimiento de la membrana tectoria, similar al gel que se encuentra sobre ellas
(Figura 8.15b). La longitud de las fibras que cubren la membrana basilar sintoniza zonas específicas
para vibrar a determinadas frecuencias. En general, los sonidos de gran alcance afectan a las fibras
más cortas de la membrana basilar y estimulan a las células receptoras cercanas a la ventana oval,
mientras que los sonidos de escaso alcance afectan a las fibras largas y activan células capilares
específicas muchos más allá de la cóclea (véase la Figura 8.16). Una vez estimuladas, las células
capilares transmiten impulsos a lo largo del nervio coclear (una división del nervio craneal VIII, el
nervio vestibulococlear) hasta la corteza auditiva del lóbulo temporal, donde se interpreta el
sonido (o se oye). Puesto que el sonido suele alcanzar a los dos oídos en momentos distintos,
puede decirse que oímos “en estéreo”. Desde el punto de vista funcional, esto nos ayuda a
determinar de dónde proceden los sonidos de nuestro entorno.
OÍDO EXTERNO OÍDO MEDIO OÍDO INTERNO Pabellón auricular Canal auditivo Tambor del oído
Martillo, yunque, estribo Líquidos de los canales cocleares Superior y medio inferior Presión
Amplificación en el oído medio Una Amplitud vibración Órgano espiral de Corti estimulado
Tiempo.
SENTIDOS QUÍMICOS: GUSTO Y OLFATO Los receptores gustativos y olfatorios se clasifican como
quimiorreceptores porque responden a sustancias químicas en soluciones. Se han identificado
cinco tipos de receptores gustativos, pero se cree que los receptores olfatorios (del olfato) son
sensibles a un rango mucho mayor de sustancias químicas. Los receptores del olfato y el gusto se
complementan entre sí y responden a muchos estímulos iguales.
Los receptores olfatorios y el sentido del olfato
Incluso aunque nuestro sentido del olfato es bastante menos agudo que el de muchos otros
animales, la nariz humana no es nada perezosa en captar pequeñas diferencias entre los olores.
Algunas personas sacan partido de su capacidad para convertirse en mezcladores de tés y café,
perfumeros o catadores de vino. Los miles de receptores olfatorios, receptores del sentido del
olfato, ocupan una zona del tamaño de un sello de correos en el techo de cada cavidad nasal
(Figura 8.17). El aire que entra en las cavidades nasales debe realizar un giro muy cerrado para
acceder a las vías respiratorias de debajo, así que olfatear, que hace que fluya más aire en la parte
superior a través de los receptores olfatorios, intensifica el sentido del olfato. Las células
receptoras olfatorias son neuronas equipadas con pelos olfatorios, largos cilios que sobresalen del
epitelio nasal y están continuamente bañados por una capa de moco secretado por las glándulas
subyacentes. Cuando alguna sustancia química disuelta en el moco estimula los receptores
olfatorios ubicados en los cilios, éstos transmiten impulsos a través de los filamentos olfatorios,
que son axones agrupados de neuronas olfatorias que en conjunto forman el nervio olfatorio
(nervio craneal I). El nervio olfatorio conduce los impulsos hasta la corteza olfatoria del cerebro,
donde se interpreta el olor y se saca una “fotografía del olor”. Las vías olfatorias están firmemente
ligadas al sistema límbico (parte emocional y visceral del cerebro). Así, las impresiones olfatorias
son duraderas y en gran medida una parte de nuestros recuerdos y emociones. Por ejemplo, el
olor de las galletas con trocitos de chocolate puede recordarnos a nuestra abuela. Hay olores a
hospital, a colegio, a bebé, a viaje. La lista es casi infinita. Nuestras reacciones a los olores rara vez
son neutras. Tenemos tendencia a que determinados olores nos gusten o disgusten, y cambiamos,
evitamos o añadimos olores según nuestras preferencias. Los receptores olfatorios son
exquisitamente sensibles; tan sólo pueden activarlos unas cuantas moléculas. Al igual que los
receptores auditivos, las neuronas olfatorias tienden a adaptarse con bastante rapidez cuando
están expuestas a un estímulo invariable, en este caso, un olor. (los pelos gustativos) sobresalen
del poro gustativo, y cuando se los estimula, se despolarizan y los impulsos se transmiten hasta el
cerebro. Tres nervios craneales (VII, IX y X) transportan los impulsos gustativos desde las distintas
papilas gustativas hasta la corteza gustativa. El nervio facial (VII) actúa en la parte anterior de la
lengua. Los otros dos nervios craneales (el glosofaríngeo y el vago) actúan en las demás zonas que
contienen papilas gustativas. Debido a su ubicación, las células de las papilas gustativas
experimentan una inmensa fricción y suelen quemarse con los alimentos calientes.
