Vida, obra e influencia de uno de los personajes más grandes de la Historia de la Iglesia, patrono, modelo y protector de todos los párrocos y sacerdotes del mundo
2. Contenido
1. Infancia y juventud
2. Preparación para el sacerdocio
3. Primeros años de sacerdote
4. Cuarenta años de párroco en Ars
5. Sus virtudes
6. Su muerte
7. El Año Sacerdotal
3. San Juan María Vianney
es uno de los santos
más populares de la Iglesia.
En él se ha cumplido
lo que dijo San Pablo:
"Dios ha escogido
lo que no vale a los ojos del mundo,
para confundir a los grandes“
(1 Cor 1, 28),
pues pasó de ser un campesino
de mente rústica a
“Patrono, modelo y protector
de todos los sacerdotes
del mundo”.
5. Juan María Bautista
Vianney nació
en Dardilly,
sur de Francia,
muy cerca de Lyon,
el 8 de mayo de 1786.
Fue el cuarto hijo
de siete que tuvo
la humilde familia
campesina formada
por Matthieu Vianney
y Marie Beluze.
París
Lyon
Dardilly
ARS
FRANCIA
6. Sus padres contaban
que antes de nacer
Juan María,
se hospedó en su casa
San Benito José Labre,
y cuando se dispuso
a partir, pagó
la hospitalidad
con una bendición.
Poco después nació
el que habría de ser
el Santo cura de Ars.
7. Durante la infancia
de Juan María estalló
la Revolución Francesa
(1789) que persiguió
ferozmente a la
religión cristiana.
Junto con su familia,
asistía a Misa
a escondidas,
pues había pena
de muerte para los
que se atrevieran
a practicar en
público su religión.
8. Hizo su primera comunión a los 13 años,
a escondidas, en un pajar.
A los 16 deseaba ser sacerdote,
y tras la oposición inicial de su padre,
finalmente a los 20 años se instala en Écully,
para ser formado clandestinamente
como seminarista por el P. Charles Balley.
10. Juan María era
prácticamente analfabeto.
Estudió francés y latín,
el cual se le dificultó
de manera especial.
Hasta llegó a hacer una
peregrinación a La Louvesc,
para implorar a
San Francisco Regis
le abriera su inteligencia
para aprender el latín,
sin los resultados esperados.
11. Después de tres años
de estudios, obligado
por mandato de Napoleón,
se alista en el ejército.
Cae enfermo, deserta y
se esconde en la aldea
montañosa de Robins.
Al cabo de un año
su hermano menor
Juan Francisco se alista
en el ejército
y logra el perdón
de Juan María,
quien regresa a Écully.
12. En 1811 entra en el seminario
de San Ireneo de Lyon,
pero no entiende
las clases en latín,
y no pasa los exámenes.
Comprobadas sus
excelentes disposiciones
para el sacerdocio,
el Obispo lo envía de nuevo
con el P. Balley hasta 1815
estudia en francés
y logra superar finalmente
los exámenes
de Filosofía y Teología.
13. El Obispo preguntó a los maestros del seminario:
“¿El joven Vianney es de buena conducta?”
Ellos le respondieron:
"Es el seminarista menos sabio, pero el más santo“.
El Prelado decidió:
“Que sea ordenado sacerdote, pues aunque le falte ciencia,
con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás".
14. Fue ordenado sacerdote
el 13 de agosto de 1815
en Grenoble,
con la condición de que
se quedara como coadjutor
del P. Balley, y que éste
le ayudara a completar
su formación teológica.
No podría confesar
y su labor pastoral
se limitaría a la
catequesis de los niños.
16. De 1815 a 1818
Juan María fue coadjutor
del P. Balley en Écully.
Allí aprende a llevar
una vida casi monástica,
con un estricto horario
de oración y trabajo,
de silencio hasta en
las comidas, de ayuno,
penitencia y continua
mortificación.
17. Al año
recibe permiso
para confesar
y el P. Balley
le va confiando
cada vez más
labores pastorales.
En 1817
su querido párroco
y maestro cae enfermo
y muere, teniendo que
hacerse cargo el padre
Juan María de la parroquia.
19. El 11 de febrero de 1818
fue nombrado párroco
del lugar más pobre
e infeliz de la diócesis,
Ars.
El Obispo le dijo:
“No hay mucho
amor de Dios
en esa parroquia;
Usted lo pondrá”.
