Domingo Savio nació en Italia en 1842 en una familia humilde. Desde pequeño mostró una gran piedad y fue admitido para recibir su Primera Comunión a los siete años. Escribió unos propósitos que cumplió toda su vida como confesar y comulgar a menudo. Ingresó al oratorio de Don Bosco a los once años donde se destacó por su deseo de convertirse en sacerdote. Realizaba estrictas penitencias que afectaron su salud hasta que murió de pulmonía a los quince años.
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Domingo Savio, santo de la niñez de Don Bosco
1. Domingo Savio, santo de la niñez
Domingo Savio nació en Italia (1842) en una familia muy humilde. De pequeño
era buen estudiante y muy piadoso, por lo que fue admitido para recibir su
Primera Comunión a los siete años, cuando en aquellos tiempos se hacía a los
doce.
Ese día escribió unos propósitos que cumplió toda su vida:
1. Confesaré y comulgaré a menudo.
2. Quiero santificar los Domingos y fiestas.
3. Mis mejores amigos serán Jesús y María.
4. Antes morir que pecar.
Rápidamente se difundió su fama de santidad. Pio XI dijo: «fue santo porque
lucho para vencer los malos ejemplos y tentaciones, y corresponder
generosamente a la Gracia». Pio XII lo declaró santo en 1954.
En 1853, a los once años de edad, entra a formar parte del oratorio de Don
Bosco. Sería un alumno fuera de lo común y expresará sus deseos de
convertirse en sacerdote. Seis meses luego de ingresado al Oratorio, tras un
sermón del Padre Bosco acerca de la austeridad y el sacrificio, donde
remarcaba que cuando uno se siente oprimido por alguna calamidad o
molestia del cuerpo, hay que ofrecérselo a la Virgen. Éste sería el medio más
adecuado para llegar a la más alta perfección. En ese momento el niño
Domingo se propuso convertirse en santo.
Domingo comenzó a realizar austeridades de todo tipo, como consumir sólo
la mitad de su ración de comida, dormir menos tiempo y rezar más. Sentía
gran devoción por la Virgen María, llegando a permanecer más de cinco horas
diarias rezando.
Una noche de invierno, Don Bosco encontró a Domingo temblando de frío en
la cama, sin más cobertor que una sábana.
—¿Te has vuelto loco? ¡Vas a coger una pulmonía!
—No lo creo —respondió Domingo—. Nuestro Señor no cogió ninguna
pulmonía en el establo de Belén.
2. Desde entonces Don Bosco le prohibió formalmente hacer penitencia alguna
sin su permiso. Domingo quedó triste. El Padre le insistió que la penitencia
que Dios quiere es la obediencia a los superiores.
Tal como había predicho Don Bosco, la salud de Domingo empezó a empeorar.
En febrero de 1857 tuvo fortísimos accesos de tos que le obligaron a guardar
cama durante semanas. El domingo 1 de marzo fue enviado de vuelta a la
casa de sus padres, en Mondonio. Un médico diagnosticó que padecía de algún
tipo de inflamación en los pulmones y decidió sangrarlo, según se
acostumbraba en aquella época. Domingo siguió empeorando.
Los primeros días de marzo de 1857, Domingo recibió los últimos
sacramentos. Al anochecer del lunes 9 de marzo rogó a su padre que recitara
las oraciones por los agonizantes.
A las diez de la noche trató de incorporarse y murmuró:
Adiós, papá. El Padre me dijo una cosa, pero no puedo recordarla.
Súbitamente su rostro se transfiguró con una sonrisa de gozo, y exclamó:
¡Estoy viendo cosas maravillosas!
Esas fueron sus últimas palabras.
Una pulmonía acabó con su vida a los quince años.