Afortunadamente, se encuentran entre las células más dinámicas del organismo y son sustituidas
cada siete o diez días por las células basales (células madre) que se encuentran en las regiones
más profundas de las papilas gustativas. Hay cinco tipos básicos de sensaciones gustativas, cada
una de las cuales corresponde a la estimulación de uno de los cinco tipos principales de papilas
gustativas. Los receptores dulces responden a sustancias como los azúcares, la sacarina, algunos
aminoácidos y algunas sales de plomo (como las que se encuentran en la pintura de plomo). Los
receptores cítricos responden a iones de hidrógeno (H+ ), o a la acidez de la solución; los
receptores amargos, a los alcaloides; y los receptores salados a iones metálicos en solución. El
umami (“deliciosos”), un gusto descubierto por los japoneses, lo provoca el aminoácido glutamato,
que parece ser el responsable del “sabor de la carne” de un filete y del sabor del glutamato
monosódico, un aditivo alimentario. Antiguamente se creía que la punta de la lengua era la más
sensible a las sustancias dulces y saladas, sus lados a las cítricas, la parte trasera de la lengua a las
amargas y la faringe al umami. En realidad, sólo hay ligeras diferencias en las ubicaciones de los
receptores gustativos de las distintas regiones de la lengua, y la mayoría de las papilas gustativas
responden a dos, tres, cuatro o incluso a las cinco modalidades gustativas. Los gustos o aversiones
gustativos tienen un valor homeostático. El gusto por el azúcar y la sal satisfará las necesidades
corporales de hidratos de carbono y minerales (así como algunos aminoácidos). Muchos alimentos
cítricos, ácidos por naturaleza (como las naranjas, los limones y los tomates) son fuentes ricas en
vitamina C, una vitamina esencial. El umami guía el aporte de proteínas, y puesto que muchos
venenos naturales y alimentos deteriorados son amargos, nuestra aversión por los sabores
amargos es protectora. El gusto está afectado por muchos factores, y lo que comúnmente hace
referencia a nuestro sentido del gusto depende en gran medida de la estimulación de nuestros
receptores olfatorios por parte de los aromas. Piensa en lo insípida que resulta la comida cuando
tenemos las vías nasales congestionadas por un resfriado.
Papilas gustativas y el sentido del gusto
El término gusto procede de la palabra latina taxare, que significa “tocar, estimar o juzgar”.
Cuando saboreamos algo, en realidad estamos probando o juzgando nuestro entorno de una
forma íntima, y muchos consideran el sentido del gusto el más placentero de nuestros sentidos
especiales. Las papilas gustativas, o receptores específicos del sentido del gusto, están distribuidas
en la cavidad oral. De las aproximadamente 10.000 papilas gustativas que poseemos, la mayoría
están en la lengua. Unas cuantas se hallan en el paladar blando y la superficie interna de las
mejillas. La superficie dorsal de la lengua está cubierta de pequeñas proyecciones de fijación (o
papilas). Las papilas gustativas se encuentran a los lados de las grandes papilas circunvaladas
redondas y en la parte superior de las papilas fungiformes más numerosas (Figura 8.18). Las
células específicas que responden a las sustancias químicas disueltas en la saliva son las células
epiteliales denominadas células gustativas.
Epiglotis ,Tonsila palatina, Tonsila lingual , Papilas fungiformes, Papilas circunvaladas, Papilas
gustativas, Epitelio de la lengua ,Papila gustativa ,Tejido conectivo, Célula gustativa (gusto) ,Célula
basal , Fibra nerviosa sensorial, Pelos gustativos (microvellosidades) que emergen del poro
gustativo, Superficie de la lengua.