20. Llegó en una tartana
el 13 de febrero.
En el camino se detuvo
a preguntar a un pastorcillo
de 10 años, Antoine Givre,
por dónde se iba a Ars.
El niño le señaló el camino
y el joven padre le dijo:
“Tú me has señalado
el camino a Ars;
yo te mostraré
el camino al cielo”.
21. Ars tenía por entonces 230 habitantes.
Los domingos asistían a Misa algunas mujeres
y un solo hombre. El pueblito estaba lleno
de cantinas y salones de fiesta.
Maqueta de Ars en tiempo del Santo Cura
22. Al saber cómo se
encontraba su parroquia,
para convertirla a Dios,
el P. Vianney
se propuso tres cosas:
1) Rezar mucho,
dedicando largas horas
a la oración ante
el Santísimo Sacramento.
Se llamaba a sí mismo
“el perrillo faldero que se arroja
ante su amo presente
en el Sagrario”.
24. 2) Hablar duramente en sus sermones contra los vicios
de sus feligreses, para demoler las trampas
con las que el diablo quería perderles.
Leía y estudiaba muchas horas para preparar el sermón
del domingo; lo escribía, paseaba para memorizarlo,
y con frecuencia se le olvidaba lo preparado,
pero causaba impresionantes conversiones.
25. Una feligrés,
Catalina Lassagne,
dijo sobre sus sermones:
“Hablando del inmenso
amor de Nuestro Señor
se le partía el corazón,
y no podía seguir hablando.
Entonces lloraba”.
26. Criticaba, sobre todo,
el trabajo en Domingo,
los bailes y las tabernas.
En un sermón dijo
sobre el Domingo:
“Los domingos
el Buen Dios
nos abre sus tesoros;
a nosotros toca
el aprovecharnos
de ellos
a manos llenas”.
27. Criticaba los bailes
por ser la principal ocasión
para caer en la lujuria
e impureza.
Hablaba con las jóvenes
del pueblo para recordarles
la importancia de la pureza.
“La impureza es el pecado
que más cuesta desarraigar”,
decía.
“Un cuerpo casto,
un alma pura,
¡nada hay más hermoso!”.
28. En otro sermón dijo
contra las tabernas:
“La taberna
es la tienda del demonio,
el mercado donde
las almas se pierden,
donde se rompe
la armonía familiar,
donde comienzan
las peleas
y los asesinatos
se cometen”.
29. Ante las críticas de algunos aldeanos contra
sus sermones, el obispo envía a un visitador
para que señale los defectos y virtudes
de los sermones del P. Vianney:
“Sus defectos es que son muy largos,
muy duros y siempre habla de los mismos temas:
los pecados, los vicios, la muerte,
el juicio, el infierno y el cielo.
Pero su cualidad es que los oyentes se convierten
y empiezan una vida más santa
de la que llevaban antes".
El Obispo satisfecho y sonriente exclamó:
"Por esa última cualidad se le pueden perdonar
al Párroco de Ars sus defectos".
30. La influencia
del Cura de Ars
fue tan grande,
que fueron cerrando
todas las tabernas
por la falta de clientes.
En adelante,
por la afluencia
de peregrinos,
se fueron abriendo hoteles,
cafés y restaurantes,
a los que no
se opuso el Santo.
31. En una ocasión
un parroquiano le preguntó
por qué cuando predicaba
hablaba tan alto y cuando
oraba tan bajo, y él le dijo:
“¡Ah, cuando predico
le hablo a personas
que están aparentemente
sordas o dormidas!,
pero en oración le hablo
a Dios, que no es sordo”.
32. Cuentan que
siendo ya anciano,
no tenía dientes,
y no se entendía
nada cuando predicaba,
pero las multitudes
iban a escucharlo,
y al sólo verlo hablar de Dios,
la gente se conmovía
profundamente.
33. 3) Sacrificarse haciendo
penitencia y mortificación
lo más posible.
Llevaba un horario durísimo.
Se levantaba
a las 12 de la noche.
Hacía sonar la
campana de la Iglesia,
abría la puerta
y empezaba a confesar
a hombres.
Para entonces la fila
de penitentes era de
más de una manzana.
34. Sus consejos
en la confesión
eran breves.
A muchos les leía
los pecados en
su pensamiento
o les decía los que
no habían mencionado.
Confirmaba la vocación
de personas que dudaban,
advertía sobre peligros
y revelaba el futuro.
