En este capítulo se nos presentan algunos recuerdos de la adolescencia del Tío Rober y las angustias que le llegan al pensamiento con respecto a la nueva situación que le toca enfrentar con los que acorralan a su sobrino Emilio.
Capítulo IV: el tío Rober - PILDORAS CONTRA LA APATÍA
1. CAPÍTULO IV: EL TIO ROBER
Para el Rober los cambios en realidad no eran fáciles. Era un hombre en
general afable, de carácter bondadoso y gentil, que se adaptaba y acomodaba
siempre a los deseos de los demás. De esta manera, el Rober había sufrido
muchas decepciones en su vida, acostumbrado a dar más que a recibir. De
natural generoso, fiel a los suyos y siempre dispuesto a echar una mano donde
hiciera falta. No se puede decir que fuera un hombre al que le faltara carácter,
pero su naturaleza habitualmente le impedía enfrentarse de manera violenta o
decidida a un conflicto. Desde que Emilio había entrado en su cómoda vida,
todo esto había cambiado. Ver a su hermana desesperada, llorando
amargamente y haciéndose cruces preguntándose cuántas cosas había hecho
mal en la educación de su hijo primogénito, pusieron al Rober en su sitio
aunque no quisiera: él era antes que nada, el hermano mayor, el responsable,
el que no podía fallar en un momento tan importante. Y sobre todo, había dado
su palabra. Y eso para el Rober era sagrado, el código de honor silencioso que
le unía a su hermana.
El Rober era el mayor de tres hermanos, primera generación de catalanes
nacida del matrimonio de un inmigrante de un pequeño pueblo de Murcia y una
madre andaluza. No fue casual por tanto que el Rober, el Miguel y la Montse
hubieran crecido en La Verneda, un barrio junto al Besós donde se
concentraba una gran parte de la población inmigrante andaluza de la época
que empezó a crecer desordenadamente a finales de los años 50 y primeros 60
para dar cabida a toda aquella masa obrera que recaló en Barcelona para
trabajar en la industria textil y del automóvil.
2. Mi hermana es la leche, coño. Me tiene harto. ¿Quién le mandaría liarse con el
idiota ese? ¿No tuvo suficiente con el que la preñó de Emilio? Dos criaturas
más en el mundo. ¿Qué va a ser de ellas con un padre alcohólico y una madre
que no saca ni para el alquiler? Y ahora encima este cabrón de Emilio. Fichado
por la policía a los 15 años…¿Qué hago yo con todo ésto? No sé ni por dónde
empezar. Suerte que la Simone ha dado la cara, sigue siendo la tía diez de
antes. ¿Cómo habrá sido su vida? Que yo sepa nunca se casó ni tuvo hijos. La
verdad es que es raro, con lo que a ella le apasiona educar, aunque bueno,
supongo que hizo de la enseñanza su vida. ¡Qué gran mujer! A mi la verdad es
que me tenía medio enamorao, con aquella sonrisa, aquella vitalidad, esos
ojillos de picarona…Aún los tiene, la jodía. Si lo pienso igual fue más su
personalidad la que a mi me hizo cambiar que otra cosa. Lo hice por ella, para
llamar su atención, para que me considerase, para que viera que no era tan
inútil como podía parecer, que en realidad era un tío apañao. Fíjate que se
quedó con la copla de que yo tocaba bien el cajón... Anda que no fue
casualidad aquello…un día que estaba aburrido en clase de literatura me puse
a dar golpes contra el pupitre siguiendo el ritmo de la canción que estaba
sonando. Me acuerdo como si sería ayer. Ese día nos puso música africana en
clase y dijo: “es imposible que entendáis al Tio Tom, (el de la cabaña), si no
habéis escuchado nunca un salmo de góspel”. Y yo ni idea de lo que era
aquello pero la música me llegó al alma y empecé a aporrear el pupitre.
Cualquier otra profesora me hubiera echado de clase o me hubiera castigado
pero ella dijo dirigiéndose a mis compañeros: “Rober ha entendido
perfectamente la música y el sentir de los esclavos”. Me quedé de piedra, yo
que en realidad lo que estaba haciendo, como otros días, era reventar la clase.
3. Dejé de darle mamporros al pupitre en seco pero ella me animó a seguir. Así lo
hice, esta vez atendiendo realmente a lo que hacía y sintiendo cómo aquellas
voces profundas de hombres y mujeres que cantaban a coro y parecían querer
interrumpirse los unos a los otros me hacían vibrar con su sonoridad. Seguí
tocando hasta que me dolieron las manos, estaba como en trance…y al final
toda la clase me aplaudió, incluída Simone. Después me llevó aparte y me dijo
si no quería darle a aquello de la música, que si me gustaba la rumba y no sé
qué más. Al final me juntó con el Ricky y el Martí, que eran otros colgaos como
yo y con el tiempo y los ensayos formamos aquel grupo que era “Los Pelaos”.
Nunca llegamos a gran cosa, pero lo pasemos bien, llegamos a tocar en alguna
que otra sala con cierto nombre, en las fiestas del Poble Nou y de Sants, a
grabar algunas maquetas…¡Dios, qué tiempos! Pero lo importante fue que ella
consiguió que yo no me descarrilara. Y ya ves, todo porque un día escuché
aquello de When the Saints go marching in…Si pudiera conseguir lo mismo con
Emilio…
La cuestión también es de dónde voy a sacar yo para pagar a esos tipejos la
deuda del chaval. ¿Y si me voy a la policía finalmente y lo canto todo? Bah, no
sé, al chaval le prometí que no metería a los boixos, además no tengo pruebas,
lo implicaría a él más todavía. De momento se me imagino que se ha librado
porque le han pillao con poca cosa. ¿Realmente será un trapichero de poca
monta? No sé con la paliza que le han pegao igual no me lo está contando
todo. Es un poco raro…
Bueno, he de llamar a Simone para decirle que Emilio se incorporará dentro de
un par de semanas. Será mejor también para que la mafia se olvide de él por
un tiempo. Espero que no se hayan enterado de dónde buscarlo ahora. Esto es
4. para volverse loco…¿Y si la pían en el hospital? ¿Mira que si el médico se lo
casca a la pasma? Parecía muy interesado en que hiciéramos la denuncia.
Bah, no creo, en los hospitales pasan de todo. ¿Y si nos siguieron al hospital
los que le pegaron la paliza? ¿Se habrán buscado la vida para averiguar mi
dirección? ¿Se la darían o eso es una información confidencial? Bueno, quien
da palizas normalmente no es muy listo, ¿no?. También han podido mandar
después a alguien más hábil…
En estos pensamientos se debatía el Rober cuando sonó el teléfono de su
sobrino. Indeciso se acercó al terminal y vio un número oculto, tragó saliva y
descolgó:
Una voz distorsionada escupió siguientes frases al otro lado del hilo telefónico:
―Zeta te da una semana para pagar tus deudas. Si no cumpliremos lo que te
dejamos escrito en la nota.
La voz colgó el teléfono dejando a Rober en un estado de consternación.