DESEQUILIBRIO HOMEOSTÁTICO
Mientras que es posible tener deficiencias gustativas u olfatorias, la mayoría de las personas que
buscan ayuda médica por perder los sentidos químicos presenta trastornos olfatorios (o
anosmias). La mayor parte de las anosmias son el resultado de lesiones en la cabeza, los efectos
posteriores de la inflamación de la cavidad nasal (debido a un resfriado, una alergia o el tabaco) o
el envejecimiento. Algunos trastornos cerebrales pueden destruir el sentido del olfato o imitarlo.
Por ejemplo, algunos epilépticos experimentan auras olfatorias (alucinaciones olfatorias) justo
antes de sufrir los ataques. ▲.
EL cuidado de los sentidos
Los órganos de los sentidos, al igual que otros órganos de nuestro cuerpo, pueden sufrir lesiones o
enfermedades. Para evitarlas, es conveniente cuidarlos y adoptar una serie de hábitos para
protegerlos.
¿Cómo se protegen los sentidos? Los órganos de los sentidos tienen sus propios mecanismos de
protección, como las pestañas, las cejas o los párpados que protegen los ojos o el cerumen del
oído, que impide que entren en él sustancias perjudiciales. A veces, ocurren alteraciones que
impiden que los órganos de los sentidos realicen correctamente su función. Algunas son
alteraciones temporales, como la pérdida del olfato por un resfriado, o la pérdida de la audición
por la formación de un tapón en el oído debido a un exceso de cerumen. Sin embargo, otras
alteraciones son permanentes, e impiden a algunas personas usar alguno de sus sentidos. Por
ejemplo, las personas invidentes carecen de visión y las personas sordas no pueden oír. Existen
médicos especialistas a los que debemos consultar y acudir para realizar revisiones periódicas.

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  • 1. LA OREJA: EL OÍDO Y EL EQUILIBRIO A primera vista, la maquinaria del oído y el equilibrio parece muy rudimentaria. Los líquidos deben moverse para estimular los receptores de la oreja: las vibraciones sonoras mueven el líquido para estimular los receptores auditivos, mientras que los movimientos bruscos de la cabeza agitan los líquidos que rodean a los órganos del equilibrio. Los receptores que responden a tales fuerzas físicas se denominan mecanorreceptores. El aparato auditivo nos permite oír una extraordinaria variedad de sonidos, y los receptores del equilibrio de gran sensibilidad mantienen el sistema nervioso continuamente al tanto de la posición y los movimientos de la cabeza. Sin esta información, resultaría difícil (si no imposible) mantener el equilibrio. Aunque estos dos órganos de los sentidos están alojados juntos en la oreja, sus receptores responden a distintos estímulos y se activan de forma independiente. Anatomía de la oreja Anatómicamente, la oreja se encuentra dividida en tres zonas principales: el oído externo, el oído medio y el oído interno (véase la figura 8.12). Las estructuras del oído medio y externo influyen sólo en el oído. El oído interno funciona tanto para el equilibrio como para el oído. El oído medio El oído medio (o cavidad timpánica) es una pequeña cavidad rodeada de mucosa y llena de aire dentro del hueso temporal. Está flanqueado lateralmente por el tambor del oído y en su parte medial por una pared ósea con dos aberturas, la ventana oval y la ventana redonda inferior cubierta por membrana. El tubo faringotimpánico (o trompa de Eustaquio) se extiende de forma oblicua hacia abajo para unir el oído medio a la garganta, y las mucosas que rodean a las dos zonas son continuas. Normalmente, el tubo faringotimpánico es plano y cerrado, pero al tragar o bostezar puede abrirse brevemente para igualar la presión de la cavidad del oído medio con la presión externa (o atmosférica). Se trata de una función importante porque el tambor del oído no vibra con total libertad a menos que la presión en ambas superficies sea la misma. Cuando las presiones son distintas, el tambor del oído se abomba hacia dentro o hacia fuera, lo que dificulta la audición (puede que las voces se oigan lejanas); algunas veces produce dolor en la zona. La sensación de oído taponado que se produce al igualarse las presiones es familiar para cualquiera que haya volado en avión. El oído externo El oído externo consta de la aurícula y del meato acústico externo. La aurícula (o pabellón auricular) es lo que presiona en la ventana oval del oído interno. El movimiento de la ventana oval pone los líquidos del oído interno en movimiento, lo que posteriormente excita a los receptores auditivos.