35. A las 6 de la mañana
recitaba los salmos y oraba
preparándose para la Misa.
A las 7 celebraba la Eucaristía
y terminando dedicaba largo tiempo
a la acción de gracias.
En los últimos años el Obispo
logró que a las 8 se tomara
una taza de leche.
De 8 a 11 confesaba
a mujeres.
36. A las 11 am daba una catequesis en la Iglesia.
A las 12 pm se tomaba un ligerísimo almuerzo:
dos o tres papas hervidas y agua.
Se bañaba y se iba a visitar un instituto para jóvenes
pobres que él costeaba con limosnas que conseguía.
Por la calle la gente lo rodeaba y le hacía consultas.
Niños que hasta hoy llegan a
Ars para aprender catecismo
37. De 1:30 a 6 pm
seguía confesando.
En el confesionario
sufría mareos,
se congelaba en invierno
y en verano sudaba
copiosamente.
Decía:
"El confesionario
es el ataúd donde
me han sepultado
estando todavía vivo".
38. De 6 a 8 pm
rezaba el rosario
y las vísperas;
luego leía.
De 8 a 12 dormía o,
más bien, intentaba dormir.
Raramente lograba
descansar las cuatro horas,
pues el demonio
lo atormentaba en la noche,
para cansarlo y evitar que
siguiera salvando almas.
39. Durante 35 años
fue asaltado y molestado
físicamente por el demonio.
Lo derribaba de la cama,
lo despertaba con
ruidos espantosos,
y hasta en una ocasión
prendió fuego a su habitación.
Sobre esto dijo:
“El rufián,
al no poder atrapar al pájaro
le prende fuego a su jaula”.
Cama del Santo
incendiada por el diablo
40. Una vez le gritó el demonio:
"Faldinegro odiado.
Agradézcale a esa que llaman Virgen María,
si no ya me lo habría llevado al abismo".
41. Juan María explicaba
la causa de los ataques
del demonio:
“El demonio no
le teme tanto a la disciplina;
lo que realmente teme
es a la reducción de
comida, bebida y sueño”.
Este sacrificio es,
según el P. Vianney,
el que más beneficios trae
a la salvación de las almas.
42. Su mayor sacrificio
era confesar.
Pasaba12 horas diarias
en el confesionario
en invierno y 16 en verano.
Por ello tenía hernias
muy dolorosas.
Para confesarse con él
había que apartar turno
con tres días de anticipación.
43. Desde 1830 a 1845 llegaban 300 personas diarias
de distintas regiones de Francia a confesarse.
El último año de su vida (1859),
llegaron 100.000 personas a Ars.
44. Sobre la confesión dijo:
“Cuando vamos a confesarnos,
debemos entender lo que estamos haciendo.
Se podría decir que desclavamos
a Nuestro Señor de la cruz.
Algunos se suenan las narices
mientras el sacerdote les da la absolución,
otros repasan a ver si se han olvidado
de decir algún pecado...
Cuando el sacerdote da la absolución,
no hay que pensar más que en una cosa:
que la sangre del Buen Dios corre por nuestra alma
lavándola y volviéndola bella
como era después del bautismo”.
45. En el confesionario
conseguía conversiones
impresionantes.
A un sacerdote
que le preguntaba sobre
cuál era su receta
para confesar,
le respondió:
“Mi receta es darle a
los pecadores una
penitencia pequeña
y el resto lo hago yo por ellos.
El secreto es darlo todo y
no guardarse nada para sí”.
46. Dios premió su humildad
con admirables milagros.
Le dio poder extraordinario
para expulsar demonios
de personas poseídas.
Tenía también
el don de profecía.
Dos veces el granero
de la escuela “Providencia”,
pasó de estar completamente
vacío de víveres,
a estar repleto de ellos.
47. Acudía mucha
gente a Ars para obtener
por intercesión
del Santo cura,
sanaciones o
gracias particulares.
Para desviar la atención
sobre su persona,
levantó en la parroquia
una capilla dedicada
a Santa Filomena,
niña romana mártir,
símbolo de la pureza
y testimonio
del amor de Dios.
48. A ella enviaba
a los peregrinos
que le asediaban
para que les
concediera gracias.
Y la Santa correspondía
a sus peticiones
con innumerables
curaciones, conversiones
y milagros.
Según el Padre Vianney
era Santa Filomena
quien tenía el mérito
de todo lo extraordinario
que sucedia en Ars.
