Del sermón pronunciad por San Carlos Borromeo en el último sínodo
1. Del sermón pronunciad por San Carlos Borromeo en el último
sínodo.
Todos somos débiles, lo admito, pero el Señor el Señor ha puesto en nuestras
manos con que poder ayudar fácilmente, si queremos, esta debilidad. Algún
sacerdote querría tener aquella integridad de vida que sabe que se le demanda,
querría ser continente y vivir una vida evangélica, como exige su condición, pero
no piensa en emplear los medios requeridos para ello: ayunar, hacer oración,
evitar el trato con los malos y las familiaridades dañinas y las familiares dañinas y
peligrosas.
Algún otro se queja de que, cuando va a salmodiar o a celebrar la misa, al
momento le acuden a la mente mil cosas que lo distraen de Dios; pero éste, antes
de ir al coro o celebrar la misa, ¿Qué ha hecho en la sacristía, como se ha
preparado, que medio ha puesto en práctica para mantener la oración?
¿Quieres que te enseñe como iras progresando en la virtud y, si ya estuviste
atento en el coro, cómo la próxima vez lo estarás más aun y tu culto será más
grande y agradable a Dios? Oye lo que voy a decirte. Si ya arde en ti el fuego del
amor Divino, por pequeño que este sea, no lo saque fuera enseguida, no lo
expongas al viento, mantén el fogón protegido para que no se enfrié y pierda el
calor; esto es, aparta cuanto puedas las distracciones, conserva el recogimiento,
evita las conversaciones inútiles.
¿Estos dedicados a la predicación y la enseñanza? Estudia y ocúpate de todo lo
necesario para el recto ejercicio de este cargo; procura antes que todo predicar
con tu vida y costumbres, no sea que, al ver que una cosa es lo que dices y otra la
que haces, se burlen de tus palabras meneando la cabeza.
¿Ejerces la cura de almas? No por ello olvides la cura de ti mismo, ni te entregues
tan pródigamente a los demás que no quede para ti nada de ti mismo; porque es
necesario ciertamente, que te acuerdes de las almas a cuyo frente estas, pero no
de manera que te olvides de ti.
Sabedlo, hermanos, nada es tan necesario para los clérigos como la oración
mental; ella debe preceder, acompañar y seguir nuestras acciones: Salmodiare –
dice el salmista- y entenderé. Si administras los sacramentos, hermano, medita lo
que haces; si celebras la misa, medita lo que ofreces; si salmodias en el coro,
medita a quien hablas y que es lo que hablas; si diriges las almas, medita con que
sangre han sido lavadas y así hacedlo todo con espíritu de caridad; así
2. venceremos fácilmente las innumerables dificultades que inevitablemente
experimentamos cada día (ya que esto forma parte de nuestra condición); así
tendremos fuerzas para da a luz a Cristo en nosotros y en los demás.
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