  • 2. El oído interno El oído interno es un laberinto de cámaras óseas denominado laberinto óseo, que se encuentra en lo profundo del hueso temporal detrás de la cuenca del ojo. Las tres subdivisiones del laberinto óseo son la cóclea en espiral, del tamaño de un guisante, el vestíbulo y los canales semicirculares. El vestíbulo se sitúa entre los canales semicirculares y la cóclea. Las vistas del laberinto óseo que suelen aparecer en libros de texto, como éste, son algo confusas porque realmente nos estamos refiriendo a una cavidad. puede compararse con el molde de un laberinto óseo; es decir, un laberinto lleno de férula de yeso y en el que, a continuación, se han extraído las paredes óseas tras endurecerse el yeso. La forma del yeso revela así la forma de la cavidad que se extiende hasta el hueso temporal. El laberinto óseo está lleno de un líquido como el plasma denominado perilinfa. Suspendido de la perilinfa hay un laberinto membranoso, un sistema de sacos membranoso que sigue más o menos la forma del laberinto óseo. El propio laberinto membranoso contiene un líquido más espeso denominado endolinfa. ANATOMIA DEL OIDO.. para liberar la presión. Se implanta un tubo diminuto en el tambor que permite drenar la pus al canal auditivo externo. El tubo suele caerse sólo en el primer año de vida. ▲ El curso más horizontal del tubo faringotimpánico en los bebés también explica por qué no es una buena idea que “sujeten” el biberón o alimentarlos cuando están tumbados (una situación que favorece la entrada de alimentos en dicho tubo). La cavidad timpánica la abarcan los tres huesos más pequeños del cuerpo, los osículos, que transmiten la vibración del tambor del oído a los líquidos del oído interno Dichos huesos, denominados por su forma, son el martillo, el yunque y el estribo. Cuando se mueve el tambor del oído, el martillo también se mueve y transfiere la vibración al yunque. El yunque, por su parte, pasa la vibración al estribo, que presiona en la ventana oval del oído interno. El movimiento de la ventana oval pone los líquidos del oído interno en movimiento, lo que posteriormente excita a los receptores auditivos. Mecanismo del oído En el conducto coclear, el laberinto membranoso de la cóclea que contiene endolinfa es el órgano espiral de Corti, que contiene los receptores auditivos, o células capilares (Figura 8.15a). Las cámaras (escalas) por encima y por debajo del conducto coclear contienen perilinfa. Las ondas sonoras que llegan a la cóclea mediante vibraciones del tambor del oído, los osículos y la ventana oval ponen los líquidos cocleares en movimiento (Figura 8.16). A medida que las ondas sonoras se transmiten mediante los osículos desde el tambor del oído hasta la ventana oval, su fuerza (amplitud) se ve aumentada por la actividad de palanca de los osículos. De esta forma, casi la fuerza total ejercida en el tambor del oído, que es mucho más grande, alcanza a la diminuta ventana oval que, a su vez, pone los líquidos del oído interno en movimiento, y estas ondas de presión crean vibraciones en la membrana basilar. Las células receptoras, colocadas en la membrana basilar del órgano espiral de Corti, se estimulan cuando los “pelos” se inclinan o pellizcan por el movimiento de la membrana tectoria, similar al gel que se encuentra sobre ellas (Figura 8.15b). La longitud de las fibras que cubren la membrana basilar sintoniza zonas específicas para vibrar a determinadas frecuencias. En general, los sonidos de gran alcance afectan a las fibras más cortas de la membrana basilar y estimulan a las células receptoras cercanas a la ventana oval,
  • 3. mientras que los sonidos de escaso alcance afectan a las fibras largas y activan células capilares específicas muchos más allá de la cóclea (véase la Figura 8.16). Una vez estimuladas, las células capilares transmiten impulsos a lo largo del nervio coclear (una división del nervio craneal VIII, el nervio vestibulococlear) hasta la corteza auditiva del lóbulo temporal, donde se interpreta el sonido (o se oye). Puesto que el sonido suele alcanzar a los dos oídos en momentos distintos, puede decirse que oímos “en estéreo”. Desde el punto de vista funcional, esto nos ayuda a determinar de dónde proceden los sonidos de nuestro entorno. OÍDO EXTERNO OÍDO MEDIO OÍDO INTERNO Pabellón auricular Canal auditivo Tambor del oído Martillo, yunque, estribo Líquidos de los canales cocleares Superior y medio inferior