50. Humildad
Siempre se creía un miserable pecador.
Jamás hablaba de sus obras o éxitos obtenidos.
A un hombre que lo insultó en la calle le escribió
una carta humildísima pidiéndole perdón por todo.
Cocina del P. Vianney
51. El Obispo le envió
un distintivo elegante
de canónigo
y nunca se
lo quiso poner.
El gobierno nacional
le concedió
una condecoración
y él no se la
quiso colocar.
Decía con humor:
"Es el colmo: el gobierno condecorando
a un cobarde que desertó del ejército".
52. Amor a la Eucaristía
Amaba profundamente
a la Eucaristía.
Hay testimonios
de lo hermoso que era
verlo celebrar la Misa.
Su rostro se transformaba
en la consagración,
como si viese
a Nuestro Señor.
53. Enroló a los fieles
en diversas cofradías
para que asistieran todos
a la Misa dominical.
Predicó tanto la presencia
de Jesús en el Sagrario,
que la gente de Ars
se acostumbró a
no pasar ante la Iglesia
sin entrar a visitar
al Santísimo
unos momentos.
54. Amor a María
Demostró siempre
un tierno amor por
la Virgen Santísima,
el cual le movió
a consagrar su Parroquia
a la Reina del Cielo.
Puso a la entrada
de la pequeña Iglesia
una estatua de la Virgen.
En su corazón escribió
los nombres de
todos sus feligreses.
55. Amor a las almas
El Cura de Ars es “Patrono, modelo y protector
de los párrocos y sacerdotes de todo el mundo”
por el testimonio de entrega a las almas,
su capacidad de sacrificio y oración por ellas,
para que se acercaran más a Dios.
56. Devoción a los Santos
Tenía una gran
devoción a la niña mártir
Santa Filomena.
La llamaba
“mi agente con Dios”.
Le construyó una capilla
en su honor y un santuario.
57. Caridad
Lo que más impactaba
a los fieles de Ars
era cómo se desprendía
y regalaba todo lo que tenía:
muebles, comida, dinero,
regalos que le hacían.
Atendía a todos
con cortesía, gentileza,
y hasta con sentido
del humor.
58. Abrió una escuela gratuita para niñas pobres
a la que llamó “Providencia”.
Para ellas tenía que encontrar comida y
más de una vez intervino el Señor milagrosamente,
multiplicando el grano o la harina.
59. Fidelidad
La tentación que le
persiguió toda su vida
fue la desesperación
y el deseo de soledad,
por sentirse ignorante
e incapaz para
ejercer su ministerio.
En el 1851 le rogó a su obispo
que lo dejase renunciar.
En tres ocasiones llegó
hasta irse del pueblo,
pero siempre regresó.
60. Logra siempre
librarse de la tentación
gracias al amor:
“Dios nos ama más
que el mejor de los padres,
más que la más tierna madre.
Tan sólo tenemos
que someternos
y abandonarnos
a su voluntad”.
62. El viernes 29
de Julio de 1859,
cuando ya contaba
73 años,
se desmayó
en el confesionario.
Aún así siguió
con sus trabajos cotidianos
y en la noche
se sintió muy enfermo
y pidió la confesión.
63. Seis días estuvo
en cama.
El 2 de Agosto
recibió los últimos
sacramentos
y la Eucaristía
por última vez.
Agradecido dijo:
“Qué bueno es Dios;
cuando ya nosotros
no podemos ir más hacia Él,
Él viene a nosotros”.
64. A las 2 am
del 4 de Agosto,
muere el Santo Cura,
mientras el Obispo Monnin
leía estas palabras:
“Que los santos ángeles
de Dios vengan
a su encuentro
y lo conduzcan a
la Jerusalén celestial”.
68. Fue beatificado
el 8 de enero de 1905
por el Papa San Pío X.
Fue canonizado
por S.S. Pío XI
el 31 de mayo de 1925,
quien lo proclamó
patrono de todos
los párrocos del mundo
en 1929.
El 11 de Junio de 2010
S.S. Benedicto XVI
lo proclamó patrono
de todos los sacerdotes
del mundo.
70. Del 19 de Junio 2009
al 11 de Junio de 2010,
el Papa Benedicto XVI
promulgó la celebración
del Año Sacerdotal,
en el marco del 150
Aniversario de la muerte
del Santo cura de Ars,
(1859).