1. LA CASA SOBRE LA ROCA
“Así, todo el que escucha mis palabras y las pone en práctica, puede compararse a
un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se
precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se
derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis
palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su
casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los
vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande” (Mateo 7, 24-
27)
Escuchar es oír con atención y con buena disposición lo que alguien nos dice, lo cual implica poner
la mente y el corazón en perfecta sincronía con los oídos, para que las ondas que transportan el
sonido tengan resonancia en nuestro interior, y las palabras logren ser significativas.
Escuchar las palabras de Jesús es escuchar sus enseñanzas, el mensaje que vino a traernos de parte
de Dios, su Padre y nuestro Padre. Un mensaje que es siempre mensaje de amor y de servicio, de
verdad, de justicia, de libertad y de paz.
La escucha implica, de una manera o de otra, la acción; es decir, hacer realidad lo que oímos con
nuestros oídos, y tuvo eco en nosotros.
Jesús es la Palabra de Dios hecha carne de nuestra carne; la Palabra de Dios, el Verbo de Dios, Dios
mismo, que se hace presente en medio de nosotros y habla a nuestro corazón y a nuestra vida.
Jesús es la Palabra de Dios que quiere ser escuchado por nosotros, para que cada día seamos
mejores; para que cada día crezcamos como personas; para que cada día vivamos con más dignidad
nuestra condición de hijos suyos, creados a su imagen, y también nuestra condición de hermanos
entre nosotros.
Escuchar las palabras de Jesús, que son palabras de Dios, ilumina nuestro ser y nuestro obrar de
cada día, muestra el camino que conduce a la bienaventuranza eterna.
Las palabras de Jesús, que son palabras de Dios, ponen todo en su lugar, y si las seguimos con
prontitud y decisión, impiden que nos desviemos de la ruta que nos ha sido señalada por el Padre.