1. Arzobispado de Arequipa
Domingo
19 de Abril
del 2015
LA ColumnA
De Mons. Javier Del Río Alba
TÍA MARÍA
“¿Qué piensa sobre Tía María?”. Es la pregunta
que más veces me han hecho en los últimos
días. Especialmente los periodistas, pero no sólo
ellos porque lo que viene sucediendo en el Valle
del Tambo preocupa a muchísima gente. En
todos los casos, he respondido lo mismo: como
Iglesia no nos corresponde decir si el proyecto
Tía María es algo bueno o no, ya que se trata de
un asunto técnico que nosotros no estamos en
capacidad de evaluar porque no tenemos los
conocimientos ni la información suficiente para
hacerlo. Aun si me entregaran el Estudio de
Impacto Ambiental, estoy seguro que no podría
pronunciarme objetivamente sobre el mismo,
porque debe contener una serie de datos,
fórmulas e información técnica que no sabría
evaluar. Seguramente a usted le pasaría lo
mismo y, por cierto, es la misma situación de casi
todos los habitantes del Valle. Por un lado, saber
que se hará una inversión de mil cuatrocientos
millones de dólares, que creará puestos de
trabajo e incrementará notablemente los
ingresos por canon y otros conceptos en
beneficio de la Región, el país y la provincia de
Islay, presenta al proyecto como algo favorable.
Por otro lado, hay quienes sostienen que se
afectará gravemente a la agricultura y otras
actividades y que terminará empobreciendo a la
zona. La verdad es que los conocimientos
técnicos de la gran mayoría de la población no
son suficientes para saber si esto es cierto o no.
En cambio, lo que sí está al alcance de todos es
tomar posición sobre la violencia que se está
viviendo en la zona. Por eso, como ciudadano,
pero también como máximo representante de la
Iglesia Católica en nuestra Región, he declarado
que los cristianos y las personas de buena
voluntad no podemos estar de acuerdo con los
enfrentamientos verbales y físicos que se han
venido dando las últimas semanas, ni con la
pretensión de imponer por la fuerza la opinión o
el deseo de un grupo de personas. En una
democracia es legítimo que existan diversos
puntos de vista e, incluso, intereses distintos. Es
legítimo también que cada grupo de interés
defienda su posición con los medios y
mecanismos que permite la Ley. Pero lo que no
está bien es recurrir a la violencia ni al
amedrentamiento, causar daños a la propiedad
privada o pública, impedir el libre tránsito de las
personas y los vehículos, o utilizar otros medios
que perjudican no sólo a uno de los grupos
involucrados en la discordia sino también a
terceros que no tienen parte en esa disputa de
intereses. Las millonarias pérdidas que se están
ocasionando en la zona del conflicto afectan,
especialmente a los más pobres y vulnerables.
Cada día aumenta el número de familias cuya
precaria situación económica se agrava por
estos sucesos.
En ese contexto, no me cansaré de pedir que se
haga cuanto esté al alcance para que se
restablezca la paz social e individual y se
normalicen las actividades en la zona. He pedido
al párroco de Cocachacra que vea el mejor modo
de promover el diálogo y que abogue por el cese
de la violencia. Me consta que ha procurado
hacerlo. Lamentablemente, como hace unos
días ha dicho el Papa Francisco, hay personas
que no saben dialogar y que, además, impiden
que otros lo hagan. Esto es sumamente
preocupante, como también lo es que personas
ajenas al Valle del Tambo y a la Región estén
agravando el conflicto, y que un sector no poco
numeroso de la población no confíe en el rol
regulador y de garante que corresponde al
Estado. Rezo para que este conflicto, que es
posible responda también a intereses políticos,
se supere pronto para el bien común de los
habitantes de la provincia de Islay y de nuestra
Región.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa