Las culturas urbanas en américa latina y los andes
1. Las culturas urbanas en América Latina y los Andes
Lo culto y lo popular, lo local y lo global, lo híbrido y lo mestizo
Si hacia la primera mitad del siglo XX la adopción de estilos de vida y sistemas de comportamiento
universales competía únicamente a una élite de las clases altas y medias; hoy ello involucra, en
mayor o menor medida, al conjunto de la población. La intensificación de los medios y la rapidez
de la divulgación de mensajes culturales parecen haber logrado lo que durante siglos la
imposición, el anhelo de imitar de partes de las élites y la jerarquía en las relaciones
internacionales no habían podido realizar: la modernización cultural de América Latina; y esto
paradójicamente sucedería justamente cuando el contenido de lo moderno se estaría esfumando
por los procesos de globalización, hibridación y lo posmoderno.
La idea de que la ciudad se asemeje a una jungla adquiere cada vez más significado:
Por un lado, existe una tendencia al aislamiento, a la constitución de espacios protegidos en medio
del desorden; por otro lado, los individuos, sobre todo los de las clases populares se ven en la
necesidad de recorrer la ciudad, por razones de trabajo o de ocio. Lo que define una identidad ya
no está marcado únicamente por lugar de origen, o por el barrio en el que se habita, sino por todo
un juego de elementos culturales en movimiento, resultado en gran parte, de esta diversidad de
roles.
Por otra parte, las estratificaciones en base a divisiones espaciales y de segregaciones
socioculturales también han perdido su univocidad en las teorizaciones sobre culturas urbanas.
Hoy en día existen otras fuentes que alimentan la cultura y que han transformado el sentido de los
propios espacios.
América Latina ha vivido un proceso creciente de urbanización que de un modo u otro, han
contribuido a los cambios en las formas de percibir los fenómenos culturales.
América latina fue postmoderna no solamente en términos de la heterogeneidad, sino también en
el sentido de que la discriminación racial y étnica y la hiperinflación monetaria, vieja y notoria
condición se convirtieron en fenómeno psicosocial, que trajeron y traen como consecuencia el
estrés, la inseguridad, el escepticismo, e incluso el cinismo y la violencia cotidiana.
Son las relaciones indirectas generadas y producidas por las tecnologías de transporte y de
comunicación, las que provocan la constitución de grupos y deferencias que van más allá del
medio físico. La incorporación de valores ciudadanos supone no solamente procesos de
modernización económicos, o esfuerzos educativos, sino todo un proceso de apropiación de
valores como responsabilidad ciudadana, confianza social, igualitarismo, individualidad y una
cierta democratización de la interacción social. Cuando están presentes prácticas de interacciones
que van contra estos valores como dependencia personal, la lealtad hacia el propio grupo, y falta
una confianza en el poder del individuo de cambiar o influir en su entorno por su cuenta,
difícilmente entra en vigencia la ciudadanía.