Presión Amplificación en el oído medio Una Amplitud vibración Órgano espiral de Corti estimulado Tiempo. SENTIDOS QUÍMICOS: GUSTO Y OLFATO Los receptores gustativos y olfatorios se clasifican como quimiorreceptores porque responden a sustancias químicas en soluciones. Se han identificado cinco tipos de receptores gustativos, pero se cree que los receptores olfatorios (del olfato) son sensibles a un rango mucho mayor de sustancias químicas. Los receptores del olfato y el gusto se complementan entre sí y responden a muchos estímulos iguales. Los receptores olfatorios y el sentido del olfato Incluso aunque nuestro sentido del olfato es bastante menos agudo que el de muchos otros animales, la nariz humana no es nada perezosa en captar pequeñas diferencias entre los olores. Algunas personas sacan partido de su capacidad para convertirse en mezcladores de tés y café, perfumeros o catadores de vino. Los miles de receptores olfatorios, receptores del sentido del olfato, ocupan una zona del tamaño de un sello de correos en el techo de cada cavidad nasal (Figura 8.17). El aire que entra en las cavidades nasales debe realizar un giro muy cerrado para acceder a las vías respiratorias de debajo, así que olfatear, que hace que fluya más aire en la parte superior a través de los receptores olfatorios, intensifica el sentido del olfato. Las células receptoras olfatorias son neuronas equipadas con pelos olfatorios, largos cilios que sobresalen del epitelio nasal y están continuamente bañados por una capa de moco secretado por las glándulas subyacentes. Cuando alguna sustancia química disuelta en el moco estimula los receptores olfatorios ubicados en los cilios, éstos transmiten impulsos a través de los filamentos olfatorios, que son axones agrupados de neuronas olfatorias que en conjunto forman el nervio olfatorio (nervio craneal I). El nervio olfatorio conduce los impulsos hasta la corteza olfatoria del cerebro, donde se interpreta el olor y se saca una “fotografía del olor”. Las vías olfatorias están firmemente ligadas al sistema límbico (parte emocional y visceral del cerebro). Así, las impresiones olfatorias son duraderas y en gran medida una parte de nuestros recuerdos y emociones. Por ejemplo, el olor de las galletas con trocitos de chocolate puede recordarnos a nuestra abuela. Hay olores a hospital, a colegio, a bebé, a viaje. La lista es casi infinita. Nuestras reacciones a los olores rara vez son neutras. Tenemos tendencia a que determinados olores nos gusten o disgusten, y cambiamos, evitamos o añadimos olores según nuestras preferencias. Los receptores olfatorios son exquisitamente sensibles; tan sólo pueden activarlos unas cuantas moléculas. Al igual que los receptores auditivos, las neuronas olfatorias tienden a adaptarse con bastante rapidez cuando están expuestas a un estímulo invariable, en este caso, un olor. (los pelos gustativos) sobresalen del poro gustativo, y cuando se los estimula, se despolarizan y los impulsos se transmiten hasta el
  • 4. cerebro. Tres nervios craneales (VII, IX y X) transportan los impulsos gustativos desde las distintas papilas gustativas hasta la corteza gustativa. El nervio facial (VII) actúa en la parte anterior de la lengua. Los otros dos nervios craneales (el glosofaríngeo y el vago) actúan en las demás zonas que contienen papilas gustativas. Debido a su ubicación, las células de las papilas gustativas experimentan una inmensa fricción y suelen quemarse con los alimentos calientes. Afortunadamente, se encuentran entre las células más dinámicas del organismo y son sustituidas cada siete o diez días por las células basales (células madre) que se encuentran en las regiones más profundas de las papilas gustativas. Hay cinco tipos básicos de sensaciones gustativas, cada una de las cuales corresponde a la estimulación de uno de los cinco tipos principales de papilas gustativas. Los receptores dulces responden a sustancias como los azúcares, la sacarina, algunos aminoácidos y algunas sales de plomo (como las que se encuentran en la pintura de plomo). Los receptores cítricos responden a iones de hidrógeno (H+ ), o a la acidez de la solución; los receptores amargos, a los alcaloides; y los receptores salados a iones metálicos en solución. El umami (“deliciosos”), un gusto descubierto por los japoneses, lo provoca el aminoácido glutamato, que parece ser el responsable del “sabor de la carne” de un filete y del