2. Recorro el esbelto corredor
que une tu mente con tu corazón
y siento su pálpito
como una réplica del latir de tu útero.
Mi lengua se enreda como hiedra trepando
por el vertiginoso puente de tu clavícula
subiendo contracorriente una cascada
erizada
hasta el manantial de tu oído.
Me paro en cada una de las traviesas
de la vía hacia tu espalda
y oscilo como un péndulo
entre las dos caras de la luna.
No puedo parar de beber
cual náufrago desesperado
en la clara laguna de tus escápulas
ni de respirar el rítmico viento de tu gozo.