sabor del glutamato monosódico, un aditivo alimentario. Antiguamente se creía que la punta de la lengua era la más sensible a las sustancias dulces y saladas, sus lados a las cítricas, la parte trasera de la lengua a las amargas y la faringe al umami. En realidad, sólo hay ligeras diferencias en las ubicaciones de los receptores gustativos de las distintas regiones de la lengua, y la mayoría de las papilas gustativas responden a dos, tres, cuatro o incluso a las cinco modalidades gustativas. Los gustos o aversiones gustativos tienen un valor homeostático. El gusto por el azúcar y la sal satisfará las necesidades corporales de hidratos de carbono y minerales (así como algunos aminoácidos). Muchos alimentos cítricos, ácidos por naturaleza (como las naranjas, los limones y los tomates) son fuentes ricas en vitamina C, una vitamina esencial. El umami guía el aporte de proteínas, y puesto que muchos venenos naturales y alimentos deteriorados son amargos, nuestra aversión por los sabores amargos es protectora. El gusto está afectado por muchos factores, y lo que comúnmente hace referencia a nuestro sentido del gusto depende en gran medida de la estimulación de nuestros receptores olfatorios por parte de los aromas. Piensa en lo insípida que resulta la comida cuando tenemos las vías nasales congestionadas por un resfriado. Papilas gustativas y el sentido del gusto El término gusto procede de la palabra latina taxare, que significa “tocar, estimar o juzgar”. Cuando saboreamos algo, en realidad estamos probando o juzgando nuestro entorno de una forma íntima, y muchos consideran el sentido del gusto el más placentero de nuestros sentidos especiales. Las papilas gustativas, o receptores específicos del sentido del gusto, están distribuidas en la cavidad oral. De las aproximadamente 10.000 papilas gustativas que poseemos, la mayoría están en la lengua. Unas cuantas se hallan en el paladar blando y la superficie interna de las mejillas. La superficie dorsal de la lengua está cubierta de pequeñas proyecciones de fijación (o papilas). Las papilas gustativas se encuentran a los lados de las grandes papilas circunvaladas redondas y en la parte superior de las papilas fungiformes más numerosas (Figura 8.18). Las células específicas que responden a las sustancias químicas disueltas en la saliva son las células epiteliales denominadas células gustativas.
  • 5. Epiglotis ,Tonsila palatina, Tonsila lingual , Papilas fungiformes, Papilas circunvaladas, Papilas gustativas, Epitelio de la lengua ,Papila gustativa ,Tejido conectivo, Célula gustativa (gusto) ,Célula basal , Fibra nerviosa sensorial, Pelos gustativos (microvellosidades) que emergen del poro gustativo, Superficie de la lengua. DESEQUILIBRIO HOMEOSTÁTICO Mientras que es posible tener deficiencias gustativas u olfatorias, la mayoría de las personas que buscan ayuda médica por perder los sentidos químicos presenta trastornos olfatorios (o anosmias). La mayor parte de las anosmias son el resultado de lesiones en la cabeza, los efectos posteriores de la inflamación de la cavidad nasal (debido a un resfriado, una alergia o el tabaco) o el envejecimiento. Algunos trastornos cerebrales pueden destruir el sentido del olfato o imitarlo. Por ejemplo, algunos epilépticos experimentan auras olfatorias (alucinaciones olfatorias) justo antes de sufrir los ataques. ▲. EL cuidado de los sentidos Los órganos de los sentidos, al igual que otros órganos de nuestro cuerpo, pueden sufrir lesiones o enfermedades. Para evitarlas, es conveniente cuidarlos y adoptar una serie de hábitos para protegerlos. ¿Cómo se protegen los sentidos? Los órganos de los sentidos tienen sus propios mecanismos de protección, como las pestañas, las cejas o los párpados que protegen los ojos o el cerumen del oído, que impide que entren en él sustancias perjudiciales. A veces, ocurren alteraciones que impiden que los órganos de los sentidos realicen correctamente su función. Algunas son alteraciones temporales, como la pérdida del olfato por un resfriado, o la pérdida de la audición por la formación de un tapón en el oído debido a un exceso de cerumen. Sin embargo, otras alteraciones son permanentes, e impiden a algunas personas usar alguno de sus sentidos. Por ejemplo, las personas invidentes carecen de visión y las personas sordas no pueden oír. Existen médicos especialistas a los que debemos consultar y acudir para realizar revisiones periódicas.